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ArribaAbajo Canto Noveno

135-1-1:


Si los hombres no veen milagros tantos [...]


«-¿Qué? -replicó don Quijote- ¿No vees tú que aplicando aquella palabra a mi intención, quiere sinificar que no tengo de ver más a Dulcinea?». VIII, 308.

Ver o veer, según el léxico, valen lo mismo, si bien nadie usa hoy esa segunda forma.



135-1-8:


Mas ponen en su crédito dolencia [...]


«Poner dolencia en una cosa, nos dice el léxico, es frase anticuada. Poner dolo en ella».

El poeta había dicho antes (91-4-7):


Que por dolencia o mancha se reputa
tener puesto el honor hombre en disputa;


donde bien parece que dolencia no vale lo que dolo, equivaliendo, bien claramente, a falta, defecto, achaque, aunque no tanto como infamia o deshonra, única que el léxico le señala en esa acepción anticuada. Tal se nos antoja que resulta también del siguiente ejemplo de Quevedo que trae el Diccionario de Autoridades: «¿Qué mujer no le pide con vehemente ruego la hermosura? sin ver que en ella consigue el riesgo de la honestidad y dolencia de su reputación». Y aun en el que se cita de Sandoval: «No osaban poner dolencia en el salvoconducto» para probar que vale dolo.



136-3-4:


Y es un extraño caso milagroso,
que fue todo un ejército testigo [...]


Que fue, equivalente a del que fue, uno de los casos en que, merced a una elipsis, se da fuerza de expresión a la frase, según lo nota Bello.



136-5-5:


Entrar el pueblo con armada mano [...]


Queda ya nota respecto del valor de entrar, que reforzaremos aún con este ejemplo de un obispo chileno: «Fue luego la ciudad entrada y la reina cautiva». Villarroel (Historias sagradas, t. I, hoja 37 v.).

Con armada mano es modismo corriente, que se conserva hoy con preferencia en su forma latina manu militare.


Ofreciéndose a ser de los primeros
que a defender la villa acudiría,
si durante su ausencia algún tirano
fuese sobre ella con armada mano.


Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 129; y en este otro del mismo autor (hoja 5):


Grandes provincias, reinos adquirieron
con mano armada y duras opresiones [...]




137-1-6:


Cualquier fuerza bastara arruinalla [...]


Otro caso en el que se ha suprimido la a cuando concurre entre sílabas que concluyen y principian por la misma letra, según era práctica antaño y que suele suplirse hoy en día; así lo han hecho, v. gr., Sancha y Rosell.



137-2-4:


Y de prodigios tristes se espesaba [...]


Se espesaba; se hacía más denso, que diríamos hoy.



  —273→  

137-3-2; 256-1-6:


Las intrincadas nubes despedían [...]



Y cerrazón de nubes intrincadas [...]


Intrincadas, escribió la académica, pero como está puesta en las ediciones del siglo XVI, y como se decía entonces, debe ser intricadas. Ejemplos: en la misma Araucana se halla no menos de seis veces en su forma antigua (conservada por la Real Academia) y para no citar más de una (376-5-4):


Por una estrecha e intricada senda [...]


Y aún en su forma verbal (420-5-7):


Intricando las piernas y rodillas [...]


Lo mismo Valbuena (El Bernardo, p. 280):


Y al fin, la luz de un hilo delicado
hacerlo pudo claro de intricado.


Cervantes dijo: intricadamente e intricado (Galatea, lib. IV, pp. 39 y 156).


Facilidad con que lo intricado allana [...]



De una intricada y mal compuesta prosa.


Viaje al Parnaso, C. VII.                


Varias veces también en el Don Quijote. Baste con esta (III, 89): «Tres cuartos de legua habrían andado cuando descubrieron a don Quijote entre unas intrincadas peñas [...]»; pero más generalmente entricado: «[...] a la sombra que en aquel lugar hacían las entricadas ramas de los espesos y verdes árboles [...]». Id., lib. IV, p. 135, y p. 139:


Dar de si al cielo no entricada cuenta [...]


Y en Don Quijote (I, 53): «[...] porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas [...]».



137-4-4:


No temblase, aunque más fuese de acero [...]


Al tratar Cuervo de los oficios de adverbio y de conjunción que desempeña aunque, nota que se realza notablemente la ponderación cuando va seguido de más; cita para probarlo este verso de Ercilla y otros ejemplos, como los siguientes de Cervantes, Santa Teresa y Lope: «No me querrá el rey dar a su hija por mujer, si no está primero muy enterado en esto, aunque más lo merezcan mis famosos hechos». Don Quijote, I, 21. «Tiene andado gran parte del camino, y no haya miedo de tornar atrás, aunque más tropiece». Vida, XI.


No puedo sufrir, Esteban,
aunque más celos me animen,
ni las lágrimas que llora,
ni las palabras que dice.


El ausente en el lugar, II, 13.                




138-5-5:


Ya que despareció, fue extraña cosa [...]


«Ya que, m. conjunt. condic. Una vez que, aunque, o dado que. Ya que tu desgracia no tiene remedio, llévala con paciencia». Dicc. de la Real Academia.



139-4-5:


Como creció la seca y las calores [...]


«[...] Las voces calor y color, observa Cuervo, Apuntaciones, p. 110, eran en lo antiguo ambiguas (esto es, podían usarse indistintamente en uno u otro género). Hoy es muy raro encontrarlas como femeninas: en verso serían tolerables, sobre todo la segunda», citando a este último propósito un verso de Moratín. «Hubo en los primeros tiempos de la lengua; añade, la tendencia de dar el género femenino a los vocablos en or, guardándose cierto paralelismo con el francés: recordamos que olor se encuentra así usado en las poesías de Gonzalo de Berceo:


»Guarria la su olor a ome entecado».


El vulgo, en Chile, dice todavía la calor, y la color significando la grasa que se fríe con ají para aliño de los guisos. Pueden verse ambas voces en el Dicc. de chilenismos de Román, t. I.



139-4-7:


Rompió banco y alzose con los frutos,
dejando de acudir con sus tributos.


Romper banco es modismo que no figura en ningún diccionario castellano, y de romper banco, salió bancarrota. Tal práctica se tiene, generalmente, como acostumbrada en Venecia, cuando el banco o banquero, que se dice hoy -y que derivaba ese nombre del mueble así llamado, en que recibía, entregaba o contaba las monedas materia de su giro, y no como creen algunos, de aquel que sirve de asiento-, como manifestación de que no podía cumplir sus compromisos, rompía o quebraba (de donde también quiebra) su banco. Escriche en su Diccionario de legislación, Madrid, 1874, t. II, p. 12, quiere que tal costumbre haya tenido su origen en las ferias de Medina del Campo, y, con tal motivo, dice: «Los genoveses, que eran los que allí ejercían el giro de letras y él cambio de monedas, se colocaban en la plaza principal con sus mesas o mostradores y un banquillo de madera para sentarse; y cuando alguno de ellos faltaba maliciosamente a la buena fe, los cónsules o magistrados de la feria le imponían, entre otras penas, la de hacer quebrar solemnemente ante el gentío inmenso el citado banquillo, declarándolo al mismo tiempo indigno de alternar con los hombres de bien y excluyéndole para siempre de la feria de Medina [...]».

«Visto he que en mi tiempo han quebrado algunos bancos e alzádose con la hacienda de muchos [...]». Oviedo, Quinquagenas, p. 73.

Acudir, usado como intransitivo; que vale, tratándose de los frutos, como observa Cuervo, «darse en abundancia»: de que el P. Ovalle nos ofrece el siguiente ejemplo: «El maíz acude a más de trescientas fanegas por una».



139-5-4:


(¡Inorme introdución, caso inhumano!) [...]


Introdución no aparece ni como anticuado en el léxico, si bien están lición y otras voces similares.



  —274→  

140-1-8:


Pone punto al discurso de la guerra [...]


Discurso tiene la acepción de «espacio, duración de tiempo», según el léxico, y en su uso de antaño «carrera, curso, camino que se hace por varias partes». En el caso del verso de Ercilla, diríamos hoy marcha, duración.

«[...] cayó de lo alto más y más tierra, hasta tanto que por discurso de años fue cresciendo la tierra sobre los carbones [...]». Oviedo, Sumario, p. 570.

«[...] no se acordaba de los innumerables palos que en el discurso de sus caballerías le habían dado [...]». Don Quijote, V, p. 277.

Recuérdese lo dicho en 129-5-2 a propósito de discurrido.



140-2-2:


Dejan el campo y buscan los poblados [...]


Antítesis sólo aparente entre campo y poblados, pues con aquella voz alude el poeta a campaña militar y no a campiña.



140-2-4:


Mas cuando enciende a Scorpio el sol ardiente [...]


En ocasión posterior (199-2-6) el poeta escribió Escorpio y ahora liquida la s, ajustándose al origen latino de esa voz, y en ambos pasajes suprime la n final. Escorpión es la única forma que registra el léxico.

Para explicarse el significado de ese verso, léase la nota puesta en el que indicamos más arriba.



140-5-8:


A dar difinición en la jornada [...]


Difinición, otra forma de definición, según el léxico, pero que, en verdad, no se emplea ya.



111-3-4:


Que en el tiempo infelice dar solemos [...]


Lo que dijimos de felice (16-2-1) se aplica, naturalmente, a infelice. He aquí un ejemplo de que no es forma peculiar al lenguaje poético: «Yo, señoras, soy la infelice Isabel Castrucho, cuyos padres me dieron nobleza [...]». Cervantes, Persiles y Sigismunda, pág. 659, t. I, Colec. Rivad.



141-5-3:


En ella hora tratad, que la respuesta [...]


«Los poetas no escrupulizan decir hora cuando en el verso no cabe ahora, v. gr.:


»Hora que el verde manto
tiende sobre los valles primavera [...]»,


dice Cuervo, Apuntaciones, p. 48, citando ese ejemplo de Lista. «Hermosilla, añade, tacha esta licencia en Meléndez, pero quizás es preferible a la de formar una sola sílaba de aho -como suele hacer don J. J. de Mora-. Nótese, además, que ahora no se halla usado como disílabo sino como precediendo a la palabra modificada».


Hora huyo, hora espero, hora recelo [...]


Gutierre de Cetina, Obras, I, 17.                


En el verso de Ercilla nos parece ver más bien una elipsis de la frase a la hora, equivalente a en el acto y que se conservó aún en Chile hasta finalizar por lo menos el siglo XVII. Cristóbal de Castillejo en una de sus coplas dijo:


Vuelto a Venus a la hora,
hablándole desde allí
dijo: -Madre emperadora,
desde hoy más busca, señora,
un nuevo amor para ti.


«Muy pocos negocios le hacían dejar el juego, especialmente cuando perdía, sino eran nuevos alzamientos de indios, que en esto era tan presto, que a la hora se echaba las corazas [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 499.

En las actas de remates de oficios que solían verificarse en Santiago a las puertas de la Real Contaduría, el pregonero decía: «si hay quien quiera hacer mejor postura, parezca, que se le rematará, y rematará luego, a la hora, en quien más diere por él». Colec. de Hist. de Chile, t. XXXVI, p. 324.



142-4-5:


Y visto el buen despacho que trujeron [...]


Queda ya nota (86-3-1) sobre el empleo y valor del ablativo absoluto visto, que corrobaramos aquí con este ejemplo de Lope de Vega (Dragontea, C. V):


Vista su furia y vistas las razones [...]
manda don Diego [...]




143-2-1:


Conté de la ciudad la despoblada [...]


Despoblada es anticuado y vale despoblación.



143-4-7:


Y a cada fuerte asiste una bombarda [...]


Bombarda, o lombarda, como escriben otros, era lo que hoy se llama mortero en artillería; y de bombarda salió bombardear.



143-5-4:


Que a cencerros tapados caminaba [...]


«A cencerros tapados. (Esto es, irse secretamente y a escondidas; tomada la metáfora de los cencerros del ganado y bestias, que las tapan para que no hagan ruido)». Correas, Vocabulario de refranes, página 505.

«A cencerros tapados. Frase adverbial, con que se explica hacerse, o haberse hecho algo secreta Y ocultamente: haciendo alusión al arriero, que no quiere ser sentido en paso peligroso, y al que hurta ganado, que ambos para no ser descubiertos, tapan los cencerros, para que no suenen».

Ejemplos que trae el Diccionario de Autoridades, cuyas son las palabras precedentes: «Por partirse los moros aquella noche a cencerros tapados, dieron muestra que llevaron lo peor». Mariana, Hist. de España, lib. 8, cap. 9. «Y a ella, que se iba a cencerros   —275→   tapados con su zurriburri refunfuñando». Quevedo, Cuent.

«[...] viendo que no había esperanza de más defensa, acordó el capitán Cortés salirse una noche a cencerros tapados [...]». Acosta, II, 218.

En América la usó Barco Centenera (Argentina, hoja 154):


A cencerros tapados sale fuera
y con razón se juzga bien librado [...]


Y Álvarez de Toledo:


Digo, pues, que hace mal y es grave yerro
ser, quien tiene enemigos, confiado,
que vienen, cuando vienen, sin cencerro,
y si le trae alguno, es bien tapado [...]


Purén Indómito, Canto II, p. 20.                




144-2-5; 218-4-2:


Venían de fuertes petos arreados [...]



Los gallardos soldados se arreaban [...]


Arrear, dice Covarrubias, es adornar y engalanar, de arras, las joyas que el desposado da a la desposada, y de allí se dijo arreo, el atavío, y arreado, el adornado.

En dos lugares más de su obra empleó Ercilla esta voz arreo, a saber (312-1-5 y 350-3-4):


Y si el adorno y conveniente arreo [...]



Con paso grave y con vistoso arreo [...]


Como en Chile es del todo desusado este verbo arrear, pues, cuando más, se habla de arreos -y todavía con limitación a los militares- queremos citar aquí algunos ejemplos en confirmación de la acepción que tiene y Ercilla le da, comenzando por un pasaje del P. Las Casas, en que está aplicado a las cualidades morales: «[...] y ésta fue también la honra que a Dios se dio, y la estima de su bienaventuranza que tiene para sus predestinados, que con su sangre redimió; que sembraron en aquel infiel, que pudieron quizás salvarse, los que se llamaban y arreaban de llamarse cristianos [...]». Hist. de las Indias, III, 4.

Zapata en su Carlo famoso, hoja 60 vlta.:


En cuantas cosas hay, de que arreado
debe de ser un príncipe excelente
no creo que por ninguna es tan amado
como porque oya a todos fácilmente [...]


Cervantes, Numancia, jorn. III, esc. IV:

JUGURTA
Prudente general, en vano empleas
más aquí tu valor, vuelve a otra parte
la industria sin igual de que te arreas.

En la Galatea la usa no menos de cinco veces, siempre en sentido figurado (págs. 107, 204, 226, 228, 260):


Mas, si la condición de que te arreas [...]


«Verdad, dices, Tirsi, respondió Lauso, porque sin eluda alguna, la singular belleza suya, y las aparencias de la incomparable honestidad de que se arrea, son partes para que no sólo sea querida, sino adorada de todos cuantos se mirasen [...]».


Tal es su ciencia, su virtud y arreo [...]



Del alto cielo es su virtud y arreo [...]



Al valor de que te arreas [...]



Formaron una hueste poderosa [...]
arreados de yerba ponzoñosa [...]


Castellanos, Elegías, p. 125.                


«[...] inducidas de esta opinión, las damas romanas, y de toda Italia, en aquel tiempo procuraban con gran cuidado aquel color [de ámbar], no sólo en el cabello, más también en cualquier otro arreo de sus personas [...]». Garcés, Francisco Patricio De Reino, hoja 7.

Oña, Arauco domado, C. XIX, 507:


Partiose, pues, con este buen arreo [...]


En El Temblor de Lima, hoja 5:


La verdad de que te arreas.


«Y, finalmente, en estas solenes fiestas de sus borracheras cada uno se arrea y hace alarde y muestra de las preseas que tiene de españoles [...]». González de Nájera, Desengaño, etc., p. 56.

La Real Academia da por anticuada esta acepción de arrear, pero, como observa Cuervo, Apuntaciones, p. 164, sí ocurre en los clásicos «con particular belleza y elegancia; además, si arreo es voz común, ¿a qué fin distraer a esotro del caudal de voces vivas? [...]».

Arrear en la acepción de adornar, engalanar, anticuado, según el léxico, al paso que conserva arreo, atavío, adorno. D. Miguel Luis Amunátegui en la p. 240 de sus Apuntaciones lexicográficas, observa que en el Poema del Cid se decía también arriar, que hoy tiene aplicación solamente en la náutica.



144-3-4:


Del cuidoso Lautaro, que procura [...]


Cuidoso, que la academia trae como anticuado, en su significado de cuidadoso: adjetivo que aparece usado por el poeta en no menos de cinco pasajes y que no es de ningún loado raro encontrar en los escritores del buen tiempo. Así, Jerónimo de Urrea, Orlando Furioso, Canto XI, p. 106:


Enlazado aquel yelmo tan precioso
de gran contentamiento se vio lleno,
aunque en perder la dama era cuidoso [...]


Gabriel Laso de la Vega en la Primera Parte de su Romancero (hoja 10 frente):


En el Senado de Roma
entra Catón indignado
una vaina de higuera
alta en la derecha mano,
que al embarcarse cortó
junto al muelle de Cartago [...]
de donde vino cuidoso
viendo el copioso aparato [...]


Fernando de Herrera, Elegía I, lib. I:


Un divino esplendor de la belleza,
pasando dulcemente por mis ojos,
mi afán cuidoso causa, y mi tristeza.


En el Arauco domado de Pedro de Oña se halla empleado cuidoso no menos de cuatro veces:


Por los robustos jóvenes reparte
el general cuidoso las tareas [...]



Y viéndole solícito y cuidoso [...]



Mas, la mujer cuidosa que lo advierte [...]



Cuidoso don Hurtado, torna y viene [...]


  —276→  

Sin embargo, entre las voces que don Francisco de Quevedo hallaba empleadas en las Obras del bachiller Francisco de la Torre y que podían considerarse «culpables», notaba a mustio, cuidosa, desparciendo, cuitada; y las siguientes, que «con algún ceño» se leen en Fernando de Herrera: ovosa, pensosa, sañosa.



144-4-8:


Requiriendo los fosos y muralla [...]


Antes había dicho (88-4-4):


Requiere en la derecha bien la lanza [...]


Poco más adelante (164-4-1):


Esto dicho, la lanza requiriendo [...]


y con palabras casi idénticas a las de aquel primer verso (506-3-3):


El foso, muro y plaza requiriendo [...]


Requerir, en su acepción, tan poco usada entre nosotros, de «reconocer o examinar el estado en que se halla una cosa», y de cuyo uso nos bastará con citar aquel «requirió el chapeo», empleado por Cervantes en el soneto que compuso a la vista del túmulo de Felipe II en Sevilla , que tuvo «por honra principal de sus escritos».

Y, por último, (546-2-1):


Salió fuera sin armas, requiriendo
que entrasen en la estancia [...],


donde requerir vale «intimar, avisar o hacer saber una cosa con autoridad pública».



145-3-4:


Gente del arcabuz y de la pica [...]


Caso en que de denota profesión u oficio, como vimos antes gente de caballo, por los soldados de caballería, o cuando se dice, figuradamente, gente del bronce, por la «alegre y resuelta».



145-5-2:


De aquel su muro lejos alongado [...]


Alongado, conforme a su derivación latina de longus; anticuado. A los ejemplos del uso de esta voz que trae el Diccionario de Autoridades, puédese añadir este de Garcilaso (Égloga III):


Y del dolor el sueño desterrado
con ansia vas buscando, el que partido
era ya con el sueño y alongado.


Y los que siguen de Cervantes: «Alongados, pues, un tanto de la isla [...]». Persiles y Sigismunda, p. 564, t. I, Colec. Rivad. «Así que, Sancho, deja ese caballo, o asno, o lo que tú quisieres que sea; que como su dueño nos ve a alongados de aquí, volverá por él». Don Quijote, I, 173.

A la acepción única que el léxico le señala, equivalente a alargar, añadiríase, pues, la de alejar, que es la que le corresponde en el verso de Ercilla y en los de los clásicos que recordamos.



146-1-4:


Pusieron en el cielo un alarido?


Simple variante de la frase figurada familiar poner el grito en el cielo, que vale, según la trae el léxico, «clamar en voz alta, quejándose de un dolor o pena vehemente que aflige y atormenta el cuerpo o el ánimo».

Poco más adelante escribió el poeta (160-3-5):


Hiriendo el cielo a gritos [...]




146-1-6:


Con grande orgullo y paso más tendido [...]


El léxico, que ha consignado paso largo, corto, ligero, llano, tirado, etc., se olvidó de este tendido, que vale algo más que largo.

«Y así se pusieron en camino y comenzaron a caminar a paso tendido, sin hacer ruido ni bullicio». Calvete, Vida de Gasca, II, 360.



147-1-1 a 4:


Cuando el sol en el medio cielo estaba
no declinando a parte un solo punto,
y la aguda chicharra se entonaba
con un desapacible contrapunto [...]


A parte, subentendiéndose alguna, hacia el oriente o al poniente, simple especificativo del concepto expresado con el verso anterior: «en el medio cielo estaba».

La chicharra, llamada en España comúnmente cigarra, pues, como advierte Covarrubias, sólo los toledanos la designan con aquel nombre, «significa el estío, porque sólo en aquel tiempo aparece con gran calor, y particularmente el de medio día [...]». Y así está recebido decir comúnmente «cuando canta la chicharra».

El canto de la chicharra, traído aquí por el poeta y que tanto contribuye a fijar la hora y alegrar el paisaje, fue empleado ya por Virgilio en circunstanciar análogas, en su égloga 2:


At mecum raucis tua dum vestigia lustro,
sole sub ardenti resonant arbusta cicadis.


De quien lo imitó Ariosto, Orlando Furioso, Canto VII, que en la versión de Urrea dice así:


Las aves en las sombras al presente
están, sola chicharra se sentía
entre hojosas ramas, do parece
el valle, monte y mar que se ensordece [...]


La chicharra pertenece al género cicada y de ellas hay en Chile no menos de once especies. La que habita las vecindades de Santiago y parece ser la más abundante es la cremophila, descrita por don Rodulfo A. Philippi.

La chicharra es digna de recordación en la historia de nuestra patria, porque de ella se vieron obligados a alimentarse los españoles en los primeros días de la conquista, cuando vieron perdidas sus provisiones por el asalto que dieron los indios a Santiago.

En la información de sus servicios, Diego de Velasco aseguraba que se alimentaban él y sus compañeros de yerbas y chicharras, «sin tener otra comida alguna», como así lo afirmaron los testigos por él   —277→   presentados, llegando uno de ellos a decir «que oyó por público y notorio que fue [Velasco] el primer hombre que comió las dichas cigarras». Véase este hecho singular con todos sus detalles en las pp. 450 y siguientes del tomo XIV de la Colección de documentos inéditos de Medina.

Es curioso observar que, al paso que Velasco hablaba de chicharras, algunos de sus testigos dijeron cigarras. Véanse, además, las pp. 107 del t. XV, y 267 del XXV.

Esto de comerse las chicharras no era entonces cosa nueva. «Dice Dioscórides (libro 2, cap. 45), cuenta Covarrubias, que las cigarras comidas asadas mitigan los dolores de la vegiga, y su comentador Laguna, que en algunas regiones las comen antes que sepan volar, porque entonces son muy sabrosas [...]».

Define el léxico: «Contrapunto. Mús. Concordancia armoniosa de voces contrapuestas». Ya se ve que, según la afirmación del poeta, aquel concierto insectil sólo producía un desapacible contrapunto.

La misma falta de encuadrar el contrapunto de las chicharras a lo definido por tal término musical en el léxico se observa en este pasaje de Rinconete y Cortadillo: «llevaban el contrapunto al chapín y a la escoba», que Rodríguez Marín trata de explicar (p. 459, nota 217) diciendo que, como no podía caber en aquello armonía, hay que entenderlo como «una concordancia meramente rítmica».

Lo que se deduce de todo esto, nos parece, es que, dado el sentido en que tal voz aparece empleada por Ercilla y Cervantes y en los ejemplos de Rivadeneyra y Polo de Medina que registra el Diccionario de Autoridades, falta algo que complete la definición del léxico, que bien pudiera tomarse de aquel.



147-2-6:


Que airoso, poco a poco, la terciaba [...]


Terciar en su acepción militar: operación que consiste en tomar el arma por la parte inferior y apoyarla en el brazo izquierdo, que descansa sobre el pecho.



147-3-8:


Los unos a los otros dejan irse.


Al tratar Cuervo de las diversas construcciones que pueden corresponder al verbo dejar, advierte que suele usarse con otros intransitivos que admiten un pronombre reflejo para connotar espontaneidad o facilidad, como en el presente verso de Ercilla, o en este pasaje de una de las Novelas de Cervantes: «Vencidos del tesón del viento y de la tormenta, soltando los remos se abandonaron y se dejaron ir a vista de nuestros ojos a embestir en las peñas».

En el verso que motiva esta nota conviene observar que el enclítico se en irse parece que pudiera dar a entender que españoles y araucanos se apartaron voluntariamente del combate; pero, si el pronombre lo colocamos antes de dejaron se tendrá fácilmente el verdadero sentido que corresponde a lo expresado por el poeta, cual es, que los de uno y otro bando se fueron a las manos.



147-4-1:


Y de rencor intrínsico aguijados [...]


Intrínsico, como aparece en cuantas ediciones se hicieron en vida de Ercilla, que han enmendado Sancha y Rosell por su forma actual intrínseco, única que registra el léxico.



147-5-1, 2:

«De dos modos se usa cual en las comparaciones expresa Bello (Gramática, p. 96): como adjetivo y como adverbio. Como adjetivo: Los españoles y araucanos embisten unos con otros, dice Ercilla».



Cuales contrarias aguas a toparse
Van con rauda corriente sonorosa.




147-5-8:


Así a nuestro escuadrón forzosamente
la arrebató la bárbara corriente.


En todas las ediciones hechas en la vida de Ercilla, incluyendo la de 1589-90, se puso la, y así también en la nuestra, pero con manifiesto yerro, pues debe ser le, que enmendó ya la de Sancha.



148-1-5:


Entran sin orden, que ya rota andaba [...]


Para explicarnos el empleo del adjetivo roto en su terminación femenina, hay que tener presente que a orden, a que se refiere, le corresponde aquí el mismo género.



148-2-1:


Algunos españoles castigados
recogerse en la fuerza no quisieron [...]


Castigar, en su acepción de escarmentar, que es la que aquí le corresponde, lo da el léxico por anticuado.

Ya queda advertido que fuerza vale lo que fuerte o fortaleza.



148-2-7:


Pero los de más ser, con mano osada [...]


Ser, forma sustantivada del verbo ser, que vale «precio, estimación de las cosas». Los de más ser, equivale, pues, a decir: «los que son para más: altos, difíciles hechos o empresas».



149-1-6:


Mas ¿quién podrá decir la bravería [...]


Ercilla usó otra vez más esta voz (559-1-1):


Si hubiese de escribir la bravería [...]


Y no menos de ocho braveza; por ejemplo (84-3-6):


Llevados de la cólera y braveza [...]


Dos el verbo bravear (371-2-2; 490-1-4):


De venir a las armas braveaban [...]



No dejaba airarse braveando [...]


  —278→  

Bravería es hoy anticuado, y, de ordinario, braveza se aplica a los elementos, como curando decimos la braveza del mar, y en los demás casos, bravura.

«Los indios no decían más de que se fuesen y no curasen de bravear en tierra ajena, porque en ninguna manera los consentirían salir a ella ni entrar en su pueblo [...]». Las Casas, Hist. de las Indias, t. III, p. 472.



149-4-1:


Unos dejan tendidos y contrechos [...]


«Contrecho, el lisiado de su cuerpo, quasi contrahecho». Covarrubias.

Expresión de que volvió a usar Ercilla (235-5-3) casi con las mismas palabras, aunque con más exactitud, cuando dijo:


A cuál deja contrecho, a cuál tullido [...],


y que se halla también en su imitador Pedro de Oña -casi copiando a la letra la frase de nuestro poeta-:


Este deja tullido, aquél contrecho [...]


Arauco domado, C. XIX, p. 513.                


Laso de la Vega (Cortés valeroso, hoja 77):


Cuál, de pesada maza derrengado.
El campo ocupa, mísero contrecho [...]


Contrecho, es participio pasivo de contraer, y contrahecho procede de contrahacer; si bien contrecho y contrahecho vienen a significar lo mismo en su calidad de adjetivos: baldado, tullido, que tiene torcido el cuerpo.

«Verdad es que si mi señor don Quijote sana fiesta herida y yo no quedo contrecho della, no trocaría mis esperanzas con el mejor título de España». II, 34.



149-4-2:


Otros para en su vida lastimados [...]


«No son muchos, dice el P. Mir (Hispanismo y Barbarismo, t. II, p. 354), los modismos que se forman en castellano con la partícula para, mas la elegancia y propiedad suplen la falta de copia». A los anotados por el docto lexicógrafo, añadamos, pues, el que queda indicado, y este otro (195-2-6):


Quede para su tiempo comenzado [...],


en los que para denota tiempo, como se expresa con todas sus letras en este último verso, y como cuando en Don Quijote dice Clara (P. I, cap. XLIII, p. 377, Colec. Rivadeneyra): «[...] que yo no tengo cumplidos diez y seis años, que para el día de San Miguel que vendrá, dice mi padre que los cumplo».



150-1-5:


Herida tigre hircana no es tan brava [...]


Expresión sumamente válida en los escritores españoles de la buena época para simbolizar la crueldad. Así, el doctor Agustín de Tejada (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 100) dijo:


Y en apariencia humana
cubre el instinto cruel de tigre hircana.


Cervantes en El trato de Argel (jorn. III, escena única):

ZARA
Sólo te ruego que procures, Silvia,
de ablandar esta fiera tigre hircana [...]

En América la empleó Barco Centenera (Argentina, hoja 152 v.):


¿A qué duro diamante no ablandara?
¿A qué león cruel no conmoviera?
¿A qué hircana tigre no amansara?




150-1-7:


Como el indio, que lleno de postema [...]


Postema, en su forma figurada, que, tratándose de las personas, dice el léxico, vale como «pesada y molesta», o sea, lo que posma -voz que se oye con tanta frecuencia en España y que tendría buena aplicación en Chile-: pero en ese verso importa algo más que eso, equiparándola el poeta a malos instintos, dañados pensamientos, rencor reconcentrado.



150-4-3:


Y del golpe primero otro derrueca [...]


«Derrocar, dice Bello, Gramática, p. 126, hace derroco o derrueco».

Ejemplo de Covarrubias: «Derrengar y derrengarse, estar debilitado de las renes: Y así las bestias lastimadas en aquella parte derruecan los pies traseros y el anca».

Cuervo cita este verso de La Auracana y otros pasajes de las Epístolas familiares de don Antonio de Guevara, y de fray Luis de León en los Nombres de Cristo, en apoyo de derrueca, y uno de Mora y otro de Gallego en pro de derroca. Apuntaciones, páginas 135-136.

«Hay verbos que por carecer de un nombre afín que se encargue de darles norma, son tenidos en su conjugación a mal traer. Así, derrocar es irregular para la Academia, Bello y Salvá, y lo admiten también como regular; Benot, en su Diccionario de Asonantes y Consonantes, sólo anota las formas regulares derroco, derrocas, etc. Concede Cuervo que en este verbo es hoy vario el uso de los autores y que en la edad de oro fue siempre irregular, y se pliegan a este dictamen de la Peña e Isaza. Advertir debo que por la Argentina se han echado en olvido las formas diptongadas: aquí se derroca hasta a los gobernantes más encumbrados; pero eso de que se derrueque, por más autorizado que llegue el término, sólo podrá servir entre nos, para mover a risa. Me quedo, por lo tanto, con las formas regulares». Selva, Guía del buen decir, n. 199.



152-4-2:


Que la turbada gente en tal rotura [...]


Así como se decía, según se verá (160-3-4) rota por derrota, vencimiento, dijo aquí el poeta rotura, por descalabro, desastre.

El léxico, considerando la forma rotura anticuada, sólo le da la acepción figurada de relajación, corrupción, desarreglo.



151-4-2:


Que airado a todas partes discurría [...]


  —279→  

Observa Cuervo que discurrir en su valor de correr, «caminar, andar en diversas direcciones, por varias partes y lugares», en el uso común, intransitivo, cuando se emplea con a, que señala la dirección, «sólo tiene cabida en ciertos complementos especiales». Compruébalo, además de este ejemplo de Ercilla, con otros de Cervantes, como el siguiente que se halla en Don Quijote, I, 18: «Don Quijote no se curaba de las piedras; antes, discurriendo a todas partes, decía [...]».



152-3-7:


Envuelta en una espesa polvoreda [...]


Polvoreda en todas las ediciones hechas en vida de Ercilla, sin excluir la de 1589-90, la de Varez Castro y la de Sancha; pero que Rosell y Ferrer del Río cambiaron en polvareda -como también se puso en la nuestra cuando en ocasión anterior (87-3-5) se ofreció esa voz-, que vuelve a repetirse en el poema (292-1-6; 351-4-6), siempre en aquella forma, en su Segunda Parte, dada a luz en 1578.

El léxico no trae a polvoreda.



152-4-8:


Animoso con Átropos porfía [...]


Átropos, una de las tres Parcas, hijas de la Noche y del Érebo. Conforme a lo significado en griego por su nombre, era inexorable, y su oficio consistía en cortar el hilo de la vida, sin respeto a la edad, sexo o condición de los humanos. Se la representaba cubierta con un velo negro y con unas tijeras en la mano.



152-5-5:


Pronto quedó la plaza sin un bando [...]


Cuando el poeta escribe que la plaza quedó sin un bando, significa que la abandonaron los combatientes de uno y otro bando, españoles y araucanos.



153-1-6:


Del riguroso hierro apedazados [...]


El Diccionario de Autoridades, al citar otro pasaje de La Araucana en que aparece este verbo apedazar, observaba que ya en aquel tiempo era poco usado; corresponde al actual despedazar.



153-3-8:


En daño de las señas imperiales [...]


«Seña es el estandarte bélico, por la señal que lleva, en que se distingue de los demás». Covarrubias. Y el mismo, verbo Vandera: «Las señas militares modernas son bandera, pendón; falón, grimpolla, guitón o guión, estandarte, confalón: están referidas y declaradas por Diego Montes en su libro intitulado Instrucción y regimiento de guerra».

Esta voz en su forma primitiva fue senna:


E vos, Pero Bermúdez, la mi senna tomad.


Chronica rimada de las cosas de España, Viena, 1846.                


En la Partida II, título XXIII, la ley 13 se intitula «Quales maneras son de señas mayores, e quien las puede traer, e por qué razones».

En la redondilla en octosílabos atribuida malamente al rey don Alonso XI, se ve empleada esa voz en el tercer verso, que comienza:


El rey moro de Granada
más quisiera la su fin;
la su seña más preciada
entregola a don Osmín.


Laso de la Vega, Cortés valeroso (hoja 12 v. y 46 v.):


La cruz sigamos, que si fe tenemos
en esta seña, amigos, venceremos.



En el más fuerte y alto baluarte
puestas por Alvarado parecían
las Imperiales señas y estandarte [...]


Jugando del vocablo, dijo Valbuena (El Bernardo, p. 270):


Y una cruz en la cumbre de una peña,
que de las señas es la mejor seña.


Ejemplo de Cervantes, Viaje al Parnaso, capítulo IV:


También llegaron a la rica tierra,
puestos debajo de una blanca seña,
por la parte derecha de la sierra,
otros [...]


Don Luis de Góngora (Espinosa, Flores de poetas ilustres, pág. 20) :


Levanta, España, tu famosa diestra
desde el francés Pirene al moro Atlante,
y al ronco son de trompas belicosas,
haz, envuelta en durísimo diamante,
de tus valientes hijos clara muestra
debajo de tus señas victoriosas [...]


Y tal como las dijo Ercilla, y aún más explícitas, hallamos esas palabras en Las Guerras de Chile de Mendoza Monteagudo (C. IX, p. 181):


El uno por las señas imperiales
de dos soberbias águilas pintadas
mostraba ser de aquéllos las señales
de azul en campo blanco dibujadas [...]


Diego Mexía en su Parnaso Antártico, hoja 12:


La que siguió de Dios el bando y seña [...]


No necesitamos decir que hoy seña está relegada al uso militar, cuando se da «el santo y seña».



154-1-5:


Y así de las promesas no curando [...]


«No curar, no hacer caso, ni estimar: No curo de los dichos de los mal dicientes». Covarrubias. Es extraño que no figure en el léxico, en el cual se advierte si, que se usa también como reflejo y que con la preposición de, vale «cuidar de», «poner cuidado».

Varias veces empleó Ercilla este verbo curar y en alguna ocasión del sustantivo cura, como cuando dijo (455-5-6):


Del deudo y deuda haciendo poca cura [...]


Conviene advertir a los extranjeros que en Chile   —280→   hay que tener cuidado con decir curarse. Cuentan de un clérigo español que, habiendo estado oyendo de confesión en una hacienda de campo durante las misiones de Semana Santa, el día de Pascua refirió de sobremesa cuán admirado estaba de la inocencia de algunos de sus penitentes que se habían acusado de que se curaban. Y, como algunos de los comensales se riesen, agregó que otros llevaban su inocencia a tal punto, que se les hacía pecado el rascarse. Ambos verbos significan aquí embriagarse.

Marqués de Santillana en el Diálogo de Bías contra Fortuna:

BÍAS
Poco me puedes dapnar,
mis bienes llevo conmigo:
no me curo [...]

Fernández de Oviedo en sus Quinquagenas, página 112: «No ha faltado quien me reprenda porque hablo en cosas que ni se me han de escuchar, ni se han de remediar, e que es hacerme mal quisto con muchos; y yo les respondo que de los muchos no me curo».

Fernando Álvarez de Toledo empleaba ese verbo en la misma acepción, como, v. g., cuando dice:


Pudiera bien traeros por ejemplo
en los que otros mil príncipes pararon
por haber profanado el sacro templo,
que poco del potente Rey curaron [...]


Purén indómito, Canto XXI, p. 412.                




154-1-7:


Sólo las alas de Ícaro quisieran [...]


En la leyenda mitológica, Ícaro, hijo de Dédalo, huyó con alas desde Creta para escapar al resentimiento de Minos, pero se elevó tan alto en su vuelo, que el ardor del sol le derritió las alas, que eran de cera, para ir a caer en aquella parte del mar Egeo que se llamó de su nombre.



154-2-1:


Juan y Hernando Alvarados la jornada [...]


Habla Suárez: «¿Cómo deberá decirse: Antonio y Juan Avendaño, o Avendaños? El plural lleva cierta nota de afectación, que hace creer que el uso favorecerá decididamente el singular. Los célebres Alvarados, héroes de La Araucana, son mencionados por don Alonso de Ercilla de estos modos diversos:


»Hernando y Juan entrambos de Alvarado
daban de su valor noticia cierta.


»(Así escribió, por notoria muestra).


»Las primos Alvarados Juan y Hernando.


»El último ejemplo es decisivo en favor del plural; desgraciadamente, no hemos hallado en otros autores pasajes iguales en que apoyarnos para atrevernos a establecer que se diga Antonio o Juan Avendaños. El de que precede al apellido en el primer pasaje diversifica el caso, pues así el tal apellido subsiste más bien como origen o procedencia que como apelativo común; el mismo Ercilla dijo:


»Don Miguel y don Pedro de Avendaño
sustentaban el peso de su banda».




154-4-1:


«¡Jo! ¡jo! (les va gritando) ¡espera! ¡espera!» [...]


Jo, interjección, que el léxico dice que vale lo que ¡so!, que en España se usa aplicándola a los animales para que se detengan; pero que aun en aquella forma se empleaba en Chile en el siglo XVII:


Que las ligeras bestias en manada
por llevallo a la venta del tormento,
usaban por cabestro el atabarre
y era decilles ¡jo! decilles ¡arre!


Monteagudo, Guerras de Chile, C. VII, p. 142.                




154-5-6:


Y esgrímela el garzón sin más fatiga [...]


Garzón, del francés garçon advierte el léxico, voz no poco usada antaño en su significado especial de mancebo o joven «bien dispuesto» o del que «solicita, enamora o corteja». Obsérvese en estos ejemplos:


Duerme, garzón cansado y afligido [...]


Garcilaso, Égloga II.                



¡Oh! valiente garzón, más que sesudo,
¿cómo estando avisado, tu mal tomas,
estando en trance tan horrendo y crudo?


Viaje al Parnaso, cap. V, y en El trato de Argel, jorn. II, esc. única:

AIDAR
Enamorado me ha
el donaire del garzón [...]

En Don Quijote (IV, 31): «[...] y yo cupe a un renegado veneciano que, siendo grumete de una nave, le cautivó el Uchalí, y le quiso tanto, que fue uno de los más regalados garzones suyos [...]».

Y en un soneto de Góngora:


La dulce boca que a gustar convida
un humo entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida [...]:


expresión con esa voz que repite al comenzar sus Soledades:


Cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter, mejor que el garzón de Ida.


D. Juan de Jáuregui en su Farsalia:


Alza sin fuerzas la cabeza y cuello
lánguido entonces, y a su padre mira
el pálido garzón, y al conocello
hablar no puede y tácito suspira [...]


«Yo me llamo Felicio, dueño del ganado que guarda aquel garzón [...]». Suárez de Figueroa, La constante Amarilis, p. 5, ed. de Madrid, 1781, 8.º.

En América hallamos empleada esa voz por el P. Hojeda, La Cristiada, hoja 281 v.:


Y el uno, la parábola piadosa
contaba del garzón prodigo y vano [...]




155-1-7:


Que jamás fue baqueta en la corrida [...]


Si reemplazamos la palabra corrida por carrera, tendremos la frase tal como se usaba hasta hace poco, cuando aún se conservaba tal castigo en el ejército. En España se decía pasar la baqueta, según el Diccionario de Autoridades, que la define   —281→   así: «Castigo que se da a los soldados delincuentes en la milicia, y se executa poniéndose en dos alas el regimiento, o gente que la ha de dar, con unas varillas en las manos, o con las guruperas de los caballos en la caballería, habiendo de distancia de una a otra ala lo que pueden ocupar dos cuerpos; y el reo, desnudo de medio cuerpo arriba, pasa corriendo por entre las dos alas, y todos le van castigando con lo que tienen en las manos, dándole golpes en las espaldas».

En el artículo 10 del título X de la antigua Ordenanza de S. M. para el régimen y servicio de sus exércitos (pág. 208 de la edición de Madrid, 1768, 8.º, tomo III) se dispone como pena para ciertos soldados delincuentes, que «serán castigados con baquetas».



155-2-6:


La nación española profazando [...]


Profazando, que salió por yerro de imprenta profanando en nuestro texto.

Profazar es anticuado y valía como «abominar, censurar o decir mal de una persona o cosa».

«Riepto es, según la ley de Partida, acusamiento que face un fidalgo a otro, profaçándole de la traición o del aleve que le hizo [...]». Covarrubias.

Gil Vicente en su comedia El viudo:


Alegre con mi alegría,
con mi tristeza lloraba;
pronta a cuanto yo quería,
amaba lo que yo amaba:
toda su casa mandaba
y castigaba
sin de nadie ser oída,
ni de persona nacida
profazada.




155-3-3:


A todos tres les da llenas las manos [...]


A manos llenas, conforme al modismo corriente, pero en la forma empleada por Ercilla lo encontramos en un poeta de la colonia:


Pudiera el más valiente en campo y plaza
llenarle bien las manos con su colmo [...]


Álvarez de Toledo, Purén indómito, C. VII, p. 131.                


Luis Miranda en su Comedia pródiga:


Dirás estas maravillas
a aquellas mozas bobillas,
porque sepan qué es amor,
y sepas qué es disfavor,
y después a manos llenas
concediendo tras las penas
el descanso y el favor [...]




156-2-8:


Que yo os manterné campo en la ribera!»


Manterné, por mantendré, arcaísmo en la conjugación, que no fue notado por Bello en su Gramática, y del cual no hay en La Araucana más ejemplo que el presente. Así, era frecuente decir, converná, terné, etc., por convendrá, tendré.

Esta última forma verbal la hallamos en la «Oda al Conde de Saldaña»:


[...]verná algún día
que a ti mis pensamientos
consagren inmortales monumentos.




156-3-2; 296-5-7; 544-4-4; 602-1-3:


De la soberbia tema ya impaciente [...]



Con temoso coraje y porfiado [...]



A sacarle del tema fue bastante [...]



Provocando al temoso y porfiado [...]


Entre nosotros es corriente oír que alguien se «salió con su tema», que no es otra cosa que porfía; y, salvo en tal frase, no sabemos que se le dé el valor que tiene. De temoso, nadie se acuerda en Chile, y, por lo mismo, conviene que una y otra voz las veamos en algunos ejemplos:

Covarrubias (verbo barba, hoja 121 frente): «En el almoneda, ten la barba queda: algunos se arrojan a dar por las cosas más de lo que valen, o por no entenderlo, o por tema del que le va pujando, y se ve después al pagar con trabajo y confusión».

González de Bustos en su comedia famosa Los Españoles en Chile:


Temoso me es el don Diego,
haber quebrantado el bando
y no haber guardado el orden.



Capitanes allí tiran a tema
sobre cual dellos más se señalaba [...]


Castellanos, Elegías, p. 236.                



Era un anciano labrador sin gusto,
temoso, pertinaz, cauto y callado [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 199.                


DON MENDO
¿Vos desdén? ¡Tema graciosa!

Tirso de Molina, El lindo don Diego.                



Es contumaz, flemático y temoso [...]


Oña, Arauco domado, C. XV, p. 385.                


Baltasar del Alcázar dijo temático. Poesías, p. 21:


De Amor cubierto bajío,
tampoco se fían de sí;
temático frenesí
de calenturas y frío.




156-5-5:


Faltos no de intención, pero de lena [...]


A lena, sustantivo, femenino, y una de las voces cuyo empleo fue criticado a Ercilla, se le dio cabida por primera vez en la undécima edición del Diccionario de la Real Academia, diciendo que vale aliento, vigor; es de suponer que en vista de este verso de nuestro poeta, pues, por nuestra parte al menos, no hemos podido hallarlo en otro texto. Según el léxico vigente, vendría del francés haleine.

Esto es lo más probable; pero tenemos por cierto que Ercilla tomó esa voz del italiano, en cuyo idioma, lena vale «forza di spirito e di volontá per sostenere fatiche».

Es este el único pasaje en que esa voz figura en el poema.



157-2-6:


Visto Alvarado serle así excusado [...]


Visto, ablativo absoluto, en que se suple el auxiliar y que importa tanto como habiendo visto: locución   —282→   de que ya vimos ejemplos y se nos presentará algún otro más adelante.



157-3-1:


Con la gente araucana quiero andarme [...]


«[...] y que ellos y sus mujeres e hijos, por temor de los naturales de la tierra, se andaban por lo más espeso y montuoso escondiéndose [...]». Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios, p. 584.

«[...] y los indios que por allí cerca viven echan allí unas grandes calabazas vacías y redondas, que se andan por encima del agua [...]». Oviedo, Sumario de la natural historia, p. 478.

«[...] que las mesas estaban puestas, y los convidados eran pocos y sobraba la comida para tan poca gente, y los ganados sin dueño se andaban libres por esos campos [...]». Zapata, Miscelánea, p. 292.


Del tiempo ido me duelo.
del presente deseo poder gozarme,
del porvenir no darme
ningún cuidado, mas dejallo al cielo.


Don Fernando de Guzmán (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 210).                


«Nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados» (Cervantes, Quijote).

Ejemplos todos en que andar empleado con dativo reflejo, da a entender, como nota Cuervo, «el gusto o libertad con que se ejerce la acción».



158-4-8:


Y todo el mundo es ya ¡viva quien vence!


«¡Viva quien vence! expr. con que se explica la disposición pronta del ánimo a seguir al que está en prosperidad y a huir del que está caído». Dicc. de la Real Academia.

Don Quijote se indignó al oír a Sancho valerse de una expresión semejante, repitiéndola con todas sus letras:

«-El Rey es mi gallo: a Camacho me atengo.

»-En fin -dijo don Quijote-, bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen: "¡Viva quien vence!".».

Comentando Rodríguez Marín este pasaje (VI, 42) advierte que la frase la trae también Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales, p. 310 b, y añade el siguiente ejemplo de la Comedia Eufrosina (acto II, esc. VI, fol. 91 de la traducción) en que el autor hace decir a Andrade: «Con todo, él no daba lejos del blanco con la saeta, porque la señora es de las de viva quien venza».

Bien le hubiera servido también a nuestro docto amigo el de Ercilla aquí estampado, de que seguramente no se le acordó.



157-5-6:


A su valor son bienes emprestados [...]


Emprestado, forma anticuada de prestado, que aun es frecuente oír en boca de nuestro pueblo.