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ArribaAbajoFenómeno I

La estatua de cuatro metales del capítulo segundo de Daniel. Preparación.


Párrafo I

3. Propongo este punto, en primer lugar, por ser una de las más ilustres Profecías que se hallan en toda la Divina Escritura, cuyo perfecto cumplimiento, exceptuando la última circunstancia, vemos ya con nuestros propios ojos, y debiéramos mirar con una religiosa admiración. Represéntase aquí el Profeta de Dios, debajo de la figura de una estatua grande y de aspecto terrible, compuesta de cuatro diferentes metales, cuatro reinos o imperios grandes y célebres, que en diversos tiempos habían de afligir al mundo y dominarlo. A cada uno de ellos se le pone su distintivo propio y peculiar, para que por él pueda conocerse con toda certidumbre. Represéntase del mismo modo el fin y término de todos estos reinos, el cual debe suceder con la caída de cierta piedra, que por sí misma, sin que nadie la tire, se ha de desprender de un monte, y volar directamente hacia los pies de la estatua; a cuyo golpe terrible e improviso, se quebrantan al punto, y se desmenuzan, no solamente los pies, sobre quienes cae, sino junto con ellos, todas las otras partes de la estatua, reduciéndose toda ella a una leve ceniza que desaparece con el viento. En consecuencia de este gran suceso, la piedra misma que hirió la estatua, crece y se hace un monte tan grande, que ocupa y cubre toda la tierra.

Tú, oh Rey, veías, y te pareció como una grande estatua; aquella estatua grande, y de mucha altura estaba   —170→   derecha enfrente de ti, y su vista era espantosa. La cabeza de esta estatua era de oro muy puro, mas el pecho y los brazos de plata, y el vientre y los muslos de cobre, las piernas de hierro, y la una parte de los pies era de hierro, y la otra de barro. Así la veías tú, cuando sin mano alguna se desgajó del monte una piedra e hirió la estatua en sus pies de hierro y de barro, y los desmenuzó. Entonces fueron asimismo desmenuzados el hierro, el barro, el cobre, la plata, y el oro, y reducidos como a tamo de una era de verano, lo que arrebató el viento; y no parecieron más; pero la piedra que había herido la estatua se hizo un grande monte e hinchió toda la tierra349.

4. La explicación que da el Profeta mismo a toda esta visión, se reduce a esto, que los cuatro metales de que la estatua se compone, significan cuatro imperios o reinos, que unos tras de otros han de ir apareciendo en el mundo, y haciendo en él un gran ruido y una gran figura. El primero, simbolizado por la cabeza de oro, lo señala con su propio nombre, diciendo que es aquel mismo que acababa de fundar Nabucodonosor con sus prodigiosas y rápidas conquistas, y de que el mismo Nabuco era actualmente la cabeza. Los otros tres no los nombra, sólo dice que el segundo reino será de plata, y por consiguiente menor que el primero, el tercero de bronce, que mandará sobre la tierra, y el cuarto de hierro mezclado con greda, etc.   —171→   Tú pues eres la cabeza de oro. Y después de ti se levantará otro reino menor que tú, de plata, y otro tercer reino de cobre, el cual mandará toda la tierra. Y el cuarto reino será como el hierro, etc350. En su lugar iremos copiando lo que resta del texto de esta gran profecía, conforme fuere necesario.

5. En ella tenemos que examinar dos puntos que creemos de una suma importancia. Así nuestro examen debe ser atento y prolijo, sin dejar pasar por alto la más mínima circunstancia. El primero es, la repartición que hasta ahora se ha hecho de estos cuatro reinos, si es justa y conforme al texto y a la historia o no; si debemos pasar por ella o repugnarla. En suma, debemos conocer estos reinos célebres, y señalarlos por sus propios distintivos sin salir un punto del texto sagrado. Este conocimiento claro e individual nos es absolutamente necesario para poder observar el segundo punto, y entenderlo bien. Es a saber: ¿qué piedra es esta que ha de caer a su tiempo sobre los pies de la estatua, y convertirla toda en polvo y ceniza? ¿Si esta piedra ha caído ya del monte, o debemos todavía esperarla? Por consiguiente, ¿si ya ha sucedido en el mundo lo que debe seguirse, después de que caiga según la profecía, esto es, la fundación de otro reino sobre toda la tierra incorruptible y eterno?

Se propone y examina la repartición que hasta ahora ha corrido de estos cuatro reinos.

Párrafo II

6. La admiración que siempre me ha causado esta repartición, en que veo que todos convienen, a lo menos cuanto a la sustancia, me ha hecho también pensar muchísimas veces cual puede haber sido la verdadera causa que ha   —172→   obligado a los doctores a unirse en este parecer, no obstante que lo repugna tanto, no sólo la Escritura divina, sino también la historia y la experiencia misma. Os diré, amigo, simplemente lo que se me ofrece: tal vez lo tomarás a mal, mas ¿quién podrá detener la palabra una vez concebida?351 La causa en sustancia, y guardada toda aquella proporción que se debe guardar en la semejanza, me parece la misma que tuvo Herodes para degollar a los inocentes; quiero decir, el miedo y pavor del reino de Cristo. Este reino con todas las circunstancias tan claras y tan individuales, que señala esta profecía, y que se halla en millares de otras, como iremos observando, este reino, digo, no lo pueden sufrir en su sistema; los turba, los asusta, y tal vez los hace entrar en cierta especie de furor, el cual, aunque religioso y santo, no por eso deja de ocasionar la muerte a muchos inocentes, esto es, a tantos lugares de la escritura, a quienes se quita con tan manifiesta violencia su sentido propio y literal, con que sólo pueden vivir.

7. Este reino, vuelvo a decir, repugna terriblemente a todas sus ideas. No es posible admitirlo sino en sentido metafórico, o puramente espiritual. Aun así es necesario llegar a algunos malos pasos, y ver el modo o de pasarlos, o de evitarlos; lo cual también repugna a las mismas ideas, tómese el partido que se tomare. Por ejemplo: el tiempo en que debe comenzar el último reino, que según expresa la profecía, debe ser cuando la estatua caiga al golpe de la piedra, y se reduzca toda a polvo y ceniza, y esto tampoco se puede componer, ni aun en sentido espiritual, con las ideas ordinarias. ¿Qué se hará pues, para poder salir de un embarazo tan terrible? No se ha hallado otro expediente, por más que se ha buscado por los mayores ingenios, que invertir un poco el orden de los cuatro reinos figurados en la estatua, repartirlos de modo que no hagan mucho daño, olvidar del todo, como si no se viesen, algunas circunstancias   —173→   bien notables, y con esto ir preparando insensiblemente el camino para colocar el quinto reino, donde pareciere menos incómodo, y para espiritualizarlo del todo. Pienso, que apenas entenderéis lo que acabo de decir; mas no tardaré mucho en explicarme.

Otra cosa quisiera deciros en el asunto, muy semejante a un enigma. Paréceme, que nuestros doctores han contado los cuatro reinos que figura la estatua, en esta forma: primero, cuarto, tercero, segundo. Explícome, en el primer reino no hay dificultad ni tampoco interés de consideración, claramente lo señala el Profeta, y es el único que señala por su propio nombre, diciendo, que es aquel reino celebérrimo fundado por Nabucodonosor, y de quien él mismo era actualmente la cabeza: tú pues eres la cabeza de oro. Conocido este primer reino, antes de conocer perfectamente los dos siguientes, parece que les arrebató toda la atención lo que se dice del cuarto, figurándose que era, sin duda alguna, el imperio romano, así por tal cual seña equívoca que pudieron acomodarle, como por la persuasión en que estaban (falsa a la verdad) de que el imperio romano había de durar hasta el fin del mundo. Creyendo pues buenamente que ya tienen conocidos dos reinos, esto es, el primero y el cuarto, faltaba conocer los dos intermedios; mas como entre el imperio romano, y el que fundó Nabuco, no se hallaba otro claro y cierto que el de los Griegos, pareció un buen expediente dividir el primero por dos partes bien desiguales, llamando la parte menor del reino de los Babilonios o Caldeos, y a la otra mayor el reino de los Persas. Así se empezó a hacer en el siglo de Teodosio el grande, cuando el imperio romano estaba en tanta grandeza y esplendor, que parecía incorruptible y eterno, y así ha corrido hasta nuestros tiempos por las razones que luego veremos, con lo cual sale bien la cuenta enigmática, uno, cuatro, tres, dos.

9. Consideremos ahora brevemente el orden de estos cuatro reinos como se halla en los doctores, mas sin perder de vista el texto de la profecía. El primer reino, dicen, es   —174→   el de los Babilonios o Caldeos, cuyo fundador fue Nabuco a quien sucedió su hijo Evilmerodac, y a este Baltasar, en quien el reino tuvo fin. Lo más común es confundir a Evilmerodac con Baltasar, haciendo de los dos una sola persona, y en caso que esto sea verdad, que parece muy lejos de serlo, sólo hubo dos reyes, padre e hijo en el primer reino. ¡Qué reino tan corto! ¡Parece que debía durar mucho más siendo de oro, y oro óptimo! La cabeza (dice el texto) era de oro muy puro. Ahora pregunto yo, ¿este primer reino a quien llaman de los Babilonios o Caldeos se limitó solamente a la Caldea? Es evidente que no; en la Caldea estaba la corte del reino, que era la gran ciudad de Babilonia; mas su dominación se extendía a todos cuantos reinos particulares, principados y señoríos había entonces en el Asia, entrando en este número todo el Egipto. Sin recurrir a la historia profana, la misma Escritura divina nos lo dice claramente en profecía, y en historia. Todos los pueblos de la Siria, Mesopotamia, Palestina, Tiro, Egipto, las Arabias, etc., eran conquistados por Nabuco; la Media y la Persia, aunque tuviesen sus príncipes particulares e inmediatos, mas todas reconocían al gran rey de Babilonia por príncipe supremo, y como a tal le obedecían y tributaban vasallaje. Los cautivos que sacó este príncipe de Jerusalén y Judea, no sólo fueron conducidos a Babilonia y a otras ciudades de Caldea, sino también a la Media y a la Persia, como a provincias del imperio. De los que fueron a la Media nos habla todo el libro de Ester (si acaso es cierto que Asuero era rey de Media). De los que fueron a Persia nos dice dos palabras el libro segundo de los Macabeos: Cuando nuestros padres (son sus palabras) fueron llevados a la Persia. Todas estas noticias nos servirán bien presto. Pasemos adelante.

10. El segundo reino, figurado en el pecho y brazos de plata de la estatua, dicen que fue el de los Persas, los cuales unidos con los Medos, bajo las dos cabezas de Dario Medo y Ciro Persa, conquistaron a Babilonia, y hechos   —175→   dueños del imperio se coronaron uno después de otro en la misma ciudad de Babilonia. No se detienen mucho en una gran dificultad que luego salta a los ojos, es a saber, que este nuevo reino (que llaman de los Persas, para distinguirlo del de los Caldeos), o creció y se hizo mucho mayor por la agregación de los Medos y Persas, o a lo menos quedó tan grande como estaba, si esta agregación no se hizo entonces, sino que ya estaba hecha en tiempo de Nabuco; y no obstante la profecía dice, que el segundo reino será menor que el primero; y después de ti se levantará otro... menor que tu, de plata. A esta gran dificultad responden en breve diciendo que el verdadero sentido de estas palabras es, que el segundo reino será menor, no en extensión, ni en gente, sino en valor y gloria militar. Y como si esto mismo, aun prescindiendo de la suma violencia de este sentido, no se pudiese revocar en duda, y convencer de falso, pasan adelante con gran satisfacción, tanto, que un intérprete de los más clásicos se pone de propósito a probar con grande aparato de erudición, que la Persia fue antiguamente muy rica en minas de plata, y por eso es aquí simbolizada por este metal. Y la Caldea que no tenía minas de oro, ¿por qué se simboliza por el oro?

11. El tercer reino, figurado en el vientre y muslos de bronce de la estatua, quieren que sea el de los Griegos, fundado por Alejandro. ¿Mas cómo? ¿Al reino de los Griegos conocidamente el menor de todos, le compete el distintivo particular que señala el Profeta al tercer reino, esto es, que mandará sobre toda la tierra?352 Diréis necesariamente que sí, haciéndome observar por todo fundamento aquellas palabras de la Escritura que hablando de Alejandro dice: calló la tierra delante de él; mas lo primero, estas palabras hablan de Alejandro, no del reino de los Griegos; ni de Alejandro se puede decir con propiedad que fundó el reino de los Griegos, sino que destruyó el de los Persas. Lo segundo: estas palabras de la   —176→   Escritura no dicen que Alejandro imperó sobre toda la tierra, sino que la tierra calló en su presencia, expresión vivísima para explicar el terror y espanto que causó Alejandro en toda la tierra comprendida en el imperio de los Persas, por donde anduvo como un rayo, arruinándolo todo, sin que nadie le resistiese. En adelante examinaremos más de propósito el distintivo particular del tercer reino de bronce, y se lo daremos a quien alegare mejor derecho.

12. Finalmente, el cuarto reino de hierro mezclado con greda, dicen, que no puede ser otro que el imperio romano, del cual se verifica propiamente lo que dice la profecía del reino cuarto: Y el cuarto reino será como el hierro. Al modo que el hierro desmenuza, y doma todas las cosas, así desmenuzará, y quebrantará a todos estos353. Hasta aquí no había dificultad; la semejanza se podía muy bien acomodar al imperio romano, si el texto de la profecía se acabase aquí; si no diese otras señales y distintivos propios del cuarto reino, que no pueden competer al imperio romano. Lo que se sigue del texto sagrado, es el gran trabajo; y esta es sin duda la verdadera causa de variar tanto los doctores en la explicación, o acomodación de estas cosas al imperio romano, como que la dificultad es grande, y necesita de discurso e ingenio. Ved aquí el texto todo entero, pues luego hemos de volver a él.

Y el cuarto reino será como el hierro. Al modo que el hierro desmenuza, y doma todas las cosas, así desmenuzará, y quebrantará a todos estos. Y lo que viste de los pies y de los dedos una parte de barro de alfarero, y otra parte de hierro; el reino será dividido, el cual no obstante tendrá origen de vena de hierro, según lo que has visto de hierro mezclado con tiesto de barro. Y los dedos de los pies en parte de hierro, y en parte de barro cocido; en parte el reino será firme, y en parte quebradizo. Y el haber visto el hierro mezclado con el tiesto de barro, se   —177→   mezclarán por medio de parentelas, mas no se unirán el uno con el otro, así como el hierro no se puede ligar con el tiesto. Mas en los días de aquellos reinos el Dios del cielo levantará un reino, que no será jamás destruido, y este reino no pasará a otro pueblo; sino que quebrantará y acabará todos estos reinos; y él mismo subsistirá para siempre. Según lo que viste, que del monte se desgajó sin mano una piedra, y desmenuzó el tiesto, y el hierro, y el cobre, y la plata, y el oro, el grande Dios mostró al rey las cosas que han de venir después. Y el sueño es verdadero, y su interpretación fiel354.

Se propone otro orden y otra explicación de estos cuatro reinos.

Párrafo III

13. Aunque el orden que voy a proponer, y la explicación que voy a dar me parece justa en todas sus partes, como enteramente conforme con la profecía, y con la historia, todavía, porque no tengo razón alguna para fiarme de mi dictamen, lo sujeto de buena fe a cualquier examen, por rígido que sea, con tal que no pase de aquellos límites justos que prescribe la verdadera crítica. Esto mismo protesto   —178→   y deseo que se tenga por dicho, respecto de todos, y de cada uno de los puntos que he tratado y pienso tratar en toda esta obra. Lo cual supuesto y no olvidado, entremos en materia.

Primer reino

14. El primer reino figurado por la cabeza de oro de la estatua, fue sin controversia el de los Caldeos, o Babilonios, de quien Nabuco que lo había fundado con sus prodigiosas y rápidas conquistas, era actualmente la cabeza o el rey. Es evidente, no sólo por la Escritura santa, sino también por la historia profana, que el rey Nabuco no había conquistado ni fundado el reino particular de Babilonia, o Caldea; este reino particular lo había heredado de sus padres, y contaba tantos años o siglos de antigüedad, cuantos habían pasado hasta entonces desde Nemrót, que fue su fundador, y su primer soberano, como se dice en el capítulo X verso 10 del Génesis; no fue este, pues, el reino de que habla la profecía, no es el figurado por la cabeza de oro de la estatua, ni le pueden competer a este reino particular las cosas que aquí se dicen del primero. ¿Cuál es, pues, este reino primero? Es el que fundó con sus armas siempre victoriosas el mismo Nabuco, sujetando en poco tiempo a su dominación todos cuantos reinos y señoríos particulares se conocían en aquel tiempo en todo el oriente. Por esta razón lo llama el mismo Profeta rey de reyes355. Lo cual concuerda perfectamente con lo que dice el Señor por Jeremías: que todas las gentes, pueblos y naciones (se entiende del oriente, pues estas acaba de nombrar) se las había dado él mismo a Nabucodonosor. Yo he puesto... todas estas tierras en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia mi siervo; además le he dado también las bestias del campo, para que le sirvan. Y le servirán todas las naciones a él, y a su hijo, y al hijo de su hijo; hasta que venga el tiempo de su tierra y de él mismo; y le servirán muchas naciones, y reyes grandes. Mas la gente y el reino que   —179→   se sirviere a Nabucodonosor rey de Babilonia, y cualquiera que no encorvare su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia: visitaré aquel pueblo, dice el Señor, con cuchillo, y con hambre, y con peste; hasta que yo los consuma por su mano356. Este solo lugar de la Escritura parece que basta, sin recurrir a la historia, para ver claramente el primer reino de oro con toda su extensión.

15. Del mismo modo parece evidente por la Escritura y por la historia, que este reino o imperio, fundado por Nabuco, ni se destruyó, ni se mudó, ni se alteró en cosa alguna sustancial, cuando Darío Medo y Ciro Persa sacudieron el yugo de Baltasar, hijo o nieto del mismo Nabuco, y se apoderaron de la capital del imperio. La única novedad que hubo entonces fue mudar el mismo imperio de cabeza o de rey, sentándose en aquel trono Darío Medo en lugar de Baltasar Caldeo. Expresamente lo dice así Daniel, testigo ocular, al fin del capítulo V. Aquella misma noche mataron a Baltasar rey caldeo. Y Darío, que era Medo, le sucedió en el reino357; que es lo mismo que si dijéramos, murió Carlos II, rey de España, de la casa de Austria; y Felipe V francés, de la casa de Borbón, le sucedió en el reino. ¿En qué reino? No en otro sino en el mismo reino de España, de modo, que así como Felipe V sentándose en el trono de España no fundó otro reino nuevo, sino que imperó sobre el mismo de su antecesor, así Darío Medo, sentándose en el reino de Babilonia no hizo otra cosa que imperar sobre el reino, sobre el cual imperaba   —180→   Baltasar. El mismo Daniel lo vuelve a decir en estos precisos términos al principio del capítulo IX: En el año primero de Darío, hijo de Asuero, de la estirpe de los Medos, que tuvo el mando en el reino de los Caldeos358. Y como Ciro Persa y todos sus sucesores hasta Darío Comano, no imperaron sobre otro reino que sobre el que les dejó Darío Medo, sucesor inmediato de Baltasar, se sigue legítimamente que hasta Darío Comano, vencido por Alejandro, duró el primer reino de oro que fundó Nabuco; llámese este reino de Caldeos, o de Medos, o de Persas, importa poquísimo o nada, pues los nombres no mudan las cosas.

16. Demás de esto es cosa cierta que ni Darío, ni Ciro su nieto, ni algún otro de sus sucesores destruyeron a Babilonia, antes en ella misma se sentaron como en la capital del imperio, y Babilonia fue por mucho tiempo la corte de muchos reyes descendientes de Ciro, los cuales se llamaban indiferentemente reyes de Media y Persia, y también reyes de Babilonia. El año 32 de Artajerjes, cerca de cien años después de Ciro, el sacerdote Neemías que era su copero y favorito, no lo llama sino con el nombre de rey de Babilonia. Así dice: Mas a todas estas cosas yo no me hallé en Jerusalén, porque el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, fuí a presentarme al rey359. Andando el tiempo, parece que la corte se pasó a otras partes, según la voluntad de sus reyes; mas el reino o imperio quedó siempre el mismo, sin novedad alguna, hasta Alejandro. Ni en el gobierno, ni en las leyes, ni en las costumbres, ni en la religión, nos consta que hubiese mudanza de consideración. Darío dejó la Media, y se pasó a Babilonia. Siguió allí mismo Ciro, Cambises, Artajerjes, etc. después de algunos años   —181→   permaneció el nombre de Persia o imperio de los Persas, porque la corte se había pasado más de asiento a la provincia particular que se llamaba Persia, la cual en aquel tiempo era mucho menor del que después se ha llamado con este nombre. No tenemos, pues, razón alguna para dividir el reino de los Persas del de los Caldeos o Babilonios, porque es evidentemente el mismo reino de oro, fundado por Nabuco, que con el tiempo mudó de nombre, y nada más. Sobre todo (y esta es una circunstancia que no debemos disimular) el reino de los Persas que quieren que empiece desde Ciro, jamás fue menor, sino igual o mayor que el de los Caldeos, fundado por Nabuco, luego no puede ser el segundo reino figurado en la estatua, pues expresamente dice la profecía, que será menor que el primero, y quizá tanto menor, cuanto lo es la plata respecto del oro. Y después de ti se levantará otro reino menor que tú, de plata360.

Segundo reino

Párrafo IV

17. El segundo reino figurado el pecho y brazos de plata de la estatua decimos que no puede ser otro, que el de los Griegos, así por el distintivo particular que pone el Profeta al segundo reino, de ser menor que el primero, como por su misma constitución, es decir, por componerse todo de pecho y brazos. En el pecho podemos considerar el reino principal de los Griegos, que después se llamó de Siria, y en los brazos las dos ramas que se entendieron de los mismos Griegos, una hasta la Macedonia en Europa, y otra hasta Egipto en África, donde fundaron dos reinos particulares del todo independientes. Este reino, pues, o este imperio célebre de los Griegos no lo podemos mirar como ya formado en los días de Alejandro; este no hizo otra cosa que destruir, no edificar. Apenas podemos   —182→   decir con alguna propiedad, que abrió las zanjas, y puso una u otra piedra para que sobre ella se levantase después el edificio.

18. En esto trabajó diez o doce años andando por el Asia como un rayo, o mejor diremos como un loco furioso, matando gente por todas partes, robando y destruyendo ciudades, que en nada le habían ofendido, casi sin sistema o designio formado: tanto, que al morir dividió todas sus conquistas en tantas partes, cuantos eran sus capitanes más favoritos, los cuales después de su muerte intentaron todos llamarse reyes y se coronaron como tales: y repartió entre ellos su reino, cuando estaba aún en vida. Y sus cortesanos ocuparon el reino, cada cual en su lugar; y después de su muerte se ciñeron la corona361. Es verdad que esta división o testamento de Alejandro no tuvo efecto, ni era posible que lo tuviese en aquellas circunstancias. A pocos días comenzó la discordia, y la guerra viva entre los nuevos reyes; y habiéndose quebrado las cabezas junto con las coronas, se redujo todo a solos cuatro pretendientes que fueron Antígono, Seleuco, Ptolomeo, y Casandro. Este último vino a Macedonia, donde apenas hizo una triste figura, Ptolomeo se hizo fuerte en Egipto donde Alejandro lo había dejado de gobernador. Antígono y Seleuco vinieron a las manos y disputaron largo tiempo sobre el pecho de la estatua, hasta que Seleuco por muerte de su competidor quedó dueño absoluto de la principal parte del reino o imperio que acababa de destruir, digo de la parte principal, y no del todo, porque es certísimo que no todo lo que comprendía el imperio de los Persas quedó sujeto a la dominación de Seleuco. Muchas ciudades así de Persia, como de Media, no lo reconocieron por soberano. En el Asia menor se levantaron otros reyes que al fin se hicieron independientes, y todo el Egipto quedó enteramente libre debajo de otra cabeza particular. De   —183→   esta suerte se verificó plenamente el distintivo que señala el Profeta al segundo reino, diciendo, que sería menor que el primero, como lo es la plata respecto del oro: menor que tú, de plata.

19. Este reino o imperio que empezó en Seleuco, es propiamente el reino de los Griegos, absolutamente diverso del primero en extensión, en gente, en riquezas, en leyes, en costumbres, en dioses, y aun en la lengua misma, que en toda el Asia, como el Egipto, se empezó luego a hacer común la de los nuevos dominantes.

Tercer reino

Párrafo V

20. El tercer reino o imperio célebre, figurado en el vientre y muslos de bronce de la estatua, es evidentemente el romano. La circunstancia o distintivo particular el cual mandará a toda la tierra, no sólo es notablemente agravante, sino que lo hace mudar de especie, y casi lo señala por su propio nombre. ¿De qué otro imperio se puede decir con verdad que dominó sobre toda la tierra conocida, sino del romano? Considerad este imperio en tiempo de Augusto, o de Trajano, o de Constantino, o de Teodosio; lo veréis tan grande, y de una tan vasta capacidad, que encierra dentro de su vientre todos cuantos reinos, principados y potestades se conocían entonces en el mundo viejo, esto es en Asia, África y Europa, sin quedar libres aún las islas del mar. Considerad el metal mismo que lo figura, que es el bronce, no sólo duro y fortísimo, sino también sonoro, porque no sólo sujetó tantos y tan diversos pueblos con la dureza y fuerza de sus armas, sino también quizá mucho más con el sonido y eco de su nombre. El Profeta dice del tercer reino, que será de bronce hasta los muslos: el vientre y los muslos de cobre; otro distintivo claro del imperio romano que tantos tiempos estuvo dividido en imperio de oriente y occidente.

21. Llegando aquí, señor, paréceme que os veo sorprendido   —184→   no poco con esta novedad. Siendo esto así, me replicáis ¿donde está el cuarto reino de la profecía? Si el imperio romano es el realmente figurado en el vientre y muslos de bronce de la estatua, ¿cuál podrá ser el reino o imperio de hierro, figurado en las piernas, pies y dedos de la misma estatua? A esta pregunta, yo os respondo en primer lugar con otra pregunta, que tal vez os causará mayor admiración. Decidme, señor, con formalidad ¿cuál es vuestro sentimiento en orden al imperio romano? Más claro: ¿el imperio romano donde está? ¿Se ha subido acaso a la luna, o a los espacios imaginarios? Lo que ahora se llama o lo que es en realidad un imperio en Alemania, este es propiamente el imperio romano. Este, decís, es una reliquia del imperio romano, la cual después de destruido todo, se ha conservado, ya en Constantinopla, ya en Francia, ya en Alemania, hasta nuestros tiempos. Bien: ¿y a una reliquia, y reliquia tan pequeña, le queréis dar el nombre tan grande y tan sonoro, como de verdadero imperio romano? Esta reliquia ¿queréis que sea todavía uno de los cuatro reinos célebres de que habla la profecía? Mirad, amigo, no os equivoquéis.

22. De este modo deberéis decir, que todavía dura y persevera hasta nuestros días el imperio célebre de los Babilonios y Persas, señalando como con la mano aquella gran reliquia en que domina el Sofi, y que se llama reino de Persia. De este modo deberéis decir, que persevera hasta nuestros días el imperio célebre de los Griegos, señalando otra reliquia mucho mayor en que domina el gran Señor de Constantinopla; mas estas reliquias no son, amigo mío, los reinos o imperios célebres de que habla la profecía. Estos imperios célebres se acabaron ya; si queda alguna reliquia, esa reliquia no es imperio, ni merece con alguna propiedad este nombre. Si queréis, no obstante, dar el nombre de imperio romano a esa reliquia que queda en Alemania, yo no contradigo, antes me conformo con el uso común; mas no por eso dejo de conocer que para el asunto de que hablamos, es este un nombre o título incapaz   —185→   de llenar la profecía. Preguntad a todos los soberanos de Europa, si pertenecen de algún modo al imperio de Alemania, y veremos lo que responden. Preguntad al mismo imperio de Alemania, ¿qué fuera, y a qué viniera a reducirse, si su digna cabeza no fuese por otra parte, un príncipe tan grande, si no tuviese tantos estados, reinos y señoríos hereditarios de su propia casa? No tenéis, pues, que recurrir a esta reliquia, como si fuese todavía el uno de los cuatro reinos célebres, figurados en la estatua.

23. Así como el imperio de los Griegos se edificó sobre las ruinas del primer imperio, y el de todos los Romanos sobre las ruinas del segundo, y de cuantos otros señoríos particulares se conocían en el mundo, así puntualmente se edificó el cuarto imperio, de que habla la profecía, sobre las ruinas del imperio romano, que a todos se los había tragado. Para ver este cuarto y último imperio con toda claridad y con todas sus contraseñas, o distintivos particulares, no tenemos que encender muchas lámparas y linternas, ni tampoco nos es necesario navegar al oriente o al occidente. Nos basta abrir los ojos y mirar con alguna reflexión, mirar, digo, el estado presente de toda aquella gran porción de países que encerraba la estatua dentro de su vientre. Portugal, España, Francia, Inglaterra, Alemania, Polonia, Hungría, Italia, Grecia; en suma casi toda Europa. La Asia menor con todos sus reinos, la Siria, la Mesopotamia, Palestina, las tres Arabias, la Caldea, la Persia, el Egipto, todas las costas de África desde el Egipto hasta Marruecos, etc., todo esto comprendía y todo esto era el imperio romano. Mas ahora y algunos siglos ha, todo esto ¿qué es? Volved los ojos a la profecía, y estudiadla bien; y al punto descubriréis el cuarto imperio de hierro con tanta distinción y claridad, que os será imposible desconocerlo por más violencia que queráis hacer a vuestros ojos, y a vuestra propia razón.

Cuarto reino

Párrafo VII

24. Este cuarto reino o imperio de hierro, empezó a   —186→   formarse desde el quinto siglo de la era cristiana, con la irrupción, que llaman de los bárbaros, los cuales como un torrente impetuoso y universal, inundaron, y arruinaron todas las provincias del imperio romano; o, siguiendo la semejanza de que usa la profecía, así como el hierro doma y quebranta todas las cosas por duras que sean, así esta multitud innumerable de gentes unas por el oriente, otras por el occidente, casi nada dejaron que no quebrantasen domasen, y desmenuzasen: Y el cuarto reino será como el hierro. Al modo que el hierro desmenuza, y doma todas las cosas, así desmenuzará, y quebrantará a todos estos362. Este es el primer distintivo. En consecuencia, pues, de este destrozo casi universal, estas mismas gentes se dividieron entre sí todo el terreno, y formaron entre todas un reino o imperio del todo nuevo, diferentísimo de los otros tres. ¿Cuál es este? Es el mismo que actualmente vemos, y que hemos visto muchos siglos ha. Y este es el segundo distintivo. El reino será dividido. Un reino será dividido; un reino de muchas cabezas, un reino compuesto de muchos reinos particulares, todos independientes, un reino cuyas partes confinan entre sí, como los dedos en los pies, comercian entre sí, se comunican, se ayudan mutuamente; pero jamás se unen de un modo que formen una misma masa. En una palabra: estas partes componen un todo, y al mismo tiempo conservan escrupulosamente su división, y su total independencia.

25. Los tres primeros reinos de la estatua, aunque compuestos de diferentes partes, o de diferentes pueblos y naciones, todas ellas se reunían bajo una sola cabeza, o física o moral, a quien reconocían, y a cuyas órdenes se movían. El reino cuarto no es así. Se compone, es verdad, de muchas partes diversas entre sí, de muchos reinos, repúblicas, principados y señoríos; pero cada cual es aparte es una pieza, que se mueve por sí misma con movimiento   —187→   particular; es absoluta e independiente, reconoce su cabeza propia y peculiar. No obstante esta división, no obstante este movimiento particular de cada una, todas ellas se reúnen al fin, casi sin advertirlo, o a lo menos sin poder resistirlo, en unos mismos principios, en unos mismos intereses, en unas mismas leyes generales, necesarias para la conservación de todo el compuesto, y de todas y cada una de las partes que lo componen. Estos principios y leyes generales se reducen a una sola palabra, que todo lo comprende, y todo lo explica con suma propiedad, esto es, el equilibrio propísimo, y necesarísimo para que las partes no se destruyan, antes se sostengan mutuamente por el interés general de todas; y así se conserva indemne todo el compuesto en la misma división e independencia de sus partes. Sin esto pudiera con razón temerse, que alguna de las partes con la agregación de otras se hiciese tan grande, que dominase sobre todas, y ya teníamos en este caso otro reino o imperio, semejante a los tres primeros, el cual falsificara ciertamente la profecía. Mas no hay que temerlo; la profecía se cumplirá infaliblemente; porque Dios ha hablado, y las partes mismas que componen este todo singular, tendrán buen cuidado, como hasta ahora lo han tenido, de mantener su independencia, y conservarse divididas. El reino será dividido.

26. Dice más el Profeta de Dios, y este es el tercer distintivo, que este cuarto reino, aunque nacido, de vena de hierro, de aquel hierro fortísimo que a fuerza de golpes reiterados había hecho vomitar a la estatua, todo cuanto había devorado, y encerraba en su vientre, aunque su origen y raíz fuese el hierro mismo; no por eso sería sólido y duro como el hierro, sino parte sólido, y parte quebradizo. Esto significa, dice él mismo, estar mezclado el hierro con la greda en los dedos de los pies: Y los dedos de los pies en parte de hierro, y en parte de barro cocido, en parte el reino será firme, y en parte quebradizo. ¿Y qué otra cosa nos ha mostrado hasta ahora la experiencia? En la agitación y movimiento de todas las partes   —188→   de este reino, en el choque casi continuo de unas con otras, en los golpes terribles que se han dado entre sí, ninguna otra cosa ha sucedido, sino que lo que era de hierro, ha quedado sólido y duro; y lo que era de greda, ha padecido necesariamente algunas quiebras, uniéndose después, ya con una, ya con otra, según la mayor o menor fuerza de la parte chocante.

27. Mas las partes sólidas, o los reinos particulares, lejos de unirse entre sí, después de los golpes que se han dado, por eso mismo se han endurecido y consolidado más, y han quedado más divididos y más independientes. ¡Qué guerras tan sangrientas y tan obstinadas! ¡Qué batallas por mar y por tierra! ¡Qué máquinas! ¡Qué invenciones! ¡Qué preparativos! ¡Qué gastos! Parecía muchas veces que las partes del reino se iban a destruir infaliblemente. Parecía que alguna o algunas de ellas crecerían notablemente, convirtiendo a las otras en su propia sustancia; mas el efecto mostraba bien presto la verdad de la profecía; El reino será dividido, en parte firme, y en parte quebradizo.

28. Finalmente, concluye el profeta señalando el último distintivo: estas partes o reinos particulares, que componen el cuarto reino o imperio célebre, se unirán muchas veces entre sí con aquella especie de unión, que parece la más estrecha e indisoluble, cual es el matrimonio; mas no por eso dejarán de quedar tan divididas, como estaban antes. Se mezclarán por medio de parentelas, mas no se unirán el uno con el otro. Este distintivo parece tan claro, y tan conforme con el evento, que no ha menester otra explicación que una mediana noticia de la historia. Quién vio, por ejemplo, a Felipe II, rey de España; contraer matrimonio con la reina propietaria de Inglaterra, pensaría sin duda, que aquellos dos reinos, duros y sólidos, se iban a unir entre sí para formar entre los dos un solo reino; mas a pocos días mostró el suceso todo lo contrario. Quedaron aquellos reinos tan divididos como antes, y mucho más que antes. De este modo podemos discurrir por innumerables   —189→   uniones de éstas, que nos ofrece la historia, y no son de este lugar.

29. En suma: desde que se fundó este cuarto reino, se fundó dividido. Las partes que lo componen, aunque todas tienen un mismo origen, que es el hierro363, aunque todas confinan entre sí, como confinan los dedos en los pies, divididas empezaron, y divididas han perseverado sin interrupción. No se ha podido hasta ahora, ni se podrá jamás hacer de todas ellas un reino o un imperio, semejante a los tres primeros, que reconozca y se sujete a una sola cabeza. El reino será dividido... se mezclarán por medio de parentelas, mas no se unirán el uno con el otro; o como leen las otras versiones, no se unirá esto a eso otro, o el uno con el otro364.

30. Porque el conocimiento de este reino cuarto nos es absolutamente necesario para poder entender la segunda y principal parte de la profecía, a donde ella se dirige, parece necesario tener presente, lo que sobre esto se halla en los doctores, y el modo con que pretenden acomodar al imperio romano los cuatro distintivos de que acabamos de hablar. Con esto podremos fácilmente comparar una explicación con otra, y pesadas ambas en fiel balanza, hacer una prudente elección.

Primer distintivo

31. El cuarto reino será como el hierro. Al modo que el hierro desmenuza, y doma todas las cosas, así desmenuzará y quebrantará a todos estos. Esta semejanza, dicen, le cuadra perfectamente sólo al imperio romano, el cual creció, y se engrandeció tanto como sabemos, quebrantando y domando todos los otros reinos, pueblos y naciones, como el hierro doma y quebranta todas las otras   —190→   cosas. Si esto es verdad o no, lo pueden decidir los que tuvieren suficiente noticia de la historia romana. A nosotros nos parece claro, que los dos verbos quebrantar y desmenuzar, hablando de los Romanos y de sus conquistas, son muy impropios; y su verdadero significado no concuerda con los hechos. ¿Con qué propiedad, ni con qué razón se puede decir de los Romanos que sujetaron a los otros pueblos a su dominación a fuerza de duros golpes de martillo? Qué ¿los quebrantaron, qué los desmenuzaron, qué los molieron, al modo que el hierro desmenuza, y doma todas las cosas? Otra idea muy diversa nos da la historia, y aun la misma Escritura divina nos dice, hablando de los Romanos, como eran poderosos en fuerzas, y que venían en todo lo que se les pedía, y que cuantos se llegaron a ellos, habían ajustado con ellos, amistad... y habían conquistado toda la región por su consejo y paciencia365. Cotejad estas últimas palabras: poseyeron los Romanos todo lugar con su consejo y prudencia; con aquellas otras, todo lo poseyeron golpeando, quebrantando, desmenuzando, moliendo; y veréis qué diferencia y qué contrariedad. ¿Cuánto mejor le compete todo esto a aquella innumerable multitud de bárbaros, que acometieron por todas partes al mismo imperio romano y lo destruyeron? De estos sí que podemos decir con toda verdad y propiedad: todo lo domaron, lo quebrantaron, lo desmenuzaron, lo molieron, al modo que el hierro desmenuza, y doma todas las cosas; y también, que todo lo poseyeron, sin más prudencia ni consejo, que su propio furor, y su propia y natural barbarie. Ahora, amigo, si este primer distintivo del cuarto reino que es el que mostraba alguna apariencia, se halla mirado de cerca, inacomodable al imperio romano, ¿qué pensáis será de los otros tres?

  —191→  

Segundo distintivo

32. El reino será dividido. Esto se verificó, según unos, en los dos imperios, o en las dos partes del mismo imperio, dividido en imperio de oriente y de occidente; que el primero duró más que el segundo; sin duda porque el primero era de hierro, y el segundo de greda. Según otros esto se verificó en las cabezas de partido que fomentaron con tanta obstinación las guerras civiles; pues unos se rompieron como un vaso de barro, y otros permanecieron duros como el hierro.

Tercer distintivo

33. En parte el reino será firme, y en parte quebradizo. Esto se verificó, según unos, cuando el imperio romano se dividió en imperio de oriente y de occidente. Esto se verificó, según otros, que son los más, en tiempo de las guerras civiles entre Mario y Sila, entre César y Pompeyo, entre Augusto y Antonio. En ese tiempo el imperio romano fue como un reino dividido.

Cuarto distintivo

34. Se mezclarán por medio de parentelas, mas no se unirán el uno con el otro. Esto se verificó, según unos, cuando César y Pompeyo se reconciliaron e hicieron amigos; y para que la amistad fuese durable, Pompeyo le dio a César su hija en matrimonio. Lo mismo hizo después Augusto con Antonio; y no obstante estos casamientos, siempre fue adelante la división y la discordia. Yo no me detengo en hacer nuevas reflexiones sobre la acomodación de estos tres últimos distintivos, porque algo hemos de dejar a los lectores. Me contento solamente con pedir a todos los intérpretes de la Escritura, y a otros muchos escritores que han tocado este punto, que me señalen en el imperio romano, y esto con distinción y claridad, los pies y dedos de la estatua, en parte de hierro, en parte de barro cocido; de modo, que todos ellos estén juntos, coexistentes,   —192→   y en estado de recibir todos a un mismo tiempo el golpe de cierta piedra, que debe caer sobre ellos, y hacerlos polvo. Este es, señor mío, el gran trabajo, la gran dificultad, el sumo embarazo. Lo que hasta aquí hemos visto y observado, es realmente nada, respecto de lo que queda.




ArribaAbajoSegunda parte de la profecía

Caída de la piedra sobre los pies de la estatua, y fundación de otro nuevo reino sobre las ruinas de todos.


Párrafo VII

35. No me hubiera detenido tanto en esta primera parte de la profecía, si no viese la necesidad que hay de su plena inteligencia para la inteligencia plena de la segunda parte, que es la que hace inmediatamente a nuestro propósito. Mas en los días de aquellos reinos el Dios del cielo levantará un reino, que no será jamás destruido, y este reino no pasará a otro pueblo, sino que quebrantará y acabará todos estos reinos: y él mismo subsistirá para siempre366. Este último reino, dice la profecía, lo fundará establemente cierta piedra desprendida de un monte, sin manos, esto es por sí misma, sin que ninguno la desprenda, ni le dé movimiento, impulso y dirección, la cual bajará a su tiempo directamente contra la estatua, le dará el más terrible golpe que se ha dado jamás, no en la cabeza, ni en el pecho, ni en el vientre, pues allí ya no estará el reino o el imperio, sino en sus pies de hierro y de greda, a donde actualmente se hallará todo, habiendo ido bajando de la cabeza al pecho, del pecho al vientre, del vientre a las piernas y pies. Al primer golpe los quebrantará, y aun los hará polvo; cuando   —193→   sin mano alguna se desgajó del monte una piedra (dice Daniel), e hirió a la estatua en sus pies de hierro, y de barro, y los desmenuzó. Entonces, al mismo golpe de la piedra, sin ser necesario repetir otro golpe, todo el coloso vendrá a tierra, reduciéndose todo a una como leve ceniza, que desaparecerá con el viento; Entonces fueron asimismo desmenuzados el hierro, el barro, el cobre, la plata, y el oro, y reducidos como a tamo de una era de verano, lo que arrebató el viento; y no parecieron más; y la piedra misma que dio el golpe, se hará al punto un monte tan grande que ocupará toda la tierra; pero la piedra que había herido la estatua, se hizo un grande monte, e hinchió toda la tierra367. Este es el hecho anunciado en la profecía. Veamos ahora la explicación.

36. Todos los intérpretes de la Escritura, en cuanto yo he podido averiguar, dan por cumplida plenamente esta profecía y verificado este gran suceso. Todos suponen citándose por toda prueba los unos a los otros, que la piedra de que aquí se habla ya bajó del monte siglos ha. ¿Cuándo? Cuando bajó del cielo a la tierra el Hijo de Dios... que fue concebido por el Espíritu Santo y nació de santa María Virgen368. Esta encarnación del Hijo de Dios de María Virgen por obra del Espíritu Santo, quieren que signifique aquella expresión, sin mano alguna se desgajó del monte una piedra... esto es (dicen) sin consorcio de varón, que hirió ya la estatua, y la convirtió toda en polvo y ceniza. ¿Cuándo? Cuando con su doctrina, con su pasión, con su muerte de cruz, con su resurrección, con la predicación del evangelio, etc. destruyó el imperio del diablo, de la idolatría y del pecado. Suponen que la misma piedra comenzó entonces a crecer, y poco a poco ha ido creciendo tanto, que se ha hecho un monte de una desmesurada grandeza, y ha llenado casi toda la tierra. ¿Qué   —194→   monte es este? No es otro que la Iglesia cristiana, la cual es el quinto y último reino de la profecía, incorruptible y eterno.

37. No se puede negar que todo está bien discurrido. Aquí podéis ya ver con vuestros propios ojos, lo que os decía al principio, esto es, la verdadera razón que ha obligado a nuestros doctores a dar al imperio romano el cuarto lugar en el orden de los reinos que figura la estatua. Mas yo no quiero ya reparar en esto, dejándolo todo a vuestras reflexiones, pues me llama toda la atención otra cosa que hallo aquí, mucho más admirable y digna de reparo; quiero decir, el salto repentino y prodigioso que veo dar en un momento desde lo material hasta lo espiritual. Sobre este salto tan repentino se me ofrecen naturalmente dos dificultades, cuya solución no se halla en los doctores, ni me parece posible hallarla a lo menos del modo que la habíamos menester; no cierto porque no vean dichas dificultades, ni porque no den muestras de querer resolverlas; sino porque su respuesta me parece, como de una persona que habla entre dientes, o con voz tan baja, que no es fácil entender lo que quiere decir.

Primera dificultad

38. Si la piedra de que habla la profecía se desprendió ya del monte, y cayó o bajó sobre esta nuestra tierra en tiempo de Augusto, debió haber bajado o caído, directa o indirectamente sobre los pies y dedos de la grande estatua, y desmenuzarlos a ellos en primer lugar; porque esta circunstancia de la profecía, tan particular y tan ruidosa, debe significar algún suceso particular. Se pregunta, pues, ¿qué pies y dedos pueden ser estos, parte de hierro y parte de greda que había en el mundo en tiempo de Augusto, o sea en el mismo imperio romano, o en el imperio del diablo, los cuales quebranto la piedra con su golpe?

Segunda dificultad

39. Los cuatro metales de la estatua, oro, plata, bronce,   —195→   y hierro, ¿figuraban cuatro reinos solo metafóricos o espirituales, o cuatro reinos materiales, corporales, visibles, que físicamente habían de aparecer en el mundo? Si lo primero: ¿para qué nos cansamos, y se han cansado tanto los doctores en buscar estos reinos entre los Caldeos, Persas, Griegos y Romanos? ¿No ha sido este un trabajo perdido? Si lo segundo: a estos reinos materiales, corporales, visibles, de que solamente se habla, debía haber quebrantado y desmenuzado ya la piedra; no a reinos metafóricos y espirituales de que no sé habla; quebrantará y acabará todos los reinos, dice la profecía hablando de la piedra, y luego añade; quebrantará el hierro, el barro, el cobre, la plata, y el oro. Parece un modo de explicar la santa Escritura bien fácil y cómodo; tomar la mitad de un texto en un sentido, y la otra mitad en otro tan diverso y distante, cuanto lo es el oriente del occidente. Mientras se responde a estas dos dificultades de algún modo, siquiera perceptible, yo voy a satisfacer a otra, o a mostrar el equívoco en que se funda.

Examen de la piedra

Párrafo VIII

40. La piedra de que habla esta profecía, nos dicen con suma razón, es evidentemente el mismo Jesucristo hijo de Dios e hijo de la Virgen. Del mismo modo es evidente, que esta piedra preciosa ya bajó del monte, o del cielo, al vientre de la virgen en el siglo de Augusto, cuando el imperio romano estaba en su mayor grandeza y esplendor. Del mismo modo es evidente, que en consecuencia de esta bajada, en el vientre de la virgen, aunque no luego al punto, como parece que lo da a entender la profecía, mas poco a poco se ha ido arruinando el imperio del diablo, el cual estaba en los imperios de los hombres, y era sostenido por ellos. Con lo cual también es evidente que poco a poco ha ido creciendo la misma piedra, y ha llenado casi todo el mundo por medio de la predicación del evangelio, y establecimiento del cristianismo. Todo esto en sustancia   —196→   es lo que anuncia esta grande profecía ya cumplida, y no tenemos otra cosa que esperar, ni que temer en ella. Todo esto en sustancia, es también lo que se halla en los intérpretes de la Escritura, y a este solo sofisma se reduce todo su modo de discurrir.

41. La piedra de que habla esta profecía, se responde, es evidentemente el mismo Mesías Jesucristo, hijo de Dios e hijo de la Virgen. Esta proposición general es cierta e indubitable. Mas como todos los cristianos sabemos y creemos de la misma persona de Jesucristo, no una sola, sino dos venidas infinitamente diversas, para no confundir lo que es de la una, con lo que es de la otra, tenemos una regla cierta e indefectible dictada por la lumbre de la razón, y también por la lumbre de la fe; es a saber, que si lo que anuncia una profecía para la venida del Señor no tuvo lugar, ni lo pudo tener en su primera venida, lo esperamos seguramente para la segunda, que entonces tendrá lugar, y se cumplirá con toda plenitud. Todo esto, pues, que nos dicen, de que la piedra, esto es, Cristo, bajó ya del cielo, al vientre de la Virgen, que predicó, que enseñó, que murió, que resucitó, que alumbró al mundo con la predicación del evangelio, que poco a poco ha ido destruyendo en el mundo el imperio del diablo, etc.; todo esto es cierto e innegable, lo creemos y confesamos todos los cristianos, penetrados del más vivo reconocimiento; mas todo eso pertenece únicamente a la venida del Mesías, que ya sucedió. Fuera de esta esperamos otra no menos admirable, en la cual sucederá infaliblemente lo que a ella sólo pertenece, y está anunciado para ella clarísimamente, y entre otras cosas sucederá en primer lugar todo lo que anuncia esta grande profecía, que actualmente observamos.

42. Del Mesías, en su primera venida, se habla claramente en muchísimos lugares de la Escritura, y en ellos se anuncia su vida santísima, su predicación, su doctrina, sus milagros, su muerte, su resurrección, la perdición de Israel, y la vocación de las gentes, etc. Mas no, no es preciso   —197→   que siempre se hable de estos misterios por grandes y admirables que sean, habiendo otros igualmente grandes y admirables, que piden su propio y natural lugar. Aun debajo de la similitud de piedra se habla en Isaías, capítulo XXVIII, de la primera venida del Mesías, y las consecuencias terribles para Israel. He aquí, (dice) que yo pondré en los cimientos de Sión una piedra, piedra escogida, angular, preciosa, fundada en el cimiento369. Y en el capítulo octavo había anunciado que el Mesías sería para el mismo Israel, por su incredulidad y por su iniquidad, como una piedra de ofensión y de escándalo, y como un lazo y una ruina para los habitadores de Jerusalén370.

43. Mas esta piedra preciosa, electa, probada, que bajó al vientre de la Virgen ni bajó con ruido ni terror, sino con una blandura y suavidad admirable, no bajó para hacer mal a nadie; sino antes para hacer bien a todos porque no envió Dios su hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él371. Decía el mismo Señor, que lo envió Dios a este mundo, y lo puso en él como una piedra angular y fundamental, para que sobre esta piedra, como sobre el más firme y sólido fundamento, se levantase hasta el cielo el grande edificio de la Iglesia. Así lejos de hacer daño alguno con su caída, o con su bajada del cielo, lejos de caer sobre alguna cosa, y quebrantarla con el golpe, fue por el contrario, y lo es hasta ahora una piedra bien golpeada y bien martillada; una piedra sobre quien cayeron muchos, y caen todavía con pésima intención, con intención de quebrantarla, y desmenuzarla, y reducirla a polvo, si les fuese posible. Y no obstante la experiencia de su dureza, no obstante la experiencia de lo poco que se avanza, y de lo mucho que se   —198→   arriesga en golpear esta piedra preciosa, hasta ahora no ha faltado, ni faltará gente ociosa y perversa que quiera tomar sobre sí el empeño inútil y vano de dar contra ella y perseguirla.

44. ¿Nunca leísteis en las Escrituras (les decía él mismo a los Judíos), la piedra, que desecharon los que edificaban, esta fue puesta por cabeza de esquina... el que cayere sobre esta piedra será quebrantado, y sobre quien ella cayere, lo desmenuzara?372 Veis aquí claramente las dos venidas del Mesías, y las consecuencias inmediatas de la una y de la otra; lo que ha hecho y hace con ella, y lo que hará cuando baje del monte contra la estatua, y contra todo lo que en ella se incluye. De manera, que habiendo bajado la primera vez pacíficamente, sin ruido ni terror, habiendo sufrido con infinita paciencia todos los golpes que le quisieron dar, se puso luego por base fundamental del edificio grande y eterno que sobre ella se había de levantar. El que cree, de fe no fingida373, el que quiere de veras ajustarse a esta piedra fundamental, el que para esto se labra a sí mismo, y se deja labrar, devastar y golpear, etc., este es salvo seguramente, este es una piedra viva, infinitamente más preciosa de lo que el mundo es capaz de estimar; éste se edifica sobre fundamento eterno, y hará eternamente parte del edificio sagrado. Al cual allegándoos, que es la piedra viva, desechada en verdad por los hombres, mas escogida de Dios, y honrada. Y sobre ella como piedras vivas sed edificados casa espiritual374; les decía San Pedro a los primeros fieles al contrario, el que no cree, o sólo cree con aquella especie   —199→   de fe, que sin obras es muerta375; mucho más el que persigue a la piedra fundamental, y da contra ella, él tendrá toda la culpa, y a sí mismo se deberá imputar todo el mal, si se rompe la cabeza, las manos y pies; el que cayere sobre esta piedra será quebrantado376.

45. Esto es puntualmente lo que sucedió a mis Judíos en primer lugar. Después de haber reprobado y arrojado de sí esta piedra preciosa, después que, no obstante su reprobación, la vieron ponerse por cabeza de esquina377, después que vieron el nuevo y admirable edificio, que a gran prisa se iba levantando sobre ella, llenos de celo, o de furor diabólico, comenzaron a dar golpes y más golpes a la piedra fundamental, pensando romperla, despedazarla, y hacer caer sobre ella misma el edificio que sustentaba; mas a poco tiempo se vio verificada en estos primeros perseguidores la primera parte de la profecía del Señor; el que cayere sobre esta piedra será quebrantado. Salieron de aquel empeño tan descalabrados, que ya veis por vuestros ojos, y ha visto y ve todo el mundo, el estado miserable en que han quedado; no han podido sanar, ni aun volver en sí en tantos siglos.

46. Siguieron los Gentiles el mismo empeño, armados con toda la potencia de los Césares; y habiéndola golpeado en diferentes tiempos, y cada vez con nuevo furor, nada consiguieron al fin, sino hacerse pedazos ellos mismos, y servir, sin saberlo, a la construcción de la obra, labrando piedras a millares, para que creciese más presto. Después acá, ¿qué máquinas no se han imaginado y puesto en movimiento para vencer la dureza de esta piedra? Tantas cuantas han sido las herejías. ¿Con qué empeño, con qué obstinación, con qué violencia, con qué artificios, con qué fraudes han trabajado tantos para arruinar lo que ya está edificado sobre piedra sólida?378 Pero todo en vano. No   —200→   han sacado otro fruto de su trabajo, que el que se lee en Jeremías; trabajaron para proceder injustamente379, y la piedra ha quedado incorrupta e inmóvil como el edificio que sustenta. Y no obstante la experiencia de tantos siglos, piensan todavía algunos, que se dan a sí mismos el nombre bien impropio de espíritus fuertes, que bastará su filosofía y su coraje para salir con la empresa: veremos al fin en lo que para su coraje y su filosofía, el que cayere sobre esta piedra será quebrantado. Lo que sobre esto han visto los siglos pasados, eso mismo en sustancia deberán ver los venideros, como está escrito. La piedra que bajó del cielo al vientre de la Virgen, cuanto es de su parte, a nadie ha hecho daño, porque no bajó sino para bien de todos, para que tengan vida, y para que la tengan en más abundancia380. Si muchos se han quebrado en ella la cabeza, la culpa ha sido toda suya, no de la piedra. El hijo del hombre no ha venido a perder las almas, sino a salvarlas381.

47. El profeta Isaías, hablando del Mesías en su primera venida, dice: la caña cascada no la quebrará, y la torcida que humea no la apagará382. Expresiones admirables y propísimas para explicar el modo pacífico, amistoso, modesto y cortés con que vino al mundo, con que vivió entre los hombres, y con que hasta ahora se ha portado con todos, sin hacer violencia a ninguno, sin quitar a ninguno lo que es suyo, y sin entrometerse en otra cosa, que en procurar hacer todo el bien posible a cualquiera que quiera recibirlo, sufriendo al mismo tiempo con profundo silencio, y con infinita paciencia, descortesías, ingratitudes, injurias y persecuciones. Pero llegará tiempo, y llegará infaliblemente, en que esta misma piedra, llenas ya las medidas del   —201→   sufrimiento y del silencio, baje segunda vez con el mayor estruendo, espanto y rigor imaginable, y se encamine directamente hacia los pies de la grande estatua. El Señor como fuerte saldrá, como varón guerrero despertará su celo, voceará, y gritará, sobre sus enemigos se esforzará. Callé siempre, estuve en silencio, sufrí, hablaré como la que está de parto, destruiré, y devoraré al mismo tiempo383. Entonces se cumplirá con toda plenitud la segunda parte de aquella sentencia, el que cayere sobre esta piedra será quebrantado, y sobre quien ella cayere lo desmenuzará; y entonces se cumplirá del mismo modo la segunda parte de nuestra profecía, cuya observación y verdadera inteligencia nos ha tenido hasta aquí suspensos y ocupados: cuando sin mano alguna se desgajó del monte una piedra, e hirió a la estatua en sus pies de hierro, y de barro, y los desmenuzó, etc384.

48. No tenemos, pues, razón alguna para confundir un misterio con otro. Aunque la piedra en sí es una misma, esto es, Cristo Jesús, mas las venidas, o caídas, o bajadas a esta nuestra tierra son ciertamente dos muy diversas entre sí, y tan de fe divina la una como la otra. Así, lo que no se verificó, ni pudo verificarse en la primera, se verificará infaliblemente en la segunda. Esto es lo que andan huyendo los doctores, sin duda, para no exponer su sistema a un peligro tan evidente. Esto los ha obligado a invertir el orden de los reinos, dando al de los Griegos el lugar y el distintivo que no es suyo, ni puede competerle; que es este; el cual mandará toda la tierra; y dándole al imperio romano el último lugar, para que se halle presente a lo   —202→   menos a la primera venida del Señor; y a esto se enderezan, en fin, tantas ingeniosas acomodaciones, tan visiblemente arbitrarias, violentas y fuera del caso. Se ve claramente que temen, y exceptuando el peligro de su sistema, no se sabe por qué temen, ni qué es lo que temen.

49. Pues bajando la piedra del monte, y habiendo desmenuzado y convertido en polvo la grande estatua, dice el texto sagrado, que la piedra misma se hizo luego un monte tan grande, que cubrió y ocupó toda la tierra385. El cual enigma explica el Profeta por estas palabras. (Ved si las podéis acomodar a la Iglesia presente.) Mas en los días de aquellos reinos (de los que acaba de hablar, que son figurados en los dedos de la estatua, o si queréis de los figurados en toda ella) el Dios del cielo levantará un reino, que no será jamás destruido, y este reino no pasará a otro pueblo; sino que quebrantará y acabará todos estos reinos, y él mismo subsistirá para siempre.

50. Ahora decidme de paso, ¿la Iglesia presente es realmente aquel reino de Dios de quien se dice, y no pasará a otro pueblo?386 ¿Cómo, cuándo sabemos de cierto que habiéndose fundado este reino en solos los Judíos, y habiendo estado algún tiempo en este pueblo, solo la potestad o lo activo de este reino, después de algunos años se entregó a otro pueblo diverso, cuál es el de las gentes? Decidme más. ¿La Iglesia presente es en realidad aquel reino célebre, que ha arruinado ya, ha desmenuzado, ha convertido en polvo y consumido enteramente todos los reinos figurados en la estatua, o en los dedos de sus pies? Pues esto asegura la profecía de este reino célebre: que quebrantará y acabará todos estos reinos. Aunque no hubiera otras pruebas que esto sólo, bastaba para hacernos conocer hasta la evidencia, la poca bondad de vuestra explicación; y por consiguiente de vuestro sistema. Pues   —203→   ¿qué será, si a esto se añaden todas las otras observaciones generales y particulares que quedan hechas sobre el asunto?

51. Comparad ahora por último estas palabras que se dicen de la piedra, cuando bajó del monte; que quebrantará y acabará todos estos reinos; con aquella evacuación de que habla San Pablo; cuando hubiere destruido todo principado, y potestad, y virtud, y veréis un mismo suceso, anunciado con diversas palabras. San Pablo dice, hablando de propósito de la resurrección de los santos, y por consiguiente de la venida de Cristo, en que esta debe suceder, que cuando el Señor venga, evacuará la tierra, en primer lugar, de todo principado, potestad y virtud. Daniel dice, que destruirá y consumirá todos los reinos figurados en la estatua. ¿No dicen una misma cosa el Apóstol y el Profeta? Comparad del mismo modo estos dos lugares con lo que se dice en el salmo CIX, hablando con Cristo mismo, El Señor está a tu derecha, quebrantó a los reyes en el dio de su ira387, con lo que se dice en el salmo II, entonces les hablará él en su ira, y los conturbará en su furor388, con lo que se dice en Isaías en varias partes; que en aquel dio visitará el Señor... sobre los reyes de la tierra, que están sobre la tierra. Y serán cogidos y atados en un sólo haz para el lago, etc.389, con lo que se dice en Abacuc, capítulo III; maldijiste sus cetros390; y por abreviar, con lo que se dice de todos los reyes de la tierra en el capítulo XIX del Apocalipsis, y esto al venir ya del cielo el Rey de los reyes. Todo esto, y muchas más cosas que sobre esto hay en las Escrituras, es necesario que se verifiquen algún día, pues hasta el día de hoy no se han verificado,   —204→   y es necesario que se verifiquen, cuando la piedra baje del monte; pues para entonces están todas anunciadas manifiestamente. Entonces deberá comenzar otro nuevo reino sobre toda la tierra, absolutamente diverso de todos cuantos hemos visto hasta aquí, el cual reino lo formará la misma piedra que ha de destruir y consumir toda la estatua; la piedra que había herido la estatua, se hizo un grande monte, e hinchió toda la tierra. A lo que alude visiblemente San Pablo cuando añade luego después de la evacuación de todo principado, potestad y virtud, que es necesario que él reine, hasta que ponga a todos sus enemigos debajo de sus pies391. Y veis aquí, señor mío, claramente comenzado el juicio de los vivos, que nos enseña el símbolo de nuestra fe, y que tanto nos anuncian y predican las Escrituras.

Conclusión

52. La seria consideración de este gran fenómeno, después de observado con tanta exactitud, podría ser utilísima, en primer lugar para aquellas personas religiosas y pías, que lejos de contentarse con apariencias, ni deleitarse con discursos ingeniosos y artificiales, buscan solamente la verdad, no pudiendo descansar en otra cosa. Mucho más útil pudiera ser respecto de otras personas, de que tanto abunda nuestro siglo, que afectan un soberano desprecio de las Escrituras, en especial de las profecías; diciendo ya públicamente, que no son otra cosa que palabras al aire, sin otro sentido que el que quieren darle los intérpretes. Unas y otras podrían quedar, en la consideración de esta sola profecía, y en el confronto de ella con la historia, penetradas del más religioso temor, y del más profundo respeto a Dios y su palabra.

53. Desde Nabucodonosor hasta el día de hoy, esto es, por un espacio de más de dos mil trescientos años,   —205→   se ha venido verificando puntualmente lo que comprende y anuncia esta antiquísima profecía. Todo el mundo ha visto por sus ojos las grandes revoluciones que han sucedido para que la estatua se formase y se completase desde la cabeza hasta los pies. La vemos ya formada y completa, según la profecía, sin que haya faltado la menor circunstancia. Lo formal de la estatua, es decir, el imperio y la dominación, que primero estuvo en la cabeza, se ha ido bajando a vista de todos, por medio de grandes revoluciones, de la cabeza al pecho y brazos; del pecho y brazos al vientre y muslos; del vientre y muslos a las piernas, pies y dedos, donde actualmente se halla. No falta ya sino la última época, o la más grande revolución, que nos anuncia esta misma profecía con quien concuerdan perfectamente otras muchísimas, que en adelante iremos observando. Mas esta última ¿por qué no se recibe como se halla? Quien ha dicho la verdad en tantos y tan diversos sucesos que vemos plenamente verificados, ¿podrá dejar de decirla en uno sólo que queda por verificarse? ¿Por qué, pues, se mira este suceso con tanta indiferencia? ¿Por qué se afecta no conocerlo? ¿Por qué se pretende equivocar y confundir la caída de la piedra sobre los pies de la estatua, y el fin y término de todo imperio y dominación, con lo que sucedió en la primera venida quieta y pacífica del hijo de Dios?

54. No sé, amigo, ¡qué es lo que tememos, qué es lo que nos obliga a volver las espaldas tan de repente, y recurrir a cosas tan pasadas, y tan ajenas de todo el contexto! ¿Acaso tememos la caída o bajada de la piedra, la venida del Señor en gloria y majestad? Mas este temor no compete a los siervos de Cristo, a los fieles de Cristo, a los amadores de Cristo; porque la caridad... echa fuera el temor392... Estos por el contrario deben desear en esta vida, y clamar día y noche con el profeta: ¡Oh si rompieras   —206→   los cielos, y descendieras! A tu presencia los montes se derretirían. Como quemazón de fuego se deshicieran, las aguas ardieran en fuego, para que conociesen tus enemigos tu nombre393. A estos se les dice en el salmo segundo; Cuando en breve se enardeciere su ira, bienaventurados todos los que confían en él394. A estos se les dice en el evangelio, entonces verán al Hijo del Hombre venir sobre una nube con grand poder y majestad. Cuando comenzaren pues a cumplirse estas cosas, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra redención395. A estos les dice en el Apocalipsis; Y el Espíritu, y la Esposa dicen: Ven. Y el que lo oye diga: Ven396. A estos en fin les dice San Pablo: esperamos al Salvador nuestro Señor Jesucristo, el cual reformará nuestro cuerpo abatido, para hacerlo conforme a su cuerpo glorioso, según la operación con que también puede sujetar a sí todas las cosas397. Estos, pues nada tienen que temer, deben arrojar fuera de sí todo temor, y dejarlo para los enemigos de Cristo, a quienes compete únicamente temer, porque contra ellos viene.

55. ¿Acaso tememos las consecuencias de la caída y bajada de la piedra, esto es, que la piedra se haga un   —207→   monte tan grande, que cubra toda esta nuestra tierra? O por hablar con los términos que habla casi toda la divina Escritura, ¿tememos aquí al reino o al juicio de Cristo sobre la tierra? Mas, ¿por qué? ¿No están convidadas todas las criaturas, aun las insensibles, a alegrarse y regocijarse, porque vino, porque vino a juzgar la tierra?398 ¿No estamos certificados de que juzgará al orbe de la tierra con equidad, y los pueblos con su verdad399; que juzgará el orbe de la tierra en justicia, y los pueblos en equidad; que juzgará la tierra, y no juzgará según vista de ojos, ni argüirá por oído de orejas (que ahora falla muchas veces); sino que juzgará a los pobres con justicia, y reprenderá con equidad en defensa de los mansos de la tierra?400 ¿No nos dan los Profetas unas ideas admirables de la bondad de este Rey, y de la paz, quietud, justicia y santidad de todos los habitadores de la tierra, de bajo del pacífico Salomón? Pues, ¿qué tienen que temer los inocentes un Rey infinitamente sabio, y un juicio perfectamente justo?

56. ¿Acaso tememos (y este puede ser motivo aparente de temor) acaso tememos el afligir, desconsolar, ofender y faltar al respeto y acatamiento debido a las cabezas sagradas y respetables del cuarto reino de la estatua? ¡Oh, qué temor tan mal entendido! El decir clara y sencillamente lo que está declarado en la escritura de la verdad401; el decir a todos los soberanos actuales, que sus reinos, sus principados, sus señoríos, son conocidamente los figurados en los pies y dedos de la grande estatua, haciéndoselos ver por sus ojos en la Escritura de la verdad; el decirles, que estos mismos reinos   —208→   nos son los inmediatamente amenazados del golpe de la piedra, ¿se podrá mirar como una falta de respeto, y no antes como un servicio de suma importancia? Lo contrario, sería faltarles al respeto, faltarles a la fidelidad, faltarles al amor que les debemos, como a imágenes de Dios, ocultándoles una verdad tan interesante después de conocida. Para decir esta verdad, no hay necesidad de tomar en boca a las personas sagradas que actualmente reinan; esto sí que sería una falta reprensible; pues no es lo mismo los reinos actuales, que las cabezas actuales de los reinos; las cabezas se mudan, por cuanto la muerte no permitía que durasen402; mas los reinos van adelante. Así como ninguno sabe cuando bajará la piedra, ni Dios lo ha revelado, ni lo revelará jamas; así ninguno puede saber quienes serán entonces las cabezas de los reinos, ni las novedades que en ellos habrá en los siglos venideros. Por eso el mismo Señor con frecuencia nos exhorta en los Evangelios a la vigilancia en todo tiempo, porque no sabemos cuando vendrá. Velad... porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor403. Velad... en todo tiempo404; Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad405.

57. Ni a los soberanos presentes, ni a sus sucesores, ni a sus ministros, ni a sus consejeros, ni a sus grandes, les puede ser esta noticia del menor perjuicio; antes por el contrario, les puede ser de infinito provecho si la creen. Y dichosos mil veces los que la creyeren; dichosos los que le dieren la atención y consideración que pide un negocio tan grave; ellos procurarán ponerse a cubierto, ellos se guardarán del golpe de la piedra, ciertos y seguros que nada tienen que temer los amigos; pues sólo están amenazados los enemigos. Mas si la noticia, o no se cree, o se   —209→   desprecia y echa en olvido, ¿qué hemos de decir, sino lo que decía el Apóstol de la venida del Señor? Que el día del Señor vendrá como un ladrón de noche. Porque cuando dirán paz y seguridad, entonces les sobrecogerá una muerte repentina406. Las profecías no dejarán de verificarse porque no se crean, ni porque se haga poco caso de ellas, por eso mismo se verificarán con toda plenitud.



  —210→  

ArribaAbajoFenómeno II

Las cuatro bestias del capítulo séptimo del mismo Daniel.


Párrafo I

58. El misterio de estas cuatro bestias, dicen todos los intérpretes de la Escritura, que es el mismo que el de la estatua, representado solamente por diversos símbolos o figuras. En esta suposición, que les parece cierta, no tienen que hacer aquí otra diligencia, que procurar acomodar del modo posible a los cuatro reinos célebres de la estatua todo lo que dice de las cuatro bestias, con esta sola diferencia, bien digna de particular atención; a saber, que este último misterio, no obstante de ser el mismo que el de la estatua, según dicen, no lo concluyen como el primero, en la primera venida del Mesías, así les fuera de algún modo posible, sino que pasan muy adelante, y lo llevan hasta la segunda; llevando por consiguiente hasta aquel tiempo su imperio romano, bajado de la luna, o resucitado. Este imperio romano, prosiguen diciendo, es el que aquí se representa bajo la figura de una bestia nueva y ferocísima, esto es, la cuarta, coronada de diez cuernos terribles, que el Profeta mismo explica diciendo que significan otros tantos reyes, los cuales aunque en el imperio romano, mientras vivía en este mundo, nadie los ha podido señalar; mas es cosa fácil señalarlos, a lo menos en general, para otros tiempos todavía futuros.

59. Estos diez reyes, pues, (nos advierten con gran formalidad) hasta ahora no han venido al mundo; pero vendrán infaliblemente hacia el fin del mismo mundo. Aunque el   —211→   Profeta los pone en la cabeza de la cuarta bestia, esto es, del imperio romano (nos advierten segunda vez), no por eso serán reyes del imperio romano, sino que saldrán de este imperio, y habiendo salido de este imperio, irán a reinar a otras partes, y en ellas harán todos aquellos males y estragos horribles que anuncia la profecía. Esto es lo mismo que si dijéramos, según me parece, los cuernos que vemos en la cabeza, verbi gratia de un toro, no son en realidad cuernos de un toro, sino cuernos que han salido del toro y habiendo salido del toro, hacen grandes males, y matan mucha gente, sin que el toro tenga en esto la menor parte; lo cual no dejará de parecer una novedad bien singular. Veis aquí, señor, una prueba bastante buena de lo que acabamos de apuntar al fin del fenómeno antecedente; digo, del respeto y acatamiento mal entendido a los soberanos, que obliga a los doctores a disfrazar algunas verdades, o tal vez no conocerlas. Como piensan por una parte que la cuarta bestia de diez cuernos es el imperio romano que suponen vivo; como piensan por otra parte, que todos los soberanos de la Europa, del Asia, y del África, donde antiguamente dominaba Roma, son reyes del imperio romano (y no se alcanza como puedan caber ideas tan falsas en hombres tan cuerdos); como piensan, en suma, del mismo modo que se pensaba en el cuarto siglo, cuando el imperio romano estaba en su mayor esplendor y grandeza, no quieren que se piense que hablan de aquella reliquia del imperio romano que queda en Alemania, ni tampoco de los reyes que se han dividido entre sí, muchos siglos ha, lo que era antiguamente imperio romano. Pues ¿cómo será? No hay otro remedio para poder cumplir con tantas y tan graves obligaciones, sino hacer salir del imperio romano (¿de cuál?) diez reyes que vayan a reinar por ese mundo, y hagan por allá lo que les pareciere. Mas dejando estas cosas, que parecen tan poco serias, atendamos ya a la observación de nuestro fenómeno.

60. Dos puntos principales contiene este misterio, que piden toda nuestra atención, ni mas ni menos que el misterio   —212→   de la estatua. El primero es, las bestias mismas, o el conocimiento y verdadera inteligencia de lo que en ellas se simboliza. El segundo, la venida en las nubes de cierto personaje admirable, que al profeta le pareció, como Hijo de Hombre, y todas las resultas de su venida. Aunque este segundo punto es el principal, y el que hace inmediatamente a nuestro propósito, no por eso deja de ser importante, y aun necesaria la inteligencia del primero.




ArribaAbajoDescripción de las cuatro bestias

Y explicación de este misterio, según se halla en los expositores.


Párrafo II

61. Veía de noche en mi visión, y he aquí los cuatro vientos del cielo combatía en el mar grande. Y cuatro grandes bestias subían de la mar diversas entre sí. La primera como leona, y tenía alas de águila; mientras yo la miraba le fueron arrancadas las alas, y se alzó de tierra y se tuvo sobre sus pies como un hombre, y se le dio corazón de hombre. Y vi otra bestia semejante a un oso, que se paró a un lado; y tenía en su boca tres órdenes de dientes, y decíanle así: Levántate, come carnes en abundancia. Después de esto estaba mirando, y he aquí como un leopardo, y tenía sobre sí cuatro alas como de ave, y tenía cuatro cabezas la bestia, y le fue dado el poder. Después de esto miraba yo en la visión de la noche, y he aquí una encarta bestia espantosa, y prodigiosa, y fuerte en extremo, tenía grandes dientes de hierro, comía y despedazaba, y lo que le sobraba lo hollaba con sus pies; y era desemejante a las otras bestias que yo había visto antes de ella, y tenía diez astas. Contemplaba las astas, y he otra asta pequeña, que nació de enmedio de ellas; y de las primeras astas fueron arrancadas tres delante de ella, y en aquella asta había ojos,   —213→   como ojos de hombre, y boca, que hablaba cosas grandes, etc407.

62. Este es el texto de la primera parte de la profecía consideremos ahora la explicación común de los intérpretes.

63. La primera bestia, dice el Profeta, era semejante a una leona con alas de águila. A esta bestia, añade, la estuve mirando con atención, hasta que vi que la arrancaban las alas, la levantaron de tierra, ella se puso en pie como hombre y se le dio corazón de hombre.

64. Esta primera bestia, nos dice la explicación, corresponde a la cabeza de oro de la estatua, o al primer imperio de los Caldeos; se representa en figura de leona con alas, por su generosidad, valor e intrepidez, y por la suma ligereza con que hizo sus conquistas. Lo demás que se dice de esta leona, esto es, que la arrancaron las alas, que la levantaron de la tierra, que se puso en pie como hombre, y se le dio corazón de hombre, no significa otra cosa sino aquel célebre y justísimo castigo que dio el Señor a Nabuco, primer monarca de este primer reino, quitándole por fuerza las alas, esto es, el reino mismo, transformándolo   —214→   formándolo en bestia, y después de algún tiempo volviéndolo a su juicio, dándole corazón de hombre, y restituyéndolo a su antiguo honor y dignidad.

65. Esta explicación no hay duda que tiene muy bellas apariencias, y aunque pudieran notarse en ella algunas impropiedades, e inconexiones bien visibles, yo me contento con haceros notar una sola, porque no puedo disimular. Ya sabéis el tiempo preciso en que este Profeta tuvo esta visión, que fue, como él mismo lo dice, en el año primero de Baltasar, rey de Babilonia408. Segura esto, es evidente que el trabajo de Nabuco (llamo así esta trasformación en bestia, o lo que parece más verosímil, pérdida de su juicio, demencia, locura, frenesí, etc.) fue muy anterior a la visión. Este trabajo duró cuando menos siete años, después de los cuales volvió otra vez a reinar, no sabemos cuanto tiempo, hasta que por su muerte se sentó en el trono Baltasar, en cuyo tiempo sucedió la visión. Ahora, ¿os parece creíble que Dios revelase a este Profeta debajo de un símbolo o figura tan oscura, un suceso público, que ya había pasado algunos años antes? ¿Un suceso, que el mismo Profeta había visto por sus ojos, como que estaba en Babilonia, y con oficio en palacio? ¿Un suceso, en fin, que el mismo Daniel se lo había anunciado al rey de parte de Dios un año antes que se verificase? La cosa es realmente difícil de creer; mas será necesario creerlo así, si creemos buena la explicación. Desde aquí podemos ya empezar a sospechar que el misterio de esta bestia acaso es muy diverso de lo que hasta ahora se ha pensado; la cual sospecha deberá crecer al paso que la fuéremos mirando más de cerca, confrontándola con la explicación. La que acabáis de oír de la primera bestia no parece la más difícil, ni la más impropia de todas.

66. Algunos autores se dan por entendidos de la dificultad que hemos apuntado; mas responden en breve, que la visión de esta primera bestia, con todas las circunstancias con que se describe, no fue para revelar algún suceso   —215→   nuevo, oculto, o futuro, sino solamente para tomar el hilo de aquel misterio, esto es, de los cuatro imperios, desde su principio. Yo dudo mucho, que os pueda contentar esta decisión, por más que se presente con figura de explicación.

67. La segunda, prosigue el Profeta, era semejante a un disforme oso, el cual se puso a una parte, o a un lado. Tenía en su boca y en sus dientes tres órdenes, y le decían estas palabras: levántate y come muchas carnes409. Esta bestia, nos dicen, figura el imperio de los Persas, y corresponde al pecho y brazos de la estatua. ¿Cómo y en qué? ¿Qué similitud puede tener el imperio de los Persas, aun permitido que fuese un imperio diverso del de los Caldeos, con una bestia tan feroz, y tan horrible a la vista como el oso? ¿Con qué propiedad se puede decir del imperio de los Persas, que se puso a una parte, o a un lado410, como lee Pagnini? ¿A qué propósito se le dice a este imperio: levántate, y come carnes en abundancia? Ved aquí lo único que sobre esto se halla, no en todos, sino en algunos intérpretes de los más ingeniosos y eruditos. La semejanza con el oso, dicen, no deja de cuadrarle bien al imperio de los Persas; pues como dice Plinio, la osa pare sus hijos tan informes, que no se les ve figura de osos, ni casi de animales, hasta que la madre, a fuerza de lamerlos y frotarlos con su lengua, les va dando la forma y figura de lo que son en realidad. De esta suerte, añaden, Ciro, fundador de este imperio, viendo a los Persas informes, bárbaros y salvajes, les dio con su lengua, esto es, con sus exhortaciones e instrucciones, la forma y figura de hombres racionales, los hizo después de esto soldados, los llenó de valor y coraje militar, y conquistó con ellos tres órdenes de presas o de comidas, esto es, la Caldea, la Media y la Persia misma. ¡Cosa admirable!   —216→   Aunque fuese cierto todo lo que aquí se dice de Ciro; tomado en gran parte de su panegirista Jenofonte (a quien ningún hombre sensato ha tenido jamás en esto por historiador) ¿será creíble a algún hombre sensato, que el Espíritu Santo tuviese en mira el parto de la osa, ni las supuestas instrucciones de Ciro, para figurar con esta bestia el imperio de los Persas? ¡Oh! ¡Con cuanta mayor razón y prudencia proceden otros doctores, los cuales suponiendo que en el oso se figura el imperio de los Persas, no se detienen en probarlo con proporciones y congruencias, que les podrían hacer poquísimo honor! Vamos adelante.

68. La tercera bestia parecía un pardo o tigre: tenía cuatro alas como ave, y cuatro cabezas, y se le dio potestad411. Este es, dicen, el imperio de los Griegos, correspondiente al vientre y muslos de la estatua. Viene aquí figurado en un pardo o tigre, por la variedad de colores, esto es por la variedad de gobiernos, y también por la variedad de artes, y ciencias que florecían entre los Griegos. También, porque como dice Aristóteles y Plinio, el pardo atrae a sí otras bestias inocentes con sus juegos, diversiones y halagos fingidos; y los Griegos con su elocuencia, con su industria, con sus juegos públicos, con sus poesías, con sus artes y ciencias, que cada día inventaban, atraían a sí otras naciones sencillas e inocentes, y seguramente les bebían la sangre, esto es, el dinero. Ahora, las cuatro alas de este pardo, y sus cuatro cabezas deben significar una misma cosa, esto es, que el imperio que fundó Alejandro se dividiría después de su muerte en cuatro cabezas, y hacia los cuatro vientos, como sucedió, o por mejor decir, como no sucedió, pues los sucesores de Alejandro sólo fueron dos, Seleuco, y Ptolomeo, que el mismo Daniel llama rey de Aquilón, y rey de Austro. Mas esto parece nada en comparación de otras mil impropiedades y frialdades que yo dejo a vuestra reflexión. Volved a leer   —217→   lo que queda observado en el fenómeno antecedente sobre el imperio de los Griegos.

69. La cuarta bestia en fin, como la más terrible de todas, es también la que más resiste a la explicación del sistema ordinario. Como todas las cosas que dicen de ella pertenecen manifiestamente a los últimos tiempos por confesión de los mismos doctores; como por otra parte, el imperio romano (en quien todas se deben acomodar según el sistema) días ha que ha desaparecido del mundo, y nadie sabe donde se halla; es una consecuencia natural y forzosa, que la acomodación al imperio romano sea infinitamente difícil y embarazosa; pero al fin no hay otro recurso; todo se debe acomodar al imperio romano, cueste lo que costare. Por consiguiente este imperio no sólo existe, sino que debe durar hasta el fin del mundo. En efecto, todos lo suponen así. Preguntadles ahora sobre qué fundamento, y quedaréis llenos de admiración, al ver que os remiten por toda respuesta a esta cuarta bestia, y os hacen notar los estragos que ha de hacer hacia los últimos tiempos, su castigo, su muerte, su sepultura, etc. ¿Y no hay otro fundamento que este? No, amigo, no hay otro, ¿Y si por desgracia esta cuarta bestia no significa el imperio romano, sino otra cosa diversísima? En este caso ¿no caerá todo el edificio por falta de fundamento? Sí; en este caso caerá; mas no hay que temer este caso, porque algunos antiguos sospecharon que el imperio romano (que en su tiempo se hallaba en la mayor grandeza y esplendor) duraría hasta el fin del mundo, creyendo que estaba figurado en esta cuarta bestia, y así lo han creído, y sospechado después casi todos los doctores.

70. No obstante esta persuasión común, yo voy a proponer una razón que tengo (dejando otras por brevedad) para no creer, que en la cuarta bestia se figure el imperio romano, aun prescindiendo de su existencia, o no existencia actual. Esta misma razón comprende a las tres primeras bestias, para tampoco creer que en ellas se figuran los otros tres imperios. Argumento así, y pido toda vuestra   —218→   atención. Si la cuarta bestia figura el imperio romano, y las otras tres figuran los otros tres imperios, no solamente el imperio romano, sino también los otros tres imperios de Caldeos, Persas, y Griegos, deben estar vivos y coexistentes en los últimos tiempos. O conceden esta proposición, o la niegan. Si la conceden (lo que parece duro de creer), se les pide alguna buena razón, para hacer salir del sepulcro aquellos tres imperios, de quienes apenas nos queda alguna memoria por los libros. Si la niegan, se les muestra al punto el texto expreso de esta misma profecía, el cual no pueden negar sin negarse a sí mismos. Y vi (dice el profeta, versículo 11) que había sido muerta la bestia, y había perecido su cuerpo, había sido entregado al fuego para ser quemado. Y que a las otras bestias se les había también quitado el poder, y se les habían señalado tiempos de vida hasta tiempo y tiempo412.

71. De modo que según la explicación de los doctores, la cuarta bestia, esto es, el imperio romano morirá muerte violenta en los últimos tiempos: su cuerpo perecerá y será arrojado al fuego, sin que puedan librarle los diez cuernos que tiene en la cabeza, y después de ejecutada esta justicia, las otras tres bestias, esto es, los tres primeros imperios de Caldeos, Persas, y Griegos, serán despojados de su potestad; y vi que había muerto la bestia... y que a las otras bestias se les había también quitado el poder... De aquí se sigue evidentemente, que los tres primeros imperios no menos que el romano estarán en aquel mismo tiempo vivos, coexistentes, y cada uno con toda su potestad, y si no, ¿qué potestad se les podrá entonces quitar?

72. Apuro un poco más el argumento. Si las tres primeras bestias figuran los tres imperios de Caldeos, Persas, y Griegos, como la cuarta el imperio romano, parece necesario, que aquellos tres imperios primeros, no sólo duren   —219→   tanto tiempo cuanto el romano, sino que le sobrevivan y alcancen en días. ¿Por qué? Porque expresamente dice la profecía, que muerta la cuarta bestia, a las otras tres se les quitó solamente la potestad, mas no se les quitó la vida, antes se les señaló algún tiempo o tiempos en que debían todavía vivir413; el cual tiempo o tiempos no sabemos precisamente cuánto tiempo significa. Ahora, pregunto yo, ¿qué sentido tienen estas palabras? ¿Cómo se pueden acomodará los cuatro imperios de los últimos tiempos? Empresa verdaderamente difícil, imposible, y al mismo tiempo la más fácil de todas en el modo ordinario de exponer la Escritura. Algunos autores, clásicos por otra parte, tocan este punto, y dan muestras de querer resolver esta dificultad, o a lo menos, de querer desembarazarse de ella del modo posible; mas, ¿qué es lo que responden? Apenas lo creyera, si no lo viera por mis ojos. Lo que responden es, que aunque el Profeta vio estas cosas después de la cuarta bestia; aunque entonces vio que despojaban de su potestad a las tres primeras bestias, y les señalaban cierto espacio de vida, no por eso se sigue, que entonces sólo se haya de verificar, así el despojo de la potestad de las bestias, o de los imperios, como la asignación o limitación precisa de tiempo que debían vivir; pues estas son cosas muy anteriores. A estas bestias, prosiguen, se les quitó la potestad; no a todas en un mismo tiempo, sino a cada cual en el suyo. A la primera, esto es, al imperio de los Caldeos, se les quitó en tiempo de Darío, y Ciro. A la segunda, esto es, al imperio de los Persas, en tiempo de Alejandro. A la tercera, esto es, al imperio de los Griegos, en tiempo de los Romanos; y al imperio romano se le quitará la potestad en los últimos tiempos. Lo que añade el Profeta, esto es, que a las tres primeras bestias despojadas de su potestad se les señaló algún espacio más de vida, hasta tiempo y tiempo, no tiene otro misterio   —220→   , sino que estos tres primeros imperios, así como todas las cosas caducas de este mundo, tuvieron su tiempo de vida fijo y limitado desde la eternidad por la providencia. Leed otra vez el texto y juzgad: y vi, que había sido muerta la bestia, y había perecido su cuerpo, y había sido entregado al fuego para ser quemado. Y que a las otras bestias se les había también quitado el poder, y se les habían señalado tiempos de vida.

73. El poco caso que se hace, o que se afecta hacer de este texto, omitiéndolo unos como cosa de poco momento, dándole otros la inaudita explicación que acabáis de oír, ¿os parece, amigo, que será sin misterio? Por más que se quiera disimular, es visible y claro, que debe poner en gran cuidado lo que aquí se dice sobre el fin de las bestias, conocidamente incompatible con las ideas ordinarias. Porque ¿qué quiere decir, que muerta la cuarta bestia, quedarán las tres primeras sin potestad, pero con vida? ¿Qué quiere decir lo que se añade poco después, esto es, que la potestad, reino o imperio, se dé al que acaba de llegar en las nubes, como Hijo de Hombre, y junto con él a todo el pueblo de los santos del Altísimo? ¿Qué quiere decir que la potestad, reino o imperio que se da entonces a Cristo y a sus santos, comprende todo cuanto esta debajo de todo el cielo?414 Todo esto es necesario que ponga en gran cuidado a los que piensan y dan por supuesto que el Señor ha de venir a la tierra por muy breve tiempo para volverse luego, que a su venida ha de hallar resucitado a todo el linaje humano, que luego al punto ha de hacer su juicio de vivos y muertos, y antes de anochecer se ha de volver al cielo con todos sus santos, etc. Por tanto no hay otro remedio más oportuno, que o despreciar este cuidado, no dándose por entendidos de estas menudencias, o darles alguna especie de explicación, la primera que ocurra, que el pío y benigno lector les pasará por todo.

  —221→  

Se propone otra explicación de estas cuatro bestias

Párrafo III

74. Habiendo visto y considerado lo que sobre este misterio nos dicen los doctores, y quedando poco o nada satisfechos de su explicación, es bien que busquemos otra más verosímil, que se conforme enteramente con el texto sagrado, y con el contexto de la profecía. Yo voy a proponer una que me parece tal. Si después de bien mirada y examinada intrínseca y extrínsecamente, no se hallare digna de particular atención, ni proporcionada a la grandeza de las metáforas que usa aquí el Espíritu Santo, fácil cosa es desecharla y reprobarla, poniéndola en el número de tantas otras, que en otros asuntos semejantes han merecido esta censura. Así como yo no admito, antes tengo por impropia, por violenta, por falsa e improbable, la explicación que hasta ahora se ha dado a estas bestias metafóricas, así del mismo modo cualquiera es libre y perfectamente libre para admitir la que voy a proponer. Esta yo no puedo probarla con evidencia, con la autoridad de la divina Escritura, porque se trata de una metáfora oscura, que la Escritura misma no explica, como suele hacerlo con otras metáforas. Así, sólo la propongo como una mera sospecha vehementísima, y a mi parecer fundada en buenas razones de congruencia, cuyo examen y decisión no me toca a mí, sitio al que leyere. Aun en caso de reprobarse, o no admitirse esta explicación, no por eso perderá alguna cosa sustancial nuestro sistema general, pues sea de estas bestias lo que yo pienso, o sea otra cosa diferente que hasta ahora no se ha pensado, a lo menos es evidente que todo ello se encamina, y todo se concluye perfectamente en la segunda parte de esta profecía, que es la que hace inmediatamente a mi asunto principal.

75. Y, primeramente, yo no puedo convenir en que el   —222→   misterio de las cuatro bestias sea el mismo que el de los cuatro metales de la estatua, si a lo menos no se considera este último por otro aspecto muy diverso, o no se le añade alguna circunstancia sustancial y gravísima, que lo haga mudar de especie absolutamente. El Profeta mismo dice de sí, acabando de referir esta última visión, versículo quince se horrorizó mi espíritu, yo Daniel fui consternado de estas cosas, y me conturbaron las visiones de mi cabeza415. Si hubiese visto el mismo misterio, ¿qué razón había para horrorizarse y conturbarse? ¿Este misterio no lo sabía muchos años antes? ¿No se lo había revelado Dios en su juventud? ¿El mismo no se lo había explicado individualmente a Nabuco, sin dar muestra de horror ni conturbación? Pues ¿por qué se horroriza y conturba en otra visión del mismo misterio? Luego o el misterio no es el mismo, o a lo menos en esta segunda visión se le mostró el misterio por otro aspecto muy diverso, y él vio otras cosas de mayor consecuencia, capaces de conturbar y horrorizar a un Profeta, en aquel tiempo ya viejo y acostumbrado a grandes visiones. Fuera de esto, a poca reflexión que se haga, comparando los cuatro metales con las cuatro bestias, se halla una diferencia tan sensible, cuanto difiere un cuerpo muerto de un cuerpo vivo, o cuanto va de una estatua inmóvil y fría, a un viviente que se mueve y obra.

76. No por eso decimos, que las cuatro bestias no simbolicen cuatro reinos, y los mismos reinos de la estatua, si así se quiere, pues expresamente se le dijo al Profeta en medio de la visión. Estas cuatro bestias grandes son cuatro reinos, que se levantarán de la tierra416. Lo que únicamente decimos es, que simbolizan los cuatro reinos mirados por otro aspecto diversísimo del que se miran en la estatua. En esta se miran los reinos solamente por su   —223→   aspecto material, es decir, por lo que toca a lo físico y material de ellos mismos, sin respecto o relación con lo espiritual. En las bestias al contrario, se miran los reinos por el aspecto formal, esto es, en cuanto dicen relación a lo espiritual, como la dicen todos por precisión. Más claro; en el misterio de la estatua se prescinde absolutamente de la religión de los reinos, ni hay señal alguna en toda la profecía de donde poder inferir alguna relación o respecto, o comercio de los reinos mismos con la divinidad. Sólo se habla de grandezas materiales, de conquistas, de pleitos, de dominación de unos hombres sobre otros, de fuerza, de violencia, de destrozos, de enemistades, de amistades, de casamientos, etc.; y todo ello figurado por metales de la tierra, por sí mismos fríos e inertes; mas en el misterio de las bestias no es así, se divisan algunas señales nada equívocas de religión, o de relación a la divinidad, verbi gratia, el corazón de hombre, que se le da a la primera bestia, las blasfemias contra el verdadero Dios, la persecución de sus santos, la opresión y humillación de estos mismos, el consejo en fin, y tribunal extraordinario que se junta, en que preside el Anciano de días, para juzgar una causa tan grave que parece por todas sus señas una causa de religión, que inmediatamente pertenece a Dios.

77. En suma, en el misterio de la estatua solamente se habla de los reinos por la parte que estos tienen de tierra, o de terrenos, sin otro respecto o relación, que a la tierra misma; mas en el misterio de las bestias ya se representan estos reinos con espíritu y con vida, por el respecto y relación que dicen a la divinidad; pero con espíritu y vida de bestias salvajes y feroces, porque este respecto y relación a la divinidad no se endereza a darle el culto y honor que le es debido; sino antes a quitarle este culto, y a privarle de aquel honor. Estas dos cosas de que vamos hablando parecen necesarias y esenciales en un reino cualquiera que sea, esto es, lo material y terreno, que es todo lo que pertenece al gobierno político y civil, y lo formal o espiritual, que pertenece a la religión.

  —224→  

78. Según esto podemos ahora discurrir, sin gran peligro de alejarnos mucho de la verdad, que estas cuatro bestias grandes y diversas entre sí, no significan otra cosa que cuatro religiones grandes y falsas, que se habían de establecer en los diversos reinos de la tierra figurados en la estatua. Todas cuatro grandes en la extensión, todas cuatro diversas entre sí417; mas todas cuatro muy semejantes y muy hermanas en ser todas falsas, brutales, disformes, y feroces, las cuales, como otras tantas bestias salidas del infierno, habían de hacer presa en el mísero linaje de Adán, habían de hacer en él los mayores estragos, y lo habían de conducir a su última ruina, y perdición irremediable y eterna.

79. Aquí, según parece, no se trata ya en particular de Caldeos, ni de Persas, ni de Griegos, ni de Romanos. No es este el aspecto de los reinos que aquí se considera. Ya este aspecto queda considerado en el misterio de la estatua. Se considera, pues, en general todo reino, todo principado, toda potestad, todo gobierno de hombres, comprendido todo en los cuatro reinos o imperios célebres que se han visto en esta nuestra tierra, sin atender en ellos a otra cosa, que a la religión dominante de ellos mismos.

80. Estas religiones falsas y disformes, aunque en los accidentes y en el modo, han sido y son innumerables; todas ellas se reducen fácilmente a solas cuatro grandes, y diversas entre sí. El Profeta de Dios las representa aquí con la mayor puntualidad y propiedad posible, las tres bestias conocidas de todos, y conocidas por las más salvajes, las más feroces y más dignas de horror y de temor. La cuarta debajo de la semejanza de otra bestia del todo nueva, inaudita en los siglos anteriores, diferentísima de todas las otras, y que une en sí sola la ferocidad de todas las demás.

  —225→  

Explicación de la primera bestia

Párrafo IV

81. La primera como leona, y tenia alas de águila; mientras yo la miraba, le fueron arrancadas las alas, y se alzó de tierra, y se tuvo sobre sus pies como un hombre, y se le dio corazón de hombre418.

Esta primera bestia, o esta leona con alas de águila, parece un símbolo propio y natural de la primera y más antigua de todas las falsas religiones, quiero decir, de la idolatría. Represéntase aquí esta falsa religión como una leona terrible, a la cual, aunque de suyo ligera, se le añaden alas de águila, con que queda no sólo capaz de correr con ligereza, sino de volar con rapidez y velocidad; expresiones todas propísimas para denotar, ya la rapidez con que voló la idolatría, y se extendió por toda la tierra; ya también los estragos horribles que hizo en poco tiempo en todos sus habitadores, sujetándolos a su duro, tiránico y cruel imperio. Aun el pequeño pueblo de Dios, aun la ciudad santa, aun el templo mismo, lugar el más respetable el más sagrado que había entonces sobre la tierra, no fueron inaccesibles a sus alas de águila, ni respetados de su voracidad, y fue bien necesaria la protección constante, y los esfuerzos continuos de un brazo omnipotente, para poder salvar algunas reliquias, y en ellas la Iglesia de Dios vivo, o la verdadera religión. Toda la Escritura divina nos da testimonio de esta verdad.

82. No quedó en esto sólo la visión. Prosiguió el Profeta contemplando esta bestia hasta otro tiempo en que vio que le arrancaban las alas, la levantaban de la tierra, la ponían sobre sus pies como hombre, y le daban corazón de hombre. Veis aquí puntualmente lo que sucedió en el mundo al comenzar la época feliz de la vocación de   —226→   las gentes. Lo primero que sucedió a la idolatría con la predicación de los apóstoles, que por todas partes le dieron tan fuertes batallas, fue que se le cayeron las alas, o le fueron arrancadas a viva fuerza, para que ya no volase más en adelante419. Estas dos alas, me parece (otros pueden pensar otra cosa mejor) que son símbolos propios de aquellos dos principios o raíces de todos los males que produjeron la idolatría, y la hicieron extenderse por toda la tierra, quiero decir, la ignorancia por una parte, y la fabula por otra. La ignorancia del verdadero Dios, de quien las gentes brutales y corrompidas se habían alejado tanto, y la fábula que había sustituido tantos dioses falsos y ridículos, de quienes se contaban tantos prodigios. A estas dos alas acometieron en primer lugar los hombres apostólicos; dieron noticias al mundo del verdadero Dios, dieron ideas claras, palpables, innegables de la divinidad, enseñaron lo que sobre esto acababan de oír de la boca del Hijo de Dios, y lo que les enseñaba e inspiraba el mismo Espíritu de Dios que en ellos hablaba; descubrieron por otra parte la falsedad, y la ridiculez de todos aquellos dioses absurdos, que hasta entonces habían tenido los hombres, y en quienes habían esperado; y con esto sólo la bestia quedó ya incapaz de volar, y empezó a caer en tan gran desprecio entre las gentes, que avergonzada y corrida como un águila sin plumas, se fue retirando hacia los ángulos más remotos, y más escondidos de la tierra.

83. Arrancadas las alas a la leona, todo lo demás que vio el Profeta debía luego seguirse sin gran dificultad, y realmente así sucedió. Una parte bien grande y bien considerable del linaje humano, en quien esta bestia dominaba, y que ya era ella misma, como que estaba convertida en su propia sustancia, fue levantada de la tierra, dándole la mano, y ayudándola los Apóstoles mismos. Con este socorro, puesta en pie como un hombre racional, se le dio al punto corazón de hombre, quitándole con esto   —227→   la sustancia, y aun los accidentes de bestia: mientras yo la miraba (dice Daniel), le fueron arrancadas las alas, y se alzó de tierra, y se tuvo sobre sus pies como un hombre, y se le dio corazón de hombre. Leed las Actas de los Apóstoles, y la historia eclesiástica do los primeros siglos, y veréis verificado esto con toda propiedad. No será inútil, ni fuera de propósito observar aquí una circunstancia que nos servirá bien a su tiempo; es a saber, que a esta primera bestia no le quitaron la vida, sino solamente las alas, y con ellas la libertad de volar. Así aunque perdió por esto una gran parte de sí misma, y la mayor y máxima parte de sus dominios, ella quedó viva, y viva está aún, y lo estará sin duda hasta que se le quite enteramente la potestad, lo cual, según esta misma profecía, no sucederá sino después de la muerte de la cuarta bestia; vi (añade el mismo Daniel), que había sido muerta la bestia... y que a las otras bestias se les habla también quitado el poder. Y aunque entonces, quitada la potestad, se les dará algún tiempo de vida, mas no ya vida bestial, sino vida racional; del cual privilegio no gozara ciertamente la cuarta bestia, como veremos a su tiempo.

Segunda bestia

Párrafo V

84. Y vi a otra bestia semejante a un oso, que se paró a un lado, y tenía en su boca tres órdenes de dientes, y decíanle así: Levántate, come carnes en abundancia420.

La segunda bestia era semejante a un oso. Este no tenía alas para volar, y extenderse por toda la tierra como la leona, por lo cual se puso solamente a un lado, o hacia una parte determinada de la tierra en donde fijó su habitación, para moverse de allí a una parte, y como lee Pagnini, que se paró a un lado; mas en lugar de alas   —228→   tenía esta bestia tres órdenes en su boca, y en sus dientes. Estos tres órdenes no parece que pueden significar tres especies de viandas o carnes, como se dice comúnmente, en la suposición de que el oso simboliza el imperio de los Persas, pues este imperio no sólo tuvo los tres órdenes de viandas que le señalan, esto es, la Asiria, la Caldea, y la Persia misma, sino otras muchas más, que no hay para que olvidarlas; cuales fueron la Media, toda la Asia Menor, la Siria, la Palestina, el Egipto, las Arabias, y una parte considerable de la India, etc., según lo cual, el oso debía tener en su boca y en sus dientes, no solo tres órdenes, sino diez o doce, y tal vez, veinte o treinta. Fuera de esto, si en su boca tres órdenes de dientes, significan tres especies de viandas, o de carnes, ¿a qué propósito se le dice a esta bestia: Levántate, come carnes en abundancia? ¿Con qué propiedad se podrá convidar a un perro, o a un hombre que ya tiene en su boca y entre sus dientes tres especies de viandas; diciéndole: Levántate, come carnes en abundancia? Parece, pues, mucho mas natural que estos tres órdenes en la boca y en los dientes de esta segunda bestia signifiquen solamente tres modos de comer, o tres especies de armas con que hace su presa, y atiende a su sustento y conservación.

85. Todas estas enseñanzas y circunstancias tan individuales, llevan naturalmente toda nuestra atención hacia otra religión grande y disforme, que se levantó de la tierra cuando ya la primera estaba sin alas, quiero decir, el Mahometismo. De esta falsa religión se verifica con toda propiedad, lo primero, la semejanza con el oso, que es la bestia más disforme y horrorosa a la vista. Lo segundo, la circunstancia o distintivo particular de ponerse hacia una parte, o hacia un lado de la tierra: a un lado... a una parte; porque es cierto que esta bestia no ha dominado jamás sobre toda la tierra como la leona, sino solamente en aquella parte, y hacia aquel lado, donde se estableció desde su juventud, esto es, hacia el mediodía del Asia, y a la parte septentrional del África. Habiendo nacido en   —229→   Arabia cerca del mar rojo, creció desde allí al oriente y al occidente; al oriente hasta la Persia e India; al occidente por las costas de África hasta el océano. En esta parte o hacia este lado se ha estado el Mahometismo mas de mil años casi sin dar un paso, ni moverse de allí, pues aunque los príncipes otomanos, que profesan esta religión, han trecho grandes conquistas en Asia, África, y Europa; mas el Mahometismo ha hecho pocas o ningunas. Todos los dominios del gran Señor están llenos de Cristianos y de Judíos, hacen la mayor parte de sus habitadores, y unos y otros están muy lejos de abrazar esta religión. Mas aunque el Mahometismo no ha hecho más progresos de los que hizo en su juventud, tampoco ha perdido alguna parte considerable de sus dominios.

86. Lo tercero, se verifican propiamente en el Mahometismo aquellos tres órdenes que vio el Profeta en la boca y en los dientes de la segunda bestia; es decir, los tres modos de comer, o las tres especies de armas de que ha usado esta religión brutal para mirar por su conservación. El primer orden, o la primera arma fue la ficción, suficientísima a los principios para hacer presa y devorar una tropa de ladrones, vagamundos, ignorantes y groseros. Mas como era no solo difícil, sino imposible que la ficción durase mucho tiempo sin descubrirse, ni todas habían de ser tan rudos que creyesen siempre cosas tan increíbles, le eran necesarios a la bestia, para poder vivir, otros dos órdenes mas u otras dos maneras de comer. Estas son, a mi parecer, la espada y la licencia. La primera, para hacer creer por fuerza lo que por persuasión parece imposible, para defender de todo insulto la ficción misma, para responder a todo argumento con la espada, para resolver con ella misma toda dificultad, y para que esta espada quedase en los siglos venideros como una señal de credibilidad clara, patente e irresistible.

87. Aun con estos dos primeros órdenes, aun con estas dos armas o modo de comer, la bestia no podía naturalmente sustentarse, ni vivir largo tiempo. Su vitalicio   —230→   quedaba a lo menos contingente421 e incierto; pues al fin una visión grosera se descubre con el tiempo, y a una espada se puede muy bien oponer otra espada igual o mejor.

88. Érale, pues, necesario al Mahometismo otro orden más u otra manera más de comer, sin lo cual en pocos años hubiera muerto de hambre, y se hubiera desvanecido infaliblemente. Érale, digo, necesaria para poder vivir, la licencia sin límite en todo lo que toca al sentido. Con este orden, mucho mejor que con la espada, se hacia creíble, respetable y amable todo el símbolo de esta monstruosa religión, no quedaba ya dificultad en creer cuanto se quisiese, el entendimiento quedaba cautivo, y cautiva la voluntad, ni había que temer herejías ni cismas, ni mucho menos apostasías. Así armada la bestia con estos tres órdenes, y con estos tres modos de comer, se le podían ya decir, y realmente se le dijeron aquellas palabras irónicas: Levántate bestia feroz, come, y hártate de muchas carnes422.

89. A esta bestia horrible y espantable no se le ha podido dar hasta ahora corazón de hombre; ni hay apariencia, ni esperanza alguna razonable de que ella quiera recibirlo jamás. Así como fue necesario, antes te todo, arrancarle las alas a la leona para disponerla con esta diligencia a querer recibir, y a recibir en realidad un corazón de hombre, dejando el de fiera; así ni más ni menos era necesario arrancar al oso los tres órdenes que tiene en su boca y en sus dientes, a lo menos los dos últimos: y si ambos no se pueden a un tiempo, a lo menos el último de todos, que por desgracia suya es el más duro, y el más inflexible. Bien se necesitaban para esta difícil empresa aquellas primicias del espíritu, que despreciando generosamente la propia vida, se presentaron delante de la leona, se llegaron a ella, la acometieron, y no sin heridas, consiguieron en fin arrancarle las alas, y después llenos de caridad y misericordia, la ayudaron a levantarse de la tierra. Paréceme más que verosímil, y poco menos   —231→   que cierto, que esta segunda bestia, o esta falsa y monstruosa religión de que hablamos, perseverará en este mismo estado en que la hemos visto tantos siglos ha, hasta que juntamente con la primera y la tercera (de que luego vamos a hablar) se le quite toda la potestad423; lo cual parece del mismo modo, o cierto o verosímil, que solo podrá suceder, según las escrituras, cuando venga el Señor en gloria y majestad, como iremos viendo en todo el discurso de estas observaciones. Para este tiempo feliz espera toda la tierra, y espera todo el mísero linaje de Adán el remedio de todos sus males: y será muy llena de su majestad toda la tierra; así sea, así sea424; porque la tierra está llena de la ciencia del Señor, así como las aguas del mar, que la cubren425.

Tercera bestia

Párrafo VI

90. Destines de esto estaba mirando, y he aquí como un leopardo, y tenía sobre sí cuatro alas como de ave, y tenía cuatro cabezas la bestia, y le fue dado el poder426.

La tercera bestia era semejante a un pardo o tigre, en cuya piel o superficie exterior se nota alguna especie de hermosura por la variedad de colores. En esta bestia se veían cuatro alas, como de ave, y también cuatro cabezas, y se le dio potestad. Todas estas señales y distinciones parece que nos muestran como con la mano, y nos convidan a reparar con más atención lo mismo que tenemos a la vista. Esta tercera bestia, señor, (¡quien lo creyera!) esta tercera bestia es el cristianismo. No penséis   —232→   que hablo del cristianismo verdadero, de aquel que es la única y verdadera religión, esto no tiene semejanza alguna con las bestias, antes a las bestias las convierte en hombres, como a las piedras en hijos de Abrahán. Hablo, pues, únicamente del cristianismo falso, del cristianismo sólo en la piel, en la superficie, en la apariencia, en el nombre: ved la propiedad.

91. Este cristianismo falso, lo primero, es muy vario en la superficie, como lo es el pardo, se ve en él una gran variedad y diversidad de colores, los cuales no dejan de formar alguna perspectiva agradable a los ojos superficiales. Lo segundo, ha volado el falso cristianismo hacia los cuatro vientos cardinales, y ha extendido su dominación en todas las cuatro partes de la tierra; para esto son, y a esto aluden las cuatro alas como de ave que se ven sobre la bestia. Lo tercero, se ven en el falso cristianismo cuatro cabezas, que es cosa bien singular y bien monstruosa, y tenía cuatro cabezas la bestia. ¿Qué quieren decir cuatro cabezas en una misma bestia? Lo que quieren decir visiblemente es, que aunque aquella parece una sola individua bestia, mas en realidad son cuatro bestias muy diversas, unidas todas cuatro en un cuerpo, cubiertas en una misma piel, y como un seguro debajo del nombre sagrado y venerable de Cristianismo. Lo que quiere decir es, que cuatro bestias muy diversas se han unido entre sí, casi sin entenderlo, para despedazar y devorar, cada una por su lado, el verdadero cristianismo, y convertirlo todo (si esto fuese posible) en la sustancia de todas. Consideremos ahora con distinción estas cuatro bestias, o estas cuatro cabezas del falso cristianismo.

92. La primera de todas es, la que llamamos con propiedad herejía, en que debemos comprender todas cuantas herejías particulares se han visto y oído en el mundo, desde la fundación del cristianismo. Todas ellas son partes de esta bestia, y pertenecen a esta cabeza. La segunda, es el cisma, que no se ignora ser un mal muy diverso de la herejía. A esta cabeza pertenece todo lo que se sabe: ¿y   —233→   os parece poco? Toda la Grecia, la Asia Menor, la Armenia, la Georgia, la Palestina, el Egipto; en una palabra, todo lo que se llamaba antiguamente el imperio de oriente, donde floreció en los primeros siglos el verdadero cristianismo, y fuera de todo esto, un vastísimo imperio hacia el norte de la Europa y del Asia. Todo este cristianismo, sin cabeza, es el que forma la segunda cabeza de la bestia.

93. La tercera cabeza del falso cristianismo es la hipocresía. Le doy aquí este nombre equívoco, aunque no impropio, porque no me parece conveniente darle su propio nombre. Mi atención es servirla con un servicio real y oportuno, no ofenderla, ni exasperarla. Basta para mí propio que ella me entienda, y que me entiendan los que la conocen a fondo. Como hablamos actualmente de falsas religiones, figuradas en las bestias, ninguno se podrá persuadir que aquí no se hable del vicio de la hipocresía en punto de religión. De aquella, digo, que tiene anunciada el Apóstol para los últimos tiempos, con estas palabras: Mas el espíritu manifiestamente dice, que en los postrimeros tiempos apostatarán algunos de la fe, dando oídos a espíritus de error, y a doctrinas de demonios, que con hipocresía hablarán mentira... (o como la versión siriaca) que engañan con hipocresía427. De esta vuelve a hablar en otra parte, diciendo: Mas has de saber esto, que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos... habrá hombres... teniendo apariencia de piedad; pero negando la virtud de ella...428 En suma, no hace a mi propósito el decir quienes son, o quienes serán estos hombres cubiertos con la piel de cristianos, y aun escondidos en el seno de la   —234→   verdadera Iglesia, para despedazar este seno más a su salvo, me basta mostrar esta tercera cabeza, y pedir atención a los inteligentes.

94. Nos queda ahora que mostrar la cuarta y última cabeza de esta bestia, digo del falso cristianismo. No obstante de ser esta la más antigua y como madre de las tres primeras, que a sus tiempos las ha ido pariendo; no obstante de ser la más perjudicial y la más cruel, en medio de un semblante halagüeño, y de una cara de risa, es al mismo tiempo la menos conocida, y por eso es la menos temida de todas. No os canséis, señor, en buscar esta bestia fuera de casa, es bestia muy casera y muy sociable, llena por otra parte de gracias, de dulzuras y de atractivos. Con ellos ha divertido, ha descuidado, ha encantado en todos tiempos la mayor parte de los hijos de Adán, y con ellos mismos ha hecho también, y hará todavía en adelante grandes presas, y daños sin número, en lo que pasa por verdadero cristianismo. Dad una vista por todo el orbe cristiano. Visitad en espíritu, con particular atención, todas aquellos países católicos que pertenecen a la verdadera Iglesia cristiana. ¿Y qué veréis? Veréis sin duda con admiración y pasmo, tantas cosas universalmente recibidas, no sólo ajenas, no sólo contrarias al verdadero cristianismo, que os dará gana de cerrar luego los ojos, y de no volverlos a abrir jamás. No hablo de los pecados, flaquezas y miserias propias de nuestro barro, hablo sólo, o principalmente de aquellas cosas (tantas y tan graves) que siendo conocidamente monedas falsas, reprobadas y prohibidas en el evangelio, corren, no obstante, sin contradicción, y son miradas como indiferentes, y tal vez como necesarias.

95. ¿No os parece, señor mío, cosa durísima, después de haber leído los evangelios, y estar bien instruido en la doctrina de los Apóstoles de Cristo, dar el nombre de verdadero cristianismo a todo aquello donde apenas se divisa otra cosa, por más que se desee, que aquella tres de que habla San Juan: concupiscencia de carne, y concupiscencia   —235→   de ojos, y soberbia de vida?429 ¿Y pensáis que esta es alguna cosa nunca vista, o muy rara en el mundo católico? ¿Pensáis que no corre esta falsa moneda aún en el sacerdocio? ¿No os parece cosa durísima dar el nombre de verdadero cristianismo a todo aquello donde apenas se ve otra cosa que un poco de fe, y esta fe, o muerta del todo, sin dar señal alguna de vida, o tan distraída y adormecida, que casi nada obra de provecho, fuera de tal cual acto externo que se lleva el viento? ¿No os parece cosa durísima dar el nombre de verdadero cristianismo a todo aquello donde por maravilla se ve alguno de aquellos doce frutos que debe producir el Espíritu Santo, esto es, caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad?430 ¿No os parece, en fin, cosa durísima dar el nombre de verdadero cristianismo a todo aquello donde en lugar de frutos del Espíritu, apenas se ve otra cosa que los frutos, o las obras propias de la carne?

Mas las obras de la carne están patentes; como son fornicación, impureza, deshonestidad, lujuria, enemistades, contiendas, celos, iras, riñas, discordias, sectas, envidias, homicidios, embriagueces, glotonerías, y otras cosas como estas, sobre las cuales os denuncio, como ya lo dije, que los que tales cosas hacen, no alcanzarán el reino de Dios431.

96. Si quieren que a todo esto le demos el nombre de verdadero cristianismo, sólo porque todo esto sucede dentro   —236→   de la verdadera Iglesia de Cristo, sólo porque los que tales cosas hacen432, creen al mismo tiempo los principales misterios del cristianismo, cuya fe seca y estéril en nada perjudica a su sensualidad y vanidad; yo no me atrevo a darle este nombre, ni me parece que puedo hacerlo en conciencia, porque sé de cierto, que la fe que prescribe el verdadero cristianismo es aquella sola que obra por caridad433, aquella que, como principio de vida, porque el justo vive de la fe434, hace vivir al hombre en cuanto cristiano, y vivifica y anima todas sus acciones para la vida eterna. Es pues este un cristianismo evidentemente falso, como tan ajeno y tan contrario a la institución del Hijo de Dios. Es verdad que ahora está mezclado con el verdadero, y tan mezclado, que lo molesta, lo oprime, y casi no lo deja crecer, ni más ni menos como lo hace la cizaña con el grano, mas ya sabemos el fin y destino del uno y del otro. Coged primero la cizaña (dijo el Señor), y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo recogedlo en mi granero435.

97. Parece muy difícil explicar con una palabra, o con un sólo nombre esta cuarta cabeza del falso cristianismo. Ya sabéis cuantas cosas comprende la concupiscencia de la carne, cuando no se niega y crucifica, como deben hacerlo los verdaderos cristianos, pues según el Apóstol, los que son de Cristo, crucificaron su propia carne con sus vicios y concupiscencias436. Ya sabéis cuantas cosas comprende la concupiscencia de los ojos; no digo de los ojos propios, que esta pertenece a la concupiscencia de la carne, sino de los ojos de otros, en que entra toda la gloria vana del mundo, y toda su pompa y ornato, a que todos   —237→   los cristianos renunciamos desde el bautismo; todo lo cual no tiene otro fin que buscar la gloria que recibís los unos con los otros... para ser vistos de los hombres437. Ya sabéis cuantas cosas comprende la soberbia de la vida, que hace a los hombres verdaderos hijos del diablo, cuyo principal carácter es la soberbia, según esta expresión de Job: Es el rey de todos los hijos de soberbia438. No hallo, pues, otro nombre más propio, ni que más se acomode a esta cuarta cabeza del falso cristianismo, que el que acabamos de decir: concupiscencia de carne, y concupiscencia de ojos, y soberbia de vida. Todo lo cual no sé si pudiera comprenderse con propiedad bajo el nombre de libertinaje.

98. Esta tercera bestia con sus cuatro cabezas, de que acabamos de hablar, parece cierto, que perseverará viva, y haciendo cada día más daño, hasta que venga el Señor a remediarlo todo; pues expresamente se dice en el evangelio que habiéndose ofrecido los operarios para ir a arrancar la cizaña, que crecía con el trigo, respondió: No; ...no sea que cogiendo la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer lo uno y lo otro hasta la siega...439 Ahora, el mismo Señor explica lo que debemos entender por cizaña, diciendo: la cizaña son los hijos de la iniquidad440 así como el buen grano son los hijos del reino441.

Cuarta bestia terrible y admirable

Párrafo VII

96. Después de esto miraba yo en la visión de la noche, y he aquí una cuarta bestia espantosa, y prodigiosa, y   —238→   fuerte en extremo, tenía grandes clientes de hierro, cofia y despedazaba, y lo que le sobraba lo hollaba con sus pies, y era desemejante a las otras bestias, que yo había visto antes de ella, y tenía diez astas, Etc442.

Os considero, amigo, con gran curiosidad de saber quien es esta bestia, a qué es lo que aquí se nos anuncia. Si las tres primeras bestias, os oigo decir, simbolizan tres falsas religiones, esto es, idolatría, mahometismo, y falso cristianismo, ¿qué religión falsa nos queda todavía que ver, figurada por unas semejanzas tan terribles? A esta pregunta yo no puedo responder en particular, porque no sé con ideas claras e individuales lo que será esta bestia en aquellos tiempos, para los cuales está anunciada. Sobre lo que ya es actualmente podré decir cuatro palabras, y pienso que seré entendido desde la primera. Esta bestia terrible parece hija legítima de las dos últimas que forman el pardo a ellas dicen, que debe su ser y su crianza, y no falta quien diga, que también debe no poco a la primera. Mas ella descubre un natural tan impío, tan feroz, tan inhumano (aunque llena por otra parte de humanidad), que aun estando todavía en su primera infancia, ya no respeta ni conoce a los que la engendraron. Elevada en la contemplación de sí misma, y considerándose superior a todas las cosas, piensa de sí, que es única en la especie, que a nadie tiene obligación alguna, que todo lo tiene de sí misma, o del fondo de su razón, y que todo se lo debe a sí misma. Por este carácter tan sin ejemplar, que ya descubre desde la cuna, es fácil inferir lo que será después cuando llegue a la edad varonil. Ahora está todavía como un cachorro dentro de la cueva, y si tal vez se asoma a la puerta, y sale fuera de ella, no se aleja mucho, por pura prudencia, considerando su tierna edad, sus débiles armas, y la multitud de enemigos   —239→   que pueden asaltarla. Ahora se halla todavía, casi sin dientes, porque aunque los ha de tener de hierro, grandes y durísimos, estos le empiezan solamente a salir, y no están en estado de acometer a todo sin discreción. Por otra parte, los diez cuernos que ha de tener en su cabeza, y con que ha de hacer temblar a todo el mundo, no los tiene aún; a lo menos, no los tiene como propios suyos, de modo que pueda jugarlos libremente y a su satisfacción.

100. Con todo eso, aún en este estado de infancia, ya se lleva las atenciones de todos, ya se hace temer, a lo menos de los que son capaces de temor, ya se hace admirar, y casi adorar de toda suerte de gentes, ya se ven estas dejar su campo, y correr a tributarle sus obsequios, y ofrecerle sus servicios. Principalmente observaréis, que de todas aquellas cuatro cabezas que componen el pardo, salen cada día desertores a centenares, con lo cual el cachorro va creciendo, y se va fortificando más presto de lo que se piensa. Pues si ahora sin salir de la cueva, sin dientes grandes, sin cuernos duros y crecidos, hace tantos males, cuantos ven y lloran los que tienen ojos, ¿qué pensamos que hará cuando se rebele, cuando se declare, cuando se deje ver en público, llena de coraje, vigor y fortaleza, y bien armada, ya de dientes grandes de hierro, ya también de diez cuernos terribles, que pueda manejar a su satisfacción? Y ¿qué hará cuando le nazca el undécimo cuerno, cuando este cuerno se arraigue, crezca y fortifique, cuando la bestia pueda usar de él a su voluntad, y manejar sin embarazo aquella arma, la más terrible que se ha visto?

101. Verdaderamente que se hace no sólo creíble, sino visible, por lo que ya vemos, todo cuanto se dice de esta bestia misma (aunque unida ya con las otras) desde el capítulo trece del Apocalipsis hasta el diez y nueve, y todo cuanto está anunciado a este mismo propósito en tantas otras partes de la Escritura santa, en los Profetas, en los Salmos, en las epístolas de San Pedro y San Pablo, y en el evangelio mismo. Verdaderamente que ya se hace no sólo creíble, sino visible, por lo que ya vemos, lo que de esta   —240→   bestia se le dijo al Profeta en medio de la visión, esto es, que devorará toda la tierra, y la hollará, y desmenuzará. Leed lo que se sigue desde el versículo veinte y cuatro, y no hallaréis otra cosa que horrores y destrozos.

102. Acaso me preguntaréis, ¿cuál es el nombre propio de esta cuarta bestia, o de esta monstruosa religión? Yo me maravillo que ignoréis una cosa tan pública en el mundo, que apenas ignora aún la ínfima plebe. Años ha que se leen por todas partes públicos carteles, por los cuales se convida a todo el linaje humano a la dulce, humana, suave y cómoda religión natural. Si a esta religión natural le queréis dar el nombre de deísmo, o de anticristianismo, me parece que lo podréis hacer sin escrúpulo alguno, porque todos estos tres nombres significan una misma cosa; aunque algunos son de sentir, y esto parece lo más cierto, que este último nombre es el más propio de todos, siendo los dos primeros vacíos de significación. No obstante, se llama religión, lo primero, porque no se niega en ella la existencia de un Dios, aunque un Dios ciertamente hecho con la mano que no adoraron sus padres443; un Dios insensible a todo lo que pasa sobre la tierra, un Dios sin providencia, sin justicia, sin santidad, un Dios, en fin, con todas la cualidades necesarias para la comodidad de la nueva religión. Lo segundo, se llama religión, porque no se impide, antes se aconseja que se dé a Dios alguna especie de culto interno, que como tan bueno, con este sólo se contenta, sin querer incomodar a sus adoradores. Aunque estos dicen, que su Dios no les ha puesto otra ley, ni otro dogma de fe, que su propia razón (la cual en todos debe estar en toda su perfección); con todo eso, si hemos de creer a nuestros ojos, parece que tienen un dogma especial, y una ley fundamental a que todos deben asentir y obedecer efectivamente. Este dogma, y esta ley, es todo cuanto significa la palabra anticristianismo con toda su extensión. Es decir; se profesa en esta religión terrible y admirable, no sólo el abandono   —241→   total, sino el desprecio, la burla, el odio y la guerra viva, reo digo ya a las religiones falsas, de que hemos hablado, sino a la verdadera religión, al verdadero cristianismo, y a todo lo que hay en él de venerable, de santo, de divino. Comía, dice el Profeta, y desmenuzaba, y lo que quedaba lo hollaba con sus pies444.

103. El falso cristianismo con sus cuatro cabezas (mucho menos el mahometismo, y la idolatría), no le dan gran cuidado a esta bestia feroz. Sabe muy bien que le bastan sus dientes de hierro, aunque todavía pequeños, para desmenuzarlos, y convertirlos en su propia sustancia. Ya vemos que lo hace en gran parte, y debemos pensar que hará infinito más, cuando los dientes hayan llegado a su perfección. Mas el cristianismo verdadero es demasiadamente duro; no hay bronce, ni mármol, ni diamante que se le pueda comparar. Son poca cosa los dientes de hierro para poder vencer su dureza. Para este, pues, no hay otra arma que pueda hacer algún efecto, ni más fácil de manejar que los pies. Por tanto, ya ha empezado la joven bestia a servirse de ellos desde la cueva; ya ha empezado a conculcar con grande empeño el verdadero cristianismo, a burlarlo, a ridiculizarlo, sin perdonar a la persona sacrosanta, infinitamente respetable y adorable y amable de Jesucristo. Así lo vemos ya con nuestros ojos en nuestro mismo siglo, de donde inferimos legítimamente, según las Escrituras, lo que será esta bestia, cuando llegue a su perfecta edad, y cuando los dientes y cuernos estén bien crecidos y arraigados, y todos a su libre disposición. El mismo Jesucristo, hablando de estos tiempos, dice, que será menester abreviarlos, y que se abreviarán en efecto por amor de los escogidos: Y si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva, mas por los escogidos aquellos días serán abreviados445.

  —242→  

104. Esto es, señor mío, lo que se me ofrece sobre el misterio de estas cuatro bestias, a quienes puedo decir con verdad, que he estudiado muchos años con todo el cuidado y atención de que soy capaz. Si la inteligencia que he propuesto no es en realidad la verdadera, a lo menos puede servir como de ensayo para pensar otra cosa mejor, que se conforme enteramente con la profecía, con la historia, y con otros lugares de la Escritura, que iremos observando. No penséis por esto, que ya tenéis concluida la observación de estas cuatro bestias, y que no nos queda otra cosa que decir en el asunto. Las veréis salir de nuevo en el fenómeno siguiente, en donde combinadas con la bestia del Apocalipsis se darán mejor a conocer. Lo que a lo menos parece evidente, es, que este misterio no es el mismo que el de la estatua; ya por las razones que hemos apuntado, ya por otras más, que fácilmente pueden ocurrir a cualquiera que quiera entrar en este examen; ya también y mucho más por lo que se sigue.




ArribaAbajoSegunda parte de la Profecía

Muerte de la cuarta bestia, y sus resultas.


Párrafo VIII

105. Nos queda ahora que observar brevemente lo más claro que hay en esta visión, que es lo que hace inmediatamente a nuestro asunto principal; es a saber, el fin de las bestias, en especial de la cuarta, y todo lo que después de esto debe suceder.

106. Lo que vio el Profeta en los tiempos de la mayor prepotencia de la cuarta bestia; en los tiempos, digo, en que ya se veía en público, armada con todas sus armas, en que hacía en el mundo impunemente los mayores estragos, en que perseguía furiosamente a los santos, o al verdadero cristianismo, y podía mas que ellos446. Lo que vio fue, que   —243→   se pusieron sillas o tronos como para jueces, que iban luego a conocer aquella causa, y poner el remedio más pronto y oportuno a tantos males. Estaba mirando (dice Daniel) hasta tanto que fueron puestas sillas, y sentose el Anciano de días, etc447. (Este mismo consejo, o tribunal con las mismas circunstancias, y con otras todavía más individuales, lo veréis formarse para los mismos fines en el capítulo cuarto del Apocalipsis, como observaremos a su tiempo.) Sentado, pues, Dios mismo, y con él otros con jueces, y habiéndose producido y declarado toda la causa, se dio inmediatamente la sentencia final, cuya ejecución se le mostró también al Profeta. La sentencia fue esta; que la cuarta bestia y todo lo que en ella se comprende, muriese con muerte violenta, sin remedio ni apelación; que su cuerpo (no ciertamente físico, sino moral, compuesto de innumerables individuos) se disolviese del todo, pereciese todo, y fuese todo entregado a las llamas, para ser quemado448. Que a las otras tres bestias, cuyos individuos no se habían agregado a la cuarta, y hecho un cuerpo con ella, se les quitase solamente la potestad, que hasta entonces habían tenido, mas no la vida, concediéndoles algún espacio de vida, hasta tiempo y tiempo449.

107. Dada esta sentencia irrevocable (y antes de su ejecución, como consta de otros lugares de la Escritura que se irán observando), dice el mismo Profeta, que vio venir en las nubes del cielo una persona admirable, que parecía Hijo de Hombre, el cual entrando en aquella venerable asamblea, se avanzó hasta el mismo trono de Dios, ante cuya presencia fue presentado, que allí recibió solemnemente de mano de Dios mismo la potestad, el honor, y el reino, y que en consecuencia de esta investidura, le servirán en adelante todos los pueblos, tribus y lenguas, como a su único y legítimo soberano. Miraba yo, pues,   —244→   en la visión de la noche, y he aquí venía como Hijo de Hombre con las nubes del cielo, y llegó hasta el Anciano, de días, y presentáronle delante de él. Y diole la potestad, y la honra, y el reino, y todos los pueblos, tribus, y lenguas, le servirán a él...450 Más adelante, versículo veinte y seis, explicando los males que hará en el mundo la cuarta bestia, especialmente por medio de su último cuerno, se le dice al Profeta el fin para que se juntará aquel consejo tan majestuoso y tan solemne por estas palabras: Y se sentará el juicio para quitarle el poder, y que sea quebrantado, y perezca para siempre. Y que el reino, y la potestad, y la grandeza del reino, que está debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los reyes le servirán y obedecerán451.

Párrafo IX

108. Ahora, amigo mío, después de haber leído, y considerado atentamente así este texto como el antecedente con todo su contexto, decidme con sinceridad, ¿qué os parece de lo que aquí se anuncia con tanta claridad? ¿Se verificará todo esto alguna vez, o no? ¿Podremos creerlo y esperarlo todo así como lo hallamos escrito, o será necesario borrarlo, o arrancarlo de la Biblia, como una cosa no solo inútil, sino peligrosa, y que puede confirmar y fomentar el error de los Milenarios? ¿Podremos creer, lo primero; que en aquellos tiempos de que aquí se habla (que por confesión precisa de todos los doctores son ya los tiempos   —245→   del Anticristo), hará Dios una especie de consejo solemne, para quitar a los hombres toda la potestad que habían recibido de su mano: Y se sentará el juicio para quitarle el poder, y que sea quebrantado y perezca para siempre. Y como los consejos de Dios, y sus decretos no pueden quedar sin efecto, parece que también podremos creer, que en aquellos mismos tiempos serán despojados enteramente de su potestad los que la tuvieren; a lo cual alude manifiestamente aquella evacuación de todo principado, potestad y virtud, de que habla el Apóstol452.

109. ¿Podremos creer lo segundo; que quitada la potestad a los hombres, se pondrá todo en aquel mismo consejo en manos del hijo del hombre, o del hombre Dios Jesucristo, y esta, no en acto primero, o en derecho, como ahora la tiene, sino en acto segundo, o en ejercicio; y llegó hasta el Anciano de días, y presentáronle delante de él. Y diole la potestad, y la honra, y el reino? ¿Podremos creer lo tercero; que toda la potestad que se acaba de quitar a los hombres, todo el reino, toda la grandeza de un reino tal, que comprende todo entero el orbe de la tierra, que está no encima sino debajo de todo el cielo, se dará. entonces, junto con Jesucristo que es el supremo Rey, a otros muchos correinantes, esto es, al pueblo de los santos del Altísimo?453 A lo cual alude claramente aquel texto célebre del Apocalipsis, que hablando de los mártires y de los que no adoraron a la bestia, dice: vivieron, y reinaron con Cristo mil años.

110. ¿Podremos creer lo cuarto; que tomada la posesión por Cristo y sus santos de todo el reino que está debajo de todo el cielo, le servirán en adelante todos los pueblos, tribus y lenguas?454 ¿Podremos creer en suma, que después de la venida del Hijo del Hombre, que creemos   —246→   y esperamos todos los Cristianos; después del castigo y muerte de la cuarta bestia, o del Anticristo, después del destrozo y ruina entera de todo el misterio de iniquidad, han de quedar todavía en esta nuestra tierra, pueblos, tribus, y lenguas, que sirvan y obedezcan al supremo Rey y a sus santos, y también reyes, puestos sin duda de su mano, en diferentes países de la tierra, y sujetos enteramente a sus leyes?455

111. Todo esto leemos expreso y claro en esta profecía, y en otros mil lugares de la divina Escritura, que iremos observando, y si todo esto no es cierto, ni creíble, ¿qué hemos de decir, sino que o nos engañan nuestros ojos, o nos engaña la divina Escritura? Si esta no nos engaña, ni puede engañarnos; si tampoco nos engañan nuestros ojos, parece necesario confesar de buena fe, aquel gran espacio de tiempo que propusimos en nuestro sistema entre la venida del Señor y la resurrección y juicio universal. Parece necesario mirar con mas atención el capítulo XIX y XX del Apocalipsis, donde se dice esto mismo con mayor claridad. Parece necesario reflexionar un poco más sobre el misterio grande de la piedra, que debe destruir y aniquilar toda la estatua, y cubrir luego toda la tierra. Parece en fin necesario distinguir bien el juicio de los vivos del de los muertos, dando a cada uno lo que es propio suyo, dando vivos al primero, y muertos al segundo. Si no se hace esta distinción, no se sabe, ni entiende cómo, ni en qué puedan servir a Jesucristo, después que vuelva del cielo a la tierra, todos los pueblos, tribus y lenguas456. No se sabe, ni entiende, cómo, o en qué puedan obedecerle y servirle todos los reyes de la tierra457. No se sabe ni entiende, para qué fin se les concede a las tres primeras bestias algún espacio más de vida (no cierto de vida brutal, sino de vida racional) quitándoles primero toda la potestad que hasta   —247→   entonces se les había dado o permitido; vi (dice el texto) que había sido muerta la bestia... (la cuarta). Y que a las otras bestias se les había también quitado el poder, y se les habían señalado tiempos de vida hasta tiempo y tiempo. Al contrario; si se hace la debida distinción entre uno y otro juicio, todo se entiende al punto, sin más dificultad que abrir los ojos, y sin más trabajo que tomar la llave y abrir la puerta.

112. Así se entiende seguidamente, sin que quede ni aun sospecha de duda, todo el salmo setenta y uno y todas las cosas que en él se dicen del Mesías; por ejemplo, estas: dominará de mar a mar, y desde el río hasta los términos de la redondez de la tierra. Delante de él se postrarán los de Ethiopia (o como lee la paráfrasis Caldea, se humillarán los de primer rango), y sus enemigos lamerán la tierra. Los reyes de Tharsis, y las islas le ofrecerán dones; los reyes de Arabia, y de Saba le traerán presentes, y le adorarán todos los reyes de la tierra, todas las naciones le servirán, etc458. Con este salmo, y con otros lugares semejantes que se hallan a cada paso en los Profetas, se han defendido siempre los judíos para no creer, antes negar absolutamente la venida de su Mesías; pues hasta ahora no se ha verificado lo que en ellos se anuncia. Mas los cristianos, ¿qué les responden? Palabras en tono decisivo, y nada más, esto es, que este salmo, y esos otros lugares de los Profetas sólo pueden entenderse en sentido espiritual, y en este sentido espiritual, parte se han cumplido ya en las gentes y reyes que han creído, parte se cumplirán en adelante, cuando crea lo restante de la tierra. Y si estos lugares de la Escritura,   —248→   mirados con todo su contexto, hablan conocidamente para después de la venida del Mesías en gloria y majestad, como lo acabamos de ver en el texto de Daniel, y como lo hemos de ver en otros muchísimos; en este caso, ¿qué se les responde a los Judíos.

113. ¡Oh! ¡Cuánto bien se pudiera haber hecho a estos míseros hombres, y se les pudiera hacer en adelante, si se les concediese, o no se les negase tan del todo lo que ellos creen o esperan, para que ellos por su parte conociesen también lo que creen los Cristianos, y lo que es tan necesario y esencial para su salud y remedio: si se les concediese o no se les negase tan del todo lo que pertenece a la segunda venida del Mesías en gloria y majestad, que ellos piensan ser la única, para que ellos por su parte desengañados abracen lo que pertenece a la primera! Todo esto parece que estaba compuesto y allanado con solo distinguir el juicio de vivos del de los muertos.

Conclusión

114. A todas las reflexiones que acabamos de hacer, principalmente sobre la segunda parte de la profecía, yo no ignoro la única respuesta que se puede dar. Esto es, que aunque todo lo que dice este profeta, es cierto e indubitable; aunque todo se cree, como que es una escritura canónica, en que no habla el hombre sino Dios; mas eso que nos dice el espíritu de Dios, no debe ni puede entenderse como está escrito, sino en otro sentido diverso, conforme lo entienden comúnmente los doctores. Que es lo mismo que decir en término equivalente: no puede, ni debe entenderse como lo mandó escribir el espíritu de Dios, sino como le pareció a este o a aquel hombre particular, a quienes han seguido otros, siguiendo el mismo sistema, como si fuese único y definido por verdadero. ¿Qué hemos de decir a esta respuesta decisiva, sino llorar la cautividad en que nos hallamos, sin sernos lícito dar un paso   —249→   adelante, aun cuando ya el tiempo, y todas las circunstancias nos convidan a darlo? ¡Qué! ¿Hemos de cautivar nuestro entendimiento en obsequio de un sistema conocidamente inacordable con los hechos? ¡Qué! ¿Hemos de ver la verdad casi a dos pasos de nosotros, sin poderla abrazar ni confesar, por la atadura tiránica de respetos puramente humanos? Si es justo delante de Dios, les decía San Pedro a los príncipes de los sacerdotes, oíros a vosotros antes que a Dios, juzgadlo vosotros459.



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