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ArribaAbajoCanto Decimoséptimo

281-segunda línea del sumario:

Cuéntase lo que [...] pasaba sobre la plaza fuerte [...]


El empleo de la preposición sobre en esta frase, que hoy no sería de buen pasar, nos parece que puede explicarse como de la técnica de la milicia, en la cual se dice «estar sobre una plaza», que vale sitiarla o asediarla, como enseña el Diccionario de Autoridades. Acaso en la misma acepción pudiera tomarse en los dos ejemplos siguientes que se ofrecen en Don Quijote: «[...] había de pasar con gran poderío sobre mi reino [...]». «[...] las ocasiones que nos pueden hacer, y hagan, sobre cristianos famosos caballeros [...]». I, cap. 30; II, cap. 8.



281-1-1:


Nunca negar se deben los oídos [...]


«Negar los oídos. No permitir alguno que se le vea para hablarle sobre una cosa que se le propone, o solicita de él». Diccionario de Autoridades.

«Replicole Cortés con algún enfado, que los reyes nunca negaban los oídos a los embajadores de otros reyes». Solís, Hist. de Nueva España, lib. II, C. I.



282-2-2:


Que no se le penetre algún conceto [...]


Conceto, anticuado: concepto. En aquella forma la escribía Cervantes, alternando con esta última.


En ella te verás en dulce trato,
dictando al tardo ingenio, algún conceto
que pueda ser de ti vivo retrato.


Alcázar, Poesías, p. 194.                




282-3-8:


Vario, indeterminable o resoluto [...]


Indeterminable, que en este caso diríamos indeterminado. El Diccionario de Autoridades, en vista de este ejemplo de Ercilla y de otro de Pellicer, que copiamos más abajo, define: «irresoluto, dudoso y que no se acaba de resolver a executar alguna cosa».

«[...] y estaba indeterminable en lo que haría, porque para esperar no le parecía bastante fuerza, y para huir o esconderse era demasiada». Zárate, Conquista del Perú, p. 562.

«Estuvo mucho tiempo indeterminable, sin saber qué partido tomar».

Resoluto, participio pasivo irregular anticuado de resolver, que Ercilla usó varias veces y que ya se ofreció antes (38-3-5).



282-5-2:


A quien por bien de paz soy enviado [...]


Por bien de paz, frase escribanil de uso corriente entonces y que vemos empleada, verbi gratia, en la escritura de transacción celebrada el 24 de octubre de 1596 entre la viuda del poeta y doña Leonor de Zúñiga, su sobrina: «[...] y por se quitar de pleitos, por bien de paz y concordia y transacción, lo comprometieron en manos de dos religiosos [...]». Documentos, p. 479: bordoncillo, que vuelve a repetirse en la escritura de la misma especie celebrada por aquella señora con don Galaor Osorio en ese mismo día: «[...] y agora, ansímismo, por bien de paz y concordia», dicen en ella, «y con celo cristiano de servir a Nuestro Señor y por conservar el amistad que siempre hemos tenido, nos hemos convenido y concertado, etc.». Id., p. 480.

Se encuentra en Laso de la Vega (Cortés valeroso, hoja 69 v.):


A quien llegó de paz por bien rogando
—330→
por señas que de aquella demasiada
comida que tenían le vendiesen [...]


«[...] y después de lo haber bien altercado, y mirado, se resolvieron en que por bien de paz, que tan dificultosa era de haber como la que se procuraba, el Príncipe [...] lo podía hacer [...]». Calvete, I, 110.

Y en Don Quijote (VII, 214): «[...] sin saber cómo ni cómo no, me trujeron a la Corte, a Madrid, donde por bien de paz y por excusar mayores desventuras, mis padres me acomodaron a servir de doncella [...]».

Mateo Alemán (Guzmán de Alfarache, p. 5): «[...] desesperado de cobrar la deuda por bien de paz, como quien no dice nada, renegó».



283-3-3:


Y el gracioso y seguro acogimiento [...]


Acogimiento, sinónimo de acogida, que hoy se emplea con preferencia.



284-3-5:


Y que en nombre del Rey satisfaría [...]


Satisfaría: ejemplo de nuestro poeta alegado por Selva (Guía del buen decir) para manifestar que cometen una epéntesis de todo punto inadmisible los que en la conjugación de este verbo dicen satisfacería. ¡Y cuidado que no son pocos!



284-4-4:


Jotas, llautos, chaquiras y listones [...]


De las tres primeras voces de este verso se trata en la disquisición relativa a las indígenas.

«Lista, es una cinta de color angosta, y la que es ancha llamamos listón [...]»: así la define Covarrubias.


[...] Este listón,
en vez del lienzo, os atad [...]


Tirso, Quien calla otorga, Act. II, esc. V.                


A propósito de estos versos, dice Amezúa, cuya es la cita, El casamiento engañoso, etc., p. 506, hablando de una frase de Cervantes en que ha empleado la expresión, listas de latín, aplicado «a letrados tontos y gramáticos pesados», de aquí que los compare, propia y humorísticamente, a aquellas telas que a la sazón se hacían, llamadas listones, por ser cintas anchas de un solo color, a cuyo largo había tejidas listas o rayas de otros varios.



284-5-6; 571-3-7:


Al tramontar del sol llegó al Estado [...]



Pero a la cuarta, al tramontar del día [...]


«Tramontar. Dícese particularmente del Sol, cuando en su ocaso se oculta de nuestro horizonte detrás de los montes».


No nos fiemos del mar,
pues hoy no mostró arrebol
a su tramontar el Sol,
que podremos zozobrar.


Laso de la Vega, Romancero, hoja 22 v.                



[...] y con acento pío
estuvieron cantando,
las urnas derramando
en torno de la triste sepultura,
hasta que tramontando la luz pura
el sepulcro de flores coronaron [...]


Obras del Bachiller de la Torre, hoja 83.                


Don Luis de Góngora (Flores de poetas ilustres, de Espinosa, p. 126):


Al tramontar del sol la ninfa mía [...]




Divino imposible adoro,
Febo hermoso, no me dejes,
que si te escondes, se oculta
y con ausencia me hiere.

Para mí solo tramontas,
no para Celia, que tiene
en su cielo soles dos,
dos que hielan, dos que encienden.


Suárez de Figueroa, El Pasagero, hoja 95.                


Y el mismo en La constante Amarilis, p. 16, ed. cit.:


Quando deja las nubes más lucidas
el tramontar del sol bordadas de oro [...]



Y recogido aquí después que Delo
tendió los vivos rayos de su lumbre,
habiendo tramontado la alta cumbre,
que de robusto Atlante sirve al cielo [...]


Oña, Arauco domado, C. VIII, p. 210.                


Lope de Vega, Jerusalén conquistada, lib. V, hoja 109, usó la forma trasmontar:


Venle después que trasmontando un cerro [...]




285-1-1:


Visto el despacho y la ocasión presente [...]


Otro ejemplo del ablativo absoluto de que se trató antes (p. 213), que equivale a habiendo visto.


Visto cuánto trabajo los aprieta [...]


Castellanos, Elegías, p. 157.                




285-4-4:


Del fondo y ancho foso rodeado [...]


verso que repite luego (286-5-3):


De fondo y ancho foso rodeada [...]


Fondo, por hondo, respondiendo al uso de la hache aspirada, que permite así la medida cabal del verso. Recuérdese lo dicho en nota a la página 285.

Véanse estos ejemplos análogos de Castellanos (Elegías, p. 156, e Hist. del N. R. de Granada, I, 345):


No más de codo y medio de fondura.



del valle fondo que los dividía [...]


«E esta ciudad estaba en un llano, e de una parte la pasaba grande río, que le dicen Codras, e de la otra parte había un valle muy fondo en unas peñas». Ruy González de Clavijo, Vida del gran Tamorlan.

Muy poco más adelante (286-3-2) dijo el poeta en la forma corriente:


Abren los hondos fosos [...]




285-5-6:


Algún asalto y súbita ruciada [...]


Ruciada, por rociada, como salió más adelante (465-4-3), pero que se conservó en su forma anticuada en las ediciones de Zaragoza y de Madrid, 1578, 8.º.

«[...] y los arcabuceros, que eran muchos y muy diestros, de la primera ruciada mataron más de ciento   —331→   y cincuenta hombres [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 564.



286-2-2:


Virgo alargaba a priesa el corto día [...]


En nuestras latitudes, la brillante estrella alfa (a) de la Virgen (Espiga) es visible de noche hasta julio, o sea, durante el período en que los días van acortando.

En consecuencia, si Ercilla se ha querido referir a la visibilidad nocturna de la constelación de la Virgen, es un error haber dicho que alargaba a priesa el corto día, cuando, en realidad, lo iba acortando.

El verbo alargar puede también significar: aplazar, retardar, como en esta frase de Rojas:


No alargues
plazos a un dolor prolijo [...]


Empleándolo en este sentido, Ercilla puede quedar dentro de la verdad astronómica.



286-3-2:


Abren los hondos fosos y señales [...]


Señales, que nos parece está tomado aquí en su valor de «hito o mojón que se pone para señalar un término».



286-3-4; 571-5-4:


Hachas, sierras, segures y destrales [...]



Con hachas, con machetes y destrales [...]


«Destral, el instrumento de hierro con que se parte la leña y se cortan los árboles. Díxose destral a dextra, porque, no embargante que le menean con dos manos, es la diestra la que le menea». Covarrubias.

Destral se halla empleado en el Arte de los contractos de Bartolomé de Albornoz, Valencia, 1573, fol. 125 vlto. Habla de los cambios que llamaban de ferias en que, con referencia a los intereses dice que los que se pagaban adelantados, se «pudieran llamar cartabón o destral», indudablemente en un sentido figurado. En el genuino que tiene lo vemos usado en Chile, mediado el siglo XVII:


Pelentaro, a la entrada de levante,
debajo de las puertas principales,
armado está de acero rutilante,
jugando a un mismo tiempo los destrales [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. VI, p. 117.                




286-3-5:


Cortan maderos gruesos y troncones [...]


No es la primera vez en que este aumentativo haya sido usado en poesía. En prueba recordaremos el siguiente terceto de Vicente Espinel en su Incendio y rebato de Granada:


A cuáles dejan en su sangre envueltos
entre los brazos de su esposa amada,
a cuáles del troncón los miembros sueltos [...]


Don Luis de Góngora (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 202):


La corteza do están, desnuda, o viste
su villano troncón de yerba verde [...]



Las tablas, los pedazos de maderos,
y los troncones de árboles y entenas,
sacaban a los fuertes marineros
con fiero golpe el alma por las venas [...]


Virués, El Monserrate, Canto VII.                


Cieza de León, Crónica del Perú, p. 437: «[...] y el demonio respondía (a lo que los indios dicen) por el troncón de un árbol [...]».


No se parecen hombres a caballo,
algunas arboledas, aunque raras,
muy limpias de troncones y de xaras [...]


Castellanos, Elegías, p. 235.                




286-3-8:


Levantan los traveses y cortinas [...]


Través, en el arte de la fortificación, es la «obra exterior para estorbar el paso en parajes angostos».

Cortina, en sentido análogo, es el «lienzo de muralla que está entre baluarte y baluarte».


De los traveses del monte y los lados
manan arroyos con dulce sonido [...]


Epicedio de Valerio Francisco Romero en la muerte de Hernán Núñez, p. 3, de los Refranes, ed. de Valladolid, 1602.                


Traveses, no en este sentido, sino en el militar, como en el siguiente ejemplo de Zárate (Conquista del Perú, p. 517): «[...] y pelear con él dentro en la ciudad, para la cual la había hecho fortificar con ciertos bastiones y traveses [...]».


Que no pensó jamás topar la muerte:
mas, de un través en esto, acelerada
le sale en fuego y plomo disfrazada.


Monteagudo, Guerras de Chile, C. VI, p. 113.                




286-4-1:


No con tanto hervor la tiria gente [...]


Dice Bello (Gramática, p. 31): «A veces el apelativo suele llevar i cuando el propio no la lleva, porque éste es entonces el primitivo, y el otro el derivado, como aparece en Rodas, rodios; Tiro, tirios [...]».



286-5-8:


Con los demás del padre renunciado [...]


El participio renunciado, con que alude a Carlos V, no lo hemos visto empleado con referencia a personas, como aquí. Sin embargo, tiene un matiz de significación distinto de renunciante, y esto abonaría su uso. Entendemos que renunciante es el que acaba de renunciar; y renunciado, el que hace tiempo lo hizo, por lo que el hecho viene ya a constituir en él un estado permanente.



287-3-4:


El abreviado ejército cristiano [...]


Abreviado, en el sentido de corto, reducido, pero cabal, como se dice del resumen de una obra cualquiera del entendimiento que en pocas palabras encierra el conjunto. Así escribió Cervantes (Galatea, lib. IV, p. 152): «[...] pero lo que más los admiró y levantó la consideración fue ver la compostura del   —332→   hombre, tan ordenada, tan perfeta y tan hermosa, que le vinieron a llamar mundo abreviado [...]».

Y en la tragedia Numancia, jorn. primera, esc. prim., todavía con más aproximación al verso de Ercilla:


Si a militar concierto se reduce
cualquier pequeño ejército que sea,
veréis que como sol claro reluce,
y alcanza las victorias que desea:
pero, si a flojedad él se conduce,
aunque abreviado el mundo en él se vea,
en un momento quedará deshecho
por más reglada mano y fuerte pecho.


«Venido el Emperador nuestro señor de Flandes en España para dar a su vida, recogido en Yuste, tan famoso cabo de año, pasó por Pancorbo, a doce leguas de Burgos, un pequeño lugar de la montaña, con su abreviada corte [...]». Zapata, Miscelánea, p. 151.

En las Flores de poetas ilustres, de Pedro Espinosa, p. 63, de autor incierto, estos versos:


Si un mundo abreviado es
cualquier hombre que hay criado,
vos sois un cielo abreviado;
que el mundo está a vuestros pies.



En algunas de Italia estar se vía
un retrato del mundo abreviado,
donde el amargo llanto y alegría,
el morir, el nacer anda mezclado [...]


Hojeda, La Cristiada, p. 435.                


También se expresó de la misma manera un poeta de la colonia en Chile:


Cuán bien dijo quien dijo que del tiempo
era despojo el hombre y sin firmeza,
imagen de constancia en cualquier tiempo,
ejemplo memorable de flaqueza,
de la fortuna varia, pasatiempo:
mundo abreviado por naturaleza,
balanza llena de la desventura,
de envidia, de soberbia y de locura.


Álvarez de Toledo, Purén indómito, C. XIX, p. 375.                




287-5-8:


Arbolaré mi enseña en lo más alto.


Arbolar, anticuado, según el léxico, y sinónimo de enarbolar, si bien al definir esa voz en su primitiva forma omitió la acepción que le da en la segunda, que es la única en que la encontramos empleada.

Véanse estos ejemplos:

«Y porque vio Hernando Pizarro que los piqueros de don Diego tenían arboladas las picas, mandó a sus capitanes que tirasen por alto [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 491.


Y de las islas en torno gente estaba,
que allí tantas banderas arbolaba.


Urrea, Orlando furioso, C. IX, p. 86.                



Y arbolando estandartes eminentes [...]



Y que en el Cielo arbolen estandartes [...]


Hojeda, La Cristiada, hojas 163 y 220.                



De rabia lleno y de paciencia falto
Apolo su bellísimo estandarte
mandó al momento levantar en alto.
Arbolole un Marqués [...]


Viaje al Parnaso, cap. VII.                


«Llegaron, en esto, los de a caballo, y arbolando las lanzas, sin hablar palabra alguna rodearon a don Quijote [...]». VII, 246.

Don Luis de Góngora (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 28):


Arbola, ¡oh gran Monarca, tus banderas [...]


Micer Artieda (allí mismo, p. 66):


¿Quién desea contento?, ¿quién privanza?
¿Quién obispar?, ¿quién arbolar bandera?


El Doctor Mescua (Id., p. 130):


Vibre y arbole sus feroces picas [...]


Don Juan de Arguijo (Calderón, Flores de poetas ilustres, p. 17):


Arme la ínclita mano,
y arbole sus excelsas y fatales
banderas [...]




288-1-2:


[...] y a todos quiero
haceros de mis obras satisfechos [...]


Este verbo hacer fue usado por Ercilla dándole un valor que nosotros desconocemos en Chile, según se ve en este ejemplo y en varios otros que tendremos ocasión de mencionar a su tiempo. Así, en el presente, en Chile diríamos dejaros satisfechos, pero en los buenos escritores de su tiempo era corriente ese hacer, que resulta, en verdad, elegante y expresivo. Véase, por ejemplo, en Cervantes (Galatea, lib. II, pág. 60): «[...] y a esto añadió otras palabras, que al obstinado mozo movieron a que con las suyas hiciese satisfechos a todos de lo que dél saber deseaban [...]». «[...] pero, viendo Tirsi que su venida había puesto silencio al cuento de Silerio, le rogó que aquella noche juntos en su aldea la pasasen, donde sería servido con la voluntad posible y haría satisfechas las suyas con acabar el comenzado discurso». Id., id., p. 76.



288-1-3:


Con esta usada lanza me profiero [...]


Proferirse, en el sentido de «ofrecerse a hacer alguna cosa voluntariamente, como yo me profiero a proveer de trigo la ciudad» (Covarrubias), completamente desusado hoy. Ercilla empleó este verbo en dos ocasiones más, y ambas en la Tercera Parte de su obra, esto es, con posterioridad de muchos años a aquel en que escribió el verso transcrito, a saber (542-5-6, 560-3-5) y todavía más, en los cantos póstumos:


Dijo: «Yo me resuelvo y me profiero [...]



Que, aunque deciros mucho me profiero [...]


Lo que prueba que con el tiempo el uso de ese verbo se había generalizado más. Sin embargo, es digno de notarse que en otro pasaje, también de la Tercera Parte, Ercilla usara de prefiero (504-4-6), como está escrito en todas las ediciones, excepción hecha de la de Madrid, 1597:


Y así graciosamente me prefiero [...]


Agustín de Zárate (Conquista del Perú, p. 615): «[...] porque se profirió, que si Gonzalo Pizarro y su gente no querían ir, él con los suyos sería parte para prender al Virrey [...]».

  —333→  

«[...] y que, si el Marqués lo hacía, no solamente cumpliría lo que por su hermano se había proferido de dar en el tambo o portal de Caxamalca un estado de hombre lleno de vasijas de oro, pero que le hinchiría todo el tambo [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 477.

Zapata, que publicó su Carlo famoso en 1566, escribía profiero:


Y de los nuevos reinos lo que he oído
has, baste, y en sólo esto se resuma,
que esta pelea Cortés, que he proferido
de decir, y otras muchas venció en suma [...]


Canto XII, hoja 60 vlta.                


Juan de Castellanos, Historia del N. R. de Granada, t. I, p. 55:


[...] y aquí nos proferimos los presentes
de ir con él en buena compañía [...]


Laso de la Vega, Cortés valeroso (1588) hoja 57 v.:


Que a servirte mejor que él me profiero [...]



A cumplir el partido me profiero [...]


Rufo, La Austriada, XXI, 330.                


El P. Ovalle (I, 328, 334): «Recloma, profiriéndose a pasar ella a nado y por sí sola reducir los indios a su obediencia, como lo hizo [...]». «[...] Lincoya, que era de altura de gigante, se profirió a dar más gente que ninguno [...]».

Acepción de proferir que no figura en el léxico y que también empleó Pedro de Oña (C. VI, 139):


En el que ve más puesto en los estribos,
y que a esperar su encuentro se profiere,
en ése carga más la dura mano [...]


Y Mendoza Monteagudo, Guerras de Chile, C. VI, p. 122:


Y al punto del bastión por una parte,
que a entrarlo por allí se profería,
levanta un ofensivo de tal arte
que traza de Arquímedes parecía.




288-1-6:


Y que será mi brazo el que primero
barahuste las armas y pertrechos [...]


Del sustantivo barahuste, especie de vara gruesa, formó Ercilla el verbo que aquí aparece. Para explicarnos su significado es necesario saber que «antiguamente se usaban ciertas máquinas, en que ponían estos barahustes con unos hierros a manera de saetas, pero muy diformes, y los arrojaban con grandísima furia a los enemigos, y esto llamaban desbarahustar, que es tanto como disparar [...]». Covarrubias.

El léxico sólo trae a barahustar, anticuado, por baraustar, y en el mismo valor, barajustar. En Chile conservamos desbarajuste.



288-2-8:


Aguardando en silencio aquella hora
que suele aparecer la clara Aurora.


«Avisó a su escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerse en camino» (Quijote, parte I, cap. VII, pág. 368 de la ed. Rivadeneyra).

Esta elipsis de la preposición en antes de que reproductivo, se encuentra a veces en buenos escritores, pero no es recomendable. La construcción resulta elegante cuando la misma preposición está expresa antes que el antecedente: En el sitio que murió el héroe, se alza ahora un monumento.



288-3-1:


Aquella noche, yo mal sosegado [...]


Diríamos hoy desasosegado. Vemos aquí de nuevo la tendencia del poeta a emplear los ablativos absolutos, de que ya hemos notado varios.

En la misma forma que en Ercilla aparece la frase en el siguiente verso:


Yo (que continuo fui mal sosegado) [...]


Urrea, Orlando furioso, Canto V, p. 44.                




288-4-4:


Me sobrevino un súbito acidente [...]


Acidente, por accidente, claro está, y como lo usó Baltasar, del Alcázar, contemporáneo de Ercilla, nacido un poco antes que él, pero que le sobrevivió diez años:


Son acidente traidor,
a su propia causa ingrato [...]



Este tan vario acidente
suele a veces dar disgusto [...]


Poesías, ed. cit., pp. 19 y 114.                


Cervantes en Don Quijote usó ambas formas: «[...] la hermosura de algunas mujeres [...] requiere acidentes para disminuirse o acrecentarse [...]». P. I, cap. 41. «[...] algún accidente de locura le había sobrevenido [...]». P. I, cap. 27.



288-5-3:


Que el agudo dolor y mal sensible [...]


«Sensible. Que causa o mueve sentimientos de dolor.

»[...] no pudo dejar de sobresaltarse con esta noticia, que traía de más sensible todo aquello que tuvo de menos esperada. (Solís)» (Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano).

Definición de sensible tomada del Diccionario de Autoridades.



289-1-1:


Luego que con sospiros trabajados [...]


Quedó ya nota sobre el valor de trabajado en casos como el presente.

Sospiro, por suspiro, se decía antaño: forma anticuada que no registra el léxico. Cervantes usó de ambas formas en Don Quijote, pero en más ocasiones de la primera: «[...] de cuando en cuando daba unos sospiros que los ponía en el cielo [...]». P. I, capítulo 15. «[...] y despidiendo treinta ayes, y sesenta sospiros [...]». P. I, cap. 15.



289-1-2:


Desfogando las ansias aflojaron [...]


y más adelante, el mismo concepto (330-4-8):


Y desfogando la ansia descansase [...]


  —334→  

Desfogar, que en su sentido literal quiere decir «dar lugar a que el fuego salga y se vaya consumiendo», se transfiere, de ordinario, a los afectos, y así dice Covarrubias: «Cuando uno está ardiendo en enojo, que desfoga con decir algunas cosas y quexarse».

Cervantes (Don Quijote, III, 242) empleó, en igualdad de concepto, el verbo esfogar: «Acaba, corre, aguija, no se esfogue con la tardanza el fuego de la cólera que tengo [...]». El P. Ovalle (I, 222): «El ruido que este salto hace, la espuma que levanta, los borbollones con que desfoga su furioso ímpetu [...]».

Hoy diríamos desahogando.



289-1-3:


Mis descaídos ojos agravados [...]


Descaídos es forma anticuada de decaídos.

Agravados, en su acepción de «vueltos más pesados», conforme a su etimología latina: ad, a, y gravare, cargar: acepción en que esa voz aparece empleada en los siguientes ejemplos que trae el Diccionario de Autoridades: «Al pueblo agrada ver entretenidos los pensamientos del Príncipe, y que estén siempre fixos en agravar su servidumbre». Saavedra Faxardo, Emp. 6.


Ya los agrava la amistad y en ésa
la venia espira, y la disculpa cesa.


Jáuregui, La Farsalia, lib. VII.                




289-4-4:


Que te ofrece tu dicha y buena andanza [...]


Buena andanza, que vale lo que bienandanza, como se usa hoy. Así, se decía antaño: mala andanza, según se halla escrito en Don Quijote en más de una vez.



289-5-7:


Te quiero yo llevar en una parte [...]


Este régimen de llevar, significando movimiento, con en, es del todo anómalo, tanto, que ni siquiera se halla anotado por Salvá, ni lo encontramos en Don Quijote en los numerosísimos ejemplos que en él ocurren de este verbo. Aquí está empleado en por a: llevar a.



290-2-4:


Comencé de seguir aquel camino [...]


No menos de tres ejemplos del empleo de comenzar con el régimen de, nos ofrece Ercilla, que podrán verse en el glosario; y así también en Cervantes: «Esto diciendo, se entró por medio del escuadrón de las ovejas, y comenzó de alanceallas». Don Quijote, P. I, cap. 18. Tal régimen es anticuado; pero se usaba con esa preposición, la cual, según nota Cuervo, «lo mismo que en unión de un sustantivo, señala el principio como punto de donde arranca la acción».



290-2-6:


Dos montes, que el Atlante y Apenino [...]


Que, en su valor de tales que.



290-3-3:


Mostraba su caudal y hermosura [...]


Hermosura, que hay que leer fermosura, haciendo la hache aspirada para que resulte la medida del verso.



290-3-6:

Habla Colmeiro, La Botánica, pp. 29-30:

«Nombra Ercilla pocas plantas americanas, pero alguna vez se figura ver las de Europa, aunque en sueños, como al aparecérsele Belona mostrándole un gran campo, donde crecían.


»El blanco lirio y encarnada rosa,
junquillos, azahares y mosquetas,
azucenas, jazmines y violetas».


Esto a propósito de la batalla de Orán, le imitó Santisteban en La Araucana, continuada (Canto VII), teniendo también la fortuna de que se le apareciese Belona en sueños, y es de notar que la diosa estuvo más acertada, en cuanto a flores, tratándose del mundo antiguo.


Cercado de una red menuda estaba,
de ramos de jazmín entretejida.
De trecho a trecho un lirio azul mostraba
la hoja tierna al claro sol tendida;
la verde madreselva no faltaba,
el jacinto y la rosa, defendida
de la espina engañosa, y las mosquetas,
claveles, alhelíes y violetas.




290-4-6:


Por los copados árboles cruzaban [...]


Por lo menos tres veces usó nuestro poeta este adjetivo copado, sobre el cual hemos querido llamar la atención, ya que en Chile decimos siempre coposos en este sentido, y copado en el arte militar, como cuando un destacamento ha sido sorprendido por fuerzas infinitamente superiores, y hecho prisionero, y también en el juego del monte dicen que el que talla o lo que apuesta fue copado, cuando le puso todo a una carta.

El adjetivo procede de copa; «cualquier cosa redonda y tendida, observa Covarrubias, llamamos copa, como copa de siralvero, copa de árbol, cuando es tendido, y por la mesma razón dicho acopado [...]».

Cervantes, indistintamente, copados y acopados: «y se fueron a un lugar, secreto y apartado, que ya Calatea y Florisa sabían, donde debajo de la agradable sombra de unos copados mirtos, sin ser vistas de alguno, podrían las tres estar sentadas [...]». Galatea, lib. I, p. 26. Y allí mismo, lib. VI, p. 214: «De los cultivados jardines, con quien los huertos Espérides y de Alcino pueden callar: de los espesos bosques, de los pacíficos olivos, y acopados mirtos [...]».

Pedro de Oña, chileno, a ejemplo de Ercilla, usó en su Arauco domado también tres veces del adjetivo copado. Bástenos un ejemplo (C. V, p. 112):


Los pinos y los cedros encumbrados
con otros frescos árboles copados [...]


«[...] y la mostaza crece y engruesa tanto, que he   —335→   visto mucha como el brazo y tan alta y copada que parece árbol [...]». Ovalle, I, 9.



290-5-5:


Otras suavemente y acordadas [...]


Acordadas, tomado aquí en su acepción propia de la música, como se dice de las voces e instrumentos que marchan al unísono; así, v. g., escribió Garcilaso, égloga I:


Él, con canto acordado
al rumor que sonaba,
del agua que pasaba,
se quejaba [...]




290-5-6:


Cantaban dulces letras amorosas [...]


Letra, tomado aquí por la «especie de romance corto cuyos primeros versos se suelen glosar», o por «el conjunto de las palabras puestas en música para que se canten».

Ya veremos que más adelante Ercilla usó de esta voz (310-2-7) en diferente acepción.



290-5-8:


Diestros sátiros, faunos y silvanos [...]


El léxico, que ha definido a sátiro y fauno, se ha olvidado de silvano, cosa tanto más de extrañar, cuanto que esa voz se encuentra también en Don Quijote (II, p. 330, ed. citada): «En esto, y en suspirar, y en llamar a los faunos y silvanos de aquellos bosques, a las ninfas de los ríos [...] se entretenía».

Los silvanos en la mitología griega eran deidades de los bosques o de las selvas -como ya lo indica su etimología-, y se les representaba como mitad hombres y mitad cabros.



291-1-6:


Ora salta la liebre, y con el vicio [...]


Vicio en su acepción de exuberancia. Véase la nota a la página 252.



291-1-7:


Gamuzas, capriolas y corcillas [...]


Ducamin ve en capriola un diminutivo, italianizado, de cabra; pero no hay tal, pues se trata aquí del cervus capreolus, capriolo-a, en italiano.

No está en el léxico esta voz capriolo o capriola.



291-2-5, 6:


Quién, con templados pájaros volando
las altaneras aves remontaba [...]


Templar el halcón vale en cetrería, ponerlo a dieta desde el día antes en que ha de salir a caza.

Aves altaneras se dice del halcón y de otras de rapiña que se remontan muy alto en el aire.

Tal escribió Cervantes: «[...] las águilas Reales y los pájaros altaneros [...]». P. II, cap. 22: frase que comenta así Cejador: «que vuelan muy alto; aves de rapiña adestradas para la caza llamada de alta-nería, como halcones, azores, sacres, neblíes y gerifaltes [...]».



292-5-4:


Y del furor del gran Felipe dina [...]


Como sucede con tantas otras voces anticuadas, dina estaba escrita digna en la edición príncipe: pero en los otros pasajes (303-2-7; 331-5-8; 392-2-2) en que aparece, conservó su forma de antaño, con propósito, sin duda, de ajustarse más a la rima.

Cervantes en la dedicatoria de su Galatea, obra que obtuvo aprobación para publicarse en 1584, o sea, seis años después de la Segunda Parte de La Araucana, empleaba todavía dinas: «[...] que ayer nos quitó el cielo de los ojos, pero no de la memoria de aquellos que procuran tenerla de cosas dinas della [...]». Covarrubias, cuyo Tesoro salió a luz en 1611, ya no trae esta forma anticuada; pero aparece todavía en El rico hombre de Alcalá, de Moreto:


¿Vos sois aquel que imagina
que cualquiera ley es vana,
sólo la de Dios es dina?



Fue el singular y noble Recaredo
del cetro y silla real sucesor dino [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 157.                



No trato yo de sus autores dinos
de perpetua alabanza, que estos fueron
estimados con títulos divinos.


Juan de la Cueva, Ejemplar poético.                


A pesar de aquella reversión a la forma anticuada, que conservó también en indino (552-4-4), en una ocasión y muy poco más abajo de esa última vez, se puso digno (552-5-1).



293-1-5:


El prompto Navarrete a la siniestra [...]


Prompto, puro latinismo, promptus, que es también una de las voces que aparece, a lo menos en el primero de los pasajes citados, con su forma actual pronto en todas las ediciones anteriores a la de 1589, y que solía emplearse aún después de los días de Ercilla por escritores de la valía de Cervantes: «¿Por qué no deja de ser bruja, pues sabe tanto, y se vuelve a Dios, pues sabe que está más prompto a perdonar pecados que a permitirlos?». Casamiento engañoso, p. 341, ed. citada.


Favorece la prompta confianza,
desdeña los recelos y tardanza.


Rufo, La Austriada, I, 18.                




295-1-7:


Del burgo Julián con tres naciones [...]


Tal como aparece en la edición de la Academia y en las del siglo XVII, sin otra variante en estas, que poner burgo con mayúscula, como lo hizo Rosell. Hace aquí falta de todo punto, una coma después de burgo, pues de otro modo se da a entender que Julián era el nombre del burgo, siendo que corresponde al de Julián Romero.

«Burgo vale, en rigor, tanto como caserío, aldea, poblaciones que se hacían en los campos y tierras donde tenían sus labranzas y sus ganados: y en estos burgos vivían tan solamente los de una familia,   —336→   como en las montañas los que llaman solares». Covarrubias.

Voz anticuada, según el léxico, por más que se la halle empleada por Lope de Vega (Dragontea, Canto V):


De aquella fuerza, ciudadela y burgo [...]




193-4-7:


Que andaba entre las huestes y compañas [...]


Compaña es anticuado, y se empleaba antaño en la milicia, como se conserva aun hoy en su acepción corriente en algunas partes, y en tal forma se la encuentra en Don Quijote.