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ArribaAbajoCanto Decimoctavo

296-3-6; 432-3-2:


Dije en el canto atrás que arremetido [...]



De quien el canto atrás os dio noticia [...]


Y, todavía, en una ocasión más, en que se ve este adverbio atrás combinado inmediatamente con un sustantivo, según lo notó Cuervo, que citó en comprobación de tal uso, estos ejemplos de Ercilla.



297-2-3:


Era cosa de ver la herrería [...]


Nuevo caso que se nos ofrece de la hache aspirada, que debe leerse como efe.



297-2-6:


Las bombas y artificios arrojados [...]


En el presente caso se trata de artificios de fuego, cuyos componentes indica el poeta en los dos versos que siguen a este.



297-4-7:


Y que caigan sus cuerpos de manera [...]


En las ediciones de Zaragoza, Madrid, 1578, 1589-90 y 1597, se puso cayan, en vez de caigan, pues aquella fue forma primitiva de la tercera persona plural de subjuntivo, más regular, fonéticamente, que la que hoy se conserva.



298-1-6, 7:


[...] por la una
parte que estaba Cáceres [...]


Que, que vale en que, uso calificado por Cejador de bien idiomático, y de que nos ofrece ejemplos Don Quijote, v. gr.: «[...] vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo [...]». I, p. 58.



298-2-2:


El golpe de la gente resistía [...]


Frase que Ercilla empleó en otros varios lugares más del poema (401-4-7; 502-2-6; 519-1-3) y que el Diccionario de Autoridades traduce por «concurso y copia», citando dos ejemplos en los que se habla de golpe de soldados y golpe de voces. Mejores nos parecen estos dos de Cervantes: «[...] y le socorrieron con el remedio más ordinario que en tales casos se usa, que fue darle a beber un golpe de agua [...]». Persiles y Sigismunda, p. 634, ed. Rivad. «Estando en esto, vieron llegar al mesón gran golpe de gente [...]». Id., p. 648.

En Chile se usa todavía, como lo decía el P. Ovalle: «[...] verse algunos descolgarse de una imperceptible altura, y no hallando obstáculo en el espacio intermedio, soltar esparcido todo el golpe del agua, que suele ser muy grande [...]». I, 32.

Y el obispo Villarroel: «Sacáronles un gran golpe de cerveza o cidra». Historias sagradas, t. I, hoja 63 f.



299-1-5:


Y sin hacer más golpe, arremetieron [...]


Golpe parece que en este caso vale tanto como daño, estrago, en acepción muy semejante a la que vierte el Diccionario de Autoridades por «infortunio, desgracia o infelicidad», citando el equivalente latino de «infelix vel fatalis casus». Y el siguiente pasaje de Pulgar, Claros varones (Almirante Don Fadrique): «Sin duda vivirá vida más segura, y no se porná, según este Almirante se puso, a los golpes peligrosos de la fortuna».



299-2-8:


Y a tiento, sin parar, corriendo andaban.


Usó el poeta, indistintamente, de este modo adverbial a tiento, (que decimos hoy con más frecuencia, a tientas), y de a tino, que había escrito antes (296-1-4). En Don Quijote, sólo se halla a tiento y al tiento.



299-4-6:


Cofres, tapices, camas y rimeros [...]


Véase lo dicho (115-1-5) a propósitos de rimas.



300-2-2:


Había mandado a todas las naciones [...]


Tal como parece empleada esta voz naciones, hay que suplir, para entender la figura de que el poeta usó: «individuos de todas las diversas naciones que se componía el ejército español».



  —337→  

301-1-3:


Y los tristes franceses temorosos [...]


No es errata, como pudiera pensarse, considerando que el poeta en tres ocasiones anteriores había empleado la voz temerosa, que es la única acostumbrada hoy. Su factura es, en nuestro concepto, perfectamente lógica, ya que se deriva tan bien de temor como de temer. Temoroso no se encuentra en el Diccionario de Autoridades, ni menos en la última edición del de la Real Academia. He aquí dos ejemplos del uso de esta voz anteriores a La Araucana:

Pedro Cieza de León, Crónica del Perú (1553), p. 385, ed. Rivad.: «[...] y alcancé que el demonio les aparece (según ellos dicen) espantable y temoroso [...]».

Del Carlo famoso de Luis Zapata, impreso en Valencia en 1566, es este otro ejemplo:


Y el temoroso estruendo de los truenos
a todo hombre muy fuerte ponía espanto [...]


Canto I, hoja 2.                


Y se usaba todavía a principios del siglo XVII, como que Lope de Vega en su comedia famosa Las burlas veras, escrita, según lo ha establecido S. L. Millard Rosenberg, hacia los años de 1602 ó 1603, dice por boca de Rugero:


Yo le pondré en lugar de aqueste hermoso,
con que pienso que el Duque, temoroso
de ver esta visión, cesará luego
deste deseo y pretensión.


En Chile la había usado Álvarez de Toledo hacia la misma época:


Las temorosas vírgenes y dueñas,
como se ven así desamparadas,
saltan, cual corzas tímidas, las breñas [...]


Purén Indómito, Canto XV, p. 301.                




301-3-8:


Persona al parecer de gran respecto [...]


Respecto, por respeto, según el uso de antaño, así como, a la inversa, al respecto de hoy se decía respeto. Ejemplo de la primera forma: «[...] haciendo la tasación teniendo respecto a todo y a otras particularidades que se requerían». Zárate, Conquista del Perú, p. 571. En la que el poeta la usó, es anticuada.



301-4-6:


Allá en su excelso trono y hierarquía [...]


Hierarquía, anticuado por jerarquía.

Servirá para aclarar un tanto el significado teológico de esta voz el siguiente pasaje (I, hoja 54 f.) de las Historias sagradas, del obispo Villarroel: «Los doctores dividen en tres gerarquías los espíritus celestiales: suprema, media y ínfima. Y en cada gerarquía ponen tres órdenes, supremo, medio y ínfimo, que llamamos vulgarmente nueve coros de los ángeles. En la primera gerarquía ponen los Serafines, los Cherubines y los Tronos [...]».

La yota y la épsilon griegas, combinadas, se expresaron primeramente en castellano por hie, después por ge y hoy por je: ierarxia > hierarquía > gerarquía > jerarquía. Todavía en la VI edición del Diccionario de la Academia (1822) aparece hierarquía.



302-4-3, 4:


Atajará en España esta dolencia
con rigor necesario a puro fuego [...]


Alusión al código inquisitorial, que castigaba la herejía con la hoguera.



302-4-5:


Curada la perversa pestilencia [...]


Pestilencia: tal era el calificativo que se daba entonces a la herejía. En la real cédula de Felipe II, fecha 16 de agosto de 1570, por la cual mandaba fundar el Tribunal del Santo Oficio en México, se lee, en efecto: «[...] por la clemencia y gracia divina, nuestros reinos y señoríos han sido alimpiados de todo error y se ha evitado esta pestilencia y contagión [...]». Medina, Hist. del Tribunal del Santo Oficio en México, p. 18.



304-1-5:


Cuando las esperanzas más dudosas [...]


«Cuando las esperanzas [...]» = cuando [eran] las esperanzas.

La elipsis de ser o estar después de cuando, era muy común en los clásicos y hoy se ve a menudo: «[...] pero si no lo pudo hacer cuando sano y bueno, ¿cómo lo haría molido y casi deshecho?» (Don Quijote, Parte I, cap. IV, p. 264, ed. Rivad.).



304-1-5; 493-4-4:


Postas, muros y fosos arrasados [...]



De la posta de Ongolmo al medio día [...]


Tomado aquí posta en el sentido militar, que nos parece vale en este caso «lugar avanzado», donde se apostan los centinelas.

Hablando Cervantes de la vida del soldado dice (Don Quijote, III, 329): «Y ¿qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado, que, hallándose cercado en alguna fuerza, y estando de posta o guarda en algún rebellín o caballero, siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza?».

El léxico define: «Ant. Mil. Apostadero o puesto militar. / Mil. Puesto o sitio donde está apostado o puede apostarse un centinela».

Un poeta de la colonia también empleó esa voz en Chile:


No estaba el enemigo descuidado,
pues tuvo en medio de ellos una posta [...]


Álvarez de Toledo, Purén Indómito, C. I, p. 14.                


Las «postas se pondrán treinta pasos distantes de los cuarteles y de unas a otras en contorno habrá otros treinta pasos; y si tuviéremos cerca el enemigo, o premisas de ser embestidos, se pondrán otras postas delante déstas, distantes otros treinta pasos, y éstas serán dobles». Breve compendio y tratado de reglas militares guardadas y observadas por muchos   —338→   valerosos soldados, por Miguel Martínez de Avilés, Granada, Martín Fernández Zambrano, 1633, 8.º, hoja 8.



304-4-1 a 3:


Luego el año después con poderoso
ejército en persona Solimano
por tierra moverá contra el famoso [...]


Frase en la que hay que notar el empleo del sustantivo año y el adverbio después, (formando un complemento semejante a los que sin preposición señalan tiempo, según las palabras de Cuervo, v. gr.: «llegó el día siguiente». Como Ercilla escribió Solís: «Enmendó el cacique su falta de reparo, enviando el día después treinta indios de mayor porte». Conq. de México, P. I, cap. 20.

También es digno de que se tome en cuenta el valor que el poeta concede a mover, usado en sentido figurado con la acepción de alterar o de mover guerra, como el poeta escribió en otra parte, y sobre cuyo uso quedó ya nota. Así, dijo también más adelante (312-3-6):


Dada la seña, todos tres movieron [...]




306-5-3:


Y los presidios rotos y ocupados [...]


Presidio en la acepción de fortaleza ocupada con una guarnición de soldados, como lo dijo en varios otros lugares (492-2-8; 494-3-4), de que citaremos sólo dos:


Al presidio español y compañía [...]



Del presidio español tomó la vía.


Ercilla usó también esa voz en la acepción de cuando se refiere a la guarnición misma (508-4-5):


Quedando aquel presidio tan callado [...]


Dándole tal significado escribió Zapata (Miscelánea, p. 34): «Blasco Núñez Vela, que después fue virrey y capitán general en el Perú, fue primero en España veedor general de las guardas, que son los hombres de armas que siempre tienen los reyes como de presidio [...]».

En Chile hemos proscrito una y otra acepción, limitando el significado de esa voz al lugar destinado a reclusión de ciertos delincuentes.



306-1-1:


«Esta guerra acabada, de Alemaña [...]


Pudiera creerse que se escribió Alemaña por pura exigencia de la rima. No hay tal, pues así se decía entonces. Baste con un ejemplo tomado de un pasaje en prosa: «Estando sobre el Emperador el campo de Alemaña, de la Liga, habíase enviado [...]». Zapata, Miscelánea, p. 393.



307-1-3:


Que cuando faltan méritos, compone [...]


Componer, usado como transitivo, y que vale, según define Cuervo, «cortar un negocio por vía de transacción; dícese en especial cuando se teme algún daño y se trata por este medio de acallar al que puede perjudicar con sus quejas o de otro modo».

En tal acepción se usó frecuentísimamente en Chile durante el siglo XVII, cuando periódicamente se verificaba en Santiago la composición del impuesto de alcabala entre el Gobierno, el Cabildo y los comerciantes, de que sobran ejemplos en las Actas del Cabildo de Santiago.



307-2-5:


Así de inspiración habrá una Liga [...]


Inspiración, en sentido figurado, vale, según enseña el léxico, «ilustración o movimiento sobrenatural que Dios comunica a la criatura».



308-1-6:


Fitón, mágico grande y hechicero [...]


Mágico es, en realidad, sinónimo de hechicero; pero en otros lugares, Ercilla le da el calificativo de mago, por ejemplo (380-2-1):


Holgó el mago de oír cuán extendida [...]


y con ello, si ya no fuera por exigirlo la medida del verso, quiso dar a entender que, además de hechicero, era también sabio, valor que tiene esa voz en el idioma persa, de donde procede. Así, dice Cervantes por boca de don Quijote (IV-223): «Caballero andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la Fama se acordó para eternizarlos en su memoria, sino de aquellos que a despecho y pesar de la mesma envidia, y de cuantos magos crio Persia, bracmanes la India, ginosofistas la Etiopía, han de poner su nombre en el templo de la inmortalidad». Y más adelante (V-279): «Todo es artificio y traza -respondió don Quijote- de los malignos magos que me persiguen [...]». De aquí que, en contraposición a la ciencia de los magos, dijera el mismo Cervantes Arte mágica por la de los hechiceros (Don Quijote, III, 110). Fitón, tal como le pinta Ercilla, era, pues, mago y mágico, esto es, sabio y hechicero a la vez.



309-1-1:


En un asiento fértil y sabroso [...]


Sabroso, en sentido figurado, que vale tanto como deleitoso, y así, Cervantes dijo «sabrosas memorias», «cuento muy sabroso».



309-4-6:


Vi la mi guía a la derecha mano [...]


Guía, según el léxico, es sustantivo común de dos, pero antaño más frecuentemente femenino. Cervantes escribía por eso: «le diese una guía, que le encaminase a la cueva de Montesinos [...]».


Curemo, que esto dice, les ofrece
la guía, que los guíe bien derecho [...]


Barco Centenera, Argentina, hoja 164 v.                




309-5-2:


Los codiciosos ojos ya cebando [...]


Codicioso, tomado aquí en sentido metafórico de   —339→   que no se satisfacían de mirar, como el codicioso de riquezas que no se cansa de atesorar: calificativo del cual Ercilla se valió en varias ocasiones al pintarnos una codiciosa vista, (p. 381) a uno codicioso de saber (p. 389) en otras, que por no fastidiar no recordaremos aquí.

Es curioso que Cervantes en un pasaje de su Galatea, lib. II, p. 45, emplease también ese adjetivo aplicado a los ojos:


Con su rara virtud y honesto celo
así los ojos codiciosos ciega
que de ningún contrario me recelo.


Quevedo en las Zahúrdas de Pintón: «Tendí los ojos, codiciosos de ver algún camino por buscar compañía [...]».

Y Luis Barahona de Soto, en el siguiente verso del Canto II de La Angélica:


Enhiesta el cuello en alto el mozo, y mira
acá y allá, volviendo sin sosiego
los codiciosos ojos, de do tira
amor sus flechas de veneno y fuego [...]




309-5-6:


Un amoroso fuego y blando hielo
se me fue por las venas regalando [...]


Los dos términos, en forma de antítesis que encierra esta proposición parecen, a primera vista, que no se compadecen, como no se avienen el fuego con el hielo, por más blando que a este se le suponga. ¿Quiso el poeta dar a entender que sentía el doble placer de aquel fuego, a la vez que el ver a su hielo tan fácilmente deshecho?

Regalar, en su acepción de recrear o deleitar.

Por efecto del hipérbaton, el pronombre se antepone al verbo, y debería colocarse después para estimar en su valor el sentido de la frase: regalándome, sin necesidad de repetirlo, como quiere Ducamin.



310-2-3, 4:


Y a mirarme parece la inclinaba
su estrella, su destino y mi ventura [...]


En Don Quijote se hallan varios ejemplos del empleo de un verbo en singular cuando debía ir en plural, como en los versos citados, en que la sintaxis exigía inclinaban, y en este otro (455-2-3, 4):


Que su felicidad y pensamiento
en sólo darme gusto lo ponía [...]


«[...] porque le prometo a vuestra merced, señor (y esto sea dicho en burlas), que le hace tan mala cara la hambre y la falta de las muelas, que, como ya tengo dicho, se podrá muy bien excusar la triste pintura». «Lo que sé decir a voacé es que trato verdades, y que son verdades tan lindas y tan donosas, que no puede haber mentiras que le igualen». Don Quijote, II, 11, 217.

Comentando el primero de estos pasajes, observa Rodríguez Marín: «Hoy diríamos le hacen: pero antaño no se podía reprochar el decirlo como aquí Cervantes y como Arguijo en su famoso soneto Al Guadalquivir [...].


»Tú, a quien ofrece el apartado polo
.....................................................
preciosos dones y luciente plata
que envidia el rico Tajo y el Pactolo.


»Según Salvá, cuando el verbo precede a varios sujetos singulares ligados por conjunción y -como sucede en este caso- puede ponerse en plural, o concertar con el primero. Bello, observando con atención el uso (§ 832 de la 11.ª edición de su Gramática, con notas de Cuervo), cree acertada la regla de Salvá cuando se habla de cosas; pero no hablando de personas, ni cuando modificaciones peculiares indican un verbo tácito, "pues entonces el verbo expreso concierta con su respectivo sujeto, ya se hable de personas o de cosas".».

De esas faltas aparentes de concordancia se encuentran no pocas en los escritores de la época de Ercilla. Varias otras podrían citarse de Cervantes, que omitiremos para dar cabida a esta que se halla en las Poesías de Baltasar del Alcázar (p. 29, ed. de la Academia) por el parecido que tiene con la frase de nuestro poeta:


Y siendo tan dañosa la herida,
mirad qué hizo el cielo y mi ventura:
pusieron el remedio de la cura
en el propio poder del homicida.




310-2-7:


Vi a sus pies una letra que decía [...]


Letra en su acepción de letrero, anticuada según el léxico, pero que encontramos usada en América aun a mediados del siglo XVII.

«[...] y en los escudos cada uno de ellos traía pintada la Fama, con una letra que decía Fama». Don Belianís de Grecia.

«Y el Emperador, en memoria de cosa tan hazañosa, y por haber sido Juan Sebastián del Cano el primero que con su nave Victoria rodeó el mundo, le dio por armas un mundo con una letra que decía: Tu solus totum orbem circuisti. Otros ponen esta letra: Primus circumdedisti me, que le cuadra bien [...]». Calvete, I, 204.


Luego lo ha conocido en él mirando
por letra que en el orto escripta estaba [...]


Urrea, Orlando Furioso, C. XI, p. 106.                



En el lumbroso escudo relumbraba
la Fama [...]
con esta letra de oro por de fuera:
«Tiempo vendrá que estos nublados rompa
nueva ala, nueva lengua, nueva trompa.


Valbuena, El Bernardo, p. 239.                


Gabriel Lasso de la Vega en su Romancero (hoja 48):


Rica marlota llevaba
de azul y verde damasco;
por rapacejos pendientes
lágrimas de cristal claro
de lisas hebras de plata
por todas partes colgando,
y unas letras que decían
«tanto temo cuanto aguardo,
que si esperanza me anima,
celos me fuerzan el llanto» [...]


  —340→  

Por el campo y caminos repartidos
los cuartos sean, la causa publicando
las letras que en los palos se ponían,
que bien los que pasaban las leían.


Barco Centenera, Argentina, hoja 176 v.                



Del pretensor al santo pretendido
llega la digna súplica segura,
que en santa caridad luego encendido
la lleva al Rey de todo, toda pura:
no equivoca de letra ni sentido [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. X, p. 217.                


Con mucha oportunidad recuerda Ducamin que el letrero que tenía a sus pies la figura de doña María de Bazán es una evocación de los que se ponían en las imágenes del siglo XVI, en las cuales, ya de las manos o de los pies y muchas veces de la boca, arrancan en ellas cintas indicadoras de lo que son.



310-3-4:


De las bárbaras armas y armonía [...]


El encontrar armonía en el estruendo de las armas, es tan propio de un soldado, como el que se goce con el olor a la pólvora.



310-3-6, 7:


[...] y parecía
romper el alto cielo los acentos [...]


En esta frase, en que pudiera parecer el verbo en singular con el sujeto en plural, «es preciso considerar a parecía -nota Ducamin- como impersonal, y ver en lo que sigue una verdadera proposición infinitiva latina, en la que acentos es sujeto de romper».



310-4-3:


Poniéndome en un punto apercebido [...]


Punto, que vale aquí lo que momento, como en este ejemplo de Cervantes: «[...] y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana [...]». Don Quijote, I, 60.



310-5-7, 8:


[...] pienso
de declararlo todo por extenso [...]


El de, redundante de que hablaba Juan de Valdés, como en tantas otras ocasiones, según se usaba en aquel entonces.






ArribaAbajoCanto Decimonono

312-1-8:


Supliendo vos lo que faltare en la arte [...]


Ercilla aquí y en otro lugar (459-1-4) escribió la arte, como era corriente antaño. Quevedo en la Vida de Marco Bruto, dice por boca de este: «No han sido sabedores de mi intención la envidia ni la venganza. Confieso que César, por su valentía, por su sangre, y su eminencia en la arte militar y en las letras mereció, etc.».

Pero es el caso que nuestro poeta dijo también -y en dos ocasiones- por respeto a la eufonía, evidentemente, el arte (472-3-7; 474-5-5):


No puedo ya dejar por ningún arte [...]



Después que con vistoso y gentil arte [...]


Prueba de que ya en su tiempo se usaba indistintamente de ambos géneros, tratándose de esa voz.

Es sabido que hoy, arte es masculino en singular y femenino en plural, salvo cuando se trata de un arte liberal o mecánico, en que admite, como observa Bello, el género femenino en singular.



312-3-5:


Y en tierra firme el regatón fijando [...]


Aun en tiempos posteriores, se llamó recatón, el extremo inferior de la lanza. «Díxose recatón [...] porque el hombre de a caballo, cuando ha de entrar en el agua, tienta primero con el cuento de la lanza la profundidad que tiene [...]». Covarrubias.

Según el léxico, tanto vale una forma como la otra.



313-3-7:


Que su loca fortuna y diestra suerte [...]


Diestra, como opuesto a siniestra, y, por lo tanto, «favorable, benigna, venturosa».



313-4-3:


Cual perro espumajoso que rabiando [...]


De espumajos, como dijo después (377-3-6):


Espumajos de perros, que rabiosos [...]



Bramando más que el toro agarrochado,
espumajoso y fiero en el semblante
embiste cuanta gente ve delante.


Oña, Arauco domado, C. V, p. 133.                



Espumajosa fiera y enojada [...]


Id., Id., C. XII, p. 302.                


No necesitamos recordar que en Chile decimos siempre espumarajo, que en todas partes es hoy también la forma más usual.



314-1-7:


Trabucándole luego de lo alto [...]


Otra prueba de la predilección que Ercilla mostró por las voces de origen italiano, como es este verbo trabucar, que vale lo que volcar. Hallámosle empleado también por Valbuena, El Bernardo, p. 248:

  —341→  

Y Bramante en sus pasos tropezando,
largo trecho tras dél fue trabucando.




314-2-1:


Como el troyano Euricio que, volando [...]


El hecho a que alude el poeta está contado por Virgilio en el libro V de La Eneida.



314-2-7:


Así el herido mozo en descubierto [...]


En descubierto es frase que hoy tiene aplicación en materia mercantil y se dice, v. gr., del librador de una letra de cambio que la gira sin tener fondos en poder del librado; pero en este verso vale como a cuerpo descubierto, sin nada que lo repare y proteja.



315-1-7:


De la costosa lanza no trabaje [...]


Costoso, dice el Diccionario de Autoridades, es «lo que cuesta mucho y es de gran precio». A los ejemplos que en él se citan, añadiremos nosotros éste de Cervantes: «[...] torno a decir, que salió tan bella, tan costosa, tan gallarda y tan ricamente compuesta y adornada, que causó envidia en las mujeres y admiración en los hombres [...]». Persiles y Sigismunda, p. 575, t. I, Colecc. Rivad.

Y este otro de Gutierre de Cetina (Obras, t. II, p. 113):


Del ansia por salir en una fiesta
más galán que no el otro y más costoso,
tanto gasto y trabajo, ¿qué le presta?


Pero en el verso de La Araucana, costosa está empleada en sentido figurado, esto es, al decir del léxico, «que acarrea daño o sentimiento». Véase en este ejemplo de El Bernardo de Valbuena, p. 147, ed. Rivad.:


En gran riesgo está España de perderse
preñada de costosos enemigos [...]




315-3-6:


De recobrar su honor deliberado [...]


Deliberado como participio de deliberar, verbo activo, que vale «resolver una cosa con premeditación». Nótese que en este verso se refiere a recobrar.



315-4-4:


Una asta de dos costas blandeando [...]


Queda ya dicho (43-5-5) lo relativo a blandeando. El léxico no trae acepción que pueda convenir a esta voz costa en el sentido que aparece empleada en el verso citado, pues claro está que no se trata del instrumento de madera dura, de unos dos centímetros de largo, que los zapateros emplean para alisar los cantos de la suela; pero para no quedarnos ayunos de su significado, ahí van unos versos de La Cristiada del P. Hojeda (hoja 334 de la edición príncipe) que bien lo deja traslucir:


Y blandiendo una gruesa y dura lanza
de dos hierros, que limpios centellean,
muestra el Ángel gallardo su pujanza [...]




315-5-1:


Tirando un recio bote, que cebado
le retrujo seis pasos [...]


Hallamos aquí dos términos militares: bote y cebado. Bote de lanza, el que se da con la extremidad de la lanza, que vale «golpe con resistida». «La saeta dicen haber cebado, cuando ha entrado en la carne». Covarrubias.

Creemos que con esto queda bien en claro lo que significa bote cebado.

Ercilla empleó el adjetivo cebado en otros tres lugares de su obra, pero en una de sus acepciones corrientes. Así en 335-5-7, 358-5-8 y pocos renglones más abajo (336-1-4):


Alcé los ojos tímidos cebados [...]



Cebando más la llaga y el veneno [...]



En la vitoria y sangre ya cebada [...]


En esta acepción lo usó también Cervantes: «[...] no advirtió ni las razones que las dos le dijeron; antes cebado en la pelea, hacía cosas al parecer increíbles». Las dos doncellas, p. 206, t. I, Colec. Rivadeneyra.



318-2-1:


No las espesas picas ni pertrechos [...]


Habla Cuervo de que en la práctica de los buenos escritores, siempre aparece parrillas en plural, y añade: «igual observación íbamos a hacer con respecto a pertrechos, apoyados, como antes, en el Diccionario, pero no nos atrevemos a llamar disparate un uso autorizado por Garcilaso, Jáuregui y Valbuena, aunque es cierto que es el más común en los buenos escritores; éstos emplean generalmente dicho nombre en plural», y cita a ese intento ejemplos del uso vario de esta palabra. A los que menciona del plural, podía, como se ve, añadir éste de Ercilla.

De parecer en un todo opuesto al de la Real Academia, se manifestó Covarrubias, que no admitió el singular de pertrechos.



319-2-2:


El molesto y prolijo mar cortaron [...]


Ya se ve que prolijo está usado aquí en su acepción de «largo, dilatado y extendido con exceso». Así, dijo por ejemplo, Cervantes: «[...] que es una de las mayores señales de miseria que un hidalgo puede dar en el discurso de su prolija estrecheza». Don Quijote, VII, p. 138.



320-1-3:


Y el trasportado joven una pieza [...]


Trasportado, que vale aquí privado de sentido. Del valor de pieza quedó nota más atrás.



320-5-2:


Siempre con rabia y priesa hervorosa [...]


Adjetivo que aparece nueve veces en el poema y que hemos conservado en su sentido material de hervor, cambiándolo en fervor, aplicado a las cosas   —342→   del ánimo, en su primera forma se usó siempre antaño. Ejemplo:


Cual vimos los soldados socorrerse
los unos a los otros y aprestarse,
y hervorosos todos y alentados,
gastando sus haciendas se asentaron [...]


Villagra, Conquista de la Nueva México, hoja 45.                




321-5-3:


Y rostro a rostro, en paso concertado [...]


«Rostro a rostro. Frase adverbial que vale lo mismo que cara a cara». Definición del Diccionario de Autoridades, que trae en su apoyo este ejemplo de Cervantes: «No se atrevió la enfermedad a acometer rostro a rostro la belleza de Auristela [...]». Hállase en Persiles y Sigismunda, p. 672, t. I, Colec. Rivadeneyra.

Véase este otro ejemplo:

El licenciado Agustín Calderón (Calderón, Flores de poetas ilustres, p. 270):


Que el alma, como aleve,
a hablar rostro a rostro no se atreve.




322-1-4:


Haciendo en todas partes riza extraña [...]


«Riza, que vale como estrago en nuestro hablar de hoy, acepción en que se la encuentra seis veces en el poema y que era corriente antaño.

Luis Zapata (Carlo famoso, 61 vlta.), por ejemplo, dijo:


Y en la multitud de indios que hervía
entró como el demonio en su despecho:
en ellas hizo riza que fue espanto
y para ellos eterno y mortal llanto.


El P. Ovalle (I, 355): «[...] últimamente cerraron todos juntos, sin más temor de las balas que si fueran de algodón, porque, si bien hacían en ellos tanta riza que les mataban mucha gente, pero llevaban ya tragado este riesgo [...]».






ArribaAbajoCanto Vigésimo

323-1-3, 4:


Que quien en prometer es muy ligero,
proverbio es que de espacio se arrepiente [...]


De espacio, como se decía antaño, que algunos, entre otros Rosell, han corregido malamente despacio. Véase lo dicho en la nota 30-1-1.

En cuanto al proverbio de que habla el poeta, Correas lo registra en las dos siguientes formas: «Quien presto promete, tarde lo cumple, y presto se arrepiente». Pág. 336. «Quien presto dice sí y promete, presto dice no y se escuece». P. 338.



323-1-6:


Que habemos de quitar forzosamente [...]


En la acepción que corresponde aquí a quitar, cual es, la de «libertar o desembarazar a uno de una obligación», es anticuado. Vulgarísimo es en el estilo curialesco de aquel tiempo el participio quilo. del cual procede, quizás, esta reminiscencia del poeta, que tanto frecuentó las escribanías públicas; pues ciertas clases de censos se vendían al quitar, o se dejaba al deudor que pagaba, libre y quito, y en tal forma lo hallamos en Don Quijote (P. I, capítulo 35): «[...] yo también de hoy más soy quito de la palabra que os di [...]».



324-2-3, 4:


La palabra que di (bien excusada)
de acabar este libro comenzado [...]


Alusión a lo que el poeta dijo en las primeras palabras de su prólogo «Al lector» en la Segunda Parte: «Por haber prometido de proseguir esta historia», complemento indispensable de la Primera, en cuya estrofa inicial se señaló su programa de trabajo. Ya en el canto XV de la misma, volviendo a tratar de él, había expresado (240-4-7, 8):


Mas, ya que tan adentro estoy metido,
habré de proseguir lo prometido.


La frase «bien excusada», aludiendo a su promesa, parécenos indicar cierto arrepentimiento de parte de Ercilla de proseguir su labor; pero tal desfallecimiento toca, mas que a otra cosa, a la norma que se quiso imponer de seguir en todo el poema los dictados de la verdad histórica, que, a la vez que despojaban de variedad a la obra, privándola de fábulas y amores, le obligaban, con razón, a manifestar cuán trabajada le tenían la memoria.



324-2-5:


Que la seca materia desgustada [...]

Desgustada, falta de gusto, conforme a la negación que implica la partícula des, y que con el tiempo se cambió en dis, siguiendo su origen latino, tal como hemos visto (240-1-8) que pasaba con desgustosa.

Entre las voces que enumera Cuervo (Apuntaciones, p. 492), que por su modo de pronunciarse se les da hoy la nota de vulgares, señala, entre otras, a desculpar, de estructura enteramente análoga a la presente en su forma y que puede añadirse a esa lista.   —343→   Observa ese lexicógrafo que se usaban así hace dos siglos, y, en efecto, el desgustada lo hallamos empleado por Cervantes, Galatea, lib. IV: «Mostraba la pastora ceño en su rostro, y estar desgustada de que el pastor allí la detuviese [...]». Y en América, entre otros, por Barco Centenera (Argentina, hoja 189 v.):


Y porque desgustadas más no sean
las damas deste canto y de mi rima,
el siguiente les pido yo que lean,
que en él he de tratar cosas de Lima.




324-3-5:


Mezclando en las empresas y recuestas [...]


y nuevamente poco más adelante (331-3-3):


Antes con nuevas pruebas y recuestas [...]


No se halla en el léxico la acepción de esta voz en el sentido de cortejar, requerir de amores en que el poeta la emplea y de que es fácil hallar ejemplos:


A recuestarla se atrevió, en el brío
de hallarse humilde dueño de un navío.


Valbuena, El Bernardo, p. 289.                


Mendoza Monteagudo empleó, como Ercilla, dos veces esta voz en las Guerras de Chile (C. IX, 180; C. XI, 235):


Y aun hubo quien, parando, del deseo
le hizo con el tacto la recuesta [...]



«Y al punto recuestando para aquesto
La negra Virgen de la Ereba curia [...]


Barco Centenera (Argentina, hoja 149 v.):


Aunque a muchas mujeres recuestaba
y a su gusto y mandado las tenía
a una más que a todas él amaba [...]


En sentido más general: Juan de Castellanos (Elegías, p. 27):


Mas dexémoslos ir con su requesta,
que yo diré después lo que me resta.


Y el mismo autor (págs. 97 y 238):


Algunos si por bandos y requestas
se llegan a mortíferas lanzadas
muy poco (sin estar las armas prestas)
valdrían las palabras esforzadas.
Porque el Orocopóm con sus requestas
(como dicen) teníase las tiestas.



Nunca se vio materia más dispuesta
a recibir la forma competente,
que el cónclave maldito a la requesta
del viejo pernicioso y elocuente [...]


Rufo, La Austriada. Canto I, 19 v.                


«[...] tanto es el amor del dinero, por cuya requesta se hace y se padece tanto [...]». Acosta, I, p. 206.

Empresa nos parece que está tomada aquí en su primera acepción de «acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza», y no, como cree Ducamin, en la que vimos más atrás, de la divisa que llevaban los caballeros en algún intento o empeño amoroso.



324-4-6:


Muertes, destrozos, rizas, crueldades [...]


Rizas, que en la edición de D. Eugenio de Ochoa se trocó malamente en riñas.



324-5-5:


Quel atrevido bárbaro valiente [...]


Alude con estos calificativos a Tucapel, de cuyas hazañas acababa de tratar en el final del canto precedente.



325-1-6:


Allá en su quinto trono el fiero Marte [...]


No dice la Mitología que tuviera muchos tronos el dios de la guerra; así que, el suponerle Ercilla un quinto trono sólo significa, según nos parece, que es el más alto de los que tiene o puede tener. Este valor de superlativo damos al ordinal quinto en varias locuciones familiares, como los quintos infiernos (lo más profundo de ellos), el quinto cielo (lo más alto de este), los quintos apurados (paraje o sitio muy lejano), la quinta esencia (lo más puro, fino y acendrado de una cosa): locución esta última que empleó Cervantes: «[...] don Quijote de la Mancha, la flor y nata de la gentileza, el amparo y remedio de los menesterosos, la quinta esencia de los caballeros andantes» (III, 96).



326-1-2:


Y de fortuna el crédito tentaba [...]


Crédito en su acepción de «apoyo, abono, comprobación». «Estime el Príncipe su palabra, como el crédito de su Majestad: porque pierde todo quien pierde el crédito». Saavedra Fajardo, Empresa 31.



326-4-5:


Y dándoles terrible escurribanda [...]


«Escurribanda. Lo mismo que escapatoria. Es voz jocosa y vulgar, de que se usa para dar a entender que uno se fue huyendo y escurriendo de que no le cogiesen». Dicc. de Autoridades.

«Vale también (acepción que reviste en este verso) lo mismo que zurribanda; pero en esta acepción tiene poco uso». Id.


De darles tan terrible escurribanda,
como su atroz delito lo demanda.


Villaviciosa, Mosquea, canto III.



327-1-4:


Iba la retirada a paso llano [...]


que nos parece en este caso equivaler a lo que llamamos paso natural, en cuya acepción no se encuentra en el diccionario, pero sí en Don Quijote (III, 244): «Mejor fuera, sin duda; pero no quedara yo vengada, ni la honra de mi marido satisfecha, si tan a manos lavadas y tan a paso llano se volviera a salir de donde sus malos pensamientos le entraron».

«Iba don Quijote, no sobre Rocinante, sino sobre un gran macho de paso llano». P. 535, ed. Rivadeneyra.

Y en la Numancia, jorn. IV, esc. IV:

  —344→  
VIRIATO
¿Dónde venís? ¿o qué buscáis, romanos?
Si en Numancia queréis entrar por suerte,
hareislo sin contraste a pasos llanos.

«[...] pero en fin, para labrar las minas con menos costa y trabajo y riesgo, inventaron los socabones por los cuales se entra y sale a paso llano». Acosta, Historia de las Indias, I, p. 205.


Que no se hallaba el bien a paso llano
ni sin aventurarse a adversidades [...]


Rufo, La Austriada, C. XX, hoja 345.                


«Tales poemas como los de Lope, Arcilla, Rufo, Valdivielso, Zárate, el Pinciano, Cueva, Barahona de Soto, y otros semejantes, bien sean latinos o vulgares de cualquiera idioma, son buenos para quien camina a paso llano, sin querer resbalar en parte alguna [...]». D. Francisco de Trillo y Figueroa, Neapolisea, poema heroyco, Granada, 1651, 4.º, hoja 24.

Ercilla empleó una vez a paso tirado (543-4-4):


Iba a paso tirado caminando [...]


Contrapuesto, al parecer, a llano, es decir, acelerado.

Y por fin (581-3-8):


Al parecer de tierra y gente llana [...]


donde desde luego se ve que, si la sintaxis no es muy correcta, es fácil atinar con lo de gente llana, modismo muy usado en castellano, como sabemos, donde llano se aplica al que no tiene altiveces ni cautelas.



327-5-6:


Que el tiempo estrecho a nadie reservaba [...]


Tiempo, tomado en su acepción de circunstancia, ocasión; y estrecho, en la de angustiado, difícil, que, no se halla en el léxico.



327-5-7:


Me cupo el cuarto de la prima en suerte [...]


«Prima se llama también la parte de la noche desde las ocho a las once: y es uno de los cuartos en que la dividen para las centinelas. Es voz usada en la milicia». Dicc. de Autoridades.


Por tres veces el viento sobre el fuerte
llegó pujante al cuarto de la prima [...]


Mendoza Monteagudo, Guerras de Chile, C. X, p. 218.                




328-1-3:


El importuno sueño me afligía.


Y más adelante (517-4-8):


Del sueño y de las armas afligido.


Acepción de afligir de que nos ofrece todavía otras muestras La Araucana.

«Comunmente, dice Covarrubias, afligir se toma por oprimir, desconsolar, atormentar, angustiar». Y Cuervo (Dicc., I, 242): «causar dolor o molestia física, y en general, aquejar, atormentar».


Del áspero caballo no corrige
la furia y gallardía,
ni con freno le rige,
ni con vivas espuelas ya le aflige.


Garcilaso, canción 5.                



Harto de afligir nuestra comarca,
huyó a nuevo presidio y nueva tierra.


Valbuena, El Bernardo, canto V.                




328-3-2:


En dos tasados puños de cebada [...]


Voz que repite (488-4-3):


Y con puños de tierra a un tiempo luego [...]


Puño, usado aquí por metonimia en vez de puñado, «lo que puede caber en el puño», como dice Covarrubias. Cuervo observa que puño se usa todavía con el significado de puñada en Colombia (Apuntaciones, p. 470). Cervantes lo usó como aparece en aquellos versos de Ercilla:


Quedando alegre cada cual, y ufano
con un puño de perlas y una rosa [...]


Viaje al Parnaso, cap. VII.                


«Echáronme un puño de tierra para cubrir mi deshonra; en quitándome de los ojos no habrá más memoria de mí». Pedro Espinosa, Espejo de cristal, en Obras de..., p. 159.


[...] porque según la gente se juntaba,
no digo yo con armas, mas con puños
de tierra que tiraran solamente,
pudieran oprimillos y ahogallos.


Castellanos. Hist. del N. R. de Granada, t. I, p. 174.                



Hincado de rodillas fui cogiendo
dos puños bien escasos, mal cumplidos [...]


Villagra, Conquista de la Nueva México, hoja 171.                


«[...] como es con un puño de coca caminar [los indios] doblando jornadas [...]». Acosta, Hist. de las Indias.

«[...] y cogiendo muchos puños de arena, los echaban al aire [...]». Flores de León en su Memorial, apud Medina, Bib. Hisp.-Ch., II, 256.

«[...] Cogiendo unas hojas de esta albahaquilla [...] la machacó entre dos piedras, y echando el zumo en las heridas, tomó un puño de ellas y lo entró dentro de la herida [...]». Ovalle, I, 11.

Uno de los sonetos de Lope está dirigido a una dama, «que le echó un puñado de tierra».



328-3-7, 8:


Armado siempre y siempre en ordenanza,
la pluma ora en la mano, ora la lanza.


Muy del caso, a propósito de estos versos, es la observación que hace Ducamin, de que la mayor parte de los grandes autores clásicos españoles habrían podido decir otro tanto, y aun uno de ellos expresádolo ya antes que Ercilla:


Entre las armas del sangriento Marte,
do apenas hay quien su furor contraste,
hurté del tiempo aquesta breve suma,
tomando ora la espada, ora la pluma.


Garcilaso, égloga III, oct. 5.                




329-1-6:


Hacia la parte que el rumor se oía [...]


Parte que, por en que, o dónde: uso de que, muy idiomático, según lo advirtió Cejador en un pasaje análogo de Don Quijote, y de que ya se ofreció ejemplo más atrás.



  —345→  

329-3-6:


Cuando los justos cielos publicaren [...]


Cree Ducamin que esta frase debe entenderse «cuando se muestre la luz del día». Es verdad que la escena que el poeta describe pasa durante la noche, pero nos parece que su pensamiento se dirigía a un hecho más general, y pendiente, en parte, del azar: idea que va envuelta en «justos cielos», que habrían, tarde o temprano, de descubrir y hacer notorio, de publicar, como reza el verso, que un soldado hubiese dado muerte a una indefensa mujer.



331-5-4; 378-5-3; 556-5-7:


Fácilmente conmigo lo acabaron [...]



Lo que nunca pensé acabar conmigo [...]



Acabar no podrá que bruta mano [...]


Acabar en sentido de lograr, obtener, que resulta admirablemente expresado en esos versos y en este pasaje de Cervantes (Don Quijote, V, 184): «Quizá con esta porfía acabaré con él que no me envíe otra vez a semejantes mensajerías, viendo cuán mal recado le traigo dellas [...]».

«Venían entonces con nosotros indios de cien leguas de allí y no podíamos acabar con ellos que se volviesen a sus casas [...]». Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, etc., p. 544.

Según el léxico, para que acabar tenga el valor que aparece expresado en los dos ejemplos citados, a que podríamos añadir éste de Calvete de la Estrella en su Vida de D. Pedro Gasca, I, 135: «[...] y ya que no pudiesen acabar con Gasca aquello, que trabajasen con algún criado suyo, o de los que tenían entrada en la posada, le pusiesen veneno en la comida [...]»; es necesario que vaya seguido de la preposición con y un nombre de persona o pronombre personal; circunstancias que no concurren en los tres casos en que vemos ese verbo empleado por Ercilla, sin que pierda, por eso, nos parece, el sentido que le atribuye.

Véase más adelante (518-5-5) acabar empleado en otra acepción.



332-1-5:


El agua clara en torno murmuraba [...]


En las dos ediciones de Madrid, 1578, salió mormuraba y así se ha conservado en todas en este verso (374-1-4):


Un arroyo que cerca mormuraba [...]


Forma anticuada, que el léxico no registra.

Pedro de Oña, El Temblor de Lima, fol. 22:


Mas, si en hábiles lenguas expedidas
trocasen estas aguas sus arenas
y en voz de hierro su murmurio blando [...]




332-2-1:


«Apenas, pues, en él me había asentado [...]


El léxico da como del mismo valor sentado y asentado, en la acepción de poner o colocar a uno en una silla o banco, etc.: forma esta última del todo proscrita del uso entre nosotros, si bien la vemos empleada todavía por González de Nájera (Desengaño, etc., p. 48): «Comen asentados en el suelo [...]».



332-2-5, 6:


Cada cual a su puesto retirado,
la acostumbrada lucha comenzaron.


No hay aquí construcción de sujeto singular con verbo plural, como a primera vista pudiera parecer, sino que es de un ablativo absoluto, formado del primer verso, y de una proposición regular, tal como si dijera: «Retirado cada cual a su puesto, todos comenzaron la acostumbrada lucha».



332-3-5:


No estaba en cuáles eran los vencidos [...]


No sabía yo, no había puesto atención, no había parado mientes en cuáles eran los vencidos...

Esta acepción está en el Diccionario de la Academia, así: «Estar uno en una cosa: fr. Entenderla o estar enterado de ella. Estoy en lo que Ud. dice».

El Dic. Enciclop. Hisp.-Americano da este ejemplo:

-Pero si no es eso lo que a Ud. se le pregunta.


-Ya estoy en la cuestión.


L. F. de Moratín.                




332-4-1:


«Yo, que en cosas de aquellas no paraba [...]


Hay aquí en paraba una elipsis, suprimido mientes, del modismo parar mientes; o bien, parar, por reparar.



333-1 a 4:


[...] ¿no has mirado
cómo el robusto joven Mareguano,
con todos cuantos mozos ha luchado
los ha puesto de espaldas en el llano?


En este pasaje, dice Cuervo, art. cuanto (Dicc. II, p. 645): «se nota el uso pleonástico o la dislocación de todos, que debía ir en el lugar ocupado por los; es como si se dijera: "Ha derribado a todos aquellos con quienes ha luchado".».



333-3-5:


Pero la condición y la postura [...]


Postura: «pacto o concierto, ajuste o convenio», de que el Diccionario de Autoridades cita los dos ejemplos siguientes: «También sabéis, señores, las posturas y firmezas que yo tengo prometidas». Amadis de Gaula, lib. III, cap. 2. «Pues a causa de perseverar en su liga y mantener las posturas y la fe que con Roma tenían asentadas, les vino todo su mal». Ocampo, Chrónica, lib. IV, cap. 36.



233-4-1, 2:


Pero los jueces, por razón, no admiten
del uno ni del otro el pedimiento [...]


Recuérdese lo dicho antes del valor de este por. Pedimiento es anticuado, según el léxico. Hoy se dice pedimento.



  —346→  

333-4-4:


Inovación en esto y movimiento [...]


Inovación en todas las antiguas ediciones, inclusa la última hecha en vida de Ercilla (1589-90): voz que no aparece en tal forma en el léxico, y que vale innovación.



333-5-6:


Con una humilde y baja cortesía [...]


como dijo luego (334-31):


«Esto dicho, con baja reverencia [...]


«[...] pues personas de tan abundantes letras no han satisfecho ni sabido dar a entender la causa, bástame saber y creer que el que lo hace sabe eso y otras cosas muchas que no se conceden al entendimiento de los mortales, en especial a tan bajo ingenio como el mío». Oviedo, Sumario, etc., capítulo IX.



334-1-3, 4:


Como tu siervo natural me ofrezco
de vivir y morir en tu servicio [...]


El régimen de ofrecer, como bien lo nota Salvá (Gramática, p. 306), es a o para; el que aquí tiene con de, es arcaico, por más que se le encuentre en Cervantes: «[...] y ofreció de pedillo de allí adelante por amor de Dios [...]». Don Quijote, P. I, cap. 23. «El Bachiller se ofreció de escribir las cartas a Teresa [...]». P. II, cap. 50.



334-2-4:


Se reduzga la prueba y el derecho [...]


Al tratar Bello en su Gramática de la séptima clase de verbos irregulares, a la que pertenecen todos los acabados en ducir, que en la primera familia mudan el duc radical (c suave) en duzc (c fuerte), se olvidó quizás de advertir que en un principio esa c fuerte fue la g, tal como se ve en el presente verso.



334-2-7:


Danos licencia, rompe el estatuto [...]


Estatuto es la regla que tiene fuerza de ley para el gobierno de un cuerpo, dice el léxico. El de que aquí se trata podrá verlo el curioso lector indicado tres estrofas más atrás.



334-4-6:


El sol ya bajo y campo les partieron [...]


Véase lo dicho (163-5-2) sobre esta ceremonia preliminar de los desafíos: «[...] si se ha de partir y hacer tajadas el sol o no», decía don Quijote; y Rodríguez Marín en su comentario a este pasaje: «[...] como en los desafíos había de hacerse lo que llamaban partir el sol (señalar a los combatientes luz igual para que peleasen sin ventaja) y la frase es un poco anfibológica, Cervantes juega de su doble sentido y añade donairosamente lo de hacerlo tajadas [...]».



335-4-3:


Y el mozo con un largo ofrecimiento [...]


Largo, en su acepción figurada de «liberal, dadivoso, amplio», como cuando en Don Quijote se habla de «esperanzas largas» o de «larga bondad», frases que pueden verse en Cejador.

Pero lo digno de notarse en este verso es el valor que se concede a la conjunción y con que principia, empleada en sentido adversativo y que bien pudiera reeemplazarse por mas o pero, fenómeno que nota Ducamin se verifica en otras lenguas, como el provenzal.



335-5-7:


Alcé los ojos tímidos cebados [...]


No carecen de precedente en los buenos escritores estos ojos cebados, a tal punto, que después de Ercilla lo dijo también Cervantes: «[...] en el cual espacio le tuvieron Elicio y Erastro de cebar los ojos en el hermoso rostro de Galatea, deseando que durara aquel camino más que la larga peregrinación de Ulises [...]». Galatea, lib. III, p. 98.



336-2-2:


Para correr el palio acostumbrado [...]


Sea que el ejemplar del poema que Cuervo tuvo a mano para citar este verso (Dicc. II, p. 556) dijera correr al palio, o que no se diera cuenta de que la frase correcta, tal como el poeta la escribió, es correr el palio (sobre lo cual quedó ya nota), es lo cierto que por tal yerro hubo de decir, hablando del verbo correr, al citar como ejemplo dicho verso, que «algunas veces se cambia la construcción devolviendo al verbo su carácter de intransitivo», cosa que no sucede en el presente caso.



336-2-5:


Y al suello vencedor se prometía [...]


El poeta había dicho en otros pasajes «ánimos sueltos» (249); «suelta vida» (302), etc.: participio irregular de soltar, que como adjetivo figurado, vale, ya ligero, veloz, ya libre, atrevido, sin sujeción.


Tirso y Fausto, pastores extremados,
mozos sueltos, ligeros,
y ambos a dos hermosos sin enmienda [...]


Cetina, Obras, I, 238.                




336-2-6, 7:


Un anillo de esmaltes rodeado
y una gruesa esmeralda bien labrada.


¿Necesitamos decir que este anillo con esmaltes y esmeralda usado por una araucana, es pura ficción del poeta? Pero sí, cómo después de la y, hay forzósamente que repetir la preposición de del primer verso, tácita en el segundo.



336-3-4:


Promptos y apercebidos atendieron [...]


Atendieron en su acepción de esperar, que repite otras tres veces (357-3-4; 431-1-4; 475-2-2):


Al ventajoso número atendieron [...]



Las españolas armas atendieron [...]



Que la tarda señal sólo atendían [...]


  —347→  

y en que también la usó Cervantes (Don Quijote IV, 205): «[...] mas no osó descoser su boca, hasta ver en qué paraba aquel asalto y prisión de su amo, el cual tampoco hablaba palabra, atendiendo a ver el paradero de su desgracia [...]».

Laso de la Vega, Cortés Valeroso, hoja 58:


Le truxo hacia el balcón por la verdura,
do yo le estaba mísera atendiendo
ajena de esperar tal desventura [...]




336-3-6:


Cuando todos en hila igual partieron [...]


«Fueron en Flandes por un insulto condenados a degollar diez soldados, que estaban ya puestos a la hila en la plaza [...]». Zapata, Miscelánea, p. 327.

«[...] de manera que a cada cuadra corresponde una acequia, la cual, entrando por cada una de las orientales, va atravesando por todas las que se le siguen a la hila [...]». «[...] en algunas fiestas y procesiones suelen salir una o dos compañías de guarda, poniéndose a la hila por donde pasan para hacerles la salva con la mosquetería que disparan [...]». Ovalle, I, 260, 280.

Hoy decimos, en estos casos, hilera y fila.



336-4-8:


Dejando con su término agraciado
el circunstante pueblo aficionado.


El por al, que diríamos hoy.

Aficionado, que vale, como define Cuervo, «movido, cautivado de afición o cariño a alguna persona o cosa»; en apoyo de lo cual cita este verso de Ercilla, y de que se encuentran ejemplos en Don Quijote, como este (VI, 33): «Todo lo miraba Sancho Panza y todo lo contemplaba, y de todo se aficionaba [...]». «[...] luego le aficionaron la voluntad los zaques [...]».



336-5-8:


Le di mi libertad y anillo junto.


Observa Ducamin, que pues el anillo no era de Tegualda, el verso debe leerse: «mi libertad y el anillo».



337-1-6:


Y así el ánimo y fuerzas me engrandece [...]


Otra observación del comentador francés a propósito del tiempo de presente en que está empleado engrandece, que lo habría sido, en lugar del futuro, por mero efecto de la rima. No creemos que hay tal. El indio le dice a su amada: engrandéceme desde luego, por un efecto natural de su espíritu que ve ya como realizado lo que pretende y quiere que suceda, y así, es más propiamente, tiempo optativo y no de futuro.



337-2-6:


Hecha en torno de mi espesa corona [...]


Corona, que vale aquí, rueda o círculo. Está empleada, sin duda, en sentido figurado; al menos, el léxico de la Academia no trae, al definir esa voz, el significado que le corresponde en este verso.



337-5-7; 459-2-7:


Y bien muestra Crepino en su crianza [...]



Se vino para mí con gran crianza [...]


Decimos en Chile buena o mala crianza, pero antiguamente, así solamente, crianza, por la urbanidad, como trae Covarrubias.

«[...] teniendo por principal medio para su buen suceso el gran comedimiento y crianza con que hablaba y trataba a todos [...]». Zarate, Conquista del Perú, p. 547.

«[...] mas, cierto que convendría poner en estos lugares hombres bien nacidos, de quien son propias crianza y modestia [...]». Suárez de Figueroa, El Pasagero, 200.

Cervantes escribió, sin embargo, buena crianza (V, 218): «[...] y con esto espero de dar frutos de mí que sean de bendición, tales, que no desdigan ni deslicen de los senderos de la buena crianza que vuesa merced ha hecho en el agostado entendimiento mío».



337-5-8:


Ser de buenos respetos y esperanza.


Ninguna de las acepciones que el léxico concede a respeto cuadra, a nuestro entender, con el significado en que el poeta empleó aquí esa voz, y con razón han vacilado, Nicolás al tratar de vertirla al francés, y Ducamin en el comentario que le dedica. Para el primero, vale «tener buenos sentimientos»; para el segundo, «poseer buenas cualidades, estar bien dotado, ser un mozo de porvenir».

Cuando vemos que en una frase de Don Quijote, P. I, cap. 24, se encuentra justamente esta expresión buenos respetos: «que por buenos respetos estaba obligado a negarme la entrada de su casa»; parece que pudiéramos llegar a una acertada interpretación; pero tampoco pasa así, pues en ese párrafo, como en los varios en todo semejantes que nos ofrecen los mismos documentos ercillanos, v. g., aquel en que se advierte que hubo de anticiparse el casamiento de doña María de Bazán con Ercilla «por justos respetos», no tiene otro alcance que el de «buenas consideraciones, causas, motivos, antecedentes, circunstancias». Y la dificultad sube de punto cuando vemos cómo han ido a estrellarse los comentadores de Don Quijote en la otra ocasión en que se ve empleado el mismo concepto: «no ha de llegar el vencimiento a todo trance y rigor, sino sólo a tener por hecho lo que se ha de hacer por buen respeto», que Cortejón, seguido de Rodríguez Marín, es cierto que han salvado en gran parte, poniendo «por buen respeto» entre comas (III, 181).

¿Cuál es, pues, el significado de respetos en el verso de que se trata? Si se observa que esa voz va seguida de esperanza, leeríamos: hechos anteriores de su vida, antecedentes de su persona, que en este caso aparecen expresados en el final de la estrofa que precede a la con que termina ese verso, esto es, al decir del poeta:


Valor, suerte y linaje conocido,
—348→
junto con ser discreto, honesto, afable,
de condición y término loable.


Tales serían los antecedentes que constituían esos buenos respetos.



338-3-2, 3:


Y el fin tan cierto de la dulce vida:
he aquí mi libertad y breve gloria [...]


«Notemos, dice Ducamin, tan, empleado en el valor de muy, lo que era frecuente en aquella época».

Gloria en su acepción de «gusto y placer vehemente», como en este ejemplo del léxico de la Academia: «la gloria del estudioso es estudiar».



338-4-5:


Mas cuando empedernido ya no quieras [...]


«Cuando, advierte Cuervo (Dicc., p. 635), figura en muchas frases elípticas. Las más notables entre estas frases son aquellas en que callándose el verbo ser o estar, queda cuando precediendo inmediatamente a un predicado», como sucede en este verso.

De los tres ejemplos que cita en comprobación de semejante construcción, léase el siguiente:


Así en el aire discurrir lucientes
vi de la estrella alientos estivales,
y morir cuando más resplandecientes.


Rioja, soneto 18.                




339-2-3:


Y el crucero las horas señalando [...]


El crucero o la constelación más comunmente llamada Cruz del Sur, famosa, no sólo por su sin igual belleza, como porque era la que guiaba en lo antiguo el rumbo de los navegantes españoles, hecho que recuerda Mendoza Monteagudo en las Guerras de Chile, C. X, p. 239:


Tomando por la Cruz la nueva altura [...]


Así describe Agustín de Zarate esa constelación: «Y asimismo se paresce un crucero con tres estrellas que tras él andan, que por todas son siete, a la manera de las siete estrellas que rodean nuestro norte, que los astrólogos llaman Trion, y están puestas al compás de las nuestras, sin diferir más de que las cuatro que hacia el mediodía hacen cruz están más juntas allí que en nuestro polo». Conquista del Perú, p. 485.



339-2-6; 451-2-6:


Visto cuánto la oferta la obligaba [...]



Con palabras de amor los obligamos [...]


Obligar, en su valor de «ganar la voluntad de uno con beneficios o obsequios». «Pero debe advertirse que obligarcon semejante significación, dice Baralt, sólo se usa por lo común en tiempo pasado».