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Aún no se ha estudiado con cuidado el léxico total de Lope, pero algunos trabajos van abriendo claridad en la gigantesca selva. Véase LEONTINE SALEMBIEN, Le vocabulaire de Lope de Vega, en Bulletin Hispanique, XXXIV, 1932, págs. 97-127, y XXXV, 1933, págs. 51-69. También S. MONTOTO, Contribución al vocabulario de Lope de Vega, en Boletín de la Real Academia Española, XXVI, 1947, págs. 281-295 y 443-457; XXVIII, 1948, págs. 127-143, 301-318, 463-477, y XXIX, 1949, págs. 135-149, 329-338 Abundan, además, estudios sobre aspectos parciales o locales. Véase R. MENÉNDEZ PIDAL, El lenguaje de Lope de Vega, en El P. Las Casas y Vitoria, Madrid, 1958. (Núm. 1286, colec. Austral.)
32
A. CASTRO, Vida de Lope de Vega, pág. 425.
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Lope tuvo enorme debilidad por el Theatrum poeticum et historicum sive officina Ravisii Textoris, Basilea, 1595, del que había numerosas ediciones, centón que contenía, a manera de moderna enciclopedia, la cultura humanística del tiempo. Para ver la fidelidad con que Lope la manejaba, léanse las observaciones de J. F. MONTESINOS, en su acertada edición de Barladis y Josafat, en Teatro antiguo español, VIII, págs. 241 y siguientes.
También manejaba mucho la Mitología, de COMES (Venecia, 1568), y algún otro más, entre los que destaca la Bibliotheca universalis del enciclopedista suizo KONRAD GESNER (1516-1565).Todo, como se ve, de segunda mano. (Véase también K. VOSSLER, Lope de Vega y su tiempo, pág. 131.)
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R. MENÉNDEZ PIDAL, Poesía popular y tradicional, en El romancero, Madrid, 1927.
35
A. CASTRO, Vida de Lope de Vega, pág. 420.
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Hoy tachamos de artificiales a Lope y a los otros autores de novelas pastoriles, y lo fueron, ciertamente, pero con plena conciencia. Esta artificialidad era de la esencia misma del género. Lope puede comenzar su libro: «Aquí no se describen... sino unos rústicos pastores hablando mal y sintiendo bien, desnudos de artificio y de vestidos...». El autor sabe que a nadie podría engañar con esas palabras, y no se lo propone. En lo sucesivo, ya no encontraremos «rústicos», sino «discretos pastores», hasta de «doctos pastores» se habla, y se leen pasajes tan curiosos como éste: «Los demás pastores que trataban de ciencia y buenas letras iban en la cuadrilla del sabio Benalcio». El trozo, subrayado y comentado por J. F. MONTESINOS, revela perfectamente la andadura interna de lo pastoril. (MONTESINOS, Clásicos castellanos, LXXV, pág. 16.)
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Véase el prólogo de SALVADOR FERNÁNDEZ RAMÍREZ a su edición de Los pastores de Belén, Madrid, Renacimiento, 1930.
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«Lo esencial es la actitud religiosa de que todo arranca. Las creencias se materializan; los símbolos se inscriben en representaciones concretas nunca con mejor motivo que en esta novela, cuyo tema central estaba tan recientemente ligado a costumbres y festividades populares inspiradoras de una dilatada literatura. Lope comparte las creencias de todos y modela las imágenes que la tradición y el arte venían abocetando durante siglos, pero que en el XVII recibieron su última forma, gracias a Murillo, gracias a Lope». (MONTESINOS, Clás. Castellanos, LXXV, 46.)
39
VOSSLER, Lope de Vega y su tiempo, pág. 175.
40
VOSSLER, Lope de Vega y su tiempo, pág 83.