Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoSección filosófica


Fábula I




ArribaAbajoEl pájaro encarcelado


No siempre el bien es fortuna

ArribaAbajo   En una jaula un ave
nació y vivió contento,
sin cruzar nunca el viento
con revolar süave.
¡Qué vanamente grave,  5
porque más no desea,
de una a otra barandilla
con voluntad sencilla
cantando se pasea!
Créalo quien lo crea:  10
mas lo cierto es que el preso
nunca con loco exceso
en ocasión ninguna
maldijo la fortuna,
ni tuvo a vituperio  15
su dulce cautiverio.
Por último, es el caso
que un día que la puerta
vio de la jaula abierta,
llegó paso tras paso,  20
a la vecina huerta.
¡Cómo entonces contento,
con emoción extraña,
goza en la azul campaña
del extendido viento  25
la libertad querida,
nunca por él sentida!
De rama en rama vuela
con la calma inefable
de la virtud amable  30
que el crimen no recela;
y al más cercano arbusto,
lanzándose con gusto,
quedó a la liga en suma
presa otra vez su pluma.  35
¡Triste imagen del hado
fue el pájaro inocente,
pues se troco su estado
tan repentinamente!
Tornó a ver a despecho  40
—170→
la antes prisión amada:
mas nunca la alborada
volvió a encomiar su pecho
con su común tonada.
-¿Por qué con tal quebranto-,  45
su dueña le decía,
-mi gozo y tu alegría
no ensalzas con tu canto
cual suceder solía?-
Sin dar respuesta alguna,  50
las penas una a una,
con el dolor más grave
de su dueña querida,
acabaron del ave
la macilenta vida;  55
que aunque en la cárcel fiera
pasó la vida entera
sin que echase de menos
los céfiros serenos,
después que hubo probado  60
su esfera siempre amena,
cuando volvió a su estado
murió el triste de pena.


   ¡Huid, mentido bando
de alegres ilusiones,  65
que nos henchís, pasando,
de locas ambiciones!
¡Dejadme que tranquilo
muera en mi pobre asilo,
pues que sólo un momento  70
vive el mayor contento!
¿Por qué queréis que ansioso
deje mi humilde estado,
si es más desventurado
quien fue una vez dichoso?  75




Fábula II




ArribaAbajoLa abeja, el burro y la rana


Yendo a más, venir a menos

ArribaAbajo   La abeja, de una rama de romero
formaba su panal de mieles rico;
mas la rama encontrando en un lindero,
      se la comió un borrico.
      ¡Pobre rama olorosa  5
que el blasón iba a ser de los panales,
y ya entre las mandíbulas asnales
podrá ser, menos miel, cualquiera cosa!


¡Oh, qué bien con su ejemplo nos declama
       lo inestable del destino,  10
cuando al ir a ser miel la noble rama,
el pienso quedó a ser de un vil pollino!




Fábula III




ArribaAbajoEl escultor y los dos troncos


Caprichos del hado

ArribaAbajo      Cierto escultor un día,
viendo dos troncos, entre sí decía:
-De este zoquete vil, lleno de lodo,
un San Roque he de hacer con perro y todo;
y este, aunque para santo mejor era,  5
del templo servirá para madera.-


   Así el hado cruel, que engaña a tantos,
convierte, con tristísimos ejemplos,
en madera de templos a los santos,
y en santos la madera de los templos.  10




Fábula VI




ArribaAbajoEl muchacho y la manzana


Placeres falsos

ArribaAbajo   Tiró Andrés una piedra a una manzana
y por dar a la fruta, dio al ambiente;
tirole la segunda: ¡empresa vana!
la tercera tiró: ¡malditamente!
tiró otra en fin: cayó; mas de tal gana,  5
que con golpe mortal hirió su frente.


   Hay bienes que en llegando, al mal iguales,
la cabeza nos rompen cual los males.




Fábula V




ArribaAbajoEl pastor y el navío


Deseos locos

ArribaAbajo      Del mar en la ribera
quejábase un pastor de esta manera:
-¡Oh, qué sordas que tiene a mis congojas
      el cielo las orejas,
pues no me saca de zagal de ovejas,  5
pati-tuertas las más, y algunas cojas!
¡Quién me diera, halagando mi albedrío,
dirigir por ejemplo aquel navío,
y a la playa arribar del indio o moro,
para volver con el cargado de oro!  10
¡Por amigos tuviera y por amigas
entonces a señoras y señores,
pese a cuantas ovejas y pastores
rumiaron hierbas o mascaron migas!
      Mas ¡ay! la suerte fiera  15
me arrastra, sea invierno, sea verano,
desde el monte al redil, y de éste al llano;
      y aunque oírlas no quiera,
me hace escuchar las simples avecillas,
que por más maravillas  20
que dicen que hacen los que de ellas cuentan,
cada vez que las oigo, me revientan.-
—171→
      Así el pastor decía,
cuando el bajel ya apenas se veía;
y su intenso dolor llegaba a tanto,  25
que sus mejillas inundó de llanto.
Era al morir el sol, según asienta
quien dijo que del ábrego la saña
removió aquella noche una tormenta
que ni la oyó el pastor en su cabaña.  30
Al otro día su manada entera
condujo, como siempre, a la ribera,
y del mar acercándose a la orilla,
vio aquí y allí fragmentos de una quilla.
Buscando del naufragio indicios ciertos,  35
halló al fin gavias, y después mesanas,
trinquetes desvelados, hombres muertos:
¡leves cimientos de esperanzas vanas!
Entonces se acordó de su navío,
      y viendo fin tan triste,  40
-¡Qué bien hiciste, oh Dios, qué bien hiciste
en coartarme, dijo, el albedrío!-
Y sin ver que a los muertos hacía agravios,
una sonrisa se asomó a sus labios;
y escuchando las simples avecillas,  45
que hacían, según dijo, maravillas,
tradujo de sus plácidos gorjeos:


      Modera sus deseos.
Aunque pierdas, llorando, tus encantos,
no halagues esperanzas indecisas,  50
cada muerta esperanza brota llantos;
cada llanto vertido engendra risas.




Fábula VI




ArribaAbajoEl conejo, el gallo y el cerdo


De gustos no hay nada escrito


Cada QUISQUE celebra, y es muy justo, lo que es más de su gusto.


ArribaAbajo      Por un gallo lo digo,
que de una huerta picoteando el trigo,
      así a un conejo hablaba
que, haciendo muecas, una col rumiaba:
-¿No admiras este trigo, buen conejo,  5
gordo y gentil cual castellano viejo?
-¿Quién ha visto manjar de más decoro?
Como soy que parecen granos de oro.
-Aprensión, friolera, bobería-,
el rumiador conejo respondía:  10
-Siempre a mi noble raza más le plugo
de tierna berza el agridulce jugo.-
      Viendo así despreciado
      su condimento amado,
      el gallo incontinente,  15
para buscar un juez más competente,
se encaramó a las tapias de la huerta,
como vigía que se pone alerta;
      y preguntó a un cochino
que acertaba a pasar por el camino:  20
Dime, si te ofreciesen cuando almuerzas
      buen trigo y buenas berzas,
¿qué cosa te comieras, caro amigo?-
El cerdo contestó: -Berzas y trigo.-




Fábula VII




ArribaAbajoEl poeta y los lectores


Los lindes del bien y el mal

ArribaAbajo   Si escucháis esos míseros lamentos,
son del difunto rey los funerales;
y esos vivas que ruedan por los vientos,
del rey nuevo los cantos inmortales.
Mas diréis entre penas y contentos:  5
-¿Se cantan bienes, o se lloran males?


   Nadie el linde a marcar se atrevería
que separa el pesar de la alegría.




Fábula VIII




ArribaAbajoLa madre y el hijo


La inocentada


ArribaAbajo   -¡Ubb!! -en inocente fiesta
una madre con cariño
gritaba a un hermoso niño
con una máscara puesta.

   Mas de sus gustos avara,  5
al ver que lloraba el hijo,
arrojándola, le dijo:
-Tonto, si tengo otra cara.-

   Y del candor a merced,
a cuantas después hallaba,  10
el niño las preguntaba:
-¿Cuántas caras tiene usted? -

   Y es fama que ya crecido,
llegó el niño a asegurar
que todas suelen mudar  15
la cara con el vestido.




Fábula IX




ArribaAbajoEl joven y el reloj de arena


Liviandad de nuestras glorias

ArribaAbajo      Viendo un reloj de arena,
paseábase Román con faz serena.
      -Pasa luego, -decía,
      -hora cual nunca impía;
que pronto Inés, con amoroso fuego  5
me esperará en la reja; pasa luego.-
Y dando vueltas, su mirar sombrío
en el reloj fijaba, asaz tardío,
hasta que al fin echó de ver que insano
atascado se hallaba un leve grano;  10
—172→
y saliendo a la calle diligente,
llamó a la reja, pero inútilmente:
      volvió a llamar de nuevo,
más ya no estaba Inés: ¡pobre mancebo!


      ¡Quién por buscar se apena  15
de este mundo las dichas ilusorias,
       cuando un grano de arena
remora puede ser de nuestras glorias!




Fábula X




ArribaAbajoLos cien cuerdos y el bobo


La dicha es un acaso

ArribaAbajo      Si mal no lo recuerdo,
un bobo entre cien cuerdos, por acaso
      (y aquí diré de paso
que hay a veces mil bobos por un cuerdo),
admiraba el espléndido palacio  5
do la fortuna desigual moraba,
tan rico, que a sus ojos se mostraba
con puertas de oro y muros de topacio.
      La señora fortuna,
que del mundo entre todas las señoras  10
      tal vez no habrá ninguna
que la gane a mudarse a todas horas,
se le antojó salir en aquel día
a hacer a uno feliz: ¡quién lo diría!
      Al verla los cien cuerdos  15
      (en verdad nada lerdos),
      con presteza importuna
-¡La fortuna! (prorrumpen) ¡la fortuna!-
      y arrancan en pos de ella,
      mientras que, presurosa,  20
      si bien como ellas bella,
como mujer al fin, huyó alevosa;
y si como ellas es verdad que huía,
como mujer también les sonreía.
Al verla el bobo huir con tal exceso:  25
-Vaya con Dios, -la dijo el muy camueso;-
      y en celestial arrobo,
      dándosele una higa,
porque alguno la siga o no la siga,
a dormir se tendió: ¡maldito bobo!  30
Siguiéronla los cuerdos locamente;
      pero con tal ahínco,
que alguno por correr dio un falso brinco,
      y se aplastó la frente.
Otros perdieron sólo el sufrimiento;  35
      y otros, menos felices,
el camino sembraron, y no es cuento,
de piernas, ojos, brazos o narices.
De engañar a los cuerdos ya cansada
la señora fortuna, siempre porra,  40
ganándoles las vueltas como zorra
determinó volverse a su morada.
      Mas ¡oh imprevisto caso!
      pues cuando al ir su paso
el linde a trasponer de la ancha puerta,  45
tropieza con el bobo y le despierta.
      -¡Caíste en el garlito!-
gritó el simple, cual bollos los mofletes:
y sin andarse en dimes ni diretes,
con ella en casa entró: ¡bobo maldito!  50


      Yo llames, Fabio, tonto
al que cual tú no corre tras la gloria;
por correr más, no llegarás mas pronto:
pregúntaselo al bobo de la historia.

  —173→  




Fábula XI




ArribaAbajoEl padre y sus hijos


La vida y la muerte


ArribaAbajo   Juntos con su padre estando
Ana y Luis una mañana,
al plañir de una campana
Luis se santiguó rezando.

   Y Ana exclamó con desprecio:  5
-¿Por qué rezas? -Y él al punto:
-Rezo, dijo, a ese difunto.
-Si es que ha nacido uno, necio.-

   Y viendo afrentado al hijo,
el padre, con faz severa  10
mirando a la retrechera,
con voz solemne la dijo:

   -¡No es rara equivocación,
pues para ambas cosas, Ana,
siempre una misma campana  15
toca con un mismo son!-




Fábula XII




ArribaAbajoEl ruiseñor y el ratón


A un gran mal otro mayor

ArribaAbajo   Clamó un ratón sin consuelo,
preso en una cárcel fuerte:
-¡Imposible es que la suerte
pudiese aumentar mi duelo!-
Y alzando la vista al cielo  5
para acusar su dolor,
le preguntó un ruiseñor
de un halcón arrebatado:
-¿Truecas conmigo tu estado?-
Y él contestó: -No, señor.-  10




Fábula XIII




ArribaAbajoEl potro y la yegua


Del tronco sale la rama


ArribaAbajo      Era una yegua pía,
que sin ánimos ya para dar coces,
      a un hijo que tenía
      así lo reprendía,
si no con éstas, con iguales voces:  5

      -No des coces ¡impío!
Maldita sea tu costumbre ingrata:
      cual yo modera el brío;
      ten presente, hijo mío,
que es mala educación sacar la pata.-  10

      Al decir -bien- el hijo,
la saludó con singular donaire,
      de puro regocijo
      después de lo que dijo,
miles de coces disparando al aire.  15
—174→
      Y en ocasión tan calva,
si los hallase en parte más contigua,
      presumo que en la salva
      al lucero del alba
y a la madre, de un par me los santigua.  20

      -¿De quién aprendería-,
siguió la yegua -inclinación tan basta?
      La zorra pues la oía:
      -De nadie, -le decía,
-creálo usted, vecina, ésa es la casta.-  25




Fábula XIV




ArribaAbajoEl padre, el hijo y el perro


Lecciones amargas


ArribaAbajo   Bramaba el viento agitado,
cuando subían a un cerro
un padre en su hijo apoyado,
y detrás de ambos un perro.

   Y con mortal pesadumbre  5
el viejo desfallecido,
cayó exánime en la cumbre,
entre la nieve aterido.

   Y -marcha -al joven le dijo-;
no encuentres cual yo la muerte.-  10
-Pues adiós; -contestó el hijo;
y huyó temiendo igual suerte.

   Mas desde un monte cercano,
libre ya de todo empeño,
vio que más fiel el alano  15
quedó a morir con su dueño.




Fábula XV




ArribaAbajoLa vuelta del campesino


La muerte todo lo iguala

ArribaAbajo   Halló al volver con otros a su tierra
un nuevo cementerio un campesino,
y al cruzar por enmedio del camino
vio escrita en él esta inscripción que aterra:
   -UN PONCE DE LEÓN aquí se encierra:  5
dobla al pasar la frente, ¡oh peregrino!
y acata humilde al que postró el destino,
recto juez en la paz, y héroe en la guerra.-
   Fija la vista en los eternos bronces,
gestos de admiración haciendo extraños,  10
dijo extasiado el campesino entonces:
   -¡Por Dios que son terribles desengaños!
¡Quien les dijera a los ilustres PONCES,
que aquí enterré yo un burro hace dos años!-




Fábula XVI




ArribaAbajoEl placer y el pesar


No hay dicha cumplida


ArribaAbajo      Al descender al mundo
el pesar y el placer, fuerte el primero
      y débil el segundo,
      con afecto profundo
llamáronse el uno al otro -compañero-.  5

      Sucedió que un cualquiera
encontrando al placer, con fuertes lazos
      (por fuerza que un tonto era)
      le estrechó de manera,
que por poco el placer muere en sus brazos.  10

      Y no cometió dolo,
ya que pudo, en gozarle, el buen mancebo,
      pues juro por Apolo
      que si lo hallara solo
le dejara este cura como nuevo.  15

      Al verse así ultrajado,
para el mozo el placer pidió un castigo,
      y el pesar de contado
      de dolores cercado
voló en defensa de su flaco amigo.  20

      -De hoy nos verá la gente-,
con amor se dijeron sin segundo,
      -juntos eternamente!-
      Eterna y juntamente
desde entonces acá los halla el mundo.  25

      Por eso, si por suerte
ves, como el mozo, al que placer se nombra,
apercibido advierte
que para herir de muerte
recatado el pesar vela a su sombra.  30




Fábula XVII




ArribaAbajoBienes prometidos


ArribaAbajo   El mundo al empezar, si bien me fundo,
      Júpiter trajo al mundo,
para dar por igual a los mortales,
      en una arca los bienes
      y en otra arca los males.  5
      Cogió el arca primera
(que por mi mal la de los males era),
y el censo atroz de los odiosos males
distribuyendo con piadoso intento,
ciento a Luis, ciento a Juan, y a Ramón ciento,  10
quedamos, salvo error, todos iguales.
      Abrió el arca segunda
y tanto criminal (que Dios confunda)
acudió a ver los bienes, que brillantes
—175→
lucían cual riquísimos diamantes,  15
      que al fin los más bribones
entraron de robar en tentaciones.
Por detrás un avaro sin decoro
sustrajo bienes mil (mil onzas de oro);
y un alcalde (un truhán) dando pisadas,  20
diez bienes se apropió (diez alcaldadas):
aquí un lascivo su placer corona
con una virgen que aspiró a matrona;
allí un poeta (un cándido, presumo)
tan sólo robó un bien (la gloria; ¡humo!),  25
y un ruin magnate, de nobleza rancia,
veinte bienes sustrajo sin conciencia,
reducidos, en última substancia,
a diez y nueve cruces y un vuecencia.
Tantas eran, por fin, las sustracciones  30
de ambiciosos, avaros y ladrones,
que Júpiter atándose la capa
(lo que prueba la fe de los humanos)
andaba con los pies y con las manos
por aquí y por allí tapa que tapa.  35
Al ver tanta ruindad en los mortales,
por último el buen dios perdió la calma,
y, llevándose el arca en cuerpo y alma,
dijo, al cerrar las puertas celestiales:
-Yo juro por esta arca que ahora encierra  40
los bienes que el mortal anhela tanto,
de no sacar un bien ni aún para un santo,
hasta que no haya infames en la tierra.-
Dijo así el dios; y el diablo que lo oía
(pues siempre anda del hombre en compañía)  45
gritó a la gente, que se vio burlada,
lanzando una insolente carcajada:
-Noble mortal, mi digno descendiente
(lo cual nunca en tus actos se desmiente),
el dios que escuchas, de inocencia lleno,  50
sus bienes te promete, en siendo bueno:
si hasta entonces no aguardas otros bienes,
acuéstate a dormir, que tiempo tienes.-




Fábula XVIII




ArribaAbajoEl labrador y la morera


Principio y fin de las cosas



Primera parte

ArribaAbajo      Juan plantó una morera,
que el que, después de un año, la veía,
      con la fe más sincera
loando sus primores, prorrumpía:
-¡Bien haya el hacedor de tal hechura!  5
¡Qué flor, qué tronco, qué hoja, qué verdura!-
      De seda unos gusanos
sus hojas agotaron roedores,
      y con dardos insanos
dieron fin las abejas a sus flores,  10
dejando el árbol de tan ruin manera,
que Juan lo hizo cortar: ¡Adiós, morera!

      Así, en suertes no iguales,
llegaron con destino bueno o malo,
      las flores a panales,  15
las hojas a ser seda, a efigie el palo;
pues os advierto que en mudanza tanta
del rudo tronco Juan hizo una santa.

      Y cual de la morera
tuvieron hoja y flor vario destino,  20
      de la misma manera
los hombres tienen encontrado sino;
que el destino es inestable como el viento.
Mas, basta de moral, y siga el cuento.


Segunda parte

      A mi lugar un día  25
la gente se agolpó de la comarca,
      do festejar solía
la Virgen que llamamos de la Barca;
santa que yo adoré, santa que aun era
la misma que hizo Juan de la morera.  30

      Y a través de un concierto
que en el templo sonaba en alto coro,
      (bastante mal por cierto),
sin oír lo sonoro o no sonoro,
a una vela escuché, no sin trabajo,  35
que decía a la santa por lo bajo:

      -¿Cómo estamos, hermana?
Yo soy hija también de la morera.
      En mi suerte tirana,
fui flor, llegué a panal y ahora soy cera.  40
¡Quién al ver la morera nos diría,
que al ser lo que eres, lo que soy sería!-

      -Su desdén me acongoja-,
dijo el vestido de la santa entonces;
      -llegué a seda desde hoja,  45
y sus oídos para mí son bronces.
¡Nadie creería, al verme en la morera,
que de un santo del tronco el traje fuera!-

      -Calle el necio ropaje,
pues le doy tanto honor, -dijo la santa:  50
      -y cuide no me ultraje
la innoble cera con locura tanta.
¡Las parleras!... las muy... ¡Ave María!
¿Qué hay de común entre las tres? -seguía.
—176→

      -¿No ven, -las fue diciendo,  55
-que hasta el mismo escultor que me ha labrado
      en acto reverendo
me tributa oblación con noble agrado?-
Y era verdad, que con amor profundo
hasta oraba el buen Juan. ¡Cosas del mundo!  60

      Si empieza la existencia
los seres al nacer mostrando iguales,
      en nuestra adolescencia
ya veis que unos son seres celestiales,
ante los cuales los demás oramos.  65
Mas ¿cuál de todos será el fin? Veamos.


Tercera parte

      A la vela inflamada,
Llega, -dijo el vestido-, hermana mía,
      y nuestra suerte airada
será así igual hasta la tumba fría.-  70
Llegó la vela el labio enrojecido,
e inflamado a su luz ardió el vestido.

      Crujió entonces la seda;
y arrojando las chispas a millares,
      fue ardiendo en ígnea rueda  75
seda, blandón, imágenes y altares;
siendo al fin, calcinado su ornamento,
juguete vil del agitado viento.

      ¡Así en la humana vida,
si a unos el hado en ídolos convierte,  80
       mientras que envilecida
la plebe es templo y luz... llega la muerte,
y confunde, con barbaros ejemplos,
aras, ídolos, luz, galas y templos!

  —177→  






ArribaAbajoHumoradas

Al señor don Marcelino Menéndez Pelayo



- I -

Ahora que mi queridísimo compañero, el sabio por antonomasia, señor Menéndez Pelayo, escribe los fundamentos de una estética ideológica, le dedico estas humoradas, porque además de satisfacer con esto un sentimiento de mi corazón, tengo el egoísmo de creer que en esta ocasión me defienda, si lo halla justo, de los censores apasionados que de seguro aparecerán, como aparecen siempre que yo me permito poner título nuevo a alguna de mis obras.

Soy el hombre menos afortunado de la tierra para bautizar géneros literarios. Cuando publiqué las Doloras, el nombre pareció demasiado neológico. Salieron a luz los Pequeños poemas, y el título fue muy censurado por razones que nunca he comprendido. El nombre de Humoradas ¿parecerá también poco propio?

¿Qué es humorada? Un rasgo intencionado. ¿Y dolora? Una humorada convertida en drama. ¿Y Pequeño poema? Una dolora amplificada. De todo esto se deduce que mi modo de pensar será malo, pero como ya dije alguna otra vez, no se me podrá negar que por lo menos es lógico.




- II -

Y como yo nunca quiero ocultar mis pretensiones, aunque estén impregnadas de un poco de orgullo, pasión que tanto detesto, debo decir que, en vez de quemarlas, he recogido estas fruslerías poéticas, para completar con ellas un sistema de poesía que abrace desde el pensamiento aislado hasta el poema. Será imposible que ningún autor de segundas intenciones escriba nada que no esté comprendido en el círculo poético que acabo de cerrar con estas ideas volanderas. Es verdad que, además de este círculo poético de carácter puramente psicológico, hay otro, enteramente contrario, que se limita a hacer sobre los asuntos apreciaciones de naturaleza exclusivamente física. Considerados en su esencialidad, no hay más que dos géneros de poesía en el mundo, que son el de más acá y el de más allá de las cosas.

Yo sé bien, que quedan fuera de este círculo poético que yo prefiero, producciones admiradas que encantan a muchas gentes por su misma objetivación e infecundidad. Pero yo que admito, aunque sin entusiasmo, el género que ve en la forma, no el continente, sino el contenido del arte, pido un poco de tolerancia para el que pretende que a la sencillez en la forma, se una un poco de malicia en el fondo.

Respeto la admiración que a algunos les produce en las obras de ingenio la delimitación empírica de esas líneas que pueden ser comprendidas por los sentidos corporales del tacto y de la vista, con tal que me permitan reservar mi gusto especial por las reverberaciones que iluminan las sinuosidades del corazón humano y los horizontes que caen del otro lado de la vida material.

Uno de los economistas contemporáneos más notables ha escrito un artículo muy filosófico titulado: «Lo que se ve y lo que no se ve». Este título, mejor que aplicado al comercio de las habichuelas, se podía relacionar con los sistemas poéticos, el viejo y el nuevo; el viejo, que se puede llamar el de lo que se ve; y el nuevo, que lo llamaremos el de lo que no se ve. El viejo no necesita explicación: el nuevo consiste en ver intuitivamente lo que no se alcanza a primera vista; en hacer notar al lector el punto en que las ideas iluminan los hechos, mostrándole el camino que conduce de lo material a lo ultra-ideal.

No me explico por qué muchos lectores prefieren en el arte lo superficial a lo hondo. Y debo confesar, con mortificación de mi amor propio, que hasta genios que han solido ver la inmensidad en el átomo, son refractarios a dejar transparentar en sus producciones las vistas que dan a la región de lo indefinido.




- III -

A un gran poeta extranjero no le pudo hacer comprender mi amigo el Sr. D. Eugenio de Ochoa lo que era una dolora. Extrañándolo yo mucho, decía el Sr. Castelar que, dadas las cualidades del insigne escritor, él se lo explicaba perfectamente. Otros dos grandes poetas españoles, se empeñaron en no querer entender lo que eran doloras, y lo consiguieron. Cuando se publicaron las primeras, sometiéndolas a las reglas de una retórica convenida, y en la cual yo nunca he podido convenir, las fueron dividiendo en epigramas, letrillas, epitafios, etc. Estos inmortales distraídos clasificaron las doloras por su contextura externa, sin fijarse en el lazo interno común que las unía en el fondo, que era la intencionalidad.

En el actual momento histórico, ya verá el lector cómo también a estas naderías casi epigráficas, todos los retóricos retrospectivos las llaman pareados, cuartetos o quintetos, y acaso, acaso, sólo aleluyas; y, sin fijarse en su carácter intrínseco, rechazan el título de Humoradas, que yo les doy. Siempre la exterioridad sobreponiéndose a lo esencial. Una dolora puede ser madrigal, epigrama, etc., sin dejar de ser dolora; mientras que no son doloras ninguno de los epigramas y madrigales que conocemos. Lo mismo digo de este nuevo título. Una humorada, sin dejar de serlo, puede estar escrita en un pareado, o en un cuarteto, pero no son humoradas la mayor parte de los cuartetos y pareados que se han escrito hasta ahora.

Pero yo, que tengo el honor de dedicar este librito al Sr. Menéndez Pelayo, a imitación suya, voy, a propósito de estas humoradas, a escribir también un poco de estética trascendental.




- IV -

No quisiera que el lector, al hallarse con estas bagatelas escritas para los álbums y los abanicos de mis amigas, o recogidas de los retazos sobrantes de doloras y poemas, creyese que las he coleccionado como cosas dignas de ver la luz pública.

Las he reunido porque, además de cumplir los deseos de un apreciable editor que me pedía un libro cualquiera, me propongo rehabilitar con esta publicación, en lo que sea posible, esa poesía, ligera unas veces, intencional otras, pero siempre precisa, escultural y corta, que nuestro eminente poeta el Sr. D. Gaspar Núñez de Arce ha estigmatizado con la expresión desdeñosa de -«Suspirillos líricos, de corte y sabor germánicos, exóticos y amanerados». Creo que el pensamiento del Sr. Núñez de Arce ha sido mal interpretado, pero el hecho es que desde que el lo ha escrito, ciertos críticos, a quienes se les puede calificar de sacristanes de amén, se complacen en llamar «suspirillos germánicos», a toda composición que no se estira hasta ensuciar con las botas la cara de los oyentes. En consecuencia, rebatiendo a los que han entendido mal la expresión de mi ilustre compañero, les diré que esos «suspirillos germánicos» siempre serán los cantos populares de las clases ilustradas.

Esa poesía que algunos llaman lapidaria, es la más propia para que se graben los pensamientos, no sólo en las piedras, sino en las inteligencias.

  —178→  

Hasta que se halla la forma elíptica que las sintetiza, las epopeyas, las tragedias, los poemas y las crónicas, son creaciones de una utilidad contestada y de una pesadez incontestable.

Una décima de Calderón y unas cuantas frases de Shakespeare suelen ser el resumen de todo su modo de pensar y de sentir. Borrad esta décima y estas frases, y desterraréis del comercio de la vida las grandes epopeyas que más conmueven el corazón y la cabeza de los que sienten y piensan.

Como desgastan los ríos las piedras de su fondo, la marcha del tiempo oxida, descomponiéndolos, los pensamientos de los grandes monumentos literarios, unos por insustanciales, otros por anacrónicos, estos por demasiado solariegos y aquellos por poco característicos; y sólo va dejando, como ruinas imperecederas de las babilonias artísticas, rápidas inscripciones, relámpagos de ideas, que parecen ecos de las palpitaciones del corazón humano.




- V -

Pero volviendo al asunto principal, me preguntará alguno: ¿Por qué a esas poesías cortas, tristes, risueñas, galantes o satíricas se las llama humoradas? Porque en la mayor parte de esas expansiones de genio abierto, que el vulgo suele llamar salidas de tono, prepondera la tendencia cómico-sentimental que se entiende por humorismo.

Llamo humoradas a los pensamientos adolorados, que, por carecer de forma dramática, no se deben incluir entre las doloras.

Y ¿qué es humorismo?

Una crítica inconsiderada que cruza a campo-traviesa los dominios de la literatura sin el freno de la correspondiente instrucción, a fuerza de oírlo repetir ha adquirido la costumbre de llamarme escéptico, sin tener en cuenta que el escéptico, ya subjetivo, ya objetivo, ya absoluto, es el que tiene la duda por sistema, y que yo, bien avenido con la vida real, creo en lo único en que se debe creer, que es en las ideas. ¿Qué noción tendrán estos clasificadores de lo que es escepticismo? ¿Me llaman escéptico porque yo me suelo reír de cosas que ellos creen que son de llorar? Esto de reírse del dolor propio y del ajeno, más bien se podría llamar estoicismo. Pero como no quiero enfadarme mucho con estos calificadores, que cogen la ciencia al oído, porque sé que es muy común confundir el escepticismo con el humorismo, y el humorismo con la excentricidad, les diré que es el colmo de la injusticia llamar escéptico a un espiritualista tan exagerado como yo, que cree que lo que hay más natural en el mundo es lo sobrenatural.

Si el escepticismo no cree en lo que dice, el humorismo hasta se ríe de lo que cree, no dejando de creer nada de lo que se dice.

¿Qué es humorismo? La contraposición de situaciones, de ideas, actos o pasiones encontradas. La posición de las cosas en situación antitética suele hacer reír con tristeza.

César, tapando con sus cenizas el hueco de una pared, y Don Quijote volviendo a su casa molido a palos por defender sus ideales, mientras su ama y su sobrina, representantes del sentido común, lo reciben cómodamente comiendo pan candeal y haciendo calceta, son dos rasgos de humorismo que, además de hacer reír, llenan los ojos de lágrimas.

La frase buen humor, genuinamente española, ha creado un género literario, que es sólo peculiar de los ingleses y de los españoles, y en el que mezclando lo alegre con lo trágico, se forma un tejido de luz y sombra, a través del cual se ven en perspectiva flageladas las grandezas, y santificadas las miserias, produciendo esta mezcla del llanto y de la risa una sobreexcitación nerviosa de un encanto indefinible.

El humorismo francés es satírico, el italiano burlesco, y el alemán elegíaco. Sólo Cervantes y Shakespeare son los dos tipos del verdadero humorismo, serio, ingenuo y candoroso.

Se ha dicho que la burla es la retórica del diablo.

Y, efectivamente, debe haber en este género literario algo de intelectual y encantadoramente diabólico, porque los escritores humoristas tienen sobre los exclusivamente serios, y los totalmente alegres, una superioridad de miras incontestable; pues cuando un escritor sólo se propone hacer reír mucho, suele acabar por hacerse risible, así como cuando un hombre por demasiado serio es tonto, es tonto de veras. No hay duda que el humorismo, que es un carnaval reentrante en la cuaresma, parece que domina los asuntos desde más altura, y que se hace superior a nuestras ambiciones y a nuestras finalidades, pintando a la locura con toga de magistrado, y a la muerte con gorra de cascabeles.

El talento que, alegre y tristemente ve en lo pequeño la imagen de lo grande, y en lo grande el trasunto de lo pequeño, es el titiritero que al son de su tamboril hace bailar grotescamente a todas las pequeñas y grandes figuras humanas, como si fuesen muñecos de resorte; es el tipo, que, según una frase vulgar, es capaz «de hacer burla de un entierro»; el inventor, en fin, de la filosófica danza macabra, ese baile de candil dado en los infiernos, y al cual asisten, presididos por la muerte, reyes con gregüescos de payasos, bufones con tiaras, y papas con miriñaques.

Si, como dice Cervantes, el hacer reír es de grandes ingenios, el hacer reír y llorar al mismo tiempo es un don excepcional que sólo ha concedido Dios a él y a Shakespeare, los dos grandes pensadores más humorísticos del mundo.

Y dejo este asunto, sólo indicado por mí, para que el señor Menéndez Pelayo acabe de decirnos con su profundo saber lo que es humorismo, esa alegría unas veces enternecedora y otras siniestra; esa espada de dos filos que lo mismo mata a los hombres que a las instituciones; ese gran ridículo que convierte en polichinelas a los héroes mirándolos desde la altura del supremo desprecio de las cosas.




- VI -

Pero me he distraído y veo que para unas producciones tan homeopáticas como estas mías, el lector dirá con razón que he escrito una dedicatoria muy pretenciosa y demasiado larga. Por eso, arrepentido de ser tan hablador, concluyo diciendo que, aceptando la definición que da el diccionario de la lengua castellana de la palabra frase, diciendo -«que es una locución enérgica con que se significa más de lo que se expresa»- insisto en creer que las poesías de forma condensada son más apreciables por la dificultad de tener que decir en ellas más de lo que se expresa. El trascendentalismo en el arte consiste en estas vistas a lo infinito que entreabren las frases cortas de algunos autores de arranques proféticos. No me puedo consolar del tiempo que pierden algunos lectores devorando a autores insustanciales que, al ocuparse en lo particular, jamás dejan entre renglones sobreentendido lo general.

Pero mi guerra declarada al género ampuloso y superficial veo que me vuelve a distraer, haciéndome gárrulo, machacón y acaso injusto.

El arte en general, y la poesía en particular, ganan en intensión lo que pierden en extensión.

Suprimid algunas frases inspiradas de la historia, y las guerras de la antigua Grecia quedarán reducidas a unos pequeños altercados, de patanes de lugar, y la revolución francesa a una orgía de caníbales.

El ingenioso escritor don Felipe Picatoste ha escrito un libro, tan ameno como profundo, sobre las frases célebres, y en él ha probado de una manera evidente que es una tendencia del espíritu humano la de ir condensando los pensamientos, desde los poemas hasta los refranes y desde los refranes hasta las frases.

No hay nada sublime que no sea breve. Cuando se acabe el mundo, ¿qué quedará de nuestras agitaciones, deseos, esperanzas, ambiciones y temores? Nada, o casi nada. De todas nuestras habladurías sólo quedarán cuatro frases célebres, hasta que algún Homero sideral, señalando con el dedo el vacío que deje el mundo en el espacio, reduzca las cuatro expresiones que flotarán sobre el lugar del planeta extinto, a una sola frase parecida a ésta: «¡allí fue Troya!».

Campoamor

  —179→