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El Monserrate

Cristóbal de Virués



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Al Exmo Señor Don Joaquín Roca, y Castelví &c. Conde de Buñol, gentilhombre de cámara de S. M. con exercicio &c.

EXMO. SEÑOR:

Un poema épico de tan alto mérito, y que salió por primera vez a la luz pública baxo los auspicios del inmortal Felipe II, y cuyo autor es un benemérito valenciano, como V. E. lo es, juzgo tiene suficiente recomendación para hallar honrosa acogida baxo su sombra, y amparo. Añádese a esto, que la afición que profesa V. E. a toda literatura, particularmente a la poesía, y los estrechos vínculos con que la gratitud me tiene unido a su persona y a toda su familia, no me dexan arbitrio para la elección de Mecenas. Dígnese pues V. E. admitir a su trato al Capitán Virués, que a buen seguro no se arrepentirá de haberle conocido, pues en la lectura de su Monserrate hallará V. E. mucho que admirar, y que aprender.

B. L. M. de V. E.

su reconocido servidor

Agustín Bonacasa.

  —I→  
A los apasionados a la buena memoria
del célebre capitan y egregio poeta
valenciano Cristobal de Virués


ArribaAbajoDiscurso preliminar

Si la noble emulacion de siete ciudades de Grecia llegó á competir por la palma de haber dado cuna al inmortal cantor de Aquíles, ¿quan envidiable deberá ser la gloria de Valencia, que vió nacer en su regazo no uno solo, sino muchos Homeros, cuyas liras acordes resonaron dulcemente en la cumbre del alto Pindo, siendo las delicias y el recreo del mismo Apolo? Las Musas placenteras miraron siempre con risueño semblante aquel suelo fecundo de ingenios poéticos, é introduxeron en el alcázar de aquella deidad á los Aldanas, Artiedas, Polos, y Rebolledos, formando vistoso coro con los Ausías, Agnesios, Mercaderes, y Aguilares, cuyas huellas siguen felizmente con asombro de los eruditos los Colomeses, Lassalas, y Bahamondes

. Estos, y   —II→   otros muchos canoros cisnes vieron nacer   —III→   las riberas del Turia apacible, cuyo clima,   —IV→   en sentir del sábio historiador Mariana,   —V→   es el mas á propósito entre los restantes   —VI→   pueblos de la península para criar   —VII→   ingenios sublimes1, cuyos progresos en las artes, y bellas letras confiesan francamente hasta las naciones mas remotas. Pero el sublime mérito de las obras poéticas del capitan Cristobal de Virués merece ciertamente un lugar muy distinguido en el Parnaso Español, y por ello nos proponemos dar una breve noticia a los aficionados á la poesía de su excelente poema El Monserrate, deseando se renueve, por medio de su reimpresion, el buen gusto que caracterizó á nuestros poetas del siglo XVI. Y para proceder con el orden debido, digamos algo tambien de nuestro Virués, y su familia. Valencia le vió nacer, y ya desde sus niñeces se echaron bien de ver las vislumbres de su virtud, valor, y talento prodigioso. Procuró darle una educacion correspondiente á su estado su buen padre Don Alonso, natural de la misma ciudad, excelente médico, y humanista de primer orden. Las proezas militares de aquellos héroes inmortales de su siglo inflamaron su pecho, y le hicieron tomar las armas.   —VIII→   Sirvió con la mayor reputacion al invencible Felipe Segundo en la expedicion y armada naval de Lepanto. Los mas famosos guerreros de aquella Liga quedaron asombrados del invicto valor de este rayo de Marte. De allí pasó al estado de Milán, donde continuó sus servicios. Su propension á las Musas le tenia dulcemente embelesado en aquellos intervalos de ocio que le permitian los estruendos de Belona. Por ello se hizo acreedor á los justos elogios, que de su disciplina militar, y brillante mérito en la poesía, hicieron en todos tiempos los sábios de mejor nota. En el prologo de sus Obras trágicas, y líricas se atribuye la gloria de haber sido el primero que reduxo las comedias á tres jornadas, como hoy regularmente lo acostumbran nuestros poetas cómicos y esta misma primacía le concede francamente Lope de Vega2.

Don Nicolás Antonio no nos dexa duda alguna sobre la patria de nuestro Capitan Virués en las siguientes expresiones: Christophorus de Virues, valentinus, ex ipsa urbe principe, quod quidèm   —IX→   patrium appellans Turiam, fluvium eidem adjacentem, confirmare nobis videtur3, y se apoya en las mismas palabras de nuestro poeta, donde dice:


    Querido, y pátrio Túria, quando pienso
En lo que sin cesar pensar debria,
Entre tu tanto bien quedo suspenso &c4.

Baltasar de Escobar, su amigo, y coetáneo, confirma esto mismo en la carta que le dirige en elogio del poema El Monserrate, «Demás de esto (son expresiones suyas) habiendo vmd. de formar el poema de materia verdadera, fue bien considerado tomalla de historia de aquellos reynos de donde vmd. es natural, siéndolo de Valencia, porque demás de cumplir con el precepto de Platon, de que nacemos para nuestra patria, es respeto de ánimo reconocido emplear el talento en pagar lo que le dió la benignidad de aquel clima tan favorable á los ingenios5. Esto mismo,   —X→   y mucho mas expresa en abono de quanto va referido el Doctor Don Vicente Ximeno en sus Escritores Valencianos6.

El haber servido nuestro Virués á Felipe Segundo ascendiendo hasta el grado de capitan, es igualmente notorio, y averiguado. El mismo Virués en su enérgica égloga de la batalla naval de Lepanto confiesa haberse hallado en dicha expedicion, quando en persona del pastor Criseo se expresa de esta suerte:


    Es como de lo vivo á lo difunto
El oirlo contar, Felicio amigo,
Y el quererte mostrar aquí el trasunto.
    La menor parte de lo que hay no digo
En quanto á encarecer la menor parte,
Aunque de todo fuí tan buen testigo.

Y hácia el fin de dicha égloga, después de haber pintado con la mayor viveza el choque, y triunfos, que la católica Liga reportó de las lunas otomanas, y como nuestra armada partió para Mesina, añade lo siguiente:

  —XI→  
    Al fin allí, pastores, pues quedamos
En aquel puerto de Mesina, donde
Divertidos en fiestas hibernamos,
Mientras el cielo el claro tiempo esconde;
Y segun victoriosos nos hallamos,
Si al ánimo la suerte corresponde,
El año de setenta y dos cercano
Era nuestro el imperio del tirano7.

El presente poema épico, titulado: El Monserrate, ó bien sea fundacion de aquella Real Casa, y cámara angelical, con la relacion de la vida y penitencia de Fr. Juan Garin, se dió por primera vez á la luz pública en Madrid año de 1588 (y no 1587, como lo afirma Don Vicente Ximeno8 en sus Escritores Valencianos, siguiendo sin duda equivocadamente en esta parte a Don Nicolás Antonio) de que he visto un exemplar en la Real Biblioteca del Escorial, impreso por Querino Gerardo, y dedicado al Príncipe nuestro Señor: allí mismo se reimprimió en 1601; luego el mismo Virués le reimprimió en 1602 en Milán, en casa de Gratrado Ferrioli, titulándole El Monserrate segundo, no porque fuese   —XII→   segunda parte de dicho poema (pues es obra en sí perfecta, y completa en todas sus partes) sino porque salió mas aumentado, y añadido; y así la edicion última, que se hizo en Madrid en 1609, en casa de Alonso Martin, dedicada al Rey nuestro Señor, se conformó con la insinuada; y de dicha edicion última he visto un exemplar en la Real Biblioteca de S.M., y otro en la de San Francisco el Grande de esta Corte, segun el qual se hace la presente reimpresion.

Al principio se lee la expresada carta de Baltasar de Escobar, que mi eruditísimo patricio Don Gregorio Mayáns y Siscar insertó en sus Cartas Morales. El objeto de Escobar fué dar á conocer el mérito de este poema épico, el mas ajustado, segun dice, á las leyes de la poesía heroyca de quantos se han escrito en lengua castellana.

En aquel discreto examen de libros, que fingió el inmortal Cervantes en su Don Quixote, se hace igualmente honorífico recuerdo, y se recomienda el mérito singular del Monserrate, habiéndose mandado reservar del incendio á que fueron condenados otros muchos libros, por   —XIII→   ser una de las mas ricas prendas de poesía que tiene España, y uno de los mejores libros, que en verso heroyco están escritos en lengua castellana, el qual puede competir con los mas famosos de Italia9.

Sus Obras trágicas, y líricas merecen igualmente la mayor recomendacion, aunque no tanta como el Monserrate, por haberlas trabajado el autor en su mocedad, y hallarse el teatro moderno mas reformado, y con muchas ventajas al de los tiempos de Virués; sin embargo no dexa de tener su mérito el entusiasmo poético, la variedad del metro, la diccion castiza, y otras mil bellezas que en ellas se descubren. Dichas obras, segun Don Nicolás Antonio, y Don Vicente Ximeno se dieron una sola vez á la luz pública, y fué en Madrid por Alonso Martin (no Luis, como aquellos afirman) en 1609, en 8.º; pero por una licencia que hay allí del Ordinario de Milán de 1604 para la publicación de dichas obras, conjeturo con alguna probabilidad, que la de Madrid fué reimpresion   —XIV→   de la que en dicho año, y en la mencionada ciudad se hizo por primera vez. Contiene esta obra cinco tragedias, intituladas: La gran Semiramis; La cruel Casandra; Atila furioso; La infelice Marcela; y Elisa Dido. Las obras líricas comprehenden una tercera parte de dicho volumen; entre ellas hay algunos sonetos muy discretos, y otras poesías y canciones líricas de mucho mérito, y la ya insinuada égloga de la batalla naval de Lepanto.

Por no hallarse sino muy escasamente, y fuera de dichas obras, una cancion lírica, que nuestro Virués escribió en elogio de las Jornadas para el Cielo, la insertaré aquí, por ser muy tierna, y un rasgo de sus años juveniles, que muestra bastantemente los sentimientos, de que estaba poseido el corazon de este poeta cristiano. Es pues la siguiente.




CANCION LÍRICA


    Ya que volveis al cielo,
Que es vuestra dulce tierra,
O alma, por jornadas tan seguras,
Recibid el consuelo
Adonde Dios encierra
—XV→
Sus mayores regalos, y dulzuras;
Porque por las alturas,
Donde con clara luz Moreno os guia,
No perdais el aliento
Por falta de alimento,
Y quedeis con desmayo, y agonía,
Y con pena infinita
Nel mezzo del camin di nostra vita10

    Toma el manjar suave,
Que agora se te ofrece,
Pues excede al mejor del suelo en gusto,
Y en provecho no hay ave,
Planta, animal, ó pece,
Que á vuestra calidad venga tan justo.
El pecho que de injusto
Está para morir de mortal asma,
Y el corazon helado,
Que está con el pecado
Tal, que vuestra virtud oprime, y pasma,
Quitándoos poco á poco
La dolce vista del beato loco11.

    Esta sacra comida,
Tomada de la suerte
Que el Autor os la da por dulce postre,
Restituye la vida,
Ahuyentando la muerte,
Y tras ella no hay bien que no se arrostre,
—XVI→
Ni mal que no se postre,
Ni gusto terrenal que no empalague,
Ni celestial dulzura
Que no os esté segura,
Sin que su dulce gusto el mundo estrague,
Aunque en aquello os cebe
Che sempre inchina aquel che mensi deve.12

    Pues donde se interesa
Tanto bien, y regalo,
Y tal remedio para el alma enferma,
Vaya corriendo apriesa,
Sin que cause intervalo
Ninguna cosa de esta tierra yerma:
No se enagene, y duerma,
Aunque el cantar de mil sirenas sienta,
Que al fin de la jornada
(La racion mejorada)
Le dará este manjar, que la sustenta,
El lugar que pretende
Nèl ciel che piu de la sua luce prende.13

    Allí donde tú aspiras,
Alma cristiana bella,
Y allí donde Moreno te encamina,
Si bien su cara miras,
Y su luciente estrella,
Por quien el puerto de salud se atina,
Allí donde te inclina
—XVII→
El amor de tu patria tan querida,
Allí te dará el resto
Aquel que aquí se ha puesto
En el manjar que es tu camino, y vida,
A donde el gozo eterno
Nè stato el cangra ne lo spegne il verno. 14

    Aunque pudieras decir mas, conviene,
Cancion, que no detengas
Con prolixas arengas
Al que siguiendo al gran Moreno viene,
Tras la luz de su rostro,
Ornamento è esplendor del secol nostro.15

Qué tal? parece que no siga la profesion militar quien así se explica, sino que sea el asceta mas contemplativo, y versado en materias de la mística mas refinada; pues tales son la mayor parte de sus poesías. Siempre tienen por blanco la utilidad mezclada con la dulzura, sin exceder los límites del decoro aun en las pinturas mas halagüeñas. ¡Poetillas almibarados!   —XVIII→   que profanais el sagrado de las Musas con vuestras amorosas cantilenas, y obscenas letrillas; ¿de quando acá os habeis encaprichado que la poesía séria, y sensata, esa hija de las dulzuras del cielo, pierde de su esplendor, y decoro, quando se la hace servir junto al trono de la deidad increada, y emplearse dignamente en cantar sus inefables atributos? Descorred el velo á vuestra preocupacion, y seguid las honrosas huellas de nuestro Virués, del inmortal Fr. Luis de Leon, del Agustiniano Malon16, y de tantos otros sensatos, hijos del verdadero Apolo, que inmortalizaron el Parnaso Español con sus amenas producciones.

Ni quiero menos defraudar al gusto de los eruditos de un discreto soneto del mismo Virués, dirigido a Felipe Segundo, en alabanza de la expresada obra de las Jornadas para el Cielo, y es el siguiente.

  —XIX→  

    Sacro Felipe, cuyo nombre solo
Doma los fieros monstruos de Levante,
Y los que tiene y mira el alto atlante,
Y quantos ciñe el mar, y alumbra Apolo:

    Reparo, abrigo, puerto, monte, polo,
Donde la Santa Madre militante
Asegura la barca fluctuante,
Por mas que sople el infernal Eolo:

    Entre las obras del gobierno honroso
En que os ocupa todo el ancho suelo.
Esta importante obra se os ofrece:

    Favorecedla, Príncipe glorioso,
Pues obra de Jornadas para el Cielo
Vuestro real favor pide, y merece.

Razon será hacer aquí honorífico recuerdo del padre y hermanos de nuestro insigne poeta, todos eruditos, y amantes de las Musas. Aquel, como dixe arriba, fué uno de los mas famosos médicos que tuvo Valencia en su tiempo, conservó estrecha amistad y comunicacion literaria con el célebre Juan Luis Vives, nuestro paisano. Debieron sin duda ser muy eruditas sus cartas, porque escribiendo Vives á Erasmo en 1527, se expresó en estos términos: Missi ad te nupèr quod mihi erant illinc ab Alphonso Viruesio scripta:: :: ::- y contrayéndose luego á cierta   —XX→   carta de Virués, añade: Ea epistola circùm per Hispaniam et legitur cum maxima omnium approbatione, et est elegantissimè scripta17. Sus hermanos Gerónimo y Francisco de Virués no fueron menos humanistas que el padre. Aquel, al paso que era médico muy acreditado, no dexó de ser elegantísimo poeta. Concurrió en Valencia, su patria, á la Academia de Humanidades, llamada18 de los Nocturnos, desempeñando el título de académico con elegantes discursos, é ingeniosas poesías, no faltando un momento a sus obligaciones, y al crédito que se grangeó en casi toda España de médico sublime, como lo expresa el agudísimo poeta valenciano Don Vicente Marinér en el siguiente dístico:

  —XXI→  
Utroque affulsit divinus Apolline summo
Splenduit et medicus, versibus et nituit19.

Vaya en prueba de esta verdad siquiera un solo soneto; en que elogia el presente poema del Monserrate de su hermano Cristobal.



    Un Ulises prudente, un pio Eneas
En sus largos viages, y cuidados
De ánimos, y elementos indínados,
Metidos en mil ásperas peleas,

    Hace mi hermano aquí, lector, que veas
En un Monge pobrísimo cifrados.
Y con cristiana poesía ornados
De mil hermosas galas, y libreas;

    Y vivamente ante tus ojos pone
La maravilla vista en Monserrate
Del virginal retrato, y templo santo:

    El arte juzga tú con que dispone,
Y guarda, y da su altísimo quilate
Al verso heroyco, y al heroyco canto.

Don Francisco Virués, su hermano, fué sacerdote, teólogo, y beneficiado en la Santa Iglesia Metropolitana de Valencia, su patria, profesó igualmente aficion á las Musas, como se colige de algunas poesías suyas que han quedado manuscritas, segun lo afirma con documentos el mencionado Don Vicente Ximeno en sus Escritores Valencianos. El sentimiento que causó al Capitan Virués la muerte de este su caro hermano, le expresa en el siguiente




SONETO


    ¡Ay dulce hermano! ¿qué dará consuelo
A quien le quita la espantosa mano,
Que tan en daño mio, tan temprano
Os arrebata de este triste suelo?

    ¿Darále el ver que vais sin duda al cielo?
¿Podrá tener un corazon humano,
Perdiendo en vos tan principal hermano,
En tal dolor este discurso, y zelo?

Este pequeño ramo tan medrado
De Virués en Valencia, ya no espere
Ser qual el de su origen señalado:

Con vos, Francisco, su esperanza muere,
Todo será dolor, pena, y cuidado
Hasta que donde estais con vos se viere.

  —XXIII→  

Por último hasta su misma hermana Gerónima Agustina Benita de Virués fué muger muy perita en la lengua latina. ¡Contagio feliz de literatura hereditaria, que prendió hasta en un sexô, que regularmente se retrae de la sujecion á Minerva! Pero tal era el exemplo de su padre Don Alonso, y tal el estímulo de nuestro Capitan Virués con sus inmortales obras. De estas pues, ó lector erudito, te presento la mas apreciable en el Monserrate, cuya reimpresion he procurado con el objeto de promover el buen gusto en la poesía española, y las glorias de los hijos de mi patria. Madrid, y Mayo 20 de 1804.

  —XXIV→  

Carta de Baltasar de Escobar sobre este libro quando se imprimió la primera vez el año de 1588.

He leido con mucho gusto mio, y considerado el Monserrate, poema con que vmd. ha ilustrado su patria, y enriquecido nuestra lengua, y confesaré una verdad desnuda de la pasion de amigo, porque la modestia de vmd. no la recuse, que de los poemas heroycos que hasta ahora han salido en España, que casi todos se han dado á la estampa de veinte años á esta parte, ninguno he visto que me haya dexado satisfecho como el de vmd., porque si bien en algunos se halla, ó agudeza de conceptos, ó gala de elocucion, ó hermosura de invenciones, en los mas se descubre desproporcionado argumento, inobservante contextura, y inculto estilo, cayendo en tales defectos, unos de floxedad y pereza (vicio en que facilmente dan los buenos ingenios) otros de ignorancia del arte, otros por no se querer sujetar á las leyes del poeta épico, gustando de vivir en las de naturaleza, digo en las de su buen natural, que es condicion propia de nuestros españoles; y así han emprendido poemas heroycos, sin cuidado de los tres principios en   —XXV→   que deben poner la mira en la epopeya, que son invencion, disposicion, y elocucion; y pues á vmd. he conocido cuidadoso en ellos, no callaré, por modo de discurso, lo que en estas tres partes he advertido por mas notable, y de consideracion. Lo primero hizo vmd. eleccion de buen argumento, religioso, porque demás de la autoridad que con esto recibe, si uno de los principales efectos que ha de hacer el poeta, es mover los afectos de los lectores; mas seguro será para la conciencia contar las acciones de buen exemplo, que fábulas lascivas que provoquen pensamientos amorosos, por el escrúpulo del pecado á que se pudo dar causa. Fué tambien acertada eleccion sacar el argumento de historia verdadera, porque, autorizado, como he dicho, con la religion, y ayudado de la verdad, durará mas en la memoria de las gentes: así lo hicieron Homero, y Virgilio, príncipes de la poesía griega y latina, no juzgando por menos ingenioso artificio contar con novedad los casos sucedidos á Aquiles y Eneas, que inventar otros de nuevo: valiéndose, en la narracion de aquellas, de la licencia y arte poética, que permiten y requieren los enxertos de las invenciones, y para esto es muy á propósito la historia en que se funda el poema antiguo; porque estos enxertos,   —XXVI→   mas parece que son reparar lo que los tiempos han arruinado en este edificio histórico, que hacer en él nuevas fábricas, mayormente no ofuscándose ni pervirtiéndose la verdad puntual de la historia, ni siendo estos enxertos impios, sino antes de sana y exemplar doctrina, ni siendo artículo de fe la historia en que se enxeren: con todo lo qual vienen a ser justa y doctamente aplicados, y mas siendo verisimil. Y porque la verisimilitud es una de las dos partes naturales del heroyco, siendo la otra la maravilla, que en sí mesmas casi tienen repugnancia estas naturalezas: digo, antes de pasar adelante, que vmd. las ha acomodado y hecho tan compatibles, que lo verisimil siempre en este poema va templando lo maravilloso para que no pase al exceso, y lo maravilloso quando parece que va a exceder, atribuyéndose á Dios, o al demonio, se salva con lo verisimil. Esto se ve bien en la estanza última del canto primero, que comienza: no es maravilla pues que Garin quede: diciendo lo que satanás puede y obra con estímulo de hermosura en nuestra flaqueza. Demás desto, habiendo de formar el poema de materia verdadera, fué bien considerado tomalla de historia de aquellos reynos de donde es vmd. natural, siéndolo de Valencia; porque demás de cumplir con el   —XXVII→   precepto de Platon, de que nacemos para nuestra patria, es respeto de ánimo reconocido emplear el talento en pagar lo que le dió la benignidad de aquel clima tan favorable a los ingenios. Las personas asimismo que introduce vmd. todas son convenientes á escena épica, para que las acciones salgan nobles y generosas, con lo qual, segun Aristóteles, y los que le exponen, se ha cumplido bastantemente con la primera parte, que es la invencion. Vamos a la disposicion, ó contextura, que es la segunda: en ella mide vmd, con proporcionada geometría la grandeza de la historia, compasándola de manera que en un sugeto entero, que consta de principio, medio, y fin, quedan sin desproporcionarle los episodios y enxertos que el artificio del poeta debe contribuir en la obra, caminando en ellos con tal tiento, que siendo miembros del cuerpo principal no salgan tan desmesurados que le hagan monstruoso; y labrándole finalmente con tan perfecta escultura, que queda de estatura buena, y de cantidad suficiente, para que qualquier mediano entendimiento le pueda percibir todo. Muy bien cumple vmd. con la libertad de poeta, sacudiendo el yugo estrecho de historiador, en no pintar las cosas aplicadas y enxertas como fueron, sino como pudieron ser, sin desviarse   —XXVIII→   de la derecha senda del verisimil, valiéndose de la ocasion de enxerir y aplicar acciones sucedidas en tiempos á propósito, y reduciéndolas a la unidad de la accion principal, de suerte que a nuestra vista todo nos parece uno. Este cuidado podrá advertir quien acompañáre á Garin en su admirable peregrinacion, donde le forma vmd. un itinerario desde el tercero canto de mucha variedad y gusto. No veo menos cuidado en las ocasiones que se ofrecen alguna de las tres calidades en que el heroyco ha de ir cuidadoso, que son las que los griegos llaman peripecia, que es mutacion de fortuna, el reconocimiento, y la perturbacion, guardándoles siempre que las encuentra el decoro poético. De la mutacion de fortuna se ve el exemplo, sin otros, en el segundo canto, quando Garin pierde la gracia, y cae en el pecado, pondéralo muy bien la comparacion de la primera estanza: qual en un campo seco los rastrojos: y las que se siguen; y en el canto diez y seis, quando para contar la confesion de Garin se hace aquella invocacion: ó musa, tú las lágrimas y el llanto. Del reconocimiento se hallan admirables demostraciones en el canto diez y ocho, que trata la aparicion de la sagrada imagen, y de la perturbacion en la tercera estanza del canto tercero; y   —XXIX→   en la octava del treceno canto, que pinta los afectos que mueve á Garin la vista de la hija del Conde Don Jofre, tampoco quiero callar esta menudencia, que fué buen acuerdo no imitar a los modernos en las moralidades de los principios de los cantos, pues los antiguos no las usaron, y es introduccion afectada y fuera de propósito, y con esto quede mostrada la disposicion del poema. Quédame por decir de la elocucion, tercera y última parte principal dél, que podemos aplicar al ropage, siendo las otras dos ya dichas alma y cuerpo de este individuo; pues siendo la elocución, ó estilo, el ornato, necesariamente se ha de cortar al talle de los que le visten; el sublime para las personas heroycas; el mediocre para las que no lo son tanto; no admitiendo en ningun caso el humilde para el poema, por ser mas propio del cómico: que el heroyco debe siempre caminar por entre la gravedad del trágico y la florida belleza del lírico, valiéndose desta regla, que tratándose de materias morales, o introduciendo personas heroycas, se avecine con el estilo al trágico, y tratándose materias ociosas se avecine al lírico. Destos preceptos usa vmd. en sus lugares con destreza de maestro del primero en la penitencia que se cuenta de Garin, tan maravillosamente pintada   —XXX→   en el canto diez y siete, y introduciendo con tanto arte las personas y hechos del Capitan Alberto, de Don Diego Florel, y del Papa Leon: donde, y en las demás partes que se ofrece tratar cosas de guerra de mar y tierra, no diré mas de que las trata vmd. con el mismo honor y punto que tantos años las ha tratado. Del segundo precepto en el lamento, y caso de Lixerea, que se pone en el décimo canto, y en el doceno, quando se pinta la casa aparecida (dos cosas verdaderamente bellas) se ve toda la belleza que dél se puede desear. No me quiero alargar en notar la felice imitacion de autores extrangeros, que bien lo testifica la estanza veinte y seis del canto noveno, la buena composicion de los periodos, la hermosura de los miembros de cada uno, la trasportacion alguna vez de substantivos, los números, las figuras que se cometen á cada paso, la única fineza de los consonantes; pues ya á su parecer lo dixo todo el padre Padilla, quando cerró la aprobacion con este endecasílabo: el verso facil, grave, y numeroso: por que quidquid conobatur &c. Querria hablar aquí también un poco de la ortografía, loando el parecer de vmd. en habella seguido; pero exclúyome por andaluz y apasionado della. Bien creerá vmd. de lo dicho, que no fué adulacion   —XXXI→   lo que al principio le dixe, pues lo ha fundado en razon, aunque á costa de quien me ha escuchado discurso tan largo, y leida carta tan prolixa, en que fué mi intento (pero acabaré con él) alegrarme con vmd., con su patria, con la poesía española, y conmigo mismo: con vmd. pues en tan buena edad ha dado fin á empresa tan honrada; con su patria, que ve por mano de tan excelente artífice engastados en oro tan subido, y con tan ricos esmaltes, aquellos peñascos de Monserrate, joyas de la corona de Aragon mas preciosas que finísimos diamantes; con la poesía de España, por tener ya un exemplar método para emprender obras deste género, y una luz tan clara que en ellas la alumbre; y conmigo finalmente de que nos haya abierto este camino tan cerrado un amigo tan grande mio, cuya gloria me redunda en gozo. Ya con tan buen pié como vmd. ha salido a publicar obras suyas, podrá sacar las rimas que se hallaren recogidas por los borradores que se han escapado de las borrascas y peligros de sus honrosas peregrinaciones militares, en tanto que esperamos los frutos mas maduros de ese ingenio autorizado con los años y mucha experiencia: los quales dé Dios á vmd. tan prósperos, que pueda sin perturbacion de fortuna atender á tan virtuosos exercicios. De Roma á 12 de Marzo de 1589.

  —XXXII→  


Don Juan de Albio


Aquel valor, Virués, que habeis mostrado
En el heroyco proceder de Marte,
Siguiendo su honrosísimo estandarte
Con pecho de virtud y honor armado,

Aquel mismo mostrais en alto grado
Siguiendo del divino Apolo el arte
En su mas bella y mas excelsa parte
De sus dones altísimos dotado;

Y así palma de Marte á vuestra mano
Dará, y lauro de Apolo á vuestra frente,
La piadosa de Dios potente diestra;

Y todo por el monte soberano
De donde lo esperais devotamente,
Segun la palma y lauro en él nos muestra.




El Alferez Matias de Vargas


Así como en el fin del quinto canto
Al vivo os retratais, en la pintura
Que del rostro, del talle, y compostura
Haceis allí de vuestro monge santo;

Así debeis de retratarle en quanto
Muestra de su valor vuestra escritura,
Pues de vuestro alto espíritu y cordura
No se puede esperar menos que tanto;

Y así tambien como en el cuerpo y alma
Creo que de Garin sois un modelo,
Segun en cuerpo y alma le pintastes;

Así creo Virués que en gloria y palma
Le habeis de parecer en tierra y cielo
Por el alto sugeto que contastes.

  —XXXIII→  


Juan Hurtado de Guevara y Mendoza.


Sin duda que llevais triunfante el punto
A todos los que Apolo inflama el pecho,
Pues vemos en el libro que habeis hecho,
Lo dulce y util dulcemente junto:

Con quanto aplauso y quanto amor barrunto
Lo recibirá el mundo, satisfecho
Que ha de salir para el comun provecho
Su deseado altisimo trasunto.

Vive dichoso alumno de Helicona,
Con cuyas vivas obras, no sujetas
Al vulgo, á la virtud llamas, y atizas:

Vive, que en vida el cielo á tu persona
Guarda el honor, que muy raros poetas
Alcanzaron despues de sus cenizas.




El Doctor Gerónimo Virués


Un Ulises prudente, un pio Eneas,
En sus largos viages y cuidados,
De ánimos y elementos indinados,
Metidos en mil ásperas peleas,

Hace mi hermano aquí, lector, que veas
En un monge pobrísimo cifrados,
Y con cristiana poesía ornados
De mil hermosas galas y libreas;

Y vivamente ante tus ojos pone
La maravilla vista en Monserrate
Del virginal retrato, y templo santo:

El arte juzga tú con que dispone,
Y guarda, y da su altísimo quilate
Al verso heroyco, y al heroyco canto.




ArribaAbajoArgumentos de los XX cantos de este libro


Canto I


Mueve á Garin á fuego y sangre guerra
El comun enemigo riguroso,
Y al Conde trae á su aserrada sierra
Con su doliente hija lastimoso:
Del cuerpo de la dama desencierra
A satán el bendito religioso;
Y con él, encendiendo ardiente llama,
Sin poderlo excusar, queda la dama.




Canto II


Por el poder del apetito ciego,
Rendido todo al infernal engaño,
Roba la castidad, roba el sosiego
A la noble doncella el ermitaño;
Y mal aconsejado, dando al fuego
Mas leña, y añadiendo daño a daño,
Mata á la dama, y á este punto entiende
Que es el que le aconseja quien le ofende.



  —XXXV→  
Canto III


Conociendo sus culpas, al remedio
Garin aspira con fervor divino,
Yorando al cielo por el justo medio
Que repare su injusto desatino:
De tierra y mar piensa poner en medio
Gran trecho, ya trazado un gran camino:
Huye del monte, á Rosas llega, y junto
Con Alberto y su armada parte al punto.




Canto IV


El alto golfo de Leon navega
Garin, y en tablas de inmortal memoria
Ve de romana gente, y persa, y griega
Victorias dignas de notable historia,
Y de la santa Liga allí se alega
Aquella sin igual naval victoria;
Tras esto al General Garín da cuenta
De sí, con que su angustia y pena aumenta.




Canto V


Pinta el discreto monge á Monserrate
Con todos sus regalos celestiales:
Su cuento acaba sin perder quilate
En callar sus secretos principales:
Llega á Marsella, y siente qual le trate
La guerra de las furias infernales,
Yendo á ver el sagrado monumento
De Madalena con devoto intento.



  —XXXVI→  
Canto VI


Pinta la sacrosanta Eucaristía,
Y la alta concepcion inmaculada,
Y la asuncion triunfante de MARIA,
Y Madalena á penitencia dada,
Y Agueda que a la gloria el alma envia,
Y es la grande Judit aquí pintada,
Juntando sus dulcísimos primores
Pluma y pincel en versos y colores.




Canto VII


De Provenza, de Génova, y Toscana
Pasa la armada á su placer la costa,
Hasta que ya metida en la romana
Temida playa, al puerto ya se acosta;
Pero la contrapuesta tramontana
Estorba en él tomar segura posta,
Y al mar arroja al monge la tormenta,
Por quien solo se causa, y se acrecienta.




Canto VIII


Salta en Portofarin la gente en tierra
Por agua y leña tras la gran fortuna,
Y un bárbaro cosario en fiera guerra
Con poder y arrogancia la importuna;
Mas el poder y la arrogancia atierra
La virtud y razon, hechas á una
En la mano dichosa del valiente
Florel, venido misteriosamente.



  —XXVII→  
Canto IX


De sí da cuenta el gran Don Diego, y junto
De la victoria que Leon sagrado,
Tuvo del fiero moro, que en mal punto
Fué á querer perturbar su santo estado:
La guerra sigue, y casi la difunto
Cautivo viene Armeno desdichado
Por Filadelfo al campo fiel traido,
De su valor y su virtud movido.




Canto X


Llega en socorro el bravo Abenagonte,
Y Lixerea lastimada y fiera,
Cuyo llorar enterneciera un monte,
Si capaz de sentille un monte fuera:
Dan, al claro ilustrar del horizonte,
Fiero principio al daño que se espera,
Mostrando alto valor de fuertes manos,
Y nobles pechos, moros y cristianos.




Canto XI


Alcanza Alberto por Florel victoria
Del temerario bárbaro africano,
Con su doliente fin lleno de gloria
Para el valor del esquadron cristiano;
Trágicos casos dignos de memoria
Traen muerte y amor con fiera mano,
Que de ordinario en lo mejor se emplea,
A Filadelfo, Armeno, y Lixerea.



  —XXXVIII→  
Canto XII


Dexa el puerto africano Alberto, y parte
Para Italia con viento favorable,
Y della alegre toma aquella parte,
Que es la grande Partenope admirable,
De donde el buen Garin, aunque se aparte
Con diligencia y con fervor notable
Para ir á Roma como le conviene,
Su adversario el camino le detiene.




Canto XIII


Ilusion, tentacion, peligro, y duelo
Garin padece en la fingida casa,
De donde sale con favor del cielo
Todo encendido en vergonzosa brasa:
Vuelve al camino lleno de consuelo
Con el fervor que el corazon le abrasa,
Mas halla estorbo lleno de dolores
Prendiéndole crueles salteadores.




Canto XIV


A las fieras que comen carne humana
Es el pobre Garin por pasto puesto,
Pero fuerza del cielo soberana
Le libra de este mal tan manifiesto,
En tanto que á la infiel gente inhumana
Asalta gente fiel el fuerte puesto
Con tan airada y tan sangrienta guerra,
Que se estremece á su furor la sierra.



  —XXXIX→  
Canto XV


Es de la muerte el pio Garin librado
Por el Florel, que en la mortal caverna
Al detestable lestrigon la ha dado,
Haciendo su valor su fama eterna:
Vuelve el monge al camino y anegado
Casi es de una borrasca; mas su interna
Virtud le ayuda, y al romano suelo
Llega, y avisa dello al Papa el cielo.




Canto XVI


Las culpas que le agravan la conciencia
Garin confiesa al Papa enteramente,
Y la alta absolucion y penitencia
Recibe humilde el santo penitente:
Llega del gran Prelado á la presencia
Con santo amor el español valiente,
Y al mismo tiempo de Sabá es sabido
El alegre naufragio dolorido.




Canto XVII


Sale de Roma el penitente raro,
Su rara penitencia comenzando,
La qual prosigue con valor preclaro
Toda la Italia y Francia atravesando:
Llega a su monte deseado y caro,
Donde el alegre fin della esperando,
Qual fiera en la aspereza dél se esconde,
Y qual fiera es cazado por el Conde.



  —XL→  
Canto XVIII


De este poema el principal intento
Aquí el arte descubre, descubriendo
El celestial favor que dió y contento,
El virginal retrato apareciendo,
Y de su misterioso alojamiento
El notable principio describiendo,
Pintando la divina maravilla
El verso heroyco eu puridad sencilla.




Canto XIX


De su admirable penitencia al punto
Llega el fuerte Garin, y al monte vuelve
A trasladar el cuerpo que difunto
A su entender escura tierra envuelve:
Hallan la dama viva, y bella, y junto
Santa, pues con el padre se resuelve
A quedar en la santa casa nueva,
Que tan santo principio y nuevo lleva.




Canto XX


Los divinos sucesos y grandezas
Del sacro milagroso monasterio,
Las heroycas hazañas y proezas
Que en él ha obrado el celestial imperio,
Las excelsas santísimas altezas
A que ha llegado su alto ministerio,
La musa da á Garin que contar pueda,
Y la gran devocion fundada queda.





  —1→  

ArribaAbajoHistoria del Monserrate, del capitan Cristobal de Virués




ArribaAbajoCanto I


Abajo La excelsa causa del honor divino,
Que causa á Monserrate excelsa gloria,
Y de aquel su habitante y peregrino
Que junto se celebra en su memoria,
El admirable celestial camino,  5
La mortal guerra, y la inmortal victoria,
Vuelvo á cantar habiendo alzado el punto
Al grave tono, y dulce contrapunto.
Tú; santa Musa, que por premio ofreces
Divina laureola de tu mano  10
Al mismo que tú dotas y enriqueces
Por tu gracia, de intento soberano,
Pues por la misma ilustras y engrandeces
Con divino favor estilo humano,
Tú levanta mi voz, dale tú el tono  15
Que mejor suene en tu elevado trono.
—2→
Y adorna tú, con el primor del arte,
El admirable principal intento,
Quanto conviene de su dulce parte
Ser adornado el alto heroyco acento:  20
Lo uno y lo otro es gracia que reparte
A su eleccion tu favorable aliento,
Lo uno y lo otro, ó santa Musa, imploro
A gloria eterna del eterno coro.
Y vos, excelso Rey, en quien el cielo  25
Nos muestra con tan ciertas esperanzas
Aquel valor del padre y del abuelo
Que no cabe en humanas alabanzas,
Quando el gobierno universal del suelo
Suspendeis en justísimas balanzas  30
Con santos ocios de que el alma usa,
Volved á oir el canto de mi Musa.
Por el alto supuesto de que canta,
Y por su melodía sonorosa,
Al gusto de vuestra alma se levanta  35
Con proporcion entre las dos gozosa,
Pues música divina, heroyca y santa,
Como en su centro natural reposa
En heroyco, divino y santo gusto,
A gran intento y gran contento justo.  40
Al peso inmenso de la real diadema
Este alivio entre algunos se interponga,
Con ese gusto de virtud extrema,
Quando en sus santos ocios se componga,
Para volver en magestad suprema  45
a donde el cielo os guie, y os disponga
a ser señor de su divina Astrea
De quanto ciñe el mar y el sol rodea.
—3→
Y no menos que tanto el mundo espere
Del gran nieto de César invencible,  50
Del gran hijo del Rey, por quien se infiere
Virtud en vos en grado incomprehensible,
La qual, quando en su punto pareciere,
Puesta ha de estar en punto inacesible
A humano canto, mas mi Musa ahora  55
Al de su monte grata audiencia implora.
Revuelto habia el tiempo presuroso
Ocho siglos y medio, desde el dia
Que el humanado Redentor piadoso
Salió del sacro claustro de MARIA,  60
Quando el valiente Don Jofre Velloso
Libre del francés feudo poseía
El condado y ciudad de Barcelona,
Por el valor y ser de su persona.
En cuyo tiempo en Monserrate estaba  65
Garin, el ermitaño, recogido,
Donde con aspereza exercitaba
En santidad su espíritu encendido;
Y tanto en ella el gran varon ganaba,
Que el angel comunero, y confundido,  70
Teniendo su virtud por propia injuria,
Le movió guerra con inmensa furia.
Y resuelto en hacella á todo trance
El principe furioso del infierno,
Acrecentando va de lance en lance  75
Su interna rabia, y su rencor interno;
Y dándole el dolor furioso alcance,
Con horror nuevo del horrible averno,
Y alteracion del mas confuso abismo,
Desta suerte el cruel dixo á sí mismo.  80
—4→
¡Que pueda el hombre contra mí ya tanto!
¡Que tan enflaquecida esté mi fuerza!
¡Que á tan cobarde miedo y vil espanto,
y a tanta mengua el hombre ya me fuerza!
¡Que yo he de ser el del eterno llanto!  85
¡Que el hombre tan de veras ya se esfuerza
Con la gracia y favor de aquel cordero,
Que fué y es para mí leon tan fiero!
¡Que una vil criatura, torpe y llena
De desventuras, y de imperficiones,  90
Que anda afanando de una en otra pena
Tras mil várias miserias y pasiones,
Ha de heredar aquella estancia amena
Que tiene asiento sobre los triones!
¿Aquella dulce y rica patria mia,  95
Llena de eterno gozo y de alegría?
¡Yo en ella colocado, en ella puesto
Por lustre y ornamento á su grandeza,
No de materia baxa y vil compuesto,
Sino de tan real naturaleza,  100
Eternamente de mi bien depuesto,
Privado de mi próspera riqueza,
He de sufrir el gran rigor del cielo,
Sin que haya para mí jamás consuelo!
No será así, que aun no está en mí perdido  105
Aquel valor y espíritu primero
Con que en ardiente cólera encendido
Al alto trono me mostré tan fiero;
Y aunque quedó mi brazo enflaquecido,
No dexó de quedar mi ser entero,  110
Para poder hacer sangrienta guerra,
Ya que no al cielo, á toda la ancha tierra.
—5→
Y así ha de ser mientras el cielo diere
Sus influxos al hombre favorables;
Y si él, qual padre le favoreciere  115
Con regalos y dones tan amables,
Yo no habrá cosa, en quanto el mundo fuere,
Que con ingratitudes detestables
No procure que el hombre corresponda,
Con que á mi saña su dolor responda.  120
¡Que un vil ermitañuelo, que no sabe
Si hay mas mundo que un monte y una cueva,
Donde duerme en el seno, y do le sabe
A maná el fruto que la sierra lleva,
Tanto contente á Dios, tanto le alabe,  125
De virtud haga tan heroyca prueba,
Que eterno gozo tenga! Y yo que tanto
Sé, y puedo, he de tener eterno llanto!
Pero ¡que estoy mi pena acrecentando
Con la gloria, el contento, y el sosiego  130
De que este monge vil está gozando,
Leña añadiendo á mi encendido fuego!
¿Qué sirve estar gimiendo y reventando
Con mortal inmortal desasosiego
En la ponderacion de la esperanza,  135
Y de la gloria que este monge alcanza?
Consuelo, ó sombra de consuelo busque
Mi potencia, y mi furia vengativa,
Sin que la pena y el dolor me ofusque
La soberana inteligencia altiva:  140
Ya que no vendimió gloria, rebusque
Las sombras della mi virtud nativa:
Tenga en batalla en su vital palestra
Al hombre siempre mi potente diestra.
—6→
Desta suerte á sí mismo se provoca  145
El fiero rey del tártaro tremendo:
Así su mal con brava envidia toca
El rico bien del pobre monge viendo:
Sus ministros fortísimos convoca,
Y en su extremo espantable, airado, horrendo,  150
Con furores bravísimos altera
El inmenso esquadron de gente fiera.
Y á todos los rebeldes capitanes,
los mas crueles, bravos y furiosos,
Pláticos en mortíferos afanes,  155
Probados en mil trances peligrosos,
Con soberbias palabras y ademanes
Impone sus intentos maliciosos,
Diciéndoles con voz turbada y fuerte,
Ardiendo en ira y rabia, desta suerte.  160
Valientes capitanes, que á mi lado
Desde la gran jornada temerosa
Habeis con tanto esfuerzo militado,
Que espanta vuestra mano belicosa:
Ese valor y espíritu indignado,  165
Esa astucia sutil y artificiosa,
Ahora quiero que la vea el hombre,
Para que mas nuestro poder le asombre.
Anda por el camino verdadero,
Que al hombre a nuestras altas sillas lleva,  170
Uno, nuestro enemigo bravo y fiero,
Haciendo en santidad divina prueba:
Este, soldados valerosos, quiero
Que venga á mi infernal eterna cueva,
A despecho del cielo que le guia  175
Con tanta infamia y tanta pena mia.
—7→
¿Quien emprendió la guerra contra el alto
Empíreo cielo con tan fuerte pecho,
No ha de tenelle de valor mas alto
Contra un vil hombre de vil polvo hecho?  180
Alcáncese un asalto a otro asalto:
No haya defensa en él, no haya pertrecho
Que de cimiento no se desmantele:
Todo se bata, se destruya, y vuele.
Tengo, no sé porque, un temor oculto,  185
Que me atormenta como el fuego eterno,
Al grande y enriscado monte inculto,
Donde habita este monge en tal gobierno;
Y aunque en vencelle yo no dificulto,
Y el modo facilísimo discierno,  190
Temo, como si viese en tal vitoria
De pena aumento en mí, y en él de gloria.
Pero padezca quanto mi adversario
Cielo me da con vengativo intento,
Y este monte, no menos que el calvario,  195
O que el carmelo, cáuseme tormento,
Que eternamente yo he de ser contrario
Tambien al hombre, sin cesar momento,
Qual verá ahora con su inmenso daño
En el temido monte este ermitaño.  200
Volad a Monserrate, mis leones,
Y empréndase Garin, que libre y suelto
Está de nuestras ásperas prisiones,
Y en las de su esperanza y gozo envuelto:
Ya me entendeis, ya veis mis intenciones,  205
Ya conoceis en lo que estoy resuelto;
No he menester deciros mas, volando
Partid, poned por obra lo que mando.
—8→
Tembló por largo espacio el gran profundo,
Y pararon Cocito y Flegetonte  210
Al soberbio mandar fiero, iracundo,
Del bravo rey del reyno de Aqueronte,
Y en aquel punto, acá en el claro mundo
Se estremeció mas de una sierra y monte,
Y el soberano de la luz ministro  215
Casi turbóse desde el Tajo al Istro.
Visto pues ya lo que su rey les manda,
Con furia horrenda parten al momento
Los dos, á dar principio á la demanda,
Que es tan á gusto de su mal intento.  220
Garin, el enemigo se os desmanda,
Poned en orden vuestro alojamiento,
Fortificad la mal segura tierra,
Que á sangre y fuego se os hará la guerra.
Fuego que encienda en vuestro flaco pecho  225
Llamas abrasadoras sensuales,
Sangre inocente derramada á hecho
Por vuestras fieras furias desleales:
Guerra mortal, que os traiga al fuerte estrecho
De eternas destruiciones infernales,  230
Batalla á todo trance, á toda muerte,
Presenta el enemigo armado y fuerte.
Estaba el religioso en una cueva,
Que aun hoy se llama de su mismo nombre,
Haciendo de su cuerpo y alma prueba  235
De casi mas que humano y mortal hombre.
En solo Dios allí sus gustos ceba;
No hay contento sin Dios que no le asombre;
Oraciones, cilicios y abstinencia
Regalan su limpísima conciencia.  240
—9→
Pero los dos, sus enemigos fieros,
Que ya emprendieran su mortal viage,
Con pies apresurados y ligeros
Llegaron en un punto á su parage.
Diferentes tomaron los senderos,  245
Y diferente el hábito y lenguage;
A Barcelona el uno va invisible;
Al monte el otro llega, y va visible.
En forma y trage de ermitaño anciano,
Blanco el cabello, y barba blanca y larga,  250
A Monserrate llega aquel tirano
Vestido de grosera y vieja sarga;
Y con plática dulce, y rostro humano,
Fingiendo la inhumana voz y amarga,
Como si allí á Garin á caso viera  255
Se le presenta, y habla en tal manera.
Si, como pareceis, sois ermitaño,
Y no divino espíritu escondido
En esa humanidad, y en ese paño
Humilde y pobre de que estáis vestido,  260
Vuestra mano me dad, y el desengaño,
Diciendo la ocasion que os ha traido
Aqui, donde en el hábito que os veo
El habitante solo yo ser creo.
Admirado Garin de lo que oía  265
Responde al enemigo simulado:
La razon misma que decís podria
Deciros yo muy cierta, padre amado;
Pues desde que la santa compañia
Por quien en este monte en este estado  270
Viví faltó, jamás hasta ahora supe
Que hubiese en él quien como yo se ocupe.
—10→
Desde que al cielo el alma santa, á cuya
Virtud divina debo yo esta vida,
Subió dichosa á convertir la suya  275
En la eterna de gloria enriquecida,
Hasta este punto la persona tuya
Otra jamas he visto, y que traida
Por el cielo ella sea estimo y tengo,
Con que á cobrar la ya perdida vengo.  280
Finge notable admiracion el fiero
Y cruel enemigo, y junto muestra
Gran contento en hallar tal compañero,
Y dale con amor la mano diestra,
Diciendo: vuestra vida, padre, espero  285
Que me será tan singular maestra
Para mi pretension y firme intento,
Que consiga su fin mi pensamiento.
Con la humildad á su virtud anexa
Le responde Garin: antes yo creo  290
Que aquella perficion que se me aleja
Tanto quanto alcanzalla yo deseo:
Si en lo exterior el alma ver se dexa,
En vos, padre carísimo, la veo,
Y por vuestra bendita compañia  295
Podrá ser alcanzalla yo algun dia.
Estas y otras razones se dixeron
Con que la compañia confirmaron,
En sus dos cuevas ambos estuvieron,
Y sus secretos se comunicaron.  300
Desde aquel dia cada dia se vieron,
Y mil cosas santísimas trataron,
Tratadas por el uno santamente;
Por el otro, rabiando en saña ardiente.
—11→
Cerca de donde el buen Garin estaba  305
Tenia el enemigo en una altura
Una pequeña cueva en que habitaba,
Que el nombre de Satán aun hoy le dura;
Mas mientras esto así despacio andaba,
El otro compañero se apresura,  310
El otro que, cumpliendo su viage,
Fué á Barcelona sin fingido trage.
Este del cuerpo de una dama bella
Se apoderó con presurosa furia,
Hija es del Conde Don Jofre, y doncella,  315
y á él, el fiero, como á ella, injuria:
Fué conjurado, y respondió que della
Jamás saldrá, ni cesará su injuria,
Si Garin no lo manda, y que en su cueva
Nueve dias estar la dama deba.  320
Dice quien es Garin, y dice donde
Tiene su habitacion. Pártese al punto
Con la doliente dama el triste Conde,
Ella en tormento, y él casi difunto:
Hallan la cueva, y que en su centro esconde  325
Al que es de santidad vivo trasunto:
Póstrasele delante el Conde en verle,
Sin que Garin pudiese detenerle.
Y con los ojos hechos fuentes dice:
No os espanteis si destos ojos hago  330
Rios, pues las ofensas que á Dios hice
Hacen en l'alma de amargura un lago;
Y ellas son causa de que martirice
Esta niña inocente el fiero drago,
El infernal dragon, que el cuerpo á ella,  335
Y el alma á mí, qual veis, nos atropella.
—12→
Que sea del cielo paternal castigo,
Siéntolo así, bendito padre, y veo
Que el justo Dios, que al hombre es tan amigo,
Y que es solo salvarle su deseo,  340
Permite que este pérfido enemigo
Haga en nosotros de su saña empleo
Para ganancia nuestra: así del pío
Divino amor yo firmemente fío.
Y así, qual padre de misericordia,  345
Consuela mi mortal desasosiego,
Por este mismo padre de discordia
Que ardiendo veis en tan airado fuego;
Pues venimos con él en tal concordia,
Que á vuestro mandamiento saldrá luego  350
Del afligido cuerpo de mi hija,
Sin que mas la atormente, ni la aflija.
Por esto vine aquí, por esto os pido
Que os dolais desta moza lastimada.
Así el Conde rogaba, y condolido  355
Con alma en caridad toda abrasada,
Garin postrado, el vuelo mas subido
Levanta, en su oracion de punto alzada,
La qual apenas el varon concluye,
Quando Satán de la doncella huye.  360
Huye el demonio, y huye juntamente
La tristeza, el dolor, la pena, el llanto
Del ya contento Conde, y de su gente,
Huyendo de la dama el fiero espanto:
La qual revuelve con serena frente  365
Los bellos ojos que espantaban tanto,
Y al padre y los demás y al monte mira,
Y de todo, y de verse así, se admira.
—13→
No maravilló mas la extraña vista
A Lázaro el dichoso muerto, visto  370
Que trasladado de una en otra lista
Por quien el hecho tuvo tan previsto,
Sin que el infierno, ó muerte le resista
Al mundo vuelve á la alta voz de Cristo,
De lo que á la doncella maravilla  375
El ver en sí la misma maravilla.
Y no con mayor gozo las hermanas
Al hermano ya vivo acariciaron,
Y las gentes incrédulas profanas
No con mayor admiracion quedaron  380
De ver salir las carnes vivas sanas,
Que quatro dias antes enterraron,
Que es del padre la dama acariciada,
Y que toda su gente está admirada.
Y vuelto el Conde al pío Garin, llorando  385
Le dice: padre, pues lo mas hicistes,
Vence del todo al enemigo bando
Con el valor que ahora le vencistes
Porque nos dixo aquel tirano, quando
Puestos nos tuvo en el dolor que vistes,  390
Que aunque como ha salido ya saliese
Quando á vuestra obediencia aquí viniese,
Con mas furor sin duda volveria
A dar á esta afligida jóven pena,
Si en esta santa cueva no tenia  395
En vuestra compañia una novena.
El buen Garin que atento aquello oía,
Con voz de amargo sentimiento llena,
Y con cristiana alteracion responde,
No convenirle aquello á él, ni al Conde,  400
—14→
Y esfuerza aquesto con fervor haciendo
Mil razones vivísimas y urgentes,
Con gran prudencia y santidad poniendo
Mil graves causas, mil inconvenientes,
Con exemplos notables concluyendo  405
Sus argumentos firmes y prudentes;
Pero, aunque mas se esfuerce, y mas arguya,
La agena voluntad fuerza á la suya.
Porque, demás del encendido ruego
Del afligido Conde, el triste llanto,  410
El bravo miedo, el gran desasosiego
De la triste doncella, pueden tanto,
Que vino bien en ello: y así luego,
Condescendiendo el ermitaño santo,
Quedó en su pobre cueva la doncella,  415
Donde solo Garin queda con ella.
A Monistrol, un pueblo situado
Al pié del alto monte floreciente,
De la cueva una legua desviado
Hácia la parte del dorado oriente,  420
Baxó, contento el conde, y consolado
De haber dado remedio al daño urgente,
Con sus criados, y sus compañias,
Para esperar allí los nueve dias.
Y cada dia desde alli enviaba  425
Criados con regalos y comida,
De quien sabia quanto ella gustaba
De aquella santa solitaria vida:
A los quales Garin importunaba,
Su mortal guerra ya reconocida,  430
Que llevasen al padre la doncella,
Lo qual rehusaban ellos, y él, y ella.
—15→
El tiempo ahora, ó buen Garin, os fuerza
A mostraros soldado valeroso,
Para valer contra la brava fuerza  435
Del enemigo fiero y poderoso:
Mirad que ya con la ocasion se esfuerza,
Y juntamente es fuerte y cauteloso:
Prevenid vuestras armas y defensas
Para que se resistan sus ofensas.  440
Anchos fosos abrir, cerrar portillos,
Reconocer traveses y cortinas,
Levantar puentes y calar rastillos.
Cuidoso prevenir secretas minas,
Municionar del alma los castillos,  445
Plataformas en ella alzar divinas,
Caballeros trazar, poner reparos,
Conviene ahora para aseguraros.
Y aunque veo que destas defensivas
Prevenciones os vais apercibiendo  450
Con las trazas mas finas y mas vivas,
Que estais en vuestro espíritu escogiendo;
Las armas enemigas ofensivas
Son dañosas en modo tan horrendo,
Que de sus furias pocos se defienden,  455
Si como á vos ahora los emprenden.
Vos, Garin, encendeis la ilustre dama
A contemplar la celestial riqueza,
Y en vos el enemigo enciende llama
Que os arda y dexe en mísera pobreza:  460
Vos le mostrais el bien del que bien ama,
Del bien eterno la inmortal belleza;
Y el enemigo á vos amar os hace
Esa mortal belleza que os aplace.
—16→
Era la virgen tierna y delicada,  465
Un angel en aviso y hermosura,
Las gracias la tenian adornada,
Y dellas era una real hechura:
Los dos hermanos que con luz amada
Platean y doran la estrellada altura,  470
Cada qual con la faz serena y bella,
Menos hermosos son que la doncella.
De quince á diez y seis años tenia
La bellisima dama generosa,
Enriquecidos de una gallardía  475
Tierna, suave, blanda y amorosa:
Solo con el mirar rendir podia
El furor de una tigre rigurosa,
El de un cruel determinado asalto,
El del airado mar quando mas alto.  480
Si la gran perficion, si la luz viva
De sus ojos, mexillas, boca y frente,
Y aquella gracia angélica y altiva
De que sabía usar perfetamente,
Hubiera visto el gran pintor que iba  485
Buscando lo perfeto y lo excelente,
No deseára mas hermosa idéa
Para pintar la linda Citeréa.
Su gran beldad á toda humana vista
Admiracion dulcísima causaba:  490
Fué su alta gracia con espanto vista,
Espanto que en mil gustos se anegaba:
Su excelso aviso general conquista
Hizo de quantas almas regalaba,
Formando en cuerpo y alma un paraiso,  495
Gran beldad, alta gracia, excelso aviso.
—17→
Fué al fin en hermosura aventajada
A quantas en su tiempo en todo el suelo
Al alma de mas dones adornada
Causar pudieran celestial consuelo:  500
Naturaleza, de su fuerza armada,
A imitacion de la beldad del cielo
La de la generosa dama hizo,
Y allí de su poder se satisfizo.
No es maravilla pues que Garin quede  505
Vencido por Satán en la batalla,
Si demás de lo mucho que obra y puede
Tal ocasion para su intento halla:
Si al valiente Varon en fuerza excede,
Y en este trance rinde y avasalla,  510
No es de espantar que á fuerza de belleza
Resista mal nuestra mortal flaqueza.



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