Una tarde (cuando el sol | |
dicen que en el mar se esconde, | |
y se le ponen delante | 75 |
las cabezas de los montes, | |
cuando por aquella raya, | |
que con varios tornasoles | |
divide el cielo y la tierra, | |
y los días y las noches, | 80 |
nubes de púrpura y oro | |
van usurpando colores | |
a las plumas de los aires, | |
y a las ramas de los bosques) | |
iba sola con Finea, | 85 |
amiga Celia, en mi coche, | |
tan sol de mi libertad, | |
cuanto luego fui Faetonte, | |
que nunca verás tan altas | |
las soberbias presunciones, | 90 |
que no las fulminen rayos | |
como a las soberbias torres. | |
Era en la parte del Prado, | |
que igualmente corresponde | |
a esa Fuente, Castellana | 95 |
por la claridad del nombre, | |
que también hay fuentes cultas, | |
que, aunque obscuras, al fin corren | |
como versos y abanillos, | |
quiera el cielo que se logren. | 100 |
Iba Finea cantando | |
en gracia de mis blasones | |
finezas del Conde Enrique | |
(que ya conoces al Conde, | |
y a sus papeles escritos, | 105 |
para que, cuando me toque, | |
como papel de alfileres, | |
tenga papeles de amores) | |
y a mis locas bizarrías, | |
desprecios y disfavores, | 110 |
como si hubiera nacido | |
de las entrañas de un roble, | |
cuando veo un caballero | |
con el semblante conforme | |
al suceso que esperaba. | 115 |
Volvió la cara, y paróse | |
a escuchar quién le seguía | |
pero con pocas razones | |
desnudando las espadas | |
los ferreruelos descogen. | 120 |
El que digo, el pie delante, | |
con el contrario afirmóse, | |
gala y valor, que en mi vida | |
vi hombre tan gentilhombre. | |
No era el otro menos diestro. | 125 |
No te parezca desorden, | |
que siendo mujer te cuente | |
lo que es bien que ellas ignoren | |
que aunque aguja y almohadilla | |
son nuestras mallas y estoques, | 130 |
mujeres celebra el mundo, | |
que han gobernado escuadrones: | |
Semíramis y Cleopatra, | |
poetas e historiadores | |
celebran, y fue Tomiris | 135 |
famosa por todo el orbe. | |
¿No has visto cuando dos juegan, | |
que sin conocerse escoge | |
uno de los dos quien mira, | |
sin que el provecho le importe, | 140 |
y quiere que el otro pierda, | |
sin saber que esto se obre | |
por conformidad de estrellas, | |
que infunden inclinaciones? | |
Pues desa suerte mi alma | 145 |
súbitamente se pone | |
al lado del que juzgaba | |
por más galán y más noble. | |
Alzó el contrario de tajo, | |
a quien mi ahijado embebióle | 150 |
una punta, con que dio | |
en tierra, mas levantóse | |
presto, porque después supe | |
que traía un peto doble | |
de Milán, labrado a prueba | 155 |
del plomo, que muros rompe. | |
Acudieron a este punto, | |
tirándole varios golpes, | |
tres hombres a mi galán, | |
cosa indigna de españoles. | 160 |
Pero dicen entre amigos, | |
que el enemigo perdone, | |
que sólo es vil el que huye, | |
y valiente el que socorre. | |
Con razón, o sin razón, | 165 |
salto de mi coche entonces, | |
quito la espada al cochero, | |
que arrimado a los frisones | |
miraba a pie la pendencia, | |
todo tabaco y bigotes, | 170 |
como si estuviera el necio | |
de la plaza en los balcones | |
y el Conde de Cantillana | |
acuchillando leones: | |
y partiendo al caballero, | 175 |
me pongo de Rodamonte | |
a su lado. ¡Cosa extraña! | |
En fin, hombres de la Corte, | |
pues se volvieron humildes, | |
los que llegaron feroces. | 180 |
Agradecido el galán | |
de dos tan nuevas acciones, | |
comenzó a hablarme, y no pudo, | |
porque de lejos dan voces | |
que la justicia venía, | 185 |
que no hay Santelmo en el tope | |
después de la tempestad, | |
que como una vara asome. | |
Díjele: «En mi coche entrad, | |
que si los caballos corren | 190 |
(porque éstos no son de aquellos | |
que repiten para cofres), | |
presto estaremos en salvo.» | |
Entró el galán y sentóse | |
en la proa, y yo en la popa, | 195 |
como campos fronte a fronte. | |
Viendo que nadie venía | |
templó el cochero el galope, | |
y en la Fuente Castellana | |
para descansar, paróse. | 200 |
Yo siempre que voy al Prado | |
llevo un búcaro, tomóle | |
el cochero, y dionos agua, | |
dile yo una alcorza, y diome | |
las gracias en un requiebro | 205 |
que la mano agradecióle. | |
Con esto le persuadí | |
a que dejando favores, | |
me contase la ocasión | |
de la pendencia, que sobre | 210 |
cosas de amor sospechaba, | |
que hay profetas corazones, | |
pues antes que la dijese, | |
celos me daban temores, | |
que el que ha de matarla, sabe | 215 |
la garza entre mil halcones. | |
En fin, dijo de esta suerte... | |
(Agora a escucharme ponte, | |
para que como él a mí, | |
de mi desdicha te informe): | 220 |
«Yo soy don Juan de Cardona, | |
hijo del señor don Jorge | |
de Cardona, aragonés, | |
y doña Juana de Aponte; | |
nací segundo en mi casa, | 225 |
y así mi padre envióme | |
a Flandes, donde he servido | |
desde los años catorce | |
hasta la edad en que estoy; | |
volvieron informaciones | 230 |
de mis servicios, y cartas | |
de aquel ángel, que coronen | |
los cielos, Infanta de Austria, | |
de divinos resplandores, | |
tía del Rey, que Dios guarde. | 235 |
Pretendí luego en la Corte | |
a guisa de otros soldados; | |
pero entre otras pretensiones | |
de un hábito, vi una tarde | |
con otro de chamelote, | 240 |
un serafín de marfil | |
con toda el alma de bronce: | |
quedé sin ella, seguíla, | |
servíla, y agradecióme | |
la voluntad, retirando | 245 |
todo lo que no es amores. | |
Gasté, empobrecí; mi padre, | |
enojado, descuidóse | |
de mi socorro, y Lucinda | |
(que éste es de esta dama el nombre), | 250 |
desdeñosa, a puros celos | |
me mata viéndome pobre: | |
que no hay finezas que obliguen, | |
ni lágrimas que enamoren.» | |
Cuando esto dijo, quisiera | 255 |
sacar los ojos traidores, | |
que por otra habían llorado. | |
¡Mirad qué envidia tan torpe! | |
Prosiguió que la pendencia | |
fue por ser competidores | 260 |
él y el galán, porque teme | |
que si la obliga, la goce. | |
Finalmente paró el caso | |
en tantas lamentaciones, | |
que sin saber por qué causa, | 265 |
quise arrojarle del coche. | |
Él llorando y yo sin alma | |
llegamos casi a las once | |
a mi posada. Roguéle | |
que me viese, y respondióme, | 270 |
que sería esclavo mío, | |
con mil tiernas sumisiones, | |
y despedido e ingrato | |
a ver su dama partióse. | |
Quedé tan necia que apenas | 275 |
sé por qué, cómo ni dónde | |
amo, envidio, y con los celos | |
temo que loca me torne, | |
porque pienso que es castigo | |
de aquellos tiranos dioses | 280 |
Venus y Amor, de quien hice | |
burla, y los llamé embaidores. | |
Troqué las galas en luto, | |
la libertad en prisiones, | |
la bizarría en descuidos, | 285 |
y en humildad los rigores. | |
Ni voy al Prado ni al río, | |
no hay cosa que no me enoje; | |
a la música soy áspid, | |
veneno a fuentes y flores, | 290 |
soy, no soy, vivo, no vivo, | |
y entre tantas confusiones, | |
ni sé dónde he puesto el alma, | |
ni ella misma me conoce. | |