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 Desde adentro. 

 

152

 Salen RICARDO y GUILLERMO

 

153

Steevens lo interpreta así: El cuerpo está en la casa del actual Rey; pero el verdadero (esto es: el precedente Rey) no está con su cuerpo. A Mr. Eschenberg le parece más natural de esta manera. El ataúd está cerca del Rey; pero el Rey no está todavía en el ataúd, que es decir: no está muerto aún, como debía estarlo. Letourneur cree que se pudiera explicar en estos términos. El Rey no está con el cuerpo, esto es: Claudio no es más que un cuerpo sin alma, no tenemos Rey, no hay un verdadero Rey dentro de su cuerpo. Si todos los comentadores de Góngora viniesen a interpretar este pasaje, no podrían disipar la obscuridad en que está envuelto.

 

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No hay dificultad en decir con Hamlet, que engordamos a los demás animales para alimentarnos con ellos, y que los gusanos engordan después, comiéndonos a nosotros, tampoco es de admirar que un hombre se coma un pez, que tragó a un gusano, que se había alimentado del cadáver de un Rey. Todo esto es verdadero y posible ; el mal está en que no viene a cuento, en que es ocioso y ridículo, y en que un Príncipe de Dinamarca se explica en este pasaje como un arriero de Sacedon.

 

155

 Vanse los CRIADOS

 

156

 Vanse RICARDO y GUILLERMO

 

157

Este es el Príncipe de Noruega, tan prometido en los dos primeros actos: no hay que esperar que este nuevo personaje tome parte alguna en el enredo de la fábula; luego que haya dicho media docena de versos, se irá a Polonia, la conquistará, y volverá sin falta, antes que se acabe la Tragedia.

 

158

Este es el Príncipe de Noruega, tan prometido en los dos primeros actos: no hay que esperar que este nuevo personaje tome parte alguna en el enredo de la fábula; luego que haya dicho media docena de versos, se irá a Polonia, la conquistará, y volverá sin falta, antes que se acabe la Tragedia.

 

159

 Vanse el CAPITÁN y los SOLDADOS

 

160

Aquí repite Hamlet lo que ha dicho otras veces: culpa su inacción y hace nuevos propósitos de venganza. Las reflexiones de su discurso, o son inoportunas, o encierran malísima doctrina. Fortimbrás que emprende la conquista de un país, que no vale cinco ducados y vio sacrificar veinte mil hombres por un capricho, es un frenético, y su ejemplo no debe ser imitado de ningún Príncipe justo, ni aplaudido de quien tenga sana razón. Los locos y los héroes desprecian igualmente la vida; la diferencia está en que aquellos, la exponen por pequeños motivos, y éstos, (apreciándola en todo lo que vale) hacen de ella voluntario sacrificio, cuando la necesidad de las circunstancias, su obligación, la privada o la común utilidad lo exigen. En tiempo de Shakespeare duraban generalmente recibidas en Europa estas opiniones absurdas, que confundían la temeridad con el valor; Cervantes en su obra inmortal del Quijote dio el primer golpe al sistema caballeresco; la filosofía y las artes, rectificando las ideas y suavizando las costumbres, han acabado lo que él empezó. Sería deseable, no obstante, que por evitar un mal no cayésemos en otro, igualmente funesto; pero, ¿quién sabrá fijar a la opinión sus debidos límites? Ni ¿cuándo el hombre llegará a perfeccionarse sin corromperse?