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41

A propósito de esa exclamación, cfr. el episodio de su infancia que refiere en los Apuntes autobiográficos, del que concluye: «creo que la mala ley que tengo a los pianos nació entonces» (ed. cit., en nota 51, p. 704). (N. del A.)

 

42

En la fecha de la carta no figura el año; suponemos que sea 1886 por alguna noticia de la carta, como la alusión al artículo de Quesnel (cfr. nota 45), aparecido en septiembre de 1885; por otra parte, la anotación autógrafa de Pereda que fecha su respuesta el 21 de septiembre, aparece confirmada en las primeras líneas de la siguiente carta, n.º V, de octubre de 1886. (N. del A.)

 

43

Clémessy, o. c., no cita a este traductor, ni menciona otra traducción de La Tribuna que la rusa, publicada en 1893. No obstante, en los Apuntes autobiográficos se menciona a este Charles Waternau como traductor de esa novela al francés; (cfr. ed. cit., en nota 51, p. 725). Cabe suponer, pues, que en 1886 dicho escritor preparase su traducción, que no llegó a publicarse. (N. del A.)

 

44

Corresponsal de la revista Novoia Vremia de San Petersburgo, viajó por España en estos años, relacionándose personalmente o por carta con Zorrilla, Verdaguer, Galdós, Pereda; reunió sus impresiones en un libro titulado Esbozos sobre la España contemporánea (San Petersburgo, 1889), firmado con el seudónimo Yakolev. Tradujo al ruso El amigo Manso, de Galdós en 1883 y Narcís Oller tradujo al catalán en 1884 sus Memorias de un nihilista. Doña Emilia conoció a Pavlovsky en París, a través de Oller y J. Yxart. (Cfr. las Memòries de Oller, ed. cit., passim). (N. del A.)

 

45

Se refiere al artículo de Léo Quesnel, «Littérature espagnole contemporaine. M. María José de Pereda», Revue Politique et Littéraire, París, 19-IX-1885, n.º 12, pp. 372-376. A propósito de este nombre hay una curiosa noticia en carta de J. O. Picón a Galdós, fechada en París el 17 de noviembre de 1888: «No he intentado ver a Léo Guesnél [sic] porque sé que está ausente de París. Y, a propósito, me han asegurado que no es monsieur, si no madame, es decir, que bajo aquel seudónimo se oculta una señora». Los editores de estas cartas comentan en nota: «Ni en los repertorios bibliográficos ni diccionarios de autores franceses figura este seudónimo». (S. de la Nuez y J. Schraibman, Cartas del archivo de Galdós, Taurus, Madrid, 1967, p. 162). (N. del A.)

 

46

No tenemos noticia de esta carta; todas las publicadas por C. Bravo Villasante en su ed. de: E. Pardo Bazán, Cartas a Galdós (Turner, Madrid, 1975) «parecen datar de 1889. Las cartas anteriores, que debieron ser muchas, no las conocemos» («Prólogo», p. 2). Como es sabido, desde 1871 Galdós pasaba los veranos en Santander (cfr. Madariaga, o. c., en nota 2). (N. del A.)

 

47

En este caso falta en la fecha el día; tal vez corresponda a la segunda quincena de octubre, a juzgar por estas palabras de Pereda en carta a Menéndez Pelayo del día 30: «La Pardo me escribe anunciándome entre otras cosas la publicación de sus Pazos de Ulloa»; (De Pereda y Sánchez Reyes, art. cit., p. 302). (N. del A.)

 

48

En carta a Galdós fechada el 7 de julio de 1886 alude Pereda a esos contratiempos en la salud de su familia: su hijo Salvador convalece de una «insidiosa enfermedad» (difteria) y un hermano del novelista requiere constante atención; (Ortega, o. c., p. 109); a juzgar por los comentarios de doña Emilia en esta carta, parece tratarse de un trastorno mental. (N. del A.)

 

49

Como muestran algunas cartas peredianas de este año, son constantes las quejas del novelista por lo que considera sequedad de la fuente de su inspiración, así como por las dificultades que debe superar para poner en marcha la redacción del libro que entonces preparaba, La Montálvez, en proyecto desde septiembre de 1885 e iniciada con ciertas vacilaciones en septiembre de 1886. (Cfr. sobre todo esto las pp. iniciales de mi artículo «Sobre la elaboración de La Montálvez, de Pereda: texto inédito de la primera redacción de dos de sus capítulos», BBMP, LVII, 1981, pp. 219-252). (N. del A.)

 

50

Por sorprendente que parezca tan rigurosa opinión, se refiere a la novela que suele ser tenida como obra maestra de las suyas, Los pazos de Ulloa. En otras cartas de esa misma época encontramos un desánimo similar; en febrero de 1886 escribía a Oller desde París: «El desaliento respecto a la novela se ha templado un poco desde que estoy aquí; mas así y todo no acabo de reconciliarme con mi hijo». (Oller, o. c., p. 95). (N. del A.)