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Juan Manuel URÍA, Dos por la mañana

El Gallo de Oro, Bilbao, 2015, 99 págs.

Bajo un árbol tricentenario solo se pueden tener pensamientos solemnes.


Donde muere lo obvio nace el poema.


Patriota: ese hincha con un estadio un poco más grande.


El aforismo debe ser nómada, ligero pero de huella indeleble, y algo canalla.


Esos eternos, profesionales suicidas, que nos sobrevivirán.


La vida literaria solo era posible en el tiempo de los duelos a la primera luz del alba.


Se puede tener razón y no usarla en absoluto.


A los buenos carniceros les falta un dedo.


Con los años se aprende a leer en diagonal.


Ser capaz de robinsonear por las calles de tu ciudad, llena de gente.


El humor da color a la materia gris.


Y no hay vuelta de hoja, dicen los que solo tienen una.


Querer ser original es algo ya muy viejo.


La edad no cura la estupidez, solo la arruga un poco.


Gritan todos a una, y sin disonancias, consignas de libertad.


El amor es la perdición del cínico.


El buen poema te guiñará el ojo. El buen aforismo te sacará la lengua.


La cultura no es antídoto de nada.


La felicidad de que todos, los de un bando y otro, te llamen traidor.


Un buen epitafio: lo intenté.