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ArribaAbajoLlamo a los poetas

Si existe un poema donde podamos profundizar en la poesía de la guerra civil, éste es el poema que Miguel Hernández tituló: Llamo a los poetas, que incluyó en su libro El hombre acecha. Analizado desde la vertiente del doble sentido, podemos hallar en él varias intenciones: una, la de homenajear a sus ya famosos amigos poetas, y otra la de llamar a los poetas para que bajaran a la realidad y le acompañaran en la poesía del compromiso, bélica o de urgencia, y marcharan a los frentes como él mismo hizo.

Y además, de alguna forma implícita o negligente omitió otros nombres de amigos poetas (entre ellos a mujeres), a las que no nombró, quizá por su poco prestigio literario en esos momentos tan delicados de la contienda u otras razones. Ante este dilema sería muy provechoso conocer, aunque sea someramente, quién es quién es este poema que tantos quebraderos de cabeza ha dado a los analistas de su obra.

A Federico le nombra dos veces y ninguna con el apellido. Aparece un Juan que no se sabe ciertamente de quien se puede tratar pero se especula con el de Gil-Albert, y dos antonios para repartir entre tres apellidos: Machado, Aparicio y Oliver.

El resto de los poetas aparecen implicados en todos los frentes contra el fascismo. Libros y armas, poemas y trincheras.

Empieza el poeta con Entre todos vosotros..., tomo silla en la tierra, alude a bajar de la nube en que todos los poetas viven para luchar y convertir los poemas en armas. En alusión a Residencia en la tierra de Pablo, y Pasión de la tierra de Vicente. Sigue proclamando su soledad con ese barroquismo sabéis / lo solo que yo soy, por qué soy yo tan solo/...tan solos yo y mi sombra. Aquí hace un juego de repeticiones malabares de alta factura, otro poeta menor hubiera seguido las reglas de la gramática con estoy yo tan solo, y estropea la belleza estilística del verso.

Sigue con la petición de hablemos del trabajo..., donde la telaraña y el alacrán no habitan. Metáfora de querer salir fuera del boquete en que viven, puesto que la telaraña y el alacrán habitan en boquetes oscuros. Ese boquete son los museos, bibliotecas, aulas, lugares sin emoción, sin tierra, glacial o glaciales. Y remata la estrofa con la clarividente expresión de que en esos lugares se verán sus libros en el futuro. La sexta estrofa compuesta de alegorías pavo real como vanidad en la auto-contemplación de la belleza, palabras con toga de la cátedra y del bonete, la pantera de acechos como la fiera que llevamos dentro, y pide claramente que abandonemos la solemnidad. Continúa con metáforas que en definitiva aluden al quitarse las máscaras de la hipocresía y de la mentira, con bajar del pedestal de la alta estima en que se tienen. Pide un acto plañidero como punto de encuentro: llorar sobre la tumba del asesinado Federico García Lorca, como referente espiritual de todos los poetas de la época republicana que fue asesinado en Víznar (GR) 19-08-36, como ya se ha dicho. MH fue eludido y ninguneado por Lorca «le tenía alergia» deja bien claro que no le tenía ningún rencor, nobleza probada. Continúa con otras estrofas alegóricas, los poetas son sembradores de esperanza, y a la vez, de lo efímero de ser poeta, y acaba con una invitación a nadar en la aguas de la verdad, y aquellos que han mentido o no se han implicado, el labio de la verdad los delatará en la historia.

Al final de 1938, MH, enfermo, se da cuanta de su debilidad y de la debilidad de la República, y aprecia o se da cuenta, que no todos los intelectuales han dado el «callo», si se me permiten la expresión, y como un ángel solitario desciende a la tierra para pedir ayuda terrenal, cuando en la segunda estrofa de este poema testimonio escribe: lo solo que yo soy, por qué soy yo tan solo/. Andando voy, tan solos yo y mi sombra. La estrofa primera de «llamo a los poetas»:

En la tercera estrofa hace Miguel una relación de apellidos de poetas:


Alberti, Altolaguirre, Cernuda, Prados, Grafías,
Machado, Juan Ramón, León Felipe, Aparicio,
Oliver, Plaja, hablemos de aquello a que aspiramos:
Por lo que enloquecemos lentamente.



Y en una arenga casi militar les pide que se quiten la máscara de hipócritas, que se reconcilien, de lo efímero de ser poeta con una racha de Otoño nos deja moribundos/ sobre la huella de los sepultados, pero, reconoce que son útiles porque saben dar esperanzas «con el terrestre sueño que alentamos».

En la treceava estrofa quiere poner nombres a los apellidos de la tercera estrofa:


Hablemos, Federico, Vicente, Pablo, Antonio,
Luis, Juan Ramón, Emilio, Manolo, Rafael,
Arturo, Pedro, Juan, Antonio, León Felipe.
Hablemos sobre el vino y la cosecha.



Y si comparamos esta lista de nombres con la anterior nos damos cuenta de que se repiten poetas y aparecen otros nuevos. Y este artículo quiere poner en orden la lista de poetas, cuyas interpretaciones han dado mucho que hablar a los analistas, en alguna ocasión comentados por Leopoldo de Luis y J. Urrutia. Sin embargo, creo, que puede y debe ser ampliado por la importancia de los nombres evocados u omitidos.

Los nombres invocados en Llamo a los poetas ya aparecen en el libro: Poetas en la España Leal, Ediciones españolas, Madrid-Valencia 1937, excepto Juan Ramón Jiménez, Aleixandre, ni Neruda por ser extranjero. A Federico García Lorca no lo puede llamar porque fue asesinado. Ramón Sijé murió el 24 de diciembre de 1935, no fue nombrado. El nombre de Antonio se repite dos veces, uno Antonio para Machado y el otro para su amigo el cartagenero Antonio Oliver Belmás (1903-1969), quien no fue poeta de guerra ya que sus «loas» fueron publicadas en 1947, aunque sirvió en el Frente Sur dirigiendo una emisora de radio, según el artículo de Pilar C. Zarco y Verónica G. Ortiz en El Eco Hernandiano. Antonio Oliver marido de Carmen Conde Abellán, poetisa y la primera mujer académica de la RAE, que ocupó el sillón K, matrimonio «amigos incondicionales y desprendidos...» según Ramón Pérez Álvarez (Biblioteca Hernandiana), ambos fueron muy importante en los inicios del «lunipastor», ya se ha comentado lo del recital Perito en lunas del con su famoso cartel de Paco Díe, perdido en el tren. Pero su amiga Carmen Conde queda silenciada en Llamo a los poetas, porque como puede leerse no hay ninguna de sus amigas poetisas: Carmen Conde, María Cegarra o María Zambrano. Esta callada de MH debería ser estudiada.

A Juan Ramón Jiménez (Moguer,1881-1958) le nombra inútilmente, la República le envió a Puerto Rico y a los EE.UU. Luis Cernuda (Sevilla 1902- Méjico1963), en 1938 marchó a Inglaterra invitado por su amigo Stanley Richarson, donde fue lector de español en Glasgow.

Miguel Hernández nombra a Manolo para Altolaguirre, (Málaga, 1905-Burgos, 1959), cofundador como ya se ha dicho de la revista malagueña Litoral con Emilio Prados, posteriormente, Altolaguirre desarrolló una labor de impresor en la colección Héroe, donde Miguel Hernández publicó El Rayo que no cesa en el 24-01-34, además este poeta e impresor obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1933 por su libro La lenta libertad. Perteneció a la redacción de la revista Hora de España y le publicó también a Juan Gil-Albert Misteriosa presencia, a Rosa Chacel, a Emilio Prados, a Morillo Villa...

El nombre de Emilio es sin duda para Prados, (Málaga,1899-Méjico,1962), estuvo en la Residencia de Estudiante donde conoció a todos los de su generación, los del 27, según Pepín Bello, «no ganó una pesetas en su vida y, además pretendía socorrer a otros». Rafael para Alberti (Puerto de Santa María, 1902-1999), «tenía una memoria de elefante» se hizo comunista cuando se casó con M.ª Teresa León en el 30. El nombre de Juan se debe referir a Juan Gil-Albert, el más activo en la redacción de la revista «Hora de España», donde conoció a MH en la Ponencia Colectiva.

Arturo es para Serrano Plaja, poeta madrileño (San Lorenzo del Escorial, 1909-California 1979), a quien Miguel Hernández conoció en Madrid en su primer viaje a la Corte. Fue quien redactó el acta de la Ponencia colectiva del Congreso de escritores en Julio de 1937, donde también participó Miguel antes de salir para Rusia. El nombre de Pedro es para Garfias (Salamanca, 1901-Monterrey,1967) el cual aparece en el Romancero de la guerra civil española, se exilió en abril del 39, y en el 41 publicó en Méjico Romances de la guerra española. León Felipe, nació en Tabarra (Zamora),(1884-1968). Licenciado en Farmacia, al principio se mostró con una poesía beligerante, publica La Insignia (1937), poema de dolorosa intensidad por España y por la humanidad. El payaso (1938), El hacha y Español de éxodo y del llanto (1939). Aunque el editor de Poetas en la España leal, no le apreciaba mucho, exilió en Méjico en 38.

No nombra a Lorenzo Varela que en el 36 se afilió a la Alianza de Intelectuales Antifascistas, voluntario para el campo de batalla en la 11ª División bajo el mando de Líster, participó en el II Congreso. Al finalizar la guerra pasó los Pirineos y estuvo en el campo de concentración de Sain Cyprien (F), luego pasó a México y a la Argentina. Falleció en 1978. Tampoco nombra a José Bergamín editor de Cruz y Raya, ni a sus amigos de Orihuela, quizá no por olvido, sino porque no había que llamarse. Ni a Rafael Dieste, que perteneció a la Alianza de Escritos Antifascistas, participó en el «Romancero de la guerra civil» con MH, en el 39 se exilio en Francia, Rótterdam, Montevideo y Buenos Aires, regresó a Galicia en 1961. Luis Felipe Vivanco Bergamín (San Lorenzo del Escorial- 1907-1975), arquitecto y poeta, sobrino de José Bergamín, autor Cantos de primavera, en 1936, se pasó al bando de los sublevados. O José Herrera Petere (Guadalajara 1909-1977), poeta de guerra.

Muchos escritores se exiliaron «a la primera de cambio»: Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda (aunque regresa a Valencia en el 37), Azorín, Baroja, Ortega y Gasset, Arturo Barea, Pedro Salinas, (Lorca, Valle-Inclán y Unamuno muertos en el 36). María Zambrano, fue valiente y consecuente con sus ideales, se había casado con el historiador Alfonso Rodríguez Aldave el 14-09-36, fue nombrado secretario de la Embajada de Chile, a mediados de 1937 se vinieron los dos desde Chile a Valencia, y se incorporó en la redacción de la revista Hora de España. V. Aleixandre estuvo enfermo casi durante toda la guerra, no se exilió, y no fue un auténtico poeta de guerra a pesar de que publicó El Fusilado y Oda a los niños de Madrid muertos por la metralleta. El chileno Neruda vivió en España entre 34 y el 38, marchó a París y vivió junto al matrimonio Alberti.

Los auténticos poetas belicosos fueron los jóvenes: Altolaguirre, Alberti y su mujer, Plaja, Gil-Albert, Moreno Villa, Rafael Dieste y Lorenzo Varela, Bergamín, Petere, Emilio Prados.

La conclusión a la que llego es que la poesía comprometida, urgente o de guerra es una arma peligrosa, a la que temen todos los dictadores y regímenes totalitarios, porque la palabra jamás muere y persiste como la de Miguel, porque se ha convertido en llama eterna y símbolo de poeta auténtico y consecuente con sus ideales, hasta pagar con su vida.

Ilustración 14. Llamo a los poetas



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