Este recuerdo le hizo Alejandro a Abdalomino cuando le hizo rey de Sidón, quitándole la azada de las manos con que cultivaba el campo y con cuyos productos se mantenía. (N. del A.)

A pesar de que los extranjeros para destruir las fábricas de Querétaro daban el paño y bayetón baratísimos que no podían competir en precio en el mercado, ellas subsistieron; pero una sola palabra las derribó... ¿Cuál fue? Ésta: expulsión de españoles. No la olvidemos. (N. del A.)

A un pobre escritor que se ha fatigado en vano en la tribuna del Congreso General demostrando estas verdades y que ha derramado copiosas lágrimas al trazar el cuadro de desdichas que aquejan a su nación, no le queda más recurso que venir estos pensamientos sobre el papel... quizá llegará un día que leyéndose por quienes puedan remediar estos males se decidan a ello arrostrando gravísimas dificultades. Alguno que opine de diversa manera, dirá movido de compasión: «¡Oh!, éste era un tonto, pero un hombre bien intencionado, perdonémosle sus defectos por sus buenos deseos». Sí, lector mío, perdón te pido de mis necedades y sólo te suplico que ames a tu patria tanto como yo la he amado. Sácala como puedas de la miseria en que hoy yace. (N. del A.)

Década 2.ª, libro 8, página 206, tomo 1. (N. del A.)

Entiéndase esto en Texcoco, no en México, en los días de Moctheuzoma, como hemos dicho. (N. del A.)

Nemini duplici onere gravetur. (N. del A.)

A esto llaman copinar. (N. del A.)

Principalmente para los tlaxcaltecas, que por la guerra con los mexicanos se privaron de ella por mucho tiempo. (N. del A.)

Este artificio se ha perdido hoy. (N. del A.)

Con la sangre del murice o caracol de que era la púrpura de los césares. (N. del A.)