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ArribaAbajoTratado de los Reptiles

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En la obra admirable de Linneo titulada: Sistema de la naturaleza léense por epígrafe del tratado de las aves tres versos de una égloga de Virgilio:


Ipsi laetitia voces ad sidera mittunt
Intonsi montes, ipsae jam carmina rupes,
Ipsa sonant arbusta: Deus, Deus ille, Menalca.7

Acaso acababa Linneo de oír el pinzón o el ruiseñor cuando le ocurrió tan oportuna cita. Pero al tratar de los reptiles la imaginación presentole un cuadro menos risueño; y al pensar en el asqueroso sapo, en el voraz cocodrilo y en la formidable serpiente de cascabel, presentósele el sombrío versículo de la Biblia, con que encabezó su capítulo de los anfibios.


Terribilia sunt opera Tua, o Domine!
in multitudine virtutis Tuae, Te metientur contemptores Tui.8

En seguida traza con grandes rasgos un bosquejo de los caracteres generales de la organización de los reptiles; y abandonándose a su genio poético, da un colorido filosófico y religioso a simples realidades anatómicas; por lo que no será inoportuna la traducción de algunos pasajes de su preámbulo.

«Los anfibios preséntanse desnudos casi todos; son animales fríos, aun bajo la zona tórrida, y respiran por medio de pulmones, cuyas funciones pueden a su arbitrio suspender.

»Muchos ofrecen un color lívido, una fisonomía o aspecto repugnante, un hedor infecto, una voz bronca o sibilosa, una morada sucia, y hasta los hay que destilan terrible ponzoña: su vida es tenaz, y reparan con vigorosa fuerza los miembros de que fueron mutilados.

»Nacen de huevo; unos sufren diferentes metamorfosis; otros se despojan de la antigua piel, después que permanecieron entorpecidos y aletargados durante todo el invierno; estos atacan la presa a fuerza abierta, aquellos emplean la astucia al mismo fin; y hay algunos que atraen hacia sus fauces la víctima por una terrible fascinación.

»Los reptiles que están provistos de pies tienen el oído complanado y sin pabellón las orejas; su género de vida se halla conforme con su estructura: defiende a las tortugas una coraza; los dragones tienen alas que los sostienen en el aire; los lagartos tienen pies ágiles para la huida; las ranas se ocultan en su escondrijo; y algunos como el gecko están provistos de ponzoña.

»Las serpientes no tienen pies, y se separan de los peces por los pulmones y por los huevos en forma de collar o rosario; presentan estrecha afinidad con los lagartos, quienes son afines de las ranas, y entre unos y otros no se encuentran límites bien determinados. Las serpientes que echó el Criador en la tierra faltas de miembros y expuestas a las injurias de todos, recibieron de la conservadora naturaleza armas tales que reciben su poder del más activo de los venenos: dichas armas pertenecen a la mandíbula superior, y su movilidad permite al animal sacarlas u ocultarlas a su albedrío. Aplícanse a una vejiguilla donde se halla el veneno, que su mordedura hace derramar en la herida. Mezclado con la sangre es este veneno activísimo, al paso que ninguna fuerza tiene introducido en el estómago. El Ser supremo, con su bondad infinita, ha puesto junto al hombre animales que devoran las serpientes y plantas que neutralizan su ponzoña; junto al veneno la triaca. Los juglares de América y de la Arabia encantan a las serpientes por medio de la aristoloquia, de lo que fueron testigos Jacquin y Ferskahl.»

Grandes progresos han hecho las ciencias naturales desde que escribió Linneo; con todo, muy poco hay que rectificar en las generalidades que hemos expuesto; y con algunas rápidas explicaciones habrá bastante para ponerlas al nivel de los actuales conocimientos.

Los caracteres dominantes en la organización de los vertebrados que Linneo llamó anfibios, y a quienes los modernos dan con más propiedad la denominación de reptiles, son de una parte la temperatura variable, y de otra la respiración pulmonar incompleta. Acaso debiéramos enunciar el primer carácter después del segundo, puesto que es su consecuencia, y ya se sabe que el calor animal se halla en razón de la fuerza de la respiración; pero en los reptiles el corazón, como luego veremos, presenta una conformación tal que a cada latido solo envía al pulmón una parte de la sangre negra o venosa que recibió de diferentes partes del cuerpo, y que lo restante de este fluido vuelve a los órganos en el mismo estado que salió de ellos, sin haber pasado por los pulmones, ni haber sufrido la impresión vital del oxígeno; en una palabra, sin haberse respirado. Además de esto, la extensión de los órganos respiratorios es muy poca, las celdillas pulmonares muy grandes, y sin replegarse sobre sí mismas, por lo que ofrecen poca superficie al contacto del aire introducido; resultando de todo que el cuerpo del reptil solo recibe sangre incompletamente depurada, o dígase arterializada, con un grado ínfimo de calor por la debilidad de respiración, y que su calor vital no tiene suficiente fuerza para resistir a las mutaciones atmosféricas. La temperatura de estos animales aumenta o disminuye según o efectúa el medio en que viven sumergidos; el frío suspende en ellos la facultad digestiva, retarda todos los fenómenos vitales, y les sumerge en un estupor letárgico. De ahí el haberlos llamado animales de sangre fría; aunque con más exactitud se denominarían animales de temperatura variable.

No son las vicisitudes termométricas de la atmósfera los únicos inconvenientes anexos a la imperfección de las funciones respiratorias y circulatorias de los animales de sangre fría; sus fuerzas musculares son también mucho más débiles a proporción que en los mamíferos y aves; los movimientos no son tan vivos y sostenidos; los músculos reciben menor cantidad de sangre, y presentan un color blanquizco; las sensaciones son más obtusas y menos dependientes de un centro común; así es que continúan viviendo y moviéndose mucho tiempo después de haber perdido el celebro, y hasta después de cortada del todo la cabeza; su carne permanece irritable mucho después de separada del cuerpo; su corazón al cabo de algunas horas de arrancado late todavía; y esta dispersión de sensibilidad entre todos los órganos, de los cuales cada uno parece gozar de una existencia particular, coloca a los anfibios en mucho más baja escala que las dos clases precedentes, en que la obra vital se halla localizada, es decir, distribuida a órganos especiales, que por lo mismo dependen unos de otros, y en especial del encéfalo que les comunica el impulso. He allí el texto más a propósito para un artículo sobre centralización. «Podemos comparar, se dirá, el cuerpo político al de los animales superiores: todas las fuerzas vitales convergen a un centro común, que a su vez hace refluir su acción hacia todos los puntos de la periferia: de ahí nace una simultaneidad de acción cuya fuerza es incalculable.» A lo que contestarán los centrífugos: «Es mucha verdad; mientras la capital se halla boyante, la voluntad y la ejecución se ponen en admirable armonía entre aquella y las provincias; pero que vayan a cortarle la cabeza, es decir, que se haya tomado la capital; ¡adiós entonces cuerpo y miembros! En este caso, políticamente hablando, una nación se halla reducida a envidiar la suerte de los reptiles. -Por lo mismo, replican los centrípetas, queremos fortalecer la cabeza del estado con un recinto calcáreo que le formará un cráneo sólido, y la defenderá victoriosamente de los enemigos externos y agentes de destrucción.»

Acaso tema el lector que nuestra lección de historia natural tome un colorido político; pero tranquilícese, que esta digresión ha sido un simple artificio para que grabe más en la memoria uno de los principales caracteres de la organización de los reptiles.

Tienen estos el celebro poco desenvuelto, sin circunvoluciones y enteramente liso; faltan en él los cuerpos estriados, lo mismo que en las aves; los tubérculos de donde nacen los nervios ópticos son bastante gruesos y situados bastante atrás en los hemisferios, sin que estos los cubran; el cerebelo es muy pequeño, especialmente en aquellos reptiles que son menos propensos al movimiento; la médula espinal, en comparación del celebro, está muy desarrollada, como también los ramos secundarios del sistema nervioso.

La sangre de los reptiles contiene, como la de las aves, globulillos rojos y elípticos, pero son en menor cantidad y más gruesos que en estas y que en los mamíferos. La disposición del sistema circulatorio varía según los órdenes, lo cual explicaremos al tratar de cada uno en particular; solo debe notarse aquí que siempre existe mezclada la sangre venosa con la arterial. En cuanto a la respiración, es poco activa, según hemos ya manifestado, pues falta el diafragma, lo mismo que en las aves. Los reptiles pueden detener la respiración sin que por ello deje la sangre de circular, puesto que los vasos que se dirigen a los pulmones son sobrado angostos para dejarla pasar toda, y la mayor parte es impelida a los órganos por los latidos del corazón; lo cual explica la razón porque los reptiles permanecen bajo las aguas mucho más tiempo que las aves y que los mamíferos.

Los animales que nos ocupan se reproducen por medio de huevos; aunque algunos hay que paren sus hijos ya vivientes; de ellos hablaremos al tratar de las serpientes.

El epidermis de los reptiles se renueva varias veces al año, casi siempre en su totalidad y cayendo en una sola pieza; viene a ser una especie de exfoliación de las láminas córneas, y en cada muda los colores del animal se ven más vivos y brillantes. Dicha exfoliación se observó primero en las serpientes, y creíase que solo se efectuaba una vez al año; pero se ha visto por observaciones hechas en las serpientes y lagartos, que las vicisitudes atmosféricas de humedad o sequedad determinan esta especie de despojo. Hasta las tortugas se hallan sujetas a la muda; y Dumeril la observó en una linda especie de emyde, de que conservó las placas que componían su concha. Por último, las ranas mudan con harta frecuencia su epidermis mucoso; pero como esta muda se verifica dentro del agua, se ve a la rana tragarse presurosa la materia viscosa que se ha despegado de su cuerpo. Dumeril en las lecciones dadas en el Museo, enseñó el despojo de uno de estos animales, guardado entre papeles, figurando un dibujo a la aguada y conservando fielmente la forma del individuo de que procedía.

Vamos ahora a tratar de la clasificación de los reptiles, cuya historia lleva el nombre de Herpetología. Brogniart los dividió en cuatro órdenes, representado cada uno por un tipo bien caracterizado; a saber: 1.º las tortugas o quelonios; 2.º los lagartos o saurios; 3.º las serpientes u ofidios, y 4.º las ranas o batracios. Los quelonios tienen cuatro pies y una concha; los saurios cuatro pies, y algunos dos, y la piel escamosa; los ofidios tienen también la piel escamosa, pero fáltanle los pies; y los batracios están provistos de pies pero su piel es desnuda.


ArribaAbajoOrden de los Quelonios

El carácter externo que más hiere a la vista en los quelonios o tortugas es la armadura defensiva que les dio la naturaleza; su cuerpo está protegido por una coraza, que no permite sacar fuera de ella más que la cabeza, la cola y las patas del animal: la pieza superior de dicha coraza toma el nombre de espaldar; y la inferior el de peto. Este se halla formado por el esternón, el cual se ha desarrollado de un modo asombroso, y cubre toda la cara inferior del cuerpo desde el cuello hasta el nacimiento de la cola; el espaldar lo forma la unión de las costillas a las vértebras dorsales; lo cual con dificultad pudiera concebirse sino se observase que la cara superior de dicho espaldar en su línea media presenta ocho láminas óseas; luego diez y seis, que al lado de las primeras forman dos hileras longitudinales; y por último, otras veinte y seis, que forman el contorno de un espacio elíptico (cuidado con no confundir estas láminas del esqueleto de la tortuga con las placas que guarnecen exteriormente la coraza, que no son más que un epidermis sumamente denso, de que luego hablaremos).

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Cara inferior de un esqueleto de tortuga, al que se ha quitado el peto.

Examinando la cara inferior es como se conoce la naturaleza de dichas láminas: constituyen la línea media ocho vértebras dorsales, cuyas apófisis espinosas se han complanado en forma de disco; y lateralmente se han ensanchado para unirse y soldarse con ocho pares de costillas, las que también se han dilatado de manera que se tocan en todos los puntos de su longitud, y se articulan por medio de suturas dentadas que hacen inmóviles todas estas piezas; las láminas que forman el borde o contorno oval representan la porción de las costillas que se articula con el esternón, y que está del todo osificada en la mayor parte de las tortugas, lo mismo que en las aves. Por lo demás el esqueleto de estos reptiles, no obstante las modificaciones que acabamos de señalar, compónese de las mismas partes constituyentes o elementales que el de los demás vertebrados, y solo han recibido profundas alteraciones algunas de ellas.

Solo cubre así al espaldar como al peto una piel seca y delgada, cuyo epidermis por lo regular es escamoso; ningún músculo se inserta en su superficie; pues los del cuello y miembros van a implantarse en el interior del tronco. Esta disposición del todo exclusiva; hizo decir a Cuvier que la tortuga, en lo concerniente a su coraza es un animal vuelto al revés, es decir, que tiene los huesos al exterior, y las partes musculosas en lo interior. Las vértebras del cuello y de la cola no son inmóviles, antes bien mutua articulación les permite ciertos movimientos bastante extensos; los miembros se ven truncados, y los dedos apenas distintos. La lentitud de estos animales, que se ha hecho proverbial, depende de la cortedad de las patas, tan distantes de la línea media del cuerpo, que el vientre roza con el suelo cuando la tortuga camina. La piel que viste todo el cuerpo conserva a veces cierta blandura, sin estar cubierta de escamas; pero en la mayor parte de los quelonios hállase guarnecida de una capa de sustancia córnea de extrema consistencia, formada de anchas placas escamosas cabalgadas a veces, o sobrepuestas entre sí por sus bordes.

En la mayor parte de las tortugas el espaldar está cubierto por trece placas centrales, dispuestas en tres filas longitudinales; de las cuales cinco forman la línea media, y se llaman placas vertebrales, y a cada lado hay otras cuatro, llamadas laterales o costales porque cada una corresponde a dos costillas; estas trece placas componen el disco del espaldar. En la circunferencia de este hay otras placas llamadas marginales, dispuestas a pares, y cada par con su unión forma un reborda saliente que es el borde o limbo del espaldar. Su número es de 23 a 25 pares; por lo regular hay diez pares laterales, una media anterior correspondiente al cuello, y otra media posterior situada sobre la cola. De los diez pares laterales, los ocho primeros cubren una parte de la costilla correspondiente y las dos últimas o posteriores corresponden a la última placa vertebral.

El peto se halla igualmente cubierto de placas escamosas, las que presentan comparticiones de figuras varias; son en número de doce, dispuestas en dos series longitudinales.

Los quelonios, lo mismo que los demás reptiles, tienen el tacto muy obtuso; lo cual defiende de ser su piel dura y escamosa. Protegen a sus ojos tres párpados, lo mismo que en las aves, pero el órgano del oído es en estas mucho más completo; falta a los reptiles el pabellón o concha, el tímpano se halla oculto debajo de la piel, y por último los orificios de las narices se abren en el hocico.

Las tortugas carecen de dientes, y sus mandíbulas se hallan revestidas de una sustancia córnea con bordes cortantes lo mismo que el pico en las aves. Mantiénense de plantas terrestres o acuáticas y de animalitos, y gozan de mediano apetito; pueden ayunar durante algunos meses y hasta por algunos años; facultad que se explica por la escasa transpiración de su superficie pulmonar, y en especial del cutis.

Vamos a tratar de la circulación de los reptiles, tomando por término de comparación el corazón de las tortugas.

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Corazón y vasos principales de una tortuga9.

Sin duda no habrá olvidado el lector que los mamíferos y las aves tienen un corazón doble, teniendo cada parte su aurícula, cavidad que recibe la sangre, y su ventrículo otra cavidad que con su contracción la empuja hacia fuera. Sábese que el corazón derecho recibe la sangre venosa, que le llega de todos los órganos, y la arroja a los pulmones a fin de que se someta a la acción del aire atmosférico. Hecha esta sangre ya arteriosa, pasa de los pulmones al corazón izquierdo, el cual la arroja, también contrayendo sus paredes, a todos los órganos del cuerpo. No sucede empero así en las tortugas, pues aún cuando tienen una aurícula derecha que recibe la sangre venosa, y otra izquierda que recibe la arterial, ambas empero avocan en el mismo y único ventrículo, de lo que resulta que la sangre negra procedente de los órganos para dirigirse a los pulmones, y la sangre roja que viene de los pulmones para volver a los órganos se mezclan en el ventrículo común, el cual contrayéndose empuja la mayor parte de esta mezcla hacia las arterias y estas la distribuyen a todas las partes del cuerpo, enviando mucha menor cantidad al pulmón. De esta suerte la sangre arterial manchada de continuo por la venosa, solo imperfectamente puede vivificar los órganos que debe nutrir, y esto mismo explica el poco calor y fuerza vital que se advierte en los reptiles.

La respiración de las tortugas se opera por un mecanismo particular. Ya se sabe que en los mamíferos y las aves los huesos del pecho gozan de cierta movilidad, y permiten el ensanche de esta cavidad, o su angostura, conforme a las necesidades del animal. Pero en las tortugas estos movimientos del tórax son imposibles, puesto que las costillas, las vértebras dorsales y el esternón no forman más que una sola pieza; así es que el animal atrae el aire a los pulmones del modo siguiente: empieza por ensanchar la cavidad de la boca bajando el hueso hioides, y obliga al aire a que descienda a la tráquea; de modo que puede decirse de la tortuga que respira tragando el aire.

Las tortugas ponen huevos con cáscara calcárea; los dejan en la arena o en tierra, y luego el calor del sol los hace desarrollar. Estos animales gozan de notable longevidad; pues se conocen tortugas de ciento y de doscientos años; y aún se citan algunas que viven hace muchos siglos. Hanse dividido los quelonios en cuatro familias: Terrestres, palustres, fluviátiles y marinas.


ArribaAbajoFamilia de las Tortugas terrestres

Los quelonios de esta familia tienen el espaldar muy convexo, y a veces más alto que ancho, formando una bóveda sólida e inmóvil, bajo de la que puede el animal abrigar la cabeza, la cola y los miembros; las patas consisten en una especie de muñones redondeados, gruesos y cortos; los dedos son casi iguales, e inmóviles, unidos por una piel densa, y que solo se muestran al exterior por las uñas cortas, gruesas y cónicas, semejantes a pequeños cascos; en las patas anteriores se ven cinco uñas, y cuatro solamente en las traseras. Estas tortugas viven en los bosques o prados, y nunca van al agua, si bien gustan de sitios húmedos. Su alimento consiste en vegetales y moluscos. Excavan madrigueras con las patas, y duermen durante el invierno hasta en los países donde es muy templado.

La TORTUGA GRIEGA (Testudo graeca, LIN.). Esta tortuga, que tomamos por tipo, se encuentra en el litoral del Mediterráneo; su espaldar presenta una convexidad uniforme; las escamas son prominentes, granujientas en el centro y rodeadas de estrías concéntricas: la primera placa vertebral es pentágona; las tres siguientes, hexágonas, y la quinta es cuadrilátera; las dos primeras laterales tienen casi la forma de un cuarto de círculo o disco, y las seis que les siguen presentan una figura cuadrilonga. La misma figura cuadrilonga ofrecen las placas marginales, con profundas estrías transversas; es decir, de adelante atrás, y apenas son estriadas de arriba abajo. Las placas de encima del cuello y de los miembros son ligeramente festoneadas, y sus bordes son cortantes; encima del cuello existe una escotadura ancha y poco profunda; al paso que los bordes de las placas que corresponden a los miembros son algo más prolongados y ranversados hacia arriba. El peto está separado en dos grandes porciones por un surco longitudinal, y se compone de doce placas estriadas en dos direcciones, lo mismo que las placas marginales del espaldar; las dos primeras son pequeñas y triangulares; las dos siguientes, cuadrilongas y situadas oblicuamente; las otras dos, que forman el tercer par, son también oblicuas, pero más estrechas y prolongadas; las del cuarto par, o del centro del peto, grandes y cuadradas, se encorvan para mejor disposición de las aberturas por donde salen los muslos. Las placas del quinto par son semejantes a las del segundo; y finalmente las que forman el sexto y último par tienen la figura romboidal, y la situación oblicua; de manera que en el extremo del peto dejan una ancha escotadura angular. Las placas vertebrales tienen un color amarillo, y los bordes anteriores y laterales negros; también son amarillas las placas laterales y marginales, con estrías anteriores negras; en el centro de las placas del disco obsérvase una mancha negra irregular. El peto es en su totalidad amarillo con manchas o jaspes negros. La parte superior de la cabeza es convexa y cubierta de escamas; el hocico se halla como truncado; las narices aproximadas y superficiales; las mandíbulas ligeramente dentadas a modo de sierra, y la superior además contiene dos dientes laterales. El cuello puede prolongarse fuera de la coraza cosa de una pulgada; cúbrelo una piel escamosa y laxa, la que se repliega a modo de capucho sobre la nuca al arbitrio del animal. Esta especie crece con mucha lentitud, hasta adquirir lo más unas 10 pulgadas de largo; busca los sitios arenosos y cubiertos de arbustos; gústale calentarse a los rayos del sol y come hojas, frutas y caracoles, cuya cáscara rompe fácilmente con sus fuertes mandíbulas. Pone a mediados del verano cuatro o cinco huevos semejantes a los de paloma; y de ellos nacen los hijos tamaños como una nuez, después de pasadas las lluvias primeras de setiembre. En el mes de octubre se esconde debajo de la tierra, de donde no sale hasta por abril. Esta especie es la que se conoce de más antiguo; tanto que Fidias, escultor griego, la representó a los pies de su Venus. Es animal muy manso; aunque los machos se pelean a cabezadas y mordiscos. En Italia y Sicilia comen su carne y también los griegos en los días de vigilia, pues la ponen en la categoría del pescado, huevos, etc., y beben su sangre cruda. Con esta especie, y en especial con la morisca, que se le aproxima mucho y abunda en las costas septentrionales del África, se prepara el renombrado caldo de tortuga.

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Tortuga griega.

La TORTUGA (Testudo marginata, SCHOEFF.). Habita en la América meridional; y es muy semejante a la tortuga griega, aunque su coraza es más larga y estrecha en su diámetro menor; las estrías que rodean las placas son mucho más salientes. Las trece placas dorsales son pardas, o mejor negras, con el centro amarillo; las marginales se ven teñidas oblicuamente de amarillo y negro; el peto presenta los mismos matices que en la tortuga griega, pero el negro predomina sobre el amarillo. La especie de que tratamos muévese con mayor lentitud que la precedente. «Cuando anda, dice Lacepède, roza las uñas de los pies delanteros una después de otra con el suelo, apoyándolas por separado una tras otra; de manera que los pies vienen a hacer el oficio de ruedas, como si la tortuga tratase de levantar muy poco las patas, y de adelantar por una serie de pasitos, para disminuir la resistencia del peso que arrastra. Cuando se ha volcado de espalda al suelo puede recobrar por sí misma la posición natural para lo cual no emplea las patas, que no pudrían alcanzar al suelo; sino que se valen tan solo de la cabeza y del cuello, con los que se apoyan fuertemente procurando, por decirlo así, levantarse, y balanceándose de uno a otro lado buscan un punto del terreno que sea algo inclinado y les ayude a volverse en la posición regular, en cuyo caso dirigen todos sus esfuerzos hacia el lado del declive.»

La TORTUGA HÉCATE de BROWN, constituye una variedad de la que antecede, y también habita en la América meridional; su coraza es densa, y muy a menudo llega a tener 1 pie y medio de longitud; adornan su superficie placas hexágonas, oblongas, y forman unas líneas sutiles que parten del centro a la circunferencia a modo de radios. La carne es muy apreciada en clase de sustancia alimenticia. Abundan en la isla de Pinos, entre Cuba y el continente de América. Los cazadores las cogen con la mayor facilidad en los bosques y las llevan a sus cabañas; luego les marcan una señal en la concha y las dejan ir libres por los alrededores, seguros de que volverán a hallarlas concluida la cacería. Esta toma de posesión es sagrada entre los salvajes, y en varias partes de la América meridional la usan con todas las tortugas terrestres.

La TORTUGA GEOMÉTRICA (Testudo geometrica, LIN.). Es una especie de las más lindas que abraza esta familia: su concha no pasa de 6 a 8 pulgadas de longitud; sus placas dorsales presentan líneas amarillas, que parten de un centro de este color e irradian sobre un hermoso fondo negro de ébano. El peto es escotado en su parte posterior y muy aproximado al extremo del espaldar; su color es amarillo con un baño parduzco en el centro, y con puntos regularmente pardos hacia los bordes. La tortuga geométrica se encuentra en Asia, en la isla de la Ascensión y en el cabo de Buena Esperanza; los hotentoles hacen servir la caja ósea de esta tortuga para poner el tabaco.

La TORTUGA INDIA (Testudo índica, SCHOEFF.). Esta especie tiene un volumen enorme; tal que su coraza pasa de 3 pies de longitud. Esta es pardo-oscura, comprimida hacia la parte anterior, y replegado el borde anterior por encima del cuello.

Sobre la especie que antecede dice Francisco Leguat que durante su permanencia en la isla Rodríguez, en 1692, encontró tortugas que pesaban cerca de 100 libras. «En ella, dice Leguat, hay tanta copia de tortugas, que a veces se presentan reunidas en número de más de dos y tres mil; de modo que pueden andarse más de cien pasos por encima de sus conchas sin poner el pie en el suelo; júntanse al anochecer en los sitios frescos; y se estrechan tanto unas con otras, que parece el suelo enladrillado con los espaldares. Tienen la extraña costumbre de poner siempre en los cuatro lados, a cierta distancia de la manada, centinelas, que vueltas de espalda al campo, parece que acechan y vigilan; lo que no hemos dejado de notar ni una sola vez; sin embargo de parecer esto tan increíble, cuanto que estos animales ni pueden huir ni defenderse.»

La TORTUGA ELEFANTINA (Testudo elephantina, DUMER.). Con esta terminaremos la historia de las tortugas terrestres. Este gigantesco quelonio tiene por patria las islas del canal de Mozambique; su altura es igual a su anchura, que a veces pasa de 4 pies. El espaldares convexo, oval y de color pardo, más subido en el centro de las placas, las cuales unas veces son estriadas, y otras lisas; casi siempre se ve una placa encima de la nuca; las situadas encima de la cola por lo regular son sencillas. En el Jardín Real existieron dos individuos vivos de esta especie, procedentes de la isla de Francia, donde hacía cosa de 100 años que vivían, y pasaban de 3 pies de altura. Eran mansos y les gustaban las sustancias vegetales, sus movimientos eran pausados; pero tenían gran fuerza, tal que dos hombres puestos de pie encima de su espaldar, casi no incomodaban la marcha del animal.




ArribaAbajoFamilia de las Tortugas palustres

Las tortugas pertenecientes a esta familia tienen los dedos separados, provistos de uñas ganchosas y reunidos en la base por una palmeadura más o menos extensa. Las palustres establecen la transición de las terrestres a las acuáticas; andan con menos lentitud que aquellas, y nadan perfectamente. Viven a orillas de los estanques, lagos, riachuelos de corriente no muy rápida, consistiendo su régimen alimenticio en moluscos de agua dulce, lombrices y ranas.

El GALÁPAGO COMÚN (Testudo orbicularis, LIN.). Es especie muy abundante, y se encuentra en todo el oriente y mediodía de Europa: la concha tiene 6 pulgadas de largo; es oval, poco convexa, bastante lisa, negruzca y salpicada de puntos amarillos dispuestos en forma de radios. El esternón se halla dividido transversalmente en dos partes iguales, ambas movibles. Este galápago vive en aguas turbias metido en el cieno, y se alimenta de insectos, pececitos y yerbas. Es su carne comestible, y la venden en varios mercados de Alemania; para lo cual los crían en los jardines y huertas con lechugas, legumbres y pan. Al aproximarse el invierno se esconde en la tierra y permanece aletargado hasta la primavera.

El GALÁPAGO CENAGOSO (Testudo lularia, LIN.). Se diferencia del anterior en que su espaldar es más complanado, sin presentar manchas amarillas, y por ser de menor tamaño. Tiene los mismos hábitos y se encuentra en toda Europa hasta en las latitudes más frías, como son la Silesia, el Volga, el Tanaide, el Oural y lagos vecinos. Gústanle en especial las aguas muertas donde abundan los insectos. Cuando se halla en un riachuelo o en un estanque, ataca indistintamente a toda especie de peces, hasta a los mayores, mordiéndoles en el vientre y desgarrándolo con fuerza; cuando se encuentran aniquilados por la pérdida de sangre los devora con afán, sin dejar más que las espinas, la cabeza y la vejiga natatoria. En los jardines donde crían este galápago no deja de ser útil, pues destruye una infinidad de animalitos dañinos, en especial los caracoles, limazas, lombrices de tierra e insectos; aunque fuera muy perjudicial si se le permitía entrar en los viveros, que pronto dejaría despoblados. Es menester tenerle dispuesto un barreño de agua donde pueda bañarse de cuando en cuando. Lo mismo que el galápago común de Europa, se aletarga este durante el invierno; y si bien le gusta permanecer en el agua, busca para invernar un terreno seco, tiende donde emplea más de un mes en escavarse una madriguera de 8 pulgadas de profundidad. Salo por la primavera, y hace la puesta en un hoyo en la arena expuesto al mediodía. Por espacio de tres meses ejerce el sol su influjo vivificador en los huevos, y al cabo de ese tiempo nacen los hijos teniendo entonces unas 8 líneas de longitud total. La carne de esta especie se emplea con especialidad en la confección de caldos medicinales, y jarabes para las personas de pecho delicado.

Hay otras especies, también palustres, cuyo peto es todavía más móvil que en las dos que preceden; en su centro se ve una verdadera charnela transversal que se separa en dos hojas, una anterior y otra posterior, que al hallarse en yuxtaposición con el espaldar, forman juntos una especie de caja cerrada, en cuyo interior el animal está al abrigo de todo ataque. Entre las que tienen las dos hojas del peto móviles, se hallan las siguientes:

La TORTUGA DE PENSILVANIA (Testudo pensilvanica, LIN.). Esta tortuga de charnela, tiene la concha de 3 pulgadas de largo, de figura oval, anteriormente lisa, y de un matiz que tira a rojizo. Vive esta pequeña especie en los pantanos de la Florida y de la Carolina, y en ellos se mantiene escondida y aletargada durante todo el invierno debajo del cieno, de donde sale por la primavera para hacer la puesta: las demás especies solo tienen móvil la hoja superior del peto.

La TORTUGA CERRADA (Testudo clausa, SCHOEPFF.). Es parduzca, con las placas dorsales del espaldar amarillentas y estriadas, las vertebrales casi carenadas a lo largo; el peto en su centro es algo comprimido, y el espaldar tiene dos pulgadas de longitud. Esta especie vive en varias comarcas de la América septentrional; frecuenta los pantanos, y le gustan igualmente los lugares secos y expuestos al sol: tiene la caja un espesor tan considerable, y tanta es la fuerza de los músculos, que el animal anda cargado con un peso de 600 libras. Come escarabajos, lirones, y hasta, según dicen, serpientes de 4 y 5 pies de largo, sofocándolas antes de estrecharlas por el medio del cuerpo entre el espaldar y la hoja del peto. En algunos crían en los jardines para que los limpie de caracoles y ratas. Los americanos hallan que la carne de este reptil tiene un sabor rancio; al paso que hallan sus huevos excelentes.

La TORTUGA MATAMATA (Testudo fimbriata, LIN.). Esta especie singular se halla en la Guyana; y su cuerpo sale de tal modo fuera de la coraza, que el animal no puede ponerse a su abrigo aún cuando se siente herido: sus narices se prolongan formando una pequeña trompa; la boca no está provista de un pico de sustancia córnea, sino hendido, lo mismo que la de un sapo; el mentón y el cuello se ven guarnecidos, de franjas recortadas; el espaldar es complanado y erizado de eminencias piramidales. La longitud de esta tortuga es de 2 pies y 3 pulgadas. Los cazadores de la Guyana la persiguen de continuo, por suministrar un alimento sano y agradable; pero abunda a cierta distancia de dicha isla. Apártase apenas de los ríos, pues se alimenta de las yerbas que a sus orillas crecen.




ArribaAbajoFamilia de las Fluviátiles

Los quelonios que componen esta familia carecen de escamas, y en su lugar se ve una piel cartilaginosa que reviste la coraza; de donde tomó origen su nombre de tortugas blandas, que lo dan los naturalistas. A más de esto las costillas no les llegan a los bordes del espaldar, y solo en parte de su extensión se hallan adheridas entre sí: la unión de las costillas al esternón se hace por el intermedio de un simple cartílago, y las piezas de este hueso tampoco se hallan osificadas de un modo continuo. Los pies son palmeados, tan solo aptos para la natación, y solo tres dedos tienen uñas; la porción córnea del hocico se halla exteriormente revestida de labios carnosos, y la nariz se prolonga en forma de trompa. Estas tortugas son esencialmente acuáticas; así viven en los ríos de la zona tórrida, nadan perfectamente, y no van a tierra sino al anochecer. Su voracidad es indecible, y se alimentan en especial de reptiles y de peces.

La TIRSÉ, o TORTUGA DEL NILO (Testudo triunguis, LIN.). Esta especie se encuentra en el Nilo; llega a veces a 3 pies de largo; su color es verde con manchitas blancas, y su espaldar poco convexo. Como se alimenta de los pequeños cocodrilos recién nacidos del huevo, causa grandes beneficios en Egipto.

La TORTUGA FEROZ (Testudo ferox, LIN.). Albérgase en los ríos de las dos Américas; y para coger a las aves y reptiles de que se mantiene permanece emboscada debajo de las raíces de los juncos. Devora también a los pequeños caimanes; pero a su vez es devorada por los ya crecidos. La carne de estas tortugas es apreciada por lo sabrosa.

La TORTUGA SERPENTINA (Testudo serpentina, LIN.). Esta es tina tortuga de agua dulce, cuya cola es tan larga como la coraza, y cuyos voluminosos miembros no caben debajo del espaldar; la cola, además de su longitud, se ve erizada de crestas o dientes espinosas, y las escamas se presentan prominentes en figura piramidal. Esta tortuga, que a veces pesa hasta 20 libras, habita en las aguas dulces de la América septentrional, y aún se aleja bastante do sus orillas. Su voracidad es grande; despedaza a los pequeños patos, peces, reptiles y hasta a los de su propia especie; su modo de coger la presa consiste en levantarse sobre sus pies traseros y alargar al mismo tiempo el cuello con un movimiento rápido.




ArribaAbajoFamilia de las Tortugas marítimas

Las tortugas que viven en los mares, a las que Brogniart llamó quelonios, forman un grupo muy natural, que se diferencia de todas las demás tanto por su conformación como por sus hábitos. Tienen las patas complanadas a modo de paletas; los dedos enteramente envueltos en la piel y del todo inmóviles; solo dos de ellos tienen uñas, y aún estas caen muy pronto. Las patas anteriores son muy largas, y lo mismo que le sucede a la cabeza, no pueden recogerse en su totalidad dentro de la coraza; el espaldar es poco convexo, y en las inmediaciones del borde de este las costillas no se presentan adheridas; el esternón solamente se halla osificado en las partes laterales; encima de los orificios de la nariz existe una válvula carnosa que los cierra cuando el animal se sumerge en el agua; por último, tienen el hocico cortante y la mandíbula superior ganchosa.

La TORTUGA FRANCA (Testudo mydas, LIN.). Hállase en el Océano Atlántico, cubren su espaldar 13 placas, no imbricadas o sobrepuestas en sus bordes, de color leonado, con innumerables manchas pardas, y como un baño de color verde. Esta especie tiene a veces 6 ó 7 pies de longitud, y pesa hasta 800 libras.

Las tortugas francas pacen reunidas en gran número, las algas marinas en el fondo del océano, y en especial se alimentan con el zóstera, especie de planta monocotiledónea que presenta la forma de un lazo largo y estrecho. Nadan con suma facilidad, tal que a veces se las encuentra a más de 500 leguas distantes de tierra, flotantes y dormidas en la superficie del agua. No salen del mar sino en la época de la puesta; y entonces se dirigen a las costas de islas desiertas, donde depositan sus huevos. A veces el día antes de hacer la puesta acuden a examinar el terreno, y si es de su gusto, van el siguiente a efectuarla. Empieza la tortuga a salir del mar luego de puesto el sol; al acercarse a la orilla saca la cabeza fuera del agua y examina al rededor; después de haberse adelantado algo más; párase a mirar de nuevo hacia todas partes; si ve un hombre, al punto vuelve a internarse en el mar; pero cuando todo está tranquilo, va subiendo hasta fuera de la línea donde llega la más alta marca, y en dicho sitio pone los huevos, para que el agua no los alcance, ni los deje sumergidos. Con las extremidades anteriores escava en el suelo un hoyo de dos pies de profundidad, y en el mismo pone los huevos arreglados en hileras regulares. Cada puesta consta de más de cien huevos, los que en seguida cubre de arena, y anivela el terreno con tal destreza y cuidado, que no queda vestigio de su trabajo, hecho lo cual vuélvese al mar. El sol de los trópicos suple la falta de incubación; de modo que a los quince días de permanecer los huevos bajo sus vivificantes rayos nacen los pequeñuelos y desde luego se dirigen al mar. Esta es la época más crítica de su existencia; pues antes no pueden aposesionarse de su elemento natural, les es preciso evitar muchos y terribles peligros. Las rapaces diurnas, las zancudas, y los cocodrilos reunidos en las orillas están acechando el instante de su salida, cuya época periódica tienen muy prevista y conocida. Así que las tortuguitas han roto la cáscara, levantan la arena que las cubre, y salen a la luz del día, débiles y desprovistas de conchas; empezándose entonces una lamentable matanza: unas son pasto de sus voraces enemigos; otras con toda la premura que su natural lentitud les permite tratan de ganar las olas, y muchas de ellas perecen en el camino; las más venturosas llegan por fin al agua; pero como les cuesta algún trabajo hundirse en ella, las paviotas y cuervos marinos que rozan la superficie de las aguas todavía se llevan algunas; y para colmo de desgracia, de las que logran sumergirse caen una porción en las fauces de los tiburones. Como todo en este mundo tiene fin, aquí acaba la persecución que sufren las inocentes tortuguitas. Pronto les crecerán las escamas y se endurecerán las placas de sus corazas, y entonces podrán desafiar el poder de todos sus enemigos. Sin embargo queda uno para el cual ningún resguardo hallarán en esta arma defensiva, y este es el hombre; pues los marinos, cansados de los trabajos y privaciones de una larga navegación, encuentran deliciosa la carne de la tortuga franca. Abundan estos reptiles en los alrededores de las Antillas, sobre todo en un reducido archipiélago cerca de tierra firme, llamado por esta causa Tortugas. Igualmente se hallan en abundancia en las islas de Cabo Verde, de la Ascensión, de Francia, de Madagascar, Sandwich, Galápagos, etc. y en el grande Océano Atlántico y más allá de las zonas trópicas hasta 50º de latitud. En 1752 cogieron en el puerto de Dieppe una tortuga franca de 900 libras de peso, de 6 pies de longitud sobre 4 pies de anchura. Dos años después pescose en el puerto de Antioquía, a la altura de la isla de Rhe, otra tortuga todavía más enorme que la precedente; pues desde el hocico a la punta de la cola mediaban 8 pies, 4 pulgadas; de su hígado comieron más de cien personas, y se sacaron de ella cien libras de grasa. Tan estupendas dimensiones hacen creíble el aserto de Plinio y de Diodoro, quienes escriben que los quelonófagos (comedores de tortugas) habitantes del litoral del Mar Rojo, emplean a manera de esquifes los espaldares de grandes tortugas marítimas. Cita Dampier una tortuga mucho más colosal que las referidas; pues su espaldar presentaba 4 pies de profundidad, sobre 6 pies de ancho; y sirvió de batel a un muchacho para dirigirse a un cuarto de milla de distancia, y reunirse al buque que su padre mandaba en la bahía de Fernambuco. Cógense las tortugas, ya con arpón, lo mismo que los ballenatos, ya con redes tendidas en los islotes donde estos reptiles van a pacer las algas, ya en fin sorprendiéndolas al tiempo de ir a hacer la puesta; y en este último caso las matan en el sitio, o si no hay tiempo de llevárselas, se contentan con volcarlas patas arriba por medio de unas estacas, operación que requiere prontitud y destreza, por cuanto la tortuga arroja arena en derredor con sus patas-aletas, y puede causar no poco daño a sus perseguidores. En dicha disposición pueden conservarse las tortugas por espacio de un mes, como se tenga la precaución de rociarlas con agua de mar cuatro o cinco veces al día.

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Carey.

La TORTUGA CUANA (Testudo carretta, LIN.). Nunca llega esta especie a tener las dimensiones de la tortuga franca; pues no pasa de 4 pies; y su peso llega a 300 ó 400 libras. El carácter específico que la distingue de la precedente se saca del número de placas que forman el espaldar; que son quince, y no trece; la cabeza es más gruesa, y el color como castaño oscuro. Encuéntrase en el Océano y en el Mediterráneo, y es la más esforzada y voraz de entre las tortugas. Come caracoles marinos cuya concha quebranta con sus robustas quijadas. La carne de esta especie es oleosa, rancia, coriácea y almizclada; pero sus huevos son un manjar delicado. A más suministra un aceite que emplean para alumbrar, para adobar los cueros, y también para untar las maderas y preservarlas de carcoma.

El CAREY (Testudo imbricata, LIN.). Esta especie suministra la sustancia que llamada concha y también carey, de tanto uso en las artes, en especial en la fabricación de peinetas y objetos de ornato, conócese en la disposición de las placas del espaldar, que se hallan sobrepuestas al modo de las tejas; tiénelas en número de trece, de color amarillento jaspeado o pardo jaspeado. Es el carey más pequeño que la tortuga franca; tiene más prolongado el hocico y las mandíbulas dentadas. Su alimento consiste en plantas marinas, aunque también come crustáceos, moluscos y peces. Encuéntrase en los mares de América y en el Océano Índico; sus hábitos son los mismos que los de las tortugas franca y enana, y hace la puesta en los mismos sitios que estas, constando cada cría de 200 huevos.

Sin embargo de ser la carne del Carey desagradable y malsana, los marineros la comen con sumo gusto. Pero lo que hace buscar con más afán esta especie son las placas de su espaldar: aunque estas son semejantes al cuerno, su sustancia no es fibrosa, ni tampoco lamelosa; y sobre esto son más diáfanas y más fácilmente pulimentables: circunstancias que las hacen mucho más estimadas que el cuerno. Cada tortuga suministra unas cuatro libras de concha; la cual quitan poniendo fuego debajo del espaldar: con el calor se solevantan las placas y no hay más que irlas despegando con la mano. Cuando se quiere labrar la concha así en bruto, se reblandece primero metiéndola en agua caliente, y en seguida se coloca en moldes de hierro calentados de antemano con agua hirviendo; pudiéndose de este modo encorvarla, doblarla, soldarla, extenderla, y comunicarle en fin todas las formas y disposiciones imaginables; con la ventaja de que hasta los más pequeños fragmentos pueden fundirse y formar con su unión una sola pieza continua.

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Carey visto por su cara inferior.

Debe añadirse a la familia de las tortugas marítimas una especie desprovista de escamas o placas, cuya coraza está simplemente cubierta de una piel coriácea: llámanla laúd.

El LAÚD (Testudo coriácea, LIN.). Su espaldar, de figura oval y puntiaguda, presenta tres crestas salientes al través del cuero, y en la parte posterior se prolonga en términos que parece formar otra cola encima de la verdadera. Solo se encuentra esta especie en el Mediterráneo, y acaso también en el Océano Atlántico. Hace su puesta en los arenales de las costas de Berberia, y puede adquirir enormes dimensiones; de manera que en 1779, en Ceta pescaron una de 5 pies y 5 pulgadas de longitud; y en la desembocadura del Loira en 1729 otra de 7 pies y 1 pulgada. El naturalista que extendió la descripción de esta última asegura que dio terribles aullidos cuando la mataron; hecho del todo inverosímil. Dicen que fue esta especie conocida de los antiguos griegos, quienes hicieron de su espaldar la caja de un instrumento de música, añadiéndole cuerdas de tripa o de metal; por cuya razón en Grecia estaba dedicado este animal a Mercurio, inventor de la lira.






ArribaAbajoOrden de los Saurios

Comprende este orden a todos aquellos reptiles que por el conjunto de su estructura ofrecen alguna semejanza a los lagartos; por consiguiente, tienen el cuerpo prolongado y terminado por una cola, y cuatro miembros o extremidades la mayor parte, aunque algunos solamente dos: su esqueleto no ofrece cosa excepcional. La movilidad de las costillas, las cuales se articulan con el esternón, les permite levantarse y bajarse en el acto de la respiración, el cual se efectúa del mismo modo que en los mamíferos y las aves. Los pulmones son grandes y penetran bastante en la cavidad abdominal. Cubre a la piel un epidermis escamoso; la boca, anchamente hendida, carece de labios, pero está armada de dientes cónicos. Son los saurios esencialmente carnívoros, por lo que es bastante corto su canal digestivo.

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Esqueleto de un saurio.

Dividiremos el orden de los saurios en seis familias, o mejor en seis grandes géneros; a saber: cocodrilos, lácertos, iguanas, gecos, camaleones, y escincos.


ArribaAbajoFamilia de los Cocodrilos

Los cocodrilos tienen la cola comprimida lateralmente, provistos de cinco uñas los dedos de las patas anteriores, y de cuatro solamente las traseras, todos unidos más o menos por membranas, lo que indica hábitos acuáticos. Distínguelos particularmente de los demás saurios la estructura del aparato circulatorio; pues tienen dos corazones, cada cual con su aurícula y ventrículo propio, lo mismo que los mamíferos y las aves; con todo, la cabeza recibe solo sangre arteriosa; mientras que las partes inferiores se nutren como en los demás reptiles con la mezcla de sangre roja y de sangre azul o venosa. Imaginémonos que en la circulación, tal como en los mamíferos, un vaso nacido en el ventrículo derecho y que contiene sangre venosa va a desembocar en la aorta descendente; y nos será fácil comprender como efectuándose la mezcla debajo de las ramas arteriosas que se dirigen a la cabeza y parte anterior del tronco, estas partes recibirán sangre pura arterial; al paso que todas las demás la recibirán mezclada. Los cocodrilos pueden permanecer sumergidos en el agua con la boca abierta, quedando solo fuera del líquido los orificios de las narices, sin necesidad de interrumpir la respiración, facultad dependiente de cierto repliegue membranoso, semejante al velo del paladar en los mamíferos, el cual bajándose intercepta toda comunicación entre la boca y la nariz con el árbol respiratorio; cierran las ventanas de la nariz unas válvulas que ocupan la punta del hocico; la boca se extiende de una a otra oreja; y en cada mandíbula hay una fila de dientes agudos y articulados en alveolos distintos.

Son los cocodrilos unos animales de grandes dimensiones; en la espalda y la cola defiéndenlos recias escamas que forman cresta en su parte media, y son delgadas, lisas y dispuestas a modo de fajas transversales. Habitan en los ríos y lagos de la zona tórrida; nadan muy bien, y corren con rapidez en línea recta, siéndoles bastante difícil mudar de dirección una vez emprendida la carrera; así es que puede uno escapar de su persecución huyendo y dando rodeos. Dicha dificultad proviene de que apoyándose entre sí las vértebras cervicales por medio de ciertas costillitas falsas, no ejecutan con facilidad los movimientos laterales. Son estos reptiles sumamente voraces, y atacan hasta al hombre y a los grandes mamíferos. La lucha que con estos últimos se traba algunas veces anima momentáneamente a los ojos del viajero los silenciosos desiertos de la zona tórrida.

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Lucha de tigre y del cocodrilo.

Acude un tigre a mitigar la sed a la orilla de un lago, y en un instante se halla cogido del hocico con un par de quijadas que aprisionan y paralizan las suyas: consiste esto en que a un cocodrilo, que se hallaba emboscado en un cañaveral, se le antojó hacer presa en el más fiero de los cuadrúpedos. Privado el tigre del auxilio de sus terribles colmillos, no trata de despedazar con las garras la impenetrable coraza del reptil, sino de arrancarle los ojos, así es que hinca sus retráctiles uñas en las órbitas del enemigo. Pero como en este más puede el hambre que el dolor, no suelta la presa; antes bien procura arrastrarla al agua y sumergirla: el tigre ni aún en el fondo del agua deja el único punto vulnerable del cuerpo del cocodrilo; de modo que ambos mueren víctimas de su saña, el tigre anegado, y el reptil, que quedó ciego, se ve condenado a una muerte inmediata. Los cocodrilos no pueden tragar cosa alguna en el agua; pero ahogan la presa, y luego la ocultan entre las cañas, devorándola cuando empieza la putrefacción.

El COCODRILO (Lacerta crocodilus, LIN.). Tiene el hocico largo y complanado, con una escotadura a cada lado de la mandíbula superior, en la cual encaja el cuarto diente de la mandíbula inferior; su total longitud a veces pasa de 30 pies; en el dorso tiene seis hileras de placas cuadradas e iguales; el color de este reptil es verde bronceado, con jaspes y puntos pardos superiormente, y verde amarillento en su cara inferior. Vive en los grandes ríos de la zona tórrida, y donde por primera vez se observó fue en Egipto. Antiguamente bajaba hasta el Delta, y según refiere Plinio, pasaba cuatro meses de invierno aletargado en las cuevas. En la actualidad no abandona la Nubia, ni tampoco se aletarga.

Conocida es la veneración que tributaron a ese reptil los antiguos egipcios: los habitantes de Tebas le adoraban, le daban alimento, engalanábanle con joyas, y cuando muerto embalsamaban su cuerpo. Parece, no obstante que ese culto se tributaba a simples individuos; pero de ninguna manera a la especie entera, supuesto que en tiempo de Herodoto se hacía activa guerra a los cocodrilos del Nilo: echaban al río un anzuelo del tamaño proporcionado al uso a que se le destinaba, con una lonja de tocino por cebo; luego el pescador hacia gruñir un cochino, cuya voz atraía al cocodrilo, pero hallaba este durante el trayecto el pérfido cebo, y quedaba cogido; entonces lo tiraban hacia la orilla. No siempre le perseguían con designio de comer su carne; sino que a veces era para cogerlo vivo. Sabemos que el edil Escauro, y los emperadores Augusto y Heliogábalo hicieron llevar a Roma cocodrilos vivos, que ofrecieron en espectáculo al pueblo.

No terminaremos la historia del cocodrilo sin hablar de un caso particular que, atestiguado primeramente por Aristóteles y Herodoto, pusiéronlo después en duda los naturalistas del siglo XV, y por último acaba de confirmarlo Godofredo de Saint-Hilaire. Trátase de cierto pacto que ha establecido la Providencia entre el cocodrilo y una avecilla del orden de las zancudas; la cual se introduce sin temor en la disforme boca del reptil, permanece en ella cuanto quiere, y vuelve a salir incólume, a veces después de haber estado algunas horas entre las formidables quijadas. Para comprender tanta seguridad y confianza en el ave, y tanta tolerancia en el reptil, es menester que se sepa cómo el cocodrilo para dormir y hacer la digestión se ve obligado a salir a tierra. En su boca, abierta durante el sueño, penetran miles de hormigas para saciarse con los restos de sustancias animales que existen entre los dientes de la enorme bestia, cuya lengua inmóvil no es apta para quitarlas, no obstante lo mucho que tales insectos le molestan con sus mordiscos. Pero sucede que el pluvial, que gusta en extremo de hormigas, se introduce en la boca, se instala en ella con todo atrevimiento, y se sacia de tan importunos huéspedes. Así es que sintiendo el cocodrilo el alivio que el ave le procura destruyendo a sus parásitos enemigos, no solo no le hace daño, sino que lleva su gratitud hasta advertirle, por un movimiento particular cuando quiere sumergirse en el agua; en cuyo caso el pluvial toma el vuelo y desaparece. El cocodrilo de Méjico, del que vamos a tratar, recibe igual servicio de un ave del orden de los páseres.

El COCODRILO DE LARGO HOCICO (Crocodilus acutus, CUV.). Esta especie pertenece a las Antillas; tiene cuatro filas de placas, siendo su ordinaria longitud de 16 pies: es muy fiero y peligroso hasta para el hombre. La hembra hace su puesta en hoyos que excava en la arena; nacen los huevos al cabo de un mes; acude la madre a escarbar el suelo para desenterrar a sus párvulos, y provee a sus necesidades y defensa durante los tres primeros meses de su existencia.

Los Caimanes se diferencian de los cocodrilos en que el cuarto diente de la mandíbula inferior es recibido en un agujero, en lugar de escotadura, de la mandíbula superior; los dedos traseros son semipalmeados.

El ALIGÁTOR (Cocodrilus lucius, CUV.). Tiene por carácter específico cuatro placas principales que ocupan la nuca. Abunda en las partes meridionales de la América del Norte; en la desembocadura del río Misisipí, y en los interminables pantanos que produce este río con sus periódicas inundaciones. Véseles reunidos en gran número: unos durmiendo encima de troncos de árboles viejos flotantes; otros hendiendo las aguas en todas direcciones; los párvulos agarrados de la espalda de los padres; y de aquellas repugnantes y numerosas reuniones sale tal estruendo, que no lo igualaran mil bueyes peleando entre sí y mugiendo de coraje. Pero con todas sus estrepitosas demostraciones el aligátor no ataca al hombre; solo va a tierra impelido por la necesidad de hacer la puesta, o de tomar alimento, el cual consiste en tortugas terrestres y en lechones o cochinitos; tienen el andar lento, y con la cola surcan el fango como pudiera hacerlo la quilla de una lancha. Fuera del agua, es el aligátor más medroso aún que puesto en su natural elemento: se encoge, se aplasta en el suelo, y hace rodar sus ojos dentro de las órbitas; pero sin menear la cabeza. Si se le acerca un hombre, el reptil ni huye ni embiste; solo lo ve venir con inquietud, se solevanta, hínchase, y despide el aliento con tal fuerza que parece el fuelle de una fragua. No emplea para su defensa otra arma que la cola; pero esta es formidable, y la bande con tan prodigiosa fuerza y agilidad, que de un golpe puede aterrar y dejar muerto a un hombre. Pero como este no pierda la serenidad y sepa mantenerse fuera del alcance de la cola atacando de frente al aligátor, podrá sin riesgo molerle a palos.

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Aligátor.

En los estanques que forma el Misisipí con sus desbordamientos, deja al volver a su cauce natural millares de peces, que sirven de abundante pasto a dichos reptiles, aunque no sin que vaya el hombre a disputárselo impunemente. El cazador que da vueltas por el estrecho sendero que orilla dichos estanques, puede tirarle a quemarropa; y si la bala da en un ojo del reptil, su muerte es tan cierta como instantánea. Se les da caza por causa del aceite que contiene su cuerpo, y que, lo mismo que el de los cetáceos, es excelente para la conservación de los cueros. Tal vez suele acontecer que un muletero, deseoso de evitar rodeos, se decide a atravesar con su ganado las lagunas donde pululan los aligátores; la llegada de los cuadrúpedos domésticos que se arrojan a nado, pone en movimiento a los voraces reptiles, y van a rodear a los recién llegados; en términos que habrá algunas víctimas si el conductor pierde la serenidad; con todo, como tenga presencia de ánimo y destreza para repartir algunos palos a los sitiadores, les infundirá tal respeto que toda la recua pasará el vado sin otro percance que el susto, pues los animales conocen el peligro de que acaban de escapar.

En invierno refúgianse los aligátores bajo las raíces de los árboles hundidas en el fango; cúbrense con una capa de tierra, se aletargan, y conservan una inmovilidad tal, que puede uno subirles a la espalda; aunque es preciso recelar de la cola. La hembra hace la puesta en junio, colocando los huevos en un matorral espinoso, dentro de algún cañaveral a donde lleva ramas y hojarasca. Pone hasta sesenta huevos colocándolos por docenas en sitios distintos; cúbrelos con una capa de tierra, y encima de ella yerbas entrelazadas con tanta solidez que pueden resistir el peso de un hombre sin hundirse. No hay incubación, pues fuera imposible por la estructura escamosa de la hembra, e inútil, atendido lo bajo de su temperatura natural; pero permanece velando con inquietud su tesoro sin apartarse más que para buscar el sustento; en esta época es ciertamente peligroso el acercársele. Los huevos nacen todos a un tiempo; la madre reúne los párvulos, y los lleva a los pantanos poco profundos y más desiertos para librarlos de la voracidad de las aves de rapiña, de las zancudas, y sobre todo de la de los padres. Crecen estos reptiles con grande lentitud, de manera que se ha hecho fácilmente el cálculo de que un aligátor de 17 pies de largo debe tener unos cien años.

El GAVIAL DEL GANGES (Lacerta Gangética, LIN.). Diferénciase del cocodrilo y del caimán, en que tiene el hocico largo y estrecho, y los dientes casi iguales. Encima del hocico nótase una eminencia, la cual en el macho adquiere considerable incremento: está formada por una masa cartilaginosa de figura oval; y constituye una especie de bolsa con un tabique interior que la divide en dos comparticiones o cavidades; teniendo su abertura hacia atrás y abajo. Esta particularidad hizo decir a un antiguo naturalista que había en el Ganges cocodrilos con un cuerno encima del hocico. Esta especie habita en el Ganges, y probablemente también en otros ríos de la zona tórrida; su longitud llega hasta a 30 pies, y se alimenta solo de peces: lo cual tal vez es causa de que no obstante su colosal corpulencia no es peligroso al hombre ni a los cuadrúpedos.

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GAVIAL DEL GANGES.




ArribaAbajoFamilia de los Lacertos

Los caracteres de los saurios pertenecientes a esta familia son los siguientes: cinco dedos separados y provistos de uñas en cada uno de los cuatro pies; lengua delgada, blanda y terminada en dos hilitos; y escamas dispuestas en fajas transversales al rededor de la cola y debajo del vientre.

En el género de los monitores o salvaguardias se notan dientes solo en las mandíbulas. -El MONITOR DEL NILO (Lacerta nilotica, LIN.), y el MONITOR TERRESTRE DE EGIPTO (Lacerta scincus, MERR.), se conocen en que tienen la cola deprimida lateralmente, la cual les hace más acuáticos. Creíase que estos animales, que por sus hábitos se acercan al aligátor y al cocodrilo, advertían al hombre por medio de un ligero silbido cuando se aproximaba alguno de tan peligrosos reptiles, y por esto le dieron los nombres de monitor y salvaguardia. El del Nilo tiene 6 pies de largo, y en Egipto creen que es un cocodrilo nacido en terreno seco; come los huevos del verdadero cocodrilo. Abunda el segundo en los desiertos vecinos del África; los bateleros del Cairo le arrancan los dientes y lo ofrecen en espectáculo.

Los lagartos propiamente tales tienen el paladar armado con dos filas de dientes, a más de los que existen en ambas mandíbulas; su cola es cilíndrica. Son animales ágiles, ligeros, elegantes, que se alimentan de presa viva y en especial de insectos; en verano pueden permanecer sin comer durante algunas semanas, y en invierno por espacio de cuatro o cinco meses: hase supuesto ser amigos del hombre hasta avisarle cuando le acerca alguna serpiente.

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LAGARTO.

El LAGARTO OCELADO (Lacerta ocellata, DAUD.). Habita esta especie al mediodía de Europa, y es la más hermosa de todas; tiene más de 1 pie de largo, y es su color un hermoso verde con rayas de puntos negros en forma de anillos u ojos, que presentan el aspecto de un bordado.

El LAGARTO VERDE (Lacerta viridis, DAUD.). Es una especie muy semejante a la antecedente; pero es mucho más pequeño, teniendo a lo más 9 pulgadas de longitud, inclusa la cola que se lleva ya 4 pulgadas; su color es del todo verde brillante; la parte superior del cuello, del cuerpo, de la raíz de la cola, de los miembros y de los costados, está cubierta de escamas verde-negruzcas mezcladas sin orden, aunque dispuestas en series transversales; las mejillas y parte superior de la cabeza están cubiertas de placas azuladas con tres o cuatro puntos de un verde, claro; por último, gran parte de la cola es gris y ligeramente parduzca.

El LAGARTO VERDE RAYADO (Lacerta bilineata, DAUD.). Acaso sea una simple variedad de la especie precedente: es de un hermoso y brillante color verde, más claro en el vientre, y hasta azulado en la parte inferior del cuello: a cada lado de la espalda y de la raíz de la cola se extiende una línea longitudinal blanca, con manchas contiguas con su borde superior; en los lados del cuello y en los costados se notan manchitas pardas, irregulares, transversales, y una serie de puntos blancos separados; la longitud de la cola es doble de la del cuerpo.

La LAGARTIJA SILVESTRE (Lacerta stirpium, DAUD.). Diferénciase de la gris tanto por sus caracteres físicos como por sus hábitos, pues vive en los bosques y en los troncos de los árboles; mientras la gris permanece constantemente en los agujeros de los muros y paredes de los huertos y jardines; la parte superior de la cabeza, la espalda y la cola son pardas, y los costados y partes de la cara inferior de un hermoso verde claro; los costados y caras laterales de la cola presentan un matiz algo ceniciento, con algunos puntitos blanquizcos; en cada costado tiene dos series longitudinales de manchas negruzcas, y en cada una de ellas se ve un punto blanco, como los ocelados. Las escamas situadas debajo del cuerpo y de la cola tienen una manchita y un punto de color negro, la planta de las patas es blanquizca. Anida e inverna en los troncos, y es muy común en los bosques de Boloña y de Vincennes; goza de extrema ligereza, y cuando la persiguen se desliza con extraordinaria rapidez por entre la hojarasca. Permanece acechando al sol, los mosquitos, hormigas y otros insectillos, de que se alimenta.

La LAGARTIJA GRIS (Lacerta agilis, DAUD.). Es la especie más abundante en nuestras comarcas; tiene el cuello casi del mismo grosor que el cuerpo, y ambos son complanados por sus cuatro caras; la cola algo más larga que el cuerpo, cilíndrica y puntiaguda. En la parte superior de la cabeza y de las órbitas se notan once pequeñas placas o escamas angulosas y pardo-cenicientas; otras se ven, cuadradas, blanquizcas con los bordes negruzcos a los lados de la cabeza y al rededor de las quijadas. Todas las escamas que visten las partes superiores y laterales del cuello son en extremo diminutas, hexágonas y ajustadas como un enladrillado; la espalda, lo mismo que la cabeza, es de color ceniciento, pero con este matiz se mezclan puntos y rasgos parduzcos; la cola es cenicienta en su cara superior, y blanquizca en la inferior, con manchitas blancas y negras a los lados, que empiezan desde la raíz.

La LAGARTIJA DE LOS ARENALES (Lacerta arenicola, DAUD.). Diferénciase de la silvestre, de la que es una simple variedad, por los caracteres siguientes: es de mayor tamaño y fuerza, pues llega a 7 pulgadas de longitud total; tiene la cabeza piramidal; el color gris-amarillento uniforme, más claro y sin manchas en la cara inferior de la cabeza, del cuerpo y de la cola; y más oscuro y parduzco en las caras superiores; con dos series longitudinales de manchitas pardas, rodeadas de blanco amarillento, en la espalda y nacimiento de la cola; en cada costado se ven dos filas de manchitas pardas oceladas con un punto blanquizco. Este animal es vivísimo, y corre por la arena a las horas de sol, reluciendo su cuerpo con un brillo sedeño, cual si fuera de raso. Es sumamente arisco e indomesticable; la hembra pone diez y seis huevos en un hoyo, y luego los cubre de arena.




ArribaAbajoFamilia de las Iguanas

Las iguanas fueran verdaderos lagartos, si, como estos, tuviesen la lengua extensible, o capaz de salir fuera de la boca; pero al contrario, este órgano es en ellas carnoso, grueso, y con una simple escotadura en el extremo. Entre los géneros en que se ha dividido esta familia, citaremos en primer lugar a los esteliones, cuya espalda y muslos están irregularmente salpicados de escamas mayores que las demás y a veces espinosas; en algunos les rodean las orejas formando grupos; su cola es larga y terminada en punta. El ESTELIÓN DE LEVANTE (Lacerta stelio, LIN.) tiene 1 pie de largo; es de color oliváceo con matices negruzcos; abunda en Levante, especialmente en Egipto; los mahometanos le matan porque dicen que se burla de ellos cuando baja la cabeza, lo mismo que ellos hacen en sus plegarias.

Los dragones son pequeños saurios que se distinguen de todos los demás por dos repliegues de la piel, que en ellos forman de cada lado unas alas; hállanse sostenidas por las costillas falsas del animal, las cuales en lugar de encorvarse al rededor del cuerpo, se extienden rectas en dirección horizontal; pero como su movilidad es poca y están del todo separadas de los miembros, no es posible al animal batirlas y sacudir el aire para arrancar el vuelo, como hacen las aves y los murciélagos; por lo que quedan reducidas a una especie de paracaídas, que sostiene al reptil cuando salta de una a otra rama persiguiendo a los insectos, de que se mantiene. Tienen los dragones debajo de la barba una especie de bocio o papada puntiaguda, y otros dos más pequeños a los lados, sostenidos por el hueso hioides o lingual. Las tres especies de dragones que conocemos habitan en las Indias Orientales y en el Archipiélago índico, y se albergan en los bosques. Estos inocentes animales, cuando vuelan hinchan el bocio a fin de disminuir su gravedad específica, y se arrojan de un árbol a otro mediando a veces la distancia de treinta pasos, produciendo sus alas una especie de zumbido. A pesar de esa facultad de locomoción, son a menudo presa de las serpientes.

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DRAGÓN.

El DRAGÓN RAYADO (Draco lincatus, DAUD.). La cara superior del cuerpo se halla vistosamente abigarrada de azul claro y de gris; las alas son pardas con varias fajas blancas longitudinales.

El DRAGÓN VERDE (Draco volans, LIN.). Tiene las alas reunidas en el arranque de los muslos, y además son grises, con cuatro fajas transversales pardas, y en sus bordes se ven seis escotaduras; siendo verde el color del cuerpo. Dichas alas, como hemos dicho forman una especie de paracaídas.

El DRAGÓN PARDO (Draco fuscus, DAUD.). Es notable por su matiz pardo casi igual e uniforme; excepto en las partes laterales del cuello, que son grisáceas; son membranosas las alas, y jaspeadas con oscuras manchas; la piel se halla cubierta de escamas, siendo casi del todo lisa.

Las Iguanas propiamente dichas están vestidas de escamitas sobrepuestas por sus bordes, y a lo largo del dorso tienen una cresta compuesta de otras escamas anchas y puntiagudas: también tienen papada terminada en punta y comprimida: estos reptiles pertenecen a América.

La IGUANA COMÚN (Lacerta iguana, LIN.). Su longitud es de 5 pies; la cara superior del cuerpo verde-amarillenta, con jaspes verdes, y la cola anillada de pardo; la cara inferior en la totalidad del reptil es de color más claro; el borde anterior de la papada es dentado, lo mismo que el espinazo. Habita en la América meridional, cuyos habitantes le dan caza a causa de la delicadeza de su carne considerada como alimento. Cuando quieren cogerla se defiende; y aunque su mordedura no sea ponzoñosa puede no obstante acarrear graves consecuencias pues jamás suelta el objeto que una vez ha mordido como no sea llevándose la parte cogida entre los dientes; a más su larga y robusta cola hace las veces de un látigo, y lo blande de una parte a otra causando intenso dolor sus golpes. Este animal casi nunca se aparta de los árboles; come frutos, hojas y granos. La hembra hace su puesta en la arena.

Los basiliscos tienen encima del espinazo y de la cola una cresta continua, prominente, y sostenida por las apófisis espinosas de las vértebras.

El BASILISCO DE LA GUYANA (Lacerta basiliscus, LIN.). Distínguese por una eminencia membranosa en figura de capuz, que lleva en la nuca; tiene el cuerpo azulado, con dos fajas blancas, una detrás del ojo, y otra detrás de las mandíbulas, las cuales van a perderse en la espalda. Come granos y corre con agilidad por los árboles. Favorece a sus hábitos casi aéreos la dilatabilidad del capucho, el cual aumentando de volumen con su ensanche, le hace más ligero. No siempre permanece en los bosques sino que tal vez va al agua, y nada con mucha destreza.

«Dice Lacepede que el moderno basilisco, muy lejos de dar muerte con solo su mirada, como el fabuloso animal cuyo nombre lleva, debe causar gran placer cuando anima las soledades de las selvas inmensas de la América, arrojándose rápido de rama en rama, cuando en estado de reposo se engalana, por decirlo así, con su moño delante de los que lo contemplan; agita blandamente su hermosa cresta, ya levantándola, ya bajándola, y al mismo tiempo sus escamas brillan con mil colores.»




ArribaAbajoFamilia de los Gecos

Son los gecos unos lagartos nocturnos, de cuerpo aplastado, de cabeza ancha y plana, de grandes y salientes ojos, de mandíbulas con una sola fila de dientes, y de lengua inextensible; tienen el andar pesado y rastrero, los dedos casi iguales, con uñas retráctiles, y guarnecidas superiormente con repliegues de la piel, a beneficio de los cuales se adhieren al cuerpo por donde caminan.

El GECO DOMÉSTICO (Lacerta gecko, HASSELK.). Tiene como 1 pie de largo, el cuerpo ancho, deprimido y rechoncho, liso, gris rojizo punteado de pardo; las escamas y tubérculos que visten la piel son diminutos; la cola redondeada; debajo de los muslos tiene una serie de granos porosos; sus dedos ensánchanse únicamente en su extremo, y su parte inferior se ve estriada en forma de abanico, la planta se halla hendida en el centro, y en esta hendidura radican las uñas muy ganchosas que tienen todos los dedos. Este animal es común en las poblaciones de Oriente, se alberga en los sitios húmedos y oscuros de las casas, y a veces se le ve pegado al techo.

En Egipto dan al geco el nombre de padre de la lepra (Abouburz), pues creen los naturales que comunica dicha enfermedad contaminando con sus patas los alimentos, en especial las viandas saladas que le gustan en extremo; lo cierto es que su paso por encima de la piel de un hombre le produce equimosis y pústulas. Cree Cuvier que puede atribuirse al roce de las uñas esa acción cáustica; pero Hasselquist observó que la ponzoña se exhala en la superficie de los dedos; y en el Cairo, en 1750 vio dos mujeres y una niña que llegaron a punto de morir a consecuencia de haber comido queso en el cual había puesto las patas uno de estos animales. Aseméjase su voz al garrular de las ranas y parece articular las sílabas ge-co; de donde tomó origen su nombre.

El GECO DE LAS PAREDES, o SALAMANQUESA (Gecko fascicularis, DAUD.). Es un feo animal que se encuentra en todo el litoral del Mediterráneo; largo de 4 pulgadas; de color ceniciento oscuro; de cabeza pesada y gruesa, y con toda la cara superior del cuerpo salpicada de tubérculos, cada uno de los cuales se forma de tres o cuatro granulaciones más pequeñas y acumuladas; los dedos son anchos en toda su extensión, provistos interiormente de estrías transversales; pero no todos de uñas. Prefiere esta especie los sitios cálidos y secos, donde se oculta en los agujeros de las paredes, en los montones de piedras y de escombros, y se cubre el cuerpo con tierra y polvo.

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Salmanquesa.




ArribaAbajoFamilia de los Camaleones

Son los camaleones unos saurios, que por ciertos caracteres orgánicos se separan de los demás de la familia: tienen en todos los pies cinco dedos; pero repartidos entre dos hacecillos; dos dedos en uno, y tres en el otro hacecillo; los cuales siendo oponibles, dan al animal la facultad de trepar a los árboles; los dedos de cada hacecillo están unidos hasta las uñas por la piel. Tienen la cola redondeada y asidora, como la de los monos del nuevo continente; y en los camaleones viene a ser un quinto miembro que compensa la torpeza y lentitud de los otros cuatro. Los ojos son grandes y prominentes; pero casi del todo cubiertos. Por la piel; de manera que la luz solo llega a la retina pasando por un agujerito situado enfrente de la pupila. A más de esta extraña disposición, cada ojo se mueve con independencia del otro; es decir, que el derecho puede mirar adelante mientras el izquierdo mira hacia atrás, y viceversa; o dirigir uno hacia arriba y otro hacia abajo. Tienen el cuerpo deprimido, el espinazo cortante, y la nuca prominente en forma piramidal; la piel del todo granujienta y escamosa; poblada la boca de dientecitos que terminan en tres puntas obtusas; la lengua es larga, cilíndrica, y se prolonga fuera de la boca por un mecanismo semejante al que hemos visto en los picos, y con ella coge el camaleón los insectos de que se alimenta. Pero de cuantas particularidades se hallan en el camaleón, la más curiosa es la facultad de cambiar repentinamente de color, según sus necesidades o las pasiones que le traen agitado. Creyeron los antiguos que toma el color de los objetos que le rodean para ocultarse a la vista de los que le persiguen; y los poetas han hallado en este animal una metáfora para aquellos hombres que mudan de opinión seguir las circunstancias. Lo que hay en esto de cierto es que el camaleón sufre notables mudanzas de color; y pónese ya blanco, ya amarillento, ya verde ya rojizo, ya casi enteramente negro, según la temperatura en que se halla, o las sensaciones internas que experimenta, tales como el miedo, la cólera, etc. En cuanto al mecanismo o modo de producirse tan varia coloración, opina Cuvier que es efecto de la distensión de los grandes pulmones que tiene el reptil, los cuales llenándose más o menos de aire, dan más o menos color a la sangre que acude a sus celdillas; y refluyendo esta hacia la piel comunícale la variedad de matices que se nota; pero en la actualidad se sabe que reside en la misma estructura de la piel la causa de tales cambios; puesto que los anatómicos en ella han encontrado varias materias colorantes, que ya pueden mostrarse unas sobreponiéndose a las otras, ya retirarse todas bajo la capa superficial del cutis. Viven estos animales en los lugares más cálidos del África y del Asia; son sus pulmones tan capaces, que permiten al animal interrumpir por muchas horas la respiración; en cuyo caso se hinchan y permanecen inmóviles como de piedra en las más extrañas posiciones. Además del camaleón común, de que luego hablaremos, conócense algunas otras especies del mismo género; tales son: el CAMALEÓN DEL SENEGAL (Lacerta Chamaeleon, LIN.), que tiene el capuz complanado, y casi sin arista. El PEQUEÑO CAMALEÓN (Lacerta pumila, LIN.), que lleva el capucho caído hacia atrás y como complanado; tiene los costados, miembros y cola llenos de espesas verrugas; y vive en el cabo de Buena Esperanza y en la Isla de Francia. Por último, el CAMALEÓN BIFURCADO (Chamaeleon bifurcus, DAUD.), cuyo casco es plano y semicircular; y tiene dos gruesas eminencias en el hocico. Vive en las Molucas.

El CAMALEÓN COMÚN (Lacerta Chamaeleon, LIN.). Es esta especie la que de más antiguo se conoce. Encuéntrase en Egipto, en Berbería, al mediodía de España, y se halla esparcida casi por todas las Indias; tiene la cola puntiaguda, levantada hacia atrás, y sobre ella se extiende una especie de quilla o cresta encorvada; la piel es granujienta, y se extiende a cosa de la mitad del espinazo una cresta dentada; al mismo tiempo que otra, naciendo del mentón, llega hasta la cola, y es en unos puntos más marcada que en otros. La longitud total del reptil es de 16 a 18 pulgadas. Aliméntase de insectos, los cuales coge fácilmente con la lengua llena de viscosidades, único miembro que el camaleón mueve con alguna rapidez y desembarazo.

Dice el naturalista Belón: «Cuando el camaleón quiere comer, saca la lengua, de unas 6 pulgadas de longitud, y redondeada como la del ave, llamada pico-verde en el extremo de dicho órgano se ve un nudo esponjoso que contiene cierto gluten, con que quedan pegados los insectos, consistentes en langostas, ortigas y moscas; y luego se los traga el camaleón. Saca este la lengua con la prontitud de una saeta, flechándola como con un arco.» Casi nunca deja este animal los árboles y altos arbustos; y aunque no salta de rama en rama, pasa de una a otra pausadamente, asíendose con la cola lo mismo que los sapajúes. Para él son muy temibles las serpientes, pues gustan mucho de su carne; ni tampoco su elevado domicilio lo preserva de los ataques de las mangostas y aves de rapiña, que también le ponen asechanzas. Oigamos otra vez al antiguo Belón: «Las arboledas cercanas al Cairo están pobladas de camaleones, y en especial las orillas del Nilo en toda su extensión; de suerte que vimos muchísimos en poco tiempo: mantiénense suspendidos en los árboles para librarse de las serpientes, puesto que las víboras y los cerastes los engullen enteros cuando llegan a alcanzarlos.» Los hábitos del camaleón son inocentes, de suerte que los orientales no se disgustan de verle en sus casas; y es animal tan manso, que, según Próspero Alpino, puede cualquiera introducirle el dedo en la boca; y sobre esto es tímido y el menor ruido le asusta por largo rato.

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Camaleón común.




ArribaAbajoFamilia de los Escincos

Esta familia nos conducirá al orden de los ofidios o serpientes. En efecto, tienen los escincos el cuerpo largo y cilíndrico, o ahusado; varios de ellos tienen los pies muy apartados entre sí, y sobrado cortas las piernas para andar; otros solo tienen dos de estas. Los escincos propiamente dichos tienen la cola semejante a una continuación del cuerpo, cubiertos ambos de escamas relucientes, uniformes, y alejadas o sobrepuestas por sus bordes.

El ESCINCO MEDICINAL impropiamente llamado MARINO (Lacerta scincus, LIN.).Tiene de 6 a 8 pulgadas de largo; la cola más corta que el cuerpo; es amarillento plateado, con fajas negruzcas transversales; encuéntrase en la Arabia y en el alto Egipto. Cuando lo persiguen se hunde en la arena con una prontitud admirable. Antiguamente lo prescribían los médicos para restaurar las fuerzas perdidas, y entraba en la composición de la célebre triaca magna: esta preocupación científica, desmentida por los experimentos modernos, ha sido por muchos siglos fatal a la especie, puesto que se hacía gran comercio con estos animales.

El GRANDE ESCINCO (Lacerta occidua, SHAW.). Encuéntrase esta especie en las Antillas, y especialmente en la Jamaica; su longitud es de más de 1 pie, y su grosor como el de un brazo; el color rolo con fajas transversales rubias. Frecuenta los lugares pantanosos, o se esconde bajo de las rocas húmedas. Créese en la Jamaica ser su mordedura de las más ponzoñosas, y que produce una muerte subitánea. Los franceses le llaman Brochet de terre (sollo terrestre) los ingleses Galley Wasp (avispa de cocina). Los negros esclavos le dan, lo mismo que a todos los animales feos y malignos, el nombre deMabuya.

Los Sepedones tienen el cuerpo largo, lo mismo que los escincos, y del todo semejante al de las culebras; las patas pequeñas y los dos pares muy poco distantes entre sí: tal es el LAGARTO SERPIENTE (Lacerta anguina, LIN.) cuyos pies forman unos pequeños estiletes, y vive en las cercanías del cabo de Buena Esperanza. Los bípedos tienen el cuerpo como los sepedones, pero están desprovistos de patas delanteras; como, por ejemplo, el Anguis bipes de Linneo, que vive al sud de África lo mismo que el precedente. Los bimanos carecen de miembros traseros; tal es el BIMANO ESTRIADO (Lacerta lumbricoides, SHAW.). Tiene dos patas cortas, unidas a omóplatos, clavículas y un pequeño esternón, siendo de serpiente todo lo restante del esqueleto; es de color de carne, de 8 a 10 pulgadas de longitud, y de grosor igual al de un dedo meñique: encuéntrase en Méjico, donde se alimenta de insectos.






ArribaAbajoOrden de los Ofidios

Son los ofidios o serpientes, unos reptiles sin pies, de cuerpo largo, movido mediante repliegues o undulaciones que hace puesto en contacto con el suelo. Empezaremos por tratar de un género o pequeña familia que hace todavía más inciertos los límites que separan los ofidios de los saurios; y este género es el de los saurófidos. Estos, si bien están faltos de extremos como las verdaderas serpientes, tienen tres párpados lo mismo que los saurios; la cabeza, dientes y lengua se asemejan a los de los sepedones; de manera que muy bien pudiera llamárseles sepedones sin pies; y acaba de confirmar la comparación el que la mayor parte tienen omóplatos y bacinete.

El SAURÓFIDO COMÚN (Anguis fragilis, LIN.). Es la única especie que citaremos; este animal se encuentra en toda Europa; tiene 1 pie de longitud, y la de la cola iguala a la del cuerpo y cabeza juntos: dicha cola es obtusa, y en el color no se distingue del cuerpo; está cubierto enteramente este reptil de escamitas lisas y relucientes, lo mismo que los escincos las cuales son amarillas y plateadas en su cara superior, y negruzcas en la inferior; y presentan a lo largo de la espalda como tres hilos negros que con el tiempo se convierten en líneas de puntos y acaban por desaparecer del todo. No tiene tímpano externo. Este animal come insectos, pequeños moluscos y lombrices de tierra; rómpesele la cola con suma facilidad, lo mismo que a las lagartijas, y hasta arrecia tanto el cuerpo cuando lo cogen, que también se rompe; lo que le ha granjeado el nombre trivial de serpiente vidriosa. Hace excavaciones debajo de tierra, y es vivíparo, lo mismo que las víboras, es decir, que los huevos nacen en el vientre de la hembra antes de salir a la luz.


ArribaAbajoFamilia de las verdaderas serpientes

Ningún vestigio interno de miembros existe en las serpientes verdaderas; pues no tienen ni esternón, ni omóplatos; aunque hay algunas que debajo de la piel presentan rudimentos de miembros posteriores, que a veces se muestran exteriormente en forma de un ganchito. Las escamas que cubren la piel son pequeñas y atejadas en la cara superior del animal, y en la inferior anchas y cuadriláteras. No tienen tímpano en los oídos, y carecen de párpados, circunstancia que comunica a sus miradas cierta fijeza que hace horripilar; hace las veces de párpado una placa redonda y transparente, a manera de un vidrio de reloj situado delante de cada órbita, al cual da paso a la luz.

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Esqueleto de víbora.

Compónese el esqueleto casi exclusivamente de vértebras y costillas, y estas solo faltan en la cola, protegiendo al tronco casi en toda su extensión; las vértebras son tan numerosas, que la víbora tiene 198; el boa 304; la culebra de collar 316: se articulan entre sí de manera que la eminencia redondeada de la cara anterior de una vértebra, se encaja en la correspondiente cavidad de la inmediata anterior; y como las apófisis espinosas se cubren mutuamente, resulta que el animal solo ejecuta con facilidad movimientos laterales, no pudiendo doblar mucho el cuerpo en el sentido de su longitud.

Las serpientes son carnívoras; pero no mascan el alimento, sino que lo retienen en la boca con los dientes ganchosos de que están provistas; su lengua es capaz de una grande distensión, y termina en dos filamentos largos, casi cartilaginosos y dotados de extrema movilidad. Tienen el tubo digestivo corto, y pueden soportar una larga abstinencia, aunque cuando les es dado satisfacer el hambre manifiéstanse en extremo voraces. Una vez saciadas quedan entorpecidas durante la digestión. Semejante estado se explica por la posición de los pulmones, uno de los cuales es casi nulo, al paso que el otro es grandísimo y se extiende por el abdomen hasta más allá del estómago y del hígado; siendo esto así, fácilmente se concibe como una vez lleno y distendido el estómago por la presencia de los alimentos, obliga a los pulmones a replegarse: quedando por consiguiente embarazada la respiración y circulación de la sangre, disminúyese el calor animal, y comprimido el cerebro por la sangre venosa, cuyo curso se halla interrumpido, hace caer al reptil en un sueño letárgico.


ArribaAbajoTribu de las Anfisbenas

La primera tribu de la familia de las serpientes verdaderas contiene las anfisbenas, o doble andadoras, así llamadas por cuanto andan con igual facilidad hacia delante que hacia atrás; facultad procedente de ser la cabeza simple continuación del tronco. Su boca no sufre una grande distensión, por estar fija en el cráneo la quijada superior: y la inferior se articula, como en las tortugas y lagartos, con un hueso timpánico, fijo también inmediatamente en el cráneo. Estos animales no son ponzoñosos.

La ANFISBENA FULIGINOSA (Amphisbaena fuliginosa, LIN.). Pertenece a la América meridional; su longitud total llega a veces a 2 pies; cuya sexta parte viene a formarla la cola. Cuéntanse en esta última de 25 a 30 anillos; y de 200 a 228 en el cuerpo, el cual presenta entreverados los matices blanco y parduzco; con predominio de este último, que en algunos individuos es muy oscuro. Vive de insectos, y permanece con frecuencia en los hormigueros, lo cual hace creer a los naturales que las grandes hormigas les llevan el alimento.

La ANFISBENA CIEGA (Amphisbaena caena, CUV.). Encuéntrase en la Martinica y carece absolutamente de ojos.




ArribaAbajoTribu de las Serpientes comunes

Debemos hablar de las serpientes comunes, que constituyen la segunda tribu de la familia, y esencialmente el orden de los ofidios. En estas el hueso timpánico, que a modo de un pedículo sostiene la mandíbula inferior, es móvil, y está suspendido también de otra porción del temporal denominada hueso mastoideo, que así mismo está separado del cráneo, adhiriéndose a este solo por medio de ligamentos y de músculos. Además, no hallándose las ramas de la mandíbula superior unidas al hueso que las separa más que con simples ligamentos, y aún estos relajados, resulta que pueden separarse más o menos, y a cansa de la particular estructura que acabamos de describir, se hace posible tal abertura de las quijadas, que lleguen a ponerse perpendiculares al cuello del animal. Así este puede tragarse un cuerpo más voluminoso que el mismo reptil. -Divídense la serpientes comunes en venenosas y no venenosas.

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Lucha entre dos serpientes por causa de una antílope.




ArribaAbajoTribu de las Serpientes no venenosas

Las serpientes no ponzoñosas tienen las ramas de las mandíbulas y el paladar provisto de dientes fijos sin orificio en ellos; y forman dos géneros principales, a saber: el de los Boas, y el de las Culebras. Las boas tienen la cara inferior del cuerpo y de la cola guarnecida de fajas transversas, escamosas y de una sola pieza; y las culebras presentan la cara inferior de la cola cubierta de placas dispuestas a pares; las boas tienen el cuerpo deprimido, la cola asidora, y junto a la raíz de esta dos espolones ganchosos.

El BOA CONSTRICTOR (Boa constrictor, LIN.). Tiene la cabeza hasta el hocico cubierta de escamitas semejantes a las del cuerpo, y es muy fácil de reconocer en la ancha cadena que se extiende a lo largo del dorso formando un vistoso dibujo con grandes manchas negruzcas, hexágonas e irregulares, que alternan con otras manchas descoloridas, de figura oval y escotadas en sus extremos. Este reptil se encuentra en los países húmedos y cálidos de la América meridional; y alcanza a veces hasta a 40 pies de longitud, pudiendo engullir un ciervo y hasta un buey enterito.

Figurémonos alguno de estos colosales reptiles adelantando por entre la yerba, semejante a una enorme y tortuosa viga, y dejando en el césped margullado ancha y dilatada huella: ¿qué terror no deberá infundir? Con todo, no es entonces cuando más debe temerse, pues no puede ocultarse y se ve su aproximación; sino cuando se esconde entre los cañaverales de las riberas pantanosas, donde acecha a los animales que constituyen su presa en el acto de ir a apagar la sed. Allí permanece en emboscada cogido de la cola al tronco de algún árbol acuático, y dejando flotar en las tranquilas aguas el cuerpo inmóvil, semejante a un tronco del que se han quitado todas las ramas. Desgraciado del cuadrúpedo que va entonces a apagar su sed al alcance de un enemigo tan formidable, pues en un instante se ve cogido, enredado por el cuerpo del boa, y ahogado entre sus vigorosos repliegues. Cuando el hambre le aprieta, el boa se vuelve pescador; se arroja a los peces que nadan por la superficie del agua, y hasta permanece algún tiempo con la cabeza sumergida en persecución de la presa. A veces también se sitúa este reptil en un árbol eminente, en lo más intrincado de una selva y en lugar frecuentado por animales herbívoros o carnívoros; y aunque todos le convienen, parece que prefiere las víctimas incapaces de defenderse, si bien en caso de necesidad no vacila en atacar al animal más fiero. Trasladémonos por un instante mentalmente a una selva virgen del Brasil: el jaguar, o el tigre de América, sale de su cueva un poco antes de ponerse el sol dispuesto a dar principio a sus nocturnas exploraciones; pasa sin desconfianza por junto a un alto cecropia, de frondosas ramas envueltas en aromáticas enredaderas, entre cuyas verdes y lozanas espirales se confunden las amarillentas y negruzcas escamas del boa constrictor. El reptil de improviso desarrolla sus numerosos anillos, quedando asido y fijo por la extremidad de la cola en la primera rama, y se dispara contra el jaguar con la instantaneidad de un flechazo. Empieza entonces un combate terrible; las garras de la fiera resbalan impotentes por la escamosa cubierta del reptil; pero con los formidables colmillos puede causarle graves heridas; así es que el boa empieza siempre el ataque dirigiéndose a la cabeza, agarrotándole desde luego el cuello con su primera circunvalación; y cuando no puede rugir, ni siquiera respirar, entonces la serpiente acaba de envolver todo el cuerpo, estrechando por grados los mortíferos anillos. Estrujado por decirlo así el cuerpo del cuadrúpedo con una fuerza irresistible, crujen sus huesos, alárgase el quebrantado cuerpo, como la blanda masa bajo la presión de la mano del panadero. Entonces la serpiente le embadurna con su maligna baba, y dando una dilatación enorme a sus quijadas, lo va engullendo con tanta lentitud, que necesita para ello algunos días, y ya parte de la presa se halla digerida que aún queda otra por tragar. Por último, terminada la comida, y tragado todo el animal, queda el reptil inmóvil y en un estado de entorpecimiento que a veces dura una semana entera; en cuyo tiempo exhala una fetidez que anuncia desde lejos su presencia. En tal situación es muy fácil matarte, y los Indios, a quienes gusta la carne del boa, cuyo sabor no es ciertamente desagradable, lo despedazan a hachazos sin que el animal ofrezca la menor resistencia. El boa constrictor no se encuentra en África ni en Asia, como creyeron algunos naturalistas, que lo confundían con las pitón de que vamos a hablar. El nombre divino que le han dado, procede de haber malamente atribuido a este reptil, lo que se refiere de ciertos culebrones de Mozambique, a las cuales adoran como divinidad los negros. Sin embargo, parece que los antiguos brasileños y mejicanos tributaban honores religiosos al boa, bajo el nombre de Emperador.

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BOA CONSTRICTOR Y EL JAGUAR.

Vamos a tratar del género culebras. -Las serpientes pitones, que forman una sección de este género, solo difieren del boa por tener dispuestas a pares las placas de debajo de la cola; y esto no siempre es así, sino que pueden ser sencillas, lo mismo que en el boa; lo cual acaba de confundir los dos géneros. Ambos presentan apéndices ganchosos inmediatos a la raíz de la cola; pero la pitón tiene placas en los lados del hocico y hoyitos en los labios. Probablemente fue una de estas culebras la que en la primera guerra púnica sirvió de auxiliar a los cartagineses contra los romanos en las riberas del río Bagrada. «Fue preciso, dice Plinio, asestarle catapultas y ballestas; y darle un ataque en forma, cual si fuera una ciudadela; hasta que al fin, después de infinitos disparos inútiles, una piedra enorme arrojada con extrema furia le rompió el espinazo, y la dejó tendida; y aún así con harto trabajo se logró rematarla.» Régulo envió a Roma la piel, que tenía 120 pies de largo (Plinio es quien señala tan sospechoso número de pies): suspendiéronla en un templo, donde aún se veía al cabo de un siglo del suceso.

El ULAR SAWA (Coluber javanicus, SAW.). Llega a más de 30 pies de longitud; tiene la cabeza ancha, complanada, y de color gris azulado; el hocico grueso y amarillento; el cuello cilíndrico y más delgado que la cabeza; detrás de cada ojo se ve una raya de azul oscuro, que se prolonga hasta la nuca, donde se reúnen las de entrambos lados, en este mismo sitio hay una mancha amarilla entreverada de azul, y de figura de corazón; en la cara inferior del cuerpo dominan unas fajas de azul de amatista, cuyos bordes son amarillos, o leonados; la cola es amarilla con fajas azules. Vive este animal en las inmediaciones de los ríos de Java, donde se alimenta de ratas, pájaros, y persigue animales de más cuerpo en las montañas de la isla.

Las PITONES DE DOS RAYAS (Python bivittatus) que se conservan en la colección de animales del Museo de París, solo comen cinco o seis veces al año; y tan grandes intervalos entre sus comidas hallan su explicación en la enorme cantidad de alimentos que engullen en cada una de ellas, y especialmente en la suma lentitud de su digestión. Es probable que en estado libre comerán estos reptiles con más frecuencia, cuando no con tanta copia, como dentro de las jaulas. Es curioso asistir a una de las comidas que se dan a los pitones que se conservan en el Jardín de las Plantas; pues ofrece un espectáculo a la vez interesante y penoso. Meten una gallina en la jaula del reptil, y ante el cual la mantienen de modo que no pueda huir. La culebra pasa varias veces junto a su presa rozándola suavemente, como para asegurarse de que es bien viva. En los ojos vidriosos y sin párpados de la culebra ninguna expresión malévola se muestra hacia la pobre gallina; la que movida por su instinto y percibiendo la sensación de un cuerpo frío que se roza con ella, grita, tiembla y se le estremecen todas las plumas. Después de mil rodeos, de repente el reptil levanta la cabeza, se arroja a su víctima, la coge entre sus mandíbulas como con unas tenazas, y poco a poco la va tragando viva. Algunas pitones quebrantan primero a su presa antes de devorarla; otras con las circunvoluciones del cuerpo la envuelven, formando como un embudo, y la mantienen así sujeta entre tanto que la tragan, empezando siempre por las partes posteriores.

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Serpiente pitón.

Las culebras propiamente dichas tienen la cabeza cubierta de placas, y no tienen hoyitos a los lados del hocico, ni apéndices ganchosos junto al nacimiento de la cola; el número de sus especies es inmenso, y solo las pertenecientes a Francia son ya muchísimas.

LA CULEBRA CON COLLAR (Coluber natrix, LIN.). Esta especie, llamada también culebra nadadora es la más común de todas; tiene 3 pies de longitud; el color gris con manchas negras a lo largo de los costados, y tres manchas blanquizcas que le forman un collar en la nuca; sus escamas forman arista; es decir, que están levantadas por uno de sus lados. Vive este reptil en los prados húmedos, y en las aguas muertas, donde se alimenta de raras y de insectos; cruza los estanques y riachuelos nadando con gracia. No es dificultoso cogerla, pero entonces exhala una insoportable hediondez; por lo demás puede manejarse sin recelo, pues nunca trata de morder, como no se halle muy irritada; y por otra parte tampoco presentan peligro sus mordeduras.

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Culebra con collar.

Refiere Lacepede que en Cerdeña crían a la culebra de collar en una especie de domesticidad, y que no se muestra insensible a los halagos de sus amos, míranla como animal de fausto agüero, y le permiten libre entrada en las casas. En algunas provincias la comen y suponen que es muy sabroso bocado; habiendo nacido de ahí el llamarla anguila de los setos. La hembra pone de quince a cuarenta huevos, en agujeros a orillas de las aguas, en los estercoleros y en las gavillas de trigo; dichos huevos nacen a mediados del verano. Este animal puede soportar una abstinencia de más de un año; pero la comida que sigue a tan largo ayuno suele serle mortal; y esto lo hemos visto experimentalmente en una culebra que conservamos en un bote de vidrio por espacio de dos años, la cual después de once meses de dieta, con trabajo pudo engullir una rana, y no teniendo fuerzas para digerirla, murió al día siguiente. Otra culebra nos dio ocasión de observar la suma lentitud con que se verifica en estos animales el acto de la digestión. Tragose una rana, en cuya operación empleó tres horas, tal vez por haberse debilitado con el cautiverio, y más aún por los esfuerzos de la rana, la cual hallándose cogida por las patas traseras, extendía los miembros con grandes esfuerzos para escapar de su muerte inevitable. Por último, la culebra con su constancia logró tragarse todo el cuerpo de la rana menos la cabeza; de modo que era un repugnante espectáculo el que presentaban las dos quijadas de la culebra en extremo abiertas, formando como un marco a la entumecida cabeza de la rana; presentábanse cuatro ojos fijos y prominentes, que era imposible contemplar gran rato sin sentir náuseas. Poco a poco fue desapareciendo la cabeza del batracio, y vimos bajar su cuerpo a las entrañas de la culebra, pues señalaba su paso una grande intumescencia. Hacía ya más de una hora que la presa tragada había llegado a su destino, cuando determinamos examinar el estómago de la culebra, a fin de estudiar la marcha y progresos de la digestión; pero fue grande nuestra sorpresa cuando, después de haber separado con precaución las escamas del abdomen y abierto la cavidad del estómago, vimos a la rana saltar alegremente fuera de la cárcel, sin herida ni contusión alguna; mandamos que la llevaran al prado más cercano, y se lanzó alegre y viva a los juncos de un arroyo, desapareciendo de la vista en un instante. La culebra todavía vivió dos meses encima de musgo húmedo, pero nunca más le volvió el apetito.

La CULEBRA VIPERINA (Coluber viperinus, LATREILL.). Vive en los mismos sitios que la precedente; es ceniciento-parduzca, con una serie de manchas negras formando líneas angulosas a lo largo del espinazo, y otra serie de manchas oceladas en la extensión de los costados; lo cual le da cierta semejanza a la víbora; la parte inferior es ajedrezada con manchas negras y grises, y las escamas forman aristas.

La CULEBRA VERDE y AMARILLA (Coluber atro-virens, LACÊP.). Vive en los bosques; su cara superior se ve manchada de negro y amarillo; y la inferior es enteramente amarillo-verdosa; tiene las escamas lisas.

La CULEBRA LISA (Coluber austriacus, LIN.). Es rojo-parduzca, con jaspes de color de acero en la cara inferior; tiene dos hileras de manchas negruzcas a lo largo de la espalda; las escamas lisas con un punto pardo en el extremo de cada una.

Las tres antecedentes especies se encuentran en las cercanías de París, lo mismo que la culebra de collar, siendo análogos los hábitos en todas ellas.

La CULEBRA BURDELESA (Coluber girondicus, DAUD.). Esta especie pertenece al mediodía de Francia y de Italia; tiene casi los mismos colores que la viperina; pero las escamas son en ella lisas, y más pequeñas y separadas las manchas de la espalda: rara vez llega a 2 pies.

La CULEBRA DE CUATRO RAYAS (Coluber elaphis, SAW.). Es de color leonado, con cuatro rayas pardas o negras en la espalda; es la mayor de las serpientes europeas, puesto que su longitud llega a veces a 6 pies. Opina Cuvier que esta especie es el boa de Plinio; cuyo nombre boa, dice Plinio que le dieron porque chupaba las ubres de las vacas; pero este hecho, atribuido también a la culebra común, no ha podido comprobarse.

La CULEBRA DE ESCULAPIO (Coluber Aesculapii, SAW. y no LIN.). Tiene mayor grosor y menos longitud que la de cuatro rayas; es superiormente parda, y de un amarillo pajizo en sus caras inferior y laterales, y las escamas del dorso son casi lisas. Esta es la serpiente de Epidauro, que los antiguos representaban al pie de las efigies de Esculapio. Vive en Italia y en la Iliria.

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Culebra negra.

Las culebras exóticas son innumerables, y todas de mediano tamaño; citaremos tan solo las siguientes especies:

La CULEBRA CONSTRINGENTE (Coluber constrictor, LIN.). Es muy común en la América septentrional, donde es conocida bajo el nombre de serpiente negra (Blacke snacke); tiene de 5 a 8 pies de largo la cabeza es poquísimo más gruesa que el cuello, y la guarnecen superiormente nueve placas; el cuello y cuerpo son largos, cilíndricos y de igual diámetro; las escamas son romboidales, bastante grandes y casi hexágonas, con ligera arista. Este reptil es en su cara superior azul-negruzco, cuyo matiz es más claro en la cara inferior, y tiene la garganta y labios blancos, y las narices remangadas. Esta especie se defiende con saña de los cazadores, envolviéndoles las piernas y el cuerpo y mordiéndoles con furia; pero su mordedura no es ponzoñosa. Los americanos la respetan, dejándola penetrar en sus habitaciones, que limpia de ratones. Dicen que ataca y devora a las serpientes de cascabel: come también ardillas, zariguas, ranas y lagartos, trepa a los árboles en busca de nidos de aves, cuyos huevos le gustan, lo mismo que los pajaritos.




ArribaAbajoTribu de las Serpientes venenosas

Hemos llegado a la segunda sección de la tribu de las serpientes ordinarias, la cual contiene aquellas especies cuyas mordeduras son venenosas: todas están provistas de una voluminosa glándula, situada inferiormente a cada ojo, y que contiene activísima ponzoña. Dicha glándula tiene un conducto excretorio, que desemboca en un diente agudo o colmillo ganchoso, taladrado cerca del vértice por un pequeño conducto, y fijo en el hueso maxilar superior. En el acto de morder el animal, los músculos elevadores de la mandíbula, que están arrimados a dicha glándula, contrayéndose la comprimen y obligan a que exprima el veneno, el cual pasa por el orificio del colmillo y se derrama en la herida.

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Cabeza de serpiente10.

Dicho veneno tiene cierto sabor craso, ni acre, ni ardiente, y puede tragarse sin grave consecuencia; Pocula morte carent, dice Linneo; pero es un veneno sutilísimo cuando se pone en contacto con los vasos absorbentes desgarrados y es conducido al torrente general de la circulación; la intensidad de su acción es proporcionada a lo cálido del clima a que pertenece el reptil que lo segrega, y en razón directa de su cantidad; en los animales pequeños son mayores los estragos producidos que en los de gran tamaño; sin embargo, para ciertas especies es inocente, aunque no para el mismo reptil que lo segrega al cual causa la muerte si llega a morderse.

Entre las serpientes venenosas, llevan mayores peligros las que tienen los colmillos móviles. Estos se ocultan bajo un pliegue de la encía cuando el reptil no quiere servirse de ellos; y se enderezan siempre que intenta morder; no tiene otros dientes; y solo se ven dos filas que forman los palatinos en la parte superior de la boca.

Todas las especies son vivíparas; es decir, que los hijos rompen sus involucros dentro de las vísceras de la hembra; de donde nació el nombre vípera, por contracción de vivípara. Vamos a citar los cuatro géneros principales; a saber: los Crótalos, los Trigonocéfalos, las Víboras, y las Nayas.

Lo mismo que los boas, tienen los crótalos placas simples o únicas en toda la superficie inferior del cuerpo y de la cola; a cada lado del hocico, detrás del orificio de las narices se ve una fosita redondeada; pero el órgano o aparato más digno de particular atención es el que está situado en la extremidad de la cola, y que consiste en una serie de piezas huecas de sustancia escamosa, encajadas unas en otras, y cuyas vibraciones rápidas producen cierto ruido bastante recio cuando el reptil menea la cola. Como tras de cada muda de la piel queda otra pieza más de las dichas, esto ha dado pie para creer que son otros tantos restos del epidermis, ranversado como el dedo de un guante, retenido en la punta de la cola, sobreponiéndose al del año precedente: esta especie de carraca les ha valido el nombre de serpiente de cascabel.

El CRÓTALO DURISO, o DE LA GUYANA (Crotalus durissus, LIN.). Su color es gris amarillento, con veinte y cinco o veinte y seis fajas dorsales, negras, irregulares y transversales, rodeadas de un matiz claro, escotadas en su parte anterior y terminadas en los costados de cada lado con una mancha del mismo color; la cola es enteramente negra; el vientre es blanco-amarillento, sembrado de puntitos negros. Aliméntase de ratas, ardillas, y otros pequeños mamíferos; atraviesa a nado los ríos y lagunas hinchando su cuerpo al modo de una vejiga; es entonces muy arriesgado inquietarle puesto que se arroja a las lanchas con la mayor agilidad.

El CRÓTALO BOIQUIRA (Crotalus horridus, LIN.). Es la especie que más abunda en la América septentrional; tiene de 4 a 6 pies de longitud; extiéndese a lo largo de su espinazo una serie de manchas negras romboidales, orilladas de color amarillo; el matiz general es ceniciento parduzco.

El Crótalo boiquira con su mordedura causa la muerte a un perro en la cuarta parte de un minuto, y a los bueyes o caballos en cosa de un minuto; el hombre que tiene la desgracia de ser mordido por alguno de estos reptiles muere casi instantáneamente; pero el crótalo no muerde a los animales corpulentos, como no sea para su propia defensa, o precediendo provocación.

Se han propuesto una multitud de recetas para prevenir los terribles efectos de la mordedura de los crótalos: la ligadura o compresión de las venas practicadas en un punto superior al sitio mordido, es un recurso capaz de retardar la absorción de la ponzoña; sin embargo, el medio más eficaz que se conoce es la pronta cauterización de la herida, ya aplicando el hierro candente, ya algún cáustico enérgico. Existe en la América meridional una planta que llaman los naturales guaco, y le atribuyen virtudes heroicas, según ellos, aplicadas las hojas de dicha planta al punto herido, no solo destruyen los efectos de la ponzoña, sino que inoculándose o bebiendo el zumo del vegetal, uno se vuelve invulnerable; pues los crótalos respetan a los que han tomado estas medidas preventivas. Semejante opinión está apoyada en las observaciones de los autores Vargas y Mutis; y hasta Humboldt ha hecho experimentos que le autorizan para creer que el guaco puede comunicar a la piel un olor repugnante a las serpientes que les impida morder.

¿Están dotados los crótalos de la facultad de fascinar a su presa? ¿Pueden obligarla con el solo poder de sus miradas a que se dirija por sí misma a la boca del reptil? ¿O son siquiera capaces de entorpecerla con el aliento? Levaillant atribuye esta maravillosa facultad a varias serpientes venenosas de la zona tórrida. Otros muchos naturalistas han asegurado también que un ave que encuentra la mirada fija de una serpiente, inmóvil al pie de un árbol, se ve agitada por movimientos convulsivos que la obligan a bajar de rama en rama hasta donde se halla el terrible enemigo que la codiciaba. Pero, dice Cuvier, que esa supuesta fascinación es simplemente el resultado del terror que inspira la presencia del reptil a los animales que constituyen su presa; los cuales no pueden huir porque el espanto los deja petrificados; o si lo intentan, es por medio de movimientos desordenados, que en lugar de ponerlos en salvo los conducen a donde está el peligro. Audubon niega que el crótalo posea ningún poder fascinador; pero al paso que desembaraza la historia de estos reptiles de sus fabulosas tradiciones, les sustituye realidades no menos sorprendentes, de que él mismo fue testigo ocular. Es muy cierto que el crótalo acecha a las aves, y en especial al mirlo poligloto, de que ya dejamos hecha mención; pero no es para darles caza, sino para aprovechar su ausencia del nido, y comer los huevos o devorar los parvulillos. No obstante le es difícil subir a un árbol sin ser vista: la hembra madre está en el nido, el macho tampoco se halla lejos; ambos tratan de imponer por medio de gritos al reptil, que avanza con la boca abierta; y al mismo tiempo el macho se lo echa encima y le hostiga sin cesar, procurando arrancarle los ojos con el pico; en esto llegan muy pronto todos los mirlos de los alrededores, que acuden al socorro de sus hermanos, y reunidos todos contra el común enemigo, le obligan con sus innumerables picotazos a emprender la fuga, y hasta a veces lo dejan muerto.

El crótalo se alimenta con particularidad de pequeños mamíferos; y se mantiene para sorprenderlos arrollado junto a los sitios donde acostumbran ir a beber. Cuando después de aguardar con paciencia que llegue alguna presa, se presenta esta, arrójase el reptil desde que la ve a su alcance con la rapidez de una flecha. Audubon presenció la captura de una ardilla gris por un crótalo, y este hecho inspira muy poco crédito en el poder fascinador que algunos atribuyen a la serpiente de cascabel. Vio salir la ardilla de un espeso matorral, y muy pronto vio que huía perseguida por un crótalo: lejos de haberla fascinado el reptil, o de haberla paralizado el terror, corría con velocidad y tomaba ventajosa distancia; la persecución era más lenta, pero constante. Luego la ardilla se subió a un árbol, y en él le siguió su enemigo, saltaba aquella de una rama a otra, y este enroscaba la cola en una rama y con algún movimiento de balanceo, alcanzaba aquella donde estaba la ardilla: viendo el perseguido que su perseguidor iba casi a cogerlo, se arrojó al suelo con las patas y la cola extendidas para disminuir la pesadez de la caída; pero la serpiente bajó por el tronco y alcanzó la presa antes que tuviese tiempo de llegar a otro árbol. Cogió a la ardilla por la nuca y la envolvió entre sus anillos, de modo que apenas era visible, aun cuando se oían los quejidos que el dolor le arrancaba. Por último, aflojó el reptil sus circunvoluciones, examinó el cadáver de su víctima, y se la tragó empezando por la cola.

El Crótalo boiquira es en realidad anfibio; pues también en el agua persigue su presa: su vista es excelente, y en lo más elevado del aire divisa como un punto negro a las aves de rapiña, guareciéndose al instante en algún lugar seguro. Se ha supuesto que los cerdos comían sin ningún mal resultado crótalos; pero no es así; antes bien inspiran a dichos cuadrúpedos el mismo terror y repugnancia que a los demás. Con todo, la carne de dicho reptil es apetecida, y dícese que comieron de ella los primeros europeos que se establecieron en América. Esta serpiente puede permanecer en ayunas por espacio de tres años, en cuyo caso es más temible su mordedura. A más, este reptil no se limita a morder, sino que a modo de un ariete arroja gran porción de su cuerpo, con tanto ímpetu, que es capaz de derribar a un hombre. También es peligroso acercársele cuando está enjaulado; pues si se irrita, da a su cuerpo fuertes sacudidas, y arroja el veneno al través de los barrotes hasta algunos pies de distancia. Su ponzoña aún en estado de desecación conserva su mortífera virtud durante siglos; de lo cual cita Audubon un ejemplo terrible.

Cierto arrendador de Pensilvania fue mordido en una pierna al través de la bota, sin haber visto ni oído a la serpiente de cascabel; por lo que creyó que le había punzado una espina, y se fue a su casa. Al cabo de breves horas se le declararon convulsiones y vómitos, a lo que se siguió la muerte. Transcurrido un año, un hijo del difunto se puso las botas de su padre, y las llevó todo el día; al quitárselas por la noche, sintió como un ligero rasguño en la pierna, y se durmió sin cuidado; pero de improviso le despiertan unos dolores atroces, a los que siguieron delirios, rigidez y en fin la muerte. Pasado algún tiempo la viuda vendió los efectos de su marido; y uno de los hermanos, no queriendo que las botas que había usado su padre pasasen a manos extrañas, las compró: al cabo de dos años probose el fatal calzado, y al quitárselo sintió un leve dolor: hallándose presente la viuda acordose de las circunstancias que precedieron a la muerte de su marido; pero era tarde; dentro de algunas horas nuestro hombre era difunto. -Como se divulgase este lance, llamó la atención de un médico del país, quien disecó la bota y encontró en ella el colmillo de un crótalo, cuya punta salía un poco al interior en dirección de arriba abajo; de modo que el que se la ponía no quedaba herido, pero sí al tiempo de quitársela. Sacó el médico el fatal diente, y punzando con el mismo el hocico de un perro, murió este muy pronto.

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Crótalo boiquira.

Con frecuencia se reúnen estos terribles reptiles en gran número, y se entrelazan mutuamente formando una repugnante madeja, y haciendo sonar todos sus cascabeles: ¡desgraciado de aquel que se les acerca sin precaución! pues uno de ellos se desprende del grupo, persiguiendo con furor al curioso que fue a observarlos de cerca. Los crótalos se entorpecen durante el invierno en los países de América septentrional, donde el frío es intenso: al empezar su aletargamiento se suspende en ellos la digestión, lo mismo que las demás funciones vitales; y los alimentos se conservan en el estómago hasta que por la primavera empieza de nuevo el trabajo digestivo. Hallándose Audubon con su hijo cazando en el Canadá, este último halló un crótalo aletargado en la nieve, el cual cogió el padre y lo metió en el morral. Al cabo de un rato habiendo encendido lumbre en un prado para guisar la comida, oyose vibrar el cascabel de la serpiente, reanimada con el calor; pronto arrojó el morral, y el animal, lejos de la lumbre, pronto cayó de nuevo en su letargo.

Siendo las latitudes donde vive el crótalo en América las mismas que las de la Europa templada, el gobierno ha debido tomar medidas de precaución, a fin de que este reptil no pudiese importarse en nuestros climas. En efecto, está prohibido a los patrones de buques, a los conductores de colecciones ambulantes de animales, el tener en su poder tales reptiles, puesto que con una sola hembra en estado de plenitud que se escapase de la jaula, bastaría para poblar de crótalos nuestras campiñas, donde se multiplicaron con maravillosa rapidez.

Para terminar la historia de esta serpiente con rasgos menos horripilantes, diremos algo tocante a la influencia que en ella ejerce la música. Pronto veremos que en las Indias hacen bailar al son de la flauta a la víbora con anteojos; pues el crótalo, aunque menos dócil a la música, está muy distante de mostrarse insensible a sus acentos, como lo prueba el caso siguiente, referido por un ilustre viajero: «En julio de 1791, dice Chateaubriand, viajábamos por el alto Canadá con algunas familias salvajes de la nación de los onutagas: cierto día que nos habíamos detenido en una llanura a orillas del río Genesia, entró en nuestro campo una serpiente de cascabel había entre los que me acompañaban un canadiense, que tocaba la flauta; el cual queriendo divertirnos se adelantó hacia el reptil con su arma de nueva especie. A su aproximación; el animal se arrolla de repente, aplaca la cabeza, hincha sus carrillos, contrae los labios y muestra sus mortíferos colmillos y sus enrojecidas fauces; su ahorquillada lengua vibra con rapidez; los ojos brillan como ascuas encendidas; entumecido su cuerpo de rabia, sube y baja como un fuelle; su piel se ve erizada de escamas; y la cola produciendo siniestro ruido, oscila con tal rapidez, que parece como un ligero vapor. Entonces empieza el canadiense a tocar la flauta: la serpiente hace un movimiento como de sorpresa, y echa la cabeza hacia atrás; cierra gradualmente la boca, y a medida que el efecto mágico va aumentando, pierden su aspereza los ojos, retárdanse las vibraciones de la cola y el sonido del cascabel se amortigua y cesa aflójanse los anillos del reptil y se extienden en el suelo formando círculos concéntricos aplácanse las escamas de la piel y recobran su brillo; y el animal, volviendo ligeramente la cabeza, permanece inmóvil, en ademán de atención y de placer. Entonces el canadiense anduvo algunos pasos produciendo con la flauta sonidos lentos y monótonos; y el reptil, bajando el cuello, se abrió paso entre la fina yerba y se arrastró tras las huellas del músico que le atrae, parándose cuando este se detiene, y siguiéndole desde que continua andando. De esta suerte se llevó la serpiente fuera del campo delante de una multitud de testigos, tanto europeos como salvajes, que apenas osaban dar crédito a sus ojos. A vista de semejante prodigio de la melodía, todos unánimes resolvimos dejar libre a la serpiente.»

El género de los trigonocéfalos solo se distingue del de los crótalos en la falta del cascabel en la cola. Obsérvanse así mismo en los trigonocéfalos las fositas situadas detrás de las narices; habitan también en el nuevo continente, y no son menos peligrosos que los crótalos.

El TRIGONOCÉFALO AMARILLO o VÍBORA HIERRO DE LANZA (Trigonocephalus lanceolatus, OPPEL.). Es el reptil más peligroso de las Antillas francesas; llega a 6 y 7 pies de longitud, su color es amarillento o grisáceo, más o menos entreverado de parduzco; tiene dobles las escamas subcaudales, y la cabeza las tiene iguales a las del dorso. Es tal la fecundidad de este reptil, que cada cría la hembra produce sesenta viboreznos de unas 10 pulgadas, ya formados y aptos para morder.

Por una singularidad inexplicable, la patria del trigonocéfalo es muy circunscrita, encuéntrase en la Martinica y en Beconia; pero en estos tres puntos abunda extraordinariamente; así es que no se cosecha un solo plantío de caña dulce sin encontrar sesenta u ochenta trigonocéfalos. Estos formidables reptiles pueblan los pantanos, las huertas, bosques, ríos y cumbres de los montes, desde el nivel del mar hasta la región de las nubes, véseles reptar en el fango, luchar contra la corriente de los ríos que los arrastran al mar, y columpiarse en las ramas de los árboles de las selvas, a unos de 100 pies de elevación del suelo. Aliméntanse de lagartos y ratas, que hallan en abundancia bajo las hojas de las cañas de azúcar. Trepan a los árboles con pasmosa agilidad para tragar los huevos de las aves o los pequeñuelos recién nacidos. Ni temen los sitios habitados, pues penetran en los corrales y gallineros; rodean las cabañas de los negros, en especial si están entre matorrales; y se arrojan como un flechazo sobre los animales y hasta sobre el hombre. Apenas este se ve mordido, que la parte se vuelve lívida y fría, sucédense sin interrupción las náuseas y las convulsiones, apodérase del herido una invencible somnolencia, el cual pronto se duerme para la eternidad.

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VÍBORA COMÚN.

La VÍBORA COMÚN (Coluber berus, LIN.). Lo mismo que todas las demás víboras carece de fositas detrás de las narices; tiene la cabeza cubierta de escamitas granujientas, y su longitud total no pasa de dos pies; la cola es corta y va adelgazándose como de repente; el color es pardo con dos series de manchas transversas en la espalda, y una hilera de manchas negras que se extiende a lo largo de cada costado; unas veces las manchas de la espalda se reúnen formando fajas transversas, otras constituyen con su unión una faja longitudinal con undulaciones angulosas. A esta variedad llamó Linneo ASPID (Coluber aspis). Hállase muy a menudo en los bosques de Fontainebleau.

Habita la víbora común en terrenos selváticos y desiguales, donde se alimenta de topos, ratones, pajarillos, reptiles y hasta de insectos y lombrices; produce en cada cría de doce a veinte y cinco viboreznos, los cuales hasta siete años no llegan a la edad adulta. La mordedura de la víbora común es mortal para todos los animales; rara vez para el hombre, y a menudo para los niños; de lo cual hemos visto algunos ejemplos. Los labriegos que recogen el heno en los prados se ven mordidos con frecuencia en las piernas, y hasta en el pecho. Algunas veces en Bretaña hemos tenido ocasión de observar esta especie de envenenamiento. El enfermo llegaba casi siempre a pie después de haber andado mucho camino al sol, pálido y cubierto de un sudor frío, con las facciones alteradas tanto por el terror como por el mal, llevando atado entre dos palos al reptil que le había mordido. Cuando la parte mordida era la pierna o el muslo, aplicábamosle, después de incidirla, un hierro incandescente en grado blanco; si la mordedura residía en las manos, el pecho o la cara, aplicábamos a la parte unas compresas empapadas en un linimento compuesto de partes iguales de aceite de oliva y de álcali volátil; hacíanlos meter en cama al enfermo dándole a beber por intervalos una taza de infusión caliente, en la que echábamos al tiempo de administrarla algunas gotas de álcali volátil. Pronto aparecía un sudor copioso, y a las veinte y cuatro horas el enfermo se hallaba completamente restablecido. Hemos creído útil esta breve lección de medicina práctica al alcance de todo el mundo, y que pondrá al lector en disposición de aliviar a algún pobre hombre que viva lejos de la ciudad y de los socorros del arte.

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VÍBORA.

La VÍBORA DE HOCICO CORNUDO (Coluber ammodytes, LIN.). Esta especie pertenece a la Dalmacia y a la Hungría; diferénciase de la víbora común en un cuernecito escamoso que tiene en la punta hocico.

La VÍBORA CERASTES (Coluber cerastes, LIN.). Tiene en cada sobrecejo un cuernecito puntiagudo; es parduzca y permanece oculta en las ardientes arenas de Egipto y de la Libia.

La VÍBORA MINUTA (Vipera Brachyura.). Los efectos de su ponzoña son prontísimos; diferénciase de las precedentes en no tener en la cabeza más que escamas sobrepuestas por los bordes y formando arista, lo mismo que las de la espalda.

Son las nayas verdaderas víboras, con la cabeza cubierta de placas, y en que los costados en su parte superior son susceptibles de distenderse hacia adelante produciendo una grande dilatación en toda la circunferencia del cuerpo.

La VÍBORA DE ANTEOJOS (Coluber naja, LIN.). Llámanla en las Indias cobra capello; presenta en la porción dilatable del cuello unos rasgos negros en figura de unos anteojos; tiene 4 pies de longitud, y es muy venenosa; aunque suponen que la raíz de la ofioriza mongos es un remedio heroico para su mordedura.

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VÍBORA DE ANTEOJOS.

Esta víbora de anteojos es la que los juglares indios adiestran, haciéndole ejecutar ciertos movimientos acompasados al son de la flauta. Para esto le arrancan primeramente los colmillos venenosos, y para que el público les compre el específico contra la mordedura de dicho reptil, se hacen morder por la serpiente domesticada; con todo, esta prueba puede muy bien serles funesta, si han dejado crecer las yemas destinadas a sustituir a los perdidos colmillos. Otro ramo de su industria consiste en atraer las serpientes hacia fuera de las habitaciones con solo tocar su instrumento; y hasta en ciertas ocasiones tienen dichos juglares la habilidad de echar alguna de las víboras que llevan escondiéndola detrás de algún mueble, o en las rendijas de las paredes, de donde después la hacen salir tocando la flauta; y los habitantes de la casa retribuyen generosamente al juglar que les engaña creídos de que les ha librado de un peligrosísimo huésped.

El ÁSPID DE CLEOPATRA (Coluber Haje, LIN.). Pertenece a Egipto; tiene dos pies de largo; el cuello menos dilatable que el naya, el color negruzco con rasgos pardos, y la cola forma un tercio de la longitud total. Los charlatanes de ese país se sirven también para divertir al público del áspid de Cleopatra; apriétanle la nuca con el dedo, y le hacen caer en una especie de catalepsia, que lo pone tieso e inmóvil como si se hubiese convertido en un palo. Su veneno es sutilísimo; y según refiere Galeno, en Alejandría se valían de la mordedura de este reptil para abreviar el suplicio de los criminales sentenciados a muerte. Hacíanles morder en el pecho; y en el mismo instante oscurecíaseles la vista, aniquilábanse por grados las fuerzas, y luego sobrecogíales un sueño letárgico que terminaba sin dolor su existencia. Es incontestable que pertenecía a esta especie el áspid que Cleopatra se hizo traer en un cesto de higos después de la batalla de Accium, por librarse de servir al triunfo de Octavio. Cuando se halla la Haja irritada, se entumece, distiende el cuello y toma una actitud vertical; en seguida de un salto se echa encima de su objeto. Los antiguos egipcios, al ver que se enderezaba cuando se le aproximaba alguno, se imaginaron que custodiaba los campos en que moraba, adorábanla como divinidad protectora del mundo, y la esculpían en todas las puertas de los templos a los lados de un globo.

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ÁSPID DE CLEOPATRA.

Hay otras serpientes venenosas que no tienen colmillos móviles y aislados; sus mandíbulas, semejantes a las de las culebras, tienen arriba cuatro filas de dientes; pero uno de los últimos dientes maxilares es mayor que los otros, y escavado con un simple surco; a este diente desemboca el conducto de la glándula que segrega el humor venenoso: tales son los Dipsas, cuyo cuerpo es deprimido, y mucho más delgado que la cabeza, y cuyas escamas dorsales son mayores que las demás.

El DIPSAS INDIO DE CUVIER (Coluber bucephalus, SAW.). Es negro con anillos blancos; se le ha llamado dipsas, como a los demás de su género, por haber creído los antiguos que su mordedura causaba una sed mortal, puesto que la voz dipsa significa sed.

Las hidras tienen la parte posterior del cuerpo y la cola muy deprimida lateralmente, lo que hace que estos animales sean acuáticos.

La HIDRA DE DOS COLORES (Anguis platurus, LIN.). Esta es la especie más conocida; es negra superiormente, y amarilla en su superficie inferior. Aunque es muy venenosa, los naturales de Otaiti la comen con gusto.

El ACROCORDIO LISTADO (Acrochordus fasciatus, SAW.). Tiene la cabeza y el cuerpo cubiertos igualmente de escamitas; es un reptil muy venenoso que vive en el fondo de los ríos en la isla de Java.