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1

Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela, N. B. A. E., Madrid, 1925, t. I, página CCXLII. Antes había mencionado ya «las intrigas por todo extremo livianas y celestinescas en que intervienen la doncella Placer-de-mi-vida y la Viuda Reposada» (pág. CCXXXVII). [El subrayado será en adelante siempre nuestro.] Sólo encontraremos descalificaciones de ese tenor, e incluso todavía más iracundas, en sus comentarios a La lozana andaluza o a las comedias Tebaida, Serafina e Hipólita (ibíd. t. III, páginas CLXXII-CCIII).

 

2

Es difícil —y seguramente de poco provecho— mencionar siquiera toda la crítica que se ha vertido sobre la supuesta «inmoralidad» de Tirant lo Blanc. Conformémonos con citar el ejemplo quizás más extremo, expuesto por J. Vaeth, su primer crítico norteamericano: «The character of Tirant is admirable in almost all respects, but in the pursuit of his inmoral desires it is detestable [...]. Possibly these inmoral scenes were intended to have a moral effect. It may have been the purpose of Martorell to disgust the readers with these scenes. Possibly it was a protest against the inmoral conditions that prevailed in his time» (Joseph A. Vaeth, «Tirant lo Blanc»: A Study of its Authorship, Principal Sources and Historical Setting, New York, Columbia Univ. Studies in Romance Philology and Literature, 1918, pág. 17).

 

3

El llamado, desde Clemenín, «pasaje más oscuro del Quijote» ha recibido la atención casi exclusiva, hasta el momento, de al menos 15 artículos. Ofrece el estado de la cuestión y la bibliografía exhaustiva Daniel Eisenberg, «Pero Pérez the Priest and his Comment on Tirant lo Blanch», publicado en MLN, 88 (1973), págs. 321-30 (también recogido en Romances of Chivalry in the Spanish Golden Age, Newark, Delaware, Juan de la Cuesta, 1982, págs. 147-58). Posteriores al trabajo de Eisenberg, añaden nuevos comentarios al pasaje Josep M. Sola-Solé, «El Tirant i el Quixot», Miscel·lània Aramon i Serra, Barcelona, Curial, 1980, vol. I, págs. 543-52; y Edward T. Aylward, Martorell's «Tirant lo Blanch»: A Program for Military an Social Reform in Fifteenth-Century Christendom, Chapel Hill, NCSRLL, Univ. of North Carolina, 1985, págs. 198-200.

 

4

En los estudios celestinescos no ha solido ser mencionada la obra de Martorell y Galba más que como referencia esporádica. Pero tampoco en la bibliografía «tirantesca» pasa de ser la Celestina el clásico de cita obligada, con la excepción de un artículo que dejaría huella en futuras aproximaciones, el de Frank Pierce, «The role of sex in Tirant lo Blanc», Estudis Romànics, 10 (1962), págs. 291-300, donde se habla de la Tragicomedia como «perhaps the closest parallel in time and manner to the Tirant», aunque puntualizando a continuación las diferencias en el tratamiento del conflicto amoroso y en el uso de fórmulas para expresar el mismo.

 

5

Seguiremos las ediciones de Dorothy S. Severin, ed., La Celestina, Madrid, Alianza, 1969, y de Martí de Riquer, ed., Joanot Martorell i Martí Joan de Galba, «Tirant lo Blanc» i altres escrits de Joanot Martorell, Barcelona, Ariel, 1979.

 

6

Ha sido éste un aspecto que destacó suficientemente Mario Vargas Llosa en su Lletra de batalla per «Tirant lo Blanc», Barcelona, Edicions 62, 1969, por lo que no insistiremos en él. El escritor habla de «cráteres activos» (puntos en que se registra una fuerte concentración de vivencias) y analiza dos: el de la aparición de Carmesina y enamoramiento de Tirant (que he tratado en relación con el Auto I de la Celestina en «Paralelismos en los enamoramientos de Calisto y Tirant lo Blanc: los primeros síntomas del "mal del amar"», Celestinesca, vol. XII-ii (otoño 1988), págs. 33-53); y el de las «bodas sordas», que trataremos aquí. El estudio de los libros de caballerías le ha valido al novelista peruano de nutrida fuente de inspiración temática y estructural. Sólo para el caso de Tirant, vid. Frank Dauster, «Pantaleón and Tirant: Points of Contact», Hispanic Review, 48 (1980), págs. 269-85; y Josep Navarro, «Una interpretació hispanoamericana del Tirant lo Blanc» Miscel·lània Aramon i Serra, Barcelona, Curial, 1980, vol. II, págs. 435-44.

 

7

Para Tirant lo Blanc, vid. los estudios de Kathleen McNerney, «Tirant lo Blanc» Revisited. A Critical Study, Detroit, Medieval and Renaissance Monograph Series, 1983; el ya citado de E. T. Aylward, y el mío propio, «Tirant lo Blanc»: evolució i revolta de la narració de cavalleries, València, Institució Alfons el Magnànim, 1983; habría que añadir, más recientes, los artículos de Arthur Terry, «Character and Role in Tirant lo Blanc», en Essays on Narrative Fiction in the Iberian Peninsula in Honour of Frank Pierce, ed. R. B. Tate, Oxford, Dolphin, 1982, págs. 177-95 [tr. como «El paper del personatge al Tirant lo Blanc», L'Espill, 16 (1982), págs. 27-44]; Harriet Goldberg, «Clothing in Tirant lo Blanc: Evidence of «realismo vitalista» or of a New Unreality», Hispanic Review, 52 (1984), págs. 379-92, y Curt Wittlin, «Especulacions psicoanalítiques sobre la sexualitat en el Tirant lo Blanc», Llenqua & Literatura, I (1986), páginas 31-49.

 

8

Martí de Riquer, Intr. a su ed. cit. de Tirant lo Blanc, pág. 89. Opinión mucho más condescendiente, no hay que decirlo, que la de, de nuevo, Menéndez Pelayo, quien veía esas páginas reveladoras de «una especie de "molinosismo" erótico sobremanera repugnante» (Orígenes, pág. CCXLII). Frank Pierce habla de «frank reference to sexual indulgente» («The role», pág. 299), aunque al referirse a otro capítulo (cap. 189) que no trataremos, confiesa que le parece un «striking passage that most modern readers would regard as gross and indecent» (ibid., pág. 295).

 

9

Vid. más extensamente los pasos de esa relación en mi artículo «Paralelismos...

 

10

Vid. más detenidamente el funcionamiento de la estrategia narrativa, en Vargas Llosa, Lletra, págs. 79-87.

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