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ArribaAbajoLa germanía

(Asociación delincuente)


El lenguaje jergal usado por los delincuentes españoles es el lenguaje de una asociación picaresca, y no lo denomina, como ocurre en otras jergas, una particularidad o un sentido de ese lenguaje, sino el mismo concepto de asociación: por eso se llama germanía, que quiere decir hermandad.

El término no necesitó ser inventado jergalmente: existía ya en nuestro lenguaje político y en nuestro lenguaje jurídico, y vamos a ver cómo las dos influencias intervinieron en su adopción.

Se llamaron «germanías» en Aragón ciertas asociaciones municipales, y después «las juntas formadas por los que al principio del reinado de Carlos I se sublevaron en el reino de Valencia y en la isla de Mallorca.»

La evolución de este concepto debe buscarse más remotamente, sin otra guía que el valor que actualmente tiene esa palabra en las costumbres jurídicas de Aragón. Allí el pueblo conoce y emplea los términos «agermanado» y «agermanarse» con referencia a ciertos matrimonios, que establecen por contrato comunidad de bienes. A esto se refiere un autor40 cuando dice: «y aun pierde el dote, y más la parte de los bienes que por sociedad, o como acá decimos, germanía, tuviere comunes con el marido». De manera que «germanía» tiene un primer significado de sociedad, que se extiende a la calificación de determinado modo económico de la sociedad conyugal y a determinados modos de la asociación política.

Del primer modo ha quedado en el lenguaje usual el nombre de «germanía» para calificar el amancebamiento, nombre que no me atrevería a decir si es extensivo o primitivo o coetáneo del que califica la germanía legal, pero que en la germanía delincuente acusa el verdadero entronque de esta asociación.

Si la sociedad delincuente se llama germanía, el entronque de esta denominación aparece caracterizado con los nombres del rufián y de la prostituta, germano y germana. Por lo tanto, germanía funde el concepto de amancebamiento con el de comunidad de bienes, pues ya se sabe que el enlace de la prostituta y del rufián constituye una comunidad para el comercio que hace la primera y ampara y beneficia el segundo.

Después se agregan a esta explotación otra serie de explotaciones abusivas, ladronescas y fullerescas, y subsiste para todo el nombre de germanía, con su significado genérico de sociedad, nombre tomado por los delincuentes de un concepto común muy amplio, aplicándolo y extendiéndolo a su modo de sentir y a sus fines particulares.

En el primer concepto, es decir, en el de la sociedad masculina y femenina, resulta desdoblado el nombre del siguiente modo:

Germanía.-Sociedad conyugal.

Germanía.-Amancebamiento.

Germanía.-Prostitución (sociedad rufianesca).

En el segundo concepto, es decir, en el de asociación política para determinados fines, resulta también derivado a una agrupación ilegal.

Germanía.-Asociaciones municipales y gremiales.

Germanía.-Asociación de rufianes, ladrones y fulleros.

LA JERGA Y LA SOCIOLOGÍA.-Ese entronque debe hacer suponer que la germanía no es un lenguaje caprichoso que se determine por remotos parentescos del delincuente con seres más o menos primitivos, sino lenguaje de una sociedad que traduce su constitución y sus tendencias, troqueladas en su modo de vivir.

Por eso la jerga española tiene que estudiar poco fonéticamente y tiene que estudiar mucho representativamente. Su estudio, dentro de la antropología criminal, es más que nada un estudio sociológico y en parte psicológico.

Demostrada como queda la índole propiamente representativa de esta lengua, falta ahora por investigar lo verdaderamente constitutivo de la asociación en las representaciones en que se traduce.

Empieza, en su significado rufianesco, por calificar la mancebía, las prostitutas, los rufianes, los dueños o encargados del burdel, las alcahuetas, los contribuyentes, los estados de la mujer en relación con su oficio y las relaciones económicas entre la prostituta y el rufián.

Continúa, en su significado ladronesco, la clasificación minuciosa de los ladrones por cualidades genéricas y por especialidades, agrupándolos principalmente por procederes que impliquen violencia o que supongan habilidad y astucia; agregándose la clasificación de los auxiliares de los ladrones y de otros elementos afines a la sociedad agermanada.

Definidos los órganos, el lenguaje jergal interpreta la función, y en el orden de esta función expoliativa surge una serie de conceptos reveladores de la naturaleza de la sociedad, con sus modos peculiares de ver y de sentir y sus relaciones, en cuyas relaciones estriba la gran influencia en los modos representativos, como anteriormente queda demostrado.

Agrupadas las palabras jergales por personificaciones y por conceptos, se evidencia la concordancia entre el modo de ser de esta sociedad y sus modos expresivos, con lo que se precisa la índole de su lenguaje; resultando que el estudio de la jerga tiene un interés primordialmente sociológico y es más que nada incorporable a la sociología como verdadero documento natural.

De este supuesto se origina nuestro estudio en que la jerga aparece como lo que es, como un organismo perfectamente diferenciado en relación inmediata con la sociedad que la produce.

Por el estudio de la jerga la sociedad delincuente aparece diferenciada en dos grupos, el rufianesco y el ladronesco, que vamos a exponer.

GRUPO RUFIANESCO.-El entronque de los calificativos germano y germana en inmediata relación con el calificativo genérico de germanía, demuestra que éste es el grupo primordial. Lo demuestra también el que en el entronque de la personalidad rufianesca con la ladronesca, la primera aparece como calificativa. El rufián asume todos los atributos del ladrón y del fullero, y las preeminencias se le aplican a él, correspondiéndole todo aquello que supone jefatura y dominio.

Dentro de este grupo resultan las siguientes diferenciaciones.

NOMBRES DE LA MANCEBÍA.-Se la conoce con los siguientes nombres alegóricos: Montaña, Montaña de pinos, Monte, Campo de pinos41, Manfla, Manflota42, Guanta43, Pis44, Vulgo45, Cerco46, Cambio47, Aduana48, Cortijo49, Guisado50, Casa llana51 y Pifla52.

El lugar y sitio donde se sientan las mujeres se llama estrada53.

NOMBRES DE LAS PROSTITUTAS.-Las prostitutas (mujeres públicas, del mundo, rameras, damas de mancebía) reciben los siguientes nombres: germana, tronga54, grofa55, marca, marquida, marquisa56, pencuria57, pelota58, gaya59, maraña, hurgamandera60, coima61, cisne62, tributo63, iza64y consejil65.

Los nombres aluden a la condición de la mujer, a la función y a los beneficios que las prostitutas realizan. No hay ninguno indicador de las categorías de estas mismas prostitutas. A la ramera, muy despreciable se la llama rabiza66, y esto indica que no reconocen en la prostitución más que dos categorías: las prostitutas que están o no están en condiciones de tener clientela.

NOMBRES DE LOS RUFIANES.-El rufián67 se clasifica en las siguientes categorías: cherinol68, el que es principal en la rufianesca o ladronesca; jayán69, el que es respetado por todos los demás; jaque70, león, pendencia, rufo71, los valientes o camorristas, lo mismo que ruido; consejo, el astuto; aviso, el confidente de prostitutas y ladrones; germano y germán, amancebado, agermanado72; engibador y engibacaire73, recaudadores de la ganancia de las prostitutas, y gayón74, guardador de rameras.

NOMBRES DE LOS DUEÑOS O ENCARGADOS DEL BURDEL.-En el burdel famoso de Valencia75, llamábanse hostalers: en la jerga les comprende el nombre genérico de padres de mancebía, con las variantes de padre, cambiador76, alcancía77 y tapador78.

NOMBRES DE LOS SIRVIENTES DE LAS PROSTITUTAS O RUFIANES Y ENCARGADOS O DUEÑOS DEL BURDEL.-Sólo hay un nombre que corresponde en exclusivo al criado de la mujer de mancebía: el de reclamo79. Los demás nombres de este grupo son comunes a los criados de rufián o de mujer pública. Se llaman faraute80, trainel81, urgamendales82, mandilandín, mandil, mancil y maniblas83.

Los criados de rufián se llaman: guardapostigo, piltro84, novelero85, jorgolín (se da también este nombre al compañero del rufián), jorgolino86 y revuelta.

Criado de rufián equivale a aprendiz de rufián, y de aquí el grupo de los rufianillos, que se llaman rufezno87 espadachín y pagote88.

Los criados de padre de mancebía son guardas de mancebía y se llaman guardadamas, guardacoimas y guardaizas.

NOMBRES DE LAS ALCAHUETAS.-La alcahueta no tiene representación propia en la germanía. Se la conoce con igual nombre que a la ramera muy despreciable: rabiza, equivalente a ramera jubilada. Grado igual o inferior representa la cotarrera89-mujer baja y común- aunque el vocabulario jergal no la clasifica como alcahueta. En los romances de la germanía se la llama madre.

NOMBRES DE LOS CONTRIBUYENTES.-Son genéricos una porción de nombres, que se expondrán más adelante, alusivos a la condición, categoría y riqueza de las personas de quienes puede obtenerse beneficio o ganancia. Aluden a este resultado los términos contribuir (acudir dando algo) y contribuidor (el que da algo). El frecuentador de las mancebías o burdeles, se llama manflotesco90. También pueden referirse a los contribuyentes las denominaciones de galán (enjaezado) y entonado (camaleón).

TÉRMINOS REFERENTES A LOS ESTADOS DE LA MUJER.-Son los que implican actividad o inactividad en el comercio de la prostitución. Cuando la prostituta trabaja, gana; cuando gana, cae; cuando cae, peca. Por lo mismo, lo que la mujer gana con su cuerpo, llámase caída, caira, caire, cairo y cairón91; y cuando la mujer deja de ganar por alguna cosa que lo impide, ni cae, ni peca y su situación denomínase disanto92.

TÉRMINOS REFERENTES A LOS BENEFICIOS QUE LA PROSTITUTA PROPORCIONA AL RUFIÁN.-Comprenden dos formas de tributación: lo que la mujer envía al rufián (

socorro)93 y lo que las mujeres envían para librar o desempeñar sus rufianes (rescate).

LA PROSTITUTA Y EL RUFIÁN.-En el vocabulario jergal no hay palabra genérica que denomine al hombre y la hay para la mujer.

El hombre está representado por oficios, categorías, cualidades y defectos, pero no por una denominación común y específica, mientras que la mujer es designada con un calificativo genérico, concordante con otras representaciones también genéricas.

Genéricamente se la llama luda94, cuyo significado, cualquiera que éste sea, no envuelve un concepto favorable, toda vez que las derivaciones ludia y ludio, califican a la «bellaca» y al «bellaco». En las mismas palabras calificativas de uno y otro sexo, el entronque fonético no equivale a entronque de significación. Coime es «señor de casa» y coima «mujer del mundo». La representación de aquél coincide con el significado común de COIME, que es «el que cuida del garito y presta con usura a los jugadores», y la representación de aquélla coincide con el significado común de COIMA, que es el derecho que se paga al garitero».

Puede decirse por lo tanto, que el nombre más definidor de cuantos se aplican a la prostituta es el de tributo, y que en la jerga no tiene ni una representación afectiva, ni siquiera una representación sensual, absorbiéndolo casi todo la representación propiamente económica.

A partir de ésta, todos los nombres jergales referentes a la prostituta y al burdel, acusan, en primer término, un concepto que puede decirse privativo de todas las sociedades explotadoras, y después una representación de la función, con su cortejo indispensable y con alguno de sus accidentes más notorios.

Las sociedades explotadoras tienen por fuerza que empezar por dividir a las gentes en explotadores y explotados. Es una representación que se impone por la naturaleza de unos y otros, evidenciada en la práctica del fin que se persigue. Las condiciones del que explota, en contraste con las del que se deja explotar, resaltan y se definen, y resultan calificativas espontáneamente. Definen un modo de habilidad y un modo de torpeza, y agrupan a los listos y a los tontos.

Este concepto de simplicidad y astucia es tan categórico en la jerga, que a él obedece no solamente la conceptuación de la mujer y del rufián, si que también la del ladrón y del robado, distinguiéndose, por lo mismo, diferentes categorías de ladrones, y aun diferentes categorías de tontos, constituyendo, ya que no aristocracias, mediocridades y plebes, excelencias, medianías y vulgaridades.

El influjo de este modo de ver y de sentir, es, determinante de gran número de palabras del lenguaje jergal, y la expresión de esas palabras nos dice que se formaron al medir las dificultades para realizar una explotación y las aptitudes de quien la acomete, resultando así empresas fáciles, menos fáciles y difíciles, que califican en ordinario, medio y superior a quienes las intentan y las logran; y como este intento, que supone un agente activo, implica también un agente pasivo, la jerga mide la pasividad calificando también grados de tontería.

De cuantos grados de tontería se pueden señalar en la jerga, ninguno tan inferior como el referente a la mujer. Lo dice el nombre de tributo, que especifica su condición siempre subordinada, porque la mujer puede cambiar de rufián, confiándose a otro rufián más valeroso e imperante, pero nunca ser independiente. Lo dicen las aplicaciones de una nota extrema de color, empleada para calificar la tontería, a cosas que se relacionan con el oficio que practica la mujer. Blanco es bobo o necio, y palomo necio o simple, y en mi opinión el llamar alba y paloma a la sábana no implica la denominación por un atributo, toda vez que cosas tan blancas como ella no se califican por la nota de color, sino por otra cualidad. Lo privativo en estas denominaciones es el interés determinante, y la sábana va unida a conceptos de pasividad que permiten la explotación, como lo demuestra el nombre de albanado (dormido). Coincidente con ese interés es el nombre de albaire (huevo), en que llama la atención la desinencia concordante con la de caire, lo que, en mi concepto, implica la fusión de lo blanco con una relación erótica (el testículo), demostrándose la influencia predominante del interés subordinada a una explotación, y expresada en una nota de color calificativa. Por lo mismo, el llamar cisne a la prostituta representa el mismo concepto de necedad fusionado con un requiebro poético. La misma nota de color, representando la tontería que permite ciertas explotaciones, califica de albanés (de albaneses, dados de jugar) al jugador de dados. Lo demuestra, por último, el nombre genérico luda, que parece antinómico de caricia (cosa que vale caro), porque si éste quiere expresar lo costoso de las caricias femeniles, el primero, en las derivaciones mina ludia (cobre), ludios (cuartos u ochavos) y ludio (ochavo, cuarto o moneda de cobre), revela lo miserablemente reproductivo de la prostitución; y como el concepto de caricia es económicamente el más exacto, puede afirmarse que el poco aprecio que revelan los derivados de luda consiste en el desdén denominador impuesto por la facilidad de esa ganancia.

Agrupando los calificativos de la prostituta y del burdel, se ve que aluden los primeros a la función que la mujer desempeña (pencuria, gaya, maraña, hurgamandera, iza y consejil), a la pasividad de esa función (pelota), al tributo que le pagan y paga a su vez (pelota, coima y tributo), y a sus propios estigmas (grofa, marca, marquida y marquisa); y se ve que aluden los segundos a la función (montaña, montaña de pinos, monte, campo de pinos, manfla, manflota, guanta), a la clientela (pisa, vulgo, cerco, cortijo, guisado, casa llana) y al tributo (cambio y aduana).

La misma influencia se advierte en otras representaciones y derivaciones como ocurre en la de caída (lo que la mujer gana con su cuerpo), de donde viene la derivación jergal del tributo, y aun de la mancebía (caira, caire, cairo, cairón, cairía), y luego la generalización a algo que se relaciona con esa caída, porque contribuye al estímulo erótico, como ocurre con la «camisa gayada o galana» (cairelota). De igual modo se representa el erotismo en el nombre de los botines de mujer (dichosos); aunque estival (botines de mujer) parece derivación de estivo y éste de estivar, según un proceso representativo de que se ha hablado anteriormente, la influencia erótica puede haberlo tomado del italiano stivále («calzado de cuero para defender la pierna del agua y del fango, que se usa generalmente para montar») en una representación traslaticia.

Si esto es exacto, en estivo y en estival aparece una fusión de representaciones, fusión que también existe en el nombre de la cama (sufrida), que de un lado alude a la cama de cordeles en que se sufre el tormento y de otro a la cama de mancebía, que aguanta (guanta) lo que no es decible. Y esta fusión resulta por completo evidenciada si se tiene en cuenta que para el rufián, en sus relaciones con la cárcel y la mancebía, esas son dos representaciones casi permanentes, y por eso se traducen en términos significativos.

Otro nombre de la cama aparece enlazado con el concepto que el rufián tiene de la mujer, calificada por su servidumbre. No la llama «pécora» (oveja), pero la tiene por tal, toda vez que a la cama la llama ovil (del latín ovile; de ovis, oveja) en su significado de redil o aprisco; y es probable, que el calificativo «mala pécora» se enlace con esta representación jergal.

Otro nombre, un poco confuso, puede interpretárse buscando su representación y la forma fonética que lo haya transmutado. Me refiero a piltra (cama), que por generalización denomina al aposento (piltro) y al criado de rufián (piltro). Por tales relaciones se descubre que esta cama, más que las anteriores, es la propia cama burdelesca, y las representaciones del burdel montaña, monte y otras equivalentes, nos permiten suponer que deriva de PILA (montón), y que se ha formado por elipsis de «pilastra» (pil (as) tra) o del italiano «pilastro» (pil (as) tro) de la misma significación, que deriva del latín pila (pilar).

Si todos los calificativos denotan en la mujer conceptos de pasividad y servidumbre, en el rufián, por el contrario, denotan conceptos de explotación y de dominio. Y es que la mujer, que parece el núcleo de la germanía por el entronque del germán y la germana, no tiene en esta sociedad representación propia. A la prostituta la representa el rufián, que es su hombre, su rey, su jefe, su protector, su defensa, su garantía, su confidente y su consejo95. La respetan, no por sí misma, sino por el respeto que impone su rufián96. Es su esclava, testimonio exagerado de una esclavitud histórica, y no es, en las manifestaciones expresivas de su lenguaje, ni su pensamiento ni su sentimiento, sino su maleta97.

El rufián tiene de la mujer un concepto exclusivamente económico y él se designa con nombres propios del que domina y a la vez explota, aunque el carácter de dominio es el más saliente. De los nombres calificativos del rufián, dos aluden al agermanamiento, dos al tributo, uno a la custodia, uno a la enseñanza, uno a la confidencia, y los demás, hasta siete, al predominio. (Véase POESÍA RUFIANESCA.) En la organización del burdel aparece el triple concepto de familia (como lo demuestran los nombres de padre = alcahuete, y madre = alcahueta), de propiedad (guardadamas, guardacoimas, guardaizas) y de negocio (reclamo, faraute, trainel). Las funciones están expresadas en tres conceptos: el de encubrir (tapador), el de comerciar (cambiador) y el de recaudar (alcancía). Esas funciones están representadas por el padre de la mancebía y por sus sirvientes, no por el rufián, cuyo papel constituye el ejercicio de un protectorado, y lo demuestran, además de sus procederes, su educación y encumbramiento. Los nombres de mandil, espadachín o rufezmo y mandilandín, indican categorías para llegar a ser rufián. (Véase POESÍA RUFIANESCA.)

Con estos datos puede plantearse históricamente una cuestión que divide a los antropólogos, haciéndoles incurrir a unos en extremos de galantería y a otros en apasionadas negaciones de cualidades. Me refiero a la representación de la mujer en la delincuencia.

Según Lombroso, el equivalente de la criminalidad en la mujer (que, como se sabe, es cuatro veces menos criminal que el hombre), es la prostitución, y según los mismos delincuentes, manifestados en la sinceridad de su lenguaje, la mujer, con todo su carácter pasivo, tiene su representación en la delincuencia habitual.

La mujer, según la psicología germanesca, no solamente no delinque, sino que no tiene personalidad para delinquir, y por lo mismo, no forma parte de la sociedad delincuente. Es la personalidad más pasiva de cuantas personalidades se denominan en la jerga, y esta pasividad la incapacita para los fines explotadores de la delincuencia, porque empieza por ser el primer objeto de esa explotación. Constituyen sociedad los criados de los rufianes con el nombre genérico de mandilada y constituyen sociedad los rufianes y los ladrones, calificándose estas juntas con los nombres de bateles98, birlesca99, cofradía100, chanfaina101, cherinola102, esquifada103, germanía104, jacarandana105 y rodeo106.

Y, sin embargo, en el entronque social (germano-germana-germanía) representa uno de los factores; pero, como factor femenino, se caracteriza por un entronque semejante al que tiene en la sociedad común y por la misma carencia de representación social.

Y es que el delincuente, en esto como en otras cosas de que se ha de hacer mención, no se separa de la naturaleza ni del medio de la sociedad donde nace y vive, porque de esa naturaleza y de ese medio participa y se nutre, distinguiéndose por ser una representación exagerada de las inclinaciones de esa naturaleza y de las condiciones de ese medio, en donde existen, diluidos o atenuados, los vicios que él personifica.

La mujer es núcleo, punto de atracción, amparo y hasta fomento de la delincuencia habitual, con solo constituir el primer y más seguro elemento económico de esa delincuencia. Es un ser débil colocado en una función ilegal, que por imperiosa es tolerada, y que se mantiene bajo el protectorado de una fuerza abusiva. Este es su papel y este su entronque.

El rufián representa el autoritarismo masculino y todos los defectos de pudor y probidad de las sociedades de su tiempo. Empleado en la explotación, no se contenta con la relativamente fácil que le asegura el tributo de la mujer que de él depende, y por tendencias individuales y de relación con otros seres de su índole de la personalidad rufianesca, que parece la primitiva, según la manifestación jergal, surge la personalidad ladronesca y fulleresca, definiendo el tipo de rufián, que no es solo alcahuete, sino que es alcahuete y ladrón y cuantas cosas puedan desdoblarse de su natural, acomodado a todo género de explotaciones y abusos.

Por lo mismo, aunque el rufián se caracteriza en el tipo del bravo y baratero, y aunque por sus condiciones primordiales se identifica más con el delincuente de fuerza que con el de habilidad, y aunque haya rufianes que sean propiamente rufianes, y ladrones que no sean rufianes, la rufianería y la ladronería aparecen en contacto directo y constituyendo sociedad, en lo que se distingue el segundo y más característico entronque de la germanía.

GRUPO LADRONESCO.-Se puede juzgar de la importancia de este grupo, comparado con el anterior, fijándose en lo limitado de las conceptuaciones jergales que a la prostitución se refieren, y en lo diferenciado de todo cuanto respecta a ladrones y fulleros. Ciento ocho nombres distinguen por cualidades y especialidades a estos últimos, y la misma abundancia se aprecia en cuanto se refiere a su técnica profesional y a su vida de relación.

La gran fuente de las representaciones jergales dimana de este grupo, que constituye la verdadera germanía en su concepto de sociedad.

Y como en sus distintas clasificaciones aparece bien diferenciado, es inútil entrar en ningún preámbulo generalizador, siendo más propio y conducente abordar esta parte de la sociología criminal estudiada en el vocabulario de la jerga.

LOS LADRONES.-En Rinconete y Cortadillo, que sobre ser la más escogida de las novelas ejemplares, merece la predilección del antropólogo criminalista por ser un interesante estudio de las asociaciones delincuentes, Monipodio, el cherinol de la germanía sevillana, continúa el examen de los dos aventajados catecúmenos, interrogándolos del siguiente modo:

-«Volviendo, pues, a nuestro propósito, querría saber, hijos, lo que sabéis para daros el oficio y ejercicio conforme a vuestra inclinación y habilidad.»

La pregunta, que podrá parecer reveladora de la perspicacia del astuto interrogador, no es otra cosa que un término obligado, elemental e imprescindible, correspondiente a lo que en lenguaje procesal se llama generales de la ley.

Y no consistió en otra cosa que en las generales de la ley de los hampones, el interrogatorio a que Rincón y Cortado fueron sometidos. Primeramente les pregunta por «el ejercicio, la patria y los padres», luego por su sabiduría, y, últimamente, por el «ánimo», no solamente para acometer empresas, si que también «para sufrir, si fuese menester, media docena de ansias107 sin desplegar los labios y sin decir esta boca es mía».

De manera que el examen de ingreso consistió en inquirir accidental y secundariamente la filiación y en persuadirse de las aptitudes profesionales y de la consistencia individual como garantía de una sociedad que se funda en dar a cada uno oficio y ejercicio conforme a su inclinación y habilidad, y en mantener el secreto de sus procederes y sus actos.

Lo primero se demuestra muy cumplidamente con la variada y minuciosa clasificación de los ladrones.

Desde lo genérico a lo condicional y a lo especial, los ladrones aparecen clasificados por sí mismos, tal vez con más escrúpulo y competencia que un investigador pudiera hacerlo, porque nadie, en asuntos de interés, es capaz de clasificar a los suyos mejor que el propio interesado, y en germanía, como en cualquiera otra asociación, el interesado es la sociedad para los fines colectivos, sean los que fueren.

Genéricamente aparecen clasificados los ladrones que no se distinguían por determinada especialidad o condición, en: baile, bailador108, ciquiribaile, hacho109, murcio110, turlerín y birlo, (Birlar = estafar; birlador = estafador; birlesca = junta de rufianes y ladrones.) Al ladrón joven o principiante se le llama chirlerín111, ladrillo112 y bailico113; al viejo, bailón114.

Clasificados por condiciones, se denominan: similirante115, el ladroncillo temeroso; ratón, el cobarde116; buzo, el muy diestro o que ve mucho y profundiza en los asuntos referentes al delito, siendo de la propia familia el lince117, el atalaya118, el espía, el avizor119 y el avispón120, constituyendo todos la policía o espionaje de la hermandad: chucero121, el muy astuto; brasa122, el muy vivo; farabusteador123, el diligente; sano de Castilla124, el disimulado; y, genéricamente, los astutos y de buena disposición para el oficio de ladrones, águila, aguileño, sage125 y gerifalte126.

Por especialidades, se clasifican los ladrones según la calidad de las cosas u objetos de que se apoderan, o según la industria de que se valen para practicar el robo. Los ladrones de animales, verdadera especialidad de los gitanos y de los andaluces, se dividen en: lobo, lobatón (ladrón de ovejas y carneros127, gomarrero128 (de gallinas y pollos), gruñidor129 (de cerdos), apartador de ganado130 (de ganado en general), almiforero131 (de caballos o mulos) y cuatrero132, (de bestias).

Como el ladrón de animales es un ladrón rural, incluiremos como apéndice de este grupo al lagarto (ladrón de campo) y al salterio, tropelero133 y ermitaño de camino (salteadores).

Entre las especialidades figuran también el ladrón de bolsas, cicatero134; el de capas, redero135; el de cepos de iglesia, Juanero136; el que roba en tienda de sedas, alcatifero137, y el que roba oro, cachuchero138, aunque esto generalmente no significa especialidad, sino fortuna en encontrar oro y no otra clase de moneda. Como agregados a este grupo, se pueden incluir al hormiguero139 y al bajamanero140 o ratero, clasificados por la insignificancia o poco valor de sus hurtos.

En consideración a la manera de practicar el robo, aparecen clasificados los ladrones en dos grupos: comprende el primero a los que usan violencia o se valen de algún procedimiento mecánico, y también a los que se distinguen por su agilidad y resolución en sus empresas; comprende el segundo a los que practican el engaño treta o flor, como se dice en germanía.

Primer grupo: se llama genéricamente azor141 al ladrón de presa alta; volata142, al que hurta por ventana o tejado; ventoso143, al que hurta por ventana; altanero144 (o al que hurta por lugar alto; escalador, al que se vale de escala o de cualquier otro medio para subir; escalona, al que escala paredes; guzpatarero145, al que agujerea y horada las paredes; caleta146, al que hurta por agujero, y caletero, al que va con el caleta; calabecero, picador y percador147, al que emplea ganzúa, y garabero, al que usa garabato148; filatero149, al que hurta cortando alguna cosa, y si lo que corta es la ropa donde hay bulto de dinero, landrero150; al que extremadamente resuelto entra en cualquier casa, comadreja151; si toma con frecuencia, facilidad y descaro, tomajón152; si corriendo acomete a hurtar, volatero153; si arrebata lo que roba y huye, rastillero154; si quita por fuerza, despalmante155, y si desnuda al que roba, desmotador156.

Segundo grupo: lo subdividiremos para no confundir dos géneros de especialidades. Hay ladrones que apelan a cualquier forma de disimulo o, que se procuran cierto género de ventajas, distinguiéndose o por los agentes de que se valen, o por la profesión que adoptan, o por el momento en que practican el hurto, o por los disfraces que renuevan, o por su movilidad o por los lugares de su elección definida. Hay ladrones caracterizados en exclusivo por recurrir siempre a procedimientos de habilidad.

La primera subdivisión comprende: al fulidor157, que tiene muchachos a su servicio para que de noche le abran las puertas de las casas; al golondrero158, que se hace soldado para hurtar sin riesgo; al gollero159, que roba en los grandes concursos de gente; al murcigallero160, que hurta a primera noche; al murciglero161, que hurta a los que están durmiendo; al lechuza162, que hurta de noche; al lagarto163, que muda de vestido para que no le conozcan; al mareante164, que cambia de localidad y no tiene sitio de permanencia; al mercader, que anda siempre donde hay trato; al boleador y a los comendadores de bola165, que andan en ferias.

La segunda subdivisión comprende con seguridad dos categorías: la de los ladrones de habilidad y la de los tahures o fulleros. Para deslindarlas conviene inquirir la diferencia que pueda haber entre treta y flor. Seguramente que la hubo entre los puristas del lenguaje villanesco, pero fuera de ellos se confunden, de tal manera, que aun por Cervantes resultan barajadas. Rincón, especialista en flores, dice que aprendió «de un cocinero de un embajador ciertas tretas de quínolas y del parar, a quien también llaman el andabola», mientras que Cortado llama tretas a lo «que dicen mete dos y saca cinco» y a «dar tiento a una faltriquera con mucha puntualidad y destreza», lo que descubre sin género de duda que Rincón con sus naipes, que «usan de una maravillosa virtud con quien los entiende», era un tahúr, y Cortado, preciándose de que «no pende relicario de toca, ni hay faltriquera tan escondida, que mis dedos no visiten ni mis tijeras no corten, aunque la estén guardando con los ojos de Argos», era tomador del dos («mete dos y saca cinco»), tan tomador como los de ahora.

Puede admitirse, sin embargo, que la flor166 se refiriera en exclusivo a todo engaño hecho con los naipes, indicándolo así la significación de la palabra denominadora de un determinado juego, y que la treta (nombre que no es propiamente de germanía, aunque lo distingue la construcción jergal)167, señalara los demás juegos (los de dados sobre todo) y los demás procedimientos de habilidad en los delincuentes profesionales.

Justo es reconocer que lo que se refiere al juego y lo que alude al robo, constituye en el Vocabulario de germanía dos agrupaciones casi independientes; y digo casi, porque la independencia no significa otra cosa que especialidad, sin que se distinga en ningún caso la índole característica del fullero de la del ladrón.

De todos modos es bastante la indicación diferencial de ambas significaciones, sin que quepa en este estudio otro detalle, conviniendo que la atención se fije en la modalidad característica de ciertas tretas y de ciertas flores, que es lo que constituye, por decirlo así, la esencia del procedimiento.

Flores o tretas, ladrones o fulleros, se distinguen o por el predominio de la habilidad manual, o por el predominio de la habilidad que llamaremos psicológica. (Véase LA DELINCUENCIA HABITUAL. Tomadores, timadores.)

Habilidad manual es la del bajamano168, que entra en una tienda señalando con una mano alguna cosa, y hurta con la otra lo que tiene junto así; habilidad manual es la del landrero169, que cambia dinero, recibe el dinero y no da el cambio, dando a entender que lo ha dado. Habilidad psicológica es la del bribión170, que para engañar halaga con buenas palabras, y la del chancero171, que usa de chanzas o sutilezas para hurtar.

Lo que tiene es que esas habilidades no se pueden ejercer independientemente, necesitando el prestidigitador delincuente influir más o menos en el ánimo de su víctima para realizar el escamoteo, y necesitando el psicólogo un momento de acción para apoderarse de lo que persigue.

Trátase, pues, de dos habilidades combinadas, y no siendo posible colocar a un lado la habilidad manual y al otro la psicológica, la verdadera distinción consiste en definir los grupos, caracterizándolos por el predominio de la habilidad que los distinción consiste en definir los grupos, caracterizándolos por el predominio de la habilidad que los distingue, sin que puedan prescindir, para realizar el hecho, de la otra habilidad que se convierte en secundaria.

Las referencias del VOCABULARIO de Juan Hidalgo no son en modo alguno suficientes para conocer todas las variedades de habilidad usuales en la Germanía, aunque ya veremos en otra parte, de este estudio que lo fundamental puede reducirse a términos bien caracterizados.

Cervantes, en Rinconete y Cortadillo, habla de flores y de tretas, cuya definición no conocemos. Tales son el humillo, la sola, de las cuatro y de las ocho (jugar de), el raspadillo, el colmillo y la boca de lobo172.

Las definidas en el Vocabulario de Juan Hidalgo son las siguientes:

TRETAS (llamaremos tretas a todo aquello que se refiere principalmente a las prácticas de los ladrones, sin relación inmediata con las de los fulleros). Las definen las siguientes categorías de ladrones: Águila de flores llanas (ladrón que de ordinario usa flores ladronescas), bribión (que halaga con buenas palabras para engañar), levador (muy sutil, que usa de muchas tretas para hurtar), mareador (que trueca dineros), chancero (que usa de chanzas o sutilezas para hurtar), landrero (que juega de bocadillo)173.

No están definidos los procedimientos de que unos y otros se valen, porque no hay modo de escribir una técnica que se funda, más que en reglas, en la aptitud de cada individuo; pero se comprende que todos los procedimientos consisten en tener golpe de vista muy sutil y penetrante (véase lo que se dice del TIMO), en saber halagar ciertos sentimientos generalmente egoístas (véase también el TIMO), en saber enganchar a la gente (lo de levador debe interpretarse en el sentido literal de leva, enganche de incautos), en saber marear, ilusionar y engatusar con la palabra, después de haber adivinado con la intuición. El entretener con razones engañosas se llama encantar.

La treta, que en la jerga actual, con un sentido más exacto de lo que significa, se llama timo, es el modo de delinquir que se funda en la acción puramente personal sin empleo de coacciones materiales; es la coacción psíquica aplicada como proceder para apoderarse de lo ajeno.

Algunas tretas de otra índole se mencionan en el vocabulario de Juan Hidalgo. Tales son la pala174, la feila175, la compuesta176, la penchicarda177 y el pechardino de manga178.

FLORES (llamaremos flores a todo engaño que se relacione principalmente con los juegos de naipes y de dados.). Hasta ahora, en la organización de la germanía, hemos contado, aparte las mujeres, a los rufianes y ladrones, cuyo tipo aparece muchas veces refundido en esta sociedad. ¿Comprende esta refundición a los fulleros? Sin duda alguna.

La fullería es una modalidad de los procederes germanescos, que no varían, de propósito ya se especule con la mujer, ya se robe con o sin violencia o con falsía, o ya se engañe con los naipes y los dados o con cualquier otro modo de prestidigitación.

No existen tantas clases de fulleros como de ladrones; pero, sin embargo, en la clasificación germanesca aparecen algunas variedades.

Genéricamente, al jugador se le llama pillador179, ficante180 y espillador181, y al fullero cierto182, carretero183 y taquín184. Si es jugador de dados, se le conoce con los nombres de albaneguero y albanés185; si hace trampas floreando el naipe, es florero; si juega con dados falsos, hormiguero; si usa de la flor de retener o salvar, salvatierra; si toca o señala el naipe, tocador; si mete dado falso en el juego, brechero186; si tercia en el juego, brecha y brechador; si juega por y con dinero de otro, dancaire187, y si saca o obra el barato en la casa de juego, Vilagómez188.

En general, todos los nombres tienen un significado de provecho y de ventaja, no solamente al calificar a los jugadores, si que también a la casa de juego, al juego mismo, a los útiles y a los procedimientos para jugar.

Todos estos grupos de palabras constituyen un vocabulario especial en la germanía, lo suficientemente expresivo para comprender cuantas acepciones se refieren a esta manera de apoderarse de lo ajeno.

La casa de juego se representa como una red tendida a los incautos, y se llama boliche189, o como un lugar desde donde se acecha resguardadamente, y por tal razón se la llama garito190. El juego ha tomado su nombre de la misma idea sutil que bautizó con el dictado de brasa al ladrón muy vivo, tan vivo que lo que hurta lo debe coger con igual ligereza que si se tratase de brasas de fuego: tal ligereza debe ser indispensable para manejar los naipes y los dados, pues el juego es brasas, y si es también carro, no es carro del que se tira, sino carro o carrete que devana el dinero de los puntos191. El dado o los dados de jugar se denominan: brecha, peste192, gañir193, Juan Tarafe194, tarafes, hormigas195, albaneses y cuadros196. El dado hecho de mayor a menor se denomina asta197 y la terna de dados terniza. La baraja o los naipes son conocidos con los nombres de Lucas, Masselucas, boyuda, bueyes198, espillantes y huebra199.

Completa esta parte del Vocabulario de germanía una colección de voces referentes a las diversas flores que emplean los fulleros.

Flor y foraina200, quieren decir engaño; florear, engañar o florear el naipe; ficar es jugar, y espillar, jugar o quitar algo; mazada201 alude a que el fullero da con algún encuentro que junta; apandillar202, es procurar suerte favorable o formar encuentros con fullerías; armada o armadilla203, es dar uno a otro para que juegue; tira y tarafada son flores de fullero, verrugueta204 lo mismo en el juego de naipes; retén, es tener el naipe cuando el fullero juega, que se suele decir salvar (retener el naipe), y ellos dicen salvatierra; hincar, alude a la operación de hincar o fijar el dado; cargar, a cargarlo de mayor o menor; remolar205, a disponerlo de manera que no corra sino a la parte que está cargado; brechar, a meter dado falso en el juego; pandar206, a juntar y componer los naipes para hacer una trampa o fullería, y verruguetear a usar de verruguetas. Estas dos últimas con la verrugueta, la armada, el panderete, la astilla207, el ala de mosca, la raspa, el cortadillo, el ballestón y el redoblón208, son las flores de que los fulleros usaban en el juego de naipes y cuya modalidad no está definida en el Vocabulario de Juan Hidalgo209. De todas las palabras que se refieren a la fullería, sólo quedan por mencionar el bolsillo (bolsa que llevan los fulleros para esconder los naipes) y la tira angosta (jugo de bolos).

AUXILIARES DE LOS LADRONES.-En el vocabulario jergal aparecen las siguientes clases: el cofrade210 (ayudante de ladrones); el ondeador211 (que tantea por donde ha de hurtar); el gavillador212 (que junta los que han de llevar para el hurto); el aliviador (que recibe el hurto que otro hace y se va con él para ponerlo a cobro); el aguilucho y el aguileño (que entran a parte con los ladrones sin hallarse en el hurto); el corredor (que concierta el hurto); el correo (que va a dar los avisos); el piloto (que va delante de otros guiándolos para hacer el hurto); el doble (que ayuda a engañar); el paletero (que ayuda a hacer pala); el azorero213 (que acompaña al ladrón y lleva lo que hurta); el levador (que carga el hurto); el polidor (que vende lo que han hurtado otros), y el pulidor, pulido214 y arrendador (que compran lo que hurta el ladrón); el carduzador (que negocia con la ropa que hurtan los ladrones); el garitero215 (que encubre o da cama u hospedaje a los ladrones), y el polinche y poleo216 (que encubre a los ladrones o los abona y fía).

Hay otras clases de auxiliares o bienhechores, que no pertenecen fundamentalmente a la hermandad, y entre los que, según Monipodio, figuran «el procurador que nos defiende, el guro que nos avisa, el verdugo que nos tiene lástima, el que cuando alguno de nosotros va huyendo por la calle y detrás le van dando voces: al ladrón, al ladrón, deténganle, deténganle, se pone en medio, y se opone al raudal de los que le siguen, diciendo: «Déjenle al cuitado, que harta mala ventura lleva; allá se lo haya, castíguele su pecado». Al hablar de la justicia y las prisiones se verá cómo en el vocabulario jergal aparecen determinados algunos de tales auxiliares indirectos.

LOS MATONES.-Como tipo especial, tienen en el vocabulario germanesco representación bastante limitada y pobre.

Los nombres de los rufianes (cherinol, jayán, jaque, león, pendencia, rufo y ruido) indican que su categoría era la de bravos o matones. El Licenciado Chaves, en su Relación de la cárcel de Sevilla, evidencia el papel principal y dominador que representaban los valientes.

Pero en germanía, para los fines positivamente utilitarios de la hermandad, el matón, por su exclusiva cualidad de bravo, valía poco y representaba poco. El vocabulario nos indica que la industria tiene más importancia que la fuerza.

A cuatro nombres queda reducida toda la calificación jergal de estos individuos, que en el corral de Monipodio están representados por Chiquiznaque y Maniferro, «dos bravos y bizarros mozos, de bigotes largos, sombreros de grande falda, cuellos a la valona, medias de color, ligas de gran balumba, espadas de más de marca, sendos pistoletes cada uno, en lugar de dagas, y sus broqueles pendientes de la pretina». Bravote217 se llama al fanfarrón o matón; bravatero, al que hace fieros; vigornio218, al guapo o valentón de los que andan en cuadrilla, y los del a vigornia, a los guapos que andan en cuadrilla para hacerse temer219.