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Figura 25.- Otro detalle del gran retablo

Figura 25.- Otro detalle del gran retablo

(Foto Moscoso)

El revestimiento de los arcos de entrada a las naves laterales en estas capillas del crucero, es también otro detalle digno de toda atención, ya por la calidad de la talla, ya por ser tal vez de los ornamentos primitivos del templo. Este revestimiento abarca el trasdós de los arcos y el espacio comprendido, entre el trasdós y el arquitrabe que, apeado sobre las pilastras, corre por toda la nave central y del crucero del templo. El trasdós de los arcos se halla oculto por lujosa y ancha moldura, encima de la cual están dos ángeles sentados a cada lado de un motivo decorativo que forma el centro de otro mayor encerrado en triple moldura: muy sinuosa la interior, rectangular la siguiente, y en forma recta, pero con un pequeño saledizo peraltado en el medio, la exterior. Sobre este saledizo se halla un remate   —49→   calado de frondas alrededor de una palmeta. Análogas palmetas, entre dos remates sueltos, decoran los planos bajos de esta moldura. Todo este espacio entre el arco y la moldura exterior está decorado con roleos, serpeantes, frutas, mascarones y querubines labrados con excepcional buen gusto y delicadeza. Debemos advertir que las formas decorativas, en apariencia semejantes en los revestimientos de ambos arcos, son completamente distintas; como que el uno tiene todo el carácter del siglo XVII, y el otro, todo el del siglo XVIII, lo que indica la posibilidad, nada extraña, de haber sido labrados en dos épocas distintas.

Figura 26.- Ornamentación de la parte superior de los muros del presbiterio

Figura 26.- Ornamentación de la parte superior de los muros del presbiterio

(Foto Moscoso)

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Las naves laterales están formadas por ocho capillas de planta cuadrada, abovedadas, con cúpulas rebajadas sobre pechinas y comunicadas entre sí por grandes arcos. Las dos últimas capillas tienen dos inmensos cuadros que representan el Infierno y el Juicio Final, pintados por el hermano Hernando de la Cruz, pero desgraciadamente retocados; las otras lucen retablos: los del lado del Evangelio dedicados a la Virgen de Loreto, a la Inmaculada Concepción y a San Estanislao de Kostka, y los del lado de la Epístola, a San José, a Cristo Crucificado y a San Luis Gonzaga: todos del más hermoso churriguerismo y semejantes en su organización arquitectónica: dos cuerpos, uno inferior sobre gran estilobato y compuesto de un nicho central, flanqueado a cada lado por una columna salomónica, y otro superior con nicho central, flanqueado también por dos columnas salomónicas y dos hornacinas laterales o un panel cualquiera decorativo: todo ello con una profusión de adornos sorprendente. No hay espacio, por pequeño que fuere, que no se halle cubierto con una labor ornamental; el mismo interior de los nichos es un emporio de follajes; los entablamentos, un conjunto de molduras realzadas con filetes perlados, huevos, flores, dardos, gallones, guirnaldas y mil filigranas; las columnas salomónicas, un puro enrejado de sarmientos de uva y, algunas de ellas, asidero de aves, como las de los altares de San José y de la Virgen de Loreto, en donde se las ha esculpido. Pero este enorme conjunto de formas, este escalofriante serpenteo de líneas, en la manera como se halla en los altares a que aludimos, no deja de ser encantadora, sin duda alguna, porque la presentación de todo ese aparato decorativo, exagerado y todo, es de un afiligranado tal que sólo suaviza la aspereza de las formas arquitectónicas, sin destruirlas ni absorberlas. A nosotros nos hace el efecto de que todo aquel adorno es una inyección de nueva y calurosa sangre a los fríos miembros de la escueta arquitectura, que si tiene su vida gloriosa y efectiva al aire libre, se resfría y entumece en el ambiente oscuro   —51→   y melancólico del templo, comunicando al hombre su tristeza. Nosotros (lo confesamos francamente) amamos todo ese barroquismo y creemos que es el estilo verdaderamente apropiado al culto católico, tan teatral como pomposo.

Figura 27.- Conjunto ornamental de la parte inferior de los muros del presbiterio

Figura 27.- Conjunto ornamental de la parte inferior de los muros del presbiterio

(Foto Moscoso)

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Es igualmente del siglo XVIII la mampara de la iglesia, cuyas pilastras, a las que van adosadas seis columnas salomónicas apeadas sobre precioso basamento con modillones, sostienen sobre su elegante entablamento el coro. Justa de proporciones, es también noble de líneas. En la mitad de su decoración superior lleva un nicho que aloja el grupo de un niño y una oveja (no sabríamos decir si como símbolo de Cristo o de San Juan Bautista) sobre una repisa o modillón. Todo esto, lo mismo que los recuadros de las puertas labradas a paneles, se halla muy ornamentado, con la misma riqueza de detalles que encontramos en los retablos de las capillas laterales. El antepecho del coro es una rejilla de grandes rosetones de serpeantes separados entre sí por estatuillas policromadas que representan niños desnudos, limitada en su parte inferior por una greca de arabescos y en la superior, por una doble cornisa.

Figura 28.- Capilla de San Francisco Xavier. Ornamentación de un arco

Figura 28.- Capilla de San Francisco Xavier. Ornamentación de un arco

(Foto Moscoso)