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301

El dardo mortal queda en el flanco. VIRGILIO, Eneida, IV, 13. (N. del T.)

 

302

¿Por qué ir en busca de regiones alumbradas por otro sol? ¿Acaso basta para huirse así mismo el huir de su país? HORACIO, Od. II, 16, 18. (N. del T.)

 

303

He roto mis ligaduras, me diréis. ¿Pero acaso el perro que después de prolongados esfuerzos logra por fin escapar, no lleva casi siempre consigo buen trozo de su cadena? PERSIO, Sát., V, 158. (N. del T.)

 

304

Si nuestra alma no está bien gobernada, ¡cuántos son los combates que tenemos que sostener y cuántos los peligros que tenemos que afrontar! ¿Qué cuidados, qué temores, qué inquietudes no desgarran al hombre víctima de sus pasiones? ¿Qué estragos no producen en su alma el orgullo, la licencia, la cólera, el lujo y la ociosidad? LUCRECIO, V, 44. (N. del T.)

 

305

Montaigne traduce este verso antes de citarlo. (N. del T.)

 

306

Sé un mundo para ti mismo en solitarios lugares. TIBULO, IV, 13, 12. (N. del T.)

 

307

¿Es posible que el hombre vaya a obstinarse en amar alguna cosa más que a sí mismo? TERENCIO, Adelfos, act. I, esc. l, verso 13. (N. del T.)

 

308

No es frecuente profesarse a sí mismo todo el respeto necesario. QUINTILIANO, X, 7. (N. del T.)

 

309

En cuanto a mí, aun cuando no pueda encontrarme en situación más holgada, me conformo con poco y enaltezco, la apacible medianía: si mi suerte mejora, digo que nadie aventaja en dicha ni en prudencia a aquellos cuyas rentas están fundamentadas en la posesión de hermosas tierras. HORACIO, Epíst., I, 15, 42. (N. del T.)

 

310

Intenten mejor hacerse superiores a las cosas que ser esclavos de ellas. HORACIO, Epíst., I, 1, 19. (N. del T.)