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Felix M.ª Sánchez Samaniego, un vasco del siglo XVIII

El Señor de la Escobosa

Salvador Velilla



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ArribaAbajoPrólogo

La imagen que tenemos de Félix M.ª Sánchez Samaniego nos ha llegado a través de la literatura y está centrada, cómo no, en sus fábulas. Fabulista es, sin duda, el adjetivo que primero nos viene a la mente y que mejor le cuadra a nuestro personaje.

Pero nos equivocaríamos totalmente si pensáramos que Samaniego fue un escritor de despacho, centrado en sus fábulas, en sus ensueños, olvidado de la realidad. Ya en el año 1962 escribía con vena poética Emilio Apraiz: «Nos lo encontramos (a Samaniego) residiendo en su finca de la Escobosa, a poco más de una legua de Laguardia, en donde descansa, cosecha y escribe; cosecha vid y consonantes. Pero no sólo escribe poesías, sino que le vemos ocupado en problemas económicos y políticos de su patria chica compartiendo las fábulas con las realidades» (Boletín Sancho el Sabio).

Su parentesco con el Conde de Peñaflorida, Francisco Javier de Munibe e Idiáquez, hace que, desde sus comienzos, con 19 años de edad, Félix M.ª Sánchez de Samaniego, entre a formar parte de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, siendo uno de sus socios fundadores y llevando hasta sus últimas consecuencias el lema de «patriótica» que ostentaba la sociedad. Su patria chica, la Rioja Alavesa, estará dentro de sus preocupaciones constantes y los problemas que la Rioja Alavesa vive en aquellos años serán también sus problemas, como sus esperanzas serán   —6→   también las suyas. Podía haberlo hecho, pero no se desligó del terruño y siempre pareció demostrar un sincero apego por la tierra que le había visto nacer.

Las presentes páginas no pretenden sino demostrar este interés de Samaniego por su tierra, en abierta confrontación con aquellos que hablan de su poco interés y ninguna preocupación. La realidad de su vida, sus hechos, las afirmaciones de sus cartas y demás escritos, vienen a confirmarnos en nuestra idea, de la que queremos hacer partícipe a nuestro lector.

Samaniego fue un verdadero patriota -como se decía entonces- en su pueblo, en su tierra, allí donde se encontrara, porque trabajó por cambiar a mejor aquello que le rodeaba. Y nos hemos visto empujados a realizar este trabajo, precisamente por el olvido en el que ha estado y está la faceta que pretendemos resaltar de Samaniego, no viéndole sólo bajo el prisma literario, por otra parte ya estudiado. Un ejemplo, ya con años, dará fuerza a lo que venimos diciendo. Lo hemos hallado en la revista ATENEO y es una reseña literaria con ocasión de la inauguración del monumento al fabulista que se encuentra en el paseo El Collado de su villa natal. El texto en cuestión dice así: «La función religiosa ofreció de particular... el sermón del ilustrado Presbítero y Coadjutor de esa parroquia de San Miguel, Sr. Landa, dividido en dos partes. Referíanse la primera a San Juan Evangelista y la segunda a enaltecer las dotes literarias del gran Samaniego en sus condiciones de cristiandad». (Revista EL ATENEO, 30 de junio de 1844). Nada, absolutamente nada, sobre su gran espíritu de patriota, ni del compromiso que tuvo con su tierra.

Fue, en definitiva, un personaje que supo vivir la época que le tocó vivir y no tanto por sus estudios en Francia, sino por su entronque en la realidad y por sus ganas de adelantarse al futuro, le hicieron una típica figura de la Ilustración. Su implicación en el tema de la mejora de las vías de comunicación (para facilitar la extracción de los productos agrícolas) y sus desvelos por ir mejorando el vino así lo demuestran.

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Centraremos este bosquejo en LA ESCOBOSA, su finca de recreo, por la seguridad que tenemos de que si no hubiera poseído esta heredad con casa, bodega y ermita no se hubiera sentido tan atado a su tierra, al Mayorazgo de Laguardia. LA ESCOBOSA era uno de los mejores y más ricos patrimonio del legado de los Samaniego, además de ser un agradable lugar, en la ribera del río Ebro, con altos y gráciles chopos y un cerrado bosquecillo de encinas, que harían la delicia de nuestro fabulista, de manera especial en la época de vendimias, tan cara para él de pasarla en estas tierras.

Sabemos que en LA ESCOBOSA recibió a su amigo Luis M.ª de Salazar -futuro Ministro de Marina- para tratar de encontrar una salida para los vinos de Rioja Alavesa haciendo un camino carreteril. Sabemos que, en la apacibilidad de esta finca, escribió infinidad de cartas. En fin, fue LA ESCOBOSA un refugio y a la vez un acicate para este amante de su tierra, que bien pudiera haberse llamado -con más propiedad que de Arraya, mero título- EL SEÑOR DE LA ESCOBOSA.

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ArribaAbajo Los Samaniego y la finca de la Escobosa


ArribaAbajoIntroducción

Nadie que conociera sus antecedentes familiares podía decir que Félix M.ª Serafín Sánchez Samaniego y Zabala fuera un don nadie. Por sus venas corría sangre ilustre y entre sus antecesores se encontraban encumbrados personajes de la Iglesia y enriquecidos hijosdalgo, pertenecientes al estado noble.

Samaniego se encontró en sus manos prácticamente con todo lo que sus antepasados habían ido amasando en títulos y haciendas, como sucesor de sus progenitores D. Félix Ignacio Sánchez Samaniego y Doña Juana Zabala y Arteaga. «Y se declara que en los contratos matrimoniales celebrados para casarse por el expresado D. Félix M.ª Sánchez Samaniego Yurramendi con D.ª Manuela de Salcedo y Salcedo (24 de agosto de 1767 en Bilbao)... entre otras cosas mandó el referido D. Félix Ignacio S. Samaniego y su apoderado en su nombre durante su vida a el expresado su hijo 300 ducados vellón anuales para sus alimentos, eligiéndole simultáneamente por SUCESOR de los mayorazgos de su casa, que tienen esta facultad electiva»1

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Murió el padre de Samaniego, D. Ignacio, el 27 de Agosto de 1776 recayendo en su hijo Félix María, nuestro personaje, «los mayorazgos de su casa». Por parte de su madre, Doña Juana Zabala y Arteaga (de Tolosa) Félix María heredará los Mayorazgos de Idiaquez, Irala y Yurramendi y por parte de su padre el título de Sr. del Valle de Arraya, título que comprado en 1632 a la corona, irá siempre unido a su nombre junto con el Mayorazgo de Laguardia y Samaniego. Venía este título de su antecesor D. Pedro de la Piscina Samaniego, que lo había fundado en 1616, logrando que dicho mayorazgo incluyera el título de Alférez Mayor de Laguardia.

Es precisamente este Mayorazgo el que nos interesa de modo particular en este trabajo, ya que en él se centran las preocupaciones, sueños y anhelos de Samaniego como riojano/alavés, como hombre arraigado y comprometido con su tierra. En el Mayorazgo de Laguardia nacerá, a él dedicará mucho de su tiempo, cuidados y desvelos, en él, tras pasar varios otoños en su finca de la Escobosa, viviría los últimos años de su vida, hasta que le llegó la muerte el 12 de agosto de 1801, casado y sin sucesión, pues la hija que tuvo extramatrimonialmente no contó a la hora de la sucesión.

Tras su fallecimiento, la herencia de Félix María Sánchez Samaniego pasó a su hermana María Josefa Sánchez Samaniego que, tras su matrimonio con un MANSO de Torrecilla de Cameros (Rioja) llevó a que el Mayorazgo perdiera el apellido Samaniego. Luego pasó la herencia a los GORTAZAR, por casamiento de D. Manuel Gortázar con la hija mayor de D. León Manso y Sánchez de Samaniego. Con este casamiento llegó la completa separación entre el apellido Samaniego y el Mayorazgo de Laguardia (en especial la casa y posesiones de la Escobosa), que tanto tiempo, cambios y compraventas había costado reunir.

La señorial casa, situada en la plaza de San Juan de la villa de Laguardia, pasó a manos de la Diputación Foral de Álava y la finca de la Escobosa, ese remanso de tranquilidad, tras pasar de unos a otros, fue a parar a unas grandes bodegas con sede en Laguardia.

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Si hoy volviera Samaniego hallaría su casa solariega transformada en Laboratorio Enológico, la casona de la Escobosa en lamentable estado de abandono, la bodega en una ruina completa y el bosque -ya sin árboles- y la huerta -ya sin melones, ni tomates, ni membrillos, ni...-, convertidos en viñas, así como la ermita en un desvencijado trastero.

Sólo el escudo señorial con las armas de los Samaniego -bien conservado aún y colocado sobre el dintel de la puerta- nos habla de un pasado glorioso que el abandono y la desidia pueden convertir en triste y vergonzoso olvido.

Pero hasta llegar a este momento álgido tuvieron que darse muchos pasos y es mejor que vayamos despacio, poco a poco, desde el principio.

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ArribaAbajoLa ribera del Ebro, importante enclave humano

Los numerosos despoblados que encontramos diseminados en la vega que, dirección a Oriente, baja de Laguardia hacia el Ebro, nos hablan de un terreno feraz, apacible, bueno. Señalaremos aquí tres importantes casas pertenecientes a hijosdalgo y que tuvieron su momento histórico en la zona.

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La casa de los Monjes. Haciéndose eco de una leyenda/historia Ballesteros escribe: «... una granja de labor que los Monjes (no se sabe si de Santa María de Laguardia o de Nájera) tenían en aquellos tiempos en el valle de las viñas en la jurisdicción riberana de Laguardia... y sucedió que, en una pequeña altura de la parte del Oriente, cerca de la Granja de Los Monjes, se alzaba un vasto edificio con todas las dependencias necesarias para elaborar y conservar aceite y vino que producían las muchas viñas y extensos olivares que la rodeaban. Una larga senda bordeada de frondosos y lozanos guindos, cerezos, higueras, ciruelos, almendros y melocotones daba entrada desde el límite de la rica posesión hasta la puerta del edificio»2.

En nuestros días, todos saben de un término situado a poco más de media legua de Laguardia conocido por el nombre de LOS MONJES, donde había una casa (estaba en pie en 1970) y aún se puede ver uno de los pocos pozos de agua potable existentes en Rioja Alavesa. Hoy, todo el rastro que queda es un gran almacén, construido en bloques, y un enorme catarral.

La casa de «El Redondo de Asa». Mayor relieve ha tenido, sin duda, la Casa de «EL REDONDO DE ASA», situada junto al poblado de las Casetas, en el arranque del ramal que lleva de Asa a Lapuebla de Labarca.

Fue en el siglo XV cuando Nicolás de Chávarri, «clérigo aseglarado, político ambicioso y poco escrupuloso en su conducta y en sus procedimientos que... en 1450 llegó a ser tesorero del Reino de Navarra y en 1459 capellán Mayor del rey, recibió como regalo la finca que hoy conocemos con el nombre de "El Redondo de ASA", que no es sino un trozo de la Serna de Asa»3.

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Y, centrado en esta casa, un documento algo posterior, la describe así: «la dicha Serna de Asa, e río de Friego de las Loynas, quinta, pastos, casa e bodega»4.

Pasado un tiempo, esta finca fue vendida por Nicolás a Juan Martínez, abad de Lanciego. Pero no tardó mucho en apoderarse de ella, por la violencia, Rodrigo de Mendoza, alcaide de Laguardia. Tras varios pleitos, una sentencia del Consejo Real fechada el 6 de marzo de 1487 y que fue fijada en las puertas de las iglesias, obligó al altanero alcaide Rodrigo de Mendoza a restituir la finca. Más tarde veremos esta finca en poder de Jerónimo de Amasa y en relación con la Escobosa.

Fue Rodrigo de Mendoza alcaide de Laguardia en tiempos de los Reyes Católicos y de cuya presencia tenemos testimonio hasta 1498. Un alcaide que tuvo serios problemas con sus vecinos de Laguardia. Y sospechamos, reconocido su afán de dominio de tierras y gentes, que también se adueñara de una finca situada a tiro de piedra de «El redondo de Asa», conocida por LA ESCOBOSA.

La casa de la Escobosa: No hemos podido consultar la documentación que nos podría dar pie a afirmar con rotundidad lo que sospechamos, pero lo cierto es que la finca de la Escobosa llega a los Samaniego, de modo indirecto, de su dueño que no es otro que un tal Diego de Mendoza Unzueta, vecino de Logroño. Y, desde luego, nada aventurado parece pensar que el tal Diego fuera descendiente de Don Rodrigo de Mendoza, aquel alcaide de Laguardia ante cuyos bravuconerías los hijos de Laguardia tuvieron que pedir ayuda, en más de una ocasión, a los Reyes Católicos. Ahondar en la historia de esta finca y respetar el papel que ella jugó en la vida de Samaniego es el propósito de las páginas que siguen. No diremos que hemos agotado todas las fuentes, sí que hemos tratado de hacer un estudio profundo, riguroso.



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ArribaAbajoLa finca de la Escobosa


Primera época

Entre los documentos hallados, hemos encontrado una escritura de compra/venta que nos testifica el paso de la finca de LA ESCOBOSA a la familia Sánchez Samaniego. «Venta a favor de Gonzalo Sáenz y Margarita López su mujer vecinos de Villaescuerna de la Hacienda la casa y lagos, tasada en 1.600 ducados que tenía Diego de Mendoza Unzueta vecino de Logroño por cesión de 15 eras de censo, que juntas componen la cantidad de 1.435 Ducados de pral. que tenían los dichos Gonzalo y su mujer propios del Arcediano Don Diego López Samaniego, otorgada en la dicha villa de Villaescuema a 1 de julio de 1591, por testimonio de Pedro Ruy escrito de esta villa de Laguardia. A continuación se halla otra Essra de venta otorgada por el mismo Unzueta por si y en nombre de Magdalena su mujer, en favor de Frasco Sánchez Gamarra, y su vínculo, donde constan las heredades, viñas y corrales, casa y lagos que le vendieron en el término de LA ESCOBOSA en 14 de julio de 1591, por testimonio de Pedro García Zumalburu Essno de esta villa de Laguardia»5.

La Escobosa, pues, pasó de los Mendoza a los Samaniego por medio de una escritura de censo que Diego López de Samaniego, Arcediano de Santiago de Compostela, legó a su hermana Margarita López de Samaniego o Gamarra (de Villaescuema) esposa de Gonzalo Sánchez (Sáenz en el documento) de Peciña o Samaniego.

Al morir Diego López Samaniego en 1587 los bienes recayeron en Margarita y su esposo. Según una cláusula del testamento, lo dejado por Don Diego se debía emplear en bienes raíces -mayorazgos- para que no se pudiesen vender ni enajenar. Muchos de   —15→   los bienes heredados del Arcediano lo eran en censos y decidieron que la mejor manera de cumplir con la voluntad del finado era emplear estos censos en la adquisición de tierras y heredades.

«... se ofrece ocasión para emplear dichos censos en hacienda Raiz y por vender como vende Diego de Mendoza y Unzueta, vecino de Logroño, la hacienda y heredad que tiene en el término de la Escobosa con la casa y lagos. Que está tasada en cuantía de más de mil y seiscientos y cincuenta ducados y por ser como es dicha hacienda en el mejor puesto y término de la villa de la guardia le damos y cedemos 1435 ducados en cartas de censo»6.



Las escrituras de censo están contra personas de Moreda, Villaescuema, Paganos, Peñacerrada, Samaniego... pueblos, en su mayoría, pertenecientes a «Laguardia y su tierra».

«Y para otorgar más fuerza a esta Escritura digo que yo juro por Dios nuestro Señor e por Santa María su Madre e por las palabras de los evangelios y señal de la cruz... y valedera esta escritura para ahora y en todo el tiempo del mundo... Que fue firmada y otorgada en el lugar de Villaescuerna y aldea de la villa de Laguardia a primer día del mes de Julio de mil y quinientos y noventa y un años.

Y la firmaron esta carta de cesión Cristóbal de Paternina, vecino de la villa de Laguardia, Francisco Sáenz de Payueta y Diego Sáenz de Payueta vecinos de esta... y los otorgantes Don Diego López Samaniego y don Francisco Sánchez Gamarra y, por lo demás que dixeron que no sabían,   —16→   lo firmó un testigo: Pedro López Samaniego, arcediano de Santiago (hijo de Diego), Francisco Sánchez Gamarra, Cristóbal Paternina.

Pedro Ruy actuó como escribano»7.



La escritura viene firmada por el hijo de D. Diego López, don Francisco SANCHEZ GAMARRA que al poco heredará los bienes de sus padres y será un personaje central en este ir haciéndose de la finca de LA ESCOBOSA.

Las posesiones «que yo (Diego de Mendoza) y la dicha Magdalena... habemos y tenemos en el dicho tno de la Escobosa» y que pasaron a manos de D. Francisco Sánchez Gamarra, sobrino del Arcediano D. Diego López de Samaniego y Alférez Mayor de Laguardia, según el documento que estamos siguiendo son:

  • 1 Primeramente unas casas con su lagar y sitio.
  • 2 Una viña plantada de cepas que yo tengo en el dicho término de la Escobosa que... de dos mil novecientas y cuatro cepas, que llaman viña mayor.
  • 3 Iten esta tabla de viña en el dicho término que dicen el Rinconcillo de 274 cepas, aledaños viña de herederos Juan Gil vezo de Elvillar y al deo regadío y monte.
  • 4 Iten nuna tabla... que llaman «la tablilla», debajo de la viña grande... de 104 cepas, que tiene por aledaños a la Izq. el Ebro y a la Dcha. viña grande.
  • 5 Iten otra tabla de viña en el término que llaman el pedazo Redondo, 378 cepas.
  • 6 Tabla en el puntido 516 (?) cepas.
  • 7 Otra pieza en el dicho término que llaman del Olmo.
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  • 8 Iten otra tabla de viña en el Olmo en la Ondonada, de 842 cepas.
  • 9 Iten en el dicho término que llaman «la viña larga» de la de 1902 cepas.
  • 10 Iten otra tabla de 347 cepas poco más o menos.
  • 11 Iten esta viña en el dicho término de 668 cepas que dicen la debajo de la viña Malta.
  • 12 Iten esta viña majuelo que dicen la viña «grande», junto a la casa que es de 3.010 cepas.
  • 13 Iten esta tabla de viña en el término que dicen la de Juan «La fuente salada» de unas 300 cepas.
  • 14 Iten otra viña en el dicho término que llaman la Oya del Corral de 345 cepas.
  • 15 Iten otra viña en el término que llaman encima de las Peñas que es de 975 cepas.
  • 16 Iten otra tabla de viña que llaman la de Villar que es de 2.000 cepas.
  • 17 Iten en de la Encina de 240 cepas.
  • 18 Iten en el dicho término de 3.000 cepas, que llaman la ENCINA.
  • 19 Iten un corral y unos llecos, en el lugar que dicen debajo de la Cueva...

Iten una carta de censo contra Martín González Varaona y María Pérez su mujer, veznos de Lapuebla de 43.680 maravedís.

Iten dos cartas de venta.

«Las cuales dichas casas e lago e viñas y corral y llecos con todos sus árboles y cartas de censo así como de suso si digo mencionadas y declaradas... y por precio y cuantía de 1648 y cincuenta y ocho ducados y medio que suman y valor 628.937 maravedís de los de la moneda corriente de estos reinos de Castilla que por ellos vos el dicho Fco Sánchez Gamarra me diéreis y pagasteis... de la   —18→   cual paga y entrega yo el dicho Pedro García de Zumalburu doy fe.

En la dicha villa de Laguardia a 14 días de julio de 1591»8.



La finca era, pues, hermosa, sumando un total de 17.805 cepas que hacen poco más de 89 obradas, según la terminología de Rioja Alavesa.

Nuestro personaje Francisco Sánchez de Gamarra Samaniego recibió la herencia de sus padres el año 1591 y la finca Escobosa era la joya de esos bienes. Él será el verdadero artífice del asentamiento y engrandecimiento de LA ESCOBOSA, pues nada más recibir la herencia comienza a comprar fincas y heredades a vecinos de Baños, de Laguardia, de Elvillar y sobre todo de Lapuebla de Labarca. Esta fiebre de comprar le llevará a que entre el año 1587 y 1608 realiza nada menos que unas treinta transacciones de fincas situadas en los alrededores de La Escobosa. Su parentesco con encumbrados eclesiásticos le acarreará pingües beneficios en censos, rentas y heredades. No se contentará con comprar tierras sino que, como era usual en aquellos tiempos, comprará también su sepultura en la Iglesia de San Juan, cuya capilla del Descendimiento recibirá en herencia por la misma época. Y satisfecho de su cargo de Alférez, enviará un despacho y otro hasta conseguir que Felipe III le nombre Alférez Mayor Perpetuo de la villa de Laguardia.

«oficio que tenía como preeminencias de primera voz y voto, en Aiuntamientos y Concejos generales y poder entrar en ellos con Espada y Daga y nombrar thte que asista en su lugar con causa o sin ella y los salarios a él anexos como consta de sus títulos valorados en 16.500 rr»9.



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Y, aunque llegue a ser prolijo, juzgamos interesante hacer una relación de las compras efectuadas por Don Francisco Sánchez Gamarra Samaniego y sus sucesores, para tener una idea más clara de lo que vamos diciendo.

1585 (16/33)Carta de Venta de Francisco de Olano y Mil Fernández, su mujer, a Diego López Samaniego de un solar comprado en Laguardia. 12 de diciembre de 1585.
1587 (16/35)Carta de venta de Carolina de Basauri a Diego López de Samaniego de unas casas que están debajo de la Iglesia de San Juan de Laguardia. 24 de febrero de 1587.
1587(71/41)Bula papal de Sixto V concediendo el Beneficio de la Iglesia de Santiago de Compostela a Pedro Peciña Samaniego.
1587 (16/36) Carta de venta de una pieza de sembraduría, olivos y un nogal otorgada por Pedro Fernández de Yékora a su mujer, a favor de Francisco Sánchez Gamarra, Alférez mayor de Laguardia.
1588 (16/60)Testimonio de una venta al Alférez Mayor. Gamarra de unos heredados y censos. 23 de julio de 1588.
1586/88 (15)Inventario de las rentas de los votos de Santiago cobradas por Francisco López de Gamarra. 4 diciembre de 1586 / 21 de abril de 1588.
1590(16) Carta de pago otorgada por el Prior de la Iglesia colegial de Sigüenza a favor de Francisco Sánchez Gamarra.
1591Venta a favor del Alférez Francisco de Gamarra de dos tablas de viña en «La Escobosa», una de dos obradas y otra de 5, otorgada por Catalina de Almazán viuda de Martín   —20→   G. de Lozano vecino de Elvillar 14 de diciembre de 1591.
1592(17) Carta de cambio y trueque entre Francisco S. Gamarra, vecino de la villa de Laguardia y Mateo de Mateo, vecino de Lapuebla de Labarca.
1592(17) Venta a favor del Alférez Francisco Sánchez Gamarra de una pieza en el lugar de «Carracripán», otorgada por Mateo de Mateo.
1592 (17)Venta a favor del Alférez Francisco Sánchez Gamarra de una viña en el término de «La Escobosa» otorgada por Martín de Varaona vecino de Lapuebla.
1592Venta a favor del Alférez Mayor Francisco Sánchez Gamarra de 3 tablas de viña que componen 14 obradas en el término de «La Escobosa» otorgada por Martín Vélez e Isabel Pérez de Berberana, su mujer, vecinos de Lapuebla.
1592(16/50) Escritura y trueque y cambio entre Francisco S. Gamarra y Juan Domínguez y M.ª Pérez de una pieza de media fanega de sembraduría en el lugar de Baños, donde dicen «La Cobatilla» que tenía el dicho Francisco, por la sexta parte de un lagar y casa en el término de «La Escobosa» que tenía los dichos Juan Domínguez y su mujer. 7 de diciembre de 1592.

Al parecer estos vecinos de Elciego tenían posesiones en LA ESCOBOSA, pues al año siguiente venden un canal pesquero.

1593 (19) Venta a favor de Francisco S. Gamarra de una Sepultura en la Iglesia de San Juan. 14 de enero de 1593.
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1593(16/51)«Venta en favor de Martín Sánchez Samaniego de una sexta parte de un canal pesquero otorgada por Juan Domínguez y María Pérez su mujer, vecinos de la villa del Ciego, a 19 de enero de 1593, por testimonio de Diego de la Cuadra, escribano de ella.
... heredad o... por venta e traslación... conviene a saber una sexta parte de un canal y pesquera que está en el río Ebro, término e jurisdicción de la villa de Laguardia, donde dicen La ESCOBOSA, que linda con él... por cuantía de doce reales que suman 408 maravedís de buena moneda... pagar en dinero contado».
1594 (19) Venta a favor de Francisco Sánchez Gamarra de dos pedazos de tierra blanca.
1595(19) Venta de una heredad con OLIVOS en el término de «Paula Salbes» a favor de Francisco Sánchez Gamarra.
1596(19)Carta de trueque y cambio entre Francisco S. Gamarra y Felipe Jiménez vecino de Elvillar de unas viñas.
1596(19) Carta de trueque y cambio entre Francisco S. Gamarra y Felipe Jiménez vecino de Elvillar de unas viñas.
1596 (19)Auto de posesión de una pieza en Laguardia propiedad de Pedro Sabino y Miguel Merino, a favor de Francisco S. Gamarra.
1596(20) Bienes legados por Gonzalo Sánchez a sus hijos Francisco y Catalina y al Arcediano Canónigo de la Iglesia de Santiago, Pedro Peciña y Samaniego. 23 de noviembre de 1596.
1596(20)Venta de una pieza en «Carrabalseca», a favor de Franco S. Gamarra.
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1597 (20)Venta a favor de Francisco Sánchez Gamarra de una pieza con siete pies de olivos en «Paula Salbas». 16 de enero de 1558.
1598(21) Escritura de venta de un censo de 196 ducados cargado sobre Martín de Córdoba, vecino de Lapuebla, otorgada por Bartolomé Martínez de Maextu, vecino de Laguardia a favor de Francisco Sánchez Gamarra. 30 de diciembre de 1598.
Carta de pago a favor de Francisco Sánchez Gamarra de 750 ducados otorgada por Martín G. de Yécora, vecino del lugar de Lanciego, de la dote de M.ª Sáenz, su mujer, que le ofreció el Arcediano Pedro Peciña Samaniego.
1600 (22)Carta de pago de 1.250 ducados a favor de Francisco Sánchez Gamarra de la dote que le ofreció el Arcediano Pedro de Peciña, a su sobrina Elvira Sáenz, otorgada por Juan de Campo Terrero, su marido. 19 de junio de 1600.
1600 (22)Nombramiento de Felipe III de ALFEREZ MAYOR PERPETUO de la villa de Laguardia a favor de Francisco Sánchez Gamarra. 7 de julio de 1600.

Según Ernesto García: «Los que ocupaban cargos concejiles habían de ser ricos y abonados»10.

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(26) Venta a Francisco Sánchez Gamarra de un lleco de una fanega con sus árboles, término de «Río Ondillo».
1608 (71/46) Inventario de los bienes donados por el Arcediano de Santiago (Pedro de Peciña Samaniego) a su hermano, desde el 19 de octubre de 1592. 31 de diciembre de 1608.
1608(28)Venta en favor de Francisco Gamarra, de un pedazo de viña en «LA ESCOBOSA», otorgada por Juan García Lozano, vecino de Elvillar.




Segunda época: Diego Sánchez Samaniego, «Señor de Araia» y sucesores

A partir del año 1608 entra en escena el hijo de Francisco de Gamarra o Samaniego, Diego Sánchez de Samaniego, casado en 1606 con Ana María Medinilla y Rivamartín, de Briñas. Con don Diego el apellido Gamarra, que su padre ostentaba, deja paso al Samaniego y en adelante Sánchez Samaniego será el apellido de nuestra ilustre familia, reduciéndose a Samaniego en tiempos del fabulista que lo abreviará firmando Félix M.ª Samaniego o simplemente SAMANIEGO, cuando menos en las Actas del Ayuntamiento de Laguardia.

Es también importante este año de 1608 porque Diego Sánchez Gamarra, con 19 años de edad, escribe al Rey pidiéndole que, ya que su padre fue regidor perpetuo de la villa,

«yo quedé por su universal heredero así de El derecho de oficio de Regidor... y como soy de edad de más de diecinueve años, hijosdalgo, notorio de sangre, hábil y suficiente para el uso y ejercicio del dicho oficio y que en mi concurren todas las otras calidades del dicho necesarias, suplico,   —24→   a vuestra M. la manda recibir y que se me designe... y en pública firma interponiendo para en su validación su autoridad y judicia e decreto»11.



Tardará, pero el título le será concedido a su hijo, en 1655 que, seguido de la misma fiebre compradora que su progenitor, comenzará a comprar terrenos y más terrenos. Diego engrosará su patrimonio comprando el señorío de Arraia.

1608(28)Venta a favor de Diego Sánchez Samaniego de una pieza en el término de «La Escobosa», otorgada por Diego González.

Este fogoso joven de los Samaniego es quien lleva a cabo la primera venta de posesiones del patrimonio que sería interesante seguir, pero que no es objetivo de este trabajo.

18/32 Escritura de VENTA de viñas, heredades, casas, solares y molinos pertenecientes a los Sánchez Samaniego y diversos documentos relativos a la construcción de una casa en Villaescuerna.
1608(16/67) Venta a favor de Diego Sánchez Samaniego de una pieza de cinco robos de sembraduría en el término de la Escobosa otorgada por Diego González del Coscojal, vecino del lugar del Villar, 13 de febrero de 1608. Por testimonio de Pedro Ruy escribano de esta villa.
1613 (17/1)Venta de una pieza en «La Escobosa» término de «La hoya del corral», otorgada por Domingo   —25→   de Isla, vecino de Lapuebla a favor de Diego S. Samaniego. 21 de diciembre de 1613. 1613 (33) Venta de una pieza en «La Escobosa», término de «Las Hoyas», otorgada por M.ª Ibáñez a favor de Diego Sánchez Samaniego. 22 de diciembre de 1613.
1614(16/14)Venta a favor del Alférez Diego Sánchez Samaniego de una viña majuelo en el término de «La Escobosa» de 14 obradas, otorgada por Pedro González y su mujer. 30 de marzo de 1614.
1629(16 de agosto) Información que presenta Diego S. Samaniego y Gamarra para demostrar la calidad de sangre y personal de los Samaniego a fin de que el rey le nombre Alcalde Mayor del Valle de Arraya, valle que comprará tres años después a la Corona, en 1632, uniendo al apellido Samaniego el título de «Señor de Arraya», (a Felipe IV).
1655 (5 de enero) Nombramiento de TENIENTE CORREGIDOR de Laguardia a Francisco Antonio Sánchez Samaniego, hijo de Don Diego.

El cargo de Corregidor implicaba regir el pueblo, las rentas y bienes de comunidad, todo lo que vaya en el buen regimiento y Gobernación de la ciudad. Existía en Laguardia desde 1494 tal oficio.

«El corregidor debía jurar su cargo ante el Concejo y luego era aceptado como juez y corregidor con tenencia y administración de las alcaldías y alguacilazgo y justicia. Recibía un salario de 6.000 maravedís, además de otros derechos por participación en las multas, etc... a través de él se cumplían   —26→   las órdenes emanadas directamente de la Corte. Duraban en el cargo un año y para continuar en él tenían que solicitar prórroga a los reyes». (Ernesto García, en «Laguardia en la Baja Edad Media 1350/1516» págs. 131 ss.



En 1658 lo encontramos ostentando el cargo de Abad, por el Estado Noble, de la Divisa de la Ermita del Señor Santiago de Navaridas, cosa nada despreciable si aclaramos que los Caballeros de esta Divisa estaban exentos de socorrer a los Reyes de España en tiempo de guerra, al menos que fueran nombrados capitanes o alféreces.

(50) Carta de trueque y cambio entre Francisco Sánchez Samaniego, Alférez mayor y Corregidor de Laguardia y Pedro Mateo, vecino de Lapuebla, de dos viñas en el término de «Riva artayo», por una viña con 4 olivos en el término de LA ESCOBOSA.
166322 de abril.
Venta en favor del Alférez Mayor Francisco S. Samaniego otorgada por Francisco y Diego Ibáñez, vecinos de Lapuebla, de un lleco de 4 fanegas de sembraduría, en el término de La Escobosa que llaman «Los Jernícalos y Vítor».
1679(17/20) Venta en favor del Alférez Mayor D. Mateo Francisco Sánchez Samaniego de una viña Majuelo en La Escobosa donde llaman «Las Entradillas» de 900 cepas. Otorgada por Juan Sáenz y M.ª Pérez de Pizón, vecinos de la villa de Lapuebla en 27 de noviembre de 1679, que es teniente y surcó a la viña maturano del dicho comprador y a camino y   —27→   senda que va y viene de la dicha villa de Lapuebla, por precio y valor de 30 ducados de moneda de vellón, usual y corriente en estos reinos de Castilla, de a 11 reales el ducado y de a 304 mrs el real, lo cual el dicho señor de páganos ha pagado y entregado en dineros de contado.
1684Venta de una heredad en «La Escobosa» término de «Quintapesares», en Laguardia, otorgada por María Serrano e Isabel Pérez, vecinos de Lapuebla de Labarca, a favor de Mateo Sánchez Samaniego.

Compras y compras que iban engrosando el patrimonio de Los Samaniego.

LA CAPILLA

Es en esta época de Diego Sánchez Samaniego, cuando nos encontramos con un nuevo detalle en la finca de la Escobosa que vale la pena resaltar. No en vano, los Samaniego eran señores de Arraia y tenían el título de Alférez y Teniente Corregidor de su villa natal. Sólo faltaba, para dar más lustre a estos títulos, tener una capilla, un lujo que sólo se podían permitir ciertos señores y más teniendo en cuenta lo alejado de toda población que se encontraba la finca de La Escobosa. Lo cierto es que por esta época se debió construir la capilla en la finca. Sin embargo, no sabemos la fecha exacta, ya que en el documento de 1591 no aparece nombrada, hablándose de casa, bodega, lagares y monte y de seguro que si la capilla hubiese estado construida se hubiera nombrado, como uno de los bienes dignos de señalar.

La primera noticia que tenemos de la existencia de la capilla en la finca de LA ESCOBOSA data del 25 de septiembre de 1653, cuando el Obispado de Calahorra otorga licencia para que se pueda   —28→   decir misa en la ermita de La Escobosa, sugiriéndonos que la ermita fue construida por Don Diego que, por otra parte, tan agradecido tenía que estar a sus parientes, Arcedianos de Santiago de Compostela.

El documento, sin embargo, sugiere la existencia de una anterior ermita, pues dice claramente que fue Don Diego quien «nuevamente a fabricado...», no resultándonos rara la existencia, ya de antiguo, de una ermita, pues no lejos de la finca pasa el principal ramal del camino de Santiago. Por añadidura el mismo Don Diego aparece como Divisero de la Divisa del Señor Santiago Apóstol, de Navaridas, el año 1613.

«Y por testimonio del infrascrito escribano, y notario por mi personalmente Don Francisco Sánchez Samaniego, Alférez Mayor y vecino de la dicha villa de Laguardia... con las letras y comisión del Sr. Obispo de este obispado contenidas en esta obra parte para que las cumpla y vea y visite La ermita que nuevamente a fabricado erigido D. Diego Sánchez Samaniego y Gamarra, para del de las siete villas de Arraya y hallándola decente la bendiga conforme al ritual y en virtud de dicha comisión conceda Licencia para que en ella se pueda celebrar el santísimo sacrificio de la misa»12.



El motivo aducido para construir en tal término una ermita fue que, viviendo en La Escobosa los criados y jornaleros de seguido, al estar tan alejados de Laguardia, muchos días de precepto se   —29→   quedaban sin oír misa. Así, al menos, nos lo cuenta el documento que estudiamos.

«Digo que mi parte, don Diego Sánchez Samaniego y Gamarra, Alférez Mayor de la Villa de la Guardia por su Majestad y de la villa y tierra de Arraya, tiene mucha cantidad de hacienda en La Ribera del río Ebro donde llaman La Escobosa en la cual hacienda tiene gente durante todo el año y también muy parte acude y porque algunas veces ha sugerido quedarse sin oír misa los caseros los días de fiesta, al dicho mi parte hazer y fabricar una ermita muy devota que estaba decente y para que en ella se diga misa...»13.



La Licencia se otorgó el 25 de septiembre de 1653 en presencia de D. Francisco Sánchez Samaniego

«y allándola con la decencia debida la bendiga conforme al cirimonial romano y de licencia para en ella se pueda decir y celebrar misa para que la puedan oír las personas que a ella concurrieren... nos, desde luego, la concedemos y confirmamos la dicha licencia»14.



La ermita fue consagrada, como oratorio público «al Apóstol Santiago, Patrón de las Españas», pues, no en vano, como hemos señalado, el dueño de la hacienda era Divisero de la Divisa del Señor Santiago, diciéndose una misa allí mismo. Actuó como escribano Diego de Baquedano y como testigos asistieron el doctor   —30→   D. Pedro Paternina Samaniego y el Licenciado Tomás Garcetas, beneficiado de las dos iglesias, y Diego Paternina Samaniego y D. Diego Sánchez Samaniego y el Doctor D. Diego Sánchez Samaniego Beneficiado de las dichas Iglesias Colegial Mayor del Colegio Viejo de San Bartolomé de Salamanca y canónigo Magistral de la Iglesia catedral de la villa y otras muchas personas y su merced el dicho P. Vicario.

No tenemos más noticias sobre la ermita hasta el 28 de marzo de 1828, fecha en la que aparece D. Millán López Dávalos, prebendado del obispado de Calahorra, girando una visita canónica. Que la ermita se ha usado y ha servido para que los caseros, criados y señores hayan podido asistir a los cultos religiosos lo deja claro el visto bueno que da el visitador.

«Y la halla con la dedicación correspondiente, en cuya atención manda a las personas obligadas a su conservación que en adelante procuren tenerla con el mismo adorno y dedicación, sin permitir que se introduzcan en ella cosas profanas a cuyo fin tendrán cuidado de que sus cerraduras estén con toda seguridad»15.



Siglo y medio más tarde, Jesús Muro Zuazo, vecino de Lapuebla y que tuvo durante varios años la finca de La Escobosa en arrendamiento, nos relata que ha conocido celebrar culto en la ermita hasta el año 1965 y que se celebraba anualmente una fiesta en torno a la fecha de Santa Ana, probablemente trasladada a este día la festividad de Santiago Apóstol, por la imposibilidad de que asistieran sacerdotes el día 25, fiesta como era de precepto.

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Es en este tiempo, en el primer tercio del XVIII, cuando se decide plantar de bellotas el monte de la finca, pero preferimos dar por terminada esta época con este apunte, pues será posteriormente cuando el Monte Encinal de LA ESCOBOSA cobre una auténtica importancia.




Tercera época: Félix Ignacio Sánchez Samaniego y su hijo, el fabulista, Félix María

Entramos de lleno en la época de Félix María Sánchez Samaniego, cuando ya el patrimonio familiar es de una amplitud y riqueza considerable, que permite que los jóvenes de la familia estudien donde gusten e incluso, siguiendo las corrientes de la época, salgan al extranjero en busca de otros aires que les otorgue un cierto aire europeo. Parece ser que el espíritu de Samaniego no aceptaba muy bien esto de ser el rico del pueblo, como confiesa e una carta a D. Carlos Antonio Otazu: «... bien que ya conocerás mi violencia en tener que hacer del señorito de aldea». (20 de agosto de 1777). Pero lo cierto es que era el rico del pueblo, no en vano le habían caído encima títulos, censos, juros y posesiones, en tal medida que le permitían ejercer de señorito de aldea. Trataremos de enumerar lo que poseía en la villa de Laguardia, en la Rioja Alavesa.

El monte encinal de la Escobosa

Habíamos dejado la anterior época hablando del Monte Encinar de La Escobosa, una tierra que, según sus dueños, no trae mucho fruto y por ello mismo deciden sembrar de bellotas el año 1680, decidiéndose dedicarla a monte. Con el tiempo las encinas agarran, pues el año 1716 se decide hacer un amojonamiento del monte. Amojonamiento que se repetirá en 1761, siendo propietario D. Félix Ignacio Sánchez Samaniego,

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«que en el término que llaman de La Escobosa... entre otros bienes que poseo pertenecientes a mi mayorazgo es un monte encinal con porciones de liecos, herios y carrascales adyacentes y contiguos a dicho monte... Y porque con el transcurso del tiempo se hallan cubiertos de maleza algunos de los dichos mojones y otros caídos de los que circundan el dicho monte y herios y por haber comprado algunas porciones de bienes contiguas a él, se hace preciso descubrir, renovar y respectivamente reponer los referidos mojones para cuidar toda confusión y altercados que puedan ocasionarse en el tiempo futuro»16.



Revisado el amojonamiento hallan los 16 mojones colocados el año de 1716 pero «deseando la renovación de amojonamiento que se pretende hacer se ejecute con una proporción que se diga redondez para que en lo futuro haya mayor claridad y sin confusión alguna ni obscuridad»17. Haciendo de esta manera dicho D. Félix debía tomar tierras pertenecientes a la villa de Laguardia y en compensación ofrece «dos heredades de pan traer que tiene y posee en el mismo término, la una de cuatro fanegas y la otra de tres»18.

Estas dos piezas habían sido adquiridas, mediante escrituras, en 1686 y 1690, a vecinos de Lapuebla de Labarca. Y hecho el amojonamiento el 7 de diciembre de 1761 se colocaron 19 mojones, tres más que en el anterior amojonamiento, consecuencia del nuevo agrandamiento: «cuyos mojones tienen casi vara y media de altos y cada uno su cruz hecha a escoplo bastante crecida en la espalda»19.

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Actuó como notario Antonio de Vitoriano.

Por el texto también sabemos que D. Félix Ignacio realizó compra de tierras lindantes con el monte, una de ellas en 1733 (77/545), compradas a unos vecinos de Lapuebla.

Hablaremos luego más detenidamente del monte y de los jaleos, con pleitos incluidos, que les acarreó a los Samaniego; nos limitaremos ahora a señalar la evolución sufrida por el monte tras la muerte de Samaniego, ayudándonos de documentos más recientes, por juzgarlo de interés.

El 11 de diciembre de 1897 se realiza una medición del Monte y tras las comprobaciones oportunas, se realizó un croquis como el que presentamos, a la vez que su situación en la finca.

Situación: «Cuadro de la cueva o sea del camino de dicho monte a la izquierda, lindan de Norte Camino, Sur viña majuelo de la finca, Este la casa de campo y sus pertenencias y Oeste Majuelo joven»20.
Medidas: «Total del monte en junto veintidós fanegas y media y celemín y medio de terreno, excluyendo la pieza y el prado que son dos fanegas y cuartillo y medio»21.

Mucho más tarde, el 12 de abril de 1941, poseemos otro plano de situación y la medida del monte, ya con su nombre de «Encinar», cuya extensión es de 7,655 hectáreas de un total de 33,401 hectáreas que comprende la finca de La Escobosa.

Tras pasar la finca a una firma de bodegas, este bosque desapareció totalmente el año 1976 (?), plantándose en su lugar   —35→   una viña. Hoy solamente quedan cinco encinas contadas, que ofrecen sombra a una mesa de piedra, en lo más alto del montecillo.

Dejada constancia de la existencia, evolución y desaparición del bosque Encinar que perteneció a los Samaniego pasamos a hablar de las posesiones ya no de los Samaniego sino concretamente de Félix M.ª Sánchez Samaniego. Es de 1772, cuando el fabulista cuenta 27 años, un documento que lleva por título «Un compendio de toda la hacienda y bienes correspondientes a los Mayorazgos de Laguardia»22.

«Se ponen y se adjudican por ( ) los mayorazgos las casas nueva y vieja de LA ESCOBOSA con sus lagos, trujal, bodega y cubas de ella y un corral con la ermita, abejera y cañal con todas las viñas, piezas y sus cercanías fuera de ella, que están evaluadas todas en precio de 94.994 rr. y para mayor claridad se advierte que aunque tenían sus nombres distintos las heredades de la dicha Serna y vega, hoy por estar ya toda hecha una heredad se le da el nombre de Vega a todo lo que está desde la casa y ermita hasta la punta que confina con el término de Asa, y los que están fuera de la dicha Vega se pondrán con distinción y aledaños, para que siempre conste.

Primeramente la dicha Serna o Vega de La Escobosa que es desde la Casa y ermita hasta la punta de que tiene por arriba la regadera de Asa y por la de abajo la rivera del río Ebro.

Un majuelo que llaman del Caño de Arriba junto al Montecillo y a una viña de Lapuebla y al camino que se va desde esta villa a La Escobosa y es de 6 obradas.

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Otra pieza de una fanega que llaman el Caño de abajo, y entre ambas media el camino y a los dos lados la regadera que viene de Lapuebla y la de Asa.

Otra viña de 5 obradas que llaman detrás de la Casa vieja.

Otra pieza de 4 fanegas que llaman la de Víctor, a La Ribera y a surco de Majuelo de Simón de Motrico, vecino de Lapuebla. Un lleco de 6 fanegas de tierra que fue viña, maturano.

Otra pieza de dos fanegas y media teniente a lo de Cernícalos y montecillos.

Otra viña de 7 obradas de Jaén blanco.

Otra viña que llaman lo de Cernícalos.

Otra viña en el término de Ribacerbera de treinta y una obradas.

Una fanega de tierra lleca encima de la regadera donde dicen los Olmos.

Una era delante de la ermita.

Otra pieza de 10 fanegas que llaman Quitapesares, que va de Lapuebla a Asa.

Otra pieza lleca, junto a ella con algunas encinas»23.

A estas alturas las pequeñas heredades se han transformado en una gran heredad, LA ESCOBOSA, bajo cuyo nombre genérico se engloban multitud de términos que hoy forman una única posesión. Para apoyarlo, nada mejor, que el documento que acabamos de presentar: «Y para mayor claridad se advierte que aunque tenían sus nombres distintos las heredades de la dicha Serna y Vega, hoy por estar Y A TODA HECHA UNA HEREDAD se le da el nombre de Vega a todo lo que está desde la casa y la ermita hasta la punta que confina con el término de Asa»24.



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A ello habían contribuido las «tablas» de viña y piezas que habían ido adquiriendo año tras año Francisco Sánchez Gamara Samaniego, su hijo Diego y los demás Samaniego, que habían ido reagrupando pequeñas heredades, en torno a la gran finca que les había legado su antecesor Gonzalo, hasta llegar a Félix Ignacio Sánchez Samaniego, padre del fabulista.

Félix Ignacio Sánchez Samaniego muere el 27 de agosto de 1776 y en el inventario de los bienes dejados por él y por su mujer leemos:

«Ha de haber D. Félix Mª Sánchez Samaniego como poseedor actual de los Mayorazgos de su casa y apellido, y por el Prelado del tercio y remante del 5º que a favor de ellos hizo y dispuso en su testamento D. Félix Ignacio Sánchez Samaniego y Munibe su lexmo Padre, seguir la liquidación precedente y deducciones hechas de dicho quinto la cantidad de 110.117 m. los que se le pagan en los bienes y efectos siguientes...»25.

En otro documento26, leemos: «Bajo otro pergamino se halla un legajo de Esras de venta y permuta en favor de esta casa de la hacienda de La Escobosa, Ribacervera, Quitapesares y otras piezas y llecos con los amojonamientos antiguo y moderno con otro amojonamiento que se hizo de las piezas y llecos de los ribazos de San Pedro en las faldas del monte de esta villa».



Reconociendo que no hemos entrado en profundidad en el análisis de todos los documentos compulsados de la familia Samaniego,   —38→   el más completo, a nuestro parecer, de cara a conocer las posesiones de D. Félix M.ª Sánchez Samaniego, es el que trata de las capitulaciones previas de cara a la boda con Manuela de Salcedo, que tuvieron lugar en Bilbao en 1767. En dichas capitulaciones las posesiones de Samaniego aparecen del siguiente modo:

EL MAYORAZGO DE IDIAQUEZ

Que comprendía una casa suntuosa en la denominada villa de Tolosa, seis casas en la misma villa, cinco caseríos y diversas posesiones de tierra, a la vez que Juros y Censos a su favor.

EL MAYORAZGO DE YURRAMENDI

También en Tolosa, «se compone del Palacio de Yurramendi con sus dos torres y un gran terreno de manzanales y tierras de pan sembrar, un caserío y de tres casas y tierras de pan sembrar en Burgos y Castrojeriz», así como censos.

EL MAYORAZGO DE IRALA: en Oñate

Que comprendía la casa solar y la torre de Irale en Anzuela y casas y tierras en Oñate y Elgoibar, así como diversos juros.

DEL SEÑORIO Y VASALLAJE DE LAS 5 VILLAS DE ARRAYA

Conjuros y cientos por más de dos mil quinientos ducados anuales.



De todo ello había que descontar gastos «las cuales cargas y pensiones a él poco más o menos ascendían a 130 Ducados de vellón anuales, que descontados de los referidos 5.540 Ducados que importan las rentas, frutos y emolumentos de los dichos mayorazgos, quedan liquidados para el referido D. Félix María   —39→   5.410 Ducados anuales. Declarando así mismo que dichas rentas no están sujetas a carga ni pensión alguna»27.

Por interesarnos de modo particular, debemos resaltar el:

MAYORAZGO DE SAMANIEGO Y LAGUARDIA

«Estos mayorazgos, el primero por D. Diego López Samaniego, por su testamento bajo del cual falleció, otorgado en la ciudad de Valladolid ante Pedro de Arce, essno del número de ella en 7 de agosto de 1579; el segundo por D. Pedro Peciña de Samaniego, por instrumento otorgado ante Pedro de Valdivielso, essno del número de la ciudad de Santiago el día 9 de noviembre de 1616, ambos en la villa de Laguardia -que se componen de una casa principal en la expresada villa de Laguardia, con una grande cueva y cubas correspondientes a la cosecha de vino, que regulándole, en un quinquenio será de 5.500 a 6.000 cántaras, dos que se cogen en sólo tres heredades, los dos inmediatos a dicha villa con su casa cada una y la otra a una legua de distancia, que se compone de más de 350 obradas de a 200 cepas cada una, rodeada toda de olivos, con su casa de campo y monte encinal, con sus lagares y bodega. Diferentes tierras de pan sembrar que dan renta anual 200 fanegas de trigo»28.



Quizás haya resultado excesiva esta enumeración, este seguir paso a paso, de las tierras y demás bienes que los Samaniego han ido acumulando en el correr de los años, desde el lejano 1591 hasta nuestros días. Pero no quisiéramos abandonar este tema sin hacer mención de dos bienes que tienen especial interés, desde nuestro punto de vista:

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La casa solariega de los Samaniego, que se levanta en la plazuela de San Juan de Laguardia.

La casa de campo de la finca de la Escobosa, aún en pie.

La casa solariega de Laguardia

La casa solariega, sita en la villa de Laguardia, la describe Emilio Palacios como «una bella casona barroca, de buenos sillares, construida a principios del siglo XVIII... La casa-palacio era grande, amplio vestíbulo, alcobas, habitaciones, recibidor y estrado, oratorio. También tenía bodega en los sótanos y recinto para aperos de labranza y ganado. La portada en tres cuerpos de tamaño descendente. En el primero, una gran puerta flanqueada de columnas y repisa sobre la que había un hermoso balcón. Las paredes estaban cubiertas de ventanas que daban abundante luz a los interiores. En el tercer cuerpo había un escudo de armas de cuatro cuarteles, de confección barroca»29.

A nuestro entender la construcción es anterior, del siglo XVII, si nos fiamos en un documento que podríamos fechar entre los años 1725 a 1735 en el que se resalta la calidad de los señores de Arraía, en concreto de Francisco Javier Antonio Sánchez Samaniego (1707-1736), ofreciéndose una descripción de la casa, de las más detalladas sin duda; descripción que hace referencia a tiempos de don Mateo Francisco Sánchez Samaniego (1654).

«Tiene D. Mateo Francisco sus casas principales en esta villa de Lagunas grandes y de hermosa fábrica con dos fachadas de obra real q. tienen sus puertas de columnas de piedra y cornisa muy labrada q. sirve de pedestal a un balcón grande que cae a una plazuela muy capaz, q. sirve por   —41→   un lado a dicha casa al medio días y a el poniente a la puerta Principal de la Parroquia de S. Juan; la otra fachada y puerta cae a la calle mayor de esa villa, y todas estas fachadas con sus ventanas y balcones en correspondencia igual, en sus tres altos, las bajas todas con rejas y en medio a proporción sus balcones. La vivienda muy cómoda y bien repartida porq. tiene su patio en medio q. da luces bien capaz, y se anda toda alrededor de él, los cuartos grandes y bien alejados, tiene debajo y dentro de ella su cueva con cuatro (¿cubas?), beleces capaces de la cosecha. Y al lado del oriente de la plazuela otras dos casas; la una de obra real en el ql. hay truxal y lagos y en la otra hay otros dos lagos y ambas sirven para sacar todo el ruido de vendimia de la casa y para leña, teniendo todo más a la vista q. si estuviese dentro»30.



En la página 6, de este mismo documento que comentamos, hallamos una cuidadosa descripción del interior, que añade mayores detalles.

«... está muy bien alaxada de cuadros, escritorios y con tres cuartos entapizados y en el que se llama estrado hay un oratorio en que se dice misa grandemente adornado de pinturas, santos de bulto, reliquias y ornamentos de seda y tela de plata de todos los colores, y se oye misa desde la cama de la alcoba por una vidriera, servicio de cáliz, vinagreras y platillo de plata sobredorada con campanilla y ostiario, un azetre con su hisopo en que se tiene la agua vendita y dos ramilletes todo de plata»31.



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Si bien no se refiere propiamente a la casa, si vale la pena recoger la información que tenemos sobre la capilla que poseía la casa Solariega en la cercana iglesia de San Juan.

«En la Iglesia Parroquial de San Juan, esta casa tiene su capilla y entierro muy decente de linda fábrica de obra real, retablo dorado q. le ha (?) a la moda de ahora, dicho D. Mateo Franco y se hace a la misma la rexa también y la dicha capilla es de gran estimación por no haber otra en la Parroquia y para ella hay sus ornamentos de seda y todo lo necesario»32.



Esta rica casa solariega, propiedad de la familia Sánchez Samaniego, pasó a los Manso y de éstos a los Gortázar, quedando en tal estado de abandono que Emilio Apraiz, allá en 1962, escribía en el «Boletín de la Excursionista Manuel Iradier», dando un toque de atención: «Bien merece, pues, nuestro fabulista que su casa natal de Laguardia, hoy en trance de ser vendida, sea rescatada por nuestra Diputación, para darle un destino digno de aquel caballero y caballerito que fue D. Félix María de Samaniego y Zabala». No tardó Diputación en seguir tan buenos consejos y, tras adquirir la casa, la transformó, sin apenas variaciones, en «Hostal Samaniego». Al parecer, una vida más que lánguida dio al traste con este proyecto y con la llegada de la democracia y el paso de competencias a la Comunidad Autónoma Vasca, se vio la necesidad de apoyar la viticultura de la Rioja Alavesa con un equipo de enólogos y peritos (en el asunto de la vid) y no se halló mejor lugar para asentar este equipo que la Casa Solar de los Samaniego. Tal cambio, de Hostal a Casa del Vino, ocurrió el   —43→   año 1982.

El doble objetivo de hacer de la casa solar de los Samaniego un Museo del Vino y un laboratorio enológico, se perdió bien pronto, primando la idea de laboratorio y olvidándose por completo la de Museo del Vino. Es de suponer que, si Félix M.ª de Samaniego volviera a visitar su casa, no se daría por satisfecho, viendo su casa convertida en una gran oficina. Vería que falta algo esencial, a nivel de cultura, como es el proyectado Museo del Vino, una biblioteca especializada en temas riojano-alaveses, enología, etc.

La casa de campo de La Escobosa

Situada, como señalan todos los documentos, a una legua de la villa de Laguardia, tenía un doble motivo de querencia, debido a la heredad que rodeaba la casa de campo con huerta y viñedo y, a tiro de piedra, el río Ebro con un poblado arbolado en sus riberas. En el documento ya citado, que desgrana la calidad y bienes de los señores de Arraía, después de describir la casa solariega sita en la plazuela de la iglesia de San Juan de Laguardia, prosigue citando las posesiones:

«Y otra casa en un caserío junto al Ebro paraje delicioso, y con caseros de continua habitación, y ermita en que se dice misa y un cañal en dicho Ebro que lo atraviesa todo con Barco para su gobierno y la diversión. Hay tierras muy a propósito para hacer plantíos y adelantar dicha cosecha: La de aceite es unas cuarenta cántaras, pero con el tiempo será mucho más porque se han puesto estos años muchos olivos en dicha heredad del caserío»33.



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Nada raro que el fabulista, amigo de sus tierras, tuviera especial predilección por dicho lugar: «Ahora está en la Escobosa, y según me escribió anoche muy contento y divertido, tanto que dice que aquello es el cielo según reinan la paz y la tranquilidad»34. En la página treinta y cinco del documento antes citado, además de anotar la cuantía de la cosecha de vino, insiste más y más en lo de «paraje delicioso», «muy ameno» y «de gran recreación».

«La cosecha de vino es al presente de ocho mil cántaras, pero con los plantíos que hay nuevos en estado de empezar a traer será de diez mil en lo regular y en años abundantes de doce mil; y está reducida casi a dos heredades la una a la rivera del Ebro q. llaman La Escobosa con su casa, lagos, truxal, cubas, corrales y ermita muy decente donde se dice misa a la gente, y un cañal con barco que atraviesa con ocho bocas todo el Ebro, paraje muy ameno y de gran recreación de mucha caza y pesca, con huerta y sin heredad de nadie en ella, ni arrimarle por ningún lado, con montecillo de encinas encima de la casa»35.



Uno de los primeros biógrafos de Samaniego, refiriéndose a La Escobosa, escribía: «posesión agradable que tenía Samaniego orillas del Ebro, a poco más de una legua de Laguardia, y en la que gustaba pasar la temporada de vendimias. Cógese en ella excelente vino»36.

Emilio Palacios Fernández, insiste una y otra vez en considerar La Escobosa como un agradable rincón, propio para el descanso y   —45→   las charlas con amigos. «Los últimos acontecimientos habían minado su salud. Samaniego prefiere ahora el tranquillo reposo en su finca de La Escobosa. Junto al Ebro y bajo los altos chopos descansa... Sigue recibiendo las últimas noticias de la Corte a través de su sobrino José María, y está al tanto de nuevas filosóficas y literarias que discute en su tertulia de La Escobosa, en especial con su erudito cuñado Salcedo... El 10 de octubre de 1800 hospedaba Samaniego en su finca de La Escobosa al Vitoriano Luis de Salazar, futuro Ministro de Marina de Fernando VII, amigo suyo»37.

Y es que, si las viejas piedras del caserón de La Escobosa hablaran, nos dirían muchas, pero que muchas cosas referentes a la historia de La Rioja Alavesa.

Hoy tenemos el presentimiento de que esta casa, al igual que ocurriera con la casa de LOS MONJES, puede desaparecer de un día para otro, sin dejar ningún rastro; tal es el total abandono en el que se encuentra.

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ArribaAbajoPleitos de los Samaniegos con su finca de la Escobosa

Era La Escobosa una feraz y hermosa finca, en la ribera del río Ebro, en la que el fruto de la vid se daba copiosamente, así como el trigo, cebada, avena y toda clase de legumbres. Y es que estas tierras de La Rioja Alavesa, si tienen la suerte de contar con agua, dan toda clase de frutos. De ahí que la mayor preocupación será asegurarse el agua que parcamente desciende en numerosos arroyos desde la Sierra de Cantabria. Empresa nada fácil, si consideramos que La Escobosa se halla a unos doce kilómetros de la Sierra y es una de las fincas más alejadas de los arroyos, sino la más alejada. Es natural que la historia de la Escobosa esté plagada de pleitos en pro de la defensa del agua, acudiendo a la Chancillería de Valladolid, al Rey, allí donde sea necesario para asegurarse la llegada del agua a la finca.

Otro plato de discordia será el monte, el Encinal situado junto a la casa. La finca de La Escobosa se encuentra muy aislada: a tres kilómetros del poblado de Assa, a cuatro kilómetros de la villa de Lapuebla y a ocho de la villa de Laguardia. Nada extraño que, de manera especial los vecinos de Lapuebla, aprovecharan esta situación para coger leña en el monte y para introducir en él sus rebaños de ovejas y de cabras a pastar. El señor de La Escobosa no durará en pleitear y, como podemos suponer, casi siempre se salía   —48→   con la suya. No en vano, la familia Sánchez Samaniego era de rango ilustre y estaba emparentada con lo más encumbrado del País Vasco. Ello le permitía tener influencia en todos los lugares, de manera especial allí donde se tomaban las decisiones. Nos engañaríamos pensando que no tuvo razón más de una vez, pero también nos engañaríamos si pensáramos que el apellido y las influencias no tuvieron su importancia en los casos más señalados. Entramos de lleno en los dos problemas más importantes: el agua y el monte.


ArribaAbajoEl agua

La primera disputa que encontramos sobre el agua data nada menos que del año 1660 y se produce entre LA ESCOBOSA y la casa de AMASA, que tiene propiedades en el término de «El redondo de Assa». Las aguas sobre las que disputan son las que bajan desde Lanciego por el valle y que, para llegar a La Escobosa, tenían que cruzar «El redondo». Este primer documento es una escritura de convenio «para cortar por este medio los muchos pleitos que habían seguido y estaban siguiendo por su causa»38. La finca de La Escobosa está representada por Mateo Francisco Sánchez Samaniego y «El Redondo» por Don Jerónimo de Amasa y Bazán, clérigo de la villa de Elciego y Diviseros ambos de la ermita del Señor Santiago de Navaridas.

Según deja entrever el escrito, existía una real ejecutoria del Rey «librada por los SS Presidente y oidores de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid», que concedía a la Escobosa el derecho de gozar de las Aguas del Arca de Assa y del Espino. Pero durante el año de 1559 el dicho Jerónimo de Amasa no hizo ningún   —49→   caso en tener limpia la regadera y esto había ocasionado al dicho D. Mateo Francisco «más de quinientos ducados de daño, así de la deterioración de las heredades con la falta de riego, como por los frutos que por él hubiera percibido más, respecto a ser la tierra de la Escobosa acostumbrada a riego y necesitar de él»39.

Lo que pedía D. Francisco Sánchez Samaniego era que el dicho don Jerónimo, dueño de «El Redondo», tuviera limpias las presas y calces de Assa y San Ginés:

«de modo que por ellas y ellos entrase y corriese el agua necesaria para regar las dichas heredades de Asa y de la Escobosa, teniendo obligación de tenerlas en la forma referida para el primer día del mes de enero de cada año y de dar a dicho Francisco pidiéndosela la agua que saliera por dichas presas y cauces para 1º de febrero de cada año dándole y pagándole seis r. de cada día y noche que la aprovechase»40.


También pedía don Francisco Sánchez Samaniego «los dichos quinientos ducados de los daños; y pidió justicia y costas»41. D. Jerónimo, por su parte, dice que ha cumplido y está dispuesto a cumplir la Real ejecutoria y para ello:

«el dicho Franco debía contribuir para los gastos de los reparos que hubiesen de hacer en dichas presas y en la limpia de los dichos cauces.

  —50→  

Que el dicho Francisco pida por escrito licencia para regar sus heredades y tomar agua.

Que le pague seis reales por cada día y noche que tome agua»42.


Y lo contenido en la Escritura fue lo que sigue:

1.- «Que el dicho don Jerónimo de Amasa y Bazán y sus hijos y herederos y sucesores y poseedores del MAYORAZGO y Señorío del término Redondo de Asa se obliga con su persona y bienes y les obliga a que para el 1º de enero del año que viene de 1661 tendrá aderezadas y preparadas las presas de la Arca de Asa y del Espino... y así mismo se obligó que cada un año al primer día del dicho mes de enero perpetuamente para siempre jamás tendrá las dichas presas y calces bien separadas y limpias, de forma que la dicha agua pase al dicho término de La Escobosa según arriba se declara... pagando el dicho don Francisco sus herederos y sucesores en el dicho término de La Escobosa todos los daños que se le siguieren en dejar regar sus viñas y sembrados.

2.- Que el dicho don Jerónimo de Amasa y Bazán y sucesores y herederos han de dar al dicho don Francisco y los suyos para que rieguen sus viñas y piezas de La Escobosa, los 15 días postreros del mes de enero de cada año y si la quisiere más días los otros 15 días postreros del mes de febrero de cada año, el agua corriente de las dichas dos presas y calces en cada un año perpetuamente; y para tomar dicho don Francisco dicha agua, en el dicho tiempo, para los dichos días, sólo tenga obligación de enviar con un colono o criado suyo a otra persona a pedirle dicha   —51→   agua como dueño q. señor de ella, dos días antes de como la había de tomar... y si don Jerónimo no fue se en su casa el dicho D. Francisco pueda tomar la agua supra señalada sin preceder dicha licencia ni hacer otra ninguna diligencia.

3.- Que el dicho don Francisco Sánchez Samaniego se obliga con su persona y bienes a sus herederos y sucesores de que dará y pagará al dicho don Jerónimo Amasa y a los suyos 6 reales por cada día y noche que ocupare la dicha agua de ambas presas en regar sus viñas y heredades de pan llevar... y puede suceder... que no haya tanta agua como fuera su entrada en los calces por las dos presas, se declara que si el dicho don Francisco quisiere regar con el agua de la presa que quedase buena, tan solamente le había de pagar tres reales (sueldos) por cada día y noche del agua que ocupare.

4.- Que si además de los 30 días atrás declarados el dicho don Francisco en lo restante de cada año quisiere aprovecharse de la dicha agua para regar viñas o piezas, no lo habiendo menester dicho D. Jerónimo ni sus porciones del término de Asa, se le había de dar a dicho D. Francisco o sus herederos todas las veces que le pidiese en la forma arriba referida pagándole dichos seis reales por dicha agua de cada día y noche que los aprovechase y si desde el día de S. Juan de Junio en adelante sucediere en dichas presas o calces alguna rotura, el dicho D. Jerónimo cumple con tener lo reparado el día 1º de enero de cada año.

5.- El (Jerónimo) desde luego quiere y consiente todo el discurso del año pase la dicha agua a dicho término de La Escobosa para regar su huerta y árboles frutales en caso que dicho don Jerónimo ni sus porcioneros no la ocupen; y se obliga con su persona y bienes y de sus sucesores que no impedirá ni cortará dicha agua para dejarla a Ebro perdida sino que la   —52→   dejará pasar según dicho escrito de el dicho D. Francisco y sus sucesores en reconocimiento de la propiedad y señorío que tiene de la dicha agua, seis reales cada año de renta y tributo perpetuo para el día de año nuevo de cada uno de ellos; que la primera paga a de ser para el que viene de 1661 y así sucesivamente a dicho día para siempre jamás.

6.- Que el dicho D. Francisco Sánchez Samaniego por razón de que para el discurso del año había la dicha agua al dicho D. Jerónimo y sus porcioneros, le remite y perdona al dicho D. Jerónimo los daños así se le han seguido y se obliga a que además de que se le pagará dichos seis reales de cada día y noche de regar viñas y piezas, le pagará dichos seis reales cada año al dicho día y plazo, para lo cual hipoteca por especial hipoteca toda la hacienda de La Escobosa con la declaración que si la dicha agua no corriere desde el dicho día de San Juan de Junio hasta fin de año, no a de quedar obligado a la paga de los dichos seis reales sino es los años que corriere...»43.


El convenio/escritura es más largo, pero juzgamos suficiente con lo escrito para un completo entendimiento. Las condiciones que acabamos de leer se lograron el año 1660 y persistían en tiempos del fabulista Samaniego y aún más tarde. Por un escrito que felizmente se conserva, sabemos que incluso se mantenía la misma renta pagada por el agua nada menos que el año 1853, año en que la finca de «El Redondo» había pasado de la casa de Amasa a manos del marqués de Barriolucio.

«Confieso haber recibido del Sr. D. León Sánchez Manso noventa y 3 reales de vellón que su casa de esta villa de   —53→   Laguardia a la del dicho Sr. Marqués, por riego del término de La Escobosa en esta forma: los 90 por los últimos días del mes de febrero de cada año a razón de tres reales en cada uno, por no correr el agua más que por una de las dos regaderas, según aparece en la última escritura de concordia entre las dos casas que sobre este particular tienen celebrada y los tres reales restantes por el derecho que según la misma concordia, tiene de aprovecharse en todo el resto del año, de la agua de dicha regadera, no necesitándola dicho señor marqués. Y por ser así lo firma en esta casa del Redondo, a 28 de febrero de 1853»44.


José Gómez de Segura                


Asegurada el agua de los arroyos que bajan desde Cripán y Lanciego, Mateo Francisco Sánchez Samaniego, Alférez Mayor de Laguardia, dirigirá los esfuerzos a conseguir derechos sobre el agua de los arroyos PILAS y ONDILLO que, por el Valle de Andrés, riegan EL PUNTIDO y RIVACERBERA, yendo a morir en el Ebro.

El Alcalde mayor de la villa de Laguardia y señor de las siete villas de Arraya no cejará hasta conseguir una Provisión y Carta ejecutoria, de realengo, de la Corte y Real Chancillería de Valladolid, que le daba como ganador del pleito que sostenía contra los vecinos y concejo de la villa de Lapuebla.

La consecuencia más inmediata de dicha Real Provisión es que D. Mateo Francisco Sánchez y Samaniego tomará solemne posesión de las aguas de los ríos nombrados, Pilas y Ondillo, garantizando así el derecho a su uso.

Un escrito de 1682 nos confirma el auto de posesión que sobre las aguas del río Pilas se hizo el 23 de septiembre de dicho año. El acto, solemne como la ocasión requería, se hace para

  —54→  

«darles y meterles en la posesión de los ríos ONDILLO y PILAS, para conducir las aguas de dichos ríos desde el Puntido de Ribacervera por los caminos disfrutaderos y reales y demás acueductos y regaderas para guiar las aguas y entradas en el término de LA ESCOBOSA donde tiene su heredad el dicho D. Mateo Sánchez Samaniego»45.


Para ello, el Señor Alcalde tomó de la mano a D. Joseph Beltrán de Caicedo, Procurador General de la villa y a D. Mateo Francisco Sánchez y Samaniego.

«Y digo en altas voces... de cómo su merced en vista de la dicha Real Provisión y Carta ejecutoria... daba y dio, metía y metió a los dichos D. Joseph Beltrán de Caicedo y a D. Mateo Francisco S. Samaniego, en la posesión real, actual, corporal bel quasis de las aguas y riegos que conducen por las PILAS del dicho término»46.


Los representantes, para corroborar la posesión:

«se apearon ambos y desmontaron de los caballos y se lavaron las manos en la agua que corría por las dichas Pilas y anduvieron paseando por la regadera de la dicha agua e hicieron dichas señales y demás tracciones de posesión»47.


Y nadie debe impedir la posesión «del uso y aprovechamiento de las dichas aguas, riegos y regaderas ahora ni en tiempo alguno, ni por alguna manera; pues quien así lo   —55→   hiciera podría verse obligado a pagar la pena de 50.000 maravedís», como sentenciaba la real ejecutoria.

Firman como testigos D. Diego López Samaniego, Martín Pérez de Corcuera y Matías Mateo.

Otro tanto se hizo en el río ONDILLO

«para efecto de dar la posesión... de las aguas de dicho río para conducirlas, guiarlas y llevarlas... al término, hacienda y heredades del término de La Escobosa que tiene dicho D. Francisco S. Samaniego hasta el río Ebro y tenga los aprovechamientos de las aguas según de la manera y forma y para siempre jamás»48.


El aprovechamiento de estas aguas se extendía también a los vecinos de la villa de Laguardia, en cuya representación actuó D. Joseph Beltrán y Caicedo, procurador general de la dicha villa y su tierra «como también lo podrán hacer (regar) los vecinos de la dicha villa de Laguardia para regar sus heredades que hubiesen en los dichos términos...».

Otro tanto hicieron en el término de RIVACERBERA.

«para que de allí lleve y conduzca las dichas aguas por los caminos reales y disfrutaderos y demás acueductos y regaderas que les han conducido los vecinos de Lapuebla para regar sus heredades y por la regadera antigua los pueda guiar, llevar y conducir y entrar en el dicho término de La Escobosa hasta el río Ebro»49.


  —56→  

El logro de poder disfrutar estas aguas aseguraba, tanto en el presente como en el futuro, la prosperidad para las tierras de La Escobosa. Pero nada fácil fue el apaciguamiento de todos los intereses y el año 1705 nos hallamos con un nuevo conflicto. Una real Provisión de Felipe V pedida por Mateo Francisco Sánchez Samaniego.

«comienda al alcalde maior de la dicha villa de Laguardia o su teniente para que... apremie a todos los que tuvieran heredades desde las presas de la Arca de Assa el río de Lanciego y el que pasa de San Julián y San Ginés que llaman el Espino a que limpien dicho cauce del cieno inmundicia que tuviere conforme a su obligación las fronteras de sus heredades y no embaracen a regar en la conformidad que le pertenece las tierras y términos de La Escobosa»50.


Se da un plazo de ocho días para realizar la limpieza de la regadera, bajo multa de cincuenta ducados

«y no haciendo, dicho Alcalde Mayor o su teniente le saque la multa de las cincuenta ducados y hágase ejecute la limpia de dicho cauce a costa de los susodichos»51.


Firma la Real Provisión Juan Aparicio, de la Cámara del Rey.

El Alcalde de Laguardia se encargó de enviar notificaciones a todas las personas de los distintos pueblos que poseían heredades   —57→   contiguas a dicho cauce. Estos requerimientos salieron de Laguardia el 27 de septiembre de 1705. En Elvillar son requeridos Joseph Merino, Carlos de Irazu y Pedro de Anguiano el 14 de diciembre y a Lanciego se envió notificación el 19 del mismo mes. Todo para que el agua llegara hasta la última tierra de La Escobosa y que, en caso de necesidad, se pudiera hacer uso de ella, pues de ahí dependía la producción de la finca cuya tierra, como quedó dicho en 1660 «era acostumbrada al riego y necesitar de él»52.

Más tarde, en 1849, sigue coleando el pleito por las aguas de los arroyos PILAS Y HONDILLO. La finca de La Escobosa seguía mirándose en las aguas del río Ebro, haciendo ribera, pero la tierra con sus viñas, sus piezas de cereal y su huerta, necesitaba el agua que, por su pie, descendía lenta y pesadamente desde la Sierra de Cantabria. Agua que siguió necesitando y aprovechando hasta nuestros días. Fue en tiempos de los Gortázar cuando se hizo un gran estanque y, colocando un motor en la ribera, se extrajo por primera vez agua del Ebro, repartiéndola por toda la finca. Una posterior remodelación de la finca, hacia los años setenta, dio al traste con las regaderas que conducían las aguas que bajaban desde la Sierra de Cantabria, dejando en el más profundo olvido los pleitos ganados y los derechos conseguidos, que pasaron a ser simples papeles de archivo.




ArribaAbajoEl monte de la Escobosa

Por lo dicho anteriormente sabemos que, cercano a la casa de la finca de LA ESCOBOSA, se encontraba un pequeño monte poblado de encinas, uno de los últimos restos del bosque de encina y roble que habían cubierto la Rioja Alavesa en tiempos todavía no lejanos. Un pequeño bosque que, junto con la ribera del   —58→   Ebro, suministraba suficiente leña para la casa. Un monte que será objeto de codicias, y copará las siguientes líneas, pues su historia ya la conocemos.

Al parecer -a pesar de los papeles y documentos que presentan los Samaniego- no debía estar muy clara la posesión de dicho monte, ya que los vecinos de Lapuebla de Labarca, villa situada a cosa de media legua del lugar, insisten una y otra vez en que tienen derechos de posesión sobre el monte.

Interesante a todo punto de vista, sería poder estudiar esta relación entre los Samaniego, señores de una gran posesión como era La Escobosa, y los pequeños propietarios de Lapuebla, cuyas propiedades lindaban y rodeaban la gran heredad. A los conflictos habidos con las aguas se añadirían los tenidos por el monte y todo ello nos empuja a creer que estas relaciones eran tirantes, ya que para su equilibrio siempre se acudió a la justicia. Como hemos señalado en el tema de las aguas, también en el caso del monte triunfarán los intereses de la familia Sánchez de Samaniego, señores de La Escobosa desde siglos antes.

Hemos dejado señalado antes que este monte encinal data del año 1680, según nos relata un documento fechado el año 1715. Los señores de Arraya «reconociendo que una heredad de La Escobosa no era capaz de llevar mucho fruto, determinaron sembrarla con bellotas de encina de las cuales han producido hoy algunas encinas... se hallan hoy algunas hechas ya árboles medianos»53. Y, ya al poco de su plantación, surgen voces discordantes «los vecinos de la villa de Lapuebla pretenden llevárselos en un   —59→   día a su casa... pretendiendo gozar de balde lo mucho que ha costado de criar»54. Estos roces debieron tener cierta importancia, ya que el 28 de enero de 1680 la villa de Laguardia dio un Decreto según el cual:

«a el señor de Arraía no se le puede poner la más leve duda ni embarazo en el derecho de la propiedad del monte Encinal en el término que llaman de la Escobosa por diferentes razones legales igualmente firmes.

1.- Porque para el título y pertenencia, según la sujeta materia, es bastante la posesión anterior a cualquier novedad.

2.- Porque el derecho en la propiedad está calificado por dicha villa y su tierra por la confesión que hizo en el Decreto del año de 1680.

3.- Porque en dicho Decreto se asienta la posesión inmemorial de dicho Sr. de Arraia por sí y todos sus antecesores...

4.- Porque según la posesión inmemorial confesada en dicho decreto no la pudiera desvanecer cualquiera título legítimo que presentase la dicha villa y su tierra... y era necesario que el título que presentase dicha villa y su tierra fuese otorgado por alguno de los antecesores del Sr. de Arraia para quitarle el derecho privativo a dicho monte.

5.- Otra, porque el decreto que se vio con asistencia de toda la tierra y de el procurador de la villa de Lapuebla a que asintió por el mismo echo de no haber pedido judicialmente cosa alguna en 35 años   —60→   contra el dicho Sr. de Arraia, cuya aquiescencia y contradición debiera ser judicial por no poderle privarle extrajudicialmente a el dueño de la cosa que posee.

6.- Otra porque se debe notar que en dicho acuerdo la villa y su tierra fundó el derecho del Sr. de Arraía a en la propiedad del monte con una posesión inmemorial que presupone el mejor título y el Procurador de la villa de Lapuebla únicamente fundó la ninguna pertenencia en su voluntad desnuda de cualquiera motivo razonable pues sólo dijo que el monte no era del Sr. de Arraia porque no era del Sr. de Arraia, cuya razón no es equivalente a aquella posesión inmemorial.

7.-(...)

8.-(...)

9.- Otra porque el acuerdo se hizo por toda la villa y su tierra de conformidad y para deshacerlo y hacer novedad precisamente debe concurrir la mayor parte de la congregación y aún en este caso podría resistirse el señor de Arraia valiéndose del primer decreto... que en esta materia sólo se contempla la pasión nada fundada de los de la villa de Lapuebla...»



Logroño y enero tres de mil setecientos y quince licenciado D. Manuel de Medrano55.

La conclusión de este documento es que el monte Encinal de La Escobosa pertenece al señor de Arraia por posesión inmemorial «que presupone el mejor título» y que por ello mismo «en el caso de hallarse cortando alguno extraño leña en él, podrá ser denunciado y castigado por dichos señores».

  —61→  

Tras esta resolución formal, M.ª Teresa de Munibe Idiáquez, abuela del fabulista, manda un escrito a la villa de San Asensio para que le asesoren sobre la costumbre, goce y aprovechamiento de los montes que se crían en heredades concejiles. La respuesta se da el 31 de diciembre del mismo año de 1715. Joseh Blanco, escribano de la villa de San Asensio, extiende el siguiente documento:

«Doy fe y testimonio de verdad, que esta dicha villa tiene suyo propio y en su término que llaman Davalillo un monte encinal cuyo aprovechamiento pertenece a su consejo, y que contiguo a él tienen algunos vecinos en particular suertes del monte de la misma calidad de año goce y aprovechamiento usa cada uno a su disposición cortando sus árboles encinales y demás cuando les parece pidiendo licencia a la justicia para que si le parece envie persona que vea y reconozca cómo no corta de suerte ajena; esto es a lo que se extiende en vigor la costumbre de esta villa y si dicha justicia no le quiere dar licencia se la toma el dueño de la heredad porque sólo cumple con pedirla... Y si el dueño quiere desrraigar la suerte y sus árboles para hacer plantío de viña o tierra de pan llevar lo hacen y pueden hacer sin que se lo embarace la justicia y si alguna persona se halla cortando en suerte ajena tiene la misma pena que en el monte de la villa que es:

· por cada pie grande o pequeño 18 reales

· por cada rama principal 9 reales

· por cada carga de raíces 6 reales

todo lo cual tiene de costumbre esta dicha villa y Concejo y vecinos sin cosa en contrario»56.



  —62→  

La sentencia, como está claro, apoyaba en todos sus derechos a M.ª Teresa de Munibe y, para que las dificultades fueran menores, al año siguiente se decide hacer un apeo en el monte del señor de Arraia, procediendo a su amojonamiento.

«Francisco González de San Pedro Prior Síndico Gral. de esta villa entre ello y de las demás de su tierra como más haya lugar ante Vd. parezco y digo que el Señor de Arraia tiene un monte encinal suyo propio en el término de La Escobosa jurisdicción de esta villa y hallándose en junta Gral. los señores de la Justicia y regimiento de ella y por ser de su tierra me cometieron intentase el deslinde y amojonamiento de dicho monte y aceptando como aceptada tengo dicha comisión conviene al dicho de esta villa y su tierra el que se deslinde y amojone por los alrededores de esta villa el referido monte del suelo propio que ocupa el dicho Sr. de Arraya... citándose para dicha diligencia a la señora de Arraya, como tutora, que es de el Sr. de Sr. de Arraia»57.



Los veedores nombrados por el Ayuntamiento fueron Joseph de Sobrino y Matheo Berriz Manzara. Lo mandó ejecutar el Señor D. Joseph de Paternina y Ocio, teniente de Corregidor, en esta villa de Laguardia, en ella a 11 de agosto de 1716. Actuaba como dueña doña M.ª Teresa de Munibe, señora de Arraya, como tutora que era de D. Francisco Javier Samaniego y Munibe su hijo. (Este moriría sin sucesión, recayendo la herencia en su hermano Félix Ignacio Sánchez Samaniego -1714-, padre del fabulista).

El deslinde se llevó a cabo el 13 de agosto, en presencia del   —63→   Teniente Corregidor, del prior Síndico y con la ayuda de los veedores citados.

«A fin de ejecutar el deslinde de el suelo que ocupa el monte del Sr. de Arraya en este término y hasta donde debe llegar y confinar, hallándose bien asegurados, así de conocimiento propio como de informes han tomado de el paraje hasta donde llega y debe llegar el monte del dicho Señor de Arraya.

... Lo primero pasaron a la vista del Ebro y a junto a una viña propia del dicho señor de Arraya que llaman las de Jaén y en el ribazo que confina con dicha viña fijaron y pusieron el primer mojón mirando a Ebro aguas pendientes a la parte de el medio día, pusiéronle su cruz y testigos y desde la casa del dicho Sr. de Arraya.

De el referido mojón a quince baras del... (así hasta 16 mojones). Y de este los mojones que miran hacia Lapuebla con junto todo el ámbito de los que se hayan puestos hasta la Casa Ermita y heredad de dicho señor de Arraya es monte suyo propio... Y dejado por propio del dicho Sr. de Arraya el monte y suelo deslindado»58.



Por lo que sucedió después, este amojonamiento y deslinde no fue suficiente para dejar clara la propiedad del monte, pues a los diez años, en 1726, Doña María Teresa de Munibe e Idiáquez presentó nada menos que una causa criminal de denuncia contra «Francisco Ruiz de Ubago, Juan de Murillo, Juan Mateo, Nicolás de Mendrano, Juan de Ibáñez, Jorge Carreta, vecinos y naturales de la villa de Lapuebla de la Varca»59. Su delito era nada menos   —64→   que ser «reos acusados... sobre el corte de leña echo en el monte que dicen de La Escobosa»60. Tras estar presos, les fue impuesta una multa de 25 reales vellón -excepto a Juan Mateo- «en que moderó la leña que sacaron de dicho monte, y daños en él causados por dichos reos, a quienes así bien apercibió que en adelante no se introduzcan en el referido monte y se abstengan de cometer semejantes excesos» (22 de diciembre de 1727). Más tarde, en 1761, D. Félix Ignacio Sánchez Samaniego y Munibe manda hacer un nuevo amojonamiento, pues ha cambiado unas tierras a la villa de Laguardia para conseguir agrandar el monte «con una proporción que diga redondez para que en lo futuro haya mayor claridad y sin confusión alguna»61. Se colocan tres mojones más, sumando un total de diecinueve «cuyos mojones tienen casi vara y media de altos y cada uno su cruz hecha a escoplo bastante crecida en la espalda... en el término de La Escobosa, a siete días de el mes de diciembre de 1761»62.

No obstante, los problemas no desaparecen y el mismo año de 1761 será D. Félix Ignacio Sánchez Samaniego y Munibe -padre del fabulista- quien presente querella criminal contra los vecinos de Lapuebla: Pedro Garrido, Andrés de Aguirre, Ciprián de Loizaga y su hermano menor. El motivo ya nos lo podemos suponer, los acusados «tuvieron valor, arrogancia y denuedo para entrometerse y no sólo cortar, sino también desarraigar pies de encina, carrasco y romero en el mencionado monte de La Escobosa»63.

La arrogancia de los acusados debió ser tan temeraria que, al ser sorprendidos por el casero, dijeron que «aquel sitio no era de Arraia, llegando a amenazar al casero con un azadón». A D. Ignacio le parece demasiado tal pretensión y pide que se les encarcele y que se envíe al monte «fieles veedores... que declaren qué pies   —65→   de árbol se hallan cortados para que los acusados paguen 18 reales de vellón cada uno (siguiendo las Ordenanzas de San Asensio) porque -al decir de D. Ignacio- aumentándose el perpetuo delito a él considerar que intentan negarme la posesión, propiedad y dominio que en el dicho monte tengo y me corresponde por justos y legítimos títulos»64.

En el juicio que se libró para tal acontecimiento, D. Ignacio Sánchez Samaniego presentó los siguientes testigos: Joseph Martínez de Nieto, natural de Laguardia y casero de La Escobosa y los criados Antonio Villar, Bartolomé Camba y Alejandro García, los tres naturales del Reino de Galicia.

Los cuatro testigos afirman en su declaración, como algo importante, que además de intentar pegar y zarandear al casero, los vecinos de Lapuebla acusados por este suceso, decían a voces «que aquel sitio no era de Arraia».

La sentencia nos la podemos imaginar, y más si tenemos en cuenta que el teniente Corregidor y Justicia de Laguardia era D. Cristóbal G. Paternina y Samaniego, pariente cercano de los Samaniego. Se dicta «que los acusados sean presos y arrestados sus personas y con la necesaria seguridad conducidos y remitidos a la real cárcel de esta villa, y se les embarguen sus bienes»65.

Estaríamos errados si pensáramos que con la llegada a La Escobosa del fabulista D. Félix María, se iban a arreglar todos los problemas de linderos y discusiones sobre el derecho de posesión del Montecillo de La Escobosa. Sin ir más lejos, el año de 1798 se da un nuevo pleito, promovido por el señor de La Escobosa contra seis vecinos -una vez más- de Lapuebla de la Barca de Ebro. Eran estos: José Julián Grijalva, Ramón Gonz. Mateo, Manuel Torrealba, Baltasar Medrano, Pablo de Nájera y Manuel Fuertes, vecinos del dicho lugar y ganaderos que habían llevado a pastar sus rebaños y ganados en el Montecillo de La Escobosa.

  —66→  

El fallo de la sentencia, pronunciada el 17 de enero de 1800, es adverso a los ganaderos de Lapuebla y dice así. «Debo declarar y declaro que el citado D. Félix María Samaniego ha probado bien y cumplidamente su intento y que los referidos ganaderos no han acreditado en debida forma la suya. Y a su consecuencia amparo y mantengo a aquel en la posesión de prender e impedir que entren en el expresado Montecillo de La Escobosa los ganados y rebaños de estos y mando que nada le perturbe en la dicha posesión bajo la pena de 20 mars. aplicados conforme a dro»66.

El pleito no se acabó aquí, ya que D. José Julián de Grijalva y consortes interpusieron apelación al Sr. Presidente y Oidores de la Real Chancillería de Valladolid y papeles de escribano se hacen eco de este pleito nada menos que en el año de 1840. Sí que se logró dar un nuevo carpetazo jurídico al afianzamiento de que el Montecillo Encinal de La Escobosa era propio y privativo del Señor de Arraia, D. Félix María de Samaniego en aquel año de 1800.

De nada valieron las protestas y provocaciones que, una y otra vez, llevaron a cabo los vecinos de Lapuebla de Labarca, no queriendo reconocer (¿tendrán razón, puesto que no temían, una y otra vez, caer bajo el imperio de la justicia?) que aquel montecillo poblado de encinas, sito junto a la casona de La Escobosa, era del señor de Arraia., si los señores de Arraia podían disfrutarlo, de igual manera podían disfrutarlo los vecinos de Lapuebla, cortando leña, metiendo a pastar sus ganados y rebaños. Era algo en lo que insistían una y otra vez los acusados: «El monte no es de Arraia...» Pero de poco les sirvió esta insistencia, pues el monte Encinal de La Escobosa siguió siendo de los señores de Arraia, de los Sánchez Samaniego, por mucho, mucho tiempo.

  —67→  

No es de extrañar que hubiera muchos más dimes y diretes sobre la posesión de este bosque y sobre el tránsito de los vecinos de Lapuebla por la finca de La Escobosa. Estos que hemos señalado no serían sino los más descollantes, no en vano nos ha quedado testimonio por escrito, al tener que echar mano del juez.

No nos resistimos a pasar por alto un último caso que nos habla, con mayor claridad si cabe, del ambiente enrarecido y de continuo pique que se vivía entre los vecinos de Lapuebla y los caseros y criados de La Escobosa. Se trata de una querella presentada en 1740 por el Sr. de Arraia contra unos vecinos de la cercana villa.

En esta ocasión la disputa no es por causa de las aguas, ni tampoco por el aprovechamiento de la leña del monte, ni tan siquiera porque los rebaños y ganados se hayan metido a comer la hierba en el monte el Encinal de La Escobosa. El motivo son simples travesuras de mozos de pueblo que vienen de fiestas y que quieren gastar unas bromas a los caseros de La Escobosa, bromas que sin embargo, parecen esconder un cierto resquemor, como vamos resaltando a lo largo de este capítulo.

La denuncia está presentada por D. Juana M.ª Zabala y Arteaga (madre del fabulista).

«y digo que, con motivo de hallarse ausente su marido y el de tener una granja con su casa de campo en el término que llaman de LA ESCOBOSA, de esta jurisdicción, cercano a la villa de Lapuebla y a Mateo Pérez y a Catalina Ruiz ser para el gobierno y administración de dicha granja, era así que Domingo Vélez, Francisco de Irazu, André de Nájera y otros vecinos y naturales de la dicha villa de Lapuebla, en el día 21 y otros diferentes del mes de septiembre (fiestas de San Mateo en Logroño)... llegaron a dicha granja y escalaron la casa y se llevaron una proción de membrillos, que en ella había y entrando después en la viña hicieron grande daño, cogiendo mucha cantidad de uva y llevados   —68→   de su genio atrevido y su mala voluntad ultrajaron de obra y palabra a la dicha casera»67.



Los testigos que acuden al juicio, analfabetos todos, dicen reconocer a algunos de los jóvenes y dicen que «tienen por cierto que son de dicha villa, así por su genio atrevido y resuelto, como en aquel paraje nadie se ve de otro lugar».

Francisco Vélez, Francisco de Irazu, Andrés Nájera, son condenados a la cárcel y al embargo de sus bienes. Y aquí viene lo más curioso de este caso, ya que, al ir la justicia a prenderles, no dio con ninguno, acabando todo como en una comedia rocambolesca, que no puede menos que hacernos sonreír.

Cuando la justicia llega en busca de Francisco de Irazu, «habiendo preguntado por el susodicho a María Ibáñez, su mujer, respondió no saber a donde se hallaba..., se puso por ejecución el embargo de sus bienes, por lo que pareció no tener bienes algunos por ser pobre de solemnidad y que al no mantenerlo al dicho Francisco y su mujer Marcos Ibáñez, suegro y padre respectivamente, anduvieran pidiendo...»68.

Otro tanto ocurre con Andrés Nájera, «vecino de esta villa para efecto de hacerlo preso y embargarle sus bienes... y habiendo ido a la casa de su habitación se encontró cerrada y preguntado a los vecinos por el susodicho y por su mujer, respondieron no saber a donde se hallaba dicho Andrés»69.

No podía ocurrir menos con el tercer acusado, Domingo Vélez «habiendo llamado en ella (su casa) salió Francisca Nájera, su madre... respondió no hallarse en ella, así que en muchos días volvería   —69→   y sin embargo de todo, el dicho alguacil registró muy bien la casa y no pudo ser habido, lo que se pone por diligencia y habiendo preguntado a dicha madre por los bienes de su hijo para efecto de embargarles, dijo que no tenía bienes algunos pues se hallaba debajo de la patria potestad»70.

Era, sin duda, una manera de reírse del juicio y de la dura sentencia. Era, sin duda, una manera de poner en entredicho -una vez más- el dominio de los señores de Arraia sobre algunas posesiones de La Escobosa. Y, como es natural, tal actitud de arrogancia de los vecinos de Lapuebla molestaba e irritaba hasta el extremo al señor de La Escobosa. Dejamos como interrogante no despejada, si realmente tenían razón al pretender el uso, e incluso la posesión del monte encinal, los vecinos de Lapuebla de Labarca.

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ArribaAbajoEl Señor de la Escobosa y sus preocupaciones

A nuestro entender, a Samaniego no le ha favorecido en nada su exclusiva fama de fabulista, pues nos hemos quedado con esa simple pincelada. Y cierto que podía haberse quedado ahí, como ingenioso animador de tertulias de gente bien, pues para vivir ya le daban sus haciendas y mayorazgos. Y esa es la opinión más general. Pero tal opinión es muy pobre, puesto que la personalidad de Samaniego fue mucho más rica y, como muy bien dice Emilio Apraiz «nos lo encontramos residiendo pacíficamente en su finca LA ESCOBOSA a poco más de una legua de Laguardia, en donde descansa, cosecha y escribe: cosecha vida y consonantes. Pero no sólo escribe poesías, sino que le vemos ocupado en problemas económicos y políticos de su patria chica compartiendo las fábulas con las realidades»71.

Por ello pensamos que, definirlo solamente como fabulista, es desdibujar la imagen real de Samaniego pues, en cuanto pudo, trató de meterse en el tejido social riojano-alavés, procurando mejorarlo como concejal, diputado y comisionado en Madrid. Prueba   —72→   de este interés por su tierra lo tenemos en la carta que escribe el 25 de septiembre de 1792 al señor Medrano y Paternina.

«Mi buen estimado amigo: Si Vd. quiere darme una prueba más de su amor a la patria, y del favor que le debo, véngase sin falta el jueves 27 por la mañana, que es el día destinado a celebrar una Junta de los Tercios en esta Sala Consistorial. Aunque usted y yo no tengamos que hacer en esta asamblea, no nos faltará que tratar con utilidad de estos pueblos, perseguidos sin más delitos que aspirar a su felicidad»72.



Estas ganas de implicar a todos, de contar con todos de cara a lo que podríamos llamar el perfeccionamiento de la Sociedad, le perseguirá hasta el fin, como nos lo da a entender una carta que data del 1800, un año antes de morir y que dirige a su sobrino.

«Mi querido sobrino y amigo: Cuento contigo en mi casa para las Juntas, ¡más con que seguridad! Antes creeré que falte el mismísimo Diputado que tú, y si no el tiempo lo dirá. Habrá novillos y gaita... ¿Quieres más? Félix»73.


ArribaAbajoPreocupación por su pueblo, Laguardia

Y este interés le moverá a preocuparse de los menores detalles, detalles que son los que hacen la felicidad diaria de un pueblo, de una comunidad.

En la sesión del 21 de abril de 1795, celebrada en el Ayuntamiento de Laguardia, le vemos quejarse de que la única botica que   —73→   hay en el pueblo no está atendida como debiera, pues cuando se tiene que ausentar el dueño, no queda nadie de guardia.

«Que atendiendo la queja dada por D. Félix Mª Samaniego a que la única botica que hay en la villa, ha estado algunos días sin profesor ni ayudante»74.



Manda, a petición de sus paisanos, informes sobre los futuros maestros del pueblo, personas a las que Samaniego exige «mucho juicio y muy sano».

Como representante de los grandes hacendados de Laguardia, defiende los intereses puestos en las tierras, protestando desde la Casa Consistorial contra el horario de misas impuesto por el Cabildo y que acortaba el tiempo dedicado a las faenas agrícolas.

«... como también de la novedad que igualmente se experimenta de alterar la hora de la misa popular, debiendo dicho Cabildo arreglarse a dicha concordia y no sólo esto, sino que correspondiendo tocar a maitines al amanecer de cada día y las oraciones, salve y miserere al anochecer, se ve que se toca mucho antes en perjuicio notable de la agricultura, que por tocarse a maitines siendo muy de día y lo mismo a las oraciones, se pierde considerable trabajo en las labores del campo, redundando esto en notable perjuicio que se deja conocer a los Hacendados, que su manutención depende de sus haciendas de pan y vino...»75.



  —74→  

Incluso entra a formar parte de una comisión encargada por el Ayuntamiento de velar por la venta del vino. En la sesión del 3 de noviembre de 1796 se decide:

«Poner recurso al Supremo Consejo de Castilla y entre tanto que se digne su alteza proveer lo conveniente, atendiendo a lo escaso de la cosecha del año actual y a lo subido de sus precios y por consiguiente a los graves perjuicios que se seguían de la continuación de dicho tráfico, el señor Alcalde mayor se sirve determinar desde ahora:

- que no se hagan acopios de vinos para detenerlos por los compradores en esta bodega general, sino que se despachen al tiempo mismo en que haga el ajuste y se presenten los conductores o arrieros, según se practica en toda la Rioja.

- Poner celadores que numeren las cubas de vino de cada cosechero de toda la cosecha, reglamento de mesones, de boteros, taberna, tasa de la correduría y demás particulares que correspondan y convengan a cuyo fin nombrarán a los insinuados D. Félix María Samaniego, D... y para acudir a los gastos que se ofrezcan en todo lo referido se convenían y convienen por una vez en contribuir cada cosechero con un mrs. por cada cántara de vino de toda su cosecha, reservando que no alcanzando esta contribución para lo expuesto continuará igual pago de maravedís en cada cántara de vino.

Y pues los expresados D. Félix María Samaniego, D. Bonifacio Martínez Ballesteros y D. Fermín F. Berrueco, celosos de facilitar el asunto como redundante en beneficio de este común, han ofrecido cada cual 100 doblones para el caso de que se mueva alguna resistencia...

  —75→  

Otro sí... que dicha comisión se entienda para que en atención a que esta villa tiene 3 mesones como propios de ella, y experimentase no tener aquella utilidad que corresponde y hallarse construidos con licencia y facultad real, y señalados por propios de ella para subvenir a las pagas de censos que tiene contra sí, y demás gastos que le ocurren anualmente, acudan al Supremo Consejo y soliciten que los mesones particulares de esta villa se cierren y no sirvan para [h]ospedarse a los arrieros y demás personas que vengan a esta villa por ser como son bastantes para todo los tres propios de esta villa»76.



Esta comisión no se quedó parada, de ahí que, aún sin acabar el año, en la sesión celebrada a primeros de diciembre, presenta una denuncia contra un fraude de vino.

«D. Félix María Samaniego, Señor del Valle de Arraya, D. Bonifacio Martínez Ballesteros... que confesaron ser los republicanos de ella... como miembros de esta Junta preocupada del común beneficio de esta villa y sus cosecheros de vinos.

- denuncia a Gaspar María Calvo Urrutía, de este vecindario, sobre haber intrusado y encubado vino en cuba de Cipriano Briones su cuñado y convecino, que compró y condujo de la villa de Elciego, estando como está prohibido por dichos capítulos de Ordenanza.

Decide también esta Junta que:

- «se deje la justa y entera libertad... celebrándose la venta con intervención del corredor de la villa, y asistencia precisa del celador de semana... el cual haya de dar parte   —76→   antes de consumarse el trato, de la venta, de quienes son así el comprador como el vendedor, la cantidad de vino y el paraje donde haya de depositarse para que en virtud de estas noticias pueda su mrd. tomar las providencias más necesarias y útiles a evitar los fraudes que dan ocasión a ellas, que es el único objeto de su mrc, del Ayuntamiento en general y de todo cosechero, para que así se verifique la libertad permitida que es el alma de este comercio...»77.



Preocupación principal del Ayuntamiento es salir al paso de las crecidas obligaciones y empeños «en que la villa de Laguardia está metida». De ahí que en la sesión del 8 de enero de 1797, se decide que la taberna no venda vinos a la menuda, pero que cada cosechero que venda vino a la menuda pague «medio real de vellón en cada cántara»78.

Así mismo, acuerdan no sacar a remate la correduría del vino, si bien para compensarlo económicamente, cada cosechero ha de pagar a la Administración «el valor de una cuartilla de vino en cada cien cántaras». El encargado de recoger esta correduría ha de entregar semanalmente el producto que rindiese al «tesorero de propios y caudales». Se decide también que «en el embás no ha de haber más personas que las precisas y ninguna ha de poder sacar vino bajo el más leve pretesto». Constatando también que no todos pagaban la Hoja de Hermandad «acordaron que todas las personas contribuian con dicho reparto, sin más excepciones que los pobres de solemnidad, ni respeto a oficios ni empleos... y igualmente se cobre lo que hasta aquí se está debiendo por dicha hoja de Hermandad»79.

El 15 de noviembre de 1800, el Ayuntamiento se hace eco de un grave problema como era la epidemia, del que tantos malos recuerdos guardaban en estas tierras.

  —77→  

«Por los señores contribuyentes de esta Junta se expuso que por la llegada reciente de dos religiosos capuchinos a sus conventos de esta villa se ha divulgado demasiado que han venido inficionados de la epidemia... se sirvió tomar el día de aier para examinar a dichos religiosos, a fin de evitar cualquier contagio y que cese la voz esparcida en perjuicio de tan notable de el Pueblo.

Que la Junta creada... dé recado de atención al Padre Guardián de dicho convento... porque se nota en dicho Padre guardián (que es uno de los recién llegados) un aspecto que demuestra estar enfermo... que en virtud de todo ello espera el Ayuntamiento de su justificación se sirva disponer con el compañero que ha tenido en el viaje, trasladarse in continenti a pasar una temporada proporcionada a la casa que llaman de LA ESCOBOSA, cuyo dueño que lo es el citado D. Félix Samaniego, por un efecto de su amor a la religión capuchina, de que es hermano, ofrece a sus propias expensas mantener a dichos religiosos en la citada casa en dicha temporada»80.



Este gesto honra a Samaniego y más si lo sopesamos con la opinión -y juicios incluso- tan negativa que los religiosos capuchinos y muchos de sus mismos paisanos, tenían sobre él, a juzgar por una carta que envió en 1788 a Martín Fernández de Navarrete, interesado en escribir una biografía del ilustre laguardiense.

«Mi vida vale bien poco, como darán testimonio mis convecinos de Laguardia, y no apelo al guardián de capuchinos, que, si sabe lo que se intenta, dirá haciendo mil cruces, como si se tratara de espantar una legión de diablos: ¡Jesús! ¡Jesús!»81.



  —78→  

Sin olvidar, naturalmente, el proceso inquisitorial en el que se vio envuelto. Samaniego continúa asistiendo a las Juntas que se celebran en el Ayuntamiento y el mismo 16 de noviembre del año 1800 acude a una reunión con la Junta de Sanidad... de la que formaba parte. Este interés que se está tomando por su pueblo, por su tierra, lo reconoce él mismo en una de las cartas que escribe.

«Pero vamos poco a poco, amigo. Algo se ha de hacer por la patria, que, en calidad de madre, reclama las atenciones y miramientos que ordena el cuarto mandamiento. Salazar ha venido por unos días a acompañarme a La Escobosa y conviene que Vd. venga también para que hablen sobre el asunto del camino»82.



Y es que esta preocupación por su terruño, que le ha llevado a implicarse en los problemas del Ayuntamiento de su villa natal, no se acaba en la jurisdicción de Laguardia, sino que como acabamos de leer en el texto de la carta, se amplía a toda la Rioja Alavesa, a toda la provincia. Y en aquellos momentos la Rioja Alavesa tenía dos problemas acuciantes y de cuya buena resolución dependía su mismo existir. Y estos dos problemas, que requerían una urgente solución, no eran otros que el vino -el pan de cada día en los hogares riojano-alaveses, al decir de todas las crónicas y apuntes- y la manera de extraer ese vino, es decir: los caminos.

Es la queja constante que nace en cada pueblo, en cada Hermandad y que dará lugar al envío de cartas y cartas pidiendo a las autoridades pertinentes una solución a estos problemas. Soluciones que tardarán un siglo en consolidarse pero que, estamos seguros de ello, hubieran tardado más si Samaniego no hubiera hecho lo que hizo por tratar de encontrar una salida a la extracción del   —79→   vino y de dar los pasos necesarios (hablará con unos, escribirá a otros, invitará a autoridades, viajará...) para que, sin perder tiempo, se hicieran unos buenos caminos en la Rioja Alavesa.




ArribaAbajoSamaniego y su preocupación por el vino de Rioja Alavesa

Si Samaniego es conocido por sus fábulas, no es una exageración decir que, en parte, este conocimiento se lo debemos al vino. Gracias a los viñedos que la familia Sánchez Samaniego tenía en los alrededores de Laguardia y en su finca de La Escobosa, el joven Félix M.ª pudo estudiar en los mejores colegios, irse incluso al extranjero y, ya de mayor, heredero de la Hacienda, gozar de la suficiente libertad para poder vivir desahogadamente y dedicarse a otras labores, pues de su extensa hacienda se ocupaba su cuñado Felipe Salcedo y, desde que éste fuera a vivir a Logroño en 1782, Manuel Pérez.

Este desahogo y la no ocupación directa en las labores del campo -además de su cultura y de su espíritu abierto al progreso, como ilustrado que era- le permitieron dedicarse a otras preocupaciones tan ingentes y necesarias en aquel momento como eran el cuidado del vino y el transporte de ese vino, única riqueza de la zona. Todavía en 1849 (cuarenta y ocho años después de la muerte de Samaniego) la villa de Lapuebla suspiraba por abrir un camino hacia la villa de Elciego «que siendo de absoluta necesidad la construcción del camino carreteril para la extracción de los vinos única y principal riqueza del pueblo»83.

Y es en una carta a su amigo Benito M.ª Ansótegui, asentado en Marquina (Vizcaya) donde Samaniego saca a relucir estos dos temas, a los que dedicaría buena parte de su tiempo y de sus ilusiones. Especial importancia tiene esta carta que comentamos, al escribir Félix María Samaniego en primera persona, como cosechero de vino e interesado grandemente por el tema.

  —80→  

«Amigo, tengo un vino en el que han hecho presa los sabios (agrio?) lo cual es lo mismo dirá nuestro buen Astarlos que dejar que se apoderen de un pueblo los filósofos.

Si me pudiera Vd. enviar un arriero para que mis vinos y MIS "sabios" fueran a iluminar esas montañas, no sabe Vd. el favor que me haría»84.



Desconocemos el año en el que fue escrita la carta pero lo esencial, como hemos dicho, es que Samaniego plantea aquí los dos problemas cruciales que en aquel tiempo tenía la Rioja Alavesa: el cuidado de los vinos y la comercialización (éste aún persiste a las puertas del año 2000) que, en aquellos días, dependía de los arrieros que acudían con sus grandes carros y que, en consecuencia, precisaban buenos caminos para poder acudir a los pueblos a llevarse el vino.

Es ya sabido que en el siglo XV el vino de Laguardia y su Tierra, y también el de Logroño, saltaba la Sierra de Cantabria, a lomos de caballerías y carruajes, camino de Vitoria y de la Llanada. Una sentencia del Consejo Real, fallada el 6 de marzo de 1478, mandaba a los de Treviño, Haro, Briones y Nájera «que dejen e consientan sacar e llevar vino de la ciudad de Logroño e de las dichas villas de Laguardia e San Vicente e de sus aldeas para la dicha ciudad de Vitoria e para la dicha villa de Salvatierra e para sus aldeas»85.

Sigue Enciso diciendo «De estas comarcas (Vitoria y Salvatierra) procedían los mulateros (arrieros) que en caballerías lo llevaban pasándolo por los puertos de Ferrera, Bernedo y, sobre todo, por el de Toro»86.

  —81→  

Poco habían cambiado las comunicaciones en dos siglos y medio y el vino seguía siendo, en tiempos de Samaniego, el principal y único producto y las dificultades para extraerlo iguales o parecidas. ¿Qué hacer con el vino? ¿Cómo venderlo? ¿Dónde venderlo?

Según los cálculos realizados por el profesor Emiliano Femández de Pinedo, para la época que nos ocupa, en el quinquenio 1771/1775 la producción de vino en Laguardia y pueblos de alrededor, podría ser la siguiente.

-Laguardia y Páganos ..................109.332cántaras
-Lapuebla.....................................40.000cántaras
-Baños de Ebro ...........................16.740cántaras
-Elciego .......................................83.337cántaras
-Labastida ....................................168.051cántaras

En total, contando todos los Municipios de Rioja Alavesa, la cantidad de vino podría llegar a 600.000 cántaras, según datos ofrecidos por Javier Palacios y sacados de los Extractos de las Juntas Generales celebradas por la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País en 1774.

Un escrito anónimo llegado a la R.S.B.A.P. se inclina por lo alto al hacer un balance de la producción vinícola: «En los veinte pueblos que en aquella comprende se cogerán al pie de 1 millón de cántaras dándoles en un quinquenio el precio de 5 reales, su importe sea de 5 millones». (Extractos, 1788, pág. 92).

Landázuri echará aún más larga la cuenta y, en su HISTORIA CIVIL DE LA M. N. y M. L. PROVINCIA DE ÁLAVA, dirá: «... en el estado actual es grande la cosecha que se hace en Álava de vino clarete y chancolín; pero principalmente del clarete. En las Hermandades de Laguardia, Salinillas, Berantevilla, Arceniega, las villas de Labastida, Fontecha, etc. asciende en un quinquenio   —82→   el número de cántaras de vino acerca del millón y medio anual»87.

Y, naturalmente, el problema estaba en cómo vender esos diez millones de litros de vino que la Rioja Alavesa producía cada año y que constituían al pan de sus gentes. Con la particularidad, además, de que no se podía guardar de un año para otro, por falta de vasijas (cubas) y porque, como veremos, no se cuidaba suficientemente para resistir el paso del tiempo sin avinagrarse ni perder cualidades.




ArribaAbajo El papel de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País

Van a ser hombres con una sólida base cultural los que abrirán el camino y harán posible que el vino se cuide como debe, fundamentándose en la ciencia y no sólo en la costumbre, siguiendo los conocimientos que se transmitían de padres a hijos, de abuelos a nietos.

Manuel Quintano y Lorenzo Prestamero, clérigos de Labastida y de Peñacerrada respectivamente, y el fabulista Samaniego sobresalen entre los primeros. Dos de ellos, Prestamero y Samaniego eran socios de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Sociedad que alentaría y arroparía desde el primer momento todos los desvelos en pro de una mejor crianza del vino de Rioja, estableciendo también relaciones con Quintano, al que apoyó y alentó en su labor de pionero. El mismo Becerro de Bengoa se hace eco de esta labor emprendida por la Sociedad: «Por esta época empezó la Real Sociedad a tratar del perfeccionamiento de los vinos de Rioja en Laguardia y Labastida»88.

Dentro de los documentos en poder de la R.S.B.A.P. aparece una disertación de autor desconocido que lleva el siguiente título: «Disertación física sobre las causas generales que hacen   —83→   volver el vino, cuales son los medios de prevenir este accidente y remediarle sin que la calidad del vino llegue a ser perjudicial a la salud»89. Tampoco hallamos consignada fecha, si bien el autor sigue las enseñanzas expuestas por monsieur Barberit, Dto. de Mompellier (Francia) el año 1761, por lo que creemos que ronda tales años. En el escrito se habla de la importancia de la fermentación y cómo se debe tener en cuenta tanto el aire como el calor.

También destaca la composición del terreno como influyente en la calidad del fruto y, tras recomendar la madera de cerezo para las cubas, ofrece su opinión sobre cuándo hacer las trasiegas.

Pero será en el año 1771 cuando nos topamos con un escrito interesantísimo, centrado de lleno en la problemática de la Rioja Alavesa. Es nada menos que una carta de Samaniego a su tío el Conde de Peñaflorida, fundador de la R.S.B.A.P. Una carta sobre «Los males de la Rioja» que, al parecer Samaniego escribió a ruegos de su tío, sabedor del interés de su sobrino por las cosas de su tierra: «¿cómo espera Vd. que pueda conocer los males de que adolece la Rioja y mucho menos que tenga idea suficiente para aplicarle los remedios», se lamenta humildemente el riojano-Alavés. Pero la carta es de tanta importancia y encierra tal riqueza cada uno de sus párrafos que, a pesar de ser reiterativos, no nos resistimos a ofrecerla en el presente trabajo. Va dirigida al Sr. Conde de Peñaflorida y es una copia de otra copia existente en la casa del marquinense D. Antonio Ansótegui.

«Si sabe V., querido tío mi carácter indolente, y el odio que tengo a la medicina, aunque sea social, ¿cómo espera   —84→   Vd. que pueda conocer los males de que adolece la Rioja y mucho menos que tenga la idea suficiente para aplicarles los remedios? Diré a Vd., sin embargo, por decir algo, que la excesiva extensión, que se ha dado al cultivo del viñedo, está produciendo las más funestas consecuencias; y es, a mi entender, la raíz de todos los otros males que consumen a este tercio de Laguardia. Enumeraré los principales.

  • 1º Usurpándose terreno a los pastos, ha decaído la cría de ganado, al punto que apenas hay el necesario para las labores.
  • 2º Que faltando por esta misma causa el estiércol, no se cogen los frutos correspondientes y ha quedado el suelo esterilizado para el cultivo de granos y legumbres.
  • 3º Que por esta razón se ven los labradores obligados a hacer continuas roturas en perjuicio de los montes para leña y carbón, que, luego que se cansan las tierras, tienen que abandonar, aumentando los eriales y baldíos.
  • 4º Que siendo indispensable multitud de operarios para la labor de las viñas plantadas, es forzoso traer jornales de fuera. El número de estos según el cálculo del amigo Salazar (porque mi ciencia de números no llega a tantos), asciende sólo en la villa de Laguardia a 250: y computándose lo que cuestan en salario y manutención para la cual es preciso traer artículos de fuera, en cerca de 10.000 pesos al año, resulta una extracción de dinero capaz de aniquilar a este pueblo.
  • 5º Que estando limitadas las labores de las viñas a ciertos tiempos, en lo restante del año se ven los labradores precisados, así como los jornaleros, a salir del lugar en busca de ocupación, abandonando sus familias, o a entregarse a la holgazanería.
  • —85→
  • 6º Que necesitando las viñas de un cultivo esmerado, y no pudiendo cuidarse bien multiplicadas a un cierto término, llegan a ser perjudiciales a sus dueños, cuando son muchas y no guardan proporción con los medios de cultivo: lo que se demuestra en Laguardia con ejemplos prácticos: cosechero hay que, con la mitad de las viñas que hoy tiene, estaba rico; y duplicadas, anda a la cuarta pregunta por haber duplicado los gastos sin duplicar los productos: anda, en fin, como el que tiene sarna, que cuanta más tiene más le pica.
  • 7º Y último: Reducido el país a solo el producto del vino, y dificultándose la salida de este género por su abundancia (lo que se experimenta ya), se sigue la baratura, y como los jornales no abaratan, porque su estimación depende de otros frutos, y hay que comprar con los rendimientos del vino todos los artículos de primera necesidad, cátese V. al propietario riojano alavés con más hambre que sopista de Salamanca y con más tretas para ir tirando que el mismísimo Gran Tacaño. De esta miseria proviene la abundancia de pobres, no habiendo en qué ocupar a los jornaleros que se inutilizan; la incuria de los caminos, porque, ¿quién carga arbitrios sobre el hambre y la...? Pero ¿a dónde voy, tío? ¡Yo convertido en filósofo reformista! Y eso, que, según iba escribiendo, me iba figurando que era persona formal y tomando toda la prosopopeya de nuestro domine Zubiaurre.

Aquí vamos pasando, en medio de las plagas de un lugar, que son la envidia y la falta de educación. V., querido tío, que tanto se afana por la mejora y progreso ¿logrará hacer del hombre un animal racional? Por lo que veo a mi alrededor lo dudo: y si lo consigue,   —86→   ¿qué estatuas, pirámides y obeliscos serán bastantes a premiar tal beneficio?

A Dios, querido tío: suyo. Félix»90.



Esta preocupación por los vinos de Rioja Alavesa (y un cuidado basado en la ciencia) iba a encontrar una favorable acogida dentro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Y así, en los extractos de 1784 se recoge el interés de la Sociedad por la falta de conocimientos de física y química entre los agricultores, que si se aplican estas ciencias «se darán los datos ciertos y seguros para proceder útil y ventajosamente, como sucede en los países extranjeros, en el cultivo de las tierras, viñas, manzanales, su abono y beneficio, en los medios de retardar o acelerar la vegetación de las plantas, etc., etc.»91. Trascendente será el año siguiente, cuando se da un gran paso en este campo al ofrecer la RSBAP «Otro premio de una medalla de plata y patente de socio benemérito a quien mejor escribiese sobre los medios a restablecer la feraz provincia de la Rioja, sugiriendo el modo a dar salida a su abundantísima cosecha de vinos, con los mejores arbitrios que puedan contribuir a su felicidad»92.

Que existía un cierto ambiente de preocupación por este tema, nos lo da a entender una carta que el Marqués de Narros dirige a Lorenzo de Prestamero preguntándole si recibió un escrito de cómo «en la pública del día 2 de agosto se empezó a leer la instrucción sobre el cultivo y uso de las patatas; otro de reflexiones sobre COMO DAR SALIDA A LOS VINOS DE RIOJA».

El premio queda desierto pues, a decir de las Juntas Generales de 1786, «aunque se presentaron dos escritos con este asunto, ninguno   —87→   de ellos desempeña su objeto ni las miras de la Sociedad por lo que se prorroga este premio hasta las Juntas Generales de 1787»93.

Son estos años importantísimos para el vino no sólo de Rioja Alavesa sino de toda la Rioja y un gran empujón va llegar del otro lado del Atlántico, por medio de una carta de un tal Pedro Altay, comerciante asentado en la Habana. La carta es un elogio de la calidad que pueden alcanzar los vinos de Rioja cuya buena venta, de producirse, abrirá un futuro prometedor para toda la Rioja.

«El bien de la patria y el deseo de concurrir a las ideas de nuestra Sociedad que he visto en una Gaceta de Madrid me ponen la pluma en la mano para tratar de lo atrasados que están en la Rioja en beneficio de sus vinos y de las mejoras que se les pueden dar, para que en lugar de las pérdidas crueles que han tenido los comerciantes del País que han especulado sobre ellos para estas Américas, les produzcan unas ventajas que les animen a mayores extracciones y logren los Riojanos una salida constante, utilísima con el buen nombre que les pueden dar a los vinos de su cosecha»94.



Parte Altay de una simple constatación: el absoluto abandono en el que se encuentran las viñas, de por sí excelentes: «... para nuestra España, cuyos exquisitos vinos parece que por su misma excelencia están abandonados a lo que la naturaleza quiera hacer de ellos». Si cambiara esta actitud, según el comunicante, «acudirán los de nuestro país a la Rioja, no con la desconfianza de que   —88→   como a mí y a otros les ha sucedido, se les torcerán y avinagrarán su vinos al llegar a los calores del trópico...». Y el comerciante de la Habana, no se recata en alabar los vinos de Rioja por propia experiencia: «Los vinos de la Rioja, según observaciones que con motivo de una crecida partida que me llegó enteramente perdida se han hecho, son susceptibles de una calidad exquisita y podrían compararse con los vinos de las tierras bajas de Burdeos, si se trabajasen con el cuidado que requieren». Es el reconocimiento de unas cualidades óptimas, pero que no impiden que el producto, por falta de cuidados apropiados y de preparación, se pierda y malogre totalmente. «Según la experiencia que de ellos se ha hecho aquí, se ve que no tienen el cocido suficiente, de cuya falta proviene el que no tengan el cuerpo necesario para resistir el transporte a otros climas». Nuestro buen hombre de la Habana, no se conforma con hacer estas constataciones, sino que, verdaderamente preocupado por el tema, propone una serie de consideraciones que deberían tener en cuenta los cosecheros riojanos.

  • - Que el traslado del vino no se haga con pellejos.
  • - Que se cueza bien el mosto (fermentación).
  • - Encubarlo en buenas barricas de roble.
  • - Cuidar que las barricas estén siempre llenas.
  • - Se hará luego el «afinamiento» o trasiego, tirando todas las poses.
  • - Al cabo de un mes se echa en la barrica una docena de huevos y se baten (es lo que se llamará la clarificación).
  • - A los quince días de esta operación, se hace un nuevo trasiego.

Después de todo este tratado de cómo cuidar y tratar el vino de Rioja, el buen Altay se permite lanzar un reto, totalmente seguro de salir triunfador: «quedará el vino en estado de despacharse al paraje donde se quiera destinar, y no serán menester muchas pruebas   —89→   para conocerse las ventajas que resultan de esta maniobra. Se logrará depurar el vino de todas sus partículas groseras, de su verdor y acrimonia, y adquirirá un color brillante y agradable: no le causará efecto alguno la navegación, y llegará a las Américas en el mismo estado en que salió de Cantabria y tal vez mejor, sin que el calor del clima le haga torcer como sucede con la mayor parte del que viene»95.

Se alarga luego explicando cómo deben ser los toneles para transportar debidamente el vino en los barcos y no encuentra mejor camino y modo de extender estas opiniones tan acertadas que enviarlas a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, interesada en aquellos momentos por el tema. «Si esa Real Sociedad considera pueden servir de utilidad, las mande hacer públicas y se difundan por la Rioja y puertos de la costa»96. No es preciso insistir que el recibo de esta carta tuvo su impronta dentro de la política que se había trazado la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y que llegaba en un momento propicio, cuando el interés por dar salida a los vinos de Rioja Alavesa estaba en su punto más álgido.

Manuel Quintano. Y es en este momento crucial cuando aparecerá un hombre que será el auténtico pionero en el nuevo tratamiento a dar al vino de Rioja y que venía trabajando, desde tiempo, en el silencio de su despacho y bodega de Labastida, en mejorar el vino que le producían sus heredades.

«Un eclesiástico ilustrado de la Rioja Alavesa -al decir de los Extractos de 1787, pág. 30- haciéndose cargo de las ventajas que pudiera sacar su patria, si llegare a poner sus vinos en estado de poderse conducir a las Américas y Reinos   —90→   del Norte, quiso instruirse prácticamente por sí mismo del modo con que en Burdeos se hacían sus famosos vinos, pasando a aquella ciudad personalmente en las últimas vendimias... Con aquellos principios ha hecho este mismo eclesiástico en el presente año una pequeña porción de vino con uvas de igual especie y de igual terreno al de Burdeos, y aunque el año por tan repetidas lluvias ha sido poco favorable para esta primera tentativa, con todo esto ha salido el vino para pasto común de los más deliciosos que hasta ahora se han visto en la Rioja. De ello ha hecho una corta remesa a Inglaterra para cerciorarse del éxito y saber la estimación que puede tener en aquel Reino y el año que viene se informará por extenso de todo al público riojano, para que en su vista se anime a aprovecharse de la feliz situación de su provincia para la exportación de sus vinos y del suave clima que se les proporciona excelentes y de todas las clases» (pág. 32).



Los Extractos de 1788 se hacen de nuevo eco de este inquieto Eclesiástico que no es otro que D. Manuel Quintano, beneficiado de Labastida y Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Burgos. Inquietud práctica que le llevó a enviar partidas de vino a varios puertos del Norte por ver cómo evolucionaba: «también a Madrid, Bilbao y Vitoria, y a la Sociedad Vascongada se le presentó alguna porción en sus Juntas Generales, y en todas partes se ha formado el mayor concepto de la excelencia de este vino... y desde luego suscribieron muchos Amigos por algún número de cántaras del que se ha hecho en el presente año»97.

Sin embargo, en su pueblo, Labastida, sólo unos pocos aplican la nueva técnica de Quintano: «Tan sólo sus vecinos, los más   —91→   acaudalados, estaban a favor del Deán». Sin embargo el Pleno del Ayuntamiento se pone en su contra y surge un pequeño pleito que requiere la intervención del Consejo de Castilla. Este demanda información al Ayuntamiento que no tarda en responder: «Son, pues, exageradas las utilidades o más bien ningunas las que proporciona el método de Burdeos, pues si alguna vez sale el vino más ventajoso, otras queda inferior al clarete y no compensan los gastos mayores que ocasiona y así se ha visto poco adoptado en Rioja»98. Esta cerrada actitud de sus paisanos, producirá en Quin tano unas fundadas quejas:

«En lugar, pues, de promover este ramo de industria y comercio tan ventajoso para la nación como útil para la provincia de la Rioxa, que en los años abundantes se halla sin salida de sus vinos, intentan aquellos desidiosos cosecheros ponerle estorbos y embarazos»99.



Hay que resaltar el total apoyo de las autoridades a una idea totalmente renovadora como era la de Quintano, como lo demuestra el fallo que emitieron los fiscales del Consejo de Castilla:

«Una vez que se halla establecido en la villa de la Bastida el método de hacer los vinos que se observan en Burdeos conviene fomentar este ramo de industria removiendo todos los estorbos que puedan atrasarlo o hacer que decaiga, por cuyo medio con bentajas de los mismos cosecheros se logrará dar salida a el mucho vino que se coge en la villa   —92→   de la Bastida y en toda la Rioja, embarcándolo para América.

Estos y los demás que quisieran imitarles muy verosímil se retraigan si se les sujeta a las mismas cargas y obligaciones que tienen impuestas los cosecheros de vino común o clarete, porque comparando estos con el que se compone por el método del de Burdeos es más costo y de mejor calidad debe dejarse a los dueños en libertad para que lo vendan donde y como les acomode»100.



Y los propios Consejeros de Castilla, comunicaban al rey poco después:

«La Rioja, así castellana como alavesa, es la parte del rey no quizás la más fértil... necesita de este auxilio (de proteger los vinos de tipo Burdeos) porque en su campiña se coge una prodigiosa multitud de cántaras de vino del que apenas se hace otro comercio que el de la extracción para las provincias Vascongadas... Si la industria ha de salir de aquella rutina perniciosa en que se halla en mucha parte del reyno es preciso no escuchar las quejas de los que siempre miran con ceño todo lo nuevo, sin detenerse a pensar si es bueno o malo»101.



Y es, precisamente en este año de 1788, cuando las Juntas de la Real Sociedad reciben un anónimo de un patriota, persona erudita, amante de la libertad y que no debía ser ajena a la misma Sociedad. Habla, diferenciándolas, de la Rioja Alavesa y de la   —93→   «Rioja vinatera castellana». Repite en una y otra ocasión que «la Rioja debía ser perenne y eternamente rica y feliz por la naturaleza de su suelo», pero la ignorancia e indolencia de los labradores son lastres difíciles de soltar. El documento, bastante extenso, lo podríamos sintetizar así: un país que produce necesita vender sus productos y para ello sólo hay dos caminos:

- Consumo.

- Extracción-comercialización.

a) Consumo:

-Atender primero el comercio interior.

-Fomentar la industria, «ésta y la agricultura son inseparables» al menos que se quiera quedar presos de los pueblos industriosos.

b) Extracción:

-Deben acomodarse los frutos al gusto de los consumidores «a cuyo paladar debe atemperarse el cosechero y a sí no es de extrañar que la Rioja, que tiene por consumidores a gentes que gustan del vino áspero y grosero, nada adelante en la perfección de sus vinos». Para los Vascongados «un vino áspero y cerrado, y según su expresión que se masque, es toda su delicia»102.

Para esta transformación, ve como necesario mirar la calidad más que la cantidad.

-Vigilar a los arrieros que prefieren sacar vino tinto que luego venden a peso por obtener más beneficio.

-Proponer métodos científicos: «necesitamos estudios y cultivar las ciencias, para   —94→   aprender a perfeccionar nuestros vinos».

-Mejorar la educación de los hacendados.

-Propone que se quiten impuestos al vino, para abaratarlo, gratificando incluso su extracción. Es preferible que se recarguen con impuestos los coches que sirven para molicie y los criados que están para ostentación.

-Destaca la importancia de los caminos «estos caminos que debe haber de pueblo a pueblo en todo país culto, para facilitar el comercio y comunicación de las gentes». (pág. 133).

-Saca a luz un fantástico sueño, lanzando la idea de la «junción de los dos mares (Cantábrico y Mediterráneo) por el Ebro», uniendo el río Zadorra con el Deva por medio de un canal. «Entonces la Rioja si que sería feliz, que sus frutos lograrían el mejor despacho, pues desde las mismas bodegas podrían llevar sus vinos por agua a los países consumidores... ventaja que haría de la Rioja así alavesa como castellana, uno de los países más ricos, poblados y deliciosos de Europa». (pág. 134).

c) Conclusión: «Necesitan, pues, los cosecheros riojanos unirse y formar una compañía de comercio para el despacho de sus vinos... creando una Sociedad Económica de Patriotas riojanos... que abarque las ramas de agricultura, industria y comercio, con todos los que comprende la economía política, como población, educación, etc. Veo a la Rioja rica, poblada, feliz e instruida veo...   —95→   pero nada veo sino mi enardecida imaginación, que me presenta tan lisonjeras ideas... nada veo por mucho tiempo sino miseria, pobreza y preocupaciones: nada veo en fin que nos de por ahora esperanzas de nuestro remedio, y lo que más me aflige es que dejaré a mi patria poco más o menos según la he encontrado». (pág. 143).

Basta una lectura superficial para darse cuenta de la importancia de este artículo y de las claras ideas que tenía quien lo redactó. Jesús M.ª Pérez García, autor del libro LA M. N. y M. L. VILLA DE LABASTIDA dice: «Aunque no se ha podido confirmar de un modo tajante, es muy posible que el citado proyecto pudiera haber sido enviado por D. Manuel Quintano, clérigo benedictino». Personalmente, me inclino a pensar que el autor fuera D. Lorenzo Prestamero, y más sabiendo que Narros le había escrito una carta empujándole a ello. Sería interesante una prueba grafológica, si se conserva el original, y seguramente que se daría con el autor que, probablemente está entre Quintano, Prestamero y Samaniego.

La conclusión del escrito, un tanto triste y teñida de amargura, no iba a influir en el ánimo de Quintano, que seguía adelante con su proyecto, dando los pasos que fueran necesarios. Solicita permiso real para exportar vinos a América y el 30 de enero de 1790 obtiene permiso del Rey para dicha exportación.

«El rey ha visto con gusto la solicitud de Vd. sobre que se le permita embarcar para América y comerciar para el consumo dentro del Reino el vino que siguiendo el método de Burdeos, ha logrado Vd. que se haga en Labastida su Patria»103.



  —96→  

Cinco años después de haber obtenido el permiso real de exportación, en 1795, como cuenta Palacio Atard en su obra EL COMERCIO DE CASTILLA Y EL PUERTO DE SANTANDER EN EL S. SVIII, zarpa de Santander con dirección a las Indias Occidentales el barco NATIVIDAD con 605 cántaras en 10 toneles y 1.500 botellas de vino de Rioja. El salto acababa de darse y un rico y amplio campo comercial se abría a los caldos de Rioja. Pero no para ahí el empeño, otro Quintano, Joseph, sigue enviando aquí y allá cántaras de vino como testifican las cartas que han llegado hasta nosotros.

«Para dicho día avisaré si puedo proporcionar alguna otra para satisfacer los deseos de los que solicitan este género de vino»104.



Y a los pocos días tenemos otra carta de sumo interés firmada por Joseph Quintano.

«Muy Sr. mío: entregará Vd. el dador dos barricas de cabida la una de 14 1/2 cántaras y es la que está rotulada con el apellido Quintano, y además escrita su cabida en un fondo; la otra que ninguna señal tiene es de 13/2; el importe de las dos son 560 y por las dos barricas me remitirá Vd. otras dos y si el conductor quisiere traer más le podrá Vd. entregar las que guste.

Me es imposible complacer a Vd. en enviarle más vino pues no lo hay en 35 el pueblo, pues aún cuando hay algo no es de aprobación»105.



  —97→  

El Consejo de Castilla aprueba tan de lleno este método, de tratar el vino a lo Burdeos usado por Quintano, que anima al rey para que le conceda un privilegio «de vender a América y Castilla sin gravámenes especiales, como uno de tantos cosecheros rioja no-castellanos a pesar de la oposición del Director de Rentas Generales y del Ayuntamiento de Labastida»106. Tal privilegio, eximiéndole de cargas fiscales en beneficio del progreso, está fechado el 30 de agosto de 1804.

Pero todos estos loables esfuerzos de este puñado de hombres emprendedores que, desde el primer momento, contaban con el aliento brindado por la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, no daría hasta muy tarde los resultados apetecidos. «La carencia de medios económicos por parte de los viticultores para transformar las bodegas y los medios de producción del vino, por un lado, y la guerra de 1808 contra los franceses, por otro, dejarían el perfeccionado método de elaboración de vino a los Burdeos sin continuidad», como resume el panorama Javier Palacios107.

A estos dos importantes factores, habría que añadir la perjudicial climatología de principios del s. XIX y la crisis económica del primer tercio de siglo, que en nada iban a beneficiar tan buenos propósitos. Baste como testimonio lo que nos cuentan de San Vicente de la Sonsierra: «En la mañana del 15 de abril de este año de 1801 se advirtió generalmente en toda la provincia de la Rioja un yelo tan crecido que penetró en algunas partes y lugares de ella hasta las raíces de las cepas de tal conformidad que si no lo remedia el Señor, la cosecha que se espera será ninguna»108.

La Rioja Alavesa tendrá que esperar muchos años, ya a finales del s. XIX, para ver el vino tratado industrialmente según el método   —98→   a lo Burdeos. Los Samaniego, Quintano y Prestamero hacía tiempo que habían fallecido, pero su esfuerzo, sin lugar a dudas, no había sido en vano. Habían sido los pioneros, se habían, incluso, adelantado a su tiempo.




ArribaAbajo Samaniego y su preocupación por los caminos de Rioja Alavesa

En los años que tratamos, la infraestructura de la Rioja Alavesa en cuestión de caminos y carreteras era pobrísima. Por el norte, mirando hacia las provincias Vascongadas, los montes de Toloño y la Sierra de Cantabria con sus mil cien metros de altitud, resultaban un auténtico impedimento a las comunicaciones, una barrera prácticamente infranqueable.

Por otra parte, el río Ebro cortaba toda circulación fluida por el flanco sur, hacia Castilla. Pequeñas y nada seguras barcas (en Baños, Elciego y Lapuebla), situadas en puntos de nada fácil acceso, unían la Rioja Alavesa con la Rioja Castellana.

El camino mejor, carreteril, era la antigua calzada romana que, subiendo por Cripán, saltaba la Sierra por el punto más bajo descendiendo hacia Bernedo, ya al otro lado. Un camino que, con la llegada del invierno, quedaba impracticable, y se cerraba hasta mediados de marzo. En peores condiciones estaban los otros caminos de herradura que cruzaban la Sierra por los puertos de Toro, Redecilla y Herrera. También existía un camino carreteril que, en muy mal estado, atravesando las Conchas de Haro, se unía en Armiñón a la antigua calzada romana -convertida en carretera real- que desde Astorga llegaba a Burdeos, posibilitando la comunicación con las provincias Vascongadas, el pase a Francia y al resto de Europa.

Y, ya mirando en cada pueblo, los caminos no eran malos, eran malísimos. El acarreo de uva se hacía a lomos de mulo, con comportas, y el transporte de vino de una bodega a otra y desde la Rioja a otros puntos de la geografía, con pellejos de piel de cabra. El carro apareció en manos de los arrieros que trajinaban de un lugar   —99→   a otro, sacando de las Vascongadas hierro y otros productos y llevando desde la Rioja vino, un vino sin cuidar y que con tanto meneo por los malos caminos, podemos imaginar el gusto y color que adquiriría dentro de los pellejos, hasta llegar a su destino.

Nada raro que, entre las preocupaciones de las autoridades, estuviera el construir unos buenos caminos, proyectos que, la poca hacienda y calamidades de todo tipo (tormentas, heladas, guerras... la misma cerrazón de las gentes al progreso), hacían que nunca llegaran a prosperar. Será a finales del s. XVIII, cuando se dará un salto de suma importancia en este sector. Los avances tecnológicos habidos en otros lugares, impulsaron la búsqueda de nuevos mercados que llevarán a buscar una mejora en la calidad de los productos. El espíritu de los ilustrados tuvo aquí su impronta y, como veremos, Samaniego supo estar a la altura del momento, moviéndose de aquí para allá en busca de una solución que facilitara la salida del vino de Rioja Alavesa, y esa solución era un buen camino. Era irracional que el vino -el único producto de este país, como vamos insistiendo- se siguiera empleando para argamasa o, como también ocurría, se tirara por no haberse vendido cuando la otra cosecha estaba ya a las puertas y no se sabía dónde meterla.

«Hallábame en Inglaterra... y viendo constantemente la gran estima que raya en admiración, que por allí se dispensa al buen vino, al regreso a Logroño y observar que en muchos casos se empleaba para hacer mortero, por ser de menor costo que el agua... no pudimos menos de dolernos que anduviese por los suelos una riqueza cuyo defecto no era otro que su PESIMA ELABORACION»


Son reflexiones que hace el Marqués de Murrieta (mucho tiempo después que Samaniego escribiera la carta a su tío, en 1779   —100→   pidiendo una mejora en la elaboración y unos buenos caminos) y que reflejan la pena e impotencia de aquellos hombres por hallar una pronta solución.

Vamos a intentar seguir los pasos y los esfuerzos que se hicieron a finales del s. XVIII y principios del XIX por llevar a la práctica un buen trazado de caminos. Y, conocido lo anterior, no nos extrañará toparnos con Samaniego, que está metido de lleno en esta nueva empresa, que de tanta transcendencia iba a resultar para la Rioja Alavesa, para la Rioja toda, ya que Logroño y sus pueblos también andaban buscando unas buenas comunicaciones hacia el Cantábrico, en busca de puertos y nuevos mercados.

En el escrito anónimo que fue presentado a las Juntas Generales de 1788, a la vez que -como hemos ya apuntado- se hablaba de los remedios para el vino, se daba un toque al problema de los caminos. Por su importancia lo vamos a copiar textualmente.

«Supuestos los medios de donde se deben sacar los fondos para los caminos, no me detendré a ponderar sus utilidades, porque es preciso ser muy idiota para dudar de ellos, y ya hemos dicho que por su falta se duplica o triplica el valor de los géneros... La utilidad de los caminos está patente en la misma Rioja Alavesa. Antes que se construyese el camino real de Álava, se abriese el de la Lobera, se compusiese el de las Conchas y Labastida hiciese el de su jurisdicción hasta Briñas, la parte de la Rioja Alavesa más oriental, lograba mayor despacho y mejor precio de sus vinos. Y ahora no puede venderlos con dos reales de diferencia en el precio o a ninguno en el invierno, cuando Labastida, Salinillas, Briñas y otros lugares de Castilla inmediatos los venden como y cuando quieren, porque LA COMODIDAD DE LOS CAMINOS LES PROPORCIONAN RECUAS Y CARROS.

Esta utilidad de que está privada la mejor y más preciosa   —101→   parte de la Rioja Alavesa, abre los ojos para no privar de caminos que faciliten su comunicación con lo restante de Álava a los pueblos de aquella que no tienen esta ventaja; y así se debería abrir uno que desde Vitoria entrando por la jurisdicción de Samaniego, siguiese la diagonal de la Rioja Alavesa hasta la raya de Navarra o Castilla, haciendo ramales a todos los pueblos que por su situación estuviesen separados de él, para igualar en lo posible su utilidad. La Rioja Alavesa está llena de frutos que se consumen en toda Álava, con que a una y otra les trae cuenta el tal camino. En cuanto a su rectitud como yo no digo que se haga el camino sino para la Rioja Alavesa, es claro que el más recto será el que pase por ella. En el coste no se ha de reparar, cuando se hace una obra cuyas utilidades son eternas, pues la diferencia de la utilidad por poca que sea lo resarce al cabo de años, y al contrario, por pequeño que sea el perjuicio, como ha de ser eterno, es sumamente considerable...»109


El autor parece inclinarse por un camino que salte la Sierra de Cantabria por Herrera, como se desprende por la frase «Uno que desde Vitoria entrando por la jurisdicción de Samaniego:»

Continúa diciendo nuestro anónimo comunicante

- que los fondos para construir dicho camino podrían salir de un arbitrio sobre las heces del vino.

- que el resto de la provincia tiene que contribuir como lo ha hecho la Rioja con el de Salinillas y Labastida.

- que cada pueblo debe arreglar también los caminos de su jurisdicción, «para el mejor porte y acarreo de los frutos que es lo que puede abaratar también el precio de ellos».

  —102→  

Si bien, a juicio del autor (sería interesante conocer si es la primera vez que se lanza esta idea), el mayor proyecto sería:

-«La junción de los dos mares (Cantábrico y Mediterráneo) por el Ebro... para unir el río Zadorra con el Deva por medio de un canal»110. y ello «porque el porteo por agua es mucho más barato»... Esta ventaja haría de la Rioja así Alavesa como Castellana, uno de los países más ricos, poblados y deliciosos de la Europa»111.


Este clamor por unas buenas vías de comunicación, de transportes, era pues, general y en la ya citada y famosa carta de Samaniego a su tío el conde de Peñaflorida datada el año 1771, el riojano-alavés ya se lamentaba del estado de los caminos diciendo «la incuria de los caminos, porque quién carga arbitrios sobre el hambre y la...». En la otra parte del Ebro, en Logroño, el clamor es también unánime: «La desgracia de Logroño ha sido siempre LOS ESCABROSOS CAMINOS Y LOS IMPENETRABLES PUERTOS que la separan de las dichas provincias (Vizcaya, Guipúzcoa, Álava)»112.

La misma Sociedad de Hacendados y Comerciantes de Logroño ven con óptimos ojos las construcción de dicho camino.

«Sobre la necesidad y utilidad (y utilidad) del expresado camino... y expresando que su ejecución se seguirán ventajas   —103→   al comercio, no sólo de Logroño y otros Pueblos de la Rioja por la mayor comodidad de precios e lograrán en los pescados, cacao, azúcar, hierro y otros géneros que vienen de las tres Provincias exentas, sino también a éstas mismas provincias por el recíproco beneficio que lograrán en los portes de vino de Rioja, lanas de Cameros y demás frutos de Aragón Valencia y Cataluña... y proponemos que siendo el vino la principal cosecha de la ciudad de Logroño es fundada la pretensión de que los arrieros y carruageros de las provincias de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, que entren en la dicha ciudad estén obligados a sacar otras tantas cargas de vino de ella»113.


Y es tal la fiebre por lograr unos buenos caminos que faciliten la extracción del vino que el lema de la recién fundada «REAL SOCIEDAD DE COSECHEROS DE LA RIOJA CASTELLANA» (1788) es: «Prosperarás extrayendo», todo un exponente de la máxima preocupación de aquellos hombres.

Para esta época, como se deduce de lo que vamos diciendo, ya estaba construido el camino real, que venía de Vitoria y, por Lapuebla de Arganzón, llegaba a las Conchas de Haro, en donde enlazaba el de Labastida y Briñas. Pero la parte más oriental de la Rioja Alavesa, «la más preciosa parte», está alejada de estas vías de comunicación y pretende -también Logroño, como vamos diciendo, tiene el mismo propósito- trazar un camino más recto, que no dé la vuelta por Lapuebla de Arganzón, «cuyo fin sólo debe ser el fomentar el comercio y la saca de sus vinos». Logroño encarga el proyecto al ingeniero de Caminos de la provincia de Álava, D. Francisco   —104→   Echanove. Este proyecto cruzaba la Sierra de Cantabria por cerca del León Dormido -en tierras navarras- e iba a caer a Villafría.

«Según el Plan de Echanove el camino carreteril de Logroño a Vitoria por Villafría de 16 pies castellanos de ancho, tendrá un coste de doscientos y siete mil seiscientos ochenta y nueve reales diez y siete maravedís vellón»114.


Pero el proyecto no parece entusiasmar a Vitoria y menos a Laguardia, que está empeñada en trazar el camino por otra parte.

«Supuesta la finalidad con que Vitoria mira este asunto, y el empeño con que la Hermandad de Laguardia quiere llevar el camino con notable rodeo; se ve Logroño sólo para esta grande obra»115.


No tardará la provincia de Álava en contestar a los Hacendados y Comerciantes de Logroño y lo hace por medio de Juan Francisco Volante de Ocariz, que razona su disconformidad del siguiente modo:

«... siendo el camino, directamente a beneficio particular de sólo los Comerciantes y Cosecheros de uso de la ciudad de Logroño, por más que se pondere su necesidad y utilidad..., lo cierto es que no es recíproco el beneficio, mediante ser   —105→   ningunos los frutos que se sacan de Álava y muy poco el Fierro que se labra en ella... y si se les graba a los Arrieros a sacar su propio vino de Logroño, por él mismo hecho se les impide portear las lanas de Cameros y demás frutos de Aragón, Valencia y Cataluña a las provincias exentas.

... la utilidad pública universal que debe prevalecer, a la particularmente limitada a los Comerciantes y Cosecheros de vino de la ciudad de Logroño y arrieros del contorno»116.


A Álava no le agradó absolutamente nada que Logroño exigiera que «Los Arrieros y Carruageros de Alaba, que entren cargas en la dicha ciudad de Logroño, sean obligados a sacar otras tantas cargas de vino de ella», ya que resultaba notable y perjuicio para la Rioja Alavesa, pues al ir ya cargados de vino los arrieros, no se favorecía en nada la extracción.

Al proyecto de Logroño se oponen también los pueblos de Murillo y de Fuenmayor. El alcalde de esta última villa propone otra solución.

«Abrir el camino por el Puerto de San Bartolomé o el de Toro, en que así a los de la provincia de Rioja, como la ciudad de Logroño y demás pueblos de la Carrera de Aragón, se seguiría utilidad pública, porque entonces cruzaría el tránsito por medio de todo el País, lo cual no apetecen los de Logroño, sin embargo de que al parecer es más fácil y menos costoso, con el fin de quedar ellos solamente mejorados de situación y serán conocidas las ventajas en el Despacho de sus vinos, que es el único fin del Proyecto»117.


Laguardia y los pueblos de su entorno tenían otro proyecto y   —106→   encaminarán todos sus esfuerzos a conseguir su propósito. El 12 de agosto de 1792, el Conde Aranda, en carta fechada en San Ildefonso, concede permiso de peaje:

«En vista de lo que han expuesto las Hermandades de Samaniego y Laguardia la construcción de un camino desde Vitoria a Logroño... concede su majestad permiso a aquellas Hermandades y a los demás pueblos de su partido que quisieran obligarse a ello para fabricar un buen camino carretero desde Vitoria a Laguardia...»118.


Como director de este camino de rueda es nombrado Bonifacio Martínez Ballesteros. Y para cumplir el pago del camino los mencionados tercios de Samaniego y Laguardia se obligan a pagar a la provincia 60.000 reales, si bien Elciego se mostró remiso de contribuir «con los cuatro maravedís en cántara de vino a que se obligó solemnemente con los demás pueblos», pues al parecer se disgustó por dirigirse el camino a Laguardia y no a Logroño.

El año de 1793 será de gran importancia, ya que, reunidos los Procuradores Generales con el Diputado Verástegui, se llega a importantes acuerdos, ratificados en nombre del rey, por el Príncipe de la Paz -Godoy- en San Lorenzo de El Escorial.

«En esta Junta los Sres. Procuradores Generales y comisionados para el arreglo de los puntos respectivos a la constitución del nuevo camino y que desde esta ciudad ha de seguir hasta la villa de Laguardia y sus aldeas... han convenido con el señor D. Bonifacio M. Ballesteros en representación de los nueve pueblos de que se componen   —107→   los Tercios titulados de Laguardia y Samaniego en los pactos y capítulos siguientes.

1. Que los nueve pueblos han de contribuir anualmente a esta M. N. y M. L. Provincia con la cantidad de 60.000 reales vellón en dinero efectivo..., sin retraso ni dilación.

2. Que esta contribución ha de empezar a contarse desde el mismo día en que se dé principio a la obra del camino.

3. Que dicha contribución ha de durar hasta que se rediman, estingan y paguen todos los capitales y censos que se tomasen para las obras de dicho amino... y ha de ser líquida, separada e independiente de las demás contribuciones y repartimientos generales... sin que por eso puedan dichos tercios eximirse ni pedir rebaja en todo ni en parte de los 60.000 reales ni del nuevo impuesto sobre el vino.

4. Que ha de quedar a favor de la misma provincia el producto del Peage que se imponga sobre el nuevo camino, en virtud de la Real Orden.

5. Que por consiguiente la provincia, por sí o por medio de sus comisionados, ha de arreglar y moderar el dicho peaje, situar barreras que considere convenientes...

6. Que también ha de quedar a favor de esta provincia la contribución que haían de hacer con motivo de esta obra los demás pueblos de aquella Hermandad los de tránsito y los que tienen interés particular en su constitución.

7. Que dichos pueblos e los tercios a cuya instancia se expidió la real orden y facultad aprobarán estos capítulos, cederán en forma su derecho y se obligarán a ellos y todos sus vecinos en común y en particular con sus personas y bienes de las comunidades y de los particulares a la efectiva entrega y anual pago de 60.000 reales referidos con sumisión al Tribunal de la Diputación General de esta Provincia y al Real Supremo de Castilla, con renunciación a su propio fuero.

  —108→  

8. Que la provincia construirá de su cuenta bajo de estas partes el referido camino hasta la jurisdicción de la ciudad de Logroño si le pareciese conveniente y sino hasta la misma villa de Laguardia, quedando esto a su arbitrio.

9. Se ha de llevar cuenta y razón separada de entrada y salida.

10. Que verificada la extinción de capitales ha de ser la contribución de los 60.000 reales y el peaje se ha de reducir.

11. Y por fin que la provincia aprobará estos capítulos: se obligará a la observancia de su contenido... para que desde luego que venga aprobada la escritura por los Tercios pueda dar principio a las obras hasta su conclusión, y también para que trate con los demás pueblos sobre las contribuciones que deban hacer con atención al interés que reciban»119.


Hasta la ciudad de Logroño vio con buena cara este proyecto auspiciado por Real Orden y llegó a ofrecer «para estas obras y camino proyectado en cada año de 17 a 18.000 reales vellón hasta la extinción de los capitales»120.

El tiempo, sin embargo, fue pasando y, por lo que se dice en las Juntas Generales de 1794, aún no se habían comenzado las obras.

«A el quincuagésimo punto que dice se aprobó el papel de proposiciones hecho y dispuesto en forma de contraste en punto a la construcción del camino de Laguardia, dijo el Dip.. Gral. que no se ha verificado aún el otorgamiento de la Escritura pactada en el capítulo 7º... y que por consiguiente nada se ha hecho sobre el asunto»121.


Al parecer la Hermandad de Salinillas no dio su voto a favor, pues «no se había solicitado su beneplácito y a que su construcción   —109→   ha de ser tan excesivo costo de más de tres millones de reales». Otros ven un gran inconveniente en que es un trazado muy montañoso y poco útil.

«Además de que el rendimiento del peaje que se puede imponer ha de ser de muy poca entidad respecto su coste, y que será menor en diferentes estaciones del año a causa de su situación montañosa, como así mismo a ser dicho camino particular y ha tenido su único tráfico a la extracción de sus vinos y a que no se siguen utilidades algunas a esta Noble Provincia y sí sólo a dichas dos villas y su tercio, como también a algunos pueblos de tránsito del camino a esta ciudad»122.


Total que la opinión que parece prevalecer es que «la provincia no tome a su cargo la construcción y mantenimiento del camino solicitado por dichas villas mediante la ninguna utilidad que a la provincia se le había de seguir y que si aquellas villas se le sigue lo ejecuten como más convenga»123. Y prácticamente todos los Procuradores dejaron solos a los de Laguardia y Samaniego, incluso las villas de Cripán y de Villabuena «no quisieron otorgar obligación de contribución alguna», y eso que pertenecían a los dichos Tercios.

No estaba Félix M.ª Samaniego al margen de este problema, pues ya hemos apuntado que al referirse a los caminos habla de «incuria» y lo cierto es que pondrá todas sus artes y sus influencias de cara a mejorar las comunicaciones en la Rioja Alavesa.

Hemos podido constatar, por los documentos presentados en anteriores páginas, que el ambiente está caldeado en estos trascendentales   —110→   años y que el mayor interrogante, que sigue aún sin despejarse, es por dónde trazar el camino.

-Los Tercios de Laguardia y Samaniego proponen por Herrera.

-Logroño tiene ya un estudio hecho, para trazarlo por Villafría.

-Ahora, los de Fuenmayor -y alguna voz en Álava- hablan del puerto de Toro, que enlaza la villa de Laguardia con Lagrán, al norte de la Sierra Cantabria.

Samaniego no duda entrar en la refriega y opina que trazar el camino por el Puerto de Herrera -o por cualquier otro de los antiguos senderos-caminos de la Sierra Cantabria- no tiene ni pies ni cabeza, y todo su afán será inclinar la balanza para que el camino, siguiendo la falda de la Sierra Cantabria, salga al encuentro del que viene por las Conchas de Haro y que en Armiñón se une al Camino Real. Samaniego quiere dar a entender que al pretender trazar el camino por el Puerto de Herrera, se tienen en cuenta razones políticas sin fundamento «no beneficiar a Avalos y San Vicente», (pueblos pertenecientes a la jurisdicción de Logroño) y así «separar el camino de los pueblos de Castilla para que los nuestros no se contaminen con el contacto»124.

Pero mejor será presentar en su totalidad la carta de Samaniego que no ofrece desperdicio por la variedad y riqueza de puntos que toca, y todos ellos referentes a la Rioja Alavesa.

La carta va dirigida a D. Antonio Fernández Navarrete, vecino de Avalos y está fechada el 10 de octubre de 1800 (?).

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«Querido Antonio: Al mismo Barrabás no le ocurre, dirá su exquisita formalidad, al mismo Barrabás no le ocurre, a un riojano que tiene vendimia en su casa, convide a las ajenas. ¡Dejar el fruto de todo el año en poder de infieles!

Pero vamos poco a poco, amigo. Algo se ha de hacer por la patria, que, en calidad de madre, reclama las atenciones y miramientos que ordena el cuarto mandamiento. Salazar ha venido por unos días a acompañarme a la Escobosa y conviene que Vd. venga también para que hablen sobre el asunto del camino. Le advierto en secreto que Olaguíbel no está muy satisfecho de la pretensión de Salazar; con que ánimo, amigo mío. Olaguíbel no se atreve a hablarle, o si habla no se explica; con que sus argumentos de Vd. tienen que ser más convincentes.

Aquí, de sobremesa, entre botellas de superado y moscatel, y tazas de café, demostrará Vd. con sus medidas trigonométricas y con razones sacadas de la conveniencia, y expuestas con gravedad, facundia y energía; que el proyecto que usted defiende es el mejor y Salazar, patriota a nuestra usanza, acaso se prescinda de todo por separar el camino de los pueblos de Castilla para que los nuestros no se contaminen con el contacto; o acaso se convenza.

Suceda lo que quiera, a mi siempre me sucederá bien, si Vd. viene, por disfrutar en este retiro de tan agradable compañía. Ya sabe mi deseo de que todo se haga como más convenga al interés de todos, sin dar cabida a envidias, a pasiones... pero ¡ay! es nada lo que pretende un deseo temerario! Si a los anacoretas los tentaban los diablos en los desiertos, ¿qué sucederá a los que vivimos en continuo roce con nuestros semejantes?

Venga Vd., pues, para ver si hace la obra de caridad de que Salazar no caiga en la tentación de perjudicar a Labastida, por no beneficiar a Abalos y San Vicente. Estos caminos de extracción, cuantos más pueblos crucen son mejores. Pero ¿a qué me meto a decir lo que es de la incumbencia de Vds.? Venga a la Escobosa; y si tiene caballerías legítimamente   —112→   ocupadas con la vendimia, yo tengo dos caballos que descansan como señores.

Avisa y el dador irá a buscarle con uno»125.

Suyo.


SAMANIEGO                


Por cierto, mucha debía ser la premura cuando le pide a su amigo Antonio que, en plena labor de vendimias, se desplace de Abalos a La Escobosa. Y mayor aún debía ser el interés de Samaniego cuando está dispuesto a ofrecerle sus caballos. Y es que el influyente Salazar, poco después Ministro de Marina con Fernando VII, apoyaba un proyecto nada práctico, y que más parecía deberse a un capricho que a una verdadera necesidad, como era la pretensión de cruzar la Sierra por Herrera. Como bien dice Eustaquio Fernández de Navarrete, biógrafo de Samaniego, al comentar esta carta: «el camino de que se trata es el que se hizo algunos años después desde Vitoria por Peñacerrada y Laguardia a Logroño; camino que, con empeño de que fuera sólo útil a Laguardia, se echó por una sierra tan prolongada y agria que no sirve para nadie»126. Sospechamos que el amigo de Abalos no pudo acudir a La Escobosa, en la fecha que le pedía Samaniego, probablemente a causa de las vendimias. Y sospechamos esto porque Samaniego le vuelve a escribir, insistiéndole, el 16 de noviembre, notificándole la presencia de Salazar en La Escobosa y lo conveniente de que se entrevistara con él: «Salazar ha venido por unos días a acompañarme a La Escobosa y conviene que Vd. venga también para que hablen sobre el asunto de el camino»127. Y no sabemos si Fernández   —113→   de Navarrete pudo acudir a La Escobosa a convencer a D. Luis de Salazar. Sí sabemos que, ante el posicionamiento de éste de trazar la carretera por el Puerto de Herrera, nada pudieron las razones de un arquitecto como Olaguíbel. Como escribía Apraiz «Ha utilizado ya, en apoyo de su tesis, su amistad con Olaguíbel, que, por lo visto y como era entonces corriente entre arquitectos, poseía también autoridad técnica en materia de caminos»128. Ni los argumentos de un matemático como Fernández de Navarrete, ni las razones de peso, adobadas con vino supurado, de un ilustrado y amigo personal como Samaniego.

No podemos seguir adelante sin aclarar antes que, esta carta de Samaniego a su amigo de Abalos, no se puede fechar el año 1800, como se ha venido haciendo, fundamentándose en un pie de página de Eustaquio Fernández de Navarrete, que él mismo ponía en duda. «Creemos -escribe- que el año de esta carta sea de 1800: el camino que se trata es el que se hizo algunos años después desde Vitoria por Peñacerrada y Laguardia a Logroño»129. Esta datación de la carta, que ha dado lugar a múltiples equívocos, es imposible que pueda sostenerse en pie, ya que por estas mismas fechas, el 29 de octubre de 1800, el arquitecto Olaguíbel reclama al tesoro de la provincia «2.490 reales de salarios atrasados, entre los que hay 25 días en viajes con caballería» para el reconocimiento de Vitoria a Logroño por Herrera, proyecto que había sido firmado por D. Justo Antonio de Olaguíbel el 7 de agosto de 1792.

«... del encargo y comisión que le está conferido sobre la construcción del camino carretero que se ha de ejecutar en   —114→   el distrito de esta referida Muy Noble Provincia desde esta dicha ciudad hasta su raya con Castilla para la ciudad de Logroño por la villa de Laguardia... atravesando parte del Condado de Treviño... debía nombrar y nombró a D. Justo Antonio de OLAGUIBEL... pase a reconocer, delinear y señalar el curso y rumbo que ha de tener dicho camino desde esta ciudad hasta la enunciada raya de esta provincia con Castilla»130.


Como tampoco es nada verosímil que Samaniego llamara a Olaguíbel porque, como arquitecto, al decir de Agraiz, «poseía también autoridad técnica en materia de caminos»131, sino porque Samaniego conocía bien a las claras que Olaguíbel iba a ser -o había sido nombrado ya- el arquitecto que dirigiera el proyectado camino de Vitoria a Logroño por Herrera. Todas estas razones no hacen sino avalar la opinión de que la carta debió ser escrita entre 1790 y 1792, pero jamás en 1800, cuando el camino estaba prácticamente concluido.

Porque, lo cierto e histórico es que, para antes del año 1800, el arquitecto Olaguíbel había dado el visto bueno a todos los contratos previsto por Diputación, puesto que el camino se hizo a trozos y por contratas. Así, en la contrata de uno de los trozos leemos:

«Que se han de cumplir o concluir todas las obras para el día primero del mes de diciembre de este presente año. Vitoria y Mayo 26, 1798. Justo A. de Olaguibel»132.


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Por este mismo documento que estamos repasando, sabemos que para el año 1799 las obras están ya prácticamente concluidas.

«Del nuebo camino real que esta provincia está haciendo desde dicha ciudad para la villa de Laguardia y que las había hallado perfectamente concluidas con arreglo en un todo a sus condiciones. 26 de octubre de 1799»133.


Conclusión que es totalmente efectiva para 1801, ya que el 20 de noviembre de este año, Mateo Garay, arquitecto de Vitoria, envía una carta al Diputado General pidiéndole el pago «por los trabajos y las ocupaciones que tubo en la medición y ejecución y entrega del nuevo camino titulado de Herrera»134.

El camino, que había sido promovido por los tercios de Samaniego y de Laguardia, fue costeado por ellos de manera especial también.

«... además de los dos mrs. que van cargados al vino, que se consuma en las tabernas del tránsito, han de contribuir anualmente con cuatro mrs. por cada cántara de cosecha de aquella hermandad, pues como más interesada y que ha de percibir las mayores utilidades, es justo contribuir como va expuesto y tiene ofrecido»135.


Muy contrariado se debió sentir Samaniego, y más al comprobar que la intransigencia había prevalecido sobre el raciocinio en la realización de este proyecto. La realidad fue que, cuarenta años   —116→   más tarde de la muerte de Samaniego, -a pesar de tener construido el camino de Herrera-, los problemas continuaban siendo los mismos, quedando claro que el camino carreteril abierto por el puerto de Herrera no había solucionado el auténtico problema y que se hubiera acertado de haber hecho caso a Samaniego.

No habían transcurrido tres decenios cuando, en 1829, se presenta un proyecto sobre la construcción de una carretera que uniese las Conchas de Haro con Laguardia, proyecto que al parecer encuentra dificultades, ya que en abril de 1833 se presenta una carta de la Hermandad de Labastida dirigida a las Juntas Generales en estos términos.

«Que el estado de miseria y abatimiento a que ha llegado este país por falta de salida y consumo de sus producciones debe existir el más vivo interés y un deseo sincero de verle restituido a su perdida prosperidad. Dotado por la naturaleza de todas las ventajas que pueden hacer un suelo fértil y productivo, su misma abundancia le empobrece y gime bajo el precio de una inmensa cosecha»136.


En 1841 volvemos a encontrar otro Expediente, «sobre la construcción de un camino ramal que enlazando las dos carreteras de las Conchas y Herrera facilite a los pueblos de la Rioja Alavesa la extracción de sus frutos», que llegará a feliz término.

Las obras de delineación, señalamiento y medición comienzan a ejecutarse el año 1843, bajo la dirección del ingeniero-arquitecto

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GRÁFICO

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Martín Saracíbar. Este se compromete a que las obras se han de ejecutar para el 1.º de septiembre del año 1844, dejando concluidos los puentes y alcantarillas para primeros de noviembre y todo por abril del próximo año de 1845. Hacía ya cuarenta y cuatro años que había muerto Samaniego. Para sufragar el coste, cada pueblo tuvo que pagar un equivalente de reales por cántara de vino que, tras efectuar un aforo, resultó de la siguiente manera.

CAMINO DE BRIÑAS - LAGUARDIA

Reparto de los 150.000 reales según las cántaras cogidas, para el camino

1843-1844
PuebloCántarasRealesMaravadís
Laguardia130.00037.5728
Elciego130.00037.5728
Leza34.0002.82620
Baños de Ebro34.0002.82620
Samaniego56.00016.185
Villabuena40.00011.56024
Navaridas36.00010.40422
Lapuebla50.00014.45030
Paganos9.0002.6014
519.000150.000

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La tasación por cepa, cuando se tuvo que comprar un terreno, fue entre dos y algo más de dos reales.

528 cepasa 2 3/4 reales 1.452 reales
33 cepas a 2 reales 66 reales
103 cepas a 2 1/2 reales 247 reales

Estos importantes pasos que dio la Rioja Alavesa en aquellos tiempos, tanto en lo referente a la elaboración de los vinos como en la mejora de los caminos, no ofrecieron los resultados apetecibles porque no se dio un tercer paso, completamente necesario, como era la COMERCIALIZACIÓN, apareciendo sólo puntualmente. En tiempos de Samaniego, sus paisanos cosecheros -aún teniendo caminos- estaban a merced de los arrieros; hoy, a las puertas del s. XXI, los viticultores riojano-alaveses siguen estando a merced de las grandes bodegas, que son las que marcan el precio de la uva y del vino. Y puede que, en el fondo, todo se deba a la mentalidad del riojano-alavés poco dada al mercantilismo y nada emprendedora. No se debe minusvalorar el alto grado de individualismo que atiende lo propio y descuida lo que es de todos, tendiendo a desconfiar de los demás y a ver como cargado de pegas el trabajo en común. No se explica de otra manera el abandono en el que han caído los regadíos que se inauguraron por los años de «la seca», allá en 1950, en Baños de Ebro, Lapuebla de Labarca y Oyón y otros pasos dados de cara a la comercialización.

Hoy, Samaniego volvería a sentirse un tanto defraudado, como en 1800, cuando escribía a Antonio Fernández de Navarrete: «Ya sabe que mi deseo es que todo se haga como más convenga al interés de todos; sin dar cabida a envidias, pasiones... ¡pero ay es nada lo que pretende un deseo temerario!».

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ArribaLa Rioja alavesa a su paisano Samaniego

Hemos tratado de sacar a la luz, en las líneas anteriores, lo que Samaniego hizo por sus paisanos, por su pueblo la Rioja Alavesa. Quedaría cojo este trabajo si no escribiéramos unas líneas sobre lo que su pueblo, Laguardia-La Rioja Alavesa, ha hecho por Samaniego.

Sabemos que a principios del siglo XIX se decide crear una comisión cuyo objetivo es rendir homenaje al fabulista, dedicándole un monumento en su pueblo, Laguardia, auspiciado por un grupo de notables de Vitoria. Como marco apropiado se escogen las fiestas del pueblo, las de San Juan (patrono de la Iglesia donde Samaniego había sido bautizado y donde está enterrado) del año 1833.

Encontramos amplia referencia del acontecimiento en «EL ANUNCIADOR VITORIANO» y en la revista EL ATENEO, que nos traen fiel reflejo de lo sucedido. El programa del festivo homenaje, fue el siguiente.

Día 23 de junio de 1833

12 -repique de campanas.

3 tarde -vísperas en San Juan tremolar de la bandera.

9 noche -música.

colección de fuegos artificiales.

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Día 24

-Dianas y pasacalles.

-Misa y panegírico de D. Félix Landa

-Inauguración del monumento dedicado a perpetuar la memoria de D. Félix M.ª Samaniego esclarecido hijo de esta villa.

-Función religiosa.

-Corrida de 6 vacas.

Día 25

-Segunda corrida de vacas y otros festejos, partidos de pelota, bailes públicos y particulares.

Un programa digno de Samaniego y muy propio de las fiestas de Laguardia, con el tremolar de la bandera, las vacas y los bailes callejeros «con ocho lucidas parejas de ambos sexos». El acto central fue, sin embargo, la inauguración del monumento.

«Ocupa éste el ángulo norte que forma el paseo del Collado, conocido por El Crucifijo; se compone de un sencillo Kiosko de hierro con enverjado, de gusto oriental, sostenido por 8 columnas de orden compuesto, apoyadas en una triple basamenta de piedra de forma octogonal, abierta por uno de los lados con sus anchas gradas para el ascenso a la plataforma.

El busto, que es de bronce, descansa sobre un pedestal de blanca piedra de Angulema, en uno de cuyos frentes bajo la guirnalda cornisa, se lee la siguiente inscripción: "La villa de Laguardia a su esclarecido hijo D. Félix M' Samaniego", ostentándose en la base las armas de la villa con sus características enormes llaves y debajo la fecha de 1883»137.


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El monumento era obra del arquitecto Achúcarro y el busto del escultor Larrea, bilbaínos los dos, siendo costeado por suscripción popular, como lo refleja una de las poesías leídas durante el acto.


   «La villa de Laguardia,
Asiento de tu cuna,
Se afana cual ninguna
Tu nombre sa transmitir
Y bello monumento
Que es fruto de sus dones
aquí, entre aclamaciones,
apréstase a erigir.
Al pie de estatua broncea
Tu pueblo reunido
Se encuentra poseído
De mágica ansiedad.
Y el pobre como el rico
Y el sabio como el lego
Al grande Samaniego
Aclaman sin cesar».


Domingo Rivacoba, Laguardia, 24 junio 1883138.                


Para finalizar la ceremonia, y en presencia de D. Manuel de Gortázar, que representaba a la familia del fabulista:

«Se procedió a enterrar una caja de cinc perfectamente armada y que contenía un número de la Gaceta de Madrid, dos   —124→   de EL ANUNCIADOR VITORIANO; partidas de bautismo y de defunción de Samaniego y varias monedas de estos últimos años»139.


No habían transcurrido muchos días cuando apareció el busto de Samaniego en la ladera de El Collado, fruto, una vez más, de la intransigencia de las gentes. Al parecer, ese año fue pernicioso para la agricultura (heladas, pedrisco, enfermedades de toda clase) y hubo quien pensó que la culpa del pedrisco no podría ser de otro que del impío Samaniego, cuyo monumento se había colocado en el lugar ocupado antes por «El crucifijo».


«Ya Laguardia no queda estacionaria
Rindiendo oculto a su preclaro hijo
Su estatua colocada en "Crucifijo",
Al arte prueba su afición palmaria».


Eugenio Sáenz de Urturi140.                


Pasando por alto el homenaje de la provincia a Samaniego, por sus trabajos como comisionado en la Corte de Madrid, por centrarlo en los ofrecidos en la Rioja Alavesa, sí queremos hacer referencia a un himno dedicado al fabulista y aparecido en LA HOJA INFORMATIVA de la Caja de Ahorros Provincial, dedicada a Laguardia y sus gentes. La música del himno es del maestro Lizarralde y la letra de Venancio del Val; fue escrito en octubre de 1945. Si no por su valor poético, sí por lo que representa, lo traemos aquí.

  —125→  

«Alavés que inmortal
en la memoria has de ser
por los siglos de la historia.
Samaniego, tu nombre admiramos
y ante ti admirándote cantamos
ya sin fin himnos de honor y gloria.
Maestro de juventudes
que en tus fábulas nos diste
ejemplo de las virtudes.
Pluma insigne de la España
tu gentil literatura
los bellos cuentos engalana.
¡Vasco celoso!
Los tuyos te aclaman
con el más noble y cordial de los orgullos»141.


A siglo y medio de la muerte de Samaniego, una vez más, el himno se centra en resaltar las cualidades literarias de Samaniego en sus fábulas y cuentos, en su pluma y literatura. Es de destacar la exclamación «¡Vasco celoso!», dedicada probablemente a los desvelos de Samaniego por defender en Madrid los interese de la Provincia. Nada se dice en el himno de los puntos que en este trabajo hemos tratado de resaltar, dándonos a entender que el esfuerzo hecho valía la pena.

Dudamos que los pueblos de la Rioja Alavesa colaboraran en costear el monumento dedicado a Samaniego y creemos que, aún hoy día, la Rioja Alavesa está en deuda con Samaniego.

Ninguno de los pueblos de Rioja Alavesa le tiene dedicada una calle, resaltando únicamente el Instituto de Laguardia que lleva el nombre de su preclaro hijo. Quizás sea normal que suceda esto,   —126→   pero no deja de causar cierta extrañeza. Tampoco hubiera pedido nada Samaniego, pues era él quien se sentía en deuda con su patria, según muchas de sus exclamaciones. Pero eso no quita que, para muchos, no dudamos será un agradable descubrimiento. Un rasgo de su personalidad que -no desconocido, pero sí pasado por alto en multitud de ocasiones llegará a adquirir la importancia que él mismo le dio.





 
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