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Los cronistas de la Compañía de Jesús, al contar estos sucesos, refieren que la gran insurrección de los indios en 1655, fue anunciada por fenómenos prodigiosos y sobrenaturales, pero que el Gobernador y sus consejeros no se aprovecharon de estos avisos del cielo. El padre Miguel de Olivares enumera estos portentos en los términos que siguen: «Envidioso el demonio de la guerra que los ministros del Señor le hacían en las reducciones de Buena Esperanza (Rere), comenzó a sembrar la discordia trazando el que los indios se alzasen para estorbar el fruto que los indios iban cogiendo... No faltaron avisos del cielo con que parece quiso avisarnos guardásemos y previniésemos los daños y aplacásemos la justa indignación de Aquél a quien teníamos ofendido. Lo primero, se vio aquí un cometa que no dio poco que discurrir; pero no quisieron dar en el punto o no acertaron, porque eran muchos los pecados que Dios quería castigar. Viéronse en este partido tanta infinidad de papagayos que destruyeron las sementeras, cosa que nunca se había visto, que aunque siempre los hay, mas con tanta abundancia y multitud y con tanto daño de los panes bien se conoció que era plaga. Viose también venir de la tierra del enemigo un culebrón de notable grandeza y figura, que se encaminaba a las nuestras, que sin duda sería el demonio que mostraba que él había de capitanear a todos los indios contra los españoles, como contra las iglesias y cosas sagradas». Olivares, Historia de los jesuitas en Chile, pág. 103.

El cometa de que habla el padre Olivares había sido visto en noviembre de 1652. En este mismo ano apareció en Santiago una extraordinaria plaga de ratas, contra la cual fueron impotentes los conjuros del Obispo y de los clérigos y las rogativas hechas por medio de novenas y de aparatosas procesiones. Más tarde, se creyó también que las ratas habían sido enviadas por Dios para anunciar la próxima sublevación de los indígenas con que se proponía castigar los pecados de Chile.



 

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Entre los documentos relativos a estos sucesos enviados a España por el virrey del Perú en 1658, encontré una exposición de los jesuitas de Chile en que asientan que el levantamiento de los indios en 1655, les irrogó una pérdida de 224.000 pesos, por la destrucción de los edificios, plantaciones y ganados que tenían en sus estancias de aquella parte del territorio de Chile. Es posible que en esta cifra haya alguna exageración; pero de todas maneras, ella nos da una idea de las inmensas riquezas que los jesuitas habían acumulado en los primeros sesenta años de su establecimiento en Chile.



 

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El padre Olivares que con más extensión y con mejores datos que los otros cronistas, ha contado todos estos hechos en el capítulo 2 de su Historia de los jesuitas, ha destinado el § 6 a referir el saqueo e incendio de la plaza de Buena Esperanza. Cuenta allí con un candor admirable los más sorprendentes prodigios. Un crucifijo de madera, herido en el costado por la lanza de un indio, arrojó un torrente de sangre. Una imagen de la Virgen dirigió palabras de suave reproche a un indio que quería derribarla del altar; y como otro indio diese una bofetada a aquella imagen, Dios le secó inmediatamente el brazo. El padre Olivares refiere que sobre todos estos prodigios se levantaron informaciones, por lo cual quedaron reconocidos como verdad incuestionable.



 

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Según el padre Olivares, Historia de los jesuitas, p. 105, las mujeres abandonadas de esa suerte, eran cerca de 400, cifra que nos parece algo exagerada.



 

524

Córdoba y Figueroa, Historia de Chile, libro V, capítulo 15.



 

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Ninguno de los cronistas que han referido el levantamiento del pueblo de Concepción contra el gobernador Acuña y Cabrera ha fijado el día en que tuvo lugar. Aun, en los documentos contemporáneos concernientes a esos sucesos, se hace generalmente omisión de esta fecha, de tal manera que parecía difícil establecerla con seguridad. La que damos en el texto, nos merece fe porque se halla consignada en documentos de los dos y tres años subsiguientes que se refieren a esos sucesos, y porque, además, se encuadra rigurosamente con el orden de los acontecimientos.



 

526

Olivares, Historia de los jesuitas, p. 215.



 

527

Cabildo del 23 de febrero de 1655.



 

528

Cabildo del 27 de febrero de 1655.



 

529

Certificación de esta ceremonia dada por el escribano de Cabildo Manuel de Toro Mazote el mismo día 1 de marzo de 1655.



 
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