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El cocoliche en el teatro de Florencio Sánchez

Nicasio Perera San Martín






Introducción


0. 1.

La voz cocoliche aparece en el teatro popular rioplatense de fines del siglo XIX como designación de un personaje, rápidamente convertido en arquetipo. Del específico Cocoliche pasamos pues al genérico un cocoliche.

La lexicografía corriente no consigna, por otra parte, ese primer significado del vocablo1. Y si consigna el valor del genérico -tal el caso del Diccionario de la Real Academia- sugiere, por la redacción del artículo, que se trata de un empleo metonímico, de una sinécdoque, exactamente, originada en una tercera acepción.

En efecto, paralela o posteriormente a esta evolución de la voz cocoliche en cuanto a su comprensión y extensión se refiere, se opera igualmente una transformación en cuanto a su contenido semántico. Sin dejar de designar al pintoresco inmigrante italiano, cocoliche pasa a designar, con mayor frecuencia, su habla. De Cocoliche, pasamos pues a un cocoliche y de éste a el cocoliche.

La evolución semántica considerada ha operado pues, siempre, en el eje metonímico2 y la acepción más corriente de la voz cocoliche, aquélla con la cual la utilizamos en este trabajo, esto es la de habla de los inmigrantes italianos del Río de la Plata, es producto de dos sinécdoques: una de individuo, antonomasia y la otra de abstracción.

Se trata, en realidad, de casos de catacresis. El uso afecta cocoliche a la designación del habla al mismo tiempo que se generaliza el empleo de gringo o del aféresis tano, para designar al individuo.




0.2.

Éstos son los primeros vestigios lingüísticos que aquí consideramos de un fenómeno histórico concreto: la inmigración masiva de italianos en ambas márgenes del Río de la Plata, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Son estos inmigrantes los hablantes de cocoliche.

El estudio del cocoliche se debe circunscribir a una época precisa y ya remota. Los primeros testimonios referentes a este comportamiento lingüístico remiten a la última década del siglo XIX y cuando, en la era del fascismo italiano, se detiene el aluvión inmigratorio, el uso del cocoliche como lengua de comunicación comienza a retroceder. De entonces a acá, lo que fue un fenómeno social de proporciones considerables se reduce, cada vez más, a un fenómeno individual o a una manifestación retórica basada en el uso del cocoliche como lenguaje connotativo3.




0.3.

Estas precisiones, a nuestro entender, no disminuyen en absoluto el interés del estudio de este fenómeno lingüístico, aunque limiten las posibilidades metodológicas.

Siendo el cocoliche, como lo es, un fenómeno prácticamente desaparecido, su descripción lingüística propiamente dicha está excluida. Debemos necesariamente limitarnos al empleo de técnicas filológicas.

Intentaremos pues aprehender el fenómeno cocoliche tal como podía percibirlo e intentar reproducirlo (mimeisthai) un gran autor dramático de la época de auge del fenómeno.






Descripción


1.1.1.

Los ejemplos de cocoliche en el teatro de Florencio Sánchez aparecen en las obras siguientes: Canillita4, La pobre gente5, La gringa6, Mano santa7, El desalojo8 y Moneda falsa9.

La extensión de las manifestaciones de cocoliche varía de una obra a otra y depende, naturalmente, del número y la importancia dramática de los personajes que lo hablan. No obstante, se dan, a nuestros ojos, las condiciones necesarias y suficientes para la delimitación de un corpus. El autor único y la variedad de contextos situacionales y socio-culturales, el isomorfismo de los textos y su relativa contemporaneidad son, a nuestro juicio, garantías suficientes10.

Dicho esto, aún cabe agregar la que es, a nuestros ojos, característica sobresaliente del corpus así definido, a saber, el hecho que a través de él se recrean las condiciones reales de funcionamiento del cocoliche, es decir, que, como en la realidad que el autor intenta reflejar, las manifestaciones de cocoliche aparecen insertas en un contexto lingüístico de español rioplatense. Y ello no ya para crear una red de comunicación lingüística excluyente -función que puede ejercer y efectivamente ha ejercido el uso de una lengua extranjera en el teatro o en el cine- sino como forma natural de comportamiento lingüístico de determinados personajes, que no obsta en absoluto a la comprensión y comunicación entre todos ellos, hablen cocoliche o no. Es decir que, en definitiva, nos hallamos frente a un comportamiento lingüístico diferente, pero no diferenciado.




1.1.2.

Y tan es así, que no ya solamente los diferentes personajes, sino el mismo personaje, en diferentes circunstancias, ejemplifica mayor o menor grado y número de interferencias entre español e italiano, a diferentes niveles, configurando así lo que podríamos llamar mayor o menor grado de cocoliche.

Los diferentes grados de cocoliche observables en el mismo personaje pueden corresponder a un fenómeno real o a un recurso retórico de Florencio Sánchez.

En cambio, los diferentes grados de cocoliche correspondientes a diferentes personajes nos parecen una prueba incontrastable de la «inconsistencia» del cocoliche de que habla el Dr. Meo-Zilio11 y nos llevan a adoptar sin reservas su afirmación que el cocoliche «no constituye un sistema regular y constante»12 y su conclusión cuando dice que hay «tantos COCOLICHES como hablantes»13.

Esta «inconsistencia», el funcionamiento del cocoliche en los actos de comunicación, nos llevan a plantearnos un último problema de carácter teórico, que hasta ahora hemos evitado: ¿qué es el cocoliche?




1.1.3.

Si lo que pretendemos es llegar a una caracterización que sitúe claramente al cocoliche, con respecto a categorías científicamente definidas, debemos, en primer término, rechazar por improcedentes las adjetivaciones de la lexicografía corriente: «Jerga híbrida y grotesca [...]»14, «Castellano macarrónico [...]»15.

El cocoliche no es más macarrónico ni grotesco que cualquier otro comportamiento lingüístico, ni es castellano, ni es tampoco una jerga propiamente dicha. Por razones obvias nos detendremos solamente en esta última afirmación.

El cocoliche no es una jerga por la sencilla razón que el principal rasgo que caracteriza a una jerga es la voluntad de diferenciación en el seno de una comunidad lingüística. Siendo el cocoliche, como lo es, producto de la convivencia de dos comunidades lingüísticas y más aún, resultante de una voluntad de integración de una comunidad (la italiana) en el seno de la otra (de lengua española), mal puede llamársele jerga. Si no se utiliza esa designación en su sentido técnico, sólo explica su empleo una connotación despectiva que no entraremos a discutir.

Los problemas que plantea el cocoliche deben analizarse a la luz de la teoría de lo que Jakobson llama «associations de langues»16. Debemos por lo tanto rechazar las categorías de variedad de italiano o de variedad de español.

Si nos atenemos a las categorías propuestas por Pierre Perego17 debemos concluir que, por su carácter unilateral, no diferenciado, inestable y multiforme, el cocoliche es un pseudo-sabir.




1.2.0.

Pasemos ahora a analizar las características propias del cocoliche tal como aparece en el teatro de Florencio Sánchez.

De acuerdo con lo establecido anteriormente (0.1.) sólo tomaremos en cuenta las realizaciones que se adjudican a personajes italianos, pero incluiremos las de Pedrín, en Moneda falsa, cuando intenta y logra pasar por italiano a los ojos de Gamberoni.

Tomamos, pues, en cuenta las realizaciones de los personajes siguientes: Tano en Canillita, Giovanna en La pobre gente, Don Nicola y María en La gringa, Doña Anunziata en Mano santa, la Encargada y Genaro en El desalojo y Gamberoni y Pedrín en Moneda falsa.

La situación de base, la que da origen al cocoliche es la siguiente: «Genaro: [...] ¿Dove sono i rapazzi?.- Indalecia: No sé. En la calle tal vez» (El desalojo, Esc. III, p. 313). En los hechos, el cocoliche es lo que va de la pregunta de Genaro a la respuesta de Indalecia.

Pero desde el punto de vista científico la simplificación es excesiva, vista la variedad de dialectos italianos que han podido influir en tal o cual realización. Máxime si se tiene en cuenta las similitudes o paralelismos de algunos de ellos con el español. En puridad, es prácticamente imposible establecer en qué medida los sistemas aparecen afectados. De ahí cierto laxismo en las observaciones que siguen, que constituyen más bien un inventario que una descripción sistemática.




1.2.1.

Aunque con suma irregularidad -como seguramente ocurría en los hechos, por otra parte- la grafía refleja interesantes rasgos fonéticos:

a) Inestabilidad de las vocales: o por u (mochacha: muchacha); u por o (cusecha: cosecha; sun: son); e por i (me: mis; sempaticas: simpática); i por e (siñora: señora; mi: me).

Estos pocos ejemplos muestran la diversidad de las causas que originan los fenómenos: interferencias de léxico (signora), de morfología (me), influencias dialectales (sun) y, por sobre todo, divergencias de los sistemas en la diversificación de los grados de apertura. Esta divergencia provoca tentativas de reducción de los sistemas más complejos del italiano y sus dialectos al sistema más simple del español. Pero el estatuto fonológico de las vocales no parece afectado sino incidentalmente.

b) Rastros de perturbación en la interpretación de la bilabial sorda [p], interpretada como sonora: emborta o imborta: importa; sembaticas: simpática. Resulta particularmente difícil en este caso determinar si el error de interpretación se sitúa a nivel del hablante (representado por el personaje) o del oyente (representado por el autor).

c) Rastros de una realización [d3] del fonema rioplatense [3]: yia: ya. Como es sabido, el sistema del español del Río de la Plata neutraliza la oposición [y]-[«l»] en una sola realización [3], que es una continua. Pues bien, la grafía yia sólo puede interpretarse como una tentativa de transcribir la realización africada correspondiente.

d) Las mayores particularidades se encuentran a nivel de las velares. Tanto la oposición oclusiva/fricativa como la oposición sorda/sonora aparecen perturbadas. Así la sonora [g] aparece en lugar de la sorda [k], particularmente en posición inicial: golono: colono. Por su parte, la oclusiva sorda es realización habitual de la fricativa: quente: gente; trabaco: trabajo; afliquirse: afligirse. Este último es, sin duda, el rasgo más constante y el que afecta más profundamente el sistema por eliminar una oposición pertinente. Estos dos hechos concurren sin duda para convertirlo en el rasgo más típico.

Señalemos, por otra parte, que el cocoliche adopta algunos rasgos fonéticos del habla popular rioplatense (supresión de [d] final; supresión del morfema -s final; alternancia de las líquidas; etc.). Su consideración detallada no viene al caso, aunque sí permite precisar que el contexto exacto con relación al cual debe ser considerado el cocoliche es el del español popular del Río de la Plata.




1.2.2.

Digamos por fin, antes de abandonar este aspecto de nuestro estudio, que las interferencias más estables se producen en los puntos precisos que reflejan una evolución fonética peculiar del español general (la fricativa velar [x]), del español del Río de la Plata (la palatal continua [3]) o un estatuto fonológico particular (caso de algunas vocales abiertas italianas que operan como marcas de plural).




1.3.0.

En el plano de la morfología, los fenómenos resultan más difíciles de clasificar y jerarquizar.

Ya se ha visto, por ejemplo, cómo confluyen, en la perturbación de las oposiciones de tipo singular/plural, la dicción rioplatense y las características del sistema italiano. No volveremos sobre el punto.

Veremos aquí, en cambio, aspectos de la morfología del verbo que están indisolublemente ligados a la sintaxis, así como usos especiales de determinadas voces invariables, cuyo análisis tal vez debería ser incluido entre los fenómenos relativos al léxico.




1.3.1.

Las formas pronominales, en particular las de la. y 2a. personas del singular, presentan un uso francamente caótico. Son singularmente interesantes las confusiones de dativos y acusativos de ambas lenguas. Las formas me, mi, le y ti, existentes en ambos idiomas, pero con diferente distribución, dan lugar a realizaciones del tipo: «[...] Tú mi dai lo numero, e per que no pierdas tiempo, io ti daró, [...]» (Moneda falsa, Esc. VI, p. 349).

Destaca aquí no sólo la aparición del dativo italiano, sino la de . El italiano Gamberoni es el único personaje de la obra que utiliza esta forma. Todos los demás vosean.

El mismo tipo de interferencia entre temas en -e y en -i aparece con respecto a las formas de 3.ª persona se y . Pero aquí el fenómeno es más complejo.




1.3.2.

En efecto, la conjunción si (italiano: se) agudiza la confusión y provoca realizaciones del tipo: «[...] Se fossi rica.--» (La pobre gente, Acto I, Esc. XII, p. 247) y en la misma escena, el mismo personaje: «[...] no si mete la gente...».

La persistencia de la forma se en los ejemplos del primer tipo, forma nunca interferida por el español si en locutores italianos, nos permite suponer que, mientras las formas únicas son relativamente estables, los sistemas más complejos y sutiles no sólo originan interferencias, sino que provocan la aparición en cocoliche de formas que no corresponden ni al español ni al italiano.




1.3.3.

Tal el caso del ya citado «lo numero» (1.3.1.) o el de algunos posesivos curiosos como «me hijas» o «il suo marito» (hipercorrección), ambos en La pobre gente (Acto I, Esc. XII y XIII, pp. 247 y 248 respectivamente).

Estos ejemplos, que demuestran fehacientemente la fineza de observación del autor, tienen un marcado interés estilístico.




1.3.4.

Pero antes de abandonar el campo de la Morfología debemos examinar las formas verbales.

  • En Presente aparecen interferencias en la conjugación del verbo ser: «Sun yiá tres setimanas...» (La pobre gente, Acto I, Esc. XII, p. 247), dialectal; «Io son estato...» (Moneda falsa, Esc. V, p. 346) junto a formas correctas ora españolas, ora italianas. Lo mismo ocurre con algunos otros verbos de uso frecuente. Ej.: «[...] si pué gioccare...» (Moneda falsa, Esc. VI, p. 348). Estas realizaciones parecen confirmar que la vocación para suscitar la hibridación es característica de los sistemas complejos, representados aquí por los llamados «verbos irregulares», ya que en la mayor parte de los casos alternan formas españolas correctas con formas italianas correctas.
  • En Imperfecto, hemos recogido una sola forma interesante, en La pobre gente (Acto I, Esc. XII, p. 247): «¿Cóme qué quiero? [...] Veniva perqué mi pague...». Nuevamente aquí, la interpretación es delicada ya que probablemente no se trata de un cruce entre el español venia y el italiano venivo, sino de una forma italiana arcaizante correspondiente al antiguo paradigma veniva, veniva, veniva.
  • En Futuro se puede señalar una mayor resistencia del morfema italiano -ó de la persona. Ejemplo de ello son realizaciones del tipo: «[...] Está bene; asperaró» (La pobre gente, Acto I, Esc. XIII, p. 248), caso en el cual convergen las interferencias en el lexema y en el morfema, imposibles de desentrañar en el frecuente dirá, que bien puede ser considerado como italiano normal.
  • En el Imperativo se produce una interferencia curiosa entre las formas de verbos pronominales correspondientes al voseo (sentarse-sentate) y los morfemas italianos -ate, -ete, -ite. Así tenemos: «¡Ché [...] venite vos también!...» o «Caminate no más para adentro...» (La gringa, Acto II, Esc. IV, p. 141). Esta interferencia es susceptible de neutralizar la oposición entre trato cortés y trato familiar. En La gringa (Acto I, Esc. VI, p. 127) Nicola se dirige a uno de sus peones diciéndole: «Diga, Ramón...»; y, obtenida la respuesta a su pregunta, decide: «Bueno. Andate ahora al rastrojo...». El mismo personaje dice más adelante a su mujer: «Usted callate, te he dicho...» (La gringa, Acto IV, Esc. XIII, p. 166). Aquí la incongruencia formal, más patente, adquiere un valor retórico.

En otros tiempos verbales, las interferencias que hemos recogido son de orden sintáctico.




1.3.5.

Preposiciones, conjunciones, interrogativos, indefinidos italianos aparecen con frecuencia, incluso en enunciados españoles:

  • e por y. Ej.: «[...] que hoy e que mañana e que de aquí a un rato...» (El desalojo, Esc. I, p. 310).
  • ma por pero. Ej.: «[...] El hijo no era malo. Ma se metió a enamorársela...» (La gringa, Acto IV, Esc. VII, p. 156). Muy frecuente.
  • se por si. Ya citado y muy frecuente.
  • perqué por porque. Ej.: «la mochacha trabaca perqué tiene necesitá...» (La pobre gente, Acto I, Esc. XII, p. 247). Obsérvese que la oposición entre la relación de causalidad (expresada aquí por perque) y la relación de finalidad es manifestada por una forma acentuada: perqué. Ej.: «[...] Veniva perqué mi pague...» (La pobre gente, Acto I, Esc. XII, p. 247).
  • cosa por qué, por algo, en una palabra, universalizado y nuevamente lexicalizado a través de un masculino: coso. Ej.: «¿ Cosa? [...] ¿Cosa?...» (La gringa, Acto I, Esc. XVII, p. 136). En boca de Nicola, «cosa», sea interrogativo o exclamativo, es prácticamente una interjección y cumple una función retórica. «[...] Esta es cosa que me operaron en el hospital...» (Mano santa, Esc. IV, p. 268); «[...] tamaño coso de minestra...» (Mano santa, Esc. III, p. 267).
  • nesuno por ninguno. Ej.: «[...] ¡Ah! ¡No está nesuno!...» (Mano santa, Esc. IV, p. 268), caso en que tampoco se puede decir que la sintaxis resulte indemne.
  • cómo (italiano come) por qué enfático. Ej.: «[...] ¡Cómo estoy cansada!...» (La gringa, Acto II, Esc. III, p. 139). Implica también una interferencia sintáctica.
  • sen (italiano senza) por sin. Ej.: «[...] tanto tiempo sen buscar pieza...» (El desalojo, Esc. I, p. 310).
  • nel o ner (alternancia de las líquidas mencionadas en 1.2.1.), por en el, implicando a menudo una interferencia sintáctica. Ej.: «[...] Cuelo que arrangia afarinel (sic) cuez de paz...» (Moneda falsa, Esc. V, p. 346); «[...] esto cachivache ner patio...» (El desalojo, Esc. I, p. 310).
  • dal implica también interferencias sintácticas.



1.4.1.

En efecto, las interferencias sintácticas más caracterizadas se dan en el dominio de la rección. El cocoliche, como híbrido, confirma así la persistencia de ese tipo de dificultades observadas en los casos de bilingüismo o de aprendizaje de una lengua extranjera. Estas interferencias se manifiestan sea por una forma italiana (dal, nel, ya citadas), sea por una preposición española mal utilizada (en, de), sea por una forma híbrida (de la), sea por omisión.

  • da, dal, de la por en casa de. Ej.: «[...] yo tengo mi plata da Testaseca...» (La gringa, Acto II, Esc. X, p. 147); «Y ahora nos vamos al pueblo [...] dal escribano...» (La gringa, Acto I, Esc. XV, p. 133); «[...] que lo haga de la modista...» (La gringa, Acto II, Esc. IV, p. 140).
  • da también introduce otros complementos de lugar, según un modelo sintáctico italiano: «[...] ¿y entonces por qué no está allá, allá en su trabajo, da la máquina?...» (La gringa, Acto IV, Esc. XIII, p. 166).
  • nel. Ej.: «[...] Que lo meta nel asilo...» (El desalojo, Esc. V, p. 316). Es la simple traducción de en el (asilo).
  • per por para. Ej.: «[...] una sala per recibir las visitas...» (El desalojo, Esc. V, p. 316).
  • en por a. (Casos en que el italiano usa in). Ej.: «[...] se le están viniendo muchos pájaros en la cabeza...» (La gringa, Acto II, Esc. IV, p. 140).
  • de por por. Ej.: «[...] Mil de una parte y trescientos cuarenta de la otra...» (La gringa, Acto II, Esc. X, p. 146).
  • omisión de la preposición a delante de complementos que la exigen. Ej.: «[...] ¡Dequen en paz esa pobre muquer...!» (El desalojo, Esc. VI, p. 316). Este tipo de construcción ha sido con justicia señalado como uno de los rasgos más importantes de la influencia del italiano en el español del Río de la Plata.



1.4.2.

Pero no es ese el único caso de interferencia en el sintagma verbal. Señalemos la extraña construcción de que es objeto el verbo precisar (en el sentido de tener necesidad de) como impersonal, acompañado de un dativo. Ej.: «[...] ¿qué le precisa tener tanto hicos?...» (El desalojo, Esc. I, p. 311).

Ya hemos visto (1.3.4.), a propósito de otro aspecto, realizaciones en que aparece el verbo ser como auxiliar de tiempos compuestos («lo son estato...»). Otro ejemplo también citado (1.2.0.: «¿Dove sono i rapazzi?») nos permite completar el cuadro de las interferencias, sea semánticas, sea de distribución sintáctica, de los cuatro verbos ser y estar, essere y stare.

Tener, por su parte, aparece seguido de la preposición de, en lugar de la conjunción que, en realizaciones del tipo: «[...] Todo lo que teníamos de hablar ya está conversado... [...] Vamos a ver... Tengo de darle...» (La gringa, Acto II, Esc. X, p. 146).

A su vez, determinados tiempos verbales aparecen expresando valores temporales o relaciones de subordinación para los que no son aptos en español. El caso más frecuente es el del Imperfecto. «[...] Ya debía estar en el suelo...» (La gringa, Acto II, Esc. VII, p. 156) por ya debería estar en el suelo, se explica indudablemente por el aspecto inacabado, común a ambos tiempos. Pero la misma neutralización se opera en construcciones perfectamente codificadas, dando origen a realizaciones del tipo: «[...] Se pagaba lo que era...» (La gringa, Acto IV, Esc. V, p. 161) en lugar de se hubiera pagado lo que fuera.

Con estos ejemplos, llegamos a un nivel en que es imposible discernir la interferencia de la opción retórica que engendra un rasgo estilístico. En efecto, en ambos casos, se produce una actualización que atenúa el carácter remoto de realizaciones que, en su contexto, son expresión de frustraciones de la voluntad.

El mismo valor estilístico, aunque de signo contrario, adquiere el Indefinido cuando, ante una invitación, se responde: «¡Cómo no! Ya estuvo...» (La gringa, Acto II, Esc. I, p. 138)18.




1.5.0.

En lo que al léxico se refiere, hay un aspecto ya mencionado, el grado de cocoliche (1.1.2.), que condiciona las interferencias. Sin embargo, a poco que se reflexione sobre la situación concreta en que aparece el cocoliche, se comprenderá fácilmente que, en el terreno de la designación, el italiano resulta más permeable al impacto de una realidad de referencia nueva y diferente.

En ese campo, el español rioplatense se substituye rápidamente al italiano, tanto por su mayor adecuación, como por la voluntad de integración de los inmigrantes.

El italiano es, en cambio, más resistente, en tanto que lengua materna, cuando de expresar la subjetividad se trata.

El cocoliche se desarrollará pues, con toda su amplitud, en aquellas realizaciones en que prevalezca la función expresiva del lenguaje.




1.5.1.

A ese dominio concreto corresponden los saludos, las interjecciones e imprecaciones de todo orden.

Así, entre el español Buenos días y el italiano Buon giorno aparecen los «¡Buon giorno (La gringa, Acto II, Esc. X, p. 146) o «¡Bon giorno (La pobre gente, Acto I, Esc. XII, p. 246), antecedentes inmediatos sin duda del actual rioplatense Buen día.

Otras fórmulas de cortesía también son producto de interferencias. Ej.: «[...] ¿Cómo va la siñora Mónaca?...» (La pobre gente, Acto I, Esc. XII, p. 246); «Permiso...» (Mano santa, Esc. III, p. 266).

Las interjecciones son particularmente numerosas, así como sus variantes: «[...] ¡Dío (El desalojo, Esc. I, p. 310); «¡Dío Santo!...» (El desalojo, Esc. VI, p. 316); «¡[...] per Dío!...» (El desalojo, Esc. VII, p. 317); «[...] ¡Marona de lo Gármino!...» (Canillita, Cuadro Segundo, p. 225); «¡Madona del Carmen!...» (El desalojo, Esc. VI, p. 316); «¡Ay! [...] ¡Madona Santísima!...» (El desalojo, Esc. I, p. 310); «¡Un corno!...» (El desalojo, Esc. I, p. 310); «[...] Diablo con la gente ésta...» (La gringa, Acto I, Esc. VII, p. 128).




1.5.2.

La intensidad connotativa es igualmente importante y atrae el mismo tipo de interferencias en toda clase de expresiones denigratorias: «[...] esa roba de gente...» (La gringa, Acto IV, Esc. III, p. 160); «[...] povero diavolo...» (La gringa, Acto IV, Esc. V, p. 161); «[...] una punta de imbroglioni...» (La pobre gente, Acto I, Esc. XII, p. 247); «[...] Esta canaglia de un botegliero...» (El desalojo, Esc. VII, p. 317); «Bruta gente», la expresión que caracteriza a Genaro en El desalojo y que él repite constantemente, sin que sea posible determinar si el valor semántico de bruta debe interpretarse como italiano o como español, o si el personaje realiza una perfecta síntesis identificatoria de la fealdad física con la infracción a los buenos modales y la consideración, que resulta, en definitiva, la perfecta expresión de la bajeza moral.




1.5.3.

Todos estos ejemplos contrastan con el brevísimo número de interferencias en el plano de la designación propiamente dicha, que se sitúan en campos semánticos perfectamente definidos como el del objeto de uso diario -caso del birloche, italiano birloccio de La gringa- o el de la gastronomía -caso de vitela o minestra en La gringa o en El desalojo- ejemplos que muestran a las claras que ese tipo de interferencia sólo aparece cuando se apoya en una influencia de índole socio-cultural mucho más amplia y profunda19.




1.6.

En el teatro de Florencio Sánchez, según lo señalamos más arriba (1.1.3.), el cocoliche aparece como un pseudo-sabir, esto es, como un habla unilateral, no diferenciada, inestable y multiforme.

El cocoliche es un habla unilateral en la medida en que el locutor comunica normalmente con hispano-hablantes que le responden en su propia lengua. La comunicación lingüística se produce, pues, sin el requisito teórico de un código común.

El cocoliche es un habla no diferenciada en la medida en que el locutor carece de la conciencia lingüística necesaria para discernir con exactitud cuál es su código de referencia, de modo que se expresa de manera sensiblemente similar, sean sus interlocutores italianos o rioplatenses hispano-hablantes20.

El cocoliche es un habla inestable en la medida en que evoluciona permanentemente hacia un español rioplatense normal. Esto es tanto más comprensible si se piensa que, en su desarrollo, están ausentes las condiciones que han concurrido a la fijación del sabir o del papiamento, por ejemplo.

El cocoliche es un habla multiforme en la medida en que, siendo sus características el resultado de interferencias a diferentes niveles, la personalidad del locutor desempeña un papel determinante en función de su origen y condición social, su cultura, su conciencia lingüística, su grado y modo de integración en la sociedad rioplatense.

Todas estas características son, naturalmente, solidarias e incluso interdependientes. Si aparecen, en la obra de Florencio Sánchez, con la nitidez suficiente como para realizar un estudio cabal, es porque en su teatro, reflejo fiel de la sociedad rioplatense de la época, hay numerosos hablantes de cocoliche.






Elementos de evaluación estilística


2.1.

Ya hemos señalado (0.1.) cuál fue la fortuna del arquetipo de inmigrante italiano en los albores del teatro rioplatense.

Florencio Sánchez, que ha descrito con emoción esos primeros intentos dramáticos, reivindica los aspectos positivos de su legado21. Pero rechaza con energía la tradición del Cocoliche: «Excluyo, por repulsivo, inestético y falso, al famoso Cocoliche que aún pasea su grotesca figura por los actuales escenarios nuestros» (p. 622).

En los hechos, el Cocoliche de ese teatro primitivo es un personaje burdo, caricaturesco, vestido como un payaso y permanentemente ridiculizado en aras de una comicidad grosera, propia de la escena de circo que le vio nacer. De ahí, sin duda, el rechazo de Florencio Sánchez, «[...] por repulsivo, inestético...». Pero a los fundamentos éticos y estéticos se agrega otro «[...] y falso...» que debemos analizar en dos planos.

El rechazar un tipo teatral por «falso» no sólo entraña una apreciación sobre la adecuación entre el «tipo» y la «realidad» de referencia, sino que implica una concepción estética según la cual el personaje teatral debe ser moldeado sobre esa «realidad».

Esa breve definición nos permite, pues, situar a Florencio Sánchez en la perspectiva del teatro naturalista francés y del verismo italiano que, por esa época, recogen los mayores éxitos en los escenarios porteños y montevideanos.

Así como Verga, Bertolazzi o los autores del teatro dialectal italiano en general, declinan toda convención dramática e imponen a sus personajes una veracidad lingüistica que será uno de los pilares de su éxito, Florencio Sánchez hará hablar a los suyos el lenguaje gauchesco, el lenguaje popular urbano, el lunfardo o el cocoliche que caracterizan a sus modelos.

De modo que el cocoliche, como comportamiento lingüístico de los personajes de Florencio Sánchez, es un rasgo de verismo.

Claro que, como muchos de los autores aludidos, Sánchez tiene con frecuencia una intención que sobrepasa el mero «reflejo» de la realidad. El cocoliche, sin dejar de ser un rasgo realista, esto es, sin ser falseado, cumplirá además una función dramática precisa. Esa función dramática, siendo como es, vehiculada por la forma de la expresión, es una función estilística.




2.2.

Naturalmente, el desarrollo y la importancia dramática de la función estilística del cocoliche dependen de la importancia de los personajes que lo hablan.

Por supuesto que, tratándose de un comportamiento especial, que distingue a uno o a lo sumo a dos personajes de cada una de las obras aludidas (1.2.0.) la primera función del cocoliche es la caracterización de los personajes como inmigrantes italianos.

Por su número, por la cantidad y variedad de oficios populares que estos inmigrantes desempeñan, el solo hecho de caracterizar a un personaje como tal, remite al público a una realidad bien conocida, la de su vida cotidiana. Y pone al autor a cubierto de la necesidad de dar mayor «espesor» dramático a su personaje, dotándolo de un pasado, de un comportamiento, de una ideología o de una filosofía de vida propios.

Si estos elementos implícitos caracterizan al personaje con respecto a una realidad exterior, otros, explicitados, le caracterizan desde un punto de vista interno. Las más veces serán muletillas verbales -ya hablamos del «¿Cosa?» de Nicola en La gringa y del «¡Bruta gente!» de Genaro en El desalojo-? o interjecciones o invocaciones a Dios o a la Madona del Carmine. Estas caracterizaciones remiten a modalidades canónicas: la sensibilidad viva, el genio rápido, la vocación melodramática, la religiosidad pueril.

Ésa es la función estilística precisa del cocoliche que hablan el Tano en Canillita, Giovanna en La pobre gente, Doña Anunziata en Mano santa. Se trata de personajes secundarios cuya caracterización sólo agrega un poco de «color local» a la intriga de las obras.

En El desalojo, tanto la Encargada como Genaro cumplen ya papeles más importantes. El de la primera es consustancial a la intrigua, ya que es ella quien da el desalojo. Genaro, por su parte, se opone a todos los demás personajes de la obra por ser el único sensible al drama de Indalecia, el único personaje generoso de una intriga sórdida. Su condición de italianos, el cocoliche que hablan, sólo sirven de aderezo a la obra. La oposición dramática que los enfrenta, sus disputas, en cambio, superan dialécticamente, en forma implícita, la tradicional oposición entre «criollos» y «gringos», demostrando que las tensiones sociales van más allá de esa falsa línea demarcatoria.




2.3.

El caso de Nicola y María, en La gringa, es ya totalmente diferente. Ellos están en el centro mismo de la intriga. Por su condición de inmigrantes italianos instalados en el campo argentino y por todo lo que esa condición supone: su mentalidad, su forma de vida, su «manía» de labrar la tierra en lugar de criar ganado, su ansia de extender su propiedad y transformarlo todo, su desprecio por los criollos.

El cocoliche que ellos -y ellos solos- hablan en la obra es la concreción formal de su oposición dramática a Don Cantalicio y al mundo que éste representa, expresado a su vez por un habla gauchesca caracterizada que sólo comparte, en la misma medida, el Paisano a quien ocasionalmente encontrará en la fonda, en el Acto II, Esc. IX. Personaje que es, como Don Cantalicio, representante de una mentalidad arcaica y de un mundo condenado, y que se identifica con él por su odio a los gringos: «¡Pucha que los quiere bien usted a los gringos!... ¡Se parece a mí en eso!...» (p. 144).

De este somero análisis surge la evidencia de que, en La gringa, el cocoliche cumple la función estilística fundamental de oposición dramática entre los personajes.




2.4.

El grado de cocoliche, por su parte, es, en La gringa, el aspecto material, el significante de un signo cuyo significado es la cólera de María (Esc. V del Acto IV), la turbación de Nicola (Esc. X del Acto II) o toda emoción que les impulse a expresarse en forma rápida o espontánea.

Este elemento matiza el uso retórico que Florencio Sánchez hace del cocoliche ya que, si el cocoliche, como lengua connotativa, denota al inmigrante italiano del Río de la Plata a principios del siglo XX, el grado de cocoliche, por su parte, denota un estado anímico especial del personaje.




2.5.

Un uso retórico diferente y funciones estilísticas especiales cumple el cocoliche que hablan, en Moneda falsa, Gamberoni y Pedrín.

Ambos son protagonistas de una intriga secundaria cuya piedra de toque es el cocoliche. Además de caracterizar a Gamberoni como inmigrante italiano, el cocoliche es la artimaña que usa Pedrín para pasar por italiano a los ojos de Gamberoni, ganar su confianza y estafarlo.

El cocoliche que Pedrín habla con soltura ejerce en Moneda falsa la función de neutralizador de la manida oposición entre criollos y gringos.




2.6.

Desde el punto de vista semiológico, y en tanto que lengua connotativa, el cocoliche tiene, en el teatro de Florencio Sánchez, una connotación de signo positivo.

En efecto, antes de Florencio Sánchez, el cocoliche es el habla de personajes grotescos y ridículos, meras caricaturas sin significación dramática. En su teatro, el cocoliche es el habla de personajes cabales que, por obra y gracia de la intriga, concitan, las más veces, la simpatía del espectador o del lector.






Conclusión


3.1.

Nuestro estudio nos ha permitido confirmar, en líneas generales, los pocos trabajos científicos existentes sobre el cocoliche. Pero también nos ha permitido aportar precisiones, sea en un plano general (definición del cocoliche como pseudo-sabir, condiciones de su funcionamiento, contexto de referencia, valor retórico de su utilización como lenguaje connotativo), sea en un plano particular (numerosos detalles que contrastan al analizar al cocoliche desde el punto de vista del español y sobre los cuales no abundaremos).




3.2.

A nivel semiológico, destaca la equipolencia de la sustancia de la expresión con la sustancia del contenido, tal vez condición sine qua non de la obra artística lograda.




3.3.

En el plano de la interpretación literaria, el uso que Florencio Sánchez hace del cocoliche, ejemplifica esa su visión dramática del mundo, cristalizada a través de oposiciones de discurso.







 
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