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A esta importante contribución habría que añadir que un tratamiento parecido se le otorga a Hernando de Soto durante el relato de su expedición fallida y su doble enterramiento en La Florida del Inca, donde se le compara con el rey visigodo Alarico, fundador de la estirpe de los reyes españoles (ver Mazzotti, «Hernando de Soto, ¿Rey del Perú?»).
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Ver Avalle-Arce
(El Inca Garcilaso en sus Comentarios, 18-19), quien se
refiere en 1964 a la primera edición de la obra de
Miró Quesada (El Inca Garcilaso de la Vega, de
1948) y al artículo de Durand «La idea de la honra en
el Inca Garcilaso», de 1951. Miró Quesada
contestó en la segunda edición de su obra, de 1971, y
en la tercera, de 1994 (253-254), señalando que la fuente
indígena es descrita por Cieza y que Garcilaso se atiene a
ella y a su experiencia en el Cuzco. González
Echevarría, en un reciente trabajo («Garcilaso y
Garcilaso»), alude a ese intercambio sin mencionar las
respuestas de Miró Quesada y Durand. También
clasifica a ambos estudiosos como parte de una corriente
crítica «peruanista», en la que generosamente
incluye mi libro Coros mestizos. En éste,
paradójicamente, aclaro desde el principio que «no se trata de ejercer una lectura 'peruanista'
de los Comentarios, como descaminadamente podría
parecer. El término 'Perú', según se entiende
hoy, abarca una inmensidad de rasgos culturales que estarían
muy mal representados en la obra y la época que aquí
nos ocupan»
(20). Es más paradójico
aún que el ensayo «The Law of the
Letter» (1987) de González
Echevarría fuera discutido solventemente desde una
perspectiva de rescate de la alta retórica ciceroniana y
renacentista por Durand en 1988 (ver «En torno a la prosa del
Inca Garcilaso»).