321
¡Oh muerte!, ¡pluguiera a los dioses que desdeñaras visitar a los cobardes y que la virtud sola pudiera alcanzarte! LUCANO. IV, 580. (N. del T.)
322
¡Cuántas veces corren hacia una muerte segura no ya sólo los generales, sino ejércitos enteros! CICERÓN, Tusc. quaest., I, 37. (N. del T.)
323
Si la impresión de nuestros sentidos no es verdadera, la razón tampoco lo es. LUCRECIO, IV, 486. (N. del T.)
324
Lo ha sido o lo será; nada de presente hay en ella. Menos cruel es estar ya muerto que hallarse esperando el fin de la vida. (N. del T.)
325
La muerte no es un mal sino por lo que la sigue. SAN AGUSTÍN, de Civit. Dei, I, 11. (N. del T.)
326
La virtud ansía el peligro. SÉNECA, de Providentia, c. 4. (N. del T.)
327
No es con la alegría y los placeres, con los juegos y las carcajadas, ordinario séquito de la frivolidad, como se es dichoso; las almas austeras encuentran la felicidad en la constancia y en la firmeza. CICERÓN, de Finibus, I, 10. (N. del T.)
328
La virtud es tanto más dulce cuanto mayores esfuerzos nos cuesta. LUCANO, IX, 404. (N. del T.)
329
Recuerda que los grandes dolores acaban con la muerte; que los sufrimientos morales dejan intervalos tranquilos, y que somos capaces de dominar los medianos. Cuando éstos sean tolerables los soportaremos pacientemente; si se asemejan a un lugar que nos enoja, saldremos de él como se sale de un teatro. CICERÓN. (N. del T.)
330
Cuanto más el hombre se deja dominar por el dolor, más éste lo atormenta. SAN AGUSTÍN, de Civil. Dei, I, c. 10. (N. del T.)