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El ciclo de «Espejo de príncipes y caballeros» (1555-1580-1587)1

Axayácatl Campos García Rojas




Introducción

Ya hacia finales del siglo XVI y frente a las muy famosas y renombradas familias de los Amadises y Palmerines, apareció el relato de las aventuras y los muy altos hechos del linaje de Trebacio, emperador de Grecia. Se trata de una serie de libros de caballerías que, cerca de la llamada decadencia del género, siguió presentando las hazañas de caballeros andantes bajo la influencia de una larga tradición literaria, pero también con una necesaria innovación reclamada por los nuevos tiempos y los nuevos gustos de su público.

Pese a los ya casi tópicos y reprobatorios comentarios sobre los libros de caballerías, el ciclo de Espejo de príncipes y cavalleros todavía ejerció una poderosa influencia sobre su ámbito literario y social. Las obras de este ciclo lograron reflejar, y ser, la evolución del género caballeresco para proyectarse, así, en la subsecuente creación literaria.

El ciclo lo encabeza la primera parte, titulada Espejo de príncipes y caballeros, conocida también como El cavallero del Febo, que fue escrita por Diego Ortúñez de Calahorra y que fue publicada por primera vez en Zaragoza en 1555. Consta de tres libros y alcanzó hasta seis reediciones2. En él se narran las aventuras del emperador Trebacio de Grecia y de sus dos hijos mellizos El Cavallero del Febo y Rosicler. La Segunda parte se publicó en 1580 en Alcalá de Henares y es obra de Pedro de la Sierra Infanzón. Está constituida por dos libros que retoman la narración de las aventuras de Trebacio, prosigue la historia con la narración de las aventuras de Claridiano, hijo de El Cavallero del Febo; y con las de Poliphebo, hijo ilegítimo de Trebacio y la reina de Tinacria3. Siguió a ésta una Tercera parte compuesta por cuatro libros y cuyo autor, Marcos Martínez, la vio publicada por primera vez en Alcalá de Henares en 15874. El ciclo continúa con las aventuras de Claridiano, Claramante y don Heleno, descendientes también del emperador Trebacio5. Una quinta parte del Espejo de príncipes y caballeros, que no llegó a imprimirse y es posible fechar como posterior a 1623, permaneció extraviada durante casi doscientos años. Este libro de caballerías manuscrito y anónimo no sólo continúa las aventuras narradas en las partes precedentes, sino que confirma y pone de manifiesto la evolución y supervivencia del género en una época de crisis financiera de la industria editorial hispánica6.

El ciclo de Espejo de príncipes y caballeros, siguiendo la pauta general de los libros de caballerías y del modelo amadisiano, presenta, de manera cronológica, las vidas y hazañas de un linaje de caballeros. En las obras que constituyen este ciclo, conocemos hasta cuatro generaciones cuyos paladines son ejemplo de caballerías, de cortesía y de buen gobierno. Por otro lado, conforme prosiguen las hazañas y aventuras a lo largo de las cuatro partes del ciclo, es posible apreciar cómo se transforma el paradigma amadisiano y cómo los autores buscan y utilizan nuevos recursos estéticos que promuevan la supervivencia del género caballeresco.






Estructura

El Espejo de príncipes y caballeros y sus continuaciones poseen una estructura compleja que se desarrolla sobre una base cronológica de la vida del emperador Trebacio, de sus hijos y nietos. Este enramado genealógico sirve de soporte a sus autores para presentar las aventuras, empresas y desarrollo vital de sus protagonistas. Estamos ante un linaje de príncipes y caballeros que triunfan en sus hazañas personales ganando fama y fortuna. De manera paralela, Trebacio y sus descendientes también están profundamente comprometidos con los intereses colectivos de su pueblo, con la defensa del cristianismo y la lucha por el poder, casi siempre ocasionada y justificada por razones matrimoniales y de alianzas políticas con otras naciones.

La estructura de El cavallero del Febo y luego la de la Tercera parte, giran en torno a un conflicto bélico de dimensiones mundiales que sirve para enaltecer el poder del emperador, de su corte y de su civilización, sobre las naciones paganas e infieles, o de las naciones enemigas -aunque cristianas también- de la Europa occidental.

Como en otros libros de caballerías, la acción central de las obras de este ciclo se desplaza hacia oriente, a la corte imperial de Constantinopla. El imperio de los griegos es el eje rector de las acciones y el foco de atención hacia donde se dirigen los caballeros en busca de fama y prestigio. Grecia es presentada como la primera potencia mundial y su capital, Constantinopla, el reflejo de su poder, de su esplendor y riqueza. Tópico que en los libros de caballerías, alcanzó un lugar singular y que ya estaba presente en el Amadís de Gaula y Las sergas de Esplandián7. Esta ubicación oriental de las acciones en el ciclo de Espejo de príncipes y caballeros, no sólo dota a las obras con aromas de exotismo, sino que abre las puertas de su horizonte geográfico hacia lugares remotos y desconocidos. Los caballeros de estos libros entran pues, en contacto con otros pueblos y otras culturas. Con el otro civilizado y con el otro salvaje.




Tradición e innovación

Para un análisis individual de los libros de caballerías que componen el ciclo de Espejo de príncipes y caballeros me centraré en los libros impresos que constituyen las cuatro primeras partes. En cuanto a El cavallero del Febo, es posible apreciar que posee, frente a lo que afirmó Pascual de Gayangos8 y, más de acuerdo con la opinión de Daniel Eisenberg9, una estructura compleja que involucra diferentes planos narrativos, temporales y espaciales. Ortúñez de Calahorra hace excelente uso del suspenso en cuanto al manejo de diversas acciones, sin que ello implique un detrimento de la claridad narrativa. En general deja bien atados todos los cabos del complejo entramado narrativo de su obra. Resulta relativamente sencillo y natural seguir el desarrollo de las acciones a lo largo de los tres libros, de los enormes desplazamientos geográficos, de la abundancia de personajes y de los largos periodos temporales de la vida de hasta dos generaciones. Mientas Rosicler, uno de los hijos de Trebacio, se enamora en Gran Bretaña de la princesa Olivia y comienza desde ahí su andar caballeresco; en la lejana Constantinopla, el emperador Trebacio ya gobierna felizmente casado con Briana. Las acciones pueden llegar a pasar de un capítulo a otro desde un extremo de la Europa occidental, hasta los límites con Asia en Constantinopla, o más allá, en Persia, Tartaria o Rusia.

El cavallero del Febo, y en general el ciclo de Espejo de príncipes de caballeros, no está, sin embargo, totalmente al margen de los modelos tradicionales del género de los libros de caballerías. Por supuesto que sus líneas generales siguen los patrones heredados de una ya larga tradición, pero es en este análisis donde habrán de señalarse, tanto esos elementos que lo hacen pertenecer a un género, como aquellos que marcan, dentro de los mismos cánones, una innovación o recreación de las características genéricas.

En esta línea, es preciso observar que en el Espejo de príncipes y caballeros, como en muchos de los libros de caballerías, los protagonistas responden a un arquetipo heroico tradicional cuyos antecedentes se remontan a los mitos y el folclore10.

Los nacimientos heroicos siempre han despertado la imaginación humana y, en no pocas obras literarias, se ha prestado especial interés a la detallada descripción de las condiciones que rodean al nacimiento de los héroes. Su especial destino en el mundo los convierte en personajes singulares que merecen un tratamiento especial desde muy temprana edad. Los libros de caballerías no son la excepción y, en ellos, marcas de nacimiento, profecías y acontecimientos singulares anuncian el destino heroico de sus protagonistas. En el Espejo de príncipes y caballeros, la princesa Briana da a luz al Cavallero del Febo y a Rosicler en condiciones especiales:

La real princessa en pequeña distancia parió dos hijos, tan estaños en hermosura que en grande admiración los que presentes estaban fueron puestos, aunque mucho más fueron maravillados quando vieron unas estrañas señales que cada uno dellos tenía. Y mirándolos vieron que el que primero avía nacido traía una pequeña cara figurada en el lado izquierdo, tan resplandesciente que con dificultad dexava ser mirada. El niño que postrero avía nascido, vieron que en medio de los pechos traía figurada una rosa blanca y colorada, de tan perfecto color que verdaderamente parescía ser cogida de los cabriosos rosales. [...] Al que primero avía nascido llamó el Cavallero del Febo, por la figura que en él vido en el lado izquierdo, sobre el corazón. Y al segundo llamó Rosicler, por la rosa de los pechos. Desto huvo gran plazer la princessa, diziendo que les havía puesto los sobrenombres conformes a los que ellos merescían.


(I: 91, 93-94, Campos García Rojas 2001: 188)                


El pasaje ilustra el tópico de las marcas de nacimiento que, a su vez, también influye en la asignación del nombre. El Cavallero del Febo y Rosicler, son hermanos mellizos que, si bien viven juntos en su temprana infancia, el desarrollo de los acontecimientos y sus diferentes destinos los separan para que se críen en lugares y ambientes diferentes. El Cavallero del Febo se extraviará y en una barca es arrastrado por la corriente de un río. La exposición a las aguas constituye un rito de iniciación que entraña el simbolismo de un renacer del héroe. El niño es rescatado y educado por padres adoptivos en el lejano impero persa y, más tarde, será él quien libere a Trebacio, su padre, del encantamiento en que estaba en la isla de Lindaraja. Igualmente, la adopción y crianza lejos del hogar materno es un elemento folclórico que impregna la narración de las infancias heroicas en este libro de caballerías.

Por su parte, Rosicler, permanecerá en la casa materna de donde saldrá, llamado por su destino heroico, para hacerse caballero, buscar aventuras y fama. Nuevamente estamos ante un elemento más del folclore. La llamada a la aventura y el deseo ferviente de cumplir con su destino está presente en muchos de los héroes míticos desde la Antigüedad. El joven príncipe, siente fuertemente ese llamado para el que fue nacido y, contraviniendo los deseos de su madre, sale del hogar hasta llegar a la Gran Bretaña, donde se enamora de la princesa Olivia y quien será la fuente de su amor e inspiración de sus hazañas caballerescas. Rosicler, a diferencia de su hermano El Cavallero del Febo, será ejemplo de fidelidad y tenacidad amorosas. De ahí su sobrenombre de «El Cavallero de Cupido».

En El cavallero del Febo, merece especial mención el episodio de la aventura de la cueva de Artidón. En él, están reunidos varios elementos tradicionales que parecen conformar un preludio de lo que más adelante Cervantes presentará en el episodio de la cueva de Montesinos en el Quijote11. Rosicler, tras recibir el rechazo de su amada Olivia, sale exiliado de la Gran Bretaña y viajando por el mundo participa en no pocas aventuras y empresas. Una de ellas llama poderosamente la atención: la cueva de Artidón.

Y siendo [Rosicler] ya salido del reino de Dacia, dize la historia que fue a entrar por el reino de Rusia, donde le dixeron que avía grandes y muy maravillosas aventuras. Y al tercero día que por él avía caminado, fue assí: que luego por la mañana el camino que llevava lo llevó a meter por un monte llano, tan fresco y deleitable quanto lo pudiera ser qualquier floresta. [...] Aquel pequeño y mal usado camino que llevava le llevó a dar a unas grandes y muy altas rocas [...], debaxo de las cuales vio una cosa que le puso en grande admiración. Y era que por una boca de una cueva que se hazía en lo baxo de la roca salían muy grandes y espessas llamas de fuego, acompañadas de un espesso humo que parescía cosa infernal [...]. E como viesse una cosa tan espantosa, desseando saber qué fuesse, se quiso llegar más a ella [...]. E llegando cerca, vio que estavan labradas unas letras muy grandes en la peña hazia la mano derecha de la cueva, que en ellas mesmas se parescía aver largo tiempo que eran hechas. Y leyéndolas, vio que dezían ansí:

Ésta es la cueva del sabio Artidón, que fue muerto por amores de Artidea, hija del rey Liberio y única heredera deste reino. La qual, en pago de su crueldad, estará aquí dando verdadera respuestas de todo lo que le fuere preguntado, hasta que venga cavallero de tanta bondad que, venciendo las temerosas guardas de la entrada, pueda ponerla en libertad. Y entonces será libre la entrada a todos los que quisieren saber algo del sabio.

Como el Cavallero de Cupido [Rosicler] huvo bien leído las letras, mucho era maravillado de aquella aventura, y luego le tomó voluntad de la provar, por saber lo que avía dentro.


(III: 40-43, Campos García Rojas 2001: 188)                


Efectivamente, el héroe entra valerosamente a la cueva y, tras vencer a las temerosas guardas, libera a la princesa Artidea de su encantamiento y, con ello, deja libre el acceso a todo aquel que quiera preguntar algo al sabio Artidón que ahí, a manera de un autómata, permanece a la espera de dar respuestas. La cueva y el sabio se convierten en un oráculo digno de peregrinación. En otro momento de la historia, la misma Claridiana (V: 291-295) acude a la cueva de Artidón y pregunta al sabio sobre el futuro de su amor por el Cavallero del Febo y sobre el paradero de éste.

El elemento geográfico cueva, en sí mismo, está fuertemente vinculado con diversos simbolismos. El descenso a los infiernos (descensus ad inferos) y la búsqueda del conocimiento están implícitos en esta aventura12. Pero la cueva también es símbolo de la entrada y regreso a la madre tierra (regressus ad uterum), al origen y a un estado de absoluta seguridad13. Se trata de un escenario con simbolismo múltiple y contrastante, ya que desde esa perspectiva, si la cueva puede ser una representación simbólica de la cuna original, también lo es, in extremis, el lugar del reposo final tras la muerte. Por lo tanto, mientras que la entrada a una cueva tiene fuertes asociaciones con el viaje al Otro Mundo, donde las regiones infernales se presentan como un sitio hostil y de sufrimiento; también el Otro Mundo puede ser presentado como un lugar deleitoso y apacible, edénico. Ahí, y sólo ahí, en una geografía polivalente es posible encontrar el conocimiento. La cueva es el sitio ideal para un sabio como Artidón que en vida sufrió con un amor no correspondido y que ahora está dispuesto a ofrecer conocimiento, claridad, sosiego y certeza a las almas atribuladas de amores:

En el Quijote y el Espejo de príncipes es uno de los protagonistas el que entra en una cueva famosa en búsqueda de aventuras. A Rosicler, que lleva a cabo esta aventura en el Espejo de príncipes, y a Don Quijote les preocupan sus damas, [...]. Don Quijote la «ve», lo cual le es de mucho interés; Rosicler encuentra datos sobre ella. En las dos cuevas de Artidón y de Montesinos hallamos un amante muerto, con su corazón en un caso expuesto, en otro sacado; los dos hablan si hay necesidad, pero poco. En los dos casos está allí la mujer amada14.


El cavallero del Febo es un libro de caballerías que no deja de proporcionar modelos ideales de conducta y no son pocos los momentos que Ortúñez de Calahorra aprovecha para darnos una lección moral. Ya sea de manera directa a través del discurso de algún personaje o a través de las acciones concretas de éstos. La obra, como su título lo indica, es un espejo de príncipes y caballeros. En ella hallan reflejo los valores que sirven para subrayar el proceder de un buen príncipe y de un buen caballero. Se trata de educar a través de las imágenes y de las acciones de los personajes. Ellos son el espejo de lo que sus lectores deberían ser o a lo que podrían aspirar.

Así, el aspecto didáctico del Espejo de príncipes y caballeros es materia aún proclive de profundo y detallado estudio. Sin embargo, aquí haré alusión a algunos episodios y momentos que ilustran esta característica.

Arriba dije que la intención moralizante de la obra puede presentarse a través de las acciones de los personajes, y es precisamente el Rey Sacridoro uno de los personajes que mejor y más fielmente ilustran esta intención. Estamos ante un personaje que encarna el valor de la amistad y de la lealtad. Para él, su amistad por Rosicler está por encima de casi todo y es capaz de sacrificarse hasta la muerte. Su leal amistad, casi legendaria, llega a convertirse en ejemplo de conducta que otros personajes celebran y premian. Si bien son muchos los momentos en que el Rey Sacridoro da ejemplo de amistad, es tal vez en el episodio de la fuente de los salvajes donde ésta es aún más patente:

[Rosicler y el rey Sacridoro] fuessen muy descuidados por una floresta que parescía algo más apazible tierra que la que avían passado, súbitamente se les espantaron los cavallos, y començaron de herizárseles las crines y de alborotarse, dando grandes bufidos, de suerte que no los podían tener ni passar adelante. Y como mirassen a todas partes por ver qué fuesse la causa de aquello, vieron a desora que salían de hazia lo más espesso de la floresta dos grandes salvajes, que en su grandeza parescían gigantes, los quales venían sobre sendos leones muy grandes y ferozes [...]. Y assí como vieron los dos cavalleros, se fueron derechos para ellos. Y como llegassen cerca, era tanto el miedo que los cavallos tenían que no bastava la fuerça ni el saber de los cavalleros para los tener ni arrostrar hazia los salvages. Y assí, antes que tuviessen lugar de se apear dellos, los salvages llegaron a ellos en sus domados leones. Y tomándolos por detrás, porque los cavallos se avían buelto de ancas hazia ellos, les dieron a dos manos con sus ñudosos bastones sendos golpes sobre sus finos yelmos que las cabeças les hizieron baxar hasta los pechos, y se turbaron ya quanto. Y antes que se pudiessen bolver ni desviar dellos, les dan otros sendos golpes sobre las cabeças que de todo los aturdieron y sacaron fuera de sentido.

Y assí, los tomaron en sus braços, y sacándolos de los cavallos se los llevaron, y se metieron con ellos por la espessura a dentro. Y no uvieron andado mucho quando llegaron a una grande fuente que parescía estar hecha a manera de estanque, la cual era de una agua tan clara como un christal, y era tanta su hondura y profundidad que no parescía que uviesse en ella suelo. Y allí llegados, los salvajes pusieron los cavalleros en el suelo [...]. Y dando unos grandes baladros que se oían muy lexos, en poco rato se juntaron en la fuente más de veinte salvages como aquéllos [...]. Los quales, como se viessen juntos, algunos dellos se llegaron a los cavalleros que estavan en tierra y trabajavan quanto podían por los desarmar. Y como no fuessen diestros en aquello, rebolvíanlos de una parte a otra, y no acertavan a les quitar las armas. Y como los rebolviessen ansí, el Cavallero de Cupido [Rosicler] fue buelto en su acuerdo. Y conosciendo el estado en que estava, y sacando aquella su fina y cortadora espada de la reina Julia, con una grandíssima furia y escalentada ira hiere al primero que halló más cerca de un revés por medio de la cintura que, hecho dos partes, dio con él en tierra. [...] Y quando ya la batalla fue acabada, el ínclito cavallero quedó tan cansado y molido que no se podía tener en pies. Y siendo muy aquexado de la sed, se llegó a la fuente, y quitándose el yelmo, sacó con él de el agua della, [...]. Y beviendo della, aún no havía acabado de matar la sed quando cayó en el suelo desacordado y fuera de sentido. Y a este mesmo tiempo que él estava beviendo, el buen rey Sacridoro fue buelto en su acuerdo. [...] Y [...] salió de la profunda fuente un monstruo marino muy grande, que tenía el cuerpo orrible, y espantosa vista y rostro de donzella, con los cabellos largos que llegavan hasta medio cuerpo. El qual, assí como salió de la fuente se llegó al Cavallero de Cupido, que estava caído en tierra, y tomándolo entre sus braços se sumió con él en la profundidad del agua, de tal manera que no pudieron ser más vistos, ni quedó más memoria dellos.

Quando el buen rey Sacridoro vio a su grande amigo assí sumido en el agua, y llevado por el monstruo a donde no podía pensar sino que fuesse ya muerto para su manjar, no se puede dezir el grandíssimo dolor y mortal angustia que sintió en su coraçón; que cierto no fuera mayor para él si la muerte allí se le ofresciera [...]. Y assí, se dexó caer en el suelo, y como si tuviera las bascas de la muerte se rebolvía por la tierra, dando gemidos y sospiros, y lamentando su desventura con palabras dolorosas y de gran lástima. [...] Y assí, con esta rabia y mortal angustia se va para la fuente, y poniéndose de pies junto a ella, mirava la profundidad del agua, y tres vezes hizo muestra de lançarse dentro, y tantas se tornava a fuera. Y al fin, dize el sabio Artemidoro que dixo estas palabras:

-O buen Cavallero de Cupido, pues que mis tristes hados no permitieron que en vida pudiesse gozar de tu amistad, seguirá mi muerte ahora la tuya, y posseerá los huessos de entrambos una mesma sepultura.

Diziendo esto, se dexó caer de pies en la fuente assí armado como estava, y con el peso de las armas luego fue sumido en la profundidad de la agua, de manera que no fue visto más.

Este espantable y hazañoso hecho pone el sabio Artemidoro deste rey, diziendo que fue tan grande la amistad que tuvo con Rosicler que no quiso vivir, teniendo por cierto que él era ya muerto. El sabio Lirgandeo dize que el rey Sacridoro tenía alguna noticia desta maravillosa fuente, y que tuvo alguna esperança de hallar vivo al Cavallero de Cupido. Como quiera que ello fuesse, fue un hecho digno de memoria, y la mayor esperencia de amistad que jamás fue vista.


(III: 165-70, 174-75, Campos García Rojas 2001: 189)                


El episodio de la fuente de los salvajes encierra, nuevamente para Rosicler, una aventura con características del Otro Mundo. Dentro de la fuente, él y el rey Sacridoro llegan a un lugar edénico y placentero. Allí conocen a la princesa Pinarda que pide a Rosicler que libere a su amado, el príncipe Lucindo, que ahí sufre un encantamiento. De este modo, el episodio reúne muchos más elementos. Primero la prueba de amistad que supera el Rey Sacridoro que lo lleva hasta los límites del suicidio. Evidentemente Ortúñez de Calahorra, a través de Lirgandeo y Artemidoro, los sabios que narran originalmente la historia, deja deliberadamente vaga la certeza que tuviera el rey de lo que encontraría en el interior de la fuente, y, de este modo, disculpa su posible y condenable intención suicida. Pero la intención didáctica del episodio y el lugar preponderante que se le da al valor de la amistad es significativo.

Por otro lado, el episodio tiene claros rasgos de la tradición del Otro Mundo. No sólo repite el elemento de la cueva, sino que introduce el otro mundo subacuático en un estanque o lago. La prueba de fuego que ha de pasar el caballero es también un elemento tradicional del viaje a las regiones ultraterrenas; se trata de una prueba que sólo los leales amadores pueden superar y que está reservada a Rosicler15. Este elemento tradicional tiene claros ecos del Amadís de Gaula y la prueba del arco de los leales amadores en la Ínsola Firme16.

Asimismo, este episodio recupera la tradición del hombre salvaje cuyas raíces folclóricas y antropológicas son heredadas desde antiguo en la literatura española y cuya presencia es abundante en los libros de caballerías. Los salvajes son personajes que normalmente sirven de contrapunto al caballero. Su salvajismo contrasta con los procederes caballerescos y cortesanos de los personajes y ponen de manifiesto el peso ejemplar de los caballeros. Son, junto con los gigantes y dragones, entre otros, las bestias monstruosas que encarnan todo lo que no es deseable en una sociedad ni en un caballero y que ha de ser eliminado. En ellos están ilustrados los primigenios y naturales instintos del hombre, que son refrenados por la conducta ejemplar de un caballero andante17.

Paralelamente a la intención didáctica de presentar personajes cuya conducta es ejemplar, también Ortúñez de Calahorra introduce episodios donde algún personaje, normalmente un anciano, ofrece un discurso o da consejo para ilustrar una conducta deseable. Muchos son los temas que este tipo de lecciones morales abordan y prácticamente todos los valores y contextos humanos son ilustrados en algún momento de la obra: la soberbia, la educación de los hijos, el respeto a los padres; la educación de los gobernantes y su proceder político, la justicia y la cordura; el inexorable paso del tiempo, la decadencia de las glorias pretéritas y la fortuna. El ubi sunt y el carpe diem son advertencias morales que abundan en los episodios del Espejo de príncipes y caballeros18.

Así, el autor de este libro de caballerías se vale de personajes y referentes mitológicos, bíblicos o históricos que ilustran su enseñanza. Ya personajes literarios de la antigüedad clásica como Medea, Electra, Héctor, o los protagonistas de la historia romana. Todos ellos son autoridad y ejemplo, positivo o negativo, al servicio del docere. Ellos son, igualmente, reflejos en ese espejo de príncipes y caballeros que ofrecen un modelo de conducta:

Razonamiento que hizo el viejo rey de Gedrosia al emperador Alicandro delante todos aquellos altos reyes y grandes señores, sobre la passada con exército en el imperio de Grecia

-Muy alto y muy poderoso emperador y señor nuestro, yo quisiera mucho escusarme de dar mi parescer sobre este caso tan arduo y grave como nos has contado, porque tenéis ya por costumbre los señores de pedir consejo a vuestros súbditos sobre cada cosa que se ofresce, y al fin se ha de hazer lo que queréis y tenéis en voluntad, que sea bueno que sea malo, dando a entender que el consejo que pedís a vuestros súbditos es más por cumplir con ellos que con voluntad de ser aconsejados. Mas con todo esso, aunque sé que mi parescer será por de más, y ha de ser juzgado a otra intención de la que yo lo digo, no dexaré de lo dezir, porque al menos no os podáis quexar en algún tiempo del viejo rey de Gedrosia que no os avisó en tiempo que pudiéssedes porveer a la fortuna. [...] No querría, poderoso señor, que fiasses tanto de tu tan pujante y soberano estado que pienses con él estar seguro y firme, fuera de la subjeción de la incierta y mudable fortuna, para no poder caer o deslizar del alto trono en que te tiene puesto. Porque si tienes esto por muy cierto, muchos son passados en el mundo que si quieres en ellos poner los ojos, te mostrarán muy claramente como devas tenerlo por muy falso. Pregúntalo a muchos de aquellos césares romanos, que en tiempos passados fueron señores de la mayor parte del mundo. Responderte han Julio César, Cayo, Calígula, Nerón, Claudio, Galba, Otón, Vitelio, Domiciano, Cómodo, Pértinaz, Basiano, Macrino, Eliogávalo, Belusiano, Valeriano, Galiego, Probo, Juliano, Banio, Constancio, Valente, Graciano, Valentiniano y otra infinidad de ellos que por el mesmo camino descendieron del alto trono e imperio en que fueron puestos que subieron a él. La causa de lo qual no es otra sino que las cosas humanas no tienen firmeza alguna, y el que en la boluble rueda de la fortuna está assentado más alto, aquél está más aparejado para caer. Creedme una cosa: que tanto quanto mayor es la potencia humana, tanto mayor es el imperio que tiene sobre ella la fortuna, assí como es más poderoso el fuego en la mucha leña, y combaten más rezio los vientos en la mayor altura. [...] ¿qué tan alto estado puede ser el tuyo que no tenga consigo gran peligro, sin que quieras agora tú ir a buscar otros de nuevo, a tierras tan estrañas de déstas? [...] Yo creo que tendrías por mejor de vivir solo en tu tierra que passar tan acompañado en el imperio de Grecia, porque no ay duda sino que ningunas injurias ni crueldades puedan igualarse con las costumbres y condiciones de los hombres de guerra. Que estos que tú piensas que son tuyos, por muy pequeña ocasión podrá ser que se muden, y aun por ventura que te vendan, y de cavalleros y vasallos se podrán tornar tus enemigos. Mira aquel grande y muy poderoso Alexandre, que en su tiempo no se tuvo por de menor estado que tú; que lo que todos sus enemigos no pudieron hazer, acabaron sus mesmos cavalleros, dándole muerte con ponçoña. Y si quieres exemplo de muchos otros emperadores romanos, mira quién mató a Pértinaz y a los dos Máximos, padre e hijo, a Balvino, a Maxión y a Probo, a Graciano y a Valentiniano el menor; todos buenos hombres, y muertos por manos de los de su exército. [...] ¡Quántas vezes van los hombres a las guerras con esperança de alcançar vitoria, y en lugar de vençer quedan vencidos, y lo que peor es, que quedan muertos en el campo, y no vuelven a sus casas vencidos ni vencedores!


(V: 100-104, Campos García Rojas 2001: 191)                


Las palabras con que este sabio rey de Gedrosia aconseja al emperador Alicandro, justo antes de su partida contra el imperio griego, son un ejemplo de esta intención didáctica. El pasaje apela a la moderación y modestia de los gobernantes, advierte sobre el poder de la fortuna y del débil y poco leal apoyo que muchas veces los que se dicen aliados tienen por un gobernante. Así, el erudito rey evoca emperadores romanos y otros gobernantes poderosos que murieron violentamente o que cayeron bajo la traición de sus aliados19.

El tópico de la virgo bellatrix también está presente en el Espejo de príncipes y caballeros, y, de hecho, es común a todo el ciclo. El protagonismo de estas doncellas guerreras campea de la mano de los principales caballeros, muchas veces superándolos, y llegan a constituir una parte integral de la estirpe y descendencia del emperador Trebacio. El Cavallero del Febo, por ejemplo, finalmente y tras una guerra de dimensiones mundiales, consolida su matrimonio y amor con la princesa Claridiana, de Trapisonda. Claridiana es una amazona cuyo valor y hechos en armas están al mismo nivel de los más afamados caballeros de la historia.

La doncella guerrera es un fértil tópico literario que abunda en los libros de caballerías20. Sus orígenes se remontan a las amazonas de la mitología clásica, pero su carácter se nutre de muchas tradiciones que, a su vez, han ido dando diferentes formas híbridas a estos personajes femeninos y que ya no son sólo las tradicionales amazonas belicosas, sino que se trata de doncellas hermosas dedicadas a las caballerías y que asumen, para este propósito, por necesidad o por su naturaleza, el atuendo masculino. No obstante, bajo sus armaduras y yelmos resguardan a mujeres con pasiones y deseos que las llevan a enamorarse y a buscar el matrimonio sin que esto vaya en detrimento de su fama y honra, tanto femeninas, como caballerescas:

Y [Bariandel, Liriamandro y Zoilo] vieron que de la mayor espessura salía un grande y espantoso puerco, que con gran velocidad venía corriendo, en seguimiento del cual vieron venir una donzella, a parescer de poca edad, que en un poderoso cavallo venía, con un venablo en la mano, y vestida con una marlota de brocado verde, prendidos los cabellos -que oro de Arabia parescían- con una red de oro llena de resplandescientes piedras, [...] la qual, hiriendo reziamente al cavallo de las espuelas, venía con tanta furia que la tierra por do venía hazía temblar. [...] Y con la grande furia que traía, la hermosa dama passó adelante con su cavallo. Y dándole luego la buelta, muy sosegada, como si cosa ninguna huviera hecho, passo a passo se vino para los cavalleros, los quales tan espantados estavan de lo que avían visto que sin hablar palabra el uno al otro se miravan, paresciéndoles ser cosa de sueño, o alguna calestial visión, según las excelencias y estremadas gracias que tan súbita y arrebatadamente vieron en aquella donzella. Porque demás del maravilloso golpe que avía hecho, vieron en su rubicundo rostro tanta hermosura que no avía entendimiento humano que lo pudiesse imaginar ni creer [...]

-Sabed que yo me llamo Claridiana, y soy hija del emperador Theodoro deste imperio de Trapisonda, y de la emperatriz Diana, reina de las amazonas. Los quales, aviendo seídos enemigos capitales, después que entre sí huvieron passado grandes guerras, de la primera vista que el emperador vio a mi madre se enamoró della. Y siendo él mancebo y ella donzella, haziendo pazes, se casaron. Y no aviendo otro hijo ni hija sino a mí, que desde niña me he criado en este exercicio de la caça. Y tengo propuesto de tomar orden de cavallería, porque mi madre, siendo donzella, hizo tan altas cosas en las armas que no huvo cavallero en su tiempo que le passasse, y tengo mucho desseo de parescelle en algo. [...] Valerosos príncipes, si todavía no se os haze grave, vamos a la ciudad de Trapisonda, que cerca de aquí es. Porque con vuestra ida, las fiestas que, recibiendo yo la orden de cavallería, se han de hazer, serán luego començadas.


(II: 217-18, 220-21, 227, Campos García Rojas 2001: 192)                


No faltó, pues, en este tiempo la muy valerosa princessa Claridiana, que aviendo mucho a la emperatriz consolado, prometiéndole de no bolver a Grecia sin el emperador, se hizo armar de sus fuertes y ricas armas, y en un grande y ligero cavallo, en compañía de solas sus donzellas, se partió de la ciudad [...].

No rehusó, pues, la fortíssima prinçessa el pavoroso encuentro del jayán; que dando de las espuelas al cavallo, con la lança en la mano [...] le salió a recebir [...].

Esto hecho, la princessa dio gracias a Dios por la victoria que la avía dado, y subiendo en su cavallo, se fue para el castillo [...]. Y entrando la princessa dentro, luego tomó las llaves del castillo. Y preguntando a dónde estava la reina, fuele mostrada una quadra, donde la halló con la infanta Teófila y sus donzellas, que muy tristes estavan, sin esperança de algún socorro [...]. Pues como la princessa entró donde la reina y la infanta estavan, y supieron lo que en su deliberación avía hecho, se fueron para ella, diziendo:

-Ay buen cavallero, de Dios ayáis el galardón de lo que por nosotros avéis hecho. Y mucho os rogamos os quitéis el yelmo, o nos digáis vuestro nombre, para saber a quién somos en tanto cargo.

La princessa, por más las alegrar y consolar, se quitó el yelmo y les dixo quién era, quedando tan hermosa con el trabajo que avía passado, que no menos maravilla era de mirar que quando sale Diana por las tardes, al tiempo que es del sol más encendida. Y la reina y la infanta, admiradas de tal maravilla, la estavan mirando, pareciéndoles más ser sueño que verdad lo que veían. Y al fin, abraçándola la reina y la infanta, y dándole gracias por lo que por ellas avía hecho, estuvieron allí lo que del día quedava y la noche, y otro día por la mañana.


(IV: 117, 121, 123-24, Campos García Rojas 2001: 192-93)                


Cuando la doncella guerrera no está entregada al ejercicio de las armas en batallas, torneos o justas, se dedica a la cacería en los bosques. Es digna heredera de la reina de las amazonas, que queda vinculada con Diana, la misma deidad romana. Asimismo, Claridiana es asociada con la luna y así se establece un vínculo casi insalvable entre ella y El Cavallero del Febo, cuya marca de nacimiento representa un sol, y con quien más adelante casará. Claridiana es también poseedora de una gran belleza que sorprende a quienes la contemplan. En este sentido es interesante apuntar que la descripción de su belleza no se separa de su actividad caballeresca y, de hecho, Ortúñez de Calahorra yuxtapone en una escena la belleza femenina de Claridiana con el fragor y la agitación producidos por la batalla.

La doncella muestra su rostro fatigado por el ejercicio, dejando agradablemente sorprendidos a quienes descubren bajo su yelmo no sólo que quien los ayudó es una mujer, sino que es una de las mujeres más bellas. Lo que aquí parece ser un rasgo más que subraya la belleza femenina y que acentúa el valor en Claridiana, en un ingenio como el de Cervantes pudo convertirse en una excelente oportunidad para la burla y el ridículo. En la descripción arriba citada se deja leer un sutil dejo de ironía al reunir en el mismo momento una belleza casi divina y enajenante, a una fatiga y descompostura que lindan con el ridículo.

La Segunda parte de Espejo de príncipes y caballeros, si bien más breve que El cavallero del Febo, no resulta menos compleja y rica en elementos de interés que evidencian un deseo de innovar el género. Esta segunda parte de Pedro de la Sierra fue la que de los críticos, incluso el mismo Eisenberg, recibió peor aprecio y evaluación21. Se advierte en ella una sutil reducción de las actividades caballerescas propiamente dichas. Los hechos de armas muchas veces dejan lugar a la descripción de episodios funestos, mágicos, maravillosos o de vida pastoril que, sin duda, resultan deslumbrantes y, de cierto modo, hacen decaer la importancia de las hazañas caballerescas de los héroes. No obstante, esta característica que aparece también en la Tercera parte, fue quizá una de las que fuertemente influyeron en la concepción que actualmente tenemos de los libros de caballerías.

Lo que primero llama la atención de esta Segunda parte es que el emperador Trebacio regresa a las andanzas caballerescas como en sus mejores tiempos de juventud. De este modo, no sólo se presentan y continúan las aventuras sus descendientes, sino que éste mismo vuelve a la escena aventurera cuando ya desde la primera parte se había retirado a una vida más sedentaria en su corte de Constantinopla. De cierto modo, esta es una incongruencia y falta de verosimilitud que rompe con las características del género. Ciertamente Amadís, hacia el final de Las sergas de Esplandián, se incorpora a la guerra religiosa que su hijo dirige contra los infieles, y también es cierto que su papel no es nada desdeñable, pero su protagonismo está claramente reducido. En la Segunda parte de Espejo de príncipes y caballeros, Trebacio emprende aventuras que serían más adecuadas para sus hijos o nietos. Sin embargo, el autor justifica esta alteración y hace una reflexión moral respecto al papel de los gobernantes y su compromiso no sólo con su pueblo, sino con todas las causas necesitadas de ayuda y justicia. Todo ello en aras del continuo engrandecimiento de su fama y honra. Parece que ese compromiso, siempre debiera estar vigente y listo en cualquier momento que se necesite y no delegarlo en los caballeros de su corte ideal, procedimiento común y normal en otros libros de caballerías:

El emperador, aunque vio que era grave cosa dexar en aquel tiempo su estado, no lo mostró, antes luego pidió sus armas, las cuales le fueron traídas [...]. Todos los reyes y grandes señores se lo quisieron estorvar, sobre todos el anciano príncipe de Clarencia, que le dixo:

-Soberano señor, no cumple a la grandeza de vuestro estado ponerse a lo que los cavalleros andantes les pertenece, y son obligados. Mirad señor que los príncipes, aunque sean largos en el prometer, han de ser moderados en el dar, que no ha de ser el príncipe tan pródigo en sí, que por la cumbre de su fama abaxe la grandeza de su estado, que el que no tiene a quién dar cuenta, sino a su sola persona, a él sólo haze la fortuna falta, pero vos soberano emperador tenéis más obligación a mirar más por vuestros súbditos, que no por vuestra persona. El buen príncipe más sujeta ha de tener la voluntad a los suyos, que no a su apetito, por lo cual excelente señor nos podéis perdonar, que no hemos de consentir, por la pomposa fama vuestra, perder vuestra persona. Dezid señor, [¿]si fortuna, como suele, pone silencio a vuestra persona, no sólo a vos deshaze, pero a nosotros nos priva del mejor señor del mundo?

Todos los que estuvieron presentes al razonamiento del príncipe, le loaron de discreto, pero el illustre emperador, sin mostrar desassosiego alguno, le respondió:

-Nobles reyes, y príncipes amigos míos, en mucha gracia os tengo la voluntad que me mostráis, en no querer me tener ausente de vosotros [...], pero avéis de mirar, que como amáis el cuerpo de vuestro rey, avéis de dessear assí mismo su fama y honra. Muchas viandas ay que son sabrosas al gusto, pero dañan el pecho. Cosa buena es la vida regalada, reinando bien es gozar d'ella sin menoscabo de la fama y honra, que ésta, el que la tuviere obligado es a mantenerla. [...] Confiad en Dios, que me bolverá ante vuestros ojos, con soberana gloria. ¿Qué dirían en el mundo, si por temor de lo humano dexasse de mantener lo justo, y cumplir mi palabra? [...] La emperatriz, que agena de lo que havía passado estava, cuando algunos de los que con el emperador estavan, se lo fueron a dezir, con muchas lágrimas vino por le estorvar la partida. El emperador algo enternescido de la oír, con un soberano semblante la mandó tornar a su aposento, [...].


(Libro 1, cap. XI, fols. 24rb-25ra)22                


La intención didáctica del episodio es muy clara, al margen de que sirva para justificar la salida del Emperador. En esta Segunda parte, Trebacio es un ejemplo del rey como el mejor caballero y, de este modo, no pierde su lugar en las caballerías. En él, se conjugan las cualidades del gobernante ideal que responde a su compromiso como caballero, oponiéndose a la idea de un emperador únicamente cortesano.

Trebacio, en estas nuevas empresas, se encontrará con aventuras que reclaman su ayuda y atención. Muchos de estos episodios constituyen verdaderas narraciones interpoladas en la acción global del libro. Son episodios con un marcado sentido didáctico que presentan situaciones humanas donde algún vicio o alguna injusticia crea un problema que requiere el apoyo de un caballero. Esta fórmula se repite normalmente en los libros de caballerías, pero lo que caracteriza peculiarmente a estos episodios es el poseer un desenlace funesto cuya detallada descripción en ocasiones linda con lo tremendo. Son escenas brutales que fuertemente impactan al lector y acentúan así la intención didáctica del episodio. Ocurren suicidios, trágicos amores, casos de pena capital, violaciones y asesinatos. Escenas de gran dolor que, si bien por momentos distraen la narración de sucesos caballerescos, también acentúan el fuerte compromiso que los caballeros tienen con esa realidad soez que demanda su participación y corrección. Uno de estos episodios es el de la historia del rey de Cimarra, cuya hija sufre violación y muerte al resistirse a perder la honra:

Yo el triste rey de Cimarra, en otro tiempo harto favorecido de la ocasión que a ser señor de tan grande estado me truxo, con gozar de dos hijas, las más hermosas que naturaleza formar pudo. Trúxome a tal tiempo, que lo que más contento me causava, esso mesmo me vino a dar el mayor tormento, que hombre humano suffrir pudo. Mis dos hijas fueron dotadas de estremada belleza, acompañadas de la honestidad que a su estado convenía, a cuya fama mi corte fue poblada de los príncipes, y señores de todo el mundo, [...] tanto, que vino a ser la más noble corte que rey tuvo, unos por venir a ver la flor de la cavallería, otros codiciando casar con mis hijas. Entre los cuales fue preso de amor (aunque en ausencia, sólo por la fama de su hermosura) Noraldino rey de Numidia, tan poderoso como falso, el cual me embió sus embaxadores, para que tuviesse por bien de le dar la una de mis hijas por muger, yo considerando, que en ello antes se aventurava gran honra, y fama, por conoscer su grandeza, y no sus traiciones, tuve por bien de condecender con su embaxada, y voluntad. Concertáronse los casamientos con la mayor, [...]. Quedeme yo acompañado de la menor, que Herea se llamava, en estremo más hermosa que su hermana, de lo cual fue informado el traidor y desleal rey de los suyos [...]. Tanto se lo encarecieron, que sin aver en él resistencia de la mortal herida de Cupido, le hizo olvidar la nueva compañía, rindiéndose a la ausente señora, sin considerar que era hermana de la que consigo tenía por muger. Pues acrescentándosele cada un día el nuevo amor, fatigándole con nuevo desseo, considerava cómo podía aver remedio de la gozar, sin que nadie fuesse parte para se lo impedir. Finalmente puso por remedio cauteloso, embiándomela a pedir, para que su hermana Melinda pudiesse passar con algún tanto de gusto, un enfadoso preñado que tenía, [...] teniendo en su compañía a su hermana [...]. Fortuna que le ayudó con próspero tiempo, fue a arribar a su tierra con gran bravedad, a dos leguas de la ciudad, y con gran magestad fue recebido de los suyos; trayéndole cavallos, y palafrenes. Puestos que fueron en orden tomaron su camino. Sujeto el falso rey a su mal propósito, mandó, que toda la gente fuesse adelante, quedándose él sólo algo alexado de los suyos, con sola mi triste Herea. Y cuando se vio solo con ella, guiándola a una parte de un bosque que allí estava orilla de un río por do caminavan, la metió en lo más encubierto (que bien advirtido d'ello devía de estar) y apeándose de su cavallo, dixo a mi querida y regalada hija, que assí mismo se apeasse. [...] El fingido regalador, no dexava con algunas muestras y encubiertas palabras, dar a entender el encendido fuego de amor que le atormentava, declarándole su dañada intención. Fatigada ya de las continas razones mi hija Herea, como leona furiosa le reprehendió, diziéndole lo que a tal caso requería. Lo que visto del insano rey, cuan aceleradamente le respondía, queriéndosele levantar del assiento do estava, la asió de la ropa y la detuvo, y con palabras blandas la quiso bolver a sossegar, [...]. Viendo el malvado rey, que la casta infanta se le defendía, asela del pescueço, diziendo, -No pienses, o cruel Herea, que te has de librar de mis manos, sin conceder a mi voluntad y desseo, que te prometo, en pago de la crueldad que comigo usas, avrás la más cruel muerte, que jamás donzella passó. [...] Sábete infanta, que viva, o muerta he de cumplir mi desseo, que con tanto fuego me abrasa mi coraçón. Tan fuertemente se defendió, que con varonil ánimo guardó su honra. No pudiendo su mal desseo ser cumplido, con gran ravia que el encolerizado rey tenía, le cortó gran parte de la falda del vestido, y asiéndola fuertemente de los cabellos, la maltraxo, tanto, que con la sangre que de la cabeça le salia, matizava la verde yerva. Con esto creyó, que algún tanto la assossegaría. Viéndose tan mal tratar, mientras más lo procurava, mayor furia le mostrava. Visto por el traidor, que no le aprovechava, va perdiendo la fe de cavallería, y el respeto que a quien era devía tener, blasfemando contra el cielo, rasgándole a pedaços sus ropas, la desnudó, y con las riendas del palafrén crueles açotes le dava en sus delicadas espaldas, matizándolas con azules señales, y todo le aprouechava poco. Viendo la perseverancia que la infanta mostrava, añadiendo crueldad a crueldad, sus blancas y bien compuestas piernas, con sus rollizos braços con unos cordeles agarroteó, y la ató a un árbol muy fuertemente, diziendo:

-Cruel más que muger en el mundo ha sido, ¿por qué has querido venir a estar d'esta manera, a trueco de no dar gusto a quien perpetuamente te le diera? ¿parécete que es mejor padecer semejante martirio, que no una gustosa y amorosa vida?

La maltratada infanta le respondió con voz ronca:

-O cruel traidor más que ningún cavallero lo ha sido, ¿por qué te reparas di vil enemigo de los dioses, que no acabas de sacar esta alma d'este mísero cuerpo? ¿házeslo porque no se vaya a quexar a donde te sea dado el castigo de tu acervíssima crueza? O dioses, no me neguéis la justicia contra este falso y traidor rey, no perdáis el nombre de justicieros, por amparar tan maldito rey.

Con esto cansada del terrible dolor y tormento que passava calló. No por esso el rey dexó de proseguir su crueldad, antes con gran ravia la mirava, teniendo los ojos lidibinos enclavados en ella. Viéndolo la atormentada señora, codiciosa de la muerte, con voz furiosa le dixo:

-¿Qué piensas traidor el mayor de los traidores? ¿qué contemplas carnicero, desapiadado tigre, luxurioso puerco, deshonrador de la real corona? acaba ya de atormentarme, que ya no es tiempo de te arrepentir. Dame la muerte, embiándome a par del seno de Diana.

Viendo el desapiadado rey la perseveracia que tenía en la defensa de su honra, con ánimo cruel, toma una toballa que la infanta al cuerpo ceñida tenía, y con brutal ira se la echa al cuello, apretándola hasta que del cuerpo se despidió el ánima. [...]

La reina [la hermana] se quedó haziendo grandes lamentaciones [...]. Toma en su mano una daga, que del rey era, y en los braços su pequeñito hijo le iva diziendo:

-No haré yo tanto mal al mundo, que dexe hijo de tan mal padre en él.

Fuesse al aposento del rey y hallolo tendido sobre la cama, rebolcándose a una parte y otra, sin poder un punto reposar, y llorando a grandes vozes, llamándole de traidor, con la daga que llevava le atravessó la garganta al innocente niño, y como leona se lo arrojó sobre el lecho, diziendo:

-Toma traidor el fruto que hiziste en mi vientre.

Y arrójase tras él para lo matar, quiso su ventura, que no le acertó en lleno. El rey que de ver lo que la reina avía hecho algo turbado estava, ásela delos cabellos, maltratándola muy mal. Ella viendo que avía errado el golpe, y que ya no podía poner en effeto lo que avía pensado, buelve contra sí misma la raviosa furiosa, y la ensangrentada daga se mete por el coraçón, que dos partes se le hizo, quedando muerta en manos del causador de tantos daños.


(Libro 1, cap. XII, fols. 27va-29rb, Campos García Rojas 2001: 194)23                


Otro de los episodios de carácter funesto es la historia de la princesa Damelis y el príncipe Velegrato. Esta es la repetida historia de dos jóvenes cuya relación amorosa no cuenta con la aprobación del padre de ella. Sin embargo, los enamorados son fieles a su amor y de manera secreta consuman su pasión. Conscientes de haber transgredido la prohibición, escapan lejos de aquella sociedad y establecen su vida en el bosque. No obstante y tras varios años de ausencia, el padre de Damelis llega al lugar de su refugio, a través de la ayuda mágica de un sabio, y da muerte a su hija:

En Arabia reina al presente un rey, que aunque pagano, de nobles costumbres, el cual sola una hija tiene, tan hermosa cuanto humilde y casta. Fue amada del duque de Fedra vassallo d'este mesmo rey, que Velegrato se llama, hombre de poca edad, de rostro severo, el semblante grave, más merecedor de reinar, que ninguno que pagano fuesse, tanto, que de todo el reino era estimado, casi en igual grado como su rey, por lo cual en el pecho del rey se engendró un secreto odio y rencor. Siendo d'este amada la princesa, que Dumelis se llamava, quisieron los dioses que d'ella en la misma moneda fuesse pagado, de manera que aviendo apolillado amor ambos coraçones, procurava más atizarlos con sus fuegos, tanto, que ni el uno ni el otro en otra cosa imaginavan sino en se amar, no sabiendo cómo manifestarse su pena. Amor que siempre acarrea ocasiones, puso al cavallero delante una dueña, que pareció ser puesta por mano de la diosa Venus. [...]. Finalmente con industria d'esta dueña dieron orden los dos amantes de poderse ver. No quiero detener al que esto leyere en los contentos que ambos sintieron en verse juntos, quedando ella hecha dueña. La linda Damelis, por no poder gozar tan a su descanso de su Velegrato, determinó de dexar a su propria tierra, y padre. Con está intención una noche estando con su amado, le echó los braços por encima del cuello, diziendo:

-O mi dulce y querido amigo, pues los dioses soberanos quisieron comigo ser tan gratos, que mereciesse amaros, no ha de aver en vos ingratitud, porque yo no puedo passar, sin continuo gozar de vuestra vista, y no os espante señor de lo que digo, que el demasiado amor me fuerça a no poder dexar de manifestároslo, y creedme señor, que si vuestra vista a mi coraçón le falta, será faltarle el vital aliento. Bien conocéis señor el poco amor que el rey mi padre os tiene, lo que será causa no podernos gozar como desseo, por lo cual he pensado, si a vos os parece, de dexar mi padre y tierra, yéndome a vivir con sola vuestra persona a estraño reino. Ay de mí si esto me negáis, como veráis presto vuestra querida sin vida, pero no creo yo se me negará cosa de mí tan desseada, donde tanta virtud mora.

[...] Tan buena maña se dieron, que sin ser sentidos se salieron del reino, [...] sin les acaecer cosa, llegaron riberas del río Derrans, a un lugar donde [...] antiguo edificio avía, en algunas partes bien fortalecido, y en otras por su antigüedad derribado. Entrando en él, aviendo de subir ciertas gradas que subieron, les paresció lugar conveniente para su morada, donde sin temor de ser hallados podrían vivir pacíficamente, gozando de sus dulces amores. No a muy lexos avía una pequeña villa, de donde se podrían proueer de todo lo necessario para su mantenimiento corporal. [...] El duque no entendía en más de ir a caça con sus escuderos, dexando a su Damelis en compañía de sus damas en esta fuerte casa, estando siempre sobre aviso de no abrir la puerta, si no fuesse hecha cierta señal, [...]. D'esta manera passaron cuatro años, pero el tiempo, que jamás estar quedo en un ser puede, les quitó el reposo, dándoles doblado el trabajo, porque como su padre la echasse menos, fue tanta la pena que sintió, que mucho tiempo sin salir de su aposento estuvo, y sino fuera por los negocios del reino jamás saliera d'él, pero aún que entretenido con los negocios, no olvidava su dolor, llamando muchas vezes su querida hija. Todos los cuatro años passó con mucha tristeza, sintiendo cada día más su pena. De lo cual fue sabidor un gran mágico, llamado Demofronte, que por su saber supo su pena, y por su arte mágica hizo venir un carro con dos alados dragones, en el cual con presteza fue puesto a donde el rey habitava, a tal tiempo que estava solo el rey en su aposento, con el acostumbrado sentimiento de la pérdida de su hija, y como sin ser visto de nadie entrasse, dixo:

-Rey, dexa el pesar, y ponte al remedio, que si hazer lo que te dixe requisieres, no dexaré de te poner a donde tu hija está, con tal condición, que no le tienes de dar castigo, pues otro yerro no ha hecho más de saltar a tu obediencia. [...] Y sin más le dezir, usando de su saber lo puso en el carro, regido por los oprimidos dragones. En poco tiempo fue puesto a donde su hija estava, a tiempo que el duque andava en su acostumbrada caça. El sabio llamó a la puerta, haziendo la señal que el duque solía hazer, que como de Damelis oída fuesse, ella misma abrió la puerta, y como a abraçarlo fuesse, creyendo ser su verdadero amante, y viesse que él no era, antes conoció ser el rey su padre, con gran sobresalto dio un grito, boluiéndose a entrar dentro. El rey su padre con alguna ira la siguió, diziendo. No te cumple huír Damelis, que morir tienes a mis manos, pagándome con tu muerte la deshonra que mi real corona por ti ha recebido. Tras ella fue hasta el aposento donde sus donzellas estavan, entre las cuales la temerosa señora se metió, que como assí la vieron venir, bolvieron a ver que fuesse la causa de tanta turbación. Floria [su doncella] luego conoció al rey, que como airado lo vio, temió el daño de su señora, y poniéndose sobre ella, dava temerosas vozes. El rey, como encendido en ira estuuiesse, sin se acordar lo que al mágico prometido avía, puso mano a su espada, diziendo:

-No te cumple Damelis huir de la muerte, que también la mereces, yo haré mi braço verdugo de mi propia carne.

La dama respondió:

-Ay padre y señor mío, tan cruel agora para mí cuanto piadoso serme solías, aplaca tu ira, reten tu homicida espada, oye mi disculpa que tengo en lo que culpar me pretendes. Sábete señor, que Amor me convenció a amar, olvidando el paternal amor tuyo. Y si para esto fue poderoso, no lo fue para te quitar la honra, pues con ella honrada vivo con mi marido.

-O falsa, -dixo el rey-, calla traidora sin fe, ¿qué razón ay para disculpa de tanto yerro como has cometido?

Y diziendo esto alçó el braço para le herir, las cuatro damas que allí estavan con voz temerosa sobre la infeliz Damelis, se pusieron offreciendo sus cuerpos a la cortadora espada, por librar el de su señora. El rey que assí las vio, con la siniestra mano tira de los cabellos a la una, quitándola de sobre Damelis, para poder en ella executar su determinado pensamiento, sin que lo puediesse nadie estorvar. [...] Con doblada ira procura [el rey] executar su furia, pero las donzellas con temerosos gritos cuando la una, cuando la otra, se lo estorvavan, hasta que con cruel mano, por entre las donzellas metió su aguda espada de punta, y con la furia de su braço apretó hasta le passar el pecho de la otra parte [...].


(Libro 2, cap. XX, fols. 114ra-115rb)                


En la historia de Damelis y Velegrato confluyen elementos de muy diversas tradiciones. Lo que más poderosamente llama la atención es el eco que hace de la historia de Tristán e Iseo y de su vida en el bosque. Estos legendarios personajes que sostienen una relación adúltera huyen también al bosque donde encuentran un refugio para llevar una vida libre, feliz y casi silvestre. Lejos de las preocupaciones sociales que obstaculizan su amor24.

Las condiciones obviamente son distintas en ambos casos, pues Damelis no está casada como Iseo, ni el poder de ningún filtro amoroso gobierna la conducta de estos jóvenes amantes. Tampoco existe en este ejemplo la presencia de un ermitaño que sirva de guía espiritual a la pareja y que aparece en algunas de las versiones de la historia de Tristán e Iseo. Sin embargo, sí es claro que este episodio legendario pudo inspirar la historia de Damelis y Velegrato. Ambas poseen elementos comunes, como el motivo de la huida al bosque y de la vida en un arruinado edificio que les da cobijo. Los dos amantes, como Tristán e Iseo, viven de lo que el mismo bosque les ofrece y de la caza; no obstante Damelis y Velegrato cuentan con la cercanía de una villa donde también consiguen algunos de sus abastecimientos. En este sentido, los enamorados que nos presenta la Segunda parte no están completamente alejados de la vida en sociedad y, en cierta medida, resultan más prácticos y racionales que los legendarios amantes. Asimismo, los amantes están acompañados, quizá demasiado, por las doncellas de Damelis. Nuevamente vemos cómo la princesa, aunque huye al bosque, no deja completamente atrás su vida cortesana. Y por último, el episodio está fuertemente determinado por la presencia de la magia. Un mago, Demofronte, queriendo aliviar la pena del rey, padre de Damelis, facilita la reunión de éste y la hija en el bosque: Mientras Velegrato está ausente cazando, el mago se presenta junto con el rey en la casa de la pareja. El rey furioso y humillado por la desobediencia de su hija le da brutal muerte con su propia espada.

También en el episodio está presente el motivo tradicional del peligro que se cierne sobre la esposa (rapto o adulterio) mientras el marido se ha ido de cacería. Este motivo aparece en el episodio tradicional de Tristán e Iseo y, de manera similar, lo encontramos también en el romancero25. Aquí, el peligro sobre Damelis es el descubrimiento por parte del padre y el asesinato de la joven.

La presencia de la magia se hace, pues, cada vez mayor en el ciclo de Espejo de príncipes y caballeros, y en esta segunda parte, Pedro de la Sierra introduce una obscura aventura maravillosa donde la magia y la mitología son protagonistas. Claridiano, hijo de El Cavallero del Febo y nieto de Trebacio, en una de sus aventuras, entra a un edificio donde está resguardado el encantamiento del castigado padre de Damelis. Ahí, el joven caballero se encuentra con un monstruo que es la encarnación del mago Merlín de la tradición artúrica. La aventura cumple formalmente con lo esperado de un caballero singular que se enfrenta al monstruo y lo vence, aunque no definitivamente. Pero lo interesante de este episodio es la confluencia que hay en él de varias tradiciones. En primer lugar, la aventura recuerda la tradición de las descripciones del Otro Mundo, pues el edificio que alberga al monstruo es un lugar obscuro, cerrado y tenebroso, casi onírico, un locus idéntico al de las regiones infernales. La aventura está fuertemente influida por la magia y es la alusión a Merlín lo que vincula, en segundo lugar, la escena con la materia de Bretaña. Este personaje dota al episodio y a la aventura de prestigio y fama. De este modo, para el caballero la resolución de este encantamiento entrañaría un triunfo determinante que pondría de manifiesto su fama y gloria. Por último, la tradición clásica también está presente en el episodio, ya que el monstruo con el que Claridiano ha de enfrentarse revela información a través de preguntas y respuestas, de carácter críptico. Si bien estas características ya son propias de la figura clásica de la esfinge, la relación es obvia a partir de la identificación total del acertijo: «¿quál es el animal que en naciendo anda en cuatro pies, y después en dos, y a la fin en tres?»26.

Claridiano, sin embargo, no conoce la respuesta al famoso acertijo y debe defender su vida con la espada. Nuevamente las características del viaje a las regiones ultraterrenas queda acentuado por la presencia de la esfinge y de su acertijo. Para el caballero, la entrada a este lugar y la experiencia ahí vivida constituyen una búsqueda ontológica del conocimiento. Tras la aventura, Claridiano no es el mismo, ahora conoce su linaje; sin embargo, su conocimiento aún no es completo y habrá de madurar, hecho que queda manifiesto en su fracaso ante la resolución del acertijo del monstruo:

El animoso mançebo [Claridiano] no dexó de recebir alguna alteración en ver cosa tan disforme de animal. Era de cuerpo mayor que un elefante, teníalo cubierto de unas duras y pintadas conchas, la cola tenía muy larga, y algo gruessa, sostenía su cuerpo sobre cuatro pies, cada uno acompañado de dos largas y agudas uñas. El cuello era de una vara en largo, tenía el rostro de muger, de la cabeça le salían dos estendidos y agudos cuernos, hablava muy claro, y respondía en todas las lenguas que le preguntavan, con nadie quería hazer batalla sin aver procedido demandas y respuestas, y según Galtenor affirma, dize, que el encantado Merlín era el que en aquel animal estava encerrado. Este fiero animal como vio al príncipe [...] se le puso delante. [...] El animal le dixo:

-Detente Claridiano, no te fatigues tanto por cosa que por todos los señoríos e imperios de tu padre no querrías aver començado, sepa yo primero qué te movió a entrar en esta casa, si fue por ventura tu animoso coraçón y esfuerço grande o pretender libertar a los que aquí están detenidos, o por saber algo de tu linage.

Muy espantado estuvo el griego de se oír nombrar, y de las razones que el animal le dezía, al cual responde:

-Con todo cuanto has dicho holgaría de salir, pues d'ello se me puede recrecer mucha honra, pero ruégote, que si algo de mi linage sabes, me lo digas.

Muy poco, dixo el fiero animal, me muevo por ruegos, si yo no me inclino de mi voluntad a lo dezir, mas porque sé que después de te lo aver dicho te ha de aprovechar poco el saberlo, porque si travas comigo batalla has de quedar hecho pedaços te lo diré.

-Cumple me tú mi desseo, dixo el animoso cavallero, que en lo demás, cada uno hará su poder y procurará guardar su cabeça.

El animal con una risa a modo de hazer burla de lo que dezía, le dixo:

-Aunque es de poco provecho el dezírtelo, te diré tu generación. Tú eres hijo y nieto de los dos más altos emperadores del mundo, y más adornados de virtud. Tu madre es la más valerosa matrona que jamás ha avido, fuera de la que para tí estava guardada, si aquí no entraras. En breves razones te he dicho tu decendencia, si lo has querido entender, pues más te diré, que no mereces tú llamarte de tal linage, por ser tú pagano, y ellos cristianos. No ay pedirme más que harto te he dicho. Y pues te he cumplido tu voluntad, mira qué determinas hazer de tu persona, porque si te quieres bolver a salir, sin hazer comigo batalla, cumple hagas una de dos cosas, tornarte por do entraste, o declararme lo que te preguntare.

El animoso griego le respondió:

-La una que es bolverme, sábete que no te la con cedo, la segunda di qué quieres que te declare que yo te responderé si supiere, y sino supiere con la lengua, aquí está mi espada que sabe desatar quistiones por atadas que estén.

-Tu espada Claridiano, dixo el animal, harán como las demas que han tomado la misma porfía, quedando sus dueños muertos en pago de su atrevimiento.

-Déxate d'esso dixo Claridiano, pregunta lo que quisieres, o déxame seguir mi camino, y si forçoso por lo aver de fenecer he de tener batalla contigo, vengamos luego a las manos.

-¿Tanta priessa tienes? dixo el animal, yo te prometo, que presto te verás en lo que no querrías. Dime Claridiano, ¿quál es el animal que en naciendo anda en cuatro pies, y después en dos, y a la fin en tres? Si me declaras mi pregunta, yo soy contento de dexarte se guir tu camino.

Pensativo se puso el valiente guerrero, teniendo los ojos en tierra, rebolviendo el entendimiento, pero no acabava de atinar qué cosa sea lo que se le pregunta. Y levantando los ojos dixo:

-No sé qué te responda con mi poco entendimiento, mi espada avrá de cumplir la falta suya. Y acabando de dezir esto, embraça bien su escudo, y affierra su espada, dando principio a su temerosa batalla. El bravo animal, dando sus silvos como culebra, se desvió algo fuera, y con grande ímpetu estiende su cuello, y la cabeça baxa lo procura con los cuernos encontrar [...].


(Libro 2, cap. XXI, fols. 115va-116ra, Campos García Rojas 2001: 196)                


La vida pastoril es, igualmente, uno más de los elementos literarios que caracterizan a esta Segunda parte y que en los libros de caballerías de Feliciano de Silva constituyó un importante recurso narrativo. Los episodios de vida pastoril, junto a las doncellas guerreras, que muchas veces son también pastoras, dotan a estas obras de un tono rústico, natural y sentimental que contrasta con las acciones bélicas y de armas que protagonizan esos mismos caballeros que, en cierto momento, deciden hacerse a la vida pastoril. Claridiano, buscando a la pastora que le robó el corazón, decide cambiar su vida de caballero por la de pastor:

[Claridiano] estava determinado en hábito pastoril ir a ver a la pastora causadora de su pena. [...] Venida que fue la mañana, [la princesa] no tuvo descuido de lo que avía prometido, porque luego hizo hazer ropas pastoriles muy ricas, mandando llamar al mayoral del ganado de su padre, al cual mandó, que aquel pastor que le quería dar fuesse servido y acatado como la mesma persona del rey su padre. En breve tiempo fue hecho el adereço, y bolviéndose al aposento del griego, la princesa una noche le tornó a preguntar si avía determinado otra cosa que la que antes le avía dicho, y díxole, que no, antes siempre en su pensamiento se estava. La princesa le dixo, cómo ya estava todo a punto según lo avía mandado. El griego se lo agradesció mucho con palabras tan amorosas como su amor lo merecía. El griego se vistió luego de los pastoriles vestidos, no siendo parte para poder ser celadores de su grandeza. [...] Luego puso en obra su partida, y tomando un hombre que lo guiasse, se despidió de la princesa, [...]. Luego salió de la ciudad sin se detener, hasta ser en la principal casa del rey, a donde de todos los pastores que allí estavan fue acatado haziéndole mucha cortesía, no siendo poderosa la baxeza de los paños con que su cuerpo avía adornado de pastor, para poder celar la grandeza de su persona, y gravedad de su rostro, y aunque por la princesa no les fuera mandado lo que se les mandó, les forçara a no poder hazer menos. El nuevo pastor después de les aver dado las gracias del acogimiento que le hazían, se salió solo por la campaña tomando en la mano un gentil cayado, llevando también un pequeño laúd, que para su descenso pidió. No tomó reposo ninguno, hasta dar en las claras y corrientes aguas del río, a donde debaxo de un muy acopado mirto se recostó, y como contemplasse su querida pastora, alçando los ojos hazia el cielo, dando un sospiro, dixo:

-O Venus, que el primer assiento que quisiste tomasse tu nuevo vassallo, fue debaxo un mirto de ti tan regalado, regale tu dulce voz las orejas de tu hijo Cupido, dándole a entender, ya que la vista le falte, la grandeza de mi persona [...].

Con esto se arrimó al mirto las espaldas, y tomando su laúd començó a tañerle tan dulcemente, que no fuera mucho, si Orfeo con su vihuela adormeció las furias infernales, don Claridiano con su laúd, no sólo las furias, pero a su reina Proserpina, y antiguo Plutón, pusiera en estrecho. De rato en rato sonava tan dulcemente su voz, que cosa celestial juzgara ser quien lo oyera, y como la canción le salía del coraçón con tanta pena, al doble parecía mejor. Bien pensava el pastor que no lo oía nadie, y dos pastores atentamente escuchavan lo que assí dezía:



Ay rendido coraçón
qué libre, qué descuidado
estavuas d'este cuidado
que te da tanta passión.

[¿]Qué desventurada suerte
te ha puesto en tan gran estrecho,
que no te es ya de provecho
fuerça para defenderte[?].

[¡]Mas ay loco[!], ¿qué ventura
me puede venir mayor,
que averme rendido amor
a tan rara hermosura?

Ay bellíssima pastora
qué dulce sería la muerte,
si yo mereciesse verte
aunque muriesse a la hora.

No te offenda ser querida
del que no tiene poder,
para dexar de querer
mientras Dios le diere vida.

Y cuando el mal inhumano
fuere ocasión que yo muera,
no sé qué más bien espera
quien muere por essa mano.


(Libro 2, cap. XXII, fols. 117vb-118va, Campos García Rojas 2001: 197)                


La vida pastoril de Claridiano constituye una oportunidad para poder acceder a su amada pastora y, como corresponde a un pastor enamorado, entregarse a la composición de los versos que entona dulcemente con su laúd. Claridiano, como buen héroe de libro de caballerías, no sólo es excelente en el ejercicio de las armas, sino que además supera a todos los pastores del bosque en cuanto a la belleza de su canción, de su voz y de su interpretación. El caballero tiene que retirarse a esta vida, dejar la corte y sus placeres, sus comodidades, e incluso a la princesa que ahí lo ama, para acercarse a la verdadera dueña de su amor. La vida pastoril parece representar un retiro para el caballero que, no obstante, pronto se reincorpora a su deber guerrero y acude a las hazañas que demandan su presencia.

Asimismo, en la Segunda parte encontramos un curioso uso de elementos humorísticos que abordan asuntos domésticos. Durante las batallas o combates, los caballeros contrincantes con frecuencia son comparados con animales o personajes legendarios que recuerdan alguna cualidad positiva o negativa27. Ya pueden ser leones fieros y valientes, o bien los héroes y dioses de la Antigüedad: Aquiles, Héctor, Hércules, Diana, Marte... Un desmesurado gigante será un bestial dragón o una furia infernal. En la Segunda parte, sin embargo, a éstas tradicionales y esperadas comparaciones se suman también algunas de índole más doméstico y cotidiano, menos esperadas y casi inadecuadas, lo que provoca el humor y acerca el crucial momento de una batalla al límite con la burla y el ridículo. Abundan comparaciones con la tenacidad de un mosquito o las moscas molestando a un perro28.

Las situaciones cómicas pueden incluso afectar también la imagen del caballero que es víctima de una circunstancia que lo pone en ridículo. Yendo Claridiano con su amada pastora Caicerlinga y sus demás compañeros atravesando un bosque, topan con un falso anciano que en realidad es el rey y mago Galtenor, padre adoptivo de Claridiano. Se presenta para solicitar la ayuda del caballero, pero lo hace a través de un disfraz, jugando y burlándose de él:

Algún tanto se detuvieron, no sabiendo hazia qué parte guiar su camino, cuando vieron un hombre hazia la siniestra mano, que a pie caminava, [...]. No a mucho rato vieron que era un viejo, el cual las barbas y cabellos tenía blancas, por ser tan viejo, y para poder caminar se affirmava sobre un palo, mostrando gran pesadumbre en su andar, que con trabajo se movía. A la memoria le vino la pregunta que el fiero animal, en el encantamento del rey de Arabia le avía preguntado. Siendo cerca el viejo, lo saludaron, y la respuesta les buelve con voz cansada. El príncipe le demandó, qué ventura por parte tan solitaria le avía guiado? El viejo para le responder se uvo de sentar en el suelo, diziendo:

-No os lo sabré dezir gentil cavallero, sólo os digo, que mis hados me han traído a tanta desventura, siendo con falsedad burlado de un escudero que comigo traía, el cual me dexó solo y a pie en este solitario lugar. Dos días ha que no he comido bocado, sólo el agua clara del río Eufrates me ha sobrellevado la hambre, el cual no muy lexos de aquí nace. Suplícoos cavallero, si alguna lástima de mi cansada vejez tenáis, me socorráis con llevarme en vuestro cavallo, o de alguno de vuestros criados.

El príncipe apiadándose del viejo [...] salta de la silla de su cavallo, y toma el viejo en braços, y le puso sobre la silla [...]. El falso viejo aprieta las piernas con tanta presteza, que hizo ir al cavallo bolando. O cuanto fue el espanto de lo que vio hazer, aunque creyó que devía de ser por le hazer andar un rato en mal, pero como vio que passava tan adelante la burla, como un trueno buelve caminando hazia donde su escudero venía, dando vozes le truxesse su cavallo en que él venía, el cual con presteza su escudero lo hizo. El cavallero aviendo subido en el cavallo començó de llamar al viejo le aguardasse, lo cual el viejo hizo hasta que fue cerca d'él, diziéndole con gran risa:

-¿Qué piensas cavallero piadoso, cobrar tu cavallo, dándome a mí el pago de te aver dexado burlado? ¿pues por qué tan presto quieres perder el nombre de piadoso?

-No le pierdo, dixo el príncipe, pero no te le di yo, para que te llevasse a ti solo, sino a entrambos, porque cavallo es que lo podrá hazer cumplidamente.

El príncipe con estas palabras se iva llegando hazia el viejo, pero él se desvió con una presta carrera, haziéndole con los ojos mil visages, por le hazer raviar.

-Viejo falso y malo peor que raposo hidiondo, aguarda burlador de los cavalleros, no pienses por ligereza del cavallo librarte de mis manos.

El viejo, mostrando dársele poco de sus amenazas, a una y otra parte corría en el cavallo, haziéndole mil gestos con la boca y ojos, lo cual para él le era a par de muerte.

-O dioses, que avéis de permitir, -dezía el griego,- que un viejo malo hagas befas de mí. Coridón y la pastora venían atrás, riéndose de la burla, que un viejo que no parecía poderse menear uviesse hecho al cavallero.

[El viejo] dixo:

-¿Qué es esto hijo, para qué tanta furia, pues sabéis que yo a enojaros no vengo?

El príncipe lo miró aviendo reparado el cavallo, y conosció claramente ser el rey Galtenor, y con presteza salta de su cavallo, haziendo lo mismo el viejo. Con mucho contento amorosos abraços se dieron [...]. A estas razones llegó la pastora y Coridón, y Fidelio [...].

El príncipe, bolviéndose a la pastora le dixo:

-Hermosa pastora mía, este noble rey que ves presente, es rey de la ínsula Arginaria padre y señor mío, que al cançando por sus artes la estrecha necessidad en que estávamos, nos ha venido a remediar.

Y con entrañas amorosas el rey de Arginaria, serenos los ojos, sin los mover, estava mirando la pastora [...].


(Libro 2, cap. XXIX, fols. 133vb-134rb Campos García Rojas 2001: 199)                


El suceso es claramente cómico y ridiculiza al caballero. Una situación aparentemente seria y la compostura de Claridiano son sacudidos por la desenvoltura y risa de un viejo falso que se burla de él haciéndole visajes y moviendo los ojos tan sólo para hacerlo rabiar en un contexto completamente familiar y de absoluta confianza. No obstante, el ridículo ha ocurrido y la broma del falso viejo mina irrespetuosamente la imagen del caballero. Tras la identificación del falso viejo, Claridiano lo presenta a la pastora y la situación cómica es entonces acentuada aún más, ya que Pedro de la Sierra apunta que el anciano ya no movía los ojos y los tenía serenos.

Los aspectos humorísticos en la Segunda parte de Espejo de príncipes y caballeros anuncian sin duda una clara evolución de los libros de caballerías que preludian las escenas que tendrá que sufrir don Quijote como un caballero andante que ya muy pocos respetan y en quien pocos creen.

La Tercera parte del Espejo de príncipes y caballeros fue la que del ciclo recibió, si cabe, mejores calificativos de los comentaristas. Pascual de Gayangos, de acuerdo con Clemencín, apunta que tiene sus aciertos y que sí es recomendable su lectura. El libro comienza con un prólogo donde el mismo autor es protagonista y participa en una escena entre pastoril y caballeresca, que entraña la obtención de ciertos antiguos pergaminos escritos en latín y en griego, y que, supuestamente, constituyen los libros de todo el ciclo de Espejo de príncipes y caballeros. Es Marcos Martínez, pues, y según él, el encargado de traducir y transcribir aquellos libros que cuentan las hazañas y aventuras de Trebacio, sus hijos y nietos. Este curioso prólogo recoge el tópico de la falsa traducción, tan recurrido por los autores de libros de caballerías, pero en este caso, el mismo autor forma parte de la historia y refiriendo una experiencia personal se introduce en la ficción narrativa para ponerse al costado de los mismos Lirgandeo, Artimidoro, Galtenor y Lupercio, sabios magos que pusieron por escrito esta fabulosa historia29.

Gayangos igualmente critica que Marcos Martínez, como muchos otros autores del género, haya imitado lo que leyó en otros libros de caballerías y que incluso conservara los nombres de muchos personajes: «El príncipe Rosicler hubo batalla con el gigante Famongomadan, rey de la ínsula Defendida; este tuvo un hijo llamado Brandasidel; los nombres de Lisuarte y Madroco están copiados de Lisuarte y Madroco en el Amadís»30. Incluso le increpa el hecho de que, a la manera de Feliciano de Silva, hiciera descripciones del sol, de la luna y otros astros al inicio de los capítulos31. Como esto, Martínez también expone su erudición haciendo muy frecuentes alusiones a la materia clásica, mencionando dioses y personajes de la materia de Troya, así como intercalando abundantes versos suyos.

Todos estos elementos dieron lugar a una obra algo ecléctica y compleja. La Tercera parte, junto a El cavallero del Febo y la Segunda parte, resulta un poco menos clara y continuada que las anteriores. Parece querer reunir en sí misma los mejores elementos de aquellas y al mismo tiempo algunos aspectos innovadores.

En esta tercera parte asistimos a las aventuras, todavía de los hijos de Trebacio, y de sus nietos. Además, Marcos Martínez continúa las aventuras de don Heleno de Dacia, sobrino de Trebacio que ya había hecho su aparición en la Segunda parte y cuyo papel en la historia protagoniza muchos e importantes episodios.

Estructuralmente, la Tercera parte continúa de forma cronológica sobre la genealogía del linaje de Trebacio, pero el entrelazamiento de las acciones se vuelve más complejo, confuso. Marcos Martínez falla en cuanto al uso del suspenso y la capacidad de recapitular las acciones para retomar el curso de la historia. Crea capítulos demasiado largos que alejan los acontecimientos. Aspecto que se ve agravado por el uso excesivo de gentilicios para llamar a los personajes, tanto, que muchas veces provocan confusión. No obstante la obra tiene altas ambiciones geográficas y la acción frecuentemente vuelve a las regiones de Europa occidental (Francia, Gran Bretaña, Italia, España), África y Asia, o se traslada a escenas marítimas donde los caballeros se enfrentan con corsarios y jayanes, creando de este modo un amplio escenario.

Llama la atención que, a diferencia de El cavallero del Febo y de la Segunda parte, en la Tercera parte, abundan los torneos y las justas. Al igual que la segunda parte, las escenas de armas y de caballerías poco a poco ceden lugar a episodios más de índole cortesano. En el primer libro, sobre todo, los torneos, intrigas y escarceos amorosos son una excelente oportunidad para que Marcos Martínez introduzca sus versos en las letras de los caballeros justadores o en las escenas pastoriles. Las letras y las divisas que portan los caballeros proporcionan a la descripción de torneos y fiestas cortesanas un esplendor fantástico y lúdico.

Intercalar textos en verso en textos en prosa es un recurso que goza de una larga tradición desde el medioevo y no es extraño que en los libros de caballerías ocurra esta presencia, especialmente cuando se trata de las letras que los caballeros ostentan junto a sus divisas. Letra y divisa forman una unidad y, junto a los motes, constituyeron un género poético, propio de la poesía de cancionero, que gozó de gran popularidad en las cortes europeas desde finales del siglo XV hasta el siglo XVI y e incluso principios del siglo XVII32. Con ellas los ingenios cortesanos demostraban su habilidad creativa e incluso llegaban a convertirse en un motivo de juego y competencia entre caballeros.

Es frecuente que los autores de los libros de caballerías copiaran textos líricos ajenos y los reprodujeran íntegramente en sus obras; o que incluso insertaran sus propias creaciones poéticas en la narración de los torneos o aventuras que vivían sus personajes. De este modo, los caballeros también tendrían que demostrar su superioridad a través del ingenio de sus poemas, letras y divisas. La abundancia de estas composiciones poéticas en la Tercera parte enriquece los episodios caballerescos y constituye una característica distintiva de esta obra del ciclo.

Aunque en la Segunda parte existen algunas composiciones líricas y en la Quinta también las hay, especialmente letras, y su lugar en la obra es altamente significativo33, es la Tercera parte del ciclo la que en realidad presenta un número mayor de estas composiciones que dotan a la narración de otro colorido, espectáculo e incluso musicalidad que no poseen las otras partes del ciclo. En la Tercera parte hay un total de 152 composiciones poéticas repartidas entre letras, motes, sonetos y otros poemas:

[Grisalinda] dissimulava la pena que por su ausencia tenía, gustando de las justas y torneos que a su causa se hazían, floreciendo en aquella corte la cavallería más que en todo el mundo [...], tanto, que estava llena la corte de cavalleros, que a la fama de las fiestas venían, y por la bella Grisalinda. Señalávase el príncipe de Genobios, y el de Claramonte, mancebo robusto y muy enamorado de la hermana del de Genovios, que en compañía d'esa infanta estava, con el duque de Pera, todos cavalleros valientes: pero entre todos se mostravan el animoso duque de Soma cavallero mancebo y muy valiente [...]. Pues cuando en esta alteza estava la corte, llegó a ella el príncipe de Frigia, cavallero moço y de gran fuerça, que andando a buscar sus aventuras oyó aquellas fiestas, y se vino a ellas, con28va propósito de hazer en ellas cosas por do fuesse tenido. Vino el rey de Carthago valentíssimo joven, llamado Pontenio, de casta de gigantes. El príncipe Riendarte de Frigia, en viendo la hermosura de la infanta se afficionó a ella, y lo dissimuló hasta dar muestras de su persona. Eran los que avían de sustentar la sortija, el valiente duque de Soma, y el de Pera, los cuales tenían muchos y estimados precios para las justas, que el rey les avía dado. Començáronse otro día de San Juan cinco de mayo, y duravan hasta San Juan de junio [...]. Llegando el día célebre, no parecía sino que la llana París se hundiesse con el ruido que se hazía de los intrumentos y reforçados tiros de pólvora. Hizo aquel día el rey vanquete a los principales de la corte [...]. En acabando, se fueron los mantenedores a armar, y salieron conforme sus estados, ambos de armas verdes sembradas floresdelises por ellas con mucha pedrería por ellas, y las cubiertas de los cavallos de lo mismo. Entraron con cada cincuenta pages todos de terciopelo verde golpeado sobre tela de oro que les parecía muy bien. Sólo se differenciavan en los escudos: porque el de Soma como vivía regalado, llevava dibuxada a su dama con una corona en la cabeça de fragrantes lirios, con esta letra por orla:


Por la belleza se debe
esta corona a mi dama,
y por quererla, la fama.

Passó con gentil donaire, haziendo su comedimiento a las damas, llevándole el escudo un cavallero francés gran su amigo, y la lança el gran condestable de Francia. El animoso duque de Pera llevava en el escudo un coraçón atravesado, con esta letra:


Señal da mi coraçón
de mi dama la crueza,
y también de mi firmeza.

El escudo le llevava el duque de Brava, y el yelmo otro cavallero amigo. En llegando al puesto, començaron muchos cavalleros assí naturales como forasteros, codiciosos de hora, a salir a la justa.


(Libro 1, cap. VIII, fols. 28rb-28vb, Campos García Rojas 2001: 200)34                


La vida pastoril es, nuevamente, el escenario ideal para desarrollar e interpretar la actividad poética. Mientras los torneos son el espacio propicio para la presentación de letras de justadores, y de los motes que también pueden acompañar sus divisas, la vida natural de los pastores se vincula con la expresión poética y musical de aquellos personajes retirados de la vida social y urbana. Se idealiza esta vida y se convierte en el ámbito idóneo para el desahogo de las penas amorosas. Se concibe incluso como un espacio donde el arte y el canto de estos sentimientos encuentra campo fértil y mejor inspiración que en la corte. Es la vida pastoril un medio terapéutico para las penas causadas por el amor. En ella se retoma la idea de que la tranquilidad de una vida rústica y natural permiten el alivio del alma. Se subraya el alejamiento de la vida en sociedad, cortesana y, por lo tanto, material, visual y corporal. No deja de ser un escape ficticio y propio de una clase social que idealiza otra más baja, y la impregna de su visión cortés del mundo. Siendo pastores y pastoras, los caballeros y las damas son capaces de dar libertad a la creación artística y es entonces cuando conocemos los sonetos y canciones que componen para el alivio de su espíritu y el canto de su amor35. Es el caso de la relación entre el caballero Orístedes y Sarmacia.

Sarmacia es segunda hija del rey de Lacedemonia y ha escogido la vida de las caballerías. Es una doncella guerrera que, por celos y cierta rivalidad con su hermana, se enfrenta con Orístedes, el troyano, y así surge el gran amor que los une. Sarmacia, es una de las doncellas guerreras que aparecen en la Tercera parte de Espejo de príncipes y caballeros y cuyo papel incide especialmente en importantes episodios. Nuevamente, esta doncella corresponde al tópico de la virgo bellatrix que, sin ser propiamente una amazona, lleva a cabo actividades propias de ellas y de los caballeros andantes. Sarmacia, sin embargo, no deja de ser también poseedora de una belleza sublime36. El enfrentamiento de Orístedes con Sarmacia es paralelo al que ocurre entre El Cavallero del Febo y Claridiana en la primera parte del ciclo, estableciéndose así un vínculo más entre el príncipe griego y este troyano heredero de Héctor.

Sarmacia encabeza la lista de doncellas guerreras que aparecen en la Tercera parte y que, ya sea por nacimiento o por matrimonio, se vinculan con las casas reales de estos libros de caballerías. Estos personajes, como he mencionado antes, están forjados con muchas y variadas influencias culturales. Incluso en ellas se confunden por su actividad y rusticidad las pastoras y los personajes femeninos que utilizan el atuendo masculino.

Como ya mencioné, el tema de la doncella guerrera es común a todo el ciclo, pero en la Tercera parte existe una variación importante: los pajes-doncella. Me refiero a la princesa de Roma, Roselia, y a su amiga Arbolinda, infanta de Escocia, que son encantadas por el sabio Nabato y transformadas en pajes. Este tipo de encantamiento sale de lo habitual, pues normalmente los magos encantan doncellas y princesas encerrándolas en torres, en edificios o cuevas hasta que algún caballero logra deshacer el encantamiento. Pero la transformación en paje resulta denigrante y poco común para una princesa. Se trata de un encantamiento activo, pues contrariamente a la idea que hay en otros libros de caballerías donde la mujer encantada permanece inactiva e inaccesible para el resto del mundo, aquí Roselia y Arbolinda experimentan una transformación que las aleja de Roma y de su vida cortesana para colocarlas en un lugar social lejano a la comodidad y lujo que tenían. Sin embargo, Roselia así puede seguir el camino de su amado don Heleno y por su parte Arbolinda conocer el amor.

Siendo pajes, las doncellas llevan a cabo labores que las ponen en contacto con un medio al que no están acostumbradas y acompañan a los caballeros en sus batallas sirviéndoles de escuderos:

-No conviene por agora, respondió el viejo [Sabio Nabato], y sin hablarles se tornó, entrando en el aposento de la princesa, a la cual halló en su continuo llanto, y diziéndola que le convenía venirse con él ella, y Arbolinda, haziendo ciertos conjuros las sacó de la mano, llevándolas a su morada, a donde las dio ciertas hiervas para que ninguno las conociesse, sin su voluntad. Y ayudándolas para perder el temor femenil, las vistió de pajes, con muy buenos aderezos, y los embió la vía que el príncipe de Dacia avía llevado. Muy contentas las dos señoras, si quiera por ver a su querido galán, agradeciendo mucho al sabio lo que por ellas hazía, no se les acordando de más, sino de procurar servir al daciano, y por aquella vía saber si amava en otra parte, y desengañándose d'ello, tornarse y procurar la vengança, como enemigos, de la burla que les avía hecho en irse sin hablarlas, aviéndole recebido con tanta generosidad por su cavallero. En esto, y en caminar se entretenían los dos bellos escuderos, llamándose la princesa, Roselio, y la infanta Arbolinda, Artimio. Donde los dexaremos, por tornar al cubierto bosque del sabio Salagio, que criava los cinco hermosos príncipes.


(Libro 1, cap. XVII, fol. 74va, Campos García Rojas 2001: 203)                


Tomaron tierra, que no les pareció averla en el mundo más hermosa. [...] Assí caminaron por entre aquellas alamendas, que muchas y deleitosas se veían, llevando el escudo de Lisarte Roselio [Roselia], y el de Florisarte Arbolinda, que se le hazía fácil, por llevar consigo el alma de su dueño [...]. D'esta suerte caminavan95va aquellos que eran la flor de la cavallería. Quedáronse algo atrás las dos señoras, diziendo la bella romana [Roselia]:

-Ay infanta de Escocia [Arbolinda], y qué penoso officio hemos tomado, que yo os prometo que no puedo resollar del trabajo que me da este escudo, maldito sea cavallero que assí me haze andar, cierto que he estado en puntas de dexarle caer, por ver la poca consideración de mi amo, que teniendo él tal corpazo me le va a dar a mí, que aun llevar las riendas no puedo.

-Hermosa princesa, -respondió la graciosa Arbolinda, -en atropellando con nuestra fama y honor salimos salimos de los regalos, y pues no es tiempo d'ellos, no ay sino hazer las manos al trabajo, que no soy yo más de dura complesión que Roselia, y arrimadlo al arçón, que más vale que muera el cavallo, que no que os canséis vos, que para más d'esta vez será menester vuestro esfuerço.


(Libro 1, cap. XXVIII, fols. 95rb-95va, Campos García Rojas 2001: 203)                


A través del encantamiento activo de Roselia y Arbolinda, Marcos Martínez introduce en su obra una nota de humor que, más tarde, será propia de los graciosos y pícaros, y que parece anunciar las quejas que hará Sancho Panza sobre la labor de escudero. Roselia lamenta su condición de paje y pone de manifiesto lo injusto de aquella labor, siendo ella una débil doncella, aunque disfrazada, y su amo un fuerte caballero. Asimismo, se queja de ser esa una labor impropia de su condición de princesa. El pasaje, por lo tanto, resulta cómico y ridículo.

Finalmente, entre las muchas alusiones que hace Marcos Martínez de la materia clásica, destaca la presencia la presencia del mito del laberinto de Creta y del minotauro como una más de las aventuras caballerescas. Claramante, hijo de Trebacio, llega a la isla de Creta. Gana las armas de Teseo y luego entra al laberinto. Ahí conoce los detalles de la historia de Teseo y Ariadna, se enfrenta al minotauro y le da muerte:

[Claramante] Llevava [...] el hacha azerada delante, y con airosos passos entró por aquel reboltoso edificio, donde començó a dar tantas bueltas que ya no sabía de sí. [...] Cansado llegó a ver alguna luz, que por unas altas vidrieras entrava. Holgose d'ello, y assí pudo atinar a salir a un ancho y riquíssimo patio lleno de historias tan naturalmente puestas, y con tanto artificio debuxadas, que no poco gusto recibió viéndolas. Por ellas entendió el bestial acesso que Pasíphe tuvo con el toro. Pareciole tan mal, que tornó a otra parte los ojos, offendiéndole, no lo pintado, sino lo que representava. Vio al gentil Teseo armado de las armas que él le ganara, entrar en el labirinto, con el hilo atado al braço, y a la puerta a las dos hermosas hermanas, que con gran recelo le esperavan. Era la causa que amavan, y a donde anda esta passión, nadie vive assegurado, aun del bien que goza teme. Mas adelante vio el ruin pago que dio a la bella Ariadna, dexándola al beneficio de los vientos entre los fieros animales [...].

Vio salir al temeroso minotauro, tan grande y disforme que el príncipe quedó admirado. El rostro tenía de hombre, aunque muy grande. Los ojos más relumbrantes que estrellas. Encima de la anchíssima frente tenía dos cuernos espantosos. No avía diamante tan fuerte como sus puntas. El cuello corto yancho. Tenía tan gran pecho, que sólo en verlo mostrava la fortaleza que tenía. El color era algo pardo. Andava tan bien en los pies traseros, como poniéndolos todos cuatro. Tenía en lugar de dedos agudíssimas uñas, con las cuales no avía arnés que no abriesse. Era de proporción de un mediano toro, aunque tan robusto, que causava espanto mirarle [...].


(Libro 3, cap. XIX, fols. 43va-44va, Campos García Rojas 2001: 203-04)                


La referencia al mito del laberinto y el triunfo sobre el minotauro constituyen un hito en las empresas caballerescas del linaje de Trebacio. Se trata de un mito clásico poseedor de una larga tradición y que se cuenta entre las grandes y famosas hazañas de la historia. Esta aventura confiere prestigio y fama a Claramante que a su vez vive una experiencia casi de índole ritual. El laberinto, en sí, es un lugar eminentemente simbólico que puede asociarse con la entrada a las entrañas de la tierra. Sus circunvoluciones describen ese arduo camino hacia el triunfo y la obtención de un objetivo. En el centro está el conocimiento: las paredes que ilustran la historia de Teseo en Creta ofrecen al caballero una lección moral respecto al comportamiento humano. Marcos Martínez no pierde la oportunidad para lanzar elementos didácticos a propósito de la cruel conducta Teseo cuando éste abandonó, primero a Fedra, y luego a Ariadna, su salvadora. Asimismo, sobre el origen y concepción perversa del minotauro.

En esta Tercera parte, asistimos también al desencantamiento de la princesa Lindabrides, que había quedado encerrada en una torre desde la primera parte del ciclo. Claramante, hermano del Caballero del Febo, logra liberar a la princesa y constituye el esposo ideal para ella.

La historia continúa con la guerra de los griegos contra los romanos, el soldán de Niquea y una coalición de reyes cristianos, paganos e infieles de África y Asia. El conflicto bélico se resuelve a favor de los griegos y tras matrimonios felices, el enemigo mago Selagio, crea un nuevo y poderoso encantamiento llevándose a las damas ahí reunidas al monte Olimpo. Esta nueva e imposible aventura se deja para ser resuelta en una anunciada continuación.






Conclusiones

Esta presentación del ciclo de Espejo de príncipes y caballeros apenas logra ofrecer un panorama general de algunos de los aspectos más característicos e interesantes de los libros que lo constituyen. El ciclo no sólo es una continuación del género de los libros de caballerías hispánicos, sino que, a través de sus intentos innovadores, logró convertirse en uno de los éxitos literarios de su tiempo y rivalizar con los ciclos de los amadises y de los palmerines.

El ciclo de El espejo de príncipes y caballeros, con sus cinco partes, promovió la pervivencia de los libros de caballerías hasta principios del XVII y su influencia no sólo retroalimentó a otras obras del género caballeresco, sino que se dejó sentir en la posterior producción literaria37. Así, por mencionar algunos ejemplos, El castillo de Lindabrides, comedia de Calderón de la Barca, revela la influencia de El cavallero del Febo; y de manera similar ocurre con algunos romances del Romancero historiado de Lucas Rodríguez38.

Pese a los altos costos de la industria editorial, el ciclo llegó a tener un número importante de reediciones que ponen de manifiesto el éxito y demanda que alcanzó. Incluso la Quinta parte, que se suma a la lista de los libros de caballerías manuscritos, revela la pervivencia del ciclo, del género caballeresco y del interés que suscitó en su público. Asimismo, el éxito de El cavallero del Febo fue más allá de las fronteras de España y se tradujo al inglés, al italiano, al francés y fue incluso llevado a América. El ciclo entero queda aún a la espera de nuevas investigaciones que prosigan su estudio para comprender aún mejor los diversos influjos que estos libros de caballerías recibieron, de la que ejercieron sobre otras obras de su mismo género, y de la proyección que tuvieron hacia el futuro de las literaturas hispánicas.

Pero es quizá el impacto que pudo haber dejado el ciclo de Espejo de príncipes y caballeros en la obra cumbre de Miguel de Cervantes lo que lo hace una obra de dimensiones universales. Es posible leer en los episodios que narran las aventuras del emperador Trebacio, de El Cavallero del Febo y su hermano Rosicler, de Claridiana, de Claramante y de Sarmacia algunos indicios y «técnicas precervantinas» que ya anuncian ciertos momentos del Quijote39. Momentos que alcanzarían una presencia y fuerza cuyo brillo, indudablemente, ya se había gestado en los altos hechos narrados en el Espejo de príncipes y caballeros, así como en los de sus bizarras y valerosas damas.



 
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