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Hay noticias bastante precisas y confidencias muy interesantes sobre la redacción de estos apuntes en las cartas de doña Emilia a Oller: en la fechada el 12 de octubre de 1886 escribe: «Su primo Pepe [Yxart] y los señores Cortezo exigieron que yo pusiese un prólogo a la novela, tan largo, que me ocupó 20 días». El 15 de noviembre de 1886: «Los apuntes tienen un valor por lo menos: el de la dificultad vencida. ¿Sabe usted que es difícil para una dama el ponerse en escena sin impudor o sin puerilidad sentimental? En el transcurso de los días que dediqué a los apuntes, he renegado mil veces más que de costumbre de la tela que llevo desde la cintura a los pies». (Oller, o. c., pp. 99 y 100).

Los Apuntes autobiográficos, fechados en la Granja de Meirás en septiembre de 1886, no suelen incluirse en las ediciones recientes de Los pazos...; pueden leerse ahora en el tomo III de las O. C. (Aguilar, Madrid, 1973), pp. 698-732. (N. del A.)

 

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Conocemos la opinión de Pereda, aunque no en los términos en que la manifestó a doña Emilia; el 9 de noviembre de 1886 escribía a Galdós: «¿Ha leído V. la autobiografía de la Pardo Bazán que precede a su novela Los pazos de Ulloa? Anoche recibí el tomo, y hojeando, me pareció aquella mucha tela para engullirla de pronto, y lo dejé para cuando tenga más vagar»; un par de meses después, el 15 de febrero de 1887, también en carta a Galdós, opina: «Los pazos me han parecido la mejor novela de la Pardo, con capítulos de una belleza indiscutible, sin que parezca por toda la novela señal alguna de ese pujo de sectaria artificiosa del naturalismo convencional al uso, que tanto la perjudica en otras. Así se lo he dicho, o dado a entender, al escribirla. Lo que refuto por insoportable e indigerible es la autobiografía del principio; aquello, salvo la forma y el argumento es de una cursilería semiestúpida que tumba de espaldas. Sobre estas páginas del libro no le he dicho ni una palabra, por temor a soltar una desvergüenza». (Ortega, o. c., pp. 113 y 115). No era más favorable el dictamen de Menéndez Pelayo; en carta a Pereda del 20 de noviembre de 1886 escribe: «No he leído todavía la última novela de la Pardo Bazán, pero sí ciertos apuntes autobiográficos con que la encabeza, y que me han parecido el colmo de la pedantería». (De Pereda y Sánchez Reyes, art. cit., p. 303). Y en cartas a Valera (para quien esta autobiografía «está bien escrita y se lee con gusto»), también de noviembre de 1886, el mismo don Marcelino considera que los apuntes «rayan en los últimos términos de la pedantería»; si bien concede a su corresponsal que el texto está bien escrito, mantiene que «revela en su autora una pedantería inocentísima». (Epistolario de Valera y Menéndez Pelayo, introducción de M. Artigas y P. Sainz Rodríguez, Espasa-Calpe, Madrid, 1946, pp. 214-316). (N. del A.)

 

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Según C. Bravo Villasante, Vida y obra de Emilia Pardo Bazán (Magisterio Español, Madrid, 1973), p. 141, doña Emilia realizó ese deseado viaje en 1887: con el pretexto de tomar los baños en Ontaneda, visitó a Galdós en Santander y a Pereda en su casona de Polanco; no obstante, la biógrafa no aporta pruebas ni testimonios que acrediten esa visita a Pereda. (N. del A.)

 

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La anotación autógrafa de Pereda es en esta ocasión ilegible. (N. del A.)

 

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La novela de Pereda se había publicado a principios de enero de 1888 y constituyó un sonoro fracaso crítico; aunque suscitó abundantes reseñas y una ruidosa polémica, las opiniones fueron casi unánimemente desfavorables. Entre tales opiniones faltó la de doña Emilia, que no reseñó esta novela; ello hace más lamentable el extravío de esa carta sobre La Montálvez, aunque nos atrevemos a sospechar que la carta no se extravió, sino que nunca se escribió, porque la crítica coruñesa no quiso censurar la novela de su amigo: es muy extraño, pensamos, que no repita en esta carta la opinión que sobre aquella obra exponía en la misiva supuestamente perdida. En cualquier caso, conocemos el juicio que le merecía La Montálvez, por artículos posteriores: «No me sonó a cosa observada -escribía en 1891 en su artículo «Los resquemores de Pereda»- no tanto por errores de detalle, que los aciertos superiores pueden compensar, sino por el fondo del libro, mera objetivación de un prejuicio [...] Vi en La Montálvez cuánto pueden dar de sí las facultades de un privilegiado artista, metido en un atolladero y a oscuras». (Polémicas..., p. 30). (N. del A.)

 

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El interés de Pardo Bazán por el proyecto de revista de Lázaro Galdiano es evidente en su correspondencia con otros escritores; ver cartas a Menéndez Pelayo del 8 de diciembre de 1888; a Oller del 24 de diciembre de 1888; a Yxart del 4 de enero de 1889 (respectivamente en: Sánchez Reyes, art. cit.; Oller, o. c., p. 123; Torres, art. cit., p. 402). El desdén de Pereda por La España Moderna no es menos evidente: en carta a Menéndez Pelayo de febrero y marzo de 1889 muestra su juicio desfavorable sobre la publicación, cuyo tono cree pedante, además de ironizar reiteradamente acerca del orgullo pueril de sus promotores, Lázaro y Pardo Bazán. (De Pereda y Sánchez Reyes, art. cit., pp. 317-321). También en carta a Pérez Galdós del 29 de enero de 1889 alude a esa «revista que me ha costado ya medio dolor de cabeza con doña Emilia»; en otra al mismo fechada el 15 de abril de 1889 pronostica que la revista está «destinada a morir [...] de la cursilería más empalagosa». (Ortega, o. c., pp. 136-137 y 144). A la vista de estos juicios, y dada la negativa perediana a colaborar en la empresa, nos inclinamos a creer que, a pesar del tono todavía amable de las cartas que siguen, las relaciones entre ambos autores empezaban a deteriorarse. (N. del A.)

 

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Redactada entre agosto y octubre de 1888, La puchera estaba en prensa en los primeros días de diciembre y se puso a la venta a mediados de enero de 1889. Conocemos la opinión de Pardo Bazán sobre esa novela por una carta a Yxart fechada el 4 de febrero de 1889: «La puchera me ha gustado mucho y a mí me parece de lo mejor de Pereda». (Torres, art. cit., p. 402). (N. del A.)

 

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En la relación mecanografiada que acompaña este volumen de autógrafos, se da como fecha marzo de 1890, fecha que reproduce el catálogo de Gutiérrez Iglesias y Saez Picazo en su relación de cartas de Pereda (o. c., en nota 16, p. 283). Teniendo en cuenta lo que más adelante (notas 61 y 74) señalamos a propósito del fallecimiento del padre de doña Emilia, aceptamos esa fecha como posible. (N. del A.)

 

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Según se deduce de sus cartas a Galdós del 8 de enero de 1890 y del 26 de febrero del mismo año, un hermano de Pereda falleció en los primeros días del año, y uno de sus cuñados en febrero; asimismo de la primera de esas cartas parece deducirse que a finales del año precedente había muerto alguien muy allegado a la esposa del novelista. (Ortega, o. c., pp. 149-150). (N. del A.)

 

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Ambos libros se habían publicado en 1889; desconocemos con más precisión cuándo aparecieron, aunque podemos deducir la fecha de Morriña por las de algunas reseñas: la de Alas, el 9 y 23 de noviembre; la de Cavia, el 18 de noviembre; la de L. Alfonso, el 2 de diciembre. (Los datos en Clémessy, o. c., p. 243). (N. del A.)