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ArribaAbajoIlustración II

Retratos de Ercilla


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En la última página de la edición príncipe de la Primera Parte de La Araucana, impresa en Madrid en 1569, apareció el retrato de Ercilla, un grabado en madera o en plomo, dentro de un marco y en el óvalo central la figura del poeta, de medio cuerpo, de tres cuartos de frente, mirando a la izquierda, vestido con la armadura de guerrero, «con la barba crespa y cabello levantado y constantes ojos», según lo describía un amigo suyo que le trató en los postreros quince años de su vida, «dando muestra en él de caballero de animosa determinación y ajeno á todo temor»578. Estaba entonces en la plenitud de su vida, bordeaba los 36 años de su edad, de aspecto varonil ciertamente, de hermosa frente, boca pequeña y un tanto sentado de nariz, que, dándole cierta suavidad al rostro, le privaba, en cambio, del perfil de las líneas griegas. Ese retrato, -que es el mismo que sin retoque alguno, convenientemente aumentado para hacerlo compatible con el tamaño de la página, se ve al frente de nuestra edición del poema-, implicaba un adelanto notabilísimo en el arte tipográfico madrileño, pues hasta entonces jamás había aparecido alguno en los cuatro años que se contaban a que se había introducido en la coronada villa del oso y del madroño, y vino a servir de norma y modelo a las obras de otros poetas que vieron la luz en España y aun en América, como son, concretándonos a los que de cosas de ésta escribieron, las de Juan de Castellanos, Gabriel Laso de la Vega y Gaspar de Villagra, y en Lima a las de Oña y Carvajal y Robles. Pero revestía también otras anomalías con respecto a todos los posteriores que se grabaron: desde luego, su colocación en la última página del libro en que se veía, la falta del nombre de la persona a quien representaba, y, finalmente, la edad de ésta. Carecía, asimismo, de la firma del artista que lo grabara.

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Esta falta del nombre de Ercilla era, en verdad, un accidente que no podía dar lugar a dudas respecto a quien representara, pues estaba en la obra misma, pero en todo caso implicaba una omisión, que hubo de salvarse en la segunda edición de la dicha Primera Parte hecha en Salamanca en 1574 y que reproducimos aquí, ahorrándonos otro comentario, a no ser el de que por el desgaste de la primera tirada, se ve ya roto en él el extremo superior de la derecha del marco.