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ArribaAbajoCanto Trigesimoquinto

565-1-1:


¿Qué cerros hay que el interés no allana
y qué dificultad que no la rompa?


Advierte Rodríguez Marín, Don Quijote, t. IV, pp. 122-123, reiterando la observación que había hecho al comentar otro pasaje en aquella obra, que «en los siglos XVI y XVII era muy frecuente el uso del presente de indicativo por el de subjuntivo», a propósito de haber escrito Cervantes: «Perdóname, niña, que te despierto»; y a los ejemplos de este uso ajenos al Don Quijote que había citado anteriormente, añade uno de Santa Teresa y éste de Ercilla.



  —415→  

566-2-2:


Golfos profundos, mares no sulcados [...]


Enseña el léxico que sulcar es anticuado: hoy se dice surcar.



566-3-8:


Las palabras que dijo fueron tales [...]


Por efecto del hipérbaton, tales parece revestir en este verso la fuerza ponderativa, que afecta en frases en que ese adjetivo se emplea para engrandecer o empequeñecer; pero no es en verdad así; pues, deshaciéndola transposición, queda la oración: «tales fueron las palabras que dijo», esto es, las que van a leerse. Lo mismo acontece en el siguiente ejemplo:


Comienza a les decir palabras tales:
¡Oh Xiloes [...]


Rufo, La Austriada, C. XXII, h. 394 v.                




567-2-7:


Donde os tienen los hados a la entrada [...]


Entendemos que entrada no significa aquí el llegar allí, sino que está empleada en su valor de expedición militar, revistiendo así la preposición a el valor de por.



567-3-7:


En larga retahila y ordenada [...]


Es curioso observar que, al paso que hila, como ya lo vimos, ha perdido su forma primitiva, para convertirse en fila o hilera, se conserve en el uso corriente su compuesto retahila.



568-1-3:


Pañetes cortos de cordel ceñidos [...]


Pañetes, en plural, tiene el significado de ciertos calzoncillos cortos de que usan los pescadores y algunos obreros para no trabajar desnudos y presentarse con honestidad.

«En estas fiestas se dedicaban los muchachos incas y les ponían las guaras o pañetes». Acosta, II, 75.



568-3-1:


Fuimos luego sobre ellos, recelando [...]


Sobre por contra es muy común en los clásicos y hoy mismo se usa: «[...] apenas hubo caído, cuando fue sobre él el estudiante [...]» (Quijote, parte I, capítulo XXII, pág. 302, ed. Rivadeneyra). «[...] como él los vio en hábito de moros, pensó que todos los de Berbería estaban sobre él [...]» (Id., id., cap. XLI, página 373).


«Fuimos sobre vos, señora,
para engendrar el nacido,
más gente que sobre Roma
con Borbón, por Carlos Quinto».


Quevedo.                




569-1-7:


Y contagión del aire no consiente [...]


Contagión, femenino, derivado del latín contagio, onis, vale para el léxico lo mismo que contagio, masculino y derivado también de la otra forma latina contagium, ii.

Así se solía escribir también defensión. Oviedo, Sumario, p. 485, y ofensión: «Indignado de las ofensiones que contra su Divina Majestad habían cometido [...]». Calvete, Vida de Gasca, I, 262.



569-4-1:


En esto, de un fardel de ovas marinas [...]


Las ovas son ciertas yerbas que sobrenadan en el agua. Es posible que en este caso, por no decir seguro, se trate de nuestro cochayuyo.

Ejemplos del uso de esta voz: Cervantes, Viaje al Parnaso, cap. V:


Cuatro delfines, cada cual bizarro,
con cuerdas hechas de tejidas ovas
se tiraban con furia y con desgarro.



De sauces coronado y de un vestido,
de las ovas tejido mal cubierto [...]


Garcilaso, Égloga II.                


Alcázar, en figura elegantísima dijo:


[...] y a punto puesto el claro río,
todo de ovas vestido y verdes cañas,
sobre la playa habló desta manera [...]


Luis Martín (Flores de poetas ilustres, p. 127):


Y a tierra sale de su albergue undoso,
vestido el cuerpo de ovas y rocío [...]


En la Vida es sueño, de Calderón de la Barca, dice Segismundo:


Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira [...]


Don Andrés Bello, en su imitación de la oda O navis!, de Horacio:


Y ya, padrón infausto
que al navegante asombra,
en un desnudo escollo
está cubierta de ovas.


Mal efecto nos hace, en cambio, el ovoso empleado en la elegía citada:


Se entraron por las linfas
al sitio ovoso de las rubias ninfas.


Alcázar, Poesías, pp. 230 y 231.                


Y peor aún ovas en la siguiente comparación de Oña (Arauco domado, IX, 226):


Mediante aquel color de sus cabellos,
tan verde, que las mismas ovas dellos
debieron de tomar su verde fino [...]


¡Cabellos verdes! ¡Ovas de los cabellos! ¡Es demasiado!



569-4-5:


Carne seca de fieras salvaginas [...]


Salvaginas usado aquí como adjetivo. En su forma de sustantivo se empleó generalmente, v. gr., en estos ejemplos de Cieza de León (Crónica del Perú, pp. 379 y 439): «[...] es muy fértil y abundante la tierra   —416→   destos indios y muy proveída de puercos y de dantas y otras salvaginas». «[...] puédese tener ser verdad lo que dicen de haber en ellas muchos animales, así como osos, tigres, leones, dantas, puercos y gaticos pintados, con otras salvaginas muchas [...]».



569-5-3:


La gran selvatiquez y rustiqueza [...]


Rustiqueza, como antes dijo, altiveza, estréchela.


La fiera que en la jaula está encerrada
por su selvatiquez y fuerza dura [...]


Cervantes, Numancia, p. 381.                




570-2-7:


Puesto un rato a pensar, afirmó cierto [...]


Cierto, por ciertamente, o de cierto, que decimos hoy, de que en la Primera parte se encuentra una sola muestra (278-2-1), pero que se repite con alguna frecuencia en las restantes, y que era antaño de uso muy común.

Zapata, en su Carlo famoso, hoja 60 vlta.:


Pero supimos cierto, cómo uñidos
estaban dos a dos y ciento a ciento [...]


MORANDRO
Y porque lo entiendas cierto
y cuánto tu amor merezco,
ya yo, señora, perezco,
y Leoncio ya está muerto.

Cervantes, Numancia, jorn. III, esc. I.                



Supiera cierto, al fin, de tu belleza,


dice uno de los poetas (Antonio de Caso) que figuran en las Flores de Espinosa, p. 198.



570-3-8:


Una prática lengua y fida guía [...]


Así se decía siempre antaño, por intérprete. Véase este ejemplo de Cervantes (Don Quijote, I, 206): «[...] mas el quinto condenado le sirvió de lengua y dijo [...]»; de donde, como ya lo vimos, salió tomar lengua.



571-3-4:


Máchinas levantadas y quimeras [...]


Machinas, por máquinas, según solía escribirse antaño, y así está en todas las antiguas ediciones.



571-5-2:


Siempre más arcabucos y breñales [...]


De Breña se formó breñal, «por manera que breñas, como observa Covarrubias, serán los matorrales de tierra inculta, desigual, y lo que comúnmente llama la gente del campo maleza». De breñas usó Cervantes: «Todos esto miraban de entre unas breñas Cardenio y el Cura [...]». Don Quijote, III, 95. Y Valbuena en El Bernardo, lib. IV:


Por breñas y quebradas escondidas [...]


Breñales dijo también Pedro Cieza de León (Crónica del Perú, p. 420): «Mas agora, como haya tan pocos indios como he dicho, todos los campos están por labrar, hechos florestas y breñales [...]».

Hubo en Chile en la época de la colonia un poeta que usó esa voz tal como aparece en La Araucana:


El otro entre malezas y breñales,
de pardo sobre verde recamadas,
mostraba en forma bien de excelsa cumbre
del alto Catiray la pesadumbre.


Monteagudo, Guerras de Chile, C. IX, p. 181.                




572-1-4:


Los árboles midiesen el altura [...]


Ya hizo notar Bello (Gramática, cap. XIV) que en tiempos de Cervantes se acostumbró emplear el por la, aun antepuesto a voces que comienzan por a no acentuada, diciendo, por ejemplo, el alegría. Parecerá ocioso presentar comprobantes de este uso frecuentísimo en los escritores de antaño, destinado, en la mayoría de las veces, a evitar que se pecase contra la eufonía. Conocidísimos son los siguientes versos de Garcilaso y de Fray Luis, En La Araucana, no faltan casos, sin embargo, en que por las exigencias de la rima hubo de omitirse tan recomendable práctica. Así, el poeta tuvo que decir en el Canto XVIII:


Hierve y crece allí la agua detenida.



Rayaba de los montes el altura [...]
Traspasa el alta sierra [...]


El doctor Andrés de Perea (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 445):


Que el ambición levanta tempestades.


Y escribiendo en prosa el P. Acosta decía: «Es tierra sana y la más poblada de Indias y más rica por el abundancia de ganados». I, 165.



572-5-6:


Desmayaba la fuerza y el aliento [...]


Desmayar, usado aquí como transitivo; de tal uso cita Cuervo el siguiente ejemplo de Santa Teresa: «Como una persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece se queda suspendida en aquellos divinos brazos». Concep., 4.

Hay que notar también en este verso, el empleo del verbo en singular, que lleva por sujeto «el bien dudoso y daño indubitable» del precedente.



572-5-7:


Cortando un dejativo sudor frío [...]


«Dejativo, va. (De dejado). adj. ant. Perezoso, flojo y desmayado». Dic. de la Academia, copiándolo del de Autoridades, el cual trae dos ejemplos del uso de esa voz, uno de ellos este: «Después del sueño largo, quedan los cuerpos dexalivos, perezosos, bostezadores, pesados, inmobles». Zabaleta, Teatro del hombre.



573-1-5:


Y los fuertes opuestos contrastando [...]


Adjetivo, es este opuesto, sustantivado, que significa impedimento, dificultad, y no se halla considerado en el léxico en tal carácter.



573-1-7:


Que el valor más se muestra y se parece [...]


  —417→  

Parecerse, usado como reflexivo, y así dijo Cervantes (Galatea, p. 64): «A la luz de las furiosas llamas se vieron relucir los bárbaros alfanges y parecerse las blancas tocas de la turca gente [...]». Y en nuestros días el doctísimo don Aureliano Fernández Guerra en su Ruiz de Alarcón, p. 75: «[...] insufrible [frío] si no lo remediasen las ventas y posadas con muy grandes fuegos y mucha leña, bien provistas de comestibles, que por allí se parecen».


Esperanzas inciertas, engañosas,
tesoro que entre el sueño se parece;
bien que no tiene en sí más que la sombra [...]


Cetina, Obras, I, 149.                



Tu nombre resonar se oirá contino
en cuanto el sol hermoso se parece [...]


Rufo, La Austriada, XXIII, 417.                


El P. Acosta, hablando del demonio: «y bien se parece quien él era».



574-1-1:


Luego, pues, en un tiempo arrodillados [...]


En un tiempo, frase que, según entendemos, vale, a la vez que a un tiempo, juntamente, que la acción denotada se ejecuta con rapidez. Hállase en Don Quijote (P. I, cap. 8): «El decir esto y el apretarla espada y el cubrirse bien de su rodela y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo [...]».



574-2-4:


El desmayado, el flaco, el deshambrido [...]


Deshambrido, voz que constituye una excepción a aquellas formadas con des, partícula correspondiente a la preposición latina dis, que denota casi siempre negación, como desdichado, desconsolado. Un ejemplo de su verdadero valor nos ofrece muy a las claras Cervantes en el siguiente pasaje de su Galatea, lib. III, p. 108:

ORFENIO
No al gusto le es sabrosa
así a la corderuela deshambrida
la yerba, ni gustosa
salud restituida
a aquel que ya la tuvo por perdida:
como es a mí sabroso
mostrar en la contienda que se ofrece
que el dolor riguroso
que el corazón padece
sobre el mayor del suelo se engrandece.

Volvió Cervantes a emplearla misma voz en la Numancia, jorn. III, esc. I:

CIPIÓN
Si estando deshambridos y encerrados
muestran tan demasiado atrevimiento,
¿Qué hicieran siendo libres y enterados
en sus fuerzas primeras y ardimiento?

Barco Centenera usó, en tres pasajes de la Argentina, de esa voz (hoja 83):


En mano de los lobos deshambridos [...]



Paréceme que queda como oveja
a lobos deshambridos entregada [...]



Desnudo, desarmado y deshambrido,
cansado de remar, está dormido.




574-3-3:


Hallamos la frutilla coronada [...]


«La que llaman frutilla en Chile tiene también apetitoso comer, que cuasi tira el sabor a guindas, mas en todo es muy diferente, porque no es árbol sino yerba, que crece poco y se esparce por la tierra, y da aquella frutilla, que en el color y granillos tira a moras, cuando están blancas por madurar, aunque es más ahusada y mayor que moras. Dicen que en Chile se halla naturalmente nacida esta frutilla en los campos». Acosta, I, 234.

«Llámale puerto Insigne, así por la seguridad que en él tenían los navíos, como por la amenidad de los campos, sembrados todos de regaladas frutas, que según la descripción que de ellas hace, debe de ser la que en Chile llaman frutilla y en Italia frauli». Ovalle, I, 65.

Coronada, porque, en efecto, el tallo en que está sujeto el fruto y que en parte lo envuelve, afecta la forma de una corona en su remate.

Llámase en botánica Fragaria chilensis.

«Son frutas que desean ver allá mucho los criollos, por lo que les son alabadas de los que de acá van a aquellas partes, y por ver si hacen ventaja a sola una fruta que tienen de consideración, original de aquella tierra, por extremo vistosa, sabrosa y olorosa y sana, aunque algo flemosa, a la cuál se hace agravio con el diminutivo nombre que le dan, llamándola frutilla, por ser, como es, de tanta excelencia, que puede muy bien competir en bondad con la más regalada fruta de España, cuya forma es de hechura de corazón; en grandeza son las más viciosas, y de jardines como huevos pequeños comunes, y las más desmedradas campestres, como nueces de todos tamaños; el color, tienen unas blanco y otras rosado, y otras el uno y el otro. De comer son ternísimas, que se disuelven o deshacen en la boca, y a la digestión fáciles. No tiene esta frutilla corteza o cáscara que quitar, su superficie es unos puntos relevados a semejanza de madroños, pero no de su aspereza, porque son ternísimos y suaves; y, finalmente, digo que no tienen hueso ni pepita ni cosa que desechar, y así se come, esta fruta entera, que cada una es un proporcionado bocado. Los indios hacen della vino, y curándola al sol, pasas, que son de buen comer. Nace esta fruta de una humilde yerbezuela que se planta para muchos años, a cuyas posesiones llaman los nuestros frutillares.

»He especificado esta fruta, tanto por su excelencia cuanto por ser sola natural de aquella tierra; porque, aunque hay una murtilla y otra que se llama maque, menudas frutas, y otras sus semejantes, no son para que se haga memoria dellas.

»No comparo esta frutilla a otra fruta de España, en lo que toca a su regalado sabor, porque no todas las frutas sufren en esto apropiada comparación, así como no se podría decir que la camuesa tiene el gusto del melocotón, ni hay otra que sea con otra en ello semejante». Nájera, Desengaño, etc., p. 23-24.



  —418→  

574-3-4:


Que produce la murta virtuosa [...]


El molle, escribe el P. Acosta, I, 260, «es árbol de mucha virtud».

Antonio de Herrera, a quien copió el P. Ovalle (I, 99) nos va a decir, lo que es esa fruta y en qué consisten las cualidades que tiene que la hacen virtuosa.

«Hay un género de fruta de árboles montesinos que se crían desde los treinta y siete grados arriba, en las cuales tierras generalmente las comen, y la llaman uñi, y los castellanos dicen murtilla: es colorada y como una pequeña uva, mayor que garbanzos remojados: su hechura y color es como una granadita, su ollejo y sabor agradable como de uvas, sus granillos como los del higo, que no se sienten al comer; su complexión caliente y seca; de ella, se hace vino, que es mejor que todos los brevajes, aunque sea el de palmas de la India Oriental, la cidra, la aloja, ni la cerveza, ni cuantos medicinales escribe Andrés de Laguna. Este vino es claro, sutil, caliente y agradable al gusto, provechoso al estómago, consume los humos de la cabeza y su calor calienta las orejas, sin subir más arriba, y el estómago, echando el frío fuera; ayuda a la gana de comer y no la quita jamás, no da pesadumbre a la cabeza ni al estómago, sufre otra tanta cantidad de agua como vino. Los que lo han gustado lo loan en sabor y color tanto como el de uvas: su color es dorado y muy claro y tan suave como el vino de la Ciudad Real. Plácese poco, y así se gasta dentro de ocho meses; y por esto no se sabe cuánto puede durar añejo: beneficiase con tanto cuidado y limpieza como el de uvas, tarda en hervir entre sí y sin fuego cuarenta días, hace asiento de lo superfluo y lo liviano lo despide por la boca de la vasija, y por eso se tiene cuidado de espumarlo cómo va hirviendo, y luego se trasiega en otra vasija. Claro y hecho vinagre, tiene mejor sabor que el de uvas y mejor color, porque lo hereda de la fruta de que se hace, que es muy olorosa y suave». Hasta aquí este autor, de donde se colige que la tierra tenía de suyo buen vino.



574-3-7:


Que el celeste maná y ollas de Egito [...]


No vamos aquí a tratar del pasaje de la historia bíblica a que alude esta comparación, de todos conocido, sino de la licencia poética que envuelve la palabra Egito, derivada, nos parece, de la dificultad de la rima en su forma íntegra. Otros escritores usaron también de ella. Así, Baltasar del Alcázar, Poesías, p. 248, dijo:


Dar al mundo finiquito
de sus placeres y enojos,
sin revolver más los ojos
sobre las ollas de Egito.




574-5-5:


Quien huye al repartir la compañía [...]


Compañía, régimen de huye: Quien huye la compañía...






ArribaAbajoCanto Trigesimosexto

577-1:

El concepto contenido en esta estrofa, que Ercilla encontró en el Ariosto, pudo, en verdad, decirlo por lo que su propia observación le enseñó. A continuación se verá que Cervantes, que también había visto mucho, repitió otro tanto.


Quien anda extrañas tierras y partidas
cosas vee que no cree dellas ausente:
que dichas no le son después creídas,
y queda mentiroso y no prudente,
ni son del vulgo bárbaro admitidas
si no las vee y toca claramente:
do, estimo yo que la poca experiencia
hará a mi canto dar menos creencia.
Poca o mucha que tenga, yo no quiero
con el vulgo entender, así lo aclaro [...]


Urrea, Orlando furioso, C. VI. p. 49.                


«Casos y cosas suceden en el mundo que si la imaginación, antes de suceder, pudiera hacer que así sucedieran, no acertara a trazarlos, y así muchos, por la raridad con que acontecen, pasan plaza de apócrifos y no son tenidos por tan verdaderos como lo son, y así es menester que les ayuden juramentos, o a lo menos el buen crédito de quien los cuenta; aunque yo digo que mejor sería no contarlos, según lo aconsejan aquellos antiguos versos castellanos, que dicen:


»Las cosas de admiración
no las digas ni las cuentes,
que no saben todas gentes
cómo son».


Persiles, lib. III, cap. 16.                




578-4-5:


Toda comodidad y aviamiento [...]


Aviamiento lo da el léxico como anticuado; corresponde a avío.



579-5-6:


Tierra que pareció cómoda estanza [...]


  —419→  

Estanza, anticuado; dícese hoy estancia.


Y allí, de miedo ajeno,
corrí cual suelta cabra, y se abalanza
con el fogoso trueno
de su cubierta estanza,
y sigue de sus odios la venganza.


Fernando de Herrera, «Oda a D. Juan de Austria».                


Don Luis de Góngora (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 240) :


Ponga, pues, fin a las querellas que usa,
pues ni quejarse ni mudar estanza
por pico ni por pluma se le veda.


En el Arauco domado de Oña, ocurre dos veces. He aquí una de ellas (C. XIII, p. 341):


Que yo me voy al sótano y estanza
de do podrá sacarme la venganza.



Con el fuego exequial en cada estanza,
al triste son de endechas lastimeras [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. VI, p. 121, y C. X, p. 207:


Si no se cumple luego mi deseo,
haré al Pillán que os eche de esa estanza [...]




580-1-8:


Sin rescate, sin cuenta ni medida [...]


La voz rescate es de uso frecuentísimo en los escritores chilenos de la época de la colonia. Ercilla la ha empleó sólo esta vez, en el sentido de que lo que dieron los indios fue sin recibir nada a cambio. En tal sentido se habla de cosas de rescate. «[...] y a los principales y a los demás que trujeron bastimentos les dio rescates [...]». Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios, etc., p. 573.



581-5-3:


Otras fui torno a torno rodeando [...]


A o en torno, es modo adverbial, dice el léxico, que vale alrededor; pero no registra esta frase de Ercilla, que es más expresiva aún.



581-5-4, 5:


Cercado de domésticas barquillas,
de quien me iba por puntos informando [...]


En tiempo de Ercilla, y aun mucho más adelante, el quien era invariable y podía reproducir nombres de cosas no personificadas (Vide Bello, Gramática, 329, y nota págs. 53-4).

Agréguese también que era no menos corriente escribir quien por quienes. Cosas son estas bien sabidas y que comprobaremos con sólo tres ejemplos del príncipe del habla castellana; así: «[...] que vienen a formar cuatro largas y apacibles calles, a quien hacen pared de todos lados altos e infinitos cipreses [...]». Galatea, lib. IV.


«¿Quién son, le repliqué, si es que te es dado
decirlo?» [...]
Por vida de Lanfusa la discreta,
que si no se me dice quién son éstos
togados de bonete y de muceta [...]


Viaje al Parnaso, cap. VII.                




582-1-1:


Pues otro día que el campo caminaba [...]


A pesar de que ya indicamos (168-5-1) el valor de otro en casos como el presente, que vale al otro día, al día siguiente, se hace indispensable repetir tal observación, por cuanto se trata de una relación cronológica, cuyos dictados deben precisarse para no hacer inducir en error en un punto histórico.



582-3-3 a 5:


Tenía (según razón) por imposible
poder llegar en salvo un hombre vivo:
quedar allí era cosa incompatible [...]


Según, como preposición, «conforme o con arreglo a», sin necesidad de suponer una elipsis: según nos enseña la razón; tal como se dice, citando el ejemplo del léxico: según arte.

El concepto expresado en el segundo de estos versos es redundante en los términos en salvo y vivo; con uno de ellos hubiera bastado, puesto que, muerto, no podía llegar en salvo: y para llegar en salvo, tenía que estar vivo.

Incompatible con quedar con vida, debe entenderse; pues la incompatibilidad supone dos cosas que se oponen recíprocamente.



583-1-8:


Volviendo atravesar la furiosa agua.


Falta la preposición a, por ir seguida de palabra que comienza con la misma sílaba, conforme al uso de antaño, pero que hoy debe suplirse.



583-3-6:


Sobre mil y quinientos, por Hebrero [...]


Hebrero, por Febrero, se decía antaño, como en este refrán que trae el Comendador Griego: «Hebrero corto con sus días veinte y ocho; quien bien los ha de contar, treinta le ha de echar».



584-2-2:


Y la celeridad del juez fue tanta [...]


Celeridad, que vale aquí apresuramiento, como ya se dijo tratando de acelerado., todavía con el valor, en este último caso, de atolondramiento, arrebato; pero, más que por eso, hay que llamar la atención hacia esa voz donde aquí se la ve empleada, porque en algunas ocasiones se ha cambiado por severidad, cual ocurre, por ejemplo, en la edición académica, en la que aparece correctamente en el texto del poema y en la Ilustración IV (p. 425 del tomo II) en esa última forma.



584-2-3, 4:


Que estuve en el tapete, ya entregado
al agudo cuchillo la garganta [...]


Al tratar don Adolfo de Castro del empleo que Garcilaso de la Vega había hecho del plural por el singular, trae a colación esta concordancia de Ercilla, en la que, según se ve, entregado debió ponerse en femenino, puesto que alude a garganta, y observa, con tal motivo, que este modo de decir «es uno de los más elegantes y usados por los buenos   —420→   escritores», citando en comprobación, los siguientes ejemplos:


Desnuda el pecho anda ella [...],


dice Góngora, en vez de desnudo.

En otra poesía repite y aumenta dicho autor el mismo giro:


Desnuda el brazo, el pecho descubierto.


Herrera en su «Canción a D. Juan de Austria»:


Febo, autor de la lumbre,
cantó suavemente,
revuelto en oro la encrespada frente.


Dice Martínez de la Rosa, Anotaciones a la Poética: «Todo cuanto contribuye, sin traspasar los límites de la lengua, a distinguir el habla poética de la prosaica, contribuye al mismo tiempo a dar nobleza y elevación a la poesía. Así, por ejemplo, ésta consiente alguna, vez la supresión de artículos o de partículas que no son absolutamente indispensables, pero que no por eso se atrevería a suprimirlas un autor demasiado encogido o pusilánime».

»En una bellísima canción de Gil Polo, dice este, aludiendo a Hipólito:


»De aquel desdeñoso Alnado,
orilla el mar arrastrado
visto aquel monstruo marino [...]


»en lugar de valerse del modo de decir ordinario: a la orilla del mar, o a orillas del mar. Aun más osada es la locución de Góngora, pintando el estado de la apasionada Angélica:


»Desnuda el pecho anda ella [...]».


«Antes digo planto que lloro; antes tapete que alhombra [...]; antes presto que aína [...]». Mayáns, Diálogo de la Lengua, p. 112.

Ducamin considera esta construcción como «un puro latinismo, o, más bien, un helenismo, que Ercilla encontró en los autores latinos»: que ocurre con frecuencia y es calificada de elegancia, añadiremos nosotros.



584-2-7, 8:


Que fue sólo poner mano a la espada,
nunca sin gran razón desenvainada [...]


De nuevo ocurre aquí poner mano, de que ya se trató. En el segundo de estos versos hay manifiesta alusión al célebre mote de aquellas espadas que llevaban grabadas estas palabras: «No me saques sin razón, ni me envaines sin honor».



584-4-4:


Asaltos y batallas aplazadas [...]


Aplazadas en su primera acepción de «convocar, citar, llamar para tiempo y sitio señalado», sobre cuyo uso es necesario insistir, puesto que en Chile sólo la acostumbramos en el sentido de diferir o postergar.

D. GARCÍA
Según al aplazado sitio
donde don Juan me aguardaba
con su espada y con sus celos,
que son armas de ventaja.

Ruiz de Alarcón, La verdad sospechosa.                


En la comedia Algunos hechos de D. García Hurtado de Mendoza, obra de los nueve poetas que colaboraron para ella:


La batalla está aplazada.


«Y otro pone un cartel de torneo mantenido a pie, con trompetas .y atabales, fíjale en las puertas de Palacio, llega el aplazado día: sale con gran acompañamiento y lindas y lucientes armas, métese en la estacada; desde la mañana está todo el mundo a mirarlo, cuajada la plaza de gente y de damas y de los reyes de Bohemia llenas las ventanas». Zapata, Miscelánea, p. 482.


[...] o ya sean encuentros aplazados
o muchas veces puestos en acechos,
de cualquiera manera son osados [...]


Castellanos, Hist. del N. R. de Granada, t. II, p. 263.                


Gaspar de Villagra (Conquista de Nueva México, hoja 71):


Pues como expuesto todo lo tuviesen
para el tiempo aplazado que les dieron [...]


No deja de ser curioso el siguiente ejemplo que nos ofrece el Arauco domado, en que parece convenir a las dos acepciones a la vez:


¡Cuán bien contado, Rengo, te estuviera
si se la hubieras dado al dueño mío,
para que el aplazado desafío
hallándose con vida se cumpliera!




585-1-1:


Y en un grueso barcón, bajel de trato [...]


Hace falta en el léxico este aumentativo de barco, así como existen lanzón, de lanza, y lanchón, de lancha; tanto más, que en la náutica parece revestir un significado especial, algo especificado ya por el calificativo con que aparece en el verso citado, «bajel de trato», el que se dedica al comercio, para distinguirlo del que sirve para usos militares. Hallámosle empleado por Lope de Vega en el Canto III de La Dragontea:


Van y vienen esquifes y barcones [...]




585-2-8:


Mas de para morir juntos a una [...]


Observa Suárez que en ocasiones el relativo que tiene el carácter de artículo y es sustituido, o por lo menos equivalente a de; sobre lo cual, entre otros ejemplos, cita éste de Ercilla:


No somos en el mundo provechosos
mas de para decir consejos vanos,


en el que de sustituye a que (Pág. 154).

A una, modismo que vale a la vez, y unidamente, juntamente. Cervantes usó de una: «[...] para dejarnos caer de una sobre el reino de Candaya [...]». Don Quijote, P. II. cap. 41.



585-5-3:


Traté y comuniqué varias naciones [...]


Comunicar, usado como verbo activo, y de este uso, que hoy es mucho menos frecuente que antaño,   —421→   abundan ejemplos. Véase este de Don Quijote: «[...] y casi en nuestros días vimos y comunicamos y oímos al invencible y valeroso caballero [...]». P. I, cap. 13.



586-2-6:


Y cómo al fin quedaron conformados [...]


Conformes, que diríamos hoy: «Conformar, ser de un acuerdo y de una voluntad». Covarrubias.

Observa Cuervo que el participio conformado es raro verlo usado, tanto, que no trae otro ejemplo que éste de Ercilla.



586-4-3:


Y la inquieta Francia ocasionada [...]


«De desdichas ocasionadas». Así se intitula uno de los cuentos que trae Zapata en su Miscelánea (p. 196) que comienza así: «También no hay desdichas que no vengan por ocasionados desastres».


No te ocasionan tan ilustre fama
bélicos triunfos, no civil gobierno [...]


Jáuregui, La Farsalia, P. I, hoja 226.                



El día siguiente entró por esa sierra,
de una ligera caza ocasionado [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 209.                



[...] y nada se sabía del suceso,
de que no se tenía buen concepto,
porque en caminos tan ocasionados
a lo peor se van las presunciones.


Castellanos, Hist. del N. R. de Granada, t. I, p. 59.                


Y en nuestros días empleada por Fernández Guerra (Ruiz de Alarcón, p. 239): «Suelen comenzar [los satíricos] por atreverse a la despreciable mujercilla, que no amparan rufianes valientes y matones; o por burlarse de la casta y ocasionada mujer que tiene la desgracia de salir a público teatro».



586-5-6:


En este grande golfo me ha metido [...]


«[...] En vulgar castellano siempre entendemos golfo por mar profundo, desviado de tierra, en alta mar, que adoquiera que extendamos los ojos no vemos más que tierra y agua». Tomado aquí en sentido metafórico, o sea «engolfarse uno en negocios, cuando son tantos y tan pesados, que no hay hallarles, como dicen, pie». Covarrubias.






ArribaAbajoCanto Trigesimoséptimo

589-1-3:


Y el derecho del reino lusitano [...]


Hace notar Cuervo que derecho con genitivo objetivo es raro verlo empleado como en este verso y en el siguiente ejemplo que presenta Ribadeneira, Cisma, I, 30: «[...] y había perdido, el derecho del reino [...]».



589-1-8:


A los parientes pechos arrojadas [...]


Parientes, usado aquí como adjetivo, ejemplo que siguió Pedro de Oña en su Aranco domado (Canto XVI, p. 517):


Contra el pariente pueblo batizado [...]




590-2-4:


Y la ambición sin término termina [...]


Juega aquí el poeta del modismo sin término, contraponiéndolo a termina, en frase que nos parece un tanto alambicada. Del modismo hay ejemplo en autor clásico; así, Torres en su Filosofía moral, libro 9, cap. 6 (citado por Mir, Hispanismo y Barbarismo, II, p. 796) dijo: «Es atrevido sin término».



590-4-1 a 4:


Que así como tenemos profesada
una hermandad en Dios y ayuntamiento,
tanto del mismo Cristo encomendada
en el último eterno Testamento [...]


«Unus est Magister vester, omnes autem vos fratres estis. Et patrem nolite vocare vobis super terram; est enim Pater vester, qui in coelis est». San Mateo, XXII, 8-9.

El «último eterno Testamento» es el discurso de Cristo en la Cena, que se lee en San Juan, capítulos XIII, XVII.

«Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor [...] Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado [...]». Joan, XV, 9 y 12.



594-1-6:


Hace al príncipe odioso y desamado [...]


El poeta había hablado antes (566-1-4) de desamar.

Desamado significa aquí y, en general, tanto como aborrecido.

Fernán Pérez de Guzmán, en su libro de las Generaciones y semblanzas, pintando al condestable de Castilla don Ruy López de Ávalos, dice: «Hizo en la guerra de Portugal notables actos de caballerías; pero después, por mezcla de algunos que mal lo querían, e porque comúnmente los reyes, desde que son hombres, desaman los que cuando niños [...]».

  —422→  

El maestro Juan de Ávila en carta a una señora afligida , le decía: «Antes porque las ama, y por no quitar de ellas su amor, por eso [Dios] las castiga, y mientras más castigadas, mayor prenda les da de que no las desama [...]».

«Bartolomé Hurtado, que era muy allegado y favorecido de Vasco Núñez, presumía con su favor de maltratar a los otros que no tenían de sí menor estima y presunción, por lo cual era a todos o a los más muy odioso, y por él desamaban al Vasco Núñez [...]». Las Casas, III, 100.


Y el que lo hermoso en el suelo
desama y echa por tierra,
desechado sea del cielo,
y no le sufra la tierra.


Cervantes, Galatea, lib. I, p. 35.                


El príncipe de los ingenios españoles parece que al emplear desamado en los dos pasajes siguientes, también de aquella su obra, no le quiso dar tanta fuerza: «[...] y entre los que a los demás se aventajaron fueron el triste Orompo, y el celoso Orfenio, el ausente Crisio, y el desamado Marsilio [...]». Id., 97.


Pero, bien considerado,
mal podrá tener paciencia
en la amorosa dolencia
un celoso desamado.



Agora que la vida ya os desama
querréis que nos mostremos compasivos?


Rufo, La Austriada, XXI, 379 v.                


Hemos insistido un tanto en el desarrollo de las citas de desamar, tanto porque en Chile es, puede decirse, del todo desconocido, como porque no aparece en el Diccionario de Cuervo.



594-2-7:


Y el ver al malhechor puesto en el palo [...]


En el palo, como antes había dicho al pie del palo, que vale horca.



596-1-6:


Con que informe mi pluma, que se atreve [...]


En Chile se conoce por demás el uso de informar aplicado al foro; pero su valor propio es el de enterar, «dar noticia de una cosa», acepción en que lo empleamos apenas, y debe generalizarse.

Habla Cervantes en su Numancia, jornada II, escena II, de la invocación que a Plutón bacía Marquina para que saliese el alma del cuerpo de un numantino que estaba enterrado, y dice:


Y pues ha de salir, salga informada
del fin que ha de tener guerra tan cruda [...]


«Dio a entender profesaba aquel género de moral filosofía, que, hambrienta y desnuda, desde los rincones reforma el mundo, informa las costumbres y en todo descubre defectos». Suárez de Figueroa, El Pasajero, hoja 86 v.

Y Mendoza Monteagudo en sus Guerras de Chile, C. X, p. 221, hablando de una lluvia torrencial y repentina:


Mostrando que informada de Dios iba,
dando placer acá y allá congoja,
a los cuarteles bárbaros se arroja.




596-5-4:


Todos los contrapuestos tropellaba [...]


Contrapuestos, participio de contraponer, usado aquí como sustantivo, tal como antes dijo opuestos, sustantivando estas voces, y en tal valor no figuran en el léxico.



598-1-4:


Desnudo de interese y pretensiones [...]



Tratose luego un pleito de interese [...]


Barahona de Soto, La Angélica, C. XI.                


Pudiera creerse que interese es forma poética de interés, pero es simplemente anticuada, y, en tal forma, lo vemos empleado en escritos en prosa, v. gr., en la Miscelánea de Zapata, p. 108 : «[...] para vengarse de quien la ofende una república, poco interese es justiciar a un culpado y anticiparle la muerte algunos años [...]». En la Conquista del Perú, de Zarate (p. 528): «[...] pretendiendo con ello más particular interese, que el servicio de Su Majestad [...]».



598-5-8:


Mayor de edad y de mayor nacido [...]


De mayor nacido, es decir, de primogénito.



599-2-2:


Portan bastantes hombres declarada [...]


Había el poeta hablado ya antes (433-5-6) de un bastante cordel, en la acepción de suficiente, pero aquí reviste otra diversa, asumiendo, desde luego, su calidad de adjetivo, que vale competente, capaz, no considerada en el léxico.



600-1-1:


Así que, esto por él reconocido [...]


Así que, la frase conjuntiva de que habla Bello, equivalente a de manera que. «Entra, dice nuestro gramático, en la clase de conjunciones llamadas racionativas, y más específicamente consecuenciales, porque anuncian en lo que sigue una deducción o consecuencia de lo que precede»; definición que comprueba con este ejemplo de Cervantes: «Sé más de libros de caballerías, que de las súmulas de Villalpando; así que, si no está en más que en esto, seguramente podéis comunicar conmigo lo que quisiéredes».



600-3-8:


Sin querella aclarar ni declararse [...]


Querella, forma verbal por quererla, sobre la cual queda notó en 349-1-8.



602-1-5:


Mas el poblacho terco y obstinado [...]


Poblacho, en su acepción de populacho, es anticuado.



602-4-1:


Canten de hoy más los que tuvieren vena [...]


De hoy más, que corresponde al desde hoy más, empleado por Cervantes en Don Quijote, P. I, cap.   —423→   29: «[...] y así, podéis, señora, desde hoy más, desechar la malencolía [...]». Escribiríamos al presente: desde hoy en adelante, ciertamente con menos elegancia que en la frase ercillana.



602-4-8:


Que siempre ha dado en seco y en vacío.


El léxico registra las frases figuradas dar en blando, en duro y en vacío, definiendo esta: «no lograr el fin que se pretendía con una acción o un dicho». Como se ve, Ercilla refuerza aquí esa frase o hace de dos una, añadiendo en seco.



602-5-3:


Y en las bajas antárticas regiones [...]


Se aparta el poeta en esto de llamar bajas a las regiones del polo sur del común modo de expresarse, en que se alude siempre a la altura del polo; de tal modo, que hay que explicarse ese calificativo, como insinúa Ducamin, por la disposición en que siempre se colocan los mapas, dejando el norte a la parte de arriba.



602-5-5:


Climas pasé, mudé constelaciones [...]


Mudar, en la misma acepción en que decimos mudar casa o vestido. «[...] la ha movido a mudar religión», escribía Cervantes en Don Quijote, P. I, cap. 41.



603-1-1, 2:


¿Qué jornadas también por mar y tierra
habéis hecho que deje de seguiros [...]


No puede caber duda en que la aserción del poeta lleva envuelta la idea de pretérito: «dejé de seguiros»; idea que por la interrogación en que se halla, se traduce elegantemente y con vigor en el tiempo de subjuntivo: «dejase de seguiros».



603-3-6:


Los yermos despoblados no rompidos [...]


Rompidos, de la acepción figurada de romper, no consignada por el léxico, «hollar por primera vez, abrir senda», muy semejante, si no idéntica, a la que tiene en esta frase de Cervantes: «ya vais por esos aires, rompiéndolos con más velocidad que una saeta». Don Quijote, P. II, cap. 41.



603-4-2:


Del mozo capitán acelerado [...]


Alude a don García Hurtado de Mendoza. Véase lo dicho en la biografía de Ercilla.



604-1-2:


Me tenga así arrojado y abatido [...]


No es fácil de traducir con exactitud a cual de las acepciones de arrojar, declaradas en el léxico, corresponde el arrojado que aquí se halla: acaso la más próxima es la figurada que tiene en la frase «arrojar uno de sí», esto es, despedirle con enojo. Para Ducamin, no se halla consultada por la Academia.



604-2-1, 2:


Que el disfavor cobarde, que me tiene
arrinconado en la miseria suma [...]


Ya vimos (74-4-5) el valor de arrinconado en su sentido propio, en, el cual es anticuado, según el léxico de la Academia, aunque corriente aún en Chile, y aquí se nos ofrece ahora en el figurado, que vale «desatendido u olvidado»; en esa forma resulta sumamente expresivo y lo hallamos empleado por Cervantes: «[...] que en verdad que me podría examinar de maestro; sino que la corta suerte me tiene arrinconado». Rinconete y Cortadillo, ed. cit., p. 248. En Don Quijote (P. II, cap. 62) se habla también de «ingenios arrinconados».

Don Luis Zapata pintó de mano maestra como que parece que le hubiera tocado muy de cerca, lo que en tiempos de Ercilla se entendía por disfavor, según ya se vio en la biografía del poeta.


Trujome a muerte,
madre, un disfavor,
porque siempre celos
engendran dolor.
Desfavorecida,
vine a desdeñada,
cuanto ante encumbrada,
después abatida.


Romancero, Madrid, 1604, hoja 446 v.                


Disfavor, en el sentido que aquí lo emplea el poeta, vale lo que hoy se dice «caer en desgracia». Es voz que en Chile usó Pedro de Oña, Arauco domado, C. XV, p. 385, en sentido menos lato:


Mas no sé qué runrún y voz andaba
en contra y disfavor de su inocencia [...]




604-3-8:


Tantos años errada y destraída [...]


¿Quiso Ercilla recordar en este verso que había errado el camino de su vida, o debemos tomar esa voz como equivalente a lo que llamamos hoy errante? Para los que conocemos cómo se deslizó ella, no es posible admitir sino este segundo sentido, pues, al paso que no se divisa motivo alguno para estimar ni por un momento que se equivocara durante tantos años, como expresa, en el giro que le diera, sus dilatadas peregrinados por Europa y América justificarían de sobra que la llamara por tanto tiempo errante. Pero ¿acaso está bien dicho errada en este sentido?

Parece que sí, pues el léxico, entre las acepciones de errar, consulta la de «andar vagando de una parte a otra».

En cuanto a destraída, esta voz está perfectamente ajustada a la manera como se juntaba la partícula des con el verbo al cual se quería quitar su sentido original; pero, al paso que se conservó en algunos de estos compuestos, como desfigurada (que precisamente se dijo primitivamente disfigurado, haciendo a la inversa el cambio de dis por   —424→   des, que prevaleció al fin) destemplado, desusado, etc. Así con des, aparece en Don Quijote (V, 47, 51): «Esa Angélica -respondió don Quijote-, señor Cura, fue una doncella destraída, andariega y algo antojadiza [...]». «¿Qué quiere este mostrenco en esta casa? Idos a la vuestra, hermano: que vos sois y no otro, el que destrae y sonsaca a mi señor, y le lleva por esos andurriales».