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Número 13

     Es verdaderamente notable este derecho de los bailes y vegueres, que no sirve sino para confirmarnos en lo muy confusas que eran en aquel tiempo las ideas que se tenían de la religión y de la justicia. Parece increíble que los soberanos pudiesen tolerar por mucho tiempo tan bárbaro derecho, mucho más cuando por el mismo voto de nuestro conde podemos conjeturar que conocían perfectamente la injusticia que encerraba. El conde para alcanzar el favor de Dios en la peligrosa campaña que abría prometió solemnemente abolirlo si volvía vencedor a su corte; y esto nos manifiesta que creía y estaba convencido de que con este voto iba a agradar a la Majestad divina cuya protección imploraba. ¿Por qué pues él, conde soberano y fuente de toda jurisdicción y de todo derecho, había de permitir que aquél siguiese en todo su vigor hasta que Dios le hubiese deparado la victoria que tanto apetecía? El clero, entonces tan poderoso, ¿no había de levantar la voz contra tan grande abuso? ¿Cómo no la oía el conde? Fuerza es hacerse cargo de la debilidad de las sociedades de aquellos siglos, de la falta de unidad y fuerza de aquellos gobiernos, de lo poco deslindados que habían de estar aún a la sazón la potestad civil y la eclesiástica, de la escasa fuerza de acción que tendría el poder central sobre los demás poderes, para explicarse, y aun imperfectamente, la existencia de un acto tan poco piadoso y tan manifiestamente injusto. De otro modo no hallaríamos palabras para censurar hechos tan graves, derechos tan desmedidos, y una tolerancia tan culpable. Desgraciadamente no ha podido llegar aún a nuestras manos el documento en que consta el voto del conde.

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