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«Deus creavit de terra hominem, et secumdum imaginem suam fecit illum... Creavit ex ipso adjutorium simile sibi; Consilium, et linguam, et oculos, et aures, et cor dedit illis excogitandi et disciplina intellectus replevit illos. Creavit illis scientiam spiritus...». Ecclesiasticus 17, 1-6.

 

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Condillac, en su Gramática, había definido el lenguaje de «acción» y le asignó el primer puesto cronológico en la comunicación humana:

«Les gestes, les mouvements du visage et les accens inarticulés, voilá, Monseigneur, les premiers moyens que les hommes ont eus pour se communiquer leurs pensées. Le lang qui se forme avec ees signes, se nomme langage d'action». La Grammaire. J. Barbou, Paris, 1775, pág. 6.



 

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«Escaseando en nuestro suelo la afición a los buenos estudios filosóficos, faltan, como es natural, los buenos libros de enseñanza. Los que conocen el estado actual de la Filosofía en otros países de Europa, lamentan con sobrada razón, la insuficiencia de los tratados que sirven de texto en nuestras universidades y colegios, cuyo menor defecto es el empirismo con que están escritos. En los que pasan por más adelantados, suele enseñarse la Lógica de Condillac, y esto se tiene por gran progreso. Acaso lo fue en su tiempo, mas este tiempo pasó; y la teoría de las sensaciones, tan preconizada en el siglo diez y ocho, como desacreditada en el presente, tiene contra sí los inconvenientes, no compensados con el indisputable mérito de claridad y rigurosa precisión, de ser un sistema falso y de peligrosas trascendencias en moral». Compendio de las lecciones de filosofía que se enseñan en el Colegio de Humanidades de San Felipe Neri de Cádiz. Tomo I. Imp. de la Sociedad de la Revista Médica. Cádiz, 1844, pág. VI.

 

14

Gramática General. Cádiz, 1844, pág. 35.

 

15

Ibídem, pág. 35.

 

16

Podemos comparar estas nociones con las de Port-Royal: «Y eso es lo que propiamente es el verbo: una palabra cuyo uso principal es significar la afirmación; es decir, señalar que el discurso en el cual se emplea esa palabra es el discurso de un hombre que no concibe solamente las cosas, sino que juzga sobre ellas y las afirma. [...] Según esto, se puede decir que el verbo, de suyo, no debería tener en modo alguno otro uso sino el de señalar la unión que hacemos en nuestro espíritu entre los dos términos de una proposición. Pero no hay sino el verbo ser, al que se llama sustantivo, que haya permanecido en esa simplicidad, y aun puede decirse que no ha permanecido propiamente así sino en la tercera persona del presente, est, y en ciertas oportunidades». Grammaire Genérale et Raisonnée, Chez Pierre le Petit, Imprimeur et Libraire du Roy, París, 1660, págs. 49-50.

 

17

Op. cit., pág. 22.

 

18

Ibídem.

 

19

DESTUTT DE TRACY: Gramática General, citada, pág. 27.