SECRETARIO.-
(Levantándose.) Si pareciese al tribunal,
leeré las resoluciones acordadas, antes de extenderlas en
debida forma.
(Los tres Presidentes indican consentir; y el
SECRETARIO
lee:)
«El cadáver de Marcos Querini, antiguo senador, muerto
con las armas en la mano a la cabeza de los traidores, será
expuesto al público en un cadalso afrentoso, entre las dos
columnas.»
«Por lo que respecta a Jacobo Querini, si acaso sobreviviese
a sus graves heridas, será degollado públicamente en
la plaza para terror y ejemplo.»
«Se pregonará la cabeza de Boemundo Thiépolo y
la de los demás prófugos; ofreciendo premios y
mercedes al que los presentare muertos o vivos; y si fuese alguno
de sus cómplices, indulto y perdón.»
«Se enviarán órdenes ejecutivas a los enviados
de la república y a los agentes secretos de Tribunal en
todas las naciones: donde quiera que se presentare Thiépolo
o alguno de los principales reos, se ejecutará la sentencia
de muerte contra ellos, o provocándolos a desafío
bajo cualquier pretexto, o por algún medio oculto; pero
cuidando luego de que llegue a entenderse que no han logrado
escapar en ninguna parte de la tierra, al justo brazo del
tribunal.»
«En cuanto a los demás nobles, promotores de la
conjuración, queda a la prudencia y discernimiento del
tribunal determinar los que hayan sido más culpables, o los
que ofrezcan para lo porvenir motivos más fundados de temor
y sospecha: éstos serán ajusticiados en el cuarto
secreto del tribunal, y sus cadáveres expuestos, cubiertos
con un velo negro y este letrero al pecho: traidor a la
República.»
«Los nobles de menos valer serán desterrados y
enviados separadamente a las islas más distantes y a las
regiones menos sanas pertenecientes a la República, bajo
pena de muerte, si volviesen a presentarse en Venecia.»
«Los marineros y soldados, los artesanos y gente vulgar que,
seducidos por los descontentos, han tomado parte en la
conjuración, serán tratados con indulgencia para no
hacer odiosa la justicia con tantos castigos. Se concederá a
todos gracia de la vida; pero los más díscolos y
bulliciosos serán ahogados de noche en el canal de
Orsano».
«Los soldados de Padua, que rindieron las armas antes de
combatir, y los rebeldes que se entregaron en el puente de Rialto,
al proclamar el Dux amnistía y olvido, no
serán procesados ni perseguidos por ahora: sólo se
cuidará de observar su conducta, para castigarlos
severamente a la más leve falta; enviándolos desde
luego a la armada y ejército, para que purguen su delito en
las empresas más arriesgadas.»
«Quedan proscriptas, de ahora y para siempre, la familia de
los Thiépolos y la de los Querinis: sus nombres y sus armas
se borrarán por mano del verdugo donde quiera que se
encontraren; sus palacios serán arrasados, destruidos sus
cimientos, y hasta los escombros y el polvo arrojados al mar.
Jamás podrán reedificarse sus casas, ni renovarse su
apellido, ni pisar el territorio de la República ninguno de
sus descendientes: ellos, y sus hijos, y los que de ellos nacieren,
hasta la última generación, quedan condenados
perpetuamente a la execración pública.»
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SECRETARIO.-
(Siéntase.) Después de cotejar
detenidamente las dos declaraciones de los ministros secretos del
tribunal, que éste ha oído ya en su anterior
audiencia, resultan del todo conformes, sin que discrepen en la
circunstancia más mínima. Uno y otro la ha ratificado
después con juramento, sometiéndose, en caso de ser
falsas, a la pena de los calumniadores.
Así de su contexto como de los demás indicios,
resultan contra Rugiero los tres cargos siguientes:
(Lee.) «1.º Haberse reunido de
secreto con los autores de la conjuración en el palacio del
embajador de Génova y en el de la familia Querini. 2.º
Haber manifestado él mismo ser uno de los principales
conspiradores, diciéndolo así a Laura Morosini, hija
del senador del propio nombre, pocos momentos antes de ser
aprehendido por los ministros del Tribunal. 3.º Haber
efectivamente seducido y ganado a los extranjeros que militan bajo
sus banderas, a fin de que volviesen contra la República las
mismas armas que ésta les confiara para su
defensa.»
El
primer testigo, vehementemente indiciado de complicidad, es el
soldado Julián Rossi, que ha acompañado a Rugiero en
todas sus empresas y que habitaba en su misma casa.
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