Éste era Francisco de Terrazas, mayordomo de Cortés, hombre de juicio, testigo presencial y recomendado por el señor Zurita de veraz. (N. del A.)
«Conversación tercera», tomo 2, páginas 36 y 37. (N. del A.)
O sea copo de algodón. (N. del A.)
Chimalpain, capítulo 43, página 75, tomo 1. (N. del A.)
Bartelemy, tomo 3, página 78. (N. del A.)
Genio del cristianismo, tomo 1, página 105. (N. del A.)
El señor don Agustín de Iturbide. (N. del A.)
Suplemento a la Gaceta de Literatura, tomo 2, reimpresión de Puebla. (N. del A.)
Tengo a la mano manuscrita la relación del viaje que hizo el señor barón Gros, secretario de la Legación francesa; el señor barón Defaudis, ministro de Francia; los señores Gerolde y Ribevio, cónsul general y encargado de negocios del Brasil, y otros señores que reconocieron esta fortificación y sacaron vistas de ella juntamente con unos comisionados que agregó el Supremo Gobierno en marzo de 1835. Asimismo tengo a la vista el reconocimiento hecho de la famosa Caverna de Cacahuamilpa que existe por aquel rumbo. Espero que esta relación se publique en México por separado cuando se haya rectificado su traducción del francés. La del padre Alzate está comprobada y le hará honor en todos tiempos, no obstante las nuevas observaciones que se le han hecho y que él no pudo verificar; pues no es lo mismo viajar como particular que expedicionar una compañía de personajes ilustres provista de todo cuanto necesitaba y altamente protegida por el Gobierno, como no lo estaba aquel pobre eclesiástico, sino por el contrario, perseguido. El Gobierno español no vio de buen ojo su relación, como nada de lo que podía exaltar la gloria del antiguo imperio de Moctheuzoma. Era un Gobierno ruin, receloso, suspicaz, empeñado en mantener a este pueblo en la estupidez e ignorancia, pretendiendo hacerle creer que si era algo, y algo valía, todo era debido a la dominación castellana. Sé, a no dudarlo, las contestaciones odiosas que el padre Alzate tuvo con el Conde de Revilla Gigedo a consecuencia de este viaje, y reclamaciones que hizo, como buen americano, sobre la mala nivelación de México, empedrados y otros objetos públicos, pues preveía lo que hoy lloramos, principalmente con respecto al cerramiento de las acequias y limpia de ellas. Como escritor público apuró el cáliz de la tribulación el padre Alzate; y aunque sus perseguidores lo veían en la indigencia, y precisado a vender sus libros y máquinas en que invirtió el patrimonio de su padre para ser útil a los mexicanos, y los vendía para comer sobriamente, no cesaron de mortificarlo, pretendiendo que pasase por un loco extravagante cuando su pluma era el órgano de la cordura, y la que levantó el pendón de la reforma y buen gusto en la enseñanza de las ciencias. El que esto escribe está cierto de cuanto dice y se lisonjea de haberse honrado con su amistad, no menos que de tributarle hoy un homenaje de gratitud por sus afanes consagrados al bienestar de sus compatriotas. No se le trató así en Europa, pues la Academia de las Ciencias de París le honró con el título de Socio Correspondiente suyo... En él se cumplió perfectamente el epígrafe de sus obras: Aurum alios capiat, merces mihi gratia vestra.
Era la cárcel, sobre cuya puerta estaban las armas del imperio, porque la justicia se administraba por el Emperador y en su nombre. (N. del A.)