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La Virgen de las Vacas

Juan Martín Carramolino

Belén Mainer Blanco (ed. lit.)

Hasta este mismo tiempo (1469) vivía retirado en Ávila después de haber gastado los mejores años de su vida en las duras fatigas del servicio militar, el noble avilés y valeroso capitán Juan Núñez Dávila, del cual hace un merecido elogio el cronista Gil González, en el Catálogo de los varones ilustres, naturales de Ávila, dándole estos honrosos dictados, porque en brevísimas palabras dice que empleó su crecido caudal reedificando «las iglesias del convento de religiosos carmelitas (llamada de San Silvestre), la de la Santísima Trinidad, la de Nuestra Señora de la Antigua, y que además fundó la del hoy colegio de San Millán, en que está sepultado, y la de Nuestra Señora de las Vacas». De todas ellas hemos hablado en sus respectivos lugares al formar el artículo descriptivo de la ciudad; pero al dar conocimiento de la última, dijimos que además de conocérsela con el título de «Nuestra Señora de las Vacas», pudiera muy bien llamársela por motivos mucho más recientes y conocidos del pueblo, «Nuestra Señora de la Mariposa», y entonces añadimos que la moderna historia de esta mariposa reclamaba una página más extensa para evitar que por tan simple indicación se nos reputara por unas gentes de incrédulo y poco timorato, y por otras de demasiado timorato y crédulo. Y ahora ha llegado el momento de escribir esa página con todo el carácter imparcial que el asunto exige, dejando en plena libertad el juicio de nuestros lectores. Principio diciendo para que no se burlen de mí los que de despreocupados, y filósofos, y espíritus fuertes presumen, que desde que era jovenzuelo leí con seria meditación cuanto el sabio benedictino Feijoo escribió sobre milagros supuestos, y que hasta hoy, que tengo la cabeza muy blanca, he procurado estudiar de tal manera, que ni las gentes piadosas —31— me desechen por impío ni las libre pensadoras por pacato y nimio. Así, pues, y como la historia de la mariposa es la relación de un hecho, pero de un hecho repetido muchas veces en el presente siglo y los anteriores, de cuya verdad testifican cuantos habitantes cuenta Ávila, y dan razón circunstanciada de él varias personas graves, discretas y sesudas de mi familia o de mi más íntima amistad, como puro hecho le expongo.

Celébrase la festividad de Nuestra Señora de las Vacas el segundo domingo del mes de Mayo de cada año. En las vísperas solemnes se presenta al culto la sagrada imagen en su ermita, y al día siguiente muy de mañana llévasela en procesión a visitar varios conventos de monjas. Desde el de la Encarnación que es el más distante, se la conduce a la parroquia de San Juan, donde se verifica la función, y si la casualidad hace que en este día la procesión de la Virgen se encuentre con el cabildo catedral, que se retira de hacer su estación y fiesta anual a San Segundo de Adaja, donde celebra la octava de este Santo obispo, el cabildo se incorpora a la cofradía y acompaña a la Virgen, haciéndola un donativo desde tiempos muy antiguos, de cuatro fanegas de trigo, dejándola en la parroquia, de la cual terminada la fiesta, es por la tarde devuelta a su ermita. Hasta aquí nada de misterioso ni de singular, lo singular y misterioso es, que no siempre, sino muchos años, suele aparecerse una hermosa mariposa corpulenta, de grandes alas y de muy variados colores, ya durante las vísperas, ya en la mañana de la fiesta en —32— la ermita, ya en el curso de la procesión, y que frecuentemente se posa en el manto de la Virgen, del cual no suele levantarse durante toda la festividad. Este es el hecho que excita en unos la piedad, la curiosidad en otros, y en todos los concurrentes un conocido interés. La reverente tradición explica la presencia de esta mariposa, que todo el mundo confiesa que es mucho mayor y más bella que las que se conocen en el país, como signo de ventura y de bienes temporales, de paz, de abundancia, de salud pública, etc., y no hay persona en Ávila que llamada a deponer sobre la veracidad de todo este relato, no le dé por cierto. Tan antigua es esta creencia que en memoria de la mariposa viva lleva ya la Santa imagen bordada alguna en el manto, como testimonio que nos ha legado perenne uno y otro siglo, y la tristeza y el desconsuelo se apoderan de las gentes cuando no ven que la alegre crisálida viene a participar de la fiesta. Los naturalistas, los filósofos, los racionalistas, expliquen este fenómeno o dejen a la piedad avilesa congratularse con la aparición y constante permanencia, sobre el manto de la Virgen, de esta singular Mariposa.

FUENTE

Martín Carramolino, Juan, Historia de Ávila, su provincia y su obispado, Madrid, Librería Española, 1872-1873 (Imprenta, Fundición y Estereotipia de D. Juan Aguado), tomo III, cap. XVII, pp. 31-32.

Edición: Belén Mainer Blanco.