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La venida del Mesías en gloria y majestad

Tomo II

Observaciones de Juan Josafat Ben-Ezra

Manuel Lacunza



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ArribaAbajoParte I


ArribaAbajoFenómeno V

Los judíos

1. En las ideas ordinarias sobre la venida del Mesías en gloria y majestad, parecerá sin duda un despropósito nombrar a los judíos, o traerlos a consideración. Como estas ideas son todas favorables (ni se admite alguna que de algún modo no lo sea) así como deben quedar excluidas muchísimas cosas, aunque se hallen expresas en la escritura de la verdad; así deben entre ellas quedar también excluidos los judíos; así, deben mirarse estos infelices, como absolutamente abandonados del Dios de sus padres; así, deben considerarse como un árbol del todo seco, incapaz de reflorecer, y sólo bueno para el fuego; así, debe creerse o suponerse, que Dios no tiene ya sobre ellos algún designio particular, digno de su grandeza; así, debe concluirse en tono de seguridad, que estos semi hombres nada tienen ya que esperar para esta venida de su Mesías; pues no habiendo creído la primera, deberán temer la segunda, no desearla.

2. Mas los que no admitiendo ciegamente las ideas ordinarias;   —2→   los que poniendo aparte toda preocupación quisieren ver por sus ojos lo que hay sobre los judíos en la Escritura, a la verdad, parece poco menos que imposible que no entren en otros pensamientos muy diversos, o cuando menos, en grandes y vehementísimas sospechas. Sí, amigo mío: los judíos, esos míseros, esos vilísimos hombres, mirados apenas como hombres, y casi como hombres de otra especie inferior, deben hacer, según todas las Escrituras, una gran figura, y una de las figuras más principales en el misterio grande de la venida del Mesías, que todos esperamos. Casi en todas las observaciones que en adelante tenemos que hacer, nos es preciso no perderlos de vista; pues aunque no queramos, se nos ponen delante. Por tanto, parece conveniente, y aun esencial al asunto que tratamos, hacer primero algunas observaciones sobre los judíos, considerando atentamente y con toda formalidad, siquiera alguna de las muchas y grandes cosas que sobre ellos nos dicen las Santas Escrituras.

3. De tres modos, o en tres estados infinitamente diversos entre sí, podemos considerar a los judíos. El primero es, el que tuvieron antes del Mesías, ya se tome su principio desde la vocación de Abrahán, o desde la salida de Egipto, y promulgación de la ley, o desde su establecimiento en la tierra prometida a sus padres. EL segundo es, el que han tenido y tienen todavía después de la muerte del Mesías, y en consecuencia de haberlo reprobado, y mucho más de haberse obstinado en su incredulidad. El tercero es, aún futuro, ni se sabe cuándo será. En estos tres estados los considera y habla de éstos frecuentísimamente la Escritura, y en cada uno de ellos los considera en cuatro maneras, o en cuatro aspectos principales.

4. En el primer estado, antes del Mesías, los considera, primero: como propietarios1 y legítimos dueños de toda aquella porción de tierra, de que el mismo Dios hizo a sus padres una solemne y perpetua donación. A tu posteridad daré esta tierra2; toda la tierra que registras, daré a   —3→   ti y a tu posteridad para siempre3. Segundo: los considera como pueblo único de Dios, o iglesia suya, que es lo mismo. Tercero: como una verdadera y legítima esposa del mismo Dios, cuyos desposorios se celebraron solemnísimamente en el desierto del monte Sinaí, con pleno consentimiento de ambas partes, y con escritura auténtica y publica (que se conserva intacta e incorruptible hasta nuestros días) en que constaban las obligaciones recíprocas de ambos contrayentes4. Cuarto: los considera como vivos, con otra especie de vida infinitamente más estimable que la vida natural.

5. En el segundo estado; después del Mesías, los considera, primero: como desterrados de su patria, y esparcidos a todos vientos, y como abandonados al desprecio, a la irrisión, al odio y barbarie de todas las naciones. Segundo: como privados del honor y dignidad de pueblo de Dios, y como si Dios mismo no fuese ya su Dios. Tercero: como una esposa infiel o ingratísima, arrojada ignominiosísimamente de la casa del esposo, despojada de todas sus galas y joyas preciosas que se le habían dado con tanta profusión, y padeciendo los mayores trabajos y miserias en su soledad, en su deshonor, en su abandono total del cielo y de la tierra. Cuarto: los considera como privados de aquella vida que tanto los distinguía de los otros vivientes, cuyos huesos (consumidas las carnes) quedan secos, áridos, y esparcidos en el gran campo de este mundo, como si fuesen huesos de bestias.

6. En el tercer estado todavía futuro, pero que se cree y espera infaliblemente, los considera la divina Escritura, lo primero: como recogidos por el brazo omnipotente de Dios vivo de entre todos los pueblos y naciones del mundo, donde él mismo los tiene esparcidos, y como restituidos a su patria, y restablecidos en ella, para no moverlos jamás: y los plantaré, (dice por Jeremías) y no los arrancaré... Y los plantaré sobre su tierra; y nunca más los   —4→   arrancaré de su tierra que les di5... Segundo: los considera como restituidos con sumo honor, y con grandes ventajas a la dignidad de pueblo de Dios, aunque ya debajo de otro testamento sempiterno. He aquí que yo... los volveré a este lugar, y haré que habiten confiadamente en él. Y serán mi pueblo, y yo seré su Dios... Y haré con ellos un pacto eterno6... Tercero: los considera como una esposa de Dios, tan amada en otros tiempos, cuya desolación, cuyo trabajo, cuya aflicción y cuyo llanto mueven en fin el corazón del esposo, el cual desenojado y aplacado, la llama a su antigua dignidad, la recibe con sumo agrado, se olvida de todo lo pasado, la restituye todos sus honores, y abriendo sus tesoros la colma de nuevos y mayores dones, la viste de nuevas galas, la adorna con nuevas e inestimables joyas, más preciosas, sin comparación, que las que había perdido7. Cuarto en fin: los considera como resucitados, como que aquellos huesos secos y áridos, esparcidos por toda la tierra, se vuelven a unir entre sí por virtud divina, cada uno a su coyuntura8; se cubren otra vez de carne, de nervios y de piel, y se les introduce de nuevo aquel espíritu de vida, de que tantos siglos han estado privados. Estos tres estados de los judíos, corresponden perfectamente a los tres estados de la vida del santo Job, la cual podemos9 decir o mirar, como una figura, o como una historia en cifra de las mudanzas principales del pueblo de Dios.

7. Sobre los dos primeros estados, nada tenemos que observar de nuevo. Los doctores los tienen observados con bastante prolijidad. Como en ello no hay interés alguno   —5→   que se ponga por medio, tampoco hay dificultad alguna en tomar en su propio y natural sentido todas aquellas Escrituras que hablan de ellos, o en historia, o en profecía. Mas el tercer estado no es así. Éste no puede gozar del mismo privilegio, o del mismo derecho. Las Escrituras que hablan de él, aunque sean igualmente más claras y expresivas que las que hablan del primero y segundo estado, no por eso se deben ni pueden entender del mismo modo, y en el mismo sentido propio y natural. ¿Por qué razón? Porque se oponen, porque repugnan, porque perjudican, porque destruyen, porque aniquilan el vulgar sistema. En suma, la razón verdadera no se produce, porque no es necesario; son cosas estas que se deben suponer, y no probar. La observación, pues, exacta y fiel de este tercer estado de los judíos en los cuatro aspectos arriba dichos, en que los considera la divina Escritura, es lo que ahora llama toda nuestra atención. El punto es ciertamente gravísimo, y puede ser de suma utilidad, no menos para los pobres e infelices judíos, que para el verdadero y sólido bien de muchos cristianos que quisieren entrar dentro de sí, y dar lugar a serias reflexiones.

8. No extrañéis, señor, si en este punto, como en causa tan propia, me explico con alguna más libertad; ni os admiréis, si acaso me propaso en alguna palabra menos civil; mirad por ahora, no tanto a los accidentes, cuanto a la sustancia, que es lo que principalmente10 debe mirar un hombre racional. Soy cristiano, es verdad, y reconozco con el mayor agradecimiento de que soy capaz, este sumo beneficio que he recibido de la bondad de Dios; mas no por eso dejo de ser judío, ni me avergüenzo de serlo. Como cristiano soy deudor a los cristianos de cualquiera tribu, o pueblo, o gente, o nación que éstos sean; mas como cristiano judío, soy también deudor con particular obligación a aquellos infelices hombres, que son mis deudos según la carne, que son los israelitas, de los cuales es la adopción de los hijos, y la gloria, y la alianza, y la legislación, y el culto, y las promesas; cuyos padres son los   —6→   mismos, de quienes desciende también Cristo según la carne11...

9. Si las cosas que voy a decir, después de bien examinadas con toda aquella entereza, rectitud y justicia que pide un asunto tan serio, no se hallaren plenamente conformes a las Santas Escrituras (regla única en cosas todavía futuras) en este caso, será justa y bien merecida la sentencia que se diere contra mí. En este caso, yo mismo, después de convencido, pediré esta justa sentencia, y yo mismo seré el ejecutor. Así como sé y confieso con verdad, que puedo errar en mucho o en poco, en todo o en parte, así también sé, con igual o mayor certidumbre, que estoy muy lejos de querer perseverar un momento en el error, después de conocido: dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo12...

Discurso previo

El estado futuro de los judíos según se halla ordinariamente en los doctores cristianos.

10. En este punto particular de que hablan tanto las Escrituras, parece que ha sucedido a varios doctores cristianos, lo mismo que sucedió antiguamente a nuestros rabinos, o doctores hebreos. Quiero decir: que hablan de la vocación futura de los judíos, con la misma frialdad e indiferencia con que éstos hablan de la vocación de las gentes, no obstante que se quejan de ellos, y los reprenden con razón de esta falta tan considerable.

11. Los doctores hebreos en la lección de sus escrituras   —7→   debían encontrar no pocas veces (y no despreciar ni disimular), lo que en ellas se dice y anuncia en contra del mismo pueblo hebreo, y en favor de las gentes. Debían encontrar y no disimular el rigor y severidad extrema con que estaba amenazado el mismo pueblo de Dios, el mismo pueblo santo. Debían encontrar13 y reparar en ello con un santo y religioso temor, que este mismo pueblo santo, no obstante que vivía y se sustentaba con la fe y esperanza del Mesías, había de ser cuando éste viniese al mundo, su mayor y más cruel enemigo, que lo había de reprobar, que lo había de perseguir, y lo había de hacer morir en la ignominia y tormento de la cruz. Debían encontrar y reparar en ello con temor y temblor, que por este sumo delito, el pueblo único de Dios había de dejar de serlo, había de ser esparcido hacia todos los vientos, para que fuese en todas partes el desprecio, el odio y la fábula de todas las naciones, entrando en su lugar otro pueblo de Dios, llamado y recogido de entre las mismas naciones que se pensaban reprobadas. Debían en suma, encontrar y no disimular, que la verdadera esposa de Dios había de ser arrojada de casa del esposo, con suma ignominia y con suma razón, llevando consigo no otra cosa que el peso enorme de sus iniquidades, entrando en su lugar otra nueva que se había de llevar todas las atenciones, y todos los cariños del esposo.

12. Estas cosas y otras semejantes, era necesario e inevitable que encontrasen nuestros doctores en la lección de sus Escrituras, especialmente en los Profetas y en los Salmos; mas todas estas cosas que encontraban, eran para ellos, y lo son hasta ahora, como las palabras de un libro sellado14; como lo que está escrito dentro de un libro (prosigue el Profeta) puesto en manos de quien sabe leer, se le dirá: Lee aquí; y responderá: No puedo, porque está sellado.15   —8→   Y puesto en manos de quien no sabe leer, se le dirá: Léelo; y responderá: No sé leer.16

13. No negaban absolutamente nuestros rabinos, que las gentes habían de ser también llamadas, y entrar en parte de la justicia, santidad y felicidad del reino del Mesías. Esto hubiera sido demasiado negar, tanto, como negar la luz del medio día; mas esta vocación de las gentes, según todos ellos, debía ser sin perjuicio alguno de ellos mismos, antes con mayor honra, y ensalzamiento suyo. Esta satisfacción de sí mismos, esta confianza desmedida, era puntualmente la que les hacía ininteligibles sus escrituras, la que les hacía increíble lo mismo que leían por sus ojos, pareciéndoles que el solo dudarlo sería una impiedad, o una especie de sacrilegio. Con todo eso, los anuncios de los Profetas de Dios, al paso que frecuentes, eran clarísimos, y por eso innegables; los anuncios, digo, tristes y amargos, de rigor, de severidad, de ira, de indignación, de furor, de olvido, de abandono; y todo esto general a todo el pueblo de Dios, a todo el pueblo santo. ¿Qué se hace, pues, con estos anuncios? Creerlos y confesarlos, así como se hallan en los Profetas, no se puede. ¿Por qué no se puede? Porque no son a favor del pueblo santo, porque son contrarios al pueblo de Dios, porque son en perjuicio y deshonor del pueblo santo, porque Dios no puede arrojar de sí a su único pueblo, que tiene sobre la tierra, o a su esposa verdadera y única, pues no puede quedar sin pueblo, sin esposa, sin iglesia, etc.

14. En medio de estas falsas ideas, no quedaba otro partido que tomar, sino el que se tomó, en realidad propísimo y eficacísimo, para que las profecías se verificasen a la letra sin faltarles un ápice. ¿Qué partido fue éste? No fue otro que embrollar las unas y endulzar las otras; interpretándolas todas del modo posible, siempre a favor; dar por cumplidas las unas en tiempo de Nabucodonosor,   —9→   las otras en tiempo de Antioco, y las que no se pudiesen en estos tiempos (como es evidente que no se pueden casi todas) contraerlas solamente a algunos culpados más insignes de la nación; mas no a toda la nación en general, porque esto hubiera sido una temeridad, una impiedad, un error, una herejía. En una palabra, no hubo jamás rabino alguno, o escriba, o legisperito que viese, ni aun17 siquiera sospechase, que podían verificarse a la letra todas aquellas profecías, tan expresamente contrarias al pueblo santo, después de haber reprobado y crucificado a su Mesías; y en consecuencia de éste y de otros gravísimos delitos, había de ser abandonado de su Dios, privado enteramente del honor de pueblo suyo, de esposa suya, de iglesia suya, etc., arrojado de la herencia de sus padres, y esparcido hacia todos los vientos para ser el desprecio, el oprobio y la fábula de todas las gentes.

15. Mucho menos les pasó por el pensamiento, que de estas gentes que tanto despreciaban se había de sacar otro pueblo de Dios, otra esposa, otra iglesia, sin comparación mayor, no sólo en número, sino en justicia, en santidad, en dignidad, en fidelidad, infinitamente más agradable a Dios, y más digna del mismo Dios. Tan lejos estaban de estos pensamientos, y tan ajenos de estas ideas, que aun los primeros cristianos, que tenían las primicias del espíritu18 se escandalizaron y reprendieron a San Pedro, porque había entrado en casa del centurión Cornelio, y bautizado a toda su familia. ¿Por qué entraste a gentes que no son circuncidadas, y consiste con ellas?19 ¡Oh cuánto daño puede hacer el amor propio y el espíritu nacional!

16. Os considero, amigo, con gran curiosidad de ver finalmente a dónde va a parar o terminar este discurso contra mis doctores judíos. Yo de buena gana lo cortara aquí, remitiéndome enteramente a vuestro juicio y dictamen.   —10→   El temor natural de ser notado de incivil, o de poco reverente a nuestros mayores, me hace no pocas veces omitir algunas reflexiones, y aun disimular algunas verdades, si no sustanciales, a lo menos bien importantes. Mas, pues me habéis animado tantas veces, y ahora mismo, sabiendo que voy a tratar de los judíos, me hacéis nuevas y mayores instancias sobre que escriba sin recelo; pues las palabras y expresiones menos justas se pueden fácilmente corregir, en este supuesto voy a explicarme con toda llaneza y simplicidad; sin cuidar ya de otra cosa, que de trasladar fielmente al papel aquello mismo que tengo en la mente, y de que estáis íntimamente persuadido.

17. Parece innegable, y cualquiera puede certificarse de ello por medio de sus propios ojos, que muchos doctores cristianos han seguido a proporción el mismo camino, han correspondido a los judíos en la misma especie, y pagádoles puntualmente en la misma moneda. Toda la divina Escritura la interpretan a favor de su pueblo. Todas las profecías, menos las que hablan de rigor, de reprensiones, de amenazas, de castigos, etc., las suponen verificadas en este mismo pueblo suyo, que en algún tiempo era no pueblo... de Dios20. Nada quieren dejar, o casi nada, para los judíos, sino lo que en ellas se halla duro, áspero y amargo. Si la profecía anuncia rigores, si anuncia tribulaciones, si anuncia plagas, se entiende al punto literalmente de los judíos; no hay en este caso por qué disputarles lo que es suyo; mas si anuncia favores y misericordias, máximamente si éstas son grandes y extraordinarias, entonces ya no puede entenderse literalmente de los judíos, sino alegóricamente de los cristianos. Y si como sucede frecuentísimamente una misma profecía, hablando nominadamente de los judíos, y con los judíos, anuncia lo uno y lo otro, primero castigos, severidad y rigor, después misericordia y beneficios; en este caso se deberá partir la profecía en dos partes iguales, como se parte una herencia   —11→   entre dos buenos hermanos, dando la primera parte a los judíos, y la segunda a los cristianos, y todo esto con tanta sinceridad y con tantas muestras de rectitud y justicia, como les parece observan, cuando dan la parte favorable a los cristianos, en conformidad, que algunos doctores católicos muy célebres, para mejor inteligencia de la sagrada Escritura, establecen sobre esto canon o regla general, que los más siguen en la práctica, cuya sustancia es ésta.

18. Cuando una profecía hable, aunque sea nominadamente de las cosas de Israel, de Judá, de Jerusalén, de Sión, etc., anuncia cosas nuevas, grandes y magníficas, las cuales cosas se sabe, por otra parte, no haberse verificado en Israel antiguo, ni en Judá, ni en Jerusalén, ni en Sión; en suma, se sabe de cierto no haberse verificado en los judíos, o israelitas; se debe pensar que allí se encierra algún otro misterio mucho mayor de lo que suenan las palabras; se debe entender la profecía, sólo en sentido figurado y espiritual, no de aquel Israel antiguo, sino del nuevo Israel; no de aquella Jerusalén o Sión, que mató los Profetas21, sino de la figurada por ésta, que es la iglesia presente, no en fin de la sinagoga de los judíos, sino de la iglesia de las gentes.

19. Ésta regla general tan recibida, tan seguida, tan usada en todos los intérpretes hasta ahora, no se sabe sobre qué fundamento puede estribar; antes por el contrario, parece que claman contra ella todos los derechos sagrados de la veracidad de Dios, de su fidelidad y de su santidad; todos los derechos de la religión, que se funda en esta veracidad de Dios, y aun también todos los de la sociedad, pues cada uno tiene derecho a que no le quiten lo que es suyo para darlo a otro. Si el mundo ya se hubiese acabado; si a lo menos se supiese de cierto que ya no hay otro tiempo en que las profecías se puedan verificar en aquellas mismas personas de quienes hablan expresamente, en este solo caso quimérico, ¿qué podremos decir? Las   —12→   profecías no se han verificado hasta ahora en aquellas mismas personas de quienes hablan expresa y nominadamente. Esta proposición es cierta e innegable; mas ¿qué se sigue de ahí? ¿Luego no podrán jamás verificarse en estas mismas personas de quienes hablan expresa y nominadamente? ¿Luego no queda otra cosa que decir, sino que las profecías no hablan de aquellas mismas personas de quienes hablan? ¿Luego estas personas de quienes hablan, no podrán ya despertar algún día de su letargo, abrir los ojos llenos de lágrimas, reconocer a la esperanza de Israel, y con todo esto hacerse dignos de todo lo que anuncian las profecías? ¿A quién me habéis asemejado, e igualado, dice el Santo?22 ¿Será Dios semejante al hombre que miente, o al hijo del hombre que se muda? ¿Dijo pues, y no lo hará? ¿Habló, y no lo cumplirá?23

20. Es verdad que los doctores cristianos no niegan a los judíos, antes les conceden sin dificultad otro estado futuro, muy diverso del que han tenido hasta el presente; no niegan que algún día han de ser llamados de Dios; no niegan que ellos han de oír, y también obedecer a este llamamiento, ni que Dios ha de usar con ellos de sus grandes misericordias; mas todo esto deberá ser, según nos aseguran, lo primero, un momento antes de acabarse el mundo, como si dijéramos, en artículo de muerte. Esto deberá ser, lo segundo, sin detrimento ni perjuicio alguno de las gentes, que forman ahora el pueblo de Dios, aunque la Escritura divina anuncie24 claramente todo lo contrario. Esto deberá ser, lo tercero, con mayor gloria y honra de este pueblo actual de Dios, al cual deberán agregarse los judíos, y ser recibidos en él, como por pura caridad y misericordia, sin que el pueblo actual pierda un solo grado de su autoridad.

21. No obstante esta satisfacción, y esta falsa y funestísima   —13→   seguridad, se encuentran por precisión, con no pocos anuncios tristes y amargos, al paso que claros e innegables. Por ejemplo: que las gentes cristianas serán en algún tiempo, o por la mayor parte, no menos infieles a su vocación que lo fueron los judíos; que abundando entre ellas la iniquidad, y resfriada la caridad, renunciarán también a su fe; que desconocerán a Cristo; que aborrecerán a Cristo, que perseguirán a Cristo; que cuando vuelva el Señor del cielo a la tierra, apenas hallará entre ellas algún rastro de fe; que las hallará, como... en los días de Noé25; que el día de su venida será como un lazo, sobre todos los que están sobre la haz de toda la tierra26; que las ramas del oleastro silvestre, injertas con grande misericordia, en buen olivo27, pueden también ser cortadas, como lo fueron las ramas naturales del olivo, cuando no permanezcan en la bondad primera, o cuando ya los frutos no correspondan al cultivo ni a las esperanzas.

22. Por otra parte, encuentran a cada paso, sin poder excusar esta molestia, que los judíos humillados tantos siglos ha, mortificados, abatidos, despreciados, volverán algún día a la gracia de su Dios; que el mismo Dios los recogerá algún día con su brazo omnipotente de todas las tierras o países donde los tiene desterrados y dispersos; que volverán entonces con grandes ventajas a ser otra vez pueblo y esposa de Dios; que su honor, su ensalzamiento, su felicidad, será tan grande, que se olvidarán de todas las angustias pasadas en tantos siglos de tribulación; que Dios se regocijará con ellos, como un buen padre que recupera a un hijo, a quien ya consideraba muerto o perdido; que las gentes mirarán con asombro la gloria y ensalzamiento de este hijo (a quien ahora tratan como a vilísimo esclavo) y se confundirán, con todo su poder; pondrán la mano sobre la boca28. En suma, que en aquel tiempo   —14→   se buscará en ellos la iniquidad pasada, y no será hallada29, se buscará el pecado, y no existirá30.

23. Pues con estos anuncios importunos y otros semejantes, de que tanto abundan las Santas Escrituras, ¿qué harán? Recibirlos así como se hallan, no es posible, sin detrimento inevitable de las ideas favorables. Negarlos u omitirlos del todo, es una empresa muy difícil y muy peligrosa; aunque el omitirlos no deja de hacerse algunas veces, cuando ya el peligro se ve evidente, e inevitable de otro modo. No queda, pues, otro partido que tomar, sino el que tomaron nuestros rabinos, esto es, endulzar los unos, alegorizar los otros, o espiritualizarlos, y hacerlos hablar a todos, de modo que no perjudiquen, no hagan mucho daño a las ideas favorables. Acaso pensaréis que ésta es alguna insigne falsedad, o alguna gran ponderación; y yo, por todo descargo, os remito a los mismos doctores, sobre estos puntos de que hablo. En ellos podréis ver, y quedar plenamente convencido, de que ni miento ni pondero, sino que antes quedo cortísimo en mis expresiones.

24. Estas cosas que acabo de apuntar, y otras muy semejantes a ellas, son sin duda alguna, las que únicamente tienen en mira, cuando nos dicen y ponderan el gran peligro que hay en leer las Escrituras, sin la luz y socorro de sus comentarios; no sea vayamos a creer lo que sobre esto leemos con nuestros ojos; no sea que, como creemos sin dificultad todo cuanto hallamos en las Escrituras contra los judíos, y en favor de las gentes cristianas, así también creamos simplemente lo que hallamos en contra y en deshonor de las gentes cristianas, y en favor de los judíos; no sea que caigamos en el error de pensar o sospechar, que aquel gran trabajo que sucedió al mismo pueblo de Dios, o a su primera esposa, pueda también suceder al nuevo pueblo, recogido y formado de varias gentes y naciones, o a la segunda esposa tan amada del mismo Dios; no sea, en fin, que abramos los ojos y miremos,   —15→   aun como posible, que la primera esposa de Dios, o la casa de Jacob, arrojada con tanta ignominia, y castigada con tanta severidad, pueda algún día volver a la gracia de su esposo; pueda algún día ser llamada y asunta con grandes ventajas a su antigua dignidad; pueda algún día ocupar el puesto que ahora ocupa la que entró en su lugar, cuando ésta sea tan infiel y tan ingrata como ella, cuando la supere en malicia, y la justifique con la abundancia de su iniquidad. Todas estas cosas que acabo de apuntar, sólo como en cifra o en diseño, en adelante se irán desenvolviendo poco a poco, pues no es posible explicar en pocas palabras unos misterios tan grandes, y al mismo tiempo tan delicados.

25. Volviendo ahora a lo que habíamos comenzado, parece cierto e innegable, que el estado futuro de los judíos lo tocan los doctores cristianos (cuando se ven precisados a tocarlo) con tanta indiferencia, con tanta frialdad y con tanta prisa, que si hemos de juzgar por lo poco que nos dicen, y por el modo con que nos hablan, casi, casi vienen a parar en nada. Según lo que nos dicen, y según el modo con que lo dicen, todo cuanto anuncian las Escrituras sobre este asunto, con términos y expresiones tan claras, tan vivas, tan magníficas, debe reducirse solamente a esto: que hacia los fines del mundo, y en vísperas de acabarse todo, los judíos que entonces quedaren conocerán la verdad, abrazarán la fe de los cristianos, y la Iglesia los recibirá benignamente dentro de sí. Esta gran merced que hacen los doctores cristianos, con tanta liberalidad, a la casa de Abrahán, de Isaac y de Jacob (los hombres más ilustres que ha tenido el mundo), no penséis, señor, que todos la hacen del mismo modo, y con la misma generosidad. Los más se contentan con decir en general y en confuso, que al fin del mundo se convertirán o todos o muchos; y San Gregorio da como por supuesto que aun al fin del mundo, apenas recibirá la Iglesia a los judíos que hallare.31

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26. Algunos doctores, como Dionisio Cartujano, Barradas, etc., no atreviéndose a negar del todo, ni tampoco a conceder del todo lo que con tanta claridad y formalidad dice a las gentes cristianas su propio Apóstol32, añaden de suyo, que cuando los judíos se conviertan a Cristo, serán unos cristianos excelentes; que en los tiempos más calamitosos, cuales deben ser los tiempos del Anticristo, serán el mayor consuelo de la Iglesia cristiana; que defenderán la fe, y aun la propagarán en todo el mundo, donde están esparcidos; que por su fervor y celo atraerán contra sí toda la indignación del Anticristo, no obstante de ser éste su propio rey y Mesías, amado y adorado de todos, etc. ¡Oh cuánto mejor fuera delante de Dios, y delante de los hombres33, que en lugar de las noticias que no se hallan en la revelación, tomásemos fiel y sencillamente las que se hallan, y nos contentásemos con ellas! Según estos autores (que cuidan poco de guardar otras consecuencias, pues no tratan de toda la Escritura) la conversión de los judíos deberá preceder al Anticristo.

27. Mas el común sentir de los intérpretes, a quienes es preciso guardar consecuencia de algún modo posible, difiere este gran suceso hasta después de la muerte de este monarca imaginario, como dijimos en otra parte; suponiendo lo que no es posible probar, que ha de ser judío de la tribu de Dan; que los judíos lo han de recibir por su Mesías; que lo han de buscar y unirse con él; que le han de edificar de nuevo, con suma grandeza y magnificencia, la ciudad de Jerusalén para corte de su imperio universal, etc. Mas después que lo vean muerto, destruido su imperio, y descubiertas sus ficciones diabólicas, desengañados y corridos, se volverán de todo corazón a su verdadero Mesías, y creerán en él. Preguntad a este común de los intérpretes (dejando por ahora otras preguntas que ya   —17→   quedan hechas) ¿si en los tiempos mismos del Anticristo, y en medio de su persecución al cristianismo, sucederá la conversión que esperamos de los judíos? Y veréis como no se atreven a negarlo del todo, ni tampoco a concederlo del todo. ¿Por qué razón? Porque en este mismo tiempo ponen la venida de Elías, persuadidos que este profeta debe ser uno de aquellos dos testigos, de quienes se habla en el capítulo XI del Apocalipsis. Y como la Escritura divina, cuando habla de la futura venida de Elías, que sólo es en cuatro únicos lugares, no le señala otro destino, u otro ministerio que la conversión de Israel, y la restitución de todas sus tribus, como se puede ver en el Eclesiástico, en Malaquías, en el evangelio de San Mateo, y en el de San Marcos34; se hace cosa durísima decir, que nada conseguirá Elías, después de más de tres años de ministerio, pues esos dos testigos, como consta expresamente del mismo texto, han de ser muertos por el Anticristo; por consiguiente, han de acabar su ministerio antes del fin del Anticristo. De aquí se sigue manifiestamente que, o ninguno de los dos testigos es Elías, lo cual es contra la suposición común, o si alguno de ellos es Elías, la conversión de los judíos, su restitución, su asunción y remedio pleno, de que habla San Pablo, y de que habla el evangelio, no puede ser, o suceder después del Antecristo; pues a esto sólo dice la escritura que ha de venir Elías, y que para esto sólo está reservado.

28. Este embarazo tan visible, que parecía capaz de desconcertar muchas medidas, se ve quitado de por medio con gran facilidad. ¿Cómo? Diciendo secamente y como de paso, que algunos judíos no dejarán de convertirse, aun en los tiempos del Anticristo, por la predicación de Elías. ¿Y las palabras expresas del Hijo de Dios: Elías, cuando vendrá primero, reformará todas las cosas35, no tienen otro significado que la conversión de algunos judíos? Por   —18→   aquí podemos ya empezar a divisar lo que en adelante hemos de ver, hasta hartura de vista36, esto es, la indiferencia, la frialdad extrema y aun el disgusto con que hablan los doctores cristianos de la vocación futura de los judíos, del mismo modo que lo hicieron éstos respecto de las gentes. Paréceme que oigo contra mí, cuando menos, aquella queja que dio a Cristo cierto legisperito: diciendo estas cosas, nos afrentas también a nosotros37; pues ningún doctor cristiano ha negado jamás la vocación futura de los judíos, ni su verdadera y sincera conversión, antes todos conceden unánimemente, que algún día, esto es, al fin del mundo, se han de convertir a Cristo, y han de ser admitidos al gremio de la iglesia. Bien, ¿mas con esto sólo se piensan verificar todas las profecías? ¿Con esto sólo se podrán contentar y satisfacer plenamente nuestras esperanzas? ¿No podremos todos los judíos clamar a grandes voces y con infinita razón, que no tenemos necesidad alguna de sus concesiones liberales, teniendo para nuestro consuelo los santos libros, que están en nuestras manos38?

29. La conversión futura de los judíos, que admiten y conceden unánimemente todos los doctores cristianos, ¿de dónde la han sacado? preguntamos todos los judíos. ¿Acaso la han sacado de solo su discurso, o de su ingenio? ¡Pobres de nosotros, si no hubiera más principio que éste! Deben, pues, responder necesariamente, que la han sacado de la revelación auténtica y pública, esto es, de las Santas Escrituras, pues no hay otra fuente segura de donde poder sacar cosas futuras. Si la han sacado de las Santas Escrituras se pregunta de nuevo, ¿cómo o por qué no han sacado, ni hecho caso alguno de tantas cosas admirables, que se leen en las mismas Escrituras, tan conjuntas, tan conexas y estrechamente unidas con la conversión futura de los judíos? ¿Cómo o por qué han tomado solamente   —19→   esta conversión de los judíos, dejando y aun despreciando todas las otras circunstancias gravísimas, que la acompañan y la siguen? O estas circunstancias son igualmente ciertas y seguras, o no lo es la conversión de los judíos; porque no hay razón alguna, ni la puede haber, para creer ésta, más bien, que aquéllas.

30. Imagínese por ahora que yo negase contra todos los doctores la conversión futura de los judíos; en este caso ¿cómo podrían convencerme? ¿Con mostrarme textos clarísimos de la Escritura? Con ellos mismos me defendería yo, con ellos mismos me haría fuerte e invencible, sin oponer otro escudo que este simple discurso. Estos textos clarísimos de la Escritura que se citan a favor de la conversión futura de los judíos, o se deben creer plenamente, esto es, todo lo que cada uno de ellos dice y afirma, o nada debe creerse; porque esto tiene de singular la divina Escritura, sobre todas las escrituras que no son divinas, que o todo cuanto dice y afirma es cierto y seguro, o nada lo es. Ahora pues, según el sentir casi universal de los doctores (hablo en la práctica) no se debe creer; pues no se cree, ni admite todo lo que dicen y afirman esos mismos textos de la Escritura que se alegan a favor de la conversión futura de los judíos; es un suceso ad libitum, que se puede afirmar o negar, conforme el gusto o genio de cada uno.

31. De otro modo. Esos textos clarísimos de la Santa Escritura, que se alegan a favor de la conversión futura de los judíos, no sólo afirman dicha conversión, sino que con la misma claridad afirman muchas circunstancias gravísimas, nuevas, admirables y magníficas, que deben acompañar y seguir la misma conversión. De esto segundo, se ríen universalmente los doctores cristianos (conforme a su sistema favorable) no sólo sin escrúpulo alguno, sino con grandes muestras de rectitud y piedad; luego con la misma razón y con la misma piedad y rectitud, podremos reírnos de lo primero. El discurso aunque rústico y simple, por eso mismo me parece justo. Sólo puede quedar alguna   —20→   duda sobre lo que afirma la proposición mayor, y esto es lo que nos toca ahora probar y demostrar, y lo que luego vamos a hacer.

32. Ya queda notado al principio de este fenómeno, que cuando la Escritura divina anuncia a los Judíos las mayores calamidades, especialmente después de la muerte del Mesías, y en consecuencia de su incredulidad, que también anuncia clarísimamente, los considera bajo de cuatro aspectos principales. Primero: como desterrados de su patria, esparcidos hacia todos los vientos, y cautivos entre todas las naciones. Segundo: como degradados de su puesto, despojados de sus prerrogativas, y privados del honor de pueblo de Dios. Tercero: como esposa de Dios, infiel e ingratísima, arrojada con suma ignominia de casa del esposo, abandonada del cielo y de la tierra, olvidada, deshonrada y humillada hasta lo sumo. Cuarto en fin: como un cadáver destrozado, cuyos huesos dispersos por todo el campo de este mundo, no ofrecen otra cosa a la vista, que desprecio, aversión, disgusto y horror. Debajo de estos cuatro aspectos principales quiero yo también considerar ahora a los judíos; pues todo el mundo sabe, que éste es puntualmente el estado en que se halla toda esta mísera nación, desde la muerte de su Mesías, o poco después, hasta nuestros tiempos; y todo esto según las Escrituras.




ArribaAbajoArtículo I

Primer aspecto

33. Se consideran los judíos, después de la muerte del Mesías como desterrados de su patria y dispersos hacia todos los vientos; y se pregunta, ¿si este castigo tendrá fin, o no?

Pues cuando vieren a Jerusalén cercada de un ejército, entonces sabed que su desolación está cerca... Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan   —21→   todas las cosas que están escritas... Porque habrá grande apretura sobre la tierra, e irá para este pueblo. Y caerán a filo de espada; y serán llevados en cautiverio a todas las naciones, y Jerusalén será hollada de los gentiles; hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.39

34. Según todo lo que sobre este punto hemos podido averiguar, los doctores cristianos no reconocen en realidad, ni admiten otro fin al destierro presente de los judíos, que el fin del mundo; pues todos los innumerables lugares de la Escritura que hablan de esto, o los tiran a acomodar, en cuanto se puede, a la vuelta de Babilonia, o en cuanto no se puede, que es lo más, los alegorizan y espiritualizan del todo. Es verdad que dicen y afirman, que el Anticristo su rey y Mesías los restablecerá en la tierra de sus padres; mas este supuesto restablecimiento no merece entrar en consideración; ya por ser tan supuesto y tan falso, como lo es el mismo rey y Mesías que llaman Anticristo; ya porque este mismo restablecimiento supuesto, lo destruyen en otras partes, como luego veremos; y ya principalmente porque no es éste el restablecimiento en justicia y santidad, y por la mano omnipotente de Dios, de que hablan las Escrituras.

35. También es verdad, que llegando a explicar el capítulo XXXVIII de Ezequiel, muestran alguna especie de benignidad o de menos rigor; pues las cosas que se dicen en este capítulo y en el siguiente, así como son inacomodables a la vuelta de Babilonia, así son incapaces de la alegoría. Allí se anuncia con suma claridad y simplicidad la expedición de cierto Gog, el cual, llevando consigo una multitud   —22→   innumerable de varias gentes y naciones, ha de ir al fin de los años, a la tierra y montes de Israel, contra el mismo Israel, ya restablecido en la tierra de sus padres: cuando morare mi pueblo de Israel, como una nube, para cubrir la tierra... sobre aquellos que habían sido abandonados, y después restablecidos, y sobre el pueblo que ha sido recogido de las gentes, que comenzó a poseer, y ser morador del ombligo de la tierra. Allí se dice, cómo Dios protegerá a su pueblo, destrozando toda aquella infinita muchedumbre con tempestades y fuego del cielo. Allí se dice, que los hijos de Israel, viéndose libres de aquel gran peligro, saldrán a recoger las armas de aquel ejército innumerable, y con ellas solas tendrán suficiente leña para siete años. Allí se dice, que apenas les bastarán los siete primeros meses, para sepultar tantos cadáveres, no obstante que serán ayudados de las aves y las bestias. Allí se dice, que el lugar donde se enterrarán todos aquellos huesos, será cerca del mar, y se llamará, el valle de la muchedumbre de Gog40. Por abreviar, toda esta célebre profecía se concluye con estas palabras, que piden a gritos nuestra mayor atención. Y sabrán que yo soy el Señor Dios de ellos, porque los transporté a las naciones, y los congregué sobre su tierra, y no dejé allí ninguno de ellos. Y no esconderé más mi rostro de ellos, porque he derramado mi espíritu sobre toda la casa de Israel, dice el Señor Dios.41

  —23→  

36. De todo esto parece que se sigue legítimamente, que antes de la expedición de Gog, ya se les habrá alzado el destierro a todos los hijos de Israel; ya habrán salido, o Dios los habrá sacado de entre las naciones, donde el mismo Dios los tiene desterrados; ya los habrá congregado y restablecido en su misma tierra, porque los transporté a las naciones (dice el mismo Señor) y los congregué sobre su tierra; y todo esto en gracia de Dios y llenos de su divino espíritu, porque he derramado mi espíritu sobre toda la casa de Israel. Esta sola profecía, aunque no hubiera otra, ¿no bastaba para creer, que el destierro presente de los judíos es un castigo no perpetuo, sino temporal? Con todo eso, en el sistema de los doctores cristianos no basta ni puede bastar. Aunque el embarazo es terrible, no por eso es insuperable. Debe, pues, decirse, condescendiendo en algo, por exceso de benignidad, que aunque la profecía habla de los judíos, o de los hijos de Israel en general, mas no habla solamente de ellos. ¿Pues de quiénes otros? Habla también y principalmente de los cristianos de todos los pueblos, tribus y lenguas; los cuales, en los tiempos terribles del Anticristo, huirán de sus respectivos países, y se congregarán en la Palestina. ¡En la Palestina! ¡Los cristianos, perseguidos del Anticristo o sus ministros, se han ido a refugiar a la Palestina! ¡Se han congregado en la Palestina, donde suponen la corte o residencia del monarca universal que los persigue! No os admiréis, señor, porque esto debe suceder, según nos lo aseguran, por orden expresa de Dios, o por providencia particular, con estas palabras... transporté a las naciones, y los congregué sobre su tierra.42

31. Si queréis ahora saber los designios de Dios en una providencia tan extraordinaria, si queréis saber para qué fin congregará Dios en la Palestina tantos cristianos de todas las gentes, pueblos y lenguas, entrando también en   —24→   este número algunos judíos, convertidos por la predicación de Elías; responden unos, como bravos, que esto será para hacer guerra viva al monarca universal en su misma corte; lo cual en aquel tiempo, dicen que será lícito a los cristianos. Si esto no se admite, os responden otros, que será para que sean testigos oculares del castigo grande y estrepitoso, que ya va a descargar sobre el Anticristo; y luego inmediatamente sobre la muchedumbre de Gog, que viene a vengar la muerte de Anticristo en los cristianos de la Palestina, congregados allí. Si tampoco esto se admite, ni puede concebirse, os responden otros más prudentes; que será para los fines que Dios sólo sabe, y no ha querido revelarnos. ¡Quién pensara, sino lo viese por sus ojos, que estas especies, o estas... no sé cómo llamarlas, se podían hallar escritas en los intérpretes de las Santas Escrituras, hombres por tantos títulos, ilustres, estimables, y respetables! Y todos estos esfuerzos violentísimos, ¿para qué? Leed, amigo, otra vez y otras mil veces toda la profecía, y no hallaréis en toda ella, cómo ni por dónde sustituir estas ideas tan extrañas, en lugar de las que da la misma profecía, tan claras, tan sencillas y tan naturales; no solamente en los dos capítulos XXXVIII y XXXIX donde se habla de propósito de la expedición de Gog sobre aquellos que habían sido abandonados, y después restablecidos43, sino en los cuatro capítulos antecedentes, y en los nueve siguientes, que todo es claro y manifiestamente un mismo asunto; esto es, el estado futuro de los judíos.

38. Ahora, si una profecía tan clara, tan expresiva, tan circunstanciada, se explica o se elude del modo tan extraño o tan ingenioso que acabamos de ver, y esto haciendo a los judíos alguna gracia, ¿qué otra suerte mejor podremos anunciar a las otras profecías? Con todo eso, yo voy a mostraros algunas otras, valgan lo que valieren, como quien produce delante de un juez sabio, recto e incorrupto,   —25→   algunos de sus instrumentos que tiene auténticos, en que se fundan sus derechos o sus esperanzas.

Primer instrumento

Párrafo I

39. Desde el primer Profeta se empieza ya a divisar este gran misterio. Habiendo anunciado Moisés, en palabra del Señor, a todo Israel los diversos castigos con que Dios los amenazaba, si no eran fieles a sus leyes; habiéndoles profetizado los diferentes estados de calamidad y miseria extrema en que habían de caer por su iniquidad; habiéndoles dicho con la mayor claridad e individualidad el estado mismo en que se ven hoy día, y en que los ha visto todo el mundo, después de la muerte de su Mesías; esto es, desterrados de su patria, dispersos entre todas las naciones, despreciados, aborrecidos, perseguidos, mirados como la hez de la plebe, y como la risa y fábula de todas las gentes, etc.; después de todo esto, llegando al capítulo XXX del Deuteronomio, les dice así.

Cuando vinieren, pues, sobre ti todas estas cosas, la bendición o la maldición, que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en tu corazón en medio de todas las gentes, por las cuales te habrá esparcido el Señor Dios tuyo, y te convirtieres a él y obedecieres a sus mandamientos con tus hijos, de todo tu corazón, y de toda tu ánima, como yo hoy te lo intimo. El Señor Dios tuyo te hará volver de tu cautiverio, y tendrá misericordia de ti, y te congregará de nuevo, de todos los pueblos a los que te había esparcido antes. Aun cuando hubieres sido arrojado hasta los polos de cielo, de allí te sacará el Señor Dios tuyo, y te tomará, e introducirá en la Tierra, que poseyeron tus padres, y la disfrutarás; y dándote su bendición, te hará que seas en mayor número que fueron tus padres. El Señor Dios tuyo, circuncidará tu corazón, y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor Dios tuyo de todo tu corazón, y de toda tu alma,   —26→   para que puedas vivir. Y convertirá todas estas maldiciones contra tus enemigos, y contra aquellos que te aborrecen y persiguen. Mas tú te convertirás, y oirás la voz del Señor Dios tuyo.44

40. Esta promesa si es de Dios, o se ha cumplido ya plenamente, o si no se ha cumplido, es necesario que se cumpla algún día, porque Dios no puede faltar a su palabra: no es Dios como el hombre, para que mienta; ni como el hijo del hombre, para que se mude. ¿Dijo, pues, y no lo hará? ¿Habló, y no lo cumplirá?45 Que no se haya cumplido hasta ahora, parecerá evidente a cualquiera que teniendo presente todo el texto sagrado diere una ojeada breve a toda la Escritura, y a toda la historia. Podrá decirse, y en realidad se dice o se insinúa, que todo esto se cumplió ya en tiempo de Ciro, cuando volvieron de Babilonia algunos pocos con Zorobabel; ni hay otra cautividad, ni otra vuelta a que recurrir. Ahora, es evidente por el mismo texto y por toda la Escritura, que entonces no se cumplió la promesa de Dios. Vedlo claro.

41. Primero: esta promesa no habla ciertamente con   —27→   una sola tribu, ni con dos o tres, sino con todo Israel en general, y con todas sus tribus; así como la amenaza de dispersión y cautiverio con todos habla, y con todos se ha cumplido y se está cumpliendo. Los que volvieron de Babilonia, como se dice individualmente en el libro primero de Esdras, sólo eran de la tribu de Judá y Benjamín, con algunos pocos de Leví; luego por este solo capítulo, aunque no hubiese otros, la promesa de Dios no se cumplió en aquel tiempo; por consiguiente no era éste el suceso de que habla. Segundo y principal: Dios promete en términos formales, que, cuando los recoja con su brazo omnipotente, de todos los pueblos y naciones, adonde él mismo los había esparcido por sus delitos, les circuncidará el corazón, en primer lugar, para que de esta suerte amen a su Dios con todo su corazón y con toda su alma, y puedan vivir en adelante una vida sobrenatural y divina: El Señor Dios tuyo circuncidará tu corazón, y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor Dios tuyo de todo tu corazón, y de toda tu alma, para que puedas vivir. Conque promete el Señor una circuncisión de corazón, general a todo Israel, cuando lo recoja de entre las naciones, y lo introduzca de nuevo en la tierra de sus padres; y esta circuncisión de corazón, ¿cuándo ha sucedido? ¿Acaso en la vuelta de Babilonia? Leed los dos libros de Esdras y Nehemías, y hallaréis todo lo contrario. Leed después para aseguraros más el capítulo VII de los Hechos de los Apóstoles, y hallaréis al versículo 51 que San Estevan lleno del Espíritu Santo los reprende en público concilio, y les da en cara con la incircuncisión del corazón, así de ellos, como de sus padres. Duros de cerviz (les dice), e incircuncisos de corazones, y de orejas, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo, como vuestros padres, así también vosotros.46 Conque hasta la muerte de San Estevan no había sucedido en Israel tal circuncisión de corazón. Y después acá, ¿de dónde la podremos sacar?

  —28→  

42. Síguese de aquí, que la promesa de que vamos hablando, es de Dios mismo, como no se duda; si hasta ahora no ha tenido su cumplimiento, como tampoco se puede dudar, deberemos confesar de buena fe, que alguna vez lo ha de tener. Deberemos, digo, confesar, que los míseros judíos dispersos tantos siglos ha entre las naciones, han de ser algún día llamados, recogidos y congregados por el brazo omnipotente de Dios vivo, estén donde estuvieren, y quisieren o no las potestades de la tierra: Aun cuando hubieres sido arrojado hasta los polos del cielo, de allí te sacará el Señor Dios tuyo, y han de ser del mismo modo introducidos y plantados de nuevo establemente en aquella misma tierra que fue la herencia y la posesión de sus padres: y te tomará e introducirá en la tierra, que poseyeron tus padres, y la disfrutarás. Parece que esto es claro, y lo fuera sin duda en cualquiera otro asunto de menos interés; mas en el asunto presente no lo es tanto que no se pueda fácilmente oscurecer con alguna brillante solución.

43. Puede pues oponerse, lo que oponen modernamente algunos sabios, como una solución sin réplica, no sólo al lugar del Deuteronomio, que actualmente consideramos, sino generalmente a todas las profecías favorables a los judíos, que hasta ahora no se han verificado en ellos. Confiesan estos sabios, que muchas, o las más de las profecías que tienen promesas de Dios a favor de la casa de Jacob, no se verificaron ni pudieron haberse verificado en la vuelta de Babilonia. Esta misma confesión la hacen todos los intérpretes de la Escritura, a lo menos tácitamente; pues, no obstante los grandes esfuerzos que procuran hacer, para acomodar estas profecías a la vuelta de Babilonia, casi siempre se ven precisados, aun los más literales, a recurrir por último refugio a la pura alegoría. Confiesan más: (y esto prudentísimamente con todos los doctores eclesiásticos más sabios y más sensatos de nuestro siglo) que el sentido puramente alegórico y espiritual realmente no satisface a quien desea la verdad, y sólo en ella puede   —29→   descansar. Esta segunda confesión es ciertamente digna de estimación; mas por esto mismo se hace más extraña en estos sabios, que en lugar de ver la verdad que por sí misma se manifiesta, en lugar de confesarla y descansar en ella, en lugar de dar a Dios la gloria y honra que le es tan debida, creyendo y esperando que hará infaliblemente lo que tiene prometido, abran otro camino tal vez más difícil, más incómodo, más incapaz de contentar a quien desea la verdad, que el camino ordinario de la pura alegoría. ¿Qué camino es éste? Es el decir en general, y sin explicarse mucho, que las promesas de Dios hechas a los judíos por la boca de los Profetas, especialmente aquellas grandes y extraordinarias que hasta ahora no se han verificado, no fueron absolutas, sino condicionadas; por tanto, el no haberse verificado, ha sido culpa de los judíos mismos, por no haber verificado la condición.

44. Preguntadles ahora, aunque os tengan por importuno, ¿cuál fue la condición?, y veréis las consecuencias que de aquí se siguen. Según insinúan, la condición fue, si eran fieles a Dios y observaban sus santas leyes, si recibían a su Mesías con honor, si lo oían, si lo obedecían, etc. ¡Oh, qué descubrimiento tan importante! No se puede negar que, en este caso no se hubieran visto los judíos, ni se vieran en el estado de miseria extrema en que se han visto, ¡y se ven aún! Ojalá hubieras atendido a mis mandamientos, les dice el Señor por Isaías, tu paz hubiera sido como un río, y tu justicia como remolinos del mar. Y hubiera sido tu posteridad como la arena, y los hijos de tu seno como sus pedrezuelas; no hubiera perecido, ni fuera borrado su nombre de mi presencia.47 Mas, en este caso no hubiera sido necesario ingerir en buen olivo, ramas de oleastro silvestre en lugar de las ramas naturales de olivo, que se secaron por su iniquidad, y fueron cortadas   —30→   por su esterilidad. Pero dirás: Los ramos han sido quebrados, para que yo sea ingerido. Bien, por su incredulidad fueron quebrados; mas tú por la fe estás en pie, pues no te engrías por eso, mas antes teme. Porque si Dios no perdonó a los ramos naturales48, ni menos te perdonará a ti.49 En este caso, vuelvo a decir, no hubiera sido tan necesario aquel milagro grande de hacer de las piedras hijos de Abrahán. Por el pecado de ellos vino la salud a los gentiles... el pecado de ellos son las riquezas del mundo, y el menoscabo de ellos las riquezas de los gentiles.50

45. Mas aunque todo esto no se puede negar, se puede bien negar, y se debe negar que sea ésta la condición de aquellas promesas grandes y magníficas, favorables a los judíos, que leemos en la Santa Escritura. Estas promesas de que hablamos suponen evidentemente los delitos de los judíos, no sólo cometidos, sino castigados con la mayor severidad. Una de estas promesas es, que los sacará con su brazo omnipotente de todos los pueblos y naciones, donde él mismo los tiene desterrados, y atribulados por sus delitos. Esta promesa no queda en esto solo, sino que es como el principio y fundamento de otras muchísimas, que deben seguirse inmediatamente después de ella, después que hayan sido recogidos y congregados, con grandes piedades, y plantados de nuevo en la tierra de sus padres.

46. Decidme ahora, amigo mío, con sinceridad, ¿esta promesa (lo mismo digo de las otras que son consecuencias suyas) se hubiera ya cumplido, o se cumpliera, si no hubieran precedido los delitos de los judíos? ¿No veis la implicación o el absurdo tan manifiesto? Los judíos se   —31→   hallan hoy día, y muchos siglos ha, desterrados de su patria, dispersos entre las naciones, abatidos, despreciados y atribulados, etc. Y todo esto ¿por qué? ¿Por sus virtudes, o por sus delitos? Diréis necesariamente que por sus delitos, comprendiendo en esta palabra todo lo malo que sabemos de cierto ha habido en ellos, así antes como después del Mesías; porque fueron infieles a su Dios; porque fueron ingratísimos a su Dios; porque no observaron las leyes de su Dios. Esto mismo lo confiesan ellos francamente, y ninguno de sus doctores se ha atrevido a negarlo... ¿Y no más de por esto? Sí, todavía hay otra causa mayor, más particular y más inmediata. Porque reprobaron a su Mesías; porque lo persiguieron cruelísimamente hasta hacerlo morir en una cruz; porque no quisieron admitir, antes se negaron con una suma descortesía, al convite que aun después de esto se les hizo a ellos en primer lugar; porque resistieron obstinadamente a la predicación de los Apóstoles, y cerraron sus ojos a la luz. Esta misma razón, como si fuese la única, es la que se lee en Isaías: Porque vine, y no había hombre; llamé, y no había quien oyese.51 Ésta es la que señaló el mismo Mesías en la parábola de la viña52: y después cuando al ver la ciudad, lloró sobre ella53; y más claramente cuando les dijo a sus Apóstoles, hablando de la ruina de Jerusalén: Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas, que están escritas... Y caerán a filo de espada, y serán llevados en cautiverio a todas las naciones...54

47. ¿Conque si no hubieran precedido estos delitos de los judíos (vuelvo a preguntar), ya Dios les hubiera cumplido, o les cumpliera sus promesas? ¿Conque si no   —32→   hubieran precedido estos delitos de los judíos, ya Dios los hubiera sacado de su destierro, de su tribulación, y de su miseria extremada? ¿Conque si no hubieran precedido estos delitos, no obstante hubieran sido castigados, desterrados y atribulados? Y si no, ¿cómo podía Dios sacarlos de su destierro, de su tribulación, de su miseria? Luego aun verificada la condición que se pretende, no podía Dios cumplirles sus promesas, mejor diremos no podía haber hecho Dios tales promesas no sólo inútiles, sino implicatorias. Ved aquí en este caso cómo debían ser las promesas de Dios... Os prometo sacaros de vuestro cautiverio y destierro; os prometo volveros a vuestra patria; os prometo libraros de todas vuestras tribulaciones, y colmaros de nuevos y mayores bienes, etc.; mas todo esto debajo de la condición indispensable de que no habéis de cometer aquellos mismos delitos, por los cuales habéis de ser desterrados, humillados y atribulados... ¡Qué implicación! Aun en el hombre más rústico, apenas se pudiera creer... La condición, pues, de las promesas de Dios, de que vamos hablando, no pudo ser la inocencia de los judíos, sino su penitencia. Esta condición señala expresamente el texto de Moisés, y ésta señala55 expresa o tácitamente las otras profecías: (por estas palabras) Cuando vinieren pues sobre ti todas estas cosas... y te arrepintieres en tu corazón en medio de todas las gentes, por las cuales te habrá esparcido el Señor Dios tuyo, y te convirtieres a él... El Señor Dios tuyo te hará volver de tu cautiverio, y tendrá misericordia de ti, y congregará de nuevo de todos los pueblos, a los que te había esparcido antes... Y te tomará, e introducirá en la tierra que poseyeron tus padres, y la disfrutarás.56

  —33→  

48. Es indubitable, ni yo puedo pretender otra cosa, que las promesas de Dios grandes y extraordinarias hechas a los judíos, que leemos en los profetas, no se verificarán de modo alguno, si primero no se verifica la condición con que sólo se hicieron, y con que sólo se pueden hacer. Asimismo es igualmente indubitable, que se verificarán con toda plenitud, cuando se verifique la condición; pues lo contrario repugna infinitamente a la infinita veracidad y santidad de Dios... ¿Y dudáis, señor, que esta condición necesaria e indispensable se ha de verificar algún día? ¿Lo ha dudado jamás alguno? ¿No está este punto clarísimamente anunciado, no una, sino muchísimas veces en los Profetas, en San Pablo, y aun en los evangelios? ¿No convienen en este punto general todos los doctores cristianos? Sí, todo esto es verdad; mas llegando al cumplimiento de las promesas de Dios, entonces ya es otra cosa, entonces se les ve retirar al punto la mano, como que aquello es demasiado para los viles y pérfidos judíos, entonces vienen bien los diversos sentidos de la Escritura, entonces deben entenderse Moisés y los profetas, en sentido alegórico, especialmente intentado por el Espíritu Santo, entonces... Entonces sí son buenas y justas las ideas, que sobre estas cosas nos dan los doctores, las promesas condicionadas de un Dios infinitamente santo vienen todas a reducirse a la verificación de la condición, y nada más, esto es, a que los judíos abrirán un día los ojos; se volverán de todo corazón a Dios; reconocerán a su verdadero Mesías; llorarán con amargo llanto su ceguedad y dureza pasada; y la Iglesia los recibirá en su seno, poco antes de acabarse el mundo; y esto apenas57.

49. Si les decís ahora que ésta es la condición y no el condicionado; si les representáis con toda cortesía, que una vez puesta la condición que Dios les pide de su parte, se debe necesariamente seguir lo que está de la parte de Dios, esto es, el pleno cumplimiento de sus promesas; os   —34→   responderán unos, con semblante lleno de indignación, que los judíos se han hecho indignos de todo bien; otros, que las promesas de Dios no hablan con ellos, sino con las gentes cristianas, que son el verdadero Israel de Dios; otros, que las promesas de Dios no pueden entenderse, según la letra que mata, sino en otro sentido alegórico y espiritual; otros, que realmente se cumplirán en los judíos mismos, cuando se conviertan a Cristo; porque entonces, entrando en la Iglesia, podrán también entrar en el cielo que es la verdadera tierra de promisión; otros, en fin, y gravísimos doctores os dirán, que sí, que los judíos, o los hijos de Israel en general, volverán otra vez a establecerse de nuevo en aquella misma tierra, por la que tanto suspiran; mas esto será siguiendo al Anticristo, que ha de ser judío de la tribu de Dan, y ha de ser creído y recibido de ellos, como su verdadero Mesías. Y si acaso, no pudiendo contener vuestra justa indignación, tuviereis la imprudencia de preguntarles, ¿de dónde han sacado una especie tan extraña, tan fabulosa, tan ridícula, y por eso tan indigna de hombres tan cuerdos? Es muy probable que la respuesta no sea otra, que la que se dio en otros tiempos, en pleno concilio al príncipe Nicodemus: ¿Eres tú también Galileo?58

50. Mas digan lo que dijeren, el restablecimiento de los judíos, o de todas las tribus de Jacob, en aquella misma tierra suya, de la que fueron arrojados por sus delitos, es una cosa tan clara, tan expresa, tan repetida de la Escritura de la verdad, como lo es su conversión, y como lo es su dispersión y cautiverio actual, de que todo el mundo es testigo ocular; pues el mismo espíritu de verdad que anunció esto segundo, anuncia también lo primero, y con la misma propiedad y claridad. Casi no hay profeta, desde Moisés hasta Malaquías, que no toque59 de algún modo estos tres puntos capitales. Primero: el destierro, dispersión y cautiverio de Israel entre todos los pueblos y naciones, con   —35→   todas las circunstancias, así generales como particulares, que nos enseña la historia y la experiencia. Segundo: su conversión verdadera, con todo su corazón, y con toda su alma60, su penitencia y llanto. Tercero: su restablecimiento fijo y estable en aquella misma tierra de que fueron arrojados, y esto debajo de la palabra real infalible e indefectible que les da aquel mismo Dios, que es fiel... en todas sus palabras...61 de que no volverá a desterrarlos jamás: y no los destruiré; y los plantaré, y no los arrancaré, dice por Jeremías62; Y los plantaré sobre su tierra; y nunca más los arrancaré de su tierra, que les di... dice por Amós63; y hablando con la tierra y montes de Israel, le dice por Ezequiel: y les serás por heredad, y nunca más estarás sin ellos... Ni haré más oír en ti la confusión de las gentes, ni tendrás que llevar jamás el oprobrio de los pueblos, y no perderás más tu gente...64

51. Ahora pues, el primero de estos puntos capitales lo ve todo el mundo, y lo ve puntualmente del mismo modo que está anunciado en las Escrituras. El segundo, lo confiesan unánimemente todos los doctores, aun los más alegóricos. Y el tercero, digo yo, ¿por qué no se recibe? ¿Acaso porque no consta de la Escritura, como los dos primeros? No, amigo, no; consta claramente de la Escritura; si no, bien excusados eran los esfuerzos que se hacen para desfigurar aquellos lugares de la misma Escritura que hablan de esto; bien excusado era el recurso tan frecuente a sentidos puramente alegóricos; y bien excusado era en   —36→   este caso aquel último refugio que se nota, aun en autores prolijos y difusos, que es omitir no pocos, y pasarlos por alto. Si preguntáis ahora, ¿por qué no se usa esta violencia con aquellos lugares que anuncian a los judíos ira, indignación, destierro, castigos y plagas, ni tampoco con los que anuncian su futura conversión? La respuesta es fácil y breve: porque ni lo primero, ni lo segundo choca las ideas favorables; mas lo tercero las choca tanto y con tanta fuerza, que hay peligro evidente de que las quebrante y aniquile.

52. Yo no puedo copiar aquí todos los lugares de la Escritura que hablan claramente de esto tercero, ni mucho menos hacer sobre ellos las debidas reflexiones. Para esto solo sería necesario un grueso volumen, aunque no considerásemos otro profeta que Isaías. Algunos de estos lugares quedan ya notados, y otros muchos más han de ir saliendo por precisión. Apuntaremos no obstante algunos pocos, que prueban directa e inmediatamente el fin y término del destierro presente de los judíos, y es el asunto particular de este primer aspecto. Importa mucho que quedemos sobre esto plenamente asegurados; pues de aquí depende la inteligencia de los otros.

Segundo instrumento

Párrafo II

53. Sucederá: que en aquel día herirá el Señor desde el cauce del río (el Eúfrates) hasta el torrente de Egipto, y vosotros, hijos de Israel, seréis congregados uno a uno; y sucederá: que en aquel día resonará una grande trompeta, y vendrán los que se habían perdido de tierra de los Asirios, y los que habían sido echados en tierra de Egipto, y adorarán al Señor en el santo monte en Jerusalén.65

  —37→  

54. Sobre este texto de Isaías debemos hacer dos observaciones principales, que parecen de suma importancia. Así, aunque nos detengamos un minuto más, o salgamos dos o tres pasos fuera del asunto principal, deberá mirarse este defecto como del todo inexcusable.

Primera observación

55. Los límites de la tierra de promisión, que señala esta profecía, son, sin duda alguna, mucho más amplios que las que poseyeron jamás los hijos de Israel; y no obstante son precisamente los mismos que se leen expresos en la Escritura auténtica de la donación que hizo Dios a nuestro santo y venerable padre Abrahán, como consta claramente por estas palabras: En aquel día concertó el Señor alianza con Abrahán, diciendo: A tu posteridad daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el grande río Eúfrates.66 Conque no habiendo poseído jamás los hijos Abrahán toda aquella porción de tierra, que Dios les prometió, podremos esperar de la bondad y santidad del mismo Dios, que llegará tiempo en que la posean. ¿Cuándo? Cuando herirá el Señor desde el cauce del río hasta el torrente de Egipto... Cuando resonará una grande trompeta, y vendrán los que se habían perdido...67 pues como dice San Pablo, los dones y vocación de Dios son inmutables.68

56. Diréis acaso que esto se verificó en los días de   —38→   Salomón, pues de este célebre rey, dice la divina Escritura: Tuvo también señorío sobre todos los reyes, desde el río Eúfrates hasta la tierra de los Filisteos, y hasta los términos de Egipto.69 Mas esta potestad que ejercitó Salomón, ¿a qué se reducía? La misma Escritura lo dice claramente, así en el lugar citado, como en el libro tercero de los reyes, todo el mundo... (habla manifiestamente de las tierras circunvecinas de la Asia) deseaba ver la cara del rey Salomón.70 Todos los reyes o régulos que entonces había entre el Nilo y el Eúfrates, deseaban ver por sus ojos a Salomón, que se había hecho famosísimo por su sabiduría. Así, unos iban en persona a Jerusalén, como fue la reina de Saba desde lo más austral de la Arabia, otros le enviaban frecuentemente embajadas, proponiéndole sus enigmas, o consultándole sus dudas. Al mismo tiempo le enviaban, o le llevaban dones y regalos de oro y plata, y otras cosas preciosas y raras que había en sus países: Y cada uno le llevaba todos los años sus presentes, vasos de plata y de oro, vestidos y armas de guerra, y aromas también, y caballos y mulos...71 Esto es lo único que se halla en la Escritura, tocante a la potestad de Salomón sobre los otros reyes que había entonces, desde el río Eúfrates hasta la tierra de los Filisteos, y hasta los términos de Egipto; puede ser también (aunque la historia sagrada no lo dice) que alguno de estos régulos pagase algún tributo a Salomón, no porque él los hubiese vencido y hecho tributarios, pues sabemos que Salomón fue un rey pacífico, que jamás sacó la espada contra sus vecinos; sino porque quedaron tributarios desde el tiempo de David su padre, lo cual   —39→   leemos en el libro segundo de los reyes. Mas todo esto, ¿qué puede probar en el asunto? ¿Es esto lo que contiene la promesa de Dios, concebida en estos términos: a tu posteridad daré esta tierra desde el río del Egipto hasta el grande río Eúfrates? Si hay otra cosa que responder a esta dificultad, yo la ignoro absolutamente; ya porque no la hallo en los doctores, ya porque no me ocurre lo que puede decirse contra una evidencia. Así tengo por cierto, que la promesa de Dios hecha a Abrahán para su descendencia, no se ha cumplido hasta ahora plenamente, si no se ha cumplido hasta ahora plenamente puedo concluir sin peligro de error, que llegará tiempo en que se cumpla plenamente; pues ni el mundo se ha acabado, ni tampoco se ha acabado la descendencia de Abrahán, ni aun se ha confundido siquiera con las otras naciones.

57. Para certificarnos más de la bondad de esta72 conclusión, volvamos los ojos a la profecía de Isaías. En aquel día, dice, herirá el Señor, dará golpes terribles, destruirá y arruinará (que todo esto suena el verbo herir) desde el río Eúfrates hasta el torrente de Egipto; esto es, hasta el Nilo, o hasta el Rhinocorura, que está más al oriente. Lo cual ejecutado, prosigue, entrarán y se congregarán en este país los hijos de Israel: uno a uno... y vosotros, hijos de Israel, seréis congregados uno a uno.73 ¿Qué quiere decir esto? La expresión, aunque singular, parece propísima y naturalísima. Después de herido todo aquel vasto país, por la mano omnipotente de Dios; después de evacuado y desembarazado enteramente de otros pueblos y naciones, que en él habitan o habitarán entonces; no será necesario que entren en él los hijos de Israel, como entraron la primera vez, esto es, con las armas en la mano, y en orden de batalla, no habiendo en todo el país habitador alguno; pues, como también anuncia Zacarías: volverá toda la tierra hasta el desierto... (o volverá como llanura), como lee Vatablo, desde el collado Remmón hasta   —40→   el Mediodía de Jerusalén74; no habiendo quien les haga resistencia ni les dispute la entrada, podrán muy bien entrar entonces uno a uno, es decir, sin temor ni recelo, sin oposición, como puede entrar una familia en su propia casa. Porque entonces (sigue diciendo) después de evacuado el país, y preparada la habitación, se tocará una trompeta metafórica, grande y sonora, a cuya voz vendrán y se congregaran aun los que se pensaban perdidos en la tierra de los Asirios, que no pueden ser otros, que las reliquias de las diez tribus, que llevó cautivas Salmanasar, las cuales, ni volvieron en tiempo de Ciro, ni se sabe precisamente donde están; sólo se sabe en general, que toda el Asia, no menos que la Europa, está llena de judíos, conocidos solamente por este nombre general: y sucederá: que en aquel día resonará una grande trompeta, y vendrán los que se habían perdido de tierra de los Asirios, y los que habían sido echados en Tierra de Egipto, y adorarán al Señor en el santo monte en Jerusalén.75 Ved ahora si tenemos razón los míseros hijos de Abrahán para creer y esperar, que algún día cumplirá Dios plenamente aquella promesa que hizo a su mayor y más fiel amigo, por estas precisas palabras: A tu posteridad daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el grande río Eúfrates.

58. Naturalmente desearéis saber, ¿por qué no les cumplió Dios plenamente esta promesa, cuando los sacó de Egipto? A lo cual os respondo en breve, remitiéndoos a la relación de su viaje por el desierto, que hallaréis en los libros de Moisés, y también en los dos libros de Josué y de los Jueces; lo primero: sus pecados en el desierto   —41→   fueron tan frecuentes, tan graves y tan inexcusables, que el Señor dio muestras un día de quererlos exterminar del todo, y para no hacerlo, como ellos ciertamente lo merecían, movió el corazón de su fiel siervo, para que intercediese por ellos, y lo aplacase con aquella sencilla y animosa disyuntiva: o perdónales esta culpa, o si no lo haces, bórrame de tu libro... A lo cual el gran Dios, lejos de indignarse, le respondió con una blandura admirable, digna de un verdadero amigo: Al que pecare contra mí, le borraré de mi libro. Mas tú anda, y lleva ese pueblo a donde te he dicho.76 Y aunque por entonces quedó aplacado, como no por eso cesaron los pecados del ingratísimo pueblo, antes fueron cada día más y mayores, les juró un día, en medio de su indignación, que no entrarían en su descanso, o no les daría todo lo que pensaba darles77. Este juramento de Dios les trae a la memoria San Pablo, y con él les prueba que aunque Josué los introdujo en la Palestina, no se les cumplieron por entonces las promesas de Dios con toda plenitud: Porque si Jesús les hubiera dado el reposo, jamás en adelante hubieran hablado, de otro día. Por lo cual queda el sabatismo para el pueblo de Dios.78

59. La segunda razón más inmediata de no habérseles cumplido entonces plenamente, así éstas como las otras promesas de Dios, fue, porque ellos no quisieron exterminar todas aquellas gentes que Dios expresamente les mandaba, antes se acomodaron con ellas, y aun se unieron recíprocamente por medio de matrimonios ilícitos, que les prohibía su ley. Por lo cual, pasados algunos años, estando   —42→   congregados en cierto lugar, que después se llamó el lugar de los que lloran, les envió el Señor un ángel, que les dio sobre esto como la última sentencia definitiva, por estas palabras... Yo os saqué de Egipto e introduje en la tierra, por la que juré a vuestros padres... Mas con la condición de que no harías alianza con los habitadores de esta Tierra, sino que derribarías sus altares, y no habéis querido oír mi voz; ¿por qué habéis hecho esto? Por lo mismo no he querido exterminarlos de vuestra presencia, para que los tengáis por enemigos, y sus dioses sean para vuestra ruina.79 Mas sea lo que fuere de este primer punto, vengamos al segundo que es el principal.

Segunda observación

60. ¿Qué día o tiempo es éste de que habla esta profecía? Yo observo en primer lugar, que en todo este capítulo XXVII de Isaías se anuncian claramente cuatro misterios, o cuatro grandes sucesos, que parecen todavía muy futuros. De todos cuatro se dice que sucederán en aquel día, sin decirnos determinadamente el día en que deben suceder. Sólo parece cierto, que todos cuatro deben suceder en un mismo día (no se habla aquí de un día natural de doce o veinte y cuatro horas), ya por estar todos cuatro juntos y seguidos en un mismo capítulo, que empieza con estas palabras, en aquel día; ya también porque a cada uno en particular se le anteponen las mismas palabras en aquel día, lo cual parece una señal sensible y clara, de que el mismo día sirve para todos. Esto supuesto, discurrimos así.

61. Cuatro sucesos o misterios que hasta ahora no se han   —43→   verificado, están claramente anunciados para un mismo día, sin saberse de cierto para qué día. En medio de esta incertidumbre, tenemos la fortuna de hallar en la Escritura de la verdad, el día preciso en que debe suceder el uno de ellos, esto es, el primero; ¿no bastará esta noticia para concluir al punto, que los otros tres sucederán el mismo día? Ved pues ahora este descubrimiento: el primer misterio con que empieza la profecía es este: En aquel día visitará el Señor con su espada dura, y grande, y fuerte, sobre Leviatán serpiente rolliza, y sobre Leviatán serpiente tortuosa, y matará la ballena que está en el mar.80 El texto considerado en sí mismo, parece ciertamente oscurísimo; ni se sabe de qué misterio habla, ni de qué tiempo; mas si tomamos en la mano aquella clarísima antorcha, que en otra parte dejamos encendida, al punto se aclara todo, al punto se conoce y se ve con los ojos, así el misterio como el tiempo en que debe suceder; traed a la memoria lo que queda dicho en nuestra primera disertación sobre los Milenarios, artículo tercero, párrafo cuarto. Allí se dijo que el libro divino y admirable del Apocalipsis, es una verdadera luz que alumbra y guía en los pasos más oscuros y difíciles de los Profetas, y como una llave maestra que abre las puertas más cerradas. Allí se dijo, y también se probó con toda la evidencia que cabe en el asunto, que la prisión del dragón o serpiente, que se llama diablo y Satanás81, con todas las circunstancias que dice San Juan en el capítulo XX, no es un suceso muy pasado, sino todavía futuro, reservado visiblemente para después de la muerte de la bestia, o ruina total del Anticristo. Y como esta bestia o este Anticristo, como también queda probado y aun demostrado en el fenómeno cuarto, ha de ser muerto y destruido enteramente en el día grande del Señor, cuando venga en gloria y majestad,   —44→   en este mismo día deberá suceder la prisión del dragón, o lo que es lo mismo de la serpiente tortuosa, con la espada del Señor, dura, y grande, y fuerte.

62. Comparad ahora los dos textos de Isaías y de San Juan, veréis en ambos el mismo misterio, anunciado con diversas palabras, y que San Juan, según sus continuas alusiones a todas las Escrituras, alude aquí manifiestamente a este lugar de Isaías. Isaías dice que en aquel día, sin decir en cual día, visitará el Señor a la serpiente con su espada dura, grande, y fuerte. San Juan, nombrando claramente el día de la venida del Señor, y representándolo con una espada de dos filos en su boca, dice que la misma serpiente, que se llama diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo, será entonces visitada, encadenada y encerrada en el abismo, hasta cierto tiempo, para que no engañe más a las gentes: hasta que sean cumplidos los mil años.82 Decidme ahora con sinceridad: ¿veis aquí dos misterios diversos? ¿No es claro y palpable el mismo misterio de ambas profecías? ¿Qué visita puede haber más sensible para el diablo, ni qué espada más dura, ni más grande, ni más fuerte puede experimentar este espíritu soberbio, inquieto y malignísimo, que verse encadenado con cadenas bien proporcionadas a su naturaleza, verse encarcelado en el abismo, cerrada y sellada la puerta de su cárcel, sin noticia alguna de todo lo que pasa en el mundo, y privado enteramente del ejercicio de su más violenta pasión, que es hacer a los hombres todo el mal posible?

63. Isaías dice, que en aquel día no sólo visitará el Señor a la serpiente con su espada dura, y grande, y fuerte; sino que matará también el ceto o el pez grande que está en el mar.83 ¿Qué ceto es este que está en el mar? Leed el capítulo XIII del Apocalipsis, y lo veréis claro con noticias más individuales. Dice San Juan, que su bestia de siete cabezas y diez cuernos, a quienes hemos considerado en el fenómeno tercero como un cuerpo moral,   —45→   compuesto de muchos individuos unidos entre sí contra el Señor, y contra su Cristo, esta bestia dice, estaba en el mar y salía del mar; por consiguiente era de especie cetácea por su grandeza. Lo mismo dice Daniel de sus cuatro bestias, de que se compone visiblemente la bestia del Apocalipsis: Y cuatro grandes bestias subían de la mar.84 Dice San Juan, que esta bestia terrible que salía del mar, irá en muerte, pues será muerta y destruida enteramente con la espada del Rey de los reyes, en el día solemnísimo de su venida del cielo a la tierra. Ved ahora y juzgad, si todo esto corresponde perfectamente, y aun abre la inteligencia de aquella expresión oscurísima de Isaías: y matará la ballena que está en el mar.

64. Conociendo, pues, el día en que ha de suceder el primer misterio, podemos ya decir, que conocemos el día, o tiempo en que deben suceder los otros tres. En efecto, su misma grandeza y novedad, parece que nos llama a otro tiempo todavía futuro infinitamente diverso del presente. Ved aquí por su orden los cuatro misterios que contiene este capítulo XXVII de Isaías. El primero es el que acabamos de observar, esto es, la visita de la serpiente, con su espada dura, y grande, y fuerte... y al mismo tiempo la muerte, la destrucción, la ruina total del ceto, que está en el mar, o de la muchedumbre de peces grandes y monstruosos, unidos contra el Cristo del Señor, o de la bestia de siete cabezas y diez cuernos; o del Anticristo, o del hombre de pecado, etc. Todo me parece una misma cosa, explicada con diversas palabras: En aquel día visitará el Señor con su espada dura, y grande, y fuerte, sobre Leviatán... y matará la ballena que está en el mar.

65. El segundo misterio es éste: En aquel día la viña del vino puro le cantará a él. En estas cuatro palabras se divisa bien un misterio, del todo nuevo, inaudito hasta el día de hoy, y sólo digno de aquel tiempo feliz. En aquel día, la viña del vino puro cantará las alabanzas del Señor. ¿Qué viña es ésta, de vino puro, de vino generoso,   —46→   de vino óptimo? Nadie ignora, que en todos tiempos ha tenido Dios en esta nuestra tierra una viña, o una iglesia que le ha dado el debido culto; que lo ha reconocido, lo ha adorado, lo ha alabado; que siempre ha producido algunos frutos de justicia, dignos de Dios; o pocos o muchos, buenos o mejores, según los tiempos y el cultivo. La tuvo desde Adán por Set hasta Noé. La tuvo desde Noé por Sem hasta Abrahán; estos dos tiempos son sin duda los más infecundos. La tuvo desde Abrahán por Isaac y Jacob hasta Moisés; por cuyo ministerio se trasplantó la viña, y se le dio un nuevo cultivo, que hasta entonces no se le había dado, esto es, la ley y las ceremonias fijas y estables del culto externo: Trasladaste de Egipto una viña, echaste fuera las naciones, y la plantaste.85 Con este cultivo es cierto que la viña dio más y mejores frutos, que en todos los tiempos anteriores, y los prosiguió dando sin interrupción hasta el Mesías; aunque nunca tantos, ni tan buenos, como se debía esperar. La tiene en fin, infinitamente mejorada después del Mesías, en consecuencia de sus sudores, de su sangre, de sus méritos, de su doctrina y de la efusión de su divino Espíritu. Y también (que esto no puede disimularse) en consecuencia de haber licenciado y arrojado fuera de la viña a sus antiguos colonos, y puesto en su lugar otros nuevos; conforme a la sentencia que ellos mismos se dieron, cuando el Señor les propuso la parábola de la viña. Éstos dijeron: A los malos destruirá malamente, y arrendará su viña a otros labradores86; la cual sentencia confirmó el Señor luego al punto diciéndoles con toda claridad, que bien presto sucedería así: Por tanto os digo, que quitado os será el reino de Dios, y será dado a un pueblo que haga los frutos de él.87

66. No es posible negar, sin negar la misma evidencia,   —47→   que esta viña, que después del Mesías tiene Dios en el mundo, ha dado en todos tiempos frutos admirables, excelentes, óptimos y en una grande y prodigiosa cantidad, mas tampoco es posible negar sin negar la misma evidencia, que en todos tiempos se ha visto en esta misma viña de Dios, una mayor y más prodigiosa multitud de plantas, no digo solamente estériles, infecundas, sin fruto alguno razonable; no digo solamente cargadas de agrazones silvestres, ásperos y duros, que jamás llegan a madurar; sino lo que parece más extraño, cargados en lugar de uvas, de otros frutos incógnitos, mal sanos, llenos de peligro y aun de veneno, ajenos, contrarios y contradictorios a los frutos propios del Espíritu.88 De modo, que con la misma, o con mayor razón se puede quejar ahora el Señor, como se quejaba en otros tiempos muy anteriores al Mesías: ¿Qué es lo que debí hacer más de esto a mi viña, y no lo hice? ¿es porque esperé que llevase uvas, y las llevó silvestres... y esperé que hiciese juicio, y he aquí iniquidad?89

67. Dirase no obstante, que la viña de vino puro, generoso y óptimo, de que aquí habla este profeta, no puede ser otra que la Iglesia presente, renovada, y aun plantada de nuevo por el Mesías mismo; regada con su sangre, fecundada con su Espíritu; cuyas leyes son excelentes, como que no paran en la superficie, sino que pasan directamente a lo más interior del corazón; cuya creencia es altísima; cuya doctrina es ciertamente divina; cuya moral purísima; cuyo culto no consiste solamente en templos hechos de mano... sino en espíritu y verdad90; cuyas ceremonias son graves, majestuosas, significativas; cuyo sacrificio perfectamente santo, como que en él está real y verdaderamente la fuente misma de toda santidad; en suma, cuyos medios de santificación,   —48→   al paso que abundantes, son eficacísimos, etc. Todas estas cosas, y otras muchas más que pudieran añadirse, son ciertamente grandes y magníficas; y por eso dignas todas de nuestro más profundo respeto y agradecimiento. Mas debiéramos reflexionar antes de cantar la victoria, que todas estas cosas y otras semejantes, no pertenecen de modo alguno al fruto de la viña, sino solamente a su cultivo. Nos dicen y predican todo lo que Dios ha hecho con la viña; no la bondad de la viña para con Dios. Nos dicen y predican todo lo que Dios ha hecho para con la viña, que no podía ser más, y no nos dicen una sola palabra de lo que la viña ha hecho, y ha de hacer para con Dios. ¿Quién puede ignorar, que la bondad de una viña consiste no en que tenga el mejor cultivo posible, ni tampoco en que tenga plantas a millares; sino en que el fruto corresponda, así en abundancia como en bondad a la muchedumbre de sus plantas, y la excelencia de su cultivo? Éste parece sin duda el mayor de los males, que una viña cultivada con tanto cuidado, con tantas industrias, con tantos gastos, no haya correspondido siempre, ni corresponda, a proporción a las esperanzas. Exceptuando algunas plantas, que siglos ha han sido pocas, respecto de la otra muchedumbre, es innegable, sin negar la misma evidencia, que todas las otras no han dado fruto alguno, sino cuando más, hojas inútiles; o lo han dado escasísimo y de ínfima calidad; o han dado solamente agrazones silvestres, que deben contarse más entre los frutos de la carne que del espíritu.

68. Siendo esto así, como lo es en realidad, ¿os parece que tendrá gran razón esta viña presente para gloriarse de la excelencia y de la muchedumbre de sus frutos? ¿Os parece que tendrán gran razón sus propios labradores, que no dejan de conocerla, por dentro y fuera, para ensalzarla y beatificarla a todas horas, para ponderar su gran fecundidad, y para darle el título ilustre supremo de la viña del vino puro? ¿No les podremos repetir a estos labradores aquellas palabras que a este mismo propósito les decía el   —49→   Apóstol: No es buena vuestra jactancia91? Los frutos de esta viña comparados con los que daba antes del Mesías, no hay duda que se hallan muy superiores en número y en bondad; mas si se atiende al cultivo que ha tenido constantemente después del Mesías, como se debe atender; si se examinan fielmente las partidas de gastos y recibo, como se deben examinar; entonces parecerá necesario mudar de tono, confesando, con espíritu humillado, que no es buena vuestra jactancia92; por consiguiente, que el título glorioso e ilustre, de la viña del vino puro, no puede todavía competir a esta viña en el estado y providencia presente. ¿Cómo ha de ser viña de vino puro, ni merecer este nombre con alguna propiedad, si no da este vino puro de que se habla? ¿Cómo ha de dar este vino puro, generoso y óptimo, si las uvas óptimas son rarísimas, las buenas no muchas, las ácidas e insípidas, en abundancia, y las pésimas innumerables? Luego no puede ser esta viña de la que habla la profecía.

69. Se podrá acaso responder, que el vino de esta viña presente será puro y óptimo, si sólo se consideran las uvas buenas y se exprimen éstas separadamente de la otra infinita muchedumbre; mas este expediente bueno en sí, se encuentra luego al punto con un embarazo terrible, o con una consecuencia intolerable. ¿Cuál es ésta? Que con la misma razón, con el mismo expediente, y con el mismo sentido, podremos dar el título ilustre de viña del vino puro a la viña que tuvo Dios en todos los tiempos anteriores al Mesías. ¿Y por qué no? Puede alguno dudar de la bondad, de la inocencia, de la simplicidad, de la devoción y piedad, de la rectitud y justicia de nuestros Patriarcas, de nuestros Profetas, y de nuestros justos? Exprímanse, pues, estas uvas solas, o estos frutos de la antigua viña, los cuales fueron más y mejores de lo que se piensa comúnmente, y se hallará con admiración un vino puro, excelente,   —50→   óptimo, y digno de la aprobación del mismo Dios. ¿Y bastará esto para llamar viña del vino puro a aquella antigua viña de Dios? Luego tampoco puede bastar para darle este glorioso título a la viña presente, ni para creer que se hable de ella, cuando se dice: en aquel día la viña del vino puro le contará a él.

70. ¿Pues de qué viña se habla, y de qué tiempo? Si se repara con la debida atención y formalidad en todo el contexto, tomando el hilo, a lo menos desde el capítulo XXIV, se conocerá sin otra diligencia, que se habla de otros tiempos, que todavía no hemos visto; que se habla de otra viña; mejor diremos, que se habla de la misma viña antigua y presente; pero en otro estado, y aun con otro cultivo infinitamente diverso; tanto como lo es en el estado y cultivo actual, respecto del estado y cultivo que tuvo en los tiempos anteriores al Mesías, y tal vez mucho más: porque la mano del Señor no se ha encogido; se conocerá, digo que se habla de aquel tiempo y de aquella viña, de quien se dice más adelante en el mismo Profeta: porque fuiste desamparada, y aborrecida, y no había quien por ti pasase, te pondré por lozanía (o para alegría) de los siglos.93 De aquélla de quien se dice: No se oirá más hablar de iniquidad en tu tierra.94 De aquélla en suma de quien se dice: Tu pueblo todos justos95; todo lo cual y mucho más que esto, se puede ver en el capítulo LX de Isaías. Y aunque dicen que todo esto habla de la viña presente, y que todo se ha verificado y se verifica en ella, parte alegórica, parte anagógicamente96, esto es, parte en la tierra, y parte en el cielo; mas la verdad es, que todas éstas son voces al aire, que nada significan, ni pueden contentar de modo alguno a quien desea sinceramente la verdad. Por consiguiente podemos, y aun debemos decir   —51→   con la mayor sinceridad posible, que nada de esto se ha visto jamás en nuestra tierra; y sino se ha visto jamás, luego deberá verse alguna vez; pues está anunciado tan claramente en la Escritura de la verdad. ¿Cuándo será esto? Será sin duda cuando el Señor nos conceda finalmente lo que tantas veces le pedimos, enseñados y animados de su propio Hijo, esto es, que venga a nosotros su reino, y que su santa voluntad se haga en nuestra tierra, así como se hace en el cielo.97

71. Por si acaso quisiereis dar un vuelo hasta lo más alto del cielo, para buscar allí esta viña de vino puro, que por acá no se ha visto jamás, os advierto dos cosas importantes. Primera: que reparéis bien en todas las palabras que siguen inmediatamente al texto de Isaías: En aquel día la viña del vino puro le cantará a él. Yo el Señor, que la guardo, de repente le daré a beber (como leen Pagnini y Vatablo de un modo más claro, al momento, o en cada instante la haré regar); de noche y de día la guardo, para que no reciba daño.98 ¿Os parece que allá en el cielo podrá haber algún temor de enemigos, os parece que allá en el cielo deberá estar el Señor en gran vigilancia guardando su viña día y noche, para que no reciba daño? La segunda cosa que os advierto es: que todo cuanto hay ahora en el cielo, o cuanto puede haber de aquí en adelante, desde Cristo mismo, hasta el último bienaventurado, no es ni se llama, ni puede llamarse, sin una suma impropiedad, viña de Dios, sino el fruto de la viña de Dios. La viña de Dios está acá bajo en nuestra tierra, y siempre necesita y necesitará vigilancia, solicitud, cultivo y trabajo para que dé mucho fruto y bueno. Este fruto que da no se queda   —52→   en la tierra, sino que se va llevando al cielo, en donde se congrega y deja depositado en eterna seguridad; mas la viña se queda en nuestra tierra, sin moverse de ella. Así el sentido anagógico, hablando de la viña de Dios, no viene al caso, como tampoco viene al caso en tantos otros lugares de la Escritura, para cuya inteligencia se recurre frecuentemente a este sentido celestial.

72. Si se quiere mirar sin preocupación, se hallarán a cada paso en los Profetas y en los Salmos cosas admirables, nuevas, e inauditas, que tiene Dios reservadas en sus tesoros. Especialmente son dignos de particular atención todos aquellos lugares donde se habla de cántico nuevo, que son muchos y bien notables, los cuales por todo su contexto pertenecen visiblemente a otros tiempos todavía futuros. En el capítulo XIV del Apocalipsis, se ve comenzar este cántico nuevo, y es fácil ver la alusión clara a dichos lugares de los Profetas y los Salmos. Pero de esto trataremos en otra parte cuando sea su tiempo.

73. Tenemos, pues, en la profecía de Isaías, de que vamos hablando, conocidos los dos primeros misterios, y el tiempo en que deben verificarse, como efectos propios de la segunda venida del Mesías, no de la primera. Estos misterios son; primero: la prisión del diablo, o la visita que se le ha de hacer, con la espada del Señor dura, y grande, y fuerte, y juntamente la muerte del ceto que está en el mar, y que saldrá a su tiempo de este mar metafórico. Segundo: el cántico de la viña de vino puro. Nos quedan los otros dos que hablan expresa y nominadamente de los judíos, anunciándoles el fin del destierro presente, y el término de sus trabajos; y de éstos decimos lo mismo que de los primeros, esto es, que son misterios no pasados, sino futuros, que se han de verificar en aquel mismo día moral, de que empieza a hablar, y prosigue hablando la profecía. Y sucederá: Que en aquel día (dice el uno) herirá el Señor desde el cauce del río hasta el torrente de Egipto, y vosotros, hijos de Israel, seréis   —53→   congregados uno a uno.99 Y sucederá: Que en aquel día (dice el otro) resonará una grande trompeta, y vendrán los que se habían perdido de tierra de los Asirios, y los que habían sido echados en Tierra de Egipto, y adorarán al Señor en el santo monte en Jerusalén.100 Con lo cual concuerda Jeremías (diciendo): Porque vendrá el día, en que gritarán los guardas en el monte de Efraín; levantaos, y subamos a Sión al Señor Dios nuestro.101

74. La explicación de estos dos últimos misterios, que se halla en los intérpretes de la Escritura, me parece a mí, que es la mayor confirmación de todo lo que acabamos de observar. Todos pretenden acomodarlos del modo posible a la vuelta de Babilonia; mas como esta empresa es no sólo ardua y difícil, sino imposible, pues el texto mismo, y contexto, y toda la historia sagrada la repugna y la contradice, se ven luego precisados a recurrir a la alegoría, diciendo que aunque todo esto se verificó de algún modo en sentido literal en la vuelta de Babilonia, mas su plena verificación, en el sentido especialmente intentado por el Espíritu Santo102, sucedió después de la muerte del Mesías, y venida del Espíritu Santo. Ved aquí con qué facilidad.

Primer misterio

Y sucederá: Que en aquel día herirá el Señor desde el cauce del río hasta el torrente de Egipto, y vosotros, hijos de Israel, seréis congregados uno a uno.

Explicación

El Señor en aquel día herirá o afligirá todo el país, comprendido entre el Eúfrates, y el Egipto. Así lo hizo el   —54→   Señor, ya por medio de Nabucodonosor, ya por medio de los romanos, que sujetaron todo aquel vasto país a su dominación, ya también y más propiamente después de la muerte de Cristo, por medio de Vespasiano, de Tito y de Adriano. Y vosotros, hijos de Israel, os congregaréis uno a uno (o uno por uno como leen Pagnini y Vatablo). ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué quiere decir? (prosigue la explicación103): que después de la muerte de Cristo, ya antes, ya también después de Vespasiano, y Tito, entrarán los judíos a la Iglesia uno a uno, esto es, poquísimos.

Segundo misterio

75. Y sucederá: Que en aquel día resonará una grande trompeta, y vendrán los que se habían perdido de Tierra de los Asirios, y los que habían sido echados en Tierra de Egipto, y adorarán al Señor en el santo monte en Jerusalén.

Explicación

En aquel día que comenzó la pascua de Pentecostés, cuando vino el Espíritu Santo sobre los discípulos, se tocará una trompeta grande, que será la predicación del Evangelio, a cuya voz vendrán104 a la iglesia de Cristo no solamente muchísimos gentiles, sino también muchos judíos, aun de aquellos que estaban como perdidos en la tierra de los Asirios, desde Salmanasar, y en Egipto desde Nabuco; porque es muy verosímil, que muchos individuos de todas las doce tribus creyesen a los Apóstoles, y se hiciesen cristianos. Ahora, para que no parezca que dejan del todo el sentido literal, añaden aquí una palabra, con la que todo queda remediado; es a saber, que el profeta de Dios por estas expresiones alude ciertamente a la salida de Babilonia, y la considera solamente como una figura, o sombra de la liberación por Cristo de la cautividad del demonio, etc. Entre otras muchas cosas que se ofrecerían a vuestra reflexión en este modo tan confuso, y tan apresurado de explicar esta profecía, reparad esto solamente: que en este   —55→   último versículo, son muchos los judíos de todas las tribus, que vienen al sonido de la trompeta y adoran al Señor en el santo monte en Jerusalén, esto es, en la Iglesia de Cristo; y en el versículo antecedente, uno a uno, esto es, poquísimos.

Tercer instrumento

Párrafo III

76. El instrumento que se sigue es una confirmación y al mismo tiempo una explicación del antecedente. En él se anuncia claramente la vocación futura de todo Israel, y su verdadera conversión con que se ha de hacer honorable y glorioso en los ojos de Dios, y digno de su dilección. En consecuencia de lo cual, le promete el Señor para este tiempo dos cosas muy parecidas a las dos últimas que acabamos de observar, o por decir mejor las mismas con palabras más expresivas. Y ahora esto dice el Señor tu Criador, oh Jacob, y tu formador, oh Israel: No temas, porque te redimí, y te llamé por tu nombre; mío eres tú. Cuando pasares por las aguas, contigo estaré, y no te cubrirán los ríos; cuando anduvieres por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti; porque yo el Señor tu Dios, el santo de Israel tu Salvador, di por rescate tuyo a Egipto, a Etiopia, y a Saba por ti. Desde que te hiciste digno de honra en mis ojos, y glorioso; yo te amé, y yo daré hombres por ti, y pueblos por tu alma. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tus hijos, y del occidente te congregaré. Diré al Aquilón: Da; y al Ábrego: No lo estorbes, trae mis hijos de lejos, y mis hijas de los extremos de la tierra.105

  —56→  

77. Para comprender bien así el misterio, como el tiempo de que aquí se habla, sin que nos quede sobre ello ni aun sospecha de duda, nos puede ser de gran provecho la lección atenta de todo el capítulo antecedente. En él se habla claramente de la primera venida del Mesías, de su carácter, de su ministerio, de sus virtudes, singularmente de su paciencia y mansedumbre, y de todos los efectos admirables que debían producir en el mundo su predicación, su doctrina, sus ejemplos, su espíritu, etc.; y todo ello en las gentes, no en Israel por su incredulidad. Aun aquella voz del cielo que se oyó después en el Jordán, y en el Tabor: Éste es mi Hijo el amado, en quien me he complacido106, se lee anunciada en este capítulo XLII, que empieza con ella misma: He aquí mi siervo, le ampararé; mi escogido, mi alma tuvo su complacencia en él; sobre él puse mi espíritu, él promulgará justicia a las naciones.107 Después de lo cual desde el versículo 20 se prosigue hablando de la ceguedad de Israel, que lo había de desconocer y reprobar, de la indignación de Dios para con este pueblo ingrato, de su castigo, de su tribulación, de su dispersión entre las gentes, y también de su dureza y obstinación en medio de tantos trabajos, concluyéndose todo con estas palabras: Y derramó sobre él la indignación de su furor, y guerra fuerte, y que mole en rededor, y no lo conoció; y le incendió, y no lo entendió.108 Y es   —57→   así, que hasta ahora no han querido ni quieren reconocer la verdadera causa de sus trabajos.

78. Hecha esta importante observación, y quitado con ella todo recurso, así a la vuelta de Babilonia, como a la alegoría, es ya fácil entender todo el texto citado, con que sigue inmediatamente el capítulo XLIII, esto es, que se habla de Israel, considerado en el estado presente de castigo, de tribulación, de ceguedad, en que quedó después del Mesías. Por consiguiente, que las cosas que aquí se le anuncian, no son cosas pasadas, de ningún modo, y en ningún sentido, sino evidentemente futuras, que se verificarán a su tiempo con toda plenitud. Esto supuesto, consideremos ahora brevemente estas cosas que se anuncian y prometen al residuo de Israel. Y ahora dice el Señor tu criador, oh Jacob, y tu formador, oh Israel: No temas, porque te redimí, y te llamé por tu nombre; mío eres tú, etc. Veis aquí en primer lugar la vocación de Dios, primer paso absolutamente necesario para la conversión de un pecador, que Dios lo llame como por su nombre; que le calme sus temores; que aliente su confianza, para que oiga y obedezca a la voz de su Dios, para que se ponga en sus manos, y consienta voluntariamente en la nueva creación o renovación según el hombre interior... (a quien le dice): Desde que te hiciste digno de honra en mis ojos, y glorioso, yo te amé.109

79. ¿De qué otro modo puede un pecador hacerse honorable y glorioso en los ojos de Dios que por medio de una verdadera penitencia, y de una sincera conversión? Veis aquí, pues, anunciada claramente la conversión de Israel, que tantas veces, y de tantos modos se anuncia en todas las Escrituras. Si no queréis reconocer aquí la conversión futura de Israel, deberéis mostrar otro tiempo, desde Isaías hasta el día presente, en que Israel, generalmente hablando, haya comparecido honorable y glorioso en los   —58→   ojos de Dios, y por eso digno de su dilección. Lo contrario hallaréis en toda la Escritura, y el mismo Mesías lo confirmó, cuando les dijo: ¿cuántas veces quise allegar tus hijos, como la gallina allega sus pollos debajo de las alas, y no quisiste?110 Lo confirmó el Espíritu Santo, cuando les dijo por boca de San Esteban: vosotros resistís siempre al Espíritu Santo, como vuestros padres, así también vosotros.111 Lo confirmó San Pablo, cuando les dijo, citando el capítulo LXV de Isaías: Y a Israel dice: Todo el día abrí mis manos a un pueblo incrédulo y rebelde.112 Mas de aquí mismo se sigue, que ha de haber todavía otro tiempo, en que Dios mismo pueda decir, hablando con Israel: Desde que te hiciste digno de honra en mis ojos, y glorioso, yo te amé. Leed el salmo LXXI, y hallaréis en él todo este honor y gloria de Israel, después de su vocación y conversión, que allí mismo se anuncia: librará al pobre del poderoso; y al pobre, que no tenía ayudador. Se lastimará del pobre, y del desvalido, y hará salvas las almas de los pobres. Rescatará sus almas de la usura, y de la iniquidad, y será honrado en su presencia el nombre de ellos.113 Lo mismo se lee, y con términos mucho más expresivos, en todo el capítulo V de Baruc. Verificada, pues, la conversión de Israel, como que esto solo espera Dios para cumplirle sus promesas, prosigue inmediatamente diciéndole: Yo daré hombres por ti, y pueblos por tu alma. ¿Qué quiere decir esto? Volved los ojos a lo que queda dicho sobre aquel otro texto del capítulo XXVII (que en aquel día herirá el Señor desde el cauce del río   —59→   hasta el torrente de Egipto, y vosotros, hijos de Israel, seréis congregados uno a uno), y veréis, a mi parecer, el mismo misterio; y para certificarnos más, atended a lo que se sigue: Del Oriente traeré tus hijos, y del Occidente te congregaré. Diré al Aquilón: Da; y al Ábrego: No lo estorbes, trae mis hijos de lejos, y mis hijas de los extremos de la tierra. Para dar lugar a tantos hijos e hijas que trae con su brazo omnipotente de todos los cuatro vientos, bien será menester desembarazar primero la posada, dando por ellos aquellos hombres y pueblos que la ocupaban114. Así se les anuncia a éstos en el salmo IX: seréis exterminadas, oh naciones, de la tierra de él...115; o como leen los 70, y la versión arábiga: serán exterminados los pueblos de la tierra de él. De todo esto se hallará muchísimo en Isaías, si se lee sin preocupación, especialmente desde el capítulo XL hasta el fin.

Otros instrumentos

Párrafo IV

80. Y yo congregaré las reliquias de mi rebaño de todas las tierras, a donde los hubiere echado; y los haré volver a sus campos; y crecerán, y se multiplicarán. Y levantaré sobre ellos pastores, y los apacentarán; de allí adelante no tendrán miedo, ni se asombrarán; y de su número no será buscado ninguno, dice el Señor.116

81. Bastan estas últimas palabras para comprender al punto, que ni se habla aquí de la vuelta de Babilonia, ni tampoco puede tener lugar la alegoría de la Iglesia presente. Con esta advertencia, proseguid leyendo el texto de Jeremías. Mirad que vienen los días, dice el Señor; y   —60→   levantaré para David un pimpollo justo; y reinará rey, que será sabio; y hará el juicio y la justicia en la tierra. En aquellos días se salvará117 Judá, e Israel habitará confiadamente; y éste es el nombre que le llamarán, el Señor nuestro justo. Por esto he aquí que vienen días, dice el Señor, y no dirán ya más: Vive el Señor, que sacó a los hijos de Israel de la tierra de Egipto. Sino: Vive el Señor, que sacó, y trajo el linaje de la casa de Israel de tierra del Norte, y de todas las tierras, a las cuales los había yo echado allá; y habitarán en su tierra.118

Ésta es palabra, que vino del Señor a Jeremías, diciendo: ...Escribe tú en un libro todas las palabras, que te he hablado. Porque he aquí que vienen los días, dice el Señor; y haré que vuelvan los que hayan de volver de mi pueblo de Israel y de Judá, dice el Señor; y les haré volver a la tierra, que di a sus padres; y la poseerán.119

82. Todo este capítulo y el siguiente, en que se continúa el mismo asunto, son sin duda dignos de la más atenta consideración. Como son tan difusos, y yo voy ya de prisa en lo que pertenece120 a este primer aspecto, me contento por ahora con hacer sobre ellos dos o tres advertencias importantes. Primera: que aquí se habla expresamente,   —61→   no sólo con Judá sino también con Israel, y a ambos se enderezan las palabras del Señor, haré que vuelvan los que hayan de volver de mi pueblo de Israel y de Judá... y luego al versículo 4: Y éstas son las palabras, que habló el Señor a Israel y a Judá.121 Con esta primera advertencia parece que queda cerrada la puerta al recurso ordinario de la vuelta de Babilonia; pues sabemos de cierto, que de Babilonia volvió Judá, o una parte de él bien pequeña; mas no volvió Israel, el cual no había ido a Babilonia, ni a la Caldea, sino a Nínive y a la Asiria. Segunda advertencia: que aquí se habla ya del día del Señor, grande y terrible, que no tiene semejante; se habla de la confusión y espanto de los impíos; se habla del pavor y terror de todas las naciones, lo cual no viene al caso en la vuelta de Babilonia. Preguntad, dice el Señor, y ved si pare el varón; ¿pues por qué he visto la mano de todo varón sobre su lomo, como de la que está de parto y se han vuelto todas las caras en amarillez? ¡Ay, que es grande aquel día! ni hay semejante a él; y tiempo es de tribulación para Jacob, y de él será librado.122 Tercera advertencia: en aquel día, prosigue el Señor inmediatamente versículo 8: haré pedazos el yugo, y las cadenas de Jacob, y no permitiré que en adelante sean dominados por otros señores; servirán solamente a su Dios, y a su rey David, (que no puede ser otro que el Mesías hijo de David.)123

83. Todo esto y todo cuanto sigue en esta larga profecía,   —62→   estuvo tan lejos de verificarse en la vuelta de Babilonia, que los doctores más ingeniosos, aun tirando a esto con el mayor empeño, como que tanto importaba a su sistema, si esto fuera posible, se hallan atajados casi a cada paso, y para poder salir de algún modo del gran embarazo, les es inevitable recurrir con frecuencia a la pura alegoría; y del mismo modo les es inevitable decirnos aquí, que esta alegoría a la Iglesia presente, es el sentido especialmente intentado por el Espíritu Santo. Si esta pura alegoría es el sentido verdadero, intentado especialmente por el Espíritu Santo, del día del Señor, grande y terrible que no tiene semejante, ¿a qué propósito nos habla tanto el mismo Espíritu Santo del espanto y terror de todas las gentes? ¿A qué propósito nos habla tanto de la conversión y penitencia de Israel y de Judá, y de la curación y remedio de sus llagas, siendo esto un suceso que los doctores lo reservan para después del Anticristo? ¿A qué propósito, en fin, se concluye todo el capítulo XXX con estas palabras, enderezadas nominadamente a Israel y a Judá; en lo último de los días entenderéis124? Este en lo último de los días quieren que signifique el fin del mundo; mas según las Escrituras, no puede significar sino el fin del siglo, como hemos dicho, y diremos más en adelante. ¡Oh amigo!, leed toda esta profecía, contenida en estos dos capítulos, y después de haberla considerado, preguntaos a vos mismo: ¿cuándo se han verificado las cosas que anuncia? Porque si hasta ahora no se han verificado, es necesario que se verifiquen alguna vez: para que los Profetas sean hallados fieles.125

84. El mismo profeta. He aquí que yo los traeré de tierra del Norte, y los recogeré de los extremos de la tierra; estarán entre ellos el ciego y el cojo, la preñada y la parida juntamente; grande será la multitud de los que acá volverán. Con llanto vendrán, mas con misericordia   —63→   los volveré; y los traeré por arroyos de aguas por camino derecho, y no tropezarán en él; porque padre soy yo de Israel, y Efraín es mi primogénito.126

85. Y como divisando el Profeta de Dios que las gentes, aun cristianas, podían no solamente dudar, sino aun despreciar como increíbles tantas misericordias para con los viles, pérfidos y malditos judíos, se vuelve inmediatamente a las mismas gentes y les dice: que no se maravillen, que todo esto lo dice quien lo puede hacer; que todo esto no es palabra de Jeremías, sino del mismo Dios, que tiene esparcido a Israel entre las gentes; que este mismo Dios lo congregará algún día de los extremos de la tierra, lo redimirá, lo librará de la mano del más poderoso, y lo guardará como un buen pastor a su grey.

Oíd, naciones, la palabra del Señor... El que esparció a Israel, lo congregará; y lo guardará como el pastor su ganado. Porque el Señor redimió a Jacob, y le libró de la mano del más poderoso. Y vendrán, y darán alabanza en el monte de Sión, etc.127

86. Y después: He aquí que yo los congregaré de todas las tierras, a donde los eché con mi furor, y con mi ira, y con mi grande indignación; y los volveré a este lugar, y haré que habiten confiadamente en él. Y serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Y les daré un corazón, y un camino para que me teman todos los días; y les vaya bien a ellos, y a sus hijos después de ellos. Y haré con ellos un pacto eterno, y no dejaré de hacerles bien; y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. Y   —64→   me alegraré con ellos, cuando les hiciere bien; y los plantaré en esta tierra en verdad, con todo mi corazón, y con toda mi alma.128

87. Y finalmente: He aquí que yo les cicatrizaré la llaga, y daré sanidad, y los curaré; y les mostraré la paz y la verdad, que pidieron. Y haré volver los que vuelvan de Judá, y los que vuelvan de Jerusalén; y los edificaré como desde el principio. Y los limpiaré de toda su iniquidad, en que pecaron contra mí; y seré propicio a todas sus maldades, con que pecaron contra mí, y me despreciaron. Y me será a mí de nombre, y de gozo, y de alabanza, y de regocijo para con todas las naciones de la tierra, que oyeren todos los bienes, que yo les he de hacer; y se asombrarán, y se turbarán por todos los bienes, y por toda la paz, que yo les haré a ellos.129

88. O todas éstas son unas exageraciones desmedidas, llenas de impropiedad, y aun de falsedad, o el Espíritu Santo no habla aquí de la vuelta de Babilonia; porque sabemos de cierto por la misma Escritura, que nada de esto   —65→   se verificó; ni se pudo verificar en aquel tiempo. Si no es que se diga, que se habla aquí no de la antigua Babilonia de los Caldeos, sino de la vuelta de otra grande Babilonia, llamada así por los dos apóstoles más amados San Pedro, y San Juan, con lo cual nos conformaremos enteramente según se verá en su lugar, cuando observemos de propósito esta vuelta de Babilonia y a Babilonia misma.

89. Por último, considerad quieta y atentamente aquella profecía del Señor que hablando con sus discípulos, pocos días antes de su pasión les dice así: Pues cuando viereis a Jerusalén cercada de un ejército, entonces sabed que su desolación está cerca... Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas, que están escritas... Porque habrá grande apretura sobre la tierra, e ira para este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados en cautiverio a todas las naciones, y Jerusalén será hollada de los gentiles, hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.130

90. Estas últimas palabras ¿qué quieren decir? Jerusalén será hollada, o conculcada de las gentes hasta que se llenen los tiempos de las naciones. Yo infiero de aquí una consecuencia, no sólo legítima y justa, sino conforme con otros muchos lugares de la Escritura; luego las naciones tienen sus tiempos fijos y precisos, los cuales concluidos, Jerusalén dejará de ser hollada de las gentes. A esto alude visiblemente San Pablo, o esto mismo dice, hablando con las gentes cristianas: Mas no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio (porque no seáis sabios en vosotros mismos) que la ceguedad ha venido en parte a Israel hasta que haya entrado la plenitud de las gentes, y que así todo Israel se salvase, como está escrito.131

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91. De modo, que cumplidos o llenos los tiempos de misericordia para las gentes, y habiendo entrado la plenitud de ellas (no cierto todas, sino las que han de entrar, según la presciencia de Dios), entonces, dice el Apóstol, será salvo todo Israel, conforme está escrito; entonces, dice el mismo Cristo, Jerusalén dejará de ser conculcada de las gentes, y esto en el mismo sentido en que ahora se dice con toda verdad, hollada de los gentiles; esto es, materialmente y formalmente; materialmente cuanto al lugar donde estaba fabricada; formalmente cuanto a sus propios y legítimos habitadores, o a la nación entera, de quien Jerusalén era cabeza, según la institución de Dios; pues en ambos sentidos se ha cumplido y se está cumpliendo la profecía del Señor. No quisiera detenerme un momento más en la consideración de este primer aspecto, que ha salido más difuso que lo que yo pensaba; y no obstante, he dicho poquísimo respecto de lo que había que decir. Mas se hace durísimo no decir una palabra sobre la explicación de estos dos textos que acabo de citar, que se hallan en los mejores intérpretes de la Escritura, y a lo menos la propongo a vuestra reflexión.

92. Jerusalén, dice Cristo, será conculcada de las gentes hasta que se llenen los tiempos de las naciones... Esto es, dice la explicación, hasta el fin del mundo, o no mucho antes. ¿Cuándo? Cuando el Anticristo rey y Mesías de los judíos, y monarca universal de todo el orbe, edifique de nuevo esta ciudad, y ponga en ella la corte de su imperio universal... La ceguedad de Israel, dice el Apóstol, debe durar hasta que entre la plenitud de las gentes. Cuando haya entrado esta plenitud, o lo que parece lo mismo, cuando se hayan llenado, o concluido los tiempos de las naciones, entonces todo Israel será salvo, según está escrito... Esto es (prosigue la explicación), Israel será salvo un poquito antes de acabarse el mundo... Esto es, Israel será   —67→   salvo después de la muerte de su falso Mesías, y ruina de su imperio universal. ¡Oh, si fuese posible cerrar enteramente esta puerta, o esta abertura, y quitar del todo este efugio tan ordinario! ¿Qué bienes no pudieran resultar de aquí para la verdadera y llanísima inteligencia de tantas y tan graves profecías? Yo imploro para esto y para otras mil cosas de que trato, el favor y la protección de los sabios de nuestro siglo, cuyo principal carácter es la inquisición de la verdad en cualquier asunto que sea, sin negarse a ella después de conocida.

93. No dejéis, señor, de reparar bien, aunque sea de paso, aquella especie de salva o preparación que hace el Apóstol, antes de revelar este secreto, como pidiendo a las gentes cristianas, con quienes habla, una atención particular. Mas no quiero, hermanos míos (dice), que ignoréis este misterio (porque no seáis sabios en vosotros mismos). ¡Qué salva tan inútil y tan fuera de propósito, si el misterio que va a revelar no es otro, sino que los judíos se convertirán al fin del mundo, y que la Iglesia presente apenas recibirá entonces a los judíos que hallare! Esto quiere el Apóstol que no ignoren las gentes cristianas para que no se envanezcan, para que no se engrían, para que no se fíen demasiado, para que no sean sabios solamente para sí mismos.132 Pero de esto en otra parte, que todavía no es su tiempo.



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ArribaAbajoArtículo II

Segundo aspecto

Se consideran los judíos después de la muerte del Mesías como desconocidos de su dios, y horror de pueblo suyo; y se pregunta aquí, si este castigo tendrá fin, o no.

Párrafo I

94. Todos saben que la descendencia del justo Abrahán por Isaac, y Jacob, fue más de dos mil años la única entre todas las naciones de la tierra, que conociese y adorase al verdadero Dios, la única escogida de Dios, consagrada a Dios, unida a Dios, la única que entrase en comercio y sociedad con Dios, que recibiese leyes, y ceremonias de Dios, que tratase con Dios, que se obligase a Dios, y a quien el mismo Dios se obligase. La única, en suma, que mereciese llamarse con verdad pueblo de Dios; Sólo os conocí a vosotros de todos los linajes de la tierra133, les decía el mismo Dios por el profeta Amós.

95. Del mismo modo saben todos, que este pueblo de Dios, tan distinguido, tan honrado, tan amado, tan beneficiado, fue siempre por la mayor y máxima parte el más duro, el más infiel, el más ingrato de todos los pueblos. Para conservar este pueblo, para instruirlo, para ilustrarlo, para santificarlo, ¡qué prodigios no hizo el Señor, qué excesos, qué providencias, qué beneficios, qué promesas, qué amenazas, qué castigos! Pero todo en vano, y tan en vano, que el mismo Dios se quejaba continuamente por sus Profetas, como un buen padre, que ya no halla qué hacer para134 corregir un hijo perverso... ¿Qué es lo que debí hacer más de esto a mi viña, y no lo hice?135 En vano castigué a vuestros hijos, no recibieron la corrección, les decía por   —69→   Jeremías capítulo II136. No escuchó voz, ni recibió amonestación... decía por Sofonías capítulo III137.

96. Llegando en fin la ingratitud, e iniquidad de este pueblo hasta el supremo grado, esto es, hasta desconocer, hasta crucificar a la esperanza de Israel, hasta cerrar voluntariamente los ojos a aquella grande luz que vieron los ciegos de nacimiento, esto es, aun el mismo pueblo de las gentes, que andaba en tinieblas... en la región de la sombra de muerte138, llegó también hasta el supremo grado la justa indignación de Dios; esto es, hasta privarlo enteramente del honor y prerrogativas de pueblo suyo; hasta arrojarle de sí, abandonarlo, y desconocerlo, como si ya no fuese su padre ni su Dios; hasta reputarlo y mirarlo como cualquiera otro pueblo extraño y salvaje, a quien no tiene obligación alguna, y aun a quien reputa entre sus enemigos. Así se lo tenía anunciado claramente por Daniel (diciendo): Y después de sesenta y dos semanas será muerto el Cristo; y no será más suyo el pueblo que le negará.139 Así se lo tenía anunciado por Oseas cuando le mandó a este profeta que a un hijo que acababa de nacerle, le pusiese por nombre Longhammí, esto es: No pueblo mío140; explicando luego el enigma por estas palabras: porque vosotros no sois mi pueblo, y yo no seré vuestro.141 Así lo tenía anunciado por Malaquías: no está mi voluntad en vosotros... ni recibiré ofrenda alguna de vuestra mano. Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, grande es mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se sacrifica y ofrece a mi nombre ofrenda pura.142

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97. Esta amenaza terrible que los judíos, sabios en sí mismos143, jamás creyeron plenamente, se empezó a verificar (no obstante su vana confianza, y su estulta seguridad) después de la muerte del Mesías, y se ha verificado con tanta plenitud, que más de diez y siete siglos ha, que la descendencia del justo Abrahán, ni es pueblo de Dios, ni aun siquiera pueblo, habiendo quedado desde entonces, en un estado tan singular, como lo ha visto y lo ve todo el mundo, y como todo el mundo debiera mirarlo con los mayores sentimientos de religión, si mirase también, que todo esto está anunciado en la Escritura, del mismo modo y en la misma forma en que lo ve. Por lo que el mismo Mesías, anunciando la próxima ruina de Jerusalén, y el castigo inminente del pueblo de Dios, dice que aquellos días serán ya sólo de ira y de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.144

98. Según esto, tenemos en el asunto de que vamos hablando dos cosas ciertas e indubitables, de que nos da testimonio la divina Escritura; de la una en historia, de la otra en profecía; mas en profecía ya plenamente verificada en presencia de todo el mundo, y con ciencia cierta de todos los que son capaces de saber. La primera en historia es, que la descendencia del justo Abrahán por Isaac, y Jacob, fue por espacio de muchos siglos el pueblo único de Dios, fue la viña de Dios, la heredad de Dios, la iglesia de Dios, la sinagoga de Dios, que todas estas diversas palabras, que usa la misma Escritura, significan una misma cosa. La segunda en profecía, ya plenísimamente verificada, es, que este mismo pueblo de Dios, después de la muerte del Mesías, ha sido despojado enteramente de su dignidad, como estaba escrito, y como el mismo Mesías lo   —71→   confirmó diciendo: Mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas exteriores.145

99. Ahora, si fuera de estas dos cosas ciertas e indubitables, de que tanto nos ha hablado la divina Escritura, hallásemos en ella misma otra tercera, que todavía no se ha verificado, y esto no oscuramente, sino con la mayor claridad posible, no una o dos veces, sino innumerables, no en uno o dos profetas, sino en casi todos; en este caso, suponiéndolo cierto e innegable, ¿qué deberíamos hacer? ¿Nos sería lícito dudar de esta tercera, o despreciarla o desfigurarla? ¿Nos sería lícito hacer en esta tercera, lo que no hacemos, ni nos es posible hacer con la primera, ni con la segunda? ¿Nos sería lícito pasarla a otros sentidos impropios y violentísimos, y por eso mismo infinitamente ajenos de la veracidad de Dios? Pues, amigo mío, esta tercera se halla en las Santas Escrituras, no menos que la primera y la segunda; se halla anunciada con la misma y mayor claridad; se halla, no sólo en Daniel, en Oseas y Malaquías, sino en casi todos los Profetas, y en algunos dos veces. ¿Cuál es esta tercera? Que la misma descendencia del justo Abrahán, por Isaac, y Jacob, la que desde Abrahán hasta Cristo fue pueblo único de Dios, y que desde Cristo hasta el día de hoy, está privada de este honor, y arrojada en las tinieblas exteriores esta misma descendencia de Abrahán volverá algún día a ser otra vez pueblo de Dios, infinitamente mayor de lo que fue en otros tiempos; y esto en su misma patria, de que fue desterrada, y bajo de otro testamento sempiterno, que no puede envejecerse, ni acabarse como el primero. No me preguntéis tan presto, en qué sentido hablo, porque yo no soy capaz de explicar muchas cosas a un mismo tiempo. El sentido en que hablo, se irá manifestando146 por sí mismo sin otra diligencia. Si esto tercero así como suena (que bien claro está) os parece duro y difícil de creer, daréis con esto una prueba bien sensible, de que sólo creéis   —72→   a Dios en aquellas cosas que ya veis verificadas con vuestros propios ojos; mas no en aquellas otras que no se han verificado, ni se sabe ni se entiende cómo podrán verificarse. Y en este caso no deberéis extrañar, que os apliquemos aquellas palabras de Cristo ya resucitado: Porque me has visto, Tomás has creído; Bienaventurados los que no vieron y creyeron.147 Esto tercero es lo que vamos ya a mostrar.

Se considera el capítulo XI de Isaías

Párrafo II

100. La primera parte de esta profecía hasta el versículo 10, aunque hacía admirablemente al asunto general de esta obra, mas respecto del asunto particular, de que actualmente hablamos, no viene tan al caso. En ella hay tanto que observar, que era necesaria una difusa y casi importuna digresión. Por cuyo motivo nos vemos precisados a omitirla por ahora, reservándola para su propio y natural lugar, que debe tener en la tercera parte. No obstante, parece conveniente advertir aquí, como de paso, mas a grandes voces, que no es cierto, ni aun siquiera, probable, con verdadera probabilidad, que se hable en esta profecía de la primera venida del Mesías, ni de la Iglesia presente, a donde tiran los intérpretes, según su sistema, usando para esto, ya de sumo ingenio, ya de suma violencia; sino que habla y manifiestamente de la venida del Señor en gloria y majestad, como es facilísimo, no digo solamente probarlo, sino demostrarlo con suma evidencia, así por el texto mismo, y por todas sus expresiones y palabras, como por todo su contexto, tomado desde el capítulo X, continuado por todo el XI, y seguido hasta el XII. Confieso ingenuamente que dejo este punto con suma repugnancia; no lo dejara tan del todo, si no tuviera esperanza de volverlo a tomar con más quietud en otra ocasión más oportuna. Vengamos,   —73→   pues, a la observación de la segunda parte de la misma profecía, que es la que ahora se ha de menester.

Verso XI

101. Y será en aquel día: Extenderá el Señor su mano segunda vez para poseer el resto de su pueblo, que quedará de los Asirios, y de Egipto, y de Fetros, y de Etiopia, y de Elam, y de Sennaar, y de Emath, y de las islas del mar. Y alzará bandera a las naciones, y congregará los fugitivos de Israel, y recogerá los dispersos de Judá de las cuatro playas de la tierra. Y será quitada la emulación de Efraín, y perecerán los enemigos de Judá; Efraín no envidiará a Judá, y Judá no peleará contra Efraín. Y volarán a los hombros de los Filisteos por mar, etc.148

102. Os parecerá sin duda a primera vista, que esta profecía que acabáis de leer con vuestros ojos no pide interpretación, bastando leerla para entenderla; y no obstante ésta es una de las muchas profecías, que no pueden pasar sin grandes precauciones; no puede salir al público, sin haber entrado en el crisol, y dejado en él todo lo que se tiene por escoria; no sea que se entienda como se lee, y con esto sólo se desconcierten, o se pongan en peligro algunas medidas. Para evitar, pues, este gran peligro, debe interpretarse la profecía, diciendo resueltamente, que aunque en sentido literal anuncia la salida de Babilonia, y en este sentido se verificó entonces, si no en todo, a lo menos en parte; mas en otro sentido más alto149   —74→   anuncia otra cosa mucho mayor. ¿Cuál es ésta? Es, dicen, la conversión de muchísimos judíos, no ya uno a uno, esto es, poquísimos; sino de millares de ellos, y verosímilmente de todas las doce tribus, que sucedió con la predicación de los Apóstoles, así en Jerusalén, y Judea, como en todas las otras partes del mundo, por donde discurrieron los mismos Apóstoles150. En este sentido altísimo, y por eso especialmente intentado por el Espíritu Santo, se acabó de verificar la profecía, que sólo se había verificado en parte en la salida de Babilonia, y esto como un tipo o figura de la liberación por Cristo de otra cautividad mayor, que era la del demonio y del pecado, etc.

103. Para ver ahora con los ojos si esta interpretación es justa o no, aunque fuera muy conducente el confrontarla con el texto mismo, y con todas sus palabras; mas por abreviar, reparemos solamente en dos palabras importantes, que contiene la primera cláusula: la una es, segunda; la otra es, para poseer... Y será en aquel día: Extenderá el Señor su mano segunda vez para poseer el resto de su pueblo, que quedará, etc. De manera, que el Señor promete aquí en términos claros y formales, que para poseer el residuo de Israel, hará segunda vez, en aquel día, aquello mismo que hizo en otros tiempos la primera vez; pues ninguna cosa puede hacerse segunda vez, si no se ha hecho la vez primera. Se pregunta ahora, ¿a qué suceso anterior alude esta palabra segunda? Si no recurrimos al Éxodo, o a la salida de Egipto, y paso del mar Rojo, parece claro, que nos cansaremos en vano. El texto mismo de esta profecía nos remite a este primer suceso, concluyendo con estas palabras: Y habrá camino para el resto de mi pueblo, que escapare de los Asirios; así como lo hubo para Israel, en aquel día, que salió de Tierra de Egipto.151 Siendo el primer suceso la salida de Egipto, en la cual   —75→   sacó Dios su mano omnipotente en favor de Israel, el segundo deberá ser alguna cosa semejante. Es decir, si la primera vez hizo Dios tan visible y tan admirable su mano omnipotente, en tanta multitud de prodigios, para sacar a Israel de Egipto, y poseerlo como pueblo suyo peculiar, prometiendo el mismo Dios esta mano omnipotente, para otra segunda vez, esto es, para poseer el residuo de Israel, deberán renovarse esta segunda vez aquellos mismos prodigios, u otros semejantes o mayores. Digo mayores, porque parece mucho menos difícil sacar un pueblo del poder de un príncipe solo, y de la pequeña tierra de Jesén, que sacarlo del poder de todos los príncipes, y de todas las cuatro plagas de la tierra, donde está disperso, y prodigiosamente multiplicado. Congregará los fugitivos de Israel, y recogerá los dispersos de Judá.

104. Si esto no se recibe, si se desprecia como increíble, o como displicente, deberá mostrarse en los siglos pasados este suceso segundo, en que Dios haya hecho manifestar su mano omnipotente, así como la hizo manifestar la primera vez en Egipto. ¿Cuál, pues, habrá sido este suceso? O fue la salida de Babilonia, o la cosa no ha sucedido hasta el día de hoy; porque el sentido espiritual a que se recurre, y con que se tiran a llenar tantos y tan grandes vacíos, apenas parece suficiente para huir la dificultad, dejándola en pie. Que el segundo suceso de que aquí se habla no fuese la salida de Babilonia, se prueba evidentemente por tres razones sacadas del mismo texto sin salir de él. Primera: porque aquellos pocos que salieron de Babilonia con licencia de su rey Ciro, no salieron de todas las partes de la tierra que nombra expresamente la profecía; no salieron de la Asiria, de Egipto, de Fetros, o Arabia, de Etiopia, de Elam, de Emat, que eran todas regiones conocidas de los judíos; mucho menos salieron de aquellas regiones que sólo se nombran en general, como son las islas del mar; mucho menos aun de las cuatro plagas de la tierra, o de los cuatro vientos cardinales. Lo único que se puede decir de los que salieron de Babilonia   —76→   es, que salieron de Senaar, o Caldea, que también está en esta lista, y tal vez por esto solo se dice, que la profecía se cumplió entonces en parte, y en esta parte pequeñísima solo como una figura de otra cosa mayor, que debe ser puramente espiritual. Algunos doctores (creo que no son muchos) dan muestras de quedar poco satisfechos, y aun con grandes escrúpulos, de la violencia de su explicación. Así, añaden una palabra con que todo queda remediado; es a saber: que toda esta profecía, y otras semejantes, se acabarán de cumplir con toda su plenitud hacia el fin del mundo, esto es, después del Anticristo, cuando los judíos dispersos entre las naciones sean llamados de Dios, así a la Iglesia de Cristo como a su tierra. Estas últimas palabras fueran dignas de estimación, si sobre ellas se explicasen un poquito más; el gran trabajo es, que las dicen tan de paso, tan en general, tan en confuso, que nos dejan con el deseo de saber, que es lo que nos conceden en realidad; pues aun esto poco que parece que conceden lo deshacen del todo en otras partes.

105. La segunda razón es, porque en la salida de Babilonia, no tuvo Dios que hacer milagro alguno extraordinario; no tuvo para qué mostrar públicamente su mano omnipotente, como lo había hecho en Egipto; sólo movió secretamente el corazón de Ciro, inspirándole que permitiese a los judíos, y aun los convidara a que volviesen a Jerusalén, y edificasen de nuevo el templo de Dios. El mismo Ciro lo dice así en su decreto, o edicto real: Esto dice Ciro rey de los Persas: Todos los reinos de la tierra me los ha dado el Señor Dios del cielo, y el mismo me ha mandado que le edificase casa en Jerusalén, que está en la Judea... y que edifique la casa del Señor Dios de Israel.152 ¡Qué cosa tan diversa de lo que sucedió con Faraón!

106. La tercera razón, y a mi parecer la más decisiva,   —77→   es la causa, o el motivo, o el fin directo, o inmediato para que sacará Dios segunda vez su mano omnipotente. Será, dice el profeta de Dios, para poseer el residuo de su pueblo, que entonces se hallare en todas las naciones de la tierra: para poseer el resto de su pueblo, que quedará de los Asirios... De aquí se infiere manifiestamente153, que la profecía no puede hablar ni en todo ni en parte de la salida de Babilonia. ¿Por qué? Porque los que salieron de Babilonia fueron algunos individuos de aquella misma descendencia del justo Abrahán, que todavía era pueblo de Dios, y único pueblo suyo; ni por estar desterrado este pueblo de su patria, y penitenciado de su Dios, dejó de ser pueblo suyo, ni Dios dejó de poseerlo como tal, ni de mirarlo y tratarlo como la única posesión o heredad, que tenía sobre la tierra. En toda la larga profecía de Jeremías se ve lo que hizo el Señor para no desterrarlo. Se ve, que al fin lo castigó con éste y otros castigos, como con repugnancia y dolor; y hablando a nuestro modo, a más no poder; y todo enderezado a edificación, y no a destrucción; para solicitar por este medio su enmienda, no su ruina; pues la idolatría en unos, y la iniquidad en casi todos, máximamente en el sacerdocio, se habían hecho tan generales, que como decía el mismo Dios por Miqueas, capítulo VII, el mejor entre ellos es como cambrón; y el que es recto, como espino de cerca.154

107. Después de desterrado, no dejó Dios de asistir a este pueblo suyo, de consolarlo, de protegerlo con providencias no sólo generales, sino bien singulares, y muchas de ellas bien extraordinarias, como un buen padre que por una parte castiga con rigor a un hijo perverso, le muestra un semblante inexorable, lo priva de su presencia, lo aflige, lo destierra, y al mismo tiempo no puede olvidarse de que es padre, no puede disimular su amor y su ternura. En este tiempo de destierro y de indignación, sucedió aquella providencia milagrosa, en que libró a la inocente Susana   —78→   de las piedras, que ya iban a oprimirla por el falso testimonio de los jueces inicuos. En este tiempo sucedió aquella otra providencia admirable, con que libró a todo su pueblo de la tiranía del soberbio Amán, por medio de Ester y Mardoqueo. En este tiempo sacó sin lesión alguna del horno de fuego ardiendo, a aquellos tres justos que resistieron constantemente al impío decreto de Nabucodonosor, que quería adorasen por Dios a una estatua, obra de las manos de los hombres; y esto a vista del mismo rey y de toda su corte. En este tiempo les envió aquellos dos grandes profetas, Daniel, y Ezequiel, los cuales en todo el tiempo del destierro les hicieron servicios de suma importancia, el uno en lo espiritual, y el otro aun en lo temporal, por el gran crédito que tenían en la corte y en todo el imperio. En suma, en este tiempo de destierro, de ira, de indignación, les escribió una carta por medio de Jeremías, que había quedado en Jerusalén, en la que les dice, entre otras cosas, estas amorosas palabras, dignas de un verdadero padre. Porque yo sé los pensamientos, que yo tengo sobre vosotros... pensamientos de paz, y no de aflicción, para daros el fin, y la paciencia... Me buscaréis, y me hallaréis; cuando me buscareis de todo vuestro corazón. Y seré hallado de vosotros, dice el Señor.155 Señales todas las más sensibles, de que aun después de desterrados y expatriados, los miraba Dios como pueblo suyo, y que no dejaban de serlo, por hallarse fuera de su patria, aunque tan abatidos y humillados, en tierra extraña.

108. Por abreviar, si se lee toda la Escritura, desde el capítulo XII del Génesis, esto es, desde la vocación de Abrahán, hasta la muerte del Mesías, o algunos años adelante, siempre se hallará a Israel con el honor y dignidad   —79→   de pueblo de Dios; siempre se hallará en este pueblo la viña de Dios, la heredad de Dios, la iglesia de Dios; por consiguiente, siempre se hallará este pueblo poseído de Dios, no obstante su iniquidad, y los terribles castigos que sufrió por ella. De otra suerte pudiera decirse, que en algún tiempo faltó del mundo la iglesia de Dios; pues no es otra cosa poseer Dios un pueblo, que ser este pueblo la iglesia de Dios. Este inconveniente no pequeño, cesó enteramente 40 años después de la muerte del Mesías. Ya en este tiempo se había Dios preparado por la predicación del Evangelio, y por la efusión abundante de su divino Espíritu, otro pueblo nuevo, que se recogía en gran prisa de entre las gentes; ya tenía en él bien asegurada su Iglesia, y por usar de la similitud admirable del Apóstol156, ya había Dios ingerido en aquel mismo olivo, cuyas ramas propias se iban a cortar, otras ramas de oleastro silvestre, las cuales participando de la virtud de la raíz, y gozando plenamente de todo el jugo nutricio, debían dar excelentes frutos, como ciertamente los han dado, aunque no tantos como se debía esperar. Con esto se podían ya cortar sin inconveniente alguno las ramas propias del olivo, y en efecto así sucedió, según que estaba escrito; y desde entonces (y solamente desde entonces) toda la descendencia del justo Abrahán dejó de ser pueblo de Dios, y Dios lo dejó de poseer en calidad de pueblo suyo, o heredad suya, o iglesia suya, etc.

109. De modo que desde Abrahán hasta el día de hoy, es imposible señalar otra época, en que Dios dejase de poseer a Israel (en todo, o en parte), y en que Israel dejase de ser pueblo de Dios, sino solamente después de la muerte del Mesías. De aquí se sigue una consecuencia legítima y justa; luego la promesa que hace Dios de sacar segunda vez su mano omnipotente, como la sacó la primera vez en Egipto, para poseer el residuo de Israel, que en aquel día quedare entre todas las naciones, y en todas las cuatro   —80→   plagas de la tierra, es una promesa que hasta ahora no se ha verificado; si hasta ahora no se ha verificado, luego debe haber otro tiempo en que se verifique. ¿Cuándo? Cuando extienda el Señor su mano segunda vez, para poseer el resto de su pueblo que quedará de los Asirios, y de Egipto... y de las islas del mar.

110. Esta posesión, o esta posesión por segunda vez, es toda la esperanza y el consuelo único de los miserables judíos; y aunque las ideas que sobre esto tienen, son ciertamente groseras y aun absurdas, conformes al estado de ceguedad y de ignorancia extrema, en que actualmente se hallan según las Escrituras; mas podían los doctores cristianos corregirles estas ideas, y darles otras más justas y más conformes a sus Escrituras, sin negarles la sustancia misma, con tanta dureza y con tan poca razón.

111. A todo esto se debe añadir, lo que añade inmediatamente la profecía, diciendo, que en este mismo día de que habla, elevará el Señor cierta señal (o real, o metafórica) no ciertamente en favor de las naciones, como se tira a suponer o insinuar con gran disimulo; sino contra las naciones mismas157, y con esta señal congregará los prófugos de Israel, y los dispersos de Judá, de todas las cuatro plagas de la tierra.158

Se confirma todo lo dicho con otros lugares de los profetas

Párrafo III

112. Hasta aquí hemos considerado solamente una parte del capítulo XI de Isaías. Quedan fuera de este lugar otros innumerables en casi todos los Profetas, no menos claros y expresos en el asunto. Mas porque el considerarlos todos o muchos de ellos, sería un trabajo molestísimo, sin especial utilidad, debemos contentarnos con producir y examinar   —81→   algunos pocos; haciendo sobre ellos y sobre todos los demás en general esta simple y brevísima reflexión. Es cierto e innegable que en la Escritura divina se halla una promesa de Dios, repetida y confirmada de varios modos en los más de los Profetas, la cual promesa habla expresa y nominadamente con todo el residuo de los hijos de Israel, cuando éstos sean recogidos de todas las naciones, plantados de nuevo en la tierra de sus padres, bañados del Espíritu de Dios, lavados con esta agua limpia de todos159 sus pecados, iluminados, santificados, etc.; y todo esto, no bajo del Antiguo Testamento, sino debajo del otro nuevo y sempiterno; palabras y expresiones todas de que usan los profetas de Dios. La promesa de que hablo, se halla no solamente en esta sustancia, sino también en estas formales palabras.

113. En aquel día, en aquel tiempo, yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

114. Por si acaso esto se dudare, ved aquí algunos pocos ejemplares mirándolos juntos y de cerca, los podremos considerar mejor.

115. Jeremías: Y pondré mis ojos sobre ellos para aplacarme, y los volveré a traer a esta tierra; y los edificaré, y no los destruiré; y los plantaré, y no los arrancaré. Y les daré corazón para que sepan, que yo soy el Señor; y serán mi pueblo, y yo les seré su Dios; porque lo convertirán a mí de todo su corazón.160

116. Del mismo: Y vosotros me seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.161 El tiempo en que esto sucederá luego lo explica el Profeta, diciendo: en lo último de los días entenderéis estas cosas.162 En aquel tiempo, dice el   —82→   Señor: Seré el Dios de todas las parentelas de Israel y ellas serán mi pueblo.163

117. Baruch: Y asentaré con ellos otra alianza sempiterna, para que yo les sea a ellos Dios, y ellos a mí me sean pueblo; y no removeré jamás a mi pueblo, a los hijos de Israel, de la tierra que les di.164

118. Este texto clama a voces pidiendo una atención particular.

Ezequiel: Esto dice el Señor Dios: Yo os congregaré de los pueblos, y os reuniré de las tierras, en que habéis sido dispersos, y os daré la tierra de Israel... Y les daré un solo corazón, y un espíritu nuevo pondré en sus entrañas; y quitaré de la carne de ellos el corazón de piedra, y les daré corazón de carne; para que anden en mis mandamientos, y guarden mis juicios, y los cumplan; y a mí me sean pueblo, y yo les sea a ellos Dios.165

119. Del mismo: Y sabrán que yo soy el Señor, cuando quebrantare las cadenas del yugo de ellos, y los librare de la mano de los que los dominan. Y no serán más expuestos a la presa de las gentes, ni serán devorados de las bestias de la tierra; sino que morarán confiados sin ningún espanto... Y sabrán que yo el Señor seré su Dios con ellos, y ellos casa de Israel serán mi pueblo, dice el Señor Dios.166

  —83→  

120. Del mismo: Por cuanto os sacaré de entre las gentes, y os recogeré de todos las tierras, y os conduciré a vuestra tierra. Y derramaré sobre vosotros agua pura, y os purificaréis de todas vuestras inmundicias... Y moraréis en la tierra, que di a vuestros padres; y seréis su pueblo; y yo seré vuestro Dios.167

121. Del mismo: He aquí yo tomaré a los hijos de Israel de en medio de las naciones, a donde fueron; y los recogeré de todas portes, y los conduciré a su tierra. Y los haré una nación sola en la tierra en los montes de Israel, y será solo un rey que los mande a todos... y ellos serán mi pueblo, y yo les seré su Dios. Y mi siervo David será rey sobre ellos.168

122. Zacarías. He aquí yo salvaré a mi pueblo de las tierras del Oriente, y de las tierras del Occidente. Y los conduciré, y morarán en medio de Jerusalén; y serán mi pueblo, y yo les seré su Dios en verdad y en justicia.169

123. Sería bien observar aquí de paso, que Zacarías profetizó después de la vuelta de Babilonia; como también, los que volvieron de Babilonia, volvieron de las tierras del Oriente, mas no de las tierras del Occidente.

  —84→  

Del mismo. Y serán en toda la tierra, dice el Señor; dos partes de ella serán dispersas, y perecerán; y la tercera parte quedará en ella. Y pasaré por fuego la tercera parte, y los purificaré como se quema la plata, y los acrisolaré, como es acrisolado el oro. Él invocará mi nombre, y yo le oiré. Diré: Pueblo mío eres; y él dirá: Señor Dios mío.170

124. Parece que estos pocos lugares, aunque no hubiese otros, bastan y sobran para asegurarnos de la promesa divina de que hablamos. Oídme ahora, amigo, dos palabras, y dadme atención. Lo que se dice y promete en éstos, y otros lugares semejantes de la divina Escritura, o se cumplió ya plenamente en los tiempos anteriores al Mesías, o no se ha cumplido de modo alguno hasta el día de hoy. Entre estas dos cosas, no hay medio alguno razonable; porque ni en los días del Mesías, ni en los siglos que han corrido después del Mesías, se ha podido esto cumplir, piénsese como se pensare; antes por el contrario se ha cumplido en este tiempo posterior al Mesías, todo lo que estaba escrito en contra de Israel: Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas, que están escritas. Entre otras cosas, una de ellas es ésta, que también está escrito, y ninguno se la disputa: Israel dejará de ser pueblo de Dios, y Dios mismo dejará de ser su Dios: vosotros no sois mi pueblo y yo no seré vuestro... Será muerto el Cristo, y no será más suyo el pueblo que le negará.171

125172. No queda, pues, otra cosa que decir, sino que todo se cumplió en los tiempos anteriores al Mesías. Mas   —85→   ¿cuándo? ¿Acaso en la vuelta de Babilonia en tiempo de Ciro, o Artajerjes? Sí, en este tiempo, pues no hay otro recurso en el sentido que llaman literal. Ved ahora la consecuencia natural y legítima que de aquí se sigue. Todas estas profecías, decís, hablan literalmente de la vuelta de Babilonia, y en ella se cumplieron literalmente en sentido literal; luego todas estas profecías, digo yo, y tantas otras del todo semejantes, son profecías apócrifas, son fingidas, son falsas, y los que se atrevieron a publicarlas en el nombre santo de Dios vivo, fueron en esto unos verdaderos seductores. La consecuencia parece legítima y forzosa. Para conocer un profeta falso, por quien no habla el Espíritu Santo nos da una regla general cierta e indubitable el mismo Espíritu Santo: Tendrás esto por señal, nos dice en el capítulo XVIII del Deuteronomio, versículo 22: Si lo que aquel profeta hubiere vaticinado en el nombre del Señor, no se verificare, esto no lo habló el Señor, sino que se lo forjó el profeta por orgullo de su corazón.173 Conque si las profecías de que hablamos anuncian y prometen en el nombre del Señor, para la vuelta de Babilonia, cosas que entonces no se vieron ni se han visto jamás, con esto solo podemos concluir seguramente, que todas son falsas y fingidas; que el Espíritu de Dios no habló, ni pudo hablar en ellas; y que estos que se llaman profetas las fingieron todas por orgullo de su corazón. Si el decir esto se juzga con suma razón una verdadera blasfemia sólo digna de algún filósofo Anticristiano, deberemos confesar de buena fe, que dichas profecías no se enderezan de modo alguno a la vuelta de Babilonia; sino que anuncian para otros tiempos todavía futuros.

126. Si queréis ahora aseguraros más de esta verdad, y quedar plenamente satisfecho, y enteramente convencido, volved a leer las profecías que acabamos de apuntar; en   —86→   ellas mismas hallaréis al punto, sin otro estudio, la suma improporción y la dificultad insuperable.

127. Primero: los que volvieron de Babilonia no fueron ciertamente todas las congregaciones o familias, o tribus de Israel, pues las diez tribus pertenecientes al reino de Samaria, que llevó cautivas a la Siria Salmanasar, no volvieron entonces, ni han vuelto jamás. Apenas se puede colegir de toda la historia sagrada que volviese algún individuo (cuyo padre o abuelo se hallaba verosímilmente en Judea, cuando sucedió el cautiverio de las diez tribus, y después fue llevado a Babilonia junto con los judíos) y no obstante las profecías anuncian, en el nombre del Señor, y prometen esta vuelta, y todos los otros bienes que deben acompañarla, y seguirla, a todas las tribus, cognaciones, o familias de Israel: En aquel tiempo, dice el Señor: Seré el Dios de todas las parentelas de Israel, y ellas serán mi pueblo. Esto dice el Señor: Halló gracia en el desierto el pueblo, que había quedado de la espada; irá Israel a su reposo.174

128. Lo segundo: los que volvieron de Babilonia, no volvieron libres, sino del todo sujetos al rey de Babilonia, y a sus ministros, a sus gobernadores, a sus exactores; volvieron cargados del mismo yugo, y arrastrando las mismas cadenas que cargaban en Babilonia, y con que quedaron los que no volvieron, que fue la mayor y máxima parte. Y no obstante, las profecías anuncian, en el nombre del Señor, y prometen a todas las cognaciones de Israel todo lo contrario: cuando quebrantare las cadenas del yuyo de ellos, y los librare de los que los dominan... no le dominarán más los extraños, sino que servirán al Señor su Dios, y a David su rey, al que levantaré para ellos.175

  —87→  

129. Tercero: los que salieron de Babilonia padecieron grandes oposiciones de todos sus vecinos, siéndoles necesario para edificar el templo y la ciudad, trabajar con una mano, y pelear con otra. Después de esto, siempre vivieron entre inquietudes, temores y sobresaltos; siempre tuvieron enemigos terribles, que tal vez intentaron exterminarlos enteramente, y poco les faltó para conseguirlo; y no obstante, los Profetas anuncian, en el nombre del Señor, y prometen a todo Israel todo lo contrario: morarán confiados sin ningún espanto.176

130. Cuarto: los que volvieron de Babilonia, no tuvieron jamás rey propio de la familia de David, pues Zorobabel, que volvió con ellos, ni fue su rey, ni tuvo otro puesto ni otro título que el de mero conductor, y todos sus hijos y descendientes fueron en adelante hombres particulares, de quienes nada se sabe, hasta San José que fue un carpintero, y no obstante, las profecías anuncian, en el nombre del Señor, y prometen a todo Israel todo lo contrario: y será solo un rey que los mande a todos... Y mi siervo David será rey sobre ellos.177

131. Quinto: los que volvieron de Babilonia fueron otra vez arrancados de su patria, y desterrados de nuevo, y esparcidos a todos vientos; en el cual estado perseveran desde Tito, o Adriano, hasta el día presente. Y no obstante, las profecías anuncian, en el nombre del Señor, y prometen a todo Israel todo lo contrario: Y los edificaré, y no los destruiré, y los plantaré, y no los arrancaré; y no removeré jamás a mi pueblo, a los hijos de Israel, de la tierra que les di.

132. Últimamente, los que volvieron de Babilonia fueron algunos individuos del pueblo de Dios, los cuales por estar en Babilonia, no habían dejado de ser pueblo de Dios,   —88→   ni Dios había dejado de ser su Dios; por consiguiente volvieron tan pueblo de Dios como habían ido, sin diferencia alguna sustancial, y no obstante las profecías anuncian, en el nombre del Señor, y prometen a todos los hijos de Israel, como una cosa nueva y singular, que cuando vuelvan serán pueblo de Dios: Y ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. ¿Qué significado real puede tener esta promesa, si sólo se habla de la vuelta de Babilonia? Sabemos de cierto sin sospecha de duda, que Israel desde su infancia, fue siempre constantemente pueblo único de Dios, sin dejar de serlo un solo momento, y que sólo dejó de serlo después de la muerte del Mesías, o después que ya se obstinó en su incredulidad. En este supuesto indubitable, ¿qué cosa más impropia puede imaginarse, ni más inverosímil que una promesa de Dios concebida en estos términos? Cuando volvieron de Babilonia algunos pocos de mi pueblo entonces serán mi pueblo, así estos pocos como todas las cognaciones o familias de Israel, y yo seré su Dios: En aquel tiempo dice el Señor: Seré el Dios de todas las parentelas de Israel, y ellas serán mi pueblo. Semejante promesa supone evidentemente, que cuando se haya de cumplir, se hallará todo Israel en estado de no pueblo de Dios. Sin esto, así la promesa, como su cumplimiento será una implicación o una verdadera insulsez.

133. En suma, consideradas seriamente estas seis observaciones, que acabamos de hacer, parece que podremos ya concluir con plena seguridad, que todas las profecías citadas poco ha, y otras semejantes, que hemos omitido, no pueden mirar a la vuelta de Babilonia, ni a todos los tiempos que precedieron al Mesías; por consiguiente las cosas que en ellas se anuncian y prometen al residuo de Israel, son todas reservadas para otros tiempos que todavía no han llegado, en los cuales se cumplirán plenamente sin faltarles un ápice. Esto es todo lo que por hora pretendemos. Tiempo tenemos, queriéndolo Dios, para explicarnos más.



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