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Los sucesos referidos en este capítulo merecían por su importancia ser contados con extensión y prolijidad. Nosotros, sin embargo, hemos tenido que encerrarnos en los límites del cuadro general de nuestra historia que nos hemos trazado en este libro. Por lo demás, aunque el alzamiento general de los indios, la deposición de un Gobernador por el pueblo, las trascendentales competencias de autoridades, sean hechos bastante singulares y, aunque, como hemos referido, dieron lugar a voluminosas informaciones, a relaciones y documentos de toda clase, es lo cierto que una gran parte de éstos ha desaparecido, y que esta desaparición no puede atribuirse a accidentes fortuitos sino a un plan meditado de destrucción, llevado a cabo por manos interesadas en no dejar huellas de aquellos sucesos, o de la responsabilidad que afectaba a muchas personas. A pesar de todo, siempre han quedado los documentos necesarios para esclarecer suficientemente estas páginas de nuestra historia.

Los cronistas contemporáneos habrían podido suplir esta falta de documentos, completando la luz que arrojan los que nos quedan. Sin duda alguna, el padre Rosales contó esos hechos con toda extensión; pero su manuscrito, como se sabe, fue mutilado de su última parte, y quedó violentamente cortado en los primeros años del gobierno de Acuña. Don José Basilio de Rojas y Fuentes, que seguramente conoció estos hechos en todos sus pormenores, sólo ha consignado acerca de ellos en sus apreciables Apuntes históricos un resumen exacto, pero tan rápido y breve que no alcanza a dar una idea regular. Don Jerónimo de Quiroga, de quien sólo conocemos el Compendio histórico, cuenta también estos hechos muy sumariamente, e incurre, además, en algunos errores.

Más prolijos, pero no satisfactoriamente completos, fueron dos de los cronistas posteriores. Don Pedro Córdoba y Figueroa, que escribía más de medio siglo más tarde, conoció algunos documentos, trató a varios testigos de esos sucesos, y pudo consignar noticias que si no dan el cuadro cabal de ellos, arrojan no poca luz, y ayudan al historiador en el trabajo de investigación. Don Vicente Carvallo y Goyeneche, escritor del siglo pasado, es todavía   -369-   más extenso y prolijo, y cita en su apoyo ciertos manuscritos del padre Rosales, que probablemente eran fragmentos de su historia que nosotros no hemos conocido. Pero la relación de Carvallo, además de ser poco ordenada, y de ser muy deficiente en muchos puntos, contiene no pocos errores, como es fácil comprobar con el auxilio de los documentos, todo lo cual hace que no se le pueda seguir sin reserva. Sin embargo, esa relación ha servido de base a todo lo que sobre el particular consignó el escritor español don Francisco Noriega, encargado de preparar esta parte de la historia que lleva el nombre de don Claudio Gay.

En realidad, todas esas relaciones sólo presentaban un cuadro confuso y embrollado de esos acontecimientos. Pero en 1871, don Miguel Luis Amunátegui destinó a su estudio y a su exposición las 74 páginas que forman el capítulo 6 del tomo II de Los precursores de la independencia de Chile. Utilizando los libros de acuerdos del cabildo de Santiago y de la Real Audiencia, con conocimiento exacto de los documentos de nuestros archivos, y de lo que hay digno de confianza en los antiguos cronistas, formó un cuadro claro y comprensivo en que ha insertado los mismos documentos, íntegros o en extracto. Como nosotros hemos podido disponer de muchos otros documentos copiados en el Archivo de Indias depositado en Sevilla, nos ha sido posible agregar numerosos accidentes que ayudan, sin duda, al conocimiento más completo de los importantes sucesos contados en este capítulo.

Al terminar esta nota, advertiremos de paso que no es exacto lo que han referido algunos cronistas de que Acuña y Cabrera falleció en Lima antes de conocer la última resolución del Rey. La cédula a que nos referimos llegó a esa ciudad en octubre de 1661, y el ex-gobernador de Chile vivía aún en enero de 1662, cuando el Virrey, conde de Alba de Liste, entregaba el gobierno a su sucesor.

ADICIÓN. En las pp. 301 y 302 de este tomo hemos dado algunas noticias acerca de los antecedentes biográficos de don Martín de Mujica. Conviene agregar después del último período de la primera de esas páginas, las líneas que siguen:

«El año siguiente, sirviendo a las órdenes del príncipe Tomás de Savoya y del marqués de Leganes, se distinguió de nuevo Mujica en el asalto y toma de Turín (25 de julio de 1639)».






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