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Sin embargo nos inclinamos a creer que ese revestimiento, lo mismo que las actuales tribunas y los altares del crucero, fueron ejecutados a principios del siglo XVIII, pudiendo tal vez existir, como en efecto existe, alguna cosa de lo primitivo, que en la nueva decoración se aprovechó y que no es tan difícil distinguir a pesar de la aparente unidad de su conjunto. Compárense las tribunas del presbiterio y las de las capillas laterales, y se nos dará la razón. Estúdiense un poco atentamente los recuadros de las catorce telas pintadas del presbiterio, y se palpará que aquélla es la decoración antigua aprovechada en la nueva organización que debió hacerse posteriormente, a fines del siglo XVII o, más probablemente, a principios del XVIII. Esos recuadros están cortados y Dios sabe cómo estaban colocados en las paredes del presbiterio y qué telas encuadraban, pues Docampo se refiere a unas que representaban misterios diferentes, no apóstoles como las actuales. Y fijémonos en la talla. Tiene la finura de la italiana del siglo XVII, no la tosca del barroco español del XVIII. Y esta talla, con todas sus formas, fue imitada perfectamente cuando se hizo la actual decoración en madera del crucero, hasta producir una unidad tal, como para hacernos creer a primera vista que toda ella es de una misma época. Esa ornamentación de vástagos florales en serpeantes y espirales, que sirven de recuadro a las telas pintadas de los muros del presbiterio, es la misma que uniforma las basas de las columnas de los tres retablos y la rejería de las tribunas; como las palmas que   —83→   abrazan en primer término el escudete, que con los monogramas de Jesús y de María se hallan sobre las puertas laterales del presbiterio, son las mismas utilizadas para marco de los medio relieves que llenan los flancos de los retablos de San Ignacio y de San Francisco Javier. Nada diremos de la venera o concha marina que corre repetida en todas esas decoraciones, lo mismo en las tribunas del presbiterio, como encima de sus puertas, en el revestimiento de los arcos formeros de las capillas del crucero y en sus retablos.

Figura 53.- La organización arquitectónica de las pilastras en las capillas laterales

Figura 53.- La organización arquitectónica de las pilastras en las capillas laterales

(Foto Noroña)

Y pasemos a fijar otra época en la obra de la iglesia. Docampo la vio en 1650 cubierta con artesonado de madera. No nos llama la atención el que se hubiese recurrido a esa manera de forrar la cubierta. Estaba tan en boga entonces hacerlo así, que en ello los jesuitas no hicieron otra cosa que imitar a los franciscanos, a los dominicanos y a los mismos Canónigos de la iglesia Catedral que cubrieron sus templos con techos de madera de lazo morisco. En este caso, natural es presumir que la iglesia no tuvo entonces cúpula y que el cruce de las dos naves de la cruz latina estaba cerrada con una techumbre poligonal abovedada de lazo morisco, trazada sobre los arcos torales a la manera como hasta hoy se ve en las iglesias de San Francisco y de Santo Domingo. ¿Cuándo se reformó esta cubierta? Sin duda a fines del siglo XVII y, seguramente, antes de 1700, fecha en que con toda verosimilitud suponemos ya pintados los Profetas de Goríbar que decoran las pilastras del templo; pues debemos tener presente que, formando esas telas parte integrante de la decoración en estuco que adorna las bóvedas, paredes, arcos y pilastras, deben conservar íntima relación las fechas de ejecución de las bóvedas, del estuco y de los cuadros de Goríbar. Durante la segunda mitad del siglo XVII debieron hacerse las bóvedas, las cúpulas y la ornamentación en estuco del templo de la Compañía. Además   —84→   consideremos que esa decoración es morisca y que la gran tradición árabe en Quito apenas pasa al siglo XVII, después de dejarnos obras inmensas y magníficas en cerrajería, techos y taraceas.

Otra razón para creer que la ejecución de las bóvedas y cúpula del templo, lo mismo que la ornamentación mudéjar de ellas y de todo el interior corresponden a esta época, es que la Basílica mercedaria de Quito, copia del templo de la Compañía en su organización arquitectónica, en sus altares del crucero y en su ornamentación en estuco, se comenzó a edificar el 1 de enero de 1700, según los planos y bajo la dirección del arquitecto quiteño José Jaime Ortiz. Si, pues en 1699, Ortiz presenta su obra calcando el templo jesuítico de Quito, es natural suponer que éste se hallaba entonces concluido en su organización interna.

A esta misma época correspondería la factura de aquellos preciosos relieves en madera policromada que decoran las enjutas o albanegas de los arcos y representan escenas de Sansón y del bíblico José; pues también esas esculturas forman parte integrante de la ornamentación en estuco de aquel templo.

En cuanto al púlpito, aunque nada dice de él Docampo, es fácil deducir que es de la segunda época. Compárese ligeramente el púlpito con el cuerpo superior del retablo de la Capilla mayor de la iglesia franciscana de Quito, y se verá cómo se hallan recordados en aquél los nichos u hornacinas y los angelotes embutidos de éste, y cómo hasta de las peanas de las imágenes se encuentra el antecedente en el retablo de San Francisco, lo que indica claramente que el púlpito de la Compañía es hecho sobre el patrón de aquel retablo y muy posiblemente por el mismo artista, en cuyo caso es lógico fijarlo como del último cuarto del siglo XVII. No le ponemos en el XVIII porque aún vemos adornados sus nichos con las columnas salomónicas llanas, que en España aparecen en 1660, y no con las churriguerescas, que comienzan a verse desde 1674 en el retablo mayor de la Capilla de Montserrat en Madrid, y llegan a Quito con los albores del XVIII, después de que don José de Churriguera las acoge para informar el estilo que ha de perpetuar su nombre (1693).

Por deducción también podría asegurarse que las bóvedas de las naves laterales fueron construidas en la primera época de la edificación de la iglesia, pues en San Francisco se conserva todavía el contraste: las capillas laterales abovedadas y coronadas de sus cupulines con linternas, mientras las naves del crucero aparecen cubiertas, como dijimos, con techumbres de madera labrada.

Sobre la época de la ejecución de la mampara, no cabe la menor duda: es hermana legítima de los retablos churriguerescos de las capillas de las naves laterales.

Así, pues, recapitulando estos antecedentes, tendríamos que la fábrica de la Iglesia de los jesuitas en Quito ha tenido cuatro épocas: la primera que corresponde   —85→   al segundo cuarto del siglo XVII; la segunda, a la segunda mitad del mismo siglo; la tercera, a los primeros años del XVIII, y la cuarta que va de 1722 a 1765. En la primera se levantaron sus cimientos, se construyeron sus paredes, arquerías y, tal vez, sus cupulines laterales; en la segunda se hicieron las bóvedas, se alzaron sus cúpulas, se cubrieron los muros con rica decoración en estuco, se colocaron los cuadros de Goríbar y los relieves de madera policromados en las enjutas de los arcos, y se labró el magnífico púlpito; en la tercera se levantaron los retablos del altar mayor y de las capillas del crucero, se revistieron de madera tallada los muros del presbiterio y los arcos formeros de las capillas del crucero, se labraron las tribunas y se colocó aquel hermoso friso que corre en contorno de las naves centrales y del crucero, encima de las pilastras y los arcos; en la cuarta se pusieron los retablos de las capillas laterales dedicadas a la Virgen de Loreto, a la Inmaculada Concepción, y a San Estanislao de Kostka, las del lado del Evangelio; y a San José, el Calvario y a San Luis Gonzaga, las del lado de la Epístola; se colocó la mampara y se levantó la fachada de la iglesia.

Figura 54.- Detalle del retablo del altar de San Luis

Figura 54.- Detalle del retablo del altar de San Luis

(Foto Laso)

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Solamente de esta parte del edificio tenemos fecha segura y cierta, revelada por la siguiente epigrafía, a la cual hemos hecho varias veces referencia, y que se halla sobre una piedra enclavada, en anteriores épocas, en el muro occidental de la vieja Universidad Central, y actualmente, desde la edificación de la nueva, incrustada en el lado derecho de la misma fachada. Dice así:

Figura 55.- El púlpito

Figura 55.- El púlpito

(Foto Moscoso)

El año de 1722 el padre Leonardo Deubler empezó a labrar las columnas enteras para este frontispicio, los bustos de los Apóstoles y sus geroglíficos inferiores siendo Visitador el R. P. Ignacio Meaurio. Se suspendió la obra el año de 1725. La continuó el hermano Venancio Gandolfi de la Compañía de Jesús arquitecto   —87→   mantuano desde 1760 en el provincialato del R. P. Jeronimo de Herce y 2.° rectorado del R. P. Angel M. Manca. Acabose el 24 de julio de 1765 siendo Pontífice Maximo Clemente XIII Rey de España y de las Indias el Sr Carlos III Virrey de estos reinos el Excelentísimo Señor Don Fray Pedro Messía de la Cerda Gobernador de la Real Audiencia D. Juan Pío Montufar de Arevalo Obispo el Ilustrisimo Señor Don Pedro Carrasco y Provincial el Rvdo Padre José Baca Rector la R. P. Miguel Manosalbas.



Figura 56.- Detalle del púlpito

Figura 56.- Detalle del púlpito

(Foto Laso)