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La muerte de Curro Cejas

Desatino histórico-trágico, parodia inocente de la magnífica tragedia La muerte de César

Parto laborioso de una compañía de ingenios averiados

portada



PERSONAS
 

 
CURRO CEJAS.
SILVESTRA.
LUCIA.
EL CHATO.
COMPADRE ANTONIO.
CUCHARÓN.
RASCA.
NECIO.
NICASIO.
CHÍCHARO.
CAMORRA.
PENDENCIA.
TACO.
OCHAVO.
Matachines.
Vendedores.
Acompañamiento de pueblo.
Músicos.
Boleros.
 

La escena pasa en el año 1800.

 

A Don Antonio Camps y Montañola



Madrid, a la una y veinticinco minutos de la noche.

En el momento de ir a acostarnos y cuando todavía resuenan en nuestros oídos los unánimes y estrepitosos aplausos del escogido auditorio reunido en el comedor de tu casa y compuesto de personas tan autorizadas en estética, rasgando la tupida lona de nuestra modestia, nos dan motivos para creer que la producción que acabamos de leerles es un esperpento dramático en toda la acepción de la palabra, experimentamos en cuadrilla el vehemente deseo de que tú, Antonio, cargues con el muerto de la dedicatoria.

A tan simpático y querido amigo ofrecemos nuestra La muerte de Curro Cejas, y gran chasco nos llevaríamos si no considerases esta fineza como la mejor prueba de la afición que te tienen

Los AUTORES.




ArribaAbajoPrólogo

Hojeando un tomo de poesías de un autor muy listo tropezamos con la siguiente cuarteta:


    El mundo comedia es
Y los que ciñen laureles
Hacen primeros papeles
y a veces el entremés.



El pensamiento altamente filosófico que entrañan estos renglones nos inspiró esta producción, pudiendo decir que nuestro sainete histórico-trágico ha salido completo de esta cuarteta, como Minerva armada de punta en blanco salió de la cabeza de Júpiter. Amantes de la verdad antes de todo, no pretendemos engalanarnos con la piel del león y, por aquello de que «Al César lo que es del César», nos creemos en conciencia obligados a consignar que si nuestra obra vale algo, se lo deberemos al profundo Magister que ha sabido con su talento soplar en nuestro pobre meollo, en cambio de lo que le garantizamos nuestra gratitud, que será eterna, así como la de nuestras familias.

Hecho ya el propósito, que a la verdad era lo de menos, tratamos de realizarlo, que era lo demás. Entonces fue cuando empezamos a notar los innumerables pelendengues que requería. Pero, resueltos ya a echar nuestro cuarto a espadas contra murmullos y silbidos, si bien nos vino a la memoria aquello de:


   Nadie las mueva
Que estar no pueda
Con Roldán a prueba,



se nos ocurrió por fortuna, casi al mismo tiempo, también lo otro de Juvenal:


Audaces fortuna iuvat.



Y, haciendo de esta máxima latina una especie de coraza, dijimos para nuestro capote: salga lo que saliere.

¡Que haya un buñuelo más, qué importa al mundo!

Como uno de nuestros principales cuidados debía ser ceñirnos a la verdad histórica, hemos dado la preferencia a un asunto del año 18... por la inmensa ventaja que teníamos de poder contar con un testigo presencial del hecho, persona que nos merece entero crédito y que, a una simple indicación nuestra, se ha prestado galantemente a ilustrar el argumento.

Esta circunstancia, no lo negaremos, ha sido para nosotros una verdadera ganga; pues, no solamente nos ha ahorrado la consulta larga y enojosa de abultados libros de historia, sino que también, gracias a ella, hemos orillado felizmente la dificultad de formar juicio de los sucesos, que suele originarse de las varias controversias que éstos ofrecen generalmente, y hemos hallado la verdad sin necesidad de estudios ni comparaciones.

Aprovechando la disposición expansiva de espíritu en que nos encontramos, vamos a hacer aquí otra manifestación. Cuando apareció la Zarzuela en nuestra escena, produjo una verdadera revolución, y el Sainete, la Comedia y el Drama, estos tres hijos legítimos de la escuela clásica del teatro español del siglo XVIII, recibieron una estocada que al principio se creyó muy peligrosa; pero, como nadie se muere hasta que Dios quiere, el daño que pudo causar aquella hija espúrea del teatro clásico no fue más que del momento. Dejose sentir muy pronto una reacción en favor de lo que nosotros llamaremos unidad de expresión, y las tres hermanas legítimas volvieron a levantarse de la postración temporal en que yacieron más bellas y lozanas que las tres Gracias.

¿Cómo no había de suceder así? Sin eso que nosotros hemos dado en llamar unidad de expresión, y que otros llamarán como les cuadre, no puede haber trabajo artístico ni cosa que lo valga. No es posible que una idea pueda convencernos, persuadirnos, tenga en fin asomo de sentido común, cuando se expresa parte hablando y parte cantando.

Permítasenos referir un caso que nos pasó con nuestro profesor de esgrima y que aquí vendrá como de molde para robustecer lo dicho.

No hace muchos años, un domingo, saliendo de ver a M. Blondin atravesar de pie y sobre una maroma colocada a gran altura el espacioso estanque del Retiro, fuimos a merendar a la pradera del Canal, en donde encontramos al citado maestro que casualmente merendaba allí también. Estrechamos su mano con el respeto que sus conocimientos merecían, sentándonos a su lado, y entablada conversación nos preguntó: -¿Qué les pareció a ustedes la zarzuela de anoche? -Mala, contestamos, sin saber por qué no nos ha dejado satisfechos. A lo que el espadachín, mirándonos y guiñando el ojo de un modo que le era peculiar, nos dijo:

-¡La unidad, compadres, falta la unidad!

Estas sencillas palabras bastaron para apearnos del burro. En aquel tiempo éramos bastante aficionados a la zarzuela y, desde aquel día, no hemos vuelto a poner los pies en el teatro de la calle de Jovellanos.

Tras la abjuración del error bien pronto sentimos renacer en nosotros los primitivos gustos clásicos. Como una prueba de ello, diremos que tres días después comprábamos en un puesto de libros de la calle de Atocha las tragedias de Eurípides y de Sófocles, que volvimos a leer, saboreando sus bellezas como miel sobre hojuelas, a la par que nuestros ojos derramaban abundantes lágrimas arrancadas por el entusiasmo de nuestra exaltada fantasía.

Pasados los primeros transportes de inefable gozo que debíamos a nuestra conversión, ¡con cuánta tristeza recordamos que aquel género divino de literatura se hallaba postergado en nuestros días!

Un partido literario, melenudo, joven y ardiente, en su afán de crear un nuevo género campanudo y extra-natural, atropellándolo todo en su insensato desvarío, derribó de su pedestal de oro a la Escuela clásica, tachándola de añeja y gastada; como si el arte, este destello divino, pudiese nunca peinar canas.

Desde entonces la arrogante tragedia yace recostada dignamente y sumida en sepulcral modorra, esperando un Mesías.

Nosotros, que sentimos por esta jamona el más afectuoso y noble cariño, si bien no abrigamos la vanidad de creernos enviados, no hemos podido resistir al deseo de hacer algo por ella. No se nos oculta que nuestro proyecto levantará gran polvareda en el campo de la literatura. La inmensa mayoría nos increpará con los nombres de facciosos y reaccionarios, los más generosos nos dirán que hemos acometido una empresa superior a nuestras fuerzas.

A los primeros les contestaremos con las propias palabras de Jesucristo en el Calvario: Pater, dimite illos. A los segundos les diremos: no juzguéis la obra, juzgad la intención.

Creemos, sin embargo, que al resucitarla debemos hacerle sufrir algunas modificaciones o, lo que es lo mismo, arreglarla al siglo XIX. No atacaremos su conjunto, nos limitaremos tan sólo a limarle las uñas para quitarle algo de su aspereza.

Un solo acto como conviene a un sainete, que para un ensayo basta, y si sale malo tendremos la satisfacción de haber hecho poco; en verso y en romance endecasílabo desde la cruz a la fecha y a asonante por decoración.

Fieles a nuestro principio de unidad de expresión, tal como hemos dicho que la entendíamos, la sostendremos inflexiblemente.

El lenguaje que emplearemos será rimbombante unas veces, liso y llano en otras, pero nunca cursi. Procuraremos arrancar al espectador una sonrisa de buen gusto, pero evitaremos provocar la carcajada que a nuestro juicio sienta mal a este género de literatura.

De este modo emperejilada pensamos sacar a relucir nuevamente la tragedia. No sabemos si el miriñaque que la hemos puesto debajo del manto oscurecerá sus valientes formas plásticas; pero, no tiene remedio, es fuerza hacer algunas concesiones a los tiempos en que vivimos. Lo diremos más claro para que todos nos entiendan. Es necesario ir trampeando con el público para que aplauda.

En cuanto al argumento, ya lo hemos dicho, está sacado de un hecho histórico referido por un testigo ocular. Sólo nos hemos permitido introducir un personaje, cuyo carácter es hijo de nuestro chirumen. La Silvestra la hemos concebido nosotros: el narrador del suceso nada sabe de esta individua, no la conoció, pero sí dice, porque le consta, que cuando polla, anduvo en chicoleos con Cejas y que ambos convenían en que el Chato fue el natural resultado de aquéllos.

Por lo tanto no se nos acusará de haber faltado a nuestro propósito de no desfigurar la historia. Con el personaje de Silvestra no hemos incurrido en un desvío, es un verdadero producto de nuestra fabricación. De los defectos admitiremos la culpa, de sus cualidades reclamaremos la gloria.

Sentíamos la necesidad de presentar una mujer en nuestro sainete. Sin la mujer no hay producción posible. Voltaire y Alfieri en alguna de sus tragedias han prescindido completamente de la costilla de Adán y, a pesar de sus bellísimos versos, estos admirables talentos no han podido hacer olvidar esta supresión, consiguiendo tan sólo poner en relieve el adagio tan sabido de pan con pan, etcétera.

Además tenemos otras razones que legalizan nuestro invento. La Silvestra moraliza nuestro argumento. Sin sacar a colación la hermana del Pelón, ¿de qué modo puede justificarse el que Cejas no haya dicho al Chato dos cuartos del intríngulis de su nacimiento mucho tiempo antes? ¿Por qué, queriéndole tanto como se dice, no lo tenía en su casa a pan y a cuchillo como parece más natural? No solamente estos argumentos no tendrían contestación, sino que también nos veríamos obligados a presentar el horroroso cuadro de un hijo asesinando a su padre, atrocidad que no comprendemos que haya quien pueda escribirla ni en prosa ni en verso.

Sin la Silvestra nuestro argumento sería disparatado y horrible; con ella es lógico y simpático. Cejas se priva del placer de llamar hijo suyo al Chato por no hacer público el desliz de la madre: como hombre de honor, no quiere hacerlo por sí y ante sí. Por lo tanto, ruega a la que le salvó la vida en sus mocedades que le permita decir lo que entre los dos pasó en la cueva. De este relato depende la felicidad del padre y la fortuna del hijo.

El dilema en que resulta encontrarse colocada la Silvestra es tan dramático como peliagudo. La mujer se resiste a la idea de ver sacar sus trapitos al sol; la madre quisiera que se diese a son de trompeta que el Chato es hijo de Curro Cejas, tan afamado en el Rastro, su sucesor en la contrata y heredero de sus pesos duros.

¿Quién duda que de esta situación un escritor de punta hubiera podido sacar tela para más de cuatro pares de sábanas? Nosotros, que hemos tenido la feliz ocurrencia de crearla, no podemos decir si llegaremos a sacar para unos calzoncillos.

Tal vez los que nos lean encuentren que somos hasta pesados hablando de la Silvestra; pero tengan en cuenta que es nuestra primera hija y, como desgraciadamente tenemos ya cierta edad y poco humor, es muy probable que sea única. ¡Qué tiene de extraño, siendo así, que hayamos concentrado en ella todo nuestro afecto, que sea en fin la niña de nuestros ojos! Lo propio sucede a todos los padres a quienes el cielo ha querido concederles una sola reproducción.

Apenas ha nacido, ya tenemos por ella disgustos y pasamos malas noches. Sabemos que hay quien dice: «Que nuestro engendro no tiene nada de particular, que es buenamente una mujer como otra cualquiera».

Nosotros, sin embargo, aun admitiendo por un momento esta apreciación, no le creemos un defecto. Presentar la Silvestra como una parodia de la heroína de Zaragoza, por ejemplo, como tal vez pretendan los que nos critican, navaja en mano, tomando parte con el Chato en el jaleo para derribar el monopolio de la contrata del Matadero, además de ser repugnante en el teatro, sería también del todo contrario a la verdad histórica.

Es necesario no trocar los frenos. No hemos querido de ningún modo prestar a nuestra protagonista arranques de un valor cívico.

La Agustina, ametrallando a los franceses desde las tapias de la S. H., ha sido ensalzada por el mundo entero, porque, rebosando de entusiasmo, combatía a los enemigos de su patria entre los que sabía muy bien que no tenía ningún pariente. Pero, ¿qué se diría de Silvestra (aun cuando queramos suponer que su hermano el Pelón le hubiese inculcado principios republicanos) atentando contra la herencia de su hijo y contra la vida del padre?

Con el Chato, lo confesamos de plano, nos hemos permitido ciertas franquezas. No sabiendo de él de un modo auténtico sino que, imbuido también en las ideas de su tío, se creyó el apóstol de la libertad del Rastro y que esta ciega creencia armó su brazo con la navaja que sepultó impávido en el pecho de Cejas, nosotros, dejando incólume al hecho toda su belleza salvaje, le hemos colgado de nuestra cosecha una gran dosis de veneración y afecto hacia la víctima a fin de presentarle en batalla contra mayor número de sentimientos, lo que a nuestro modo de ver no puede menos de dar mayor interés al personaje.

Dicho esto, sentimos nuestra conciencia gozar tranquila de aquella mansa felicidad que experimenta todo buen cristiano después de haber confesado hasta sus menores culpas.

Los demás personajes los hemos conservado tales cuales eran. El Compadre Antonio pendenciero y sorna. Espabilado y diligente Nicasio; a Cucharón viejo achacoso con sus puntas de verde, con mucha gramática parda y anchos ribetes de vanidoso.

En cuanto a Curro Cejas, no nos hemos permitido tocarle si quiera el pelo. Exhibimos su mismísimo retrato arrancado fotográficamente del natural y se recomienda de sobra por sí solo para atrevernos con él. Nada necesita ni admite. Perfilarlo sería hacerle desmerecer.

Los años que han transcurrido desde que acaecieron los sucesos a que nos referimos permiten discurrir ahora sobre ellos con completa imparcialidad, o lo que es lo mismo, ser profeta de lo pasado. Cejas, como bien claramente se ve hoy, era un hombre de bien a carta cabal, de mucho pelo en pecho y ninguno de tonto, justiciero y liberalote. Si bien aspiraba a tener el monopolio de los despojos del Matadero, no le guiaba la sórdida avaricia de lucro, ni la vanidad de mandar a un puñado de gente; muchos y muchos otros medios de vivir holgadamente, sin tantos disgustos ni quebraderos de cabeza, hubiese encontrado un hombre de su talla y de su temple.

Otro móvil más grande y desinteresado era el suyo. Con su buen criterio al echar la vista sobre los tripicalleros, entre los que habían cundido desgraciadamente la inmoralidad y todo género de vicios, comprendió que habían menester una mano fuerte e ilustrada que les dirigiera para salvarles de la perdición adonde corrían. Sintiose con fuerzas para hacerlo y sin miras personales, llevado tan sólo por el noble afecto que profesaba al Rastro, se propuso ser su redentor.

En una palabra, Cejas vivía sólo para hacer la felicidad de aquella gente; el Chato pedía para ellos la ruina.

También es verdad que lo que para nosotros es muy claro no podía serlo tanto para el Chato en aquel entonces. Él y su comparsa creyeron de buena fe cumplir una obra buena: fanáticos, obcecados por la idea de libertad, se lanzaron heroicamente puesta la mano sobre su conciencia a cometer una solemne barbaridad.

El joven Ochavo, hijo único de un hermano de Cejas, a la noticia de la muerte de éste, no tardó en volver de Esquivias y, encontrándose con el belén que había surgido en el Rastro a consecuencia del crimen cometido, dijo para sí: «Ésta es la mía». Hizo valer sus derechos en calidad de pariente con una energía de la que hasta entonces no se le creyera capaz y, a pesar de ser un mozo de constitución enclenque, sacudió palo de ciego a los enemigos de su tío, atemorizó a unos, inspiró confianza a otros, se calzó con la contrata y, por fin, restablecida la calma, supo con muy buen tino y no menos constancia seguir las huellas trazadas por el mismo Curro Cejas.

Los demás individuos que sacamos a colación, como son Rasca, Necio, Taco, et tutti quanti, son poco importantes para que merezcan entretenernos en hablar de ellos.

Aun cuando parece que podríamos excusarlo preferimos decirlo ahora, que es tiempo, no sea que mañana u otro día algún chusco, que nunca faltan, por una tontería nos hiciese salir los colores a la cara.

Si hacemos aparecer a Ochavo inmediatamente después de la muerte de Cejas, no se vaya a creer que es porque no sabemos que tardó en estar de vuelta a Madrid hasta el otro jueves y que, antes de llegar a hacerse con la contrata, hubo toros y cañas. Hemos precipitado la acción porque así nos convenía para poder presentar incontinenti al espectador la moraleja de que

Si los conspiradores fueron por lana, volvieron trasquilados.

Un chico amigo nuestro muy entendido en cosas de teatro nos ha significado que el sainete debía acabar con las palabras del Chato dirigidas a Silvestra

¡Ah, perra, y lo callabas!

No diremos que el mozo ande del todo errado, pero téngase entendido que, si bien estamos persuadidos que esta conclusión sería de gran efecto, no podemos admitirla sin faltar al compromiso que al empezar hemos contraído con la moralidad del caso, compromiso que no puede cumplirse sino con

La contrata es mía.

Nos queda únicamente por decir la parte más lastimosa. Las producciones del género de la nuestra difícilmente podrán ejecutarse en la tierra de los garbanzos como Dios manda. No nos hagamos ilusiones; hacen falta muchas cosas que son esenciales. Cualquier empresario que lo intente se ha de ver amarillo, verde o de color de rosa y no ha de conseguir cosa de provecho.

Es innegable que en España quedan aún algunos actores que valen, pero están tan repartidos como la gracia de Dios, y se necesitarían esfuerzos poderosísimos para reunirlos hoy.

No es nuestro ánimo ni tampoco de nuestra competencia meternos en honduras para averiguar las causas de la decadencia de nuestro teatro. Nos limitaremos a consignar este triste hecho, diciendo además de paso que algunos de nuestros hombres de Estado han hecho laudables esfuerzos para sostenerlo dignamente; pero por desgracia han sido muy contados y desde que se cerró el teatro Español hace doce años ha quedado abandonado a sus propias fuerzas, que por cierto son muy exiguas.

Nosotros que somos apasionados del arte de Talía hacemos fervientes votos para que salga del prolongado e inmerecido letargo en que se encuentra, porque estamos de perfecto acuerdo con lo que dice Moratín:

que el arte dramático interesa desde el zapatero al Rey.

Es muy posible que no se perdiese gran cosa si se dejase de representar nuestra obra; es más, tal vez nos evitaríamos una silba. Pero ello es que a ningún autor que escribe para el teatro se le ocurre que puede hacer fiasco, antes al contrario se le hace la boca agua pensando en el gustazo de salir a la escena al final de la representación modestamente arrastrado por los actores, que se ven en la necesidad de mostrarle al público que le reclama a voz en grito y batiendo las palmas con un ruido infernal, pero más agradable al oído del autor que cualquier sonata de Mozart o de Beethoven.

Nosotros, sin embargo, sabremos conformarnos con nuestra suerte, sea la que quiera tocante a la representación.

Pero para salir de dudas acerca del mérito que pudiera tener nuestro sainete, nos propusimos desde luego leerlo a nuestros compinches, que tienen por costumbre reunirse la mayor parte de las noches en casa de nuestro amigo Camps y Montañola. Convenimos todos y quedó fijada la lectura para el jueves lardero.

Nos quedaba no más que el tiempo preciso para darle la última mano. Llegada la hora, a decir verdad la camisa no nos llegaba al cuerpo. Sentíamos una especie de sudor tan frío como puede sentirlo el recluta más cobarde la primera vez que se halla frente al enemigo.

Todo se nos iba en observar las fachas de los oyentes. Después de la escena segunda empezamos ya a cobrar aliento: en la fisonomía de todos se notaba que le iban tomando gusto.

A la conclusión, un maestro de primeras letras, que nos había honrado con su presencia, se levantó de su asiento y vino a estrecharnos la mano y a felicitarnos con efusión. En aquel momento, no tenemos inconveniente en decirlo, experimentamos un arranque de vanidad. Se nos pasó por la imaginación que

Nosotros tampoco éramos ranas.

De regreso a la casa de huéspedes en donde vivimos, y antes de colarnos entre sábanas, borroneamos una carta dirigida a Montañola ofreciéndole nuestro esperpento, fiados por lo que acabábamos de oír en que no era buñuelo del todo.

Al día siguiente recibimos del dedicado otra epístola que trasladamos a continuación, rogando al público que tenga en cuenta que Antonio en su amistad por nosotros exagera mucho el mérito de la obra.

«El comedor de mi casa es ya un templo de las musas desde que resonaron en sus paredes los inspirados acentos con que cantáis La muerte de Curro Cejas.

Poetas que aventajan a Don Ramón de la Cruz y a Gutiérrez de Alba, serán siempre la gloria de la patria y ennoblecerán cuantos asuntos traten. Don Ramón de la Cruz ensalzó el Buñuelo, ennobleció a Pancho y a Mendrugo y dio inmortalidad al basurero de Ceuta. Gutiérrez de Alba revela a nuestra edad el caballerismo épico de Diego Corriente. ¿Por qué, pues, vosotros no habíais de inmortalizar a Curro Cejas?

Gracias, pues, amigos míos. Gracias mil por haber asociado mi nombre a vuestra gloria y, cuando el público al oír vuestros armoniosos versos corone de verdes laureles vuestra frente, recordad que si son más ruidosos sus aplausos no son más sinceros, ni más entusiastas que los que os prodigó en el comedor de su casa vuestro agradecido amigo

ANTONIO»






ArribaActo único

 

Habitación de CURRO CEJAS, con pocos muebles y, entre ellos, algunos efectos de tripicallería.

 

Escena I

 

CURRO CEJAS y COMPADRE ANTONIO, picando un cigarro. Dos Escribientes a quienes CURRO CEJAS va dictando.

 
COMPADRE ANTONIO
Cejas, premite que el compadre Antonio
la cucharada en tus asuntos meta
y te diga clarito y sin rodeos
que estás haciendo en el negocio el bestia.
¿No basta que esa turba de gandules5
a cada instante contra ti se güelva
y que yo trague quina y que me aguante
sin repartir una mojá siquiera?
¿Es preciso, ¡canastos!, todavía
hacerles dueños de tu casa mesma,10
mientras que a mí y a los que somos netos
nos das en las narices con la puerta?
A cientos contar puedo los perdíos
que el hocico regalan en tu mesa
y, aunque otros tantos a beber te ayudan,15
tu dinero entra solo en la taberna.
Churro, Nicasio, Mirlo, Franco y Cima
triunfan y gastan sin tener hacienda.
Con miel intentas aumentar amigos
y ellos se acercan a mamar la breva;20
el dulce chupan que les das por cebo
y el anzuelo nos clavan. ¿Hay pacencia
para ver con pachorra tal infamia?
La sangre tengo frita ya en las venas.
Cejas, vuelve por ti, mira adelante.25
Si no sacas la pata..., nos revientan.
No hagamos más el oso, que es muy justo
que empieces a tirar mejor tus cuentas,
y si el año que acaba nos dio sebo,
procures que el siguiente dé manteca.30
Pronto me tienes a buscar el bulto
y exterminar del barrio esa ralea;
mas para hacerlo, Curro, necesito
que gustoso me otorgues tu licencia.
Al amo, su criado se lo pide;35
al compadre, el compadre se lo ruega.
CURRO CEJAS
Antonio, me trabucas.

 (Dictando.) 

En sus puestos
seguirán los que corren de mi cuenta
y cobrarán sobre el jornal que hoy tienen,
sin que haya destinción, media peseta.40
Los vendedores de mondongo y callos,
los que fabrican cuerdas de vihuela
y, en fin, cuantos del género de casa
surten constantes su tinglado o tienda
tomarán en especie media azumbre45
por cada veinte reales de su cuenta.
Así se ha de cumplir.

 (Al COMPADRE ANTONIO.) 

¿Qué te parece?
¿Está bien trabajao? Lástima fuera
que hombre de chapa, que nació en el Rastro,
pueda igualarse con cualquier chancleta.50
Portarme debo sin manchar mi clase:
a todos protección, camorras fuera;
que el sol al alumbrar, compadre Antonio,
a todos igualmente nos calienta.
No me hables de atropellos.

 (Sigue dictando.) 

Es preciso,
55
pa que puedan cumplirse las ofertas,
que todo ande muy listo: abrir el párpago
y que extienda su tráfico la empresa,
mandando a Candelario de esas tripas
que en gran porción tenemos de existencia,60
y los cuernos que aquí no se consumen
yo mismo los pondré en Ingalaterra.
Ésta es mi voluntad.
COMPADRE ANTONIO
Bravo, compadre.
CURRO CEJAS

 (Dictando.) 

Quiero en presona colocar la hacienda
y a la cabeza ir de mi cuadrilla.65

  (Dirigiéndose al COMPADRE ANTONIO y dándole la mano.) 

Conmigo te vendrás. Aquella tierra
y el ejercicio apretarán tus niervos
y hallarás el valor con que hoy no cuentas.
COMPADRE ANTONIO
¿Cobarde yo? Que vengan esos guapos
que nombra por valientes la plazuela70
y uno por uno medirán el suelo
en teniendo el avío en mi derecha.
Que vengan todos juntos cara a cara
ahora mismo al Campillo de Manuela
y, aunque vea sobre mí tantas cuchillas75
como granizos manda una tormenta,
no haya miedo que güelva las espaldas
quien prefiere morir de esta manera.
Mas sin querer, compadre, me espeluzna
sólo pensar en entregar la jeta80
cuando el cuerpo y el alma gozan juntos
del tufillo especial de la taberna.
Allí sobre una mesa recostado,
y en completo descanso la conciencia,
el caletre contempla un paraíso85
mejor mil veces que el de Adán y Eva.
Platos grasientos que en revueltas filas
el dorado velón su brillo aumenta,
al más inapetente y ruin estómago
la gazuza y vigor luego despiertan,90
ya presentando los chorizos frescos,
los huevos duros, las sardinas secas,
o ya cubriendo con el trapo blanco,
a fin de que las moscas no lo muerdan,
barbos del Tajo, peces del Jarama,95
tostado tarazón del de truchuela
y, rebozada con tomate frito,
del sabroso carnero la chuleta.
Y si a esto un majo con salero entona,
al alegre compás de la vigüela,100
un fandango hasta allí que al cuerpo pincha
y al alma al mismo tiempo aguijonea,
y entre el canto y el vino y la algazara,
en palique amoroso con mi prenda,
tumbo diez chicos que gustar me brindan105
el Yepes, el Arganda y Valdepeñas.
Quisiera ser más grande treinta veces
pa que un goce mayor en mí cupiera.
¡Es un dolor que en tan feliz momento
algún cobarde sobre mí se venga110
y me largue a traición con mano dura
catorce o quince puñalás traperas!
Quiero morir luchando, ya lo he dicho
y cien veces repito. Echa una yesca.
CURRO CEJAS

 (Sacando los chismes dice:) 

Si hasta el tuétano gozas, caro Antonio,115
¿qué te importa morir en la taberna?
Yo, de las muertes que conoce el mundo,
tan sólo admito la forzosa.


Escena II

 

CURRO CEJAS, COMPADRE ANTONIO y CHÍCHARO. El último llega apresurado.

 
CHÍCHARO
¡Cejas!
Estalló la bomba. El barrio entero
en corrillos ocupa la plazuela120
y a armar la gorda decididos se hallan
en contra tuya, apenas amanezca.
Quieren tomar del Matadero mesmo
los despojos que solo mangoneas.
Esto dicen. Y aquí traigo unas coplas125
que el barbero te ha escrito de burlesca.
 

(Entrega a CURRO CEJAS las coplas. CURRO CEJAS se sienta a leerlas.)

 
En papel de un cigarro puesto traigo
el nombre del traidor que más gallea;
como todos aquí le conocemos,
excuso, por lo tanto, dar más señas.130
COMPADRE ANTONIO

 (Mirando el papel.) 

¿Lo ves, compadre? Confirmado tienes
lo que hace poco te soplé a la oreja.
Mas, ¿qué hacemos aquí? Chícharo, en marcha,
y repartamos a destajo leña.
Caiga el que caiga, sí, mira su nombre.135
¡Que muera el Chato!
CURRO CEJAS
¡El Chato! ¡El pico cierra!

  (Se levanta y toma el papel.) 

¿Quién te ha dado este pliego?
CHÍCHARO
Cena-oscuras,
esta noche al salir de la taberna.
CURRO CEJAS
¿Y probarlo podrá si se le pide...?
CHÍCHARO
Pruebas y gordas sobrarán a espuertas,140
tan pronto como tú...
CURRO CEJAS
La lengua muerde,
o te rompo el testuz si te berreas.
No le importan a Curro los timultos:
tiene mucho valor y los desprecia.

  (Rasga el papel.) 

COMPADRE ANTONIO
¡Buena salida!
CURRO CEJAS

 (A CHÍCHARO.) 

De mi parte diles
145
que no pongan a prueba mi pacencia,
que les he visto el juego, que sé todo
y conozco sus nombres.
COMPADRE ANTONIO
Y habrá gresca.
CURRO CEJAS
Ni una palabra más.
CHÍCHARO
Y al Rapa-barbas,
¿qué le digo?
CURRO CEJAS
Que no sea tan fachenda,
150
que abandone el oficio de coplero
y que aprenda mejor a sacar muelas.
 

(Vase CHÍCHARO.)

 


Escena III

 

CURRO CEJAS y COMPADRE ANTONIO.

 
CURRO CEJAS
Escucha. En los jaleos de la vida,
que entre bromas, compadre, y entre fiestas,
siempre pegados al amor y al vino,155
parece que no corre, pero vuela,
nunca dijiste para tu capote:
¿por qué no me da un chico mi parienta?
Un chico a quien dejar pudiera un día
mi ajuar, mi nombre, mi pequeña hacienda...160
COMPADRE ANTONIO
No me aflijas, compadre. Nunca el cielo
ni encanijado me lo dio siquiera.
CURRO CEJAS
Ésa es la causa por que solo gozas
cuando vas al copeo a las tabernas.
Y por eso dispuesto te hallas siempre165
a espanzurrar con gusto una docena.
COMPADRE ANTONIO
Eso es mucha verdá, yo lo confieso,
mas chicos no se compran en la tienda.
Pero tú, que a pesar de dos mujeres
que, una tras otra te entregó la Iglesia170
en contra de tus buenas intenciones,
la comadre jamás llegó a tu puerta,
gozar debes la vida alegremente
gastando con anchuras lo que tengas,
y el que venga detrás que apriete el paso175
y allá se las componga como pueda.
CURRO CEJAS
Cuando se logra lo que yo ya tengo,
fundar un mayorazgo se desea.
Necesito heredero.
COMPADRE ANTONIO
¿Dónde le hallas?
CURRO CEJAS
¿Que dónde, dices? En mi sangre mesma.180
COMPADRE ANTONIO
¡Tu sobrino! ¡Trabajas para Ochavo!
Ese mozo no vale una peseta.
CURRO CEJAS
Mal conoces, compadre, a ese chiquillo,
pues tiene más injundia y más mollera
que muchos que se tienen por dotores.185
Mas la has errado: mi intención no es ésa.
COMPADRE ANTONIO
Entonces no hay remedio, será otra.
CURRO CEJAS
¿Estamos solos?
COMPADRE ANTONIO
Pero...
CURRO CEJAS
Presta orejas.
Allá cuando cumplí los veinticuatro,
estando yo con otro en la taberna,190
disputa armamos entre yo y el otro
sobre el precio de un par de castañuelas.
Se enzarzó la cuestión: el compañero,
al verse aturrullao, con cierta flema
soltó palabras que me hicieron daño195
y añicos le hice un jarro en la cabeza.
Sin más, es claro, pa el Barranco juntos
emprendimos como dos saetas,
por más que en impedirlo se empeñaron
Chichante, Viricú y la tabernera.200
Dos viajes tiramos y de un salto
me dejó su navaja por herencia.
El bulto escurro porque veo encima
dos alguaciles que hacia mí se acercan
y, perseguido por los dos sabuesos,205
entro en la villa sin mirar la puerta.
No sé cuánto corrí. Ya echaba el bofe
cuando, al pasar delante de una tienda,
una moza me sale de repente
que, del embozo asiéndome con fuerza,210
«cuélate» grita y, sin gastar cumplidos,
me encajé de cabeza en la trastienda.
«Libre estás», dice, «pero estoy perdida;
quiera Dios que mi hermano no te huela».
Y, levantando una pesada trampa,215
a un sótano me empuja, tapa y cierra.
Que este belén me sucedió hace mucho
con sus canas lo prueba mi cabeza;
mas solamente al recordarlo, Antonio,
se me hace la saliva una jalea.220
Del peligro en que entonces me encontraba
ni un solo instante me acordé siquiera
y el lance, la taberna y alguaciles
bendigo siempre cuando pienso en ella.
Con gran esmero me cuidó en presona,225
y, viendo a la ocasión la puerta abierta,
a fuerza de palique, en un menuto
se enredó de tal suerte la madeja,
que, de patas metido en el enredo,
conseguí...
COMPADRE ANTONIO
No prosigas, etcétera.
230
CURRO CEJAS
La pobre se mamaba cada susto
cuando a mí la llamaba la querencia,
que hubiera preferido un senapismo
a verse por su hermano descubierta;
que ha sido de rigor en su familia235
el dar tierra con palma a las solteras.
Como nada en el mundo dura siempre,
una noche, por fin, tomó la puerta,
pero estaba de Dios. Cuando yo andaba
entre Getafe, Torrejón e Illescas,240
del pecado que entrambos cometimos
ella sola purgó la penitencia.
COMPADRE ANTONIO
¡Ya! ¡Padre fuiste!
CURRO CEJAS
La casó su hermano
con uno que enterrado está ya en Ceuta.
Y ella las cosas arregló de modo245
que al pobre muerto le agregó...
COMPADRE ANTONIO
¡Canela!
Pues la cosa, por Dios, no trae malicia.
Y tú...
CURRO CEJAS
Yo, mutis, como mosca muerta.
Mientras ella lo mande, yo me callo.
Convencerla no puedo, que es muy terca.250
Como el hijo, aunque es hombre, el caso ignora,
por más que hago por él, me hace la guerra.
COMPADRE ANTONIO
Basta, ya me la olí: pues es el Chato;
y la moza del cuento, la Silvestra.
¡Y así se porta quien pasar pretende255
por patrón de casadas y doncellas!
CURRO CEJAS
Y con eso, compadre, ¿qué tenemos?
Si tuvo algo que ver, tuvo con Cejas.
De lo que has escuchado cierra el pico.
Mucho cuidado con mover la lengua.260
COMPADRE ANTONIO
Gente se acerca.


Escena IV

 

Dichos, CUCHARÓN, CAMORRA, PENDENCIA, EL CHATO, RASCA, NICASIO, TACO, NECIO, Acompañamiento con guitarras y baile.

 
CURRO CEJAS
Adentro, caballeros.
Acércate, Camorra, y tú, Pendencia.
Envidia en Lavapiés y en las Vistillas
dais los dos punteando la vihuela.
Nadie está triste donde estáis vosotros265
tocando seguidillas o manchegas.
CAMORRA
Me abichornas... Mis toques no merecen
que me des por lo fino enhoragüenas.
PENDENCIA
Yo, a pesar de mi mérito y mi puga,
aún no he pasado de amarrar becerras.270
CURRO CEJAS
¿Aún amarras becerras? Ven tú, Chato,
y nómbrale...
EL CHATO
Yo, ¿qué?
CURRO CEJAS
Lo que tú quieras.
EL CHATO
Desde mañana puedes en mi nombre
usar puntillas y gastar coleta.

 (Le quita el mandil y le pone un cinturón de cuero.) 

CURRO CEJAS
Desde ahora tendréis para el punteo275
cuerdas de tripa gratis.
CAMORRA y
PENDENCIA
¡Viva Cejas!
CURRO CEJAS
Tú, Cucharón, tan triste y retirado,
¿qué haces?
CUCHARÓN
Pensaba...
CURRO CEJAS
Sí, en la Vicenta.
CUCHARÓN
Ya con ella acabé, por tu compadre.
COMPADRE ANTONIO

 (Aparte.) 

Viejo verde.

 (En alto1.) 

¿Por mí? No, fue por ella,
280
que de ti se cansó.
CURRO CEJAS
Cállate, Antonio,
y entre nosotros no haya peloteras.
Decid qué se os ofrece.
CUCHARÓN
Aquí venimos
para que a todos en tu gracia tengas.
Del matadero la contrata es tuya285
todo el año y aquí pide mi lengua,
intrépete de todas, que no dejes
a denguno en la bárbara endigencia.
CURRO CEJAS
Ninguno sin comer vive a mi lado,
mientras un duro en mi bolsillo tenga.290
Vuestros destinos seguiréis cumpliendo:
el sábado a cobrar, y en plata buena.
CUCHARÓN
¡Hola, en baile, muchachos! Adelante
y salgan los nombraos con sus parejas.
 

(Mientras se preparan a bailar, EL CHATO se retira a un extremo del teatro y los mira con desprecio. NICASIO lo advierte y se acerca a él.)

 
EL CHATO
¡Y quieren libertá! ¡Mermuraores!295
NICASIO
¡Qué adulación, Chatillo!
EL CHATO
¡Qué bajeza!
NICASIO
Es preciso que hablemos de un negocio.
EL CHATO
Esta noche a las diez...
NICASIO
En ca e Silvestra.
 

(Música y baile.)

 
CORO
Un beso tú me diste
   por el otoño,300
y al invierno esperaste
   pa darme el otro.
De higos a brevas
pruebo yo las peritas
que da tu huerta.305
Tengo yo un pajarito
    tan enseñao
que, al llamarle, de un vuelo
    salta a la mano.
Dame tu jaula,310
que al mirarte es muy fácil
que se me vaya.
RASCA
¡Viva Cejas, el Dios de nuestros hijos!
PENDENCIA
¡Nuestro ángel tutelar!
CURRO CEJAS
Mucho es, Pendencia,
tal mote para mí, pues el de padre315
me satisface más y más me alegra.
CUCHARÓN
Escucha lo que todos han dispuesto
de gratitud y del afecto en muestra.
CURRO CEJAS
Platica, Cucharón, y te suplico
que seas breve, por Dios.
CUCHARÓN
Con tu licencia.
320

  (Lee.) 

«Debajo del escudo de la villa
que el Matadero en su fachada ostenta,
vestida de sombrero y con casaca,
tendrás de bulto tu figura entera.
A tu entrada triunfal, los matachines325
pondrán de punta su cuchilla en tierra,
en señal de que al amo en todas partes
se le debe rendir ciega obedencia.
En honra al gremio, siempre a las funciones
asistirás en unas parihuelas,330
llevadas por los mozos que más brío
diga que tienen el maestro albéitar.
Escotando unos cuartos cada prójimo,
te regalan aquí tres frioleras:
la primera un bastón con muchos nudos,335
pa romperle al que falte la cabeza;
la segunda unas gafas con que luego
nuestros trabajos con aumento veas;
y, por fin, una hermosa redecilla
con que cubras tu calva zapatera».340
CURRO CEJAS
¿Y para esto se juntó la taifa?
¿Y en tontadas malgasta y en simplezas
horas preciosas que ocupar no supo
en desollar carneros y becerras?
Plata y oro traed, no baratijas,345
que no se gastan ya. De todas ellas,
la redecilla sólo me acomoda.
La acepto porque oculte, siendo negra,
los bocados de pulgas y mosquitos
y otras aves que roen mi cabeza.350
Esta calva la debo no a los años,
sino a la punta de la dura lezna
por mucho tiempo usada.
RASCA
Nuestro obsequio
recibe.
CAMORRA
Sí, sí, todos te lo ruegan.
MATACHINES
Sí, sí, sí.
EL CHATO
¡Menos yo! ¡Alma boyante
355
del gran Pelón, alégrate, que alientan
dos manchegos aún! Yo, que a esas tretas
de calandrias me opuse en las Vistillas...
CURRO CEJAS
¿Quién más, vomita?
EL CHATO
Tu presona mesma.
CURRO CEJAS
(¡Qué buena sombra!) ¡Ven! Largarse todos.360
 

(Vanse.)

 


Escena V

 

CURRO CEJAS y EL CHATO.

 
CURRO CEJAS
Tú me conoces, Chato. ¡Buena pieza!

  (Va a acariciarle.) 

EL CHATO
Para bromas no estoy.

 (Se aparta.) 

CURRO CEJAS
No seas bruto
y di, sin adular, lo que deseas.
EL CHATO
Que dejes hoy sin aguardar a luego
la contrata maldita y libre sea365
la muerte de las reses que en la villa
abastecen mercados y plazuelas.
CURRO CEJAS
¡No digas disparates, pobre Chato!
¡Dejar yo la contrata, cuando a ella
debemos porvenir, fortuna, nombre370
y no vernos comidos de miseria!
No conviene soltarla.
EL CHATO
Te lo ruego:
antes que el interés es la concencia.
CURRO CEJAS
No seas testarudo. Ya lo he dicho.
No la dejo.
EL CHATO
¡Se acabó! No queda
375
más que un manchego ya, que abochornado
por no verte se marcha a la taberna.


Escena VI

 

CURRO CEJAS.

 
CURRO CEJAS
¡Vaya un mozo templao! ¡Por na se encoge!
¡La mesma inclinación! Hijo es de Cejas.

  (Vase.) 


 

(Mutación.)

   

(Casa de Silvestra.)

 


Escena VII

 

SILVESTRA y LUCIA.

 
SILVESTRA
Vete, Lucia, a acostar, porque si sigues380
dando como hasta aquí de cabezadas,
te romperás la crisma, si es que crisma
te queda que romper.
LUCIA
Ni me hace falta.
SILVESTRA
Yo espero, Lucia, al Chato y Dios disponga
venga a dormir con las costillas sanas.385
LUCIA
¿Quién es capaz, Silvestra, de ofenderle?
¿Acaso todo el Rastro no le acata?
El Matadero en peso le respeta
y el mismo Curro Cejas le idolatra.
SILVESTRA
A pesar de que el Curro le protege,390
al Chato de los dientes no le pasa.
LUCIA
¡Qué me cuentas, Silvestra! Conque tu hijo
no ha sentido en sus tripas...
SILVESTRA
Calla, calla.
LUCIA
¿Quién nos escucha?
SILVESTRA
Nadie, pero a veces
suele tirar el diablo de la manta.395
LUCIA
No te vengas, Silvestra, con repulgos,
porque no tienes pizca de beata,
y piensa, buena amiga, que a tu fecha
en el rancio pudor no se repara.
Tienes fama en el Rastro, en las Vistillas400
y en todito Madrid de recatada:
no hubo en el barrio un chulo que atrevido
te pasara una mano por la cara.
Todos en fin lo bárbaro pregonan
de tu hermano el Pelón, que en paz descansa.405
SILVESTRA
Sí, y desde allá también él me maldice
por aquella ocasión en que fui flaca,
y, con voz de becerro aguardentosa,
de bribona me pone y descastada.
LUCIA
Recuerda que él murió de aquella curda410
que tomó en la taberna de la Paca.
Y aún la debe dormir, pues todos dicen
que fue una borrachera soberana.
Con el Panzudo luego te casaste
y el Panzudo, si vio, no dijo nada.415
Curro Cejas fue mozo muy callado
y supo sacudir muy bien la capa.
Tu marido y el Manco fueron juntos
codo con codo a los menores de África,
entregaron la piel al poco tiempo420
y tú quedaste viuda, y santas pascuas.
SILVESTRA
No se me pega la camisa al cuerpo.
Te digo la verdad, Lucia.
LUCIA
Cachaza.
 

(Se oye ruido.)

 
SILVESTRA
Enciende otro candil, que llega el Chato,
y si quiere, caliéntale la cama.425
¡Pobre hijo mío!


Escena VIII

 

SILVESTRA y CURRO CEJAS.

 
SILVESTRA
¡Ah!
CURRO CEJAS
Que Dios te guarde.
No sé por qué, Silvestra, así te espantas.
SILVESTRA
Después de tanto tiempo, y a estas horas,
al verte me he quedado hecha una estauta.
CURRO CEJAS
Aquel tiempo pasó. De Curro Cejas430
no quedan ni siquiera las pestañas...
Con los años, Silvestra, el mejor músico
ha perdido el compás y...
SILVESTRA
Cejas, basta.
CURRO CEJAS
Yo no vengo a buscar a la morena
cuyos ojos un día me quemaban.435
Vengo en busca del hijo a quien adoro
y el sacrificio tuyo me hace falta.
SILVESTRA
¿Qué zancadilla, Curro, es la que intentas?
¿Qué pretendes de mí con esa charla?
CURRO CEJAS
Que le cantes al Chato tu secreto,440
que conozca el aquél de tu prosapia.
Y heredero ser de mi fortuna,
dando envidia a los ricos de la plaza.
SILVESTRA
¡Aplastada me dejas! Yo agradezco
cuanto has hecho por él. Muchísimas gracias.445
CURRO CEJAS
Di mejor lo que haré. Tengo mis planes.
SILVESTRA
Calla, Curro, tus planes. Calla, calla.
CURRO CEJAS
No puedo. Sin quererlo, el mejor día
sale toda su historia de mi panza.
Es preciso, Silvestra, pues, que al chico450
le digas tu sentir.
SILVESTRA
¡Nunca esa mancha!
¿Quieres que yo sufra ese bichorno
cuando venda mondongos en la plaza?
¡Manipolio fatal del amor mío
como el que tienes hoy en las contratas!455
¿Y aqueste premio, Curro, nos reservas?
¡Al Rastro la opresión! ¡A mí la infamia!
CURRO CEJAS
Calla, calla, Silvestra. Me atolondra
el diluvio bestial de tus palabras.
Yo no tengo a quien pasen mis talegas460
y no quiero dejar mi ajuar de casa
a Ochavo, mi sobrino, cuando el Chato
por línea recta mi caudal reclama.
Yo le haré Director del Matadero
y dejaré en su nombre la contrata.465
SILVESTRA
¡Vete de aquí!
CURRO CEJAS

 (Se marcha reflexionando y luego vuelve.) 

Me casaré contigo.
Le daré una puntera a retaguardia
a la Raimunda, que me sirve en todo,
y que siendo sirvienta, casi es ama.
SILVESTRA
¡Otra víctima, no!
CURRO CEJAS
Pues bien, Silvestra,
470
piénsalo bien, consulta con la almohada
y si a tu Chato quieres venturoso,
firma con una cruz en esta carta
y la suerte del Chato harás con esto
y la dicha del barrio con tu gracia.475

 (Vase.) 



Escena IX

 

SILVESTRA.

 
SILVESTRA
¡Pelón, hermano mío, tu existencia
pasaste a malos tragos y carpantas,
pero el cariño que le tengo al Chato
es un trago peor que me avinagra!
¡En qué mal hora a Cejas aquel día480
metí de un empellón en esta casa,
por evitar su pena en un presidio
o que gestos hiciera en una plaza!
Entre la espada y la pared me pone.
No puedo estar de pie, ¡ay!, ni sentada...485
Las fuerzas me flaquean y..., ¡puñales!,
que mi virtud no llega a vara y cuarta.


Escena X

 

SILVESTRA y EL CHATO.

 
EL CHATO
Muy buenas noches, madre.
SILVESTRA
Buenas, Chato.
Cansada de esperar me iba a la cama.
EL CHATO
Cansado también vengo, que hoy ha habido490
gran arreglo de cuentas y cobranzas.
SILVESTRA
Tú eres bueno con todos, hijo mío,

 (Le abraza.) 

y para trabajar, bestia de carga.
Curro Cejas, por eso agradecido,
hace lo que tú quieres: tú le mandas.495
EL CHATO
Menos cuartillo, madre, que ahora mesmo
un favor me ha negado, y en mis barbas.
SILVESTRA
¿Qué le pediste, Chato?
EL CHATO
Poca cosa:
que renuncie pa siempre la contrata
y se arreglen los probes como puedan500
vendiendo desperdicios a sus anchas.
SILVESTRA
¿Y te ha dicho que no?
EL CHATO
¿No lo has oído?
Me ha dicho un no más grande que una casa,
y si más me revienta es porque al cabo
le sobra la razón hasta las cachas.505
Expuesto no me viera a este desaire
si no hubiera en el Rastro tanto mandría.
Hizo bien en negarlo.
SILVESTRA
¿Estabas loco?
EL CHATO
¿Es locura pedir lo que nos falta?
Un día ha de llegar que cada quisque510
trafique como quiera, y fuera trabas.
SILVESTRA
¿Y por qué, Chato, en ello así te empeñas,
cuando Cejas ni abusa ni maltrata?
Deja que siga con su empresa el año,
sin meterte en camisa de once varas.515
EL CHATO
Él es hombre cabal, no tiene pero;
mas tuerce su intención esa canalla.
Yo nunca tengo pelos en la lengua.
Al decir la verdad, nadie me ataja
y, sin embargo, algunos aún se atreven520
a negar la limpieza de mi casta.
SILVESTRA
¡De tu casta dijiste!
EL CHATO
Por la calle
vine sin reparar que hubiese un alma
y una voz ronca escucho que a mi oído
con misterio me larga estas palabras:525
«Duermes, Chato. En verdad, tú no eres Chato».
Y no una sola vez. Tercié la capa,
la cabeza volví, miré a toas partes,
a nadie me encontré... y esto me escama.
¡Es éste el gran valor que hoy tiene el Rastro!530
¡Miserables! ¡Borricos de reata!
A la calle salid, y yo el primero
el fuego atizaré pa ver las llamas.
Veréis si duerme el Chato o si destripa
al mismo Curro Cejas por la panza.535
SILVESTRA
¡Qué dices, me horripilas!
EL CHATO
¡Y es mi madre
la hermana de Pelón!
SILVESTRA
Óyeme.
EL CHATO
Habla.
SILVESTRA
Tu sangre es una sangre, Chato mío,
que circula también...
EL CHATO
Acaba, acaba.
SILVESTRA
Yo no puedo acabar... Pero promete540
que al Matadero asistirás mañana.
EL CHATO
Por mi salud, prometo.
SILVESTRA
En este caso,
a la cama a roncar voy descansada.


Escena XI

 

EL CHATO.

 
EL CHATO
¡Qué confusión la mía! ¡También ella
me recuerda mi sangre! ¿Seré un maula?545
¡Qué bruto soy! ¡Será posible, Chato,
que estés durmiendo abiertas las pestañas!


Escena XII

 

EL CHATO, NICASIO y Otros.

 
NICASIO
Que las tengas muy buenas y cabales.
Venga esa mano.
EL CHATO
Sí, con toda el alma.
NICASIO
Ya nos tienes aquí, y en esta mano550
la libertad del Rastro se afianza.
EL CHATO
Vuestra presencia, chicos, con franqueza
asombrado me tiene, en esta casa.
Repartidor de tripas lo es Nicasio,
Celedonio, de vientres y rabadas,555
Taco limpia también los desperdicios,
las orejas, las manos y las patas...
Todos, en fin, por Cejas colocados
llenáis por su favor vuestras baldragas.
NICASIO
Alto, Chato: lo de limpiar convengo,560
pero en llenar tampoco vas en zaga.
Aquí la rigidez de los principios:
el Rastro se antepone a nuestra panza.
EL CHATO
Lo sé, y en ello vuestro temple admiro.
NICASIO
Mira, Chato, tú tienes la palabra.565
Fuera de circunloquios y al avío...
EL CHATO
Esperaremos a que venga Rasca.
NICASIO
Dudo que venir pueda, porque el reuma
hace unos días que le tiene en cama.


Escena XIII

 

Dichos, RASCA.

 
RASCA
Pesetas y salud. Aunque aburrido,570
por el dolor que tengo en esta pata,
he llegado hasta aquí, pues sé que el Chato
despertó de la mona que arrastraba.
EL CHATO
Ya veréis si era mona o si era mico
cuando en mi mano tenga la navaja.575
Todos, señores, visteis el regalo
que a Curro Cejas hizo esa canalla.
No cabe más bajeza. ¡Aduladores!
Bastón de mando, redecilla y gafas.
No queda otro remedio para el Rastro580
que aguantar el mochuelo a sus espaldas
o asegurar un golpe a Curro Cejas.
NICASIO
¿Y adónde va a ser eso, di?
EL CHATO
En la plaza.
RASCA
¿No sería mejor que en una esquina
se diera el golpe en firme?
TACO
O en su casa,
585
porque tened presente que la chusma
que le adula con él va de compaña.
RASCA
Yo cuento una docena de hombres ternes,
que estarán en el punto.
EL CHATO
No hacen falta.
¿Quién en perdíos el apoyo busca?590
Para herir, esta mano sola basta.
Yo a Curro Cejas odio nunca tuve.
Yo le debo favores, su confianza.
Pero entre el Rastro y Cejas yo no cejo,
porque ante el barrio la amistad se achanta.595
Yo admiro más que todos su conducta;
es hombre que le duelen las desgracias,
y un asiento halla el pobre si a su mesa
acude a remediarse la carpanta.
Ved pues al hombre cuya vida intento600
quitar de sopetón de una mojada.
No me ciega la ira.
NICASIO
¿Chato, lloras?
EL CHATO
Dejad que suelte un chorro de mis lágrimas.
Con esto pago la amistad.
NICASIO
¿Y cuándo
Cejas debe morir?
RASCA y
TACO
¿Cuándo?
EL CHATO
Mañana,
605
al despertar el día, frente a frente
y quitado el embozo de la capa,
en provecho del Rastro iré el primero
y en el pecho le cuelo hasta las cachas.
NICASIO
Venga esa mano.
RASCA
Aquí la mía.
610
TODOS
Al Matadero cuando raye el alba.

  (Se van.) 

EL CHATO
Será un día nombrado para el Rastro.
Voy a sacarle punta a la navaja.


Escena XIV

 

SILVESTRA, LUCIA.

 
SILVESTRA
No sé si estoy soñando o si despierta,
o si mis ojos llenos de legañas615
me impiden ver la luz. Ello es seguro
que dentro de mis niervos algo pasa.
Aquí estuvieron juntos hace un rato
mi hijo, Nicasio, Mirlo, Necio y Rasca,
y a cencerros tapados han podido620
a Curro preparar una entruchada.
No hay tiempo que perder. ¿Lucia?
LUCIA
¿Qué quieres?
SILVESTRA
Encájate un mantón. Ésta es la carta.
Poco me importa lo que diga. Firmo
y salga luego el sol por donde salga.625
Corre en busca de Cejas: de mi parte
entrega este papel y de palabra
dile que estoy resuelta y muy resuelta
a que saque mis trapos a colada.

 

(Mutación.)

   

(Puerta del Matadero.)

 


Escena XV

 

Matachines, Vendedores. Después EL CHATO y TACO.

 
MATACHÍN 1.º
¿Está todo arreglao?
MATACHÍN 2.º
Todo está listo.
630
MATACHÍN 1.º
Aquí está mi herramienta.
MATACHÍN 2.º
Aquí la mía.
MATACHÍN 1.º
Entonces que se cuente por difunto.
Apenas llegue, la señal... y encima.
VENDEDOR 1.º
Barrunto, Cachapó, que el año nuevo
se empieza con alguna tremolina.635
¿No has reparao?
VENDEDOR 2.º
Por cierto, que la gente
en cuchicheos con afán se agita
y están como espantaos. ¡Allí anda Potra!
Tienes razón, Colín, la broma es fija.
VENDEDOR 1.º
¿Qué sabes tú de Cejas?
VENDEDOR 2.º
Hombre, anoche,
640
aunque clara la vista no tenía,
efecto que la luz de la taberna
los ojos me llenó de chirivitas,
vi al cojo Relicario con el Necio
a la puerta paraos de la botica.645
Al pasar por delante escuchar pude
al cojo, muy caliente, que decía:
«Mañana da su golpe el Matadero.
Cudiao, no faltes... Y el avío encima».
VENDEDOR 1.º
¡Si estuviera aquí Ochavo...!
VENDEDOR 2.º
¿Dónde bulle?
650
VENDEDOR 1.º
Ayer salió en calesa para Esquivias
a cerrar el contrato de la compra
de un gran terreno de olivar y viñas.
No tardará en volver.
MATACHÍN 1.º
La gente es buena
y, si el Chato dirige, en un per ístam655
se despacha el negocio. Aquí le tienes.
EL CHATO
Hola, muchachos.

  (Acercándose con TACO.) 

TACO
Veo reunida
la tropa. ¿Falta alguno?
EL CHATO
Muchos sobran,
porque me basto yo pa hacer justicia.
En cuanto venga le cubrís el bulto,660
estorbando en su caso la salida.
Ésta es la parte que a vosotros toca;
el resto del belén es cosa mía.


Escena XVI

 

Dichos, RASCA.

 
RASCA
Dimos el golpe en vago, compañeros.
Curro Cejas no viene.
TACO
Ésa es pamplina.
665
RASCA
¿Vosotros no sabéis lo acontecío?
TODOS
¿Qué sucede?
RASCA
Que anoche, en la cocina
de Cejas, un cabrito preparaban
pa comerlo esta tarde la familia
y, en vez de corazón, un gran murciélago670
la punta descubrió de la cuchilla.
Salen todos corriendo y el milagro
a Cejas se lo cuentan y suplican
no venga al Matadero. Hablar los deja.
Y templao les responde: «Si la vítima675
cambió su corazón por ese bicho,
tropezar siento el mío en las costillas».
EL CHATO
No faltará.
RASCA
Raimunda, su criada,
roncaba allí cercana todavía.
Un chillido se escucha, cruje el catre,680
corre a la alcoba Cejas, entra, mira
y encuentra a la muchacha que soñaba
espeluzná, sin ropa y boca arriba.
Un soponcio le dio con retemblores
y entre dientes rumiando esto gruñía:685
«¡Cobardes! ¡Asesinos! ¿No hay socorro?».
El mareo se va, fija la vista
y, hallando a Curro Cejas embebío,
entre sus brazos con afán le trinca.
Aprieta, da un suspiro, llora y dice:690
«Yo he visto sobre ti dos mil cuchillas
y, por cada agujero de tu cuerpo,
que no pude contar por tener prisa,
con más empuje que la arroja un toro,
de sangre un Manzanares te corría.695
Tu cuerpo, ya extenuao, tambaleaba.
De hocicos fuiste a dar contra una esquina
y allí tu humanidá, cayendo al suelo,
sobre una piedra se dejó la crisma».
Hace un rato que Necio nos ha dado700
como os la cuento la fatal noticia
y es fácil que con lágrimas y ruegos
Raimunda a Cejas el venir le impida.
TACO
Nuestro plan se lo llevan los demonios
si se deja el belén para otro día.705
¿Qué dices, Chato?
EL CHATO
¡Yo! ¡Que sois cobardes!
Que gallos parecéis y sois gallinas.
Para librar al barrio del tirano
estómago, no más, se necesita.
RASCA
¡Gallina yo!
TACO
¡Qué has dicho!
TODOS
¡Qué se entiende!
710
EL CHATO
Esas voces canguelo sólo indican.
Sin temor esperad. El Necio llega.
TODOS
¿Qué hay de nuevo?
NECIO
Que Cejas se aproxima.
No tardará en llegar cinco minutos.
EL CHATO
¡Ah, mandrias, ya lo veis, yo bien decía!715
RASCA
¿Qué mosca le ha picao?
NECIO
Es un misterio.
Ni razones ni súplicas podían
conseguir que se echara hoy a la calle.
Le dije que aguardaban su venida
los del gremio a la puerta reunidos720
y que era necesario hoy, primer día,
anunciar a la gente las reformas.
Nada alcanzar lograba, cuando grita
desde la calle una mujer que quiere
poner a Cejas en su mano misma725
una carta de parte de Silvestra.
EL CHATO
¡De Silvestra! ¡Mi madre!
NECIO
Entra la chica,
la carta a Cejas da y éste la toma.
Sus ojos al momento echaron chispas
y «andando, Necio» exclama y aquí viene.730
RASCA
Tal vez tu madre anoche olfatearía...
TACO
¡A que nos zurra Cejas la pabana!
EL CHATO
Quien miedo tenga, ¡luz!, que tome pipa.
Yo mataré a los dos; poco me importa.


Escena XVII

 

Dichos, CURRO CEJAS y CHÍCHARO.

 
CHÍCHARO

 (Acercándose a CURRO CEJAS.) 

Una palabra, Cejas: desconfía735
de esos tunos que acechan tu llegada
y te van a jugar mala partida.
CURRO CEJAS
¿A mí con ésas, Chícharo? ¿Estás loco?
Alma de sobra tengo y manos listas.

  (Adelantándose.) 

¡Salud, barrio del Rastro!

  (A EL CHATO.) 

¿Aquí estabas?
740
¡Cuánto es mi gozo, Chato, y mi alegría!
Desde hoy, tu nombre junto con el mío
pronunciará la gente de cuchilla.
EL CHATO
Eso mesmo igualmente yo deseo.
CURRO CEJAS
Caballeros, sin gastar pulítica,745
os diré que, al volver a la contrata
del abasto de cuernos y de tripas
y demás zarandajas del despojo,
por el año que empieza en este día,
con vosotros conté y con vuestro afleuto750
pa cumplir, como debo, con la Villa.
En cambio yo, sin distinguir de barrios,
lo mismo a Lavapiés que a las Vistillas,
al Rastro, Mira al Río y Mundo Nuevo,
trabajo daré a todos a porfía.755
Los que desuellan con primor las reses,
los que lavan los vientres en las pilas,
los que limpian los cuernos y pezuñas
y, en fin, por acabar, cuantos artistas
se ocuparen desde hoy en mis faenas760
en mí tendrán un padre de familia.
Pienso extender del Rastro nombre y fama,
su riqueza aumentar de día en día,
y en presona iré pronto a Ingalaterra
para dar a los cuernos la salida.765
Si el cielo me protege y los ingleses
del género la entrada facilitan,
¡qué porvenir pa el Rastro, si yo güelvo
con cien sacos de libras estrininas!
Ahora vamos adentro.

 (A EL CHATO.) 

Tú conmigo.
770
RASCA
¡Chúpate ésa!

 (Le da un navajazo.) 

CURRO CEJAS
¡Qué es esto, gentecilla!
Con todos he de hacer un escarmiento.

 (Preparándose a la defensa.) 

TODOS
Duro con él.
NICASIO
El Pelón, Chato, nos mira.
EL CHATO
¡Compañeros, a él!

 (Va a herirle.) 

CURRO CEJAS
¡A mí! ¡Tu padre!
 

(Se emboza. EL CHATO le hiere.)

 
TODOS
Acabe de una vez la tiranía.775
RASCA
Pies, pa qué os quiero.

 (Echa a correr.) 

EL CHATO

 (Con aire de satisfacción.) 

Me he lucido.
NICASIO
Curro Cejas murió. Ya está cumplida
nuestra misión y libre todo el mundo
puede vender sin trabas por la Villa.
¡Viva el Rastro!
TODOS
¡Viva!


Escena XVIII

 

Dichos, SILVESTRA, que entra precipitada.

 
SILVESTRA
¡Qué hiciste, bruto!
780
EL CHATO
Lo que pide la ley y la justicia.
SILVESTRA
¡Has matado a tu padre!
EL CHATO
¡Era mi padre!
¡Ah, perra, y lo callabas!
SILVESTRA

 (Enseñando una carta.) 

¡Mira, mira!
Párteme las entrañas.
EL CHATO
Yo no quiero.
Ya que me diste tarde la noticia,785
la vida te perdono.
SILVESTRA
Ven, huyamos
antes que acuda gente de golilla.
NICASIO
Escucha, Chato, el compadre Antonio
tiene toda su gente en Maravillas
y si nos pesca aquí desprevenidos,790
ha de haber garrotazos, y de a libra.
EL CHATO
Y desgraciado de él, si aquí se arrima.
NICASIO
Mira que ellos son muchos y la panda
de Ochavo con la suya están unidas,
y que Ochavo es sobrino del difunto795
y sabe de gramática latina.
EL CHATO
No prevariques.
SILVESTRA
Antes que a él le maten
de mi cadáver pasarán encima.


Escena XIX

 

Dichos, COMPADRE ANTONIO, OCHAVO, Pueblo.

 
PUEBLO

 (Desde fuera.) 

¡Viva el señor Ochavo!
NICASIO
¿Estás oyendo?
SILVESTRA
¿Qué hemos ganado, Chato?
PUEBLO

 (Entrando en escena.) 

¡Viva, viva!
800
EL CHATO
Veremos quién se lleva el gato al agua
en juntándose aquí las tres pandillas.
COMPADRE ANTONIO

 (Llegando.) 

Nuestro es el Rastro.
OCHAVO

 (Asomando en una calesa.) 

La contrata es mía.




 
 
FIN
 
 


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