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Doña Emilia había dedicado a Daudet todo un capítulo, el XII, de La cuestión palpitante (edición citada, pp. 109-118); volvió a escribir sobre él en 1892, una reseña de su novela Rosa y Nineta incluida en su artículo «Ojeada retrospectiva a varias obras francesas» (Nuevo Teatro Crítico, julio de 1892, n.º 19); pero en ninguno de estos trabajos ofrece su juicio sobre Safo. Sí alude, en cambio, a esta novela en su reseña de Dulce y sabrosa, de Picón, cuando, al elogiar la delicadeza de Bourget en su pintura de situaciones amorosas, escribe: «la misma delicadeza supo conservar Alfonso Daudet en Safo». (Cfr. el artículo que citamos en la nota siguiente, p. 60). (N. del A.)

 

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Conocemos una nota crítica de Pardo Bazán referida a Picón: una reseña de Dulce y sabrosa (Nuevo Teatro Crítico, junio de 1891, n.º 6, pp. 53-65) en la que no menciona La hijastra del amor.

Para juzgar de lo acertado de esa opinión en la que doña Emilia, a propósito de esta novela de Picón, empareja al maestro del roman experimental y al folletinista de El cura de aldea, cfr. el juicio de un crítico actual, el profesor Sobejano, para quien La hijastra del amor es novela de «obvios ingredientes folletinescos» y que presenta claros rasgos naturalistas; («Introducción» a su ed. de Dulce y sabrosa, Cátedra, Madrid, 1976, pp. 27-29 y 38; en diversos lugares de esa introducción se pondera la maestría descriptiva de Picón, elogiada en esta carta por Pardo Bazán). (N. del A.)

 

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La anotación autógrafa fecha la respuesta el 6 de abril. (N. del A.)

 

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Alude a los sucesivos tomos de la edición de Obras Completas; además del ya citado en la nota 28, entre 1884 y 1885 aparecieron el II (El buey suelto...), III (Don Gonzalo González de la Gonzalera), IV (De tal palo, tal astilla) y V (Escenas montañesas). (N. del A.)

 

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Es curioso notar que esta misma imagen del velo que envuelve el carácter de Silda aparece en un artículo que Menéndez Pelayo publicaría algunos días más tarde, el 23 de marzo, en La Época: «Sotileza, con ser muy mujer, tiene algo de esfinge tebana, y el autor no ha hecho más que levantar una punta del velo sagrado». (N. del A.)

 

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Esta supuesta incapacidad perediana para el tratamiento de los personajes femeninos era ya un tópico crítico bastante extendido; lo había señalado Menéndez Pelayo en el «Prólogo» que citamos en la nota 28: «Los tipos femeniles y los diálogos de amor son y serán siempre la parte más endeble de su armadura de novelista y aún añadiré que los huye y los trata con frialdad y despego». Sobre este punto ha escrito un análisis muy juicioso L. Bonet: «Asexuación e ideología de las figuras femeninas de Pereda», Ínsula, n.º 342, mayo 1975. (N. del A.)

 

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También en carta a Menéndez Pelayo fechada en París el 22 de enero de 1885 (en Sánchez Reyes, art. cit., en nota 14, pp. 133-135) alude a estas investigaciones, que comenta con el erudito santanderino. (N. del A.)

 

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Como han señalado sus biógrafos, de acuerdo con los datos de su correspondencia y lo que contó en sus Apuntes autobiográficos, doña Emilia frecuentó en París a algunos de los más importantes nombres de las letras francesas del momento; además de los críticos que menciona en esta carta y en la siguiente, se trató con Zola, Goncourt, Daudet, Hysmanns, Rod, Maupassant, Alexis. (Cfr. Apuntes autobiográficos, ed. cit. luego, nota 51, pp. 729-730; también en Oller, o. c., pág. 94). (N. del A.)

 

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Savine había escrito un extenso estudio sobre la citada novela perediana: «Le Gil Blas du XIXe siècle. Un roman nouveau en Espagne», Revue du Monde Latin, París, 25-VII-1884; tome 3e, pp. 348-367. Su traducción de La cuestión palpitante, con el título de Le Naturalisme se publicó en 1886 por la editorial Guiraud, de París. Según Clémessy, o. c., p. 115, «en el prólogo [...] Savine se encargó de presentar a la autora como uno de los escritores más importantes de la España de la época». (N. del A.)

 

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También en carta a Menéndez Pelayo fechada en París el 5 de diciembre de 1884 se refiere a Savine como «benemérito escritor» por su «incansable celo por la literatura española»; en consecuencia, sugiere a don Marcelino que intervenga para que la Academia nombre a Savine miembro correspondiente; petición que reitera en carta del 26 de enero de 1885. (Sánchez Reyes, art. cit., pp. 285-288). (N. del A.)