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En un artículo intitulado La Primera Salve Republicana, dice el Dr. Alberto Muñoz Vernaza: «Los conjurados aguardaban con impaciencia el aviso que debía comunicarles Salinas, cuando llegó un soldado, envuelto en una frazada, y les dijo que sus compañeros estaban ansiosos por comenzar a defender al Rey, la Religión y la Patria. A poco apareció un segundo, anunciándoles que todo estaba listo. Esta noticia fue el golpe eléctrico para los concurrentes. Morales y Quiroga les exhortan manifestándoles que debían combatir por esos tres objetos sagrados, so pena de la vida al que faltase. Antes de emprender la marcha y entre el rumor de la última explosión de entusiasmo, levantó la voz Quiroga y pidió a sus compañeros que rezaran una Salve a la Virgen, por el éxito de la empresa: todos de rodillas elevaron al cielo la primera plegaria republicana».

 

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Vano sería pensar que, colocados los Próceres de agosto en incesantes peligros de vida, observaran la línea recta en su conducta patriótica. El Obispo, como todos, tuvo vaivenes y aparentes contradicciones, para ponerse a cubierto de riesgos. Mas, las autoridades españolas comprendieron perfectamente el valor de tales efugios. Por esto el Fiscal Dr. Tomás de Aréchaga no vaciló en patentizar las responsabilidades del Prelado, al decir que los demás Próceres habían procedido «estimulados con el ejemplo del Ilmo. Sr. Obispo de esta diócesis, de este príncipe de la Iglesia; a quien le vieron autorizar con su respetable dignidad la tumultuaria Junta celebrada en el Convento de San Agustín; recibir en sus sagradas manos después de pontificar la misa de gracias, el inicuo y sacrílego juramento hecho a favor de la nueva constitución, con asistencia de los Cuerpos, y empleados creados por ésta, convidándose voluntariamente para el efecto; y finalmente concurrir como primer vocal de aquella Junta a dictar y rubricar las providencias espoliativas de las sagradas regalías y supremas facultades de la soberanía. El ánimo del Fiscal no es acusar ni formarle el más leve Cargo a este Prelado de la Iglesia, pues sabe que el juzgamiento de su caso es privativo a S. M. o al Tribunal que se haya erigido con este objeto, mas no por esto, hablando de buena fe, puede prescindir de confesar en obsequio de la verdad, que su ejemplo y conducta han constituido en el tiempo de la revolución una seducción irresistible para el pueblo...» «Por cuya razón cualquier cargo que le resulte a la generalidad de esta ciudad, y sus Provincias, revierte contra el Señor Obispo, que teniendo como pastor de la iglesia las más poderosas, y temibles armas con que combatir, y sofocar en sus principios a los viles profanadores del templo, los reanimó con su anuencia, conduciendo al mismo tiempo su rebaño por el sendero de su perdición, sin que para esto haya podido servir de remedio la exclamación que hizo con su Cabildo el día catorce de agosto, respecto a que este documento vino cerrado con siete sellos... lejos de haber podido producir el más leve efecto a favor de la buena causa, sólo prueba que tanto el Señor Obispo, cuanto su Venerable Deán y Cabildo, concurrieron a todos los actos ya referidos, con precedente pleno conocimiento de lo mal que hacían». (Este dictamen fiscal lleva fecha de 21 de abril de 1810 y está incluido en el Proceso contra los Próceres, que se conserva en Bogotá).

 

363

De los Procesos seguidos contra los Patriotas del 10 de agosto de 1809. Museo histórico, n.º 5, pág. 28.

 

364

Id. n.º 6, págs. 34-5.

 

365

Julio Tobar Donoso. Orígenes constitucionales de la República del Ecuador, pág. 13.

 

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Recientemente se ha publicado en el Boletín de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, Vol. XXXII, n.º 80, el Manifiesto dirigido al Rey, desde Lima, por el Ilmo. señor Cuero y Caicedo, el 25 de setiembre de 1815, o sea cuando frisaba ya con los ochenta años. Como tantos otros documentos de la época, el Manifiesto es signo de debilidad y medio de despertar la compasión real, a trueque de mostrarse tornadizo y falto de sinceridad en su conducta política. Sin embargo, en el fondo se ve que el mísero anciano sentía que no podía vindicarse. Por esto decía al terminar: «Aun cuando los Documentos que solemnemente pongo a los pies de S. M. C. no sean bastantes para justificar mi inocencia, cuando el grito de tantos pueblos que me aclaman libre no sea suficiente tengo el último recurso en esta miserable vida que es el de tener un Rey justificado y piadoso cuyo corazón lo gobierna Dios, y cuya inagotable clemencia se extiende aun con el más protervo de los mortales».

 

367

Boletín de la Academia Nacional de Historia, n.º 77, pág. 121.

 

368

Monge, Relieves, 213.

 

369

Boletín de la Academia Nacional de Historia. Los Hombres de Agosto Documentos publicados por Isaac J. Barrera. Vol. XXI, pág. 124-6. Guisado fue notable matemático. (Monge, Relieves, pág. 35-6).

 

370

Id., pág. 245.

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