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ArribaAbajoCapítulo XXIII

Salubridad


SUMARIO

Indiferencia con que ha sido mirada la salubridad nacional. Ha vivido y sigue viviendo falta de prestigio, pospuesta y relegada, exenta de colaboradores.- Profesionales y convencidos que proclamaron su importancia y preopinaron en su defensa, le retiraron lealtad y devoción en los días que ascendieron a los puestos públicos.- La prioridad del problema sanitario es incontestable.- Mueren en el Perú, por lo menos, por causa de enfermedades evitables 40.000 personas al año.- Mortalidad y natalidad en Cuba.- País pobre y vida cara por falta de brazos para las industrias.- La minería y la agricultura son las que más sufren las consecuencias de nuestra despoblación.- Nuestras ciudades no son populosas.- Todo ha crecido en el Perú menos la población.- El doctor Arrús y sus anhelos de organizar la estadística en forma científica.- La raza blanca va disminuyendo y la negra, desapareciendo.- Por qué aumenta el número de pobladores en Lima.- La confortabilidad metropolitana y los buenos jornales atraen a los indígenas de Junín y de Ancash.- De cada cuatro personas que descienden del altiplano, una queda enterrada en el camposanto, otra vuelve tuberculosa y apenas dos se aclimatan.- La mortalidad en los campos agrícolas es mayor.- Si a cada saco de azúcar o cada paca de algodón que exporta el Perú, se le añadiera en proporción lo que cuestan las vidas de los jornaleros agrícolas que arrebatan la malaria y la tuberculosis,   —402→   los precios de producción serían tan altos que no habría manera de venderlos en el extranjero.- La enfermedad y la muerte tienen desmoralizadas a las clases populares.- La malaria, la tifoidea, la enteritis y la tuberculosis empobrecen a la clase media.- Cuadro pavoroso de la vida humana en el Perú.- En la sierra es terrible y asolador lo que en ella hacen la viruela, la neumonía y el tifus.- Causas que debían reducir la mortalidad en la sierra a un 15 por mil.- Motivos que la elevan a 70 por mil.- Comentarios y datos dados a la publicidad por personas que viviendo en la región andina han presenciado su mortalidad.- Notable disertación del doctor Graña sobre el Problema sanitario del Perú.- Sus valiosas opiniones.- Movimiento demográfico de la ciudad de Lima.


La indiferencia con que ha sido mirada la salubridad nacional por las instituciones públicas, es algo que no tiene cotejo en el Perú. Ejército, marina, vías de comunicación, primera enseñanza, industrias, etc., todo ha merecido atención de los poderes Legislativo y Ejecutivo, y en fomentarles se han gastado ingentes sumas de dinero. Lo único que vive falto de prestigio, exento de colaboradores, es la sanidad nacional. Su desgracia es tanta, que hasta sus más asiduos propagandistas le han negado a la hora de la prueba. Convencidos que comulgaron en su seno y confesaron su importancia, le retiraron lealtad y devoción en los días en que ocuparon puestos en los municipios, en las cámaras o en el gobierno, días en los cuales dedicaron a ornato público, a teatros, paseos y monumentos, el dinero que en justicia correspondía a salubridad. Con un gasto equivalente a la décima parte de lo que se consume en burocracia, posible sería reducir en 30 por ciento el coeficiente de nuestra mortalidad y ahorrar esos miles de vidas   —403→   que dolorosamente extinguen la viruela y el tifus en la sierra y el paludismo y la tuberculosis en la costa.

A nuestro juicio no hay nada en el Perú que tenga la inconmensurable magnitud del problema sanitario ni nada tampoco que haya sido tratado con más indolencia. Le consideramos el más valedero, el más necesario, el que más afecta a la vida económica, política y social del país. La falta de amplitud en la instrucción primaria significa mayor o menor número de niños analfabetos; la carencia de vías de comunicación, demora en la explotación de nuestras riquezas; la disminución de los efectivos en el Ejército, un peligro que puede subsistir sin hacernos daño; pero lo que mata al hombre, lo que destruye la familia, lo que disminuye la población, es de vital importancia.

Habiendo más de un motivo para suponer que el coeficiente de mortalidad en la República alcanza a 40 por mil, y que nuestra población no es menor de 4.000.000, hay base para sostener que por lo menos mueren anualmente en exceso por causa de enfermedades evitables alrededor de cuarenta mil personas. Esta pérdida significa para la patria un millón de habitantes menos en el aumento natural de su población en cada 20 años.

Las estadísticas demográficas de Chile nos dan el siguiente cuadro:

Año Total de Nacimientos Nacimientos ilegítimos Matrimonios Defunciones Exceso de Nacimientos
1912 135.373 50.710 21.258 103.905 31.468
1913 140.525 52.816 21.341 107.200 33.325
1914 136.550 51.081 19.002 100.059 36.491
1915 136.597 50.365 19.150 96.716 39 881
1916 144.193 54.987 20.121 99.856 44.337
  —404→  

El movimiento de población en la Argentina, en cuatro años, ha sido el siguiente:

Año Matrimonios Nacimientos Defunciones Inmigrantes Emigrantes
1913 53.556 286.181 122.109 302.047 156.829
1914 46.811 291.887 124.774 115.321 178.684
1915 46.699 283.176 124.008 45.290 111.459
1916 47.313 287.284 136.379 35.990 73.348

En 1913, 1914 y 1915 nacieron en Cuba, respectivamente, 62.093, 85.317 y 57.468, y como sólo murieron en los mismos años 33.284, 35.087 y 35.086, en sólo tres años, por crecimiento natural, la población aumentó en 163.735 habitantes. En el Perú jamás ha pasado esto. Si la mortalidad no es mayor que la natalidad, por lo menos es igual. Por esta causa, a pesar de ser país pobre, la vida de sus pobladores es cara. Muchas veces, ni aun aumentando el precio del salario, hay posibilidad de conseguir todo el personal que necesitan las industrias, las artes y el servicio doméstico. La minería y la agricultura son las que más sufren las consecuencias de nuestra despoblación, llegando a ser alarmante la crisis de brazos cada vez que el Gobierno ocupa en la vecindad de alguna región dos o tres mil operarios en obras públicas. Las construcciones de los ferrocarriles de Huancayo, de Cajamarca y del Cuzco, en la época en que conjuntamente se hicieron, causaron situaciones difíciles a la agricultura existente en las provincias vecinas a dichas construcciones.

Desde 1895, el país ha aumentado sus rentas, sus exportaciones, sus ferrocarriles, su ejército, su marina, habiéndose vigorizado la mayor parte de los factores que constituyen la vida moral. Todo ha crecido menos la población,   —405→   y la indiferencia es la razón única del abandono en que se halla la más importante, la más sagrada de las necesidades nacionales.

Siendo una de las características de la República su falta de población, y estando ligada a ella la parte más vital de nuestros problemas políticos y económicos, su aumento ha debido ser nuestro principal anhelo. No es lo más grave para el Perú que entre pueblo y pueblo existan extensos e inhospitalarios desiertos, accidentadas e inclementes punas y serranías, sino que el número de los habitantes que pueblan los valles de la costa y de la sierra sea tan mísero. Lima, como departamento apenas tiene 450.000 pobladores. Ancahs, con su valle extraordinariamente amplio, también está despoblado. Junín, Cuzco, Cajamarca, tal vez los más populosos de la República, no tienen ni la décima parte del número de vecinos que su suelo pudiera mantener.

Difícil sería precisar la población del Perú en los tiempos de la conquista, la que perdió en el coloniaje y la que ha seguido perdiendo en la época republicana. Por lo demás, estos datos de carácter histórico, en el terreno utilitario de nada nos servirían a la hora presente. Lo que importa saber ahora es el verdadero coeficiente actual de mortalidad. En presencia de él, si supiéramos que las defunciones exceden a los nacimientos, fácil sería calcular el número de años en que la población del Perú quedaría reducida a la mitad de la que hoy tiene, si las cosas siguen como están.

Interesados los municipios de la República en ocultar la alta cifra de mortalidad que despuebla al Perú, para que no se les culpe de falta que no puede imputárseles   —406→   a ellos en toda su extensión, no dan a luz los reveladores y altos guarismos que se consignan en nuestros registros civiles. El doctor Arrús, a cuyo cargo acaba de ponerse la estadística del Perú, estadística que antes no ha existido en la forma amplia y científica en que hoy se inicia, nos haría un positivo servicio, si, tomando datos en los municipios, únicamente en los últimos 25 años, nos presentara un cuadro de natalidad y mortalidad, y con números nos expusiera el balance de la población en ese período de años. Su labor pondría en evidencia que la raza blanca disminuye en Lima en proporción al aumento de población. Pasa lo mismo con la negra, llamada a desaparecer por la proporción, alarmante como la aniquila la tuberculosis.

Si en Lima la población aumenta es porque de toda la República, especialmente de Junín, descienden anualmente miles de indígenas, atraídos por las comodidades de la vida metropolitana y por la esperanza de mejores jornales. El espíritu de aventura les saca de los estrechos linderos de su pueblo. Necesitan horizontes más amplios y vienen a Lima. A la hora en que el tren de Oroya llega a Viterbo y Desamparados, se les ve bajar fuertes, rollizos, pletóricos de sangre. Muy pronto encuentran trabajo, pero también muy pronto les visita el paludismo en sus diversas formas, y Lima, la ciudad que con sus grandezas y sus encantos les retuvo lejos de la andina tierra, es para ellos la ciudad fatídica, la ciudad de la muerte, la ciudad maldita, donde, de cada cuatro personas que descienden del altiplano, una queda enterrada en el camposanto, otra vuelve tuberculosa y apenas dos se aclimatan y se establecen. Y esto que pasa en Lima ocurre en los cultivos de caña de azúcar y algodón   —407→   de toda la costa, todavía en progresión más espantosa, como que, si en Lima hay malaria y tuberculosis como uno, en nuestros valles costaneros las hay como cuatro. Si a cada saco de azúcar o a cada paca de algodón que exporta el Perú, se les añadiera en proporción lo que cuestan las vidas de los jornaleros agrícolas que arrebatan la malaria y la tuberculosis, los precios de producción serían tan altos que no podríamos alcanzar a venderlos en el extranjero.

Por estas causas, nuestras ciudades cisandinas tienen mundial fama de mortíferas, por lo cual es imposible que corrientes inmigratorias europeas se establezcan en ellas. La enfermedad y la muerte tienen desmoralizadas a las clases populares. No hay manera de formar larga familia: la mayoría de los niños muere de enteritis. En la clase media, ¿cómo economizar, cómo hacer fortuna cuando periódicamente los ahorros de uno o dos años se gastan en pocas semanas en combatir la malaria, la tifoidea, la enteritis, o cualquier otra enfermedad evitable, que a lo mejor invade el hogar modesto, feliz y ordenado de alguna de estas gentes?

Todo anda bien hasta que aparece la tuberculosis o la tifoidea. Para entonces, el presupuesto doméstico quedará desequilibrado. Médico, botica, alimentos, convalecencia llevarán centenares de soles; y ese dinero que si aquí hubiera salubridad se gastaría en dar mejor instrucción a los niños, en asegurar ahorros para la vejez, se invierte en remediar males que pudieron y debieron ser prevenidos. Y después de todo, ¿qué?: la muerte, la desmoralización social; y al lado de tales infortunios, de tanta desolación y amargura, de tan acusadores efectos, la inconciencia de los poderes públicos,   —408→   asistiendo sin darse cuenta de su falta a esta mortalidad evitable, a este pavoroso cuadro de la vida humana en el Perú.

Si en el litoral ocurre lo que hemos dicho, y son la enteritis, la peste bubónica, la tifoidea y la tuberculosis las que mantienen la mortalidad en un promedio que fluctúa entre 30 y 40 por mil, en la sierra es devastador lo que en ella hacen la viruela, la neumonía y el tifus. El ángel exterminador enviado por Dios para castigar al pueblo de los faraones, no azotó el Egipto en la forma intensa y extensa como estas evitables enfermedades van matando indefinidamente a los pobladores de nuestras serranías.

Un higienista que visitara las ciudades andinas quedaría gratamente impresionado de los elementos naturales que convierten aquellos centros en verdaderos paraísos. Con una temperatura nunca menor de ocho grados ni mayor de veinticuatro, con un aire seco vivificado por el ozono de las tempestades, sin cambios violentos de temperatura, sin corrientes peligrosas, edificadas al lado de torrentosos riachuelos, con manantiales de purísimas aguas, casi todas recostadas en los suaves declives de las cordilleras, lo que favorece la sequedad del suelo y la carencia de pantanos, con piso frío y pedregoso refractario a la vida microbiana, la región andina del Perú parece haber merecido complacencias divinas, haber sido creada en horas de luz y poesía. La alimentación, formada en su mayor parte de maíz, es abundante y nutritiva. El raquitismo no existe, menos la anemia; y si todo es así, ¿cómo es posible que la mortalidad tenga un promedio de 70 por mil, y que no sean gentes   —409→   enfermas ni ancianas las que en proporción mueren más, sino personas en pleno estado de vigor?

Diez páginas de este libro, por lo menos, necesitaríamos para exponer a lo vivo las causas que determinan la horrorosa mortalidad andina. Sobre ellas hablaremos detenidamente en nuestro próximo libro: Causas geográficas que han detenido el progreso moral y material del Perú en el primer siglo de su independencia. Por hoy, nos limitaremos a tratar la materia en términos generales, diciendo que si en la sierra todos los factores naturales contribuyen a mantener la vida de sus pobladores, en cambio el desaseo personal, la inmundicia del hogar, el desconocimiento de las más simples reglas de higiene, la ausencia de médicos, de vacunadores, de boticas, dan por resultado que las epidemias se propaguen pavorosamente y en pocas semanas diezmen una población.

En apoyo de nuestras opiniones consignaremos datos y comentarios, dados a la publicidad por personas observadoras, que viviendo en la región andina han presenciado de cerca lo que ocurre en ella en materia de mortalidad.

Hará pocos años que un periódico cuzqueño insertó en sus columnas los siguientes párrafos:

Aterra y apena el espíritu más estoico la mortalidad en el Cuzco; pero apena y asombra mucho más la glacial indiferencia con que las instituciones encargadas de velar por la salubridad pública, presencian impasibles el número de defunciones diarias, sin siquiera dar la voz de alarma, ni menos dictar medidas tendentes a combatir el flagelo dentro de su esfera de acción.

¿No es primordial fin de las municipalidades velar por la salubridad pública? ¿Y por qué la municipalidad no estudia y trata de realizar un verdadero plan de higienización   —410→   del Cuzco, desde que éste es el más importante de los ramos que le están encomendados?

Para que el Gobierno, nuestros representantes y nuestra municipalidad vean la aterradora cifra de la mortalidad y la prontitud con que se va despoblando el Cuzco, damos los siguientes datos comparativos:

El movimiento demográfico en Buenos Aires durante el año 1903 arroja lo siguiente:

Natalidad 35 por mil y mortalidad 15 por mil.

En Lima esta última ha sido poco más o menos de 40 por mil, cifra demasiado alta relativamente a la de Buenos Aires.

Y en el Cuzco se tienen aproximadamente las cifras siguientes:

Natalidad 645 por mil, y mortalidad 65'4 por mil; y según tesis demostrada en la Universidad cuzqueña por el bachiller don Benjamín Dávalos, la natalidad alcanzó en el quinquenio de 1898 a 1902 a 74'4 por mil; y la mortalidad a 75'1 por mil: en ambos cálculos la mortalidad supera a la natalidad en más de 6 décimos por mil; debiendo tenerse presente la asombrosa fecundidad de la mujer cuzqueña del pueblo, comprobada en el número de nacimientos.

En la segunda quincena de agosto último, antes de que principiara a declinar la epidemia del sarampión, se inscribieron en el registro de estado civil 85 defunciones, o sean 136 por mil, número de víctimas que alcanzaron a hacer sólo en Asia el cólera y la bubónica.

Según la memoria presentada por Tadeo Haenke ante Fernando VII, el año 1792, la población urbana del Cuzco ascendía a 32.082 habitantes, número que fue descendiendo gradualmente hasta que en 1854 la epidemia de fiebre amarilla lo redujo a 20.000 almas, más o menos; según el censo de 1876 aquel número bajó a 18.000, y al presente, según cálculos aproximados, es de 14 a 15.000 almas.

Otro de los testimonios de esa asombrosa despoblación está en las parroquias de Belén, Santiago y San Pedro, las más populosas hace un siglo, lugares donde hoy se ve sólo muchedumbre de ruinas, cuya vista, produciendo tristeza, hace recordar los versos de Rioja.

Todos sabemos que las principales causas de esa rápida despoblación son la total ausencia de higiene pública y privada en las capas inferiores de la sociedad, y la pésima calidad e increíble escasez de agua de uso doméstico, por lo que ciertas enfermedades, como las fiebres, la viruela y el   —411→   sarampión, se presentan casi cada año con carácter epidémico.



Comentando la espantosa mortalidad de Huaraz, capital del departamento de Ancash, «El Comercio», de Lima, ni hace mucho tiempo decía lo siguiente:

El telegrama de nuestro corresponsal en Huaraz que esta mañana publicamos, presenta cifras estadísticas aterradoras de la mortalidad en aquella provincia. Resulta, a ser exactos tales informes, que muere allí anualmente el 70 por mil de los habitantes, cosa que sólo sucede hoy entre los pobladores de ciertas regiones semibárbaras del África y de las comarcas infectas del Ganjes.

Aquí nos habíamos conformado con que la mortalidad fluctuara al rededor de cuarenta por mil al año; es decir algo más del doble de la proporción que señala la estadística en la mayoría de las ciudades cultas del globo, algunas de las cuales han conseguido reducir mucho más aún la cifra anual de sus defunciones; pero si podíamos resignarnos a perder un ciento por ciento más de habitantes que la generalidad de las poblaciones civilizadas, no sería posible que miráramos tranquilamente crecer la proporción de mortalidad hasta un punto en que constituye grave amenaza para el desarrollo normal del país.

Por muy optimistas que sean los cálculos sobre natalidad entre nosotros, puede asegurarse que, con un 70 por mil de defunciones al año, no hay esperanzas de que progrese la población del Perú, que, en el mejor de los casos, logrará sólo mantenerse estacionaria. Aun cuando carecemos de datos suficientes para apreciar el movimiento demográfico de la República, lo cierto es que, si se exceptúan Lima y algunas pocas ciudades más, donde el crecimiento de la población en los últimos años resulta evidente, no creemos errado afirmar que el desarrollo de las del resto del país ha sido nulo; y quizás ese mismo crecimiento que se nota en Lima y en las otras ciudades importantes del Perú sea, en parte, a expensas de los demás centros, cuyos moradores buscan fuera de ellas mayores facilidades y ventajas para la vida.

Desgraciadamente, lo que ocurre hoy en Huaraz no es un hecho aislado. En toda la sierra del Perú la mortalidad es enorme, y de allí que no puedan progresar, que no se desenvuelvan nuestras poblaciones del interior, que, no obstante   —412→   las dificultades materiales que los accidentes del terreno ofrecen en aquellas regiones, podrían marchar hacia adelante con paso más rápido, si se emprendiera resueltamente campaña de saneamiento en ellas, para impedir que una mortalidad exagerada las destruya, o por lo menos, las estanque.



Hace años, el señor Andrés Denegri, vecino prestigioso de Ayacucho, dirigió a un periódico de Lima la siguiente carta:

Ayacucho, septiembre de 1911.

Muy señores míos:

Cuando se presentan en Lima algunos casos de viruela, cunde la alarma y se toman medidas para impedir el contagio, pero nada o casi nada se hace, cuando esta enfermedad, en forma epidémica, asuela las poblaciones andinas.

Tampoco, muy poco se le da a los vecinos de estas comarcas; los indios mueren como moscas y se les entierra con arpa, violín y cohetes, como si se tratara de un fausto acontecimiento. Los padres y vecinos bailan y beben, durante ocho días. Se trata de un angelito que se ha ido al cielo.

Pasa aquí lo mismo que en las demás poblaciones de la sierra: la gente muere en una proporción extraordinaria. La viruela, el tifus, la tos ferina y las neumonías hacen muchos miles de víctimas todos los años.

Sólo en esta ciudad han muerto en el curso de los últimos diez años 7.365 individuos, esto es, más de 75 por mil. Los nacimientos sólo alcanzaron a 3.040, de donde resulta que la población ha tenido un déficit de 4.325, cuyo déficit ha sido saldado por la inmigración del campo. Si así no hubiera sido Ayacucho sería hoy un verdadero rincón de muertos.

Lástima es, que mientras se importan tantos chinos y japoneses, se descuide tanto a la población indígena. Si lo que se gasta o se va a gastar en traer inmigrantes europeos, se emplease en vacunadores, creo que sería mucho más provechoso; porque mientras que con esa cantidad sólo se pueden traer unos 400 inmigrantes, se podrían salvar de la muerte, cuanto menos, 30.000 peruanos, 30.000 niños, que sucumben sólo por falta de vacunación.

En esta ciudad han sucumbido a causa de la viruela, en los últimos diez años, 1.633 criaturas. Sólo en el año último, murieron 567.

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El supremo gobierno ha mandado, es verdad, dos o tres vacunadores, pero era ya tarde; fue cuando la epidemia estaba declinando; fue cuando ya había hecho tantas víctimas.

Si se quiere evitar tanta mortalidad en los niños, es preciso que los vacunadores estén en constante trabajo; que recorran los pueblos; pero que los recorran vacunando, no paseándose como acostumbran. Es preciso que las autoridades vigilen de cerca a estos empleados y les hagan cumplir estrictamente su deber. A no ser así, será también inútil que se nombren vacunadores para todas las poblaciones del interior que ganarán el sueldo sin que el país reporte los beneficios a que tiene derecho.

Ojalá, SS. RR., se sirviesen llamar la atención del Supremo Gobierno sobre las indicaciones que les hago, y se pusiese remedio a tantos males que agobian al Perú diezmando su población.



Nuestro artículo sobre salubridad quedaría incompleto y falto de apoyo, si no terminara con la opinión del doctor Graña, notable higienista, catedrático de la materia en la Facultad de Medicina de Lima, quien, en las diversas oportunidades en que ha exteriorizado sus ideas, ha sabido ponerse, en la materia, a una altura en que pocos le alcanzan en el Perú. En una conferencia dada por él últimamente, con el fin de levantar el espíritu público para darle a Lima agua, desagüe y pavimento, asunto del que todavía el Congreso no quiere ocuparse, el doctor Graña dijo lo siguiente:

En el Perú se han estudiado todos los resortes de la vida, y se han proyectado empresas, obras, y planes de administración, sin conocer jamás a punto fijo cuántos ciudadanos tiene, ni cuántos nacen, ni cómo viven, ni por qué mueren. Se ha legislado sobre todas las fases de la actividad social, pero no se ha señalado pauta legal alguna, para impedir que unos pocos, presa de dolencias trasmisibles, hagan víctimas de su mal a todos los demás; ni tampoco para impedir que el ejercicio de numerosas industrias insalubres implique la pérdida considerable de vidas. Se ha tratado de difundir   —414→   la enseñanza, de cambiar sus sistemas, pero sin que jamás haya intervenido la higiene escolar, no digamos en su participación trascendental en la pedagogía, en la educación física, moral e intelectual, pero ni siquiera en su papel primario de preservar a los escolares de las enfermedades trasmisibles. Se han emprendido reformas agrícolas, se ha tratado de explotar los campos y los bosques, de preparar caminos, pero sin proteger jamás la salud y la vida de los hombres que habían de realizar tales obras; se procura, en fin, embellecer ciudades, realizar obras de ornato, ahí donde el agua de bebida es vehículo de fatales dolencias; donde no existe o es imperfecta la depuración urbana, donde el pavimento es antihigiénico, donde las habitaciones de las clases proletarias son focos activos en los cuales se genera la tuberculosis, que consume sórdida y brutalmente al grueso de nuestra población; ciudades, en fin, donde factores bien conocidos aniquilan falanges de niños, sin que una barrera se levante para detener tanto daño.

En el Perú se invierten cada año dos millones en obras de fomento, cuatro en instrucción, justicia y culto; más que eso en el manejo de los caudales públicos; cinco en la defensa y en el orden; seis en administración y relaciones. ¡Y en proteger nuestra reducida población contra las múltiples causas de muerte, que la devoran, que la aniquilan, no se invierte un quinto de millón!

Y es en esta fenomenal anomalía, en este despropósito administrativo, donde reside la fórmula de nuestro retardo demográfico, la causa del estancamiento de la población.

Porque efectivamente, los medios indirectos de apreciación más garantizados, desde que todavía no contamos con un censo general de la república, asignan al Perú 3.500.000 como población probable y la diferencia entre esta cifra y la consignada en el último censo, que fue el de 1876, acusa un crecimiento tan débil, tan mezquino, que equivale a la inmovilidad.

No conociéndose la cifra matriz, que es el número exacto de pobladores, mal puede conocerse el movimiento de la población. Mas si se concede validez a ciertos cálculos de generalización, partiendo de estadísticas locales exactas, podemos fijar, de acuerdo con muy autorizados y escrupulosos investigadores, los coeficientes aproximados de natalidad y letalidad generales del Perú. Y es triste saber que los esfuerzos de expansión, representados por la cifra de nacimientos, una de las más altas del mundo, pues asciende a 40 por mil, quedan   —415→   anulados por un número de muertes igual; y que el país no capitaliza pobladores, pues, a pesar de ingresos tan cuantiosos, las pérdidas de vidas los igualan o superan.

La escasa diferencia, pues, en el número de habitantes a través de largos períodos; la ninguna utilidad que reditúa el balance de nacimientos y defunciones; el conocimiento que todos tenemos de que no existe corriente inmigratoria apreciable; todos los elementos de juicio, en fin, armonizan con la impresión general, de que en los tiempos actuales la población permanece estacionaria. Y ello representa si no la despoblación en el sentido absoluto, sí con relación al tiempo y al progreso de las demás naciones [...]

No ha mucho que con motivo de haber presentado el gobierno dos proyectos de ley excelentes, uno sobre «Legislación y Organización Sanitaria», y otro sobre «Rentas de Sanidad» -y apena declarar no han merecido la atención del congreso- se proponía, a fin de estudiar el problema sanitario del Perú, la realización de un congreso nacional de higiene. Protestemos, señores, con todas nuestras fuerzas contra ese propósito, por bien intencionado que él sea; protestemos contra que este magno problema de la salud pública, al cual está ligado el porvenir de la Nación, vaya a perderse por muchos años más en ese dédalo inextricable de memorias, de informes, de proyectos, que constituye entre nosotros la tumba donde reposan para siempre estudios de valor inapreciable, de erudición que maravilla, sobre útiles y grandes necesidades públicas, pero que jamás se han satisfecho ni cumplido.

¿Acaso lo que necesitamos todavía hoy, en materia de higiene pública, es que se nos repita, por milésima vez, que el Perú posee una cifra de mortalidad oprobiosa, por ser la más alta entre los países civilizados? ¿Es menester todavía, decir una vez más que de las 140.000 defunciones que ocurren anualmente en el país, relativamente fácil sería ahorrar sesenta mil vidas, cifra que los más optimistas no pensarían obtener por la inmigración; que esas 60.000 vidas modestamente valorizadas, representan ciento cincuenta millones de soles, el quíntuplo de nuestro presupuesto, y que a impulsos de obligada progresión, el crecimiento por tal ahorro realizado duplicaría en treinta años el número de moradores, y trasformaría con ello la importancia y el porvenir de la Nación?

Nada se nos puede revelar en lo fundamental del problema. Harto se han mencionado los factores de nuestra patología social, el grupo de enfermedades, que en las diferentes   —416→   zonas del territorio provocan esas cifras de letalidad, origen del estancamiento. Hasta la saciedad se ha expresado, también, el carácter más interesante, la evitalidad, el hecho de suma trascendencia, de ser enfermedades que pueden suprimirse por la acción de la higiene pública.

Ninguna persona de las que interesa que lo sepan, ignora que nuestros habitantes de la cordillera son terriblemente diezmados por la viruela y el tifus; que la primera de las epidemias citadas, arrebata de quince a 20.000 individuos anualmente, que representan 50.000.000 de soles perdidos lastimosamente, y que una campaña formal, en poco tiempo, rebajaría ese factor de los cuadros de mortalidad, distribuyendo institutos vaccinígelos suficientes y el número de vacunadores necesario, campaña que sólo costaría Lp. 15.000 al año. Es igualmente de conocimiento general que la profilaxia del tifus, conocidos sus medios de trasmisión, es labor de extrema simplicidad y costo reducido.

¿Quién de las autoridades sanitarias, de las instituciones científicas, de los hombres públicos que se interesan por el país, ignora que en los valles del litoral la endemia malárica agota la población propia y cierra el paso a la de fuera; que la inversión de 20 o 25.000 libras cada año en la profilaxia antimalárica podría reducir a límites despreciables los terribles daños que ocasiona esta endemia, causa de la despoblación en los valles de la costa y principal obstáculo al desarrollo de la industria agrícola? ¿Qué de nuevo con carácter importante puede decírsenos sobre la mortalidad abrumadora en la urbe de la costa, sobre la composición de sus cifras de letalidad en la que figuran como elementos primordiales la tuberculosis y la mortalidad infantil, y sobre la necesidad impostergable de sanear esas ciudades?

En fin, tenemos el problema de Lima, motivo fundamental de esta reunión, cuya resolución inmediata por todo concepto, sin distingo alguno, es el deber sanitario más premioso y trascendente entre todos los que reclama el país en la actualidad. Y nada de significación queda por estudiar sobre el problema sanitario de Lima. Eso sí, se halla todo, absolutamente todo, por hacer. Sólo los inconscientes o los que no hayan vivido aquí un solo instante, ignoran que Lima es la ciudad más insalubre del orbe civilizado, y que por su coeficiente obituario se la señala como un ejemplo rezagado de las antiguas poblaciones malsanas. Aquí, como se ha repetido hasta el hastío, sucumben 5.000 habitantes anualmente, la mitad de los cuales son arrebatados por causas evitables   —417→   que en todas partes se saben combatir y se han combatido. Es un dogma científico, comprobado por la experiencia de numerosas ciudades americanas, que las obras de saneamiento, agua, alcantarillado y pavimento, realizadas con perfección, determinan la reducción del 40 o 50 por ciento del número de muertes. Podríamos ahorrar, pues, dos mil vidas cada año. Y dos mil vidas significan en lenguaje económico 6 u 8 millones de soles, si se valorizan la vida, los casos de enfermedad, los salarios perdidos, y esa suma en sólo dos años supera con mucho al costo de las obras de saneamiento. ¿Y cómo apreciar ni medir el ahorro de sufrimientos de dolores, que acompañaría esta labor salvadora? ¿Y cómo valorizar, tampoco, el bien inestimable, la felicidad de vivir en una ciudad salubre, agradable, hospitalaria? Si hemos de ser sinceros, debemos declarar que aquí todos vivimos en perpetua protesta, en queja continua, contra las condiciones deplorables de la ciudad. La incomodidad, el desaseo, las perennes asechanzas de la enfermedad y de la muerte, que rodean a los moradores, más bien alejan y hostilizan el desarrollo de la población, que procuran formar el foco de atracción, de intenso desarrollo demográfico, que en todos los países constituye la capital.

Ni las clases proletarias, que pagan tan enorme tributo a la enfermedad y la muerte, arrastrando su vida en esos célebres callejones y casas de vecindad, donde falta todo elemento de higiene; ni las clases acomodadas, víctimas, también, del malestar ambiente, de los daños comunes, pueden sentirse halagadas de vivir en esta ciudad, donde toda incomodidad, donde todo peligro, donde todo mal, tiene su asiento. Y así la vida en Lima para todos da la sensación de una peregrinación dolorosa, cuyo fin todos anhelamos incesantemente, como quienes habitan de paso un campamento inhospitalario, desaseado y mortífero, en vez de la ciudad próspera y sana, donde todos quieren morar, que todos quieren embellecer y que a todos proporciona el orgullo y la patriótica satisfacción de poseerla.

Y estas apreciaciones que nosotros mismos hacemos, revisten más enérgica censura cuando las hacen los de fuera, los que hacen muchos años abandonaron esta dolorosa condición, los que temen visitarnos; los que alguna vez, expresaron ese temor en forma que a la verdad humilla y avergüenza.



El movimiento demográfico de la ciudad de Lima, a la que hoy se le pueden calcular 200.000 habitantes, sin incluir   —418→   el Callao ni los balnearios, durante los últimos años ha sido el siguiente:

Nacimientos de 1914 4.169
Nacimientos de 1915 5.576
Nacimientos de 1916 5.983
Nacimientos de 1917 5.665
Nacimientos de 1918 6.271
Total 27.664
Matrimonios de 1914 632
Matrimonios de 1915 752
Matrimonios de 1916 976
Matrimonios de 1917 852
Matrimonios de 1918 1.012
Total 4.224
Defunciones de 1914 4.618
Defunciones de 1915 4.737
Defunciones de 1916 5.282
Defunciones de 1917 4.943
Defunciones de 1918 6.575
Total 26.155

La estadística de mortalidad durante el año de 1918, con especificación de enfermedades, está condensada en el siguiente cuadro. En él se ve que el 25 por ciento de la mortalidad en Lima es ocasionada por la tuberculosis.

  —419→  

Meses
1918
Mortalidad
Total
Gripe
A
Bronconeumonía
B
Neumonía
C
Tuberculosis
D
Otras enfermedades
E
Enero 519 1 18 26 101 373
Febrero 405 __ 12 13 100 280
Marzo 480 __ 21 16 115 328
Abril 434 1 19 11 101 302
Mayo 491 2 14 13 106 356
Junio 508 3 20 20 92 373
Julio 560 4 22 26 101 407
Agosto 538 14 50 47 127 301
Septiembre 572 7 17 20 62 566
Octubre 542 18 30 20 122 352
Noviembre 560 70 38 30 94 328
Diciembre 965 276 66 37 149 437
Total 6.575 396 327 279 1.270 4.303


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ArribaAbajoCapítulo XXIV

Atraso urbano


SUMARIO

Exponente vivo de nuestra civilización relativa y de la pobreza en que hemos vivido es la falta de agua, desagüe, pavimento y de buenos edificios públicos y privados que se observa en Lima y demás ciudades de la República.- Nuestro primer puerto es una ciudad sudamericana de tercero o cuarto orden.- La arteria principal se distingue por lo raquítico y desmochado de sus árboles, por su falta de pavimento y por lo churrigueresco, ligero y pobre de sus construcciones.- Mollendo tiene agua pero no desagüe. Es sucio, no pavimentado, polvoriento y casi todo de madera.- Como puerto es malísimo.- Paita es un miserable villorrio, inferior aún en extensión y población a Mollendo.- Pisco y Eten progresan algo; mucho más Huacho.- Casma, Huarmey, Samanco y Chimbote están fosilizados.- Ica, Trujillo y Piura, iguales a como estuvieron en 1821. El mismo radio urbano, el mismo pavimento, las mismas casas, iglesias y cuarteles que tuvieron al comienzo de la centuria.- Arequipa, la ciudad más poblada y la más culta del sur, la más rica en belleza y en clima de todas las que tiene el Perú.- Chiclayo, Huacho y Chincha han progresado.- Muy poco hay que decir de la sierra en lo que toca a progreso urbano, salubridad y a su misma civilización.- Muchas ciudades, como Cajamarca, Ayacucho, Huánuco y Cuzco, se han despoblado.- Lo menos el noventa por ciento de nuestras ciudades andinas no tienen hotel.-   —421→   El que viaja necesita implorar la caridad de los vecinos, especialmente de los señores párrocos.- El que quiera saber lo que fueron la miseria y la inmundicia de los pueblos primitivos en Europa, que dé un paseo por la serranía del Perú.- No hay en el Perú nada más polvoriento que Lima.- Las basuras no se arrojan al mar sino a las orillas del Rímac.- Cosa repugnante a la vista y el olfato es la aglomeración de materias en descomposición acumuladas en los estribos de los puentes y en los contornos del río en su paso por la ciudad.- No hay una sola calle en Lima que tenga buen piso (noviembre de 1918).- Lo que pasa en la Plaza de Armas y en el Paseo Colón.- Lo que en Lima se llama mac-adam es una mixtificación grosera de lo que fue inventado por el célebre ingeniero de este nombre.- Cascajo llamado tierra de Oroya.- Las mejores calzadas de Lima son aquellas que están pavimentadas con piedra.- Por causa del mal pavimento el suelo de las canes almacena miles de toneladas de tierra infecta.- Lo que pasa en Lima cuando llueve.- Tres causas por las que Lima nunca tendrá buen pavimento.- Destrucción continua y sistemática de la calzada por las Eléctricas Asociadas.- Falta de agua en Lima.- La que corre por las estrechas cañerías es escasa y mala.- Lo que pasa en los callejones y casas de vecindad por falta de agua.- Siendo escasa el agua, cada desagüe es un foco de infección.


Exponente vivo de nuestra relativa civilización y de la pobreza en que hemos vivido los años que siguieron a la guerra del Pacífico, es la falta de agua, desagüe, pavimento y de buenos edificios públicos y privados que se observa en Lima y en las demás ciudades de la República. El viajero que arribe a playas peruanas y que en viaje a la capital atraviese nuestro primer puerto, con asombro y con asco pasará por calles que si en la parte antigua y estrecha están mal pavimentadas, en el resto no tienen pavimentación alguna. Al atravesarlas, experimentará verdadera asfixia, sufriendo los efectos del polvo infecto que se levanta en los días de calor y de viento; y al seguir por   —422→   la calle de Lima, la arteria principal del puerto, se dará cuenta de que se halla en una ciudad sudamericana de tercero o cuarto orden, a juzgar por los raquíticos y desmochados árboles que adornan la calzada, por lo polvoroso o enlodado de ella, por su falta de pavimento y por lo churrigueresco, ligero y pobre de sus construcciones. Se codeará con un pueblo sucio y harapiento, y su desengaño llegaría al colmo si quisiera comer o dormir allí, no encontrando ni siquiera un regular hotel. Este es el primer puerto de la República.

Mollendo fue edificado en 1870 con carácter provisional, y hasta ahora no ha llegado a ser una ciudad definitiva. Tiene agua escasa, pero no desagüe. Es sucio, sin pavimento, polvoriento y casi todo de madera; no obstante que ha mejorado en la edificación como resultado de los últimos incendios. Como puerto es malísimo. Las obras realizadas en el desembarcadero no han mejorado mucho sus condiciones marítimas. Es la salida natural de Puno, Cuzco, Apurímac, Arequipa y el norte de Bolivia. Siendo tan extenso su radio de comunicación y dependiendo de él un territorio tan grande como el de Francia, como ciudad y puerto es todavía bien pobre cosa. Islay le dará el golpe de gracia.

Paita, que como bahía es una de las primeras del mundo, y que como puerto abarca considerable zona de influencia, la que llegará algún día hasta Jaén, Marañón, Moyobamba y Chachapoyas, es miserable villorrio, inferior aún en comercio, extensión y población a Mollendo. No tiene agua, desagüe ni pavimento, y como ratas mueren sus pobladores en las épocas en que aparece la bubónica. Pisco y Eten progresan algo; mucho más Huacho, que siquiera tiene   —423→   agua, pavimento de piedra rodada y regulares hoteles, como también Pisco.

En Ancash, los puertos de Casma, Huarmey, Samanco y Chimbote están fosilizados. En este último sólo queda en ruinas lo levantado por Meiggs en 1874. No solamente no se ha hecho nada nuevo, pero ni siquiera se ha conservado lo primitivo. El óxido ha convertido en arneros los techos y paredes de calamina, y todo lo que no está habitado se viene abajo. Algún día será uno de los primeros puertos del Pacífico y superior a Paita aunque no a Islay ni al Callao. Las ramificaciones de sil línea férrea llegaran hasta Huallanca, por el sudeste; a Pataz, por el este; y Hualgayoc, por el norte.

Si de los puertos pasamos a las ciudades de la costa próximas al litoral, hallaremos en Ica, Trujillo y Piura el mismo radio urbano que existía al comienzo de la centuria republicana, el mismo pavimento de piedra rodada, las mismas casas, iglesias y cuarteles que tuvieron en 1821. Piura, felizmente, ha tenido un terremoto en 1910, y esto ha modernizado algunos de sus edificios, imponiendo la necesidad de reconstruir lo caído. Ninguna de estas ciudades tiene verdadero servicio de agua y desagüe. Trujillo y Chiclayo la obtienen de acequias infectas al descubierto en todo su recorrido; Ica y Piura, de pozos, algunos de ellos en contacto con otros abiertos para desagües domésticos.

Si nos alejamos de la costa y antes de trasmontar la cordillera nos detenemos en las ciudades cisandinas, nos encontraremos, descontando las numerosas que no tienen importancia, con Arequipa, la más poblada y la más culta del sur, la más notable en belleza y en clima de todas las que   —424→   tiene el Perú. Grata sería allí la existencia si tuviera mejor pavimento, si los canales de desagüe no corrieran al descubierto por las calles presentando a la vista al transeúnte espectáculo poco culto e impresiones desagradables al olfato; si tuviera agua abundante y el canal de Yumina no estuviera al descubierto por varios kilómetros y en condiciones antihigiénicas. Fáltanle también hoteles, no siendo confortables los que existen.

Si debido a la riqueza agrícola, a los ferrocarriles costaneros y a la vía marítima, algo han progresado las ciudades del litoral, especialmente Chiclayo, Huacho, Chincha y otras, y en ellas se notan nuevas construcciones, mejor cultura y cierta renovación en pobladores, lo que se ve en la sierra es un perfecto estacionarismo. Con excepción de Huancayo, algo en el Cuzco, un poco en el Cerro de Paseo, en cuya vecindad se ha construido Smelter, muy poco hay que decir del resto en lo que toca a progreso urbano, salubridad y su misma civilización. Muchas de ellas se han despoblado, como Cajamarca, Ayacucho, Huánuco, el misino Cuzco. En estas últimas hay barrios enteros deshabitados, con numerosas casas caídas y no vueltas a reedificar. Indudablemente, que, con excepción de Huancayo y de algunas otras, todas tuvieron más vida urbana en 1821, mayor número de pobladores, familias tan ricas y distinguidas como las de la capital. Al presente, unas han emigrado, otras han venido a menos, siendo pocas las que figuran por su riqueza, menos por la intelectualidad y el gusto artístico de alguno de sus miembros.

El agua conducida por cañerías no se conoce en la inmensa mayoría de ellas. Respecto al desagüe, sólo existe la   —425→   acequia inmunda e infecta que corre por el medio de la calle y que sirve de desahogo general a todos los hogares. El pavimento es el mismo que les dejó la colonia. Lo menos el noventa por ciento de nuestras ciudades andinas no tienen hotel, ni siquiera una malísima fonda donde comer. El que viaja necesita implorar la caridad de los vecinos, especialmente la de los señores párrocos, quienes, como más cultos, tienen la mejor mesa del lugar. Los que se llaman hoteles en las ciudades de sierra, donde los hay, son pocilgas inmundas, en las que se come mal y se duerme peor, no tanto por la falta de alimentos y lo malo de la cama, sino por lo sucio que es todo. En algunos, manteles y sábanas se cambian cada mes. El baño no existe, el W. C., tampoco. Quien quiera saber lo que fueron la miseria, el desaseo y las incomodidades de los pueblos primitivos, que dé un paseo por la serranía del Perú. La abundancia de piojos favorece la trasmisión del tifus, el que materialmente diezma las poblaciones, cuando en ellas aparece, como que se trasmite por la picada de aquel insecto.

Siendo Lima la capital de la República, su aseo y salubridad debían guardar proporción con la riqueza del Gobierno residente en ella, con la importancia y rentas de su municipio. Desgraciadamente sucede lo contrario: no hay nada en el Perú más polvoriento que la ciudad que edificó Pizarro. La basura urbana, que en su totalidad debería arrojarse al mar, aún amuralla sus contornos, y sólo en parte es arrastrada por las aguas del Rímac en los dos o tres meses del año que tiene agua suficiente para ello. En los meses de seca, no es sólo en los depósitos del Martinete donde esta basura se acumula, sino también en las orillas de todo el   —426→   río en su paso por la ciudad, especialmente en los estribos de los tres puntes que la cruzan. Cosa pestilente y repugnante a la vista y el olfato es la aglomeración de materias descompuestas en dichos puentes, en sus contornos y en los espacios que deja el río entre su cauce, canalizado a medias, y las veredas de las construcciones. La distancia del Martinete a Monserrate tiene dos millas. Ella, que pudiera ser lo más bello de Lima si se formaran con las aguas del Rímac remansos por represas y cascadas por desnivel, si se poblaran de árboles las orillas y se hiciera en su conjunto lo que ha hecho el F. C. Central en la parte que le pertenece, es hoy lo más sucio, lo más ruinoso, lo más disparatado en obra de encauzamiento y lo que más ha afeado la parte de abajo del puente comprendida entre el puente de piedra y la piedra lisa.

Si este espectáculo de ruinas y basuras que presenciamos a orillas del Rímac es triste privilegio de los que viven en los barrios bajopontinos, los malos pavimentos y lo sucio y polvoriento de Lima, son inconvenientes que afectan a todos sus pobladores siendo unánime el mal.

No hay una sola calle en Lima que tenga buen piso, (noviembre de 1918). La Plaza de Armas, lo último que pavimentó el Concejo Municipal, es de todas las calzadas la peor, habiéndose carbonizado por medio del fuego en los peroles de cocimiento el asfalto usado. Actualmente es foco de infección, no teniendo un pie cuadrado que no esté roto y no forme baches, algunos de los cuales tienen de 60 a 80 centímetros cuadrados. Lo mismo ocurre en el jirón de la Unión, cuya calzada, reconstruida hace siete años, se encuentra hoy en tan mal estado como si tuviera veinte de   —427→   uso. Igual cosa pasa con los demás pavimentos de asfalto comprimido, ya todos ellos por falta de compostura en deplorable estado. El Municipio tapa los infinitos baches que en él se forman con cascajo rojo, que se convierte en polvo sutil y dañoso a la vista, al estómago y a los pulmones.

Lo que en Lima se llama mac-adam es una mixtificación grosera de lo que fue inventado por el célebre ingeniero de este nombre. Si en Estados Unidos, en estos pavimentos se usa piedra calcárea durísima, triturada al único ta maño de un huevo de paloma para que nunca se convierta en polvo, la que se aglutina por la presión con rodillos de 30 toneladas, en Lima se emplea cascajo, que íntegramente convierten en polvo el tráfico y el mismo rodillo que lo apisona. Hace 40 años que la Facultad de Medicina denunció los peligros que para la vista, pulmones y estómago tiene el tal cascajo, llamado impropiamente tierra de Oroya. Sin embargo, hace 40 años que se usa y se seguirá usando, porque los interesados en la venta influyen en la voluntad de los municipios, consiguiendo que se les pague la tonelada a precios que sólo lo tienen los materiales nobles. Todo el Paseo Colón y la calzada de la Penitenciaría y Parque Neptuno están macadanizados con esta tierra, siendo tan continuas y variadas las ondulaciones de este pavimento por lo malo del material, que con razón ha recibido del público el nombre de montañas rusas.

Las mejores calzadas de Lima, aquellas que tienen menos tierra y que se pueden traficar por automóviles con menos incomodidades, son las que están pavimentadas con piedra, ya sea ésta de cuarcita cortada en cubos o simplemente al natural y en la misma forma en que las han puesto   —428→   las aguas del río. Se usan una y otra sin base de concreto en el subsuelo, descansando únicamente sobre tierra o arena. Naturalmente, no teniendo apoyo en nada sólido, y siendo rellenadas sus junturas con material deleznable, carecen de estabilidad, de nivel, no formando superficie plana y menos limpia. La salida de un adoquín o de una piedra rodada produce la salida de todas las que le son adyacentes y la formación de enormes baches.

No habiendo verdadero pavimento en Lima, faltando en él la solución de continuidad indispensable para que su conjunto forme superficie plana y lisa, son numerosos los desniveles e infinitos los baches que en toda forma y tamaño existen en la calzada. En esos baches y desniveles se almacenan en cada jirón algunas toneladas de tierra sutil y finísima. Basta que un automóvil acelere su velocidad, que el viento sople con fuerza o que el agua de los carros regadores caiga al suelo, para que la calle quede oscurecida por una nube de polvo que sube a muchos metros de altura, polvo que malogra el menaje de las casas, las telas que al descubierto muestran las tiendas de comercio, y lo que es peor, asfixia a los transeúntes. La humedad del riego se mantiene dos horas. Por causa de él, la calzada queda convertida en un charco lodoso, cuyas partículas saltan al rostro y ropas de los viandantes al ser levantadas por las ruedas de los carros automóviles. Pasadas esas dos horas y nuevamente seco el suelo, vuelve el polvo a levantarse con el tráfico. Cuando llueve fuerte en los meses de invierno, la calzada queda convertida en un verdadero lodazal. Un barro espeso y pegajoso de una a tres pulgadas de espesor cubre   —429→   toda la calle, y materialmente hace imposible cruzarlas sin malograr ropas y calzado de los transeúntes.

Tres son las causas por las cuales nunca Lima tendrá buen pavimento. Pereza municipal para componer y remediar a tiempo los desperfectos; tráfico de carretas de dos ruedas, y destrucción sistemática y continua de la calzada por las Empresas Eléctricas Asociadas. Descansando los rieles de sus tranvías sobre durmientes de madera y no como debe ser sobre base amplia y sólida de concreto, necesario le es cada semestre abrir la calle para nivelar la vía y hacer un movimiento de tierras que a la larga acaba con cualquier pavimento.

Otra cosa que falta en Lima es agua. La que corre por las antiguas y estrechas cañerías actualmente en uso, es escasa y mala, no habiendo posibilidad de darles mayor presión. En los barrios de la ciudad inmediatos a la Atarjea, los caños de agua están casi a la altura del suelo, siendo imposible que suba más. En los barrios distantes y en los de Abajo del Puente, sólo durante algunas horas del día hay servicio. En numerosos hogares necesítanse de 40 a 60 minutos para llenar una bañadera. En los callejones y casas de vecindad, los vecinos pasan de cinco a diez minutos delante de un caño para conseguir llenar un balde. En otros hogares, quien quiera bañarse en una tina sólo podrá hacerlo de doce de la noche a seis de la mañana, porque esas son las únicas horas en que los caños no están secos. En casi todos los segundos pisos de las casas, se deposita en la noche el agua indispensable para beber y para los demás usos domésticos. El día que Lima suprima el polvo de la calle y tenga agua buena y barata su mortalidad disminuirá en un   —430→   25 por ciento. Siendo escasa el agua, cada desagüe es un foco de infección, una mina cargada de dinamita en lo que toca a salubridad y una de las causas de la tifoidea reinante en Lima durante todo el año. Los urinarios y W. C. de los clubs sociales, de los hoteles, teatros, estaciones de ferrocarriles, restaurantes, casas de té y de comercio, son, por falta de agua, nauseabundos y pestilentes. Faltando agua en la ciudad, las pilas y jardines públicos rara vez la tienen.



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ArribaAbajoCapítulo XXV

Estadísticas comparadas


SUMARIO

Nuestra actualidad en relación económica con la de otros países del mundo.- El comercio del Perú presenta respecto al de otras naciones contrastes muy dignos de estudio.- Crecimiento asombroso en 25 años. Cuadro comparativo de los principales renglones geográficos, financieros y comerciales de las naciones de América. Producción mundial de cobre, petróleo, azúcar, gomas elásticas, algodón, lanas, oro, plata y molibdonita.- Millas de ferrocarriles en el mundo.- Datos correspondientes al comercio del Perú y de Chile desde 1899 a 1916.


Siendo el propósito de este libro, según lo hemos dicho en el prólogo, conocer nuestra actualidad en relación con nosotros mismos y en relación con los demás, y habiendo cumplido la primera parte de nuestro programa, nos queda la segunda. Algo hemos dicho sobre ella en los temas Relaciones Exteriores y Finanzas, faltándonos ahora las estadísticas comparadas, únicas que pueden enseñarnos la situación que ocupamos en el mundo en nuestros principales renglones económicos y geográficos.

  —432→  

Así como los individuos, además de su moralidad, patriotismo, inteligencia y dedicación al trabajo, valen por lo que poseen en bienes materiales, así también las naciones son tenidas en mayor o menor estima si grande o pequeño es el grado de riqueza que explotan. No hay nada humano que se imponga con más férrea mano que el problema económico, ni asunto social o político que en último término no esté relacionado y muy íntimamente con la producción y el consumo. Siendo así la psicología mundial, los países ricos o de espíritu industrial notable son y serán siempre los primeros del universo. ¿Sería Cuba lo que si sus tierras no fueran propicias al cultivo de la caña de azúcar? ¿Hubiera la Argentina tomado el incremento que tiene en riqueza y población, si la Pampa no fuera una mesa puesta por la naturaleza, en la que no hay sino sentarse y comer? ¿El Perú, hubiera gastado del 68 al 74, en el siglo pasado, 60 millones de libras esterlinas en obras públicas y ferrocarriles si no hubiera tenido la riqueza del guano? ¿Chile sería lo que es si no tuviera salitre?

La riqueza del Perú es extraordinaria y algún día llenará de admiración al mundo. Hoy, no hallándose explotada, ni viviendo la humanidad de promesas sino de realidades, su existencia y su abandono nos hacen daño. Nos hace aparecer como ineptos, ociosos, incapaces de luchar con la naturaleza.

Nuestra vida comercial en relación con los demás presenta contrastes muy dignos de estudio: de un lado un crecimiento asombroso en 25 años, de otro, un desarrollo relativamente bajo en comparación con los demás países a pesar de este crecimiento. Según los datos publicados por el   —433→   economista Carlos Gide en su Cours d'economie politique pocos meses antes de estallar la guerra, el desarrollo del comercio internacional a contar desde 1880 en cinco de los países que más se destacan por sus energías fue el que aparece en los datos siguientes, insertos en la obra del profesor de la Sorbona:

EN MILLONES DE FRANCOS
1880
Francia, 8.500
Inglaterra, 17.600
Estados Unidos, 7.500
Bélgica, 2.898
Alemania, 7.100
1910
Francia, 13.400
Inglaterra, 30.576
Estados Unidos, 16.879
Bélgica,7.671
Alemania, 20.347
Aumento
Francia, 57 por ciento
Inglaterra, 74 por ciento
Estados Unidos, 125 por ciento
Bélgica, 165 por ciento
Alemania, 174 por ciento

Como se ve por estos datos, ni la misma Alemania, que tanto se ufanaba por sus conquistas en el campo industrial y comercial, pudo conseguir lo que el Perú, que, como ya hemos evidenciado, en menos de 25 años ha conseguido triplicar el monto de sus exportaciones e importaciones.

Para que se vea que, a pesar de este rápido desarrollo económico, nuestra situación aún no está a la altura de la riqueza del suelo peruano, presentamos a continuación un cuadro en millares de libras inglesas, único en su clase hasta ahora en el Perú, en el cual se comparan los principales renglones financieros y comerciales de algunas naciones de América en los años 1916-1917.

  —434→  

Naciones Población Área en Millas
(£ 1000)
Entradas
(£ 1000)
Gastos
(£ 1000)
Deuda Pública
(£ 1000)
Importación
(£ 1000)
Exportación
(£ 1000)
Estados Unidos 102.017.312 3.574.658 776.413 616.695 1.143.554 590.493 1.246.248
Argentina 8.574.119 1.153.119 33.252 33.251 120.114 95.080 137.542
Brasil 24.618.429 3.290.564 37.112 38.245 108.629 40.369 55.010
Cuba 2.627.215 44.215 9.335 8.830 13.184 52.275 71.408
Chile 3.870.002 289.829 9.721 9.572 35.322 16.689 38.518
Méjico 15.115.612 767.198 14.597 15.220 50.630 12.146 18.576
Perú 4.500.000 722.461 3.942 3.193 6.983 13.502 18.643
Uruguay 1.378.800 72.153 6.266 6.281 30.107 7.442 13.503
Bolivia 2.889.970 514.155 1.282 1.805 4.014 2.425 7.915
Colombia 5.071.101 440.846 1.285 1.175 4.681 5.784 6.330
Venezuela 2.827.762 398.594 1.767 1.767 6.181 3.542 4.993
Ecuador 2.000.000 116.000 1.882 1.796 4.992 1.919 3.615
  —435→  

Vienen a continuación varias estadísticas mundiales de mucho interés para nosotros, siendo el Perú productor de los artículos mencionados. Las correspondientes a oro, plata, tungsteno y molibdeno son tomadas de las revistas del señor Jiménez.

PRODUCCIÓN DE COBRE EN EL MUNDO
Tomada del «The Statist» de 1918
NACIONES 1914 1915 1916 1917
(Provinsl.)
Toneladas
métricas
Toneladas
métricas
Toneladas
métricas
Toneladas
métricas
Estados Unidos 526.000 646.000 881.000 857.000
Japón 71.000 76.000 101.000 124.000
Chile 41.000 47.000 65.000 75.000
Méjico 36.000 31.000 55.000 44.000
Canadá 34.000 47.000 48.000 50.000
España y Portugal 37.000 46.000 42.000 42.000
Perú 27.000 32.000 42.000 46.000
Australia 38.000 33.000 35.000 38.000
Alemania 30.000 35.00015 45.00016 45.00017
Rusia 32.000 26.000 21.000 16.000
Otros países 58.000 65.000 71.000 76.000
Total 930.000 1.084.000 1.406.000 1.413.000
  —436→  

PRODUCCIÓN DE PETRÓLEO EN EL MUNDO
Tomada del «Mineral Industry»
NACIONES 1915 1916 Porcentaje de la producción total
Barriles de 42
galones
Barriles de 42
galones
Estados Unidos 281.104.104 300.700.000 65'29
Rusia 68.548.062 72.800.000 15'81
Méjico 32.910.508 39.800.000 8'64
Rumanía 12.029.913 10.200.000 2'24
Indias Holandesas y Borneo 12.386.808 13.000.000 2'86
India Inglesa 7.400.000 8.200.000 1'79
Galitzia 4.158.899 6.400.000 1'40
Japón 3.118.464 2.900.000 0'65
Perú 2.487.251 2.500.000 0'55
Alemania 995.764 900.000 0'22
Egipto 221.768 400.000 0'09
Trinidad 750.000 1.000.000 0'22
Otros países 781.132 700.000 0'24
Total 426.892.673 459.500.000 100'00
  —437→  

PRODUCCIÓN DE AZÚCAR EN EL MUNDO
Tomada de las Estadísticas de los señores P. O. Licht y de los señores Willet y Gray
NACIONES 1914-15
Tons.
1915-16
Tons.
1916-17
Tons.
BETARRAGA
Alemania 2.500.000 1.400.000 1.350.000
Austria Hungría 1.602.000 1.100.000 900.000
Francia 332.000 200.000 181.000
Bélgica 204.000 120.000 133.000
Holanda 302.000 260.000 260.000
Rusia 1.990.000 1.700.000 1.159.000
Estados Unidos 646.000 780.000 735.000
Otros países 678.000 700.000 572.000
Total de Betarraga 8.254.000 6.260.000 5.290.000
CAÑA
Cuba 2.593.000 3.008.000 3.024.000
Hawai 565.000 545.000 579.000
Puerto Rico 315.000 431.000 449.000
Estados Unidos 220.000 124.000 278.000
Java 1.303.000 1.199.000 1.596.000
Mauricio 277.000 216.000 209.000
Islas Filipinas 243.000 315.000 210.000
Brasil 240.000 194.000 300.000
Argentina 330.000 152.000 84.000
Formosa 262.000 392.000 436.000
Perú 270.000 276.000 310.000
Otros países 735.000 867.000 885.000
Total de Caña 7.353.000 7.719.000 8.360.000
Total de Betarraga y Caña 15.607.000 13.979.000 13.650.000
  —438→  

Producción y consumo de Gomas elásticas en el Mundo

Las siguientes cifras muestran la producción y distribución de las gomas durante los últimos diez años, y los datos son tomados de las estadísticas de los señores M. H. Rickinson e Hijo.

Año PRODUCCIÓN CONSUMO
Gomas cultivadas
Tonls.
Gomas silvestres
Tonls.
Total
Tonls.
En EE. UU.
Tonls.
En el Reino Unido
Tonls.
En el resto del mundo
Tonls.
1908 2.000 63.000 65.000 28.000 11.000 26.000
1909 4.000 66.000 70.000 31.000 15.000 24.000
1910 8.000 62.000 70.000 32.000 20.000 18.000
1911 14.000 61.000 75.000 29.000 17.000 29.000
1912 29.000 70.000 99.000 50.000 19.000 30.000
1913 48.000 61.000 109.000 50.000 25.000 34.000
1914 71.000 49.000 120.000 61.000 19.000 40.000
1915 108.000 51.000 159.000 97.000 15.000 47.000
1916 153.000 49.000 202.000 116.000 27.000 59.000
1917 204.000 53.000 257.000 175.000 26.000 56.000

De estas cifras corresponden al Perú, en los años de 1915, 1916 y 1917, respectivamente, en toneladas, 2.810, 2.810 y 3.175.

  —439→  

PRODUCCIÓN MUNDIAL DE ALGODÓN Y LANAS

Tomada de los datos que se encuentran en el The Statesman's year book-1918

Los principales países productores de algodón son Estados Unidos y Egipto. Al primero corresponde la siguiente producción en los últimos seis años:

Año Acres cultivados Balas (500 lbs. bruto)
1912 34.283.000 13.703.421
1913 37.089.000 14.156.486
1914 36.832.000 16.134.930
1915 31.412.000 11.449.930
1916 34.985.000 11.191.820
1917 33.634.000 10.949.000

Al Egipto corresponde la siguiente producción en qantars. Un qantar equivale a 99'05 libras.

Año Qantars
1910-11 7.384.000
1911-12 7.498.000
1912-13 7.664.000
1913-14 6.451.000
1914-15 4.775.000
1915-16 6.020.000

El Perú ha tenido la siguiente producción en toneladas métricas durante los últimos seis años:

1912 19.230
1913 No hay datos
1914 22.933
1915 21.124
1916 27.603
1917 29.000

Poco más o menos y en números redondos, las últimas producciones del Perú corresponden alrededor de una centésima parte de la de Estados Unidos y una décima de la del Egipto.

Respecto a lanas, debemos decir que la producción de ellas en Australia alcanzó en 1915-1916,en números redondos, a 200.000 toneladas, habiendo sido la del Perú, en igual fecha, 6.191 toneladas.

  —440→  

FERROCARRILES DEL MUNDO ESTIMADOS EN SU NÚMERO DE MILLAS
Tomado del Statesman's year-book 1918
Nación Año Largo total de las líneas
Millas
Largo de los ferrocarriles del Estado
Millas
Argentina 1916 22.688 4.136
Australia 1915 22.263 20.062
Austria-Hungría 1914 29.328 24.000
Bélgica 1914 5.451 2.700
Brasil 1916 16.294 2.930
Canadá 1915 35.528 1.768
Chile 1915 5.015 3.236
China 1916 6.467 . . . .
Dinamarca 1915 2.455 1.250
Egipto 1916 4.381 2.401
Francia 1914 31.958 5.600
Alemania 1914 39.600 36.550
India 1916 35.833 29.500
Italia 1916 11.635 8.526
Japón 1915 7.131 5.686
Méjico 1913 16.088 12.324
Países Bajos 1915 2.075 1.120
Nueva Zelanda 1916 2.969 2.960
Noruega 1916 1.973 1.685
Perú 1915 1.800 1.100
Rumanía 1914 2.382 2.350
Rusia 1916 48.955 37.800
España 1914 9.377 . . . .
Suecia 1915 9.288 3.045
Suiza 1916 3.571 3.537
Turquía 1914 4.576 1.200
África del Sur 1915 8.986 7.837
Reino Unido 1915 23.701 . . . .
Estados Unidos 1917 265.218 . . . .
Varios . . . . 36.120 3.710
Total 713.120 237.010
  —441→  

De este total corresponden a:

Europa 217.000
Norteamérica 323.000
Sudamérica 52.000
Asia 69.000
África 29.000
Australia 23.000

PRODUCCIÓN MUNDIAL DE ORO
Años Kilogramos
1900 379.043
1901 389.370
1902 445.988
1903 491.754
1904 521.027
1905 564.793
1906 605.300
1907 621.047
1908 661.725
1909 684.215
1910 677.263
1911 693.054
1912 713.867
1913 696.164
1914 680.584
1915 716.505
1916 684.784

Como puede verse, la producción mundial disminuyó en el último año, haciendo ascender la contribución del Perú de 0'23% en 1915 a 0'28% en 1916.

PRINCIPALES PAÍSES PRODUCTORES DE ORO
PAÍSES PRODUCCIÓN EN KILOGRAMOS
1913 1914 1915 1916
Transavaal 273.490 290.595 282.840 280.400
Estados Unidos 133.080 139.731 152.019 139.600
Australia 79.420 75.106 60.520 62.000
Rusia 33.430 40.269 43.933 47.000
Méjico 30.870 27.363 24.017 18.800
Canadá 24.420 23.962 28.000 29.000
Rhodesia 23.980 26.578 28.460 29.000
India 18.289 15.551 18.735 17.000
  —442→  

La América del sur produce alrededor de Kg. 20.000 y los primeros productores son: Brasil, la Guayana Francesa, Colombia y el Perú.

Producción mundial de plata.- La producción mundial de plata en 1916 ha sido estimada en Kg. 5.517.000; de lo cual resulta que el Perú contribuyó con el 6'08% de ella.

La situación anormal que atraviesa el mundo en los últimos años, hace que sea muy difícil obtener datos estadísticos exactos de muchos países, lo que obliga a recurrir a estimaciones más o menos aproximadas. Por las publicaciones oficiales disponibles y las estimaciones más autorizadas, la producción de los principales productores, fue la siguiente:

Estados Unidos 2.266.905 Kg.
Méjico 1.244.000 Kg.
Canadá 798.890 Kg.
Perú 335.529 Kg.
Australia 279.900 Kg.
Japón 172.194 Kg.
España 140.500 Kg.
Bolivia 109.098 Kg.

Faltan datos de Alemania que, antes de la guerra, era el primer productor en Europa; pero, en general, se acepta que la producción del continente europeo ha disminuido mucho. El Perú, como se ve, ocupa el cuarto lugar en el mundo, y el primero en Sudamérica.

A pesar del aumento en el precio de la plata, su producción total en el mundo ha disminuido en el último año, continuando la escala descendente que sigue desde 1911.

  —443→  

PRODUCCIÓN MUNDIAL DE MINERALES DE TUNGSTENO
(Toneladas de mineral de 60%)
PAÍSES 1912 1913 1914 1915 1916
NORTE AMÉRICA
Estados Unidos 1.210 1.397 1.000 2.120 6.790
SUD AMÉRICA
Argentina 638 539 500 171 700
Bolivia 497 564 276 793 3.000
Perú 212 314 212 412 532
EUROPA
Inglaterra 193 182 205 360 350
Francia 230 245 260 200 200
Alemania y Austria 167 150 220 250 300
Portugal 1.330 1.300 1.400 1.500 1.600
España 169 150 84 511 454
ASIA
Birmania 1.905 1.732 1.868 1.883 4.123
Siam 108 281 300 297 468
Japón 205 297 320 439 1.150
OCEANÍA
Nueva Zelanda 860 543 435 640 800
Queensland 271 209 220 100 146
Nueva Gales del Sur 165 270 250 249 300
(No clasificado) 620 1.597 450 1.075 . . . .
Total 8.780 9.770 8.000 11.000 20.913
% correspondiente al Perú 2'41 3'21 2'65 3'74 2'54

PRODUCCIÓN MUNDIAL DE MOLIBDENITA
PAÍSES 1915 1916
Australia Tonls. 129.000 Tonls. 132.000
Noruega Tonls. 82.650 Tonls. 100.000
Suecia Tonls. 37.000 Tonls. . . . . . .
Canadá Tonls. 12.750 Tonls. 72.120
Japón Tonls. 4.487 Tonls. 15.456
Perú Tonls. 2.198 Tonls. 5.177
Bolivia Tonls. 5.000 Tonls. 0.704
  —444→  

Siendo imposible para nosotros en nuestra vida de relación prescindir de Chile, incluimos a continuación los datos comerciales recopilados por el señor F. Málaga Grenet, debiendo advertir que las cifras chilenas corresponden a pesos de 18 peniques y las peruanas a soles de 24 peniques, o sea un mayor valor de nuestro comercio sobre el de Chile de 25 por ciento. La estadística aduanera de Chile correspondiente al año de 1917 acusa una importación del Perú a Chile de 13.048.061 pesos y una exportación de Chile al Perú de 638.618 pesos.

Las estadísticas aduaneras del Perú y de Chile nos prueban que mientras el comercio del primero ha tenido un incremento de más de 400 por ciento, el segundo ha crecido en sólo poco más de 180 por ciento. Así lo atestiguan las siguientes cifras oficiales:

AÑOS PERÚ CHILE
1899 49.029.430 269.366.491
1900 68.149.501 296.212.777
1901 70.358.840 311.145.742
1902 71.322.551 318.308.169
1903 76.411.544 338.529.481
1904 84.239.780 374.710.553
1905 101.150.475 455.401.147
1906 107.063.759 500.349.290
1907 112.642.965 573.762.585
1908 107.909.149 586.403.231
1909 107.212.981 568.512.672
1910 120.547.732 626.312.873
1911 128.602.739 688.399.717
1912 145.789.204 717.782.728
1913 152.265.574 725.828.254
1914 135.957.201 569.432.134
1915 172.186.162 452.802.901
1916 250.035.431 728.483.744




  —[445]→  

ArribaPost scriptum

Faltan en NUESTRA ACTUALIDAD los capítulos correspondientes al problema obrero, a la condición social y económica del indio, a la vida municipal y al intelectualismo.- Ofrecemos estudiarlos en nuestro próximo trabajo, CAUSAS GEOGRÁFICAS QUE HAN DETENIDO EL PROGRESO MORAL Y MATERIAL DEL PERÚ EN EL PRIMER SIGLO DE SU VIDA INDEPENDIENTE.- Motivos que han dado a nuestro primer libro cierta rigidez, cierto espíritu de severidad, haciéndola dura y en algunos capítulos depresiva para la patria.- La mixtificación, el engaño, el disimulo, el ropaje sobre las cosas que están podridas sólo sirven para blanquear sepulcros.- Terminada la publicación de LA PRIMERA CENTURIA, escribiremos un apéndice para exponer nuestras convicciones, nuestras opiniones acerca de las reformas que nos son necesarias, nuestra creencia de que el Perú no es un país enfermo y nuestra Fe ciega en su grandioso porvenir.


Si este libro fuera único, y no el primero de varios que intentamos escribir, el cuadro de Nuestra Actualidad resultaría incompleto. Efectivamente, faltan en él varios capítulos de indiscutible interés sociológico, como son los relativos al problema obrero, a lo que es en el Perú la clase media, y a la condición social y económica del indio. Faltan también los concernientes a la vida municipal, al intelectualismo, y otros más, que de intento no hemos tratado   —446→   para estudiarlos a fondo y en su verdadero sitio en nuestro próximo libro, Causas geográficas que han detenido el progreso moral y material del Perú en el primer siglo de su vida independiente.

Tampoco nos hemos ocupado en sintetizar nuestras opiniones, ni en exponer nuestras esperanzas, nuestros anhelos, mucho menos en deducir de nuestro trabajo las múltiples conclusiones que huelgan en cada capítulo. Aspiramos a trabajar con orden, con método y ni por un momento daremos rienda suelta a la imaginación. Esta disciplina ha dado a nuestro primer libro cierta rigidez, cierto espíritu de severidad, como si tuviéramos por único propósito exponer nuestras dolamas, nuestros retrasos e inconsecuencias, nuestra falta de criterio y de verdadera orientación. Obra que no descansa en buen cimiento carece de estabilidad. Teniendo en cuenta esta consideración hemos querido levantar la nuestra sobre la verdad. Ella en nuestro primer libro es dura y en algunos capítulos depresiva para la patria, pero no nos ha sido posible ocultarla ni decir lo contrario. La mixtificación, el engaño, el disimulo, el ropaje sobre las cosas que están podridas, sólo sirven para blanquear sepulcros. Además, si no conocemos el sitio donde está el mal, ¿cómo es posible que podamos aplicar el remedio?

Como nuestra obra no quedaría completa, ni sería todo lo buena y útil que deseamos que sea, si junto con nuestras deficiencias no expusiéramos también los medios que estimamos necesarios para remediarlas, y si después de haber hecho breve exposición de nuestras riquezas naturales no entramos a estudiar el futuro, concluidos los libros que nos faltan, completaremos nuestro trabajo con un apéndice. En   —447→   dicho apéndice, no solamente trataremos de exponer nuestras opiniones acerca de las reformas y cambios de métodos que nos es indispensable realizar, sino que daremos también las orientaciones de carácter financiero que nos pongan en condición de conseguir para el Estado los muchos millones de libras esterlinas, que, si se nos entregan juntos y a buenos tipos de interés y colocación, podrán emplearse en transformar industrialmente el Perú en muy pocos años. Todo esto después de exponer nuestras convicciones, nuestra creencia de que el Perú no es un país enfermo, sino un país de cultura retrasada, y nuestra fe ciega en su grandioso porvenir. En ese apéndice trataremos de probar que el Perú tiene riqueza y elementos propios para llegar a la fuerza económica que ya alcanzó la República Argentina y para ser respecto a Chile una potencia de indiscutible superioridad.




 
 
FIN DE NUESTRA ACTUALIDAD
 
 
 
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