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820.      Queda dicho en la pág. 542(**68) que hasta tiempos muy modernos hubo parroquia tanto en los Huertos como en San Vicente, sin duda para los que habitaban dentro del término jurisdiccional de ambos monasterios.

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821.      Dice así: « Por los años de Cristo de 140 permanecía en este sitio un templo de Júpiter, el cual fue quemado con fuego del cielo, en cuyas ruinas estaba por los años 919 edificado y consagrado este templo al glorioso mártir San Vicente, el cual ha permanecido, desde inmemorial, convento de vírgenes consagradas a Dios bajo la regla y hábito de San Benito, hasta que a instancia del rey don Alonso VII llamado el Emperador se vistieron del Cister, siendo honrado y enriquecido con rentas y privilegios de nuestros magníficos reyes de Castilla y León sus fundadores. Se renovó este letrero año de 1676.» Ignoramos de dónde sacó el autor de dicho letrero lo del templo de Júpiter y de la existencia del convento, en 919: de los escasos privilegios salvados de las llamas, el más antiguo es del año 1211.

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822.      El epitafio, cuyo calco debemos lo mismo que las demás noticias de este convento a su estimable capellán don Casimiro Pérez benedictino, es del tenor siguiente: Hic jazet donna Marqisesa abattisa istius monasterii religiosa generosa plasida (la palabra no dice así, pues la p tiene abajo una raya, falta la l, y la letra siguiente es la i en vez de a, pero no acertamos que quiera decir otra cosa) et discreta Deo Patri et beate Marie et omnib. seis. que obiit Xº, calendas julii anno Domini millesimo octuogesimo nonno. ¿No pudieran haberse omitido, como sucedía a veces, las C que expresaran los centenares? El carácter de letra parece más del siglo XIII que del XI, y tanto en uno como en otro era muy poco frecuente contar por años de Cristo más bien que por eras. De todas maneras se necesitan datos más terminantes para remontar a tan remota edad la existencia del convento y con ella la repoblación de la ciudad, que se fija en 1088 o a lo más pronto en 1079, a no suponer que San Vicente sobreviviera a la invasión del rey moro de Toledo.

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823.      Es el mismo probablemente que doró y estofó en 1553 el retablo del Parral, y se le titula pintor del rey Ponz, que vio el retablo de Santa Cruz, leyó en él la fecha de 1557, dato difícil de concertar con la aserción de Llaguno que atribuye su diseño a Juan de Herrera, el cual no principió sus trabajos arquitectónicos hasta 1563.

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824.      Hacía frecuentes estas visitas la residencia de los soberanos en Valsaín y posteriormente en la Granja. En una de ellas Felipe II, reparando que en la antecapilla de la cueva había un sepulcro alto de la familia de Coronel, lo mandó quitar diciendo: «Aun para mí sería este un lugar demasiado digno.»

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825.      Véase lo dicho en el capítulo del acueducto. Antes de los derribos llevados a cabo en 1806, habíanse practicado ya otros parciales, como lo prueban las disposiciones tomadas en 1506 para demoler unas casas que estrechaban la plazuela.

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826.      Nombran a menudo al Azoguejo las novelas picarescas, como la plaza de Zocodover en Toledo, el Potro en Córdoba, y el barrio de Perchel en Málaga.

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827.      Una de Alfonso el Sabio expedida en 1278 llevamos citada pág. 554(**69) y otra despachó en 1422 Juan II mandando que ningún vecino de la ciudad se salga a vivir a los arrabales.

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828.      Lástima que no pueda leerse el nombre colocado entre estas dos frases Aqui yace y fiso esta capiella; la fecha parece ser MCCCXXIIII, advirtiendo que es año y no era. La inscripción renovada en el lucillo inmediato expresa ser del «onrado caballero Anton de Cáceres hijo de Anton Martínez de Cáceres y de doña Inés Osorio de Virues, gobernador que fue de la villa de Madrid y alcaide de sus alcázares, guarda de los reyes Católicos, falleció a 15 de setiembre de 1493 años.» La hornacina puesta sobre la entrada lleva el siguiente epitafio: «Aquí yace el muy noble caballero Francisco de Cáceres, fijo del muy noble caballero Anton de Cáceres y de doña María Virues, el qual finó a cinco de mayo año de mil e quinientos e XXII años.»

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829.      Nada permanece de ella contemporáneo del infante don Fernando de Antequera, a quien sirvió de alojamiento en 1407; y el claustro, que es lo más notable del convento, coincide con la data en que pasó de los claustrales a los observantes hacia 1488 después de prolongados litigios. A la comunidad había agregada una numerosa orden tercera, de lo principal del vecindario, a cuyos hermanos concedió Enrique II en 1373 exención de tributos y cargas concejiles.

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