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41

Cervantes y los casticismos españoles (Madrid, Alfaguara, 1966), págs. 93-94. Cf. también las colaboraciones de Julio Rodríguez Puértolas y de Alonso Zamora Vicente en Estudios sobre la obra de Américo Castro, ed. por Pedro Laín Entralgo (Madrid, Taurus, 1971).

 

42

«Historia y ficción en e1 Quijote» (1963), reimpreso en Literatura, Historia, Política (Madrid, Revista de Occidente, 1967), págs. 143-165.

 

43

Se opone a la hipótesis Bernard Loupias. «En marge d'un recensement des Morisques de la Villa de El Toboso (1954)», Bulletin Hispanique, LXXVIII (1976), págs. 74-96. La documentación que aporta debe ser tenida en cuenta, pero no me parece concluyente.

 

44

En este episodio se centra el trabajo, tantas veces citado, de Márquez Villanueva «El morisco Ricote». Véase también Américo Castro, El pensamiento de Cervantes. Edición ampliada (Barcelona, Noguer, 1972), págs. 280-289, y Márquez, «Problema historiográfico», páginas 124-126.

 

45

Sentido y forma de Los trabajos de Persiles y Sigismunda (Buenos Aires, Sudamericana, 1947), págs. 140-144 y 157-159.

Utilizo la edición de Los trabajos de Persiles y Sigismunda de Juan Bautista Avalle-Arce (Madrid, Castalia, 1969). El episodio se inicia en el cap. 8 del Segundo Libro y concluye en el 17, págs. 199-252.

En la nota 198, Avalla-Arce aproxima este personaje a las Camachas, que aparecen en el «Coloquio de los perros». A éstas, sin embargo, no se las identifica como moriscas. Aunque apenas sea una sombra, sí «mala Cervantes la condición de morisca de la mujer que preparó el hechizo, merced al cual contrajo Tomás Rodaja la lúcida locura que lo convirtió en Licenciado Vidriera.

 

46

El episodio ocupa el cap. 11 del Tercer Libro del Persiles. Edición citada, págs. 350-359.

 

47

«El morisco Ricote», págs. 285-295.

 

48

Utilizo la edición de Fernando García Salinero (Madrid, Castalia, 1972). Cf. Eulalia Hernández Sánchez, «Pérez de Hita y Avellaneda. Algunos aspectos léxicos de la maurofilia», en Cervantes: Su obra y su mundo. Actas I Congreso Internacional sobre Cervantes, ed. M. Criado de Val (Madrid, 1981), págs. 857-864. Entre otros puntos de contacto, se señala la ficción del original arábigo, que en el Quijote apócrifo se relaciona con la expulsión de los moriscos de Aragón. Manuel Muñoz Barberán, en «Posibles alusiones a la persona y la obra de Ginés Pérez de Hita en los libros de Cervantes» (Ibid, págs. 865-877, reitera su hipótesis sobre la identidad del autor de las Guerras civiles y Avellaneda.

 

49

Sin embargo, en las Guerras civiles se trata de esculturas portadas en carro triunfal, mientras que en el Quijote apócrifo el retrato de la dama va pintado en el escudo, como sucede en la entrada a un torneo que te describe en Palmerín de Inglaterra, Libro I, caps. 82-85. En Libros de caballerías. Segunda parte. Ciclo de los Palmerines. Ed. Adolfo Bonilla y San Martín. Nuera Biblioteca de Autores Españoles, 11 (Madrid, 1908), págs. 143-148. (Preparo un artículo sobre este motivo áulico que aparecerá en el Homenaje al Profesor Francisco López Estrada). Conviene también recordar que el nombre de Tarfe y la divisa del Ave María, que adopta don Quijote, remiten a romances incluidos en las Guerras civiles.

La descripción del juego de sortija, comenzando por la elección de libreas y divisas, se encuentra en los capítulos 10 y 11 de Avellaneda. Edición citada, págs. 151-173.

Sobre los juegos de sortija, reales e imaginarios, incluyendo el de Avellaneda, véase el magnífico libro de Lucien Clare, La Quintaine, la course de bague et le jeu des têtes (París, CNRS, 1983). Del mismo autor, «Les Courses de bague en Espagne au dix-septième siècle», en Problèmes, interférences des genres au théâtre et les fêtes en Europe, ed. de Irène Mamczarz (París, Presses Universitaires de France, 1985, págs. 27-63.

 

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Lope de Vega como novelador (Santander, Universidad Menéndez Pelayo, 1962). Sobre «El desdichado por la honra», págs. 54-59.