| Qué bronca haber creído tanto | | | | en la alegría de la morocha argentina | | | | en la lluviosa mañana del 25 de mayo glorioso | | | | en las escarapelas de los decorativos | | | | French
y
Berutti | | | | a quienes recuerdo como las dos franjas de la bandera idolatrada | | | | encerrando una «Y» como un pequeño sol naciente. | | |
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| Bronca de seguir queriéndola | | | | por remotas strasse rues strade streets sonando a lluvia | | | | recordando cómo se iba la morocha de perfil bajo la garúa | | | | apretándose el gorro frigio salpicado | | | | de lo que sólo fue hecho para estar encerrado dentro de las venas | | | | no para el aire ni para el sol | | | | ni mucho menos para ensuciar un gorro frigio. | | |
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| Bronca de haberla dibujado tanto en mi cuaderno | | | | para que después me abandonara como cualquier mina de tango. | | |
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| Se me ha perdido ese cuaderno marca Rivadavia | | | | tapas duras 200 hojas y una hermosa lámina | | | | de Francisco Narciso de Laprida | | | | un nombre que suena a intrépido | | | | forrado con papel azul cielo y un rótulo dentado | | | | con el nombre de uno bellamente escrito por la maestra | | | | tan hermoso que parecía de otro en vocales abiertas como flores | | | | el nombre de uno en acariciables trazos femeninos. | | |
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| Si no hubiera creído tanto en esas cosas | | | | ahora no me importaría haber perdido el cuaderno | | | | donde guardaba el glorioso sol de la libertad amaneciendo en mayo | | | | salido de mi caja de lápices de 12 colores marca Faber | | | | (la misma marca del lápiz con que escribo esto medio siglo después | | | | parece que ese señor Faber es realmente incansable) | | | | el Cabildo bajo la lluvia y en primer plano negros y augurales | | | | los paraguas del pueblo quiere saber de qué se trata | | | | desplegados como pájaros de mal agüero | | | | y cada patriota con su escarapela de colores arrebatados al sol del 25 | | | | por French o por Berutti | | | | un Berutti que ahora suena a compañero de banco | | | | un niño de uñas sucias y nariz colorada | | | | el tonto de la clase que no se daba cuenta de nada | | | | cuando le preguntábamos con malicia ¿conocés al Pirulo? | | |
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| También tenía en mi cuaderno la Casa de Tucumán | | | | que dibujábamos a pesar de las imposibles volutas de sus columnas | | | | casa donde declaramos la independencia por lo menos un par de veces | | | | a ver cuándo es la definitiva ¿no? | | | | Ocupaba una pequeña parte de la página mientras el resto | | | | sin respetar los márgenes se llenaba | | | | con la Cordillera y el inevitable sol naciente | | | | al que un día le puse los ojos y la boca | | | | y entonces lo que quedó asomado para siempre fue un gordito | | | | apretado entre las hojas que todavía me sonríe desde lejos | | | | cada vez que lo recuerdo. | | |
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| Estaba también el mapa de una provincia a la que intenté pertenecer | | | | un desierto salpicado de extraños nombres fosilizados | | | | Anjullón Ambil Ñoquebe Udpinango y el tambórico Tudcún | | | | cuando aquí se me escapan esas palabras por el aire | | | | los españoles las miran y piensan que son bichos huidos del Zoológico. | | |
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| Me olvidaba de Olta el pueblo de mis antepasados | | | | donde atraído por una india se afincó el primer Moyano | | | | un extremeño arcabucero del fundador Ramírez de Velasco nada menos | | | | que decidió exiliarse para siempre y de sus juegos con la indígena | | | | venimos todos los que llevamos ese apellido | | | | porque yo también como Borges tengo mis mayores qué diablos | | | | porque uno después de todo no es tan tonto | | | | como pudiera creerse a primera vista | | | | y ese mapa es de los mejores dibujos que contenía mi cuaderno. | | |
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| Las demás hojas quedaron en blanco o borroneadas salvo una al final | | | | donde había un corazón con mi nombre y el de ella | | | | Beatriz la de los bucles | | | | que nos miraba con desdén y amor a la vez | | | | la novia perdida que fuimos recuperando en las mujeres que amamos | | | | y que a estas alturas debe ser una anciana con unos bucles | | | | que perduran en la memoria como las columnas de la Casa de Tucumán. | | | | Como la morocha del gorro frigio | | | | también ella se va de perfil bajo la garúa | | | | y me da bronca seguir queriéndola | | | | en estos años fuera que parecen lloviznas | | | | no de tango sino de esas que caen en Madrid o en Amsterdam. | | |
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| Había otros dibujos que no puedo reconstruir porque son casi olvido | | | | una planta de maíz un guanaco una vicuña | | | | una galería de militarotes la honra de la patria de Rivadavia | | | | el de la primera deuda externa de parte buena de Francis Drake | | | | O'Higgins u Oígins como decíamos ayer | | | | herido y con la mano siempre entablillada | | | | y el Río de la Plata que nunca cabía en el cuaderno. | | |
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| Este poema o lo que sea se va acabando porque ya está bien | | | | en realidad debió terminar cuando puse la palabra Amsterdam | | | | que hubiera quedado allí al final como sonando para siempre | | | | pero me atraía la idea de agregar una coda. | | |
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| Me falta decir que como a Proust con los bollitos | | | | a mí estas cosas del cuaderno me vienen a la memoria | | | | cuando le saco punta al lápiz y siento el olor de la madera | | | | y hasta puedo oír la voz del compañero tonto cuando me dice ¿cuál Pirulo? | | | | y medio siglo después vuelvo a deleitarme con mi respuesta cruel. | | |
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| La coda propiamente dicha dice que el cuaderno se extravió en algún traslado | | | | de ésos no deseados donde no hay tiempo para hacer las valijas | | | | pero si alguien lo encontró que haga el favor de devolverlo a mi casa | | | | calle Corrientes 675 | | | | de La Rioja de allá. | | |
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