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ArribaAbajoFenómeno III

El Anticristo


115. El formarnos una idea del Anticristo la más clara, la más justa, la más verdadera que nos sea posible, parece no solo conveniente, sino de una absoluta necesidad. Sin esto podremos con razón temer, que este Anticristo se nos entre en el mundo, que lo veamos con nuestros ojos, oigamos su voz, y recibamos su ley o su doctrina que admiremos sus obras y prodigios, sin haberlo conocido por Anticristo, ni aun siquiera entrado en la menor sospecha. San Pablo, hablando de estos tiempos, nos dice que serán unos tiempos, peligrosos460. Y en otra parte amenaza de parte de Dios a los que no quisieren recibir la caridad de la verdad (o lo que es lo mismo las obras de fe, que obra por caridad461) con el castigo terrible, aunque justísimo, que Dios les enviará, permitiendo la operación del error, para que crean la mentira462. Y el mismo Jesucristo nos asegura, que el peligro será tan grande, y la seducción tan general, que será necesario abreviar aquellos días para que no perezca toda carne, y se salven siquiera algunos pocos escogidos463.

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116. Ahora, amigo: ¿os parece fácil, os parece verosímil o creíble, que pueda caer el mundo entero en este lazo, y entrar en una seducción universal, teniendo de antemano ideas claras, y noticias ciertas del Anticristo? ¿Os parece creíble, que viendo al Anticristo, que conociendo al Anticristo, con todo eso se le rinda todo el mundo, y todo el mundo se deje engañar? Yo por mí protesto, que no lo entiendo, ni puedo concebirlo. La perdición y ruina de casi todos los Cristianos sucederá infaliblemente en los días del Anticristo: así está anunciado claramente en las santas Escrituras, y confirmado de mil maneras por el mismo Hijo de Dios: el mundo cristiano merecerá ya aquel castigo terrible, por la malicia e iniquidad de que estará lleno en los ojos de Dios. Mas la causa inmediata de esta perdición, no parece que podrá ser otra que la ignorancia del mismo Anticristo, o la falta de noticias ciertas y seguras de este gran personaje. Por tanto, sería convenientísimo trabajar con tiempo en adquirir estas noticias, para que por ellas podamos conocerlo con toda certidumbre, para que podamos mostrarlo, y darlo a conocer a otros muchos. Salvad a los otros, arrebatándolos del fuego, decía el apóstol San Judas464.

Noticias que tenemos del Anticristo hasta la presente

Párrafo I

117. Aunque este punto parecerá algo extraño a mi asunto principal, que es la venida del Señor: mas ya advertí al principio, que mi ánimo era comprender en esta venida del Señor, todas aquellas cosas más principales, que inmediatamente pertenecen a ella, se enderezan a ella, o tienen con ella relación inmediata. Uno de estos es el Anticristo: pues como dice San Pablo, el Señor no vendrá sin que antes venga la apostasía, y sea manifestado el   —252→   hombre de pecado465: fuera de que aunque algunas cosas sean algún tanto ajenas del asunto principal, hay otras muchísimas que no lo son, y no parece fácil entender estas, si se dejan del todo aquellas.

118. Las noticias, pues, que hasta ahora tenemos del Anticristo son las que hallan esparcidas acá, y allá en los expositores de la Escritura, conforme van ocurriendo aquellos lugares que parece hablan de esto. Algunos sabios han escrito de propósito sobre el asunto, entre ellos Tomás Malvenda, Leonardo Lesio, y Agustín Calmet. El primero escribió un grueso volumen, el segundo un difuso tratado, el tercero una breve y erudita disertación. En estos tres doctores se halla recogido cuanto se ha pensado sobre el Anticristo, ni parece queda alguna otra noticia que añadir. Con todo eso nos atrevemos a decir, que de todo ello resulta un conjunto de ideas tan extrañas, tan inconexas, tan confusas, que parece imposible sentar el pie en cosa determinada.

119. Represéntase universalmente este Anticristo como un rey o monarca potentísimo, y al mismo tiempo como un insigne seductor, el cual ya con las armas en la mano, ya con prodigios fingidos y aparentes, ha de sujetar a su dominación a todos los pueblos y naciones del orbe, exigiendo de ellas, entre otros tributos, el de la adoración de latría, como a Dios. Se dice comúnmente que debe traer su origen de los Judíos, y de la tribu de Dan. Muchos doctores citados por Malvenda y Calmet, son de parecer que no ha de tener padre, sino madre solamente, y ésta la más impura, la más inicua de todas las mujeres: así como Cristo en cuanto hombre no tuvo más que madre, ésta la más pura, y la más santa de todas las criaturas. Y así como la madre de Cristo lo concibió por obra del Espíritu Santo, así la madre del Anticristo lo concebirá por obra del mismo Satanás, lo cual dicen y defienden que es muy posible. Algunos añaden, que Satanás se unirá con él, de tal modo,   —253→   que el Anticristo no será un puro hombre, sino un hombre-diablo. Aunque esta sentencia es contraria a toda sana teología, y por consiguiente recusada de los doctores católicos. Otros conceden que será un puro hombre con padre y madre; mas concebido en pecado, y por pecado, esto es, o por adulterio, o por incesto, o por sacrilegio, a lo cual dicen, que alude San Pablo cuando lo llama el hombre de pecado.

120. Aunque será dotado de su libre albedrío, como todos los hombres; mas según unos, no tendrá otro ángel de guarda sino el mismo Satanás, el cual por permisión divina lo acompañará toda su vida, sin apartarse de él un momento. De este sapientísimo maestro y fiel compañero aprenderá el Anticristo toda suerte de prestigios y magias, con que hará prodigios en el mundo. Otros le conceden ángel de guarda; mas este ángel lo abandonará enteramente, cuando él empiece ya a abrogarse los honores divinos.

121. El lugar de su nacimiento y el principio de su grandeza, dicen, que será Babilonia, en cuyas ruinas y en cuyas cercanías deberá estar establecida, sino toda la tribu de Dan, a lo menos alguna familia de esta tribu, que debe producir un fruto tan singular. Aquí en Babilonia el Anticristo, ya de edad varonil, se fingirá el Mesías, y comenzará a hacer tantas y tan estupendas maravillas, que esparcida luego la fama, volarán los Judíos de todas las partes del mundo, y de todas las tribus, a unirse con él, y ofrecerle sus servicios. Viéndose reconocido por el Mesías, y adorado de todas las tribus de Israel, dejando a Babilonia su patria, partirá con este ejército formidable a la conquista de la Palestina. Ésta se le rendirá al punto con poca o ninguna resistencia. Las doce tribus se volverán a establecer en la tierra de sus padres, y en breve tiempo edificarán para su Mesías la ciudad de Jerusalén, que debe ser la capital o la corte de su imperio universal. Desde Jerusalén conquistará el Anticristo con gran facilidad todo lo restante de la tierra, si es que no la va conquistando antes de ir a Jerusalén, que así lo piensan otros con igual   —254→   fundamento. Para la conquista de todo el mundo no solo será ayudado de sus fieles hebreos, y otras naciones orientales, mas también de todos los diablos del infierno, que llamados de su príncipe Satanás, vendrán al punto, dejando toda otra ocupación. Entre otros servicios que harán los diablos al Anticristo, el más importante de todos será el descubrir cuantas riquezas están escondidas en la tierra y en el mar, y ponerlas todas en sus manos. Con este subsidio, ¿qué dificultad habrá que no se venza, o cerradura que no se abra?

122. Hecho, pues, este mísero y vilísimo judío, rey universal de toda la tierra, y sujetos a su imperio todos los pueblos, tribus y lenguas, no por eso quedará satisfecha su ambición. Inmediatamente entrará en el pensamiento impío y sacrílego de hacerse Dios, y el único Dios de todo el orbe. Para esto prohibirá en primer lugar con severísimas penas, no solo el culto de los falsos dioses, y el ejercicio de todas las falsas religiones, sino principalmente el culto del verdadero Dios de sus padres, y sobre todo, el ejercicio de la religión cristiana. Con esto empezará luego la más terrible, la más cruel, la más peligrosa persecución contra la Iglesia de Jesucristo, que durará tres años y medio. En este tiempo se dejarán ver en el mundo Enoc y Elías, reservados por la providencia divina para resistir al Anticristo y contener de algún modo aquel torrente de iniquidad. Estos dos Profetas le harán tan grande oposición, y pondrán en tantos conflictos, que traerán contra sí la indignación y furor de este monarca: los perseguirá con todo su poder, y aunque con gran trabajo, y solo después de cuarenta y dos meses, al fin los habrá a las manos, y los hará morir cruelísimamente en la misma ciudad de Jerusalén, como se dice en el capítulo XI del Apocalipsis. (Si en este lugar del Apocalipsis se habla de Elías y Enoc, o de otra cosa muy diversa, lo veremos en otra parte.) Seguirá a pocos días la muerte del Anticristo, que unos refieren de un modo, y otros de otro, como si fuese un suceso ya pasado, escrito por diversos historiadores; con la cual muerte, la Iglesia   —255→   y el mundo entero empezará a respirar, quedando todo en una perfecta calma, y en una alegría universal. Los obispos que se hubiesen escondido en los montes y cuevas, y escapado por este medio de aquel naufragio, volverán a tomar sus sillas, acompañados de su clero, y de algunas otras familias cristianas que los hubiesen seguido en su destierro voluntario. En este tiempo sucederá la conversión de los Judíos, según la opinión universal entre los intérpretes, los cuales en su sistema no hallan, ni es posible que hallen dónde colocar este suceso tan claramente anunciado de toda la Escritura; y entonces, dicen, se acabará de predicar el evangelio en toda la tierra, y el Señor vendrá a juzgar, cuando sea su tiempo.

123. Esta es en compendio toda la historia del futuro Anticristo que hallamos en los mejores historiadores, y a esto se reducen todas las noticias que tenemos de este gran personaje. Algunas otras quedan fuera de estas, que no son tan interesantes, como verbi gratia su nombre, su carácter, su fisonomía, sus milagros en particular, y el tiempo preciso en que ha de aparecer en el mundo, que muchos se atrevieron a señalar. El tiempo ha falsificado ya los más de estos pronósticos, entre los cuales quedan todavía dos por falsificarse. El de Juan Pico Mirandulano, que promete al Anticristo para el año de 1794, y el de Jerónimo Cardano para el de 1800. En todas estas noticias, y otras que omito por la brevedad, y se pueden ver en Malvenda, y Calmet, yo no hallo otra cosa más verdadera, ni más bien fundada, que lo que dice y confiesa el mismo Calmet hacia el fin de su disertación, por estas palabras: Del cual perdidísimo varón apenas tenemos algunas cosas ciertas, inciertas y problemáticas innumerables: por lo cual el tiempo determinado de su venida, su patria, origen, parientes, infancia, nombre, extensión de su imperio, y género de su muerte, todo es dudoso466.

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Se pide y examina el fundamento de estas noticias

Párrafo II

124. El examen prolijo de todas las noticias que acabamos de recoger, sería cuando menos un trabajo perdido: Se sabe de cierto, aun por confesión de los mismos interesados, que las más de ellas, o casi todas no tienen otro fundamento que la imaginación viva de algunos, que así lo meditaron, y que después de la meditación, se atrevieron también a escribirlo, ciertos y seguros de que en aquellos siglos en que todo pasaba, no había que temer contradicción. No obstante, entre esta muchedumbre de noticias hay algunas pocas que se presentan con algún aire o apariencia de verdad: ya por la autoridad de algunos padres, que las adoptaron, o a lo menos las sospecharon, ya por el consentimiento casi universal de los doctores, ya también por fundarse (como dicen) en algunos lugares de la Escritura, que es lo principal. Parece que a estas pocas alude el padre Calmet, cuando dice: apenas tenemos algunas pocas cosas ciertas...467 modo de hablar no poco equivoco, que no deja de mostrar bien la mente del autor.

125. Pues estas pocas apenas ciertas, o estas ciertas apenas pocas, se reducen a cuatro principales, de donde pueden haber nacido todas las otras. Primera, el origen del Anticristo: segunda, su patria, y principios de su grandeza: tercera, su corte en Jerusalén, como rey propio de los Judíos, creído y recibido por su verdadero Mesías: cuarta, su monarquía universal sobre toda la tierra. En estos cuatro artículos parece que convienen casi cuantos doctores han tratado del Anticristo; y sobre esta suposición, como si fuese indubitable, hablan comúnmente los intérpretes de la Escritura. No negamos que la autoridad de tantos sabios sea de grande peso: y si como se trata de cosas futuras, se tratase de sucesos pasados, sería una insigne necedad no dar crédito a tantos testigos dignos de todo respeto y veneración; mas como las cosas futuras pertenecen únicamente   —257→   a la ciencia de Dios, y de ningún modo al ingenio y ciencia del hombre, ninguno puede con razón quejarse, de que en un negocio de tanta importancia que a todos nos interesa, suspendamos por un momento nuestro asenso hasta asegurarnos cuanto nos sea posible de la verdad: hasta ver, digo, si las noticias de que hablamos las ha dado el que solo puede saberlas, o son conformes a lo que hallamos en los libros sagrados.

Artículo I

Origen del Anticristo

126. Se debe suponer como una verdad, por sí conocida, que ningún hombre quede saber el origen del Anticristo sin revelación expresa de Dios; así como ninguno pudiera saber que ha de haber el Anticristo, si Dios no se hubiera dignado revelarlo. Los autores mismos que hacen venir al Anticristo de los Judíos, y de la tribu de Dan, se hacen cargo tácitamente de la verdad de esta suposición. Así, no satisfechos con la mera autoridad extrínseca, que en estos asuntos nada prueba, señalan el fundamento de la Revelación divina, citando tres lugares de la Escritura, los únicos que han podido hallar: veámoslos.

127. El primero es el capítulo cuarenta y nueve del Génesis, en que bendiciendo Jacob a sus hijos, y llegando a Dan, le dice estas palabras (versículo diez y seis): Dan juzgará a su pueblo como cualquiera otra tribu en Israel. Sea Dan culebra en el camino, ceraste en la senda, que muerde las pezuñas del caballo, para que caiga hacia atrás su jinete. Tu SALUD esperaré, Señor468. De esta profecía de Jacob se sigue legítimamente esta consecuencia. Luego el Anticristo ha de nacer de la tribu de Dan,   —258→   luego ha de ser judío o hebreo. Si alguno se atreviese a negar una consecuencia tan justa, ¿qué se hará con él? Se le mostrará, dicen, la autoridad de los santos padres que entendieron unánimemente esta profecía del Anticristo, y al Anticristo la acomodaron; y esto deberá bastar, aunque el texto no lo diga tan claramente. Bien: pero si en este punto no hay tal consentimiento unánime de los santos padres: si solo algunos pocos tocaron este punto: si entre estos pocos algunos entendieron la profecía de otro modo: si aquellos mismos que la acomodaron al Anticristo, ni hablaron asertivamente, sino por modo de mera conjetura: en este caso, ¿no será lícito negar aquella consecuencia? Pues, señor mío, así es. Los padres que tocaron este punto, conjeturaron dos cosas diversas, sin empeñarse mucho por la una, ni por la otra parte. Unos sospecharon que se hablaba del Anticristo: otro más literalmente pensaron que se hablaba de Sansón: San Jerónimo es uno de estos últimos, a quien han seguido muchísimos intérpretes, entre ellos Lira, el Tostado, Pereira, Delrio, etc.

128. Ahora, si se mira el texto con alguna atención particular, además de hallarse oscurísimo (como casi todas las profecías del santo patriarca, enderezadas a sus otros hijos, las cuales, tal vez no han tenido hasta ahora su perfecto cumplimiento, mas lo tendrán a su tiempo) si se mira el texto, digo, con particular atención, se concibe mucha menor dificultad en acomodarlo a Sansón, que en acomodarlo al Anticristo: porque al fin sabemos de cierto por la misma Escritura, que Sansón, aquel hombre tan singular, tan extraordinario, tan único, fue de la tribu de Dan: sabemos que juzgó a su pueblo, como anuncia la profecía469: sabemos en suma, otros sucesos particulares de la vida de Sansón, que tienen gran semejanza con lo que dice la profecía. Siendo esto así, ¿qué necesidad tenemos de recurrir para el cumplimiento de la profecía a otra cosa futura, infinitamente incierta, de la que por otra parte nada consta, como es el origen del Anticristo?

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129. El segundo lugar de la Escritura que se alega para probar el origen del Anticristo de la tribu de Dan, y por consiguiente de los Judíos, es el capítulo octavo de Jeremías, en donde se leen estas palabras, versículo 16: Desde Dan ha sido oído el bufido de los caballos de él: a la voz de los relinchos guerreros de él se estremeció toda la tierra. Y vinieron, y devoraron la tierra, y cuanto había en ella: la ciudad y sus moradores470. Yo convido a cualquiera que sepa leer, a que lea este capítulo octavo de Jeremías. Después que lo haya leído con mediana atención, le preguntaré: ¿de qué misterio se habla en él? Y al punto me responderá sin que le quede duda, ni aun sospecha de duda, que se habla manifiestamente de la venida de Nabuco contra Jerusalén. Se dice, que desde Dan se oye el relincho de los caballos, y la voz y estrépito formidable de armas y de soldados, porque la ciudad de Dan, la cual artes se decía Lais471, fue conquista de seiscientos hombres de la tribu de Dan, que le pusieron el nombre de su padre, y habitaron en ella hasta el día de su cautiverio472. Y esta ciudad de Dan era la primera hacia el norte, por donde debía entrar necesariamente el ejército caldeo. Este es todo el misterio de esta profecía, claro y palpable. Los expositores mismos lo entienden así en su propio lugar; aunque no dejan muchos de añadir (no se sabe para qué) que en sentido alegórico se entiende, o puede entenderse todo esto del Anticristo. Con la cual advertencia parece, que pretenden una de dos cosas (si acaso no son las dos a un mismo tiempo); o que el origen del Anticristo de la tribu de Dan es una verdad bien comprobada por otra parte; o que el sentido alegórico es un mentido a discreción; de modo que con cualquier texto de   —260→   la Escritura se puede probar cualquiera otra cosa que se quiera, con solo decir, que aquel texto, tomado en sentido alegórico, lo dice así.

130. Ya que tocamos este punto, no perdamos la ocasión de decir sobre él una palabra. Nos importa muchísimo para nuestro gobierno entender bien, y tener bien presente lo que quiere decir sentido alegórico. Si esta advertencia es inútil respecto de muchos, pudiera no serlo respecto de algunos, a quienes también somos deudores. Como alegoría, y figura son dos palabras de dos lenguas que significan una misma cosa; así, sentido alegórico, no es otra cosa que sentido figurado. Por lo cual, quien dice: esto se entiende alegóricamente de aquello; lo que quiere decir es, esto es una figura, o una sombra de aquello. Ahora: para poder decir con verdad esto, se requiere entre otras condiciones, una absolutamente necesaria e indispensable. Es a saber: que la cosa figurada sea actualmente o haya sido, o haya de ser ciertamente alguna cosa real, verdadera y existente en la naturaleza, por consiguiente esta existencia real debe constar por otra parte y saberse de cierto. Sin esto, así como no se puede asegurar la cosa misma, tampoco se podrá asegurar que es figurada por otra. ¿Con qué razón, por ejemplo, se podrá decir, mostrando una pintura: esta es la imagen o la figura del Papa Pío XX? Pruébese primero, y pruébese con evidencia, responderá cualquiera, que ha de haber en los siglos venideros un Papa de este nombre; y después que esto se pruebe, quedará todavía otra cosa que probar, esto es, la conformidad del figurado con la figura. De este modo me parece que se debía proceder con el Anticristo, así en el punto de que hablamos, como en otros más de que hablaremos. Se debía probar en primer lugar, con aquella prueba que pide un suceso futuro, que el Anticristo ha de nacer de la tribu de Dan. Probado esto, se podía ya proceder sobre algún sólido fundamento. Entonces podían mostrar las figuras, y hacer ver su conformidad con el original. Mas traer por toda prueba de un suceso   —261→   futuro, que esto, o aquello lo figura, parece que es exponer a un mismo peligro la figura y el figurado. Con esta sola reflexión, no sería muy difícil hacer volver a la nada, de donde salieron, algunos otros figurados juntamente con sus figuras.

131. El tercer lugar de la Escritura que se alega para hacer venir al Anticristo de la tribu de Dan, es el cap. VII del Apocalipsis; en el cual, nombrándose todas las otras tribus de Israel, y sacándose de cada una de ellas doce mil escogidos o sellados, de la tribu de Dan nada se saca, ni aun siquiera se nombra, lo cual no puede ser por otro motivo, dicen, sino porque de esta tribu ha de salir el Anticristo. A esta dificultad se responde, lo primero: que si en este silencio de Dan hay algún misterio particular, ninguno puede saber, qué misterio sea; así como ninguno puede saber, por qué nombrándose la tribu de Manasés, no se nombra la tribu de Efrain su hermano, sino en lugar de Efrain, se nombra su padre José; siendo cierto, que en la tribu de José se comprenden sus dos hijos Efrain y Manasés.

132. Dije, si hay en esto algún misterio particular; porque tal vez no hay aquí otro misterio, que algún descuido, o equívoco inocente de alguno de los antiquísimos copistas del Apocalipsis, que en lugar de Dan, puso Manasés. La sospecha no carece enteramente de fundamento, si se atiende bien a todo el contexto. Primeramente: San Juan, antes de nombrar las tribus en particular, dice, que los sellados con el sello de Dios vivo serán de todas las tribus de los hijos de Jacob: de todas las tribus de los hijos de Israel473, y luego añade inmediatamente, que de cada una de dichas tribus, llamando a cada una por su nombre, se señalarán doce mil. Conque si queda excluida la tribu de Dan, que fue uno de los hijos de Jacob, no puede ser verdad, que los sellados serán de todas las tribus de los hijos de Israel. Lo segundo: Manasés se halla nombrado en sexto lugar entre los hijos de Balá, después de Néptali,   —262→   donde precisamente debía hallarse Dan, pues Néptali y Dan fueron hijos de Balá, esclava de Raquel. Lo tercero, Manasés no fue hijo, sino nieto de Jacob, y el texto dice, que los sellados serán de todas las tribus de los hijos: por lo cual se nombra la tribu de José, que fue hijo, y no la tribu de Efrain, que solo fue nieto. Dirase, que nombrado José, debe darse por nombrado Efrain, pues la tribu de Efrain, y la de José su padre, eran una misma cosa. Mas también podemos nosotros añadir, que una vez nombrado José, se deben entender, y dar por nombrados sus dos hijos Efrain y Manasés: pues como se lee en el capítulo XLVII de Ezequiel, José tiene doble medida474: lo cual alude claramente a la donación que le hizo su padre de otra parte más, fuera de la que debía tener entre sus hermanos: te doy (le dice) sobre tus hermanos una porción...475 Según esto, parece claro, que así como nombrado José, ya no era necesario nombrar a Efrain; como en efecto no se nombra, así tampoco era necesario nombrar a Manasés. Por consiguiente, en este lugar del Apocalipsis, conforme lo tenemos, parece que falta una cosa y sobra otra. Sobra Manasés, que no fue hijo, sino nieto de Jacob, y falta Dan, que fue propiamente hijo, como todos los otros que se nombran: Y oí (dice el testo) el número de los señalados, que eran ciento y cuarenta y cuatro mil señalados, de todas las tribus de los hijos de Israel476. En el capítulo XLVIII de Ezequiel, nombrándose todas las doce tribus a este mismo propósito, la primera que se nombra es la de Dan.

133. Si esta sospecha no se recibe, no nos empeñaremos mucho ni poco en llevarla adelante. La dificultad no es tan grave que no haya otro modo de resolverla, que por una mera sospecha. Respondemos, pues, lo segundo, que el silencio del Apocalipsis, respecto de la tribu de Dan, haya en esto algún misterio o no lo haya, nada puede   —263→   probar en el asunto de que hablamos. Aunque se supiese por otra parte, y se supiese de cierto que el Anticristo ha de venir de la tribu de Dan, aun en esta suposición, siempre debía mirarse como ilegítima y absurda esta consecuencia, luego por esta razón no se nombra esta tribu entre las otras: luego por esta razón no se ha de sellar en ella con el sello de Dios vivo, luego por esta razón ha de quedar excluida enteramente esta misma tribu de aquel bien y misericordia, a que todas las otras han de ser llamadas a su tiempo. ¿Qué conexión tiene lo uno con lo otro? ¿Qué proporción entre aquella culpa y este castigo? El Anticristo ha de nacer de la tribu de Dan, ¿luego por esta culpa, que todos los individuos de esta tribu habrán cometido voluntariamente, sin saberlo, ni aun sospecharlo, por esta culpa fantástica e imaginaria, toda la tribu con todos sus individuos han de quedar absolutamente reprobados? Aunque Dan mismo, padre de esta tribu, hubiese sido un hombre tan perverso, como se supone el Anticristo, no por eso se podía creer, sin temeridad, que Dios castigase con un castigo tan terrible a toda su descendencia. ¿Cuánto menos se podrá presumir este castigo por la iniquidad de uno de sus hijos?

134. Acaso se dirá que la reprobación de toda esta tribu, no será precisamente por haber producido, o deber producir al Anticristo, sino porque toda ella se declarará por él, y entrará en sus proyectos de iniquidad. Mas fuera de que esto se dirá libremente, sin la menor apariencia de fundamento; por esta misma razón se deberán reprobar todas las demás tribus: pues como nos aseguran comúnmente los mismos doctores, y veremos en el artículo tercero, todas las tribus, no menos que la de Dan, se han de declarar por el Anticristo, todas lo han de creer y recibir por su Mesías: todas lo han de acompañar y servir contra el verdadero Mesías. Si esto es así, como así se supone, no queda otra culpa particular en la tribu de Dan para ser excluida y reprobada, que la de haber de producir al Anticristo. Hasta aquí hablamos sobre la suposición de que el   —264→   origen del Anticristo de la tribu de Dan fuese una cosa bien comprobada por otra parte; mas ¿qué será sino estriba sobre otros fundamentos que los que acabamos de ver? Si hubiese otros mejores, es claro que no dejaran de producirse. Si estos son suficientes o no, a cualquiera le será fácil decidirlo, si quiere mirar este punto con formalidad. El P. Calmet, hablando de esto mismo, confiesa al fin ingenuamente la verdad: confesamos, dice, que nada cierto hemos podido adelantar en las varias conjeturas sobre el origen y nacimiento del anticristo477: y no obstante, en los intérpretes más clásicos de la divina Escritura se habla frecuentemente de los danistas hermanos del Anticristo, como si la noticia fuese indubitable. No extrañéis, amigo, que yo me declare en favor de los danistas, y me empeñe tanto por ellos; pues aunque no soy de la tribu de Dan, la debo mirar con ternura, como a hermana mía, y con mayor ternura debo mirar la equidad y verdad.

Artículo II

Patria y Principio del Anticristo

135. Acabamos de ver todos los fundamentos que se han podido hallar en la Escritura santa para hacer al Anticristo un Judío o Hebreo de la tribu de Dan: ahora, para hacerlo nacer en Babilonia, y empezar allí a reinar entre prodigios y milagros los más inauditos, ¿qué fundamentos se habrán hallado? Yo los busco por todas partes, y de ninguna manera los hallo478. Pregunto a los doctores más eruditos que han escrito sobre el asunto y han abrazado esta noticia, y parece que tampoco le han hallado algún fundamento: pues no es creíble que guardasen   —265→   tanto silencio, si hubiesen hallado alguno, aunque fuese muy semejante a los del artículo antecedente. El erudito Padre Calmet en su ya citada disertación se hace cargo, y se da por entendido de este gran embarazo. Confiesa que en la realidad no se halla fundamento alguno en la Revelación, y si no fuese, añade, por la autoridad extrínseca, o por el común sentir de tantos escritores, así modernos como antiguos, la noticia no merecía atención alguna. Mas como la autoridad extrínseca, o el común sentir en cualquiera asunto que sea (mucho más en asuntos de futuro), debe estribar sobre algún fundamento real, sólido y firme, quedamos después de esto en el mismo embarazo, como si nos respondieran por la misma cuestión. La autoridad extrínseca, aunque sea un común sentir, principalmente cuando se trata de una cosa futura, no puede de modo alguno estribar sobre sí misma: este es un privilegio que a solo Dios le puede competer. La misma lumbre de la razón nos lo persuade así, y nos lo persuade invenciblemente. Se pregunta, pues, ¿cuál es el fundamento de este común sentir en un asunto tan ajeno de la ciencia del hombre, como es lo futuro? El mismo autor se hace cargo de este segundo embarazo, y aunque mostrando alguna repugnancia, señala en fin modestamente el verdadero fundamento, diciéndonos, que los que han escrito después de San Jerónimo tomaron de él esta noticia479.

136. Si subimos ahora de autor en autor hasta San Jerónimo, y le preguntamos reverentemente al santo doctor, ¿de dónde tomó una noticia tan singular? nos responderá al punto con toda verdad e ingenuidad, que él no ha asegurado jamás que la noticia sea cierta, ni la produjo como opinión propia suya, sino como opinión de otros doctores de su tiempo, que así lo pensaban: para lo cual nos mostrará sus propias palabras sobre el capítulo once de Daniel, diciendo: los nuestros interpretan todas estas cosas del Anticristo, que ha de nacer del pueblo judaico, y ha de   —266→   venir de Babilonia480. De aquí se sigue, que no hay otro fundamento en la realidad, sino que a los principios del siglo quinto, cuando San Jerónimo escribía, se pensaba así. Mas si en este tiempo se pensaba así, es cierto que en todos los tiempos anteriores no se había pensado tal cosa. Más de cien años antes, en tiempo de Diocleciano, se pensaba que el mismo Diocleciano era el Anticristo. Lo mismo se pensaba en tiempo de Marco Aurelio, de Trajano, de Domiciano, y sobre todos, en tiempo de Neroón, pues aún después de muerto, pensaban los Cristianos que no había muerto, sino que estaba escondido para venir luego a ser el Anticristo; mas como vieron que tardaba mucho, mudaron de pensamiento, y pensaron que presto resucitaría para ser el Anticristo. Todas estas cosas y otras semejantes, se pensaron antes del cuarto siglo, como consta de la historia eclesiástica, y a ninguno le pasó por la imaginación que Diocleciano, o Marco Aurelio, o Trajano, o Domiciano, o Nerón, fuesen naturales de Babilonia, ni mucho menos que fuesen Hebreos de la tribu de Dan. Conque el pensarse así en un siglo, y el pensarse de otro modo en otro, si no se alega otro fundamento, nada prueba en la realidad, y quedamos en perfecta libertad para pensar otra cosa.

137. En cuyo supuesto, lo que yo pienso es, que Babilonia no solo no será patria del Anticristo, pero ni lo podrá ser. Fúndome entre otras cosas en la profecía de Jeremías, que hablando de propósito contra Babilonia, dice así: y no será habitada en adelante para siempre, ni será edificada hasta en generación y generación. Así como destruyó el Señor a Sodoma, y a Gomorra, y a sus vecinos, dice el Señor, no morará allí varón, ni la habitará hijo de hombre481. Diréis acaso, que esta profecía habla solamente   —267→   de la antiquísima Babilonia, situada sobre el Éufrates, que fue la corte del imperio Caldeo; no de otra Babilonia que se edificó después sobre el Tigris, y subsiste hoy día; ni tampoco de la Babilonia de Egipto; y así la una como la otra puede ser la patria del Anticristo: mas de esto mismo os pediré yo alguna prueba o algún fundamento razonable.

Artículo III

El Anticristo será creído y recibido de los Judíos como su verdadero Mesías, por cuyo motivo pasará su corte de Babilonia a Jerusalén.

138. Esta noticia creída y recibida como verdadera entre los intérpretes de la Escritura, ¿qué fundamento puede tener? ¿Cuál podrá ser su verdadero origen? ¿Habrá sobre ello alguna cosa en la Revelación? No os canséis, señor, inútilmente en revolver para esto toda la Biblia sagrada: tampoco os canséis en preguntar a los mismos intérpretes, porque no hallaréis otro fundamento que una suposición, sobre la cual, como si fuese indubitable, proceden ya con gran seguridad. ¿Cuál es esta suposición? La que queda ya examinada y negada en el artículo primero: esto es, que el Anticristo ha de ser un judío o hebreo de la tribu de Dan. En esta suposición mirada como cierta, es ya facilísimo seguir adelante con la historia. Las consecuencias son tan naturales, que por sí mismas se van presentando una tras otra a la imaginación. Vedlas aquí.

139. ¿El Anticristo judío? Luego por los Judíos deberá comenzar, luego para hacer entre ellos una gran figura, deberá persuadirles, en primer lugar, que él es el verdadero Mesías, que ellos esperan (según sus escrituras) y deberá también ocultarles, digo yo, debajo del más profundo secreto,   —268→   su origen de la tribu de Dan, porque si esto se llega a saber o sospechar, se habrá errado el tiro, y quedará todo perdido sin esperanza de remedio; pues no hay judío alguno, aun entre la más ínfima plebe, que no sepa y crea que su Mesías ha de venir de la tribu de Judea, y de la familia de David: ¿mas este secreto se guardará fielmente? Prosigamos con nuestras consecuencias.

140. ¿El Anticristo judío, creído Mesías, y reconocido por tal de los Judíos? Luego todos los millares o millones de Judíos, que están esparcidos entre todas las naciones del mundo, volarán al punto a buscarlo, y unirse con él. ¿El Anticristo judío, creído Mesías, escoltado de millares o millones de soldados voluntarios, llenos todos de coraje y de celo? Luego su primer pensamiento y su primera expedición deberá ser la conquista de la tierra de sus padres, para evacuarla de sus usurpadores, y volver a establecer en ella a todas las tribus de Jacob. En suma: ¿El Anticristo judío, creído y reconocido por Mesías, conquistador y vecino de la Palestina? Luego es naturalísimo que se olvide de Babilonia, y ponga su corte en Jerusalén, donde estuvo en tiempo de David, de Salomón, y de todos los reyes sus sucesores. Luego esta ciudad, arruinada primero por los Caldeos, y después por los Romanos, volverá a edificarse de nuevo con mayor grandeza y magnificencia, por el trabajo, celo y furor de todas las tribus, ayudadas de todas las legiones del ángel de guarda del mismo Anticristo, esto es, de Satanás. ¡Qué consecuencias tan naturales! Mas si por desgracia se halla falsa, y cae como tal aquella suposición sobre la cual se ha edificado con tan nimia confianza, ¿no será también una consecuencia naturalísima, que caiga sobre ella todo el edificio?

141. Este temor, que no es fácil disimular, ha obligado a algunos doctores graves a buscar en la Escritura divina algunos otros fundamentos, o siquiera algunos pilares con que sostener un edificio tan vasto, y al mismo tiempo tan poco fundado. Los que se han hallado hasta ahora después de infinitas diligencias, se miran comúnmente por suficientes,   —269→   si no para asegurar el edificio, a lo menos para suplir por algún tiempo, mientras se discurre otra cosa mejor. Véamoslos.

142. Dos puntos principales contiene toda esta noticia, de que hablamos. Primero, que los Judíos creerán, y recibirán por su verdadero Mesías al Anticristo. Segundo, que el Anticristo recibido de los Judíos por Mesías, pondrá la corte de su imperio en Jerusalén. El primer punto se pretende sostener con aquellas palabras del Señor, que se leen en el evangelio de San Juan: Yo vine en nombre de mi Padre (les dice a los Judíos), y no me recibís: si otro viniere en su nombre, a aquel recibiréis482: las cuales palabras, nos dicen, aunque no nombran expresamente al Anticristo, se entiende bien que hablan de él, y lo que anuncian es, que los Judíos recibirán al Anticristo por su Mesías, en castigo de no haber querido recibir a Cristo.

143. Óptimamente. Y si estas palabras, o esta profecía del Señor ha tenido ya su perfecto cumplimiento, ¿será bien en este caso dejar lo cierto, por lo incierto, lo que sabemos, por lo que ignoramos, lo que ya sucedió, por lo que puede suceder? ¿Será bien disimular el cumplimiento real y verdadero de la profecía, y esperar una cosa inciertísima, para que la profecía pueda cumplirse? Y si no hay tal Anticristo judío, ni tal Anticristo falso Mesías, ¿cómo quedará una profecía del Hijo de Dios? Quedará convencida de falsa, sin poder verificarse en toda la eternidad. Este inconveniente gravísimo está evitado con decir y confesar, lo que nadie ignora: esto es, que la profecía de que hablamos, ya se cumplió con tanta plenitud, que nada más nos queda que esperar. Dejo aparte la turba de falsos y pequeños Mesías, que en varios tiempos han engañado a los Judíos, y ocasionádoles nuevos y mayores trabajos. En las Actas de los Apóstoles483 se hace mención de uno, y en la historia consta de varios.

  —270→  

144. Mas aunque no hubiera habido otro que aquel insigne Bar-Cochebas, que apareció en tiempo de Adriano, en este solo estaba llena la profecía: si otro viniere en su nombre, a aquel recibiréis484. Este falso Mesías vino tan en su nombre, que todos los títulos o credenciales que presentó a los Judíos, se redujeron a sola la significación de su nombre; pues Bar-Cochebas, quiere decir hijo de la estrella. Por ser o llamarse hijo de la estrella, debía ser creído y recibido por Mesías, según la profecía de Balán, que dice: De Jacob nacerá una estrella485. En efecto fue recibido de todos los que moraban en la Palestina, y esparcida luego la voz por todas las provincias del imperio romano, en todas partes se alborotaron los Judíos, entrando en grandes esperanzas de sacudir el yugo de las gentes. La cosa pasó tan adelante, que puso en cuidado a todo el imperio; y fue bien necesaria toda la vigilancia y plenitud de Adriano, que era buen soldado, para quitar y contener a los Judíos de las provincias de occidente, mientras se preparaba para la guerra formal que era preciso hacer a Bar-Cochebas.

145. Este había engrosado tanto, no solo con los Judíos que habitaban en la Palestina, sino con otros muchísimos que cada día se le agregaban, que se había apoderado de las plazas fuertes de Judea, pasando a cuchillo toda la guarnición romana, y todo cuanto pertenecía a los Romanos; y aprovechándose de todas las armas y de todas las riquezas del país, de modo que fue menester tres años de guerra viva, y no poca sangre romana para sujetar aquellos rebeldes, que despreciaban la vida por la defensa de su Mesías. Muerto este y con él nada menos de 480.000 Judíos, los que quedaron vivos, fueron vendidos por esclavos, y esparcidos otra vez a todos vientos486. Estos fueron los bienes que trajo a nuestra nación el hijo de la estrella.   —271→   Castigo terrible; pero bien merecido: Yo vine en nombre de mi Padre, (dijo Jesucristo) y no me recibís: si otro viniere en su nombre, a aquel recibiréis. No tenemos, pues, necesidad de esperar un Anticristo judío, solo imaginario, y en él otro falso Mesías, sin comparación mayor que Bar-Cochebas, para que se verifique la profecía del Señor; pues en este falso Mesías, conocido de todos, la hemos visto plenamente verificada.

146. Parece una verdadera crueldad (ni me ocurre otro nombre más propio que poderle dar) lo que vemos con nuestros ojos frecuentemente practicado por los doctores cristianos, respecto de los miserables Judíos. De manera, que no solamente les niegan o escasean aquellos anuncios favorables que se leen claros y expresos en sus Escrituras, los cuales hasta ahora no se han verificado; no solamente les ponderan, y agravan más los que son conocidamente contrarios; no solamente les añaden sin escrúpulo otros anuncios amargos y tristísimos, como si fuesen tomados de la Revelación; sino que como si esto fuera poco, pretenden tal vez, que todavía se deben verificar con mayor rigor, aun aquellos anuncios contrarios que ya se han verificado, aunque sea necesario añadir para esto noticias y circunstancias de que la Escritura divina no habla palabra. Perdonad, amigo, esta breve digresión, porque de la abundancia del corazón habla la boca487. Cuando lleguemos al fenómeno quinto empezaréis a ver si me lamento con razón.

147. Caído, pues, este primer punto de la noticia, esto es, que el Anticristo ha de ser creído y recibido de los Judíos por su verdadero Mesías: el segundo punto cae de suyo, sin que nadie lo mueva. ¿De dónde se prueba que el Anticristo ha de poner en Jerusalén la corte de su imperio? ¿Sabéis de dónde? De que ha de ser recibido de los Judíos por su rey y Mesías. Y esto ¿de dónde se prueba? De que ha de ser judío. ¿Y esto de dónde? De que ha de ser de la tribu de Dan. Y esto... Es cosa   —272→   verdaderamente admirable lo que leemos del Anticristo. Las noticias son innumerables, y todas se aseguran, unas más, y otras menos, con gran formalidad. Mas si llegamos por curiosidad a examinar el fundamento en que estriban, nos hallamos con una maravilla, y la que más sorprende de todas, quiero decir, que todas estas noticias no tienen otro fundamento que ellas mismas: todas estriban sobre sí mismas, y mutuamente se sostienen. Las primeras son fundamento de las segundas, y las segundas lo son de las primeras. Estas estriban sobre las que se siguen, y las que siguen sobre las que preceden, y todo ello no parece otra cosa que un edificio magnífico, construido en el aire y conservado milagrosamente, donde aparece nuestro Anticristo como un fantasma terrible, como un espectro o como un ente de razón.

148. Mas esta corte en Jerusalén, de este rey Anticristo, o de este monarca fantástico, ¿no tiene por otra parte otros fundamentos? ¿No hay en toda la Escritura divina algunos lugares de donde esto conste, o se pueda inferir? Amigo mío, esto es mucho pedir. Si estos fundamentos los buscáis en la Escritura misma, os cansáis inútilmente. Sabed de cierto, que no los hay. Mas si los buscáis en otras fuentes, o en otros libros que no son canónicos, hallaréis fácilmente con que suplir en caso de necesidad. ¿Cuáles son estos fundamentos? Ven y ve. Son aquellas profecías las más magníficas favorables a Jerusalén, que hasta ahora no han tenido ni han podido tener su cumplimiento. Estas profecías son tantas, tan claras, tan expresivas, y anuncian a Jerusalén tanta grandeza, tanta prosperidad, y al mismo tiempo tanta justicia y santidad, que por eso mismo se han hecho increíbles en el sistema ordinario de los doctores. Así, algunas pocas se han procurado acomodar por los mejores intérpretes que llamamos literales, a la vuelta de Babilonia, en sentido literal, otras a la Iglesia presente en sentido alegórico, otras más difíciles e impenetrables a la Jerusalén celestial, en sentido anagógico: y otras a cualquiera alma santa en sentido místico, y otras en fin que   —273→   repugnan invenciblemente todos estos sentidos, y en que el Espíritu Santo quiso quitar todo efugio, hablando expresamente de aquella Jerusalén que fue corte de David, de Salomón, etc., y que por sus pecados fue destruida por Nabuco, y después por los Romanos, y ahora está y estará hasta su tiempo conculcada de las gentes, etc., estas profecías; digo, se procuran acomodar (no se sabe en qué sentido) a los tiempos del Anticristo, cuando este fantasma ponga en Jerusalén la corte de su fantástico imperio. Si alguno se atreve a preguntar, ¿con qué razón se hace todo esto, con qué fundamento, con qué autoridad, y con qué licencia? se puede esperar, no sin gran fundamento que la respuesta tenga mucho más de sonido, que de sustancia. Estas profecías de que hablamos, favorables a Jerusalén, forman un fenómeno muy grande, que deberemos observar atentamente, cuando sea su tiempo. El detenernos ahora en esto, fuera un verdadero desorden, y nos hiciera más daño que provecho.

Artículo IV

Monarquía universal del Anticristo

149. Pues este hombre tan singular, este mísero judío, este mago, este seductor insigne, viéndose en el trono de Israel recibido por Mesías, amado y adorado de todas las tribus, entrará luego en los pensamientos de sujetar a su dominación, no solamente las naciones circunvecinas, sino todos los reinos, principados y señoríos: todos los pueblos, tribus y lenguas de todo el orbe de la tierra; sin duda para verificar en sí mismo aquellas profecías que anuncian esta grandeza del verdadero Mesías, hijo de David. Para poner en ejecución un proyecto como éste, deberá enviar por todas las partes del mundo, ya predicadores, llenos de celo; ya ejércitos innumerables y fortísimos, acompañados y sostenidos por todas las legiones de   —274→   Satanás, que unos con persuasiones, otros con milagros estupendos, otros con amenazas, otros con fuerza abierta, obligarán en fin a todo el linaje humano a sujetarse y recibir el yugo. El mismo rey de Israel, acompañado de su pseudoprofeta, y de su ángel de guarda Satanás, no dejará de andar como un rayo de una parte a otra, unas veces hacia el oriente hasta las costas de la India y de la China, sin perdonar una sola de las muchas islas de aquellos mares, otras veces hacia el norte y norueste contra los soberanos de la Europa: otras hacia el mediodía contra todas las naciones del África hasta el cabo de Buenaesperanza, otras hacia el occidente contra toda la América etc., y siempre con tan feliz suceso, que en pocos años tendrá concluida y perfeccionada la grande empresa, y se verá servido, honrado y aun adorado como Dios de todos los pueblos de la tierra.

150. Ahora bien: y de toda esta historia o de la sustancia de ella, ¿quién sale por fiador? ¿De qué archivos públicos o secretos se han sacado unas noticias tan maravillosas? Se supone que no hay ni puede haber otras, que la revelación, porque es historia de lo futuro. ¿Cuál es, pues, esta revelación? Examinémosla de cerca, y con formalidad.

151. Dos lugares de la divina Escritura se alegan comúnmente para probar esta monarquía universal del Anticristo. El primero es el capítulo VII de Daniel, en el cual nos señalan, y nos hacen observar, no ya la cuarta bestia terrible y admirable (porque esta quieren que sea el imperio romano) sino uno de los cuernos que tiene esta bestia en su cabeza, que es el mayor de todos, de quien se dicen y anuncian cosas nada ordinarias. Mas después de leído y considerado todo lo que se anuncia de este cuerno terrible, así como no hallamos vestigio alguno por donde poder siquiera sospechar, que el cuerno insigne, o esta potencia, o este rey haya de ser judío, ni falso Mesías; así tampoco lo hallamos para creer ni sospechar su monarquía universal. Lo que hallamos únicamente es, que esta potencia o este   —275→   rey será mayor que los otros diez que están como él en la cabeza de la terrible bestia, y le sirven de cuernos o de armas. Ítem: que humillará tres de estos diez reyes (de los otros siete nada se dice, ni de los que quedan en lo restante de la tierra). Ítem: que lleno de altivez, orgullo y soberbia, hablará blasfemias contra el Altísimo, y perseguirá a sus santos. En suma, que su presunción será tan grande, que le parecerá posible y fácil mudar los tiempos y las leyes, etc. para todo lo cual se dará licencia por algún tiempo. Esto es todo lo que se lee de esta potencia o de este rey en el capítulo VII de Daniel. Todo lo cual así como puede suceder en Asia, o en África (donde efectivamente lo ponen muchos intérpretes, señalando también los tres reyes que han de ser humillados: esto es, el de Libia, el de Egipto, y el de Etiopía) así puede suceder en Europa, o en América, sin ser necesario hacer a este rey, sea quien fuere, monarca universal de todo el orbe. Demás de esto, ¿cómo se prueba que este cuerno insigne, que nace, crece y se fortifica en la cabeza de la bestia, es propiamente el Anticristo que esperamos, y no la bestia misma? Pero de esto hablaremos más adelante.

152. El segundo lugar que se alega es el capítulo XIII del Apocalipsis, en el cual se habla manifiestamente del Anticristo debajo de la metáfora de una bestia terrible de siete cabezas y diez cuernos. Aquí, pues, se dice que a esta bestia se le dará potestad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación488, y que la adorarán todos los habitadores de la tierra489. Yo creo firmemente lo que anuncia esta profecía, que en el asunto de que hablamos me parece clarísima; mas del mismo modo me parecen clarísimos dos equívocos que se ven en su explicación. Primero, el texto no dice que la potestad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación, se le dará a un rey, o a un hombre individuo y singular, que es lo que se intenta probar,   —276→   solo dice, que esta potestad se le dará a la bestia de que se va hablando, y esta bestia por todas sus señas y contraseñas está infinitamente distante de simbolizar un rey, una persona singular o una cabeza de monarquía. Segundo equívoco, el texto no dice que todos los habitadores de la tierra adorarán a esta bestia con adoración formal de latría como a Dios; solo dice simplemente que la adorarán490, y todos sabemos que es lícito adorar a una criatura, mas no es lícito adorarla como a Dios. Nuestro padre Abrahán, por ejemplo, adoró a los jueces de la ciudad de Heth; Levantose Abrahán (se dice en el Génesis) y se inclinó al pueblo de la tierra, es a saber, a los Hijos de Heth491. ¡Oh, cuán lejos estuvo el padre de todos los creyentes de adorar otro Dios que al Dios de Abrahán! Este punto lo tocamos ahora con tanta brevedad, así por ser facilísimo de comprenderse solo con insinuarlo, como porque luego hemos de volver a él, cuando consideremos la bestia del Apocalipsis.

153. Entre tanto, para no creer esta monarquía universal que no consta de la misma Revelación, nos puede ayudar mucho otra cosa que consta de la misma Revelación, es decir, la estatua de cuatro metales que dejamos observada en el fenómeno primero: allí se habla de solas cuatro monarquías, o reinos o imperios célebres que habrá en nuestra tierra, y el último de todos se lleva hasta la caída de la piedra, o hasta la venida segunda del Mesías, como allí probamos. Ahora, si fuera de estos cuatro imperios, hubiese de haber otro, y éste mayor que todos los cuatro, no solo divididos, sino juntos, parece natural, que se dijese de él alguna palabra, y no se pasase tan en silencio un suceso tan maravilloso. Demás de esto, la piedra debe caer directamente sobre los pies y dedos de la grande estatua, es decir, sobre el cuarto y último reino dividido en muchos, y convertirlo en polvo junto con toda la estatua. Conque   —277→   este cuarto reino deberá estar existente y entero, cuando venga el Señor, porque de otra suerte la piedra errará el golpe, y la profecía no podrá cumplirse. Si este reino está existente y entero hasta la venida del Señor, ¿adónde reinará el Anticristo? ¿Cómo podrá ser monarca universal de toda la tierra? Dicen, que todos los reyes de la tierra, sin dejar de serlo, se le sujetarán a su voluntad, o él los sujetará por fuerza, y le servirán con todo su poder. Para lo cual alegan el capítulo XVII del Apocalipsis, donde hablándose de los diez reyes, se dice: Éstos tienen un mismo designio, y darán su fuerza y poder a la bestia. Porque Dios ha puesto en sus corazones... que den su reino a la bestia492. Mas esta bestia de que se habla, a quien los reyes darán su potestad, no por fuerza, sino voluntariamente, como se infiere claramente del mismo texto, esta bestia, ¿será acaso otro rey como ellos, o algún hombre individuo y singular?

154. Esto era necesario que se probase antes con buenas razones: y ésta debía ser como base fundamental, para poder elevar seguramente un edificio tan vasto, como es una monarquía universal sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación. Porque si el Anticristo con que estamos amenazados, no ha de ser un hombre individuo y singular, sino otra cosa muy diversa, con esto solo desaparece la monarquía universal, con esto solo quedan falsificadas todas las noticias de que hemos hablado, y con esto solo se desvanece enteramente nuestro fantasma.

Se propone otro sistema del anticristo

Párrafo III

155. Que ha de haber un Anticristo, que éste se ha de revelar y declarar públicamente hacia los últimos tiempos, que ha de hacer en el mundo los mayores males, haciendo   —278→   guerra formal a Cristo, y a todo cuanto le pertenece, veis aquí tres cosas ciertas en que ningún cristiano puede dudar, son clarísimas, y repetidas de mil maneras en las santas Escrituras del antiguo y nuevo Testamento. ¿Mas qué cosa particular y determinada debemos entender por esta palabra Anticristo, que es tan general y tan indeterminada, que solo significa contra Cristo? Qué especie de males ha de hacer, de qué medios se ha de valer, etc., son otras tres cosas que no deben estar tan claras en las Escrituras como las tres primeras; pues las noticias o ideas que sobre ellas nos dan los doctores son tan varias, tan oscuras, y tan poco fundadas, como acabamos de observar.

156. ¿Quién sabe si toda esta variedad de noticias (ciertamente increíbles, y aun ininteligibles) se habrán originado de algún principio falso, que se haya mirado y recibido inocentemente como verdadero? ¿Quién sabe, digo, si todo el mal ha estado en haberse imaginado a este Anticristo, o a este contra-Cristo, como a una persona singular e individua, y en este supuesto haber querido acomodar a esta persona todas las cosas generales y particulares que se leen en las Escrituras? Si el principio fuese verdadero, parece imposible, que habiéndose trabajado tanto sobre él por los mayores ingenios, se hubiese adelantado tan poco; mas si el principio no es verdadero, no hay por qué maravillarse: cualquiera médico, o cualquiera abogado, por peritos que sean, se hallan embarazados e insuficientes en una mala causa. Este principio, pues, o este supuesto (o falso, o poco seguro) sobre el cual veo que proceden todos los doctores, así intérpretes como teólogos y misceláneos, de que tengo noticia, me parece, que es el que ha hecho oscuras, inaccesibles, e impenetrables muchísimas de la noticias que nos da la divina Escritura. Este principio o supuesto, mirado como cierto e indubitable, parece que es el que ha hecho imaginar, adivinar y añadir infinitas cosas, y noticias que no constan de la Revelación, para que suplan el lugar de las que constan. Este principio en suma, ha hecho buscar al Anticristo, y aun hallarlo y verlo con   —279→   los ojos de la imaginación, donde ciertamente no está, y al mismo tiempo no verlo o no conocerlo donde está.

157. Casi no hay rey alguno insigne por su crueldad y tiranía con el pueblo de Dios, de quien se hable en las Escrituras, o en historia o en profecía, en el cual no vean los doctores al Anticristo, o en profecía o en figura. Faraón, por ejemplo, Nabucodonosor, rey de Nínive, su general Holofernes, Salmanazar, Senaquerib, Nabuco rey de Babilonia, Antioco Epífanes, Herodes, etc., todos estos muestran al Anticristo en figura. El rey de Babilonia, de quien solo se habla en parábola493, el rey de Tiro:, el príncipe Gog494, el cuerno undécimo de la cuarta bestia, el rey descripto495, el pastor estulto, etc.496, todos estos muestran al Anticristo en profecía. ¿Qué se sigue de todo esto? Se sigue naturalmente, que con este principio, con esta idea y con este supuesto, llegamos a leer aquellos lugares de la Revelación, donde se nos habla de propósito del Anticristo, y no le conocemos, y nos parecen dichos lugares llenos de confusión y de tinieblas, y pasamos sobre ellos sin haber entendido ni aun sospechado lo que realmente nos anuncian.

158. Habiendo, pues, considerado las noticias que parten de este principio, y no hallando en ellas cosa alguna en que asentar el pie, ninguno puede tener a mal, que un punto de tanta importancia, en que se trata de la salvación o perdición de muchos, no solamente de los venideros, sino quizá también de los presentes, busquemos otro sistema y procuremos asentar otro principio, con el cual puedan acordarse bien, y fundarse sólidamente las noticias que nos da la Revelación; proponiéndolo en cualidad de una mera consulta al examen y juicio de los interesados.

Sistema

159. Según todas las señas y contraseñas que nos dan las santas Escrituras, y otras nada equívocas que nos ofrece   —280→   el tiempo, que suele ser el mejor intérprete de las profecías, el Anticristo o el contra-Cristo, de que estamos tan amenazados para los tiempos inmediatos a la venida del Señor, no es otra cosa que un cuerpo moral, compuesto de innumerables individuos, diversos y distantes entre sí, pero todos unidos moralmente, y animados de un mismo espíritu, contra el Señor, y contra su Cristo497. Este cuerpo moral, después que haya crecido cuanto debe crecer por la agregación de innumerables individuos; después que se vea fuerte, robusto y provisto con abundancia de todas las armas necesarias; después que se vea en estado de no temer las potencias de la tierra, por ser ya éstas sus partes principales, este cuerpo, digo, en este estado será el verdadero y único Anticristo que nos anuncian las Escrituras. Peleará este cuerpo Anticristiano con el mayor furor, y con toda suerte de armas contra el cuerpo místico de Cristo, que en aquellos tiempos se hallará sumamente debilitado, hará en él los mayores y más lamentables estragos, y si no acaba de destruirlo enteramente, no será por falta de voluntad, ni por falta de empeño, sino por falta de tiempo; pues según la promesa del Señor, aquellos días serán abreviados... Ysi no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva498. Por tanto, se hallará nuestro Anticristo, cuando menos lo piense, en el fin y término de sus días, y en el principio del día del Señor. Se hallará con Cristo mismo que ya baja del cielo con aquella grandeza, majestad y potencia terrible y admirable con que se describe en el capítulo XIX del Apocalipsis, en San Pablo, en el Evangelio, en los Salmos, y en casi todos los Profetas, como lo veremos en su lugar.

160. Para examinar este sistema, y asegurarnos de su bondad, no hemos menester otra cosa que leer con mediana atención aquellos lugares de la Escritura, donde se habla del Anticristo, y de aquella última tribulación; especialmente   —281→   aquellos pocos donde se habla, no de paso y como por incidencia, sino determinadamente y de propósito. Si todos estos lugares se entienden bien, y se explican fácilmente en un cuerpo moral, sin ser necesario usar de violencia, ni de discursos artificiales, si nada se explica de un modo siquiera perceptible en una persona singular, con esto solo deberá darse por concluida nuestra disputa.

Definición del Anticristo

Párrafo IV

161. Lo primero que se entiende bien en un cuerpo moral, y lo primero que no se entiende de modo alguno en una persona singular es la definición del Anticristo. En toda la Biblia sagrada desde el Génesis hasta el Apocalipsis, no se halla esta palabra expresa y formal Anticristo, sino dos o tres veces en la epístola primera y segunda del Apóstol San Juan, y aquí mismo es donde se halla su definición. Si preguntamos al amado discípulo ¿qué cosa es Anticristo? nos responde por estas palabras: todo espíritu que divide a Jesús, no es de Dios, y este tal es un Anticristo, de quien habéis oído que viene; y que ahora ya está en el mundo499.

162. Os parecerá sin duda a primera vista, que yo voy a usar aquí de algún equívoco pueril, o de alguna especie de sofisma; pues a estas palabras de San Juan les doy el nombre de verdadera definición del Anticristo, siendo cierto (como decís equivocadamente) que San Juan habla aquí solo del espíritu, mas no de la persona del Anticristo. Mas si consideráis este texto con alguna mayor atención; si con la misma consideráis la explicación que se le da, se puede con razón esperar, que el sofisma desaparezca por una parte, y se deje ver por otra donde no se esperaba.

163. Dos cosas claras dice aquí este Apóstol a todos los   —282→   Cristianos: Primera, que el Anticristo, de quien han oído que vendrá cuando sea su tiempo, es todo espíritu que divide a Jesús. La expresión es ciertamente muy singular, y por eso digna de singular reparo. Dividir a Jesús, según su propia y natural significación, no suena otra cosa, por más que otros digan, que la apostasía verdadera y formal de la religión Cristiana, que antes se profesaba; mas considerada esta apostasía con toda su extensión, esto es, no solamente en sentido pasivo, sino también y principalmente en sentido activo, esta es, el magisterio de doctrinas blasfemas contra Cristo. La razón parece evidente y clara por su misma simplicidad; todos los Cristianos, pertenezcan al verdadero o falso Cristianismo, están de algún modo atados a Jesús, y tienen a Jesús de algún modo atado consigo, pues la atadura de dos cosas es preciso que sea mutua. Esta atadura no es otra, hablando en general, que la fe en Jesús; la cual así como puede ser una cuerda fortísima, y realmente, lo es como una cuerda de tres dobleces, cuando la acompasa la esperanza y la caridad; así puede ser una cuerda débil e insuficiente cuando se halla sola, pues sin las obras es muerta, y así puede ser también una cuerda debilísima, y casi del todo inservible, si por alguna parte está ya tocada de corrupción. Mas, o sea fuerte o fortísima la fe en Jesús, como la que tiene un buen católico; o sea la recibida en el bautismo, como la de muchos herejes; o sea debilísima, como la que tiene un verdadero hereje, o un mal católico; todas ellas son verdaderas ataduras, que de algún modo los liga con Jesús, y forma entre ellos y Jesús cierta relación, o cierta unión mayor o menor, según la mayor o menor fortaleza de la cuerda.

164. Ahora pues, ¿quién desata del todo a Jesús, o se desata de Jesús, que es una misma cosa? Solo es aquel que estando de algún modo atado con él, o teniendo con él alguna relación, renuncia enteramente aquella fe en que se funda esta relación; y si antes creía en Jesús, ya no cree, si antes creía que Jesús es Hijo de Dios, hecho hombre, que es el Mesías, que es el Cristo del Señor, prometido en las   —283→   Escrituras, etc., ya nada de esto cree, ya se burla de todo, y de las mismas Escrituras, ya se avergüenza del nombre Cristiano, esto es lo que llamamos propiamente apostasía de la religión Cristiana, la cual ninguno puede dudar que está anunciada en términos bien claros para los últimos tiempos. Es espíritu manifiestamente dice, que en los postrimeros tiempos apostatarán algunos de la fe500, dice San Pablo, y en otra parte, que el Señor no vendrá sin que suceda primero esta apostasía501. Esta anuncia San Pedro en todo el capítulo II de su epístola II, y en la católica de San Judas, y por abreviar, esta anuncia el mismo Jesucristo, cuando dice como preguntando: Mas cuando viniere el Hijo del Hombre, ¿pensáis que hallará fe en la tierra?502 Pues esta apostasía de la religión Cristiana, este dividir a Jesús, cuando ya sea público y casi universal; cuando ya sea con guerra declarada contra Jesús; cuando no contentos muchos con haber desatado a Jesús respecto de sí mismos, procuren con todas sus fuerzas desatarlo también respecto de los otros, este es, nos dice el amado discípulo, el verdadero Anticristo, de quien habéis oído que vendrá503.

165. La segunda cosa que nos dice es, que este mismo Anticristo, de quien hemos oído que vendrá, estaba ya en su tiempo en el mundo504, porque aún en tiempo de San Juan ya comenzaba a verse en el mundo el carácter inquieto, duro y terrible del espíritu, que divide a Jesús, ya muchos apostataban de la fe, renunciaban a Jesús, y eran después sus mayores enemigos, a los cuales el mismo Apóstol les da el nombre de Anticristo,   —284→   así ahora muchos se han hecho Anticristos505, y para que ninguno piense que habla de los judíos o de los étnicos, que en algún tiempo perseguían a Cristo, y a su cuerpo místico, añade luego, que estos Anticristos habían salido de entre los cristianos; salieron de entre nosotros. Lo mismo en sustancia dice San Pablo, hablando de la apostasía de los últimos tiempos, esto es, que en su tiempo ya comenzaba a obrarse este misterio de iniquidad506.

166. De esta definición del Anticristo, que es lo más claro y expreso que sobre este asunto se halla en las Escrituras, parece que podemos sacar legítimamente esta consecuencia: que el Anticristo, de quien hemos oído que ha de venir, no puede ser un hombre, o persona individual y singular, sino un cuerpo moral que empezó a formarse en tiempo de los apóstoles, juntamente con el cuerpo místico de Cristo, que desde entonces empezó a existir en el mundo, y que ahora ya está en el mundo. Porque ya se está obrando el misterio de la iniquidad, que ha existido hasta nuestros tiempos, que existe actualmente, y bien crecido y robusto, y que en fin, se dejará ver en el mundo entero, y perfecto en todas sus partes, cuando esté concluido enteramente el misterio de iniquidad. Esta consecuencia se verá más clara en la observación que vamos a hacer de las ideas que nos da la Escritura del Anticristo mismo, con que nos tiene amenazados.

Ideas del Anticristo, que nos da la divina Escritura.

Párrafo V

167. Si leemos toda la Escritura divina, con intención determinada de buscar en ella al Anticristo, y entender a fondo este grande e importante misterio, me parece, señor mío, y estoy íntimamente persuadido, que en ninguna   —285→   otra parte podremos hallar tantas noticias, ni tan claras, ni tan ordenadas, ni tan circunstanciadas, como en el último libro de la Escritura, que es el Apocalipsis de San Juan. Este libro divino, digan otros lo que quieran, es una profecía admirable, dirigida toda manifiestamente a los tiempos inmediatos a la venida del Señor. En ella se anuncian todas las cosas principales que la han de preceder inmediatamente. En ella se anuncia de un modo el más magnífico la misma venida del Señor en gloria y majestad. En ella se anuncian los sucesos admirables y estupendos que han de acompañar esta venida, y que la han de seguir. El título del libro muestra bien a donde se endereza todo, y cual es su argumento; su asunto, y su fin determinado. Apocalipsis de Jesucristo. -Revelación de Jesucristo.

168. Este título hasta ahora se ha tomado solamente en sentido activo, como si solamente significase una revelación que Jesucristo hace a otro de algunas cosas ocultas o futuras; mas yo leo estas mismas palabras revelación de Jesucristo, y las leo muchísimas veces en las epístolas de San Pedro y San Pablo, y jamás las hallo en sentido activo, sino siempre en sentido pasivo; ni admiten otro estas, revelación o manifestación del mismo Jesucristo en el día grande de su segunda venida. Solo una vez, dice San Pablo, a otro propósito que recibió el evangelio que predicaba, no... de hombre... sino por revelación de Jesucristo507. Fuera de esta vez, la palabra revelación de Jesucristo, siempre siempre significa la venida del Señor que estamos esperando. En el día del advenimiento, o en el día de la manifestación de Jesucristo, son dos palabras ordinarias de que usan promiscuamente los Apóstoles, como que significan una misma cosa: ¿por qué, pues, no podrán tener este mismo sentido verdadero y propísimo, en el título de un libro enderezado todo a la venida o a la revelación del mismo Jesucristo?

169. Digo que este libro divino se endereza todo a   —286→   la venida del Señor: lo cual aunque en gran parte lo conceden los expositores, sin serles posible dejar de concederlo; mas en el todo no parece que pueden según sus principios. Por tanto, se han esforzado en todos tiempos, unos por un camino, y otros por otro, a verificar algunas o muchas profecías de este libro en los sucesos ya pasados de la Iglesia, pensando que todo debe estar allí anunciado, aunque debajo de metáforas oscuras. Mas estos mismos esfuerzos de hombres tan grandes, y el poco o ningún efecto que han producido, parecen una prueba la más luminosa de que en la realidad nada hay en este libro de lo que se ha buscado, ni de lo que se pretende haber hallado. Una profecía, después que ha tenido su cumplimiento, no ha menester esfuerzos ni discursos ingeniosos para hacerse sentir: el suceso mismo, comparado con la profecía, persuade clara y eficazmente que de él se hablaba, y a él se enderezaba.

170. Es verdad que trayéndose a la memoria algunos grandes sucesos que se han visto en el mundo, después que se escribió el Apocalipsis, nos hacen observar aquellos lugares de este libro, donde pretenden que están anunciados. Nos muestran, por ejemplo, ya la predicación de los Apóstoles, y propagación del cristianismo; ya las persecuciones de la Iglesia, y la muchedumbre de mártires que derramaron su sangre y dieron su vida por Cristo; ya el escándalo y tribulación horrible de las herejías; ya también la fundación y propagación del mahometismo; y nos remiten para todo esto al capítulo VI, haciéndonos observar lo que se dice en la apertura de los cuatro primeros sellos del libro.

171. Nos muestran la conturbación y decadencia del imperio romano; la irrupción de los bárbaros a todas sus provincias; la presa y destrucción de Roma, capital del imperio, etc., y nos remiten unos a las plagas del capítulo VIII y IX, otros a las fialas del capítulo XVI, y todos a la meretriz y su castigo del capítulo XVII y XVIII. Nos muestran la fundación de las religiones mendicantes, y los grandes   —287→   servicios que han hecho a la Iglesia y al mundo; y nos remiten a las siete tubas o trompetas del capítulo VIII y IX.

172. Mas si por asegurarnos de la verdad, vamos a leer estos lugares a que nos remiten, si teniendo presentes todos estos sucesos ya pasados, los confrontamos con el texto de la profecía, y con todo su contexto, nos hallamos en la triste necesidad de confesar ingenuamente, que la profecía no ha tenido hasta ahora su cumplimiento; pues aquellos sucesos que se le han querido acomodar por los mayores ingenios, son manifiestamente fuera del caso, son ajenos y distintísimos del texto y contexto de la profecía; ha sido necesario para acomodarse, no solamente el artificio y el ingenio, sino mucho más la fuerza y la violencia declarada, y aún queda todavía manifiesta la improporción y la insuficiencia, pues han quedado fuera, se han olvidado y pasado por alto muchas circunstancias esenciales o gravísimas, que no se dejaron acomodar. Esto se ve con los ojos, me parece, en los doctores más respetables por otra parte, por su elocuencia y erudición; especialmente lo podéis observar en aquellos que han explicado el Apocalipsis con mayor difusión, como son Luis de Alcázar, Tirino, Alápide, Arduino, Calmet; también (si esto me es permitido) el sapientísimo Monseñor Bosuet, de cuyo sistema hablaremos adelante.

173. Es, pues, amigo mío, no solamente probable, sino visible y casi evidente, que el Apocalipsis de San Juan, sin hablar por ahora de los tres primeros capítulos, es una profecía admirable, enderezada toda inmediatamente a la venida o a la revelación de Jesucristo. Las palabras mismas con que empieza esta profecía después de la salutación a las Iglesias, hacen una prueba bien sensible de esta verdad: He aquí (dice San Juan) que viene con las nubes, y le verá todo ojo, y los que le traspasaron. Y se herirán los pechos al verle todos los linajes de la tierra.508

  —288→  

174. Dicho todo esto como de paso, y no fuera de propósito, pues nos ha de servir no pocas veces en adelante, volvamos al Anticristo. Como esta profecía del Apocalipsis, según acabamos de decir, tiene por objeto primario y principal la revelación de Jesucristo, o su venida en gloria y majestad, se recojen en ella, se unen, se explican, y se aclaran con admirable sabiduría, todas cuantas cosas hay en las Escrituras pertenecientes a esta revelación o a esta venida del Señor. No es menester grande ingenio, ni mucho estudio, para advertir en el Apocalipsis aquellas frecuentísimas y vivísimas alusiones a toda la Escritura. Se ven alusiones clarísimas a los libros de Moisés, especialmente al Éxodo, al libro de Josué, al de los Jueces, a los Salmos, a los Profetas, y entre ellos con singularidad y con más frecuencia a los cuatro Profetas mayores, Isaías, Jeremías, Ezequiel, y Daniel; tomando de ellos no solamente los misterios, sino las expresiones, y muchas veces las palabras mismas, como observaremos en adelante.

175. Pues como la tribulación del Anticristo por confesión de todos debe ser uno de los sucesos principalísimos, o el principal de todos, que ha de preceder inmediatamente a la venida o revelación de Jesucristo, es consiguiente que en esta admirable profecía se recojan todas las noticias del Anticristo, que se hallan como esparcidas en toda la Escritura divina, y en efecto así es. Aquí se recojen todas, y todas se unen como en un punto de vista: aquí se ordenan, se explican, y se aclaran con otras más individuales, que no se hallan en otra parte. Siendo esto así, como lo iremos viendo, y como ninguno se atreve formalmente a negarlo, aunque tiren algunos a prescindir de ello, busquemos ya al Anticristo en esta última profecía.

176. Casi todos los intérpretes del Apocalipsis convienen entre sí, como en una verdad general, que la bestia terrible de siete cabezas y diez cuernos, de que tanto se habla en esta profecía, cuya descripción en toda forma se lee en el capítulo XIII, y cuyo fin en el XIX, es el Anticristo mismo, de quien hemos oído que vendrá. Pues esta bestia, y   —289→   todas las cosas particulares que se dicen de ella, ¿cómo se podrán acomodar, como se podrán concebir, si se habla de una persona individual y singular? Consultad sobre esto los doctores más sabios e ingeniosos que han explicado el Apocalipsis. En ellos mismos hallaréis la prueba más convincente de la imposibilidad de esta acomodación; pues no obstante su ingenio y sabiduría, que nadie les disputa, veréis claramente la dificultad y embarazo con que proceden, y la gran confusión y oscuridad en que nos dejan. La sola descripción de la bestia, aunque no se considerase otra cosa, parece inacomodable a una persona singular: repárese.

Apocalipsis, Capítulo XIII

Y vi salir de la mar una bestia, que tenía siete cabezas, y diez cuernos, y sobre sus cuernos diez coronas, y sobre sus cabezas nombres de blasfemia. Y la bestia que vi, era semejante a un leopardo, y sus pies como pies de oso, y su boca como boca de león. Y le dio el dragón su poder, y grande fuerza. Y vi una de sus cabezas como herida de muerte: y fue curada su herida mortal. Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia. Y adoraron al dragón, que dio poder a la bestia, diciendo: ¿Quién hay semejante a la bestia? ¿Y quién podrá lidiar con ella? Y le fue dada boca con que hablaba altanerías y blasfemias: y le fue dado poder de hacer aquello cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre, y su tabernáculo, y a los que moran en el cielo. Y le fue dado que hiciese guerra a los Santos, y que los venciese. Y le fue dado poder sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación. Y le adoraron todos los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos en el Libro de la vida del Cordero, que fue muerto desde el principio del mundo. Si alguno tiene oreja, oiga509.

  —290→  

Explicación de este misterio, supuesto que el Anticristo sea una persona singular.

Párrafo VI

177. La explicación de este gran misterio, que se halla comúnmente en los expositores, y en algunos teólogos insignes, parece sin duda otro misterio mayor o más impenetrable, para mí a lo menos lo es tanto, que ya he perdido la esperanza de entenderla. Dicen primeramente y en general, que la bestia de que aquí se habla, no es otra cosa que el Anticristo, cuyo reinado y principales operaciones se nos anuncian por esta metáfora terrible. Mas como este Anticristo debe ser en su sistema una persona individuo y singular, les es necesario acomodar a esta persona siete cabezas, y explicar lo que esto significa; es necesario acomodarle al mismo tiempo diez cuernos, todos coronados, y es necesario acomodarle otras particularidades que se leen en el texto sagrado. Yo solo busco por ahora la explicación de solas tres, sin cuya inteligencia todas las demás me parecen inaccesibles. Primera, las siete cabezas de la bestia. Segunda, sus diez cuernos. Tercera, la cabeza herida de muerte510, y su milagrosa curación.

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178. Cuanto a lo primero, nos aseguran que la bestia en general es el Anticristo; mas como este Anticristo ha de ser un monarca universal de toda la tierra, como para llegar a esta grandeza ha de hacer guerra formal a todos los reyes, que en aquel tiempo, dicen, serán solos diez en todo el orbe, como de estos diez ha de matar tres, y los otros siete los ha de sujetar a su dominación: por eso estos siete reyes, súbditos ya del Anticristo y sujetos a su imperio, se representan en la bestia como cabezas suyas: tenía (se dice en el Apocalipsis) siete cabezas.

179. Ahora, estos tres reyes muertos por el Anticristo, y estos siete vencidos y sujetos a su dominación, debe de ser una noticia indubitable, y constar expresamente de la Revelación, pues sobre ella se funda la explicación de las siete cabezas de la bestia. No obstante, si leemos el lugar único de la Escritura, a donde nos remiten, nos quedamos con disgusto y desconsuelo de no hallar en él tal noticia, o de no hallarla como la explicación la había menester: una circunstancia que es la única que podía servirle, esa es puntualmente la que falta en el texto. Explícome. Hallamos en el capítulo VII de Daniel una bestia, terrible con diez cuernos, los cuales figuran otros tantos reyes, como allí mismo se dice: hallamos que entre estos diez cuernos, sale otro pequeño al principio; mas, que con el tiempo crece y se hace mayor que todos; hallamos, que a la presencia de este último cuerno ya crecido y robusto, caen y son arrancados tres de los diez; lo cual, como se explica allí mismo, quiere decir, que este cuerno o esta potencia humillará tres reyes511, y humillar no es lo mismo que matar; buscamos después de esto lo que debe suceder con los otros siete reyes que quedan, y no hallamos que se hable de ellos ni una sola palabra. ¿Como, pues, se asegura sobre este sólo fundamento, y se asegura con tanta formalidad, que el Anticristo matará tres reyes, y sujetará a su dominación los otros siete? El texto solo dice, que este último cuerno   —292→   humillará tres, y si los otros siete son vencidos y obligados a recibir el yugo de otra dominación, ¿qué mayor humillación pueden sufrir? Luego en este caso debía decir, que humillará no solo tres512, sino todos los diez. Fuera de esto, ¿con qué razón, con qué fundamento, con qué propiedad se puede decir que este cuerno terrible será el Anticristo, y no la bestia misma espantosa y prodigiosa513, que lo tiene en su cabeza, y usa de él, y lo juega según su voluntad?

180. Crece mucho más el embarazo de esta explicación, si considerando la bestia del Apocalipsis, pedimos que nos muestren en ella con distinción y claridad la persona misma del Anticristo. Por una parte nos dicen en general, que es la bestia, por otra parte nos dicen, que sus siete cabezas son siete reyes súbditos suyos que él (Anticristo) ha vencido y humillado, y que los tiene prontísimos a ejecutar todas sus órdenes y voluntades. Y la persona misma de este Anticristo, digo yo, ¿cuál es? O es el cuerpo trunco de la bestia, sólo y sin cabeza alguna (el cual no puede llamarse bestia sin una suma impropiedad) o aquí falta otra cabeza mayor que todas, que a todas las domine, y de todas se haga obedecer. Es más que visible el embarazo en que se hallan aquí todos los doctores, y es igualmente más que visible, que procuran disimularlo, como si no lo viesen, por lo cual no reparan en avanzar una especie de contradicción, diciendo o suponiendo, que una de las siete cabezas de la bestia es la persona misma del Anticristo. Por otra parte, las siete cabezas de la misma bestia son los siete reyes que han quedado vivos, aunque vencidos y sujetos a la dominación del Anticristo, luego la persona misma del Anticristo es uno de los siete reyes, etc., luego siendo estos siete reyes, como son, las cabezas de la bestia, son al mismo tiempo solas seis. ¡Enigma ciertamente difícil e inexplicable, para cuya resolución no tenemos regla alguna en la aritmética, ni tampoco en el   —293→   álgebra! Según esta cuenta, parece claro, que o sobra aquí la persona del Anticristo, o falta alguno de los siete reyes. La segunda cosa que se debe explicar es, los diez cuernos todos coronados que tiene la bestia514. El texto solo dice, que la bestia tenía diez cuernos propios suyos: sobre sus cuernos; mas no dice si todos diez estaban en una sola cabeza, o si estaban repartidos entre todas: esta circunstancia no se expresa. No obstante, los doctores los ponen todos diez o los suponen en una sola cabeza, a quien hacen la persona del Anticristo; y así dicen, que los diez cuernos son los diez reyes que entonces habrá en el mundo, todos súbditos del Anticristo, y prontos a ejecutar sus órdenes. De aquí se sigue otra especie de contradicción u otro enigma, no menos oscuro y difícil de resolver; este es, que el Anticristo tendrá a su disposición diez reyes todos coronados, y por consiguiente vivos y actualmente reinantes, y al mismo tiempo solo tendrá siete. ¿Por qué? Porque según nos acaban de decir en la explicación de las siete cabezas, estas significan los siete reyes que han de quedar vivos y súbditos del Anticristo, después de la muerte de los otros tres. Si solo han quedado siete vivos, ¿como aparecen en la cabeza de la bestia todos diez coronados? Podrá decirse, que en lugar de los tres reyes muertos, pondrá de su mano el Anticristo otros tres, que le quedarán obligados, y lo servirán con empeño y fidelidad, con los cuales se completará el número de diez. Pero además que esto solo podrá decirse libremente, sin apariencia de fundamento, en este caso fueran también diez y no siete las cabezas de la bestia, pues según la explicación, lo mismo significan las cabezas que los cuernos; luego si los cuernos son diez reyes por haber entrado tres de nuevo, y ocupado el lugar de los tres muertos, por esta misma razón deberán ser diez las cabezas.

181. La tercera cosa que hay que explicar es, la herida de muerte de una de las siete cabezas, su maravillosa curación,   —294→   y lo que de esto resultó en toda la tierra. Y vi (dice el texto) una de sus cabezas, como herida de muerte, y fue curada su herida mortal. Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia... y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién hay semejante a la bestia? ¿Y quién podrá lidiar con ella? Los intérpretes se dividen aquí en dos opiniones. La primera dice, que uno de aquellos siete reyes súbditos ya del Anticristo, o morirá realmente, o enfermará de muerte sin esperanza alguna de vida; y el Anticristo públicamente a vista de todos, y sabiéndolo todos, lo resucitará, y lo sanará por arte del diablo. La segunda opinión comunísima dice, que la cabeza herida de muerte será el mismo Anticristo, que es una de las siete, el cual morirá, y resucitará al tercero día, todo fingidamente, para imitar con esto (añaden con gran formalidad) la muerte y resurrección de Cristo. De aquí resultará en toda la tierra una tan grande admiración, que todos sus habitadores adorarán como a Dios al mismo Anticristo que hizo aquel milagro, y también al dragón o al diablo, que le dio tan gran potestad. ¡Oh, qué ignorantes, qué rústicos, qué groseros, qué brutales estarán en aquellos tiempos todos los habitadores de la tierra, pues un juego de manos de un charlatán bastará para llenarlos a todos de admiración, para hacerlos hincar las rodillas al mismo charlatán, como a Dios, y también para adorar como a Dios al mismo Satanás! Es de creer, que en aquellos tiempos ya no habrá en el mundo ni filósofo, ni filosofía; ya no habrá crítica; ya no habrá sentido común; ya no habrá lumbre de razón. ¡Qué mucho que entre gente tan bárbara se haga el astuto judío monarca universal, y Dios de toda la tierra!

182. Ahora, esta imitación de la muerte y resurrección de Cristo, ¿para qué la habrá menester el Anticristo? Acaso para que lo tengan por el verdadero Mesías prometido en las Escrituras? Sí, puntualmente para esto. ¿Pero quienes? Todos los habitadores de la tierra se reducen fácilmente a cuatro clases de personas: cristianos, tomada   —295→   esta palabra latísimamente con toda su extensión, otros étnicos, otros mahometanos, otros judíos. ¿Para cuál de estas cuatro clases de gentes podrá ser a propósito aquel milagro? ¿A cuál de ellas pretenderá persuadir el Anticristo que es el verdadero Mesías? ¿A los cristianos? Cierto que no; respecto de estos el milagro probará lo contrario: probará, digo, que no puede ser Cristo verdadero, sino fingido un hombre que muere, aunque resucite luego; pues que habiendo Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere: la muerte no se enseñoreará más de él515. Cristo verdadero que murió y resucitó una vez, no puede volver a morir. Ninguno supone al Anticristo tan necio y estulto, que no sea capaz de ver inconveniente tan palpable. ¿Será acaso el milagro para los étnicos o gentiles? Tampoco, como estos no tienen idea alguna del Mesías, ni de lo que de él está escrito, ni de las Escrituras que lo anuncian, podrán admirarse, cuando más, de ver resucitar un muerto, sin pasar por esto a adorar como a Dios al mismo muerto, ni al diablo que lo resucitó: mucho menos podrán pasar a adorar a este muerto resucitado como al Mesías y Cristo prometido en las Escrituras, las cuales son para ellos como un libro cerrado, sellado como se debe suponer. Lo mismo digo de los mahometanos.

183. No nos queda, pues sino la última clase de gentes, que son los Judíos. Así la muerte y resurrección del Anticristo será solamente para engañar a los Judíos, los cuales por sus mismas Escrituras podrán tener alguna luz de la muerte y resurrección de su Mesías: mas no obstante esta luz de las Escrituras, que en otros tiempos de menos ceguedad los debía haber alumbrado mucho más, es cierto que esa muerte y resurrección del verdadero Mesías fue para ellos piedra de tropiezo, y piedra de escándalo, el cual escándalo no se les pudo quitar ni mitigar con decirles y probarles, que luego había resucitado según las Escrituras. Al mismo Mesías, cuando les habló claramente   —296→   de su muerte, le respondieron como escandalizados, Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre; ¿pues cómo dices tú, conviene que sea alzado el Hijo del Hombre?516 Tan lejos como esto estaban de pensar que su Mesías podía morir, aunque fuese para luego resucitar. ¿Y creemos que recibirán por su Mesías al Anticristo por verlo morir y resucitar? ¿Y creemos, que recibirán al Anticristo que se fingirá muerto y resucitado para que los Judíos lo crean y reciban por su Mesías?

184. A todo esto se añade, y debe añadirse otra reflexión: esto es, que en el tiempo de la herida y curación de una de las cabezas de la bestia, los más de los doctores suponen ya al Anticristo monarca universal de toda la tierra; ya suponen muertos tres reyes, y sujetos a su obediencia todos los demás; por consiguiente ya lo suponen creído mucho antes de los Judíos, y recibido por su rey y Mesías; pues según ellos mismos esta ha de ser la primera empresa del Anticristo, aun antes de salir de Babilonia. ¿Para qué, pues, podrá ser buena esta ficción de muerte, y de muerte no natural sino violenta (porque el texto dice), como herida de muerte, cuando ya los Judíos lo adoran como a su Mesías, y lo restante del linaje humano, como a su rey, y como a su Dios? Verdaderamente que la explicación mirada por todos sus aspectos, parece bien difícil de comprenderse. Por una parte, la bestia de siete cabezas y diez cuernos es el Anticristo; por otra parte, el Anticristo no es más que una de las siete cabezas de la bestia; por una parte las siete cabezas son siete reyes vencidos del Anticristo y súbditos suyos; por otra parte, el Anticristo mismo es uno de los siete; por una parte, los diez cuernos son diez reyes coronados, vivos y sanos, que sirven al Anticristo; por otra parte, no pueden señalarse arriba de siete; pues el Anticristo mismo mató tres, que no quisieron servirle de cuernos, etc. ¡Qué oscuridad! La causa de todo no parece que pueda ser otra, sino el sistema   —297→   o principio sobre que se ha procedido, mirando a este Anticristo como a una persona individua y singular.

Se propone otra explicación de todo este misterio en otro principio

Párrafo VII

185. Figurémonos ahora de otro modo diverso al Anticristo o contra-Cristo que esperamos, o por mejor decir, tememos, no ya como un triste Judío, recibido de sus hermanos por su rey y Mesías, no ya como un monarca universal de toda la tierra, ni tampoco como una persona singular, sino como un gran cuerpo moral, compuesto de millares de personas diversas y distintas entre sí, mas todas unidas y de acuerdo para ciertos fines; todas animadas de aquel espíritu fuerte, inquieto, audaz y terrible, que divide a Jesús; todas armadas, y ya como en orden de batalla, contra el Señor, y contra su Cristo; en este Anticristo, así considerado, se entienden al pronto con gran facilidad todas las cosas, que para los tiempos últimos nos anuncian en general las Escrituras, y se entiende en particular todo el misterio de la bestia de que vamos hablando.

186. En este Anticristo se comprende bien, lo primero, la metáfora de siete cabezas en una bestia; se concibe, digo, como siete cabezas diversas entre sí, o siete falsas religiones que pueden entrar en una misma idea o proyecto particular, se unirán para esto en un solo cuerpo, esto es, para hacer guerra en toda forma al cuerpo y Cristo, y a Cristo mismo, no en alguna parte determinada de la tierra, sino en toda ella y a un mismo tiempo. Se comprende bien lo segundo, la metáfora de los diez cuernos todos coronados; y se concibe sin dificultad, como diez o más reyes, o por seducción o por malicia, pueden entrar en el mismo sistema o misterio de iniquidad, prestando a la bestia, compuesta ya de siete, toda su autoridad y potestad517, ayudándola para aquella empresa del mismo modo   —298→   que ayudan sus cuernos a un toro para herir y hacerse temer. Se concibe en fin, como una de las siete cabezas, o una de las siete bestias unidas, puede recibir algún golpe mortal, y no obstante ser curada la llaga metafórica por la caridad y solicitud, industrias y lágrimas de sus hermanas. Todo esto se concibe sin dificultad; y si no podemos asegurarlo con toda certidumbre, podemos a lo menos sospecharlo, como sumamente verosímil; y de la sospecha vehemente pasar a una más atenta y más vigilante observación. Esto es lo que yo pretendo en todo este escrito, y lo que tantas veces nos encarga el evangelio. Velad pues... para que seáis dignos de evitar todas estas cosas, que han de ser, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre518.

187. Para no repetir aquí lo que queda dicho en otra parte, sería conveniente y aún necesario leer otra vez todo el párrafo VII del fenómeno antecedente, trayendo también a la memoria lo que dijimos sobre las cuatro bestias de Daniel. Estas cuatro bestias tienen una relación tan estrecha con la bestia del Apocalipsis, que más parece identidad que parentesco. El misterio es seguramente el mismo sin diferencia sustancial; de modo, que aquellas cuatro una vez conocidas, nos abren la inteligencia de esta última; y esta última conocida por aquellas cuatro, las explica más, las aclara más, y les da un cierto aire de viveza tan natural, que parece imposible moralmente desconocerlas: por consiguiente, también parece imposible, moralmente hablando, distinguir el un misterio del otro. Yo a lo menos no hallo otra diferencia, sino que el Profeta toma a las bestias cada una de por sí, mirando a cada una separadamente desde su nacimiento, y siguiéndola en espíritu desde su tiempo hasta otro; San Juan por el contrario las toma todas juntas, y unidas en un mismo cuerpo, como que solamente las considera en el estado de madurez y perfección brutal, que han de tener en los últimos tiempos; pues estos últimos tiempos son el asunto inmediato y   —299→   único de su profecía. En lo demás el Profeta y el Apóstol van perfectamente conformes.

188. San Juan dice, que la bestia que vio, tenía siete cabezas519, que es lo mismo que decir, ni sé que otra cosa se pueda decir más natural, que a siete bestias diversas entre sí, las vio unidas en un mismo cuerpo, y animadas de un mismo espíritu. Daniel, aunque solo nombra cuatro, mas estas cuatro son siete en la realidad, pues la tercera que es el pardo, se compone de cuatro520; y estas cuatro con las dos primeras, leona y oso, y con la última terrible hacen siete. San Juan dice de su bestia, que era semejante a un pardo con boca de león y pies de oso521; conque la compara al mismo tiempo, y la asemeja al león, oso y pardo. Estas son puntualmente las tres primeras bestias de Daniel: mejor diremos las seis primeras, pues en el pardo se incluyen cuatro, escondidas y cubiertas con una misma piel, que no se conocen, si no sacaran fuera las cabezas. A la bestia que falta no se le halla semejanza con las otras bestias conocidas, y por eso no se le pone nombre, ni en el Apocalipsis, ni en Daniel: solo dice este Profeta, que no tenía semejanza alguna con las otras; y era desemejante a las otras bestias, que yo había visto antes de ella.

189. San Juan dice de su bestia, que la vio salir del mar522; lo mismo dice Daniel de sus cuatro bestias, y casi con las mismas palabras523. San Juan nos representa su bestia con diez cuernos todos coronados524; lo mismo en sustancia hace Daniel, con sola esta diferencia, que pone los diez cuernos en la cabeza de la última bestia, porque a ésta la considera en sí misma, y como separada de las otras; mas   —300→   San Juan, que la considera unida con las otras, y formando entre todas un solo cuerpo, o una sola bestia, pone todos los diez cuernos en esta bestia, o en este conjunto, sin decirnos en particular si están todos en una cabeza, o repartidos entre todas, o todos en cada una. Los diez cuernos, dice Daniel, y lo mismo dice San Juan, significan diez reyes (sea éste un número determinado, o indeterminado, hace poco a la sustancia del misterio). Estos diez cuernos los vio Daniel en la cabeza de su última bestia, que es visiblemente la que debe hacer el papel o figura principal en esta tragedia; porque si esta bestia se considera en sí misma, prescindiendo de las otras, los cuernos parece que han de ser propios suyos; ella los ha de criar, y sustentar, y arraigar con grandes cuidados, como que le son infinitamente necesarios para poner en obra sus proyectos.

190. Mas cuando esta bestia se trague las otras, es decir, cuando traiga a su partido un número suficiente de individuos pertenecientes a las otras bestias; cuando les haga entrar en sus impías ideas; cuando en todas las partes del mundo haga declararse formalmente contra Cristo muchos étnicos, muchos Mahometanos, y principalmente muchísimos cristianos de los que pertenecen al falso cristianismo, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero; cuando en suma, todos estos formen con ella un solo cuerpo, y sean animados de un mismo espíritu (que es el estado en que los considera San Juan) entonces todos los cuernos serán comunes a todas las cabezas, o a todas las bestias unidas; todas herirán, o espantarán con ellos; y todo aquel cuerpo de iniquidad estará como en seguro por los cuernos; será como una consecuencia necesaria, que tiemble en su presencia toda la tierra; que se rindan sus habitadores, y que le hinquen la rodilla, diciendo: ¿quién hay semejante a la bestia? ¿y quién podrá lidiar con ella?

  —301→  

El cuerno undécimo

Párrafo VIII

191. Hasta aquí parece que van conformes las dos profecías, no hallándose entre ellas otra diferencia, como acabamos de decir, sino que la una considera todas las bestias en un cuerpo, y la otra las considera divididas. Fuera de esto, es fácil notar otra diferencia que pudiera causar algún embarazo. Si el misterio de las cuatro bestias de Daniel (se puede oponer) es lo mismo en sustancia que el del Apocalipsis, ¿por qué San Juan no hace mención alguna de aquel cuerno insigne, que hace tanto ruido en la cabeza de la cuarta bestia, siendo este un suceso tan notable, que los doctores piensan comúnmente que este cuerno es el Anticristo mismo? A esta dificultad se responde, lo primero, que aunque el misterio sea en sustancia el mismo, no por eso es preciso que en ambos lugares se noten todas sus circunstancias; esto es frecuentísimo en todas las profecías que miran a un mismo objeto. En unas se apuntan unas circunstancias que faltan en otras; y al contrario aun en los cuatro evangelios se ve practicada casi continuamente esta economía. Lo segundo que se responde es, que este mismo silencio del Apocalipsis respecto del undécimo cuerno, es una prueba clara y sensible, de que este cuerno no es el Anticristo; pues hablando San Juan de propósito del Anticristo, dando tantas noticias y tan individuales de esta gran tribulación, con todo eso, omite este suceso particular, como si fuese ajeno del Anticristo, o no tan esencial al misterio de iniquidad. Síguese de aquí, que si este cuerno último, o este rey, o esta potencia es propiamente el Anticristo; luego no es la bestia del Apocalipsis; y si esta bestia es el Anticristo, como parece innegable por el contexto de toda la profecía; luego no es el cuerno undécimo de que se habla en Daniel.

192. El Anticristo, señor mío, no es ni puede ser un cuerno solo de la bestia, ni aun todos juntos. El Anticristo   —302→   perfecto y completo, como lo esperamos para los últimos tiempos y como lo considera San Juan, es la bestia misma del Apocalipsis con sus siete cabezas y diez cuernos. Las siete cabezas no son otra cosa, como acabamos de decir, que las siete bestias unidas, diversas, unidas en un cuerpo, y animadas de un mismo Espíritu, o muchísimos individuos de cada una de ellas. Los cuernos son únicamente las armas de la bestia para defenderse y ofender: ni pueden significar otra cosa. Si Daniel, pues, nombra otro cuerno más, fuera de los diez; si de éste se dice, que tenía ojos, como ojos de hombre, y boca que hablaba cosas grandes525; que será mayor o más fuerte que los otros; que humillará tres de ellos, etc.; lo que quiere decirnos es, que su bestia cuarta en cuya cabeza se ve este cuerno, como todos los otros, se servirá más de él, y hará más daño con él solo que con los otros diez. Tal vez la bestia misma se valdrá de este cuerno para humillar tres de los diez que no viere tan arraigados en su cabeza, o tan prontos a servirla como ella los quisiera. Digámoslo todo. ¿Quién sabe, amigo, si este cuerno terrible, o esta potencia, producción propia de la cuarta bestia, la tenemos ya en el mundo, y por verla todavía en su infancia no la conocemos? Pero no nos metamos a profetas. Esto el tiempo lo puede aclarar. No obstante, parece que sería grande cordura estar en vigilancia y atender a todo, porque todo puede conducir al conocimiento de los tiempos.

193. Nos queda ahora que explicar en nuestro principio lo más oscuro y difícil de este misterio, esto es, la herida mortal que ha de recibir la bestia en una de sus cabezas, y su curación prodigiosa e inesperada con admiración de toda la tierra. No esperéis, señor, que yo os diga sobre esto alguna cosa cierta, o que pueda probarla con algún fundamento real. El misterio no solamente es futuro, sino oculto debajo de una metáfora, no menos oscura que admirable; la cual metáfora, ni se explica en la profecía, ni hay en   —303→   toda la Escritura Santa algún otro lugar que pueda abrirnos la inteligencia. Si queréis recibir y contentaros por ahora con meras conjeturas o sospechas; pero vehementes; pero verosímiles; pero inteligibles; esto es todo lo que en el estado presente podemos ofrecer. En un asunto de tanta importancia, parece bueno y seguro estar siempre sobre aviso, para que el suceso no nos halle tan descuidados, que no lo hayamos divisado, antes que llegue, por alguna de sus serias.

Se explica la herida y curación de una de las cabezas de la bestia, y todas sus resultas.

Párrafo IX

194. Yo debo suponer, y supongo por ahora, amigo mío, que ya tenéis ideas bastante justas de la cuarta bestia de Daniel, y de los males que en ella se comprenden y anuncian al mísero linaje de Adán. Del mismo modo debo suponer, que no sois tan corto de vista, que no veáis o no conozcáis en medio de tantas señas, que esta misma bestia cuarta de Daniel la tenemos ya nacida y existente en el mundo, aunque todavía cubierta con no sé qué piel finísima, agradable a todos los sentidos, que disimula no poco su ferocidad natural. No obstante, por poco que se mire, es bien fácil reparar en ella cierta cualidad peculiar que resalta sobre su misma piel, que no le es posible encubrir del todo, y parece su propio y natural carácter: quiero decir, el odio formal a Cristo y a su cuerpo. A las otras religiones, sean las que fueren, cúbranse o no se cubran con el nombre de cristianos, las mira con suma indiferencia, no las odia, no las injuria, no las insulta; antes muchas veces las lisonjea con fingidos elogios. Buscad la verdadera razón de esta diferencia; me parece que la hallaréis al punto; es a saber, que todas las otras religiones, por falsas y ridículas que sean, no le incomodan de modo alguno; no son capaces de hacerle resistencia, antes pueden ayudarle con servicios más oportunos. Las puede muy bien unir consigo, formar con ellas un mismo   —304→   cuerpo, y hacer que este cuerpo se anime de aquel espíritu terrible que a ella le agita. En esto no aparece repugnancia ni dificultad.

195. La dificultad y repugnancia está en unir a su cuerpo el cuerpo de Cristo, y a su espíritu altivo y orgulloso, el espíritu dulce y pacífico de Cristo. Esto sería lo mismo que unir la luz con las tinieblas, la verdad con la mentira, y a Cristo con Belial. Esto sería animar un mismo cuerpo con dos espíritus infinitamente diversos, opuestos y contrarios, como son uno que quiere a Jesús, otro que lo rechaza; uno que lo ata, otro que lo desata; uno que lo ama, otro que lo aborrece. No habiendo, pues, repugnancia alguna ni gran dificultad, en que la bestia cuarta una consigo las otras bestias, o un número suficiente de individuos de todas ellas, y haciéndose por otra parte las diligencias que para esto se hacen, podemos ya profetizar sin ser profetas, que finalmente lo conseguirá, y que llegará tiempo en que vea el mundo entera y perfecta una bestia monstruosa compuesta de siete, conforme la describe San Juan en el capítulo XIII de su profecía. Con esta idea sencilla y clara, se concibe al punto como pueda suceder naturalmente la circunstancia particular de que habla San Juan, diciendo que vio una de sus cabezas como herida de muerte: y fue curada su herida mortal, etc.: y como esta bestia compuesta ya de siete, pueda recibir un golpe terrible en una de sus cabezas, y sanar después de algún tiempo con asombro de toda la tierra.

196. Imaginad para esto, que alguna de las bestias unidas no se acomode bien con aquella mezcla; que le desagraden y le causen un verdadero enfado alguna o muchas de aquellas ideas ciertamente bestiales; que resista de algún modo, o no quiera dejarse gobernar de aquel espíritu inquieto y tumultuoso, que debe animar a todo el cuerpo; que en fin, descontenta y desengañada, de muestras de querer oír la verdad, de querer para esto desatarse de aquel cuerpo y de aquel espíritu que lo ama y se desata efectivamente; veis aquí con esto solo alterada   —305→   y desconcertada toda la bestia, y como en peligro de perderlo todo. Veis aquí puestos en movimiento la tierra y el infierno, para haber modo de curar aquella llaga, y remediar aquel mal. Veis aquí puestas en mayor y más acelerado movimiento todas aquellas máquinas ingeniosas, que hasta ahora se han movido, y no cesan de moverse, para volver a unir al cuerpo común aquella cabeza que ya casi muere, (muere, digo, respecto del cuerpo de iniquidad). Si esto se consigue, ya tenemos hecho el milagro que debe admirar a toda la tierra, y llenarla de nuevo espanto y temblor, haciendo decir a sus habitadores: ¿Quién hay seméjame a la bestia? ¿Y quién podrá lidiar con ella? Esta cabeza herida puede ser verosímilmente alguna de las cuatro del falso Cristianismo, por ejemplo, la segunda; mas esto no es posible asegurarlo, porque como puede ser una, puede ser otra.

197. Yo me inclino más por ciertas señales (llevando el misterio por otra vía que creo más recta) a pensar o sospechar, que este golpe duro y terrible lo ha de recibir de la mano omnipotente de Dios vivo la cabeza más culpada de todas, la más impía, la más audaz, la que mueve, o ha de mover toda la máquina, y parece que esto deberá suceder hacia los principios de la impía unión, Dios tiene medios o modos que no somos capaces de preveer. Acaso este golpe terrible se lo dará por medio de aquellos tres reyes que han de ser humillados por el cuerno undécimo, y acaso esta humillación de estos tres reyes será una resulta de su fidelidad y celo por la defensa de la religión. Y acaso, en fin, esta misma humillación de tres reyes cristianos y píos, que podían hacer alguna oposición, será todo el bálsamo necesario y eficaz para curar aquella herida. En todo esto no se ve repugnancia, ni embarazo, ni inverosimilitud alguna, pues en este caso, parece una consecuencia necesaria, que herida la cabeza principal de la bestia se disuelva al punto, y desaparezca por algún tiempo todo aquel cuerpo de iniquidad: que las otras cabezas se separen unas de otros, y que se escondan   —306→   donde pudieren, mientras se pone en cura formal la cabeza enferma, es decir, mientras la filosofía ayudada de todo el infierno, halla modo de remediar aquel mal, volviendo a trabajar de nuevo sobre fundamentos más sólidos y más infernales.

198. Así se entiende de algún modo otro texto o enigma oscurísimo del capítulo XVII del Apocalipsis: La bestia que has visto, se le dice a San Juan, fue, y no es, y saldrá del abismo, e irá en muerte; y se maravillarán los moradores de la tierra, aquellos, cuyos nombres no están en el libro de la vida desde la creación del mundo, cuando vean la bestia que era, y no es... Y la bestia que era, y no es, y ella es la octava, y no es de las siete...526 Para mejor y más clara inteligencia de este enigma, conviene tener presente una cosa fácil de observar en muchísimas profecías, es a saber, que muchas veces hablan los Profetas de un suceso futuro, como si lo tuviesen presente, como si ellos mismos se hallasen presentes en aquel tiempo mismo en que han de suceder, y fuesen testigos oculares. No me detengo en citar ejemplares, por ser esto tan frecuente y tan obvio, que cualquiera lo puede reparar; lo cual supuesto, podemos ahora imaginar, que aquellas palabras enigmáticas se las dice el ángel a San Juan en aquel espacio de tiempo que debe correr entre la herida de la bestia y su curación, como si hubiesen sido testigos oculares de aquel golpe mortal. En este tiempo y en estas circunstancias, se verifica, lo primero: que la bestia fue, y no es527; porque el golpe terrible que cayó sobre la cabeza principal, debió necesariamente asustar las otras, y este susto repentino e inesperado debió naturalmente hacerlas huir, y separarse las unas de las otras; por consiguiente disolver todo aquel cuerpo que ellas formaban con su unión.

  —307→  

199. Se verifica lo segundo: que esta misma bestia que ha desaparecido por el golpe mortal de una de sus cabezas, volverá a salir del abismo, donde debe tratarse con gran calor de su restitución y restablecimiento, aplicando para esto, en primer lugar, prontos y eficaces remedios a la cabeza enferma. Saldrá del abismo: y luego que salga del abismo, y se deje ver otra vez en el mundo, se maravillarán los moradores de la tierra..., cuando vean la bestia que era, y no es... Se verifica lo tercero: que se concibe bien como esta bestia herida, y restablecida a su entera salud, saliendo del abismo y dejándose ver de nuevo en el mundo, aparecerá como una bestia nueva, como una bestia resucitada; por lo cual siendo la misma; aun siendo una de las siete, se podrá llamar con toda verdad y propiedad la octava528, porque vendrá del abismo con nuevos bríos, con nuevos proyectos, con nuevo y mayor furor, y armada de nueva fortaleza. Diréis sin duda, que aunque todo esto puede suceder así, pues en ello no aparece repugnancia alguna; pero a lo menos es incierto, y puede suceder de otro modo, que por ahora no alcanzamos. Yo lo confieso, amigo mío, sin dificultad. ¿Qué certidumbre podemos tener en cosas, que aunque reveladas, ha querido Dios tenerlas, ocultas hasta su tiempo, debajo de metáforas oscuras? Mas no por esto se sigue, que se deba todo despreciar, cuando nada se arriesga en tener presentes estas ideas; antes se puede avanzar infinito, estando con ellas a la mira, para ver por donde asoma un misterio que interesa tanto a todos los que tienen alguna lumbre de fe, y desean asegurar una eternidad.

200. Fuera de que, si comparáis la explicación que acabamos de dar al enigma en otro principio, con la que se halla en los intérpretes del Apocalipsis en el suyo, deberéis ver con vuestros ojos la grande y notable diferencia.

201. Dado caso que se entienda, o se pueda concebir de algún modo seguido y verosímil, lo que nos dicen o quieren decirnos, lo cual en su Anticristo, individuo y personal,   —308→   nos parece imposible moralmente; a lo menos no hallamos en esta explicación, ni apariencia de fundamento, ni tampoco esperanza de utilidad. Ved aquí toda la explicación reducida a pocas palabras. La bestia que has visto, fue, y no es... Esto significa, nos dicen, la poca duración del reino, o monarquía universal del Anticristo, que sólo será de tres años y medio, el cual espacio de tiempo es tan corto en la realidad, que se puede contar por nada, y así se puede decir con verdad, fue y no fue; esto es, fue, y no fue, o será, y no será; y saldrá del abismo... Estas palabras, prosiguen explicando, no quieren decir que el Anticristo saldrá otra vez del abismo, después que ya fue, y no es; sino simplemente que saldrá del abismo, y habiendo salido del abismo, esto es, del consejo o conciliábulo de Satanás y sus ángeles, durará tan poco su monarquía que se podrá decir con cierta propiedad, fue, y no fue; o fue, y no es... Leed el texto cien veces, y siempre hallaréis todo lo contrario.

202. Y ella es la octava... Quiere decir, concluyen, que el Anticristo, en cuanto rey particular de los Judíos, será una de las siete cabezas de la bestia; pero en cuanto rey universal de toda la tierra será la octava. Mas como nos dicen por otra parte, que las siete cabezas de la bestia son siete reyes vencidos por el Anticristo y sujetos a su dominación, podremos concluir legítimamente que el Anticristo en cuanto rey universal de toda la tierra, habrá ya vencido y sujetado a su dominación al mismo Anticristo, en cuanto rey particular de los Judíos. Si toda esta explicación del enigma propuesto no tiene otro defecto que la mera incertidumbre de las cosas que dice, o que pretende suponer, yo lo dejo enteramente a vuestro examen y a vuestra decisión; después de lo cual también espero que no podréis decir en particular el fruto que de ella podremos sacar.

  —309→  

Reflexiones

Párrafo X

203. Volviendo ahora a nuestro propósito, lo que a lo menos podemos concluir legítimamente de todo lo que hemos dicho sobre la bestia del Apocalipsis, es esto: que siendo esta bestia, por confesión de casi todos los doctores, el Anticristo que esperamos; que anunciándose por esta metáfora terrible y admirable, tantas cosas, tan nuevas, tan grandes y tan estupendas, que deben suceder en aquellos tiempos en toda nuestra tierra; debe ser este Anticristo que esperamos, alguna otra cosa infinitamente diversa, y mayor sin comparación de lo que puede ser un hombre, individuo y singular, aunque éste se imagine y se finja un monarca universal de todo el orbe, como quien finge en su imaginación un fantasma terrible que la misma imaginación lo desvanece y aniquila. No hay duda que en estos tiempos tenebrosos se verá ya un rey, ya otro, ya muchos a un mismo tiempo en varias partes del orbe, perseguir cruelmente al pequeño cuerpo de Cristo con guerra formal y declarada; mas ni este rey, ni el otro, ni todos juntos serán otra cosa en realidad, que los cuernos de la bestia, o las armas del Anticristo; así como en un toro, por ejemplo, ni el primer cuerno, ni el otro, ni los dos juntos son el toro, sino solamente las armas con que esta bestia ferocísima acomete, hiere, mata, y hace temblar a los que la miran. Esto es carísimo, y no necesita de más explicación.

204. Si esperamos ver este hombre singular, este judío, este monarca universal, este dios de todas las naciones; si esperamos ver cumplido en este hombre todo lo que se dice de la bestia, y lo que por tantas otras partes nos anuncian las Escrituras, es muy de temer que suceda todo lo que está escrito así como está escrito, y que su Anticristo no parezca, y que lo estemos esperando aun después de   —310→   tenerlo en casa. Asimismo es muy de temer, que esta idea que nos hemos formado del Anticristo, y que hallamos en toda suerte de libros, menos en la Escritura santa, sea la causa principal o la verdadera de aquel descuido tan grande en que estarán los hombres, cuando llegue el día del Señor. Haced, amigo, esta breve e importante reflexión. Este día lo llama el mismo Hijo de Dios repentino..., y añade, que vendrá como un lazo sobre todos los habitadores de la tierra529; y en otra parte dice que sucederá en su venida lo mismo que sucedió en la venida del diluvio: Comían, y bebían; los hombres tomaban mujeres, y las mujeres maridos hasta el día en que entró Noé en el arca; y vino el diluvio, y acabó con todos. Asimismo como fue en los días de Lot;... De esta manera será el día, en que se manifestará el Hijo del Hombre.530

205. A quien lee por otra parte en los Profetas, en el Apocalipsis, y en los Evangelios aquellas grandes señales, que deben preceder inmediatamente a la venida del Señor, y en ellas la tribulación del Anticristo, naturalmente se le hace difícil de concebir, el como pueda caber un descuido tan grande, en medio de señales tan manifiestas.

206. Paréceme (piensen otros lo que quieran) que una de las causas de este descuido, y tal vez la mayor, o la más inmediata, será sin duda la que vamos considerando, quiero decir las falsas ideas, no menos de la venida de Cristo, que de la venida o manifestación del Anticristo, y del Anticristo mismo. De modo que se verán todas las señales, y se cumplirán todas las profecías, y su Anticristo no parecerá. Y como por otra parte se sabe y se cree, que   —311→   Cristo no vendrá, sin que antes venga la apostasía, y sea manifestado el hombre de pecado...531 estará ya Cristo a la puerta, y el verdadero Anticristo en vísperas de acabar sus días, y los Cristianos descuidados enteramente por la falsa persuasión de que todavía hay mucho que tirar. ¿Por qué? Porque el Anticristo ha de venir primero que Cristo; y este Anticristo, este Mesías y rey de los Judíos, este monarca de todo el orbe todavía no se ve, ni aun se divisa alguna señal o vestigio de la persona en todo el círculo horizontal. Por tanto, podrá cada uno decirse a sí mismo dos o tres horas antes de la venida de Cristo: Alma, muchos bienes tienes allegados para muchísimos años; descansa, come, bebe, ten banquetes.532

207. Por lo que hemos dicho hasta aquí del Anticristo, explicando la bestia del Apocalipsis, podrá tal vez imaginarse, que ya la máquina terrible está concluida, que es en nuestro sistema todo el Anticristo entero y perfecto, con que estamos amenazados, y que ya no queda otra pieza digna de consideración en este cuerpo moral. No hay duda que eso sólo bastaba para formarnos una idea de la última tribulación la más formidable y la más conforme a las expresiones de la Escritura: Porque habrá entonces grande tribulación, cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora, ni será. Y si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva; mas por los escogidos aquellos días serán abreviados533; nos dice el mismo Jesucristo; y, verdaderamente, ¿qué cosa más grande se puede imaginar, ni más terrible, ni más espantable, que la unión en un solo cuerpo, de siete bestias todas ferocísimas? ¿De siete bestias, digo, cada una de   —312→   las cuales ha podido hacer por sí sola, ha hecho, y está haciendo males gravísimos e irreparables en el mísero linaje de Adán? Considérense estos males, no confusamente y a bulto, sino separados los unos de los otros, mirando al mismo tiempo con particular atención aquella bestia particular a quien se deben atribuir. ¿Qué males no hizo, y hace todavía la idolatría?; y esto por espacio de tantos siglos, y esto antiguamente en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, tribus y lenguas, ¡y aun en el pequeño pueblo o Iglesia del verdadero Dios! ¡Qué males no ha hecho, y está haciendo en una gran parte de la tierra el mahometismo, y esto impunemente a su satisfacción, a su libertad, a su arbitrio, sin que haya quien se atreva a socorrer aquellos infelices, ni sacar uno solo de la terrible boca de esta bestia! ¡Qué males no han hecho, hacen, y harán en adelante, aun dentro del mismo cristianismo, la herejía, el sistema de la hipocresía religiosa, y el libertinaje! Sobre todo, ¡qué males no ha comenzado a hacer, aun desde la cuna, la bestia última terrible y admirable, esto es, el deísmo puro, la filosofía, la apostasía de la verdadera religión, o en suma, el espíritu fuerte y audaz, el espíritu soberbio y orgulloso que divide a Jesús!

208. Pues cuando todas estas bestias, por sí mismas ferocísimas, hagan entre sí una liga formal, o un tratado solemne de amistad, de unión, de compañía; cuando todas se unan en un solo cuerpo moral, de modo que todas juntas parezcan una sola bestia; cuando esta bestia septiforme aparezca en el mundo armada de uñas de hierro, de dientes grandes de hierro, y también de diez cuernos terribles, o de toda la potencia de los reyes; cuando abra su boca horrorosa, en blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre y su tabernáculo, y a los que moran en el cielo; cuando en fin, se vea toda esta nube tenebrosa y espantable encaminarse directamente contra el Señor, y contra su Cristo, con intención determinada, con firmísima resolución de no dejar en toda la tierra vestigio alguno ni memoria de Cristo, etc.; ¡qué tempestad! ¡qué temor! ¡qué tribulación!   —313→   Mas es esto para considerarse, que para ponderarse con palabras.

209. No obstante, yo me atrevo a decir, sin que me quede duda, que si todo el Anticristo que esperamos, y con que estamos amenazados, quedase solamente en la potencia y en el furor de esta bestia terrible, no habría ciertamente por qué temerla; no nos pudiera hacer tanto daño como está profetizado; no hubiera necesidad de abreviar aquellos días; y el cuerpo de Cristo lejos de padecer algún detrimento real, por eso mismo creciera más, se fortificara más, y adquiriera nuevos grados de perfección; el gran trabajo es, que el Anticristo que nos anuncian las Escrituras no es solamente la bestia de diez cabezas y diez cuernos; le falta a esta bestia, o a esta máquina, para su total complemento una pieza importante y esencial, sin la cual la gran máquina quedara sin efecto, y no tardara mucho en disolverse. Esta pieza importante necesita una observación particular.

La bestia de dos cuernos, del mismo Capítulo XIII del Apocalipsis.

Párrafo XI

210. Y vi otra bestia que subía de la tierra, y que tenía dos cuernos semejantes a los del cordero, mas hablaba como el dragón, y ejercía todo el poder de la primera bestia en su presencia; e hizo que la tierra y sus moradores adorasen a la primera bestia, cuya herida mortal fue curada. E hizo grandes maravillas, de manera que aun fuego hacía descender del cielo a la tierra a la vista de los hombres. Y engañó a los moradores de la tierra con los prodigios que se le permitieron hacer delante de la bestia, diciendo a los moradores de la tierra, que hagan la figura de la bestia, que tiene la herida de espada, y vivió. Y le fue dado que comunicase espíritu a la figura de la bestia, y que hable la figura de la bestia; y que haga que sean muertos todos aquellos que no adoraren   —314→   la figura de la bestia. Y a todos los hombres, pequeños, y grandes, ricos, y pobres, libres, y siervos hará tener una señal en su mano derecha, o en sus frentes. Y que ninguno pueda comprar, o vender, sino aquel que tiene la señal, o nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. Quien tiene inteligencia calcule el número de la bestia. Porque es número de hombre; y el número de ella seiscientos sesenta y seis.534

211. Esta bestia de dos cuernos, nos dicen con gran razón los intérpretes del Apocalipsis, que será el pseudo-profeta del Anticristo. Mas así como hacen al Anticristo, o lo conciben como una persona individua y singular, así del mismo modo hacen, o conciben a su falso profeta. Muchos piensan que éste será algún obispo apóstata, pareciéndoles ver en sus dos cuernos como de cordero, un símbolo propio de la mitra. Pues este hombre nuevo, y extraordinario, será toda la confianza y todo el amor del Anticristo; siempre lo tendrá a su lado en calidad de su consejero, y de su Profeta, y lo llevará consigo en todas sus expediciones. A la confianza del soberano corresponderá el fiel ministro, y fervoroso misionero, con servicios reales, y de suma importancia; pues ya con su elocuencia   —315→   admirable, ya con su exterior de santidad, ya con milagros continuos, e inauditos, ya con promesas, ya con amenazas hará creer a todos los habitadores de la tierra, que el Anticristo es su verdadero y legítimo rey. No contento con esto solo, les hará creer que también es el verdadero Dios, y hará que todos lo adoren como a tal; hará que todos, grandes y pequeños, traigan siempre en la mano, o la frente, cierta señal o carácter que los dé a conocer por fieles adoradores de este nuevo dios; hará que ninguno sea admitido a la sociedad o comercio humano, ni pueda, comprar, ni vender, si no lleva públicamente dicha señal; hará morir en los tormentos a aquellos pocos que tuviesen la audacia de resistir a la fuerza de su predicación.

212. En suma: un hombre solo, en menos de cuatro años de ministerio, conseguirá lo que millares de hombres no han conseguido en muchos siglos. Convertirá, digo, a la nueva religión y al culto del nuevo dios a todos los pueblos, tribus y lenguas, haciendo en todas las cuatro partes del mundo, que los idólatras renuncien a sus ídolos, los Mahometanos a su Mahoma; los Judíos al Dios de Abrahán, y los Cristianos a Cristo. ¡Éste sí que es fervor, y espíritu más que apostólico! Los doce Apóstoles de Cristo, llenos del Espíritu Santo, y haciendo verdaderos y continuos milagros, no pudieron hacer otro tanto en sola la Judea. Ésta es, señor, la idea que nos dan de esta segunda bestia los intérpretes del Apocalipsis; aquellos, digo, que reconocen al Anticristo en la primera bestia, que son casi todos. Éste es, según ellos, el misterio encerrado en esta metáfora; ni hay otra cosa que poder pensar ni sospechar. Mas los que no podemos concebir al Anticristo como una individua persona, pareciéndonos que pasa todos los límites de lo verosímil, y que repugna manifiestamente a las grandes ideas que sobre esto nos dan las Escrituras, ¿cómo podremos concebir en esta forma a su pseudo-profeta? Los que miramos en la primera bestia un cuerpo moral, o una gran máquina compuesta de muchas piezas diferentes, ¿cómo   —316→   podremos, guardando consecuencia, mirar otra cosa en la segunda?

213. Será bien notar aquí, que en toda la historia profética del Anticristo, que leemos en el Apocalipsis, y en otras partes de la Escritura, no hallamos que se hable ni una sola palabra de prestigios, de magias, o de aquella gracia de hacer milagros, que los doctores atribuyen a la persona de su Anticristo. San Juan pone esta gracia solamente en el pseudo-profeta, o en la segunda bestia, no en la primera. Es verdad que San Pablo dice de su hombre de pecado, que se revelará o manifestará al mundo en señales y en prodigios535 mentirosos536; mas esto puede muy bien verificarse, sin que él mismo haga los milagros, pues ciertamente no faltarán en aquellos tiempos muchos pseudo-profetas que descubran537 y empleen bien este talento, recibido del padre de la mentira. Y digo ciertamente, porque así lo hallo expreso y claro en el Evangelio: que se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos... y darán grandes señales, y prodigios, de modo que, si puede ser, caigan en error aun los escogidos.538 Estas palabras del Hijo de Dios, son una explicación la más natural y la más clara, así del lugar de San Pablo (del cual hablaremos de propósito en el párrafo último) como de la bestia de dos cuernos que ahora consideramos. Esta bestia nueva, lejos de significar un obispo particular, o un hombre individuo y singular, significa y anuncia, según la expresión clara del mismo Cristo, un cuerpo inicuísimo y peligrosísimo, compuesto de muchos seductores: se levantarán (dice) muchos falsos profetas... y darán grandes señales y prodigios...

214. Pues esta bestia nueva, este cuerpo moral, compuesto de tantos seductores, será sin duda en aquellos   —317→   tiempos infinitamente más perjudicial, que toda la primera bestia, compuesta de siete cabezas, y armada con diez cuernos todos coronados. No espantará tanto al cuerpo, o al rebaño de Cristo la muerte, los tormentos, los terrores y amenazas de la primera bestia, cuanto el mal ejemplo de los que debían darlo bueno, la persuasión, la mentira, las órdenes, las insinuaciones directas o indirectas; y todo con aire de piedad y máscara de religión, todo confirmado con fingidos milagros, que el común de los fieles no es capaz de distinguir de los verdaderos.

215. Es más que visible a cualquiera que se aplique a considerar seriamente esta bestia metafórica, que toda ella es una profecía formal y clarísima del estado miserable en que estará en aquellos tiempos la Iglesia Cristiana, y del peligro en que se hallarán aun los más de los fieles, aun los más inocentes, y aun los más justos. Considerad, amigo, con alguna atención todas las cosas generales y particulares que nos dice San Juan de esta bestia terrible, y me parece que no tendréis dificultad en entender lo que realmente significa, y lo que será o podrá ser en aquellos tiempos de que hablamos la bestia de dos cuernos. El respeto y veneración con que miro, y debemos mirar todos los fieles cristianos a nuestro sacerdocio, me obliga a andar con estos rodeos, y cierto que no me atreviera a tocar este punto, si no estuviese plenamente persuadido de su verdad, de su importancia, y aun de su extrema necesidad.

216. Sí, amigo mio, nuestro sacerdocio; éste es, y no otra cosa el que viene aquí significado, y anunciado para los últimos tiempos debajo de la metáfora de una bestia con dos cuernos semejantes a los del cordero. Nuestro sacerdocio, que como buen pastor, y no mercenario, debía defender el rebaño de Cristo, y poner por él su propia vida, será en aquellos tiempos su mayor escándalo, y su mayor y más próximo peligro. ¿Qué tenéis que extrañar esta proposición? ¿Ignoráis acaso la historia? ¿Ignoráis los principales y más ruidosos escándalos del sacerdocio   —318→   hebreo? ¿Ignoráis los escándalos horribles y casi continuados por espacio de diez y siete siglos del sacerdocio cristiano? ¿Quién perdió enteramente a los judíos, sino su sacerdocio? Éste fue el que resistió de todos modos al Mesías mismo; no obstante que lo tenía a la vista, oía su voz, y admiraba sus obras prodigiosas. Éste fue el que cerrando sus ojos a la luz, se opuso obstinadamente a los deseos y clamores de toda la nación que estaba prontísima a recibirlo, y lo aclamaba a gritos por Hijo de David, y Rey de Israel. Éste fue el que a todos les cerró los ojos con miedos, con amenazas, con persecuciones, con calumnias groseras, para que no viesen lo mismo que tenían delante, para que desconociesen a la esperanza de Israel, para que olvidasen enteramente sus virtudes, su doctrina, sus beneficios, sus milagros, de que todos eran testigos oculares. Éste, en fin, les abrió la boca para que lo negasen, y reprobasen públicamente, y lo pidiesen a grandes voces para el suplicio de la cruz.

217. Ahora digo yo: ¿este sacerdocio lo era acaso de algún ídolo o de alguna falsa religión? ¿Había apostatado formalmente de la verdadera religión que profesaba? ¿Había perdido la fe de sus Escrituras y la esperanza de su Mesías? ¿No tenía en sus manos las Escrituras? ¿No podía mirar en ellas como en un espejo clarísimo la verdadera imagen de su Mesías, y cotejarla con el original que tenía presente? Sí, todo es verdad; mas en aquel tiempo y circunstancias, todo esto no bastaba, ni podía bastar. ¿Por qué? Porque la iniquidad de aquel sacerdocio, generalmente hablando, había llegado a lo sumo. Estaba viciado por la mayor y máxima parte; estaba lleno de malicia, de dolo, de hipocresía, de avaricia, de ambición; y por consiguiente lleno también de temores y respetos puramente humanos, que son lo que se llaman en la Escrituras la prudencia de la carne y el amor del siglo, incompatibles con la amistad de Dios. Ésta fue la verdadera causa539 de la reprobación del Mesías, y de todas sus funestas consecuencias, la cual no se avergonzó aquel inicuo sacerdocio de   —319→   producir en pleno concilio (preguntando): ¿Qué hacemos porque este hombre hace muchos milagros? Si lo dejamos así, creerán todos en él, y vendrán los Romanos, arruinarán nuestra ciudad y nación.540

218. ¿Qué tenemos, pues, que maravillarnos de que el sacerdocio cristiano pueda en algún tiempo imitar en gran parte la iniquidad del sacerdocio hebreo? ¿Qué tenemos que maravillarnos de que sea el únicamente simbolizado en esta bestia de dos cuernos? Los que ahora se admiren de esto, o se escandalizaren de oírlo, o lo tuvieren por un despropósito increíble, es muy de temer, que llegada la ocasión, sean los primeros que entren en el escándalo541, y los primeros presos en el lazo. Por lo mismo que tendrán por increíble tanta iniquidad en personas tan sagradas, tendrán también por buena la misma iniquidad. ¿Qué hay que maravillarse después de tantas experiencias? Así como en todos tiempos han salido del sacerdocio cristiano bienes verdaderos e inestimables, que542 han edificado y consolado la Iglesia de Cristo, así han salido innumerables y gravísimos males, que la han escandalizado y afligido. ¿No gimió todo el orbe cristiano en tiempo de los Arrianos? ¿No se admiró de verse Arriano casi sin entenderlo, según esta expresión viva de San Jerónimo: lamentándose el mundo todo se admiró al reconocerse Arriano543? ¿Y de dónde le vino todo este mal, sino del sacerdocio?

219. ¿No ha gemido en todos tiempos la Iglesia de Dios entre tantas herejías, cismas y escándalos, nacidos todos del sacerdocio, sostenidos por él obstinadamente? Y ¿qué diremos de nuestros tiempos? Consideradlo bien, y entenderéis fácilmente cómo la bestia de dos cuernos puede hacer tantos males en los últimos tiempos. Entenderéis, digo, cómo el sacerdocio de los últimos tiempos, corrompido   —320→   por la mayor parte, pueda corromperlo todo, y arruinarlo todo, como lo hizo el sacerdocio hebreo. Entenderéis en suma, cómo el sacerdocio mismo de aquellos tiempos, con su pésimo ejemplo, con persuasiones, con amenazas, con milagros fingidos, etc., podrá alucinar a la mayor parte de los fieles, podrá deslumbrarlos, podrá cegarlos, podrá hacerlos desconocer a Cristo, y declararse en fin por sus enemigos: se levantarán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos. Y darán grandes señales. Y porque se multiplicará la iniquidad, se resfriará la caridad de muchos.544 ¡Oh! ¡Qué tiempos serán aquéllos! ¡Qué oscuridad! ¡Qué temor! ¡Qué tentación! ¡Qué peligro! Si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva.545

220. ¿Qué pensáis que será cuando las simples ovejas de Cristo de toda edad, de todo sexo, de toda condición, viéndose perseguidas de la primera bestia, y amenazadas con la potencia formidable de sus cuernos, se acojan al abrigo de sus pastores, implorando su auxilio, y los encuentren con la espada en la mano, no cierto para defenderlas, como era su obligación; sino para afligirlas más, para espantarlas más, para obligarlas a rendirse a la voluntad de la primera bestia? ¿Qué pensáis que será, cuando poniendo los ojos en sus pastores, como en su único refugio y esperanza, los vean temblando de miedo, mucho más que ellos mismos, a vista de la bestia, y de sus cuernos coronados, por consiguiente los vean aprobando prácticamente toda la conducta de la primera bestia, aconsejando a todos que se acomoden con el tiempo por el bien de la paz, que por este bien de la paz (falsa a la verdad) tomen el carácter de la bestia en las manos o en la frente, esto es, que se declaren públicamente por ella, fingiendo para esto milagros y portentos, para acabar de   —321→   reducirlas con apariencia de religión? ¿Qué pensáis que será, cuando muchos fieles justos y bien instruidos en sus obligaciones, conociendo claramente que no pueden en conciencia obedecer a las órdenes que saldrán en aquel tiempo de la potestad secular, se determinen a obedecer a Dios, arriesgarlo todo por Dios, y se vean por esto abandonados de todos, arrojados de sus casas, despojados de sus bienes, separados de sus familias, privados de la sociedad y comercio humano, sin hallar quien les dé, ni quien les venda, y todo esto por orden y mandato de sus propios pastores? Todo esto porque no se les ve ni en las manos ni en la frente señal alguna de ser contra Cristo. Todo esto porque no se declaran públicamente por Anticristos. Con razón dice San Pablo: que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos...546 y con razón dice el mismo Jesucristo: si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva...547

221. Persecuciones de la potencia secular las padeció la Iglesia de Cristo terribilísimas, y casi continuas, por espacio de 300 años, y con todo eso se salvaron tantos, que se cuentan no a centenares ni a millares, sino a millones. Lejos de ser aquellos tiempos de persecución peligrosos para la Iglesia, fueron por el contrario los más a propósito, los más conducentes, los más útiles548 para que la misma Iglesia creciese, se arraigase, se fortificase y dilatase por toda la tierra. No fue necesario ni conveniente abreviar aquellos días por temor de que pereciese toda carne; antes fue convenientísimo dilatarlos para conseguir el efecto contrario. Así los dilató el Señor muy cerca de tres siglos, muy cierto y seguro de que por esta parte nada había que temer; mas en la persecución o tribulación horrible de que vamos hablando, se nos anuncia claramente por boca de la misma verdad, que deberá suceder todo lo contrario: Porque   —322→   habrá entonces grande tribulación, cual izo fue desde el principio del mundo hasta ahora, ni será. Y si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva.549 Pensad, amigo, con formalidad, cuál podrá ser la verdadera razón de una diferencia tan grande, y difícilmente hallareis otra, que la bestia nueva de dos cuernos que ahora consideramos, o lo que es lo mismo, el sacerdocio cristiano, ayudando a los perseguidores de la Iglesia y de acuerdo con ellos, por la abundancia de su iniquidad.

222. En las primeras persecuciones hallaban los fieles en su sacerdocio o en sus pastores, no solamente buenos consejos, instrucciones justas y santas, exhortaciones fervorosas, etc., sino también la práctica de su doctrina. Los veían ir delante con el ejemplo; los veían ser los primeros en la batalla; los veían no estimar ni descanso, ni hacienda, ni vida, por la honra de su Señor, y por la defensa de su grey. Si leéis el Martirologio romano, apenas hallareis algún día del año que no esté ennoblecido y consagrado con el sacrificio de estos santos pastores; mas en la persecución anticristiana, en que el sacerdocio estará ya por la mayor y máxima parte enemigo de la cruz de Cristo550, en que estará mundano, sensual, y por eso provocando a vómito, como lo anuncia claramente San Juan551, en que estará resfriado enteramente en la caridad por la abundancia de la iniquidad552; será ya imposible que los fieles hallen en él lo que no tiene, esto es, espíritu, valor, desinterés, desprecio del mundo, y celo de la honra de Dios; y será necesario que hallen lo que sólo tiene, esto es, vanidad, sensualidad, avaricia, cobardía, y todo lo que de aquí resulta en perjuicio del mísero rebaño, esto es, seducción, tropiezo, escándalo y peligro. No por esto se dice, que no habrá en aquellos tiempos algunos pastores buenos, que no sean   —323→   mercenarios. Sí, los habrá; ni se puede creer menos de la bondad y providencia del sumo pastor; mas estos pastores buenos serán tan pocos, y tan poco atendidos, respecto de los otros, como lo fue Elías respecto de los profetas de su tiempo, que unos y otros resistieron obstinadamente y persiguieron a los profetas de Dios; unos y otros hicieron inútil su celo, e infructuosa su predicación; unos y otros fueron la causa inmediata, así de la corrupción de Israel, como de la ruina de Jerusalén.

223. Si todavía os parece difícil de creer que el sacerdocio cristiano de aquellos tiempos sea el únicamente figurado en la terrible bestia de dos cuernos, reparad con nueva atención en todas las palabras y expresiones de la profecía; pues ninguna puede estar de más. Dice San Juan, que vio esta bestia salir o levantarse de la tierra553; que tenía dos cuernos como de cordero554; pero que su voz o modo de hablar era no de cordero sencillo e inocente, sino de un maligno y astuto dragón555; dice más que con esta apariencia de cordero manso y pacífico, y con la realidad de dragón, persuadió a todos los habitadores de la tierra, que adorasen o se rindiesen y tomasen partido por la primera bestia; que para este fin hizo grandes señales o milagros, todos aparentes y fingidos, con los cuales, y al mismo tiempo con su voz de dragón, o con sus palabras seductivas, engañó a toda la tierra; que obligó en fin a todos los habitadores de la tierra a traer públicamente en la frente o en la mano el carácter de la primera bestia, so pena de no poder comprar ni vender, etc. Decidme ahora, amigo, con sinceridad, ¿a quién pueden competir todas estas cosas, piénsese como se pensare, sino a un sacerdocio inicuo y perverso, como lo será el de los últimos tiempos? Los doctores mismos lo reconocen así, lo conceden en parte; y esta parte una vez concedida, nos pone en derecho de pedir el todo. No hallando otra cosa a que poder acomodar   —324→   lo que aquí se dice de la segunda bestia (a la cual en el capítulo XVI y XIX se le da el nombre de pseudo-profeta) convienen comúnmente en que esta bestia o este pseudo-profeta, será algún obispo apóstata, lleno de iniquidad y malicia diabólica, que se pondrá de parte del Anticristo, y lo acompañará en todas sus empresas.

224. Mas este obispo singular (sea tan inicuo, tan astuto, tan diabólico, como se quisiere o pudiere imaginar) ¿será capaz de alucinar con sus falsos milagros, y pervertir con sus persuasiones a todos los habitantes de la tierra? ¿Y esto en el corto tiempo de tres años y medio? ¿Y esto en un asunto tan duro, como es que todos los habitadores de la tierra tengan al Anticristo no sólo por su rey, sino por su dios? ¿No choca esto manifiestamente al sentido común? ¿No pasa esto fuera de los límites de lo increíble? Si en la Escritura Santa hubiese sobre esto alguna revelación expresa y clara, yo cautivaría mi entendimiento en obsequio de la fe; mas no habiendo tal revelación; antes repugnando esta noticia todas las ideas que nos da la misma Escritura, parece preciso tomar otro partido. Lo que no puede concebirse en una persona singular, se puede muy bien concebir y se concibe al punto en un cuerpo moral, compuesto de muchos individuos repartidos por toda la tierra; se concibe al punto en el sacerdocio mismo, o en su mayor y máxima parte, en el estado de tibieza y relajación en que estará en aquellos tiempos infelices.

225. No es menester decir para esto, que el sacerdocio de aquellos tiempos persuadirá a los fieles que adoren a la primera bestia con adoración de latría como a Dios. El texto no dice tal cosa, ni hay en todo él una sola palabra de donde poderlo inferir. Sólo habla de simple adoración, y nadie ignora lo que significa en las Escrituras esta palabra general, cuando no se nombra a Dios, o cuando no se infiere manifiestamente del contexto: e hizo (ésta es la expresión de San Juan) que la tierra y sus moradores adorasen a la primera bestia... Así, el hacer adorar a la primera bestia, no puede aquí significar otra cosa, sino hacer que   —325→   se sujeten a ella, que obedezcan a sus órdenes, por inicuas que sean, que no resistan como debían hacerlo, que den señales externas de su respeto y sumisión, y todo esto por temor de sus cuernos. Tampoco es menester decir, que el sacerdocio de que hablamos, habrá ya apostatado de la religión cristiana. Si hubiere en él algunos apóstatas formales y públicos, que sí los habrá, y no pocos, éstos no deberán mirarse como miembros de la segunda bestia, sino de la primera. Bastará, pues, que el sacerdocio de aquellos tiempos peligrosos se halle ya en aquel mismo estado y disposiciones en que se hallaba en tiempo de Cristo el sacerdocio hebreo, quiero decir, tibio, sensual y mundano, con la fe muerta o dormida, sin otros pensamientos, sin otros deseos, sin otros afectos, sin otras máximas que de tierra, de mundo, de carne, de amor propio, y olvido total de Cristo y del Evangelio. Todo esto parece que suena aquella expresión metafórica de que usa el apóstol, diciendo: que vio a esta bestia salir o levantarse de la tierra.556

226. Añade, que la vio con dos cuernos semejantes a los de un cordero557; la cual semejanza, aun prescindiendo de la alusión a la mitra, que reparan varios doctores, parece por otra parte, siguiendo la metáfora, un distintivo propísimo del sacerdocio, que a él solo puede competir. De manera, que así como los cuernos coronados de la primera bestia significan visiblemente la potestad, la fuerza, y las armas de la potencia secular de que aquella bestia se ha de servir para herir y hacer temblar toda la tierra; así los cuernos de la segunda, semejantes a los de un cordero, no pueden significar otra cosa, que las armas o la fuerza de la potestad espiritual, las cuales aunque de suyo son poco a propósito para poder herir, para poder forzar, o para espantar a los hombres; mas por eso mismo se concilia esta potencia mansa y pacífica, el respeto, el amor   —326→   y la confianza de los pueblos; y por eso mismo es infinitamente más poderosa, y más eficaz para hacerse obedecer, no solamente con la ejecución, como lo hace la potencia secular, sino con la voluntad, y aun también con el entendimiento.

227. Mas esta bestia en la apariencia mansa y pacífica (prosigue el amado discípulo), esta bestia en la apariencia inerme, pues no se le veían otras armas que dos pequeños cuernos semejantes a los de un cordero, esta bestia tenía una arma horrible y ocultísima, que era su lengua, la cual no era de cordero, sino de dragón: hablaba como el dragón.558 Lo que quiere decir esta similitud, y a lo que alude manifiestamente, lo podéis ver en el capítulo III del Génesis. Allí entenderéis cuál es la lengua, o la locuela del dragón, y por esta la locuela entenderéis también fácilmente la locuela de la bestia de dos cuernos en los últimos tiempos, de la cual se dice, que como habló el dragón en los primeros tiempos, y engañó a la mujer, así hablará en los últimos la bestia de dos cuernos, o por medio de ella el dragón mismo. Hablará con dulzura, con halagos, con promesas, con artificio, con astucias, con apariencias de bien, abusando de la confianza y simplicidad de las pobres559 ovejas para entregarlas a los lobos, para hacerlas rendirse a la primera bestia, para obligarlas a que la adoren, la obedezcan, la admiren, y entren a participar o a ser iniciadas en su misterio de iniquidad. Y si algunas se hallaren entre ellas tan entendidas que conozcan el engaño, y tan animosas que resistan a la tentación (como ciertamente las habrá) contra éstas se usarán, o se pondrán en gran movimiento las armas de la potestad espiritual, o los cuernos como de cordero, prohibiendo que ninguno pueda comprar, o vender, sino aquel que tiene la señal, o el nombre de la bestia. Éstas serán separadas de la sociedad y comunicación con las otras, a éstas nadie les podrá comprar ni vender, si no traen públicamente alguna señal de   —327→   apostasía: porque ya habían acordado los judíos, dice el evangelista, que si alguno confesase a Jesús por Cristo, fuese echado de la sinagoga.560 Aplíquese la semejanza.

Carácter de la bestia, su nombre, o el número de su nombre.

Párrafo XII

228. Esta bestia que acabamos de observar, persuadirá a los hombres, dice San Juan, que lleven en la mano o en la frente el carácter de la primera bestia, o su nombre, o el número de su nombre, so pena de no poder comprar ni vender, que es lo mismo que decir, so pena de muerte. El mismo apóstol, para dar alguna luz o alguna esperanza de entender toda esta metáfora, la cual evidentemente no convenía que se entendiese antes de tiempo, concluye todo el capítulo con estas palabras enigmáticas. Aquí hay sabiduría. Quien tiene inteligencia, calcule el número de la bestia. Porque es número de hombre; y el número de ella seiscientos sesenta y seis.561

229. Casi desde los tiempos de San Juan, como testifica San Ireneo562 se han hecho siempre las mayores diligencias para descifrar este enigma, y entender bien este gran misterio, persuadidos firmemente los doctores, de que aquí se encierra el nombre del Anticristo, o algún distintivo propio suyo por donde conocerlo infaliblemente. El empeño es sin duda laudable, y óptima la intención, pues una vez que se sepa el nombre o distintivo propio de aquel hombre o persona, que llaman Anticristo, será fácil conocerlo, cuando aparezca en el mundo; y si se conoce, será fácil no caer en el lazo. Este discurso justo en sí mismo, en el sistema de los doctores no lo parece tanto. Los que esperan al Anticristo en la forma en que se halla en toda suerte de escritores   —328→   eclesiásticos, ¿qué necesidad pueden tener de saber su nombre, o algún distintivo propio suyo para conocerlo? ¿Qué nueva luz se les puede añadir con esto para distinguirlo de los otros hombres? Traed, amigo, a la memoria siquiera alguna de aquellas noticias particulares de que ya hemos hablado, y corren comúnmente por indubitables, y decidme: ¿con ellas solas, sin otro distintivo, podréis desconocer al Anticristo? ¿Habrá algún hombre, por rudo que sea, que teniendo dichas noticias, no lo conozca al punto?

230. Imaginad para esto, que ahora en nuestros días sale de Babilonia, o de donde os pareciere mejor, un príncipe nuevo, que nadie sabía de él. Este nuevo príncipe, acompañado de una multitud infinita de judíos, que lo han reconocido por su rey y Mesías, se va derecho a la Palestina, la conquista toda, sólo con dejarse ver, la evacua de sus habitadores actuales, establece en ella a todas las tribus de Israel, edifica de nuevo a Jerusalén para corte de su imperio, de allí sale con innumerables tropas, compuestas ya de judíos, ya de otras naciones orientales, hace guerra a todos los reyes de la tierra, mata tres de ellos, y a los demás los sujeta a su dominación, trae siempre consigo un profeta grande que hace continuos y estupendos milagros; en suma, este príncipe nuevo, cuyo nombre todavía no se sabe, se ha hecho en breve tiempo monarca universal de toda la tierra; todos los pueblos, tribus y lenguas, lo reconocen y obedecen como a soberano... ¿Qué os parece, amigo, de este gran personaje? ¿No es éste el Anticristo que esperábamos? ¿No son éstas las noticias que habíamos leído en nuestros libros? ¿Qué necesidad tenemos ahora de saber su carácter, ni su nombre, ni el número de su nombre? Sin esto conocemos al Anticristo, y lo conoce toda la tierra. Este monarca universal de toda ella, cuya corte es Jerusalén, éste es ciertamente el Anticristo. De aquí se sigue una de dos cosas: o que el enigma propuesto, o su inteligencia, es la cosa más inútil del mundo, o que el Anticristo que esperamos debe ser alguna otra cosa infinitamente diversa de lo que hasta ahora   —329→   hemos imaginado. Si esto segundo se concediese, me parece que se pudiera adelantar no poco en la inteligencia del enigma, como tentaremos más adelante. Veamos lo que hasta ahora se ha adelantado en el sistema contrario.

231. Primeramente, han hecho los doctores este discurso previo, que parece justísimo, y lo fuera en realidad, si no tocara o supusiera el principio mismo que se pide. Los números de que usan los griegos, dicen con verdad, no son otros que sus mismas letras. Estas letras numerales juntas y combinadas entre sí, deben formar alguna palabra, pues al fin son letras; luego el número 666 expresado en letras griegas (en las cuales se escribió todo el Apocalipsis) deberá necesariamente formar alguna palabra; pues esta palabra, concluyen, es ciertamente el nombre, o el carácter, o el distintivo propio del Anticristo. Bien. ¿Y si las letras griegas que son necesarias para expresar el número 666 se pueden combinar de treinta maneras diferentes, podrán también o deberán formar treinta palabras diferentes; y en este caso ¿cuál de ellas será el nombre propio, o el propio distintivo de este hombre, o de esta persona que llaman Anticristo? O éste tendrá todos los treinta nombres y distintivos, o si ha de tener uno solo, éste no lo pueden enseñar en particular las letras mismas numerales. En efecto, las palabras o nombres del Anticristo que se han sacado del número 666 expresado en letras griegas, son tan diversos y tan indeterminados, como se puede ver en estos pocos que pongo aquí por muestra.

Voz griega. Voz castellana. Voz latina.
1. Teytan. 1. Gigante. 1. Gigas.
2. Lampertis. 2. Luciente. 2. Lucens.
3. Lateynus. 3. Latino. 3. Latinus.
4. Nichetes. 4. Vencedor 4. Victor.
5. Evantas. 5. Floreciente. 5. Floridus.
6. Kakos odegos. 6. Pequeño capitán. 6. Parvus dux.
7. Aletes blaberos. 7. Verdaderamente563 nocivo. 7. Vere noxius.
8. Palebascanos. 8. Día envidioso. 8. Dies invidus.
9. Amnos adikos. 9. Cordero injusto. 9. Agnus injustus.
10. Oculpios. 10. Trajano. 10. Trajanus.

Algunos han hallado a Jenserico, y otros a Mahoma.

  —330→  

232. El erudito Calmet, que en su disertación del Anticristo trae las más de estas combinaciones, explica allí mismo el juicio que hace de ellas por estas palabras: Estudio a la verdad vano, cifras insignificantes que el hecho sólo de haberlas referido nos pesa.564 No obstante esta justa censura, el mismo autor en su exposición literal del Apocalipsis sobre el capítulo XIII adopta como legítima, o como preferible a todas las otras, la célebre combinación del ilustrísimo señor Bosuet, el cual dejando las letras numerales griegas, como que no hacían, ni podían hacer al propósito de su sistema, se sirvió de las letras latinas, que comúnmente llamamos números romanos, y de ellas sacó junto con el número 666 estas dos palabras: Diocles Augustus, que es lo mismo que decir, Diocles Augustus da en números romanos, o en sus letras numerales, el número preciso de 666. Ved aquí el ingenio.

D 500
I 1
O 000
C 100
L 50
E 000
S 000
A 000
V 005
G 000
V 005
S 000
T 000
V 005
S 000
Suma: 666

233. Esta operación ha parecido a algunos no sé qué especie de triunfo, respecto del sistema de Mr. Bosuet, y del padre Calmet, que es casi el mismo. Pretenden estos dos sabios,   —331→   y se esfuerzan a probarlo, armados de grande elocuencia, y suma erudición (mas con vano esfuerzo) pretenden, digo, acomodar casi todo el Apocalipsis a las primeras persecuciones de la Iglesia, principalmente a la última y más terrible de todas, que fue la de Diocleciano. Pues en este sistema, de que luego hablaremos, parece esta combinación un descubrimiento de suma importancia. No se podía desear, ni aun pensar cosa más a propósito. Diocles (así dicen que se llamó Diocleciano antes de subir al trono) Diocles Augustus, da en números romanos la suma de 666. Luego éste es todo el gran misterio que encierra el enigma propuesto. Luego el libro del Apocalipsis, especialmente cuando habla de la bestia de siete cabezas y diez cuernos, no nos anuncia otra cosa por estas metáforas terribles, que la terrible persecución de Diocleciano, pues Diocleciano mismo viene aquí nombrado debajo de un enigma, etc.

234. Para que veáis, señor, la suma debilidad de este discurso, y la poca o ninguna razón que hay para cantar la victoria, yo voy a proponer en las mismas letras numerales romanas, otra operación o combinación mucho más fácil y breve que la de Mr. Bosuet, la cual tiene que quitar la mitad de Diocletianus, y añadir Augustus. ¿Por qué? Porque la palabra Diocletianus no alcanza por sí sola al número propuesto, le faltan nueve; mas quitándole la mitad, esto es, tianus, se le quitan seis, las cuales seis, y las otras nueve que faltan, se suplen perfectamente con la palabra Augustus que tiene por tres veces la V y da el número 15; mas la combinación que yo propongo, nada tiene que quitar ni que añadir; y así pruebo del mismo modo, y en la misma forma, que la bestia terrible del Apocalipsis significa y anuncia un príncipe terrible (o pasado o futuro) por nombre Luis, y en latín Ludovicus.

  —332→  

L 50
V 005
D 500
O 000
V 005
I 001
C 100
V 005
S 000
Suma: 666

235. Mr. de Chetardie, citado por Calmet, sacó con el mismo artificio a Juliano apóstata, y no fuera muy difícil sacar otras cien cosas, haciendo otras combinaciones, las que serían al fin tan fuera de propósito, y tan inútiles como las que hemos apuntado.

236. Convienen, no obstante, los doctores, y lo confiesa el mismo Calmet, aunque interesado por Diocleciano, que la solución del enigma se debe buscar en letras numerales griegas, pues en ellas y no en las latinas se escribió el Apocalipsis. Ahora bien, la solución del enigma se ha buscado en las letras numerales griegas, casi desde los principios del segundo siglo de la Iglesia; pues San Ireneo, que escribió hacia el año 70 de este siglo, trae algunas combinaciones que se habían hecho antes de él, y después acá el empeño no ha cesado, ni se han omitido las diligencias. ¿Y qué se ha conseguido con ellas? Lo que únicamente se ha conseguido es, que nos hallamos con muchos nombres, que según diversos autores, ha de tener el Anticristo. ¿Cuál de ellos es el verdadero? No se sabe. ¿Y se sabe a lo menos si entre todos ellos estará el verdadero? Tampoco se sabe, y aunque se hagan otras muchas más combinaciones, siempre quedaremos en la misma perplejidad. ¿Cómo, pues, podremos conocer por su nombre, o carácter, o distintivo a esta bestia o este Anticristo?

237. Yo saco de aquí una consecuencia que me parece buena y naturalísima, a lo menos en línea de sospecha vehemente, es a saber: que mientras se buscare (o sea en letras   —333→   griegas o latinas) el nombre o distintivo de una persona individuo y singular, parece muy probable que el enigma se quede eternamente sin solución. El texto sagrado habla del nombre, o carácter, o distintivo de una bestia metafórica de siete cabezas y diez cuernos, conque si dicha bestia no significa una persona singular, como parece algo más que probable, todas las operaciones que se hicieren sobre este principio, irán ciertamente desviadas, ni podrán jamás tocar el fin que se proponen. Así lo ha mostrado hasta ahora la experiencia. Después de grandes diligencias, y por grandes ingenios, nos hallamos todavía como en el principio; y confiesan los doctores juiciosos, que todo cuanto se ha discurrido, y trabajado hasta ahora sobre el asunto, ha sido, cuando menos, un trabajo perdido: estudio a la verdad vano, cifras insignificantes.

238. No quedándonos, pues, esperanza alguna racional de entender el enigma en la idea ordinaria de una persona singular, parece ya conveniente y aun necesario mudar de rumbo, trabajar, digo, sobre otra idea o principio diverso, y ver si por aquí se puede avanzar algo que nos contente, y nos pueda traer alguna utilidad. Esto es lo que ahora vamos a tentar, deseando a lo menos abrir camino para que otros trabajen, y hagan nuevos descubrimientos en un asunto que ciertamente no es de mera curiosidad, sino de sumo interés. No hay duda que la inteligencia la ha de dar Dios; mas sería una verdadera temeridad esperar que Dios diese la inteligencia a quien no trabaja, a quien no hace lo que está de su parte, a quien apenas sabe que hay en la Escritura tal enigma, etc.

239. Mudada, pues, por un momento la idea del Anticristo de una persona singular a un cuerpo moral, para proceder con algún orden y claridad en el estudio del enigma, me preparo con una diligencia previa, o con un discurso propio, o con un discurso general. Pienso primeramente en profunda meditación, cuál puede ser el carácter más propio, o el distintivo más preciso de un cuerpo moral anticristiano, compuesto de muchos individuos. Si hallo este   —334→   carácter o distintivo, el más propio, aunque sea sólo probablemente, paso a la segunda diligencia no menos necesaria, esto es, a comparar lo que he hallado con el texto mismo y con todo su contexto, y también para asegurarme más con otras ideas y noticias que he hallado en otras partes de la Santa Escritura. Si después de este examen atento y prolijo, hallo dicho carácter o distintivo perfectamente conforme a la idea que me da el texto con todo su contexto, y a la idea que me da en otras partes la divina Escritura, no por eso debo quedar plenamente satisfecho, ni mucho menos cantar la victoria, pues me queda que practicar la última diligencia, sin la cual nada puede concluirse. Me queda, digo, que examinar si dicho carácter o distintivo, que he hallado en mi meditación, y que después he hallado también conforme al texto, y a toda la Escritura corresponde del mismo modo al número 666, o a las letras numerales griegas que componen este número. Si a todo esto lo hallo perfectamente conforme, si todo camina naturalmente sin artificio, sin violencia, sin dificultad, sin embarazo alguno, me parece que en este caso podré concluir, con toda aquella seguridad que cabe en el asunto, que ésta es la verdadera solución del enigma; y cualquier hombre sensato deberá recibir, y contentarse con esta solución, mientras no se le presente otra, que atendidas todas las circunstancias pareciere mejor.

240. Supuesto este discurso general, que por su misma simplicidad parece justísimo, procedamos ya a nuestra operación. Yo discurro así. En la idea de un cuerpo moral anticristiano, compuesto de muchísimos individuos, se concibe al punto, ni puede dejar de concebirse, que ese cuerpo para que lo sea, debe estar animado todo de algún espíritu. Sin esto será imposible que subsista, así como sucede en un cuerpo físico. ¿Cómo podrá subsistir una república, ni cómo podrá llamarse con propiedad cuerpo moral, si las personas que la componen no están unidas entre sí, y animadas todas de un mismo espíritu general, verbigracia de libertad, y de independencia? Pues este espíritu   —335→   general, o este principio de vida, que une, anima y conserva un cuerpo moral, cualquiera que sea, es lo que llamamos con toda verdad y propiedad, el carácter, o el distintivo propio de este mismo cuerpo; no considerado solamente como cuerpo moral, sino como tal cuerpo moral, particular y determinado.

241. Ahora pues, ¿qué otro espíritu puede unir y animar un cuerpo moral anticristiano, como tal, sino aquel mismo que apuntamos en el párrafo IV, con su propia definición, esto es, el espíritu que divide a Jesús? En toda la divina Escritura no hallamos del Anticristo otra palabra más expresa que ésta, y todo cuanto hallamos en ella corresponde y se conforma perfectamente a esta definición. La misma palabra Anticristo o contra-Cristo esto suena, y no suena otra cosa sino sólo esto. De aquí se sigue manifiestamente, que el carácter o distintivo propio de este cuerpo moral en cuanto es contra-Cristo, debe ser del todo conforme a la palabra Anticristo, y al espíritu que lo debe animar en cuanto tal. Más claro: el carácter y distintivo propio de este cuerpo moral, no puede ser otro que el mismo espíritu que lo anima; no puede ser otro que dividir a Jesús activa y pasivamente; no puede ser otro, que el odio formal a Jesús, el oponerse a Jesús, perseguir a Jesús, procurar destruirlo, o desterrarlo del mundo, borrando del todo su nombre y su memoria. Esto parece clarísimo, ni hay para qué detenernos en ello.

242. Lo que falta solamente es, que este carácter o distintivo propio de la bestia que ya se ha conocido, se halle también en el número 666 del mismo modo que se escribe en griego, esto es, que las letras griegas que componen dicho número, den al mismo tiempo este mismo carácter, o distintivo expreso y claro. Si esto sucediese, ¿no parecería alguna operación geométrica, o alguna especie de demostración? ¿No fundaría a lo menos un grado de probabilidad, o de certeza moral, cuanta pueda caber en el asunto? Vedlo pues aquí. Entre las varias combinaciones que se han hecho de las letras griegas que forman el número   —336→   666, se halla una que es la de Primacio, de la cual se ha hecho tan poco caso, como de las otras, sin duda porque en la idea ordinaria del Anticristo no se ha hallado en qué hacerla servir. Esta combinación da puntualmente la palabra griega ARNOUME o ARNOUMA, que corresponde a la palabra latina ABRENUNTIO, y a la española RENIEGO.

243. Hallada esta palabra, comparémosla luego con el texto de la profecía, y con todo su contexto, para ver si corresponde a todo con propiedad. Primeramente, dice San Juan, que en los tiempos de la bestia o del Anticristo serán obligados los hombres, so pena de no poder comprar ni vender, a traer en la mano o en la frente el carácter de la bestia misma, o su nombre, o el número de su nombre. Sobre lo cual, para evitar desde luego todo equívoco, debemos notar ante todas cosas, y tener muy presente una que parece clara e innegable. Es a saber: que todas estas expresiones de que usa San Juan, esto es, el carácter de la bestia, frente, manos, etc., son puramente metafóricas, así como lo es la bestia misma, sus cabezas, y sus cuernos. Ni parece creíble, ni aun sufrible lo que piensan muchos autores, y ponderan con gran formalidad: esto es, que en aquellos tiempos por orden del Anticristo, o de su profeta, deberán los hombres sufrir en la frente, o en las manos la impresión de un hierro ardiendo, o como piensan otros más benignos, la impresión de un sello, bañado en alguna tinta estable y permanente, en el cual sello estará grabado, según unos, un dragón; según otros, una bestia con siete cabezas y diez cuernos; y según otros, la imagen o el nombre del monarca. Otros piensan con igual fundamento, que lodos los hombres en todo el mundo serán obligados a llevar públicamente en la frente, o en la mano, alguna medalla con la imagen, o con las armas del Anticristo, como por mostrar que son sus fieles adoradores, etc.

244. Mas todos estos modos de pensar, que son los únicos que vulgarmente hallamos, parecen muy ajenos, y muy distantes del sentido propio y literal, que puede admitir una pura metáfora, en la cual siempre se habla por   —337→   semejanza, no por propiedad. ¿No se reiría de mí todo el mundo, si yo dijese, por ejemplo, que los ciento cuarenta y cuatro mil sellados en la frente, de que se habla en el capítulo VII del mismo Apocalipsis, han de ser sellados con algún sello material? ¿No se reiría de mí todo el mundo, y no tendría razón para reírse, si yo dijese, que el Anticristo y su pseudo-profeta han de ser dos hombres con la figura exterior de bestias, como los describe San Juan? Pues aplicad la semejanza, o dadme la disparidad. Tan metáfora es la una como la otra. Siendo, pues, toda una metáfora, parecerá sin duda, visible y claro a cualquiera que quisiere mirarlo, que el carácter o nombre, o distintivo de que habla la profecía, no puede significar otra cosa, obvia y naturalmente, que una profesión pública y descarada de aquel ABRENUNTIO, o hago profesión de renegado, que parece el carácter, o el espíritu, o el distintivo propio de toda la bestia. Así, el tomar este carácter no será otra cosa que un tomar partido por la libertad, un dividir a Jesús, público y manifiesto, una formal apostasía de la religión cristiana, que antes se profesaba. Se dice que este carácter lo llevará en la frente o en las manos, para denotar la publicidad y descaro con que se profesará ya entonces el anticristianismo; pues la frente y las manos son las partes más públicas del hombre, y al mismo tiempo son dos símbolos propísimos, el primero del modo de pensar, el segundo del modo de obrar. Desatados de Jesús, desatados de la verdad y sabiduría eterna, no hay duda que quedarán la frente y las manos; esto es, los pensamientos y operaciones en una suma libertad; mas libertad, no ya de racionales, sino de brutos; y se podrá decir entonces lo que se anuncia en el salmo XLVIII: el hombre, cuando estaba en honor, no lo entendió; ha sido comparado a las bestias insensatas, y se ha hecho semejante a ellas.565

245. Se dice que no podrán comprar ni vender los que no lleven este carácter, para denotar el estado lamentable   —338→   de desprecio, de burla, de odio, de abandono en que quedarán los que quisieren conservar intacta su fe; y también para denotar la tentación terrible, y el sumo peligro que será para ellos este desprecio, burla, odio, y abandono; viéndose excomulgados de todo el linaje humano. El mismo Jesucristo nos asegura en particular, que en aquellos tiempos de tribulación, los mismos parientes y domésticos serán los mayores enemigos de los que quisieren ser fieles a Dios, y el hermano entregará al hermano... y se levantarán los hijos contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por mi nombre; mas el que perseverare hasta la fin, éste será salvo.566 Esta tentación y peligro debe ser sin duda muy grande; pues a los que perseveraren y salieren victoriosos, se les anuncia y promete un premio tan particular: los que no adoraron la bestia (dice San Juan) ni a su imagen, ni recibieron su marca en sus frentes, o en sus manos, y vivieron, y reinaron con Cristo mil años. Los otros muertos no entraron en vida, etc.567

246. Se dice en fin, que la segunda bestia de dos cuernos, no la primera, será la causa inmediata de esta grande tribulación: Y a todos... hará tener una señal en su mano derecha, o en sus frentes.568 De lo cual se infieren dos buenas consecuencias. Primera: que así como la bestia de dos cuernos es toda metáfora, como lo es la primera, así el carácter de ésta, la acción de tomar este carácter, y de llevarlo en la frente, y en las manos, son expresiones puramente metafóricas, que sólo pueden ser verdaderas por semejanza, no por propiedad. La segunda   —339→   cosa que se infiere es, que el tomar y llevar públicamente este carácter, debe ser un acto libre, y voluntario, no forzado; la razón es, porque la potencia de esta bestia no puede consistir en otra cosa, que en sus armas, y estas armas que son de cordero, esto es, sus cuernos, las del dragón, milagros, etc. no son a propósito para obligar por fuerza y violencia, sino para mover, y persuadir con suavidad. En suma, lo que se nos dice por todas estas semejanzas, no parece otra cosa, sino que la segunda bestia tendrá la mayor parte, y la máxima culpa en la perdición de los cristianos. Ella será la causa inmediata con sus obras inicuas, y sus palabras seductivas, de que los cristianos entren en la moda, y se acomoden al gusto del siglo, rompiendo aquella cuerda de la fe, que los tenía atados con Jesús, y declarándose por el Anticristo.

247. Ahora, amigo mío, este reniego, este dividir a Jesús, este abandonar la fe, esta formal apostasía de las gentes cristianas, ¿os parece que será algún fantasma imaginario semejante a vuestro Anticristo? ¿Os parece que será a lo menos alguna cosa incierta, dudosa y opinable? ¿Os parece que yo lo avanzo aquí libremente sin fundamento, sin razón, sólo por llevar adelante mis ideas? Ojalá fuera yo un hombre que no tuviese espíritu, y que antes hablase mentira.569 La cosa es tan clara, y tan repetida en las Santas Escrituras, que no lo niegan del todo, aunque procuran mitigarlo cuanto les es posible, aun aquellos mismos doctores, empeñados con óptima intención en beatificar de todos modos al pueblo de Dios, que ahora se recoge de entre las gentes, y en anunciarle segurísimamente la perpetuidad de su fe. De esto hablamos ya, aunque de paso, en el párrafo IV, y hablaremos más de propósito en el fenómeno VI. Por ahora nos basta tener presente aquella pregunta del Señor: cuando viniere el Hijo del Hombre, ¿pensáis que hallará fe en la tierra?570

  —340→  

Reflexión

Párrafo XIII

248. Todas estas ideas que acabamos de dar del Anticristo y de todo su misterio de iniquidad, podrían ser utilísimas a todo los cristianos (aun entrando en este número todos los que pertenecen al falso cristianismo) si les mereciesen alguna atención particular; si las mirasen desde ahora, no digo ya como ciertas e indubitables, sino a lo menos como verosímiles. Preparados con ellas, y habiendo entrado siquiera en alguna sospecha, les sería ya bien fácil estudiar los tiempos, confrontarlos con las Escrituras, advertir el verdadero peligro, y por consiguiente no perecer en él. No se perdieran tantos como ya se pierden, y como ciertamente se han de perder; estuvieran en mayor vigilancia contra los falsos profetas que vienen... con vestidos de ovejas, y dentro son lobos robadores571; sobre todo, se llegaran más a Jesús; se unieran más estrechamente con Jesús; procuraran asegurarse más con Jesús, ciertos de que no hay salud en ningún otro572. Se aplicaran, en fin, más seriamente a redoblar y fortificar siempre más aquella cuerda tan necesaria y tan precisa, en que consiste el ser cristianos; sin la cual, es imposible, etc. Mas el trabajo es, que no siendo estas las ideas del Anticristo que se hallan en los doctores, no tenemos gran fundamento para prometernos este bien.

249. Este temor parece, sin duda, más bien fundado respecto de aquellos doctores que ya habían tomado su partido sobre la inteligencia general de Apocalipsis. Por ejemplo, los que hubieren adoptado como bueno aquel sistema que propuso con su sólida elocuencia Monseñor Bosuet, a quien siguió el padre Calmet, buscando, como él dice, el sentido literal de esta profecía. Estos doctores, por tantos títulos grandes y respetables, pretenden con grande aparato de erudición, que dicha profecía se verificó ya toda   —341→   o casi toda, en las antiguas persecuciones de la Iglesia y en sus perseguidores; especialmente todo cuanto se dice desde el capítulo XII hasta el XX inclusive, esto es, la mujer vestida de sol, los misterios de la bestia, tantos y tan grandes, las phialas, la meretrix, la venida del Rey de los reyes con todos los ejércitos del cielo, la ruina entera de la bestia, la prisión del diablo, la vida y reino de los degollados, por mil años, etc., todo esto, dicen, se verificó en la última persecución de Diocleciano, y en Diocleciano mismo. Este emperador, prosiguen diciendo, es el que viene aquí significado y anunciado en una bestia terrible de siete cabezas y diez cuernos.

250. Si preguntamos, ¿qué significan en un mismo emperador siete cabezas? nos responden, que significan siete emperadores, que ya juntamente con Diocleciano, ya después de su muerte, persiguieron a la Iglesia de Cristo, continuando la misma persecución. Éstos fueron Diocleciano, Maximiano, Galerio, Maximino, Severo, Majencio y Licinio. Reparad aquí dos cosas importantes. Primera: que en esta lista falta Constancio Cloro, el cual fue emperador juntamente con Diocleciano, Maximiano, y Galerio, y dominó en las provincias más occidentales del imperio, esto es, España, Francia, Inglaterra, etc. ¿Por qué, pues, se omite este emperador? ¿Acaso porque no quiso admitir el edicto de persecución ni persiguió a la Iglesia en su departamento con persecución formal, y declarada? Sí, amigo, por esto; porque esto no puede componerse bien con lo que dice el texto sagrado de la bestia: Y le fue dado poder sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación; y le adoraron todos los moradores de la tierra....573 Segundo reparo: si las siete cabezas de la bestia significan los siete emperadores que persiguieron a la Iglesia junto con Diocleciano, y después de Diocleciano continuando la persecución; luego duró muchísimo más de   —342→   lo que anuncia expresamente la profecía, que dice de la bestia: le fue dado poder de hacer aquello cuarenta y dos meses574; y la persecución de los tiranos duró cerca de 20 años. Luego nada se concluye con probarnos con tanta erudición que los edictos públicos de persecución sólo duraron cuarenta y dos meses. Si la persecución duró veinte años, ¿qué importa que los edictos no durasen tanto? ¿Es creíble que la profecía tuviese por objeto lo material de los edictos, y no la forma de la persecución?

251. Prosigamos. Los diez cuernos de la bestia, ¿qué significan en este sistema? Aquí se topa con otro embarazo mucho mayor y más insuperable. El texto dice claramente, que significan diez reyes, que darán a la bestia toda su potestad575; y este sistema lo que dice es, que significan o pueden significar las naciones bárbaras, que destruyeron el imperio romano, las cuales, como afirman muchos autores, fueron diez. Mas ¿estas naciones destruyeron o acometieron al imperio romano en tiempo de Diocleciano? ¿Estas naciones le dieron a Diocleciano, y a sus seis compañeros, toda su potestad? ¿Estas naciones que aparecieron después de Diocleciano, le pudieron servir como sirven a una bestia sus cuernos? Mas, la bestia de dos cuernos que hace tanto ruido en la profecía, ¿qué significa? Significa, o puede significar, ya la filosofía, o los filósofos que en aquellos tiempos escribieron contra los cristianos, e impugnaron el cristianismo; ya también, y más propiamente significa, o simboliza a Juliano apóstata, el cual con voz de dragón, esto es, con artificio y dolo obligó a los cristianos a tomar el carácter de la primera bestia, esto es, suscitó la persecución; y en este sentido hizo aquel gran milagro de curar la cabeza herida de muerte; y de Juliano se puede entender el otro enigma: y ella es la octava; y es de las siete576, porque fue el octavo respecto de los siete emperadores arriba dichos, que persiguieron   —343→   la Iglesia; mas en cuanto perseguidor se puede contar por uno de los siete, etc. Últimamente, el enigma propuesto en el número 666 no contiene otro misterio, en este sistema, que el nombre de Diocleciano, añadiéndole Augustus, que parece lo mismo que decir: el carácter de siete emperadores, que ya con Diocleciano, ya después de él, persiguieron a la Iglesia, fue el nombre del mismo Diocleciano.

252. No hace a mi propósito una observación más prolija de este sistema. Cualquiera que lea estos autores, y confronte lo que dicen con el texto de la profecía, será imposible, a mi parecer, que no repare casi a cada paso en la impropiedad suma de las acomodaciones; la fuerza, que tal vez es menester hacer; la omisión total de muchas circunstancias bien notables; la ligereza en fin con que apenas se tocan algunos puntos, dejándolos luego al instante siguiente para poner otros, como si ya quedasen suficientemente explicados. Demás de esto, yo hago esta breve reflexión. Todos los misterios de la bestia del Apocalipsis se verificaron, según este sistema, en la persecución de Diocleciano; y con todo eso, ninguno los entendió en aquel tiempo, ni aun en el siglo siguiente, que fue tan fecundo de doctores. El enigma de que hemos hablado, no contenía otra cosa que el nombre del príncipe perseguidor, sin duda para que los fieles lo conociesen, y con esta noticia se preparasen y animasen, para no desfallecer en aquella gran tribulación; y con todo eso, los fieles no supieron en aquel tiempo lo que contenía el enigma, y tal vez no tuvieron noticia de tal enigma, el cual sólo se vino a entender más de mil y trescientos años después de pasada la necesidad, cuando su inteligencia no puede ya ser de provecho alguno. ¿Es esto verosímil? ¿Es esto creíble? ¿Es esto digno de la grandeza de Dios, de su sabiduría, de su bondad, de su providencia?

253. El sapientísimo autor de este sistema, se hace cargo en su prefacio de esta dificultad, de la cual procura desembarazarse, diciendo brevemente, que puede muy   —344→   bien verificarse una profecía, sin que por esto se entienda que se ha verificado, sino que esto venga a entenderse mucho tiempo después. Y como si esta proposición general (y para el asunto oscurísima) se la negase alguna, la prueba con un hecho: éste es, que cuando Cristo entró públicamente en Jerusalén, sentado... sobre un pollino hijo de asna577, se verificó la profecía de Zacarías, que así lo tenía anunciado; y no obstante dice el evangelista San Juan: Esto no entendieron sus discípulos al principio; mas cuando fue glorificado Jesús, entonces se acordaron que estaban estas cosas escritas de él, y que le hicieron estas cosas.578 Bien. ¿Y porque los discípulos que eran hombres simples e ignorantes no conocieron por entonces que aquellas cosas estaban escritas del Mesías, por eso no lo conocieron, o no debían haberlo conocido los sacerdotes, los sabios y doctores de la ley? ¿No sabían éstos, o no debían saber, que aquel ruidoso suceso que acababan de ver por sus ojos, estaba escrito de él? ¿No debía ser para ellos este mismo suceso una prueba más, entre tantas otras, de que aquél era el Mesías? ¿Podían tener alguna excusa razonable en no haber entendido que entonces se verificaba la profecía de Zacarías? ¿No les dijo el mismo Señor en este día, cuando pretendían que hiciese callar a la muchedumbre, que a gritos lo aclamaba por hijo de David, y Rey de Israel: os digo, que si éstos callaren, las piedras darán voces579? ¿Cómo, pues, podremos con verdad decir, que se verificó esta profecía de Zacarías, sin que ninguno la entendiese?

254. Así podremos también decir, que se verificó la reprobación del Mesías, su muerte, su resurrección, etc. de que hablan los Profetas y Salmos, sin que ninguno lo entendiese.   —345→   Mas esta falta de inteligencia (si así se puede llamar) fue una de las culpas gravísimas del sacerdocio, el cual teniendo en sus manos las Escrituras (en este asunto clarísimas, no enigmáticas ni metafóricas) y pudiendo confrontarlas con lo que tenían delante de sus ojos, no quisieron hacerlo, porque los cegó su malicia e iniquidad580. Esta iniquidad y malicia, juntamente con las falsas ideas también culpables que tenían de su Mesías, fueron la verdadera causa de que no lo conociesen, ni advirtiesen el cumplimiento pleno de muchas profecías en aquella persona admirable que tenían presente. Todo esto que acabamos de decir, parece claro que no compete a los cristianos en tiempo de la persecución de Diocleciano, respecto de la inteligencia de las metáforas y enigmas, de que está lleno el Apocalipsis, al tiempo que florecían tantos doctores santísimos y sapientísimos. Fuera de que, aun hablando de solos los discípulos, no se puede decir que se verificó la profecía sin que éstos la conociesen a tiempo, pues aunque no la conocieron sino dos meses después, entonces era puntualmente cuando importaba esta noticia, para confirmar más su predicación, mostrando a los judíos, así la profecía, como su pleno cumplimiento, de que toda Jerusalén era testigo.

255. El mismo autor, como tan sabio y tan sensato, no solamente penetró bien la disparidad, sino que tuvo la bondad de no disimularlo, haciéndonos el gran bien de confesar ingenuamente sus verdaderos sentimientos. Así, dice aquí, y lo repite tres o cuatro veces en otras partes, que la inteligencia o sentido que él procura dar al Apocalipsis en su sistema, no impide ni se opone a otro sentido escondido y oculto581, que puede tener toda la profecía, en el cual sentido se verificará cuando sea su tiempo. Esta confesión, digna ciertamente de un verdadero sabio, le hace un grande honor al gran Bosuet, y al Apocalipsis un servicio de suma importancia. Esta profecía admirable   —346→   se verificará toda a su tiempo en este sentido escondido582; por consiguiente, así el sentido en que la explica este mismo sabio, como el sentido en que se ha explicado hasta aquí, no son verdaderos sentidos, sino acomodaticios, ni pueden impedir que se verifique en el sentido oculto de la profecía583: esto es, en su propio y natural sentido.

256. La reflexión general que acabamos de hacer sobre este sistema, la podéis aplicar con mucha mayor razón al extraño sistema del doctísimo Arduino, el cual con no menor aparato de erudición y de ingenio, pretende acomodar todo el Apocalipsis a la destrucción de Jerusalén por los Romanos. Y esta misma reflexión general la podéis extender con gran facilidad a cualquiera otra sistema que reconozca en el Apocalipsis una profecía enderezada inmediatamente a la segunda venida del Señor, comprendidas las otras principales que la han de preceder, acompañar y seguir, como lo persuaden eficazmente todas las señales, las notas, las circunstancias, las locuciones y alusiones de la misma profecía, desde el principio hasta el fin, y como lo reconocen y confiesan, a lo menos en la mayor parte, casi todos los doctores.

257. Por último (y esto es lo principal a que debemos atender): ¿qué fruto real y sólido podremos esperar de todas estas ingeniosas acomodaciones? Yo no dudo de la óptima intención de sus autores; y comprendo bien el fin honesto, religioso y pío, que se propusieron contra el abuso enorme que hacían del Apocalipsis algunos herejes de su tiempo; mas con todas estas buenas y óptimas intenciones, las resultas pueden ser muy perjudiciales. Si las cosas tan grandes que se nos anuncian en esta profecía, tan conformes con los Evangelios, y con otras muchas Escrituras; si estas cosas grandes, capaces por sí solas de infundir en quien cree y considera, un santo y religioso temor; si estas cosas ya se verificaron en los primeros siglos de la Iglesia; luego ya nada tenemos que temer; luego podremos vivir   —347→   sin cuidado, respecto de otros anuncios tristes; luego podremos dormir seguramente; luego ya no habrá en adelante cosa de consideración que pueda interrumpir nuestro falso reposo; luego... ¡Qué consecuencias! Éstas parecerán todavía más funestas por lo que vamos a observar.

La mujer sobre la bestia

Párrafo XIV

258. Cansado me tiene el Anticristo, y todavía no está concluido. Como este terrible misterio se debe componer de tantas piezas diferentes, no parece menos difícil considerarlas todas, que omitir algunas de las más principales después de conocidas. La pieza que ahora vamos a observar, es por una parte tan delicada en sí misma, y por otra parte de tan difícil acceso, por otros impedimentos extrínsecos, que la operación se hace embarazosa, y poco menos que imposible. Yo la omitiera toda de buena gana, si no temiera hacer traición a la verdad. Si el que la conoce por don de Dios no se atreve a decirla, y no la dice por respeto puramente humano, ¿le valdrá esta excusa delante de la suma verdad? Si el centinela viere venir la espada, y no sonare la bocina; y el pueblo no se guardare, y viniere la espada, y quitare la vida a alguno de ellos; éste tal en verdad en su culpa fue sorprendido; mas yo demandaré su sangre de mano del centinela.584 Este temor me obliga a no omitir del todo este punto, y a decir sobre él cuatro palabras. Si estas cuatro palabras os parecieren mal, o no convenientes, en vuestra mano está el borrarlas o arrancarlas, que yo me conformaré con vuestra sentencia, con sola la condición indispensable de que en este caso tocará a vos, y no a mí, responder a Dios.

259. El suceso de que voy a hablar parece la última   —348→   circunstancia necesaria para la perfección y complemento del misterio de iniquidad; es a saber, que la bestia de siete cabezas y diez cuernos, reciba, en fin, sobre sus espaldas a cierta mujer, que por todas sus señas y contraseñas parece una reina, y una reina grande, de quien en tiempo de San Juan se decía con verdad, que tiene señorío sobre los reyes de la tierra585; la cual se representa en el Apocalipsis como una infame meretriz; y entre otros grandes delitos se le atribuye uno que parece el mayor de todos, esto es, un comercio ilícito y público con los reyes de la tierra. Leed y considerad los capítulos XVII y XVIII, que yo no copio aquí por ser muy largos. Tampoco pienso detenerme mucho en esta observación, sino dar solamente una ligera idea, pero suficiente para muchos días de meditación.

260. Dos cosas principales debemos conocer aquí. Primera: ¿Quién es esta mujer sentada sobre la bestia? Segunda: ¿De qué tiempos se habla en la profecía, si ya pasados, respecto de nosotros, o todavía futuros? Cuanto a lo primero, convienen todos los doctores, sin que haya alguno que lo dude, a lo menos con fundamento razonable, que la mujer de que aquí se habla, es la ciudad misma de Roma, capital en otros tiempos del mayor imperio del mundo, y capital ahora, y centro de unidad de la verdadera Iglesia cristiana. En este primer punto como indubitable, no hay para que detenernos. Cuanto a lo segundo hallamos solas dos opiniones en que se dividen los doctores cristianos. La primera sostiene, que la profecía se cumplió ya toda en los siglos pasados en la Roma idólatra y pagana. La segunda confiesa, que no se ha cumplido hasta ahora plenamente; y afirma, que se cumplirá en los tiempos del Anticristo en otra Roma, dicen, todavía futura, muy semejante a la antigua idólatra y pagana, pero muy diversa de la presente, como veremos luego.

261. Consideradas atentamente ambas opiniones, y el modo oscuro y embarazoso con que se explican sus autores,   —349→   no es muy difícil averiguar el fin honesto que se propusieron, ni la verdadera causa de su embarazo, ni tampoco sus pías intenciones, de que no podemos dudar. El punto es el más delicado y crítico que puede imaginarse. Por una parte, la profecía es bastantemente terrible y admirable por todas sus circunstancias. Así los delitos de la mujer, que claramente se revelan, como el castigo que por ellos se anuncia, son innegables. Por otra parte, el respeto, el amor, la ternura, el buen concepto y estimación con que siempre ha estado esta misma mujer, abolida la idolatría, respecto de sus hijos y súbditos, hace increíble e inverosímil, que de ella se hable, o que en ella puedan jamás verificarse tales delitos, ni tal castigo. Pues en esta constitución tan crítica, ¿qué partido se podrá tomar? Salvar la verdad de la profecía es necesario; pues nadie duda de su autenticidad. Mas también parece necesario salvar el honor de la grande reina, y calmar todos sus temores. Como ella no ignora, lo que está declarado en la Escritura de la verdad586; como esto que está expreso en la Escritura de la verdad, la debe o la puede poner en grandes inquietudes, ha parecido conveniente a sus fieles vasallos librarla enteramente de este cuidado. Por tanto, le han dicho unos por un lado, que no hay que temer, porque la terrible profecía ya se verificó plenamente muchos siglos ha en la Roma idólatra o pagana, contra quien hablaba. Otros, no pudiendo entrar en esta idea, que repugna al texto y al contexto, le han dicho no obstante, por otro lado, que no hay mucho que temer; pues aunque la profecía se endereza visiblemente a otros tiempos todavía futuros; mas no se verificará en la Roma presente, en la Roma cristiana, en la Roma cabeza de la Iglesia de Cristo, sino en otra Roma infinitamente diversa, en otra Roma, compuesta entonces de idólatras e infieles, los cuales se habrán hecho dueños de Roma, echando fuera al Sumo Sacerdote, y junto con él a toda su corte, y a todos los cristianos. En esta Roma   —350→   así considerada se verificarán (concluyen llenos de confianza) los delitos y el castigo anunciado en esta profecía. Examinemos brevemente estas dos opiniones, o estas dos consolatorias, confrontándolas con el texto de la profecía.

Primera opinión

262. Ésta pretende, que la profecía tiene por objeto la antigua Roma idólatra e inicua, y que en ella se verificó plenamente muchos años ha. Esta Roma, dicen, fue la grande Babilonia, la reina del orbe, la meretriz sobre la bestia, la que se ensalzó y glorificó sobre las otras ciudades, la que corrompió la tierra con su prostitución587, la que derramó tanta sangre inocente que quedó como ebria, de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús.588 Ésta, en fin, es la que recibió el merecido castigo cuando los bárbaros la saquearon, la incendiaron, y la destruyeron casi del todo. Veis aquí verificada la profecía doce siglos ha; por consiguiente nada queda que temer en adelante: todo debe correr tranquilamente hasta el fin del mundo.

263. Esta opinión tiene sin duda su apariencia, o su poco de brillante, mirada desde cierta distancia; mas si se compara con el texto, se conoce al punto la suma improporción. Se echa menos en ella la explicación de muchísimas cosas particulares que se omiten del todo, y otras que no se omiten, apenas se tocan por la superficie. Entre otras grandes dificultades que padece, yo sólo propongo dos principales: una que pertenece a los delitos de la mujer, otra al castigo que se le anuncia.

Primera dificultad

164. El mayor delito de que la mujer viene acusada, es la fornicación; y para cerrar la puerta a todo equívoco o efugio, se nombran claramente los cómplices de esta fornicación   —351→   metafórica: esto es, los reyes de la tierra589; y así los reyes con la meretriz, como ella con los reyes, vivieron en delicias590. Se pregunta ahora: ¿cómo pudo verificarse este delito en la antigua Roma? Según todas las noticias que nos da la historia, tan lejos estuvo la antigua Roma de esta infamia, que antes por el contrario, siempre miró a todos los reyes de la tierra con un soberano desprecio; ni hubo alguno en todo el mundo conocido a quien no humillase y pusiese debajo de sus pies. Muchas veces se vieron éstos entrar cargados de cadenas por la puerta triunfal, y salir por otra puerta a ser degollados o encarcelados; otras muchas veces se veían entrar temblando por las puertas de Roma llamados a juicio como reos. ¿Con qué propiedad, pues, ni con qué apariencia de verdad se puede acusar a la antigua Roma de una fornicación metafórica con los reyes de la tierra?

265. A esta dificultad que salta a los ojos, y no es posible disimular, responden lo primero: que la palabra fornicación en frase de la Escritura, no significa otra cosa que la idolatría, como es frecuentísimo en Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, etc.; y como la antigua Roma, viéndose señora del mundo, obligaba a los reyes de la tierra a que adorasen sus falsos dioses o ellos los adoraban por lisonjearla y complacerla, por eso se dice que fornicaba con los reyes, entendiendo por esta expresión figurada la idolatría. Esta primera respuesta parece no sólo oscura sino claramente sofística. Aunque fuese cierto que la antigua Roma obligaba a los reyes de la tierra a que adorasen sus falsas divinidades (lo cual es tan falso, que antes ella adoraba todas las falsas divinidades de las naciones que conquistaba) no por eso se podrá decir que fornicaba con los reyes. Débil fundamento, porque lo más que podrá decirse en este caso es, que así Roma como los reyes fornicaban con los ídolos a quienes adoraban; pues esta adoración a los ídolos es lo que llaman los profetas fornicación; y esto no siempre, sino   —352→   cuando hablan de la idolatría de Israel y de Jerusalén. Mas no es esto lo que leemos en nuestra profecía: con quien fornicaron (dice) los reyes de la tierra591, y vivieron en deleites.592 Habla aquí manifiestamente de un comercio criminal, no entre Roma y los ídolos; pues este suceso no era tan propio y peculiar de solo Roma, que no incurriesen en él todas las otras ciudades de las gentes, desde la más pequeña a la más grande; ni tampoco entre los reyes de la tierra y los ídolos de Roma, pues siendo estos reyes idólatras de profesión, el mismo mal era adorar los ídolos de Roma, que los ídolos propios de sus países. Habla, pues, nuestra profecía clara y expresamente de un comercio ilícito con nombre de fornicación, no entre Roma y sus ídolos, ni entre los reyes y los ídolos de Roma, sino entre Roma misma y los reyes de la tierra. Ésta es una cosa infinitamente diversa, y ésta es la que se debe explicar con propiedad y verdad; lo demás es visiblemente huir la dificultad saliendo muy fuera de la cuestión.

266. Poco satisfechos de esta primera respuesta; (mas sin confesarlo, pues en realidad ésta es la principal en ambas opiniones) añaden otra como accesoria y menos principal: es a saber, que en la antigua Roma, cuando era señora del mundo, se vieron venir a ella muchos reyes llamados a juicio, y aunque los delitos de éstos eran verdaderos y realmente gravísimos, se vieron no obstante salir libres, y aun declarados y honrados como inocentes y justos, por haber corrompido a sus jueces con grandes liberalidades; tanto que Yugurta, tirano de Numidia, al salir de Roma le dijo estas palabras: ¡Oh Roma, no falta para que te vendas, sino que haya quien te compre! Mas esta respuesta accesoria, o esta explicación del texto sagrado, ¿quién no ve que es la más fría, y la más impropia que se ha dado jamás? Según ella difícilmente se habrá hallado, ni se hallará en toda la tierra alguna corte que no merezca por la misma razón el nombre de meretriz y fornicaria con   —353→   sus propios reos; pues el componer éstos todas sus quiebras con el dinero, no es fenómeno tan raro que sólo se haya visto en la antigua Roma.

267. La segunda dificultad de esta opinión, se funda en el castigo que se anuncia a la meretriz, el cual si se atiende a la profecía, parece cierto que hasta ahora no se ha verificado. Las expresiones de que usa San Juan son todas vivísimas, y todas suenan a exterminio pleno y eterno. Reparad en éstas: ...un ángel fuerte alzó una piedra como una grande piedra de molino, y la echó en la mar, diciendo: con tanto ímpetu será echada Babilonia aquella grande ciudad, y ya no será hallada jamás.593 Si esta expresión os parece poco clara, proseguid leyendo las que se siguen hasta el fin de este capítulo XVIII, y parte del siguiente: Ni jamás en ti se oirá voz de tañedores de cítara, ni de músicos, ni de tañedores de flauta, y trompeta, no se oirá en ti más... y voz de esposo ni de esposa no será oída más en ti.594 O todo esto es una exageración llena de impropiedad y falsedad, o todavía no se ha verificado; por consiguiente se verificará a su tiempo, como está escrito, sin faltar un ápice.

268. Fuera de esto, debe repararse en todo el contexto de la profecía desde el capítulo XVI. Después de haber hablado de la última plaga, o de las siete phialas, que derramaron siete ángeles sobre la tierra, porque en ellas es consumada la ira de Dios595, prosigue inmediatamente diciendo: y Babilonia la grande vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino de la indignación de su ira.596 Y luego sigue refiriendo largamente los delitos,   —354→   y el castigo de esta Babilonia, en los dos capítulos siguientes, con la circunstancia notable que advierte el mismo San Juan, esto es, que uno de los siete ángeles que acababan de derramar las phialas fue el que mostró los misterios de dicha Babilonia: Y vino uno de los siete ángeles, que tenían las siete copas, y me habló, diciendo: Ven acá, y te mostraré la condenación de la grande ramera, etc.597 En lo cual se ve, que así como las phialas son unas señales terribles, que deben suceder hacia los últimos tiempos, así lo es el castigo de dicha meretriz.

269. A todo esto debemos añadir otra reflexión bien importante. Si, como pretenden los autores de esta opinión, la profecía se enderezaba toda a la antigua Roma, idólatra e inicua; si a ésta se le da el nombre de fornicaria y meretriz por su idolatría; si a ésta se le anuncia el castigo terrible de que tanto se habla, y con expresiones tan vivas y ruidosas, se pregunta, ¿cuándo se verificó este castigo? Responden (ni hay otra respuesta que dar, ni otro tiempo a que recurrir) que se verificó el castigo de la meretriz cuando Alarico con su ejército terrible la tomó, la saqueó, la incendió y la destruyó casi del todo. Óptimamente. Mas, lo primero, es cosa cierta, que los males que hizo en Roma el ejército de Alarico, no fueron tantos como los que hicieron los antiguos Galos; ni como los que padeció en tiempo de las guerras civiles; ni como los que padeció en tiempo de Nerón, según lo aseguran autores contemporáneos, como dicen Fleuri, y Milles, etc.; y sobre todo, no fueron tantos como todos los que aquí anuncia claramente la profecía, que habla de la ruina total, y exterminio eterno: ya no será hallado jamás... luz de antorcha no lucirá jamás en ti... voz de esposo ni de esposa no será oída más en ti, etc.598

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270. Lo segundo: en tiempo de Alarico, esto es, en el quinto siglo de la era cristiana, ¿qué Roma saqueó este príncipe bárbaro? ¿Qué Roma destruyó, e incendió casi del todo? ¿Acaso a Roma idólatra, a Roma inicua, a Roma fornicaria y meretriz por su idolatría? Cierto que no, porque en este tiempo ya no había tal Roma. La Roma única que había en este tiempo, y que persevera hasta hoy, era toda cristiana; ya había arrojado de sí todos los ídolos; por consiguiente ya no merecía el nombre de fornicaria y meretriz, ya adoraba al verdadero Dios, y a su único Hijo Jesucristo, ya estaba llena de iglesias o templos en que se celebraban los divinos oficios, pues dice la historia, que Alarico mandó a sus soldados que no tocasen los edificios públicos, ni los templos; ya en fin, era Roma una mujer cristiana, penitente y santa. Siendo esto así, ¿os parece ahora creíble, que en esta mujer ya cristiana, penitente y santa se verificase el castigo terrible, anunciado contra la inicua meretriz? ¿Os parece creíble que los delitos de Roma, idólatra e inicua, los viniese a pagar Roma cristiana, penitente y santa? ¿Os parece creíble que esta Roma cristiana, penitente y santa, sea condenada como una gran meretriz, sólo porque en otros tiempos había sido idólatra? Consideradlo bien, y ved si lo podéis comprender, que yo confieso mi insuficiencia. Aunque esta opinión no tuviese otro embarazo que éste, ¿no bastaría éste solo para desecharla del todo? Leed no obstante todo el capítulo XVIII y parte del XIX, y hallaréis otros embarazos iguales o mayores, en cuya observación yo no pienso detenerme un instante más.

Segunda opinión

271. Considerando las graves dificultades que padece la primera opinión, ciertamente inacordables con la profecía, han juzgado casi todos los doctores, que no se habla en ella de la antigua Roma, sino de otra Roma todavía futura; confesando ingenuamente, que en ella se verificarán así   —356→   todos los delitos, como el terrible castigo que se le anuncia. ¿Cuándo sucederá todo esto? Sucederá, dicen con gran razón, en los tiempos del Anticristo, como se infiere, y convence evidentemente de todo el texto. Para componer ahora esta ingenua confesión con el honor y consuelo de la ciudad sacerdotal y regia, que es lo que en ambas opiniones se tira a salvar a toda costa, ha parecido conveniente, o por mejor decir necesario, hacer primero algunas suposiciones, sin las cuales se podría temer con bueno y óptimo fundamento, que la composición fuese no sólo difícil, sino imposible. Ved aquí las suposiciones, o las bases fundamentales sobre que estriba en la realidad todo este edificio.

272. Primera: el imperio romano debe durar hasta el fin del mundo. Segunda: este imperio, que ahora y muchos siglos ha está tan disminuido que apenas se ve una reliquia o una centella, volverá hacia los últimos tiempos a su antigua grandeza, lustre y esplendor. Tercera: las cabezas de este imperio serán en aquellos últimos tiempos, no solamente infieles e inicuas, sino también idólatras de profesión. Cuarta: se harán dueños de Roma sin gran dificultad; pondrán en ella de nuevo la corte del nuevo imperio romano; por consiguiente volverá Roma a toda aquella grandeza, riquezas, lujo, majestad y gloria que tuvo en los pasados siglos; verbigracia en tiempo de Augusto. Quinta: desterrarán de Roma estos impíos emperadores al sumo sacerdote de los cristianos, y junto con él a todo su clero secular y regular, y también a todos los cristianos que no quisieren dejar de serlo, con lo cual, libre Roma de este gran embarazo, establecerá de nuevo el culto de los ídolos, y volverá a ser tan idólatra como antes.

273. Hechas todas estas suposiciones, que como tales no necesitan de prueba, es ya facilísimo concluir todo lo que se pretende, y pretender todo cuanto se quiera; es fácil, digo, concluir, que aunque la profecía habla ciertamente contra Roma futura, revelando sus delitos también futuros, y anunciándole su condigno castigo, mas no habla de modo alguno contra Roma cristiana; pues ésta, así como   —357→   es incapaz de tales delitos, así lo es de tales amenazas, y de tal castigo. Con esta ingeniosidad se salva la verdad de la profecía, se salva el honor de la grande reina, y ella queda consolada, quieta, segura, sin que haya cosa alguna que pueda perturbar su paz, o alterar su reposo; pues la indignación tan ponderada del esposo, no es, ni puede ser contra ella, sino solamente contra sus enemigos. Estos enemigos, o esta nueva Roma así considerada (prosigue la explicación) cometerá sin duda nuevos y mayores delitos que la antigua Roma; volverá a ser fornicaria, meretriz y prostituta, esto es, idólatra (porque en ambas opiniones se explica del mismo modo la fornicación metafórica con los reyes de la tierra, sin querer hacerse cargo de que los reyes y los ídolos son dos cosas infinitamente diversas), volverá a ser soberbia, orgullosa, injusta y cruel; volverá a derramar sangre de cristianos, y a embriagarse con ella; y otros nuevos delitos junto con los de la antigua Roma, llenarán en fin, todas las medidas, y atraerán contra esta ciudad, entonces infiel, todo el peso de la ira e indignación de un Dios omnipotente. Os parecerá que ya no hay necesidad de más suposiciones, creyendo buenamente, que las que quedan hechas deben bastar para conseguir el intento principal. No obstante quedan todavía algunos cabos sueltos, que es necesario atar; y para atarlos bien, se necesitan todavía otras suposiciones, pues es cosa probada, que la suposición es el medio más fácil y seguro para allanar toda dificultad por grande que sea. Ved ahora el modo fácil y llano con que sucederá en esta opinión el gran castigo de Roma ya idólatra y meretriz, de que habla la profecía.

274. Aquellos diez reyes, que según suponen los mismos autores, han de ser vencidos por su Anticristo, y sujetos a su dominación, quedando muertos en el campo como arriba dijimos; estos diez reyes, antes de su infortunio (mas estando ya en enemistad y en guerra formal con el Anticristo), sabiendo que Roma idólatra e inicua, favorece las pretensiones del Anticristo su enemigo, se indignarán   —358→   terriblemente contra ella, y la aborrecerán, como dice el texto599. En consecuencia de este odio se coligarán entre sí, y unidas sus fuerzas ejecutarán por voluntad de Dios todo lo que anuncia la profecía: éstos aborrecerán a la ramera, y la reducirán a desolación, y la dejarán desnuda, y comerán sus carnes, y a ella la quemarán con fuego.600 A poco tiempo después de esta ejecución, estos mismos diez reyes serán vencidos por el Anticristo y sujetos a su dominación, menos tres que habrán quedado no sólo vencidos, sino muertos; con lo cual, así estos diez reinos, como el mismo imperio romano, también vencido por el Anticristo, no obstante que un momento antes se supone aliado y amigo, y por serlo perdió su capital, todo esto, digo, quedará agregado al imperio de oriente o Jerusalén, quedando con esto vencidos todos los obstáculos, y abiertas todas las puertas para la monarquía universal de este vilísimo judío. El padre Alápide se aparta un poco de la opinión común, pues dice, que la destrucción de Roma sucederá por orden expresa del mismo Anticristo, el cual enviará para esto los diez reyes, después de vencidos y sujetados a su imperio; mas así esto como aquello estriba sobre un mismo fundamento. A esto se reduce lo que hallamos en los doctores de la segunda opinión, sobre el misterio grande de la ciudad meretriz y su castigo.

275. Ahora bien: y toda esta agradable historia o todas estas suposiciones, ¿sobre qué fundamento estriban, sobre qué profecía, sobre qué razón, sobre qué congruencia o verosimilitud? ¿Con qué fundamento se asegura, que el imperio romano volverá a ser lo que fue, que Roma, nueva corte del imperio romano, volverá a la grandeza, majestad y gloria que tuvo antiguamente? ¿Que las cabezas de este imperio residentes en Roma serán étnicos o idólatras? ¿Que desterrarán de Roma la religión cristiana e introducirán de nuevo el culto de los ídolos: que   —359→   Roma ya idólatra se unirá con el Anticristo, rey de los judíos, y favorecerá sus pretensiones; que diez reyes, en fin, o por odio del Anticristo antes de ser vencidos, o de mandato suyo después de vencidos, harán en Roma aquella terrible ejecución? ¿No es esto, propiamente hablando, fabricar en el aire grandes edificios? ¿No podrá pensar alguno sin temeridad, que todos estos modos de discurrir son una pura contemplación y lisonja, con apariencia de piedad? Diréis, acaso, lo primero, que todo esto se hace prudentemente por no dar ocasión a los herejes y libertinos a hablar más despropósitos de los que suelen contra la Iglesia romana; mas esto mismo es darles mayor ocasión, y convidarlos a que hablen con menos sinrazón, poniéndoles en las manos nuevas armas, y provocándolos a que las jueguen con más suceso. La Iglesia Romana, fundada sobre piedra sólida, no necesita de lisonja, o de puntales falsos y débiles en sí para mantener su dignidad, su primacía sobre todas las Iglesias del orbe, y sus verdaderos derechos, a los cuales no se opone de modo alguno la profecía de que hablamos.

276. Acaso diréis lo segundo, que este modo de discurrir de la mayor parte de los doctores sobre esta profecía, es también prudentísimo por otro aspecto: pues también se endereza a no contristar fuera de tiempo y de propósito, a la soberana o madre coman, mas por esto mismo debía decirse con humildad y reverencia, la pura verdad. Lo que parece prudencia, y se llama con este nombre, muchas veces merece más el nombre de imprudencia, y aun de verdadera traición y tiranía. Por esto mismo, digo, debían sus verdaderos hijos y fieles súbditos, procurar contristar a la soberana madre común en este punto, y debía alegrarse de verla contristada, si por ventura viesen alguna señal de contristación: no porque os contristasteis, sino porque os contristasteis a penitencia como decía San Pablo a los de Corinto601. Esta contristación, que es   —360→   según Dios, no puede causar sino grandes y verdaderos bienes; porque la tristeza que es según Dios, (prosigue el Apóstol) engendra penitencia estable para salud; mas la tristeza del siglo engendra muerte602. Cualquier siervo, cualquier vasallo, cualquiera hijo hará siempre un verdadero obsequio y servicio a su señor, a su soberano, a su padre o madre, en contristarlos de este modo; y cualquier señor o soberano, o padre o madre, que no hayan perdido el sentido común, deberán estimar más esta contristación, que todas las seguridades vanas, fundadas únicamente en suposiciones arbitrarias, y conocidamente inverosímiles e increíbles. Con la noticia anticipada del peligro, podrán fácilmente ponerse a cubierto, y evitar el perecer en él, mas si por no contristarlos, se les hace creer, que no hay tal peligro, la ruina será inevitable, y tanto mayor cuanto menos se tema.

277. Es bien fácil de notar, a quien quiera dar algún lugar a la reflexión, la conducta extraña y singular con que se procede en este asunto, ciertamente gravísimo quiero decir, la gran liberalidad y suma profusión con que se suponen, como ciertas, muchas cosas que no constan de la revelación; por otra parte, la suma economía y escasez con que se retienen otras muchísimas cosas, en que la misma revelación se explica tanto. Nadie nos dice, por ejemplo, qué significa en realidad sentarse la mujer de que hablamos sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas, y diez cuernos603; y no obstante el misterio parece tan grande, tan nuevo, tan extraño, tan increíble, naturalmente hablando, que el mismo San Juan confiesa de sí, que al ver a la mujer en aquel estado tan infeliz, y tan ajeno de su dignidad, se admiró con una grande admiración: Y cuando la vi (dice), quedé   —361→   maravillado de grande admiración604. Si, como se pretende, estar sentada la mujer sobre la bestia, no significa otra cosa, que la supuesta alianza y amistad entre Roma idólatra y el Anticristo, parece que el amado discípulo no tuvo razón para tan grande admiración. ¿Qué maravilla es que una ciudad idólatra e inicua favorezca y ayude a un enemigo de Cristo?

278. Nadie nos dice lo que significa en realidad, y propiedad, la embriaguez de la mujer, que a San Juan se hizo tan notable: vi (son sus palabras) aquella mujer embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús605. Solamente nos acuerdan por toda explicación, que en Roma se derramó antiguamente mucha sangre de Cristianos, y suponen que será lo mismo cuando vuelva a ser idólatra, y se una en amistad con el Anticristo. Mas ¿esto basta para llamarla ebria? Lo que produce la ebriedad, y la ebriedad misma, ¿son acaso dos cosas inseparables? ¿No puede concebirse muy bien la una sin la otra? Cierto que si no hay aquí otro misterio, la palabra ebria parece la cosa más impropia del mundo. Yo no puedo creer, ni tengo por creíble, que la profecía solamente hable de lo material de Roma, o de sus piedras y tierra que recibieron la sangre de los mártires; pues la ebriedad no puede competer a una cosa inanimada, aunque esté llena de lo que causa la ebriedad. ¿Quién ha llamado jamás ebria de vino a una ciudad, solo porque tiene mucho dentro de sus muros? Mas se podrá llamar propiamente ebria de vino, si sus habitadores hacen de este vino un uso inmoderado y excesivo, de modo que produzca en ellos aquel efecto que se llama embriaguez; esto es, que los desvanezca, que los turbe, que les impida el uso recto de su razón.

279. Lo mismo, pues, decimos a proporción de la   —362→   ebriedad de la sangre de los santos, que reparó San Juan en la mujer. Esta ebriedad metafórica no puede consistir precisamente en que haya dentro de Roma mucha sangre de santos, sino en que sus habitadores hagan de esta sangre un uso inmoderado y excesivo; en que esta sangre se les suba a la cabeza y los desvanezca, los desconcierte, los turbe; en que esta sangre los llene de presunción, de nimia confianza, de vana seguridad: y por buena consecuencia los llene de insipiencia, de temeridad, o también de soñolencia y descuido, que son los efectos propísimos de la ebriedad. La misma profecía explica estos efectos, y esta vana seguridad de la mujer, la cual embriagada de la sangre de los santos, y al mismo tiempo sumergida en gloria y delicias, decía dentro de sí: Yo estoy sentada reina, y no soy viuda, y no veré llanto606. Y por esta misma seguridad vanísima (prosigue la profecía), vendrá sobre ella todo lo que está escrito: por esto en un día vendrán sus plagas, muerte, y llanto, y hambre, y será quemada con fuego, porque es fuerte el Dios que la juzgará607.

280. En este sentido, que parece único, estuvo ebria en otros tiempos Jerusalén la cual era entonces nada menos que lo que es ahora Roma, la ciudad santa, y la corte o centro de la verdadera Iglesia de Dios. Estuvo ebria, digo, no solamente de la sangre de sus profetas y justos, que ella misma había derramado, como si esta sangre la debiese poner en seguro, e impedir el condigno castigo, que merecía por sus delitos. Así la reprende Dios por sus Profetas de esta confianza inordenada, y sumamente perjudicial, que la hacía descuidar tanto de sí misma, y multiplicar los pecados sin temor alguno, diciéndoles: ¿Pues qué, puede el Señor aplacarse con millares de carneros, o   —363→   con muchos millares de gruesos machos de cabrío?608... ¿Por ventura comeré carnes de toros? ¿o beberé sangre de machos de cabrío609? Y por lo que toca a la confianza inordenada y vana de la sangre de sus profetas y justos, el mismo Mesías se explicó bien claramente, cuando les dijo: ¡ay de vosotros, que edificáis y adornáis con gran cuidado y devoción los monumentos o sepulcros de los profetas y justos, y no os acordáis que vuestros padres los persiguieron y mataron, y no consideráis que vosotros sois dignos hijos de tales padres, muy semejantes a ellos en la iniquidad! ¡Ay de vosotros... que edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos! Y decís: si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas... llenad vosotros la medida de vuestros padres610. Es claro que el Señor no condena aquí la piedad de los que edificaban y adornaban los monumentos de los profetas y justos, sino su nimia confianza en estas cosas, como si con ellas quedasen ya en plena libertad para ser inicuos impunemente. Así, concluye el mismo Señor diciéndoles, que no obstante esta sangre y estos monumentos de tantos profetas y justos, vendrán infaliblemente sobre ellos todas las cosas que están profetizadas. En verdad digo, que todas estas cosas vendrán sobre esta generación611.

281. Nadie nos dice en suma lo que significa en realidad y propiedad la fornicación de la mujer con los reyes   —364→   de la tierra. ¡Oh, qué punto tan delicado! Y, no obstante, este punto tan delicado, esta fornicación metafórica debía explicarse en primer lugar, como que es el delito principal y la raíz de todos los otros delitos, de que la mujer es acusada. Por este delito se le da el nombre de fornicaria, meretriz y prostituta; y por este delito se le anuncia un castigo tan público y ruidoso. En este punto tan sustancial de la profecía es clarísimo el equívoco o sofisma con que se huye de la dificultad, sin duda por suma delicadeza, dejando encubierta la verdad. La fornicación en frase de la Escritura (nos dicen todos, como que van muy de prisa, y no pueden detenerse en estas menudencias) no es otra cosa que la idolatría. De esta idolatría con nombre de fornicación reprenden frecuentemente los Profetas a Jerusalén, y por ella la llaman meretriz, fornicaria y prostituta: conque el acusar de fornicación a Roma futura, concluyen seguramente, no es otra cosa que darle en cara con su antigua idolatría, y anunciarle para otros tiempos otra nueva, y por una y otra el mismo castigo.

282. Mas ¿será creíble, digo yo, será posible, que los que así discurren, aunque vayan de prisa, no vean ellos mismos la suma diferencia entre una y otra acusación? ¿Será posible que siquiera no reparen en la diferencia de cómplices, que tan claramente se nombran en los Profetas y en el Apocalipsis? La fornicación de Jerusalén, dicen los Profetas, era con los reyes de palo y de piedra. La fornicación de Roma, dice el Apocalipsis, será con los reyes de la tierra: adulteró con la piedra y con el leño (en frase de Jeremías.) -(El Apocalipsis hablando de la mujer, dice): Con quien fornicaron los reyes de la tierra612. ¿Es lo mismo dioses o ídolos de palo y de piedra, que reyes de la tierra? La fornicación de Jerusalén no es ciertamente otra cosa que la idolatría. Y la fornicación de Roma ¿cual será? Será, si así quiere llamarse, alguna otra especie de idolatría; mas no terminada en dioses falsos de palo y de piedra,   —365→   sino en reyes de la tierra vivos y verdaderos; pues estos son los cómplices, clara y expresamente nombrados. ¿A qué viene, pues, aquí la idolatría? ¿Y idolatría en frase de la Escritura, y en el sentido en que la entiende todo el mundo? ¿No es éste un equívoco y sofisma claro y manifiesto? ¿No es del mismo modo manifiesto y claro el motivo que tienen los doctores para no explicarse en este punto? ¿Y no es así mismo claro y palpable el daño gravísimo, y las pésimas consecuencias que pueden venir de aquí? Mientras la reina no viere dentro de sí ídolo alguno, le parecerá que está segurísima, que nada hay que temer, que todo camina óptimamente, porque así se lo dicen sus doctores con óptima intención, y dirá confiadamente en su corazón: Yo estoy sentada reina, y no soy viuda, y no veré llanto613: pues la idolatría antigua de Roma es un delito ya muy pasado, y suficientemente purgado. Consolada con estas reflexiones, parece muy posible y muy fácil, que se descuide en algún tiempo, y que resfriada la caridad, dé lugar a pensamientos indignos de su dignidad, sin hacer mucho escrúpulo en cometer aquellos mismos excesos de que el texto habla; no teniendo por fornicación, lo que no es en realidad. ¡Oh que consecuencia!

283. La idolatría de Jerusalén, que fue la principal causa de su ruina en tiempo de Nabuco, es ciertísimo que la llaman fornicación los Profetas de Dios: mas, ¿por qué razón le dan este nombre? ¿Acaso precisamente porque adoraba los ídolos? Parece que no, porque los mismos Profetas, hablando muchas veces de la idolatría de otras ciudades de las gentes, jamás le dan el nombre de fornicación. Solamente en el profeta Naúm, III, 4, se halla esta palabra hablando de Nínive, a quien llama ramera bella y agraciada; mas por todo el contexto se conoce claramente, que las fornicaciones de esta meretriz no se toman aquí por el culto de los ídolos, sino en otro sentido muy diverso, esto es, por los atractivos, las gracias, los   —366→   artificios, el dolo y engaño con que Nínive se hacía mirar y admirar de otras naciones circunvecinas, con que las atraía a sí, les daba la ley, las sujetaba a su dominación, y las trataba después con suma crueldad. A todo esto llama el profeta las fornicaciones de Nínive: por las muchas fornicaciones de la ramera, bella y agraciada, y que tiene hechizos, que vendió las gentes con sus fornicaciones...614. Mas la idolatría de Jerusalén, y de todo Israel, tenía una circunstancia gravísima que la hacia mudar de especie; y por esta circunstancia merecía el nombre de fornicación o de adulterio, que de ambos nombres usan indiferentemente los Profetas.

284. Un autor gravísimo615 pretende defender a Roma por otro camino bien singular. Dice, que la profecía no puede hablar de Roma cristiana, y lo prueba con esta única razón: si la profecía hablara de Roma cristiana, no la llamara meretriz, ni prostituta, ni fornicaría, sino solamente adúltera, que es el nombre que merece una mujer casada infiel. Así como, añade (y esto es lo más digno de reparo), así como, cuando los Profetas hablan de la idolatría de Jerusalén, que era mujer casada no menos que Roma, le dan el nombre de adulterio, y a ella el de adúltera. Este sabio, digno por tantos títulos de toda veneración, parece que aquí no consideró bien lo que avanzaba. Es cierto que a la idolatría de Jerusalén, esposa de Dios, le dan los Profetas algunas veces el nombre de adulterio, y a ella de adúltera; mas también es ciertísimo, que si una vez le dan este nombre, veinte veces le dan el nombre de fornicación, y a ella de fornicaría. Léase, por ejemplo, todo el capítulo XVI de Ezequiel, en que se habla sobre esto de propósito. En este solo capítulo se halla 18 veces la palabra fornicación, y solo una vez la palabra adulterio; y otra vez, cuando la amenaza que la juzgará con   —367→   juicio de adúlteras616. Si se lee en los otros Profetas, se hallará ciertamente lo mismo. Casi siempre llaman a la idolatría fornicación, y rarísima vez la llaman adulterio. De modo, que la palabra adúltera o adulterio, hablando de la idolatría de Jerusalén, apenas se halla diez veces en todos los Profetas juntos: y la palabra fornicación, fornicaria, meretriz, prostituta, y otras semejantes a éstas, se hallan más de cien veces; lo cual es tan obvio y tan fácil de observar a cualquiera, que se me hace duro el detenerme más en esto. Parece sumamente inverosímil que Roma misma se contente jamás con esta especie de defensa.

285. Esta circunstancia gravísima era la dignidad misma de la ciudad. Jerusalén era la capital, la corte y el asiento de la religión. Era el centro de unidad de la iglesia del verdadero Dios, y como tal esposa de Dios mismo, que este nombre le dan las Escrituras mismas. Era, pues, Jerusalén mujer casada, tenía marido propio y legítimo a quien toda se debía, de quien había recibido lo que era, y de quien únicamente debía esperar lo que faltaba. No obstante este vínculo sagrado, y estas obligaciones indispensables, Jerusalén se resfrió con el tiempo en el amor del esposo: se olvidó de lo que era, y empezó a dar lugar a pensamientos y deseos muy ajenos de su dignidad. Resfriada en la caridad, y perdido por consiguiente el gusto de Dios que en ella se funda, no tardó en mirar con envidia la gloria vana y aparente de las otras naciones, deseando ya ser como ellas, y diciendo dentro de su corazón, lo que el mismo esposo, que escudriña el corazón, le repite por Ezequiel, capítulo XX, seremos como las gentes, y como los pueblos de la tierra, para adorar los leños y las piedras617. Como las otras naciones pensaban y se gloriaban de tener en sus ídolos aquel vislumbre de felicidad, pensó también Jerusalén, ya tibia y relajada, que le sería fácil tener parte en aquella felicidad vana, que envidiaba   —368→   por medio de los ídolos. Así, empezó a mirarlos con otros ojos: con ojos, digo, lascivos y de concupiscencia, haciendo, sin duda, una gran violencia a su entendimiento, para poder creer que los ídolos eran alguna cosa real; pues no podía ignorar, que el ídolo es nada en el mundo, y que no hay otro Dios, sino solo uno618. En esta creencia forzada, de que los ídolos eran algo, empezó a hincarles la rodilla, empezó a acariciarlos y a obsequiarlos, a esperar en ellos, a pedirles de aquellos bienes que ya tenía falsamente por tales: empezó, en fin, a temerlos, ya por temor, ya por interés; dos razones fortísimas para una mujer de bajos pensamientos; entabló con ellos aquel comercio abominable que tanto la deshonró, y que fue la causa de todos sus trabajos.

286. Ahora, señor mío, respondedme con sinceridad: si hubiese otra Jerusalén, otra esposa del verdadero Dios, asunta a esta dignidad en lugar de aquella; otra Ester elegida graciosamente en lugar de la infeliz Vasti; otra dilecta y mucho más que la primera; si esta nueva Jerusalén, si esta nueva dilecta llegase con el tiempo a resfriarse en la caridad, a descuidarse en sus verdaderas obligaciones, a envilecer su dignidad; si fuese notada y acusada formalmente de un comercio ilícito, no ya con dioses de palo y de piedra como la primera esposa, sino con los reyes de la tierra; si el mismo esposo por alguno de sus Profetas le diese a éste tal comercio el nombre de fornicación: ¿qué otra cosa pudiera ni debiera entenderse en este caso, sino aquello mismo en sustancia, mudados solamente los cómplices, que dicen los Profetas, explicando la fornicación de la primera Jerusalén? Si esto no se entendiera, o no quisiera entenderse, ¿no mereceríamos que nos repitiese el Señor aquellas mismas palabras que dijo a sus discípulos: ¿aun también vosotros sois sin entendimientos?619 La fornicación de la primera esposa era con ídolos: era   —369→   con dioses vilísimos de palo y de piedra: ¿y en qué consistía esta fornicación? Consistía en tenerlos por algo, siendo nada en realidad; consistía en preferirlos o igualarlos al legítimo esposo; consistía en pedirles, en esperar en ellos, en temerlos, en... Pues aplicad la semejanza, y aplicadla según lo que sabéis: no queráis cerrar los ojos voluntariamente, no queráis haceros desentendidos, y esconder y desfigurar una verdad de tan graves consecuencias.

287. Lejos está por ahora la piísima y prudentísima madre de indignarse contra quien le dice, con suma reverencia y con intimo afecto, la pura verdad. Esto sería indignarse contra Dios mismo. Mucho menos deberá indignarse si considera, que aquí no se habla de modo alguno de Roma presente, sino solamente de Roma futura, que es puntualmente de la que habla la profecía. No tenemos razón alguna para temer que la cátedra de la verdad sea capaz de pronunciar aquella estulticia, que decía Jerusalén a sus profetas: habladnos cosas que nos gusten, ved para nosotros cosas falsas620: ni mucho menos de dar aquella sentencia inicua que dieron los sacerdotes y profetas contra Jeremías (de quienes él se queja por estas palabras): Y hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes, y a todo el pueblo, diciendo: sentencia de muerte tiene este hombre, porque ha profetizado contra esta ciudad, como lo habéis oído con vuestras orejas621. ¡Oh cuántos males, más que ordinariamente pudieran haberse evitado, y pudieran evitarse en adelante, si los que conocen una verdad no la ocultasen o desfigurasen por una contemplación, o respeto, o piedad conocidamente mal entendida: y si a lo menos no se empeñasen tanto contra la verdad!

288. No ignoramos que muchos de aquellos que llama el   —370→   Evangelio hijos de la iniquidad622, por odio de la Iglesia romana, a quien habían negado la debida obediencia, han abusado monstruosa e imprudentemente de este lugar de la Escritura Santa. Pero ¿qué cosa hay, por verdadera y por santa que sea, de que no se pueda abusar? Los malos hijos en lo que han dicho de Roma sobre esta profecía, han dicho injurias, calumnias e invectivas; han mezclado con infinitas fábulas una u otra verdad poco bien entendidas; han avanzado cosas que no es posible que ellos mismos creyesen. Mas todo esto, ¿qué hace ni qué puede hacer al asunto presente? Porque algunos han oscurecido algunas verdades, mezclándolas violentamente con fábulas y errores, ¿por eso no deberá ya trabajarse en sacar en limpio estas mismas verdades? ¿Por eso no se podrá ya separar lo precioso de lo vil? ¿Por eso deberemos negarlo todo, pasándonos enteramente al extremo contrario? ¿Por eso no podremos ya tomar un partido medio, que nos aleje igualmente del error funesto y la lisonja perjudicial? ¿Mayormente cuando estos insensatos aplicaban a la Roma presente con calumnias, lo que solo se puede entender con verdad de la Roma futura?

289. Lo que decimos de los delitos de la mujer, decimos consiguientemente de su castigo. Roma, no idólatra, sino cristiana; no cabeza de un imperio romano, solo imaginario, sino cabeza del cristianismo, y centro de unidad de la verdadera Iglesia de Dios vivo, puede muy bien sin dejar de serlo incurrir alguna vez, y hacerse rea delante de Dios mismo, del crimen de fornicación con los reyes de la tierra, y de todas sus resultas. En esto no se ve repugnancia alguna, por más que muevan la cabeza sus defensores. Y la misma Roma en este mismo aspecto, puede recibir sobre sí el horrendo castigo de que habla la profecía. No es menester para esto que sea tomada de los étnicos; no es menester para esto, que vuelva a ser corte del mismo imperio romano, salido del sepulcro con nuevos y mayores   —371→   bríos: no es menester para esto que los nuevos emperadores destierren de Roma la religión cristiana e introduzcan de nuevo la idolatría. Todas estas ideas extrañas, todas estas suposiciones imaginarias, son en realidad unas vanas consolatorias, que no pueden ser sino de sumo perjuicio para Roma, si se fía en ellas. El gran trabajo es (y trabajo digno de llanto inconsolable) que la profecía se cumplirá, según parece, por esto mismo, quiero decir, porque nuestra buena madre se fiará más de lo que debiera de palabras consolatorias, no queriendo advertir que nacen solamente del respeto y amor de sus fieles súbditos, los cuales han mirado, y miran como un punto de piedad y aun de religión, el beatificarla a todas horas, y de todos modos. ¡Oh si nos fuese posible decirle al oído, de modo que aprovechase, aquellas palabras que decía Dios a su antigua esposa, hablo solamente en este punto particular: Pueblo mío, los que te llaman bienaventurado, esos mismos te engañan, y malean el camino de tus pasos623.

290. No señora, no madre nuestra: no caeréis otra vez en el delito de idolatría. No es esta ciertamente la fornicación, que aquí se os anuncia; no os debe dar esto cuidado alguno, está muy lejos de vos, no menos que del texto y contexto de toda la terrible profecía. Vuestra fe no faltará, y en esto os dicen la verdad todos vuestros doctores; pero mirad, señora, que sin faltar vuestra fe, puede muy bien faltar algún día vuestra fidelidad; sin faltar vuestra fe, puede muy bien verificarse en vos algún día otra especie de fornicación tan metafórica como la fornicación de los ídolos de la primera esposa de Dios, mas no menos abominable en sus divinos ojos, ni menos peligrosa para vos, ni menos funesta para vuestros fieles hijos, ni tampoco menos digna de castigo, y de un castigo tanto mayor cuanto son mayores vuestras obligaciones, y mayor el honor y grandeza verdadera a que os ha sublimado vuestro esposo, el cual   —372→   habiéndose ido a una tierra distante para recibir allí un reino, y después volverse624, os confió y encomendó tanto el gobierno de su casa, y el verdadero bien de su gran familia. Si en esto os descuidáis algún día, por atender a vos misma, y cuidar de otra grandeza, que ciertamente no os compete, podéis temer, señora, con gran razón, que caiga sobre vos infaliblemente todo el peso de la profecía; mas tu por la fe estás en pie: pues no te engrias por eso, mas antes teme. Porque si Dios no perdonó a los ramos naturales, ni menos te perdonará a ti625; escribía San Pablo a los Romanos.

291. Cuando el Mesías se dejó ver en Jerusalén, es cosa cierta, que no halló en toda ella ídolo alguno. Este delito abominable de la antigua Jerusalén estaba ya corregido, enmendado y purgado suficientemente. Demás de esto, el culto externo, o el ejercicio externo de la religión estaba corriente: el sacrificio continuo, la oración a sus tiempos, los ayunos prescriptos, las fiestas solemnes, el sábado, etc. todo se observaba escrupulosamente; tanto, que algunas observaciones pasaban al extremo de nimiedad: había en ella muchos justos, de que hacen mención los Evangelios; toda la ciudad en suma, era y se llamaba con propiedad la santa ciudad, pues este nombre le da el Santo Evangelio aun después de la muerte del Mesías626; con todo eso, Jerusalén estaba entonces en tan mal estado en los ojos de Dios, que el Mesías mismo lloró sobre ella, y no solamente la halló digna de sus lágrimas, sino también de aquel terrible anatema que fulminó contra ella en forma de profecía (diciéndole): vendrán días contra ti, en que tus enemigos te cercarán de trincheras, y te pondrán cerco,   —373→   y le estrecharán por todas partes. Y te derribarán en tierra, y a tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra...627

292. Esta profecía del hijo de Dios se verificó plenamente pocos años después, ni fue necesario para su perfecto cumplimiento que la ciudad volviese a la antigua idolatría, ni que fuese tomada por algunos príncipes étnicos, que desterrasen de ella la verdadera religión, y substituyesen el culto de los ídolos. Nada de esto fue necesario. Jerusalén fue castigada, no por idólatra, sino por inicua: no por sus antiguos delitos, sino por aquellos mismos que el Señor la había reprendido máximamente en su sacerdocio, los cuales se pueden ver en los evangelios que bien claros están. La semejanza, pues, corre libremente por todas partes sin embarazo alguno, y la explicación por sí misma se manifiesta.

Se propone y resuelve la mayor o la única dificultad que hay contra nuestro sistema del Anticristo.

Párrafo XV

293. Todo cuanto hemos trabajado hasta aquí en recoger y unir en un cuerpo moral las diversas piezas de que se debe componer el Anticristo, o en armar esta grande máquina, parecerá sin duda un trabajo perdido, si no respondemos de un modo natural, claro y perceptible, a una gravísima dificultad que se halla en la Escritura; la cual ha parecido tan decisiva en favor de la persona individua y singular del Anticristo, que este ha sido en realidad todo el fundamento de la opinión común. La dificultad se puede proponer brevemente en esta sustancia.

294. El Apóstol San Pablo en todo el capítulo II de su Segunda Epístola a los Tesalonicenses, habla ciertamente   —374→   del Anticristo, aunque no lo nombre con esta palabra expresa y formal. Siendo esto así, como ninguno duda, tampoco se debe ni puede dudar que hable de una persona singular; ya porque esto suena en todas sus expresiones, y su modo de hablar: ya porque siempre habla en singular, y nunca en plural; ya en fin, porque dice del Anticristo algunas cosas particulares; una en especial que no puede competer a muchos individuos, sino precisamente a uno solo. Ved aquí el texto entero del Apóstol.

Mas rogamos, hermanos, por el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo, y de nuestra reunión con él, que no os mováis fácilmente de vuestra inteligencia, ni os perturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta, como enviada de nos, como si el dio del Señor estuviese ya cerca. Y no os dejéis seducir de nadie en manera alguna, porque no será sin que antes venga la apostasía, y sea manifestado el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone, y se levanta sobre todo lo que se llama Dios, o que es adorado; de manera que se sentará en el templo de Dios, mostrándose como si fuese Dios. ¿No os acordáis que cuando estaba todavía con vosotros os decía estas cosas? Y sabéis que es lo que ahora le detiene, a fin de que sea manifestado a su tiempo. Porque ya está obrando el misterio de la iniquidad: solo que el que está firme ahora, manténgase, hasta que sea quitado de en medio. Y entonces se descubrirá aquel perverso, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca, y le destruirá con el resplandor de su venida. La venida de aquel es según operación de Satanás, en toda potencia, y en señales, y en prodigios mentirosos, y en toda seducción de la iniquidad para aquellos que perecen, porque no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por eso les enviará Dios operación de error, para que crean a la mentira. Y sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, antes consintieron a la iniquidad628.

  —375→  

295. Esto es todo lo que dice San Pablo del Anticristo, lo cual hemos reservado de propósito para lo último, por examinarlo aparte con mayor atención. En toda la divina Escritura, aunque se lea cien veces, y se vuelva a leer otras mil, no hay otro lugar sino este solo, que parezca favorecer la persona individua y singular del Anticristo, habiendo tantos otros, que claramente combaten y destruyen esta persona singular. Por tanto, este solo texto, como decíamos poco ha, es todo el fundamento real en que estriba, y se hace fuerte la común opinión. Dicen que este texto es claro y los otros son oscuros: lo cual aunque fuese cierto en cuanto a la sustancia, de los misterios del Anticristo (que ni aun en esto es claro), podemos decir seguramente todo lo contrario, en cuanto a la unidad o pluralidad de individuos en el mismo Anticristo. En este punto determinado, que es lo que ahora tratamos, el texto de San Pablo es oscurísimo; y los otros son tan claros, que los mayores ingenios, empeñados formalmente en acomodarlos a una persona singular, no lo han podido hasta ahora conseguir. Para responder pues, a esta gran dificultad de un modo formal e inteligible, vamos por partes. Dos son los puntos únicos   —376→   sobre que estriba toda ella. Primero: San Pablo habla del Anticristo en singular, no en plural, llamándolo el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual... se levanta... aquel perverso... Segundo: San Pablo dice de este hombre de pecado... que se sentará en el templo de Dios, mostrándose como si fuese Dios629: luego habla de una persona individua y singular.

Se satisface al primer punto de la dificultad.

296. Primeramente: parece innegable y fuera de disputa, que el hablar del Anticristo en singular y no en plural, como lo hace San Pablo, precisamente por hablar en singular, nada puede probar contra el asunto ni en provecho ni en contra. Tan en singular se habla ordinariamente de un cuerpo moral, compuesto de muchos individuos, como de una sola persona: y ambos modos de hablar son igualmente buenos. En la Escritura Divina tenemos de esto ejemplares sin número, y el mismo San Pablo nos ofrece no pocos. ¿Quién dirá, por ejemplo, que Dios habla de la persona singular de Adán cuando dice: Raeré,... de la haz de la tierra al hombre, que he criado?630... ¿Quién dirá que Jacob habla de la persona singular de cada uno de sus hijos, cuando les dice antes de morir: congregaos, para que anuncie lo que os ha de venir en los últimos días631? Cuando hablando con cada uno de ellos en singular, les anuncia su suerte futura: verbi gratia Issachar, asno fuerte632... Benjamín lobo robador633... Népthali, ciervo suelto, etc.634. ¿Quién dirá que Moisés habla con la persona singular de su padre Jacob, cuando dice en sus   —377→   libros frecuentemente: oye Israel,... ten cuidado635... Abandonaste al Dios que te engendró, y te olvidaste636:... cuando dice en singular que Dios entregó en sus manos al Cananeo, y que él lo mató?637 ¿Quién dirá que David habla de un hombre individuo, cuando dice en singular: Levántate, Señor, no se fortifique el hombre638:... no temeré lo que el hombre me haga639, porque me pateó el hombre640: Pan de ángeles comió el hombre?641... ¿Quién dirá que Isaías habla de algún hombre individuo, llamado Egipto, cuando dice: El Egipto es hombre, y no Dios?642... De estos ejemplares pudiera citar con poco trabajo material dos o tres millares, porque éste es un modo propio de hablar en toda suerte de escrituras sagradas y profanas, cuando se habla de muchos que moralmente componen un todo.

297. El mismo San Pablo habló ciertamente con todas las gentes cristianas entonces presentes y futuras, y no obstante casi siempre les habla en singular, como si hablase con un solo individuo verbi gratia y tú siendo acebuche, fuiste injerido en ellos, y has sido hecho participante de la raíz, y de la grosura de la oliva. No te jactes contra los ramos. Porque si te jactas, tú no sustentas a la raíz, sino la raíz a ti... mas tú por la fe estás en pie: pues no te engrias por eso, mas antes teme643. Supongamos ahora por un momento que el Anticristo ha de ser un cuerpo moral, como lo hemos considerado, en este caso; ¿no serían verdaderas y propísimas   —378→   las expresiones de San Pablo? ¿No le convendrían perfectamente bien a este cuerpo moral los nombres de el hombre de pecado, el hijo de perdición, etc.? Parece que sí, y mucho más que sí se hablase en plural, diciendo hombres de pecado, hijos de perdición. Aunque las piedras que forman un palacio, o un templo, consideradas en sí mismas sean muchísimas, y se hable de ellas en plural: más después que se ven unidas entre sí, después que se ven puestas en aquel orden a que están destinadas, ya no se habla de ellas en plural, sino en singular, ya no se habla de ellas sino como se habla de un individuo, ya todo aquel conjunto, o agregado, se llama propiamente un palacio o un templo. Del mismo modo: aunque todos los individuos que deben componer el Anticristo considerados en sí mismos sean innumerables; mas considerados en unión, en cuerpo, en aquella especie de orden necesario para formar toda la máquina anticristiana, en este aspecto, digo, que todos aquellos individuos son un todo, son un cuerpo, son un Anticristo, o contra-Cristo, y ya se puede hablar de todos ellos, como se habla de una persona, dando a todo aquel conjunto el nombre que le da el Apóstol (cuando dice) el hombre de pecado, el hijo de perdición, etc. En todo esto, lejos de hallarse impropiedad alguna, digna de reparo, se halla por el contrario una suma propiedad: ni se concibe de que modo más natural, ni más propio se podía hablar de un agregado anticristiano, de muchos individuos unidos entre sí, y animados de un mismo espíritu, de un mismo interés, de unas mismas intenciones. De este modo se habla con propiedad de una religión, y de una república, de una monarquía: y de este modo se habla del cuerpo místico de Cristo, que son todos los fieles unidos entre sí y animados del espíritu mismo de Cristo. Si en este cuerpo falta la unidad, ¿qué bien podremos esperar.

298. Fuera de esto: si se consideran atentamente las circunstancias, y el tiempo en que San Pablo habla del Anticristo, me atrevo a decir, que se ve con los ojos, y se toca con las manos, la razón que tuvo para no explicarse plenamente   —379→   en este asunto: para hablar con alguna oscuridad para usar de palabras y explicaciones igualmente acomodables a una individua persona, que a un cuerpo moral, compuesto de muchas. San Pablo era el apóstol, el doctor, el maestro propio de las gentes: era en aquellos primeros tiempos como una verdadera madre llena de amor y de ternura, y al mismo tiempo llena de discreción y de prudencia, que da a sus hijos el necesario y conveniente alimento, y les esconde de algún modo lo que por entonces no les conviene. Él mismo dice, que los sustentaba con leche como a párvulos, porque todavía no eran capaces de manjares más fuertes: como a párvulos en Cristo, leche os di a beber, no vianda; porque entonces no podíais: y ni aun ahora podéis644. En muchísimas partes de sus Epístolas se observa esta contemplación, o esta bondad y ternura de madre con que trata a los nuevos cristianos. Aunque siempre les dice la verdad, aunque nada les oculta de lo que les importa saber; mas algunas verdades, cuya noticia clara e individual no les era tan necesaria por entonces, se las dice con grande economía, mostrándoles claramente lo necesario, y como ocultándoles de algún modo lo menos necesario que pudiera ocasionar alguna turbación. Así se ve que muchas veces corta la cláusula, dejándola casi sin sentido, por no explicarlo todo, o porque no se entendiese todo fuera de tiempo.

299. Entre otros muchos ejemplares, que me fuera fácil haceros notar, observad solamente aquel texto de la epístola a los Romanos (en el que les dice), porque como también vosotros en algún tiempo no creísteis a Dios, y ahora habéis alcanzado misericordia por la incredulidad de ellos (los judíos): así también estos ahora no han creído en vuestras misericordias: para que ellos alcancen también misericordia645. En esta segunda parte de la proposición   —380→   falta manifiestamente la causal de la primera parte, sin la cual la semejanza no puede correr; y parece claro, que el prudentísimo Apóstol la omitió de propósito, por no contristar por entonces, o desanimar a los nuevos fieles. La causal de la primera parte es ésta: por la incredulidad de ellos: conque para que corriese bien la semejanza debía hallarse otra causal semejante en la segunda parte, y así debía añadirse por vuestra incredulidad. De modo, que si vosotros (les dice) conseguisteis misericordia por la incredulidad de los judíos, éstos la conseguirán por vuestra incredulidad. Estas últimas palabras, que faltan en el texto, se coligen evidentemente de todo lo que precede, y mucho más de lo que se sigue inmediatamente: Porque Dios todas las cosas encerró en la incredulidad, para usar con todos de misericordia646. En la incredulidad de los judíos para hacer grandes misericordias con las gentes: y en la incredulidad de éstas (cuando suceda como está escrito) para hacer iguales o mayores misericordias con los judíos. ¡Misterio verdaderamente grande e inescrutable, digno solo de la grandeza de Dios, y de las riquezas incomprensibles de su sabiduría! Así concluye el punto el Apóstol con esta exclamación: ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e impenetrables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿Oh quién fue su consejero?647 etc.

300. De este modo podemos discurrir, mirando con atención todo lo que el mismo Apóstol dice del Anticristo en   —381→   el lugar citado. Todo este capítulo por más que se diga, o se pretenda, es oscurísimo; algunas cláusulas no tienen sentido, o no se les ve, porque no están concluidas: otras parecen verdaderos enigmas muy parecidos a los del Apocalipsis, en otras se remite a lo que ya les había dicho de palabra, lo cual no tenemos por donde saberlo. ¿Quién entendiera, por ejemplo, que aquella palabra la apostasía, que es tan general, sin que antes venga la apostasía, significa aquí la apostasía, si el mismo Apóstol no se hubiese explicado en otras partes, verbi gratia en la epístola primera a Timoteo, donde se hallan estas palabras: Mas el Espíritu manifiestamente dice, que en los postrimeros tiempos apostatarán algunos de la fe648,... y en la epístola a los Hebreos, donde llama a la apostasía corazón malo de incredulidad, apartandoos del Dios vivo649.

301. Ahora, si el hombre de pecado, el hijo de perdición, de quien dice que se revelará, o manifestará antes que venga el Señor: si este hombre de pecado no es en la realidad otra cosa que la apostasía de la fe, o una consecuencia de la apostasía: si no ha de ser otra cosa (a lo menos en su principio y fundamento) que un cuerpo de cristianos apóstatas, animados de aquel espíritu terrible divide a Jesús (pasiva y activamente), y unidos todos contra el Señor y contra su Cristo650, en este caso parece algo más que verosímil, que el Apóstol se explicase en este punto con suma discreción y economía, para no hacer algún daño a aquellas tiernas plantas, que apenas empezaban a brotar, por no afligirlas y desconsolarlas más de lo que era necesario en aquellos principios. No sabemos qué uso hicieron de este lugar de San Pablo los Tesalonicenses, ni como lo entendieron, ni si lo entendieron. Parece lo más verosímil, que por entonces se contentasen con la noticia clara y cierta   —382→   que les da el Apóstol, tocante al asunto principal, o único de toda la epístola, es a saber, que el día del Señor no estaba tan cerca, como entre ellos se había divulgado (no se sabe con qué ocasión) pues primero había de suceder la apostasía, y la revelación del hombre de pecado. Después andando el tiempo se ha pensado tanto, y tanto se ha adelantado sobre este lugar de San Pablo, que el hombre de pecado ha llegado en fin a formar aquel fantasma o aquel monstruo que no se puede mirar sin admiración, ni leer sin asombro.

302. Yo veo bien, y confieso de buena fe, que con esto solo no está resuelta la gran dificultad. Aunque el primer punto de apoyo sobre que estriba (esto es, el hablar el Apóstol del Anticristo, no en plural, sino en singular) no sea tan sólido y fuerte, que baste por sí solo para sustentarla, mas queda el otro punto sólido y firmísimo que parece imposible hacerlo ceder: y mientras este no cediese, toda la dificultad queda en pie, y por consiguiente cae todo el grande edificio que se ha levantado hasta las nubes sobre este solo fundamento. Aun permitido y concedido, se podrá decir, que las palabras y expresiones de que usa el Apóstol, pueden acomodarse igualmente bien a un cuerpo moral, que a un individuo singular; mas entre ellas hay una que no admite otro sentido que el de la persona individua y singular, y siendo esto así, ésta sola debe explicar a todas las otras. Si ésta sola habla ciertamente de una persona individua y singular, se debe concluir legítima y evidentemente, que todas las demás hablan en el mismo sentido: pues todas caminan a un mismo objeto. Examinemos, pues, este gran fundamento con atención particular.

Se satisface al segundo punto de la dificultad

303. Entre las cosas particulares que dice San Pablo del hombre de pecado, del hijo de iniquidad, o del Anticristo, una es, que no solo se opondrá, sino que se elevará sobre todo lo que se llama Dios, o que es adorado... de tal   —383→   modo, que se sentará en el templo de Dios, mostrándose como si fuese Dios651. Este sentarse en el templo de Dios, mostrándose como si fuese Dios, solamente puede competir a una persona individua y singular: luego el hombre de pecado, el hijo de iniquidad, o el Anticristo debe ser, según San Pablo, un hombre individuo, o persona singular. A este solo punto de apoyo se reduce el fundamento de la opinión común. Ahora pregunto yo: esta parte del texto de San Pablo, o esta noticia particular, de manera que se sentará en el templo de Dios, mostrándose como si fuese Dios, ¿es clara o inteligible en todas sus partes, o no lo es? Si no es perfectamente clara e inteligible, no puede servir de apoyo, ni ser fundamento para afirmar una cosa tan grande, tan repugnante al sentido común y tan opuesta a todas las ideas, que en tantas otras partes nos da del Anticristo la Divina Escritura. Mucho menos podrá ser suficiente fundamento para fundar esta sola noticia un dogma, o una verdad de fe, como pretenden o suponen algunos teólogos insignes, diciendo, sin más razón que ésta, que la persona individua y singular del Anticristo es una aserción no solamente probable, sino ciertamente de fe. Mas ¿como ciertamente de fe una proposición fundada únicamente sobre un texto oscuro, o no explicado por el común sentir de los padres y teólogos, ni menos definido por la Iglesia? No es oscuro, responden, sino claro y perceptible a todos; ni admite otro sentido literal y obvio, que el de una persona singular. Los otros lugares que se hallan en la Escritura, y que parece hablan de muchas personas, estos sí son oscuros, y muchos de ellos puras metáforas, cuyo verdadero sentido es reservado a Dios.

304. Ahora bien: ¿conque el texto de San Pablo que ahora consideramos, es claro y perceptible a todos? Si es claro y perceptible a todos, deberá ser clara y perceptible la explicación. En este supuesto: se pregunta en primer lugar, ¿de qué templo de Dios habla San Pablo? ¿O habla   —384→   de templo solo espiritual, figurado y metafórico, o habla de algún templo material y manufacto? Entre estos dos templos no parece que hay medio. Si habla en el primer sentido, el texto nada prueba en favor, antes prueba en contra; pues en el mismo sentido en que se tomase la palabra templo, se deberá tomar el hombre de pecado, que se sienta en él, y también el asiento mismo, y la acción de sentarse, etc. Si se habla de templo material, y manufacto, se vuelve a preguntar ¿qué templo será éste? Resuelven, que será el templo mismo de Jerusalén: pues en tiempo de San Pablo no había en toda la tierra otro templo material de Dios. Se debe suponer antes de pasar a otra reflexión, que San Pablo no habla aquí de aquel mismo individuo templo que existía en su tiempo; pues en este caso hubiera sido mal profeta: ni San Pablo podía ignorar que aquel individuo templo de Dios, debía destruirse en breve, así por la profecía de Daniel, capítulo IX, que es bien clara, como por la profecía clarísima del mismo Cristo que dijo, hablando del templo: no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada652. Conque si el Apóstol habla del templo de Jerusalén, es preciso que hable de otro templo todavía futuro. ¿Cual es éste? Es, dicen con gran formalidad, el que edificará el mismo Anticristo, cuando ponga su corte en Jerusalén.

305. Óptimamente. ¿Y esta noticia es cierta y segura? ¿Se ha sacado de algún público archivo conocido por infalible? Sabemos que no hay otro archivo de donde sacar noticias de futuro, que la revelación contenida en la Biblia Sagrada. ¿Cuál es, pues, la revelación sobre esta noticia particular? ¿Será acaso este mismo lugar de San Pablo, después de entendido y acomodado al intento? Increíble parece; mas la verdad es, que no se señala otro ni parece posible señalarlo, porque no lo hay en toda la Biblia Sagrada; antes hay no pocos para afirmar todo lo contrario. Ved aquí uno que vale por mil. El profeta Daniel, capítulo IX,   —385→   hablando de la muerte del Mesías y de sus resultas, dice así: será muerto el Cristo, y no será más suyo el pueblo que le negará. Y un pueblo con un caudillo que vendrá, destruirá la ciudad, y el santuario, y su fin estrago, y después del fin de la guerra vendrá la desolación decretada... y durará la desolación hasta la consumación y el fin653. Si la desolación de Jerusalén, y de su templo debe perseverar hasta la consumación, y hasta el fin, ¿en qué tiempo edificará este judío Anticristo la ciudad y el templo que desolaron los Romanos? Si antes de la consumación y del fin, falsificará la profecía, y será ésta una de sus mayores proezas. Si después, será todavía mayor proeza, como es salir del infierno para edificar el templo, y la ciudad. ¿No veis, Señor, con vuestros ojos la suposición e inconsecuencia?

306. No es esto lo más: aun dado caso, y permitido por un momento quo el pérfido judío Anticristo será quien edifique otra vez el templo de Jerusalén, se pregunta: ¿este templo edificado por el Anticristo será realmente un templo de Dios? Dura cosa parece el concederlo; pues no aparece razón, ni título alguno para poderle dar este nombre. ¿Cómo ha de ser un templo de Dios vivo; como le hemos de dar este nombre a un edificio construido por el mayor enemigo de Dios, por un hombre de pecado, hijo de la iniquidad, el cual se opone y se levanta sobre todo lo que se llama Dios, o que es adorado?654 ¡Y esto de propia autoridad, sin mandato, ni beneplácito de Dios! ¡Y esto no para Dios, sino para sí mismo! ¿Cómo ha de habitar Dios en este templo de modo que merezca con propiedad el nombre de templo de Dios? Si no merece este   —386→   nombre, sino es de modo alguno propio y racional, templo de Dios; luego el Apóstol no habla de este templo imaginario, pues dice expresamente, que el hombre de pecado se sentará en el templo de Dios655.

307. Pues ¿de qué templo de Dios habla San Pablo? Los que dicen que este texto es clarísimo, y por su claridad es decisivo en el asunto, debían hacerse cargo de todos estos embarazos. Debían así mismo hacerse cargo de otras cosas particulares del mismo texto, en que se explican tan poco, tan de prisa, tan en confuso, que nos dejan en la misma, y aun en mayor oscuridad. ¿Qué significado tienen, verbi gratia aquellas palabras: y sabéis que es lo que ahora le detiene, a fin que sea manifestado a su tiempo. Porque ya está obrando el misterio de la iniquidad solo que el que está firme ahora, manténgase, hasta que sea quitado de en medio. Y entonces se descubrirá aquel perverso?... Aquí confiesan que está oscuro el Apóstol, y como si hubiesen consultado el punto con él mismo, señalan luego la razón que tuvo para hablar con tanta oscuridad. ¿Cuál fue esta razón? Fue, dicen, por no ocasionar alguna persecución contra los cristianos, si acaso esta epístola llegase a manos del emperador Nerón, pues en esta cláusula oscura habla del mismo Nerón, y de todo el imperio romano: y lo que en sustancia quiere decir, es, que el fin y ruina de este grande imperio ha de preceder inmediatamente, y ha de ser como una señal clara y manifiesta de la revelación del Anticristo, y de su monarquía universal. ¿Y será creíble, digo yo, que San Pablo hable aquí de Nerón, o del imperio romano, después de sepultado, y convertido en polvo? ¿Será creíble se hable todavía de él en nuestra tierra como se hablaba en tiempo de Constantino o de Teodosio? Cierto que leemos con nuestros ojos algunas cosas tan extrañas, que aun después de leídas, nos parece imposible que puedan escribirse.

308. Pero volvamos a nuestro propósito. ¿De qué templo de Dios habla aquí San Pablo? Así como para entender   —387→   bien la palabra apostasía nos es necesario consultarlo con el mismo San Pablo en otros lugares de sus epístolas; así del mismo modo para entender la palabra templo de Dios, deberemos consultarlo con el mismo Apóstol. No habiendo otro lugar en toda la Escritura que nos pueda dar sobre esto alguna luz, sería un óptimo expediente para inquirir la mente de San Pablo, consultar atentamente sus otros escritos, examinando entre ellos estos dos puntos, que son los que por ahora necesitamos. Primero: si la palabra templo de Dios se halla alguna, o algunas veces en los escritos de este Apóstol. Segundo: en qué sentido, se halla esta palabra siempre que se halla. Hecho este examen con poco o mucho trabajo, yo discurro así, y propongo mi discurso en forma de consulta a cualquier juez imparcial.

309. En todas las 14 epístolas de San Pablo, solas siete veces se halla esta palabra templo de Dios. En las seis primeras el sentido es uno mismo, y está manifiesto y clarísimo: siempre se toma en sentido figurado y espiritual, nunca en sentido material, como luego veremos, mas la séptima vez el sentido no está claro: no se conoce con tanta certeza, si habla también de templo espiritual, o de templo material. A esta duda se añade, que el sentido material sufre grandes dificultades, y el espiritual ninguna. Pues en este caso, propuesto con toda fidelidad y verdad, se pregunta: ¿podremos entender este último lugar oscuro, en aquel mismo sentido claro en que entendemos los seis primeros, luego al punto que los leemos? Si se dice que no, deberá mostrarse algún fundamento real, o alguna buena razón, para exceptuar este solo lugar oscuro de aquel sentido claro y cierto en que se toman los otros: y este fundamento, esta buena razón, ni se muestra, ni hay apariencia de que pueda mostrarse, si no es acaso respondiendo por la misma cuestión. Si se dice que sí, con esto solo está resuelta la dificultad, y concluida la disputa.

310. Por si acaso se dudare del sentido cierto en que toma San Pablo la palabra templo de Dios las seis primeras veces, se pueden ver éstas en sus propios lugares, que son:   —388→   tres veces en el capítulo tercero de la epístola primera a los Corintios, donde dice: ¿No sabéis, que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios le destruirá. Porque el templo de Dios, que sois vosotros, santo es656. En el capítulo VI de la misma epístola se halla otra vez esta palabra: ¿o no sabéis, que vuestros miembros son templo del Espíritu Santo, que está en vosotros?657 En la epístola segunda a los mismos Corintios, capítulo seis, se halla otras dos veces esta misma palabra: ¿qué concierto, el templo de Dios con los ídolos?658 ¿Qué os parece ahora del sentido de estos lugares de San Pablo? ¿Lo podéis dudar? No nos queda pues otro, que el que ahora disputamos; y de éste decimos lo mismo, esto es, que no hay razón para entenderlo en otro sentido, no hay razón alguna para entenderlo del templo material, antes por el contrario, todo el contexto del capítulo es conocidamente oscuro, y estando lleno todo desde el principio al fin de expresiones figuradas, nos convida al sentido figurado y nos aparta del material, así en el hombre de pecado como en el templo de Dios.

311. Siendo, pues, solo figurado y espiritual el templo de Dios, de que aquí se habla, con esta sola idea, se entiende al punto todo el misterio. El templo de Dios, de que siempre ha hablado San Pablo, no es otro que la Iglesia de Cristo, no es otro que la congregación de todos los fieles, no es otro que los mismos fieles unidos entre sí, los cuales, como les dice San Pedro: como piedras vivas sed edificados casa espiritual...659. Pues éste es el templo de   —389→   Dios, en que formalmente se sentará el hombre de pecado, el hijo de la iniquidad, mostrándose públicamente, y obrando libremente en él, como si fuese Dios660: ¿Qué quiere decir esto? Lo que quiere decir, parece bien claro y bien conforme a todo lo que hemos observado. Todo camina bien sin dificultad ni embarazo. El hombre de pecado, el hijo de perdición de que habla San Pablo, no es otra cosa en su raíz, en su fundamento, en su principio, que una multitud de verdaderos apóstatas (llámense estos deístas o materialistas, importa poco para la sustancia del misterio): los cuales habiendo primero desatado a Jesús o desatádose de Jesús, y con esto verificado en sí mismos lo que anuncia el Apóstol en primer lugar por estas palabras: sin que antes venga la apostasía; se han de unir en un cuerpo moral, han de trabajar en acrecentar y fortificar este cuerpo, cuanto sea posible; y después que esto se haya conseguido, se han de revelar y declarar contra el mismo Jesús, y contra Dios su padre. Por esto se le da a este hombre de pecado, el nombre de Anticristo o contra-Cristo.

312. Pues este hombre de pecado, este hijo de perdición, este cuerpo moral, cuerpo de pecado cargado de ellos, cuando se vea crecido, y en perfecta madurez; cuando ya no tenga impedimento alguno para salir al público; cuando ciertos cuernos, que le han de nacer, hayan crecido hasta la perfección; cuando en fin haya ganado y puesto de su parte una bestia terrible de dos cuernos con todo su talento de hacer milagros, etc. entonces este hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone, y se levanta sobre todo lo que se llama Dios, se sentará en la Iglesia de Cristo, que es el templo del verdadero Dios, y vosotros sois el templo de Dios661. Entonces mandará en este templo, y se hará obedecer, ya con el terror y fuerza de sus cuernos, ya también con los cuernos como de cordero de la otra bestia, y con su locuela de dragón. Entonces dispondrá libremente en este mismo templo de lo más sagrado, de lo   —390→   más venerable, de lo más divino, ya impidiendo el sacrificio continuo; ya alterando, ya mezclando, ya mudando, ya confundiendo lo sagrado con lo profano, la luz con las tinieblas, y a Cristo con Belial. Entonces se verá este monstruo de iniquidad abrir públicamente su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre, y su tabernáculo, y a los que moran en el cielo662. Entonces se verá que hiciese guerra a los santos, y que los venciese663. Entonces en suma, se verá hecho dueño y señor de la casa y templo de Dios, que sois vosotros, mostrándose dentro de este templo, en su conducta, en sus operaciones, en su despotismo, como si fuese Dios664.

313. Esta última expresión del Apóstol, o por mejor decir la inteligencia tan material que se le ha dado, es sin duda la que ha producido tantas noticias fabulosas, inverosímiles e increíbles, que se han imaginado en todos tiempos, y que han pasado con suma facilidad de la imaginación a la pluma. Esta inteligencia tan material es la que ha producido aquella idea verdaderamente extraña de un monarca universal que pretende ser adorado como Dios de todos los pueblos, tribus y lenguas: que edifica la ciudad y templo de Jerusalén, a pesar de una profecía, que en este templo se sienta sobre un alto y magnífico trono, que allí espera con gran paciencia el concurso y la adoración de todos los pueblos, sufriendo el humo del incienso, y el olor de los sacrificios, etc. Pero hablemos con formalidad ¿no son estas ideas infinitamente distantes del hombre de pecado, del hijo de la perdición, y del templo de Dios de que habla San Pablo? ¿No son ajenas de todo el contexto de este capítulo? Casi todas sus expresiones son figuradas, y por eso unas muy oscuras, otras poco claras; y es fácil pensar que se escribieron así con grande acuerdo, para que no se entendiesen antes de tiempo. Ni era necesario, ni   —391→   conveniente, que se entendiesen clara e individualmente en los principios de la Iglesia, ni es creíble que San Pablo escribiese todo lo que dice en este lugar, solamente para los Cristianos de Tesalónica, sino en cuanto conducía al asunto principal de su epístola, que era sacarlos del error en que actualmente estaban, esperando por momentos la venida del Señor. ¿Qué les importaba a los Cristianos del primer siglo el saber con ideas claras lo que había de suceder en el mundo, verbi gratia dos mil años después? Pero importaba infinito que todo esto quedase escrito, aunque con algún disfraz, para que sirviese cuando fuera necesario, cuando el tiempo y los sucesos mismos empezasen a abrir el sentido, y a alumbrar en la oscuridad: como... una antorcha que luce en un lugar tenebroso665.

314. Ésta es la verdadera causa de la oscuridad de muchas profecías. Ésta es la verdadera causa de que muchos sucesos futuros, aunque ya revelados, se vean como escondidos, y encubiertos debajo de metáforas oscuras, para que no se entiendan antes de tiempo. La sabiduría infinita de Dios, su providencia y su bondad, relucen claramente en esta economía. Al contrario, las cosas que no son profecía, las cosas que pertenecen a la sustancia de la religión, esto es, al dogma y a la moral, éstas se ven escritas con la mayor simplicidad y claridad; y si algunas se hallan menos claras, la misma sabiduría y providencia de Dios ha dispuesto o permitido que se ofrezcan dudas, que se exciten disputas, y aun que se avancen errores y herejías, para que la Iglesia las examine de propósito, las aclare y las enseñe en su verdadero sentido. Mas en las cosas que no pertenecen al dogma ni a la moral, en las profecías que anuncian sucesos futuros, jamás se ha metido la Iglesia en declarar cuál es su verdadero sentido; ha dejado el campo libre a los doctores para que trabajen en él; jamás ha tomado partido por alguna de sus opiniones jamás ha probado ésta como cierta, ni reprobado aquella   —392→   como errónea; jamás, en fin, ha hablado una palabra, sino cuando algunas de estas opiniones se oponen por algún lado, o se oponen manifiestamente a algunas de las verdades fundamentales, ciertas e indubitables que ha recibido. Así, lo que sobre estas profecías han discurrido los doctores, se puede recibir o no recibir, según las razones buenas o no buenas en que se fundaren. Y aunque digan y afirmen, que esto o aquello es una verdad, y una verdad de fe (como tal vez suelen avanzar, sin otra razón que citarse los unos a los otros) no por eso dejamos de quedar en perfecta libertad para examinar la razón o fundamento con que lo dicen. Si el fundamento después de bien examinado se halla sólido y firme, deberemos estar con ellos: no... porque ellos así lo juzgan; sino porque lo persuaden o con la autoridad de algún texto canónico, o con alguna razón de peso666. La autoridad extrínseca en estas cosas de que hablamos, no tiene otra firmeza, ni la puede tener, sino el fundamento sobre que estriba. Mas si el fundamento después de bien examinado no se halla suficiente: si el tiempo, o las circunstancias, o la casualidad, o sobre todo, la providencia, descubren y muestran claramente otra cosa diversa, ¿no podremos en este caso, o no deberemos en conciencia apartarnos en aquellos puntos particulares del sentimiento de los doctores? ¿No podremos a lo menos apelar de los doctores muertos a los doctores vivos? ¿No podremos proponerles a estos nuestras dudas, y pedirles un nuevo, un más atento y más maduro examen?

315. Éste solo fruto quisiera yo sacar de todas las observaciones hechas hasta aquí, y que se han de ir haciendo en adelante. Con esto solo me parece, que quedará contento. Lejos de querer ser creído sobre mí palabra, lo que más deseo es ser examinado con todo aquel rigor que prescriben las leyes de la crítica, o las leyes de la recta razón iluminada con la lucerna de la fe: porque andamos por fe, y no   —393→   por visión667. Las cosas particulares de que trato son innegablemente de suma importancia, de sumo interés. Por otra parte, el sistema presente del mundo, el estado actual de la Iglesia de Cristo en muchos de sus miembros, muy semejantes a aquel ángel séptimo del Apocalipsis, ni frío, ni caliente668, parece que dan gritos a sus ministros, y les piden instantemente que sacudan el sueño, que abran los ojos, y que miren y observen con mayor atención.

316. Tengo propuesto un nuevo Anticristo. Si éste es el verdadero, o no, yo no decido. Este juicio toca al juez, no a la parte. Así, no lo propongo como una aserción, sino como una mera consulta, sujetando de buena fe todo este Anticristo con todas las piezas de que se compone, no solamente al juicio de la Iglesia, que esto se debe suponer, sino también al juicio particular de los sabios que quisieren tomar el trabajo, no inútil, de examinarlo, de corregirlo, de ilustrarlo, de perfeccionarlo, y si les parece, también de impugnarlo. Solo se les pide a estos, o por justicia, o por gracia, que su examen o su impugnación, no venga finalmente a reducirse a la autoridad puramente extrínseca. En este caso protesto la violencia. Yo no ignoro, que esta autoridad, por la mayor parte, nada me favorece: por tanto, si por ella sola soy juzgado, la sentencia contra mí será cierta: ¿pero será justa? El examen, pues, o la impugnación, deberá hacerse por el fundamento en que estriba, o debe estribar esta autoridad extrínseca, no por la misma autoridad. El texto de San Pablo, que es el único fundamento, no es tan claro a favor de una persona singular, que no necesite de nuevo examen; y este examen es el que deseamos y pedimos, si bien otros autores modernos que ya he indicado, han negado a su arbitrio, y procurado probar, que por Anticristo no se entiende un individuo solo.

  —394→  

Dos anotaciones

Primeras

317. En el párrafo IV se traen aquellas palabras de la epístola primera de San Juan, espíritu, que divide a Jesús, como la propia definición del Anticristo, y se dice, que estas palabras no suenan otra cosa en su propio y natural sentido, que la apostasía verdadera de la religión cristiana que antes se profesaba. No obstante, desde el párrafo VII se empieza a hablar de una bestia de siete cabezas, como que ésta es el verdadero Anticristo; mas entre estas siete cabezas, solo cinco hay a quienes pueda competir el dividir a Jesús, o la apostasía, pues las otras dos, que son el Mahometismo y la idolatría, como no tienen atadura alguna con Jesús, tampoco pueden desatarlo, o desatarse de él. O estas dos cabezas de la bestia no vienen al caso, o no es justa la definición.

Respuesta

318. En varias partes de este fenómeno hemos advertido, que la expresión dividir a Jesús, no solamente la tomamos en sentido pasivo, sino también y principalmente en sentido activo. El dividir a Jesús, en sentido pasivo será como el fondo del Anticristo, y como la primera diligencia necesaria, para que sobre este fondo se forme todo el Anticristo; más después de formado enteramente, después de unidas en un cuerpo todas sus diferentes piezas, el dividir a Jesús será principalmente en sentido activo, procurando desatarlo de todos cuantos se hallaren en el mundo atados de algún modo con él, y haciendo para esto una guerra viva al cuerpo del Cristianismo y a Cristo mismo. Por eso San Pablo pone primeramente la apostasía, y después la revelación del hombre de pecado, como que la apostasía es el primer paso necesario para que el Anticristo se forme enteramente y se rebele, o declare públicamente. Ahora, para hacer esta guerra a Cristo con buen suceso en todas las partes del mundo, le será absolutamente necesario   —395→   al cuerpo de apóstatas, fuera de las cinco cabezas que salieron de entre nosotros669, y ya están unidas, unir también otras dos más, esto es, muchísimos individuos principales, que pertenecen al Mahometismo y a la idolatría. Estos, aunque no se verifique en ellos el dividir a Jesús pasivamente; mas lo verificarán activamente: pues también desatarán a Jesús, o procurarán desatarlo, respecto de muchísimos cristianos que entonces se hallarán entre ellos. Así, la definición general parece justa.

Segunda anotación

319. Las siete cabezas de la bestia del capítulo XIII del Apocalipsis, se explican diciendo, que simbolizan siete falsas religiones, o muchos individuos de cada una de ellas unidos moralmente en un cuerpo, y animados de un mismo espíritu contra el Señor, y contra su Cristo. No obstante, en el mismo Apocalipsis capítulo XVII se hallan explicadas en otro modo estas cabezas: las siete cabezas que viste en la bestia, se le dice a San Juan, son siete montes, y lambien siete reyes670.

Respuesta

320. En el capítulo XIII del Apocalipsis se habla en general del Anticristo y de su misterio de iniquidad; mas en el capítulo XVII se habla en particular de un solo suceso perteneciente únicamente a la ciudad de Roma. Para aquel misterio general, y para este suceso particular, se usa de una misma metáfora, por la tal cual relación, o conexión que debe tener lo uno con lo otro. Así, no es maravilla que las cabezas de la bestia metafórica simbolicen una cosa en el misterio general del Anticristo, y otra cosa diversa en el misterio particular de la mujer; pues aun en este misterio particular vemos en el texto mismo dos símbolos diversos de las mismas cabezas, esto es, siete   —396→   montes, y al mismo tiempo siete reyes: aquí hay sentido que tiene sabiduría, las siete cabezas son siete montes, sobre los que está sentada la mujer; y también son siete reyes671. En el capítulo XIII donde no se habla de esta mujer, la cual solo al último de este misterio general vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino de la indignación de su ira672; en este capítulo, digo: ¿queréis que las cabezas de la bestia signifiquen siete montes y siete reyes? Otras dificultades que pueden ocurrir, debemos esperar que no faltará quien las resuelva.