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Bohordos: En los juegos de cañas y ejercicios de la jineta, varita o caña de seis palmos y de cañutos muy pesados (Diccionario de la lengua española, RAE).

 

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Gumía: Arma blanca, como una daga un poco encorvada, que usan los moros (Diccionario de la lengua española, RAE).

 

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Hégira: Era de los musulmanes, que se cuenta desde el año 622, en que huyó Mahoma de La Meca a Medina, y que se compone de años lunares de 354 días, intercalando 11 de 355 en cada período de 30 (Diccionario de la lengua española, RAE).

 

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Hurí: Cada una de las mujeres bellísimas creadas, según los musulmanes, para compañeras de los bienaventurados en el paraíso (Diccionario de la lengua española, RAE).

 

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Tercios: Regimiento de infantería española de los siglos XVI y XVII (Diccionario de la lengua española, RAE).

 

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Bib-Tahubin: Puerta de Bib-Taubin: puerta de los curtidores o Puerta Real, según el cronista Luis de Mármol. «Sobre esta puerta edificaron un pequeño castillo los Reyes Católicos» (Léase Bab Attawabin o de los Convertidos). En tiempo de Mármol asegura Francisco Simonet, 1700, Puerta de los Curtidores. (Descripción del reino de Granada, p. 55). «Era de las mejores fortalezas de Granada, y de ella aún existen algunos restos que deben examinarse, en la casa que habita el sobrestante de las obras municipales, próxima al café del Comercio», Granada y sus contornos: historia de esta célebre ciudad desde los tiempos..., D. Manuel Garrido, 1858, p. 544.

 

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Silla del moro: O castillo de Santa Elena. Construcción de vigilancia y de distribución del agua en el Generalife. Según dice describe Rafael Contreras en 1875:

«Subiendo al cerro a cuyo pie están construidos estos notables vestigios, se ven los cimientos de un fuerte, al cual se le llama hoy La Silla del Moro. Alguna distancia siguiendo la cumbre, se ven muros de baluartes y torres con un profundo foso construido de arcos de ladrillo, por cuyo fondo se hacía pasar el agua de la acequia alta ya citada. Más allá está el Aljibe de la Lluvia, que es una buena construcción hecha para recoger las aguas de las vertientes, donde hay restos de estanques y edificios, con azulejos y mármoles esparcidos en la tierra.

Toda esta montaña tenía el nombre de Cerro de Sta. Elena y del Sol hasta el barranco de las Tinajas, donde en tiempo de los árabes se construían alcatruces o tubos de arcilla cocida, de los que se han conservado muchos todavía en nuestro tiempo. Al lado de un albercón y cerca de la noria de 160 pies de profundidad, situada en lo alto de la montaña, es en donde suponen los cronistas la existencia de un palacio árabe, con jardines suntuosos y preciosas estancias. No hay datos positivos para asegurar ni para negar este supuesto, que ha llegado hasta nosotros por tradiciones más o menos verosímiles de los últimos momentos de la dominación agarena; sin embargo, no dudamos que existía en este sitio entre la Silla del Moro y el Aljibe de la Lluvia, el Palacio de Darlarosa. Hemos seguido, acompañados de nuestro ilustrado amigo el Sr. Eguilaz y de otras personas dignas de crédito, un sendero que sirve de división ó término de un trazado a la espalda de la Silla del Moro en la dirección de la Noria, y hemos visto copas o macetas rotas, para flores, y tejas y ladrillos de fabricación morisca que no pudieron llevarse a este elevado paraje sino para adornar un sitio de recreo. Llegamos, subiendo ligeramente, a un estanque de cuarenta y cuatro pasos de largo y nueve de ancho, con unas cuatro varas de profundidad y muros de siete pies de grueso. Uno de los cuatro lados está derruido y sus fragmentos servido para construir otros cimientos que se cruzan con los antiguos. Algunas ligeras excavaciones nos han descubierto otros pedazos de muros quebrantados, un conducto de agua y millares de ladrillos, algunos de ellos esmaltados por sus aristas. No dudamos, pues, la existencia del Palacio de Darlarosa y del cultivo de todas estas montañas, pero al mismo tiempo estamos persuadidos de que en la conquista debían hallarse casi abandonados y tan ruinosos, que no llamaran la atención de los conquistadores.

En tiempo de las rebeliones de los moriscos, los soldados de D. Juan de Austria se albergaron en las ruinas citadas para aguardar a los rebeldes, y más de una vez fueron estas testigos de horribles algaradas».


(Contreras, Rafael. Del arte árabe en España manifestado en Granada, Sevilla y Córdoba por los tres monumentos principales la Alhambra, el Alcázar y la Gran Mezquita: Apuntes arqueológicos, Granada, Imp. de D. Indalecio Ventura 1875, pp. 284-285)                


 

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Tizona: Espada.