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Juan del Encina, el marqués de Tarifa y el viaje a Jerusalén

Vicenç Beltran


Universitat de Barcelona



Entre los estudiosos de los libros de viajes medievales ha pasado prácticamente desapercibido el Libro de viaje a Jerusalén de Fadrique Enríquez de Ribera, marqués de Tarifa1. El propio autor le dio este título2 según un testimonio privilegiado, el ms. 17.510 de la Biblioteca Nacional de Madrid, primera redacción del mismo, que se nos conserva en el ejemplar original. En otro lugar me ocupé extensamente de este manuscrito, de su historia y de su autoría3, por lo que ahora me limitaré a resumir los aspectos que nos interesan para situar debidamente este relato de un viaje a Jerusalén.

El manuscrito contiene en su primera parte y la más extensa la narración que hoy nos interesa (ff. I r. - CXLI v.); en segundo lugar, en cuaderno aparte, las «Coplas sobre el año de qujnjentos y veynte y vno de juan del Enzina» (ff. cxlij r. - cxlviij v.) y, en un último cuaderno de grandes dimensiones, un conjunto de poemas relativos al viaje que Juan del Encina realizó a Jerusalén, encabezados por el más importante, la Trivagia (ff. CL r. - cxciii r.). En su composición intervinieron seis manos de las que la tercera aparece por primera vez en Venecia, en el momento en que se relacionan los apartados del contrato con el capitán de la nave que los había de conducir a Tierra Santa, y desaparece durante el viaje de regreso al describir su llegada a Roma; el hecho de que éste sea exactamente el itinerario que Juan del Encina hizo con el Marqués y el hecho de que esta mano sea también la que copia los poemas de este autor, junto a otras particularidades de que nos ocupamos en otro lugar, nos indujo a pensar que nos hallábamos ante un autógrafo de Juan del Encina4.

El manuscrito ha sido compuesto con papel de la misma época a que pertenecen los hechos narrados; en el margen inferior del primer folio recto conserva una nota de posesor, de mano gótica, con un texto escueto: «del marques». Por su testamento, del 16 de junio de 1535, y por otros testimonios, sabemos que al morir legó sus libros a la cartuja de las Cuevas de Sevilla, donde reposaban los restos de sus antepasados. Protegiendo, como un bifolio de guardas, el último cuaderno, figura una bula de cruzada de 1561 y una anotación manuscrita de un tal «bruno monje de la cartuja de alano» de este mismo año. La encuandernación, mudejar y de singular belleza, excelentemente conservada por lo demás, debe ser poco posterior a esta fecha y hubo de efectuarse, por tanto, en dicha Cartuja. Por último, apareció en el siglo pasado en la biblioteca de Pascual de Gayangos, junto a otros libros que habían pertenecido a los cartujos sevillanos. Nos hallamos, por tanto, ante el ejemplar original del Libro del viaje a Jerusalén, conservado originalmente en la biblioteca de su autor.

Esta narración mereció repetidamente el privilegio de la imprenta. Debemos a Nicolás Antonio Sánchez la ficha siguiente: «D. Federicus Henriquez de Ribera, El Viage que hizo a Ierusalem desde XXIV de Noviembre de MDXVIII que salió de su villa de Bornos hasta XX. de Octubre de MDXX. que entró en Sevilla, Olisipone Prodiit 1580 in 4º»5, de la que no he conseguido encontrar documentación ni siquiera a través del servicio del Patrimonio Bibliográfico Español6. La edición más antigua conservada es la que lleva el siguiente frontispicio: «ESTE LIBRO ES DE / el viaje que hize a Ierusalen / de todas las cosas que en el / me pasaron, desde que sali de / mi casa de Bornos miércoles / 24 de Nouiembre de 518 hasta / 20 de Otubre de 520 que / entre en Seuilla / YO DON FADRIQVE /ENRRIQUEZ DE RIVERA / MARQUES DE TARIFA», publicado en Sevilla, por el impresor Francisco Pérez, en 1606, de la que he usado el ejemplar de la Biblioteca Nacional, R-12740, que perteneció a Gayangos y cuya portada está restaurada7. La Bibliografía de la literatura hispánica de J. Simón Díaz cita además las siguientes ediciones: Lisboa, [Antonio Alvarez], 1608, Madrid, Francisco Martínez Abad, 1733 y Madrid, Pantaleón Aznar, 1786, de las que localiza ejemplares8. He podido ver otra de Madrid, Francisco Martínez Abad, 1748, en cuya «Advertencia de Francisco Manuel de Mena al que leyere», sin foliar, que abre la edición, se advierte que en la del mismo editor de 1733 «quedaron sin imprimir los Principios, y Tablas, y la Obra, aunque impressa, sepultada en eterno olvido»9. Nótese que el texto del frontispicio de la edición de 1606 vuelve probable la conjetura de una primera edición en vida del autor y vigilada por él mismo; el único editor moderno del Viaje, J. González Moreno, afirma la existencia de una edición «del 1521, dada a la estampa en la propia imprenta del Palacio de la collación de San Esteban», de la que tampoco he conseguido localizar ningún ejemplar y de la que él mismo no da más datos10.

El examen atento del contenido del manuscrito y su colación selectiva con la versión impresa11 permite ciertas conclusiones sobre la naturaleza de cada testimonio y sobre sus relacines mutuas que nos serán de gran utilidad. En primer lugar, podemos asegurar que el impreso procede del manuscrito, pues conserva algunos de sus errores12:

[1] Las lamparas de la capilla del Santo Sepulcro son de vidrio porque no las osan tener de plata por amor de los moros (f. xlviiii v. = 62 v.)

[2] esta camara de la flagelaçión se solia mandar por la calle principal (f. li r. = 66 v.)

[3] algunas de las naciones de cristianos mueren, error por algunos de..., que puede deberse a atracción del contexto (f. lv v. = 72 v.)

En otros lugares omite elementos del manuscrito: algunos epígrafes del f. cxi r. (= 141 r.) referentes a los deberes de los freires de la orden de San Juan de Jerusalén, tres de sus maestres en la relación que de ellos se hace (ff. cxix v. = 151 v. - 152 r.) y algunos puntos de menor interés13. Por otra parte, abundan los errores particulares del impreso; valga esta muestra:

[4] se juntaron todos los caualleros, que querian, ser de el Sancto Sepulcro, o gran parte dellos (f. 79 r.). Por supuesto, los caballeros que aspiran a ingresar en la orden del Santo Sepulcro no pueden alcanzar este honor si no se reúnen al grupo que va a recibir el espaldarazo. El manuscrito leer parte dellos, (f. lx r.) que debe referirse a los caballeros presentes que no deseaban la investidura, pero sí asistir a ella, como sucede con el propio marqués que la relata.

[5] De la lengua de Albania // La segvnda lengua es la de Albania... (f. 122 v.) en lugar de Albernia (f. xcvii r.). El manuscrito había caído también una vez en este error: el prior de Albania (loc. cit.).

[6] La preminencia del Baylio Capitular es ser de Capitulo y Consejo (f. 123 v.) en lugar de la prjmjnencia del bayljo capitular es la menos que todos la qual no es al salbo ser de capitulo y consejo (f. xcvii)

[7] Roldes (f. 132 v. y 133 r.) por roles (f. cv r.).

Son mucho más importantes las correcciones y adiciones que el texto manuscrito ha sufrido en manos del editor, y que prueban hasta la saciedad que no puede derivar de alguna edición o copia primitiva del texto que conocemos a través de la imprenta. En primer lugar, se han enmendado numerosos errores del manuscrito, la mayoría de detección fácil y a menudo de carácter estilístico, aunque a veces se ha producido la introducción de un error nuevo:

[8] De Lázaro se afirma erróneamente que avia rresucitado de tres dias muerto (f. viii v.) , en lugar de de cuatro, como dicen el texto bíblico (Juan, 11,39) y el impreso (f. 10 v.)

[9] Nótese este párrafo, en manifiesto anacoluto: boja la ysla ochenta mjllas. en el arçipielago. hazia la via de rrodas ay seys yslas pobladas... (f. xxxiiii r.). El impreso se limita a introducir un verbo que no resuelve el problema: Boja la isla, ochenta millas està en el Arcipielago hazia la via de Rodas. Ay seys islas pobladas... (f. 44 r.).

[10] estos njegan que el hijo no proçede del padre

(f. lxxix r.)                


. El impreso suprime la negación (f. 99 r.).

[11] Estos njegan que el espiritu santo no proçede sjno del padre

(f. lxxx v.)                


enmendado en el impreso
por Estos dizen... (f. 100 r.).

[12] que los frailes no procuren beneficios de la religion de otra njnguna persona salvo de la misma religion (f. cxj v.) . El impreso suprime de la religion (f. 141 v.).

Tienen mucho más interés las interpolaciones, más numerosas, pues contienen datos y precisiones sobre Tierra Santa que sólo el autor podía aportar:

[13] Desde esta puente dicha hasta casa de Anas, que es, donde a nuestro Señor decindieron preso: ay ochocientos y sesenta passos. Suben esta cuesta, y baxan otra.

Desde esta casa a la de Cayfas, que es en lo alto del Monte Sion, subiendo por vna cuesta arriba ay trezientos y cinquenta passos.

Desde la casa de Cayfas, hasta la casa de Pilatos ay mil y quinientos y ochenta passos. Entonces el camino no deuia, yr por donde oy va, que deue ser mas corto. Desde esta casa a la donde lo açotaron ay el anchura de la calle angosta, que deue auer vente [sic] passos

(f. 72 r.-72 v. =)f. lv v.)                


[14] Otro dia venimos a Suemonte a comer: y a dormir a Piperno: que es vna buena villa de la Iglesia: veinte y siete millas (f. 163 r. = cxxviij r.).

Creo que con esta muestra basta dejar patente el carácter de buen número de estas adiciones.

De los datos expuestos no se puede inferir que el impreso derive del manuscrito que estamos estudiando, pues podrían proceder ambos de un mismo original. Sin embargo, existen indicios abundantes que obligan a pensar que nos hallamos ante una primera versión, todavía incompleta, de la que se habría copiado el ejemplar del que procede el impreso. En primer lugar, el manuscrito ofrece adiciones interlineadas o al margen, con una señal de llamada en el cuerpo del texto, que han sido incorporadas por el impreso: ff. xxviij r. = 36 v., xxxj v. = 40 v., lij v. = 68 v., por ejemplo. Pero nos interesan más los pasajes donde el copista no ha resuelto fielmente la interpolación:

[15] f. xix r. anota al margen xxx m. / ferra y en el lugar marcado, el texto impreso intercala treinta millas. Sin embargo, no ha comprendido que ferra era abreviatura por Ferrara, sujeto de la frase siguiente y fácilmente deducible del contexto (f. 22 v..), o ha juzgado inútil repetir un término que aparecía inmediatamente antes de la expresión interpolada.

[16] En el f. xxij v. hay una adición al margen pero el texto carece de la marca que suele indicar el lugar de su inserción. El texto impreso prescinde de ella (f. 28 v.).

Más significativos resultan los espacios que el manuscrito deja en blanco (sustituidos por puntos suspensivos en las citas siguientes), quizá por no encontrar en aquel momento los datos necesarios, y que el impreso no siempre ha podido colmar:

[17] a esta ysla vjno la rreyna. Elena, de la ysla de Lesdilis que son ... mjllas (xxiij v.) que se resuelve así: A esta isla vino la Reyna Helena de la isla de Lesdilis, que son pocas millas (f. 43 v.).

[18] En el pasaje relativo a la isla de Boja (cf. [9]) encontramos esta frase: Boja esta ysla ... mjllas. es el comjenço del arçipielago ... mjllas del zanto (f. xxxiij v.) , corregida así: Boja esta treinta millas; es el comienço del Arcipielago no se que millas del Zanto (f. 43 v.) .

[19] Aqui le otorgo nuestro señor yndulgençia plenaria que es el segundo dia de ... para muertos y biuos (f. cxxxij r.) , resuelto por el impreso: E aqui le otorgo nuestro Señor Indulgencia plenaria: que es el segundo dia de Agosto, para muertos, e viuos (f. 169 r.) .

[20] vn lugar de adonde hera Juan Vocaçio que se llama ... que es tiera de florençia (f. cxxxiiij v.) . Por fin no debió recordar o encontrar la anotación relativa a Certaldo, la villa donde según la tradición nació el escritor, y rehizo la frase: vn lugar, que es en tierra de Florencia, de adonde era Ioan Bocacio (f. 174 r.).

A la luz de estos datos, creo que nos hallamos ante la primera redacción del viaje por los servidores de marqués de Tarifa. Lo descuidado del manuscrito, de distintas manos y sumamente irregular, invitaría a pensar que pudiera haber sido escrito incluso durante el viaje, quizá en los descansos. Sin embargo, (y al margen de la referencia a la caída de Rodas en manos de los turcos, de la que nos ocuparemos más adelante) en diversos lugares anticipa contenidos que se dan a conocer después, y que serán descritos en su lugar:

[21] En la yglesia mayor, de marsella esta la cabeça de sant lázaro, que el cuerpo fue llevado a borgoña como adelante se dira (f. vj v.) ; en el f. ix v. explica ampliamente el traslado de la reliquia.

[22] venjmos a dormjr a veneçia [...] y estuvimos en ella hasta postrero de junjo que enbarque para Jerusalen en la nao coreça (f. xx v.) .

[23] Después de copiar los capítulos del contrato con el patrón de la nave (ff. xxviij v. - xxx v.), enumera sus incumplimientos (ff. xxxj r. - xxxij r.). Cada uno de estos puntos será desarrollado en el lugar correspondiente del relato.

[24] Respecto a la escala de Rodas, en el viaje de ida, se anuncia: lo que de rrodas ay que dezir quedara para la buelta (f. xxxiiij r.) . Y, en efecto, la descripción de la isla y la historia y organización de la Orden que la regía ocupa gran parte de los folios dedicados al regreso (ff. lxxxiij r. - cxx r.).

[25] los armenjos [...] an dado la obidiençia al papa avnque sus cerimonjas no son conformes a las nuestras como adelante se djra (f. xli v.) . El rito armenio es explicado en los ff. lxxxij r. - v.

[26] estos griegos son ereticos en su creençia segund al cabo djra (f. lxxvij v.) . Del rito griego se ocupa en los ff. lxxix v. - lxxxij r.

A la luz de estos pasajes, resulta notorio que el texto del manuscrito es el resultado de una elaboración a posteriori.

Pero los datos internos del manuscrito contienen información suficiente para reconstruir el momento en que se compuso el texto del Viaje. Después del f. LXXXIII r., en que narra su llegada a Rodas durante el viaje de vuelta, empieza un largo relato sobre la historia de la orden de San Juan de Jerusalén que se extiende hasta el f. lxxxvj v. En el f. lxxxvij r., el Marqués, siempre atento a los aspectos institucionales, hizo copiar el Capitulo que trata de la Regla y abjto de los frayles del sacro horden y ospital de Jerusalem. Con otros capítulos semejantes, la descripción de los aspectos organizativos de los hospitalarios se extiende hasta el f. cxx r., donde cuenta su partida de la isla. En este contexto narra la caída de Jerusalén y el traslado de su sede a Acre, luego a Rodas, de la que pondera el continuado refuerzo militar y la perfección de sus fortificaciones (ff. xcj v. - xciij r.), para acabar con esta noticia:

[27] tornose a poder de los turcos a veynte quatro de henero de mjll e qujnientos e veynte e tres años ovieronla dozientos e treze años con cinco meses y ocho dias (f. XCIII r.).

La fecha es errónea. El ataque definitivo de los turcos contra la isla comenzó después que, en septiembre de 1521, llegara al puerto de Rodas Felipe Villiers de l'Ile-Adam, elegido maestre durante su estancia, como embajador, en Francia. El grueso de la flota turca (cuatrocientas cincuenta naves) fue avistado el 26 de julio de 1522 y el 29 de agosto llegó el propio Solimán, el Gran Turco. Después de romper las defensas por varios lugares y de diversos ataques que no consiguieron tomar la ciudad, los caballeros pactaron su rendición y los turcos entraron el día 25 de diciembre de 1522, tras seis meses de sitio. El primero de enero de 1523, el gran maestre y sus caballeros abandonaron la isla y llegaron a Candía, tierra veneciana14.

El error sorprende un tanto en persona como el Marqués, puntillosísimo en la anotación de pormenores jurisdiccionales de los países que recorre y, muy en particular, de lo relativo a las órdenes militares, como comendador que era de la orden de Santiago. La explicación más sencilla es que esta fecha, el 24 de enero de 1523, coincide con el día en que la noticia llegó a Sevilla15, y hemos de considerar probable que, si su registro se hubiese demorado un tiempo, habría obtenido en el intervalo información más completa y fidedigna. Considero muy probable que este párrafo, totalmente desvinculado de su contexto en la Libro del viaje, sea coetáneo o muy poco posterior a la fecha indicada, lo cual nos da un valiosísimo indicio para su datación.

Los intereses personales del Marqués traslucen continuamente a lo largo del relato, que resulta ser un testimonio fidelísimo del autor16. Nacido el año 1476, descendía de un linaje ilustre y poderoso, el de los Adelantados de Andalucía, cargo que ostentaba junto al marquesado de Tarifa y la encomienda de Guadalcanal de la orden de Santiago. Disfrutaba del monopolio del aceite en los obispados de Sevilla y Cádiz, lo cual no era precisamente una bagatela cuando empezaron a formarse periódicamente en Sevilla las flotas de Indias17. Rico y amigo de la cultura y el lujo, a su paso por Milán compró una armadura, hoy conservada en el palacio de la Diputación Provincial de Sevilla, en Venecia compró treinta y tres alfombras turcas, encargó diversos manuscritos en Bolonia y compró varios impresos, así como los mausoleos de don Pedro Enríquez y doña Catalina de Ribera en Génova. De ahí proceden también trece columnas de su Palacio. Como resultado de su experiencia religiosa añadió una venera a su escudo y fundó el Vía Crucis sevillano con las mismas estaciones y distancias que se usaban en Jerusalén.

La trama del Libro es muy simple: se trata de un escueto diario de viaje donde anotan las etapas, las distancias y, a veces, los lugares de comida y hospedaje18:

El domingo, a Villa Ral. Quatro leguas.

El lunes, a Cavañas. Quatro leguas.

El martes, a Sazedella (quatro leguas), que es de la horden de Montesa, que es vna legua de Santo Mateo, que es de la mesma horden.

El miercoles venjmos a Oldicona, de la horden de san Juan, rreyno de. Cataluña. Quatro leguas.

El jueves venjmos a Tortosa, quatro leguas, adonde estuvimos toda la pascua de Navjdad


(f. ii r.)                


Veamos otro ejemplo, ya en la etapa italiana:

Partimos de Florençia viernes, dia de sant Pedro, veynte y nueue de junjo, y venjmos a la Puente de san Pedro, doze mjllas.

Otro dia venjmos a Escarperia, doze mjllas, y a dormjr a Florençola, diez mjllas19.

Otro dia fuemos a Loyan, catorze mjllas, y a Pronola a dormjr, ocho, que son veinte y dos mjllas.

Otro dia, lunes, segundo de julio, a Bolonja a comer, ocho mjllas, a donde estuvimos sjete dias.


(f. cxxxvi v.)                


Es curioso que, a menudo, el Marqués pasa sin dar ningún detalle sobre ciudades que, en teoría, deberían merecido su atención. Sorprenden especialmente estos dos casos:

El jueves, a Catarroja, dos leguas, por quedar vna legua de Valençia. Estuvimos allj el viernes. Hasta Valençia, cien leguas.

El sabado, a Molvedre, cinco leguas. Pasamos por el arrabal de Valençia. Ay vn medio coljseos.


(f. ij r.)                


O bien este otro pasaje, de nuevo en la etapa italiana:

De aquj fuimos a Ysola, que es vn meson ocho mjllas de Rroma y ocho de Monterroso, donde estuvimos dos dias, Aqui se oluidan otras veynte mjllas, que son çiento.

Entramos en Rroma, donde estuvimos tres meses menos vn dia.

Salimos de Roma sabado çinco de mayo, y venjmos a comer a Marino, que es tierra de coloneses, y a dormjr a Belitre, que es del la yglesia. Veynte mjllas.


(f. cxxviij r.)                


Resulta notable que el Marqués no sintiera ningún interés por Valencia, una de las ciudades más atractivas y populosas de la época, con una intensa vida cultural, lo cual no le impidió recordar el teatro romano de Sagunto ni usar el cultismo «coliseo» veinticinco años antes de la documentación más antigua registrada por Joan Corominas20; pero ¿qué decir del olvido en que caen los tres meses que debió dedicar a las maravillas de la naturaleza, la historia, la arquitectura, la ingeniería, la cultura, la religión y la política que pudo contemplar en la Ciudad Eterna?

Pues ordinariamente éstos son los polos de atracción sobre los que con más frecuencia versan los largos excursus que, muy a menudo, adornan su relato. Salvo, naturalmente, las indicaciones y recomendaciones sobre su experiencia como peregrino. En relación con la cultura, podrían bastar las dos muestras recogidas más arriba sobre el rapto de Helena y la guerra de Troya y sobre la patria de Boccaccio. Por razones naturalmente personales no me resisto a dar esta curiosa referencia cronística a nuestro querido Alfonso el Sabio:

El jueves venjmos a Tarascona [...] Pasa el rrio Rros por aquj y enfrente, de la otra parte, esta vna vjlla que se llama Belcayro, fasta donde fue el rrey don Alonso el Sabio quando lo fizieron enperador


(f. v r. - v.)                


y creo que puede ser útil para documentar su afición por la antigüedad este recuerdo de Sena o Siena,

la qual fundo Rromulo y por esto tienen por armas vna loba con dos niños mamando.


(f. cxxvj r.)                


Quizá convendrá redondear estos datos con la mención de «vnas cuevas que dizen que hera la casa de Ypocras» en la isla Estampalia (f. cxx v.) y la descripción de «vnas paredes adonde hera la cibdad de Alicarnaso y a do estava la sepoltura de Artjmjsa, que hera señora della, y esta sepoltura hera vna de las siete cosas maravillosas del mundo» (f. cxxi v.).

Respecto a la estructura política de los lugares visitados, ya hemos visto cómo puntúa también el paso de una jurisdicción o señorío a otro; pero merece mención especial esta curiosísima descripción de Aviñón:

El viernes, .XX. de febrero, venjmos a Avjñon, quatro leguas, que es vna cibdad del Papa farto grande. Pasa junto con ella el Rros; ay en ella muchos monesterios muy buenos, de todas hordenes. Ay tres cosas de notar en ella. El palaçio sacro, adonde estuvo mucho tienpo la silla apostolica; es muy grande de aposentamjento y muy fuerte, que es todo el boueda, y no es hermoso. Tiene otros tres o quatro lugares junto con el. Esta sienpre en el vn legado que tiene la governacion e rrenta de aquella tierra. Ay la cerca, que es nueva, avnque es antigua, toda encañada de dentro y de fuera, las torres abiertas por la parte de dentro. Ay vna puente por donde pasan a Villa Nueva, que es en Francia, junto a la puente. Tiene la puente de largo mjll e cinquenta varas de medjr, las dccxj de agua quando viene mas crecido, y las cccxxx e nueve sobre seco. De vna parte y de otra, en mjtad de la puente, esta vna capilla que es \el/ mojon de françia e avjñon. Dizen que estas tres cosas fizo en esta tierra vn santo padre a qujen fue anpeñado por la condesa de Tolosa con condjcion que todo lo que labrase en aquella tierra, avnque no fuese neçesario, se lo pagase, y a este fin hizo la casa tanto costosa que dizen que de solo fierro de rrexas y trabazon de las piedras ay tanta cantidad que no se puede creer, y, por no pagalla la Condesa el gasto se le obo de quedar. Las paredes de la puente son tan baxas que todos la pasan a pie, y tanbien por el mucho ayre que de contino faze allj y por ser enlosada. Ay juderia en todo este Condado. Estuvjmos allj fasta el martes. Es arçobispado, y la yglesia mayor dizen que fizo santa Marta. En pasando los judios la puente, que es en Françia, son catyvos.


(ff. v v. - vj r.)                


Esto nos lleva a un tema más amplio, los extensos escolios que suele dedicar a la descripción monumental, histórica, anecdótica o artística de las ciudades visitadas. Nótese esta curiosidad relativa a Florencia:

«Es vna cibdad grande; passa vn rrío por medio. Tiene quatro puentes de piedra. Son las calles muy largas e anchas, tiene muy buenas casas avnque son pocas; lo mejor es las portadas. Todas las mas son comunes de manera21 que en vna calle ay quatro o cinco \casas/ muy altas et las otras son baxas; es toda enlosada [...] Las mejores casas de la cibdad son las de Estroço22 y la de Pite y la de Medjcis [...] Tiene muchas casas en el canpo y muy buenas, que se llaman villas, que ay hartas casas que costaua fazer diez mjll ducados... » (f. cxxv v.) o bien, obsérvese la descripción de la doble iglesia de Asís que «thiene dos yglesias, vna encima de otra» y, la del retrato de san Francisco que, «por la figura suya que esta alli pintada, se pudo sacar que hera con pocas baruas y flaco y el rrostro largo» (f. cxxxii ). De Génova afirma que «es muy hermosa por defuera y comunmente todas las cassas muy buenas; las calles son angostas harto y ásperas de andar, porque son cuesta arriba, y las casas, muy altas, de manera que en la calle no ay sol»; sus mujeres atraen fuertemente su atención, pues «son mas libertadas que en Ytalia, estan siempre a la calle asentadas hablando con quantos quieren hablalles y avnque sus maridos los vean se pasan delante. Andan por la çiudad hasta vna ora o desde la noche y quando quieren caualgar caualgan solas o con vna vieja en otra mula, en sjllas de hombres. Ellos no ay njnguno que no ande enamorado» (f. cxxxvii r.).

Valga también este largo pasaje relativo a Pisa, de cuya descripción extracto algunos aspectos como muestra de las evocaciones históricas presentes en todo el texto:

Solia ser antes esta ciudad vna de las señorías principales de Ytalia, y que vn tiempo señoreo a Hjerusalem, que oy dia esta allj vna fortaleça que llaman Castil de Pisanos, y a todo lo mas en que se ocuparon en señorear fue en Berueria y en yslas. Armauan ciento y sesenta galeas, y las çiento de el cuerpo de la çiudad; estauan tan proueydos que al toque de vn trompeta cada vno venja con su parejo. Thenian por costumbre que si los naujos que pasauan por Liorna, que es el puerto de aquella çiudad, no la saludavan, de hechallos a fondo, y vna vez, yendo ciertos nauios de personas eclesiásticas enbiadas por el Papa a Hierusalem a suplicaçion de ellos para admjnjstrar los sacramentos, por que no saludaron a Liorna, tiraron ell artilleria y hecharonlos a fondo, y por esto el Papa los descomulgo que fuesen sieruos de sus sieruos. Lo qual despues de mucho tiempo los absolujo con engaño que hizieron en cierta moneda de oro vy plata, en que en la vna parte pusieron a nuestra Señora con su hijo y en la otra vna cruz, de lo qual mostro vno mucha cantidad de aquella al Papa y, como la uio, dixo que fuese bendita la tierra adonde se hizo, y dixeronle como era de Pissa y rratificolo. Despues cumpliose bien lo que dixo, por que Florençia y Sena heran sus tributarias y Luca thenja cargo de barrer las calles de Pisa cada sábado; la çiudad desterro de allj a vno de los vizcondes que fueron duques de Mjlan, y auiendose Florençia reuelado dos o tres años antes y cayendo ya su señorio, aqueel [sic] vizconde que hera muy prinçipal en la çiudad, concertose con Florençia, y siendo partida el armada de Pisa a donde fue toda la mas gente de pelea, dioles vna puerta vna noche y de supito entro la gente de Florençia y apregonaron so pena de muerte que saliesen todos los de la uanda contraria mjentras durava vna candela; y a los que quedaron no dieron vida, y despues que estovieron señoreados en ella dieron tras los otros; y vno de aquellos que les dio la entrada es de adonde viene el conde de Punblin, el qual lugar le dieron por el seruiçio


(ff. cxxxiii r. - cxxxiv r.)                


El texto sigue con la liberación de Pisa por el rey de Francia y la nueva sumisión a Florencia, para acabar con una cuidada descripción de su campiña, su iglesia y baptisterio, su cementerio y sus componentes escultóricos más sobresalientes, así como sus reliquias, para terminar con esta joya:

Thiene vna torre la yglesia toda de marmol de dentro, y de alderredor vnos corredores vnos sobre otros sobre marmoles pequeños delgados, con vnos andenes cubiertos a la rredonda desde abaxo hasta arriba, y esta acostada çinco varas menos tercia que desviada23 de ella paresçe que se va acaer. Estubimos aquj dos dias.


(f. cxxvi r.)                


Veamos por fin, para terminar con este aspecto, otra descripción, la de Luca:

Otro dia, domjngo, venjmos a comer a Luca, diez myllas. Es la mas pequeña señoria de Ytalia. Es lugar pequeño, mas muy bueno. Thjene çinquenta myl ducados de renta. Es obispado, y en vna yglesja esta vn cruçifixo que dizen que fue vno de los que hiço Njcodemus: la color thiene mas de biuo que de muerto, y muy colorado el rostro y vnos vidrios puestos en los ojos; thienenlo vestido, y el vn pie no lo thiene sobre el otro; thiene en la cabeça vna corona dorada. Dizen que vino por graçia de Dios a vn puerto alli çerca, en vn arca, y fue rreuelado a vn obispo para que fuese por el. De a do24 parti el mjercoles.


(f. cxxvi r.)                


Como buen gobernante, el Marqués se ocupa también de lo que hoy llamaríamos obras públicas e ingeniería. Más arriba vimos la descripción del puente de Aviñón; veamos ahora la del puerto de Marsella:

Es puerto de mar y el mas syguro que puede ser, por que adonde estan los navios es vn braço de mar que entra, y de la vna parte esta el lugar que la anpara y de la otra vn çerro, que nunca allj en tienpo njnguno la mar esta mas que vn alberca; es poco hondable. La entrada del tiene vna torre junto con el para defenderse, y tres pilares en el agua bien gruesos, e otro a la otra parte de la tierra; por el primer pilar que esta, entre la torre y el, pueden entrar dos navios juntos de cada trezientos toneles descargados. Esta vna cadena desde este pilar a la torre, que cada noche se cierra, y por que no se hunda esta metida en vn madero horadado, e por las otras tres concavidades que ay de pilar a pilar, por cada una podria entrar vn navio de ciento e sesenta toneles si oviese hondura, saluo que no la ay. Estas tres lumbres sienpre estan cerradas con sus cadenas, vna por lo alto y otro por lo baxo, metidas en sus palos por que no hundan. Tiene todo este puerto en largo mjll e qujnientos pasos; tiene buen ataraçanas y por no ser hondo el puerto sienpre lo andan ahondando con vnos muelles sobre barcos, y de fuera en la mar ay allj çerca vnos peñones en que se pueden rreparar navios.


(ff. vj v. - vij r.)                


Como buen peregrino, el Marqués siente especial predilección por los establecimientos religiosos, las reliquias y los motivos hagiográficos. En esta parte, por ejemplo, destaca el culto a santa Marta en Tarascón y a san Lázaro, san Maximino y santa María Magdalena en Marsella, cuya leyenda relata por extenso y cuyas reliquias describe con acre realismo:

Venjmos a dormjr a san maxjmj, que es tres leguas, adonde esta el cuerpo de la Madalena e de san Maxjmj e otros santos, e vna redomjlla de vidrio con su sangre [de Cristo ?] y tierra que ella cogio al tienpo de la Pasión rebuelta; y dizen que el vjernes santo, a la ora que nuestro Señor espiro, hierve; y cabellos de la madalena. El cuerpo no se ve. La cabeça amuestran engastada en oro, con vn vidrio delante del rostro que nunca se qujta; tiene desde la media frente hasta medio de la sien yzqujerda vn pedaço de carne que lo mas ancho es como dos dedos, e a los dos cantos es muy angosta, como medio dedo, y esta renegrida.


(f. vij v.)                


Es notable también la devoción desarrollada en el relato de su visita el santuario de Loreto y a sus misteriosas migraciones (ff. cxxxiij v.) pero donde mejor se observa su piedad y su entrega a las motivaciones religiosas es en la minuciosa descripción del Santo Sepulcro:

Otro dia, sabado seys de agosto, vna ora antes de noche, entramos en la yglesja del Santo Sepulcro, que es de cinco naves, de largo cinquenta e nueve varas, y de ancho, quarenta e seys varas [...] entramos dentro [...] y luego fuemos derechos a la capylla de nuestra Señora, a donde se dize avelle aparecido allj nuestro Señor despues de la rresurrecion, y en esta capilla ay dos altares, vno de la mano derecha y otro en la mano izquierda del altar mayor; ay vn pedaço de la cruz, y a mano izquierda vna ventanylla que tjene vna rred de palo donde esta vn pedaço de la coluna a donde nuestro Señor açotaron, y en ella estan señalados los rramales de lotes. En esta capilla hizo vn brebe sermon vn frayle de Monte Sion, en que conto todos los mysterjos desta capilla y los que nos avja de enseñar. Esta capilla tienen los frayles de Monte Sjon, y por aquj entran a su aposentamiento, que, avnque pareçe poco, es harto, que avra mas de seys camaras altas y baxas y su pozo y todo los demas necesaryo. Y en esta mysma capylla, santa Elena hizo traer las cruzes y las hizo poner sobre vn muerto para ver qual hera la verdadera, y en allegando a la de nuestro Señor luego rresucito. Y aquj dizen que apareçio nuestro Señor a su madre despues de la rresurecion; llamanle la Capilla del Aparicion...


(ff. xliiij r. - xliiij v.)                


En general, son aplicables a su descripción de los lugares sagrados las siguientes palabras de Ugo Tucci:

«al tempo delle Crociate, nello sforzo di localizzare gli eventi evocati dai vangeli, s'era venuta configurando una topogragria leggendaria, nella quale confluivano in varia misura l'esegesi biblica medievale, l'immaginazione religiosa e antiche tradizioni locali, senza molto riguardo per la fedeltà storica»25


Si el relato del viaje pasó por alto los tres meses de su estancia en Roma, describió con la mayor complacencia todos los aspectos del reino de Nápoles, quizá por su vinculación a la corona de España; y entre todas las maravillas de este lugar, destaca su descripción de Puzzuol:

Y fui a uer en el camino vnos çerros e vn poco de llano en medio que son mjneros de açufre y estan siempe humeando, y vienen alli a resçeuir este humo muchos de Napoles por el mes de mayo por que dizen que es cossa muy sana, los quales yo vi. En el llano ay vnos charcos de agua que siempre estan hirviendo, como si todo el fuego de el mundo estouiese debaxo, que alça los borbollones muy altos, y el agua es muy prieta. Aconteçe hechar allj atado vn perro con vna soga y por poco que le thienen no sacan sino los huesos, y es peligroso andar a cauallo por aquel llano porque algunos se hunden y, al tiempo que por alli andan cavalgando, suena todo el suelo como hueco


(ff. cxxix v. - cxxx r.)                


Pero quizá uno de los aspectos a que más a menudo atiende son las instituciones de tipo político y eclesiástico, como el larguísimo informe sobre el sistema de gobierno y procedimientos electorales de la ciudad de Venecia (ff. xx v. - xxviij r.26), el que dedica a la historia y organización de la orden del Hospital a su paso por Rodas, procedente sin duda de los hospitalarios de lengua aragonesa (ff. lxxxiij r. - cxx r.)27, la descripción de la ceremonia en que algunos de los peregrinos fueron armados caballeros del Santo Sepulcro (ff. lxxxiij r. lxxxiiij v.)28, «la manera que se solenjzan las fiestas en Tierra Santa» (ff. lxiiij r. - lxvj r.), «las estaciones que ay en la Tierra Santa» con sus respectivas indulgencias (ff. lxvj v. - lxxv v.), un amplio informe, muy divulgado en la época, sobre «Las naçiones que ay en Iherusalem de cristianos» (ff. lxxix r. lxxxij v.29) y la relación de las órdenes religiosas establecidas en Italia, que acaba con estas palabras: «son los obseruantes de buen exemplo; los caostrales de todas las hordenes, muy desonestos en todo estremo» (cxxxvij v. - cxxxix r.).

Al lado de estas observaciones, fruto de su cultura, su formación aristocrática o sus intereses, el relato está salpicado por consideraciones meramente personales, hijas del criterio particular del Marqués. En cierto momento, al describir la muerte de un peregrino alemán comenta:

La causa fue que, como ellos son abjtuados a beber vino con poca agua por flaqueza de los vjnos de su tierra, que no la sufre, y como este dia y el de Rrama, con la mucha calor, beujeron agua en mucha cantidad y njngun vjno, por que no lo llevaron, pasmósele el estómago; y esto es a culpa de los pelegrinos, que veen esto cada año y no llevan vjno.


(f. xxxvij r.)                


En otro lugar, la catedral de Milán es comparada con la de Sevilla, y en el f. xlix v. leemos: «comulgaron algunos yo con ellos con mj abjto». Por si la mención del hábito no resultara transparente para un lector ajeno a los pormenores biográficos del protagonista, el impreso añadió esta aclaración: «blanco de mi orden de Sanctiago» (f. 64 v.). Al relatar su satisfacción por la acogida que le dispensaron una noche que durmió en el lugar que llama San Jorge, dice que «por pago del buen ospedamiento que me fizieron y de la cama que me dieron en que me echase, le dj dos o tres agujetas coloradas, que no \las/ tuvyeron en poco, por que los que alla van es bien llevar dellas porque, como alla no las ay, los moros las tienen en mucho».

Como es lógico, en el relato de un peregrino no podían faltar las indicaciones prácticas; es de destacar el pormenor en la descripción de los lugares santos, con detalles sobre situación relativa de los focos de peregrinación, la distancia expresada en leguas o millas cuando se trata de ciudades, en pasos para el interior de Jerusalén, o la transcripción del contrato con el patrón de la nave y la relación de los puntos en que éste incumplió sus compromisos (ff. xxviij v. - xxxj v.), así como la especificación de los derechos de acceso a los santos lugares que corrían a cargo del patrón (ff. cxxiiij r.). De hecho, sabemos por los relatos de otros viajeros y por la documentación coetánea que este era siempre punto de conflicto entre los peregrinos y los patrones de los navíos30. Sin embargo, he de destacar que, aún siendo el relato de la peregrinación el motivo esencial del libro, en la práctica, ésta ocupa apenas una cuarta parte del volumen (ff. xlvij-xcv); el resto está dedicado a otras etapas del viaje en el que, como sabemos, apenas le interesa nada de las ciudades españolas. Es verdad que su itinerario francés aparece mucho más cuidado, pero donde realmente se nos muestra la capacidad de observación, los variadísimos intereses y la personaidad del Marqués es, muy en particular, en el espacio que dedica a las ciudades italianas.

Para el lector actual, éste es el principal atractivo de la narración. Es cierto que el estilo resulta reiterativo, con frecuentísimos anacolutos, y que apenas remonta el vuelo en los pasajes atribuibles a Juan del Encina; como indiqué en otro lugar, revela una hechura poco elaborada, poco menos que un dictado directo de persona no muy ducha en las artes de la expresión escrita, quizá el propio Marqués. Sin embargo, la justeza de sus observaciones, el interés intrínseco de los lugares visitados y la capacidad del autor para seleccionar los aspectos más interesantes, sugestivos o curiosos cautivan a menudo al lector de hoy.

Por otra parte, no cabe la menor duda de que nuestro Marqués debió conocer y aprovechar material preexistente; en otro lugar, atribuíamos su amplio informe sobre la orden del Hospital a los freires de nación aragonesa, si bien sabemos que, entre sus libros había un impreso sobre la misma31. Su relación de las sectas cristianas de oriente fue muy divulgada entre los narradores de este tipo de viajes, y aparece también, según dijimos, en el de Breydenbach. Futuras investigaciones deberían aclarar la naturaleza de estas fuentes y sus posible relación con las descripciones de otros itinerarios; sólo así llegaremos a discernir lo que hay realmente de original en nuestro Libro. En este momento, espero sólo haber despertado el interés de los estudiosos en este campo sobre una obra en cuya redacción debió participar, aunque con escasa libertad de creación, un escritor de la talla de Juan del Encina.





 
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