Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Mariano Picón Salas: el narrador, el ensayista y los caminos de la Historia

Gregory Zambrano





La formación intelectual de Mariano Picón-Salas (1901-1965) transitó fundamentalmente por dos caminos que se entrecruzaban y desde distintas perspectivas se complementaban. Ambos son el anverso y el reverso de una misma moneda. Por un lado el ensayista y por otro el narrador. Entre esas dos formas de asumir la expresión creativa media la preocupación por el conocimiento, la sistematización y sobre todo la comprensión del hecho histórico. A su formación como pedagogo en Chile va unida, como campo de indagación y búsquedas, la historia: la de su país, la del continente, la de la cultura occidental. Y a esa preocupación obedecen algunos de sus primeros libros: Hispano-América, posición crítica (1931), Intuición de Chile y otros ensayos en busca de una conciencia histórica (1935), Preguntas a Europa (1937); esta indagación alcanza sus mejores niveles en De la conquista a la independencia (1944), Comprensión de Venezuela (1949) y Dependencia e independencia en la historia hispanoamericana (1952). Pero también en la narrativa esa orientación por los caminos de la historia, con distintos lenguajes y nuevos signos, se percibe como un referente constante en casi todos sus relatos y novelas, desde Buscando el camino (1920) hasta Los tratos de la noche (1955), pasando por Odisea de Tierra Firme (1931), Registro de huéspedes (1934), y Viaje al amanecer (1943).

Entre esas preocupaciones de Picón-Salas expresadas en su narrativa está principalmente la Historia de Venezuela asumida como una especie de proyección, desde el pasado hacia el presente. En su recorrido no pierde de vista la singularidad de un proceso que no era único con respecto a muchos otros países en constantes crisis. En el prólogo que escribió para su Comprensión de Venezuela, señaló:

Los países como las personas sólo prueban su valor y significación en contacto, contraste y analogía con los demás. Por ese anhelo de que lo «venezolano» se entienda y se defina dentro de las corrientes y las formas históricas universales; por esa responsabilidad que a veces insurge contra tantos mitos y prejuicios, ya recogí bastantes molestias en mi carrera de escritor1.



Entre las constantes de su escritura, la asunción de lo histórico se convierte en un juego ambiguo que el narrador introduce en la literatura; es decir, no existe una intención de hacer historia como relato veraz de los hechos pasados, sino convertir a ésta en un correlato de la ficción. Pero, partiendo desde una perspectiva amplia y abarcante, nos preguntamos, con María Fernanda Palacios, «¿Qué entendía Mariano Picón Salas por historia? Si algo caracteriza sus trabajos es el haber buscado elaborar una visión en lugar de contentarse con acumular y ordenar informaciones; no se limitó a describir bidimensionalmente los hechos sino que introdujo una perspectiva donde éstos adquieren un relieve, una resonancia y unas conexiones actuales. Separándose así de cierta posición positivista, Picón Salas ofrece una historia que ha perdido la inmovilidad del documento para alcanzar la movilidad y la intensidad de un cuerpo que nos mira»2.

En relación con su narrativa, la visión de la Historia que tiene el escritor y que transparenta en la perspectiva de algunos de sus personajes o en la atmósfera de reflexión que construyen sus narradores, está marcada siempre por una visión hacia el pasado y una confrontación de su presente. El futuro es anhelado pero, a veces, sin demasiadas esperanzas. Es en mucho escéptico, pero no por ello se le podría poner la etiqueta, que sería injusta por demás, de reaccionario como algunas tendencias reduccionistas lo afirman. Ejemplo de esas lecturas que utilizan la parte por el todo para hacer conclusiones ligeras es el de Sylvia Molloy quien interpreta la perspectiva histórica de Viaje al amanecer solamente como un apego estático al pasado -y lo asocia con Miguel Cané- para decir de ambos: «Ataviados con las seductoras vestiduras de lo singular, de lo pasado de moda, protegidos de las intromisiones de la historia y desafiando todo cambio, los relatos de infancia de Cané y Picón Salas pueden leerse como credos ideológicos»3. Intentemos un repaso. En Regreso de tres mundos, escribió: «La Historia no es sino el incalculable impacto de las circunstancias sobre las utopías y los sueños»4. Y eso tiene que ver con su concepción procesual de la Historia, leída no sólo en lo fáctico per se sino en las relaciones de causa-efecto, sobre todo el impacto que esos hechos han producido en el hombre y su cultura. La lectura de la historia se produce como un proceso de develamiento de signos que yacen en el pasado.

La percepción de ese cuerpo como otredad convoca a un desciframiento que se torna también significación, es decir, cuerpo vivo donde se leen los signos del pasado para reanimarlos; luego ese acto se convierte en escritura; el pasado es cuerpo leído y escrito5. Esa idea vale no sólo para el tratamiento que le da a lo histórico en su obra narrativa, sino a su concepción global y amplia, que está desparramada en otros de sus muchos ensayos de tema histórico, principalmente, de la Historia de la América Hispana como conjunto y unidad, así como en su perspectiva procesual: «los "procesos" no existen de antemano, no están dados de una vez por todas en la simple relación de los hechos, sino que necesitan una visión que los configure y una escritura que los teja»6. Esta preocupación está bastante marcada por la época pues ocupa buena parte de la obra de otros pensadores desde segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX; es decir, desde Bello, Sarmiento y Martí, hasta Rodó, González Prada, Mariátegui, Vasconcelos, y Henríquez Ureña, entre otros7.

Sobre la visión de la Historia en Picón-Salas, escribió Arturo Úslar Pietri: «El pasado es el preludio que hay que oír y entender y sentir para seguir el hilo de la sinfonía de la historia. A esa historia inerte de hombres, de hechos y de fechas, a esa cronología plana, sin profundidad y sin perspectiva, que está en los tratados académicos, él se esfuerza en sustituir el redescubrimiento de la sensibilidad y de los valores de esos trescientos años en que la América Hispana se fue haciendo en el cruce mental y carnal de españoles, indios y negros»8.

Desde el punto de vista conceptual y apegado al aprovechamiento de las teorías de Hegel, Picón-Salas recupera algunos señalamientos del filósofo alemán, por un lado para discutir de manera implícita el movimiento de la Historia, de tal manera que al cuestionar aspectos de ella, o negarlos, al mismo tiempo los asimila. Esto se pone de manifiesto en la propuesta expositiva, evidente más en su ensayística y en su Regreso de tres mundos, donde, entre otras muchas correspondencias, hay la superación -o anulación- del insistente «yo autobiográfico» de su obra de ficción para centrarse en una propuesta más colectiva amparada en el «nosotros» de toda una generación.

La percepción de la Historia muestra una serie de transformaciones que se reflejan en el «yo» discursivo. La presencia de una primera persona insistente, reclama su lugar en el mundo y abstrae los acontecimientos como si estos fueran válidos tanto para él como para el resto de la humanidad. En distintas direcciones el pensamiento hegeliano subyace; no me detendré en los aspectos puntuales de correspondencia sino que me limitaré a ir señalando algunas convergencias. Sobre este aspecto Hegel señaló: «La sustancia del espíritu es la libertad. Su fin en el proceso histórico queda indicado con esto: es la libertad del sujeto; es que este tenga su conciencia moral y su moralidad, que se proponga fines universales y los haga valer; que el sujeto tenga un valor infinito y llegue a la conciencia de este extremo. Este fin sustantivo del espíritu universal se alcanza mediante la libertad de cada uno»9. Tal perspectiva de enunciación cede la voz en primera persona, presente en textos como Buscando el camino, Mundo imaginario y Viaje al amanecer, hasta alcanzar una especie de amplitud envolvente que va proyectada, en el plano discursivo, hacia lo colectivo. Eso indica no sólo una transformación del sujeto que se autorrepresenta en el discurso sino un cambio de percepción de lo histórico, una especie de nueva conciencia ante la materia histórica. En su «Pequeña confesión a la sordina» escribió:

Lo primero que tuve que suprimir en este proceso de simplificación y resignada conquista de la modestia fue el abuso del «yo». Mis páginas de los veinte y los treinta años estaban casi todas escritas en primera persona. Semejante yoísmo no es sino la ilusión de que las cosas que a uno le acontecen son excepcionales y que solo uno puede expresarlas con su más entrañable autenticidad10.



Producto de esa negación es también el hecho de no querer recuperar su obra anterior a 1933, ya aludida en relación con sus Obras selectas, pero eso, si bien es cierto, está revelando una ruptura con un orden de expresión, también está revelando, junto con la censura, una valoración. Esto, que resulta paradójico, tiene su razón de ser en que en esa etapa negada están germinalmente representados los elementos que serán parte sustancial de sus obsesiones en su etapa de madurez: el recuento de la memoria, el pasado en sí; pero sin dejar de reconocer que también hay una explicitación del aspecto discursivo -«lo pedante», «lo verboso»- que descansa en lo personalista del yo. Esto luego se va a transformar hacia la búsqueda de un sujeto más abarcante, es decir, colectivo. En sus Lecciones... Hegel retoma y desarrolla la idea kantiana de que «la historia filosófica debe interesarse por una unidad mayor que los individuos, y siguiendo a Herder, identifica esa unidad con los diferentes pueblos o naciones»11. En su ensayo «Profecía de la palabra», Picón-Salas escribió una reflexión que se convertiría en norte de su obra de madurez: «El conjunto, más que el individuo aislado, ocupa el primer plano de nuestras reflexiones. No es que se renuncie a lo personal, sino más bien que más allá de las vestiduras locales, de los disfraces de región y de época, queremos llegar a lo antropológico»12.

Sin embargo hay que advertir que el punto donde Picón-Salas deja a su protagonista al emprender su viaje al amanecer, simbólicamente, es el deslinde de la infancia y la adolescencia; pero muchos años después, en Regreso de tres mundos, la historia continúa o parte desde la adolescencia hacia la madurez. Entre estas dos obras hay un proceso de continuidad, que es más remitido hacia lo cronológico que hacia lo lingüístico o estilístico. Porque Viaje al amanecer, puede ser leído como una novela, o como una autobiografía, pero esto no ocurre con Regreso..., que en ese sentido es más monológico. Obviamente el tratamiento de la situación vital ha cambiado en esencia, no solamente el hombre que escribe sino el cómo reescribe. Desde el yo nostálgico que se refugia en la memoria para al mismo tiempo fijarla mediante la escritura, hasta la visión del hombre que se asume como voz colectiva de su generación en Regreso de tres mundos13. Este aspecto da pie para la comprensión del funcionamiento temporal en las obras superpuestas como continuidad, esto tiene que ver con el manejo de la temporalidad en Viaje al amanecer y en Regreso de tres mundos, las más ampliamente señaladas como autobiográficas. En la primera, el tiempo que busca hacia el pasado, se ha quedado estático en la memoria y, especialmente, en los objetos y las fechas -aunque son relativamente pocas, son significativas pues fijan hitos verificables- que lo hacen percibir. Por el contrario, en la segunda, la percepción del tiempo tiene que ver más con la idea de devenir, así mismo con la idea de que lo histórico es una forma de apreciar el mejoramiento y la superación personal14.

Picón-Salas concibe un tiempo mayor, envolvente, que es el tiempo histórico propiamente dicho, que no pierde de vista en ningún momento, ni siquiera cuando transita el tiempo de la pequeña historia, es decir, la íntima, personal; por ello es frecuente su oscilación en su discurso autobiográfico, desde lo individual hasta lo colectivo, revelando cambios, conflictos, crisis. Por esta razón sus reflexiones abarcan el discurso ficcional, el autobiográfico y se desplazan a una cobertura mucho mayor que se concreta en estudios de tipo histórico sobre Venezuela, sobre Hispanoamérica, y también sobre la historia europea15.

Con esas aproximaciones que demuestran una cuidadosa investigación y más aún, que revelan una toma de conciencia histórica, la voz que se autorrepresenta en el discurso autobiográfico se modifica, trasciende o se anula, es decir, pasa a redimensionar lo histórico mediante un distanciamiento. Eso es lo que se manifiesta como cambio discursivo principalmente entre sus dos autobiografías, Viaje al amanecer y Regreso de tres mundos, donde, como advertimos, no hay una continuidad temática ni estilística, sino la puesta en escena de modos distintos de observación y concepción del mundo, mediada de seguro por la distancia cronológica que otorga la madurez, la hondura y sentido crítico al individuo. Incluso, en ese aspecto formal difiere la ubicación de las pautas cronológicas, que en Viaje son más evidentes que en Regreso de tres mundos donde las etapas que se suceden más que cronológicas son psicológicas.

No es exagerado considerar a este libro como un documento de interpretación pesimista de la historia, tamizado por la experiencia personal del autor. Cuando Picón-Salas escribe esta obra ya es un hombre maduro, con un buen fardo de vivencias y publicaciones a cuestas, ha visto de cerca hechos decisivos de la historia de este siglo, las dos guerras mundiales, la guerra civil española, las transformaciones sociales, espaciales y políticas de su país. Lejos se encuentra la euforia con que le expresaba a Rómulo Betancourt sus planes para el futuro inmediato: «Estamos en nuestros mejores años y nos corresponde empeñosamente plasmar el Porvenir»16. Su yo, conscientemente utilizado para relatar una historia personal, se ha ido modificando ya en esta etapa de su vida; su discurso pasa del individualismo testimonial a un nosotros colectivo que se sintoniza con la historia de Venezuela, de Hispanoamérica: «el cambio moral de nuestros pueblos no se logra con aislados gestos individuales. Es inmensa y tranquila obra de educación para levantar sobre la crueldad, el atropello y la demasía -tan frecuentes en nuestro turbio proceso histórico- otros valores de convivencia y tolerancia»17. Ya el discurso de sus últimos años no aparece enmascarado ni desdoblado, ya no hay ficción, no hay novela después de 1955. El camino que recorrió los últimos diez años de su vida estuvo marcado más por el discurso reflexivo transmitido en sus ensayos de orientación americanista.

Para Picón-Salas los hechos del pasado son un sustrato vivo al cual hay que recurrir, tal como lo concebía Unamuno: «Todo cuanto se repita que hay que buscar la tradición eterna en el presente, que es intrahistórica más bien que histórica, que la historia del pasado sólo sirve en cuanto nos llega a la revelación del presente, todo será poco»18. La tesis de su obra es en mucho la recuperación de esa historia; al traerla al presente, de alguna manera, está trayendo a discusión la posibilidad de que muchos de los problemas del presente fueran resultado de los acontecimientos del pasado. En la «Explicación inicial» a su Formación y proceso de la literatura venezolana señaló: «Al escribir una Historia literaria, el autor no puede olvidarse de los reclamos y la pasión de su tiempo. La Historia [...] no es sino la proyección o la interrogación en el pasado de los problemas que nos inquietan en el presente»19. Esta dialéctica que es tesis y a veces antítesis, llega por el camino de la confrontación a ser síntesis pues proyecta su pensamiento hacia un futuro que ya está parcialmente incluido en ese presente. Ahí también va intercalando la dialéctica hegeliana en su discurso y cosmovisión histórica: «La Historia no puede interpretarse sólo como antítesis, como alternancia de gloria y miseria, de premio o de castigo. El hecho histórico tiene una vibración infinitamente más amplia que la que impone nuestro subjetivismo romántico»20.

La historia del presente es el resultado de un largo pasado. Si vemos cómo la historia es un correlato de su obra de ficción, vemos también que en ellas están marcados los hitos de ese tránsito histórico21. De allí su carácter nacional, detallado, implícito a veces, otras veces explícito, pero siempre ligado a hechos que sucedieron y que pueden ser verificados.

El pasado que reconstruye Picón-Salas en su narrativa se nutre de tradiciones culturales diversas, de oralidad, costumbres, ideologías que van en un mismo plano de importancia junto a lo táctico en sí; y todo ello es una sumatoria de identidades que definen en mucho los rasgos culturales de Venezuela. En esa síntesis hay un intento de objetivación aun cuando el tono discursivo sea en mucho íntimo o implícito:

Picón-Salas tuvo siempre un sentido muy claro de nuestra historicidad, que no confundió con el historicismo imperioso. No somos seres adánicos ni prepotentes o nuevos demiurgos que van a abolir la Historia; seres relativos y frágiles, pertenecemos a una época y a una civilización que también son mortales o, a lo sumo, no son más que la continuidad de otras. Pero nunca accedió a reconocerle a la Historia una prepotencia sobre el individuo; mucho menos en los países latinoamericanos, donde la individualidad todavía no ha logrado encontrar la verdadera fuerza con que la conciencia se opone a los árbitros infamantes del Poder; ¿no es lo que prueba el creciente renacimiento de nuestros militarismos? Por ello libró siempre su combate contra todo determinismo en la Historia, contra toda forma de opresión de la conciencia. Contra los viejos y los nuevos inquisidores22.



La visión dialéctica de lo histórico le permite privilegiar el pasado para constatar el estado de crisis permanente de su presente: «Frecuentemente se olvida que el espíritu de un país no se forma por el simple y mecánico traslado de ideas o de técnicas, sino es como una gran experiencia colectiva padecida y modificada por largas generaciones»23. Picón-Salas lee a Hegel y en la medida en que lo asimila lo cuestiona, antepone su sentido de pertenencia a uno de generalización, por ejemplo cuando afirma: «Contra esa frase banal dicha ya hace treinta y tantos años por Hegel -y los grandes filósofos también pueden decir frases banales- de que el mundo americano está aún fuera de la Historia, creo que sí tenemos un pasado que si no se cuenta por tantos milenios como el de la "ecumene" clásica, actúa como estímulo, drama o impulso en todas nuestras vivencias»24. Todo depende del grado de asimilación, o mejor, de la proximidad que se establezca con ese pasado. Lo que cuenta no es lo que haya acontecido simplemente sino la importancia que ese hecho acontecido tenga en el presente, comprendido como un proceso natural y sistemático25. Héctor Jaimes al conceptualizar la visión de la historia en el discurso ensayístico del autor escribió:

Picón-Salas ve la Historia de América como algo que debe afirmarse: se llega a ser mediante la Historia; y al existir ésta, puede estudiarse; y al estudiarse, se puede comprender. La Historia funciona como una categoría cultural y conceptual en la obra del escritor venezolano; culturalmente, es el fundamento ontológico de Hispanoamérica; conceptualmente, la Historia es la premisa que asocia el presente con el pasado26.



La tesis de Picón-Salas está en la búsqueda, en la valoración, en la sistematización no de los hechos dados solamente como sucesión cronológica, sino más allá, en la organización, la selección de hitos, la penetración reflexiva a partir del diagnóstico, esto sería la antítesis, y todo se vuelca y recae en la interpretación del hecho histórico: «Porque la historia no es un puro acumular hechos históricos, es también la toma de conciencia de los mismos, la búsqueda de su sentido»27; por ello, lo histórico va más allá del proceso de hechos que han involucrado tanto al sujeto como a la sociedad en determinado momento, sea tanto en Venezuela como en Hispanoamérica o el mundo, por ello su perspectiva es abarcante. En su ensayo «Viejos y nuevos mundos» escribió: «en contraste de la limitada especialización en que se afanan la ciencias de nuestra edad, la tarea del historiador es más bien totalizadora. Historiar es así mucho más que una técnica para reunir o periodizar épocas y documentos; es esclarecer una trama de vida»28. Lo que más importa es la valoración y reelaboración de esos hitos a partir de las marcas de reinterpretación de ese pasado29; por consiguiente, la obra narrativa de Picón-Salas es reconstrucción, no sólo de lo vivido por él sino también por los otros; es en síntesis, una dialéctica que acoge, asimila, y reintegra para presentar un nuevo constructo que amalgama la historia personal con la colectiva, la del sujeto y la del país. Desde los histórico «representa» sus vínculos con lo memorialístico, pero también con el imaginario social y su propio ideario, producto de su formación histórica y del conocimiento de su herencia cultural, de sus antecesores. Picón-Salas como historiador que es, va en la línea trazada por Walsh, para el historiador de las ideas, es decir, aquel que «trata de resucitar el pensamiento del pasado; pero no sólo se interesa por las ideas propiamente dichas, sino también por el fondo del sentimiento y emoción que tuvieron las ideas»30.

Allí entra el problema de la subjetividad, del testimonio y su tradición intelectual. Su creación artística se compromete no sólo con esto, sino también con lo histórico, siendo lo más fiel posible al contenido de esa Historia. El escritor venezolano invita a indagar en su interioridad y al mismo tiempo en los pliegues secretos o poco iluminados de la historia de su país con la cual se compromete. Allí radica en parte la complejidad conceptual de su obra narrativa, que trasciende los retos que también propone desde el punto de vista formal, y también explica que sus autobiografías no deslinden el seguimiento de un orden estrictamente cronológico, sencillamente porque el «método de adición de crónicas locales nos llevaría al repertorio erudito, pero no a la verdadera Historia»31.

Si bien es cierto que Picón-Salas es un memorialista, también lo es el hecho de que está consciente de que no todo lo acontecido merece un registro en la Historia. Al darles prioridad a algunos hechos en particular implica el carácter selectivo de la escritura así como lo es el proceso de la memoria. Por eso, también podría comprenderse no sólo su propensión a la autobiografía, sino también a la biografía de otros32. También pudiera decirse que esa concepción de prioridad y concreción se representa en su Formación y proceso de la literatura venezolana, obra en la que recuenta hechos históricos de Venezuela como una especie de marco dentro del cual establece su registro crítico e historiográfico. El aspecto conjuntivo -de formación- y el sistémico de proceso, dan un carácter dinámico, de movilidad. En el prólogo, escrito para esta obra señala:

Hacer la patria para los venezolanos de hoy es, por eso, recogerla en su dispersión; crear entre tantas generaciones beligerantes una posibilidad de acuerdo. [...] Al escribir una Historia literaria, el autor no puede olvidarse de los reclamos y la pasión de su tiempo [...] A otros, el sueño difícil y académico de una historia objetiva, tan fría y tan fiel que parezca una entelequia33.



Volviendo al tema, aun cuando se escapa de los límites de este trabajo, debo decir que así como en muchos ensayos Picón-Salas no sólo lee sino más bien relee la Historia y discretamente -con sordina- introduce su sentido crítico, y se muestra como el historiador que es, involucrándose en ella de manera didáctica a la vez que crítica. Ese mismo enfoque y preocupación se puede encontrar en su literatura de ficción, donde lo histórico aparece constantemente revisado y reescrito. De igual forma, cuando más ficticio quiere ser el discurso, más deudor se hace del correlato histórico porque lo pone en evidencia cuando lo contrasta34. Es decir, lo que prevalece en Picón-Salas es, en primer lugar, la «comprensión» del fenómeno histórico y luego una «reflexión» sobre el mismo. La Historia se genera en la literatura como su reescritura, como correlato; es un proceso de deconstrucción de discursos estáticos a una reconstrucción de discursos dinámicos que llevan implícitos una intención narrativa, y allí asumen una función distinta. Esto se encuentra en la línea filosófica que expone Carlos M. Rama al señalar: «La novela se ha fundido casi con la sociedad en que se difunde, que tiende a reflejar perpetuándola en una común ambición con el documento histórico. Esto se explica mejor si tenemos presente que en su desarrollo y sus ideas cada novela contemporánea lleva incrustada una interpretación de la vida o sea una filosofía de la historia»35.

Los hechos históricos tienen en el ensayista una perspectiva de aproximación que no tiene por qué ser exacta con respecto al dato, la fecha o el relato pormenorizado. No hace propiamente Historia ya que: «La historia solo debe recoger puramente lo que es, lo que ha sido, los acontecimientos y actos. Es tanto más verdadera cuanto más exclusivamente se atiene a lo dado -y puesto que esto no se ofrece de un modo inmediato, sino que exige varias investigaciones, enlazadas también con el pensamiento- cuánto más exclusivamente se propone como fin lo sucedido»36. Esto hay que tenerlo presente, aunque muchas veces su discurso ficticio se llene de lo histórico. En ese proceso se hacen incluyentes dos instancias que María Cristina Pons ha puesto a funcionar como oposiciones, esto es «ficcionalización o politización de la historia»37. Éste es, en Picón-Salas, el punto de partida desde el cual elabora su propuesta ficcional. La Historia dada es utilizada de manera paralela a los acontecimientos narrativos, por ello la consideramos como uno de sus más importantes correlatos. Hace ficción sin desatender lo histórico en un sentido más o menos preciso, pero sin olvidar que también, en la simbiosis de los dos discursos -el ficcional y el histórico- se cuela el ensayístico que en muchos casos da la sensación de lo inacabado, de que lo que se está expresando no tiene una conclusión cerrada, sino que está siempre en proceso; por ello el discurso es a la vez elusivo, o mejor, sin tendencia a lo conclusivo. Esto descarta también la posibilidad de que su narrativa sea una narrativa de tesis.

Si bien es cierto que la Historia de Venezuela de los siglos XIX y XX es un correlato importante, también lo es el hecho de que la obra busca «el sentido», y lo busca a veces en la cotidianidad, y no prueba una hipótesis, no se dedica puntualmente a la demostración documental de los hechos38. La Historia es soporte de los acontecimientos narrados de manera general, pero en muchos casos, esa Historia se reduce a una historia personal, a la memoria limitada por lo local, pero que no pierde de vista la Historia mayor, sobre todo, la que tiene que ver con los hechos políticos y sociales más importantes. La imbricación de esas dos perspectivas sobre lo histórico hace que el punto de mediación sea a veces la recuperación de la Historia menuda por la escritura y en otros casos, la crítica y la denuncia de las taras políticas, el cuestionamiento a las formas personalistas del poder (sacerdotes, políticos, militares, imperialistas), cuya influencia en los hechos es tratada con todo un enmascaramiento, una reelaboración que construye la «noción de realidad», de verdad en la ficción, con lo cual la escritura como producto busca reafirmar su valor en tanto literatura. Y allí lo histórico funciona como soporte. Paul Ricoeur hace énfasis entre la «asimetría» que se presenta en «los modos referenciales del relato histórico y del de ficción. Sólo la historiografía puede reivindicar una referencia que se inscribe en la empina en la medida en que la intencionalidad histórica se centran en acontecimientos que han tenido lugar efectivamente»39. Todo eso implica, transformación y reelaboración para que la masa de lo histórico trascienda lo estático y se convierta en un producto nuevo y distinto, que sería la obra, en este caso, la literaria. Esto funcionaría como base y motivación para la reelaboración del material histórico por medio de la escritura artística, para llevarlo a un nuevo estatuto, como señala Michel Foucault, «en nuestros días, la historia es lo que transforma documentos en monumentos, y que, allí donde se trataba de reconocer por su vaciado lo que había sido, despliega una masa de elementos que hay que aislar, agrupar, hacer pertinentes, disponer en relaciones, constituir en conjuntos»40.

Al sintetizar el largo proceso de la Historia y de la literatura de su país está también estableciendo los fundamentos documentales de un tránsito cultural que puede entenderse en un sentido positivo como evolución, lo cual no es otra cosa que conocimiento. Entonces, historia y cultura son términos que se complementan y dan la dimensión de síntesis y dinamismo.

El pasado, de esta manera, no aparece petrificado sino que se actualiza en cada nueva lectura, se dinamiza en cuanto herencia y se reactualiza en el presente: por ello existe la palabra que no inventa desde el vacío sino que reescribe al reinterpretar lo existente, en este caso, lo histórico; así el pasado es respuesta para el presente. Como escribió Picón-Salas en Intuición de Chile: «El hombre no puede ser Dios, es decir, no puede crear solamente con la palabra. La creación humana no parte de la Nada, como asegura la Teología que la creación partió de Dios, sino de lo que ya existe, de eso que se nos impone a pesar de nosotros mismos, y que se llama la Historia41. La creación está en estrecho vínculo con lo acontecido, con ese pasado que se recupera en tanto herencia y que justifica el presente como resultante de los procesos vividos desde el pasado. El ensayista se planta frente a la Historia para extraer de ella conocimiento, y eso es lo que también asume cuando narra, sea en el sentido autobiográfico o no, esto es, la búsqueda permanente del conocimiento de sí mismo.





 
Indice