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Los amantes de Teruel

Tirso de Molina



PERSONAJES
 

 
EL EMPERADOR CARLOS QUINTO.
EL INFANTE DON LUIS DE PORTUGAL.
EL DUQUE DE ALBA.
EL MARQUÉS DE MONDÉJAR,   que es Mendoza.
EL MARQUÉS DEL BASTO.
EL PRÍNCIPE DE SALERNO.
DON GONZALO,   caballero.
GARCERÁN,   su criado.
HIPÓLITO DE MARSILLA.
DIEGO DE MARSILLA,   su hijo.
LAÍN,    su lacayo.
DOÑA ISABEL DE SEGURA.
DRUSILA,    su criada.
RUFINO,   padre de doña Isabel.
DON PEDRO,   capitán.
DON JUAN,   capitán.
Un sargento.
Dos marineros.
Tres soldados.
[Un caminante.]
[TAMBOR.]
[MADRINA.]




  —fol. 91r→  

ArribaAbajoJornada I

 

Salen DOÑA ISABEL con manto, y DON GONZALO, y GARCERÁN acompañándola.

 
DOÑA ISABEL
No ha de pasar adelante
vuesamerced.
DON GONZALO
¡Ay crueldad,
ni belleza semejante!
No estiméis mi voluntad
por galán ni por amante,
—fol. 91v→
que sólo es obligación
que debo a vuestra belleza.
DOÑA ISABEL
Yo agradezco la intención,
quedaos aquí.
DON GONZALO
¡Qué belleza,
qué talle, qué discreción!
DOÑA ISABEL
No habéis de pasar de aquí,
o yo no habré de pasar.
DON GONZALO
Yo entiendo que será ansí,
y que pruebo a porfiar
en vano, desde que os vi.
Pretendo sin esperanza,
y aunque es locura porfío,
que es la suerte que me alcanza
mudable siempre al bien mío,
y está mi mal sin mudanza.
Tengo el desdén por regalo,
el olvido por favor,
y ansí a mi desdicha igualo,
pues ansí lo quiere amor.
DOÑA ISABEL
No sé, señor don Gonzalo,
ni entiendo de qué os quejáis.
DON GONZALO
Para más desobligaros,
que no sabéis confesáis,
y vuestros soles avaros
de luz cubrís y eclipsáis
con la nube de ese manto.
DOÑA ISABEL
No os entiendo, quedá a Dios.
DON GONZALO
¿Cómo ansí?
DOÑA ISABEL
No alcanzo tanto.
DON GONZALO
Desdichado soy con vos.
DOÑA ISABEL
¿Quién es hoy dichoso?
DON GONZALO
El que espanto
da a mi altiva pretensión,
el que escurece mis quejas
con más dichosa afición,
el que os cierra las orejas,
y endurece el corazón.
Aquel hechizo que os tiene,
para mi mal encantada,
aquel imán que os detiene
de quien, si sois tan amada,
quizá menos os conviene.
Este es quien es más dichoso
que yo, que loco pretendo
un imposible forzoso.
DOÑA ISABEL
Menos ahora os entiendo.
DON GONZALO
Perdonad, que estoy celoso,
y es locura, y no desprecio,
de los celos que me dais,
porque de cortés me precio.
DOÑA ISABEL
No hay que escucharos, que vais
pasando de loco a necio.
 

(Vase DOÑA ISABEL y el escudero.)

 
DON GONZALO
¿Fuese?
GARCERÁN
Ella te deja.
DON GONZALO
Bueno,
¡hay más notable mujer!
GARCERÁN
Tu necia empresa condeno.
DON GONZALO
Garcerán, ¿qué puedo hacer
si está en el alma el veneno?
De sus ojos, de amor cielos,
bebió el alma, Garcerán,
estos rabiosos desvelos.
GARCERÁN
Triaca, señor, te dan
tus desengaños y celos,
Acábalos de entender.
DON GONZALO
No puedo conmigo más,
que es divina esta mujer.
GARCERÁN
Pues entiende, que jamás
te ha de llegar a querer.
DON GONZALO
¿Por qué?
GARCERÁN
El amor es estrella,
y no la tienes con ella;
demás, que otro dueño amado
en tiempo te ha aventajado,
que tu esperanza atropella.
Este adora, y lo demás
no le agrada, ni da gusto,
ni le ha de agradar jamás,
y ansí contra el hado injusto
—fol. 92r→
porfiar, es por demás.
DON GONZALO
¿Que tanto quiere a Marsilla?
GARCERÁN
Es espanto; es maravilla;
vive con su pensamiento,
que es de su vida el aliento,
y de Aragón, y Castilla,
la más prodigiosa historia
de amor, que vieron jamás.
DON GONZALO
¿Que merezca tanta gloria
un hombre?
GARCERÁN
No muestra más
toda la antigua memoria.
Como desde tierna edad
tan vecinos se han criado,
la amorosa voluntad
ha crecido, y se ha aumentado
en recíproca amistad.
Y así no hay cosa a sus ojos,
que sin él bien le parezca.
DON GONZALO
El amor todo es antojos,
deja tú que yo la ofrezca
más generosos despojos,
y verás que presto veo
este imposible rendido,
que lo demás es rodeo.
GARCERÁN
¿Cómo?
DON GONZALO
A su padre la pido.
GARCERÁN
Y será dichoso empleo.
DON GONZALO
Por galán, no he de hacer nada,
y en tratando casamiento,
verás que mi amor le agrada,
que este es el último intento
de una mujer que es honrada.
Mi riqueza y calidad,
es muy notoria en Teruel,
y digna de su beldad,
 

(Tocan una caja dentro.)

 
¿mas qué atambor es aquel?
[VOZ]

 (Dentro.) 

Hola, adelante marchad;
de mano, en mano a la plaza.
GARCERÁN
Una compañía ha entrado
en Teruel.
DON GONZALO
Ya me amenaza
guerra, como mi cuidado.
GARCERÁN
Ya el amor las paces traza.
DON GONZALO
Vamos, Garcerán, a ver
entrar esta compañía.
GARCERÁN
Dios te la dé en la mujer
que deseas.
DON GONZALO
Si ella es mía,
que albricias has de tener.
GARCERÁN
Luego me las puedes dar,
según lo tengo por cierto,
que el padre te la ha de dar,
por más rico.
DON GONZALO
Será el puerto
del piélago deste mar.
GARCERÁN
Los ojos de la mujer
como dos balazos son,
queriendo esperiencia hacer,
y tras sí a la de afición
le lleva a la del tener.
Hanse visto deste modo
sucesos cada momento,
que amor si en el oro es lodo,
y la afición todo es viento,
y el tener es peso todo,
Apenas verá delante
los tres mil de renta, cuando
perecerá esotro amante.
DON GONZALO
Quiéralo el cielo.
GARCERÁN
Marchando
pasea la calle adelante
la compañía.
DON GONZALO
Salgamos
a encontralla Garcerán.
GARCERÁN
Seguiré sus pasos.
DON GONZALO
Vamos.
DENTRO
Hagan alto.
DON GONZALO
Bravos van.
GARCERÁN
Piensan que los envidiamos.
  —fol. 92v→  
 

(Vanse, y sale DOÑA ISABEL leyendo un papel, y DRUSILA criada.)

 
DOÑA ISABEL
Anoche estuve esperando
que salieses al balcón,
hasta ver el alba, al son
de mis suspiros, llorando.
Y puesto que llegó el día,
como fue sin verte a ti,
para el Sol fue, y para mí,
sombra negra y noche fría.
Sueño, no pudo impedir
el hablarte, dueño amado,
que estando yo desvelado,
fuera ingratitud dormir.
Alguna incomodidad
noche de tus soles fue,
mas hoy pienso que daré
fin a esta dificultad,
y a los peligros de amor,
que hablan a tu padre intento
sobre nuestro casamiento,
porque mi competidor
anda ya muy diligente,
y no es razón llegar tarde;
más que a mí el cielo te guarde,
mi bien, tuyo eternamente.
¿Drusila, qué te parece?
DRUSILA
Que igualmente os adoráis;
ruego al cielo que os veáis
cómo el amor os ofrece.
DOÑA ISABEL
No soy tan dichosa yo,
que viendo el notable estremo
con que nos queremos, temo
que no he de gozarle.
DRUSILA
¿No?
Ríete deso, señora,
no es el hombre y tu mujer,
iguales, pues ¿qué ha de haber
que pueda impedirlo ahora?
DOÑA ISABEL
Y que es mi dicha muy corta.
DRUSILA
Si estás de su parte dél,
ni su padre, ni Teruel,
ni el mundo a estorballo importa.
Si él se hubiera de casar
con tu padre, en ese intento
dudara yo el casamiento,
contigo no hay que dudar.
Es lindo madurativo
para un padre, si es contrario
el Alguacil de un Vicario,
y siempre no ha de estar vivo,
que alguna vez querrá Dios,
y presto será esta vez,
pues es tanta su vejez,
que quedéis libres los dos,
y te dotes de tu mano,
y no que por alambique
le destile este Cacique
de tu avaro padre anciano.
 

(Salen DON GONZALO y RUFINO, viejo.)

 
DON GONZALO
Vengo a recebir merced
de vos.
RUFINO
Señor don Gonzalo,
en amor sé que os igualo;
en el cielo tenga Dios
al señor don Pedro, amén,
que fuimos grandes amigos,
desto son buenos testigos
deudos vuestros, que también
fueron de nuestra cuadrilla
cuando hirvió la sangre nueva,
mas todo el tiempo lo prueba;
era entonces esta villa
otra cosa, ya está todo
perdido, y tan descompuesto,
que es lástima, que la han puesto
años malos deste modo.
Entonces vuesamerced
aún engendrado no estaba,
ni casarse imaginaba
su padre.
DON GONZALO
Tengo a merced
—fol. 93r→
la memoria, y amistad
de mi padre, en cuanto puedo;
pero entended que la heredo
con la misma voluntad.
DOÑA ISABEL
Drusila, ¿no es don Gonzalo
el que con mi padre viene?
DRUSILA
Él es señora.
DOÑA ISABEL
¿Qué tiene
con él?
DRUSILA
No sé.
DOÑA ISABEL
Al mar igualo,
en mil olas de temor,
que al alma vienen, y van,
y sobresaltos me dan,
cada momento mayores;
ay sospechas, ay amor.
DRUSILA
Temer nada es ignorancia.
RUFINO
Si es de espacio, y de importancia.
En mi escritorio es mejor.
 

(Vanse DON GONZALO y RUFINO.)

 
DOÑA ISABEL
Drusila sin que te sientan,
éntrate a escuchar.
DRUSILA
Sí haré,
¿sosegaras, si podré,
sospechas que te amedrentan?
DOÑA ISABEL
Has de decirme verdad.
DRUSILA
Con juramento te doy
la palabra.
DOÑA ISABEL
Ve.
DRUSILA
Ya voy,
qué amor, y qué voluntad.

 (Vase DRUSILA a escuchar.) 

DOÑA ISABEL
Todo es temor, amor, todo es recelos;
pues como puede ser el amor gloria,
si está siempre luchando la memoria
con tantos sobresaltos y desvelos.
Estas penas del alma son sus cielos,
estas guerras y asaltos su vitoria,
y es bien todo este mal, cuando a su historia
no encuaderna capítulo de celos.
Amor en popa voy con mi esperanza,
haciendo espejo tus azules mares,
no trueques en tormenta la bonanza.
No se me negue puerto en que me ampares,
que si el que el alma ha deseado alcanza,
daré perpetuo asiento a tus altares.
 

(Sale DRUSILA.)

 
DRUSILA
Señora.
DOÑA ISABEL
Drusila mía,
¿qué hay de nuevo?
DRUSILA
Yo llegué
a la puerta, y viendo que
nadie entonces me seguía,
para escaparme después,
cuando me hubieran sentido,
puse en la puerta el oído,
y los ojos en los pies.
Y escuché que don Gonzalo
decía: aunque sé señor,
que a vuestra sangre y valor
con el que tengo no igualo,
admitid mi pensamiento,
y aunque aquí más bajo habló,
sólo escuché; aquí acabó
la razón en casamiento.
Y en oyéndola, partí
a darte aviso, señora,
que en esto quedan ahora.
  —fol. 93v→  
DOÑA ISABEL
¡Ay desdichada de mí!,
cierta es mi imaginación,
contra mi gusto es el ruego,
dame tinta y papel luego;
¡qué notable confusión!

 (Saca un bufete pequeño.) 

DRUSILA
En este bufete está.
DOÑA ISABEL
Muestra, mi sospecha es cierta,
Drusila guarda esa puerta,
y avísame desde allá,
con cualquiera seña, cuando
mi padre vuelva, que quiero
a la causa por quien muero
escribir, aviso dando.

 (Vaya escribiendo y hablando.) 

Desta novedad, qué importa
que en nada no se detenga,
y a hablar a mi padre venga
luego, porque no sea corta
mi dicha; darle a un criado
de los que te fías más,
luego, Drusila, podrás
y encomiéndale el cuidado.
DRUSILA
Escribir puedes segura,
pues yo la puerta te guardo.
DOÑA ISABEL
Volando, aun pienso que tardo,
tanto temo a mi ventura.
Ahora cayó un borrón,
parece que es mal agüero,
si hoy no vienes, espero
verme en grande confusión.
Mira si mi padre llega
Drusila.
DRUSILA
Acaba que no,
¿piensas que me duermo yo?
DOÑA ISABEL
Perdóname que estoy ciega.
DRUSILA
Yo estoy viendo desde aquí;
¡qué miedo, y qué voluntad!
DOÑA ISABEL
Qué importa la brevedad;
Dios te guarde más que a mí.
DRUSILA
Tu padre viene.
DOÑA ISABEL
El papel
se me ha de borrar ahora
por esconderle.
DRUSILA
Señora
muéstrale.
DOÑA ISABEL
Podrás en él.
Dar, que; mi padre imagino
que ya nos ve, déjale.
 

(Sale RUFINO y DON GONZALO.)

 
RUFINO
Hablarla intento, antes que
a nada se determine,
Que aunque su no, ni su sí
importa, mi mucho amor
gusta hacerle este favor.
DON GONZALO
Quedaos, no paséis de aquí.
RUFINO
Acompañaros deseo.
DON GONZALO
Jesús, señor, eso no,
que soy ya vuestro hijo yo,
con tan venturoso empleo.
RUFINO
Hacéis de quien sois alarde.
DON GONZALO
No es en mi sangre esto nuevo.
RUFINO
Yo no os pago lo que debo.
DON GONZALO
Guárdeos Dios.
RUFINO
El cielo os guarde.
 

(Vase DON GONZALO.)

 
¿Aquí estabas Isabel?
DOÑA ISABEL
Padre y señor, aquí estoy,
creo que señales doy
de turbada.
RUFINO
¿Qué papel
es ese?
DOÑA ISABEL
Papel, ¿adónde?
RUFINO
¿Ese que escondes detrás?
DOÑA ISABEL
Engañado, padre, estás,
a tu vejez corresponde
Ese antojo.
RUFINO
No fue antojo,
que aún no me ha faltado el ver.
DOÑA ISABEL
Dejarle quiero caer.
RUFINO
Casi me incitas a enojo.
Caer le dejaste al suelo
—fol. 94r→
ahora; álzale Drusila,
que puesto que esta aniquila
mi vista, hasta ahora el cielo
no me la ha disminuïdo
tanto, que un papel no vea;
ah, ruego al cielo que sea
en mi honor.
DOÑA ISABEL
Pierdo el sentido.
RUFINO

 (Lee.) 

Don Gonzalo de Aragón
que mi ingratitud adora
queda con mi padre ahora
en larga conversación.
Tratando mi casamiento,
y de importancia seria,
que no pasase este día
sin decir tu pensamiento
a mi padre, porque yo
me declarase también;
esto importa a nuestro bien,
y el esperar a más, no
que cualquiera remisión,
por un siglo considero,
y si hoy no vienes, espero
verme en grande confusión.
Otra vez te encargo aquí,
si me tienes voluntad,
qué importa la brevedad,
Dios te guarde más que a mí.
¿Este fue antojo de mi poca vista?
Corresponde a mis años este antojo,
o es sombra de la muerte de mis años,
y de mi honor también: ¿qué es esto ingrata?
¿qué libertad es esta?, ¿qué papeles?,
cuando yo más deseo daros gusto,
y buscaros honor, nobleza y oro,
¿hacéis minas de afrenta mi nobleza?
¿Ya las hijas se buscan los maridos,
teniendo esto los padres a su cargo?
¿También me negarás que no es tu letra
esta que estás mirando?
DOÑA ISABEL
No lo niego.
RUFINO
Eso pudieras, por tu afrenta sola,
negarme.
DOÑA ISABEL
Si es verdad, y está en tu mano,
¿cómo puedo negarlo?
RUFINO
Vive el cielo
que estoy, villana, por matarte.
DOÑA ISABEL
Mira,
que yo no he procurado tu deshonra,
ni tu afrenta tampoco.
RUFINO
Bueno es eso
para estar escribiendo estos papeles,
que no será el primero que has escrito.
DOÑA ISABEL
Señor, cuando yo hubiera hecho cosa
que no sea en tu honor, dame la muerte.
RUFINO
¿Y este papel es mi honor?
DOÑA ISABEL
Escucha.
RUFINO
¿Qué disculpa, enemiga, darme puedes?
—fol. 94v→
DOÑA ISABEL
Cuando de mí supieras, que escalaba
tu casa algún amante que tenía,
dándole posesión del alma y cuerpo
en vituperio de la sangre mía,
fuera justa razón que me mataras;
mas en todo el papel que ves escrito
ofensa no has hallado que te mueva
al más pequeño enojo; solamente
por guardarte respeto le escondía,
que todo lo que escribo son señales
de honor y obediencia; yo aborrezco
este hombre que me pide por esposa,
y como el casamiento es una vida,
no es justo convertilla en muerte eterna,
no siendo a gusto propio, porque vienen
muchos inconvenientes deste solo.
Si yo me he de casar, es bien que elija
lo que más de mi gusto le parezca,
no ofendiendo tu honor ni tu nobleza.
Y así escuchando, que este me pedía,
y sabiendo de mí, que en todo cuanto
fuere tu gusto obedecerte tengo,
aunque no fuese al mío, esos renglones
a quien tengo inclinación escribo,
que tiene igual nobleza con mi sangre,
para que me pidiese en casamiento,
que yo no he procurado infamia tuya;
y bien pudiera yo por mí casarme,
si pretendiera darte pesadumbre.
Sólo te advierto, ya que hemos llegado
a que sepas mi intento, que en el mundo
no ha de ser mi marido otro, que el dueño
deste papel que tienes en tus manos,
puesto que eres amado padre mío,
porque el cielo no fuerza al albedrío.

 (Vase DOÑA ISABEL.) 

RUFINO
Estraña libertad, mujer estraña,
¡resolución notable! Que perdido
está el mundo; ya nacen las mujeres
más libres que los hombres; a buen tiempo
—fol. 95r→
de mis padres y abuelos, cuando estaban
las doncellas en casa de sus padres,
sin saberse que estaban en el mundo,
y teniendo treinta años, no trataban
apenas de casallas, y no agora,
que apenas tienen quince, cuando quieren
tratar de casamiento por sus manos.
Drusila ven acá.
DRUSILA
Señor, ¿qué mandas?
RUFINO
¿Sabes tú quién es este venturoso
galán que Isabela quiere? No niegues
la verdad, que por Dios que me lo pagues.
DRUSILA
Temblando estoy, mejor será decírselo
pues él lo ha de saber.
RUFINO
¿No me respondes?
DRUSILA
Señor, yo entiendo que es, si no me engaño,
Marsilla, este galán vecino tuyo.
RUFINO
¿Marsilla?
DRUSILA
Sí señor.
RUFINO
Aunque es muy noble,
es muy pobre Drusila, y ella tiene
tan poco dote, que a seis mil no llegan,
y para sustentarse noblemente,
conforme lo que son, doce son pocos,
buena elección ha hecho, mejor fueran
los que tiene de renta don Gonzalo,
y dejar necedades de aficiones:
gente se ha entrado acá.
 

(Sale LAÍN, lacayo de MARSILLA.)

 
LAÍN
A buen tiempo llego,
que Rufino está aquí.
DRUSILA
Laín es este
criado de Marsilla.
RUFINO
Vendrá a caso
por el papel que le escribía; estaba
por dársele, haciendo un disparate:
¿que se entre aquí con tanta desvergüenza?
LAÍN
Diego Marsilla mi señor os besa
las manos, y licencia pide ahora
para entrar a besarlas.
RUFINO
Decilde;
mas es respuesta descortés, ¿qué importa?
pero mejor será; decilde amigo
que entre muy en buen hora.
LAÍN
El cielo os guarde.

 (Vase LAÍN.) 

RUFINO
Drusila éntrate allá, y a tu señora
—fol. 95v→
no digas con quién quedo.
DRUSILA
Darete gusto,
y cumpla el de Isabel el cielo justo.
 

(Vase DRUSILA, y entra MARSILLA y LAÍN.)

 
MARSILLA
Bésoos las manos.
RUFINO
Bien venido sea
vuesa merced, señor, a aquesta casa:
tome una silla.
MARSILLA
Vuesamerced se asiente.
RUFINO
Sin duda adivinó lo que escribía
Isabel, y ha venido con intento
de poner por efeto su deseo.
MARSILLA
Laín aguarda a fuera.
LAÍN
Fuera aguardo,
y avísame del fin deste suceso,
que si es feliz, como mi amor lo espera,
partiré a las ventanas de tu casa
a poner luminarias y faroles,
y en las que tengo en las narices luego.
MARSILLA
Eres honrado.
LAÍN
Y noble, aunque Gallego.

 (Vase LAÍN.) 

MARSILLA
Buenos respetos Rufino,
de bien nacido, y hidalgo,
me obligan que os importune,
con que procuro obligaros.
Así como abrí los ojos
a los rayos del sol claro,
miré otros soles divinos,
que al Sol del cielo afrentaron.
Era dueño destos soles
un Serafín de alabastro,
que para monstruo del mundo
nació con semblante humano.
Alta inclinación de estrellas,
a mis pensamientos altos
guió a un mismo fin de amor
desde nuestros tiernos años.
Con la costumbre, y los días
se fue este amor aumentando,
que puesto que niño siempre,
crece en sentir los cuidados.
Ya estimando los favores
a pedir celos llegamos
de las pinturas de amor,
sombras que finge el engaño.
Ya conocimos el miedo
de amor, legítimo hermano,
que siempre sus pasos sigue,
y nació con él de un parto.
Este es de naturaleza
cobarde, que imaginando
imposibles, anda siempre
amarillo, y espantado.
Este dijo, que la ausencia
causaba olvido, a quien tantos
amantes han desmentido,
aunque le amparan los vanos.
Pero para que, Rufino,
con circunloquios te canso
de amor, mirando en la nieve
que el sol entierra tus años.
Basta decirte que estoy
de tu hija enamorado,
desde mis años primeros,
su belleza idolatrando.
Con la crianza ha crecido
este amor, y crece tanto,
—fol. 96r→
que sin guardarte respeto
desta manera te hablo.
Hidalgo como tú soy,
tus amigos y criados
mis padres, yo esclavo tuyo,
si amor en años gallardos
tuviste, y sabes lo que es,
un bien un siglo esperando,
que así parecen los días
para el que espera alcanzarlos,
que a doña Isabel, aquella
que es de los cielos retrato,
cuyo nombre solamente
es el cielo de mis daños,
me la des en dulces bodas,
que seis años ha que aguardo
esta segunda Raquel,
por quien he de ser tu esclavo.
Así tu blanca cabeza,
que imita al invierno cano,
abriles de nietos tuyos
remocen con mil abrazos.
Así de su enjambre hermosa,
dulcemente rodeado
estés, mirándote el rostro
en diferentes retratos.
Ansí los goces después
en venturosos estados,
unos por la espada insignes,
otros por letras más altos.

 (Pónese de rodillas.) 

Ansí, finalmente seas
envidia de tus contrarios,
espejo de tus amigos,
y de tu esperanza amparo.
RUFINO
Alzaos del suelo, que son
estremos extraordinarios
esos.
MARSILLA
Primero, Rufino,
me has de dar el sí, y tus manos.
RUFINO
Alzaos, que tan de repente
lo que ha de ser tan pesado,
resolver, no será justo,
dadme, señor, más espacio.
MARSILLA
Está, como siempre suele,
en la remisión el daño,
en la tardanza el peligro,
que hace el tiempo mil agravios.
RUFINO
Yo estimo vuestra persona,
señor, en el mismo grado
que puedo estimar mi hija,
y de quien sois tengo claro
testimonio, y Teruel
estima vuestros pasados
por hidalgos muy notorios,
yo quisiera gusto daros,
por estarme a mí también;
mas solamente reparo.
MARSILLA
¿En qué reparáis?
RUFINO
En ser
vos pobre, y yo no sobrado
para daros a mi hija.
Yo quisiera, el cielo santo
lo sabe, tener que dalla
un muy grande mayorazgo
para casalla con vos,
vuestra persona estimando,
mas fue mi suerte muy corta.
MARSILLA
Si en lo demás os agrado,
y esto solamente impide
que no goce el bien que aguardo,
para que lo que me falta
busque, señaladme un plazo,
que no dejaré del mundo
clima tórrido ni helado,
que para buscar hacienda
no trajine, el mar pasando.
La Fenicia y la desierta
Arabia mediré a pasos,
y quitareles el oro
que roban los Arimascos.
Cerneré, aunque es imposible,
—fol. 96v→
la dorada arena al Xanto,
cuyo cristal fue de Troya
espejo, otro tiempo, claro.
Balajes me dará Egipto,
Ceilán diamantes, el Cairo
girasoles y surias,
crisólitos y topacios,
hacedme este bien.
RUFINO
Esto es justo,
no me conviene negarlo;
pues mira que plazo quieres.
MARSILLA
Dame de espacio dos años.
RUFINO
Yo te doy tres, y tres días,
y este término pasando
casaré mi hija.
MARSILLA
Vivas
mas que el tiempo, siglos largos;
dame tus pies besarelos.
RUFINO
Mejor te daré los brazos,
y al cielo ruego que vuelvas
con salud, y con ducados,
para que te envidien todos,
para que puedas honrarnos,
y para que me des nietos,
de ti, y de Isabel traslados.
Así le podré dar gusto,
que es siempre el querer forzallo,
incitar a una mujer
a pensamientos livianos.
Esto daré por escusa
en respuesta a don Gonzalo,
y pretenderá otra cosa.
MARSILLA
Es posible padre amado,
en cuyo lugar te tengo,
desde hoy quiero bien tan alto,
mis esperanzas anima,
loco de contento parto.
Sol, que eres padre del oro,
y supiste amar a un árbol,
humana mujer primero,
aunque de pecho inhumano,
tus minerales me enseña,
descúbreme los sagrados
lugares de tu tesoro,
para ver el bien que aguardo.
Así de la planta hermosa
que adoras, mires tus rayos
ceñidos, o menos fiera,
te encadene en dulces lazos;
así en la caliente zona
el Antípoda tostado,
ya que por Dios no te adore,
te levante simulacros,
que yo con mi dueño hermoso,
si haces esto, haré que cuando
tú salgas, ella se esconda,
porque resplandezcas tanto.
RUFINO
Los poéticos discursos
deja ahora, hijo, y vamos
a firmar las escrituras
deste concierto.
MARSILLA
Las manos
para besarlas mil veces
me da de nuevo.
RUFINO
¡Qué estraño
amor!, ¡qué amante tan tierno!
MARSILLA
Tiempo, qué veloz, que volando
llevas tras de ti los días,
apresura el vuelo, tanto
que precipites las horas
desde el Oriente al Ocaso,
porque no parezcan siglos,
los que pasaré esperando.
 

(Vanse, y salen DON GONZALO y GARCERÁN.)

 
DON GONZALO
Hoy me ha dado Rufino la palabra
de darme la respuesta.
GARCERÁN
No lo dudes,
tuya será, que un mayorazgo rico
—fol. 97r→
no es para desechar, y aunque ella adore
ese galán, y sea otro Narciso
a tus cosas, no hay cosa como el oro.
Después que se usan galas en el mundo:
el oro es de buen talle, el oro es noble,
el oro es de divino entendimiento,
el oro es más valïente que Alcides;
y para encarecer cualquiera cosa,
dicen que es como un oro.
 

(Tocan cajas.)

 
DON GONZALO
Escucha atento,
la caja vuelven a tocar.
GARCERÁN
Yo pienso
que se querrá partir la compañía,
porque en Teruel no debe de hacer noche.
DON GONZALO
Bando parece que echan, escuchemos,
que ansí la novedad saber podremos.
 

(Salga un TAMBOR, y diga en alta voz.)

 
TAMBOR
Todos los oficiales y soldados
del Capitán don Pedro de Guevara
con sus armas, estén en la bandera
dentro de un cuarto de hora, a lo más largo,
porque hay necesidad de marchar luego;
y el que faltare, pena de dos tratos
de cuerda.
GARCERÁN
Con que vuelven loco a un hombre.
TAMBOR
Mándase apregonar, porque venga
a noticia de todos.

  (Vase.) 

DON GONZALO
Ellos marchan
con esta brevedad, porque sin duda
es menester socorro en la Goleta;
denle al César los cielos la vitoria
que merecen sus hechos y deseos.
 

(Sale MARSILLA, y el Capitán DON PEDRO y LAÍN.)

 
MARSILLA
El señor Capitán merced me hace.
DON PEDRO
Daros, señor, mi mesa con mi escuadra
es servicio pequeño a la nobleza
que tenéis, y al buen talle, y tantas partes
como mostráis, de raro entendimiento;
la bandera os prometo en la primera
ocasión que el Alférez la dejare,
y no parece mal servir primero.
—fol. 97v→
MARSILLA
Bésoos las manos por mercedes tantas,
yo salgo de mi tierra con intento
de no volver, o de volver tan rico
que no haya menester a ningún deudo.
DON PEDRO
La guerra suele hacerlo fácilmente,
pues guarda el enemigo, algunas veces,
para el soldado con avaras manos
la plata y oro.
LAÍN
Yo también os beso
las manos, y os suplico, que mi plaza
la mandéis asentar, y algún amigo
que su mesa me dé, que soy hidalgo
de los Laínez de Galicia antiguos,
que por varón deciendo de Laín Calvo,
y pienso que fue el Cid mi bisagüelo,
mas parentesco tengo con Babieca.
MARSILLA
¿Siempre has de hablar de burlas?
LAÍN
¿Yo de burlas?
De veras hablo ahora, y muy de veras,
Capitán quiero ser, y honrar mi casa.
DON PEDRO
Bien me parecen esos pensamientos,
a parte vamos donde habrá ocasiones
en que mostrar esos gallardos bríos.
LAÍN
Si preguntar se puede, ¿dónde?
DON PEDRO
Al África.
LAÍN
No hay una cepa en toda esa provincia,
mejor fuera la guerra en Ribadavia.
DON GONZALO
Este es el Capitán, y viene hablando
con él Marsilla; así pluviera el cielo,
que fuera con intentos de partirse
de Teruel.
DON PEDRO
Señor apercebíos,
porque he de marchar luego.
MARSILLA
Yo no tengo
más que partir.
DON PEDRO
Pues desa suerte voyme,
si licencia me dais, porque pretendo
que no se ponga el Sol sin que salgamos,
que será menester, a Cartagena
llegar con brevedad.

 (Vase DON PEDRO, Capitán.) 

MARSILLA
Guardeos el cielo.
Laín pártete a casa.
LAÍN
Iré en un vuelo.

 (Vase LAÍN.) 

DON GONZALO
¿Qué novedad es esta?
MARSILLA
Don Gonzalo
—fol. 98r→
voyme a la guerra.
DON GONZALO
¿Qué decís?
MARSILLA
Agora
me podéis ver marchar, que los hidalgos
no es razón que se estén, siendo tan pobres,
en su patria, pudiendo por la guerra
valer.
DON GONZALO
Decís muy bien, que estarse un hombre
como vos en su tierra, sin poderse
traer como quien es, es triste cosa:
pluguiera a Dios que no me detuviera
ese mayorazguillo que mis padres
me dejaron, que a fe que no pisara
tan presto tierra de Aragón
MARSILLA
Mandadme
don Gonzalo, que voy a prevenirme,
porque la Compañía marcha luego.
DON GONZALO
Que a mandarme enviéis, sólo os suplico,
y agora me dejéis en vuestra ausencia
en que pueda serviros.
MARSILLA
Dios os guarde;
que diferente es lo que encierra dentro.
DON GONZALO
Si dejáis en Teruel dama, decidme
quién es, que yo me encargo de guardalla,
y con más cuidado que si fuera mía,
que el Sol no la verá, si es vuestro gusto.
MARSILLA
A estar enamorado, don Gonzalo,
no dejara a Teruel; vuestros deseos,
como es justo, agradezco; adiós que es tarde.
DON GONZALO
Enternecerme hacéis.
MARSILLA
El cielo os guarde.

 (Vase MARSILLA.) 

DON GONZALO
¿Qué te parece, Garcerán, hay hombre
más dichoso que yo? ¿Pudiera darme
más dichas la fortuna? Haz regocijos
que acompañen los míos, que estoy loco
de amor, y gusto juntamente, ¿es sueño?
GARCERÁN
Yo lo miro, señor, y no lo acabo
de creer; vive Dios que eres dichoso.
DON GONZALO
Hoy es tu día, Garcerán, tus dichas
han de lucirse en ti también, pues eres
el secretario de mis bienes todos.
Ponte, en llegando a casa, aquel vestido
de oro y azul y esta cadena encima.
GARCERÁN
Vivas más años que quilates tiene.
 

(Sale RUFINO.)

 
  —fol. 98v→  
RUFINO
Aquí está Gonzalo.
DON GONZALO
¡Señor mío!
vuestras manos me dad.
RUFINO
Jesús, las vuestras
besaré yo mil veces.
DON GONZALO
¿Qué hay de nuevo
en mi dicha, señor?
RUFINO
Que yo quisiera
serviros, dando gusto, mas el cielo
guía las cosas por diversas partes.
DON GONZALO
Qué es esto, que desdicha me previene
la fortuna?
RUFINO
Señor, todos los padres
estamos obligados en conciencia,
cuando hay inconvenientes estorballos;
mi hija tiene inclinación notable
a un hidalgo, de suerte, que imagino
que es imposible cosa dé la mano
a otro dueño ninguno, porque ha sido
este amor en los años aumentado.
Supe la intención dellos, pareciome
que siendo igual en calidad, que estaba
obligado a no hacer cosa al contrario,
no fuera causa de desdichas nuevas.
La falta que tenía era ser pobre,
pidiome de tres años y tres días
plazo para volver, de suerte puesto,
que a mi hija pudiese yo entregalle;
yo se la concedí, haciendo luego
las escrituras, de Teruel se parte,
esto ha sido forzoso, y esto ha sido
la respuesta que os doy resueltamente,
perdonadme, y mandadme juntamente.

  (Vase RUFINO.) 

DON GONZALO
¿Pudiera ser la fortuna
más contraria a mi esperanza,
el amor más enemigo,
ni una mujer más ingrata?
Cuando favorables nuevas
en mi fortuna esperaba,
deshecha tormenta corro,
del olvido por las aguas.
Que presto que muda el tiempo
las venturas en desgracias,
en pesares los placeres,
y en tormentas las bonanzas.
Que tirano dueño mío,
que así aborreces un alma,
si tus olvidos me yelan,
celos furiosos me abrasan.
¿Qué haré Garcerán, que haré?
Loco estoy.
GARCERÁN
Señor aguarda,
que haya ausencia, y en la ausencia
hace el tiempo mil mudanzas.
DON GONZALO
Mi enemigo va a la guerra,
—fol. 99r→
y mayor guerra amenaza
al muro de mis sentidos.
 

(Tocan cajas.)

 
GARCERÁN
Ya me parece que marchan.
DON GONZALO
A verle salir, sin duda
saldrá mi ingrata adorada.
GARCERÁN
Sin duda que lo adivinas,
que han abierto la ventana.
DON GONZALO
Ya sale doña Isabel
como cuando sale el Alba
a dar avisos del día
entre arreboles de nácar.
¿Qué haré?
GARCERÁN
Vámonos de aquí,
no estés con tantas ventajas
envidiando ajenas dichas.
DON GONZALO
Déjame ver lo que pasa,
que el amor gusta mirar
sus afrentas.
 

(Salen a lo alto DOÑA ISABEL y DRUSILA.)

 
DOÑA ISABEL
Con estraña
brevedad se determina.
DRUSILA
Todo esto al tiempo adelanta,
y tres años pasan presto;
tu padre dio muestras claras
del grande amor que te tiene,
y él del amor que le abrasa.
DOÑA ISABEL
Lleno de gusto, y de risa,
con amorosas palabras
llegó, dándome las nuevas
aunque fue pensión muy cara
esta ausencia.
DRUSILA
Ya parece
que la compañía marcha.
 

(Tocan cajas, y salgan soldados marchando, y MARSILLA detrás, y LAÍN andando gracioso.)

 
DOÑA ISABEL
Y a mi soldado, Drusila,
con la soldadesca gala,
al Sol hace competencia.
DRUSILA
A verte los ojos alza.
DON GONZALO
Con las lenguas del amor,
que son los ojos, se hablan
Garcerán, y al parecer
están rindiendo las almas;
de olvido, y de celos muero.
DOÑA ISABEL
Tenme, Drusila, que es vana
la resistencia que he hecho,
viendo que el bien se me aparta.

 (Desmáyase DOÑA ISABEL.) 

DRUSILA
Disimula.
DOÑA ISABEL
¿Cómo puedo?
DON GONZALO
Desmayose en la ventana
con el mucho sentimiento,
y él dándome envidia marcha.
 

(Pasan todos, y queda LAÍN.)

 
LAÍN
Adiós, Drusila, que voy
a la guerra por tu causa,
de adonde pienso volver
si el cielo santo me aguarda,
como pueda ser tu esposo;
y en tanto que mi esperanza
vive, a pesar de envidiosos,
verás como te regala
Laín.
DRUSILA
Guárdente los cielos.
LAÍN
En cecina, y empanadas
has de tener aquí Moros
dos días por la semana;
pero acuérdate de mí,
porque no quisiera ingrata
estar en África yo,
y ser tú la renegada.
 

(Sale el SARGENTO.)

 
SARGENTO
Marchad soldado, ¿qué es esto?
LAÍN
El señor Sargento manda
que marche, adiós; de llorar
llevo el alma con lagañas.
 

(Vanse LAÍN y el SARGENTO.)

 
DRUSILA
Señora, señora mía
vuelve en ti.
—fol. 99v→
DOÑA ISABEL
Drusila amada,
¿mi dulce soldado fuese?
DRUSILA
Ya ha pasado de la plaza
la compañía.
DON GONZALO
Ya ha vuelto
del desmayo, y mi esperanza
desmaya de nuevo ahora.
DOÑA ISABEL
Ruego a Dios dueño del alma,
que cuando en África pongas
el pie, de las lunas blancas
seas asombro, y que vuelvas
vitorioso y rico a España.
DON GONZALO
Ruego a Dios fiero enemigo,
que no te suceda nada,
que en tu desdicha no sea
pues que dé celos me matas.
DOÑA ISABEL
Ruego a Dios, que el mar soberbio
pases al África en calma,
y a la quilla de tu leño
se humillen los montes de agua.
DON GONZALO
Ruego a Dios, que el mar te anegue
antes de tocar la playa
del África, viendo a un tiempo
sus olas azules cavas.
DOÑA ISABEL
Ruego a Dios, que des al César,
en la primera batalla,
la vitoria que desea,
a pesar de África, y Asia.
DON GONZALO
Ruego a Dios, que el corazón
te pase morisca lanza
de izquierdo Alarbe jinete
de un bote, por las espaldas.
DOÑA ISABEL
Ruego a Dios, que te corones
de laurel, y de alabanzas,
y para decir tus hechos
no tenga lenguas la fama.
DON GONZALO
Ruego a Dios que si volvieres
rico y vitorioso a España,
en brazos de tu enemigo
halles gozando a tu dama.
DOÑA ISABEL
Ruego a Dios, que vuele el tiempo
de mi deseo en las alas.
DON GONZALO
Ruego a Dios, que nunca veas
el día del bien que aguardas.

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