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Algo semejante ocurre con el poema épico de Francisco de Terrazas, su Nuevo Mundo y Conquista, que también usa Dorantes para argumentar sus quejas. Como nos muestra José Antonio Mazzotti, sin embargo, allí se delata una suerte de contradicción, ya que habría, por un lado, una «fidelidad regalista», pero al mismo tiempo una denuncia de «la histórica injusticia cometida»; -es decir, el abandono de los criollos descendientes de conquistadores- (2000: 149).

 

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Véase también Mignolo 1998: 282 y passim.

 

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Véase nuestra introducción.

 

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Cunnus en Alzieu y otros 1975: 140, 9 y passim.

 

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Hay que ver que tal postura satírica y crítica del poema de Rosas de Oquendo nos recuerda algunas palabras recientes de Stephanie Merrim en torno a la feminización (o inversión sexual) como práctica denigratoria del imaginario cultural: «s the Spanish Empire declined, effeminacy became a scare word invoked to explain its demise. Male writers repeatedly denounced the self-emasculation of their fellow countrymen, their vacating of male values, their abdication of the warring spirit in favor of frivolous pastimes. In 1621, for example, a Fray Juan de Santa María quotes Sallust to the effect that "when a kingdom reaches such a point of moral corruption that men dress like women [...] that the most exquisite delicacies are imported for its tables, and men go to sleep before they are tired [...] then it can be regarded as lost and its empire at an end"» (1999: 41).

 

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Según Alzieu, un sentido figurado muy común de pan es cunnus (1975: 153, n. 13).

 

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La parodia del memorial, como hemos dicho, era tópica. Por ejemplo, en Quevedo, Obras festivas, hay una «Pregmática que este año de 1600 se ordenó», o un «Memorial pidiendo plaza en una academia con las indulgencias concedidas a los devotos de monjas» (Quevedo 1981: 81-90 y 99-105).

 

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Véase Valle y Caviedes 1990: 35-36.

 

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Según Fernando de la Flor, «las cosas de España parecían entonces perdidas, y el rumbo del Estado, siguiendo las metáforas que se pusieron de moda con la derrota inconcebible de la "Invencible", se perdió también, encallando en los sucesivos desastres financieros, diplomáticos y militares que lo aguardaban» (2002: 25). Y añade que los «arbitristas y utópicos» ensayan visiones catastrofistas y milenarismos, «soñando con resoluciones tan drásticas como imposibles» (2002: 39).

 

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Elliott también tiene unas palabras importantes al respecto: «la tarea de defender las Indias de ataques enemigos había recaído tradicionalmente en los encomenderos, de quienes se esperaba que tomaran las armas cuando se divisara una flota en señal de guerra. Pero, como la misma encomienda perdió su eficacia institucional, los encomenderos dejaron de ser una fuerza de defensa eficiente y hacia el siglo XVII la Corona encontró más ventajoso apropiarse de una parte de las rentas de sus encomiendas para mantener un cuerpo de hombres pagados. Aunque de España se traían soldados para servir en las guardias virreinales y para las guarniciones de las fortificaciones costeras, las irregularidades y la falta de idoneidad de estas tropas hicieron que los destacamentos tendieran a estar incompletos y los colonos tomaron conciencia de que, en caso de peligro, había poca esperanza de salvación, a menos que se salvasen ellos mismos. Las milicias urbanas y las levas voluntarias jugaron, por tanto, un papel cada vez más importante en la defensa de las Indias conforme avanzaba el siglo XVII. El virreinato fiel Perú, por ejemplo, respondió al ataque del capitán Morgan al istmo de Panamá en 1668-70 con una movilización general. El fracaso del esquema de Olivares de una Unión de Armas por toda la monarquía había conducido a los colonos de las Indias a desarrollar sus propios mecanismos de defensa» (Bethell 1990: vol. 2, 41).