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A. López de Martínez ya había afirmado que en esos «postulados estéticos [...] se sustenta la concepción»
(71) de las tres novelas, cuya estructura, calificada poco felizmente, de «molecular»
(71), se basa en «una suma de perspectivas tangenciales, simultáneas e interdependientes, como las líneas de un crucigrama tridimensional cuyo significado se va revelando a medida que se avanza en la lectura»
(71).
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Esta imagen de la ciudad -aparecida en su sección «Revista de Madrid» de la Revista del Movimiento Intelectual Europeo, 11 de noviembre de 1867- popularizada después por Camilo José Cela, viene de un joven escritor, cuyas colaboraciones periodísticas de los años sesenta son mucho más penetrantes de lo que se pudiera imaginar.