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Max Aub, de 1993 a esta parte

Ignacio Soldevilla-Durante





En la primavera de 1994 publiqué un artículo, redactado el otoño del 1993, con el mismo título que éste que ahora emprendo. Con una importante salvedad: la fecha que allí aparecía era 1974. Intentaba en él sintetizar el estado de la cuestión en lo que se refiere a ediciones de la obra de Aub y a la investigación y las publicaciones que sobre ella se habían hecho en veinte años. El balance era escaso, comparativamente a la importancia de la obra, tal como personalmente la veía, y ello me llevaba a proponer igualmente una revisión de «las razones por las que su obra es aún conocida muy por debajo de sus méritos y difícilmente accesible en muchas de sus partes». Cuatro años después de redactado aquel trabajo, la realidad y los proyectos en marcha permiten un radical cambio de perspectiva en lo tocante al presente y al futuro de la obra maxaubiana. No así en lo que respecta al pasado anterior, para cuya interpretación creo que siguen vigentes mis apreciaciones de aquel artículo, y a él me remito.

El cambio de rumbo se revela en los últimos días de 1993, cuando, por la iniciativa conjunta de Biblioteca-Archivo Max Aub de Segorbe, apoyada por su ayuntamiento, la Universidad de Valencia y la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, se reunía en ambas ciudades cerca de un centenar de investigadores universitarios y estudiosos en un congreso dedicado monográficamente a la obra de Max Aub. A la vista de los resultados de aquel congreso, hoy accesibles a través de las actas publicadas por el Ayuntamiento de Valencia, era imposible no modificar la visión del presente y del futuro inmediato. No sólo porque en aquel congreso, la órbita de su aceptación se revelaba de gran amplitud en el campo del hispanismo, sino porque, junto a personalidades de importancia reconocida, se vio surgir una pléyade de jóvenes investigadores dedicados al estudio de la obra de Aub, que garantizaba, amplificándola considerablemente, el relevo de la vieja guardia. El cambio de rumbo quedaba apuntado en las palabras con que Joan Oleza, por el Comité organizador, resumía el pasado y las perspectivas de futuro: «A la altura de 1990 es muy poco lo que Max Aub ha influido en nuestra literatura actual y muy pocos los escritores que, nietos o biznietos de la guerra, conozcan de primera mano esta misma obra, cuenten con ella como eslabón de su propia tradición, Con nuestro encuentro no estamos seguros de poder invertir esta situación, pero sí de haber facilitado las condiciones para ello, al poner en contacto a una serie de personas [...] capaces de multiplicar los efectos de este mismo encuentro, de generar iniciativas propias y diversificarlas para la difusión de la obra aubiana, de incorporarla a la sensibilidad y las exigencias ético-estéticas, más actuales, de reavivar su prestigio en suma, y de hacerlo a lo largo y a lo ancho del hispanismo internacional» (Actas: 20). Gracias a la labor de Cecilio Alonso, las actas se presentan en agrupaciones temáticas que facilitan la lectura. La primera sección recoge las intervenciones (11) dedicadas a la ética, la poética y la circunstancia histórica, la segunda agrupa las trece dedicadas al teatro; dieciséis se ocupan de los géneros narrativos, diecisiete se dedicaron al ensayo, la poesía, el periodismo y el cine, que aparecen reunidas bajo el epígrafe «Otros géneros», y las cinco últimas están dedicadas a la «Recepción y actualidad de la obra de Aub en América y Europa». A estas secciones se añade la transcripción de las mesas de debate sobre «Memoria histórica y testimonio civil» y «Max Aub y la literatura actual», en la que participaron escritores de cuatro generaciones. Los investigadores procedían no sólo de casi todas las universidades de España, sino de América latina, Estados Unidos, Canadá, y diversos países europeos (Alemania, Francia, Holanda, Italia y Reino Unido). No quisiera aquí subrayar algunas de las intervenciones porque todas tienen una importancia igual en la manifestación de una realidad guadianesca. La publicación se completaba con la reproducción de una bibliografía que, recogiendo todo lo publicado con anterioridad, ya exige hoy una reedición puesta al día. Porque, en efecto, y aunque Joan Oleza no se atreviese a augurarlo, el congreso de Valencia parece haber sido el punto de arranque, no sólo de una evidente reactivación, de la que las ponencias del congreso eran una manifestación de hecho, sino, y sobre todo, de una toma de conciencia de la persistencia real del legado aubiano por debajo de los aparentes silencios y la evidente incomunicación. A la vista de lo que se va leyendo y oyendo en estos cuatro años últimos, era a todas luces inexacto el estado pesimista de opinión manifiesto no sólo en las palabras aquí transcritas del texto introductorio de Oleza, sino en las mías que por aquellas fechas dejaba escritas para el mencionado número de Ínsula. Porque en estos años han ido apareciendo testimonios que manifiestan la existencia de numerosos escritores de las distintas generaciones que conocían su obra de primera mano, y que habían contado con ella como eslabón en la constante evolución de los géneros literarios. Me bastará remitir a uno de los más jóvenes e importantes maestros de la novela española contemporánea, Antonio Muñoz Molina, que ha dado en señaladas ocasiones testimonio de haber asumido esa herencia. Tanto en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, dedicado a Aub, como en numerosos artículos y, últimamente en su lección durante el curso de verano de 1977 dedicado a Max Aub por la Universidad Complutense en El Escorial.

La escasa disponibilidad de la obra de Aub, que era uno de los problemas irresueltos sobre los que llamábamos la atención en 1993, está en vías de resolución. Por una parte, una nueva editorial barcelonesa, Alba, ha publicado en los dos últimos años tres volúmenes de obra maxaubiana. En los dos primeros se recogían todos los relatos breves dedicados al tema de la guerra civil (con el título de uno de ellos: Enero sin nombre), y los relatos fantásticos y maravillosos, (en el titulado Escribir lo que imagino). El primero, con un estudio preliminar de Javier Quiñones, doblemente interesado por la obra de Aub como investigador y como novelista. El segundo, poniendo de relieve otro aspecto generalmente descuidado de la obra aubiana, recogido y prefaciado por un investigador cubano radicado en Canadá y por el redactor de estas páginas. El tercero de los tres volúmenes publicados por Alba constituye, sin duda, el acontecimiento editorial más importante para la recuperación de Aub desde que Alfaguara emprendiera la edición del Laberinto mágico durante los primeros años de la transición: por fin se publica en España La gallina ciega, su estremecedor diario del viaje a la península en 1969. La edición viene precedida de un extenso y esclarecedor estudio introductorio y abundantes notas de Manuel Aznar Soler, de la Universidad Autónoma de Barcelona, animador del muy activo grupo de investigación dedicado a recuperar la obra de los exiliados de la guerra civil (GEXEL). La repercusión que ha tenido esta edición en la acentuación del interés por la obra aubina se refleja en la amplitud y la unanimidad de las páginas que la prensa diaria de todo el país le ha dedicado. Entre tanto, la biblioteca-archivo Max Aub de Segorbe, con el apoyo del Ayuntamiento, viene publicando anualmente un volumen de la obra aubiana, precedido de estudios introductorios y notas para facilitar su lectura en los centros de enseñanza. Así se han reeditado en los últimos años el apócrifo discurso de recepción en la Academia (con un estudio de Javier Pérez Bazo, de la Universidad de Toulouse), Fábula verde (con estudio y notas de un grupo de profesores de Segorbe, dirigido por Miguel Ángel González Sanchís en 1993) Ciertos cuentos (1994, con estudio de Miguel Ángel González Sanchís, Laura Gadea y Ana Llorente), Yo vivo, (1995, con estudio y notas de Pilar Moraleda) Geografía (seguido de Prehistoria 1928, un relato recuperado de 1932) en edición crítica, con estudio introductorio de Ignacio Soldevila (1996) y el drama No, con estudio de Ana Llorente (1997). Por su parte, la editorial Anthropos editaba, con el apoyo de la fundación Caja Segorbe, en 1992 la tragedia San Juan, con estudio preliminar de Roberto Mesa. Entre tanto, la editorial Alfaguara ha iniciado en 1997 la reedición de las novelas del Laberinto mágico, agotadas desde hacía años. Pero si el presente es alentador, el futuro inmediato lo es más: por fin la edición crítica de la obra completa, de la que se venía hablando desde hace años, ha encontrado el patrocinio de la Diputación de Valencia, y ha sido confiada a la Fundación Max Aub, institución proyectada desde casi una década desde Segorbe para garantizar la preservación del legado aubiano, y para fomentar la continuidad y la coordinación de los estudios en torno suyo. Con ocasión del congreso de 1993 el comité organizador del mismo asumió una de las resoluciones aprobadas en los actos de clausura, e inició los trámites previos a la realización de esa edición crítica. Entre tanto no tuviera entidad jurídica la Fundación, un comité provisional reunió, por iniciativa de Joan Oleza, a dos profesores de la Universidad de Valencia y al que suscribe, elaborando un proyecto provisional y una nómina de investigadores capaces de colaborar en su realización. Todo ello contando con el apoyo financiero de la mencionada Diputación, presidida por Manuel Tarancón quien, desde su participación en el Congreso como Regidor de Publicaciones del Ayuntamiento de Valencia, había comprendido la importancia de llevar adelante el proyecto. Su accesión posterior a la presidencia de la Diputación de Valencia ha sido definitiva en este aspecto. Creo necesario hablar ahora de otro acontecimiento importante en la evolución del estado de la cuestión aubiana. La creación del Archivo-Biblioteca se había iniciado y llevado a cabo en los primeros años de la transición por la empeñada dedicación de Miguel Ángel González Sanchís, que unía a su condición de profesor del Instituto de Segorbe la de alcalde de la ciudad. Durante la década siguiente, la institución contó no sólo con el apoyo del Ayuntamiento, (cuya alcaldía pasó a manos de otros militantes del PSOE) y de la Caja Segorbe, sino con el del gobierno de la Generalitat, también presidido por Joan Lerma, igualmente del PSOE. El cambio de rumbo de la voluntad electoral vino a reorientar en años recientes tanto el gobierno de la Generalitat como el de Segorbe, que pasaron a manos del Partido Popular. Con una percepción pesimista del futuro, se pudo temer que, debido a las naturales rivalidades políticas, y al hecho mismo de haber sido Max Aub miembro activo del PSOE hasta su muerte, toda esa actividad en torno a su obra y legado quedaría arrinconada. Pero uno tras otro, los hechos han puesto en evidencia el error de perspectiva. Pues no sólo el nuevo alcalde de la corporación y su concejal de cultura (Srs. Rafael Calvo y Francisco José Tortajada) asumieron la obra realizada como patrimonio cultural de la colectividad, sino que continuaron impulsándola con el mismo vigor. Otro tanto se puede decir de la actuación de Manuel Tarancón desde su accesión a la presidencia de la Diputación de Valencia. Y, por su parte, el Ayuntamiento de Valencia, igualmente pasado a regidores del PP, dio luz verde a la realización del proyecto de publicación de las actas del congreso de 1993. En 1997 la Residencia de Estudiantes de Madrid, dedicada a la creación de una biblioteca-archivo de la generación de 1927, adquirió un lote importante de documentos, manuscritos y ediciones de Aub. Por iniciativa generosa de su director, se le ofreció al Archivo-Biblioteca Max Aub la posibilidad de integrar dicho lote en la sede de Segorbe. Acudieron inmediatamente a Madrid, aprovechando la inauguración de una exposición en dicha biblioteca, el alcalde de Segorbe y el presidente Tarancón, y la transferencia se llevó a cabo, con la contribución financiera de ambas instituciones levantinas. Allí se encontraron con D. José María Aznar, presidente del Gobierno, y este encuentro ha venido a dar un definitivo impulso a la puesta en marcha de la Fundación Max Aub, al manifestar entonces el presidente que, de realizarse los actos inaugurales en agosto, durante su permanencia veraniega en la costa de Castellón, estaría dispuesto a presidirlos. Como era lógico, tanto la Generalitat y la Diputación de Valencia como el Ayuntamiento de Segorbe, trabajaron contrarreloj para hacer realidad semejante hecho. Por lo que, salvados con diligencia todos los obstáculos, la Fundación Max Aub vio la luz el 25 de agosto de 1997, y la presencia del presidente del Gobierno hizo posible que el acontecimiento fuera publicitado en todos los medios de comunicación del país. Y también, como era de esperar, provocara una cierta polémica sobre las relaciones entre la política y la cultura que no ha hecho sino contribuir a poner en primera fila de la atención pública la persona y la obra de Aub, que es lo que se trataba precisamente de conseguir. Personalmente he creído siempre que, a medida que se van transformando en clásicos, los escritores y su obra van siendo reconocidos como patrimonio común de todos, y dejando en anécdota esa división entre «escritores de derechas y de la derecha» y «escritores de izquierdas y de la izquierda». Y precisamente los que más pronto alcanzan la categoría de clásicos indiscutibles son los que se pasan a esa condición de monumentalidad compartida. La evolución de la pública opinión con respecto a la persona y la obra de Federico García Lorca no ha esperado al año del centenario de su nacimiento para llegar a ese punto, y en el caso de Max Aub, es evidente que en esta fecha de 1997 ha sucedido lo que ya hace irreversible esa condición. Un repaso al voluminoso dossier de prensa es el mejor argumento en favor de lo dicho.

Pero, volviendo al proyecto de edición de las obras completas, con ocasión de la primera reunión de la junta del Gobierno de la Fundación Max Aub, D. Manuel Tarancón notificó su decisión de transferir a la misma la responsabilidad y gestión de la edición de las obras completas, acompañando dicha transferencia con la de los fondos destinados a su realización por la Diputación, que entra a formar parte del Patronato de la Fundación, A la fundación contribuirán regularmente sus demás patronos: el Gobierno de la Generalitat, a través de su conseller de Cultura, la Diputación de Castellón, y la Alcaldía de Segorbe. Cada uno de estos cuatro patronos nombra un miembro para constituir la comisión científica, dirigida por Miguel Ángel González Sanchís, en su condición de director electo de la Fundación, que preside Elena Aub, una de las tres hijas del escritor. Al momento de redactar estas líneas, ya se ha establecido el contacto con todos los investigadores que van a asumir la dirección de cada uno de los veinte tomos en que se distribuirá la edición de las Obras completas. A razón de dos tomos por año, en 2003, centenario del nacimiento de Aub, la edición estaría ya bien avanzada.

Frente al interés suscitado entre los estudiosos, me llamó siempre la atención el desvío de que continúa siendo víctima la obra teatral de Aub por parte del mundo del espectáculo. Por ello sigue siendo, fundamentalmente, como en 1935, «teatro incompleto», es decir, irrepresentado. Repito aquí lo dicho en 1993: No fue Aub ni un escritor ajeno a los saberes de la dramaturgia, muy al contrario, ni dejó jamás de tener en cuenta la representatividad de sus textos a la hora de escribirlos. No se trata, pues, de teatro escrito para ser leído, sino de un teatro que buscaba sus actores y su público. El teatro de Aub ha tenido y tiene un fiel público lector, como veremos. Pero no ha encontrado aún sus representadores. Salvo por parte de grupos aficionados, prácticamente nada se ha representado de Aub en los escenarios españoles. Las mismas personas que en los años de la dictadura andaban rasgándose las vestiduras porque se les negaba el permiso para representar el teatro aubiano, parecen haberse olvidado del mismo cuando la prohibición cesa de existir. Abusador como recurso es salirse, tangentemente, afirmando que un texto dramático está escrito en un tiempo y para los espectadores de una época. Disparate que sólo con la simple mención de las constantes representaciones de nuestros clásicos evidencia su condición de deleznable excusa. En una entrevista en francés para la televisión de Quebec, en 1994, Carlos Fuentes, de quien fuera Aub tan buen amigo y mentor, aludía a dos actitudes creativas: la descansada del que escribe para un público existente, y la del que, audazmente, busca crear su propio público, apostando por un futuro que bien pudiera no llegar nunca. Doble riesgo el que corre un dramaturgo, puesto que ha de apostar por partida doble. No hay que desesperar acerca del futuro del teatro aubiano.

En 1994 aún podía afirmarse que ni siquiera en los teatros establecidos y subvencionados por el Ministerio de Cultura (¿qué teatro, que no sea de puro consumismo buleverdero -modifico conscientemente el término francés- no depende de la subvención para subsistir?) se había intentado dar al público de hoy las grandes obras de Aub, que exigen costosas inversiones para su montaje. Es, sin duda, ésta, la razón fundamental, a mi entender, del desvío. Cuando Aub escribía su teatro, no preveía sino su teatralidad. Su realización, en punto a costes, no le parecía motivo para negar a su pluma la savia de su inspiración. Pero ni siquiera ese pretexto, aducible para San Juan, No, o Morir por cerrarlos ojos, se sostiene cuando se piensa en todo su «teatro menor». Hasta aquí mi comentario de 1993. Pues bien, también en este punto el horizonte parece abrirse, ya que para marzo de 1998 se estrenará en Valencia la tragedia San Juan, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente, que luego se transportará al teatro María Guerrero de Madrid del 2 de abril al 4 de junio. Se llevará luego a La Exposición Universal de Lisboa en julio, y en agosto al Festival Internacional de Santander. Si precisamente San Juan, una de las mejores piezas y sin duda de las dos más costosas producciones imaginables de su teatro, es la eme abre el camino, no creo ser optimista al predecir que lo peor quedó atrás.

La situación del dossier Max Aub, en lo tocante a trabajos de investigación, tesis doctorales, lugar de la obra aubiana en los manuales y diccionarios, no ha hecho sino mejorar desde 1994. La espléndida tesis doctoral de Dolores Fernández, dirigida por Calvo Serraller, La imagen literaria del artista de vanguardia en el siglo XX: Jusep Torres Campalans, da la tónica de lo que está ocurriendo en estos últimos años.

Una biografía definitiva de Aub estaba por hacer. Salvo lo que se dice en el pequeño volumen de Prats Rivelles, en la introducción a mi estudio sobre su teatro, y en la bio-bibliografía de González. Sanchís citada, era esa otra cuenta pendiente, en cuyo cumplimiento se está colaborando eficazmente en la Fundación, y en las obras completas se dará cabida a una biografía más detallada y precisa de lo que se ha venido haciendo hasta ahora. Dentro del conjunto poligenérico de Aub, con haber sido tan estudiado, había múltiples aspectos de su obra que no habían atraído la atención de los estudiosos. Con el proyecto de edición crítica del conjunto de su obra, encomendado a los mejores investigadores disponibles, poco va a quedar que no haya sido, cuando menos, desbrozado.

Sobre el corpus de las publicaciones de Aub se puede decir que, a la fecha, y salvo sorpresas menores, todo cuanto publicó estará entre las manos de los editores de la obra completa, para lo que hay que completar el examen de las colecciones de los diarios y revistas en los que pudo colaborar, como La Voz y El Sol, de Madrid, durante los años (1933-1936) en que dirigió estos periódicos madrileños su gran amigo Paulino Masip, que luego dirigiría La Vanguardia durante la guerra; el diario La Verdad de Valencia, que el propio Aub dirigió a partir de agosto de 1936, durante algunos meses, ha sido examinado sin que haya aparecido ningún artículo firmado. Rastrearlos, como también los artículos que, sin firmar, publicaba en El Socialista en 1936, según su propia información, es una cuestión difícil de resolver. Lo que no va a faltar, eso es seguro, el relevo en las jóvenes generaciones, que ya se ha manifestado en el curso de verano de la Universidad Complutense (agosto de 1997) dedicado monográficamente a Aub, y cuyos contenidos probablemente serán publicados. En resumen, y robándole al teatro de Aub uno de sus mejores títulos, y a los argentinos uno de sus mejores mitemas gardelianos, de algún tiempo a esta parte, Max escribe cada vez mejor.





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